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PRECISIÓN CONCEPTUAL (5)

Por Luis E. García*

ARTES ADIVINATORIAS
De lo único que podemos estar seguros es del instante presente: el aquí y el
ahora. Pero es tal la ansiedad por conocer el futuro, que desde antiguo
proliferan toda suerte de artes adivinatorias, con sus profesionales
(¿charlatanes, avivatos?) y, desde luego, ingenuos clientes.

Predicción es el vocablo más general y significa el anuncio anticipado de un


evento, o conocer lo que ocurrirá en el futuro. La predicción científica -la
única que parece funcionar- aplica las leyes conocidas de la naturaleza para
deducir qué sucederá en tales o cuales circunstancias. Los viajes espaciales
constituyen el mejor ejemplo del éxito de la predicción científica. La otra vía
predictiva más cercana a la ciencia es el pronóstico, o predicción fundada
en observaciones, indicios, apariencias externas y disciplinas racionales,
como hace el médico al pronosticar los cambios que pueden aparecer durante
el transcurso de una enfermedad, o el meteorólogo con el clima, así nos
recomiende sacar el paraguas... para protegernos del sol.

Las demás formas de anticipar el futuro o el destino son inciertas, cuando no


engañosas. El vaticinio es la predicción apoyada en un don o en la autoridad
de alguien que se lo atribuye; cuando la predicción se dice inspirada por
Dios, se llama profecía; si se funda en una sospecha de tipo sentimental o
afectivo, es un presentimiento, y si proviene de la mera imaginación, es una
suposición.

Hay quienes viven pendientes de captar presagios, o señales más o menos


misteriosas que “anuncian” un suceso próximo, casi siempre desfavorable, y
otros que intentan acceder a lo desconocido o al futuro por inspiración,
intuición o interpretaciones infundadas de hechos fortuitos, mediante
adivinaciones, como el horóscopo, que pretende anticipar el destino o
mostrar caminos con base en nunca comprobadas influencias de los astros
sobre nosotros al nacer (¡más influencia tiene el obstetra presente en el parto
que cualquier planeta!). Algunos ofrecen descubrir la suerte o el destino en los
naipes (cartomancia), en las líneas y protuberancias de la palma de la mano
(quiromancia), en la uñas (onicomancia), en las figuras formadas con cera
derretida (ceromancia), en los sueños (oniromancia), o en bolas de cristal
-casi siempre empañadas-. Y sin duda sobrevivirán éstas y nuevas artes
adivinatorias, porque es propio de la existencia humana acudir a refugios
imaginarios.

*Departamento de Filosofía. U. de C.
precision_conceptual@hotmail.com

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