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El colocolo Manuel Rojas Negra y fra era la noche en torno y encima del rancho de Jos Maria Pincheira, uno

de los ltimos del fundo Los Perales. Eran ya ms de las nueve y haca rato que el silencio, montado en su macho negro, dominaba los caminos que dorman vigilados por los esbeltos lamos y los copudos boldos. Los queltehues gritaban, de rato en rato, anunciando lluvia, y algn guairao perdido dejaba caer, mientras volaba, su graznido estridente. Dentro del rancho la claridad era muy poco mayor que afuera y la nica luz que all brillaba era la de una vela que se consuma en una palmatoria de cobre. En el Centro del rancho haba un brasero y alrededor de l dos hombres emponchados. Sobre las encendidas brasas se vea una olla llena de vino caliente, en el cual uno de los emponchados, Jos Manuel, dejaba caer pequeos trozos de canela y cscaras de naranjas. -Esto se est poniendo como caldo -murmur Jos Manuel. -Y tan oloroso... Djame probarlo -dijo su acompaante. -No, todava le falta, Antuco. -Psch! Hace rato que me est diciendo lo mismo. Por el olorcito, parece que ya est bueno. -No. Acurdese que tenemos que esperar al compadre Vicente y que si nos ponemos a probarlo, cuando l llegue no habr ni gota. -Pero tantsimo que se demora! -Pero si no fue all no ms, pues, seor. Tena que llegar hasta los potreros del Algarrobillo, y arreando. Por el camino, de vuelta, lo habrn detenido los amigos para echar un traguito. -S, un traguito... Mientras el caballero le estar atracando tupido al mosto, nosotros estamos aqu escupiendo cortito con el olor. -Djame probarlo, Jos Manuel. -Bueno, ya est, condenado; me la ganaste. Toma. Meti Jos Manuel un jarrito de lata en la olla y lo sac chorreando de oloroso y humeante vino, que pas a su amigo, el cual, atusndose los bigotes, se dispuso a beberlo. En ese instante se sinti en el camino el galope de un caballo; despus, una voz fuerte dijo: -Compadre Jos Manuel! -Listo! -grit Pincheira, levantndose, y en seguida a su compaero-: No te dije, porfiado, que llegara pronto? -Que llegue o no, yo no pierdo la bocarada. Y se bebi apresuradamente el vino, quemndose casi. Frente a la puerta del rancho, el campero Vicente Montero haba detenido su caballo. -Baje pues, compadre. -A bajarme voy...

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