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Traduccién de Horacio Pons MICHEL FOUCAULT EL PODER PSIQUIATRICO Curso en el Collége de France (1973-1974) Edicién establecida por Jacques Lagrange, bajo fa diteccién de Frangois Ewald y Alessandro Fontana . s € Fonpo pr CULTURA ECONOMICA MEXICO - ARGENTINA - BRASIL - COLOMBIA - CHILE - Espana, EsTADOS UNIDOS DE AMERICA - PERU - VENEZUELA Primera edicién en francés, 2003 Primera edicion en espafiol, 2005 Primera teimpresion, 2007 Foucault, Michel E} poder psiquiatrico - 1a ed. 1a reimp. - Buenos Aires : Fondo de Cultura Reonémica, 2007. 448 p. ; 23x16 cin. (Filosofia) ‘Traducido por: Horacio Pons ISBN 978-950-557-637-1 1. Filosofia Modeena . J, Pons, Horacio, trad. IL. Titulo CDD 190 Titulo original: Le pouvoir paychiatrigue. Cours au Collige de France, 1973-1974 ISBN de la edicion oxiginal: 2-02-030769-3 © 2003, Scuil/Galtimard D.R. © 2005, FONDS pe CULTURA ECONOMICA DE ARGENTINA S.A. El Salvador 5665; 1414 Buenos Aices fondo@fce.com.ar / www.fce.comar ‘Av. Picacho Ajusco 227; 14200 México D. F. ISBN: 978- 950-557-637-1 Se tecmind de impcimic en el mes de junio de 2007 en los Talleres Graficos Nueva Offset, Viel 1444, Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Fotocopiar libros esti penado por la ley. Prohibida su reproduccién total o parcial por cualquier medio de impresién o digital, en forma idéntica, cxtractada o modificada, ea castellano 0 en cualquier otro idioma, sin la autorizaciéa expresa de la editorial IMpRESO EN ARGENTINA - PRINTED IN AKGENTINA Hecho el depdsito que macca la ley 11.723 ADVERTENCIA Michel Foucault ensefié en el Collége de France desde enero de 1971 hasta su muerte, en junio de 1984, con la excepcién de 1977, cuando disfrucé de un afio sabdtico. El titulo de su cdtedra cra “Historia de los sistemas de pen- samiento”. Esta catedra fue creada el 30 de noviembre de 1969, seguin una propues- ta de Jules Villemin, por la asamblea general de profesores del College de France, en reemplazo de la catedra de “Historia del pensamiento filoséfico” que ocupé hasta su muerte Jean Hyppolice. El 12 de abril de 1970, la misma asamblea etigid a Michel Foucault, que por entonces tenfa 43 afios, como ticular de la nueva catedra.! Foucault diced la leccion inaugural el 2 de diciembre de 1970.? La ensefianza en el Collége de France obedece a reglas particulares. Los pro- fesores cienen la obligacién de dictar 26 horas de cdtedra por afio (la mitad, como maximo, puede adeptar la forma de seminarios).? Cada afio deben ex- poner una investigacién original, lo cual les exige una renovacién constante del contenido de su ensefianza. La asistencia a los cursos y seminarios es - completamente libre; no requiere ni inscripcién ni titulo alguno. El profesor ' Boucaule habla concluido con esta formula un opitsculo redactado en apoyo de su can- didatura: “Habria que emprender Ia historia de los sistemas de pensamiento” (“Titres et cra- vaux”, en Dits et Berits, 1954-1988, edicion establecida por Daniel Defers y Francois Ewald, con la colaboracién de Jacques Lagrange, Parls, Gallimard, 1994, cuacto voltimenes; cf. vol. L, p. 846). ? Seria publicada en mayo de 1971 por la editorial Gallimard, con ef titulo de L’Ordre die discours [ttad. esp.: Ef orden def discurso, Barcelona, Tusquers, 1987]. > Cosa que hizo Michel Foucauic hasta principios de la década de 1980. 8 EL PODER PSIQUIATRICO tampoco los encrega.4 En el vocabulario del Coilége de France se dice que los profesores no tienen alunos sino oyentes Los cursos de Michel Foucault se reatizaban todos los miércoles, desde principios de enero hasta fines de marzo. La concurrencia, muy numerosa y compuesta por estudiantes, docentes, investigadores y simples curiosos, mu- chos de ellos exccanjeros, ocupaba dos anficeatros del Collége de France. Foucault se quejé con frecuencia de la distancia que solia haber entre él y su “publico” y de los escasos intercambios que la forma del curso hacia posi- bles.? Sofiaba con un seminario que fuera ef ambito de un verdadero trabajo colectivo. Hizo para ello diferentes intentos. Los ultimos afios, a la salida del curso, dedicaba bascance tiempo a responder las preguntas de los oyentes. En 1975, asi retrataba ct periodista Gérard Petitjean, de Le Nouvel Obser- vateur, la atmésfera reinante en esos cursos: Cuando Foucault entra en ¢] anficeatro, ripido, precipitado, como alguien que se arroja al agua, pasa por encima de algunos cuerpos para llegar a su si- lis, aparta los grabadores para colocar sus papeles, se saca la chaqueta, en- ciende una lmpara y arranca, a cien por hora, Una vor. fuerte, eficaz, repro- ducida por los alroparlantes, unica concesidn al modernismo en una sala apenas iluminada por la luz que se cleva de unos pilones de estuco. Hay tres- ciencos lugares y quinientas personas apifiadas, que ocupan hasta el mas mi- nimo espacio libre (...] Ningdn efecto de oratoria. Es limpide y tremenda- “mente eficaz. Sin la menor concesién a fa improvisacién. Foucault dene doce horas para explicar, en un curso puiblico, el sentido de su investigacién du- rante el ato que acaba de terminar. Enconces, se cifie al maximo y llena los margenes como esos corresponsales que todavia tienen demasiado que decir cuando Iegan al final de Ja hoja. A las 19:15, Foucaule se detiene. Los estu- ‘En el marco del Collége de France. > En 1976, con la esperanza ~vana— de que la concurrencia disminuyera, Michel Foucault cambié el horario del curso, que pasé de las 17:45 a las 9:00 de la maitana, C£ el comienzo de la primera clase (7 de enero de 1976) de "Hd fue défendre la société.” Cours axt College de France, 1975-1976, edicion establecida por Mauro Bertani y Alessandro Fontana, bajo la di- reccién de Francois Ewald y Alessandro Fontana, Paris, Gallimard/Seuit, 1997 [erad. esp.: De- fruder ta sociedad, Curso en el College de France (1975-1976), Buenos Aires, Fonde de Cultura Econémica, 2000]. ADVERTENCIA 9 diantes se abalanzan sobre su escritoriy, No para hablarle, sino para apagar los grabadores. No hay preguntas. En el cropel, Foucault esta solo. Y Foucault comenta: Seria conveniente poder discucir lo que he expuesto. A veces, cuando la clase no fue buena, bastaria poca cosa, una pregunta, para volver a poner todo en su lugar. Pero esa pregunta nunea se plansea. En Francia, el efec- co de grupo hace imposible cualquier discusién real. Y como no hay un canal de retorna, ef curso se teacraliza. Tengo una relacién de actor o de acrébaca con las personas presences. Y cuando termino de hablar, una sensacidn de soledad total...6 Michel Foucault abordaba su ensefianza como un investigador: exploraciones para un libro futuro, desciframiento, también, de campos de problematiza- cién, que solfan formularse mds bien como una invitacién lanzada a eventua- les investigadores. Por eso los cursos en el Collége de France no duplican los libros publicados. No son su esboz0, aunque haya temas comunes entre unos y otros. Tienen su propio estarus. Competen a un régimen discursivo espect- fico en el conjunto de los actos filosdficos efectuados por Michel Foucaule. En ellos, él despliega muy particularmence el programa de una genealogia de las relaciones saber/poder en funcién del cual, a partir de principios de la década de 1970, pensara su trabajo, en oposicién al programa de uma arqueologia de Jas formaciones discursivas hasta entonces predominante.” Los cursos también cenfan una funcidn en la actualidad de! momenco. El oyente que participaba en ellos no se sencia tiaicamence cautivade par el re- lato que se construfa semana tras semana, no sdlo era seducido por el rigor de la exposicién; también encontraba en ella una dilucidacién del presence. El arte de Michel Foucault consistia en abordar en diagonal la actualidad a través de la historia. Podia hablar de Nietzsche o de Aristételes, de la pericia psiquidcrica en el siglo x:x 0 de la pastoral cristiana: el oyente siempre extraia © Gérard Peticjean, “Les Grands Prétres de I'universiré frangaise”, en Le Mouvel Observa- seny,7 de abril de 1975. 7 CE en particular “Nietzsche, fa généalogie, !’histoire”, en Dit et Eerits, op. cét., Ul, p. 137 (crad. esp.: Nieresche, la yeneatogia, la historia, Valencia, Pre~Textos, 1988). 10 EL PODER PSIQUIATRICO de esos temas una luz sobre el presente y los acontecimientos de los que era q EI poder propio de Michel Foucaule cn sus cursos obedecia contemporaneo. a ese sutil cruce entre una erudicién sabia, un compromiso personal y ua trabajo sobre el acontecimienco. La década de 1970 presencid el desarrollo y ef perfeccionamiento de las grabadoras de casetes, y elescritorio de Michel Foucault pronto se vio inva- dido per ellas. De tal modo, los cursos (y algunos seminarios) pudieron conservarse, Esta edicién toma como referencia la palabra pronunciada publicamente por Michel Foucault. Da de ella fa transcripcién mis literal posible.? Ha- briamos deseada poder publicacla sin modificaciones. Pera el paso de lo oral a lo escrito impone una intervencién del editor: como minimo, es preciso introducir una puncuacién y recortar los parrafos. El principio consistié siempre en mantenerse fo mas cerca posible del curso efectivamente dictado. Cuando parecié indispensable, se suprimieron las reiteraciones y las repe~ ticiones; se restablecieron las frases interrumpidas y se rectificaron las cons- trucciones incorrectas. Los puntos suspensivos indican que la grabacién es inaudible. Cuando la frase es oscura, figura entre corchetes una integracién conjetural o un agregado. Un asterisco a pie de pagina indica las variantes significativas de las notas utilizadas por Michel Foucault con respecto a lo dicho. Se verificaron las citas y se seAalaron las referencias de los textos utiliza- dos. Ef aparato erjtico se limita a dilucidar los puntos oscuros, explicitar ciercas alusiones y precisar los puntos criticos. Para facilicar la leccura, cada clase ested precedida por un breve sumacio que indica sus principales articulaciones.” § Se utilizaron en pacticutar las grabaciones realizadas por Gérard Butler y Jacques Lagrange, guardadas en el Colléye de France y ef Institut Mémoires de Edition Concemporaine (tmeC). ° Al final del volumen, en la “Situacién del curso”, se encontrardn expuestos las critetios y soluciones adoptados por Jos edivores para este curso én particular. ADVERTENCIA lL Sigue al texto del curse ef resumen publicado en el Annuaire du College de France. En general, Michel Foucaule lo redactaba en junio, vale decir, al- guin tiempo después de ja finalizacién del curso. Solia aprovecharlo para po- ner de telicve, retrospectivamente, su intencién y sus objetivos. El resumen constituye su mejor presentacién. Cada volumen termina con una “situacién” cuya responsabilidad corres- ponde a su editor: se trata de brindar al lector elementos contextuales de or- den biografico, ideoldgico y politico, reubicar el curso en la obra publicada y dar indicaciones concernientes a su lugar dencro del corpus ucilizado, a fin de facilicar su comprensidn y evitar los contrasentidos que podria suscitar ef olvi- do de las circunstancias en fas que cada uno de los cursos se elabord y dictd. La edicién de El poder psiquidtrico, curso dictado en 1973, fue estableci- da por Jacques Lagrange. Con esta edicién de los cursos del Collége de France se publica una nueva zona de la “obra” de Michel Foucaule. En sentido estricto, no se trata de inéditos, ya que esta edicidn reproduce la palabra pronunciada ptiblicamente por Foucault, con exclusién del sopor- te escrito que utilizaba y que pod{a ser muy elaborado. Daniel Defert, que posee esas notas, permitié a los editores consultarlas. Le estamos vivamence agradecidos. Esta edicién de los cursos en el Collége de France ha sido autorizada por los herederos de Michel Foucault, que desearon con ello satisfacer la muy in- tensa demanda de que eran objeto, tanto en Francia como en el extranjcro. ¥ esto en indiscutibles condiciones de seriedad. Los editores han procurado estar a Ja altura de la confianza que depositaron en ellos FRANCOIS EWALD y ALESSANDKO FONTANA Curso Ciclo lective 1973-1974 Clase del 7 de noviembre de 1973 Espacio astlar y orden disciplinario — Operacién terapéutica y “tratamiento moral” — Escenas de curacién — Los desplazamientos efectuados por el curso con respecto a ia Historia de la focura: 1) de un andlisis de las “representaciones” a una ‘analitica del po- der”: 2) de la “violencia” a la “microfisica del poder”, y 3) de las “vegularidades institucionales” a las “disposiciones” del poder. EL TEMA que les propongo este afo es el poder psiquidcrico, para establecer cierta discontinuidad, aunque no total, con respecto a fas cosas de las que les hablé los dos uiltimos afios. Voy a empezar tratando de relatar una especie de escena ficti corado es el siguiente; ya van a reconocerlo, les es muy familiar: cuyo de- Querrla que esos hospicios se consiruyeran en bosques sagrados, lugares soli- tarios y escarpados, en medio de las grandes conmociones, como en la Gran- de-Chartreuse, etc. A menudo serla teil que el recién legado bajara por in- termedio de maquinas, que acravesara, antes de llepar a su destino, lugares cada vez mas novedosos y sorprendentes, y que los ministros de esos lugae res usaran vestimentas particulares. Aqui es conveniente lo romdntico, y mu- chas veces me dije que habrfanse podido aprovechar esos vigjos castillos pega- dos a cavernas que atraviesan una colina de una a otra parte, para llegar a un pequefio valle risuefio [...] La fantasmagoria y los otros recursos de fa fisica, la misica, las aguas, los relampagos, el trueno, etc., serian empleados uno tras otto y, es de suponer, con no poco éxito sabre el comin de los hombres.! * Francois Emmanuel Fodéré (1764-1835), Traité du délire, appliqué a la médecine, & la morale et a la legislation, t. I, sec. V1, cap. 2, “Pliner distribution d'un hospice pour la guéri- son des aliénés”, Paris, Croullebois, 1817, p. 215. 15 16 EL PODER PSIQUIATRICO Ese castillo no es del todo el mismo en que deben desarrollarse las Ciento veinte jornadas? es un castillo donde deben transcurrir jornadas mucho mas numerosas y casi infinitas: es la descripcién que Fodéré hace de un asilo ideal en 1817. Dentro de ese decorady, gqué debe suceder? Pues bien, en su interior, desde luego, reina el orden, reina la ley, reina el poder. Dentro de ese decorado, en ese castillo protegido por una ambientacién romantica y al- pina, en ese castillo sdlo accesible mediante el uso de complicadas maquinas, y cuyo aspecto mismo debe sorprender al comun de los hombres, impera ante todo y simplemente un orden, en ef sencillo sentido de una regulacién perpetua y permanente de los tiempos, las actividades, los gestos; un orden que rodea los cuerpos, las penetra, los crabaja, que se aplica a su superficie, pero también se imprime hasta en los nervios y en lo que otro /lamaba “fi- bras blandas del cerebro”.? Un orden, por tanto, para ef cual los cuerpos sdlo son superficics que es preciso atravesar y volimenés que deben trabajarse, un orden que es algo asf como una gran nervadura de prescripciones, de modo que los cuerpos sean parasitados y atravesados por él. Escribe Pinel: No debe asombrar en exceso la importancia extrema que atribuyo al manteni- miento de la calma y el orden en un hospicio de alienados y a las cualidades fisicas y morales que exige una vigilancia de esas caracteristicas, pues en ella se encuentra una de las bases fundamentales del tratamiento de la mania'y, de no existir, no se obtienen observaciones exactas ni una curacién permanente, por mucho que se insista, por lo demas, en los medicamentos mas elogiados.* ® Donarien Alphonse Frangois de Sade (1740-1814), Ler Cent vingt journées de Sodame, ou (‘Ecole due libertinage (1785), en CEuvres complétes, ¢. xxv, Paris, Jean-Jacques Pauvert. 1967 (trad. esp.: Las 120 jornadas de Sadoma o La escuela del libertinaje, Madrid, Akal. 2004). > “Sobre las blandas fibras del cerebro se asienta la base inquebrantable de los més firmes: imperios.” Joseph Michel Antoine Servan (1737-1807), Discoters ser Usdmtinistration de la justice crininelle, pronunciado por M, Servan, Ginebra, 1767, p. 35 (trad. esp.: Sobre la administracién de la justicia criminal, La Coruna, Iustre Colegio Provincial de Abogados, 1977}; reeditado en Cesare Beccaria, Theitd des délics et des peines, weaduceién de PJ. Dufey, Paris, Dailibon, 1821 trad. esp.: De los delitus y de las penas, México, Fondo de Cultura Econdmica, 2001] * Philippe Pinel (1745-1826), Thaité médica-philosophique sur Uali¢nation mentale, ou la Manie, sec. tt, “Traitement moral des aliénes”, § XXitt, “Nécessité d’entrerenir un ordre cons- CLASE DEL 7 DE NOVIEMBRE DE 1973 7 Como ven, cierto orden, cierta disciptina, cierta regularidad aplicadas inclu- so ene interior mismo del cuerpo son necesarias para dos cosas. Por un lado, para la consticucién misma del saber médico, pues, sin esa disciplina, sin ese orden, sin ese esquema prescriptivo de regularidades, no es posible hacer una observacion exacta. La condicién de la mirada médica, su neueralidad, la posibilidad de ganar acceso al objeto, en suma, la relacion misma de objetividad, consticutiva del saber médico y ctiterio de su validez, tiene por condicién efectiva de posibilidad cierta relacién de orden, cierta distribucién del tiempo, el espacio y los individuos. En rigor de verdad —y volveré a ello en otra parte-, ni siquiera puede decirse: los individuos; diga- mos, simplemente, cierta distribucién de los cuerpos, los gestos, los compor- tamiencos, los discursos. En esa dispersion reglada encontramos el campo a partir del cual es posible [a relacién de la mirada médica con su objeto, la re- laci6n de objetividad, una relacién que se presenta como efecto de la disper- sién primera constituida por el orden disciplinario. En segundo lugar, este orden disciplinario, que en el texto de Pinel aparece como condicién para una observacién exacta, es al mismo tiempo condicién de la curacién per- manente; vale decir que la misrna operacién terapéutica, esa transformacién sobre cuya base alguien considerado como enfermo deja de estarlo, sdlo pue- de Ilevarse a cabo dentro de la distribucién reglada del poder. La condicién, entonces, de fa relacién con el objeto y de la objetividad del conocimiento médico, y Ja condicidn de la operacién terapéutica, son iguales: el orden dis- ciplinario. Peco esta especie de orden inmanente, que pesa sin distincién sobre todo el espacio del asilo, esta en realidad acravesado, integramente animado de cabo a rabo por una disimecria que lo lleva a asociarse —y a asociarse de manera imperiosa— a una instancia Unica que es a fa vez interna al asilo y el punto a partir del cual se efecttian el reparto y la dispecsidén disciplinaria de los tiempos, los cuerpos, los gestos, los comporcamientos, etc. Esa instancia interior al asilo esté dotada al mismo tiempo de un poder ilimitado al que nada puede ni debe resistirse. Dicha instancia, inaccesible, sin simetria, sin rant dans les hospices des aliénés", Paris, Richard, Caille et Ravies, afio 1x/1800, pp. 95-96 (erad, esp: Thatado meddica-filoséfico de la enajenacidn mental o mania, Madvid, Nieva, 1988}. 18 EL PODER PSIQUIATRICO reciprocidad, que funciona entonces como una fuente de poder, elemento de [a disimetria esencial del orden, que lleva a éste a ser siempre un orden derivado de una relacién no reciptoca de poder, pues bien, es desde luego la instancia médica que, como verdn, funciona como poder mucho antes de funcionar como saber. Pues: ;qué es ese médico? Y bien, he aqu{ qué aparece, ahora, una vez que el enfermo_ha sido trasladado al asilo por las maquinas sorprendentes de las que recién les hablaba. Si, todo esto es una descripeién ficticia, en cuanto la construyo a partir de una serie’ de textos que no pertenecen a un solo psi- quiatra; pues si fucran de uno solo, la demostracién no serfa valida. He utili- zado a Fodéré: el Traité du délire, a Pinel: el Traité médico-philosopbique so- bre a mania; a Esquitol: los articulos reunidos en Des maladies mentales,’ y a Haslam.® Entonces, ;cémo se presenta esta instancia del poder disimétrico y no li- mitado que atraviesa y anima el orden universal del asilo? Aqui tenemos cé- mo se presenca en el texto de Fodéré, el Traité du délire, que data de 1817, ese gran momento fecundo en la protohistoria de la psiquiatria del siglo xix; 1818 es el afio de aparicién del gran texto de Esquirol,” el momento en que el saber psiquidtrico se inscribe dentro del campo médico y a la vez gana su autonomia como especialidad: Un hermoso fisico, es decir, un fisico noble y varonil, es acaso, en gene- ral, una de las primeras condiciones para tener éxito en nuestra profe- * Jean Brienne Donsinique Esquirol (1772-1840), Des maladies mentales considérées sous les.tapporss médical, bygiénique et médico-Iégal, Paris, J.-B. Baillitee, 1838, 2 vols. (trad. esp.: Memorias sobre la locura y sus variedades, Madrid, Dorsa, 1991]. ® Jolin Hastain (1764-1844), Observations on Insanity, with Practical Remarks on the Di- sease, and an Account of the Morbid Appearances of Dissection, Londres, Rivington, 1798, obra reeditada y aumentada con el titulo de Observations on Madness and Melancholy, LLon- dres, J. Callow, 1809; Considerations on the Monel Management af Insane Persons, Londtes, R. Hunter, 1817. _ 7 Jean Etienne Dominique Esquirol, Der établisements consacrds aus atitnds en France, et es moyens daméliorer le sort de ces infartunes (informe presentado al miniscro det [ncerior en septienibre de 1818), Paris, Impe. de Mine. Huzard, 1819; reeditado en Des maladies menta- des... op. cit, t. Ul, pp. 399-431, CLASE- DEL 7 DE NOVIFMBRE DE 1973 19 sidn; es indispensable, sobre todo, frente a los locos, para imponérseles. Cabellos castafios a encanecidos por la edad, ojos vivaces, un-continente orgulloso, miembros y pecho demostrarivos de fuerza y salud, rasgos destacados, tuna voz fuerte y expresiva: tales son las formas que, en gene- ral, surten un gran efecto sobre individuos que se creen por encima de todas los demés. El espiricu, sin duda, es ef regulador del cuerpo; pero no se to advierte de inmediato y requiere las formas exceriores para arrastear a la naultitud.® Como ven, por lo tanto, el personaje mismo va a funcionar desde la primera mirada. Pero en esa primera mirada a parcir de la cual se entabla la relacién psiquiatrica, el médico es en esencia un cuerpo; més precisamente, es un fisi- 0, una caracterizacién dererminada, una morfologia determinada, bien de- finida, en la que se destacan et desarrollo de los misculos, Ja amplitud del pecho, el color del pelo, etc. Y esa presencia fisica, con estas cualidades, que actta como clausula de disimetria absoluta en el orden regular del asilo, hace que éste no sea, como nos lo dirian los psicosociélogos, una institucién que funciona de acuerdo con reglas; en realidad, es un campo polarizado por una disimetria esencial del poder, que, enconces, toma su fortha, su figura, su inscripcién fisica en el cuerpo mismo del médico. Pero ese poder del médico, por supuesto, no es ef tinico que se ¢jerce; pues en el asilo, camo en codas partes, el poder no es nunca lo que alguien tiene, y campoco lo que emania de alguien. El poder no pertenece ni a una persona ni, por lo demés, a un grupo; sdle hay poder porque hay dispersién, selevos, redes, apoyos reciptocos, diferencias de potencial, desfases, etc. El poder puede empezar a funcionar en ese sistema de diferencias, que sera pre- ciso analizar. En consecuencia, alrededor de! médico tenemos coda una serie de rele- vos, los principales de los cuales son los siguientes. En primer lugar, fos vigilantes, a quien Fodéré reserva [a area de infor- mar sobre los enfermos, ser la mirada no armada, no erudita, una especie de canal éprico a través del cual va a funcionar la mirada erudita, es decir, la 5 Francois Emmanuel Fodéré, Traité du délire..., ap. cit, ¢. tl, sec. VI, cap. 3, “Du choix des administrateurs, des médecins, des employés et des servants”, pp. 230-232. 20 EL PODER PSIQUIATRICO mirada objetiva del propio psiquiatra. Esa mirada de relevo, a cargo de los vigilantes, es cambién una mirada que debe cecaer sobre los sirvientes, esto cs, los poseedores del ultimo eslabén de la aucoridad. El vigilante, entonces, es ala vez el amo de los tltimos amos y aquel cuyo discurso, la mirada, las abservaciones y los informes deben permitir la constitucién del saber médi- co. ;Quiénes son los vigilantes? ; thid., p. 237. CLASE DEL 7 DE NOVIEMBRE DE 1973 a —mientras finge estar a su servicio, obedecerle y, por consiguicnte, no tener volunctad auténoma— de no hacer fo que el enfermo pide, remitiéndose para ello a la gran autoridad andnima que es la del reglamento e, incluso, a la voluntad singular del médico. Como resultado, el enfermo, que se ve ro- deado por la observacién del sirvience, también estard rodeado por la vo- funcad del médico, con la cual va a coparse en el momento mismo en que dé al sirvience una serie de drdenes; en ese simulacro de servicio quedara asegurada la cobertura del enfermo por la voluntad del médico o por ef re- glamento general del asilo. La siguiente es la descripcién de los sirvientes en esa posicién de merodeo: § 398. Los sirvientes o guardianes deben ser altos, fuertes, pcobos, inteli- genes, limpios en su persona y en su vestimenta. A fin de tratar con tiento la extrema sensibilidad de algunos alienados, sobre todo con res pecto al pundonos, convendré casi siempre que los sirvientes aparezcan ante ellos como sus domésticos y na como sus guardiancs [...] Sin em- bargo, como tampoco deben obedecer a los locos y a menudo se ven in- cluso obligados a reprimirlos, para casar la idea de doméstico con Ia ne- gativa de obediencia y descarcar cualquier desavenencia, serd tarea del vigilance insinuar habilmence a los enfermos que quienes los sirven han recibido ciertas instrucciones y drdenes del médico, que no pueden pasar por alto sin obcener anies el permiso inmediato de hacerlo,!® Tenemas por Io tanto este sistema de poder que funciona dentro del asilo y tuerce el sistema reglamentario general, sistema de poder asegurado por una multiplicidad, una dispersion, un sistema de diferencias y jerarquias, pero més precisamente atin por lo que podiiamas llamar una disposicién tdctica en la cual los distintos individuos ocupan un sitio determinado y . cumplen una serie de funciones especificas. Como ven, se trata de un fun- cionamiento cdctico del poder 0, mejor, esa disposicién tdctica permite ef ejercicio del poder. Y si retomamos lo que el mismo Pinel decta sobre la posibilidad de obte- ner una observacién en el asilo, veremos que esa observacién, garantia de la ° [bid pp. 241-242. 22 EL PODER PSIQUIATRICO objetividad y la verdad del discurso psiquidtrico, sélo es posible en virtud de una distribucién tactica relativamente compleja; digo “relativamente com- pleja” porque lo que acabo de sefalar es adn muy esquematico. Pero, de he- cho, si hay en efecto ese despliegue tactico y deben comarse tantas precau- cionegs para llegar, después de todo, a algo tan simple como la observacién, se debe muy probablemence a que ea ese campo reglamentario del asilo hay algo que es un peligro, una fuerza. Para que el poder se despliegue con canta astucia o, mejor dicho, para que e/ universo reglamentario sea recorrido por esa especie de relevos de poder que lo falsean y distorsionan, pues bien, pue- de decirse con mucha verosimilitud que en el corazdn mismo de ese espacio hay un poder amenazante que es preciso dominar o vencer. En otras palabras, si flegamos a una disposicién cdctica semejance, es sin duda porque el problema, antes de ser 0, mas bien, para poder ser el proble- ma del conocimiento, de fa verdad de la enfermedad y de su curacién, debe ser un problema de victoria. En este asilo se organiza entonces; efectivamen- te, un campo de batalla. Y bien, a quien debe dominarse es, por supuesto, al loco. Hace un mo- mento cité la curiosa definicidn del loco dada por Fodéré, para quien ésre es quien se cree “por encima de los otros”.!! De hecho, asi aparece efectivamen- te el loco dentro del discurso y la practica psiquidtricas de principios del si- glo xX, y asi encontramos ese gran punto de inflexién, ese gran clivaje del que ya hemas habiado, la desaparicién def criterio def error para la defini-. cién, para la atribucién de la locura. Hasta fines del siglo xVM, cn términos generales —y esto incluso en Jos informes policiales, las lettres de cachet, los intercogatorios, etc., que pudic- ron [Ilevarse a cabo con]* individuos en hospicios como Bicétre o Charen- ton-, decir que alguien era loco, atribuirle locura, siempre era decir que se engafiaba, en qué sentido, sobre qué punto, de qué manera, hasta qué limite se engafiaba; en el fondo, lo que caracterizaba a fa locura era el sistema de creencia. Ahora bien, a principios del siglo xIx vemos aparecer de manera muy repentina un criterio de reconocimiento y atribucién de [a locura que "' fbid., p. 230. * Graba io: hacerse. CLASE DEL. 7 DE NOVIEMBRE DE 1973 23 es absolutamente distinco; iba a decir que se traca de la voluntad, pero no es exacto; en realidad, lo que caracteriza al loco, el elemento por el cual se le atribuye la locura a partir de comienzos del siglo XIX, digamos que ¢s la in- surreccién de la fuerza, ef hecho de que en dl se desencadena cierta fuerza, no dominada y quizds indominable, y que adopta cuatro grandes formas se- gtin el Ambito donde se aplica y el campo en el que hace estragos. _ Tenemos la fuerza pura del individuo a quien, de acuerdo con la caracte- rizacién tradicional, se denomina “furioso”. Tenemos la fuerza en cuanto se aplica a los instincos y tas pasiones, la fuerza de esos instintos desacados, la fucrza de esas pasiones sin limite; y esto caracterizara justamente una locura que no es una locura de error, una locu- ra que no implica ilusién alguna de los sencidos, ninguna falsa creencia, nin- guna alucinacién, y se la llama mania sin delirio. En cercer lugar cenemos una suerte de locura que se adosa a las ideas mis mas, que las crastorna, las vuelve incoherentes, las hace chocar unas contra otras, y a esto se denomina mania. Por ultimo tenemos ta fuerza de la locura cuando se ejerce, ya no en el dominio general de las ideas asf sacudidas y entrechocadas, sino en una idea especifica que, finalmence, encuentra un refuerzo indefinido y va a inscribir- se obstinadamente en el comportamiento, el discurso, el espiricu del enfer- mo; es lo que recibe cl nombre de melancolia o de monomania. Y la primera gran distribucién de esa practica asilar a principios del si- glo XIX retranscribe con mucha exactitud lo que pasa en.el interior mismo del asilo, es decir, el hecho de que ya no se trata en absoluto de reconocer el error del loco sino de situar con toda precisién el punto en. que la fuerza de- satada de fa locura lanza su insurreccidén: cual es el punto, cual es ef Ambito, con respecto a qué va a aparecer y desencadenarse 1a fuerza para crastornar por completo el comportamiento del individuo. Por consiguiente, la cactica del asilo en general y, de una manera mds particular, la tactica individual que aplicard el médico a tal o cual enfermo en el marco general de ese sistema de poder, se ajustara y deberd ajustarse a Ja caracterizacién, ta localizacién, el Ambito de aplicacién de esa explosién de la fuerza y su desencadenamiento. De modo que, si ése es en efecto ef ob- jetivo de la tdctica asilar, si ése es e] adversario de esta réetica, la gran fuerza desatada de la locura, pues bien, zen qué puede consistir fa curacién, como 24 EL PODER PSIQUIATRICO no sea en el somerimienco de dicha fuerza? Y asi encontramos en Pinel esa definicién muy simple pero fundamental, creo, de la terapéutica psiquidtri- ca, definicién que no constataremos antes de esa época a pesar del cardcter ristico y barbaro que puede presentac. La terapéutica de la locura es “el arte de subyugar y domesticat, por asf decirlo, al alienado, poniéndolo bajo la es- tricta dependencia de un hombre que, por sus cualidades fisicas y morales, tenga fa capacidad de ejercer sobre él un influjo irresistible y modificar el en- cadenamiento vicioso de sus ideas”! En esta definicién de la operacién terapéutica propuesta por Pinel, tengo la impresién de que se vuelve a cruzar en diagonal todo lo que les he dicho. Ante todo, ef principio de la estricta dependencia de! enfermo con respecto a cierto poder; ese poder sélo puede encarnarse en un hombre y unicamente en un hombre, quien lo ejerce no tanto a partir y en funcién de an saber co- mo en funcién de cualidades fisicas y morales que le permiten desplegar un influjo sin limites, un influjo irresistible. Sobre la base de esto resulta posible el cambio del encadenamienco vicioso de las ideas, esa ortopedia moral, por darle algtin nombre, a partir de la cual la curacién es factible. Por eso, en de- finitiva, en esta protoprdctica psiquidtrica encontramos escenas y una batalla como acto terapéutico fundamental. En la psiquiatria de la época vemos distinguirse con mucha claridad dos ti- pos de intervenciones. Una que, durante el primer tercio del siglo xix, es obje- to de una descalificacién constante y regular: la practica propiamente médica © medicamentosa. Y ademas constatamos, en contraste, el desarrollo de una practica que se denomina “tratamiento moral”, definido en primer lugar por los ingleses, esencialmente por Haslam, y muy pronto adoptada en Francia? " Philippe Pinel, Theité meédica-philosophique..., op. cit, sec. 1, § vt, “Avantages de l'art de diriger les aliénés pour seconder les effers des médicaments", p. 38. '? El “tratamiento moral” que se desarrolla a fines del sigho xvut retine todos los medios de intervencién sobre el psiquismo de los enfermos. en contraste con el “tratamiento fisico” que acttia sobre el cucrpo a través de remedios y medios de contencién. En 1791, a raiz del fallecimiento de la mujer de un cudquero, ocurrida en condiciones sospechosas en el asilo del condado de York, William Tuke (1732-1822) propone la creacién de un establecimienco destinado a recibir a los miembros de la “Sociedad de los Amigos” afectados de trastornos mentales. El Retiro abre sus puertas ef 11 de mayo de 1796 (cf clase del 5 de diciembre de 1973, nora 18). John Haslam, boticario del hospital de Bethlehem ances de llegar a ser doctor CLASE DEL 7 DE NOVIEMBRE DE 1973 25 Y este tratamiento moral no es en absoluto, como pedria imaginarse, una especie de proceso de largo aliento que tenga esencialmente como funcién primera y ultima poner de maniftesto !a verdad de ta locura, poder observar- la, describirla, diagnosticarla y, a partir de ello, definir la terapia. La opera- cién terapéutica que se formula en esos afios, entre 1810 y 1830, es una es- cena: una escena de enfrencamiento. Esta escena de enfrentamiento puede asumir dos aspectos. Uno incompleto, por decirlo de algin modo, y que es como la operacién de desgaste, de prueba, no Hievada a cabo por el médico —pues éste debe ser evidentemente soberano- sino por el vigilante. De este primer esbozo de la gran escena hay un ejemplo en el Traité me- dico-phitosophique de Pinel. En presencia de un alienado furioso, el vigilance se acerca con apariencia incrépida pero lentamente y paso a paso hacia el alienado, sin evar tipo alguno de arma para evitar exasperarlo; le habla con el tono mas firme y arnenazante mientras avanza y, mediante conmi- naciones atinadas, sigue atrayendo toda su ateneién para sustraerie la vi- sidn de lo que ocurre a su lado. Ordenes precisas ¢ imperiosas de obede- cer y someterse: un poco desconcertado por ese continente altivo del en medicina en 1816, elabora los principios de ese establecimiento en sus obras (ef. supra, nora 6). En Francia, Pinel retoma el principio en sus “Observations sur fe régime moral qui est le plus _ propre a rétablir, dans certains cas, fa raison égarée des maniaques”, Gazeete de Santé, 4, 1789, pp. 13-15, y en su informe “Recherches et observations sur le craitemene moral des aliénés”, Mémoires de la Saciéeé Medicale d' Emulation. Section Médecine, 2, 1798. pp. 215-255; ambos trabajos se reeditaron con modificaciones en el Traité médico-philosophique..., op. cit., sec. Ml, pp- 46-105, Brienne Jean Georget (1795-1828) sistematiza sus principios en De la falie. Con- sidérasions sur certe maladie: son sitge et ses sympebmes, la narure et le mode d'action de ses causes: sa marche et ses cerminaisons; les differences qui fa distinguent du délire aigu; les mayens du traite- mens qui tut conviennent; suivies de recherches cadaveriques, Pacts, Crevot, 1820. Frangois Leu- rer (1797-1851) hard hincapié en Ia relacion entre el medico y el enfermo; cf. Du treitement moral de la folie, Pacis, J.-B. Bailligre, 1840 [tcad. esp.: Ef sratamiensto moral de ta decura, Ma- drid, Asociacién Espafiola de Newropsiquiatrfa, 2001]. Véanse las paginas que Michel Fou- caulk le dedica en ka Histoire de la jotie & lage classique, tercera parte, cap. 4, “Naissance de l'a- sile”, Paris, Gallimard, 1972, pp. 484-487, 492-496, 501-511 y 523-527 [zrad. esp.: Historia de fa locura en la epoca clisiea, México, Fondo de Cultura Econémiea, 1976). Cf también Robert Casrel, “Le teairemenr moral. Thérapeutique mentale ct coneréle social au xux* siécle”, Topigue, 2, febrero de 1970, pp. 109-129. 26 EL PODER PSIQUIATRICO vigilante, el alicnado picrde de vista codos los demas objetos y, a una se- fial, s¢ ve rodeado de improviso por el personal de servicio, que se acerca- ba a paso lenco y como quien no quiere fa cosa; cada uno de los sirvien- tes toma uno de los miembros del furioso, uno un brazo, otro un muslo © una pierna.'* Como complemento, Pinel aconseja urilizar una serie de instrumentos, por ejemplo “un semic{rculo de hierro” en el extremo de ‘una larga pértiga, de manera tal que, cuando el alienado queda fascinado por la altivez del vigi- lante, sdlo presta acencion a él y no ve que se le acercan, en ese momento, se tiende en su direccién esa especie de lanza terminada en un semicirculo y se lo sujera contra la pared, para dominarlo. Aqui tenemos, si quieren, la esce- aa imperfecta, la reservada al vigilance, consisténte en quebrar la fuerza desa- tada del alienado mediance una especie de violencia ascuca y repentina: Pero es evidente que no se trata de la gran escena de la curacién. La esce- na de la curacién es una escena compleja. He aqui un ejemplo famoso det Traité médico-philosophtque de Pinel. Se refiere a un hombre joven “domina- do por prejuicios religiosos” y que creta que, para asegurarse la salvacién, de- bia “imitar las abstinencias y mortiftcaciones de los antiguos anacoretas”, es decir, negarse no sélo todos los piaceres de la carne, desde luego, sino tam- bién toda alimentacién. Y resulta que un dia cechaza con més dureza que de costumbre una sopa que le sirven: El ciudadano Pussin se presenta al anochecer cn Ja puerta de su celda, con un aparato [“aparato” en el sentido de! teatro clasico, claro esta; M. E} digno de espanto, los ojos inyectados, un tono de voz aterrador, un grupo de servidores apifiados a su alrededor y armados con cadenas que agitan con estrépico; se pone un plato de sopa frente a & y se Jo indina con la orden mds precisa a tomarla durante la noche si no quiere sufrir los cracamientos mds crueles; el personal se cetira y se lo deja en el mas penoso estado de vacilacién, entre la idea del castigo que !o amenaza y la perspectiva pavorosa de los tormentos de la otra vida. Luego de un com- '4 Philippe Pinel, Traisé médico-philosophigue..., op. cit, sec. U, § Xxt, “Caracrbre des alié- ués les plus violents et dangereux, et expédiens & prendre pour les réprimer”, pp. 90-91. CLASE DEL 7 DE NOVIEMBRE DE 1973 27 bate interior de varias horas se impone la primera idea y-el enfermo deci- de comar su alimento, Se lo somete a continuacién a un régimen apto para rescaurarlo; el suciio y las fuerzas vuelven por etapas, asf como e} uso de la razén, y él escapa de este modo a una muerte segura, Durante su convalecencia me confiesa a menudo sus agitaciones crucles y sus perple- jidades a lo largo de Ja noche de la prueba," Tenemos aqui una escena que, a mi entender, es muy importante en su mor fologia general. En primer lugar, como ven, la operacién terapéutica no pasa en modo al- guno por el reconocimiento, efectuado por el médico, de las causas de ta en- fermedad. Para que su operacién tenga buenos resultados, el médico no re- quiere ningtin trabajo diagndstico o nosogrdfico, ningtin discurso de verdad. Segundo, es una operacién cuya importancia radica en que no se trata de ninguna manera, en un caso como éste y en todos tos casos similares, de aplicar una ceceta técnica médica a algo que se considcre como un proceso © comportamiento patolégico; se trata del enfrentamiento de dos volunta- des: la del médico y de quien lo representa, por un lado, y la del enfermo, por otro. Par lo tanto, se entabla una batalla y se establece una relacién de fuerza determinada. Tevcero, el primer efecto de esa relacién de fuerza consiste, en cierto mo- do, en suscitar una segunda relacién de fuerza dentro mismo det cnfermo, pues la cuestién escd en generar un conflicto entre la idea fija a la cual él se ha aferrado y el temor al castigo: un combate que provoca otro. Y ambos de- ben, cuando la escena tiene un buen final, remitir a una victoria, la victoria de una idea sobre otra, que debe ser al mismo tiempo la victoria de ta volun- tad del médico sobre la del enfermo. Cuarto, lo importante en esta escena es que sobreviene efectivamente un momento en que la verdad sale a la luz: ef momento en que el enfermo reco- noce que su creencia en la necesidad de ayunar para obtener su salvacida era erténea y delirante, cuando reconoce to ocurrido y confiesa que ha atravesa- do una serie de fluctuaciones, vacilaciones, tormentos, etc. Para resumir, en 5 [bid sec. tt, § Vl. “Avancage d’ébranter forcement J'imagination d’un aliéng dans cer- tains cas”, pp. 60-61. 28 EL PODER PSIQUIATRICO asta escena en Ja cual hasta el momento fa verdad no tuvo ningtin papel, el relato mismo del enfermo constituye el momento en que ella resplandece. Ultimo punto: cuando esa verdad se ha alcanzado de tal modo, pero por conducto de la confesién y no a través de un saber médico reconstituide, en el momenco concreto de fa confesidn, se efectiia, se cumple y se sella el pro- ceso de curacién. Aqui tenemos entonces toda una distribucién de la fuerza, del poder, del acontecimiento, de la verdad, .que no es de manera alguna lo que podemos enconcrar en un modelo que cabria llamar médico, y que en esa misma épo- ca estaba constituyéndose en la medicina clinica. Es posible decir que en la medicina clinica de esos dias se consticula cierto modelo epistemoldgico de la verdad médica, de la observacién, de Ja objecividad, que iba a permitir 2 la ce medicina inscribirse efectivamence dentro de un dominio de discurso cie fico cn el que coincidiria, con sus modalidades propias, con la fisiolog(a, fa biologia, etc. Lo que ocurre en ese periodo de 1800 a 1830 es, creo, algo bastante diferente de lo que suele suponerse. A mi parecer, cominmence se interpreta lo ocurrido durante esos treinta afios como cl momento en que la psiquiacria llega por fin a inscribirse dentro de una practica y un saber médi- cosa los cuales, hasta entonces, habia sido relacivamenre ajena. Suele pensar- se que fa psiquiacria aparece en ese Momento, por primera vez, como una €s- pecialidad dentro del dominio médico. A mi entender -sin plantear ain el problema de por qué una prictica co- mo ésta pudo verse efectivamente como una prictica médica, por qué fue necesario que las personas cncargadas de esas operaciones fueran médicos, y° por lo canco sin cener en cuenta ese problema—, entre aquellos.a quienes po- demos considerar come los fundadores de la psiquiatria, la operaci6n médi- ca que llevan a cabo cuando curan no tiene, en su morfologia, en su disposi- cién general, virtuaimente nada que ver con lo que esté entonces en proceso de converticse en la experiencia, la observacién, la actividad diagndstica y el proceso terapéurico de la medicina. En ese nivel y ese momento, este acon- tecimienco, esia escena, este procedimiento son, a mi parecer, absolutamente irreductibles a lo que ocurre en la misma época en medicina. Sera esta hetecogeneidad, por lo canto, la que marcard la historia de la psiquiatria en cl momento mismo en que se funda dentro de un sistema de insticuciones que, sin embargo, la asocia a la medicina. Pues todo eso, esa CLASE DEL 7 DE NOVIEMBRE DE 1973 29 puesta en escena, la organizacién del espacio asilar y ef desencadenamiento y desarrollo de estas escenas sélo son posibles, aceptados ¢ institucionalizados en el interior de establecimienros que reciben en la época el estatus médico, y de parte de gente que tiene una calificacién médica. Con ello renemos, si se quiere, un primer paquete de problemas. Este es cl punto de partida de lo que querria estudiar este afio. A grandes rasgos, ¢s sin duda el punto de llegada 0, en todo caso, de interrupcidn del trabajo que hice ancafio en la Historia de la focura."© Me gustaria retomar las cosas en ese punto de llegada, pero con unas cuancas diferencias. Me parece que en ese trabajo, del que me sirvo camo referencia porque para mi es una especie de background de| trabajo que hago ahora, habia una serie de cosas que eran perfectamente criticables, sobre todo en el tiltimo capitulo, donde ltegaba precisamente al poder asilar. En primer lugar, creo que, con todo, me habia quedado en un anilisis de las representaciones. Me parece que habia incentado estudiar sobre todo la imagen existence de la locura en los siglos xvu y Xvi, el cemor que clesperca- ba, el saber que se forjaba sobre ella, fuera cradicionalmente, fuera de acuer- do con modelos botinicos, nacuralistas, médicos, etc. Yo habia situado ese nticleo de represencaciones, de imagenes cradicionales o no, de fantasmas, de saber, etc., esa especie de nucleo de representaciones, como punto de parti- da, como lugar donde tienen origen las practicas introducidas en relacion con la locura en los siglos Xvil y XVI. En sintesis, habia privilegiado lo gue podriamos Ilamar la peccepcién de fa locura.’” 'S Michel Foucaule, Folie et déraison. Histoire de la folic a diage classique, Paris, Plon, 1961. *? Por ejemplo, en la Histoire de la folie..., op. cit. (1972), primera parte, cap. V, “Les in- sensés”, pp, 169 y 174; segunda parte, cap. 1. “Le fou au jardin des espdces”, p. 223, y tercera parce, cap. 1, “Le nouveau partage”, pp. 407 y 415, El punto de partida de esa critica de fa nocién de “percepeidn” o “experiencia” se encuentra en Michel Foucault, LArchealogie du sa~ voir, Paris, Gallimard, 1969, col. “Bibliotheque des sciences humaines”, cap. tt, “La forma- tion des objets”. y eap. 1v. “La formation des modalités énonciatives”, pp. 55-74 (trad. esp.: La arqueologia del saber, México. Siglo x1, 1972]. 30 EL PODER PSIQUIATRICO Ahora bien, querrfa intentar ver, en ese segundo volumen, si es posible hacer un analisis radicalmence diference; esto es, si no se puede poner como punco de partida del anilisis, ya no esa especie de nucleo representative que remice por fuerza a una historia de las mentalidades, del pensamiento, sino un dispositivo de poder, Vale decir: gen qué medida puede un disposirivo de Poder ser productor de una serie de enunciados, de discursos y, por consi- guience, de todas las formas de representaciones que a continuacién pueden [...]* derivarse de el? El dispositivo de poder como instancia productora de Ja practica discur- siva. En este aspecto, el analisis discursivo del poder estarfa, con respecto a lo que Hamo arqueologia, no digamos en un nivel “fundamental”, palabra que NO me gusta mucho, sino en un nivel que permiciria caprar la practica dis- cursiva en el punto preciso donde se forma. ;A qué hay que referir y donde hay que buscar esa formacién de Ja practica discursiva? No se puede evitar, me parece, pusar por algo asi como la representacidn, el sujeto, etc., y apelar, por Jo tanto, a una psicologia y una filosofia rotal- mente constituidas, si se busca la celacién encre practica discursiva y, diga- mos, estructuras ecanémicas, relaciones de produccién, etc. A mi juicio, el problema que est4 en juego es el siguiente: en el fondo, zno son justamente los dispositivas de poder, con lo que la palabra “poder” aun tiene de enigmé- tico y ser preciso explorar, el punto a parcir del cual debemos poder asignar la formacién de las practicas discursivas? ;Cémo pueden ese ordenamiento’ det poder, esas tdcticas y estrategias del poder, dar origen a afirmaciones, ne- gaciones, experiencias, teorias, en suma, a todo un juego de la verdad? Dis- positivo de poder y juego de la verdad, dispositive de poder y discurso de verdad; es esto lo que quertia examinar este afio, retomando en cl punto que ya mencioné, el psiquiatra y la locura. La segunda critica que hago a ese ultimo capitulo es que recurri -aun- que, despuds de todo, no puedo decir que lo hice de manera demasiado consciente, porque era muy ignorante de la antipsiquiatria y, en particular, de la psicosociologla de la época~, implicita o explicitamente, a tres nocio- hes que me parecen cerraduras enmohecidas con las cuales no se puede ade- lantar mucho. * Grabacidn: formarse y. CLASE DEL 7 DE NOVIEMBRE DE 1973 31 En primer término, la nocién de violencia.'8 En efecto, fo que me sor- prendié en ese momento al leer a Pinel, Esquirol, etc., fue que, al concrario de lo que contaban los hagidgrafos, canto ellos como los demés recurrian mucho a fa fuerza fisica; y, por consiguicnte, me parecid que no se podia po- ner la reforma de Pinel bajo la rdbrica de un humanismo, porque toda su practica estaba todavia atravesada por algo como la violencia. Ahora bien, si es cietto que no se puede asignar la reforma de Pinel a la categoria del humanismo, no creo que sea porque recurre a Ia violencia. Cuando se habla de violencia, en efecto —y la nocién me fastidia en este as- pecto-, siempre se tiene en mente algo asi como una especie de connotacién relactonada con un poder fisico, un poder irregular, pasional: un poder desa- tado, por decirlo de alguna mancra. Sin embargo, la nocién me parece peli- grosa porque, por un lado, al esbozar asi un poder fisico, irregular, ete., deja suponer que el buen poder o el poder a secas, no atravesado por la violencia, no es un poder fisico, Por mi parce, emipera, creo al contrario que'lo esencial en todo poder es que su punto de aplicacién siempre es, en tiltima instancia, el cuerpo. Todo poder es fisico, y entre el cuerpo y el poder politico hay una conexién directa. Ademas, esta nocién de violencia no me parece muy satisfactoria porque induce a creer que el despliegue fisico de una fuerza desequilibrada no forma parte de un juego racional, calculado, manejado del ejercicio del poder. Ahora bien, los ejemplos que les mencioné hace un instante prueban sin lu- gar a dudas que ei poder, tal como se ejerce en un asilo, es um poder meticu- loso, calculado, cuyas ticticas y estracegias estan perfectamente definidas; y en el interior mismo de esas estrategias se ve con mucha exactitud cudles son el lugar y el papel de la violencia, si damos este nombre al despliegue fisico de una fuerza enteramence desequilibrada. Aprehendido en sus ramificacio- nes tiltimas, en su nivel capilar, donde afecta al propio individuo, el poder es fisico y, por eso mismo, violento, en cuanto es perfectamente irregular; no ** La nocién de violencia sirve de base a los andlisis de (os modos de ccatamiento em- prendidos en la segunda parte de la Hfistaire de la folie.... op. eit. (1972), cap. 1V, “Médecins et malades", pp. 327-328 y 358, y la verceta parte, cap. iV, “Naissance de l'asile", pp. 497, 502-503, 508 y 520. (CI. infra, “Situacién del curso”.) 32 EL PODER PSIQUIATRICO en el sentido de ser desatado sino, al concrario, de obedecer a codas las dis- posiciones de una especie de microfisica de los cuerpos. La segunda nocién a la que me referi y, me parece, de manera no muy sa- tisfactoria, es la de institucién.'? Habia supuesto posible decir que, a pactir de principtos del siglo xx, el saber psiquidtrico tomé las formas y las dimen- siones que se le conocen, en conexién con lo que podriamos llamar institu- cionalizacién de la psiquiatrfa; mds precisamente atin, con una serie de insti- tuciones entre !as cuales el asilo era la forma més importante. Ahora bien, ya no creo que la nocién de institucién sea muy satisfaccoria. Segtin mi criterio, oculta cierca cancidad de peligros, porque a partir del momento en que se habla de insritucion se habla, en el fondo, a la vez de individuos y de colecti- vidad, ya se descuenta la existencia del individuo, la colectividad y las reglas que los.gobiernan y, por ende, se pueden meter ahf dentro todos los discur- sos psicolégicos o sociolégicos.* Cuando en realidad seria preciso indicar que lo esencial no es la institu- cién con su regularidad y sus reglas sino jusramente esos desequilibrios de poder sobre ios cuales traré de moszrarles que falseaban y al mismo tiempo hacfan funcionar [a regularidad del asilo. Lo importante, enconces, no son las regularidades institucionales sino, mucho mas, las disposiciones de poder, las redes, las corriences, los relevos, Jos puntos de apoyo, las diferencias de potencial que caracterizan una forma de poder y que son, creo, precisamente constitutivos a la vez del individuo y de Ja colectividad. El individuo sdlo es, a mi entender, el efecto det poder en cuanto éste es un procedimiento de individualizacién. ¥ el individuo, el grupo, la colecti- vidad, la insticucién, aparecen contra el fondo de esa red de poder, y funcio- nan en sus diferencias de potencial y sus desvios. En otras palabras, antes de vérselas con las instituciones,.es necesario ocuparse de las relaciones de fuer- za en esas disposiciones cacticas que atraviesan las insticuciones. Por tilcimo, la tercera nocién a fa cual me referi para explicar ef funciona- miento det asilo a comienzos del siglo xix fue la familia; en lineas generales, traté de mostrar quc la violencia de Pinel [o] de Esquirol habia consistido en Ast, los andlisis dedicados al “nacimienco del asilo”, ibid. pp. 483-530. * 2] manuscrito agrega: “La institucidn neucraliza las relaciones de fuerza o sélo tas hace actuar en el expacio definido por ella’, CLASE DEL 7 DE NOVIEMBRE DE 1973 33 introducir el modelo familiar en Ja insticucién asilar.2” Ahora bien, creo que “violencia” no es la palabra adecuada e “institucién” no es tampoco el nivel de andlisis en el cual hay que*situarse, y no me parece asimismo que haya que hablar de familia. En todo caso, al relecr a Pinel, Esquirol, Fodéré, etc., encontré en definitiva muy escasos ejemplos de utilizacidén de ese modelo fa- miliar. ¥ no es cierto que el médico intente reactivar !a imagen o el persona- je del padre dentro del espacio asilar; eso se dara mucho mis adelante, ai fi- nal mismo, creo, de lo que podemos llamar el episodio psiquidcrico en la historia de la medicina, es decir sdlo en el siglo xx. No es la familia, no es tampoco el aparato del Estado; y seria igualmente falso, creo, decir como se dice a menudo que la practica asilar, ef poder psi- quiatrico, no hacen otra cosa que reproducir la familia en beneficio o a pedi- do de cierto control estatal, organizado por un aparato del Estado.”' Ni el aparato del Estado puede servir de fundamento* ni la famitia puede hacer de modelo [...]** en esas relaciones de poder que estamos en condiciones de se- falar en el interior de la practica psiquidtrica. A mi juicio, el problema que se plantea —si prescindimos de esas nocio- nes y modelos, vale decir, si pasamos por alto el modelo familiar, la norma, silo prefieren, del aparato del Estado, la nocién de institucién, la nocién de violencia— es analizar esas relaciones de poder propias de la prdctica psiquid- trica, en cuanto ~y ésce serd el objeto del curso— son productoras de una se- Sobre el papel del modelo familiar en Ia reorganizacién de las relaciones entre locura y taadn y la constitucién del asilo, ef. Michel Foucault, Histoire de Ja folie... op. cit. (1972), pp. 509-51. +! Alusidn a los andlisis de Louis Althusser, que intraduce el concepta de “aparato def Bs- tado” en su articulo “Idéologie et appareils idéologiques d'Erat. Notes pour une recherche", en La Pensée. Reve du Rationalisme Moderne, 151, junio de 1970, pp. 3-38 {erad. esp.: Ideolo- gia y aparatos ideolégicos det Ettado, Buenos Aires, Nueva Vision, 1974]; reeditado en Positions (1964-1975), Paris, Editions Sociales, 1976, pp. 65-125 (trad, esp.: Posiciones, Barcelona, Ana- grama, 1977]. + * Ef manuscrito precisa: “No se puede utilizar la nocién de aparato del Estado porque es demasiado amplia, demasindo abstracta par designar esos poderes inmediaros, mintisculos. capilares, que se ejercen sobre et cuerpo, ef comportamienco, tos gestos, el ciempo de los indi- viduos. El aparato del Estado no explica esta microfisica del poder”. ** Grabacion: en lo que ocurre. 34 EL PODER PSIQUIATRICO tie de enunciados que se presentan como enunciados legitimos. Por fo tanto, en lugar de hablar de violencia, me gustaria mds hablar de mictofisica del poder; en vez de hablar de institucién, me gustaria mas tracar de ver cudles son las tdclicas puestas en accidn en esas prdcticas que se enfrentan; en lugar de hablar de modelo familiar o de “aparato del Estado”, querria intencar ver la estrategia de esas relaciones de poder y esos enfrentamientos que se des- pliegan en la practica psiquidcrica. Ustedes me dirdn que esti muy bien haber sustituido violencia por mi- crofisica del poder, institucién por tactica, modelo familiar por estrategia, pero jacaso avancé? He evitado términos que permitian introducir el voca- bulario psicosociolégico en todas estos andlisis, y ahora estoy frente a un vo- cabulario pseudomilitar que no debe gozar de mucha mejor fama. Pero va- mos a tracar de ver qué se puede hacer con eso.* * El manuscrico (hojas 11-23) proseguia con la cuestidn de definir el problema accual de la psiquiatria y proponia un andlisis de la antipsiquiactia. Clase del 14 de noviembre de 1973 Escena de curacién: Jorge 1. De la “macroftsica de la soberania” a la “microfisica del poder” disciplinario — La nueva figura del loco — Pequefia enciclopedia de las escenas de curacién — Practica de la hipnosts e histeria — La escena psicoanalitica; escena antipsiquid- srica — Mary Barnes en Kingsley Hall — Maniputacién de la locu- va y estratagema de verdad: Mason Cox. Doy vor DESCONTADO que todos conocen lo que pasa por ser la gran escena fundadora de la psiquiatrfa moderna —bueno, de la psiquiatria a secas—, inaugurada a principios del siglo xix. Me refiero a la famosa escena de Pinel, quien, en lo que todavia no es exactamente un hospital, Bicétre, dispone que se eliminen las cadenas que retienen a los locos furiosos en ¢) fondo de sus celdas; y esos locos, a los que se encadenaba porque se temia que, de dejarlos libres, dieran rienda suelca a su furor, esos furiosos, apenas liberados-de sus cadenas, expresan su reconocimiento a Pinel y entran, por eso mismo, en el camino de la curacién. Tal es entonces la que pasa por la escena inicial, fun- dacional de fa psiquiacria.? ' “Philippe Pinel liberando de sus cadenas a los alienados del hospicio de Bieétre” —don- de, designado el 6 de agosto de 1793, asuume sus funciones de “médico de las enfermerias" el U1 de septiembre del mismo afio~ es la version que da su hijo mayor, Scipion Pinel (1795- 1859}, remoncindola a 1792, en un articulo apécrifo acribuido & su padce: “Sur abolition des chaines des aliénés, par Philippe Pinel, membre de l'Institut, Note extraite de ses cahiers, communiquée par M. Pinel fils’, en Archives Géndvales de Médecine, afio |, t. 2, mayo de 4823, pp. 15-17; y comunicacién a la Academia de Medicina: “Bicétre en 1792. De 'aboli- tion des chaines", en Mémoires de CAciidémie de Médecine, 5, 1856, pp. 32-40. El pintot Charles Miller lo inmorraliza en 1849 en un cuadey titulado Pinel fait enlever les fers aux alié- 35 36 EL PODER PSIQUIATRICO Ahora bicn, en realidad hay otra escena que no cuvo la fortuna de ésta, aun cuando en la época, por razones que es facil comprender, disfruté de mucha repercusidn. Se trata de una escena no sucedida en Prancia sino ett Inglaterra -y por otra parte, relatada con cierto deralie por Pinel en el Traité médico-phitosophique del afio ix (1800)-— y que, como veran ensegui- da, no dejé de tener una especie de fuerza, de prescancia plastica, no tanco cn ta época en que ocurrid —se sitda en 1788-, sino cuando fue conocida en Francia y por tiltimo en toda Europa, cuando los reyes, digamos, ha- bian adquirido cierta costumbre de perder la cabeza. Y esta escena cs im- Portante porque presenta exactamente lo que por entonces era la practica psiquiatrica como manipulacién reglamentada y concertada de las relacio- nes de poder. He aqui el texto de Pinel, que fue el que circulé en Francia y dio a cono- cer el asunto: Un monarca [Jorge iit de Inglaterra; M, F] cae en la mania y, para que su curacién sea mas répida y sdlida, no se pone ninguna restriccién a las medidas de prudencia de quien io dirige [adviertan la palabra: es el mé- dico; M. FJ; por ello, todo el aparato de la realeza se desvanece, el aliena- do, alejado de su familia y de todo to que lo rodea, queda confinado en un palacio aislado y se fo encierra solo en una recamara cuyos cristales y muros se cubren de colchones para impedir que se hiera. Quien dirige el tratamiento le informa que ya no es soberano y le advierte que en Jo su- cesivo debe mostrarse décil y sumiso. Dos de sus antiguos pajes, de una - estatura herctilea, quedan a cargo de arender sus necesidades y prescarle todos los servicios que su estado exige, pero también de convencerto de que se encuentra bajo su entera dependencia y de que de.alli en mas debe obedecerlos. Guardan con éi un cranquilo silencio, pero en cuanta opor- tunidad se les presenta le hacen sentir la superioridad de su fuerza. Un dia, el alicnado, en su fogaso delirio, cecibe con mucha dureza a su anci- guo médico durante su visita y lo embadurna con suciedades y basura. Uno de los pajes entra al punto a la reeémara sin decir una palabra, coma por la cincura al delirante, también ceducido 2 un estado de mugre re- és de Bicétre, Michel Foucault se refiere a ello en Histoire de ta folie..., op. cit. (1972), verceca parte, cap. IV, pp. 483-484 y 496-501. CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 37 pugnante, lo arroja con vigor sobre uh monrén de colchones, lo desviste, Jo fava con una esponja, le cambia fa ropa y, mirdndolo con altivez, sale deprisa para retomar su puesto, Lecciones similares, reiteradas a interva- los durante algunos meses y secundadas por otros medios de tratamiento, han producido una curacién sélida y sin recaidas? Querria hacer un breve anilisis de los elementos de esta escena. Ante todo, hay algo que, a mi entender, es muy sorprendente en el cexto de Pinel, y que éste romé de Willis, el médico de Jorge ii.? Creo que lo que aparece en pri- mer lugar es, en el fondo, una ceremonia, una ceremonia de desticucién, una especie de coronacién al revés en la cual se indica con mucha claridad que se trata de poner al rey bajo una dependencia total; récuerden las pala- bras: “todo el aparaco de la realeza se desvanece”, y el médico, que en cierto modo es el operador de ese descoronamiento, esa desacralizacion, le informa de manera explicita que “ya no es soberano”. Deereto de destitucién, por consiguicnte: el rey queda reducido a la im- potencia. Y me parece incluso que los “colchones” que to rodean y que cum- plen un papel [ran grande]* a [a vez en el decorado y en fa escena final, son 2 Philippe Pinel, Ziaité meédico-philosophique..., op. vit, sec. V, “Police incérieure et surveie Hance 4 érablir dans les hospices d’aliénés", § vil, “Les maniaques, dursnt leur accés, doivenr-ils pp. 192-193. Jorge itt (1738-1820), rey de Gran Bre- tafiae Idanda, presenté varios episodios de trastornos mentales en 1765, 1798-1789, de febrero a julio de 1801 y desde octubre de 1810 hasta su muerte, el 29 de enero de 1820. CE Ida Ma- calpine y Richard Hunter, George iif and the Mad-Business, Nueva York, Pantheon Books, 1969. ® Sir Francis Willis (1718-1807), propieeario de wn establecimiento en Lincolnshire para personas afectadas de trastornos mentales, fue convocado el $ de diciembre de 1788 a Londres para testificar ance una comisién creada por el Parlamento a fin de pronunciarse sobre el esta- do del rey. Willis atendié a Jorge tt hasta la remisién de sus percurbaciones en marzo de 1789 episodio mencionado por Philippe Pinel en “Observations sur le régime moral qui est le plus propre & récablir...", ap. cit. (1789), pp. 13-15 (reproducido en Jacques Postel. Genése de la psy- chiatric. Les premiers éerits de Philippe Pinel. Le Plessis-Robinson, Institut Synthélabo, 1998, col. “Les Empécheurs de penser en rond”, pp. 194-197), y en el Thaieeé médico-philorophique.... ap. cit, pp. 192-193 y 286-290, donde Pinel cita el Report fram the Committee Appointed to Examine the Physicians who Have Attended His Majesty during His Hines, touching the Present State of His Majesty Health, Londres, 1789, * Grabacidn: un papel ran imporcance, étce condamaés a une réclusion érroice?” 38 EL PODER PSIQUIATRICO impertances, Esos colchones son lo que aisla al rey del mundo externo y, al mismo tiempo, le impiden tanto escuchar y ver come comunicar sus 6rde- nes al exterior; es decir que por obra de ellos, rodas Jas funciones esenciales de la monarquia quedan, en sentido estricto, puestas entre paréntesis. Y en jugar del cetro, de la corona, de Ia espada que debian hacer visible y sensible a codos los espectadores el poderfo universal del rey reinante sobre su reino, en lugar de esos signos, ya sélo estén los “colchones” que fo encierran y fo reducen, en el sicio en que'se encuentra, a lo que es, es decir, a su cuerpo. Destitucién, caida del rey, entonces; pero ne me da la impresién de que sea del mismo ripo de la que podriamos encontrar, digamos, en un drama shakespeariano: no se trata ni de Ricardo it ante el riesgo de caer bajo el po- der de ocro soberano.* ni del rey Lear despojado de su soberania y erranre a través del mundo en medio de la soledad, la miseria y la locura.’ En reali- dad, la focura del rey Jorge mJ, a diferencia de !a locura det rey Lear que lo Wevaba a errar a través del mundo, lo fija en un punto preciso y, sobre todo, to hace caer bajo un poder de un tipo muy distinto de la soberania y que, en mi opinién, se opone a ésta en todos los aspectos. Es un poder anénimo, sin nombre, sin rostvo, un poder repartido entre diferences personas; y es, sobre todo, un poder que se manifiesta en el cardccer implacable de un reglamento que ni siquiera se formula pues, en el fondo, nada se dice, y en ef cexto se es- cribe con claridad que todos los agentes del poder permanecen mudos. En ‘William Shakespeare, The Tragedy of King Richard she Third, drarwa histbrico, compuesto entre fines de 1592 y principios de 1593, que describe el acceso al trono, en vircud de una usure pacién, de Ricardo, duque de Gloucester, hermano del rey Eduardo 1, y finaliza con su muerte en la haralla de Bosworth. Cf la versién francesa, Richard sti craduccién de J. Malaplore, en CEuures complies. Histoires tf, edicién bilingiie. Parfs, Robert Laffont, 1997, col. “Bouquins”, pp- 579-583 [trad. esp.: Ricardo in, en Obras complecas 1, Tragedias, Madrid, Aguilar. 2003] * William Shakespeare, The Tragedy of King Lear (representada en Ja corte el 26 de di- ciembre de 1606, publicada por primera vez en 1608 y luego en 1623, en una versin snoui- ficada). Cf la versidn francesa, Le Roi Lear, eraduccién de G, Monsarrat. en Eavres compie- tes, Tragédies H, edicién bilingiie, Paris, Robert Laffont, 1995, col. “Bouquins", pp. 371-581 (erad. esp.: Rey Lear en Obras completas f..., op. cit), Michel Foucault se refiere a ella en Mise toire de la folie..., op. cit. (1972), p. 49, y remite a la obra de André Adnés, Shakespeare et la folie. Ende médico-prychotogique, Paris, Maloine. 1935. Volverd a mencionarla en el curso dic- tade en el Collége de France en 19§3-1984, “Le gouvernement de soi et des autses. Le coura- ge de la véricé”, clase del 21 de marzo de 1984. CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 39 cierto modo, el mutismo del reglamento encubre el lugar que ha quedado vacio por el descoronamicnto del cey. No hay, por consiguiensc, caida de un poder soberano bajo otro poder soberano, sino paso de un poder soberano, decapitado por ta locura que se apoderé de la cabeza del rey y descoronado por esa especie de ceremonia que indica al monarca que ha perdido su soberania, a un poder distinto. Y bien, en lugar de ese poder decapitado y descoronads se tnstala un poder andni- mo multiple, macilento. sin color, que es en el fondo el poder que llamaré de la disciplina. Un poder del tipo de la soberania es reemplazado por un poder que podriamos calificar de disciplina y cuyo efecto no consiste en ab- soluto en consagrar el poder de alguien, concentrar el poder en un individuo visible y con nombre, sino en recacr tinicamente en su blanco, sobre el cucr- po y la persona misma del rey descoronado, al que ese nuevo poder debe ha- cer “décil y sumiso".® Mientras el poder soberano se manifiesta esencialmente a través de los simbolos de la fuerza resplandeciente del individuo que lo posee, ¢l poder disciplinario es un poder discreto, ceparcido; es un poder que funciona en red y cuya visibilidad sdlo radica en la docilidad y la sumisién de aquellos sobre quienes se ejerce en silencio. ¥ esto es, creo, lo esencial de la escena: el afrontamiento, la sumisién, la articulacién de un poder soberano con un po- der disciplinario. ¢Quiénes son los agentes de ese poder disciplinario? Como se habrin da- do cuenta, es muy curioso, pero el médico, quien ha organizado todo, quien sin duda es hasta cierto punto el elemento focal, el niicleo de ese sistema dis- ciplinario, no aparece: Willis nunca se hace presente. Y cuando un poco mas adelante encontremos a un médico en fa escena, se cratard precisamente de un antiguo médico y no del propio Willis. ;Cudles son entonces los agentes del poder? Se dice que son dos antiguos pajes de estatura herctilea. Creo que aqui es necesario detenerse un poco, porque estos personajes también tienen una gran importancia en la escena. A titulo de hipédtesis, y bajo reserva de error, diré que esa relacién de los pajes hercileos con el rey loco y despajado debe comipararse con temas iconogréficos. Me parece que la fuerza plastica de esta historia se debe en parte al hecho de que, justamen- © Philippe Pinel, Traied médico-philosophique.... op. cit. p. 192. 40 EL PODER PSIQUIATRICO te, en ella hay elementos [...]* de la iconograffa tradicional en la que se ce- presenta a los soberanos. Ahora bien, el rey y sus servidores son cradicional- mente representados de dos formas. Una es la representacién del rey guerrero, con coraza, en armas, el rey que despliega y pone de manifiesto su omnipocencia, el rey Hercules, si lo prefieren; y junto a él, por debajo, sometidos a esa suerte de poderio aplas- tante, personajes que son la representacién de la sumisién, la debilidad, ta derrota, la esclavitud, eventualmente la belleza. Esa es, por decirlo de algdn modo, una de las primeras oposiciones que encontramos en la iconografia del poderfo real, Tenemos otra posibilidad, con un juego de oposiciones, pero que se con- cetera de otra manera. Se trata del rey, no heretileo sino de estacura humana, ibles ¢ inmediatos de que esta, en contraste, despojado de todos los signos vi la fuerza fisica; el rey tinicamente cubierto por simbolos de su poder, el ar- mifio, el cetro, el globo y luego, debajo de él o como acompafantes, la re- presencacién visible de una fuerza que le esta sometida: los soldados, Jos pa- jes, los servidores que son la representacién de una fuerza, pero una fuerza que en cierto modo es comandada en silencio por conducto de esos elemen- tos simbélicos del poder: cetro, armifio, corona, etc. Me parece que, en li- neas generales, asi se representan en la iconografia las relaciones de! rey con los secvidores: siempre en la modalidad de la oposicién, pero con [a forma de estas dos oposiciones. Ahora bien, en la escena relatada por Pinel y tomada de Willis encontra- mos los mismos elementos, pero en este caso desplazados y transformados por completo. Por una pacte tenemos la fuerza salvaje del rey, que ha vuelto a ser la bestia humana, el rey que esta exactamente en la posicién de esos es- clavos sometidos y encadenados a quienes velamos en la primera de las ver- siones iconogeaficas que les mencionaba; y frente a ello, la fuerza contenida, disciptinada, serena de los servidores. En esta oposicién del rey convertido en fuerza salvaje y los servidores que son la representacién visible de una fuerza, pero de una fuerza disciplinada, creo que tenemos con claridad el punco de conexién entre una soberania en proceso de desaparicién y un po- der disciplinario que est4 constituyéndose y encuentra su propio rostro, me * Gmbacién: que forman parce. CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 41 parece, en esos pajes mudos, musculosos, suntuosos, a la vez obedientes y todopoderosos. Pues bien, gcémo ejercen sus funciones esos servidores herculeos? Tam- bign en este caso creo que debemos examinar el cexto con cierco detenimien- to. Se dice con claridad que esos servidores herctileos estan ahi para secvir al rey; incluso se dice muy precisamente que estan destinades a cubrir el servi- cio de sus “necesidades” y su “estado”. Ahora bien, me parece que en lo que podriamos llamar poder de soberania el servidor esta, en efecto, al servicio de fas necesidades del soberano; debe satisfacer las exigencias y necesidades de su estado: es él, efectivamence, quien viste y desviste al rey, se ocupa del servicio de su cuerpo, su limpieza, etc. Pero cada vez que el servidor se ocupa de velar de ese modo por las necesidades y ef estado del soberano, lo hace en esencia porque cal es !a voluntad de éste; es decir que la voluntad del soberano liga al servidor, y to liga individualmence, en cuanto es tal o cual servidor, a esa fun- cin consistente en asegurar el servicio de Jas necesidades y el estado. La vo- luncad del rey, su estacus de rey, fijan al servidor a sus necesidades y su estado. Sin embargo, en fa relactén de disciplina que vemos aparecer enseguida, el servidor no esta en modo alguno al servicio de la voluntad del rey, y si atiende las necesidades de éste no lo hace porque tal sea la voluntad del mo- narca; esta al servicio de las necesidades y el estado del rey sin que interven- gan ni la voluntad ni ef esracus del soberano; sélo las exigencias en cierto modo mecdnicas del cuerpo fijan y determinan el caracter del servicio pres- tado por ef servidor. Desconexidn, por consiguicnte, entre la voluntad y Ia necesidad, el estatus y el estado. ¥ el servidor sdlo intervendrd como fuerza de represién, sélo abandonard el servicio para convertirse en obstéculo a la voluntad del rey, cuando ésta se exprese por encima de sus necesidades, por encima de su estado. Este es a grandes rasgos el decorado de la escena; ahora querria pasar al episodio mismo, importante, de esta escena asi situada, vale decir, el episo- dio de la confrontacién con el médico: “Un dia, el alienado, en su fogoso delirio, recibe con mucha dureza a su antiguo médico durante su visita y lo embadurna con suciedades y basura. Uno de los pajes entra al punto a la re- 7 cdmara sin decir una palabra, coma por la cincura al delirance ‘Philippe Pinel, Tiaisé médico-philosophique..., op. cit. p. 193. 42 EL PODER PSIQUIATRICO Luege de la escena de fa caducidad, del descoronamiento, viene la escena del desecho, el excremento, la basura. Ya no se trata simplemente del rey descoronado ni de la desposesién de los arributos de la soberanfa, sino de la inversién total de ésta. Por fuerza, ese rey ya no tiene mas qué su cuerpo te- ducido al estado salvaje, y por armas no tiene mas qué las deyecciones de su cuerpo, y justamente se sirve de ellas contra su médico. Ahora bien, yo creo que, al hacerlo, el rey lleva a cabo una inversién concreta de su soberanfa, no sélo porque ha reemplazado su cetro y su espada por sus inmundicias sino porque, justamence, reitera con ello un gesto que tiene su significacion his- torica. Ese gesto consistente en afrojac barro e inmundicias a alguien es cl gesto secular de la insurreccidn contra los podcrosos. Bien, hay toda una tradicién que pretende que slo se hable de Ja basura y la inmundicia como simbolos del dinero; pero, en fin, habria que hacer una hiscoria politica muy seria de la basura y la inmundicia, una historia a la vez politica y médica del problema que la basura y la inmundicia pudieron significar en s{ mismas y sin simbolizacién de ningun orden: un problema econémice, un problema médico, desde luego, pero también ef motivo de una lucha politica, que es muy clara en el siglo xvii y sobre codo en el si- glo Xvut. Y ese gesto profanador que consiste en arrojar barro, inmundici y basura a la carroza, la seda y el armifio de los grandes, pues bien, el rey Jorge Mi sabia perfectamente qué significaba, por haber sido su victima. En consecucneia, tenemos aqui la inversién total de to que es la funcién so- berana, pues el rey hace suyo el gesto insurreccional, no sdlo de los pobres sino de quienes son los mas pobres entre los pobres. Pues los campesinos, cuando se rebelaban, utilizaban para pelear los instrumentos que tenian a su alcance: ho- ces, palos, etc; los artesanos también se servian de sus herramiencas de trabajo, y sdlo los mas pobres, los que no renian nada, juntaban piedras y basura en la calle para tirarlas contra los poderosos. En su enftencamienco con el poder mé- dico que entra ¢n Ja habitacién donde se encuentra, el rey retoma ese papel. La soberania a la vez enloquecida ¢ invercida contra la disciplina macilenta Y en ese momento interviene el paje mudo, musculose ¢ invencible, que entra, toma por fa cincura al rey, lo arroja sobre la cama, lo desnuda, lo fava con una esponja y se retira, come dice el texto, “mirdndolo con altivez”.® Ss 5 ibid. CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 43 Aqul encontramos, una vez més, e] desplazamiento de Jos elementos de una escena de poder, gue ya no es ahora del orden de la cotonacién, la represen- tacién iconografica; es, como se darin cuenta, el cadalso, la escena del supli- cio. Pero también aqui hay inversién y desplazamiento: mientras que quien atentara contra la soberania, le arrojara piedras e inmundicias, habria sido gjecutado, ahorcado y descuartizado segrin Ia fey inglesa, pues bien, la disci- plina que incerviene ahora encarnada en el paje va, al contrario, a derribar, desnudar, lavar, hacer del cuerpo algo limpio y verdadero al mismo tiempo. Eso es lo queria seftalarles sobre esta escena que me parece, mucho més que la escena de Pinel al liberar a los locos, muy ilustrativa de lo que se pone en jucgo én la préctica que llamo protopsiquidtrica, es decir, a grandes ras- gos, la que se desarrolla en los ltimos afios del siglo xvi y fos primeros veinte o treinta afios def siglo xix, ances de lu ereccién del gran edificio insti- tucional del asilo psiquidtrico, que podemos situar mds © menos entre 1830 y 1840; digamos 1838 en Francia, con la ley sobre la reclusién y Ja organiza- cién de los grandes hospitales psiquidtcicos.” Esra escena me parece importante. Ante codo porque me permite rectifi- car un error que cometi en la Historia de la locura. Como ven, aqui no se nde ua modelo fam trata de manera alguna de [a imposi aca la practica psiquiatrica; no es cierto que ésta tome al padre y la madce, no es cierto que rome las relaciones caracterfsticas de la estructura familiar para aplicarlas a la locura y la conduccién de los alienados. En Ia historia de la psiquiatria se da- rd la relacién con Ja familia, pero mds adelante y, por lo que puedo ver hasta ahora, ef momento en que se implanta un modelo familiar en a practica psi- quidtrica deberd comprenderse por el lado de la histeria Verdn igualmente que esa cura acerca de la cual Pinel dice, con un opti- mismo que los hechos desmentirdn a continuacién, que ha “producido una curacion sélida y sin recaidas”,'® se hace sin nada que pueda cumplir el pa- ® Bl 6 de enero de 1838, el ministro del Interior, Adrien de Gasparin, presenta en la Ca- maca de Dipistados un proyecto de ley sobre los alienados, vorado por los pares el 22 de mar- zo y por los dipucados el 14 de junio, La ley se promulga el 30 de junio de 1838. CF. Robert Castel, LOrdre psychiasrique. Litge d'or de Valiénisme, Paris, Minuit, 1976, col, “Le Sens com- mun”, pp. 316-324 [trad. esp.: El orden psiquiderico, La edad de aro del alienismo, Madrid, Ediciones de ta Piquera, 1980}. "Philippe Pinel, Ttaisé médico-philosophigue..., op. cit. p. 193. 44 EL PODER PSIQUIATRICO pel de descripcién, andlisis, diagndstico, conocimiento veraz de lo que es Ja enfermedad del rey. En este caso, al igual que con el modelo de fa familia, el momento de la verdad aparecera mds adelante en la practica psiquidtrica. Para termina, querria destacar lo siguiente: aqui vemos con mucha clari- dad un juego de elementos, que son estrictamente los del poder, puestos en juego, desplazados, invertidos, etc., y ello al margen de toda institucién. Y tengo la impresién, una vez mds, de que el momento de fa inscicucién no es previo a esas relaciones de poder. Es decir que estas relaciones de poder no son determinadas por la institucién, como tampoco las prescribe un discur- so de verdad ni las sugiere e! modelo familiar. De hecho, las vemos funcio~ nar casi al desnudo, dirfa- en una escena como ésa. Y en ese aspecto me parece que [a escena pone bastance bien de relieve ef basamenco de relacio- nes de poder que constituyen el elemento nuclear de 1a practica psiquidtrica, a partir del cual, en efecto, veremos a continuacién la ereccién de edificios institucionales, el surgimienco de discursos de verdad y, también, la implan- tacién o la importacién de una serie de modelos. Pero por ef momento estamos en [a aparicion de algo que es ef poder dis- ciplinario, cuya figura especifica surge aqui, me parece, con una singular cla- ridad, en cuanto ese poder disciplinario esta, en cl caso presente, enfrentado a otra forma de poder politico que Ilamaré poder de soberanfa. Entonces, si las primeras hipétesis que me orientan ahora sou exactas, no bastarta decir: en la practica psiquiatrica encontramos desde el origen algo asi como un po- der politico; me parece que la cosa es mis complicada y, por otra parte, lo serd cada vez més, Por ahora querria hacer una esquemarizacién. No se trata de cualquier poder politico, son dos tipos de poder perfectamente distintos y cotrespondientes a dos sistemas, dos funcionamientos diferentes: la macro- Fisica de la soberanfa tal como funcionaba en un gobierno posfeudal, prein- dustrial, y la microfisica del poder disciplinario, cuyo funcionamiento cons- tatamos en los diferentes elementos que les menciono aqui y que aparece, en ci¢rto modo, apoyada en los elementos desconectados, deteriorados, desen- mascarados del poder soberano. . Transformacién, por lo tanto, de la relacién de soberanfa en poder de disciplina. Y como ven, en el centro de todo esto hay, en el fondo, una espe- ci¢ de propasiciédn general que es la siguience: “Si estas loco, por mas que seas rey, dejards de serio”, o bien: “Por més que estés loca, no por eso vas a CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 45 ser rey”. El rey -en este caso Jorge 111- sdlo pudo curarse en la escena de Wi- Ilis o la fabula, si lo prefieren, de Pinel, en la medida en que no lo trataron como un rey y fue sometido a una fuerza que no era fa del poder real. La proposicion “No eres rey” esid, a mi juicio, en el cencro de esa suerte de pro- topsiquiatria que incento analiza, Y si nos remitimos ahora a los textos de Descartes concernientes a los locos que se creen reyes, podremos advertir que los dos ejemplos de locura dados por Descartes son “creerse un rey” 0 “tener un cuerpo de vidrio”.'' Es que en rigor, ranto para Descartes como, de manera general, [...]* para todos los que hablaron de Ja locura hasta fines del siglo XVin, “creerse un rey” o suponerse poseedor de “un cuerpo de vi- drio” eran exactamente lo mismo: se trataba de dos tipos de errores con ab- soluta equivalencia, que coneradecian de inmediato los datos mas elementa- les de la sensacién. “Tomarse por un rey”, “creer que uno tiene un cuerpo de vidrio”, eran sencillamente sefiales de {a focura como error. En lo sucesivo, me parece que “creerse rey” es, en esta prdctica provopsi- quidtrica y por consiguiente para todos los discursos de verdad que van a co- nectarse con ella, el verdadero secreto de ia locura. Y cuando vemos cémo se analizaban en !a época un delirio, una ilusi6n, una alucinacién, etc., que al- guien se creyera rey, es decir, que el contenido de su delirio implicara supo- ner el ejercicio del poder real 0, al contrario, que se imaginara arruinado, perseguido o rechazado por toda la humanidad, poco importaba. Para los Psiquiatras de esos dias, el hecho de imponer asi esa creencia, oponerla a vo- "| Alusin a Descartes cuando se refiere a “esos insensatos cuyo cerebro esr tan twastorna- do (...] que aseguran constantemente ser reyes, cuando en cealidad son muy pobres [... imaginan tener un cuerpo de vidcio”. CE René Descartes, Meditations rouchant la premiére Philosophie (1641), tcaduccién del duque de Lynes (1647), “Premiére médication: Des choses que l'on peut révoquer en doute”, en Euures et lettres, edicidn establecida por A. Bridoux, Pa- tis, Gallimard, 1952, col. “Bibliocheque de !a Pléiade”, p. 268 [trad. esp.: Meditaciones meta- Aisicas, Buenos Aires, Aguilar, 1975]. Véase Michel Foucault, “Mon corps, ce papier, ce feu”, en Patdeia, septiembre de (971, reeditado en Dits cé Lerits, £954-1989, edicién establecida por Daniel Defere y Francois Ewald, con ta colahoracidn de Jacques Lagrange, Paris, Galli- mard, 1994, 4 vols. [en lo sucesive DE}: cf it, ntim, 102, pp. 245-268, ¢ Histoire de la fo- fiz... op. cit. (1972), apéndice il, pp. 583-603 [trad. esp.: “Mi cuerpo, ese papel, ese fuego”, en Historia de a locura.... op. cit) * Grabacién: podemos decir que. 46 EL PODER PSIQUIATRICO das las pruebas, objetar incluso el saber médico, querer imponerla al médico y, 6n definitiva, a codo el asilo y cuestionar de cal modo toda otra forma de certeza @ saber, es una manera de creerse rey. Ya unto se creyera rey o misera- ble, “creetse rey” significaba, en el fondo, querer imponer esa certeza como una especie de tirania a todos los que lo rodeaban; y en ese aspecto, toda lo- cura es una suerte de creencia enraizada en el hecho de ser el rey del mundo. Los psiquiatras de principios del siglo xx habrian podido decir que estar Io- co era tener el poder en [a cabeza. Y por otra parte, en un texto de 1820, el tratado De da folie, Georger consideraba que, en esencia, el gran problema de la psiquiatria era el siguiente: “cémo disuadir” a quien se cree rey.'? He insistide tanto en esta escena del rey por una seri¢ de razones. En pri- mer lugar, me parece que permite comprender un poco mejor la otra escena fundadora de la psiquiatria de la que les hablé al principio, fa escena de Pi- nel y la liberacién. En apariencia, la escena de Pinel en Bicécre, cuando entra en 1792 a las celdas y saca las cadenas a tal o cual enfermo que estaba ence- rrado y encadenado desde hacia semanas o meses, és exactamente lo puesto de ja historia del rey a quien enciertan, cifien y hacen vigilar por pajes mus- culosos. En realidad, cuando fas cosas se miran con mds detenimienco, se advierte que hay una continuidad entre ambas escenas. Cuando Pinel libera a los enfermos encerrados en las celdas, se crata de establecer encre el liberador y los recién Jiberados cierta deuda de reconoci- miento que debe saldarse ~y va a saldarse- de dos maneras. En primer lugar, el liberado va a pagar su deuda de manera continua y voluntaria, a cravés de la obediencia; por lo canto, la violencia salvaje de un cuerpo al que sdélo rete- nia la violencia de las cadenas sera reemplazada por el sometimienco cons- tance de una voluntad a otra. En otras palabeas, quitar Jas cadenas es asegu- rar por intermedio de una obediencia agradecida algo asf como una sujecién. Y la deuda se enjugard de una segunda manera, esta vez involunca- ria por parte del enfeemo: a partir del momento en que quede sometido, en que el pago voluntario y continuo de la deuda lo haya Ilevado a someterse a la disciplina del poder médico, ef juego mismo de esta disciplina y su mera fuerza provocardn su curacién, Como resultado, ésta se convertira de mane- 2 “Nada en el mundo puede disuadizlos de ello. Decid £...] a un presunto rey que no le 8, y os cesponderd con invectivas.” Etienne Jean Georget, De da folie..., op. cit., p, 282. CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE [E1973 7 ra involuntaria en la segunda moneda del monto de la liberacion, ef modo como el enfermo o, mejor, la enfermedad del enfermo, pagard al médico el reconocimienco que le debe. Como verdu, en realidad esca escena de fa liberacién no es -ya se sabe, desde luego- exactamente una escena de humanismo; pero creo que se la puede analizar como una relacién de poder o bien como la transformacién de cierta relaci6n de poder que era de violencia —la prision, fa celda, fas ca- denas: todo esto corresponde a la vieja forma de poder de soberanfa— en una relacién de sujecién que es una relacién de disciplina. Esa es la primera razn por ta cual conté la historia de Jorge mt: me pare- ce que inaugura, en efecto, coda una practica psiquidtrica cuyo mérito suele arribuirse a Pinel. La otra razén por la cual la mencioné es que, a mi enrender, la escena de Jorge In se inscribe cn toda una serie de escenas. Ante todo, en una serie de escenas que, durante los veinticinco o treinca primeras afios del siglo xIx, yan a constituir esa practica protopsiquiatrica. Podriamos decir que durante el primer cuarto del siglo x1x hubo una especie de pequefia encictopedia de las curaciones canénicas, constituida sobre la base de los casos publicados por Haslam,” Pinel,!4 Esquirol, Fodéré,'* Georget'? ¥ Guislain.'? Y esa "2 CE supra, clase del 7 de noviembre de 1973, nora 19. "4 Cf. bial, nora 4, El manuscrito menciona casos que aparecen en la sec. 11, § VIL, “Effets d'une répression énergique”, pp, 58-59; § xxtt (ya citado), pp. 96-97, y en la sec. ¥, “Police incérieure et surveillance & écablir dans les hospices d'aliénés”, cap. 3, pp. 181-183, y $.1%, pp. 196-197. '3 Ch. clase det 7 de noviembre de 1973, now 5. . 'S Francois Emmanuel Fodéré, Traisé au délire..., op. vit Essai médico-légal sur les diverses espices de folie vraie, simulde et raisonnée, sur leurs causes et les moyens de les distinguer, sur leurs effets excusant ou atiénuant devane les tribunaux, et sur leer association avec les penchants au cri- me et plusieurs maladies physiques et morales, Estrasburgo, Le Roux, 1832. "7 Gtienne Jean Georget, De la folie..., op. cits De la physiologie du systeme nerveux et spe- cialement du cerveau. Recherches sur les maladies nerveuses en général, et en particulier sur le sie- 6, la navure e le sraitemens de Ubystérie, de Unypocondrie, de Uépilepsie et de Vasthme convubif Paris, J.-B, Baillitre, 1821, 2 vols. '® Joseph Guislain (1797-1860), Tiaité sur Laliénation mentale et sur les hospices des aliéné:, Amsterdam, Van der Hey et Gartman, 1826, 2 vols. Thaité sur les phrénopachies on Doctrine naturelle nascuelle des maladies mencales, baste sur des observations pratiques et statistiques, es (é- 48 EL PODER PSIQULATRICO pequefia enciclopedia contiene una cincuentena de casos que sé repiten, cir- culando en todos los tratados de psiquiatria de la época, y mas o menos per- tenecientes a un modelo andlogo. Les presento ahora uno o dos ejemplos que muestran de una manera muy clara, creo, que codas esas escenas de cu- raci6n est4n emparentadas con la gran escena de a curacién de Jorge In. En el Traité médico-philosophique de Pinel tenemos, por ejemplo, la si- guiente historia: “Un milicar, atin en un estado de alienacién [...] es asalta- do de improviso por la idea excluyente de su rcincorporacién al ejército”. Aunque se le ordena volver a la noche a su habicacién, se niega a hacerlo. Una vez instalado en ella, comienza a romper y ensuciar todo; en conse- cuencia, lo atan a la cama. Ocho horas transcucren en ese estado violento y él parece por fin encre- ver que no es duefio de hacer sus caprichos. A la maRana, durante Ja ron- da del jefe, adopra el cono miis sumiso y, al tiempo que le besa la mano, dice: “Me has prometido devalverme Is libertad dentro del hospicio si es- toy tranquilo; pues bien, ce exhorto 2 cumplir cu palabra”. Sonriente, el oma le hace saber el placer que experimenra ance esa dichosa vuelta a sus cabales; le habla con stavidad y en cse mismo instante pone fin a todo apremio.”? Otro ejemplo: un hombre estaba dominado por la idea excluyente de “su omnipotencia’. Una sola consideracién lo decenia, el “temor a hacer desapa- recer el ejércico de Condé [...] que, en su opinién, estaba destinado a cun- plir los designios del Eterno”, ¢Cdmo lograr dominar esa creencia? El médi- co, por su parte, acechaba “un extavia que lo pusiera en falea y autorizara a tratarlo con rigor”. ¥ he aqui en efecto que, por fortuna, “un dia que el vigi- lante lo reprendfa por las suciedades y basuras que habia dejado en su habi- aude des causes, de la nature des sympromes, du pronostic, du diagnostic et du eraitement de ces af: feetions, Bruselas, Ecablissemenc Encyclographique, 1833 (trad. esp.: Leveianes orales sobre tas frenopasias, 0 tratado tebrico y prictica de las enfermedades mentales: curso dado en ta clinica de los establecimientos de enagenados de Gante, 2 vols., Madrid, Imprenta de Enrique Teodoro, 1881-1882]. Philippe Pinel, Traité médico-philosophique..., op. cit., sec. ll. § VU, pp. 58-59. CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 49 tacién, el alienado se enfurecié contra él con violencia y amenazé aniquilar- lo. Era ésa una oportunidad favorable de castigarlo y convencerio de que su poderio era una quimera”,”? Un ejemplo mis: “Un alienado del hospicio de Bicétre, que no tiene otro delirio que el de creerse una victima de la Revolucion, repite dia y noche que estd dispuesto a sufrir su suerte”. Como van a guillotinarlo, ya no cree necesario ocuparse de su persona; “se niega a acostarse en su lecho” y perma- nece tendido sobre el piso. El vigilante se ve obligado a recurrir al apremio: “Aunque atado con cuerdas a su lecho, el alienado procura vengarse recha- zando toda clase cle alimentos con la obstinacién mas invencible. Exhorta- ciones, promesas, amenazas: todo es intitil”. Sin embargo, al cabo de cierto tiempo el enfermo tiene sed; toma agua, pero “aparta con dureza el caldo mismo que se le ofrece y cualquier otro alimento liquide o sdlide”. Hacia el duodécimo dia “el vigilante le anuncia que, por mostrarse tan indécil, en lo sucesivo va a privarlo del agua fria y la suscticuye por un caldo graso”, Por fin la sed se impone y el enfecmo “toma con avidez el caldo”. A lo largo de los dias siguientes comienza a comer alimentos sdlidos y “recupera asi poco a poco todos los atribucos de una salud firme y robusta” ?!¥ Ya volveré a coda la morfologia fina de estas escenas, pero ahora querrfa mostrarles que en los inicios de la psiquiacria def siglo x1x, ances y, creo, de manera muy independiente de codas las pendientemente de todas las organizaciones insticucionales, queda definida cierca cdctica de manipulacién de la locura que dibujaba de algun modo la trama de relactones de poder necesarias para esa especie de ortopedia mental que debia conducir a la curacién. La escena de Jorge 11 forma parte, en el fondo, de esas escenas; es una de las primeras. Y creo que a continuacién podriamos describir el futuro, ef desarrollo, la transformacién de esas escenas, y ver cémo y en qué condiciones esas esce- formulaciones tedricas, antes ¢ inde- 7 Ibid. § xxitt, pp. 96-97, nota |, 2 hid, sec. v, § tl, pp. 181-183. * El manuscrito menciona también un caso expuesto en § IX: “Exemple propre 4 faire voir avec quelle attention le caractére de Palién€ doit écre dtudig pour le ramener & la raison” (ff. 196-197) 30 EL PODER PSIQUIATRICO nas protopsiquidtricas evolucionaron en una primera fase que cabria llamar del tratamiento moral, cuyo héroe fue Leuret, enere 1840 y 1870.7? Con posterioridad, esa misma escena protopsiquidtrica modificada por el tratamiento moral suftié una considerable transformacién en virtud de un episodio fundameneal en Ja historia de fa psiquiatria, que fue a la vez el descu- brimienco y la prdctica de la hipnosis, y el andlisis de los fendmenos histéricos. Tenemos, desde luego, la escena psicoanalitica. Y por altimo, si quieren, la escena antipsiquiatrica. Es curioso, de todas maneras, advertir la cercania de la primera escena de la protopsiquiatria, la de Jorge il, con la que encontramos en el libro de Mary Barnes y Berke. Como saben, me refiero a la historia de Mary Barnes en Kingsley Hall, cu- yos elementos son casi los mismos que estén presentes en ta historia de Jorge’ Ih: Un dia Mary eracd de cerciorarse de mi amor por ella mediante una prucba definiriva, Se cubrié de mierda y aguardé mi reaccién. E! relato que hace de ese incidence me divierte, pues estaba absoluramente segura de que su micrda no podia repugnarme. Les aseguro que sucedié todo Io csontratio. Cuando, sin sospechar nada, enwré a la sala de juegos y me abordé una Mary Barnes hedionda que parecta salida de una hisvoria de tertor, cl horror y el asco me cmbargaron. Mi primera reaccién fue la huida. Me alejé a grandes pasos, lo m4s rapidamente posible. Por fortuna no imtencté seguirme. Habria sido capaz de golpearla. Recuerdo muy bien mi primer pensamiento: “Es demasiado, Dios santo. Estoy harco. A partir de ahora, que se cuide sola. No quicro tener nada mds que ver con ella”, Luego Berke reflexiona y se dice que, después de coda, si él no se hace car- go. su relacién con ella se terminards no quiere que asi sea. Este ultimo ar- gumento no admite réplica. Sigue a Mary Barnes, con no poeas reticencias. * Brangois Leuree desarrolla sus concepciones en “Mémoire sur le traitement moral de la folie”, en Mémoires de 'Académie Royale de Médecine, t.7, Paris, 1838, pp. 592-576; Du trai- sement moral de fa folie, op. cit. “Mémoire sur la révulsion morale dans le traitement de la fo- lie”, en Mfémoires de (Académie Royale de Médecine, c. 9, i841, pp. 655-671; Des indications & suivre dans le traitement moral de la folie, Paris, Le Normant, 1846. CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 51 “Mary permanecia en la sala de juegos, cabizbaja y bafiada en ldgrimas Farfullé algo asi como: “Vamos, no es nada. Subamos y tomemos un buen bafto bien caliente’, Sc necesité por fo menos una hora para favarla. Su esta- do era lamentable. Tenia mierda por todos lados, en cl pelo, debajo de los brazos, entre los dedos de los pies. Me parecia volver a ver al protagonisra de una vieja pelicula de terror, The Mummy's Ghost”? En realidad, no volvia a ver fa protoescena de fa historia de {a psiquiatria, es decir la historia de Jorge 10: era exactamente eso. En el fondo, lo que me guscarfa hacer este aflo es una historia de esas escenas psiquidtricas, teniendo en cuenta lo que de mi parte es ral vez un postulado o en todo caso una hipdtesis: que esa escena psiquidtrica y lo que se trama en clla, el juego de poder que se esboza en ella, deben anali- zarse con ancerioridad a todo fo que pueda eeferirse ya sea a organizacién institucional, discurso de verdad o tmportacién de modelos. Y querria es- tudiar esas escenas destacando también una cosa: que la escena de Jorge 11 que les he contado no sdlo es la primera de una larga serie de escenas psi- quidtricas sino que histéricamente forma parte de toda otra scric de esce- nas. En la escena protopsiquiderica encontramos todo lo que podriamos ilamar ceremonia de soberanfa: coronacién, desposesién, sumisién, acata- mienco, rendicion, rescauracidn, ecc.; pero también la serie de ricuales de servicio que algunos imponen a los demas: dar drdenes, obedecer, observar reglas, castigar, recompensar, responder, callarse. Encontramos [a serie de procedimientos judiciales: proclamar fa ley, vigilar las infracciones, obte- net una confesién, comprobar una falta, pronunciar una sentencia, impo- ner un castigo. Por ultimo, hallamos toda la serie de practicas médicas y en esencia la gran préctica médica de fa crisis: acechar el momento en que és- 2 A los 42 afios, la enfermera Mary Barnes ingresa al centro de recepcién de Kingsley Hall para personal asiscencial con trastornos mentales, inaugurado en 1965 y cerrado el 3) de mayo de 1970. Pasara en 4 cinco afios; conocemos su historia gracias al libra que escribid con su terapeuca. Cf, Mary Barnes y Joseph Berke, Mary Barnes. Tivo Accounts af Journey th- rough Madness, Londees, McGillon and Lee, |971. Versién francesa: Mary Barnes. Un voyage autour de ta folie, waduccién de M. Davidovici, Parts, Seuil, 1973. El texto citado estd en las pp. 287-288 de esta dltima edicién [trad. esp. Un viaje a través de la locura, Barcelona, Mac- tinez, Roca, 1985]. 52 EL PODER PSIQUIATRICO ta se produce, favorecer su desarrollo y su culminacion, hacer que las fucr- s de la salud se impongan a Me parece que si se quiere hacer una verdadera historia de la psiquiatria, en todo caso de la escena psiquiatrica, sera necesario reinscribirla en esta seri¢ ales de servicio, de pro- de escenas: escenas de ceremonia de soberanfa, de rie cedimientos judiciaies, de pricticas médicas, y de ningtin modo plantear co- mo aspecto esencial y punto de partida el andlisis de Ja instiruci6n.* Seamos muy anciinscitucionaliscas, Lo que me propongo este afio es poner de mani- fiesto la microfisica del poder, con anterioridad al andlisis de la inscitucién. Ahora, querria ver con mas detalle esa escena protopsiquiatrica de la que les di un primer panorama. Me parece que la escena de Jorge in constituye un corte muy importante, en cuanto se aparta netamente de unas cuantas escenas que habjan sido hasta enronces la manera reglamentada y candnica de tratar la focura. En mi opinién, hasta fines del sigho Xvul -y atin se cn- cuentran ejemplos a principios del siglo X1xX— la manipulacién de la locura por los médicos habla side del orden de la estratagema de verdad. Se trataba de constituir en torno de la enfermedad, de alguna manera como su prolon- gacién, dejAndola fluir y siguiendo su evolucién, una especie de mundo a la vez ficticio y real donde la Jocura iba a caer en la rampa de una realidad que se habia inducido insidiosamente. Voy a darles un ejemplo; es una observa cién de Mason Cox, publicada en 1804 en Inglaterra y en 1806 en Francia, encel libro titulade Observations sur la démence. Mr. ..., de 36 afios, con un temperamento melancdlico pero sumamente consagrado al estudio, y sujevo a accesos de tristeza sin causa, pasaba a veces noches enreras con sus libros y en esos momentos cra sobrio en ex- tremo, sdlo bebia agua y se privaba de todo alimento animal. Sus amigos le describieron en vano el perjuicio que harfa con ello a su salud y su ama de llaves, al insistir vigorosamente en que adoptara un régimen diferente, hizo brotar en él, con su porffa, la idea de que conspiraba contra su vida. Mr. ... tlegé incliso a convencerse de que ella habia forjado el plan de matarlo por medio de camisas envenenadas, a cuya influencia el hombre +E] manuscrito precisa Ie nocién de escena: “Por escena, no entender un episodio cearral sino un ritual, una estraregia, una baralla”. CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 53 ya atribuia sus presuintos padecimientos. Nada pudo disuadirlo de esa idea siniestra, Por fin, se decidié simular mostrarse de acuerdo can dl. Se sometié una camisa sospechosa a una sucesién de experiencias quimicas realizadas en su presencia con muchas formalidades, y cuyo resultado se amafé pata que probara la verdad de sus sospeclias. El ama de llaves fue objeto de un interrogatorio que, pese a sus protestas de inocencia, puso de manifiesco su culpabilidad. Se emicié contra ella una orden de arresto ficticia que supuestos oficiales de justicia ejecutaron en presencia del en- fermo, simulando conducirla a la cdrcel. Tras ello se celebré una consulta en debida forma en la cual varios médicos reunidos insistieron en ta ne- cesidad de diversos antidotos que, adminiscrados a lo largo de varias se- manas, petsuadieron por fin al enfermo de su curacién. Se le prescribis entonces un régimen y un mado de vida que lo protegeria de toda posi- bilidad de recnida.™4 En una historia como ésta puede verse, en definitiva, cémo funcionéd una practica psiquidtrica. En el fondo, se craca de desarrollar, aun a partir de una idea delirante, uma especie de laberinto absolutamente conforme al propio delirio, homogéneo con fa idea errénea y por ef cual se hace pascar al enfer- mo. Este cree, por gjemplo, que su criada le da camisas almidonadas con azufre que le irritan [a piel; pues bien, se sigue adelante con el delirio. Las camisas son sometidas a una pericia quimica que da, desde luego, un resulta- do positive; por tratarse de un resultado positivo, ef caso se presenta ante un tribunal; el tribunal recibe fas pruebas; emite una sentencia condenatoria y finge disponer el traslado de la criada a la carcel. Organizacién, por lo tanco, de un laberinto homogéneo con la idea deli- rante; y lo que se pone al final de ese laberinto y va a producir justamente la curacién, es una especie de salida bifurcada, una salida con dos niveles. Por una patte, habr4 un aconcecimiento que se produce dentro del propio deli- rio; es decir que, en el nivel del delirio dei enfermo, el encarcelamiento de la culpable sanciona Ja verdad de ese delirio, pero al mismo tiempo asegura al 44 Joseph Mason Cox (1763-1818), Practicnt Observations on Insnnity, Londces, Baldwin and Mutray, 1804; versién francesa: Observations sur la démence, raduccign de L. Odier, Gi+ nebra, Bibliochdque Britannique, 1306. La cita cotresponde a la observacidn Iv, pp. 80-81. 54 EL PODER PSIQUIATRICO enfermo que se ha liberado del elemento que, en aquél, es causa de su enfer- medad. Tencemos entonces esta primera salida. en el nivel mismo del delirio, que lo aucentifica y pone a un lado Jo que en él acta como causa, Ahora bien, si eso pasa en el nivel de! delirio, en otro nivel, el de los mé- dicos y ef entotno, [...]* la situacién es muy distinta. Al fingic encarcelar al ama de llaves se ta pone fuera de juego, se la aparta del enfermo y éste, asi, queda protegido de lo que era causa de su enfermedad en la realidad, esto cs, ln desconfianza o el odio. que sentia por ella. De modo que en una sola y la misn)a opcracién se va a soslayar lo que es causa en c} -y del~ delirio. Era preciso que esa operacidn fuera fa misma; es decir que se produjera al final del laberinco de! propio delirio, pues para los médicos resulcaba muy claro que si la criada hubjera quedado lisa y llanamente descartada, sin que se la excluyera en cuanto causa en el interior del delirio, éste se habria reice~ rado. El entermo se habefa imaginado que ella atin lo perseguia, que habla encontrado una manera de embaucarlo; o habria transferido a algtin otro la desconfianza que sencfa con respecro a esta criada. A partir del momento en que se dg sustancia al delirio, se le da realidad, se lo autentifica y al mismo ciempo se suprime la que es causa en él, a partic de ese momento se generan las condiciones para eliminarlo.** Y si esas condiciones para suprimir el deli- rio son al mismo ciempo la supresién de lo que lo ha causado, se deduce que la curacién est4 asegurada. Tenemeas entonces supresion de fa causa del deli- tio, supresién de Ja causa en el delirio. ¥ esa especie de bifurcacién consegui- da por ¢] laberinto de la verificacién ficticia garantiza el principio mismo de la curacién. Pues —y ésce es ef cercer momento~ cuando el enfermo cree efectivamente que el delirin era Ja verdad, cuando cree suprimido lo que en el delirio era la causa de su enfermedad, iene enconces la posibilidad de acepear una inter- vencidn médica. So pretexto de curatlo de la enfermedad que el ama de Sla- ves fe habfa provocado, se desliza en esa especie de brecha una medicacién que es medicacidn en e! delirio, que en é) debe permirirle escapar a la enfer- * Grabacidn: fo que ocurte. + El manuserivo agrega: “Se suprime en fa tealidad, pero en una forma virwalmence aceprable para el delirio, lo que en dgte acti comme causa”, CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 55 medad causada por fa criada y que es medicacién del delitio porque de he- cho se le dan medicamentos que, al apaciguar sus humores, al calmar su san- gre, al liberarlo de todo fos arascamientos de su sistema sanguineo, etc., ase- guran Ja curacién. Como ven, un elemento de la realidad, el medicamento, también va a actuar en dos niveles: como medicacién en cl delirio y como cerapéurica def delirio. Y esta especie de juego organizado alrededor de la fic- cidn de verificacién dei delicio asegura efectivamence la curacién. Y bien, ese juego de la verdad en el delirio y del delirio sera suprimido por completo en la practica psiquiderica inaugurada a principios del siglo xix; y me parece que el surgimiento de lo que podemos llamar practica disciplinaria, esa nueva microfisica del poder, va a barrer todo eso e introducir los elementos nucleares de todas Jas escenas psiquidtricas que se desarrollaran a continua- cién, y sobre las cuales se construiran [a teorfa y fa insticucién psiquidtricas. Clase del 21 de noviembre de 1973 Genealogia del “poder de disctplina”. El ‘poder de soberania’. La funciin sujeto en los poderes de disciplina y soberania — Formas del poder de disciplina: ejército, policta, aprendizaje, taller, escuela — El poder de disciplina come “instancia normalizadora” — Teeno- logia del poder de disciplina y constituctén del “individuo” EL surgimiento de las ciencias del hombre. PUEDE DECIRSE que Ja psiquiarrta cldsica, en definitiva, reind y funcioné sin demasiados problemas exteriores entre 1850 y 1930, a partir de un discurso que ella consideraba y ponia en funcionamiento como un discurso verdade- ro; a partir de ese discurso, en todo caso, deducia la necesidad de la institu- cién asilar y, asimismo, fa necesidad de que cierto poder médico se desplega- ra dentro de ella como ley interna y eficaz. En suma, de un discurso verdadero deducia la necesidad de una institucién y un poder. A mi entender, podriamos decir lo siguiente: la critica institucional -du- do en decir “antipsiquiatrica’— 0 cierta forma de critica que se desarrollé a partir de las décadas de 1930 y 1940,' no se inicié, al conerario, en un dis- 1 En realidad, seria conveniente distinguir dos formas de cricicas de la instituciérr asilae: a) En la década de 1930 se pone de manifiesto una corriente critica orientada a un aleja- miento gradual del espacio asilar establecido por !a ley de 1838 como lugar casi exclusive de la intervencién psiquiatrica, y cuyo papel, como decia Edouard Toulouse (1865-1947), se re- ducta al de una “asistencia guarderia” (“Lévolution de Ia psychiatric”, Conmeémoration de Ja fondation de 'hépital Henri Roussel, 30 de julio de 1937, p. 4). Con la pretensién de diso- ciar la idea de “enfermedad meneal” de la nocidn de encierro en un asilo sometide a condicio- nes legales y adininistracivas especificas, esa corrience se asigna la tarea de “estudiar los cam- bios en la organizacidn de los asilos suscepribles de dar mayor lugar al tratamiento moral ¢ 57 58 EL PODER PSIQUIATRICO curso psiquidcrico supuestamente verdadero para deducir de él Ia necesidad de una institucién y ua poder médicos, sino en la existencia de la institu- cién, en su funcionamiento, en su critica, para poner de relieve, por un lado, la violencia del poder médico que se éjercia en ella, y por otro, los efectos de individual” (Julien Raynier y Henri Beaudouin, LAliéné er ler asiles d'alidnés au point de vue adminiscratif et juridique (1922}, seguada edicién cevisada y aumentada, Paris, Le Brangais, 1930, p. 654). Desde este purita de vista, nuevos enfoques debilian la perspectiva tradicional centrada en el hospital: diversificacidn de las modalidades de atencidn, proyectos de supervi- sién posterior a la cura y, sobre todo, la aparicion de servicios libres, ejemplificada por el esta- blecimiento, dentro de la fortaleza de la psiquiacela asilar que es Sainte-Anne, de un “servicio abierto” cuya direccién se pone en manos de Edouard Toulouse el 1° de junio de 1922, y que en en 1926 se convertiré en el hospital Henri Roussel (cf, Edouard Toulouse, “Lhdpiral Hen- ti Roussel”, La Prophylaxie Mentale, 43, enero-julio de 1937, pp. 1-69). E113 de octubre de 3937, este movimiento es oficializado por la circular del miniscto de salud priblica, Mare Ru- cart, relaciva @ la organizacién de Ia asistencia a los enfermns mencales en el marco departa- mencal. Al respecto, véase Edouard Toulouse. Reorganisation de Uhuspitalisation des atiénes dans ler asiles de la Seine, Parts, Imprimerie Nouvelle, 1920; Julien Raynier y Jean Lautier, La Construction et laménagement de Ubépital piychiatrique et des asites daliénés, Pacis, Peyronnet, 4935; Georges Daumezon, Le Situation dis pertounel infirmier dans les asiles d’aliénds, Pauis. Doin, 1935 {tescimonio sobre la pobreza de medios con que cuenran fay instituciones psi- quidtricas en la década de 1930). b) En ta década de 1940 Ia critica usume ocro cariz, a partir de la comunicacidn de Paul Balvet. director, en esa época, del hospital de Saine-Alban (Lozére), que llégacd a ser un lugar de referencia para rodas las personas animadas por un deseo de cambio radical de las estructu- ras asitares [Paul Balvet, “Asile et hopital psychiatrique. Lexpérience d'un établissement cu tal”, en xcsr® Congrés des médecins aiénisies ef newrotogistes de France et des pays de lungtee fran- guise (Montpellier, 28-30 nctobre £942), Yaris, Masson, 1942}, Una pequeiia fraccién milicante del cuerpo profesional cobra conciencia, enconces, de que el hospiral psiquidtrico no es sdlo un hospital de alienados sino que esté “alienado” en si mismo, pugs st constitucién responde a “un orden conforme a los principios y usos de un orden social que excluye los faccores que lo perturban” (Lucien Bonnafé, “Sources du désalignisme”, en Deésaliéner? Folie(s) et sociéte(s), Toulouse, Presses universicaires du MirailfPrivat, 1991, p. 221), Con la intencién de reconsi- derat el farcionamiento del hospital psiquidcrico para hacer de él una organizacién verdade- ramente terapéutica, esta corriente plancea un cuestionamiento de la navuraleza de las relacio- nes def psiquiatra con los enfermes. Cf. Georges Daumezon y Lucien Bonnalé, “Perspectives de réforine psychiatrique en France depuis la Libération’, en xuiv Congrés des médecins alié- nistes et neurotogistes de France et des pays de langue francaise (Genive, 22-27 juiller 1946), Par tis, Masson, 1946, pp. 584-590, & inffa, “Sicuacién del curso”, pp. 397 y ss. CLASE DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 1973 59 desconocimiento que perturbaban desde cl comienzo la verdad supucsta de ese discurso médico. Por lo canto, si se prefiere, en esa forma de anilisis se partia de la institucién para denunciar el poder y analizar los efectos de des- conocimiento, Por mi parte quecria tratar, en cambio +y por eso comencé el curso como lo hice-, de poner en primer plano e] problema mismo del poder. Dejo para mas adelante las relaciones entre este andlisis del poder y el problema de lo que es la verdad de un discurso sobre la locura.? Comencé, como hemos visca, con Ia escena de Jorge itt enfrencado a sus servidores, que al mismo tiempo eran los agentes del poder médico, porque me parceia un magnifico ejemplo de la confrontacién entre un poder que, en fa persona misma del monarca, es un poder soberano encarnado por ese rey loco, y otto tipo de poder anénimo, mudo y que, paradéjicamente, se apoyaba en Ia fuerza a la vez muscular, décil y no articulada en un discurso de los servidores. Por un lado, entonces, el estailido del rey y, frente a él, la fuerza regulada de los servidores. ¥ la operacién cerapéutica supuesta por Willis y luego por Pinel consistié en crasladar Ja locura de una soberania que ella desencadenaba y en cuyo interior se desencadenaba, a una discipli- na que presuntamente la subyugarfa. Lo que se manifestaba cn esa aprehen- sidn de ta locura, con anterioridad a cualquier insticucién ¢ incluso al mar- gen de todo discurso de verdad, era un cierto poder que denomino “poder de disciplina”. . 2Qué es ese poder? La hipdresis que quiero proponer es que en nuestra sociedad existe algo que podriarmos llamar poder disciplinario. Por ello ‘no entiendo otra cosa que cierta forma terminal, capilar del poder, un ultimo celevo, una modalidad mediante la cual el poder politico y los poderes en ge- neral logran, en Ultima instancia, tocar los cuerpos, aferrarse a ellos, tomar en cuenta los gestos, los comportamientos, los hibits, las palabras; la mane- ra, en sintesis, como todos esos poderes, al concentrarse en el descenso hacia los propios cuerpos y tocarlos, trabajan, modifican y dirigen lo que Servan llamaba las “fibras blandas del cerebro”. En otras palabras, creo que el po- 2 CE. infta, clases del 12 y 19 de diciembre de 1973 y 23 de enero de 1974. 2 Joseph Michel Antoine Servan, Dascoters sur Uadntinistration..., op. city p- 35. 60 EL PODER PSIQUIATRICO der disciptinario es uaa modalidad dererminada, muy especifica de nuestra sociedad, de io que podtiames denominar contacto sindptico cuerpo-poder.* La segunda hipétesis es que ese poder disciplinario, en su especificidad, cene una historia, no nacié de una sola vez pero campoco existié siempre: se form6 y siguid, en cierto modo, una trayectoria diagonal a través de la socie- dad occidental. Y para no tomar sino Ia historia que va desde la Edad Media hasta nuescros dias, creo posible decir que ese poder, en lo que tiene de espe- c{fico, no se formé del todo al margen de la sociedad medieval, pero tampo- co, sin duda, én su centro, Se constituyé dentro de las comunidades religio- sas; de esas comunidades religiosas se trasladd, transformdndose, hacia las comunidades Jaicas que se desarrollaron y multiplicaron en el perioda previo a la Reforma, digamos en los siglos xIV y xv. ¥ se puede captar a la perfec- cidn ese traslado en ciertos cipos de comunidades faicas no exactamente con- ventuales, como los famosos “Hermanos de ta Vida Comiin”, que, a partir de una serie de iécnicas tcomadas de la vida conventual, y a partir también de una seri¢ de ejercicios ascéticos procedentes de coda una tradicidn del ejerci- cio religioso, definicron métodas disciplinarios concernientes a fa vida coti- diana y a Ja pedagogia.’ Pero dsre es sélo un ejemplo de tode ese enjambre, anterior a la Reforma, de disciplinas convencuales 0 ascéticas. Y poco a poco, * Bl manuscrito agsega: “Lo cual implica, en un plano merodoldgice, dejar de lado el problema del Estado, de los aparatos det Estado, y liberarse de la nocién psicosociolégica de auroridad”. * Fundada por Gérard Groore (1340-1384) en Deventer, Holanda, en 1383, la comunidad de los “Hermanos de la Vida Comun’, inspirada en log principios del vedlogo flamenco Jan (Jo- hannes) Van Ruysbroek y la mistica renana del sigla xv (cf. infia, nota 9 de la clase del 28 de noviembre de 1973). pretende sencar las bases de una reforma de la ensefianza mediante la cransposicién a la educacion de una parte de las técnicas espiricuales. Hasta fines del siglo xV se abren numerosas casas en Zwolle, Delft, Amersfoort, Lieja, Utrecht, etc. Véase Michel Fou- cault, Surveiller et punir. Naitsance de la prison, Paris, Gallimard, 1975, col. “Bibliotheque des histoices", pp. 163-164 (trad. esp.: Vigilar y castigan Nucimiento de lz prisidn, México, Siglo Xxt, 1976); Albert Hyma, The Brethren af the Common Life, Grand Rapids, W. B. Erdmans, 1950; G. Groote, textos escogidos, en Marcel Michelet (comp.), Le Rhin mystique. De Mattre Eclebart 4 Thomas a Kempit, Paris, Fayard, 1957; Louis Cognet, fntroduction aux mystiques rhéno-fla- mands, Paris, Desclée de Brouwer, 1968; Willem Lourdaux, art. “Freres de la Vie commune”, en cardenal Alfred Baudrillart (dir), Dictionnaire d'histoire et de geographic ecclésiassiques, reedi- cidn, Paris, Letouzey et Ané, 1977, 1. 18 (I ed.: 5. 0) CLASE DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 1973 61 vemos que estas técnicas se difunden en scala muy amplia, penetran la so- ciedad del siglo xvi y sobre todo de los siglos XVII y XVIII y se convierten du- rante el siglo x1X en la gran forma general de ese contacto sindptico: poder politico-cuerpo individual. Creo que Ja culminacién de coda esta evolucién que va, para comar una referencia mas 0 menos simbdlica, de los Hermanos de la Vida Comin, en el siglo Xt, al punto de eclosién —es decir, el momento en que ese poder dis- ciplinario se convierte en una forma social absolutamente generalizada~, es El Pandptico de Bentham, de 1791,° que presenta con toda exactitud !a fér- mula politica y técnica mds general del poder disciplinario. Creo que el en- frenramienco de Jorge iil y sus servidores mds 0 menos contemporaneo de El Panéptico-, esa confrontacion de la locura del rey y de 1a disciplina médi- ca, ¢s uno de los puntos histéricos y simbdlicos del surgimiento y {a instala- cién definitiva del poder disciplinario en la sociedad. Y no me parece que se pueda analizar ef funcionamiento de la psiquiacria limiténdose justamente al funcionamiento de la inscitucién asilar. No se trata, desde luego, de analizar el funcionamiento de la psiquiatria a partir de su supuesto discurso verdade- 10; pero creo que ni siquiera es posible hacerlo a partir del andlisis de la ins- ticucién: el mecanismo de la psiquiatria debe comprenderse sobre la base del funcionamiento de ese poder disciplinario. Hk 3 Escrita en 1787 con la forma de carcas dirigidas a un corresponsal anénime, la obra de Jeremy Bentham se publicd en 1791 con el titulo de Panapticon, or the Inspection-Hiouse. Con- taining the idea ofa new principle of construction applicable to any sort of establishment in which persons of any description are to be kept under inspection, and in particular to penitentiary-houses, prisons, houses of industry [...} and schools, with a Plan of Management adapted ta the principle, en Works, edicién establecida por Bowring, Edimburgo, Tait, 1791, La traduccién (a cargo de Maus Sissung) de las 21 carras que componen la primera parte se publicé con el citulo de Le Panepticon, precedidoa de “Lecil du pouvoir. Entretien avec Michel Foucault”, Parfs, PR Bel- fond, 1977, col. “LEchapée” (primera traduccion: Penoptique. Mémoire ser un nowvtan prin- cipe pour construire des maisons dinspectiun, et nommdment des maisons de force, Pacis, Impri- metie nationale, 1791; reeditado en Buures de Jérémy Bentham, Le Panoptique, compilacién de Dumont, Bruselas, Louis Hauman et Cie., 1829, t. 1, pp. 245-262) (trad. esp.: Bl Pandpti- co, seguido de “El ojo del poder”, Madrid, Ediciones de la Piquera, 1989]. 62 EL PODER PSIQUIATRICO Enronces, :qué es ese poder disciplinario? De eso quiero hablarles esta noche. No es muy sencillo estudiarlo. Ante todo, porque abarco una escala temporal bascance amplia; comaré ejemplos en las formas disciplinarias que van a aparecer en el siglo xvi y se desarrollan hasca las pascrimertas del si- glo Xvi. Tampoco es sencillo porque, para hacer bien las cosas, habria que analizar ese poder disciplinario, esa conjuncidn cuerpo-poder, en oposicion a offo tipo de poder que presuntamente es anterior y se yuxtapuso a él. Es- to es lo que voy a empezar a hacer, sin estat, por otra parte, demasiado se- guro de lo que les digo. Me parece que podemos oponer el poder disciplinario a un poder que lo precedjé hisréricamente y con el cual, por lo demas, aquél se entrelazd du- rante mucho tiempo antes de triunfar. En coneraste con el poder de discipli- na, entonces, daré a ese poder precedente el nombre de poder de soberania, aunque la palabra ao me fascina. Ya verdn por qué. nek {Qué es el poder de soberania? Me parece que es una relacion de poder que liga al soberano y al sbdico segdin un par de relaciones asimedtricas: por un lado la sustraccién, por otro, ef gasco. En la relacién de soberania, el sobera- No sustrae productos, cosechas, objetos fabricades, armas, fuerza de trabajo, coraje; también tiempo y servicios. Y aunque no va a devalver !o que ha to- mado, pues no estd obligado a hacerlo, en una operacion simérrica de ceci- procidad se producird ef gasco del soberano, que puede adoprar, ya sea la forma del don, hecho en ocasién de cerernonias rituales -dones de aconteci- mientos festivos, dones en el momento de un nacimiento-, ya sea fa de un servicio, pero muy distinro de lo que se ha sustrafdo: por ejemplo, el servicio de proreccidn o ef servicio religioso a cargo de la Iglesia; puede cratarse tam- bién del gasto pagado cuando, con motivo de festividades o de la organiza- cidn de una guerra, el sefior hace trabajar, por medio de cetribuciones, a quicnes lo rodean. Tenemos entonces este sistema de sustraccién y gasto que a mi juicio caracreriza el poder de tipo soberano. Desde luego, la sustraccién siempre s¢ impone con mucho al gasto, y la disimetria es tan grande que, detrds de esa relacién de soberania y el par disimécrico sustraccién-gasto, ve- mos perfilarse con mucha claridad la depredacién, ef saqueo, la guerra. CLASE DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 1973 63 En segundo lugar, la relacién de soberanfa siempre leva, me parece, la marca de una anterioridad fundadora. Para que haya relacién de soberania, es preciso que exista algo semejance a un derecho divino 0 a una conquista, una victoria, un acto de sumisién, un juramento de fidelidad, un acto con- certado entre el soberano que ocorga privilegios, una ayuda, una proteccién, etc., y alguien que, a cambio, se compromete; o es necesario un nacimiento y los derechos de sangre. En sintesis, y para decirlo de algtin modo, la rela- cién de soberanfa siempre mira hacia atrds, hacia algo que la fundé de una vez por todas. Pero esto no impide que esa relacién de soberania deba reac- tualizarse de una manera regular o ireegular; y siempre la reactualiza she aqui una de sus caracteristicas— algo semejante a la ceremonia, el ricual, y también el relaco; es accualizada por gescos, marcas, habitos, obligaciones de saludo, sefiales de respeto, insignias, blasones, etc. El hecho de que toda rela- cién de soberania se funde en una anterioridad y se reactualice a craves de una serie de gestos mds o menos rituales sc debe a que, en cierto sentido, cs intangible y esta dada de una vez por todas, peto al mismo tiempo es frdgil, siempre susceptible de caducidad, de ruptura. En consecuencia, para que esa relacién de soberanfa se mancenga efectivamente, siempre existe, al margen del rito de recomienzo, de reactuatizacién, al margen del juego de las marcas cicuales, la necesidad de cierto complemenco de violencia o cierta amenaza de violencia que est4 por detras de esa relacién, que la anima y la sostiene. El reverso de la soberania es la violencia, la guerra. Tercera caracter(stica de las relaciones de soberanfa: no son isotdpicas. Con ello quiero decir que se entrecruzan, se entrelazan unas con otras de una manera que hace imposible establecer encre ellas un sistema tal que la jerarquia sea exhaustiva y planificada. En otras palabras, las relaciones de so- beranfa son sin duda relaciones perpetuas de diferenciacién, pero no de ela- sificacién; no constituyen un cuadro jerérquico unitario con elementos su- bordinados y elementos superordinados. El hecho de que no sean isotépicas significa, ante todo, que carecen de una medida comuin; son heterogéneas enuc si. Tenemos, por ejemplo, la relacién de soberania que encontramos entre el siervo y el sefor; tenemos otra relacién de soberania, absoluramente imposible de superponer a la anterior, entre poscedor del feudo y soberano feudal o suzerano [swzerain}; existe también la relacion de soberania ejercida por el sacerdore sobre el laico. ¥ no es posible integrar todas estas relaciones 64 EL PODER PSIQUIATRICO dencro de un sistema verdaderamente uinico. Ademas —y esto también marca la falta de isoropfa de la rciacién de soberan{a—, los elementos que implica, que pone en juego,.no son equivalences: una relacién de soberania puede in- cumbir perfectamente a fa relacién entre un soberano 0 un suz¢rano —no ha- go diferencias en un andlisis tan esquemitico como éste- y una familia, una colectividad. Jos habitantes de una parroquia 0 una regién; pero la soberania puede referirse a algo distinto de esas multiplicidades humanas, puede recaer sobre una tierra, un camino, un instrumento de produccién —un molino, por ejemplo o los usuarios: la gente que pasa por un peaje, un camino, queda incluida en Ja relacién de soberania. cidn en la De modo que, como ven, Ja refacién de soberanfa es una rel: cual el elemento-sujeto no es tanto -¢ incluso pucde decirse que no es casi Nunca un individuo, un cuerpo individual. La relacién de soberanfa no se aplica a una singularidad somatica sine a multiplicidades que, de alguna for- ma, estin por encima de la individualidad corporal: a familias, usuarios o, al contrario, a fragmentos, aspectos de la individualidad, de la singularidad so- méarica. En fa medida en que uno es hijo de x, burgués de tal ciudad, etc., queda incluido en una relacién de saberanfa, sea uno el soberano @, al con- trario, el stibdito, y se puede ser a la vez stibdito y soberano en diferentes as- ion total de todas esas relaciones ja- pectos, y de cal manera gue Ia planifi més puede desplegarse en un cuadro Unico. £n otras palabras, en una relacién de soberania, lo que Ilamaré la funcién sujeto se desplaza y circula por encima y por debajo de fas singularidades so- maticas; y, a la inversa, los cuerpos circulardn, se desplazardn, se apoyarin agui o alld, huirdn, En esas relaciones de soberania vamos a tener, por lo tan- To, un juego perpetuo de desplazamientos, de litigios, que pondran en circu- Jacién reciproca las funciones sujeros y las singularidades somdticas; diga- mos, con una palabra que no me gusta mucho, y dentro de un momento verdn por qué, los individuos, ¥ la fijacién de Ia funcién sujeco en un cuerpo determinado sdlo puede hacerse de una manera discontinua, incidental, oca- sional, por ejemplo en las ceremonias; en ese momento, el cuerpo del indivi- duo est4 marcado por una insignia, por el gesto que hace; en el homenaje, por ejemplo, es el momento en que una singularidad somatica se hace mar- car concretamente por el sello de la soberanfa que la acepta, o bien a sobera- nia hace valer sus derechos por medio de la violencia y los impone por la CLASE DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 1973 65 fuerza a alguien a quien somete. Por lo canto, en el nivel mismo de aplica- cidn de la relacién de soberanfa, en el excremo inferior, por decirlo asi, de esa relacién, jams encontramos una adecuacién entre ésta y las singularida- des corporalcs. En cambio, si consideramos la cima, veremos en ella la individualizacién que no encontramos abajo; comenzamos a verla esbozarse en lo alto. ‘Tene- mos una suerte de individualizacién tendencial de la relacién de soberania hacia lo alto, es decir, hacia el soberano. Y habrla algo semejante a una espi- ral mondrquica que encrafia necesariamense ese poder de soberania. Enton- ces, en la medida en que ese poder de soberania no es isotdépico, sino que implica litigios y desplazamientos perpetuos, en la medida en que por detris de las relaciones soberanas murmiuran atin la depredacién, el saqueo, Ja gue- rra, etc, y el individuo como tal no esté nunca contenido cn la relacién, es preciso que haya, en un momento dado y hacia lo alco, algo que asegure el arbicraje; es preciso que haya un punto tinico, individual, que sca el vértice de todo ese conjunto de relaciones hecerotépicas entre sf y absolutamente imposibles de incluir en un solo cundro. La individualidad del soberano esta implicada por la falta de individuali- zacién de los elementos a los cuales se aplica la relacién de soberanfa, Nece- sidad, por consiguiente, de un soberano que sca cn su propio cuerpo el pun- to hacia el cual convergen todas csas relaciones ran multiples, tan diferentes, can inconciliables. Asi, en la cumbre misma de ese tipo de poder cenemos al- go semejance al rey en su individuatidad, con su cuerpo de rey. Pero observa- mos de inmediato un fenémeno muy curioso, que ha sido estudiado por Kantorowicz en su libro (Los dos|* cuerpos del rey’ para asegurar su soberanfa, el rey debe ser un individuo con un cuerpo pero es preciso, ademds, que ese cuerpo no perezca con la singularidad somatica del monarca; cuando éste de- saparece, es necesario que la monarquia permanezca; ese cuerpo del rey, que mantiene unidas todas las relaciones de soberania, no debe desaparecer con el * Grabucia: El doble ® Benst Kantorowicr, The Kings Twn Bodies: A Seidy in Mediewat Political Theology, Peince- ton, Princeton University Press, 1957 (versién francesa: Ler Dene corps du roi. Essai sur la théuln- Sit politique du Moyen-Age, traduccién de J.-P Genet y N. Gener, Paris, Gallimard, 1989. col. “Bibliotheque des histoires”) [erad. esp.: Los dos cuerpos del rey, Madcid, Alianza, 1985}. 66 EL PODER PSIQUIATRICO individue X o Y que acaba de moric. Es menescer, por lo tanto, cierta perma- nencia del cuerpo del rey; éste no debe ser su mera singularidad somatica si- no, ademas, la solidez de su reing, de su corona. De mode que la individuali- zacién que vemos esbozarse por el lado de la cima de Sa relacién de soberania implica la multiplicacién de los cuerpas del rey. Segtin Kantorowicz, cl cucr- po del rey es al menos doble; si lo estudidramos de cerca es probable que vié- ramos, al menos desde cierta época, un cuerpo absolutamente multiple. Creo, enconces, que se puede decir lo siguiente: la relacién de soberania vincula, aplica algo que es un poder politico sobre el cuerpo, pero nunca po- ne de manifiesto la individualidad.* Es un poder que no tiene funcign indi- vidualizadora o que sdlo esboza la individualidad por el lado del soberano, y ademéas, al precio de cierta curiosa, paraddjica y mitolégica mutriplicacién de los cuerpos. Por un lado, cuerpos pero no individualidad; por otro, una individualidad pero una mulriplicidad de cuerpos. Pues bien, vamos ahora al peder disciplinario, porque querria hablar sobre todo de él. Creo que podemos oponerlo casi término a término con el poder de so- berants. En primer lugar, el poder disciplinario no pone en juego ese meca- nismo, ese acoplamienro asimétrico de la sustraccién y el gasto. En un dis- positivo disciplinario no hay dualismo ni. asimeteta; no hay esa especie de capcuca fragmencacia. Me parece que el poder disciplinacio puede caracteri- zarse ance code por implicar no una sustraccién del producto, de una parce * del ciempo o de cal o cual categoria de servicio, sino una captura total o, en todo caso, que tiende a ser una captura exhaustiva def cuerpo, tos gestos, el tiempo, el comporttamiento de! individuo. Es una captura del cuerpo y no del producto; es una captura del tiempo en su cotalidad y no del servicio. Tenemos un ejemplo muy claro de ello en {a aparicién, desde fines del si- glo Xvi y a fo largo de tado el siglo xvitt, de la disciplina militar. Hasta prin- cipios del siglo xvi, hasta la Guetra de fos Treinta Aftos, a grandes rasgos, la * El manusctito aclara: “El polo sujevo jamais coincide continuamente con ta singularidad somiatica, salvo en el ritual de la mares”, CLASE DEL 2! DE NOVIEMBRE DE 1973 67 disciplina militar no exiscia; fo que habia cra un pasaje constante del vaga- bundeo al ejército; éste siempre estaba constituido por un grupo de gence re- clurada por las necesidades de !a causa y durante un tiempo determinado, y ala que se aseguraba la comida mediance el saqueo y el alojamiento a través de la ocupacién inmediata de los lugares que podian encontrar a su paso. En otras palabras, en ese sisterna que todavia era del orden de la soberania se susteafa cierto tiempo de la vida de la gente, se sustraian algunos de sus re- cursos exigiéndoles que acudieran con sus armas y se les prometia algo que era la gran retribucién del pillaje. A partic de mediados del siglo xvul vemos surgir el sistema disciplinario en el efército; es decir, un ejército que esta acuartelado y en el cual los solda- dos tienen una ocupacién, Estén ocupados durante todo el dfa, duranre co- do el tiempo de la campafa y también, salvo cierta cantidad de desmoviliza- ciones, durante el perfodo de paz y, en ultima instancia, hasta el fin de sus dias, porque a pactir de 1750 © 1760, cuando el soldado termina su vida de tal, recibe una pensidn y se convierte en soldado retirado. La disciplina mili- tar comienza a ser la confiscacién general del cuerpo, del tiempo, de la vida; ya no es una suscraccién de la actividad del individuo, es una ocupacién de su cuerpo, su vida y su tiempo. Todo sistema disciplinario, a mi juicio, tien- de a ser una ocupacién de! tiempo, la vida y el cuerpo del individuo.” En segundo lugar, el sistema disciplinario, para funcionar, no necesita ese juego discontinuo y ritual, més o menos ciclico, de las ceremonias y las tnar- cas. Bi poder disciplinario no es discontinuo; implica, al contrario, un pro- cedimienco de contro! constante; en el sistema disciplinario uno no estd ala eventual disposicién de otra persona, sino perpetuamente bajo la mirada de alguien o, en todo caso, en situacién de ser observado. No est, en consc- cuencia, marcado por un gesto hecho de una vez por todas o por una situa- cién planteada desde el inicio; uno es visible y estd constantemente en situa- cién de ser mirado. De una manera més precisa, podeimos decir que en la relaci6n de poder disciplinario no hay referencia a un acto, un aconteci- miento 0 un derecho originarios; al contrario, el poder disciplinario se refie- re aun estado terminal u éptimo. Mira hacia el porveait, hacia el momento 7 Foucaule desartollard este punto en Surveiller et punir..,, op. vit, tercera patte, “Disci- pline”, cap. 1, “Les corps dociles”, pp. 137-171. 68 EL PODER PSIQUIATRICO en que todo funcione por sf solo y la vigilancia no renga inds que un cardcter virtual, cuando la disciplina, por consiguiente, se haya convertido en un ha- biro. En la disciplina tenemos una polarizacién genética y un gradiente tem- poral que son exactamente lo inverso de esa referencia a la ancerioridad que encontramos de manera ineludible en la relacion de soberania. Toda discipli- na implica esa especie de molde genético por el cual, desde un punto que no esta dado como la situacién insoslayable sino, al contrario, como el punto cero del comienzo de ta disciplina, debe producirse un desarrollo cal que ésta funcione sola, Por otra parte, ese funcionamiento permanente de la discipli- na, esa especie de continuidad genética que caracteriza el poder disciplina- rio, gquién los garantizard? No lo hard, por supuesto, la ceremonia ritual o ciclica; sera, al contrario, el ejercicio, el ejercicio progresivo, graduado, el ejercicio que expondrd con deralle a Jo largo de una escala temporal el creci- miento y el perfeccionamienco de la disciplina. También en este caso podemos comar el ejemplo def ejércico. En el ejér- cito, tal como existia bajo esa forma que llamaré poder de soberania, habia algo que podriamos denominar “ejercicios” pero que, a decir verdad, no te- nia en absoluro la funcidn del ejercicio disciplinario: eran cosas como ias justas, los juegos. Vale decir que los guerreros, al menos quienes !o cran por estatus, los nobles, los caballesos, practicaban regularmeare Ja justa, etc. En cierto sentido, esto puede interpretarse como una suerte de ejercicio, de puesta en forma del cuerpo; pero era en esencia, creo, un ensayo de valencia, una prueba mediante I: cual el individuo mostraba que seguia estando en condiciones de merecer su escatus de caballero y hacer honor, por fo tanto, a la situacién que le correspondia y por la cual ejercfa una seric de derechos y disfrutaba de una serie de privilegios. La justa era acaso un cjercicio; pero era sobre todo, me parece, la repeticidn ciclica de la gran prueba por la cual un caballero se convertia en caballero. Desde el siglo xvnt, sobre todo a partir de Federico uy el ejército prusiano, vemos aparecer en el ejército, al contrario, algo que antes practicamente no existia, y que es el cjercicio corporal. Ejercicia corporal que no consiste, cn el cjército de Federico I y los ejércitos occidentales de fines det siglo xvuI, en algo similar a la justa, es decir, ensayar, reproducir el acto mismo de !a guerra, El ejercicio corporal es un adiestramiento del cuerpo; adiestramiento de la habilidad, la marcha, Ia resistencia, los movimiencos elementales, y ello CLASE DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 1973 69 de acuerdo con una escala graduada, muy diferente de la repeticidn cicli de las justas y los juegos. Por lo tanto, no una ceremonia sino un ¢jercicio: ése es el medio por ci cual se asegura esa [especie} de continuidad genética que, 4 mi entender, caracteriza ala disciplina.® Para que la disciplina sea siempre ese control, esa captura permanente y global del cuerpo del individuo, creo que est necesariamente obligada a uti- lizar un instrumento que es la escritura. Entonces, mientras la relacién de soberania implica Ja actualizacidn de la marca, podriamos decir que la disci- ibilidad, su constitucién de los mol- plina, con su exigencia de completa v des genéticos, esa suerte de continuum jerérquico que la caracteri por fuerza a la escritura. Ante todo, para velar por la anotacidn y el registro de todo lo que ocurre, de todo lo que hace el individuo, codo lo que dice; a continuacién, para transmitir ia informacion de abajo arriba a Jo largo de la » apela escala jeraequica, y por ultimo, para poder mantener siempre accesible esa informacién y asegurar asi el principio de la omnivisibilidad que es, creo, la segunda gran caracteristica de la disciplina. El uso de la escritura me parece absolutamente esencial para que el po- der disciplinario sea global y continuo, y podriamos estudiar como, a partir de los siglos XVII y XVIII, tanto en ¢l cjército como en las escuclas, los cen- tros dé aprendizaje y también en el sistema policial 0 judicial, etc., los cuerpos, los comportamiencos y los discursas de la gente son rodeados poco a poco por un cejide de escricura, una suerte de plasma grifico que los registra, los codifi- ca, los transmice a lo largo de la escala jerarquica y termina por centralizarlos.* Creo que tenemos aqui una nueva relacién, una relacién directa y continua de la escritura con el cuerpo. La visibilidad del cuerpo y la permanencia de la es- critura van a Ja par y producen, desde luego, lo que podrfamos llamar indi- vidualizacién esquemacica y cencralizada, Mé limitaré a tomar dos ejemplos de ese juego de la escritura en la disci- plina. Uno corresponde a las escuelas de aprendizaje que vemos formarse en Francia durante la segunda mitad del siglo xvit y se multiplican a lo largo § Sobre los regkamentos de la infanrerfa prusiana, cf. ibid., pp. 159-161. * El manuscrico dice: “Las cuerpos, los gestos, los comportamicntag, los discursos son ro- deados poco a poco por un tejido de escricura, un plasma geifico, que los registra, 1os codifi- ea, los esquernatiza”. 70 EL PODER PSIQUIATRICO del siglo xvit. Tomemos, si les parece, el aprendizaje corporativo de la Edad Media, del siglo xvt e, incluso, del siglo xvit: medianre un aporte econdmi- co, un aprendiz entraba al taller de un maestro y ésce, en funcién de Ia suma de dinero entregada, no tenfa otra obligacién que transmitirle a cambio la cotalidad de su saber; a uavés de ello, el aprendiz debfa prestar al maestro to- dos los servicios que éste le solicitara. Intercambio, por lo tanto, del servicio cotidiano por ese gran servicio que era la transmision del saber. ¥ al cabo del aprendizaje habia una sola forma de control, la obra maestra, que se somecia a la cofradia de maestros, es decir a quienes tenfan la responsabilidad de la corporacién o el cuerpo de oficio en la ciudad en cuestién. Ahora bien, en la segunda mitad del siglo xvii comprobamos fa aparicién de instituciones de un tipo completamente nuevo; tomaré como ejemplo fa escuela profesional de dibujo y capiceria de los Gobelinos, que se organizé en 1667 y se perfeccioné poco a poco hasta la sancién de un reglamento im- portance, que debe ser de 1737.? En él vernos que el aprendizaje se hace de una manera totalmente distinta; ance codo, fos alumnos se reparten segtin franjas de edades, a cada una de las cuales se impone un tipo determinado de trabajo. Ese wabajo debe hacerse en presencia o bien de profesores, o bien de gence que lo supervisa; y el trabajo debe recibir una nota, al igual que e comportamiento, la asistencia, el afin del alumno durante su labor. Esas no- tas se consignan en registros que se conservan y transmiten de jerarquia en jerarquia hasta el propio director de fa manufactura de los Gobelinos, y de ahi se envia al ministerio de Ja Casa Real un informe sucinto sobre la calidad del trabajo, las capacidades de los alumnos y la posibilidad, en lo sucesivo, de considerarios efectivamente como maestros. Presenciamos aqui la consti- tucién en torno del comportamiento del aprendiz de toda esa red de escritu- ra que, por una parte, codificar4 toda su conducta, en funcién de una serie de notas determinadas de antemano, luego fa esquematizard y, por ultimo, la ” Bl edicto de noviembre de 1667 para el establecimiento de una Fabrica de mucbles de la Corona en los Gobelinos decermina el cecluramienta y ta condicién de los aprendices, organiza un aprendizaje corporativo y frnda una escuela de dibujo. £n 1737 se sanciona un nuevo re- glamento. Cf también Edouard Gerspach (comp.), La Manufaccere nationate des Gobelins, Pax ris, Delagrave, 1892, “Raglement de }680 imposanc de chanter 4 voix basse des canciques dans atelier”, pp. 156-160, Véase Michel Foucault, Surveidler et purir..., op. cit, pp. 188-159. CLASE DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 1973 71 transmitira a un punto de centralizacién encargado de definir su aptitud o ineptitud. Tenemos, entonces, una investidura por ia escritura, la codifica~ cién, la transferencia y la centralizacién; en suma, Ja constitucién de una in- dividualidad esquematica y cenrralizada. Podriamos decir fo mismo con respecto a la disciplina policial que se esta- blecié en la mayor parte de los paises de Europa, y sobre todo en Francia, a partir de la segunda mitad del siglo Xvi, La prdctica policial, en la segunda mitad del siglo anterios, era todavia muy sobria en materia de escrituca: cuan- do se cometia una infraccién que no era de la incumbencia de los tribunales, la decisién, simplemente notificada, quedaba a cargo del teniente de policia (0 sus asistentes). Después, poco a poco, en el transcurso del siglo XVUL se de- sarrollaria todo el cerco del individuo por la escritura. Vemos aparecer, enton- ces, las visitas de control que se hacen a las diferentes casas de internacién pa- ra saber qué pasa con el individuo: por qué ha sido arrestado, en qué fecha, cudl es su comportamiento desde entonces, si ha hecho progresos, etc. V lue- go, el sistema mismo se perfecciona y en la segunda mitad del siglo xviut se comienzan a establecer prontuarios referidos a quienes han tenido un mero contacto con la policia o de los cuales ésta suspecha algo; y hacia la década de 1760, creo, los funcionarios policiales reciben la misién de hacer, con re- ferencia a los individuos sospechosos, informes en des copias, una que debe quedar en el lugar para permitir, por consiguiente, un control del individuo en el propio sitio donde se encuentra -esos informes, desde luego, deben mantenerse actualizados—, y otra que se envia a Paris, donde se centraliza en el ministerio y se difunde por otras grandes regiones correspondientes a dife- rences tenientes de policia para que, si la persona se desplaza, se la pueda identificar sin demora. Y asi se constituyen biografias 0, a decir verdad, indi- vidualidades policiales de fa gente a partir de esas técnicas de lo que denomi- naré ef cerco perpecuo por medio de la escritura. En 1826, cuando se descu- bre la manera de aplicar Ja técnica de las fichas ya utilizada en fas bibliotecas y los jardines botanicos, tenemos ya la constitucién de esa individualidad administrativa y centralizada.'° ‘" Michel Foucault, Surveiller et punir..., op. cit, pp. 215-219. Sobre tos registros poli- ciales del siglo xvi, cf, Marc Chassaigne, La Lieurenance générale de police de Parts, Paris, A. Rousseau, 1906. 7 FL PODER PSIQUIATRICO Por diltimo, la visibilidad continua y pevpetua asi garantizada por la escritu- ra tiene un efecto importance: la extrema proncitud de la reaccién del poder de disciplina permitida por esta visibilidad que es constante en el sistema discipli- nario. A diferencia del poder soberano que sélo interviene de manera violenta, de vez en cuando y con la forma de la guerra, el castigo ejemplar o la ceremo- nia, el poder disciplinario podra intervenir sin descanso desde el primer ins- cante, ef primer gesto, el primer eshozo. EI poder disciplinario tiene una ten- dencia intrinseca a intervenir en ef nivel mismo de lo que sucede, cl momento en que la virtualidad se convierte en realidad; siempre tiende a intervenir pre- viamence, ances del propio acto si es posible, y lo hace a través de un juego de vigilancia, recompensas, castigos y presiones que son infrajudiciales. Y si se puede decir que el reverso de la relacién de soberania era la guerra, creo que también puede decirse que el reverso de la relacidn disciplinaria es ahora el castigo, la presién punitiva a la vez mindscula y continua. En este caso también podrfamos comar un ejemplo de ta disciplina obrera, la disciplina del taller. Uno de los rasgos caracteristicos de los contratos de obreros que se firmaban —y hay algunos de épocas bastante tempranas, en los sighos Xv y xvi— era que el abrero deb/a tetminar su trabajo en tal o cual fecha o dar tantos dfas de trabajo a su patrdn. Si el trabajo no estaba cerminado o no s¢ habia cumplido el numero de dias establecidos, el obrero debia dar el equivalente de lo que faltaba o bien agregar una cantidad de trabajo adicional en concepto de multa, y eventualmente una suma de dinero. Por fo tanto, era un sistema punitivo que se conectaba con lo que se habia cometido efectiva- mente, fuera come perjuicio o como falta, y funcionaba en y a partir de ello. En cambio, desde ef siglo xvi vemos nacer toda una discipfina fabril que ¢s una disciplina tenue y referida, en cierto modo, a las ‘virtualidades mismas del comportamiento. Fin los reglamentos fabriles que se distribuyen en ese momento comprobamos que se vigila el comportamiento de los obre- ros encre si y se registran con minucia sus retrasos y sus ausericias; vemos también que se castiga todo lo que puede ser distraccién, En un reglamento de los Gobelinos que data de 1680, por ejemplo, se aclara que, en caso de entonarse canticos mientras se trabaja, es preciso cantarlos en voz baja para no molescar a quien esta al lado.'' Hay reglamentos que dicen que al volver "' Edouard Gerspach, La Maniylcture..., op. ct CLASE DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 1973 73 del almuerzo o ta cena no hay que contar historias subidas de tone, porque distraen a los obreros, quicnes después carecen de la calma necesaria para tra- bajar. Presién continua, entonces, de ese poder disciplinario que no recae so- bre [a falca, el perjuicio, sino sobre la virtualidad de] comportamiento. Aun antes de que el gesto sea una realidad debe poder identificarse algo, y el poder disciplinario debe intervenir; intervenir, en cierto modo, antes de la manifes- tacién misma del comportamiento, antes del cuerpo, el gesto o el discurso, en eLplano de la virtualidad, la disposicién, la voluntad, el nivel del alma. Asi vemos proyectarse decras del poder disciplinario algo que es el alma, un alma muy diferente de la que habian definido Ja practica y la reorfa cristianas, Para resumir todo este segundo aspecto del poder disciplinario, que po- driamos llamar su cardcter panéptico, la visibilidad absoluta y constante que rodea el cuerpo de los individuos, creo posible decir lo siguiente: ese princi- pio panéptico -ver todo, todo el tiempo, a todo ef mundo, etc.— organiza una polaridad genética del tiempo; efectiia una individualizacién cencraliza- da cuyo soparte ¢ insccumenco es la escricura, € implica, por ultimo, una ac- cién punitiva y concinua sobre las virtualidades de comportamiento que proyecta detrds del propio cuerpo algo semejante a una psique. Terminamos con la tercera caractet{stica del dispositive disciplinario, que lo opone ai dispositivo de soberanfa: los dispositivos disciplinarios son isoté- picos 9, al menos, tienden a la isovopfa. Lo cual quiere decir varias cosas. En primer lugar, en un dispositive disciplinario, cada elemento tiene su lugar bien determinado; ticne sus elementos subardinados y sus elementos superordinados. Los grados en el ejército e, incluso, en la escuela, la distin- cién muy clara entre fas diferentes clases de edades y, dentro de ellas, entre los rangos de cada uno, todo esto, adquirido en el siglo xvi, es un soberbio sjemplo de esa isotopia. No debemos olvidar, para mostrar hasta dénde lle- gaba la cosa, que en las clases disciplinadas segtin el modelo de los jesuitas’? ® Trapuesto a kas casas de la Compafita de Jess por una circular de! @ de enezo de 1599, el Ratio Studiorum ~cedactado en 1586- organiza la disteibucién del estudio por clases, di didas en dos campos y ésros en decurias, a la cabeza de las cuales se pone a un “decuriéa” en- cargado de la vigilancia, CO Camille de Rochemonteix. Un collége de jéinites aux XVII? ex XVII sidcles: Le collage Henri iv de La Fliche, le Mans, Leguicheux, 1889, 1.1, pp. 6-7 y 51-52. Véase Michel Foucaule, Surveiller es punir.... op. cit. pp. 147-148 74 EL PODER PSIQUIATRICO y sobre todo segtin el modelo de escuela de los Hermanos de la Vida Co- miin, el lugar en la clase estaba determinado por Ia posicién dei individuo en sus resultados escolares.'? De tal manera, lo que se denominaba focus del individuo era a la vez su lugar en Ia clase y su rango en la jerarquia de valores y éxitos. Magnifico ejemplo de esa isotopfa del sistema disciplinario. Por consiguienre, en ese sistema, el desplazamiento no puede hacerse por discontinuidad, litigio, guerra, favor, erc.; no puede hacerse por medio de Sa ruptaca como sucedia con el poder de soberania, sino a cravés de un mavi- misaco ceglado que vaa ser el del examen, ef concurso, la ancigtedad, etedeera. Pero isotépico también quiere decir que entre esos discintos sistemas no hay conflicto ni incompatibilidad. Los diferentes dispositivos disciplinatios deben poder articularse entre sf. A causa, justamente, de esa codificacién, de esa esquematizacién, a causa de las propiedades formales dei dispositivo dis- ciplinario, siempre debe ser posible pasar de uno a otro. De tal modo, las clasificaciones escolares se proyectan, sin demasiadas dificultades y por me~ dio de cierta cantidad de correcciones, en Sas jerarquias sociales, téenicas que encontramos en los adultos. La jerarquizacién que observamos en el sistema disciplinario y militar hace suyas, transformandolas, las jerarqufas disciplina- rias que vemos en el sistema civil, En sintesis, la isoropfa de esos diferentes sistemas es poco menos que absoluta. Por tiltime, isotépico quiere decir sabre todo otra cosa: en el sistema dis- ciplinario, el principio de distribucién y clasificacién de todos los elementos implica necesariamente un residuo; siempre hay, enconces, algo “inclasifica- ble”. En las relaciones de soberania, por su parte, el obstaculo que encontrd- bamos era el limice entre los diferentes sistemas de soberania, eran los lici- gios, fos confliccos, fa suerce de guerra permanente entre fos distintos sistemas; ése era ec] punco contra el cual tropezaba ef sistema de soberania. El * Alusion a la innovacisn introducida por Jean Cele (1375-1417), direeror de la escuela de Zwolle, que distribuyé a los alumnos en clases, cada una de las cuales tenia su programa especial, su responsable y su lugar dencro de fa escuela; jos alumnos eran asignados a una u otra en fancidn de sus resultados. CE Gabriel Mir, Aux sources de da pedagagie ces jesuites. Le “Madus Partsiensis’, Roma, Bibliotheca lascieuci Hiscorici, 1968, val. xxvul, pp. 172173; Mathieu-Jules Gaufrts, “Histoire du plan d’écudes protestant”, Bulletive de U'liseaive dir Proves tantisme Frangais, vol. XXV, 1889, pp. 481-498. Véase Michel Foucault, Survesller et punir.... ap. cit. pp. 162-163. CLASE DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 1973 7 punco contra el cual van a chocar los sistemas disciplinarios que clasifican, jerarquizan, vigilan, etc., serd el elemento que no puede clasificarse, el que escapa a la vigilancia, el que no puede entrar en el sistema de distribucién; en stntesis, el residuo, lo irreductible, lo inclasificable, lo inasimilable. Tal se- rd el escollo en esta fisica del poder disciplinario. Por ende, todo poder disci- plinario tendrd sus mArgenes. El desercor, por ejempio, no existia antes de los ejércitos disciplinados, pues s¢ crataba stinplemente del fucuro soldado, cf que dejaba el ejércivo para poder volver a él en caso de necesidad, cuando tu- viera ganas 0 lo Ilevaran por la fuerza. Por el contrario, desde el momenco en que existe un ejército disciplinado, es decir personas que entran en él, hacen carrera, siguen cierto escalafén y son vigiladas de un extremo a otro, et de- sertor es quien escapa a ese sistema y es irreductible a él. De la misma manera, desde el momento en que hay disciplina escolar, vemos surgit al débil mencal.’4 EJ icreductible a la disciplina escolar sélo puede existir con respecto a csa disciplina; quien no aprende a leer y escribir solo puede manifestarse como problema, como limire, a partir del momento Ast, en 1904 el ministro de Instruccién Publica crea una comisién para “estudiar los medios que deben emplearse con el fin de asegurar la insecucciGn primaria {...] a todos los ‘ni- fios anormates y atrasados’”. En ese marco, Alfred Binet (1857-1944) recihe en 1905 la tarea de decetininar Ia manera de identificar a los nifios rereasades. Junto con Théodore Simon (1873-1961), director de fa culonia de nifios de Perray-Vauciuse, Binet emprende fn realiza- cidn de encuestas mediante cuestionatios en las escuelas del segundo y el vigésimo distritos de Paris, y sobre esa base ambos elaboran una “escala métriea de la inceligencia destinada a eva- luar los cetrasos del desarrollo” (Alfted Binet y Théodore Simon, “Applications des mérhodes nouvelles au diagnostic du niveau intellectuel chez les enfants normaux et anormaux d’hospi- ce et Cécole”, en LAnnde Prychologique, (Xi, 1905, pp. 245-336). Los débiles mentales se de- finen entonces mediante “una caracteristica negativa’: “debido a su organizacion fisica ¢ inte- fecrusl, estos seres son incapaces de sacar proveche de los métodos de instruccién y edicacién que sé utilizan ex las escuelas piblicas” (Alfted Binet y Théodore Simon, Les Enfants anor mau. Guide pour Ladmission des enfitnts anormaus dans les clastes de perfectionnemens, profacio tie Léon Bourgevis, Paris, Armand Colin, 1907, p. 7) [tead. esp: Lor ntfs anarmales. Guia para la admisisn de nifos anormales en clases de perfeccionamiento, Madrid, Ciencias de la Educaciéa Preescolar y Especial, 1992]. Cf. Gaby Netchine, “Idiots, débiles er savants au xn sitcle”, en René Zazzo (comp.), Let Debilités mentales, Pacis, Armand Colin, 1969, col. “U", pp. 70-107 [urad. esp.: Los débiles mentales, Barcelona, Fontanella, 1983]; Francine Muel, “Lécole obligatoire et invention de lenfance anormale”, es Actes de lu Recherche en Sciences Sociales, \, enero de 1975, pp. 60-74. 76 EL PODER PSIQUIATRICO en que la escuela sigue el esquema disciplinario. De igual modo, ;eudndo aparecié Ja categoria que flamamos los delincuentes? Estos, no los infractores —pues es cierto que toda ley tiene por correlaro Ja existencia de infractores que la violan-, los delincuentes como grupo inasimilable, como grupo irre- ductible, sélo podian apacecer a partir de la existencia de una disciplina poli- cial con respecte a la cual surgen. Ea cuanto al enfermo mental, es sin duda el residuo de todos los residuos, el residuo de todas las disciplinas, aque! gue, dentro de una sociedad, es inasimitable a todas las disciplinas escolares, militares, poticiales, etcétera. Par lo canto, creo que tenemos aqui una caracteristica propia de esta iso- topfa de los sistemas disciplinarios: la cxistencia necesaria de los residuos, que va a ocasionar, desde luego, la aparicién de sistemas disciplinarios com- plementarios psra poder recuperar a esos individuos, y asi al infinito. Como hay débiles mentales, es decir, gente irreductible a la disciplina escolar, se van a crear escuelas para ellos, y luego escuelas para quienes son irreductibles a las escuelas destinadas a los débiles mentales. Qcurre lo mismo en lo con- cerniente a los delincuentes; la organizacién del “hampa” fue, en cierto ma- do, la obra comtin de la policia y de quienes eran irreductibles, El hampa es una manera de hacer colaborar efectivamente al delincuente en el trabajo de fa policfa. Puede decirse que es [a disciplina de quienes son irreductibles a Ja disciplina policial. En resumen, ef poder disciplinario tiene la doble propiedad de ser ano- mizante, vale decir, de poner siempre a distancia a una serie de individuos, exponer la anomia, lo irreductible, y de ser siempre normalizador, inventar siempre nuevos sistemas de recuperacién, restablecer siempre la regla. Los sistemas disciplinarios se caracterizan por un trabajo conscante de la norma en la anomia. Creo entonces que podemos resumir todo esto diciendo que el principal efecto del poder disciplinario es lo que podriamos llamar la modificacién ex- haustiva de las relaciones entre la singularidad somitica, e] sujeto y el indivi- duo. En el poder de soberanfa, en esa forma de ejercicio del poder, tracé de mostrarles que los procedimientos de individualizacién se delineaban en la cima, que habia una individualizacién tendencial por el lado del soberano, con ese juego de los cuerpos multiples que lleva a la individualidad a perder- se en el momento mismo de aparecer. En los sistemas disciplinarios, por el CLASE DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 1973 77 contrario, me parece que en la cima, por el lado de quienes ejercen o hacen funcionar esos sistemas, la funcién individual desaparece. Un sistema disciplinario esté hecho para funcionar por si solo, y su res- ponsable o director no es tanto un individuo coma una funcién ejercida por éste, pero que también podria ser ejercida por aro, cosa que no sucede ja- més en la individualizacién de la soberania. Y, por otra parte, aun el respon- sabie de un sistema disciplinario est4 contenido dentro de un sistema mas grande, que a su vez lo vigila y en cuyo seno esta disciplinado. Hay, enton- ces, borradura de la individualizacién en la cima. En cambio, el sistema dis- ciplinario implica, y esto me parece lo esencial, una individualizacién ten- dencial muy fuerte en ia base. En el poder de soberania intenté mostrarles que ia funcién sujeto no se adherfa nunea a una siagularidad somatica, salvo en casos incidentales como la ceremonia, la marca, la violencia, etc., y que la mayor parte del tiempo, y al margen de esos rituales, circulaba siempre por encinia o por debajo de las singularidades somaticas. En ci poder disciplinario, por el contrario, la fun- cidn sujeto se ajuscta exactamente a la singularidad somdacica: el cuerpo, sus gestos, su lugar, sus desplazamientos, su fuerza, el tiempo de su vida, sus dis- cursos, sobre todo eso se aplica y se ejerce la funcién sujeto del poder disci- plinario. La disciplina es la técnica de poder por la cual la funcion sujeto se superpone y se ajusta exactamente a la singularidad somatica. En una palabra, podemos decir que el poder disciplinario -y ésta ¢s sin du- da su propiedad fundamennal- fabrica cuerpos sujetos, fija con coda exacticud la funcién sujeto al cuerpo; [sélo} es individualizance fen el sentido de que] el individuo no [es] otra cosa que el cuerpo sujeco. Y pocemos resumir toda esta : el poder disciplinario es indi- mecdnica de la disciplina de la siguiente maner: vidualizante porque ajusta la funcién sujeto a la singulacidad somdtica por in- zermedio de un sistema de vigilancia y escritura o un sistema de panoptismo pangrdfico que proyecta por detrds de la singularidad somdcica, como su pro- longacién o su comienzo, un nucleo de virtualidades, una psique, y establece, ademas, la norma como principio de particion y la normalizacién como pres- cripcién universal para todos esos individuos asf consticuidos. Asif pues, en el poder disciplinario tenemos una serie constituida por la funcién sujeto, la singularidad somatica, la mirada perpetua, la escritura, el mecanisino del castigo infinitesimal, la proyeccién de la psique y, por altima, 78 EL PODER PSIQUIATRICO la divisi6n normal-anormal, Todo esto constituye al individue disciplinario; todo esto, Finalmente, ajusta entre si la singularidad somatica y un poder po- Jitico. ¥ Jo que podemos llamar individuo no es aquello a lo cual se aferra el poder politico; la que debemos Ilamar individuo es el efecto producido, el resultado de esa fijacién, por las técnicas que tes he indicado, de! poder polf- tico a Ja singularidad somética. No quiero decir en absoluto que el poder politico sea el unico procedimiento de individualizacién que haya existido en nuestea civilizacién —trataré de volver a ello la vez que viene-, sino que la dis- ciplina es la forma ceeminal, capilar, del poder que constituye al individus co- mo blanco, como partenatre, como contracara en la relacién de poder. En esa medida, y si lo que les digo es cicrto, no se puede decir que el in- dividuo preexisce a la funcidn sujeco, a Ja proyeccién de una psique, a fa ins- tancia normalizadora. A! contrario, el individuo aparecié dentro de un siste- ma politico porque ta singularidad somatica, en virtud de los mecanismos disciplinarias, se convirtié en portadora de {a funcidn sujeto. El individuo se consticuyé en la medida en que la vigilancia ininterrumpida, la escritura con- cinua y el castigo virtual dieran marco a ese cuerpo asf sojuagade y le extraje- ron una psique; y el hecho de que Ia instancia normalizadora distribuyera, ex- cluyera y retomara sin cesar ese cuerpo-psique sirvid para caracterizarlo. No se traca, por tanto, de deshacer las jerarquias, las coacciones, las prohi- biciones, para poner de relieve al individuo, como si éste fuera algo que existe debajo de todas las relaciones de poder, que es preexistente a ellas y sobre quien éstas pesan de manera indcbida. De hecho, el individuo es el cesultade de algo que le es anterior: el mecanismo, todos los procedimientos que fijan el poder politico al cuerpo. Debide a que el cuerpo fue “subjetivizade” esto es, la funcidn sujeto se fijé en él-, a que fue psicologizado, a que fue normali- zado, results posible la aparicién del individuo, y con referencia a ello se pue- de hablar, se pueden emitir discursos, se puede intentar fundar ciencias. Las ciencias del hombre, comadas en todo caso como ciencias del indivi- duo, no son mas que el cfecto de coda esta serie de procedimientos. Por otra parce, advertirdn que serfa absolucamente falso en un plana histérico, y por lo tanto politico, reivindicar los derechos originarios del individuo contra algo comp el sujero, la norma o la psicologia. En realidad, el individuo es, desde el comienzo y por obra de esos mecanismos, sujeto normal, sujeco psicoldgica- mente normal; y, por consiguiente, la desubjetivacién, la desnormalizacién, la CLASE DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 1973 79 despsicologizacién, implican necesariamente ta destruccién del individuo como tal, La desindividualizacién va a la par con estas otras tres operaciones que les menciono. Querria simplemente agregar una Ultima palabra. Suele hacerse de la emergencia del individuo en el pensamiento y Ia realidad politica de Europa el efecto de un proceso que es a fa vez el desarrollo de la economia capitalisca y la reivindicacién del poder politico por parte de la burguesia; de alli habria nacido la teorfa filoséfico-juridica que, en lineas generales, vernos Cistes, fundada el 2! de marzo de 1098 por Roberco de Molesmes (1028-1111), se se- para de la orden de Cluay para volver a la observancia cigurasa de la cegla de san Benito, con énfasis en fa pobreza, el silencio, el crabajo y fa renuncia al mundo. Cf: R. PB. Helyot et al, Dictionnaire des ordves religicux.,., op. cit, © |, columnas 920-959; Ursmer Berliére, “Les origines de V'ordre de Cireaux er Pordre bénédictin au sar sitele”, en Revue d'Histoire. Ecclésiastique, 1900, pp. 448-471, y 1901, pp. 253-290; Jean Martial Besse, arr. “Cister- ciens", en Alfred Vacant (diz), Dictionnaire de shévlogie catholique, Pacts, Letourey et Ané, 1905, t. i, columnas 2532-2550; Robert Trilhe, art. “Citeaux”, en Fernand Cabrol (dis), Dictionnaire darchéologie chrésienne et de liturgie, Pacis, Letouzey ec Ané, 1913, ¢. ul, colum- nas 1779-1811; U. Berlitre, L’Ordre monastique..., op. cit., pp. 168-197; Jean-Berthold Mahn, LOrdre cistersien et son gouvernement, des origines au milieu du xut sidele (1098- 1265), Paris, E. de Boccard, 1945; Joseph-Marie Canivea, art, “Cireaux (Ordre de)”, en car- denal A. Baudrillart (dir), Diccéonnaire d'histoire et de géographie.... op. cit. t. 12, 1953, co- lumnas 874-997; Louis Julius Lckai, Les Moines blancs. Histoire de Cordre cistercien, Parts, Seuil, 1957. 84 EL PODER PSIQUIATRICO la habia arravesado y corroido. Y gracias « ello, por otra parte, la orden de Ciscet pudo concretar una serie de innovaciones econdmicas; gracias, justa- mente, a esa regla de pobreza, a esos sistemas jerdrquicos, a esas reglas de obediencia y abajo y rambién a todo el sistema de anocacién, contabilidad, ete., que estaban ligados a la préctica disciplinaria. Podriamos decir, asimismo, que el papel a Ia vez critico ¢ innovader de los sistemas disciplinarios durante la Edad Media no se limitd al Ambito de la innevacién econdmica; también lo tuvieron en el orden politico. Es posible aficmar, por ejemplo, que los nuevos poderes politicos que tracan de salir a la luz a través del feudalismo y a partir de los dispasitivos de soberania, esos nuevos poderes centralizados que son Ja monarquia, por un lado, y el papa- do, por otro, inrencan dorarse de instrumentos novedosos con respecto a los mecanismos de soberanfa, instrumentos que son de tipo disciplinario. De tal modo, la orden de los dominicanos, por ejemplo, con coda la nueva discipli- na que representa en comparacidn con las otras reglas mondsticas,* y la or- den de los benedictinos® fueron en manos del papado, ¢ igualmente en ma- nos de la monarquia francesa, un instrumento merced al cual fue posible quebrar ciertos elementos del sistema feudal, ciertos disposicivos de sobera- nia que existian, por ejemplo, en cl Mediodia de Francia, en Occitania, etc. * En 1215, en rorno del cansnigo castellano Dominga de Guzman, se establece una co- munidad de predicadores evangélicos que viven bajo la regia de san Agustin y a quienes el papa Honorio 111 otorga en enero de 1217 el nombre de “Hermanos Predicadores”. Cf: R. PR Helyot ez al, Dictionnaire des ordres religieux..., op. cit. c. 4, columnas 86-1133 Georgina R. Gaibraith, The Constisution of the Dominican Order (1216-1360), Manchester, Publications of the University of Manchester, 1925; Marie-Humbert Vieaire, Histoire de saint Dominique, Paris, Ed. dy Cerf, 1957, 2 vals. {trad. esp.: Historia de santo Domingo, Madrid, Edibesa, 2003], y Saint Dominigue et ses fréres, Pacts, Bd. du Cerf, 1967. Véanse también: Pierre Man- donnet, act. “Fréres Précheuss”, en Alfred Vacant y Eugtne Mangenor (dits.), Dictionnaire de théologie catholique, Paris, Lecouzey et Ané, 1905, t. vi. reed, de 1910, columnas 863-924; R. L, Gichslin, are. “Fréres Précheurs”, en André Raye (dit.), Dictionnaire de spirinualité ascéi que et myscique, Pacis, Beauchesne, 1964, t. v, columnas 1422-1524; André Duval y Macie- Huntbert Vicaire, art, “Fréres Préchours (Ordre des)", en Amédée Baudrillare (dir), Dierion- naire dhistoire et de géographie..., op. cit., t. 18, columnas 1369-1426. > Orden fundada en 529 en Moncecasine por Benito de Nursia (480-547), que a partir de 534 redacta su regla. Cf: R. PP Helyor, art. “Bénédictins (Ordre des)”, en R. BB Helyor geal, Dictionnaire des ordres religiewx..., op. cit... 1, columnas 416-430; Cuthbert Butler, Be- CLASE DEL 28 DE NOVIEMBRE DE 1973 85 De Ja misma manera, los jesuitas® fueron mds adelante, en el siglo xvi, un inscrumentco gracias al cual se suprimieron algunos restos de la sociedad feu- dal. Por lo canto: innovacidn econémica, innovacién politica. También puede decirse que las investigaciones disciplinarias, esa suerte de islotes de disciplina que vemos surgir en la sociedad medieval, pecmicen asimismo innovaciones sociales y, en todo caso, la articulacién de ciertas for- mas de oposicién social a las jerarquias y el sistema de diferenciacién de los dispositivos de soberania. Verios aparecer y constituirse, y ello desde la Edad Media y mucho mds en visperas de la Reforma, grupos comunitarios relati- vamence igualitarios y regidos, ya no por los dispositivos de soberania, sino por dispositives de disciplina: una misma regla que se impone a todos de la misma manera, sin que haya entre aquellos a quienes se aplica otras diferen- cias de estatus que las indicadas por la jerarquia interna del dispositivo. Asi, vemos aparecer muy pronto a los manjes mendicances, que ya representan una especie de oposicién social a través de un nuevo esquema disciplinario.” uedictine Monachivm: Studies in Benedictine Life [...J, 29 ed., Londses, Longmans Green & Co., 1924 (trad. francesa: Le Monachisme bénédictin, uad. de C. Grolleau, Parls, J. de Gi- gord, 1924) [uad. esp: Monacata benedictino, Zamora, Mone Casino, 2001]; Claude Jeans Nesmy, Saint Benoit et la vie monastique, Paris, Seuil, 1959, col. “Materes spirituels” (trad. esp.: San Benito y la vide mondstica, Madvid, Aguilas, 1963); Raymond Tschudy, Les Bénedic- tins, Paris, Ed. Saint-Paul, 1963. © Pundada en 1534 por Ignacio de Loyola (1491-1556) con el fin de luchar contra las he- tejias, la orden de fos jesuicas recibid de} papa Pablo i el nombre de “Compaiia de Jesiis” mediante su bula Regimini Milieantes Feelesiae. CE: R. PP. Helyot et al, Dictionnaire des or- dres religicux..., op. cit... t, columnas 628-671; Alfred Demersay, Histoire physique, économi- que et politique du Paraguay et des ctablissements des jéruites, Paris, Hachette, 1860; Joseph Brucker, La Compagnie de Jésus, Esquisse de son institut et de son histoire, 1521-1773, Paris, G. Beauchesne, 1919; Hubert Becher, Die festciten. Gestalt und Geschichte des Ordens, Munich, Késel-Verlag, 1951; Alain Guillermou, Les Jéstites, Paris, PUF, 1963, col. “Que sais-je?” (trad. esp.: Los jeswitas, Barcelona, Oikos-“Tau. 1970]. ? Las “6rdenes mendicantes" se organizan en el siglo XIN con vistas a regenerar la vida reli- giosa; hacen profesién de vivie exclusivamente de la caridad pilblica, practican Ia pobreza y se consagran al apostolado y la ensefianaa. Las cuatro primeras drdenes mendicantes son los do- minicanos, los franciscanos, los carmelitas y los agustinos a) Sobre los dominicanos, véase spra, nota 4. 86 EL PODER PSIQUIATRICO También vemos comunidades religiosas constituidas esencialmente por lai- cos, como los Hermanos de la Vida Comtin, surgidos en Holanda en el si- glo x1v;° y por ultimo, todas las comunidades populares o burguesas que son las predecesoras inmediatas de la Reforma y cuya prolongacién constatamos, con nuevas formas, hasta el siglo XVI, por ejemplo en Inglaterra, con el pa- pet politico y social que se les conoce; y también en el siglo xvi. En dleima instancia puede decirse, igualmente, que la francmasoneria funcioné en la b) Constituida en 1209 por Francisco de Asis (di Bernardonel, ta “Fraternidad de los Penitentes” de Asis, consagrada a la predicacién de la penicencia, se cransforma en 1210 en una orden celigiosa que adopta el nombre de “Hermanas Menores” (minares. humildes) para evar una vida errance y pobre. Ch: R. RB Helyor er al, Dicsionnaire des ordre; religieius..., ap. cit., t. t, columnas 326-354; Henry Chraces Lea, A History of the Inquisition of the Middle Ages, Nueva York, Harper and Brothers, 1887, 1, pp. 243-304 (trad. francesa: Histoire de LInguisition au Moyen Age, wad. de §. Reinach, Pacis, Société Nouvelle de Librairie ec d’Edi- tion, 1900, t. 1, cap. 6, “Les ordres mendianrs”, pp. 275-346); Edouard d’Alengon, art. “Ere- tes Mineurs”, en Alfred Vacanc y Eugene Mangenor (dirs.), Dictionnaire de théologie cathali- que, op. cit,, t. VI, columnas 809-863; padre Badin Gratien, Histoire de ta fondation et de évalution de Uordre des Fréves Mincurs au xvi sitet, Gembloux, J. Ducuiot, 1928; Frangois de Sessevalle, Histoire générale de Vordre de Saint-Frangais, Le Puy-en-Velay, Ed. de la Revue d'Histoire Franciscaine, 1935-1937, 2 vels.; Joha Richard Moorman, A History of the Francit- can Order from Its Origins to the Year 1517, Oxford, Clarendon Press, 1968 ¢) En 1247, el papa Inocencio tv incorpora a la familia de las “mendicantes” a la orden de Jy Bienaventurada Virgen Maria del Monce Carmelo. Sobre los carmelitas, orden fundada en 1185 por Bertoldo de Calabria. ch: R. P PR Helyot et at, Dictionnaire des ordres religienx.... op. cit, t |, colurmnas 667-705; B. Zimmerman, att. “Carmes (Ordre des)", en A. Vacant tdi), Dictionnaire de shéologie catholique, op. cit. t. i. columnas 1776-1792. d) El papa Inocencio iv decide reunir en una sola comunidad las ermitas de Toscana en el marco de la orden de fos agustinos. CE Jean Marcial Besse, art. “Augustin”, en Alfred Vacant (dir), Dictionnaire de théologie carbolique, op. cit, t. 1, 1903, cohumnas 2472-2483. Sobre las “6rdenes mendicances” en general, cf, ademas del cap, que les dedicé H.C. Lea, A History of the Inqnisition..., op. cits pp. 275-346 (r. i, pp. 458-459 de la versi6n francesa): Félix Verner, Les Ordres menaians, Paris, Bloud et Gay, 1933, col. “Bibliotheque des sciences religieuses”; Jacques Le Goff, “Ordres mendiants ct urbanisation dans la France médiévale”, en Annales ESC, 5, 1970, Histoire et urbanization, pp. 924-965. Michel Foucault vuelve al tema de las érdenes mendicantes de la Edad Media en el marco de un anilisis del “cinismo”; cf. curso de 1983- 1984, “Le gouvernement de soi...", op. cit., clase del 29 de febrero de 1984 * CE. supra, clase del 24 de noviembre de 1973, nora 4. CLASE DEL 28 DE NOVIEMBRE DE 1973 87 sociedad francesa y europea del siglo XVI come una especie de innovacién disciplinaria destinada a alterar desde adentro, saltear y, hasta cierto punto, romper las redes de los sistemas de soberania. Expongo todo esto de manera muy esqueméatica para sefalar que los dis- positivos disciplinarios existieron durante mucho tiempo en el interior y co- mo islotes en el plasma general de las relaciones de soberania. A lo largo de la Edad Media, en el siglo xvi y hasta el siglo xvill, esos sistemas disciplina- rios ocuparon una posicién lateral, cualesquiera hayan sido los usos que se hicieron de ellos y los efectos generales que ocasionaron. Ocuparon una po- sicién lateral; lo cual no impide ver a través de ellos ef esbozo de toda una serie de innovaciones que, poco a poco, abarcarian ef conjunto de la socie- dad. Y juscamence en los siglos XVII y xviii, por una suerte de extensién pro- gresiva, de parasicacién general de la sociedad, vemos constituirse lo que en dos palabras —aunque se crata de una denominacién muy aproximada y es- quemiatica~ podriamos llamar “sociedad disciplinaria”, que susticuye a una sociedad de soberania. iCémo se produjo esta extensidn de los dispositivos disciplinarios? ;Qué erapas recorrié? Y por Ultimo, jcudl fue el mecanismo que les sirvid de so- porte? Creo que podriamos decir, también de un modo muy esquemdacico, que desde el siglo xvi hasta el siglo xvii, la extensién histérica y la parasita- cién global efectuada por los dispositivos disciplinarios tuvieron una serie de puntos de apoyo. En primer lugar, parasicacién de la juventud escolar que, hasta fines del siglo XV y principios del siglo Xvi, habia conservado su autonozuia, sus reglas de desplazamiento y vagabundeo, su propia turbulencia, asi como sus lazos con las agitaciones populares. Y ya fuera con la forma del sistema italiano 0 el sistema francés, con la forma de una comunidad de estudiantes y profeso- res o de una comunidad aurénoma de los primeros con cespecto a los segun- dos, en el sistema general del funcionamiento social habia, de todos modos, una especie de grupo deambulante, un grupo en estado de emulsién, de agi- tacién. Y en el fondo, la disciplinarizacién de esa juventud estudiantil, esa colonizacién de la juventud, fue uno de los primeros puntos de aplicacién y extensién del sistema disciplinasio. Lo curioso es que fa colonizacién de esa juvencud turbulenca y en movi- miento por parce del sistema disciplinario tuvo como punco de parcida la 88 EL PODER PSIQUIATRICO comunidad de los Hermanos de la Vida Comin, es decit, una comunidad religiosa cuyos objetivos ¢ ideal ascético eran muy claros, pues su fundador, un tal Groote, estaba muy ligado a Ruysbroek ef Admirable y, por lo tanto, conocia bien toda la mistica alemana y renana del siglo x1v.? En esa prictica de un ejercicio del individuo sobre si mismo, en esa tentativa de transfor- marlo, en esa busqueda de su evolucion progresiva hasta el extremo de la sal- vacién, én ese trabajo ascético del individuo sobre si mismo, encontramos la matriz, el modelo primordial de la colonizacién pedagégica de la juventud. A partir de alli, y con [a forma colectiva del ascetismo que observamos en los Hermanos de la Vida Comtn, vemos esbozarse los grandes esquemas de la pedagogfa, es decir, la idea de que las cosas sélo pucden aprenderse si se pasa por una serie de ctapas obligatorias y necesarias, ecapas sucesivas en el tiem- po y que marcan, en el mismo movimiento que las conduce a través de éste, otros tantos progresos, El apareamiento del tiempo y el progreso es caracte- ristico del ejercicio ascético y también lo sera de la practica pedagégica. Por ello, en las escuelas fundadas por los Hermanos de la Vida Comin, al principio en Deventer y luego en Lieja y Estrasburgo, habrd por primera vez divisiones en edades y en niveles, con programas de ejeccicios progresi- vos. En segundo lugar, veremos aparecer en esa nueva pedagogia algo que es muy novedoso con respecto a la regla de vida de la juventud de la Edad Me- dia, es decir, la regla del enclauscramienco. El ejercicio pedagdgico, como el gjercicio asc¢tica, debe cumplirse dentro de un espacio clausucado, un me- dio cerrado sobre si mismo y con un minimg de relaciones con el mundo externo, El ejercicio ascético exigia un lugar privilegiado; ahora, de igual ma- nera, el ejercicio pedagdgico demandara su lugar. ¥ también aqui se da algo ° Jan Van Ruysbroek (1294-1381) funda en 1343 una comunidad en Groenendaal, cerca de Bruselas, y en marzo de 1350 la transforma en una orden religiosa obediente a la regla agus- tiniana y consagrada a luchar contra las hesejias y el relajamienco de las costumbres en Ja Iglesia. CE: Francis Hermans, Ruysbrack !Admirable et son école, Paris, Fayard, 1958; Jean Orcibal, fean dee la Croix et les snystiques rhéno-flamands, Paris, Desclée de Brouwer, (966 [trad. esp.: San Juan de la Cruz y bos misticas renano-flamencos, Madrid y Salamanca, Fundacién Universitaria Espa- fiola/Universidad Pontificia de Salamanca, 1987}; L. Cognet, futraduetion ater mystiquer.... op. cit, (eupra, clase del 21 de noviembre de 1973, nota 4); Alexandre Koyré, Myscigues, spirieuebs, alchimister du xVE sitcle allemand, Paris, Gallimard, 1971 (12 ed., 1955) (trad. esp.: Mbbticos, es- Diriiuales y alguimiseas del sigha xvt aleman, Madzid, Akal, 1981] CLASE DEL 28 DE NOVIEMBRE DE 1973 89 nuevo y esencial; coda la mezcla, toda la imbricacion del medio universicario con su enrorno, y en particular el lazo tan importante durante toda la Edad Media enrre la juventud universicaria y las clases populares, serin suprimidos por este principio de la vida claustral, que es un principio ascérico trasladado a la pedagogia. En tercer lugar, uno de los principios del ejercicio ascético es que, si bien éste es cumplido por el individuo mismo, siempre se realiza bajo la direccién constante de alguien que es el guia, el protector, quien hace suya, en todo caso, la responsabilidad del rumbo de aquel que esta comenzando su propio camino ascético. El camino ascético exige un guiéa constante, que tenga per- peruamente los ojos abiertos a los progresos 0, al contrario, a las cafdas o las faltas de quien comienza el ejercicio; de la misma manera —ocra innovacién total con respecto a la pedagogia universiraria de la Edad Media—, vemos la idea de que cl profesor debe seguir al individuo a fo largo de coda su carrera o, al menos, debe conducitlo de uma etapa a la siguiente antes de pasar e! testimonio a otro guia que, mds sabio, mas adelantado, pueda llevar al alum- no ais alld. El guia ascético se convierte en el profesor de clase al cual el alumno esta vinculado, sea durante un ciclo de estudios, sea durante un afio, sea, eventualmente, durante toda su carrera escolar. Pues bien, en este caso no estoy para nada seguro de que el modelo sea ascético pero, sea.como fuere, lo que enconcramos en las escuelas de los Her- manos de la Vida Comun es una organizacién muy curiosa de tipo paramili- tar. Es muy posible que se trace de un esquema de origen mondstico; en efecto, en los convencos, sobre codo en los de la época cristiana arcaica, sé observan divisiones que son a la vez agrupamientos de trabajo, agrupamien- tos de meditacién y agrupamientos, asimismo, de formacién intelectual y es- piritual, que incluyen a diez individuos bajo la direccién de alguien que fos toma a su cargo y es responsable de ellos, y que forman “decurias”. Rs posi- ble que ese esquema, inspirado de manera muy notoria en el ejército roma- no, se haya transferido a la vida mondstica de los primeros siglos cristianos; ° Uno de los rasgos caracteristices de fas escuelas de fos “Hermanos de fa Viela Comin” esa distribucién de ios alumnus en decurias, a cuya cabera se sinia un decurién encargado de vigilar la couducta, Cf M. J. Gauftts, "Histoire du phan d'études procescant”. op. eft, (su- pra, clase del 21 de noviembre de 1973, nora 13). 90 EL PODER PSIQUIATRICO, en todo caso, eso es lo que encontramos en las escuelas de los Hermanos de la Vida Comun, escandidas segtin el esquema militar de la decuria; por otra parce, la organizacién de las milicias burguesas de Flandes tal vez haya repe- tido, de alguna forma, ese modelo. Como sea, tenemos aqui un muy curioso esquema monastico y militar al mismo tiempo, que sitve de instrumento a esa colonizacién de la juventud dentro de las formas pedagdgicas. Presencianios en ello, creo, uno de los primeros momentos de esa coloniza- cién total de una sociedad, por medio de los dispositivos disciplinarios. Encontrarfamos otra aplicacién de esos dispositivos disciplinarios en otro ti- po de colonizacién: ya no ia de la juventud, sino simplemente la coloniza- cién de los pueblos conquistados. Y aqu{ tenemos una historia muy curtosa. Habria que examinar con cierto detalle como se aplicaron y perfeccionaron a la vez los esquemas disciplinarios en las poblaciones coloniales. Al parecer, esa disciplinarizacién se hizo anre todo de una manera bastante diserera, marginal y, curiosamente, en contrapunto con la esclavicud. En efecto, los jesuitas fueron adversarios por razones teoldgicas y reli- giosas, y también por razones econémicas~ de fa esclavitud, quienes. en America del Sur, opusicron a esa utilizacién, probablemente inmediata, bru- tal y muy consumidora de vidas humanas, a esa practica de la esclavirud ran costosa y tan poco organizada, otro tipo de distribucién, contro! y expiota- cién [...]* por un sistema disciplinario. Y las famosas repitblicas de los gua- ranies de Paraguay, calificadas de “comuniscas”, cran en realidad microcos- mos disciplinarios en los cuales habia un sistema jerdrquico cuyas Iaves estaban en manos de los propios jesuicas; los individuos, las comunidades guaranfes, debian adoprar un esquema de comportamiento absolutamente obligatorio que les indicaba sus horarios, las horas de las comidas y del des- canso, y que los despertaba a la noche para que pudieran tener relaciones y hacer hijos a una hora fija."! Pleno empleo del tiempo, entonces. * Grabacién: humanes, "Eo ningun oue aspecto ka impeesién de orden y el énfasis religioso aparecen con unis claridad que en el uso del tiempo. De madeugada, los habitanes van a misa y luego los nifios CLASE DEL 28 DE NOVIEMBRE DE 1973 , a Vigilancia permanente; en las aldeas de esas repuiblicas guaranies, cada uno cenfa su vivienda; pero, a lo largo de todas ellas, habia una especie de acera que permitia mirar a cravés de las ventanas, y éstas, desde luego, no te- nian postigos, para que durante las horas de la noche se pudiera vigilar lo que hacia cada cual. También habia, en particular, una suerte de individuali- zacién, al menos en el nivel de la microcélula familiar, pues cada una de ellas ~que rompia, ademds, la antigua comunidad guarant- recibla una vivienda, y el ojo de la vigilancia recaia precisamente sobre ésta. Pues bien, una especie de sistema penal permanente, en cierto sentido muy indulgence si se lo compaca con el sistema penal europeo de la época -nada de pena de muerte, ni suplicios, ni torcuras—, pero un sistema de cas- tigo absoluramente permanente, que recorria toda Ja existencia del individuo y que, en cada inscante, en cada uno de sus gestos o sus actitudes, era sus- ceptible de sefialar algo indicative de una mala cendencia, una mala inclina- cidn, etc., y entrafiaba, por consiguience, un castigo que podia ser canto mds leve cuanto que, por un lado, era constante, y por otro, jamas se referia a otra cosa que vittualidades 0 acciones apenas esbozadas. El tercer tipo de colonizacién que vemos formarse luego de las corres- pondientes a ta juvenrud escolar y los pueblos coloniales -y no vuelvo a ella porque fue estudiada mil veces, es la colonizacién incerna de los vagabun- concurren a ia escuela y los aduleos, a Jos talleres 0 al campo f,,.} Una vez vetminado el traba- jo comienan fos gjercicios religiosos: cateciso, rosario, plegatias; el Final de la jornada es li- bre y se dedica a fos paseos y los deportes. Un toque de queda marca el cemienzo de la noche [...] Este régimen ciene a la vex cosas del cuartel y del monasterin” (Louis Baudin, Une shéo- cratie socialiste: (Etat pésteite du Paraguay, Paris, MT. Génin, (962, p. 23}. Cf: Lodevien Ans tonio Muracori, 1 Cristianesimo felice nelli missiont de'padri della compagnia i Gesit nel Para- guai, Nenecia, G. Pasquali, 1743 (trad. francesa: Relation des missions du Paraguay, tead. de P Lambert, Paris, Bordellet, 1826, pp. 156-157) [erad. esp.: El cvistianismo feliz en las misiones de los padres de la Compania de Jesiis en Paraguay, Santiago de Chile, Ediciones de la Direc cidn de Bibliotecas, Archivos y Museas, 1997); Alfted Demersuy, Histoire physique, économi= que et politigue du Paraguay..., op. cit; Joseph Brucker, Le Gouvernement des jésuites au Para guay, Paris, 1880; Maria Fassbinder, Der “Jeswitenstaat” in Paraguay, Halle, M. Niemeyer, 1926, Clovis Lugon, La République communiste chrésienne des Gnaranis, Pacis, Editions Ouv- Heres, 1949, col. “Economie et Humanisme”. Michel Foucault ya hace referencia a ello el 14 de marzo de 1967 en una conferencia dictada en ef Cercle d'Etudes Architecturales: “Des es paces autres”, DE, tv, mim. 360, p. 761. 92 EL PODER PSIQUIATRICO dos, los mendigos, los némades, los delincuentes, las prosticuras, etc., y todo el encierro de la época clasica. En todos esos casos se introducen los disposi- tivos disciplinarios y se observa con mucha claridad que derivan directamen- te de las instituciones religiosas. En cierto modo son las institucianes religio- sas: los “Hermanos de la Doctrina Cristiana’,’ relevados a concinuacién por las grandes érdenes pedagégicas, como los jesuitas, que prolongaron me- diante pseudépodes, por decirlo asi, su propia disciplina sobre la juventud susceptible de escolaridad. También son las instituciones religiosas, en este caso los jesuitas, una vez mas, las que cransfirieron su propia disciplina a los paises cofoniales y la transformaron. En cuanto al sistema de encierro, esos procedimientos de co- lonizacién de los vagabundos, los némades, etc., an adoptaba formas muy préximas a la religidn, pues en la mayoria de los casos eran fas érdenes reli- giosas las que renian, si no [a iniciativa, si al menos la responsabilidad de la gestién de esos establecimientos. En consecuencia, lo que vemos aplicarse de manera progresiva en sectores cada vez menos marginales y mas cencrales del sistema social es la version exterior de las disciplinas religiosas. Y luego, a fines del siglo xvii y en el siglo xvi, aparecen y se establecen unos dispositivos disciplinacios que ya no tienen un punto de apoyo religio- so y son su transformacién, pero como si lo hicieran en campo raso, sin res- paldo regular por el lado de la religidn. Veros aparecer sistemas disciplina- rios. El ejército, desde luego, ante odo con el acuartelamiento, que data de la segunda mirad del siglo xvutt, la lucha contra los desertores, es decir, ia constitucién de fojas de servicios, y todas las técnicas de identificacién indi- vidual que impiden a la gente salic del ejérciea con la misma facitidad can que ha entrado, y, por tiltimo, en esa segunda mitad del siglo xviii, los ejer- cicios corporales, el uso del ciempo completo, etcétera.' '? Congregacién de sacerdotes y clérigos furndada en el siglo XVI por César de Bus (1544- 1607), que se establece en 1593 en Avifidn. Insctipta en la cartiente de una renovacidn de la ensefianza del carecismo, se desarrulia en los siglos xvii y Xvut, cuando se vuelca a fa ensefian- za en los colevios. CE R. BP. Helyor et al. Dictionnaire des ondres religieux... op. cit t. I, €0- luninas 46-74, Véase Michel Foucault, Surveiller ct punir.... op. cit, vercera parte, cap. 1, pp. 137- 138, 143 y 151-157. CLASE DEL 28 DE NOVIEMBRE DE 1973 93 Después del ejércizo, toca a la clase obrera empezar a someterse a siste- mas disciplinarios. Es el surgimiento de los grandes talleres en el siglo XVII, es la aparicién, en las ciudades mineras o en algunos grandes centros meta- lurgicos a los que es preciso crasladar una poblacién rural que es utilizada por primera vez y para lz aplicacidn de cécnicas completamente nuevas —c0- da la metalurgia de la cuenca del Loira, todas las minas carboniferas del ma- cizo central y del norte de Francia—, de las formas disciplinarias impuestas a los trabajadores, con las primeras ciudades obreeas, como la de Creusoc. Ademés, en esta misma época, aparece lo que fue el gran instrumento de la disciplina obreta, la cartilla, impuesta a coclos los trrabajadores. Ningtin obre- ro puede desplazarse ni tiene derecho a hacerlo sin una cartilla que indica quién fue su empleador anterior y en qué condiciones y por qué motivos fo dejé; y cuando quiere obtener un nuevo empleo o quiere instalarse en otra ciudad, debe presentar a su nuevo patrén, ala municipalidad, a las autorida- des locales, su carti!la que es, en cierto modo, la marca misma de rodos los sistemas disciplinarios que pesan sobre ¢l.'* Por lo tanto -y también aqui de manera muy esqueméacica—, esos siste- mas disciplinatios aislados, locales, lacerales, que se constituyeron en la Edad Media, comienzan a abarcar entonces toda la sociedad mediante un tipo de proceso que podriamos llamar de colonizacién externa e interna, en e! cual encontramos decididamence los elementos de los sistemas disciplinarios de los que es hablaba. A saber: la fijacién espacial, la extraccién éptima del tiempo, la aplicacién y fa expforacién de las fuerzas del cuerpo por una re- '4 A parcir de 1781, el obrera ciene que proveerse de una “cartilla” 0 “cuaderno” que debe hacer visar por las autoridades administrativas cuando se desplaza, y presentar al ser concrata- do. Reinstaurada por ef Consulado, fa cartilla cecién fue abolida en 1890. Cf: Mare Sauzer, Le Livrer obligatoire des ouvriers, Patis, F. Pichon, 1890; Georges Bourgin, “Conrribution a histoire du placement et du livect ¢n France”, en Revite Politique et Parlemencatve, ¢. LXXt, cneroemarzo de 1912, pp. 117-118; Steven Kaplan, “Réflexions sur la police du monde du travail (1700-1815)", en Revue Historique, aio 103, 529, enero-marzo de 1979, pp. 17-77; Edouard Delléans y Gérard Dehove, Histoire du travail en France, Mouvement ouvrier et legis dation sociale, Paris, Domax-Moncchrestien, 1953-1955, 2 vols. En su curso de 1972-1973 en el Collége de France, “La société punitive”, Michel Foucault presenta, el 14 de marzo de 1973, la enctilla obrera como “we mecnnisme de penalizacién de la existencia infrajudictal”. 94 EL PODER PSIQUIATRICO glamentaciéu de los gestos, las accitudes y la acencién, la constitucién de una vigilancia constante y un poder punitivo inmediato y, por ultimo, la or- ganizacién de un poder reglamentario que, en si mismo, en su funciona- miento, es anénimo, no individual, pero conduce siempre a un senalamien- to de los individuos sojuzgados, En lineas generales: cobertura de! cuerpo singular por un poder que la enmarca y lo constituye como individuo, es decir, como cuerpo sojuzgado, Esto es lo que puede exponerse como fa his- toria muy esquemicica de los dispositivos disciplinarios. Ahora bien, 3a qué responde esta historia? ;Qué hay detris de esa extensién que es muy facil idencificar en la superficie de los acontecimientos o las instituciones? Pues bien, tengo la impresién de que detris de esta introduccién general de los dispositivos disciplinarios se encuentra lo que podriamos [amar la cuestién de la acumulacién de hombres. Esco es: en paralelo con ta acumula- cién de capital -y como necesidad de ésta, por otra parte-, fue preciso proce- der a cierra acumulacién de hombres 0, si lo prefieren, cierta distribucién de la fuerza de trabajo que estaba presente en todas esas singularidades somdti- cas. {En qué consisten dicha acumulacién de hombres y la disttibucién racio- nal de fas singularidades somaticas con las fuerzas de que son portadoras? Cousisren, primeramente, en maximizar la utilizacién posible de los in- dividuos: hacerlos utilizables, y no para poder usa a rodos sina, justamente, para no vener que hacerlo, para extender al maximo el mercado de trabajo a fin de asegurarse una reserva de desocupados que pecmita una regulacién hacia abajo de los salarios. Entonces, hacer utilizable a todo el mundo. En segundo lugar, hacer utilizables a los individuos en su mutltiplicidad misma; hacer que la fuerza producida por la multiplicidad de esas fuerzas in- dividuales de trabajo sea al menos igual y, en la medida de lo posible, supe- rier a la suma de las Fuerzas singulares. ;Cémo repartir a los individuos a fia de que, en conjunto, represencen mds que la adicidn lisa y Ilana de esos mis- mos individuos puestos uno al lado de otro? Por tiltimo, permitir la acumulacién no sélo de las fuerzas, sino también del Gempo: del tiempo de trabajo, del tiempo de aprendizaje, de perfeccio- nanuiento, de adquisicién de los saberes y las aptitudes. Tal es el tercer aspec- to del problema planteado por la acumulacién de hombres. Esta triple funcién de las técnicas de acumulacién de hombres y fuerzas de trabajo es, me parece, Ja razén por la cual se introdujeron, probaron, ela- CLASE DEL 28 DE NOVIEMBRE DE 1973 95 boraron y perfeccionaron los diferentes dispositivos disciplinarios, La exten- sién de las disciplinas, su desplazamienco, la migracién de su funcidn lateral ala funciéa central y general que ejercen a partir del siglo Xvitt, estan liga- dos a esa acumulacién de hombres y su papel en la sociedad capitalista. Si miramos las cosas desde ocro punto de vista y las tomamos por el lado de la historia de las ciencias, podriamos decir que la ciencia clasica, en los si- giss Xvil y XVIN, respondié al problema de las multiplicidades empiricas de las plantas, los animales, los objecos, los valores, las lenguas, etc., por medio de cierta operacién que era una operacién de clasificacién, actividad taxonémica que a mi juicio fue la forma general de esos conocimientos empiticos durante toda la épaca clisica."’ En cambio, y a partir del desarrollo de la economia ca- pitalista, en el momento, por consiguiente, cn que se planteaba, paralelamente y en conexién con la acumulaciéa de capital, el problema de la acumnulacién de hombres, resulta claro que una actividad meramente caxondmica y clasifi- catoria no era valedera, Para responder a esas necesidades econémicas fue pre- ciso distribuir a los hombres segiin récnicas muy diferentes de las técnicas de la clasificaci6n. Hube que utilizar, no esquemas taxonémicos que permiticran incluir a los hombres en especies, géncros, etc., sino algo que no es una taxo- noimfa, aunque también se trate de una distcibucién, y que Hamaré una tacti- ca, La disciplina es una céctica: una manera dererminada de distribuir las sin- gulacidades, pero de acuerdo con un esquema que no es clasificatorio, discribuirlas en el espacio, permitir acumulaciones temporales que puedan te- ner concrecamente una eficacia maxima en el plano de la actividad productiva. Y bien, creo que podemos decir -y volvemos a hacerlo de una forma muy esqueméatica— que fo que dio origen a las ciencias del hombre fue preci- samente la irrupcidn, la presencia o la insistencia de esos problemas tacticos planteados por la necesidad de discribuir las Fuerzas de trabajo en funcidn de fas necesidades de fa economia que se desarrollaba por enconces. La distribu- cién de los hombres scgtin esas necesidades ya no implicaba una caxonomia sino una tactica; y esta tdctica lleva el nombre de “disciplina”, Las disciplinas son técnicas de distribucién de los cuerpos, los individuos, los tiempos, las ‘8 Michel Foucault, Les Mots et les Choses. Une archéologie des sciences bumaines, Paris, Galli- mard, 1966, cal. “Bibliotheque des sciences humaines”, cap, v, “Classet”, pp. 137-176 [trad. esp. Las palabras y las cosat. Una argueologia de las ciencias humanas, México, Siglo XxI. 1968}. 96 EL PODER PSIQUIATRICO fuerzas de trabajo. Y son justamente esas disciplinas con esas tdcticas, con el vector temporal que implican, las que irrumpieron en el saber occidentai durante el siglo xvill y despacharon las vigjas taxonomias, modelos de todas las ciencias empiricas, al campo de un saber en desuso y quizds hasta parcial o totalmente desafectado. La tdctica remplazd a la taxonomia y con ella al hombre, el problema del cuerpo, el problema del tiempo, etcécera. Llegamos al momento en que quiero retomar el problema en cuestidn, el problema de la disciplina asilar en cuanto ésta constituye, creo, la forma ge- neral del poder psiquiatrico. He intentado mostrar [que -y] cémo[-] lo que aparecia, de algiin modo, sin distraces, desnudo, en la practica psiquidtrica de principios del siglo x1x, era un poder cuya forma general es lo que he de- nominady “disciplina” De hecho, ha habido una formalizacién muy clara y notable de esa microfi- sica del poder disciptinario, que encontramos en £/ Pandptico de Bentham ¢Qué es el pandptico?!* Suele decitse que es un modelo de prisién inventado por Bentham en 1787 y reproducido, con unas cuanras modificaciones, en una serie de peni- cenciarfas curopeas: Pentonville en Inglacerra,’” la Petice Roquette en Francia (con cambios), érc.'" En realidad, el pandptico de Beacham no es un mode- "SCF supra, clase del 21 de noviembre de 1973, nota 5. 7 Bn un solar de Pentonville comprado por Jeremy Beacham en 1795, Harvey, Busby y Williams consiruyeron entre 1816 y 182] una penitenciarfa escacal segvin el modeto de una arquitectura irradiante de seis pentdgonos centrados en un hexigono que albergaba al cape- llin, ios inspectores y los empleadas. La prisién fue demolida en 1903. 8 Producto de un concurso para la construccion de una carcel modelo cuya disposicién fuera, segdin lo expreszdo por la circular del 24 de febrero de 1825, “ral que, por medio de un punto cenval una galeria interior, la vigilancia de todos los sectores de fa prisida pueda ser ¢jercida por una sola persona o alo sumo das” (Charles Lucas, Du systéme pénitensiaire en Eu rope e+ aux Erats-Unis, Parts, Bossange, 1828, t. 1, p. Cxtm), la “Petite Roquerce” o “Casa Cen ual de Educacién Correccionai” se construyd cn 1827 de acuerdo con un plano propuesto por Lebas. Inaugurads en 1836, se desting a los jévenes detenidos hasta 1865. Cf: N. Barba- roux, J. Broussard y M. Hamoniaux, “Lévolution historique de la Petite Roquette”, en Réd- CLASE DEL 28 DE NOVIEMBRE DE 1973 97 lo de prisién, 0 no lo es Gnicamente; es un modelo para una prision ~Bent- ham lo dice con mucha claridad-, si, pero cambién para un hospital, una es- cuela, un caller, una institucién de huérfanos, ctcérera. Me tienra decir que es una forma para cualquier institucién; digamos, mejor, para toda una serie de insticuctones. Sin embargo, cuando digo que es un esquema para toda una serie de instituciones posibles, creo que no soy del rodo exacwo. En rigor de verdad, Bentham ni siquiera dice que es un plan para insticu- ciones; dice que és un mecanismo, un esquema que da fuerza a toda insticu- cidn, una suerte de mecanismo a través del cual ef poder que acttia o debe actuar en una instituciéa va a poder cobrar fa maxima fuerza. El pandprico es un mulciplicador; es un intensificador de poder dentro de coda una serie de instituciones, Se trata de lograr que la fuerza del poder sea la mas intensa; su distribucién, la mejor, y su punto de aplicacion, el mds justo. Tales son, en el fondo, los tres objctivos del pandptico, y Bentham lo dice: “su excelen- cia radica en la gran fuerza que es capaz de dar a toda institucién a la cual se aplique”.' En otro pasaje afirma que lo maravilloso del pandptico consiste en “dar a quienes dirigen la institucion una fuerza herciilea’.” Da “una fuer za herctlea” al poder circulante en la institucién y al individuo que posee o dirige ese poder. Y ese pandprico, agrega Bentham, es prodigioso porque consticuye “una nueva manera de dar al espiritu un poder sobre el espiri- wu”.?! Me parece que estas dos proposiciones: constituir una fuerea herctlea y dar al espiritu poder sobre el cspiricu, expresan con claridad el elemento caracteristico del mecanismo del pandptico y, por qué no, de a forma disci- plinaria general. “Fuerza herctilea”: es decir, una fuerza fisica que, en cierto sentido, se refiere al cuerpo, pero de tal manera que, en el fondo, esa fuerza que cifie ef cuerpo, que pesa sobre él, no se utilice nunca y esté dotada de una especie de inmaterialidad en virtud de La cual ef proceso pase del espiri- tu al espicicu, cuando en realidad lo que estd en cuestién en el sistema del ducution, 191, mayo de 1967; Henri Gaillac, Les Maisons de correction (1830-1945), Paris, fd. Cujas, 1971, pp. 61-66; J. Gillet, Recherches sur la Pecise Roquette, Pacis, s.n., 1975. ? Jeremy Bentham, Le Hanoptique, op. cit, p. 166; la bastardilla es del autor. 0 Se trata de “dae al influjo del poder una fuerza igualmente hercdiiea ¢ ineluctable” Ibid. p. 160. *" Ibid, prefacio, p. 95. 98 EL PODER PSIQUIATRICO pandptico es, sin duda, ef cuerpo. Ese juego entre la “fuerza hercilea’ y la pura idealidad del espiricu es, creo, lo que Bencham buscaba en Al Pandptico. ZY cémo llega a él? Tenemos un edificio anular que constituye fa periferia misma del pandp- rico: en él se disponen celdas que se abren a la vez hacia el interior por una puerta vidriera y hacia el exterior por una ventana. En el contorno interno de ese anillo tenemos una galeria que permite circular ¢ ir de una celda a otra. A continuacién, un espacio vacio y, en su centro, una torre, una espe- cie de construccién cilfndrica de varios pisos y en cuya cima hay una linter- na, ¢s decir, una gran habitacién vacia con una estructura cal que, con sdlo girar sobre si mismo, un observador puede mirar desde este emplazamiento central codo lo que ocurre en cada una de fas celdas, Ese es el esquema. {Qué quiere decir este plan? ;Y por qué, durante tanco tiempo, resond en lus espiritus y fue tomado, a mi juicio por error, como el ejemplo mismo de las utopias del siglo Xvul? En primer lugar, las celdas van a albergar un indivi- duo, y uno solo; es decir que en ese sisterna, valido para un hospital, una pri- sida, un caller, una escuela, etc., se va a instalar una sola persona en cada uno de esos lugares; cada cuerpo, enronces, cendrd su sitio. Fijacién espacial, por cousiguiente. ¥ on cada direccién que la mirada del vigilante pueda vaimar, en el extreme de cada una de cllas, se topard con un cuerpo. Las coordenadas es- paciales tienen, por lo ranco, una funcién individualizadora muy clara. Esto hace que, en un sistema como el descripto, jams haya relaci6n con una masa, un grupo y ni siquiera, en verdad, con una multiplicidad; sélo se dene relacién con individuos. Aunque es posible dar una orden colectiva a través de un megafono, que se dirigird a todo el mundo a [a vez y sera obe- decido por todo el mundo a la vez, lo cierto es que esa orden colectiva jamas se imparte a otra cosa que individuos y jams es recibida sino por individuos puestos unos al lado de otros. De tal modo se suprimen por completo todas los fendmenos colectivos, todos los fenémenos de multiplicidad. Y, como di- ce Bencham con satisfaccién, en las escuelas ya nadie se “copiara”, actitud gue marca el inicio de la inmoralidad;”? en los tafleres ya no babed distrac- 2 Jbid., carta 21, escuclas: “Fsta clase de fraude que en Westminster rectbe el nombre de copia, vicio considerado hasta ahora como inherence a Ja escuela, no entrard aqui” (p. 158; la bastardilfa es del autor). CLASE DEL 28 DE NOVIEMBRE DE 1973 99 ciones colectivas, canciones, huelgas;?? en las prisiones desaparecerd la com- plicidad’* y en fos asilos para enfermos mentales se eliminardn esos fendme- nos de irritacién colectiva, imitacién, etcétera.”? Como ven, toda esa red de comunicaciones grupales, todos esos fenédme- nos colectivos que, en una especie de pian solidario, se conciben con un ca- rdcter tanto de contagio médico como de difusién moral del mal, van a ser suptimidos por entero gracias al sistema del pandptico. Y estaremos ante un poder que scr un poder de conjunto sobre todo ¢] mundo pero que sélo apuntard a series de individuos separados unos de otras. El poder es colecti- yo en su centro, pero en ¢| punto de Ilegada nunca es otra cosa que indivi- dual. Podran ver, entonces, que tenemos ese fendmeno de individualizacién por fa disciplina del cual les habté {a vez pasada. La disciplina individualiza por abajo; individualiza a aquellos sobre quienes recae. En cuanto a la celda central, esa especie de linterna, les decia que era completamente vidriada; en realidad, Bentham especifica que no hay que vi- driarla 0, de hacerlo, es preciso insralar un sistema de celostas que puedan le- vantarse y bajarse, y, en e] interior mismo de ese espacio, deberan ponerse tabiques moviles y entrecruzados, Es necesario, en efecto, que la vigilancia pueda ejercerse de tal forma que los vigilados ni siquiera puedan saber si los vigilan 0 no: no pueden ver si hay alguien en la celda central. Por lo tanto, es menester, por un lado, que los cristales de ésta estén velados o tapados y que no haya ningtin efecto de contraluz que permita a la mirada de los pre- sos penetrar esa columna y ver a través de la linterna central si hay alguien o no; de alli los tabiques internos que se desplazan a voluntad, asf como el sis- tema de celosias. El poder podrd ser entonces, como les decia la vez pasada, integramente anénimo. E! director no tiene cuerpo, pues el verdadero efecto del pandpti- co consiste en ser de ta) manera que, aun cuando no haya nadie, el indivi- duo en su celda no sélo se crea sino se sepa observado, que viva la experiencia ® bid , carta 18, manufactaras, p. 156. ** Ibid., carta 7, establecimientos penitenciarios de seguridad, decencién de seguridad, p. 115. % Tbid., cacta 19, manicomios, p. 152. ° bid. prefacio, pp. 7-8 100 EL PODER PSIQUIATRICO constante de encontrarse en un estado de visibilidad paca una mirada, y sin importar que la haya o no Ia haya. El poder, por consiguiente, esta comple- tamente desindividualizada. En el limite, esa linceena central podria estar absolutamence vacfa y el poder se ejercerfa de todas formas. Desindividualizaci6n, desincorporacién del poder, que ya no tiene cuer- po ni individualidad y puede ser cualquiera. Por otra parte, uno de los as- pectos esenciales del pandptico es que dentro de esa torre central, no sélo no importa quién esté —la. vigilancia puede ser ejercida por el director, pero cambién por su mujez, sus hijos, sus domésticos, ete.—, sino que un subterra- neo que va del centro al exterior permire encrar a cualquiera en ella y dedi- carse, si asi lo quiere, a vigilar; es decie que cualquier ciudadano debe estar en condiciones de vigilar lo que ocurre en ef hospital, la escuela, ef taller, la prision. Vigilar lo que sucede, vigilar si todo estd en orden y vigilar si el di- rector dirige como corresponde, vigilar al vigilante que vigila. Tenemos, por lo tanto, una especie de cinta de poder, cinta continua, movil, anédnima, que se desenvuelve a perpetuidad dentro de esa corre cen- wal. Que haya una figura o no la haya, que haya un nombre o no lo haya, que esté individualizado o no, de codas maneras, lo que se desenvuelve per- petuamente y sc ejerce a través del juego de la invisibilidad es esa cinta and- nima del poder. Por otra parte, eso es lo que Bentham llama “democracia’, pues cualquiera puede ocupar el Sugar del poder y éste no es propiedad de nadie, habida cuenta de que codo el mundo esta autorizado a entrar a la co- rre y vigilar el modo de ¢jercicio del poder, por lo cual éste ested permanente- mente sometido a un control, Por tiltimo, el poder es tan visible en su cen- tro como fa gente en sus celdas; y, por eso mismo, el poder vigilado por cualquiera significa la demacratizacién de su ejercicia. Otra caracterfscica del pandptico: en esas celdas, claro esta, tenemos del lado interior una puerta vidriada para permitir Ja visibilidad, pero del lado exterior hay igualmente una ventana, indispensable para que haya un efecto de transparencia y que la mirada del ocupante del centro de la torre pueda penetrar todas las celdas, ir de uno a otro lado y ver a contraluz, por consi- guiente, rodo lo que hace !s persona —alumno, enfermo, obrero, preso, etc.— alojada en la celda. De cal modo, el estada de visibilidad permanente es deci- didamente consticutivo de la sicuacién del individuo colocado en el pandpti- co. Podran advertir, entonces, que Ja relacién de poder tiene esa inmateriali- CLASE DEL 28 DE NOVIEMBRE DE 1973 101 dad que les mencionaba hace un rato, pues el poder se ejerce simplemente en virtud de un juego de la luz; se ejerce a través de la mirada que va del centro a la periferia y ¢s capaz, a cada instante, de observar, juzgar, anotar, castigar desde el primer gesco, la primera actitud, la primera distraccién. Ese poder no necesita instrumento; la mirada y Ia luz son sus tinicos soportes. Pandéptico quiere decir dos cosas: que todo se ve todo el tiempo, pero tam- bién que codo el poder que se ejerce nunca es orra cosa que un efecto dptico. El poder carece de materialidad; ya no necesita toda esa armazén a ja vez sim- bélica y real del poder soberano; no necesita sostener el cecro en la mano 0 blandie la espada para castigar, no necesita intervenir como el rayo a la ma- nera del soberano. Ese poder es, antes bien, del orden del sol, de la luz per- pecua; ¢s la iluminacién no material que bafia de manera indistinta a toda la gente sobre la cual se ejerce. Para terminar, dileiena caracteristica del pandéptico: ese poder inmaterial perpetuamente ¢jercido a través de la iluminacién esta ligado a una extrac- cién permanente de saber; es decir que el centro del poder es al mismo tiem- po un centro de anoracién ininterrumpida, de tcanscripcién del comporta- miento individual. Cedificacién y anoracién de codo lo que hacen los individuos en sus celdas; acumulacién de ese saber, constitucién de sucesio- nes y series que caracterizardn a los individuos; cierca individuatidad: escrita, cencralizada, constituida segin un molde genético, forma el doble docu- mental, el ectoplasma escrito del cuerpo asi colocado en su celda. El efecto primordial de esa relaci6n de poder es, por ende, la constitu- cién de un saber permanente del individuo, el individuo fijado en un espa- cio determinado y seguido por una mirada virtualmente continua, que defi- ne [a curva cemporal de su evolucién, su curacién, la adquisicién de su saber, su arrepentimiento, etc. El pandptico es entonces, como pueden ver, un aparato de individuatizacién y conocimicnto a {a vez; un aparato de saber y poder a la vez, que individualiza por un lado y, al individualizar, conoce De alli, por fo demas, la idea de Bentham de hacer de él un instrumento de lo que jlamaba una “experimentacién mecafisica’; crefa posible, en efecto, uti- lizar el dispositive del pandptico para hacer experiencias con los niftos, Decia: imaginad que tomamos nifios expdsitos en el momento mismo de nacer y los ponemos, antes de que empiecen a hablar 0 tomar conciencia de nada, en el pandptico. Pues bien, dice Bentham, asi podriamos seguir “la genealogta de 102 EL PODER PSIQUIATRICO cada idea observable””” y, por canto, rehacer de manera experimental lo que Condillac habia deducido sin material de experimentacién metaffsica.”® Po- driamos también verificar no sélo la concepcién genética de Condillae, sino el ideal cecnolégico de Helvétius, cuando éste decta que “se puede ensefiar todo a cualquiera”.”? jEs verdadera o falsa esta proposicién, fundamental pa- va la transformacién eventual de la especie humana? Bastarfa hacer la expe- en las distintas celdas se ensefiarian diferentes co- riencia con un pandptic sas a los distintos nifios; se ensefiarfa cualquier cosa a cualquier nifio y se verian los resultados. De ese modo, se podria educar a los nifios en sistemas completamente diferentes unos de otros o incompatibles entre sf; algunos, entonces, aprenderian el sistema de Newton, y se haria creer a otros que la luna es un queso. Y cuando tuvieran 18 0 20 aiios, se Jos reunirfa para ha- cerlos discutir. También seria posible ensefiarles dos clases de matemiatica, una en la cual dos mds dos son cuatro y otra en la que no lo son, y lego se esperaria ora vez hasta que cumplieran 20 afios para juntarlos € incitatlos a entablar discusiones. Y esto, dice Bentham —que evidentemente se burla un poco~, valdria mds que pagar a gente para pronunciar sermones, conferen- cias © controversias. De ese modo habria una experimentacidn directa. Por ultimo dice, claro esré, que deberfa llevarse a cabo una experiencia en la cual se hiciera participar a varones y nifias, paca reuniclos cuando Uegaran a la * [bid., carta 21, escuelas, p. 164. 3 Alusidn al proyecto de Condillac de efectuar una deduccién del orden del saber a par- tir de fa sensacién, materia prima de todas las elaboraciones dei espiritu humano, Cf Grienne Bonnar de Condillac (1715-1780), Essai sur dlorigine des connaissances bumaines, ouvrage ott Lon rédwie & un seul principe tour ce qui concerne Ventendement humain, Paris, P Morciet, L746 ttrad. esp.: Ensaya sabre ef origen de los conacimientos bumanas, Madrid. Tecnos, 1999]: Traite des sensations, Pacis, De Bure, 1754, 2 vols. (reed., Paris, Fayard, 1984, col. “Corpus des ceuv- res de philosophie en langue (rangaise”) (erad, esp.: Thatado de las sensaciones, Buenus Ait Eudeba, 1963). Michel Foucault se refiere a cllos en una encrevista realizada por C. Bonnefoy en junio de 1966: “Lhomme est-i] mort?”, DE. 1, aim. 39, p. $42, y en Les Mots..., ap. cit. pp. 74-77 ® Estas palabras acribuidas por Bentham a Helvécius corresponden. en realidad, al titulo . de la obra péstuma de Chiude-Adrien Helvétius (1715- ado por el principe de un cap., "Léducation peut rou 1771). De homme, de ses faculsés intellectueltes et de son education, publi Gelitzin, Amsterdam, 5. n., 1774, tu, p, 153. CLASE DEL 28 DE NOVIEMBRE DE 1973 103 adolescencia y ver los resultados. Como ven, és la historia misma de Mari- vaux en La Dispute, una especie de drama pandéprico que, en el fondo, ya encontramos en la obra de Marivaux.9? Sea como fuere, ¢| pandptico, como ven, cs un esquema formal para Ja constitucién de un poder individualizador y un saber sobre los individuos. Creo que el esquema pandptico, los principales mecanismos que vemos puestos en practica en £f Pandptico de Bentham, los reencontramos final- mente en la mayoria de esas instituciones que, con el nombre de escuelas, cuarteles, hospitales, prisiones, establecimientos de educacidn vigilada, etc., son a la vez el lugar de ejercicio de un poder y el ambiro de formacién de un saber determinado sobre el hombre. A mi entender, cl mecanismo pandptico propone la trama comun a lo que podriamos ilamar el poder ejercido sobre el hombre en cuanto fuerza de trabajo y el saber sobre ef hombre en cuanto individuo, De manera que el panoptismo podria aparccer y funcionar den- tro de nuestra sociedad como una forma general; podria hablarse de una so- ciedad disciplinaria o de una sociedad pandptica. Vivimos en el panoptismo generalizado por el hecho mismo de vivir dencro de un sistema disciplinario Ustedes me dirdn: todo eso esté muy bien, pero zpuede decirse en verdad que fos dispositivos disciplinarios abarcaron efectivamence Ja sociedad ente- ra, que los mecanismos, los disposicivos y los poderes de soberania fueron borrados por los mecanismos cisciplinarios? Me parece que, asf como existfan poderes de tipo disciplinario en las so- ciedades medievales, donde, sin embargo, prevalecfan los esquemas de sobe- rania, del mismo modo atin podemos encontrar en la sociedad contempord- nea muchas formas de poder de soberania, ;¥ donde podemos encontrarlas? Pues bien, las hallarfamos en ta unica institucién de la cual no hablé hasta ahora dentro de Ja dinastia tradicional, desde luego, de las escuelas, los cuar- teles, las prisiones, etc., y cuya ausencia quizd los haya asombrade: me refie- ro a fa familia. A mi entender, ésta es precisarnente —iba a decir: un resto, pero no lo es del todo— una especie de celda en cuyo interior el poder que se © Dierre Carlet de Chamblain de Marivaux (1688-1763), La Dispute, comddie en un acte at en prose, oft pour savoir qui de Chomme ou de la femme donne naissance & Uinconstance, le Prince et Flermiane vont épier la rencontre de deux garcons et de deux filles Hleves depuis leur ene fance dans Visolement d'une forét, Paris, J. Clousier, 1747 104 EL PODER PSIQUIATRICO gjerce no es, como suele sostenerse, disciplinario sino, por el contrario, un poder det tipo de la soberania. Creo que podemos decir lo siguiente: no es cierto que la familia haya ser- vido de modelo al asilo, la escuela, el cuartel, el taller, evc.; en efecto, no veo en su funcionamiento nada que permica sefialar una continuidad entre ella y las insticuciones, los dispositivos disciplinarios a los que nos referimos. Al contrario, :qué vernos en la familia, como no sea una funciéa de individua- lizacién méxima que actda por el lado de quien ejerce el poder, esto es, por el lado del padre? Ese anonimato del poder, esa cinta de poder indiferencia~ do que se desenvuclve de manera indefinida en un sistema panéptico, es lo mds ajeno que pueda haber a Ja constitucién de la fumilia en la cual, por el concrario, el padre, como partador del apellido y en cuanto ejerce el poder bajo su nombre, es el polo mas intenso de la individualizacién, mucho més incense que la mujer y los hijos, Por lo canto, tenemos aqui una individuali- zacién por la cima que recuerda y que es el tipo mismo del poder de sobera- nia, absolutamente opuesto al poder disciplinario. Segundo, en la familia tenemos una referencia constance a un tipo de la- 298, compromisos y dependencia que se ha establecido de una vez por todas con la forma del matrimonio o del nacimiento. Y lo que da su solidez a la fa- miilia es esta referencia al acto anterior, al estatus conferido de una vez y para siempre; los mecanismos de vigilancia no hacen sino afiadirse a ello, y aunque no acctten, la pertenencia a la familia persisce. La vigilancia es un aspecto complementario en la familia; no ¢s constitutiva, mientras que en los siste- mas disciplinarios la vigilancia permanente es absolutamente constitutiva del sistema. Por ultimo, en la familia hay todo un entrelazarniento de relaciones que podriamos calificar de heterotépicas: entrelazamienco de los lazos locales y contractuales, de los lazos de propiedad, de los compromisos personales y co- lectivos, que recuerda el poder de soberanfa y no la monocon(a, la isoropia de los sistemas disciplinarios. De modo que, por mi parce, situaré resueltamen- ce el funcionamienco y la microfisica de la familia en la érbita del poder de soberania, y de ninguna manera en el campo del poder disciplinarie. Esto no quiere decir, en mi opinién, que la familia sea el residuo, el residuo ana- crénico 0, en todo caso, el residuo histérico de un sistema en el cual la socie- dad estaba penetrada en su totalidad por los dispositivos de soberania. La fa- CLASE DEL 28 DE NOVIEMBRE DE 1973 105 milia no es un residuo, un vestigio de soberania; por el conrrario, me parece un elemento esencial, y que lo es cada vez més, del sistema disciplinario. Creo posibie decir lo siguiente: la familia, en cuanto obedece a un esquema no disciplinario, a un dispositivo de soberania, es la bisagca, el punto de en- ganche absolutamence indispensable para el funcionamiento mismo de todos los sistemas disciplinarios. Quiero decir con ello que es la instancia de coac- cidn que va a fijar de manera permanente a los individuos a los aparatos disci- plinarios, que en cierto modo va a inyectarlos en ellos. Si la abligacién escolar ejerce su papel y los nifios, los individuos, esas singularidades somaticas, que- dan fijadas y finalmente individualizadas dentro del sistema escolar, es porque hay familia, porque tenemos ese sistema de soberania que actiia en ta sociedad con la forma de la familia. Para estar obligados a ir a la escuela, es preciso que actie esa soberania que es la de la familia. Observen que, histéricamence, la obligacién del servicio militar se impuso a gente que, desde luego, no ten{a ninguna razdn paca desear hacerlo; si la obligacién fue efectivamente apre- iiarite y resuleé posible enganchar a los individuos a ese sistema disciplinario que los confised, sélo se debié a que el Estado presiond a la familia como pe- quefia colectividad constituida por el padre, Ja madre, los hermanos, Jas her- manas, etc. ;Qué significaria la obligacién del trabajo si los individuos no es- tavieran incluidos, ante todo, dentro de ese sistema de soberania que ¢s Ja familia, cse sistema de compromisos, obligaciones, etc., que ya plantea de an- temano la asistencia a los otros miembros de la familia, la obligacién de pro- porcionarles alimento, etc.? La fijacién del trabajo en el sistema disciplinario sélo se alcanzé gracias a que lz soberania misma de la familia funcioné a ple- no. En consecuencia, el primer papel de la familia con respecto a los aparatos disciplinarios es esa especie de adhesion de los individuos a ellos. La familia cambién tiene, creo, ocra funcidn; en cierto modo, es ef punto cero donde los diferentes sistemas disciplinarios se enganchan encre sf. Es el intercambiador, la confluencia que asegura el paso de un sistema disciplinario a otro, de un dispositive a otro. La mejor prucha es que, cuando un indivi- duo es rechazado de un sistema disciplinario por anormal, zdénde lo envian? A su familia, Cuando es sucesivamente rechazado de varios sistemas discipli- narios por inasimilable, indisciplinable, ineducable, coca a fa familia tomarlo a su cargo; y en ese momento es ella, a su vez, !n que tiene ef papel de recha- zarlo por ser incapaz de adherir a ningun sistema disciplinario, y de eliminarlo, 106 . PODER PSIQUIATRICO sea abandondndolo en Ia patologia, sea dejindolo en manos de fa delincuencia, etc, La familia es el elemenco de sensibilidad que permite determinar cudles son los individuos que, inasimilables para todo sistema de disciplina, no pueden pa- sar de uno a otro y, en definiciva, deben ser expulsados de la sociedad para en- trar en nuevos sisternas disciplinarios que estan destinados a ellos. En consecuencia, la familia tiene el doble papel de fijacidn de Jos individuos a los sistemas disciplinarios y de conHuencia y circulacién de los individuos de un sistema disciplinario a otro. En esa medida, creo que puede decirse que, por ser una célula de soberania, es indispensable para el funcionamiento de los sis- temas disciplinarios, asi come el cuerpo del rey, la multiplicidad de los cuer- pos del rey, eran necesarios para el ajuste de tas soberantas heteracépicas en el juego de las saciedades de sobecania,*! Lo que era el cuerpo del rey en las so- ciedades con mecanismos de soberanfa, Ja familia resulta serlo en las socieda- des de sistemas disciplinarios. Histéricamente, ja qué corresponde esto? Me parece que podemes decir lo siguience: en los sistemas en que el poder era en esencia del tipo de la sobera- nia y se ejercia a través de los disposicivos de soberanfa, la familia se conraba entre esos dispositivos; por Jo tanto, era muy fuerte. La familia medieval y la familia de los siglos Xvi © XVIII eran, en cfecto, familias fuertes, que debian sa fuerza a su homogeneidad con respecto a los otros sistemas de soberania. Pero, por ser homogéneas a todos los otros dispositivos de soberanfa, podran com- prender que, en el fondo, no cenfan especificidad; carectan de limitacién preci- sa. Por eso la familia tenia raices profundas pero encallaba rapidamente y sus limites nunca eran bien determinados. Se Fundia en toda una serie de otras re- laciones a las que estaba muy préxima, porque eran del mismo tipo: las rela- ciones de soberano feudal y vasallo, Jas relaciones de pertenencia a corporacio- nies, exc.; de tal modo que la familia era fuerte porque se asemejaba a los otros tipos de podler, pero, ala vez, esa misma razén la hacia imprecisa ¢ indefinida. Por el concrario, en una sociedad como la tuestra, usia sociedad en que fa microfisica del poder es de tipo disciplinario, la disciplina no ha disuelto la familia; ésta se concencrd, limitd, intensificé, Observen cual ha sido el papel del Cédigo Civil con respecto a la familia, Hay historiadores que nos dicen: el Cédigo Civil dio el maximo a la familia; y otros: el Codigo Civil redujo el >! Alusign ala obra de Eenst ‘Kantorowicz, The King’s Two Boclies,.., op. cit CLASE DEL 28 DE NOVIEMBRE DE 1973 107 poder de la familia. En realidad, el papel del Cédigo Civil consistié en limi- car la familia, pero al hacerlo, la delimité, 1a concentré y la intensificé, Gra- cias a él, la familia conservé los esquemas de soberania: dominacién, perte- nencia, fazos de vasallaje [suzerainetd], etc., pero los limitd a las relaciones hombre-mujer y padres-hijos, El Cédigo Civil redefinié ta familia en torno de la microcdlula de los cényuges y los padres € hijos y les dio, en ese mo- mento, su mAéximo de intensidad. Constituyé un alvéolo de soberanfa me- diante cuyo juego las singularidades individuales quedaron fijadas a los dis- positivos disciplinarios. Era necesario ese alvéolo intenso, esa célula fuerte, para que los grandes sis- temas disciplinarios que habian invalidado y suprimide los sistemas de sobera- nfa pudiesen actuar por si mismos. Y esto nos explica, creo, dos fendmenos. El primero es la muy fuerte revigorizacién de la familia que constatamos en el siglo XIX, y sobre todo en tas clases de la sociedad en que estaba en pro- ceso de descomposicién y Ja disciplina era indispensable, esencialmence ja clase obrera. En el momento de formacién del proletariado europeo en el si- glo xix. las condiciones laborales y habitacionales, los desplazamientos de la mano de obra, la utilizacién del trabajo infantil eran elementos que hacfan cada vez mas fragiles las relaciones de familia e invalidaban {fa estructura fa- miliar. ¥ en efecto, a comienzos de ese siglo vemos bandas enteras de nifios, de jévenes, de obreros trashumances de una regién a otra, que viven en dor- mitorios colectivos y forman comunidades que se deshacen en un santia- mén. Multiplicacién de los hijos naturales, nifios expdsitos, infanticidios, crc, Ante esa situacién, que era la consecuencia inmediata de la conforma- cién de! proletariado, muy pronto, desde 1820-1825, vemos surpir un es- fuerza muy considerable de reconstituciéa de la familia; los empleadores, los filantropos y fos poderes publicos utilizan todos los medios posibles para re- constituirla, para obligar a los obreros a vivir en pareja, casarse, tencr hijos y reconoceclos, La patronal, por otra parte, llega incluso a hacer sacrificios fi- Nancieros para procurar esa refamiliarizacién de la vida obrera. Hacia 1830 © 1835 se construyen en Mulhouse las primeras ciudades obreras.*? Se entre- ? Achille Penor, Les Cités ouvriéres de Mulhouse et des départements du Haut-Rhin, Mul- house, L. Bader, 1867. Foucault vuelve al tema en su enceevisra con J.-P. Barou y M, Perrot, “Leeil du pouvoir”, op. cit., 9. 12. 108 EL PODER PSIQUIATRICO ga una casa a la gente para que reconsrituya la familia; se organizan cruzadas contra Jas personas que llevan una vida matrimonial sin escar realmente casa- das, En sincesis, encontramos toda una serie de disposiciones que, ademas, son disciplinarias. En algunas ciudades, también se niega trabajo en los caileres a las perso- nas que viven en pareja sin estar casadas como manda la ley. Hay todo un conjunto de dispositives disciplinarios que funcionan como tales en el sero mismo del taller, de la fabrica 0, en todo caso, en los mérgenes; pero la fun- cién de esos disposicivos es reconstituir la célula familiar o, mejor, consticuir una célula familiar que obedezca, justamencte, a un mecanismo que, en su caso, no es disciplinario sino del orden de la soberania, come si ~y tal es sin duda la razén— los mecanismos disciplinarios sdlo pudiesen actuar efectiva- mente, influir con la mayor intensidad y eficacia, cuando tienen a su lado, para fijar a Jos individuos, esa célula de soberania representada por la fami- lia. Por lo canto, entre ef panoptismo disciplinario -que en su forma es, a mi parecer, compleramente diferente de la célula familiar~ y la soberania Fami- liar hay un juego de remisiones permanentes. En esa iniciativa de refamilia- rizaci6n emprendida a lo largo del siglo xix, el rejido disciplinario vuelve a segregar perpecuamence la familia, célula de soberania, porque ésta —por ex- terior y heterogénea que sea al sisterna disciplinario, y a causa de su hetero- geneidad— es un elemento de solidez del sistema disciplinario. La otra consecuencia es que cuando [a famitia se hace crizas, cuando deja de cumplic su funcidn, no tarda en introducirse —y esto se advierte con mu- cha claridad también en el siglo xix— toda una serie de dispositivos discipli- narios cuyo papel consiste en mitigar sus flaquezas: aparicién de las casas pa- ra niftos expdsitos y los orfelinatos, apertura entre 1840 y 1845 de un conjunco de hogares para delincuentes juveniles, lo que se llamard infancia en peligro, ete? En suma, todo lo que podemos lamar asistencia social, to- » Cf: Jean-Baptiste Monfalcon y Jean-Frangois Terme, Histoire des enfants trauveés, Par ris, }.-B. Baillitre, 1837; Emmanuel Parent de Curzon, Lrudes sur ler enfants trouveés au point de yue de la législation, de ta morate et de Uéconomie politique, Poixiers, H. Oudin, 1847; Henvi-Jean-Bapriste Davenne, De lorganisation et du régime des secours publics en France, Paris, P. Dupont, 1865, «. ly Léon Lallemand, Histoire des enfants abandonnés et dé- laissés. Exuces sur la protection de Uenfance, Paris, Picard ec Guillaumin, 1885; Justin Bou- CLASE DEL 28 DE NOVIEMBRE DE 1973 109 do ese trabajo social que aparece a principios del siglo xix" y va a cobrar la importancia que hoy te conocemos, tiene fa funcién de constituir una suerte de tejido disciplinario que podra sustituir a la familia, reconstituirla, y per- mitird a la vez prescindir de ella. Ast, si tomamos el ejemplo de Mettray, el establecimiento se destina a re- cibir a jévenes celincuentes que en su mayor parte son niios sin familia; se los alista de un modo absolutamente militar, es decir disciplinario, no fami- liar; y al mismo tiempo, dentro de ese sustituto de la familia, de ese sistema disciplinario que se precipita cuando ya no hay familia, se hace una referen- cia constante a ella, pues los vigilantes, los jefes, etc., llevan el nombre de pa- dre, hermano mayor; los grupos de nifios, aunque incegramente militariza- dos y con un funcionamiento modelado sobre la decuria, constituyen una presunta Familia? aon, Cent ans de tutte sociale. La légistation de lenfance de 1789 4 1894, Parts, Guillaumin, 1894; Claude Rollet, Enfance abandonnée: vicieux, insoumis, vagabonds. Colonics agricoles, écoles de réforme et de préervation, Clermont-Ferrand, G. Mont-louis, 1899; Henri Gai- Ilac, Les Maisons de correciion..., op. cit, Miche! Foucault se refiere al cema eri Surveiller et punir..., 0p. cit. pp. 304-305. La ley del 10 de enero de 1849 organiza la Asistencia Publica en Paris bajo la direcci6n del prefecto def Sena y el ministro del Incerior, y designa al director de esta administraci6n cutor de fos nifios expésitos, abandonados y huérfanos. CE: Adolphe de Warterwille, Législa- tion charitable, ow Recueil des lois, arrétés, décrets qui régissent les établissemenss de bienfaisance (1790-1874), Paris, A, Hévis, 1863-1874, 3 vols.; Casimir-Jean Viala, Assistance de lenfance pauvre et abandonnée, Nimes, Impr. de Chasranier, 1892; Ferdinand Dreyfus, LAssisance sous fa Seconde République (1848-1851), Paris, E. Corndly, 1907; Jacques Dehaussy, L’Assissance publique a Uenfunce, Les enfants abandonnés, Parls, Librairie du Recueil Sircy, 1951 33 Fundada el 22 de enero de 1840 por el magisctrado Frédéric Auguste Demerz (1796- 1873), la colonia de Mettray, cerca de Tours, est4 destinada a los nifios absueltos por inimpu- tabilidad y a los rerenidos en concepto de correccién paterna. Cf: Frédéric Auguste Demeca, Fondation d'une colonie agricole de jeunes détenus & Mettray, Pats, Duprat, 1839; Augustin Cochin, Notice sur Mertray, Paris, Claye et Taillefer, 1847; Edouard Ducpetiaux, Colonies agricoles, écoles rurales et écoles de réforme pour tes indigents, ler mendiants et les vagabonds, e spécialement pour les enfants des dewx sexes, en Suisse, en Allemagne, en France, en Angleterre, dans les Pays-Bas et en Belgique (informe dirigido al ministro de Justicia), Bruselas, [mpe. T Lesigne, 1851, pp. 50-65; La Colonie de Mettray, Batignolles, De Hennuyer, 1856, y Notice sur la colonie agricole de Mettray, Tours, Ladevéze, 1861; H. Gaillac, Les Maisons de correc- 110 EL PODER PSIQUIATRICO Aqui tenemos, entonces, toda una [suerce]* de crama disciplinaria, que se precipita cuando la familia falla y consticuye, por consiguiente, la avanzada misma de un poder contralado por el Estado en los casos en que ya no hay familia; pero esa avanzada de los sistemas disciplinarios no s¢ hace jamds sin referencia a ella ni sin funcionamiento cuasi familiar o pseudofamiliar. Se trata, me parece, de un fendmeno muy caracteristico de la funcidn necesaria de la soberania familiar con respect a los mecanismos disciplinarios. ¥ en esa organizacién de los sustitucos disciplinarios de Ja familia, con re- ferencia familiar, constatamos la aparicién de lo que Llamare la funcién psi, es decir, la funcién psiquiatrica, psicopatoldégica, psicosociolégica, psicocrimino- légica, psicoanalitica, ete. Cuando digo “funcién” no sdlo aludo al discurso, sino a la institucién y al propio individuo psicoldgico. Creo que ésa es, en verdad, la funcién de esos psicélogos, psicorerapeutas, crimindlogos, psicoa- nalistas, ctc. ZY cudl es, si no ser los agentes de la organizacién de un disposi- tivo disciplinario que va a ponerse en marcha, a precipitarse, cuando se pro- duzca un vacio en la soberanfa familiar? Consideren lo que pasd histéricamente. La funcién psi nacid, por su- puesto, del lado de la psiquiatria; vale decir que se originé a principios det siglo xx, del otro lado de la familia, como si se trarara de su concracara. Cuando un individuo escapa a Ja soberania de Ja familia, se lo interna en el hospital -psiquidtrico, donde fa cuestién consiste en adiestrarlo en el apren- dizaje de una discipiina lisa y Ilana, algunos de cuyos ejemplos les di en los cursos anteriores, y en el cual, poco a poco, a lo {largo} del siglo xix, vere- mos surgir referencias familiares; y la psiquiatr{a va a presentatse paulatina- ment¢ como empresa institucional de disciplina que permitira la refamnilia- tizacién del individuo. La funcién psi nacié, entonces, como esa suerte de contracara de la fami- lia. Esta solicitaba la internacién; el individuo quedaba sometido a a disci- plina psiquidtrica y se suponfa que la misién consiscla en refamiliarizarlo, tion..., op. cit, pp. 80-83. Foucault vuelve al tema en Surveiller et punir.... op. cit, pp. 300- 303. [Segtin lo dispucsta en el articulo 376 del Cadigo Civil de 1804, el padre podia solicitar Ja “correccién paterna”, consistence en el encierro de su hijo durante un mes, si tenia menos de 1G afios, o seis meses, si superaba esa edad. (N. del T.)] Una constitucién, * Grabacién: especi CLASE DEL 28 DE NOVIEMBRE DE 1973 11 Después, poco a poco, la funcién psi se extendié a todas los sistemas disci- plinarios: escuela, ejército, caller, etc. Esto significa que desempefié el papel de disciplina para codos los indisciplinables. Cada vez que un individuo era incapaz de seguir la disciplina escolar, fa del taller, la del ejércico o, en ultima insrancia, la de la prisién, intervenia ta funcién psi. Y lo hacia con un dis- curso en el cual atribufa a la laguna, a la Alaqueza de la familia, el cardcter in- disciplinable del individuo. Asi vemos aparecer, en la segunda mitad del si- glo XIX, la imputacién a la carencia familiar de todas las insuficiencias disciplinarias del individuo. Y por fin, a comicnzos del siglo xx, la funcién psi se convierre a Ja vez en el discurso y el control de codos Jos sistemas disci- plinarios, Es el discurso y Ja incroduccién de todos los esquemas de indivi- dualizacién, normalizacién y sujecién de los individuos dentro de los siste- mas disciplinarios. De tal modo, se verifica la aparicién de la psicopedagogia dentro de la disciplina escolar, la psicologia laboral dentro de la discipfina fabril, la erimi- nologia dentro de la disciplina carcelaria, la psicopatologia dentro de la dis- ciplina psiquiatrica y asilar. La funcién psi, por lo canto, es la instancia de control de codas las instituciones y codos los dispositivos disciplinarios y al mismo tiempo emite, sin contradiccién alguna, ct discurso de la familia. A cada instante, como psicopedagogia, come psicolugia del trabajo, como cri- minologia, como psicopatologia, etc., el elemento al cual remire, [a verdad que ella consticuye y forma y que designa para ella su referencial, es siempre fa familia. La funcién psi tiene como referencial constante fa familia, fa so- beranfa familiar, y ello en la medida misma en que es la instancia tedrica de todo dispositivo disciplinario. La funcién psi es precisamente lo que delata la pertenencia profunda de la soberania familiar a los dispositivos disciplinarios. Esa heterogeneidad que a mi juicio existe entre la soberania familiar y los dispositivos disciplinarios es funcional. Y con esa funcién se conectan el discurso, 1a instituctén y el hombre psicolégico. La psicologfa como institucién, como cuerpo del indi- viduo, como discurso, es lo que concrolard permanentemente, por un lado, los dispositivos disciplinarios, y remitira, por otro, a la soberania familiar co- mo instancia de verdad a partir de la cual sera posible describir y definir ro- dos tos procesos, positives o negativos, que ocurren en los dispositivos disci- plinatios. 12 EL PODER PSIQUIATRICO. No es sorprendence que el discurso de la familia, el mas “discurso de la familia” de codos los discutsos psicoldgicos, el psicoandlisis, pueda funcionar desde mediados del siglo xx como el discurso de verdad a partir del cual es posible analizar todas las instituciones disciplinacias. Y por eso, si lo que di- go es verdad, habran de comprender que no se puede oponer como critica de la insticucién o la disciplina escolar, psiquidtrica, etc., una verdad que se haya formado a partir det discurso de la familia. Refamiliarizar la institucién psiquidtrica, refamiliarizar 1a intervencién psiquidtrica, criticar la practica, la insticucién, la disciplina psiquidcrica, escolar, etc., en nombre de un discurso de verdad cuya referencia sea la familia, no es en absoluto plantear Ja critica de {a disciplina; por el contrario, es remirir constantemente a ella.* El hecho de referirse a la soberania de la relacién familiar no significa es- capar al mecanismo de !a disciplina; es, al contrario, reforzar ese juego entre soberania familiar y funcionamiento disciplinario que me parece muy carac- teristico de la sociedad contempordnea y de esa apariencia residual de sobe- rania en Ja familia, que puede asombrar cuando se la compara con el siscema disciplinario pero que, en realidad, funciona en contacto muy directo con él. * E] manusctito hace referencia a Jas siguientes obras: Gilles Deleuze y Felix Guattaci, Ca- pitalisme et schicophrinia, 1, LAnti-CEdipe, Paris, Ed. de Minuit, 1972, col, “Critique” [erad. esp: El Anti-Edipo. Cupitalismo y esquizofrenia, Barcelona, Paidés, 1998]; Robert Castel, Le Pyychanalysme, Paris, Maspero, 1973, col. “Textes 4 l'appui” [trad, esp: EY psicoanalizma El arden psicoanalirico y el poder, México, Sigio xx, 1980}, Clase del 5 de diciembre de 1973 Et asilo y la familia. De la interdiccién a la reclusin. La ruptura entre el asilo y la familia ~ El asilo, una maquina de curar - Ti- pologia de los “aparatos corporales” — El loco y el nifio — Las casas de salud » Dispositivos disciplinarias y poder familiar. He TRATADO de poner de relieve el basamsento disciplinario del asilo y mos- trarles que a partir del siglo XVIII una especie de trama disciplinaria comienza a recubrir la sociedad, y en ella vernos aparecer una serie de esquemas disci- plinarios especificos como ef ejército, la escuela, el taller, ete., cuya formaliza- ico y acabado es, a mi enten- cidén o, en todo caso, su dibujo a la vez sister der, el pandptica de Bentham. Ahora querrfa ocuparme del funcionamiento def asilo, funcionamiento més especifico porque, a mi juicio, el asilo tiene sus rasgos particulares. Por un lado, [el] de tener relacion, y una relacién privilegiada dificil y problema- tica, ademas-, con la familia. Por otro, el asilo, come sistema disciplinario, es también un lugar de formacidn de cierto tipo de discurso de verdad. Con ello no digo en modo alguno que los otros sistemas disciplinarios no den lugar a discursos de verdad y carezcan de relacién con la familia; me parece, de codos modos, que en el caso de la institucién y la disciplina asilares, la relacién con ella es muy especifica y escd muy sobrecargada; por otra parte, sc clabordé du- rante mucho tiempo y no dejé de cransformarse a lo largo de todo el siglo XIX. Por lo demas, el discurso de yerdad también cs un discurso especifico. ‘Tercer y ttltimo rasgo caracteristico: probablemente —y aqui entramos a la hipocesis y el juego que querria plantear—, ese discurso de verdad constimido en el asilo y la relacion con la familia se apuntalan mutuamente, se apoyan uno a otro y, en definitiva, generan un discurso psiquistrico que se presencard 113 114 EL PODER PSIQUIATRICO como discurso de verdad y cuyo objeto, punto de mira, campo de referencia, serd en esencia la familia, los personajes familiares, los procesos familiares, etc. El problema consiste en saber de qué manera el discurso psiquidcrico, ef dis- curso que se origina en el ejercicio del poder psiquidtrico, poded convertirse en el discurso de la familia, el discurso verdadero de la familia y sobre 1a familia. Hoy, entonces, crataremos el problema del asilo y la familia. Creo que debemos partir del asilo sin familia, ef asilo que rompe -y que rompe a la vez de manera violenta y explicita— con la familia. Tal es la situa- cién inicial, la sicuacién que enconcramos en esa procopsiquiatria cuyos cepre- sentantes y fundadores fueron Pinel y, sobre todo, Fodéré y mas ain Esquirol. Consideraré tres testimonios de fa ruptura del asilo con Ja familia. El pri- mero es fa forma juridica de la reclusién psiquidtrica, que gira en esencia al- rededor de esa ley de 1838 de la cual atin no nos hemos deshecho porque, en lineas generales y con algunas modificaciones, sigue rigiendo fa reclusién asilar. Me parece que, habida cuenta de la época en que se sittia, esa ley debe interpretarse como ruptura y desposesién de tos derechos de la familia con respecto al loco. En cfecto, con anterioridad a ella, ef procedimiento esen- cial, cl elemento juridico basico que permicia la coma de posesidn del loco, la caracterizacion y la designacién de su estacus coma ral, era la interdiccidn. 3Qué era fa interdiccién? Un procedimienta jucidico que, en primer tu- gat, cra y debia ser solicitado por la familia; en segundo fugar, una medida de orden judicial: fa decidia un juez y, aunque lo motivara cl pedido de la fa- milia, también lo hacia luego de una consulta obligatoria a sus miembros; tetcero y ultimo, el efecto juridico de ese procedimiento de interdiccién consistia en la transferencia de los derechos civiles del individuo interdicto a un consejo de familia, asi como el sometimiento del alienado al régimen de curatela, Por decirlo de alguna manera, se trataba entonces de un episodio del derecho familiar convalidado por procedimientos judiciales.’ En eso ‘Los furiosos deben ser instalados en un lugar seguro, pero sdlo es posible derenerlos en vittud de un juicio iniciado por la familia [...] {E] Cédigo Civil: J. L.) confia dnicamente a Jos tribunales la tarea de verificar su estado” (circular de Portalis del 30 de fructidor del aio xi/17 de septiembre de 1804, cicada en Gustave Bollocte, “Les malades mencaux de 1789 & 1838 dans Voeuvre de P Sérieux’, en Information Prychiatrique, vol. 44, 10, 1968, p. 916). EL Cédigo Ci- vil de 1804 reformula fa antigua jurisdiccién en el arviculo 489 {citulo x1, cap. 2): “El mayor que se encuentra en un estado habitual de imbecilidad, demencia o furor debe ser interdicto, CLASE DEL 5 DE DICIEMBRE DE 1973 115 consistfa el procedimiento de interdiccién, en cuanto procedimiento funda- mental: en esencia, el loco era el individuo en quien recaia la interdiccida, y se reconocia a alguien como despilfarcador, prédigo, taco, ecc., por la desig- nacion de su estacus, que era el de una persona sujeta a interdiccién. Con referencia a la reclusién, se apeld a ella durante toda la época clasica de una manera que estuve a punto de calificar de regular, pero que, justamen- te, no lo era; por el contrario, era una manera irregular. La reclusién podia ser el resultado del procedimiento de interdiccién © producirse independiente- mente de éste, pero en ese momento era siempre una reclusién de hecho, ob- cenida por la familia que solicitaba la incervencién del teniente de policia, el incendente, etc., o bien una reclusién decidida por el poder real o el parla- mento, cuando alguien habia cometido una irregularidad, una infraccién o un crimen cualquiera y se consideraba que, en vez de ponerlo en manos de la justicia, era mejor encerrarlo. En consecuencia, la reclusién era un proce- dimienco de origen bastante irregular y que rodeaba la incerdiccién e incluso podia llegar a reemplazarla, pero que no tenia un estacus judicial homogéneo y fundamental en esa suerte de toma de posesién del loco. La toma de posesién del loco era, por lo tanto, la interdiccién, y ésta era un episodio del derecho familiar convalidado por el procedimienso judicial. Omito una seric de circunstancias que ya anuncian la ley de 1838: la ley de aun cuando ese estado presence intervals de lucides". Cf: arc. “Interdic”, en Claude-Joseph de Ferritre (din), Dictionnaire de droit et de pratique, Paris, Brunet, 1769, % th pp. 48-50: Henei Legrand du Saulle, Laude méddico-légale sur Vinterdiction des aliénts es sur le conseit judti- ciaire, Pacis, Delahaye et Lecrosnier, (881; Paul Sérieux y Lucien Libert, Le Régime des aliénés en France au Xviif sitcle, Paris, Masson, 1914; Paul Sérieux y Mare Trénel, “Uinrernement des alignés par voie judiciaize (sentence d'interdiction) sous "Ancien Régime”, Reowe Historique de Droit Francais et Etranger, cuaita serie, afto X, julio-septiembre de 1931, pp. 450-486; An- dre Laingui, La Responsabilisé pénale dans Uancien droit (xvf-xvif sitcles), Paris, Libraitie Gé- nérale de Droit et de Jurisprudence, 1970, «. 8 p. 173-204; Michel Foucault se refiere a ellu en Histoire de la folie..., op. cit. (1972), pp. 141-143, y vuelve a tocar el tema en la clase del 15 de encro de 1975 de Les Anarmaux. Cours att Callige de France — 1974-1975, edicibn esta blecida por Valerio Marcherti y Antonella Salomeni bajo la direccién de Frangois Ewald y Alessandro Fontana, Paris, Gallimard/Seuil, 1999, col. “Hautes Etudes”, pp. 133-136 [trad. esp.: Los anormales, Curso en ef College de France (1974-1975), Buenos Aires, Fondo de Cul- tara Econémica, 2000] 116 EL PODER PSIQUIATRICO agosto de 1790, por ejemplo, que ocorga a fa aucoridad municipal cierta cantidad de facultades.? A mi entender, la ley de 1838 consiste en dos cosas fundamentales. La primera es poner la reclusién por encima de Ja interdiccién. Es decir que aho- ra el elemento esencial en la toma de posesién del loco pasa a ser la reclusién; la interdiccién, por su parte, sdlo se suma como complemento judicial even- tual @ posteriori, cuando sea necesaria, cuando la situacién juridica, los dere- chos civiles del individuo estén en riesgo o cuando ese individuo, por el com- crario, pueda comprometer la situacién de su familia debido a los derechos de que dispone. Pero la interdiccién ya no es sino un elemento accesorio de un procedimienco fundamental, que cs ahora el procedimiento de reclusién. La aprehensién pasa por la reclusidn; esto es, por 1a captura del propio cuerpo. La pieza juridica fundamental es ahora una verdadera captura, y ya no la desposesién de los derechos civiles o los derechos familiares. ;Quién y como se encarga de esa captura? Desde luego, la mayoria de las veces ésta es consecuencia del pedido de la familia, pero no es obligatorio que asi sea. En la ley de 1838, la ceclusién puede ser perfectamente decidida por la autori- dad prefectorial, sin que la familia le haya dado intervencidp alguna. En to- do caso, ya se la haya dado o no, siempre es la autoridad prefectorial, redo- blada por la autaridad médica, la que debe decidir en ultima instancia la reclusién de una persona. El individuo llega a un hospital publico o una elf- nica privada con el diagnéstico o la presuncién de locura: solo serd efectiva y estatutariamente designado como loco cuando alguien [haya] realizado una pericia de acuerdo con la autorizacién recibida para cllo por parte de la au- coridad civil, y cuando ésta —es decir, la misma autoridad prefectorial—!o ha- ya decidido de tal modo. Ahora, el loco ya no aparece, ya no se diferencia, ya no Gene un estatus con respecto al campo familiar, sino dentro de un campo que podemos denominar técnico administrativo 0, si lo prefieren, 2 La ley del 16 al 24 de agosto de 1790 hace de la reclusin una medida policial, al con- fiar “ala vi ales (...] la catea de evitar o remediar los acontecimientos fastidiosos que puedan ser ocasionados por los insensatos 0 furiosos deja- dos en libertad” (cirulo x1, art. 3), en Législation sur les aliénes et les enfants assists. Recueil des lois, décress et circulaires (1790-1879), Paris, Ministére de PIntérieur et des Cultes, 1880, t. p. 3. Véase Michel Foucault, Histoire de la folie..., op. cit. (1972), p. 443. jlancia y Ia autoridad de los cuerpos mun CLASE DEL 5 DE DICIEMBRE DE 1973 17 médico estatal, constituide por ese acoplamiento del saber y el poder psi- quidcrico y el sumario y el poder administrativos. Ese acoplamiento designa- rial loco como tal, con respecto a quien fa familia ya sélo dispondré de un poder relacivamente limitado. El loco aparece ahora como adversario social, como peligro para Ja socie- dad, y ya no come el individuo que puede poner en riesgo los derechos, las tiquezas y los privilegios de una familia. El mecanismo de esta ley de 1838 designa al enemigo social y, por eso, puede decirse que la familia queda des- poseida. Yo diria que, cuando leemos las justificaciones aducidas a favor de esa ley de 1838 en e] momento de vorarla, o los comentarios hechos una vez sancionada, siempre se dice que fue preciso dar esa preeminencia a la reclu- sién sobre {a interdiccién, al poder cientifico estatal sobce el poder familiar, para proteger a la vez [a vida y los derechos de los allegados. En efecto, du- rante todo el tiempo en que el prolongado, pesado y ardue procedimiento de la interdiccidn fue la pieza esencial, aduefarse de un loco era, en definiti- va, algo relacivamente dificil; y durante todo ese period, el loco podfa efec- tivamence hacer esteagos en su propio entorno. Era un peligco para sus alle- gados y, debido a ese riesgo, su circulo familiar directo estaba expuesto a sus furores; era menester, por lo tanto, protegerlo; de alli la necesidad de dar ptioridad al procedimiento de una reclusién rApida por encima del dilatado procedimiento de la interdiccién. Por otra parte, se ha destacado que dar demasiada importancia a la incer- diccién, hacer de ella el elemento fundamental, era abrir la puerta a todas las intrigas, todos los conflictos de intereses familiares; y también en este caso era preciso proteger los derechos de Ja familia restringida y cercana ~ascen- dientes y descendientes— contra la codicia de [a familia extensa. Es verdad; y en cierto sentido, ast funcioné la ley de £838: desposeer a la familia extensa en beneficio y en el interés de la familia cercana. Pero esto, justamente, es muy caracteristico de toda una serie de procesos que vamos a encontrar a lo largo del siglo XIX, aplicados no sélo a los locos sino también a la pedagogia, la delincuencia, eteétera.* * Bl manuscrio agrega: “De hecho, dames aqui con un proceso que volveremos a encon= rat a lo largo de Ia historia del poder psiquiderica” 118 EL PODER PSIQUIATRICO Sucede que el poder del Estado a, digamos, cierto poder técnico escacal, se introduce como una cufia en el sistema amplio de la familia, se apodera en nombre propio de una serie de facultades antes pertenecientes a la familia extensa, y para ejercer ese poder del que acaba de apropiarse, se apoya en una entidad que no calificaré de absolutamente nueva, pero si recién recor- tada, reforzada, intensificada: la pequefia célula familiar. La pequefia célula familiar constituida por ascendientes y descendientes es una especie de zona de intensificacién dentro de esa gran familia que es desposeida y soslayada, Y sera el poder del Estado 0, en este caso, el poder técnico estatal, el que va a aislar y apoyarse en esa familia pequefia, celular, intensa, que es un efecto de la incidencia de aquel poder sobre la gran fami- lia as¢ despojada. Eso es, creo, lo que puede decirse del mecanismo de la ley de 1838; como verdn, y si tenemos en cuenta que todos los grandes asilos funcionan desde hace ya 150 aftos sobre la base de esa forma juridica, es im- portante sefalar que ésta no favorece los poderes familiares; al contrario, desposee a la familia de sus poderes tradicionales. Jurfdicamente, entonces, hay una ruptura entre el asilo y la familia. Si comamos fa céccica médica, es decir, fa manera misma como las cosas se desarrollan en el asilo, gqué vemos? Primer principio, establecido con firmeza y que enconsraremos practica- mente durante toda la vida —estuve a punto de decir “toda la vida serena’- de {a disciplina psiquiatrica, esto es, hasta el siglo xx: el principio o, mejor, el precepco, la regla de saber cécnico segiin la cual jamds se puede curar a un alienado dentro de su familia. El medio familiar es absolucamence incompa- cible con ef manejo de cualquier accidn terapéutica. A través de todo el siglo 30x encontramos centenares de formulaciones de ese principio. Les daré sdlo una, a mero titulo de referencia y ejemplo, por- que es antigua y, en cierto mode, fundacional. Se trata de un texto de Fodé- ré de 1817, en el cual éste dice que la persona inrernada en un asilo “entra a un mundo nuevo y en el que debe quedar complecamente separado de sus padres, amigos y conacidos”.? Y un texto mds cardio, de 1857, que mencio- No porque va a servicnos de punto de referencia, pues hay en él un clivaje 3 Frangais Emmanuel Fodére, Traité du défire..., op. cit, tM, p. 252. CLASE DEL 5 DE DICLEMBRE DE 1973 lg importance: “En las primeras vislumbres de la locura, separad al enfermo de su familia, sus amigos y su hogar. Ponedlo de inmediato bajo la tutela del ar- te”. Por lo tanto, nunca se puede curar a un alienado en su familia. Por otra parte, durante todo el transcurso de la terapéutica, es decir, de la operacién inédica que debe conducir a la curacién, cualquier contacto con la familia es perturbador y peligroso; en la medida de lo posible, es pre- ciso cvitarlo. Se trata, como ven, del principio del aislamiento 0, mejor —pucs le palabra misma “aislamiento” es riesgosa, parece indicar que et en- fermo debe estar solo, cuando en realidad no se lo trata de ese modo en el asilo-, el principio del mundo ajeno. En comparacién con el espacio fami- liar, el espacio delineado por el poder disciplinario del asilo debe ser absolu- camente ajeno.? gPor qué? Indico aqui las razones a simple titulo de refercn- cia, Algunas son extraordinariamente criviales, otras, bastante intercsantes y cendr4n, por transformaciones sucesivas, cierto destino en la historia del poder psiquiderico, Primera raz6n: el principio de la distraccién, importante debajo de su alidad; para curarse, un loco nunca debe pensar en su locura.® aparente ba 4 Pierre Berthier, Médecine mentale, «1, De Cisolement, Paris, J.-B. Baillitre, 1857, p. LO. 5 Principio enunciado por Esquirol en su “Mémoire sur l'isolement des aliénés” (Jefda en el instituto ef 1° de octubre de 1852): “El aislamiento del alienado (secuestro, confinamiento) consiste en susttaerlo a todas sus costumbres. separindolo de su fasnilia, sus amigos, sus servido- res; codéandolo de extrafios; modificando coda su manera de vivir”. Jean Exienne Dominique Esquirol, Des maladies mentales.... op. cit., t. Mt. p. 745. CE: Jean-Piere Falret, “Du craitement général des aliénés” {leccién dictada en ct hospicio de la Salpétritre, 1854). en Des maladies mentales et des asiles d'alitnés, Paris, J.-B. Baillitre, 1864, pp. 677-699 (véase cn especial pp. 685 y ss.); Joseph Guislain, Traite sur ler phrénopashies..., op. cit, 2* ed., 1835, p. 409; Jeane Marc Dupuy, Quelques considerations sur la folie, Visite au Castel dAndarte, érablissement destiné awe aliénés de la classe riche, Périgueux, impr. Dupont, 1848, pp. 7-8. © Francois Leuret sefiala: “cada vez que sea posible, es preciso imponer silencio al enfermo con respecto a su delirio, y ocuparto en otra cosa’. Cf. Du maitement mornl de la folie. op. cit. p. 120. Véase también su “Mémoire sur la révulsion morale dans le traitement de la folie", 9p. ci p- 658. Sin embargo, es J.-l? Falret quien, en un cesumen fiel de las concepctones de Esquirol ("De Ia folie”, op. cit.,t. 1, p. 119), lo enuncia de manera mas expifcira en un manuscrito inédi- to: “E] aislamiento ocupa, desde luego. el primer lugar (...] Sin embargo, una vez que el enfer- mo ha sido sustraido a las influencias externas, shay que dejarlo librado a sf tnismo sin procurar destruic la fijeza de sus preocupaciones enfermizas? No, como es evicente. No conformes con 120 EL PODER PSIQUIATRICO Hay que procurar que jamas la cenga en mente, que en lo posible se borre de su discurso y no pueda ser vista por testigos. Ocultar la locura, no decirla, aparcarla de la mente, pensar en otra cosa: principio de no asociacién o, si lo prefieren, principio de disoctacién. Se trata de uno de Jos grandes esquemas de la prdctica psiquidtrica de la época, hasta el momento en que, a la inversa, triunfe el principio de asocia- cién. Y cuando digo principio de asociacién, no pienso en Freud sino en Charcor, vale decir, en la irrupcién de la histeria, pues la histeria sera el gran punco de clivaje en toda esta historia. Por lo tanto, si la familia debe estar ausente, si se debe situar al individuo en un mundo absolutamente ajeno, es a causa del principio de distraccién. Segundo principio, también muy trivial, aunque interesance por la histo- tia que tendra: ia familia es sefialada, indicada como, si no exactamente la causa, al menos la oportunidad de la alienacién. El motivo de eclosién del episodio de locura serdn las contraciedades, las preocupaciones de dinero, los celos amorosos, las penas, las separaciones, fa ruina, la miseria, etc.; todo eso desencadena la locura y no dejard de alimentarla.” En consecuencia, es preci- alejar las causas que pueden fomentar el delitio, debemos combatir este mismo: con #sa finali- dad, la experiencia no reconoce medio mis eficaz que el consistence en fijar la atencién de unos en los objeros mas susceptibles de cautivarlos, y en desviar fas ideas fijas de otros, distracrlos de sus preocupaciones ponienda sin cesar ante sus ajos objetos ajenos a su delitio y encauzando to- da su atencién hacia cualquier tipo de actividades en las que les sea imposible pensar en su en- fermedad”. Cicado por Georges Daumezon y Philippe Koechlin, “La psychorhérapie institu- donnelle francaise cancempacsine’, en Amais Rercagmeses de Poiguittria, 6, 4, 1952, p. 274. Véase cambin Jean-Pierre Falret, “Du traiternenc général des alignés”, op. cit., p. 687. 7 “Con frecuencia, la causa moral de la alienacién estd presente en el seno de Ja familia y tiene su origen en aflicciones, disensiones domésticas, reveses de la fortuna, ercétera [...}, a menudo, el primer escremecimiento sufrida por las facultades intelectuales y morales se pro- duce en la propia casa del alienado, en medio de sus conocidos, sus pariences, sus amigos.” Jean Etienne Dominique Esquirol, Des passions, considérés comme causes, sympibmes et moyens curatiff de Valiénation mentale, Th. Méd. Paris, nim. 574, Paris, Didot Jeune, 1805, p. 43 [erad. esp.: Sobre lus pasiones, consideradus como causas, sintomas y remedios de ia alienacin mental, Madeid, Asociacién Espaiiola de Neuropsiquiacria, 2000]. Cf: Jules Fourner, “Le uaitement moral de Paiiénacion soit mentale, soir morale, a son principe et son modéle dans Ta famille”, informe leido en la Société Médicale d’Emutation el 4 de marzo de 1854: “Nu- merosos alienados encuentran en el seno de lo que [lamamos Familia no séle las condiciones CLASE DEL 5 DE DICIEMBRE DE 1973 121 so separar al enfermo de su familia para eludir ese soporte permanente de la locura que ésta representa. Tercera razén aducida, muy interesane: el concepro, introducido por Es- quirol y que va a desmoronarse, a desaparecer, aunque todavfa lo encontre- mos durante bastante tiempo sin que se-retome el término mismo [...],* el muy extrafio concepto de “sospecha sintomatica’® [,..]** Esquirol dice que el enfermo mental, y en esencia el maniaco, esta afectado por una “sospecha sintomatica”; esto quiere decir que la alienacién mental es un proceso duran- te el cual cl humor del individuo se modificard: las sensaciones s¢ alteran, el afectado tiene nuevas impresiones, ya no ve Jas cosas con exactitud, deja de percibir los rostros, ya no entiende las palabras de la misma manera; even- tualmente, escucha voces que carecen de un soporte real o ve imagenes que no son perceptivas: alucinaciones. E! alienado no comprende la causa de co- dos estos cambios producidos en su cuerpo, y ello por dos razones: por un la- do, no sabe que estd loco; por otro, no conoce los mecanismos de la locura. Al no comprender la causa de codas esas transformaciones, buscard su origen fuera de sf mismo, fuera de su cuerpo y al margen de su locura; lo buscard en su entorno. De tal modo, conectara a todo lo que lo rodea, no exactamente la extraiieza de sus impresioncs, sino la causa de esa extrafieza; de resultas, considerara que cl origen de ese malestar no es otra cosa que la malevolencia de quienes estdn a su alrededor, y comenzard a tener senti- mientos persecutorios. La persecucién, que Esquirol denominaba “sospecha que irtitan, exasperan y precipitan exes tipos de afecciones, sine rambién, y por eso misme, las condiciones que les dan origen” (Annales Médico-Psychologiques, 2" serie, t. VI, octubre de 1854, pp. 523-524); Alexandre Briere de Boismont, “De I'ucilité de fa vie de famille dans le traitement de l'aliénation mentale, et plus spécialement de ses formes iristes”, informe feido en la Académie des Sciences el 21 de agasto de 1865, Annales Médico-Psychologiquet, 4 serie, t. VIL enero de 1866, pp. 40-68; Paris, Martinet, 1866. * Grabacién: de Esquirol, § “BJ alienade se vuelve timido, receloso; teme a todo lo que se le acerca y sus sospechas se extienden a las personas que le eran més queridas. La conviccién de que todos se dedican a a arcuinadlo, representa el remace de esta perversién moral. De atormentarlo, a difamarlo |. alli la sospecha sincomatica que a menudo se acrecienta sin motivo.” Jean Etienne Dominique Esquirol, “De la folie”, op. cit, t. 1. p. 120. * Grabacién: que introduce Esquiral. 122 EL PODER PSIQUIATRICO sintomatica’, es el fondo contra el cual yan a desarrollarse las relaciones del enfermo con su entorno. Esta claro que, si se pretende romper esa sospecha sincomatica, es decir si se quiere que el enfermo tome conciencia de la enfer- medad y sepa que la extrafieza de sus sensaciones sdlo se debe a su mal, es preciso desconectar su existencia de todos esos personajes que lo han redea- do y que ahora, a partir del origen de su locura, estan marcados por esa clase de sospecha. Cuarta y tiltima razén que alegan los psiquiatras para explicar la necesi- dad de ruptura con [a familia: dentro de coda familia existen relaciones de poder —yo las llamaria de soberania, pero no importa— que ¢n si mismas son incompatibles con }a curacién de Sa focura, por dos motives. Eh primero es que esas relaciones de poder, de por sf, alimentan la locura: cl hecho de que un padre pueda ejercer una voluntad tirénica sobre sus hijos y el entorno es un elemento perteneciente a la trama de poder propia de la familia y, desde juego, va a reforzar el delirio de grandeza de aquél; cl hecho de que una mu- jet pueda hacer valer de manera legitima sus caprichos e imponerlos al mari- do es algo que corresponde al tipo de poder caracteristico de la familia, pero que no puede, como es evidente, sino alimentar Ja Jocura de la mujer. Por consiguiese, es menescet privar a los individuos de la situacién de poder, de los puntos de apoyo de poder de que disponen en la familia, Otro motivo, claro esta, es que el mismo poder médico es distinto del poder familiar y, si la ambicién es ejercerlo concretamente y que s¢ imponga al enfermo, es ne- cesario dejar en suspenso todo lo relacionado con configuraciones, puntos de apoyo, relevos propios del poder familiar, Tales son, en Iineas generales, las cuatro razones que encontramos en la psiquiatria de la época para explicar la rupeura terapéutica necesaria entre el asilo y la familia. Y damos constantemence con historias muy edificantes en las cuales se nos cuenta que, en el cranscurso mismo de un procedimiento terapéutico préximo a obtener buenos resultados, el mas minimo conracto ‘con la familia no tarda en trastornar coda [a sicuacién. Asi, Berthier, en su tratado de medicina mental -habia sido discipulo de Girard de Cailleux y habfa crabajado en el hospical de Auxerre-,? cuenca ” Pierre Berthier (1830-1877) ingresa en 1849 como residente en el servicio de su to, Henri Girard de Cailleux, médico en jefe y director del asilo de alienados de Auxerre. En 1857, CLASE DEL 5 DE DICIEMBRE DE 1973 123 moncones de historias espantosas de gente que estaba en camino a una cura- cién y cuyo contacto con la familia produjo la catdstrofe. Una de elas: M. B., celesidstico de los mas tespetables y que siempre habia vivido en tica austera se ve afectado, sin causa observable, por una mo- nomania, Camo medida de precaucién y conveniencia, sc prohtbe la entrada al asilo de todos sus conocidos. A pesar de ese atinado consejo, su padee logra Hegar hasta él. El enfermo, que mejoraba, comienza a enmpeorar de inmediato: su delirio adopta diversas formas, Tiene aluci- naciones, hace a un lado su breviario, blasfema y es presa de un delitio una pra erético orgulloso."” Otra historia, aka mas atractiva: Procedente de una casa de salud del departamento del Rédanio, la sefio- ra S. llega en un estado deplorable, afectada de melancofia y con excita- ciones maniacas causadas por aflicciones y reveses de la fortuna. Lucgo de dos afios de cuidados asiduas sc obticne una mejoria real: la conva- lecencia est4 cerca. Su hijo, entusiasmado por ese cambio, expresa el deseo de verla. El médico en jefe accede a ello, pero recomienda que la visita sea breve. Ei joven, sin sospechar la impurtancia de la recomen- dacién, pasa por encima de lo indicadu. Al cabo de dos dias, la agita- cién ceaparece!!! jAh! No era ésta la historia que queria concarles... Se trataba de la historia de un padre de familia que estaba en el hospital de Auxerre, ya en vias de cu- racién; he aqui que ve a su hijo a través de una vencana y enconces, preso de un deseo frenético de verlo, rompe el cristal. Luego de esa rotura del cristal que separaba el asilo del mundo externo y al hombre de su hijo, sobreviene tras defender su tesis, “De la nature de laliénation mentale d’aprés ses causes et son traite- mene”, en Moncpeilier, Berthier vuelve a crabajar durante dos afios en Auxerre, hasta su num- bramienco como médico en jefe en Bourg (Ain),: a partir de 1865 se desempefiard como médi- co residence en Bicéere. Pictre Berthier, Médecine mentate, ap. cit.. t. , observacién C, p. 25. "" [bid., observacion D, p. 25. 124 EL PODER PSIQUIATRICO la catdstrofe: el enfermo vuelve a caer en el delirio. El contacto con la familia precipité el proceso.'? Por lo tanto, ia entrada al asilo, la vida en el asilo, implican necesaria- mente Ja rupcura con la familia. Si observamos ahora lo que sucede una vez producido el ingreso y ejecu- tado ese rito de purificacién y ruptura, si consideramos ef presunto modo de curar del asilo, el cranscurso de la curacién en él, adverciremos, también en este caso, que estamos excraordinariamente lejos de todo lo que puede ser la familia como operador de curacién. La familia nunca debe entrar en juego; adn més, para llevar a cabo la curacién, jamas hay que apoyarse en elemen- tos, disposiciones, estructuras que puedan, de una manera u otra, cecordarla. Esquirol y la mayoria de sus sucesores hasta la década de 1860 van a ser- virnos de bisagra. Durante ese primer episodio de la historia del poder psi- quidtrico, squé factores curan en el hospital? Son dos cosas..., bueno, no; en esencia, es una cosa: lo que cura en el hospital es el hospital mismo. Vale de- cir que la disposicién arquitecténica, la organizacién del espacio, la manera de distribuir a los individuos en ese espacio, el modo de circulacién por éi, el modo de observar y ser observado, todo eso, tiene de por sf valor terapéutico. En la psiquiacrfa de esa época, la maquina de curacién es ef hospital. Cuando hablé de dos cosas, iba a decir: esta fa verdud. Pero intentaré mostrarles que el discurso de la verdad o el surgimicnto de la verdad: come operacién psiquid- trica no son, en definitiva, mas que efectos de esa disposicién espacial. El hospital, entonces, es fa méquina de curar; gy cémo cura? No lo hace en absolute como una reproducciéa de la familia; él hospital ao es en modo alguno una familia ideal. Si cura, es porque pone en accidn esos elementos cuya formalizacién traté de mostrarles en Bentham; el hospical cura porque es una maquina panéptica, cura en su caracter de aparato pandptico. Se tra- "2 bid, observacién B: “M. G., afeezado de tivelancolia aguda [...], lega en el estado mis calamitoso (...] Luego de algunos meses de tratamiento, y de no paces esfuerzos, se produce una mejoria [.,.] Pese a la prohibicién expresa del médico director, el enfermo advierte la pre- sencia de su hijo; rompe el cristal de una ventana y se lanza por la abertura resultante. con la intencién de ceunitse con dl. Desde ese momento [,..] las aluciones reaparecen con mayor in- tensidad, el suefio no llega, et delirio aumenta y Ia situsacién del enfermo no deja de agravar- se” (pp. 24-25). CLASE DEL $ DE DICIEMBRE DE 1973 125 ta, en efecto, de una maquina de ejercer el poder, inducis, distribuir, aplicar el poder segiin el esquema benchamiano, aun cuando, desde luego, las cis- posiciones arquitecténicas propias del disefio de Bentham sean abjeto de modificaciones. Digamos, en general, que podemos encontrar cuatro 0 cin- co elementos que son del orden mismo del pandptico benthamiana y a los que se atribuye una funcidn operativa en fa curacion. isibilidad permanente.'? El loco no séto debe ser vi- En primer lugar, la v gilado; ademas, el hecho de saber que siempre !o vigilan y, mejor atin, de sa- ber que siempre pueden vigilarlo, que nunca deja de estar bajo el poder vir- cual de una mirada permanente, ticne valor terapéutico en s{ mismo, pues uno no mostraré su locura cuando, justamente, se sepa obsetvado, y abset- vado como un loco, y entonces el principio de distraccién, de disociacién, va a actuar en su plenicud. Es preciso, por lo canto, que el loco siempre sea susceptible de caer bajo una mirada posible; y en eso reside el principio de la organizacién arquitec- ténica de los asilos. En vez del pandptico circular se prefiere otro sistema, pero que debe asegurar una visibilidad de igual magnitud: el principio de la arquitectura pabellonaria, es decir, pequefios pabellones que, segun explica Esquirol, deben estar dispuestos sobre cres lados, con el cuarto lado abierto hacia el campo; en la medida de lo posible, esos pabellones asf organizados deben tener una sola planta, a fin de que el médico pueda Hegar de puntillas sin ser escuchado por nadie, ni los enfermos, ni los guardianes, ni los vigilan- tes, y comprobar qué pasa de un solo vistazo.'“ Ademds, en esta arquicectura pabellonaria que sufrié transformaciones, ¢l modelo utilizado hasta fines det siglo xix, la celda pues aun para Esquirol la celda era, si no preferible af dor- micoria colectivo, al menos una alternaciva a éste— debia cener aberturas por dos lados, de manera tal que cuando el loco mirara hacia uno de ellos, se pu- diera observar su actitud a través de la ocra ventana. Cuando vemos lo que '3 Principio abordado con el titula de “La reconnaissance en miroir’ en Michel Foucault, Histoire de la folie,.., op. eit. (1972), pp. 317-519. '* “En un edificio de una sola planta, puede llegar en cualquier momento y sin ruido juno a los enfermos y los servidores.” Jean Erienne Dominique Esquirol, Des érablissements consacrés aux caliénés en Prance.... op. cit. (1819), p. 36; reeditado en Des matudies menta- bes... op. tit, to 1h, 9. 426 : 126 EL PODER PSIQUIATRICO Esquiral dice sobre la manera de construir los asilos, encontramos una trans- posicién estricta del principio del panoptismo. En segundo lugar, también se modifica el principio de la vigilancia cen- tral, esa suerte de torre desde fa cual un poder anéuito se ejercia sin descan- so. Sin embargo, lo reencontramos hasta cierto punco en el sector descinado al director, que debe estar en el centro y vigilar todos fos pabellones dispues- tos a su alrededor; pero, sobre codo, aunque la vigilancia central no se realice del mismo modo que en el pandptico de Bentham, siempre se obtiene el mismo efecto, a través de lo que podriamos Hamar vigilancia piramidal de las miradas. Tenemos, entonces, una jerarquia constituida por guardianes, enferme- ros, vigilantes, médicos, cuyas relaciones siguen la via jerdrquica, y en la ci- ma esté el médico jefe, unico responsable del asilo, pues e! poder administra- tivo y el poder médico no deben estar desvinculados; todos los psiquiatras de fa época insisten en ello. Y, en definitiva, todos los relevos de la vigilancia deben converger en esa suerte de saber-poder unitatio y absoluco consticuido por el médico jefe. + En tercer lugar, ef principio del aislamiento, que también debe tener va- acién son garantizados por la cel- lor terapéutico. Aislamiento e individual da de Esquirol, que reproduce cast con exactitud {a celda del pandprico de Bentham, con su doble abertura y su contraluz. Encontramoas asimismo este muy curiose principio del aislamiento; es decir, la disociacién de todos los efectos de grupo y Ja asignacién del individuo a sf mismo come tal, en la practica médica corriente de la época, que es el sistema de lo que podriamos denominar la percepeién criangulas de la locura. El asilo reapezaba con una objecién muchas veces planteada, y que era ja siguiente: jes valido desde el punto de vista médico agrupar en un mismo es- pacio a personas que estan locas? Para empezar, gla locura no serd contagio- sa? Y segundo, jel hecho de ver a los otros que estdn locos no puede inducir melancolia, tristeza, etc, en quien se encuentra cn medio de ellos? A lo cual los médicos respondfan: en absoluto; por ¢l contrario, es muy bueno ver la locura de los otros, siempre que cada enfermo pucda percibir a esos otros locos que estan a su lado como los percibe el médico. En otras pa- tabras, no se puede pedir de inmediato a un loco que adopte sobre si mismo un punto de vista compartide con el médico, pues estd demasiado atado a CLASE DEL 5 DE DICIEMBRE DE 1973 127 su locura; en cambio, no estd atado a la locura de los otros. Por consiguien- te, si el médico muestra a cada enfermo por qué todos los que lo rodean son efectivamente enfermos y locos, cntonces, el paciente en cuestidn, al percibir de manera triangular la locura de fos demas, terminard por comprender qué es estar foco, delirar, ser manfaco o melancélico, ser monomaniaco. Cuando el enfermo que se cree Luis XVI vea frente a sia otre que también cree serlo, y vea también de qué manera juzga el médico a ese otro autoproclamado rey, podrs tomar indirectamente una conciencia de s{ mismo y su locura que se- r4 andloga a la conciencia médica.'° Tenemos aquf un aislamiento def loco en su propia locura en virtud del juego de esa tciangulacién que tiene de por sf un efecto curativo'® caso, cs la garantfa de que no se produciran en el asilo esos fenédmenos co- rrosivos de contagio, esos fendmenos grupales que, justamente, cra misién del panéptico evitar, tratdrase del hospical, de la escuela, etc. La ausencia de contagio y fa inexistencia del grupo deben asegucarse mediante esa suerte 0, en todo '5 Philippe Pinel, Jiaité médico-philosophigue..., op. cit, sec. 1, § xxii, “Habileté dans l'art PI ? ping p de diriger les aliénés, en paraissanc se préver & leuze idées imagin: res”. En vealidlacl, Pinel dice fo siguience: “Tres alicnadas, que se creen otros tantos soberanos y cada uno de los cuales ha adoptado el culo de Luis XVI, se disputan un dia los derechos a fa realeza y los hacen valer con formas un poco demasiado enérgicas. La vigilance se acerca a uno de ellos y, aparrindolo un poca, te pregunta con aire serio: ';Por qué discute con esas personas, que estin notoriamence locas? ;Acaso ao sabemus que sélo usted debe ser reconocido como Luis Xv2" Ef enfermo, ha- lagado con ese homenaje, se retita de inmediaco y observa a fos otros con altivez desdeviosa. El mismo artificio resulta con un segundo individuo: y de tal modo, al cabo de un inscanre ya no queda huella alguna de la disputa” (pp. 93-94). Este cexto se cita con un comencario un tanto diferente en Michel Foucaule, Histotre de fa folie..., op. cit. (1972), pp- 517-518. 16 Asi, Esquirol, al evocar “la objecién més fuerte contra ef aislamienta en una casa dis- puesta para ese tipo de tratamsieato”, replica que “los efectos fastidiosos que para un alienado pueden resultar de vivir con compatieros de infortunio” son compensados por una “cohabica- cién [que] no es un obstéculo a la curaci6n y resulta un medio de tratamiento, porque obliga a los alienados a reflexionar sobre su estado [...], a ocuparse de lo que pasa a su alrededor y, en cierto modo, a olvidarse de si mismos, lo cual es un camino hacia la salud”. Jean Etienne Dominique Esquirol, "De la manie” (1816), en Des maladies mentales.... op. cit, tl, p. 124. Jean-Pierre Falset afirma también que el asilo permite “generar la reflexidn sobre s{ mismo por el contraste entre todo lo que rodea al enferma y su antiguo encorno”. Jean-Pierce Faltet, “Du traitement général des aliénés", op. cit. (1854), p. 687 128 EL PODER PSIQUIATRICO de conciencia médica de los otros que cada enfermo debe tener en lo con- cerniente a quienes lo rodean. Por tiltimo ~y también aqui encontramos los temas del pandptico-, el asi- lo acttia en virtud del juego del castigo incesance, aplicado ya sea por el perso- nal, claro est4, que debe estar presente todo el tiempo y junte a cada uno, ya sea mediante una serie de instrumentos.'” Hacia la década de 1840, en Ingla- terra, que estaba un poco rezagada con respecto a la practica psiquidtrica oc- cidental, una serie de médicos —ingleses, pero sobre todo irlandeses— postula- ron él principio de no restraint, es decir, la abolicién de los instrumentos materiales de coercién.'® En ta época, {a reivindicacién gord de una gran re- percusidn y, en cierto sentido, desaté en todos los hospitales de Europa una campafia por el 0 restraint y una modificacién bastante importante, en sus- tancia, en la manera de cratar a los locos. Pero no creo que esa alternativa, coercién fisica 0 no restraint, haya sido en definitiva demasiado seria. Como prueba sélo aduciré una carta que la reverenda madre superiora de las hermanas responsables del asilo de Lille envid a su colega de Rudn, que " Michel Foucault, Histoire de la folie... op. cit. (1972), menciona “la evidencia casi asit- inética del castigo” (p. $21). * El principio de no restraint tiene sus taices en las reformas emprendidas por fos ingleses W, Take, Je Haslam y E. Charlesworth y ol irlindés J. Conally, Debido al fallecimienra de una mujer cudquera en el asilo de York, William Tuke funda el 11 de mayo de 1796 an esta- blecimiento para acoger a os alienados de la “Sociedad de Amigos”: el Retiro. Samuel Tuke (1784-1857), su niero, publica una Description of she Reareat, an Institusion near York for Insa~ ne Persons of the Society of Friends, York, W. Alexander, 1813. CL: René Semelaigne, Alidnistes et philunshropes: les Pinel et les Take, Pacis, Steinkveil, 1912; Michel Boucaule, Histoire de la fo- fie... op. tit, (1972). pp. 484-487, 492-496 y 501-511; John Haslam, boticario del hospical Bechiehem de Londres, le consugra una obra, Considerations on the Moral Management..., op. cit. (cf. también la clase del 7 de noviembre de 1973, noras 6 y 13); Edward Charlesworth (1783-1853), médico consultor en el Lyncoln Asylum, se propone en 1820 atacar los méco- dos coercitivos entonces en vigencia: Remarks on the Treatment of the Insane and the Manage- ment of Lunatics Asylums, Londees, Riviagcon, 1825; John Conolly (1794-1866), promacor del no restraint, lo aplica desde su 'legada al asilo de Middlesex en Hanwell, cerca de Londres, al 1° de junio de 1839. Conolly expone sus concepciones en The Construction and Gouern- ment of Lunatics Asylums and Hospitals for che Insane, \ondres, J. Churchiff. 1847, y The Treatment of the Insane without Mechanical Restraint, Londves, Smich and Elder, 1856. Cf también Hamilton Labaet, An Essay on Use and Abuse of Restraint in the Management of the Insane, Londres, Hodges and Smith, 1847. CLASE DEL $ DE DICIEMBRE DE 1973 29 eca la superiora, y que decia: bueno, vea, no es tan grave; puede hacer como nosotros acabamos de hacer en Lille y retirar perfectamente todos esos ins- crumentos, con la condicién de poner junto a cada uno de los alienados a quienes acaba de liberar “una religiosa que se les imponga”.'? Finalmente la alternativa considerada, intervencidn del personal o instru- mentos, €s entonces una alternativa superficial en comparacién con el meca- nismo profundo, que es el del incesance castigo. Me parece, de todos modos, que el sistema del restrains, de la coercién fisica, es en cierto sentido més elo- cuente que el otro y més evidence. En los hospitales de esa época —por lo tanto, luego del famoso episodio de los alienados de Bicétre liberados de sus cadenas por Pinel-, entre 1820 y 1845 —periodo, por ende, del no restraint, hubo toda una serie maravillosa de instrumentos: la silla fija, cs decir fijada a la pared y a la cual se ataba al enfermo; la silla movil, que se movia al com- pas de la agitacion del enfermo;° las esposas;*! los manguitos;”? la camisa de fuerza; el traje con forma de guante, que apretaba el cuello del individuo y '° Carta de la madre superiora del asilo de mujeres de Lille a la madre superiora de tas hermanas de Saint-Joseph de Cluny que sicven en el asilo de Saine-Yon (Sena inferior) -cuyo médico en jefe, desde e! 23 de mayo de 1856, es Bénédicte Augustin Morel (1809-1873), en tn cual aquélla expone el modo como ha logrado dominar Ia agitacion de las enfermas: “Pus mos manos a ja obra {...] y tormamos a una mujer agitada para colocarla bajo la vigilancia de una religiosa que sabia imponerse”. Carta citada por Bénédict Augustin Morel en su informe Le Non-Restraint, ou De Fabolision des moyens cocrcitifi duns le sraitement de la folie, Paris, Masson, 1860, p. 77. 2'Sillbn, asentado sobre un fuelle, de cal manera que “ance el mas minima mavimienra el alienado es sacudide en todos fos sentidos, y la sensacién desagradabla que resulta de ese mo- vimienco lo obliga a permanecer en calma’, Joseph Guislain, Traitd sur kes phrénopathies.... op. cit, (1835), p. 414. ** Esquirol propicia las esposas de hierro con guarnicién de cuero como uno de los “nu- merosos medios menos duros que las cadenas”, Jean Etienne Dominique Esquirol, “Des mai- sons d’aliénés” (1818), en Des maladies mentales.... op. ctt., tl, p. 533, CF también Joseph Guistain, Thaité sur Lali Moyens de répression”, pp. 271-272. * Los “manguitos de fuerza” estén compuestos por una pieza de tejido que une las manos ation mentale..., op. cit, t I, libro 12. “Instituts pour les aliénés. sobre In delantera del cuerpo. La camisa de fuerza, invenrada en 1790 por Guillerer, un capicero de Bicétre, consiste en una camisa de tela fuerte, abierta por derras y con largas mangas que se entrecruzan por 130 EL PODER PSIQUIATRICO lo ceftia a fin de que mantuviera las manos contia Jos muslos; los féretros de mimbre* en fos cuales se encerraba a fos individuos, y tos collares de perro con puntas bajo el mentén. Toda una tecnologia del cuerpo que es muy in- feresante y cuya historia habria que hacer, tal vez, reinscribiéndola en {a his- toria general de esos aparatos corporates. . Me parece licito decir {fo siguiente: antes del siglo xix hubo una cantidad bascante considerable de esos aparatos cotporales. Creo que podemos consi- derar cres cipos. Los aparatos de garancia y prueba, es decir, aquetlos en los cuales cierto cipo de accién esti vedada y cierto cipo de deseo esti proscrip- to; el problema consiste en saber hasta dénde es posible soportarlos y si la prohibicién asi materializada por el aparato sera infringida o no. E) arqueti- po mismo de esas maquinas ¢s el cincurdn de castidad. , Tenemos otro tipo de aparato corporal: los aparatos para arrancar la ver- dad, que obedecen a una ley de intensificacién gradual, de incremento cuan- titativo; por ejemplo, el suplicio del agua, la estrapada,”? erc., que se utiliza- ban de manera habitual en la prueba de verdad de la prictica judicial. Tercero y Ultimo, tenemos los aparates corporales cuya funcién esencial era manifescar y sellar al mismo tiempo la fuerza del poder; marcar con una delance y se anen en la espalda, inmovilizando los brazos. CE: Joseph Guisiain, Trated sur ba- liénation meniale..., op. sit, © M, pp. 269-271; Bugkne Roubies, De La camisole ou gilet de for- ce, Paris, Piller, 1871; Auguste Voisin, “De f'utilité de la camisole de force ex des moyens de contention dans le craicement de la folie”, comunicacién del 26 de julio de 1860 a la Suciéré Médice-Psychologique, Annates Médico-Prychologiques, 3* serie, t. VI, noviembre de 1860, pp. 427-431, Valencia Maguan, art, “Camisole”, en Amedée Occhambce et af, (dits.], Diciionnat- ve encyclopidigue des sciences médicales, Paris, Masson/Assclin, 1880, 1 serie, t. Xl, pp. 780- 784, M. Foucault analiza el sentido de su utilizacign en Histoire de la folie... op. cit. (1972), p. 460. * Instrument de contencién, el féretco de mimbee es una caja del largo de un hombre en [a cual ef enfermo se iende sobre un colchdn. Provista de una tapa, tiene una escoradura en un extremo para dejar pasar la cabeza. Ch Joseph Guistain, Traire sur fatiénurion menta- te... op, cit, ¢. th p. 263. 5 La estrapada consiste en el izamicato del culpable anudado a una soga y atado de pies y uranos hasta el extremo superior de una horca, desde el cual se lo lanza varias veces contra el suelo. Sobre la prueba de verdad en el procedimiento judicial, véanse Miche! Foucault, “Theories et insticucions pénales”, curso en ef Collége de France, 1971-1972, sexca clase, y Surveilier er punir.... op. cit, pp. 43-46. CLASE DEL 5 DE DICIEMBRE DE 1973 131 letra de fuego el hombro o la frente; atenazae o quemar a un regicida signifi- caba utilizar a la vez un aparato de suplicio y un aparaco de marcacién: era la manifestacién del desencadenamiento del poder en el cuerpo mismo, rortu- cado y sometido.*6 Esos son los tres grandes tipos de aparatos corporales, y lo que vemos aparecer en el siglo XIx es un Cuarto tipo de instrumentos que, a mi parecer —pero se trata de una hipétesis, pues, insisto, la historia de todo esto atin es una tacea pendience—, surge precisamente por entonces, y en los asilos. Son los instrumentos que podriamos llamar ortopédicos; me refiero con ello a los utiles cuya funcidn no es la marcacién del poder, el arrancamiehto de la ver- dad, fa garancia, sino el enderezamicnto y el adiestcamiento del cuerpo. Y me parece que esos aparatos se caracterizan de la siguiente manera. En primer lugar, son aparatos de accién continua. Segundo, son aparatos cuyo efecto progresivo debe consistir en hacerlos inutiles; es decir que, en tiltima inscancia, debemos tener la posibilidad de reticar el aparaco y que el efecto logrado gracias a él esté definitivamente inscripto en el cuerpo. Por lo tanto, aparatos de efecto de autoanulacién. Y para terminar, deben ser, en la medi- da de lo posible, aparatos homeostdticos: cuanto menos resistencia se les opone, menos se los sience; a la inversa, cuanto mis se intenca escapar a ellos, mayor es el sufrimiento. Es el sistema del collar con puntas de hierro: si no bajamos la cabeza, no lo sentimos, pero cuanto mis la bajamos, mas nos hace sentir su efeeco; o el sistema de ia camisa de fuerza: cuanto mds nos debatimos, mds nos estrangulamos; o el sistema del sillén que provaca vérti- go: mientras ‘no nos movemos, estamos convenientemente sentados; en cambio, si nos agicamos, la trepidacién del sillén nos snarea. Tenemos aqui el principio del instrumento ortopédico que en la mecini- ca asilar es, creo, el equivalente de lo que Bentham habia imaginado como la visibilidad absoluca. Todo esto nos remite a un sistema psiquidtrico en ef cual la familia no cumple absoluramence ningtin papel. No sdlo ha sido aseptizada y excluida desde el inicio, sino que en cl presunto funcionamiento terapéutico del apa- rato asilar nada recuerda en absoluto a la familia. Y el modelo que se tiene 6 Sobre el suplicio de Damien, cf. Michel Foucault, Surveiller et punir..., op. cit. pp. 9- ll y 36-72. 132 EL PODER PSIQUIATRICO mucho mas en cuenta, el modelo que funciona, es desde luego el del taller, cl de las grandes explotaciones agricolas de tipo colonial, el de la vida cuarte- laria con sus desfiles ¢ inspecciones. Y en efecto, asi funcionan, de acuerdo con ese esquematismo, fos hospi- tales de fa época. El pandptico como sistema general, como sistema de ins- peccidn permanence, de mirada inincerrumpida, encontraba su realizacién, como es evidence, en la organizacin espacial de los individuos puescos unos al lado de otras bajo la mirada constante de quien estaba encargade de vigi- Jarlos. De tal modo, el director de un asilo de Lille?” explica: cuando asumid la responsabilidad del establecimiento un poco antes de la campaiia del 20 restraint, le socprendié, al encrar, escuchar gritos espantosos que se elevaban por doguier; pero se tranquilizé -y cambign se inquieté, es preciso decirlo~ al darse cuenta de que los enfermos, en realidad, estaban muy calmos, pucs tenia a todos a ja vista, sujetos al muro, cada uno sentado en un sill6n que a su vez estaba fijado a la pared. Un sistema, como pueden ver, que reproduce el mecanismo del pandptico. Hay, por lo tanto, un cipo de coercién que es completamente extrafami- liar. En el asilo nada hace pensar en Ja organizaciéa del sistema familiar; se trata, por ef conrrario, del taller, fa escuela, el cuartel. ¥, por otra parce, (en] el trabajo del caller, ef teabajo agricola, ef trabajo escolar, lo que vemos surgir de manera explicita es, en efecto, el disciplinamiento militar. Por ejemplo, Leuret, en su libro de 1840 sobre cl tratamienco moral, dice que siempre que el tiempo lo permire, los enfecmos que estdn en condiciones de caminar y no pueden o no quieren trabajar, son reunidos en los patios dei hospicio y se los ejercita en la marcha, como a los soldados en la instruccién. La imitacién es una palanca can poderosa, aun en los hombres mas perezosos y obstinados, que he visto entre estos viltimos a varios que, aunque se nega- Se erata del doctor Gosseret, cuando informa haber descubierto “enfermos de uno y oro sexo, encadenados al muro con grilleees de hierro” (citado por Bénddice A. Morel, Le Non-restraint..., op. cit, p. 14). Guillaume Ferrus dice también que “en algunas localidades se sujeta a esos desventurados a la muralla, para io cual se utiliza una cincha” (citado por René Semelaigne, Les Pivnniers de le psychiatrie francaise avant et apres Pinel, Pacis, Bailligte, 1930, teh pp. 153-154), CLASE DEL 5 DE DICIEMBRE DE 1973 133 m ran en principio a cada, acepraron, sin embargo, caminar. Es un comienzo de accién metédica, regular, razonable, y esta accién conduce a otras.* Y sefiala, con referencia a un enfermo: Si logro hacerle aceprar un grado, ponerlo en situacién de mando y ver que se desempefia bien, desde ese momento consideraré come casi segura su cu- tacién. Para ditigir las marchas y maniobras no utilizo jamds a ningin vigi- lance, sing a enfermos. Con la ayuda de esta organizacién un poco militar [y entonces se pasa del gjercicio ortopédico a la constitucién misma del saber médico; M. F}, la visica de los enfermos, se haga en las salas o los patios, resulva facil y puedo, cada dia, echar al menos un vistazo a fos alienados inturables, mieneras reservo la mayor: parce de mi tiempo pata los alienados sometidos a un tratamiento activo.”” Por lo tanto, revista, inspeccidn, alineacién en el patio, mirada del médi- co: estamos efectivamence en el mundo militar. De esce modo funcionaba el asilo hacia la década de 1850, cuando, a mi juicio, asistimos a algo que indi- ca cierto desplazamicnto.* Hacia las décadas de 1850 y 1860 empezamos a ver formularse la idea, ante todo, de que el loco es como un nifio; en segunda lugar, que es preciso ponerlo en un medio andloge a la familia, aunque no se trare de ella, y tercero y tltimo, que esos elementos cuast familiares tienen en si mismos un valor tcrapéutico. Esta formulacién, que el loco es un nifio, la encontramos por ejemplo en un texto de Fournet al cual volveré, porque es importante: “{Le] traicement moral de l’aliénation”, que aparecid en 1854 en los Annales médico-psycholo- giques. El joco debe ser tratado como un nifio, y Ja familia, “ta verdadera fa- * Francois Leuret, Dis traisement moral de la folie, op. vit, p. 178. » Ibid. p. 179. * Bl manuscrico prosigue este andlisis y aclara: “En suma, un dispositivo disciplinario al que se atribuye una eficacia rerapéutica por derecho propio. En esas condiciones, ¢s compren- sible que el correlato de esa retapdutica, ¢! objeto de su accion, sea la voluntad. La definicién de fa locura ya no come obcecicida, sine come afeccién de la voluntad, y fa insercin del lo- co en un campo terapéutico disciplinario son dos fendmenos correlativos que se apoyaron y reforzaron uno a otro”. 434 EL PODER PS{QUIATRICO milia en la cual reina el espiritu de paz, inteligencia y amor’, es la que, “des- de los primeros tiempos y fos primeros extravios humanos”, debe asegurar “el tratamiento moral, el tratamiento modelo de todos los extravios del cora- zon y el espiricu”° Este texto de £854 es mucho mas curioso porque lo vemes tomar un rumbo que en la época es, crea, bastante novedaso. Fourner, en efecto, dice fo siguiente: tenemos ejemplos, mucho mas alld del hospital psiquiatrico, de que la familia tiene valor terapéutico y es el madelo concreto sobre el cual y a partir del cual se puede construir una ortopedia psicoldgica y moral. Los misioneros de civilizacién {y con ello entiende, me parece, tanto Jos misioneros en sencide escricto como los soldados que estaban cotonizan- do Argelia; M. FJ que coman de {a familia su espiritu de paz, benevolen- cia y devocién y hasta el nombre de padre, y procuran curar fos prejui- cios, fas falsas uradiciones y, por ultimo, los errores de los pueblos salvajes, son como un Pinel y un Daquin en comparacion con los ejérei- tos conquistaderes que pretenden conducir a la civilizacién por la fuerza bruta de las armas y representan, pata los pueblos, lo que las cadenas y las prisiones para los desdichados alienados.* Para ser claros, esto significa que hubo dos épacas de fa psiquiatrta: una en la cual se utilizaban cadenas y octa, por el contrario, en fa que se apels, digamos, * Jules Fournet, “Le traitement moral..." ap. cit. (supra, nota 7 de esta misma clase), p. 524. CE también J. Parigot, Thérqpeutique naturelle de la folie. Lair libve et la vie de famille dans la commune de Ghéel, Bruselas, J. 3. Tircher, 1852, p. 13: “Creemos que el hombre en- fermo necesita la simpatia que la vida de familia es fa primera en poner de manifiesto”. 31 Jutes Fournet, “Le traitement moral...", op. cit.. pp. $26-527. Joseph Daquin (1732- 1815), nacido en Chambery, es designado en 1788 en ef asilo de incurables de esa misma ciudad: alli conoce las condiciones a las que estin sometidos los alicnados; cf. Joseph Da- quin, La Philosophie de la folie, on Essai philosophique sur le traitement des personnes atta- gues de folie, Chambéry, Gorin, 1791, En 1804 aparece una edicién cevisada y aumentada, dedicada a Philippe Pinel: La Philosophie de la folie. ott om prouve que cette maladie doit plutée sere eraitée par les seceurs moraux que les secaurs physiques, Chambéry, Cléaz, aiio Xil {urad. esp.: La filosofta de fa locura, Madrid, Asociacién Espafiola de Neuropsiquiatria. 2000}. CE también Johann Rudolf Nyffeler, Joseph Daguin und seine "Philosophie de la fo- fie”. Zitrich, Juris, 1961. CLASE DEL 5 DE DICIEMBRE DE 1973 135 a los sentimientos de humanidad. Pues bien, de la misma manera, en [a colo- nizacién hubo dos mécodos y quiza dos épocas: una es ef momento de fa con- quista armada pura y simple; otra, el perfodo del asentamiento y [a coloniza- cién profunda. ¥ esa colonizacién profunda se Ilevé a cabo mediante la otganizacién del modelo familiar. La obra colonizadora comienta con Ja intro- duccién de la familia en las cradiciones y los errores de los pueblos salvajes. Y Fournet continua diciendo: ademas, encontramos exacramente lo mismo en el caso de los delincuentes. Se refiere enconces a Mettray, fundada en 1840, don- de se utilizaba, dentro de un esquema que en el fondo era puramente milicar, la denominacién de padre, hermano mayor, etc., y habia una organizacion pseudofamiliar. Fournct alude a ello con el objeto de seftalar: como ven, tam- bién aqui el modelo familiar se utiliza para intencar “reconstituir [...] los ele- mentos y el cégimen de la familia entre esos desventurados, huérfanos de he- cho o a causa de los vicios de sus padres”. Y concluye: “No se urata, sefiores, de que hoy precenda asimilar fa alicnacién mental a la alienacién moral de los pueblos o los individuos justiciables por la historia o la ley”? Eso es otro tra- bajo que promete para el fururo pero que nunca emprendera. Como verdn, sin embargo, si bien él no lo hizo, muchos otros lo enea ton a continuacién. Constataremos la asimilacién entre los delincuentes co- a mo residuos de fa sociedad, los pueblos colonizados como residuos de fa his- toria, los locos como residuos de la humanidad en general —todos los individuos: delincuentes, pueblos por colonizar o locos-, a los que sélo se puede reconvertis, civilizar y someter a un tratamiento orcopédico con la condic! Aqui tenemos, creo, un punto de inflexién importante, Imporcante por- que, con todo, la fecha es temprana: estamos en 1854, es decir, ances del darwinisrno, antes de Ef origen de las especies? Es cierto, ya se conocia el in de proponerles un modelo familiar. 3? Jules Fourner, “Le traitement moral...”, op. cit, p. 327. Sobre Metrray, cf. supra, nora 35 de la clase del 28 de noviembre de 1973. 33 Charles Robert Darwin (1809-1882), On vie Origins of the Species by Means of Natural Selection, Or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life, Londres, J. Murcay, 1859; version francesa: De Uorigine des espéces au moyen de la sélection naturelle, on La Lutte pour Ue- xistence dans la nature, traduccion de E. Barbier (de la 6* ed. en inglés), Parfs, Reinwald, 1876 (tad. esp.: El arigen de tas especies, Madrid, Espasa Calpe, 1998]. 136 EL PODER PSIQUIATRICO principio de la ontogénesis y la filogénesis, al menos en su forma general, pero podemos ver su curiosa utilizacién aqui. ¥ lo interesante, mds atin que la asimilacién entre loco, primitive y delincuente, es sobre todo el hecho de que ia familia aparezca como el remedio comun a la condicién de salvaje, delincuente o loco. En lineas generales, entonces —no pretendo en absoluto que ese texto sea el primero, pero si me parece uno de los mas significativos; no encontré ninguno anterior que fuera tan claro-, digamos que alrededor de la década de 1850 se produce ef fendmeno del que quetria hablarles. Pues bien, gpor qué en esta época? ¢Queé passé en ella? ;Cual es el soporte de toda eso? Lo busqué durante mucho tiempo, y me parecié que, cal vez, podfa encontrar una pista si me planteaba simplemente la pregunta nieczs- cheana, “jquién habla?” En efecto, gquién formula esta idea? ;Dénde la en- contramos? La encontramos en gente como Fournet,?4 en Casimir Pinel un des- cendiente de Pinel-,® Brierre de Boismont,” y también empezamos a en- contrarla en Blanche,” es decir, toda una serie de individuos cuyo rasgo co- ¥ Jules Fournet ({8(1-1885), jefe de clinica en el Hétel-Dieu, autor de Doctrine argano- psychtque de la folic, Paris, Masson, 1867, y De Lhéréditt physique ou morale (discurso pronun- ciado en el Congreso Médico Psicolégico de 1878), Paris, Imprimerie Nationale, 1880. % Jean Pierre Casimir Pinel (1800-1866), sabrina de Philippe Pinel, abre en 1829, en el 76 de la rue de Chaillot, una casa de salud consagrada al tratamiento de las enfermedades Tentaies; en 1844 Ja craslada a Neuilly, a la antigua mansién de recteo de Saint james; cf. Du traiternent de Ualiénasion mentale en général, et principalement par les bains eiddes prolongés ex les arrosements continus d'eau froide sur la téte, Pacis, J.-B, Baiilitre, 1853. > Luego de haber ocupado en 1825 un puesto de médico en Ia casa de salud Sainte-Co- lombe, en la rue de Picpus, Alexandre Briere de Boismont (1798-1881) asume en 1838 la dix reccién de un establecimiento en el 21 de la rue Neuve Saince-Genevitve, que se traslada en 1859 a Saint-Mandé, donde aquél muere ef 25 de diciembre de 1881: cf: “Maison de Santé du docteut Briere de Boismont, cue Neuve Sainte-Genevitve, n? 21, prés du Panthéon, Pros- pectus"; Observations médico-légales sur la monomanie homicide, Paris, Mme, Auger Méquignon, 1826 (tomado dela Reoue Médicale, octubre-naviembre de 1826); Des hallucinations, ot His- toire raisonnée des apparitions, des visions, des songes, Paris, J.-B. Baillidre, 1845. 3 Esprit Sylvestre Blanche (1796-1852) asume en 1821 la direccién de una casa de salud fundada en 1806 por PA. Prost eu Montmartre, para alquilar luego, en 1846, el anciguo hocel de la princesa de Lamballe en Passy, Se hace notac por sus criticas contra la aplicacion del tratae miento moral propiciado por Frangois Leuret (cf. infia, clase del 19 de diciembre de 1973. CLASE DEL 5 DE DICIEMBRE DE 1973 137 muin consistia simplemente en manejar a veces un servicio ptiblico, pero so- bre todo casas de salud privadas, paralelas a los hospitales y las instituciones ptiblicas pero muy diferentes de ellos. Por otra parte, todos sus ejemplos de familiarizacién en un medio terapéucico estén comados de las casas de sa- lud. Ustedes me dirdn: jchocolate por la noticia! Todo el mundo sabe que, desde el siglo xix, existian por un lado tos hospitales cuarteles para los ex- plotados, y por otro las casas de salud confortables para los ricos. En reali- - dad, lo que quiero poner de relieve al respecto es un fendmeno que supera un poco esta oposicién o, si !o prefieren, que estd inmerso en ella pero cs mucho mas preciso. Me pregunto si en el siglo XIX no ocurrid un fenédmeno bastante impor- cante, uno de cuyos innumerables efectos seria éste. Ese fendmeno importan- te, cuyo efecto aparece ab, serfa la integracién, la organizacin, la explota- cidn de lo que llamaré fucro con anomallas, ilegalidades o irrepularidades. Diré lo siguiente: los sistemas disciplinarios tuvieron una primera funcidn, una funcién masiva, una funcién global, que vernos surgir con claridad en el siglo XVUl; ajustar la multiplicidad de individuos a los aparatos de produccién o los aparacos de Estado que los controlan, ¢ incluso adaprar el principio de acumulacién de hombres a la acumutlacién de capital. En sus mazgenes, y por su cardcter normalizador, esos sisternas disciplinarios daban necesariamente origen. por exclusién y a titulo residual, a otras tantas anomalias, ilegalidades ¢ irregularidades. Cuanto més riguroso es el sistema disciplinario, mas nume- rosas son las anomalias e irregularidades. Ahora bien, de esas irregularidades, ilegalidades y anomalias que el sistema disciplinario debia rcabsocber, pero, a la vez, no dejaba de provocar con su mismo funcionamiento, de esos campos de anomalias ¢ inregularidades, el siseenta econdmico y politico de la burgue- sta del siglo xix [extrajo]* una fuente de lucro, por una parte, y de fortaleci- miento del poder, por otra. Voy a considerar un ejemplo que estd muy préximo al de los hospicales psiquiatricos que mencionaré a continuacién: el de la prostitucién. No hubo nota 8). Cf: Jacques Le Breton, La Maison de santé du docteur Blanche, ses médecins, ses mala- des, Paris, Vigné. 1937; René Vallecy-Rador, “La maison de santé du dacteur Blanche”, en La Presse Médicale, 10, (3 de mario de 1943, pp. 131-152. * Grabacién: enconerd. 138 EL PODER PSIQUIATRICO que esperar al siglo XIX, por supuesto, para que existiera ese famoso tridngu- lo constituido por las prostirutas, los clientes y los rufianes, asi como casas de citas, redes establecidas, etc.; no fue necesario esperar al siglo XIX para uti- lizar a fas prostitutas y los rufianes como soplones y para que gruesas sumas de dinero circularan por obra del placer sexual en general. Pero cn el siglo XIX se asiste, creo, y en todgs los paises de Europa, a la organizacion de una ved -una apretada red— que se apoya en todo un conjunto inmobiliario, en primer lugar, de hoteles, casas de mancebfa, etc., un sistema que utiliza co- mo relevos y agentes a los ruftanes, que son al mismo tiempo soplones y se reclutan en un grupo sobre cuya constitucién rraté de decir algunas cosas el afio pasado, y que son los delincuentes.*® Si hubo tanta necesidad de los delincuentes y, cn definitiva, se hicieron tantos esfuerzos paca constituirlos como un “media del hampa”, fue precisa- mente porque eran el ejércico de reserva de esos agentes tan importantes de los cuales los rufianes soplones no son mas que un ejemplo. Esos cufianes, regimentades por la policia y acoplados con ella, cansticuian los relevos esenciales del sistema de la prosticucién. Ahora bien, gqué finalidad tenia ese sistema, con sus apoyos y relevos, en su rigurosa organizacién? Su funcién era cransferir al propio capital, a la ganancia capiralista en sus circuicos nor- males, todas las ganancias que podian obtenerse del placer sexual, con la tri- ple condicién, por supuesto, de que, en primer lugar, ese placer sexual que- dara marginado, desvalorizado ¢ interdicto y fuera caro por el mero hecho de ser un placer prohibido. En segundo lugar, si se pretendia hacer ganancias con él, era menester que ese placer fuera no sélo prohibido sino tolerado en los hechos. Y, por tiltimo, debia ser vigilado por un poder espectfico, justa- mente cepresentade por la combinacién de policia y delincuentes, en la figu- ra del rufidn sopién. Ahora bien, asf insertada en Jos circuitos normales del capitalismo, la ganancia del placer sexual inducirfa como efecto secundario el reforzamiento de todos los mecanismos de vigilancia y, por consiguiente, la constitucién de lo que podriainos denominar un infrapoder, que termind *8 Bl curso citado, “La société punitive”, dedicé la clase del 21 de febrero de 1973 a esa organizacidn del munda de ta delincuencia, Véase cambién Michel Foucaute, Survetller et pte- nits. Ops bit, pp, 234:260 y 261-299. CLASE DEL 5 DE DICIEMBRE DE 1973 139 por recaer sobre el comportamiento mas cotidiano, individual y corporal de los hombres: el sistema disciplinario de la prostitucién. Pues de eso se trata: junto al ejército, la escuela y el hospital psiquiatrico, la prostitucisn, tal co- mo s€ orguniza en el siglo XIX, es un sistema clisciplinario mas cuyas inciden- clas econédmico-politicas advertimos de inmediato. Primero, hacer rentable el placer sexual, es decir convertirlo en una fiuren- te de ganancias a parur de su prohibicién y su tolerancia. Segundo, transfe- rir las ganancias debidas al placer sexual a los circuitos generales del capita- lismo. Terceco, apoyarse en csa transferencia para anclar atin més los efectos Gleimos, los relevos sindpticos del poder estatal, que termina por incidir sobre el placer cotidiano de los hombres. Pero la prosticucién sélo es, desde luego, un ejemplo de esa suerte de me- cdnica general que podemos encontrar en los sistemas disciplinarios introdu- cidos en el siglo Xvi para cumplir una determinada funcidn global, y afina- dos en el siglo xix en virtud de esa disciplina que estaba regida, en esencia, por la formacién de un nuevo aparato de produccion. A esas disciplinas se suman otras mds refinadas; 0, si lo prefieren, las antiguas disciplinas se af- nan y van a encontrar nuevas posibilidaces de constitucién de ganancias y reforzamiento del poder. Ke Volvamos ahora a.las casas de salud de Brierre de Boismont, Blanche, etc. ;De qué se trata, en el fondo? Se trata de sacar ganancias las mayores ganancias posibles— de esa marginacién en que consiste la disciplina psiquidtrica, Ahora bien, aunque resulte notorio que la disciplina psiquidcrica, en su forma glo- bal, tiene el objetivo esencial de apartar del circuito a una serie de individuos inucilizables en el aparato de produccién, en otro nivel y una escala més res- tringida y con una localizacién social cocalmente distinta, se puede hacer de ella una nueva fuente de lucro.* En efecto, a partir del momento en que, en nombre del saber mismo que interna, unos cuantos individuos pertenecientes a las clases acomodadas * En el manuscrito, Michel Foucaulr agrega: “El lucro con la irreguleridad sirvié de vec- toc a la importacién del modelo familiar en ta préctica psiquidtrica’, 140 EL PODER PSIQUIATRICO también sean marginados, sera posible extraer de elios una serie de ganan- cias. Se podrd pedir a las familias que cuentan con medios que “paguen pata curarlos”. Por consiguiente, va a haber, como podrdn advertir, un primer movimiento del proceso consistente en esto; pedir un beneficio a la familia del individue declarado enfermo, con una cierta cancidad de condiciones. Es necesario, desde luego, que el enfermo no pueda curarse en su casa. Por lo canto, para él, como fuente de ganancia, seguird haciéndose valer el princi- pio del aislamiento: “No ce curaremos en tu familia. Pero si se le pide que pa- gue para internarte en ovo lugar, es preciso, claro esta, que se le garantice la devolucién de algo a su imagen”. Es decir que debe devolverse a la familia cier- to beneficio propercional a la ganancia extraida de ella; se le pide una ganancia a favor del cuerpo médico al hacer internar a un individuo, pagar una pensién, etc., pero ademas es necesario que la familia obtenga a cambio un beneficio. Ese beneficio sera la prolongacién del sistema de poder interno a la familia. Los psiquiacras le dicen: “Te devolveremos a una persona que estard efectiva- mente conforme, adaprada, ajustada a tu sistema de poder”. Por consiguience, se fabricarin individuos refamiliarizados, en cuanto ha sido la familia Ja que, al designar al loco, brinds la posibilidad de una ganancia a quienes fa obtienen a partir de la marginacién. De allf la necesidad de establecer casas de salud que estén direcramente ajustadas al modelo familiar. De cal manera, en la clinica de Brierre de Botsmons ubicada en el barrio de Saint-Antoine hay una organtzacién ~que por otra parte no es novedosa: Blanche mostré un primer ejemplo en la época de la Restauraci6n—” inte- gramente configurada segtin el modelo de la familia, vale decir, con un pa- dre y una madre. El padre es el propio Brierre de Boismong la madre, su mujer. Se vive dentro de la misma casa; codes son hermanos; las comidas se hacen en comin y cada uno debe experimencar por los demas los sentimicn- tos propios de una familia. La reactivacién del sentimiento familiar y la vi- gencia de todas las funciones familiares dentro de esa clinica van a ser en ese momento el operador mismo de la curacion. Hay al respecto unos cuantos testimonios muy claros en Brierre de Bois- mone, cuando cita la correspondencia que sus pacientes, una vez curados, » En su casa de salud del barrio de Saint-Antoine, cedida en 1847 por el doctor Pressat. CLASE DEL 5 DE DICIEMBRE DE 1973 141 intercambiaron con él o su mujer. Asi, menciona la carta de un ex paciente que el 20 de mayo de 1847 escribe lo siguienre a Madame Brierre de Bois- mont: Lejos de usted, sefiora, examinaré con frecuencia el recuerdo tan profunda- mente grabado en mi corazon, para gozar una vex mds de esa calma pena de afecco que usted transmitia a quienes tuvieron la fortuna de ser recibidos en vuestra intimidad. Me trasladaré muy a menudo, en la imaginacién, al Ambi- to de vuestra familia can unida en su coralidad, tan afectuosa en cada uno de sus miembros, y cuya hija mayor es tan graciosa como inteligente. Si vuelvo, coma espero hacerlo, luego de ver a los mfos mi primera visita ser4 a usted, pues es una deuda de! corazén.® Creo que esta carta ¢s interesante; como ven, él criterio, la forma misma de ta curacién, es la activacion de sentimientos de tipo canénicamente familiar: el reconocimiento hacia el padre y la madre; también se ve actuar, 0 al me- nos aflorar, el tema de un amor a la vez licito y casi incestuoso, porque el en- fermo es supuestamence el hijo de Brierre de Boismont y por lo tanto her- mano de Ja hija mayor por da cual experimenta ciertos sentimientos. Ademas, como efecto de esa activacién de los sentimientos familiares, qué va a hacer el ex pacienee cuando vuelva a Paris? Ante todo ird a ver a su fa- milia, la verdadera -es decir que es ésta la que cecibird el beneficio de la ope- tacién médica--, ¢ inmediatamente después visitard a la familia de Brierce de Boismont, esa cuasi familia que, por ende, cumple un papel de superfamilia y subfamilia. Es una superfamilia en su condicién de familia ideal, que fun- ciona en estado puro, la familia tal como siempre deberfa ser; y en tanto es la verdadera familia, tiene sin duda la funcién ortopédica que se le atribuye. En segundo lugar, es una subfamilia porque su papel consiste en borrarse frenze a la verdadera y, en virtud de su mecanismo interna, activar los senti- mienawos familiares sélo para que los disfrute esta dltima; en ese momento, ya no es mas que una especie de soporte esquemdatico que, en sordina, anima constantemente el funcionamiento de ia verdadera familia. Superfamilia y # Alexandre Brierre de Boismont, De (utilisé de la vie de famille... op. cit, (edicion de Mactinet), pp. 8-9. 142 EL PODER PSIQUIATRICD subfamilia son los productos obtenidos en esas casas de salud cuya locafiza- cién social y econémica es, como ven, muy diferente de la que verificdbamos en el asilo, s Pero si la casa de salud burguesa, no gratuita, se familiariza de tal modo -funcionamiento segun el modelo familiar, es preciso, en cambio, que Sa familia cumpla su papel fuera de ese establecimiento. No todo radica en de- cirle: si me pagan, les devolveré a su loco en condiciones de funcionar den- tro de fa familia; también hace. falta que ésta jucgue su juego, es decir, desig- ne efectivamente a quiencs estan Jocos y, en cierto modo, desempefie un papel disciplinario para sf misma; que diga: encre nosotros, ésce es el loco, el anormal, ¢l que compete a fa medicina. Por un lado tenemos, enronces, fa- miliarizacién del medio cerapéutico en las casas de salud, y por otro, disci- plinarizacién de fa familia, que a partic de ese momento se convertird en la instanicia de anomalizacién de los individuos. En tanwo la familia soberana no planteaba la cuestién del individuo anor- mal, pero si la del orden jerarquico de los nacimientos, el orden de las he- rencias, las relaciones de lealtad, obediencia, preeminencia que habia entre unos y otros —en ratte se ocupaba del nombre y de todas sus subfunciones-, fa familia asf disciplinarizada comenzard a sustituir esa funcién soberana del nombre por la funcién psicolégica de designacién del individue anormal, lo que cecién [lamamos anomatizacién de los individuos. Por otra parte, lo que digo de Jas casas de salud valdria también para la escuela ¢ incluso, hasta cierto punto, para la salud en general, el servicio mi- litar, etc. Con ello quiero mostrarles que en el siglo xx, por mas que la fa- milia siga obedeciendo a un modelo de soberania, podemos preguntarnos si, acaso desde mediados de siglo, no se produce en ella una suerte de discipli- narizacién interna, es decir, cierta transferencia, en el seno mismo del juego de soberanta famifiar, de las formas, los esquemas disciplinarios, las técnicas de poder que daban las disciplinas. Asi como el modelo familiar se transfiere al interior de los sistemas disci- plinarios, hay técnicas disciplinarias que se insertan en la familia. Y desde ese momento ésta empieza a funcionar como una pequefia escuela, a fa vez que conserva la heterogeneidad propia del poder soberano: aparece enconces la curiosa categoria de los padres de alumnos, comienzan a aparecer los deberes en el hogar, el control de la disciplina escolar por la familia, convertida en CLASE DEL 5 DE DICIEMBRE DE 1973 143 una microcasa de salud que controla la normalidad 0 la anomalia del cuerpo y ef alma; se convierte asimismo cn un cuarcel en pequeiio y, quizds, en el lugar donde cireula la sexualidad. Volveremos a ello. Creo posible decir que, 2 partir de los sistemas disciplinarios, la soberanfa familiar deberd hacerse cargo de la siguience obligacién: “Es preciso que en- cucntren.locos, débiles mentales, cabezas duras, viciosos, y que los encuca- tren ustedes mismos, mediante el ejercicio, dentro de Ja soberania familiar, de controles de tipo disciplinario. ¥Y una vez que, en virtud de esa soberania ahora disciplinarizada, hayan engontcado en su propia casa sus locos, sus anormales, sus débiles mentales, sus cabezas duras, cte., nosotros dicen las disciplinas— los hacemos pasar por el filtro de los dispositivos normalizadores y los devolveremos a ustedes, las familias, para vuestro mayor beneficio emo- cional. Los devolveremos conformes a vuestras necesidades, sin perjuicto, desde luego, de descontar nuestra ganancia”. De ese modo, el poder disciplinario parasita la soberanta familiar, exige a la familia curnplir el papel de instancia de decisién de lo normal y lo anor- mal, lo regular y lo irregular, le pide que te envie esos anormales, esos irregu- lares, etc.; extrae de ello una ganancia que se incorpora al sistema general de ganancias y que puede recibir, si lo preficren, el nombre de beneficio econd- mico de Ja irregularidad. La familia, por otra parte, paga ese precio para re- cuperar supuestamente al cabo de la operacién a un individuo que va a estar disciplinado de tal modo que sera posible someterlo de manera concreta al esquema de soberanfa propio de su funcionamiento. Focmar buenos hijos, buenos esposos, etc., es sin duda lo que se proponen todos esos estableci- mientos disciplinarios que son las escuelas, los hospirales, las casas de educa- cidn vigilada, ‘ete; y esto significa que son mdquinas gracias a las cuales se cree que los dispositivos disciplinarios van a constituir personajes suscepti- bles de incluirse dentro de la morfologfa caracteristica del poder de sobera- nfa de la familia. Clase del 12 de diciembre de 1973 La constitucién del nifto coma blanco de la intervencidn psiquid- trica ~ Una utopia asilar familiar: ef asilo de Clermont-en-Otse — Del psiquiatra como ‘amo ambiguo” de la realidad y la verdad en las practicas protopsiquidtricas al psiquiatra como “agenie de in- tensificacién” de lo real ~ Poder psiquidtrico y discurso de verdad ~ El problema de la simulacién y la insurrecctén de las histericas - La cuestién del nacimiento del psicoandlisis. VOY A PROLONGAR un poco ef rema de la vez pasada porque durante la se- cencia conocia vaga- mana encontré una maravillosa institucién cuya € mente, pero no sabia que me resultarfa tan oportuna; querria hablarles un poco de ella, entonces, pues en mi opinién manifiesta con mucha claridad la arciculacién de la disciplina asilar y, digamos, cl modelo familiar. He tratado de mostrarles contra una‘hipétesis bastante facilista y que yo mismo sostuve en algtin momento, a saber, que el asilo se habia constituido como una prolongacién del modelo familiar— que ef asilo del siglo x1x fun- cions segtin un modelo de micropoder cercano a lo que podemos llamar po- der disciplinario, que en si y en su funcionamiento es completamente hete- rogéneo a la familia. Y por otra parte, la insercidn, la conjuncién del modelo familiar con el sistema disciplinario es relativamence cardia en el siglo xix creo que podemos situarla entre las décadas de 1860 y 1880-, y a partir de alli la familia no sélo pudo llegar a ser un modelo en ef funcionamiento de {a disciplina psiquitrica, sino sobre todo convertirse en horizonte y objeto de la pracrica de la psiquiarria. Llegé un momento, un momento tardio, en que la préctica psiquidtrica se refirié, en efecto, a la familia. He intentado demostrarles que ese fend- 145 146 EL PODER PSIQUIATRICO meno se produjo en el punco de cruzamiento de dos procesos que se apoya- ton uno en otro: la constitucién de lo que, podriames lamar el lucro con anomalias e irregularidades, por un lado, y la disciplinarizacién interna de la familia, por ocro. Contamos con una serie de cestimonios sobre esos dos procesos. Por una parte, desde luego, fa exrensién crecience a lo largo del siglo XIX de esas instituciones con fines de lucro cuya meta esencial es imponer un costo tanto a la anomalia como a su recrificaciéa; digamos, en lineas gene- rales, las casas de salud para nifios, adultos, etc. Por otra, la introduccién de técnicas psiquidtricas en el seno mismo de la familia, su puesta en accidn en el interior mismo de la pedagogfa familiar. Me parece que, gradualmente, [...]* al menos en las familias que podian dar lugar a un lucro con la ano- malta, es decir las familias burguesas, (si seguimos] la evolucidn de su pe- dagogfa interna, veremos que el ojo familiar o, si lo prefieren, la soberanfa familiar, adopté poco a poco el-aspecto de fa forma disciplinaria. Fl ojo fa- iniliar se convirtié en mirada psiquidtrica 0, en todo caso, mirada psicopa- woldgica, mirada psicoldgica. La vigilancia del nifio pasé a ser una vigilan- cia con forma de decisién sobre lo normal y Jo anormal; se comenzé a vigilar su comportamiento, su cardcter, su sexualidad; y en ese punto vemos surgir, justamence, toda csa psicologizacién del nifio en el seno mismo de la familia. . Me parece que, al mismo tiempo, las nociones e incluso los aparatos del control psiquiderico ingresaron poco a poco en la familia. Y esos famiosos instrumentos de coercidn fisica que encontrabamos en los asilos a partic de 1820 0 1830: atar las manos, sostener la cabeza, mancenerse derecho; etc., establecidos ante todo dentro de la disciplina asilar como instrumentos de ésta, comienzan a desplazarse gradualmente y a ocupar un lugar en el inte- rior de la familia. El control de ta calla, de los gestos, de la manera de com- portarse, cl control de la sexualidad, los instrumentos que impiden fa mas- turbacion, etc., todo esto penetra en la familia a través de un proceso de disciplinavtzacién que se desarrolla durante el siglo XIX y cuyo efecto serd, finalmente, la transformacién de Ja sexualidad del nifio en abjeto de saber, dentro de la familia y debido a esa disciplinarizacién. De golpe, el nifio se * Grabacidn: si se considera cémo ocurrieron las cosas. CLASE DEL 12 DE DICLEMBRE DE 1973 147 convertird en el blanco central de la intervencién psiquidtrica; blanco cen- tral en dos sencidos. Por una parte, en un sentido directo, pues la institucién con fines de lu- cro que se conecta con la psiquiatria va a demandar concretamente a la fa- milia que le proporcione el material que necesita para obtener su ganancia. A grandes rasgos, la psiquiatria dice: dejen venir a mia los pequefas locos; o bien: nunca se es demasiado joven para estar loco; y también: no espere a ser mayor o adulto para estar loco. Y todo esto tiene su traduccién en esas insti- tuciones a la vez de vigilancia, deteccién, encuadramiento, terapéurica infan- til, cuyo desarrollo presenciamos a fines del siglo XIX. En segundo lugar, el nifto se convectird en el centro, el blanco de la inter- yencion psiquidtrica de manera indirecta, habida cuenta de que al adulto, en cuanto loco, se lo interroga precisamente sobre su infancia: dejad acudir a vuestra memoria los recuerdos infantiles y seréis psiquiatcizados. Esto es, en lineas generales, lo que tracé de plancear la vez pasada. Todo esco me Heva a una institucién que manifiesta muy bien, hacia la década de 1860, la conjuncién asilo-familia; ne puede decir que sea la pri- mera conjuncidn, pero sf es, sin duda, su forma mds perfecra, mejor ajusta- da, casi utdpica. Pedcticamence no encontré otros ejemplos, al menos en Francia, que, como este establecimiento, sean tan perfectos y constituyan en esa época —muy temprano, por ly tanto— una especie de ucopia familia-asilo, que es.el punto de unidn de Ja soberania familiar y la disciplina asilar. La insticucién a la que me refiero ¢s el acoplamiento entre el asilo de Clermont- en-Oise y la casa de salud de Fitz-James. A fines dei siglo xvin hay en Jos alrededores de Beauvais una pequefia casa de internacidn en el sentido clasico del término; su adminiscracién estd a cargo de monjes franciscanos que, mediance el pago de una pensién, se ocupan de una veincena de personas recluidas alli por solicicud de sus fami- lias o segtin lo ordenado por una letere de cachet, La casa abre sus puercas en 1790; toda esa distinguida gente queda en libertad, pero, como es légico, algunas familias se sienten molestas con esos individuos derrochadores, de- sordenados, locos, etc., de tal modo que se los envia a Clermont-en-Oise, donde alguien ha abierto una especie de pensién. En ese momento, asi co- mo los restaurantes parisinos se montan sobre los restos de las grandes casas aristocraticas deshechas a causa de la emigracién, muchas de esas pensiones 148 EL PODER PSIQUIATRICO nacen de las ruinas de las casas de reclusién que acaban de disolverse. Hay entonces una pensién en Clermont-en-Oise, donde durante la Revolucién, el] Imperio ¢ incluso en los inicios de la Restauracién estan recluidas unas veinte personas. ¥ [uego, cuando comienza la gran institucionalizacién de la practica psiquidtrica, esa pensién cobra cada vez mas importancia y como consecuencia, su fundador y la administracién prefectorial del departamento de Oise suscriben un acuerdo por el cual los alienados indigentes del lugar serdn alojados en la casa de Clermont, que recibiré una cetribucién de fas autoridades departamencales. E] convenio se amplia ademds a los deparca- mentos de Seine-et-Oise, Seine-et-Marne, Somme y Aisne; en total, cinco departamentos envian, hacia 1850, mds de un millar de personas a esa casa, que adopta entonces el cacicter de un asilo pluridepartamental.’ Y en ese momenco vemos al asilo desdoblarse 0, mejor, lanzar una suerte de seudépodo, que recibe el nombre de “colonia’.? Esta “colonia” esté com- puesta por una cierta cantidad de pensionistas del asilo, que tienen capacida- des de (trabajo];* y con el pretexto de que pueden ser titiles y que el trabajo, de todes modos, es beneficioso para su curacién, se los somete a un régimen muy estricro de labores agricolas. Segundo seudépodo que se conecta con Ja granja: para los pensionistas ricos que no proceden del asilo de Clermont, sino que han sido directamen- te cnviades por sus familias y pagan un precio muy elevado, se establece una pensidn que es de un tipo completamente distinte y obedece a otro modelo, el modelo familiar? ' En 1861 el asilo recibe a 1.227 alienados,-enire ellos 561 hombres y 666 mujeres, de los cuales 215 son pensivnistas y 1.212, indigentes. Véase la obra de Gustave Labitre (direc- tor del asilo), De dr colonie ce Firz-James, succursale de Lastle privé de Clermont (Oise), consi- déste ax point de vue de son organisation adminissrarive et médicale, Parts, J.-B. Baillitre, 1861, p. 15, Sabre la historia del asito de Clermont, cf Eugtne-Joseph Woillez, Essai Aistori- que, descriptif et statistique sur la maison dalitnés de Clermont (Oise), Clermont, Imps. V" Danicoure, 1839. ? La colonia de Firz-James se funda en 1847. * Grabaciéa: poder erabajar. > “Al crear la colonia de Fitz-James, quisimos ante todo que los enfermos se encontraran en un medio muy diferente del imperante en Clermont” (Gustave Labitte, De le colonie de Fitasfames..., op. cite. p13). CLASE DEL 12 DE DICIEMBRE DE 1973 149 De tal modo, va a haber una inscitucién con tres niveles: el asilo de Clermont con su millar de enfermos, la granja conscituida por cien o ciento cincuenta hombres y mujeres encargados de trabajar’ y una pension para residentes que pagan y, ademés, estan separados: los hombres viven en el edificio de la direccién con el director del establecimienco, y las mujeres ri- cas viven en ocro edificio que exhibe el nombre caracteristico de “pequeho castillo”, donde llevan una existencia cuya forma general es el modelo fami- liar. Esta disposicidn se establece durante el decenio 1850-1860. En 1861, el director de la casa publica un balance que es al mismo tiempo una suerte de folleco y, por lo tanto, muy elogioso y levemente utépico, pero que muestra con exactitud ef funcionamiento meticuloso y sutil del complejo. En un establecimiento de estas caracteristicas cl asilo de Clermont, la granja y el pequefio castillo de Fitz-James— encontramos una serie de niveles. Por una parte hay un circuito econdmico, facil de identifiear: subsidio de- partamental asignado por el consejo general para los enfermos pobres y en fancién de su cantidad; en segundo lugar, seleccion, entre esos enfermos po- bres, del ntimero necesario y suficiente de personas para atender cl funciona- mento de una granja; con las utilidades de ésta se establece y mantiene un pequefio castillo en el cual residen unos cuantos pensionistas que pagan, y cuyo page constituye el beneficio de los responsables del sistema general. ‘Te- nemos, por tanco, el siguiente sistema: subsidio colectivo-trabajo-explota- cién-ganancia. En segundo lugar, podrin advertir que hay una suerce de microcosmos social perfecto, una especie de pequefia utopfa del funcionamiento social ge- neral. El asilo es el ejército de reserva del prolecariado de la granja: todos aquellos que, eventualmente, pedrfan trabajar y, si no pueden, esperan el momento de hacerlo; de ser incapaces, vegeran en el asilo. A continuacion tenemos el lugar del trabajo productive, represencado por la granja, y por ul- * En 1861 fa geanja ciene “ciento serenca enfermos”, ibid, p. 15. > Segiin la descripcién de Gustave Labirce: “1) La seccién de la direccién, afectada a la ienda del director y los pensionistas masculines; 2) ta seccién de la granja, donde se en- “i cuencran los colonos; 3) la seccién del pequefio castillo, habitada por las sefioras pensionis- tas; 4) ta seccién del Bévrel, ocupada pur las mujeres encargadas del lavado de la ropa blan- ea”. Ubid., p. 6. 150 EL PODER PSIQUIATRICO timo la institucién donde se encuentran quienes se benefician con el trabajo y la ganancia. A cada uno de esos niveles corresponde una arquicectura espe- cifica: la del asilo, la de la granja, que en realidad es un modelo situado prac- ticamente en el limite de Ja esclavitud y la colonizacién, y el pequeito castillo con el edificio de la direccién. imismo dos tipos de poder, el primero de los cuales se desdo- Existen, bla. Tenemos el poder disciplinario tradicional del asilo, negativo, de algtin modo, pues se trata de mancener tranquila a la genre, sin obtener de ella nada positivo, Tenemos un segundo tipo de poder, también disciplinario pero ligeranente modiftcado: en lineas generales, el poder de la coloniza- cién, consistence en hacer trabajar a la gente; ast, los alienados se dividen en escuadras, brigadas, etc., bajo la responsabilidad y la vigilancia de un grupo de personas que los envian regularmente a sus labores. Y por ultimo el po- lizado en provecho de Jos pensionistas del: pe- der del modelo familiar, rez quefio castillo. Para terminar, hay tres tipos de intervencién o manipulacién psiquideri- ca, correspondientes también a esos tres niveles. Uno es, por decirlo asi, el grado cero de la intervencién psiquidtrica: el encierro liso y llano dentro del asilo, Segundo, una prdctica psiquidcrica que es la obligacién de trabajar de los enfermos, con el pretexco de su curacidu: ergoterapia. Y tercero, la préc- tica psiquidtrica individual, individualizadera y de modelo familiar, destina- daa los pensionistas. . Y en medio de todo esto, el elemento mas importante y caracteristico es, sin duda, la articulacién del saber y cl tratamiento psiquidtricos con la obli- gacién de trabajar de los pensioniscas que son capaces de hacerlo. En efecto, de manera muy curiosa, las categorfas psiquidtricas perfeccionadas por la psiquiatria de la época, a partir de Esquirol -a cuyo respecto trataré de mos- trarles que no influyen en absoluto sobre la propia terapia—, se utilizan de hecho aqui, muy claramence, como clasificacién, pero no de la posibilidad de curacién de la gente o de la forma de tratamiento que debe aplicdrsele; la clasificacién nosolégica no estd ligada a ninguna prescripcién terapéutica, sélo sirve, al contrario, para definir la utilizacidn posible de los individuos en los trabajos que se les proponen. Asi, los directores det asilo de Clermont y de la granja de Firz-James se dieron cuenta de que los maniacos, monomaniacos y dementes cran aptos CLASE DEL 12 DE DICIEMBRE DE 1973 151 para las labores del campo y los talleres, el cuidado y la conduccién de los animales y los instrumencos aratorios.® Por su parte, “los imbéciles y los idio- tas estin encargados de la limpieza de los patios y establos y de todos los transportes necesarios para el servicio”.” En lo concerniente a las mujeres, su empleo de acuerdo con fa sintomatologla es mucho més sutil. Asi, “quienes se encargan de la lavanderia y la colada sufren casi siempre un delirio ruido- so y no pucden plegarse a fa calma de la vida en el taller”® Cuando se trata de la lavanderia y la colada, por lo tanta, se puede delirar en vor alta, hablar fuerte y gritar. En segundo fugar, “las mujeres ocupadas en tender !a ropa blanca son melancélicas a las cuales ese ipo de trabajo puede devolver la ac- cividad viral que con canta frecuencia les falta. Las imbéciles y las idiotas es- tin a cargo del cransporte de la ropa blanca de ta lavanderia af tendedero. Los tatleres de clasificacién y doblado de Ia ropa blanca son la atribucién de enfermas tranquilas, monomaniacas, cuyas ideas fijas 0 alucinaciones les per- mien una acencion bastante sostenida”.” Les he mencionado este establecimiento porque me parece que, en esa década de 1860, representa a la vez la forma primera y ¢! punto de consu- macién més perfecto del ajuste familia-disciplina, al mismo tiempo que el despliegue del saber psiquidirice como disciplina. Este ejemplo nos lleva, ademas, al problema que querrfa abordar ahora, a saber: ese espacio disciplinario, todavia no familiarizado, que vemos consti- tuirse en las décadas de 1820 y 1830 y que serd el gran basamento de la insti- tucién asilaz, ese sistema disciplinario, gcémo y en qué medida se le atribuye un efecto cerapéutico? Puesto que, después de todo, no debemos olvidar que, aun cuando ese siscema disciplinario es en muchos aspectos isomorfo con "Bn Ja granja [...], los trabajos en ef campo y les calleres, el cuidado y ta conduccién del ganado y los inserumentos aratorios se cuentan entre las atribuciones de los maniacos, mono- maniacos y dementes” (/bid., p. 15). ? Ibid. 8 Ibid, p14. ” {bid. 152 EL PODER PSIQUIATRICO. atras sistemas disciplinarios como la escuela, el cuartel, el caller, etc., se pre- senta y se justifica per su funcidn terapéutica. jEn qué consiste la presunca curacién apoctada par este espacio disciplinario? ;Cudl es la practica médica que lo habita? Tal es el problema que querria empezar a plantear hoy. Me gustaria partir, para ello, de un tipo de ejemplo det cual ya hablé, lo que podemos llamar ia curacidn clisica, y entiendo por clasica la que atin te- afa vigencia en los siglos KVII y XVI e incluso a comienzas del siglo xix. Ya les he mencionado una serie de ejernplos. Es el caso de ese enfermo de Pinel que se crea perseguido por los.cevolucionarios, en riesgo de ser citado a comparecer ante la justicia y, por consiguiente, bajo la amenaza de suftic la pena de muerte. Pinel lo curd organizando a su alrededor un pseudoproceso con falsos jueces, en el cual fue absuelto, y gracias a eso se curd.!° De la misma manera, alguien como Mason Cox, a principios def siglo x1x, da el siguiente ejemplo de curacién. Se trata de un hombre de cuarenta aos, cuya salud se habia visto “alterada por una atencién demasiado cons- tante a los objetos de comercio”.'' Esra pasién por el comercio le habia me- tido en la cabeza Ja idea de que estaba “afectado por coda ciase de enferme- dades”.? Enz ellas, fa principal, l2 que a su juicio representaba la mayor amenaza, era lo que en Ja época se denominaba “sarna reincidente”, es decir, un ataque de sarna que, sin llegar a su término, se difundia por todo el orga- nismo y se traducia en una serie de sintomas. La técnica clasica para curar esta famosa sarna consistia en hacerla manifestarse y cratarla conio tal. Durante un tiempo se intenté hacer entender al paciente que no tenia ninguna de las enfermedades en cuestién: Ningtin razonamiento pudo convencerlo ni distraerlo, Se decidid enconces hacer una consulta solemne y colectiva de varios médicos, quienes, luego de examinarlo con detenimiento y coincidir en la necesidad de adaprarse a las ideas del enfermo, resolvieron por unanimidad que su conjecura era fundada y resultaba absolucamence preciso provacar la reaparicién de la sarna. Por to © Philippe Pinel, Traité médico-philoiophigue.... op. cit, sec. vi. §1V, “Essai tenté pour gnéric une mélancolie profonde produce par une cause morale”, pp. 233-237. "Joseph Mason Cox, Observations sur la démence, op. cit. observacién ti, p. 77. ibid, p.78. CLASE DEL 12 DE DICIEMBRE DE 1973 153 tanto, se le recetaron aplicaciones rubefacientes, en vircud de las cuales te aparecieron sucesivamente en distintas partes del cuerpo una abundance can- tidad de granos, para cuya curacién sdlo fue necesario apelar a lavados muy simples; en su administracion, sin embargo, se simulé obrar con muchas precauciones para no dar lugar a una nueva reincidencia. Prolongacdo duran- te algunas semanas, ese craramiento obtuvo muy buenos zesultados. El enfer- mo se curd por completo y, con su razén y su salud, recuperé todas las facul- cades de su juicio.'? En cierto modo, se habfa satisfecho su delirio. {Qué suponen y ponen en juego estos procedimientos de Pinel y Mason Cox? Suponen —es algo sabido, no voy a insistir en cllo— que el nuicleo de la locura es una faisa creencia, una ilusién o un error. También suponen —esto ya es un poco diferente- que bastard reducir ese error para que la enferme- dad desaparczca. El procedimiento de curacién, por lo tanco, es la reduccién del error, con Ja salvedad de que el error de un loco no es el error de cual- quier otra persona. La diferencia entre el error de un loco y el de un no loco no radica tanto en la extravagancia misma de la idea: después de todo, en efecto, no es muy extravagante creer que uno ticne sarna reincidente. Ademds, como diré un poco mas adelante Leurct en sus Fragments psychologiques sur la folie, entre Descartes gue creia en los torbellinos y una enferma de fa Salpétriére que imaginaba celebrarse un concilio en su bajo vientre, la mayor extravagancia no escd en esta ultima.!* ;Qué Ileva al error de un loco a ser precisamente el error de un loco? No es, entonces, tanto la extravagancia, el efecto terminal ' [bid., pp. 78-79. “4 Francois Leuret, Fragments piychalogiques sur la folie, Parts, Crochard, 1834, cap. 11, "Délice de Vintelligence”: “La alquiladora de sillas de una de las parroquias de Paris, crarada por el sefior Esquirol [...], decia tener en ef vientre obispos que celebraban un concilio [...]. Descartes consideraba como.un hecho escablecido que fa glindula pineal es un espejo en el cual se refleja la imagen de los cuerpos exrernos [,..]. ;Alguna de estas afirmaciones escd me- jor probada que Jas otras?” (p. 43). Leurer alude al andlisis presentado por Descartes con res- pecto al papel de ta gléndula pineal en ix formacién de [us “ideas de Jos objetos que afeccan los senridos” en su Traité de Lhomme (Paris, Clersetier, 1664), en Reng Descartes, QEuvres er lettres, op. cit., pp. 850-853 (tad. esp.: Tretado del hombre, Madrid, Alianza, 1990] 154 EL PODER PSIQUIATRICO del error, come la manera de vencerlo, reducirlo. El loco es aquel cuyo error no puede reducirse mediante una demostracién; es alguien para quien Ja de- mostracién no produce la verdad. Por consiguiente, sera preciso encontrar otro medio de reducir el error —pues la locura es, en efecto, el error— sin pa- sar por la demostracidn. Por ende, en lugar de atacar el juicio erréneo y mostrar que no tiene un co- rrelaco en la realidad —tai como hace, en lineas generates, el proceso de la de- mostracion—, se dara validez de verdad a ese juicio que es falso y, por el contra- rio, se wransformard la realidad a fin de que se adapce al juicio insano, el juicio erréneo. Ahora bien, cuando un juicio que era erréneo tiene en la realidad un correlavo que fo verifica, cuando el contenido de fa mente coincide con el con- tenido de la realidad, ya no hay error y por fo canto ya no hay locura. Asi pues, no se manipularé el juicio falso ni se intencard rectificarlo y di- siparlo por medio de la demoscracién; al contrario, se disfrazard, se manipu- lara la realidad para ponerla, de algin modo, a la altura det delirios y cuando el juicio also del delitio muestre tener un contenido real cn la realidad, se convertira en un juicio verdadero y la locura dejara de ser locura, pues el ecrar habed dejada de ser un error. En consecuencia, se obliga a delirar a la realidad para que el delirio ya no sea delirio; se desengafia a éste para que de- je de engafiarse. Se trata, en summa, de incorporar la realidad al delirio bajo la mascara de figuras delicantes, con el objeto de que el delirio se lene de reali- dad; por debajo de sus proposiciones falsas, 0 por debajo de la principal de ellas, se desliza de manera subrepticia, en virtud de un juego de transforma- ciones y mascaras, algo que es una realidad, y asf se verifica el delirio.* Como ven, esta prdctica de la curaciéa es, en cierto sentido, absoluta- mente homogénea con coda la concepcién clasica del juicio y el error; esta- mos en Ifnea directa, digamos, con la concepcién de Port-Royal de la propo- sicidn y el juicio.'? Podran advercir, sin embargo, que entre el profesor o * El manusctie especifica: “Pues se introduce subrepticiamente en el delicia como una realidad cémica, ceatral, como pseudorrealidad, para otorgar asi una segunda eficacia a la rea- lidad; basta, en efecto, que el juicio falso se convierta en verdadero gracias al enmascaramien-. wo de la realidad para que el delicio desapacezca’. 'S Concepcién segiin la cual “juzgar es afirmar que una cosa que concebimos es tal 0 no 6 tak: como ocurre cuando, tras concebit qué es la Tierra y qué es !a redondez, alirmo que la CLASE DEL 12 DE DICIEMBRE DE 1973 155 demoscrador, duefio de la verdad, y el psiquiatra, hay una diferencia. Micn- tras aquel que sdlo es cl amo de la verdad, el profesox, el sabio, manipula el juicio, {a proposicidn, el pensamienio, el médico es quien va a manipular ‘a realidad a fin de que ¢l error Hegue a ser una verdad. En ese tipo de opera- cién, el médico es el intermediario, la persona ambivalente quel, por una parte,] mira del lado de ja realidad y !a manipula, y por ocra, mira del lado de la verdad y el error y se las ingenia para que la forma de Ja realidad se ponga a la alcura del error a fin de cransformarlo en verdad. Manipula la realidad haciéndole llevar una mascara; la hace un poco me- nos real. En todo caso, la cubre con una especie de pelicula de irrealidad; la pone en el paréntesis del ceatio, del “como si”, de lo pseudo, y de ese modo, al iereafizar fa realidad, logra transformar el error cn verdad. Agente, por lo canto, de la realidad, y en ese aspecto no es como el sabia o cl maestro; sin embargo, es quien irrealiza la realidad para accuar sobre el juicio erréneo emitido por el enfermo.'® Creo que podemos decir lo siguience: ¢l psiquiatra, tal como va a actuar en el espacio de fa disciplina asilar, ya no seré en absoluto el individuo que mira por el lado de Ja verdad de lo que dice el loco; va a pasar resueltamente, ‘Tierra es cedonda”, Antoine Arnauld y Pierre Nicole, La Logigue, au (Are de penser, conte- nant, outre les rigles communes, plusieurs observations nouvelles propres & former fle jugement (1662), 5* ed., Paris, Desprez, 1683, p. 36 [trad. esp. La légica o ef arte de pensar, Madrid, Alfaguara, 1987]. CF. Louis Marin, La Critique du discours, Sur la “Logique de Port-Royal” et fos “Pensées de Pascul’, Paris, Ed. de Minuic, 1975, col. “Le Sens commun”, pp. 275-299, asl come Jas obsecvaciones de Michel Foucault en Ler Moes..., op. cit, primera parte, “Reped senter”, pp, 72-81, ¢ “Intreduction” a Antoine Arnauld y Claude Lancelot, Grammaire géné- rate et raisonnée contenant les fondements de Cart de parter expliqués d'une manidre claire et na- turelle (Paxis, Le Petit, 1660), Pacis, Républicatinns Pauler, 1969, pp. 1-xxvit (en DE 1, mim. 60, pp. 732-752). 6 Sobre esta realizacin teatral, cf. Michel Foucault, Flistoire de la folie..., op. eit. (1972), pp. 350-354, La segunda clase de “La volonté de savoir”, curso dictado es o College de Fran- ce durante ef cicly 1970-1971, habla de esa “ceatralizacién” de la locura como una “prucba ordilica’, en la que se trata de “ver cual de (os dos, ef enfermo o el médico, sostendra mas tiempo ¢! juego de la verdad, tudo ese teatro de la locura por e! cual el médico realizaba obje- tivamente, en cierto modo, el delirio del enfermo y abordaba, a partir de esa verdad fingida, Ta verdad de éste” (notas personales; J. L.) 156 EL PODER PSIQUIATRICO. y de una vez por todas, del lado de la realidad.* Ya no serd el amo ambiguo de la realidad y la verdad como atin lo era con Pinel y Mason Cox; ser4 el amo de la realidad. Ya no debe en modo algyno introducic fraudulentamen- te, por decirlo asi, a realidad en el delirio; no debe ser el contrabandista de lo real como todavia to eran Pinel y Mason Cox. Fl psiquiatra es quien debe dar a ly real esa fuerza apremiante por la cual ese mismo real podrd apode- rarse de fa locusa, acravesarla por completo y hacerla desaparecer como tal. Es quién debe ~y en esto se define su tacca~ aseguear a lo real el complemen- to de poder necesario para imponerse a la locura y, a la inversa, quien debe sacar a la locura el poder de sustraerse a lo real. A partir del siglo xix, el psiquiatra es, entonces, un factor de inctensifica- cién de lo real y el agente de un sobrepoder de lo real, mientras que en la época clasica era, en cierta manera, el agente de un poder de irrealizacién de la realidad. Alguno me dir4 que si bien es cierto que en el siglo XIX el psi- quiatra pasa por complero del lado de la realidad y se erige frente a la locura “~y justamente a cravés del poder disciplinario que se arroga— en agente de intensificacién del poder de la realidad, no es cierto, empero, que no plantee la cuestién de Ja verdad. Contestaré que el problema de la verdad se plantea, desde luego, en la psiquiarrfa del siglo xIX, pese a grande que ésta manifiesta con respecto a la elaboracién tedrica de su practi- ca, La psiquiatria no elude la cuescién de la verdad, pero, en vez de situar la cuestién de la verdad de Ja locura cr el coraz6n mismo de la cura, cosa que ain sucedia con Pinel y Mason Cox, en medig de sus relaciones con el loco, en vez de permitir la eclosién dei problema de fa verdad en el enfrentamien- to del médico y el enfermo, el poder psiquidtrico sélo plantea la cuestién de la verdad dencro de si mismo. Se la asigna desde el inicio y de una vez por todas, a) constituirse como ciencia médica y clinica. Es decir que el proble- ma de la verdad, en lugar de estar en juego en la cura, fue resuelto de una vez y para sieinpre por {a practica psiquidtrica, una vez que se atribuyé el es- ratus de una practica médica y se dio como fundamento el de ser fa aplica- negligencia basrante cidn de una Ciencia psiquidcrica. * El manuscrito agrega: “Eu la psiquiateia asilar, el psiquiarra cumple el papel de amo de ia realidad de una manera compleramente distinta”. CLASE DEL 12 DE DICIEMBRE DE 1973 157 De modo tal que, si fuera menester dar una definicién del poder psiquia- trico del cual quiero hablaries este ato, yo propondria de manera provisoria la siguiente: ¢l poder psiquiatrico es el complemento de poder en virtud del cual Jo real se impuso a Ja locura en nombre de una verdad poseida de una vez por todas por ese poder con el nombre de ciencia médica, psiquiarria. Creo que, a partir de esta definicién que les propongo provisoriamente, es posible comprender unos cuantos rasgos generales de Ja historia de Ja psi- quiatria en el siglo xIx. En primer lugar, la muy curiosa relacién -iba a decir: falta de relacién— entre la practica psiquidtrica y, por decirlo de algiin mado, los discursos de verdad. Por una parte, es cierto que muy pronto, can los psiquiatras de co- mienzos del siglo XIX, la psiquiatria manifiesta un interés muy grande por constituirse come discurso cienrifico. Pero za qué discursos cientificos da lu- garla practica psiquidtrica? A dos tipos de discurso Uno, que podemos !lamar discurso clinico o clasificatorio, nosolégico; en términos generales, se crata de describir la locura come una enfermedad o, mejor, como una serie de enfermedades menrales, cada una de las cuales tie- ne su sintomatologia, su evolucién, sus clementos diagnésticos, sus elemen- tos de prognosis, etc. En este aspecto, el discurso psiquidtrico que se canfor- ma se propone como modelo el discurso médico clinico habicual; se trata de constituir una suerte de analogon de la verdad médica. En segundo lugar, también muy pronto, aun antes de que Bayle descubra la sis general, o en todo caso a partir de 1822 (descubrimiento de Bayle),!7 par. "7 En tanto los crastornos de pardlisis se consideraban como una afeecién intercurrente de una evolucidn demencial 0, como decia Esquirol, una “complicacién” de la enfermedad (arc. “Démence’, cn Dictionnaire des sciences médicales, par une société de médecins et de chirurgiens, Paris, C. L. F Panckoucke, 1814, t. Vill, p. 28. ct. “Folie”, tbr, c. XVI, 1815), Ancoine Laurent Jessé Bayle (1799-1858) individusliza en 1822, a partir de scis abservaciones segui- das de conrroles anacémicos y realizadas en el servicio de Royer-Collard en la Salpérritre, una encidad mérbida que, segin ta causa anatémica a la que dl la accibuye, recibe el nombre de “aracnitis crdnica”, sobre in base del hecho de que “en todas las épacas de Ja enfermedad exis- te una relacidn constante encte la parilisis y el delirio [...], no podemos, por lo ranto, negar- nos a admitir que esos dos Srdenes de fensmenos son Ins sintomas de una misma enferme- dad, es decir una aracnitis erénica”, a la cual Bayle dedica una primera parte de su tesis defendida el 21 de noviembre de 1822 (Recherches sur let mtladies mantales, Th. Méd, Paris, 158 EL PODER PSIQUIATRICO comprobamos el desarrollo de todo un saber anatomopatolégico que plantea la cuestién del sustrato o los correlatos organicos de la locura, el problema de su etiologia, de su relacién con las lesiones neuroldgicas, etc., y que cons- tituye ya no un discurso andlogo al médico, sino un discurso efectivamente anatomopatologico o fisiopatolégico que debe servir de garantia materialista a la practica psiquidtrica.'* nam. 147, Paris, Didar Jeune, 1822): Recherches sur Varachnitis chronique, la gastrite, la gastro entérite, et la gauste, considérées comme causts de laliénation mentale, Paris, Gabon, 1822; reed. del cencenario, Pacis, Masson, 1922, ¢. 1, p. 32. Mas adelante, Bayle extiende su concepcién a Ia mayorfa de las enfermedades mentates: “La mayor parce de las alienaciones mentales son el sincoma de una Gegmasia er6nica primitiva de las ‘membranas del cerebro”, Cf. Antoine Laurenc Jessé Bayle, Traité des maladies du cerveau et des ses membranes, Paris, Gabon, 1826, Pp. XXIV; cf. rambidn su cexto “De la cause organique de Palignation mentale accompagnée de paralysie générale” (leido en la Académie impériale de Médecine), Annales Médico-Pyychologi- qutes, 34 setie, ¢. (, julio de 1855, pp. 409-425. *® Durance la década de 1820, un grupo de jévenes médicos se vuelca a la anatomia paco- logica, en la cual intentan injercar la ctinica psiquiderica, a) Félix Voisin (1794-1872) enuncia su progeama: “Dados los sintomas, determinar la sede de la enfermedad. Ese es el problems que la medicina eselrecida por la fisiologia puede proponerse en uuestios dias”, en Des eauses morates es physigues des maladies mentales, et de quelques ansres affections telles que Ubystérie, ta nymphomanie et le satyriasis, Parts, J.-B. Baillidre, 1826, p. 329. b) Dos disefpulos de Léon Rostan (1791-1866), Achille {de} Foville (1799-1878) y Jean-Baptiste Delaye (1785-1879), Presenran en 1821 un informe para concussar en el Premio Esquiral: “Considérations sur les causes de Ia folie et de ieur made d'action, suivies de recherches sur la nacure et te sidge spé- cial de cette maladie” (Pals, 1821). c) El 31 de diciembre de 1819 Jean-Pierre Falrer (1794- 1870) defiende su tesis, Obseruaeions et prapositions médico-chirurgicales (Th. Méd. Paris, mim, 296, Paris, lmpe. Didar, 1819), antes de publicae De Chypacondrie ex du suicide. Consi- .dérations sur les causes, sur le sitge et le traitement de ces maladies, sur les moyens dien arréter les progres et d'en prévair let développements, Pacis, Croullebois, 1822. El 6 de diciembre de 1823 Falrer pronuncia en el Athiinée de Médecine una conferencia, “Inductions tirées de Pouvertu- re des corps des aliénés pour seevir au diagnostic et au (raitemenc des maladies mentales”, Pa- ris, Bibliorhtque Médicale, 1824. En 1830 se inicia un debate sobre las causas orginicas de la locura com motivo de la resis de un disefpulo de Esquiro!, Erienne Georget (ingresado a la Salpérritre en 1816 y ganador en [819 del Premio Esquirol por su memoria “Des ouvertures du corps des aliénés”), defen- dida el 8 de febrero de 1820; Dissertarion sur les causes de la folie (Th. Méd. Paris, nd. 31, Paris, Didot Jeune. 1820), donde reprocha a Pinel y Esquirol conformarse con observar los fenémenos de la Jocura sin busear asociarlos a una causa productora. En su obra De la folie... CLASE DEL 12 DE DICIEMBRE DE 1973 159 Ahora bien, si observamos cémo se desarrollé la prdactica psiquidtrica en el siglo xax, de qué manera se manipulaba concretamente la locura y a los locos en el asilo, advertiremos que, por un lado, esta practica se ponia bajo el signo y, de algun modo, el aval de esos dos discursos, uno nosoldgico, de las especies de enfermedades, y otro, anatomopatoldgico, de los correlacos orgdnicos. La practica psiquidtrica se desatrollaba al abrigo de esos dos dis- cursos, pero no se valia jamds de ellos o sélo lo hacia por referencia, me- diante un sistema de remisiones y, en cierto modo, de fijacién. Tal como rigid durante el siglo xix, la practica psiquidtrica nunca puso en juego efectiva- mence el saber o cuasi saber que empezaba a acumularse, fuera en fa gran nosologia psiquictrica, fuera en las invescigaciones anacomopatoldgicas. En el fondo, las distribuciones asilares, la manera de clasificar a los enfermos, de repaeticlos en el asilo, de asignarles un régimen, de imponerles tareas, de declararlos curados 6 enfermos, curables o incurables, no tenjan en cuenta esos dos discursos. Estos eran simplemente una especie de garantes de la verdad de una practica psiquidevica que queria que la verdad le fuera dada de una vez por todas y nunca volviers a cuestionarseta. Detrds de ella, Jas dos grandes som- bras de la nosologia y la etiologia, de la nosografta médica y la anatomia pa- colégica, estaban presences para erigirse, ances que cualquier prictica psi- quidcrica, en Jos garantes definitivos de una verdad que, por su parte, jamas se pondria en juego en la practica de Ia cura. En lineas generales, el poder psiquidtrico dice esro: entre la locura y yo 1a cuestién de fa verdad nunca sz planceard por una raz6n muy sencilla, a saber: que yo, psiquiarria, ya soy una ciencia. ¥ si como cal tengo derecho a interrogarme a m/{ misma sobre lo que digo, si es cierto que puedo cometer errores, de todos modos me toca, y me toca a mi sola, en cuanto ciencia, decidir si lo que digo es verdad o corregir el error cometido. Soy dueiia, si no de la verdad en su contenido, al menos de todos los critetios de la verdad. Ademds, esa razén, el hecho de poseer, en cuanto saber cientifico, fos criterios de verificacién y de verdad, me permite hacer mios la realidad y su poder e imponer a todos esos cuerpos dementes ¥ op. cit, p. 72, Georget afirma; “No debo remer mostrarme en oposicién a mis inaestras [...), al demostrar que la locura es una afeccidn cerebral idiopatica”. 160 EL PODER PSIQUIATRICO agitados el sobrepoder que voy a dara la realidad. Yo soy el sobrepoder de la realidad como poseedora, por m{ misma y de una manera definitiva, de algo que es la verdad con respecto a la locura. Se trata de Jo que un psiquiacra de la ¢poca llamaba “los derechos im- prescriptibles de la razén sobre la locura”, que eran para él los fundamentos de la intervencion psiquiatrica.'? Creo que el motivo de esta falta de articulacién de los discursos de ver- dad y la practica psiquidtrica, el motivo de ese desfase, radica en ta funcidén de crecimiento del poder de lo real, qué es la funcién esencial del poder psi- quidtrico y debe, de alguna manera, hacer caer a.sus espaldas una verdad considerada como ya adquirida. ¥ esto permite comprender entonces que el gran problema de la historia de la psiquiacria en el sigto X1X no es un proble- ma de conceptos, no es en absoluto cl problema de tal o cual enfermedad: ef verdadero problema, la cruz de la psiquiatria decimonénica, no es la mono- manfa y ni siquiera la histeria. Si se admite que en el poder psiquidtrico la cuestién de la verdad jamds se plancea, puede entenderse que la cruz de la psiquiatria decimonénica es simplemente el problema de la simulacion.”° Y Alusion a Jean-Pierre Falret, quien afiema que, gracias al aislamiento, “la familia, en el silencio de una ley positiva, triunfa sobre el tremor de cometer un acto arbitrario y, utilizando al derecho impreseriptible de la razén sobre el delirio, suscribe fas enseftanzas de la ciencia pa- ra obrener el beneficio de la curacida de tos alienados”. Jean-Pierre Falret, Observations str le prajer de lol relatif aux aliénds, présente le 6 janvier 1837 & la Chambre des députés par le minis- tre de l'Intérieur, Paris, Everat, 1837, p. 6. >” problema ya planreado en 1800 por Philippe Pinel, que le consagra un cap. de su Traité médico-philosophique..., op. cit, sec. Vi, § XXII, “Manie simulée; moyens de la reconnoitre”, pp. 297-302, Cf. también: Armand Laurent, Exide meédico-légale sur la sirmiation de la folie. Consi- dérations clinigues et prasiques & Lusage des médecins experts, des magistrats et des jurisconsuttes, Paris, Masson, 1866; Henri Louis Bayard, “Mémoire sur les maladies simulées", Annates a Hygitne Publique et de Médecine Légate, 1° serie, (. XXVIII, 1867, p. 277; Edmond Boisseau, art. “Maladies simulées”, en Amédée Dechambre et ad (dirs.), Dictionnaire encyclopédique des sciences médicales, op. cit., 28 serie, c. , 1876, pp, 266-281; Gabriel Tourdes, art. “Simula- tion’, en dbid., pp. 681-715, Charcot aborda fa cuestidn en varias ocasiones: 1) policlinica del mactes 20 de marzo de 1888: “Araxie locomettice, forme anormale’, en Legons dit mardi a la Salpétritre, Policlinigue 1887-1888, novas de curso de los sefores Blin, Charcot y H. Colin, Paris, Lectosnier & Babé, 1889, col. “Publications du Progrés Medical”, ¢. 1, pp. 281-284 {urad. esp. parcial: Histeria. Lecciones del martes, Jaén, Ediciones del Lunar, 2003]; 2) Legons CLASE DEL 12 DE DICLEMBRE DE 1973. 161 Por simulacién no entiendo aqui la actitud de un no loco que puede ha- cerse pasar por loco, pues esto jamas cuestiona realmente el poder psiquidtri- co. No es cierto que el hecho de hacerse pasar por loco cuando no se es loco sea para la préctica psiquidtrica, para el poder psiquidtrico, algo asf como un Ifmice, un término o el fracaso esencial, ya que, después de todo, la cosa su- cede en todos los érdenes del saber y mds atin en medicina. Siempre pode- mos engafiar a un médico haciéndole creer que tenemos tal o cual enferme- dad o tal o cual sintorma -cualquier persona que haya hecho el servicio militar lo sabe-, y pese a ello la practica médica no se pone en cuestién. En cambio, la simulacién que fue el problema histérico de la psiquiatrfa en el siglo xix —y de ella quiero hablar— es la simulacién interna a la focura: Ja si- mulacion ejeccida por la locura con respecto a sf misma, la manera de la lo- cura de simular locura, la manera de la histeria de simular histeria, la manera como un sintoma verdadero es en cterto aspecto un modo de mentis, la ma- nera como un falso sintoma es una forma de estar verdaderamente enfermo. Todo eso constituyé para la psiquiatria del sigto xIx el problema insoluble, el limite y, en definitiva, el fracaso a partir del cual iban a producirse una serie de repercusiones. A grandes rasgos, la psiquiatrfa deca: contigo, que estas loco, no plantea- ré el problema de la verdad, pues yo misma la poseo en funcién de mi saber, a partic de mis categorias; y si cengo algtin poder sobre ti, el loco, es porque poseo esa verdad, A lo cual la locura respondia: si precendes tener de una vez por todas Ja verdad en funcién de un saber que ya estA constituido, pues bien, yo voy a plantear en mf misma la mentira. Y por consiguiente, cuando manipules mis sintomas, cuando estés frente a lo que llamas fa enfermedad, sur les maladies du syste nervens, recogidas y publicadas por Désiré Magloire Bourneville, 5* ed., Paris, Delahaye et Lecrosnier, 1984, «. 1, leccion 1x, “De l'ischurie hystérique’, § “Simula- tion” (1873), pp. 281-283 [trad. esp.: Lecciones sobre las enfermedades del sistema nerviaso: dadas en la Salpétritre, Madcid, Imprenta de A. Pérez Dubrull, 1882, 2 vols.]; 3) “Legon d'ouverture de la chaite de clinique des maladies du systéme nerveux” (23 de abril de 1882), § Vil, “Simu- lation”, en Lepons sur les matadies duc systeme nerueux, recogidas y publicadas por Babinski, Ber- nard, Féré, Guinon, Marie y Gilles de La Tourette (1887), Paris, Lecrosnier & Babe, 1890, ©. Ul, pp. 17-22; tbid,, leceién xxvi, “Cas du mutisme hyscérique chee Fhomme”, § “Les simu- lations”, pp. 432-433. 162 EL PODER PSIQUIATRICO ce encontrards en una crampa, porque en medio de mis sincomas habra ese pequefio nucleo de noche, de mencira, a través del cual te plancearé la cues- tidn de la verdad. Por lo canto, no te engaharé en el momento en que tu sa- ber esté limitado, le cual seria simulacién lisa y Jana; al contrario, si quicres tener algun dia una autoridad efectiva sobre mi, Ja tendras al aceptar el juego de verdad y mentira que te propongo. La simulacién: desde 1821, cuando se fa ve surgir en la Salpétriére delante de quien fue uno de los mas grandes psiquiatras de la época, Georget, con las dos simuladoras de ese hospital, hasca el gran episodio de Charcot en la déca- da de 1880, podemos decir que toda la historia de la psiquiatria estuvo reco- rrida por ese problema de la simulacién. Y cuando digo “ese problema’, no me refiero al problema tedrico de la simulacién, sino al proceso por el cual los ocos respondicron efectivamente con la cuestién de la mentira a ese po- der psiquidtrico que se negaba a plancear la cuestién de la verdad. La mentira de la simulacién, la locura que simula locura, fue ef ancipoder de los locos frente al poder psiquiatrico. Por eso, creo, la importancia histérica de ese problema y de /a simulacién y la histeria. Y por eso se comprende también el cardcrer colectivo del fend- meno de la simulacién, La vemos aparecer, enconces, hacia 1821, en el com- poctamienwo de dos histéricas que se llamaban “Pécronille” y “Braguetce”.”! Estas dos personas fundaron, me parece, un inmenso proceso histérico en Ja psiquiatria, y fueron imitadas en codos los asilos de Francia porque se trata- 3 Seducido por las experiencias levadas a cabo en ef servicio de Husson del Hétel-Dieu por el barén Jules Duporet de Sennevoy en octubre de 1820, Etienne Georget. con la colabo- raci6n de Léon Rostan, decidié en 1821, en la Salpétriére, utilizar como sujetos de expecien- cia sonambula a dos pacientes: Pécronille y Manouey, viuda de Brouillard, llamada “Braguer- te” (ef. Amédée Dechambre, “Nouvelles experiences sur fe maynécisme animal”, en Gazeste Médicale de Paris, \2 de sepriembre de 1835, p. 585). Georget se cefiere a esas experiencias, sin develar ta identidad de las pacientes, en De fa physiolagie du systeme nervewr..., op. cit, tls cap. 3, “Somaambulisme magnétique”, p. 404. Cf. también: Aubin Gauthier, Histoire dic somnambulisme: chez tous les peuples, cous les noms divers U'extases, songes, oracles, visions, etc., Paris, B Malteste, (842, ¢. ut, p. 324; Amédée Dechambre, “Deuxiéme lettre sur le magnétis- me animal”, en Gazette Médicale de Paris, 1840, pp. 13-14, y art. “Mesmécisme”, en Amédée Dechambre et al. (dirs), Dictionnaire encyclopédique des sciences médicales, op, cit., 2 serie, t. Vit, 1877, pp, 164-165. CLASE DEL 12 DE DICIEMBRE DE 1973 163 ba, en definitiva, de su instrumento de lucha concra el poder psiquidcrico. Y si tenemos en cuenta la gran crisis de la psiquiatria asilar, una crisis que esta- 16 en las postrimertas del siglo XIX, mas © menos en 1880, al comprobarse que, frence a la gran taumaturgia de Charcot, todas los sintomas estudiados por éste eran suscitados por él mismo a partir de la simulacién de sus pa- cientes, podemos deducir entonces que los propios lecos impusicron a la psiquiarria el problema de la verdad. Si insisto en esta historia, lo hago por unas cuantas razones. La primera es que no es una cuestién de sintoma. A menudo se dice que la hisceria ha desaparecido o que fue la gran enfermedad del siglo xix. Pero no fue la gran enfermedad del siglo xix; si nos valemos de un vocabulario médico, fue un sindrome upicamente asilar 0 un sindromme correlativo al poder asilar o el poder médico. Sin embargo, ni siquiera deseo utilizar la palabra “sindrome”. Se traté en concreto del proceso por medio del cual los enfermos intentaban escapar al poder psiquierico; fue un fendmeno de lucha y no un fendmeno patoldgico. En todo caso, creo que debemos considerarlo de ese modo. En segundo lugar, no hay que olvidar que si a partir de Braguette y Pé- tronille hubo tanta simulacién dentro de los asilos, fue porque, de hecho, esa situacién resuleaba posible no sdlo debido a la coexistencia de los enfer- mos en ellos, sino también porque esos mismos enfermos contaban con la complicidad y el apoyo, tan pronto espontdéneos como involuntarios, expli- citos como implicitos, del personal, los residences, fos guardianes, los subal- ternos de fa medicina. No debemos olvidar que Charcot no examiné practi- camente nunca a una sola de esas histéricas, y todas sus observaciones, falseadas por fa simulacidn, le eran proporcionadas desde afuera, en realidad, por el personal que custodiaba a las propias enfermas y, con grados de com- plicidad mds 0 menos elevados, construla en conjunto con ellas ese mundo de la simulacién a cravés del cual se oponia resistencia al poder psiquidtrico. Un poder psiquidtrico que en la Salpétrigre, en 1880, era encarnado precisa- mente por alguien que ni siquicta era psiquiacra sino neurélogo, una perso- Na que, por consiguience, tenia condiciones mas propicias para apoyarse cn un discurso de verdad mejor constituido. A quien llegaba, cntonces, provisto del mas alto saber médico, se le tendié la trampa de la meatira. En consecuencia, el fendmeno general de la simula- cidn en el siglo xix debe comprenderse como proceso, no sélo de lucha de los 164 EL PODER PSIQUIATRICO. enfermos concra el poder psiquidtrico, sino de lucha dencro mismo del siste- ma psiquidcrico, el sistema asilar. Y creo que asi llegamos al episodio que debe ser el objetivo de mi curso, justamente el momento en que, a la fuerza y debi- do al conjunta de esos procesos, la cuestion de la verdad, puesta entre parén- tesis luego de Pinel y Mason Cox por cl sistema disciplinario del asilo y el a- po de funcionamiento del poder psiquidtrico, vuelve a introducirse.* Y es posible decie que el psicoandlisis puede interpretarse como el primer gran retroceso de fa psiquiacria, ef momenco en que la cuestién de fa verdad de lo que se decia en los sintomas 0, en todo caso, ef juego de verdad y men- tira en el sintoma, se impone a la fuerza al poder psiquidtrico; el problema consiste en saber si cl psicoandlisis no respondis a esta derrota inicial esrable- ciendo una primera linea de defensa. Sea como fuere, el crédito por la prime- ra despsiquiatrizacién no corresponde tanto a Freud. La primera despsiquia- crizacién, ei primer momento de vacilaciéu del poder psiquiderico en cuanto ala cuestién de la verdad, lo debemos a toda esa compafiia de simuladores y simuladoras. Fueron ellos quienes, a través de sus menctiras, cendieron una trampa a un poder psiquidtrico que, para poder ser agence de la realidad, se pretendia ducio de la.verdad y se negaba a plancear, dencro de ta practica y la cura psiquidcricas, la cuestién de to verdadero de la locura. Hubo lo que podriamos llamar una gran insurreccién simuladora que re- corrié todo el mundo asilar decimonédnico y cuyo foco perpetuo y constante- mente reavivado fue Ja Salpétrigre, asilo para mujeres. Por eso no creo que pueda hacerse de fa histeria, de la cuestién de la histeria, de Ja manera como los psiquiatras se empantanaron en la histeria durante el siglo XIX, una especie de pequefio error cientifico, una suerte de tope epistemoldgico. Hacerlo es muy cranquilizance, desde luego, porque perrnice escribir la historia de la psi- quiacria y el nacimienco del psicoandlisis en el estilo mismo con que se explica a Copérnico, Kepler Einstein. Es decir: tope cientifico, incapacidad de salir de las esferas demasiado numerosas del mundo “tolomeico” o de las ecuacio- nes de Maxwell, cte.; uno se enreda en ese saber cientifico y, a partir de esta es- * En la geabacién, cepericitn de: a la fuerza, El manuscrico agregar “Es posible enronces denominar antipsiquiaccéa a cualquier movimiento que vuelva a poner en juego la cuestidn de la verdad en In relacién entre el loco y el psiquiatra”. CLASE DEL 12 DE DICIEMBRE DE 1973 165 pecie de tope, hay un corte epistemoldgico y el surgimiento de Copérnico o Einstein. Al plantcar el problema en esos términos y hacer de la hiscoria de !a histeria el azalogon de ese tipo de peripecias, podemos reinscribir la historia del psicoandlisis en la tradicién calma de la historia de las ciencias. Pero si se hace de la simulacién, como me gustaria hacerlo —y no de la histeria, por con- siguiente~, no un problema episcemoldgico o el ope de un saber, sino el re- verso militanze del poder psiquidcrico, y se admite que la simulacién fue, para los locos, la manera insidiosa de plantear a la fuerza la cuestidn de la verdad a un poder psiquiatrico que sélo queria imponerles Ja realidad, creo entonces que se podrd hacer una historia de la psiquiatria que ya no orbite en torno del psiquiatra y su saber, sino, por fin, en torno de los locos. Como comprenderin, en esa medida -si recomamos asi la historia de la psiquiatria, veremos que con la perspectiva institucionalista que plantea en se sustancia el problema de si [a institucidn es 0 no el lugar de una violencia corre et riesgo de reprimir algo~, me parece que se recorta de una manera excraordinariamente estrecha el problema histético de la psiquiacria, es decir el problema de ese poder de realidad que los psiquiatras tenfan la misién de volver a imponer, y que cayé en la trampa de la mentira cuestionadora de los simutadores. Tal es, para decirlo de algun modo, el trasfondo general que queria dar a las clases que seguirdn. La préxima vez intentaré, enconces, retomar esta his- toria que les he sugerido de una manera desenvuelea, para ocuparme del problema mismo del funcionamiento del poder psiquidtrico como sobrepo- der de la realidad. Clase del. 19 de diciembre de 1973* El poder psiquiatrico ~ Una cura de Francois Leuret y sus elemen- tos estratégicos: 1) el desequilibrio del poder; 2) la reutilizacién del » lenguaje; 3) el ordenamiento de las. necesidades; 4) el enunciado de la verdad — El placer de la enfermedad — El dispositivo asilar. EL PODER PSIQUIATRICO tiene, en esencia, la funcién de ser un operador de realidad, una especie de inrensificador de realidad frente a la locura. ;En qué sentido puede ese poder definirse como sobrepoder de la realidad? Para tratar de desenmarafiar un poco esta cuestién; querria utilizar el ejemplo de una cura psiquidtrica de los afios 1838- 1840. ¢Como sc desarro- Maba una cura psiquidcica cnesaépoca? ° . A primera vista, ch el momento de instalacion, de organizacién del mundo asi- lar, la cura no se desarralla en absoluto, porque la curacién se espera como una sterte de proceso, si no espontineo, al menos auromaticamenre reactivo a partir de la combinacién de cuatro elementos que son, en primer lugar, el aislamiento en el asilo; segundo, una serie de medicamentos de orden Aisico o fisioldgico: opisccos,! * En el manuscrio, la clase lleva ef titulo de “La cura psiquidcriea”. ' Los opidceos, preparaciones a base de opio, repurados par interrumpit los accesos de fur- ror y restablecer el orden de las ideas, son propiciados, con preferencia a las purgas y las san- geias por Jean-Baptiste Van Helitont (1577-1644) y Thomas Sydenham (1624-1689). Su utilizacién en el tratamiento de la locuira ch su forma “mantaca” o “furiosa’ se desarrolla cn cl sighs xvul. CE: Philippe Fteequet (1661-1737), Réflexions sur lusaye dle lopium, des calmants et des narcotiques pour lit gutrison des matadies, Paris, G. Cavelier, 726, p. LlirJoseph Guis- lain, Traitement sur Vali¢nation mentale..., op. cit., t.1, libro 1, “Moyens dirigés sur le syste- me nerveux central. Opium”, pp. 345-353. Véanse también las piiginas dedicadas por Michel Foucault a esta sustancia en Histoire de la folie... op. cit. (1972), pp. 316-319. 167 168 EL PODER PSIQUIATRICO Igudano,? etc,; una serie de coerciones propias de la vida asilar: la disciplina, la obediencia a un reglamento,? una alimeneacién determinada,* horas de En el siglo sux, Joseph Jacques Moreau de Tours (1804-1884) promueve el recurso a los opiaceos en el tratamiento de la mania: “En los opidceos (el opio, la datura, la belladona, el beleso, el acénico, excérera) puede enconcearse un excelente medio de calmar la ayitacién ha- bitual de Los maniacas ¥ los arrebatos pasajeras de los monomantacos", Cf. Joseph J. Moreau de Tours, “Lettres médicales sur la colonie d'aliénés de Ghéel”, en Annales Médieo- Prychologi- gues, ¥, marzo de 1845, p. 271. CE: Claude Michéa, De lemploi des opiacés dans le sraite- ment de Ualiénation mentale (extcaido de L’'Union médicale, 15 de marzo de 1849). Paris, Mal- reste, 1849, y Recherches expérimentales sur lemploi des principaux agents de la médication sinpéfianze dans le sraicement de Tnliénation mentale, Paris, Labé, 1857; Flenzi Legrand du Sauile, “Recherches cliniques sur le mode d’administration de l'opium dans la manic", Anna- kes Médico-Prychologiques, 34 serie, t, V, enero de 1859, pp. 1-27; Hippolyte Brochin, arc. “Maladies nerveuses", § “Narcotiques”, en Amédée Dechambre et al, (dirs.), Dictionnaire encyclopédique des sciences médicales, op. cit., 28 serie, t. Xit, 1877, pp. 375-376; Jean-Baptiste Fonssagrives, art. “Opium”, en ébid., 25 serie; t. xvi, 1881, pp. 146-240. ? Laudano: preparacién en la que el opio estd asociado a otros ingredientes, el mas utiliza- do de fos cuales era el kiudano de Sydenham o “vino de opio compuesto”, propiciado para los trastornos digestivos, en el tratamiento de las enfermedades nervinsas y Ia histeria; cf. Thomas Sydenham, “Observationes Medicae” (1680), en Opera Omnia, Londres, W. Greenhill, 1844, tk po 113 (trad. esp.: Observaciones médicas acerea de la historia y curacién de las enfermedades agudas, Madrid, csic, 1961). CE Amédée Decharbre et al. (dits.), Dictionnaire encyclopédi- que des sciences médicales, op. cit., 2* serie, t. , 1876, pp. 17-25. > Desde Pine!, que aficmaba “la necesidad extrema de un orden invariable de servicio” (Fiaisé médico-philosophique..., op. cit., sec. V, “Police générale et ordre journalier du service dans les hospices d’aliénés”, p. 212), tos alienistas no dejaron de insistir sobre la imporcancia de un reghimenco, Ast Jean-Pierce Falret: “;Qué vemos en los asilos de nuestros dias? Vesos un reglamenco positivo, esirictamente respetado, que Aja el uso de vodas las horas del dia y fueraa a cada enfermo a reaccionar contra la irregularidad de sus inclinaciones, para someterse ala ley general (...] El enfermo esté obtigado a abdicar en manos de una voluntad ajena y a esforzarse constantemente para no incurrir en fos castigos asociados a la infraccién del regla- mento”, Cf Jean-Pierre Falret, “Du traitemene général des alienés” (1854), gp. cit, p. 690 * EL problema del régimen alimentario ocupa un lugar privilegiado, a la ver en concepto de componente de la organizacién cotidiana del tiempo asilar y de contribucién al tracamien- co. De tal modo, Francois Fodéré asevera que “los alimentos son los primers medicamen- tos”, Traité du délire..., op. cit., t. W, p. 292. Cf: Joseph Daquin, La Philosophie de la falie, reeditada con una presentacion de Claude Queétel, Paris, Editions Prénésie, 1987, col. “Insa~ CLASE DEL 19 DE DICIEMBRE DE 1973 169 suefio y de trabajo;? instrumentos fisicos de coercién, y por dltimo, también una medicacién psicofisica, a fa vez punitiva y cerapéutica, como la ducha,® el sillén rotacorio,” exc. Estos elementos combinados definfan el marco de la nia’, pp. 95-97; Joseph Guislain, Trastd sur aliénation mentale... op. cit. ¢. Ut libro xvi, “RE gime alimentaire 4 observer dans Paliénacion mentale”, pp. 139-152. 3 El crabajo, pieza esencial del tratamiento moral, se concibe en una doble perspectiva: ce- rapéucica, del aislamiento, y disciplinaria, del orden, CE: Philippe Pinel, Traits médico-philo- sophique.... op, cit, sec. V, § xxl, “Lot fondamentale de cour hospice d'aliénés, celle d'un era vail mécanique”: “Un trabajo constante cambia la cadena viciosa de ideas, fija las facultades de! entendimiento al hacerlas ejercirarse, alimenta por sf solo ef orden en un agrupamiento cualquiera de alicnados y dispensa de una multitad de reglas minuciosas y a menudo vanas para mantener la vigilancia interna’ (p, 225}; Camille Bouchet, “Du travail appliqué aux alié- nds", en Annales Médico-Pyychologiques, <. Xit, novicmbce de 1848, pp. 301-302, En Histoire de la folie..., op. cit. (1972), pp. 505-506, Michel Foucault se cefiere a un estudio de Jean Calver, fechade en 1952, sobre los origenes histéricos del trabajo de los enfermos en [os asilos de alienados. * Philippe Pinel da sus carras de nobleza a la ducha al erigirla en un instrumenro de trata- miento y condicionamiento a la vex; cf. Traisé médico-philosophique sur daliénation mentale, 2% ed. revisada y aumentada, Paris, Caille et Ravier, 1809, pp. 205-206. Cf. también: Henti Gi- sard de Cailleex, “Considérations sur le traitement des maladies mentales”, Annales Médico- Pychologignes, +. W, noviembre de 1844, pp, 330-331: Armand Rech (de Montpellier), “De la douche et des affusions d’eau froide suc fa téce dans le craicemenc des aliénations mentales”, en Annales Médico-Prychologiques, c. 1x, enero de 1847, pp. 124-125; pero sobre todo Francois Leucet, quien la pone en préctica en Du traitement moral de In folie, op. cit, cap. 3, § “Dou- ches et affusions froides”, pp. 158-162. Véase (en esta misma dlase y la del 9 de enero de 1974) la cura de Dupré; Miche] Foucault le dedica varias paginas: Maladie mentale et psycho- logie, Paris, Presses Universitaices de France, 1962, col. “Initiation philosophique”, pp. 85-86 [uad. esp.: Enfermedad mental y personalidad, Buenos Aires, Paidés, 1991]; Histoire de ta fo- lic.... op. cit, (1972), pp. 338 y 520-521; “Vean et La folie”, DE, 1, ntim. 16, pp. 268-272. Vuelve a ella en “Sexuality and solitude” (London Review of Books, 21 de mayo 2 5 de junio de 1981, pp. 3 y 5-6), DE, v, ndm. 295, pp. 168-169 7 Bl “sila cocatario", perfeccionada por el médico inglés Erasmus Danwin (1731-1802), es aplicado al tratamiento de fa focura por Mason Cox, quien elogis su eficacia; “Considero que se lo puede utilizar tanto en e! plano moral como en el plano fisico, y emplearlo con éxito, no s6lo coma un medio de alivio sino como un medio de disciplina, para poner al enfermo en un estado més flexible y décil”. CF Joseph Mason Cox, Observations sur la démence, op. cit., p- 58. CF: Louis Vi F Amard, Tiaisé analytique de la folte et des moyens de la guérin, Lyon, Imp. de Ballanche. 1807, pp. 80-93; Joseph Guislain, Traite sur Galitnation mentale..., op. cit tt li 170 EL PODER PSIQUIATRICO cura, de Ja cual, sin proponer jamds una explicacién ni una teorfa, se espera- ba la curacion.* Ahora bien, creo que, a pesar de esta primera apariencia, fa cura psiquid- trica se desarrollaba de acuerdo con una serie de planes, procedi:mientos tActi- cos, clementos estratégicos que podemos llegar a definic y son, a mi entender, muy importantes en cuanto a la constitucién misma del saber psiquiatrico, quizas hasta nuestros dias. Voy a tomar una cura como ejemplo; a decir verdad, hasta donde yo sé es el ejemplo mas elaborado que se haya dado en Ia literatura psiquidtrica fran- cesa. Su presentador es un psiquiatra que, por desdicha, tiene una fastidiosa reputacién: Leurer, el hombre del tratamiento moral, a quien durante mu- cho tiempo se reproché el abuso que hacia del castigo, la ducha, evc.® Sin lu- gar a dudas, es la persona que no sdlo definié fa cura clésica de la maneca mas precisa, mas meticufosa, y dejé fa mayor cantidad de documentos sobre sus curas, sino también, me parece, quien elaboré esas practicas, esas escrate- gias de cura, y las llevé a un punto de perfeccién que permice a la vez com- prender los mecanismos generales puestos en accién por todos sus colegas, sus contempordneos, y verlos, por asi decirlo, en cimara lenca, segiin sus mecanismmos mds sutiles. brow, Mayers diriges ster le systime nerueux cérébral. Oe la rotation, Amsterdam, Vaa der Hey, 1826, pp. 374 y 404; Christine Buvat-Pochon, Ler Tiaitements de chac dautrefais en psychistrie Lewes tens avec les shérapentiqnee moderner, Th. Méd. Paris, nim. 1262, Paris, Le Erangois, 1939. Véase Michel Faucaule, Hiseotre de de falic..., op. ct. (1972), pp. 341-342. * Bl manuscrico agrega: “En suma. un cddigo, pera no un cédigo lingitistica de conven- ciones significantes, sino un eddige rictice que pecmitia establecer cierta celacién de fuerza ¢ inscribirla de una ver por todas”. * Bn vida, Leuret cuvo que defenderse de fas etiticas que, segtin sus propias palabras, cur denaban su prédctiea como “retrdgrada y peligrosa” (Du traitemene moral de ta folie, ap. cits p. 68). Su principal adversario fue Esprit Sylvestre Blanche, en su memoria presentada a la Aca- démie Royale de Médecine: Du dunger des riguetrs corparelles dans le traitement de la folie, Pir ris, Gardembas, {839, asl como en un optsculo, De (état actuel du traitement de la folie en France, Paris, Gardembas, 1840. Los articulos necroldgicos sobre Leuret s¢ hicieron eco de esas potémicas: Ulysse Trélar, “Notice sur Leret”. en Annales d Hygiene Publigue et de Méde- cine Lé&ate, vol. 45, 1851, pp. 244-262; Alexandre Brierre de Bersmont orice biographi- que sur M. FB Leuret”, en Annales Médico-Psychologiques, 24 serie, t. ti, julio de 1851, pp. 512-527. CLASE DEL 19 DE DICIEMBRE DE 1973 171 La cura corresponde a un tal sefior Dupré y se relaca en el ultimo capfcu- lo de Du traitement moral de la folie, de 1840.’ He aqui los sincomas que presentaba el sefior Dupré: El sefiar Dupré es un hombre grueso y bajo, excedido en carnes; camina . Su mirada os insegura y tiene un solo y jamés dirige la palabra a nadi aire alelado. Emice gases sin cesar por arriba y por abajo, y con mucha frecuencia deja oir un pequefio grufido muy desagradable, con el objeti- vo de liberarse de las emanaciones que, por medio de la necromancia, le intruducen en el cuerpo. Es insensible a las deferencias que puedan ha- cérsele, ¢ incluso procura evitarlas. Cuando se le insist, se pone de mal humor sin llegar nunea a la violencia, y dice al vigilante, en caso de que éste se encuentre presente: “Haz retirar a esas locas, que vienen a ator- mentarme”, Jamas mira a nadie a los ojos, y si durante un instante se lo saca de la incercidumbre y la ensofiacién que le son habituales, no tarda cn recaer en ellas [...] Hay en la tierra tres familias que, por su nobleza, predominan sobre las demas; las familias de los principes tértaros, de Ni- gricia y del Congo. Una raza destacada, la mis ilustre de la familia de los principes rartaros, es la de los alciones, cuyo jefe es él, supuestamente Dupré pero en realidad nacido en Cércepa, descendiente de Cosroes: es Napoledn, Delavigne, Picard, Audrieux, Destouches, Bernardin de Saint-Picrre, todos a la vez. El signo distintivo de su calidad de alcidn es el hecho de poder saborear constancemente los placeres del amor; por de- bajo de su persona se encuentran seres degeneradas de su raza, menos fa- vorecidos que él y llamados, segin sus disposiciones amorosas, tres cuar- tos, un cuarto o un quinto de alciones. A raiz de los excesos comeridos, el sefior Dupré ha cafdo en un estado de enfermedad crénica, para cuyo Cracamienco su consejero lo envid a su castillo de Saine-Maur (tal es la de- nominacién que da a Charenton), luego a Saint-Yon y despues a Bicérre, El Bicétce en el cual se encuentra no es el situado cerca de Paris, y la ciu- dad que se le hace ver, a alguna distancia del hospicio, no es orra que Langres, en Ja cual, para engafiarlo, se han representado monumentos que tienen cierta semejanza con los del verdadero Paris. El es el dnico ° Francois Leuret, observacion Xxit, “Porteurs de titres et de dignités imaginaires”, en Due traitement moral de la folie, op. cit., pp. 418-462. 172 EL PODER PSIQUIATRICO hembte del hespicio; todos los demas son mujeres 0, mejor, combinacio- nes de varias mujeres, con jos rostros cubiertos por méscaras bien com- Puestas, provistas de barba y patillas. Reconoce sin lugar a dudas al médi- co que lo atiende como una cocinera que ha cenido a su servicio. La casa donde pasé la noche en su viaje de Saint-Yon a Bieétre se eché a volar una vez que él sé marché. Nunca lee y no cocaria un diario por nada del mundo; las diarios que se |e muestran son falsos, no hablan de él, Napo- leon, y quienes les len son cémplices confabulados con quienes los ha- cen. El dinero no tiene valor alguno; sélo hay moneda falsa. A menudo escuché hablar a los osos y monos del Jardin Botanico. Recuerda la tem- porada que pasé en su castillo de Saint-Maur, ¢ incluso a algunas de las personas que conocié alli [...] La multiplicidad de sus ideas falsas no es menos notable que fa seguridad con [a cual las declama.'? Creo que en el largo tracamiento que a continuacién se analiza podemos dis- tinguir una serie de dispositivos o maniobras que Leuret nunca teoriza, y con referencia a los cuales no da ninguna explicacién que csté fundada ya sea en una eriologia de la enfermedad mental, una fisiologia del sistema ner- vioso 0, incluso, y de manera general, cn una psicologia de la locura. Sim- plemente desmonca las diferentes operaciones que ha intentado; a mi enten- der, es posible distribuir esas maniobras en cuatro o cinco grandes tipos. En primer lugar, la maniobra consistence en descquilibrar ¢l poder, es de- cir transferirlo de entrada 0, en todo caso, lo mas rapidamente posible, a un lado y uno solo, el del médico. Y Leuret se apresura a hacerlo; su primer contacto con Dupré consiste en desequilibrar el poder: La primera vez que abordo al sefior Dupré para cracarlo, lo encuentro en una enorme sala (lena de alienados a quienes se considera incurables; est4 sentado a la espera de su comida, con un aire estipido ¢ indiferente a to- do lo que sucede a su alrededor, sin mostrarse afectade en modo algune por el desaseo de sus vecinos y el suyo propio ni aparentar otro inscinto que ef de comer, ;Cémo lograr sacario de su torpor, darle sensaciones juscas, ganar un poco su atencién? Las palabras benévolas no sirven de nada; jsetd mas util la severidad? Finjo estar descontento con sus discur- ‘© phid., pp. 421-424, CLASE DEL 19 DE DICIEMBRE DE 1973 173 sos y su conducta; lo acuse de pereza, vanidad y mentira y exijo que, ance mi, se mantenga de pie y descubierto.'! Este primer contacto es, creo, muy significative de lo que podrfamas llamar el ritual general del asilo. Praccicamente, y en este aspecto Leuret no se dife- rencia en nada de sus contemporaneos, el primer episodio de contacto entre el médico y su paciente en codos los asilos de la época es ese ceremonial, esa demostracién inicial de fuerza, es decir, a demostracién de que el campo de fuerzas en el cual el enfermo se encuentra dentro del asilo est desequilibra- do, no hay coparticipaciéa, reciprocidad, intercambio, el tenguaje no circula con libertad y de manera indistinta de uno a otro; no hay entre los diferen- tes personajes que viven en el asilo ni reciprocidad ni transparencia: todo eso debe proscribirse. Es preciso, desde el comienzo, que haya un mundo dife- rencial, ua mundo de ruptura y desequilibrio entre el médico y el enfermo, un mundo donde existe cierta pendiente que jamds pucde remoncarse: en su cima, el médico; en el fondo, el enfermo. Y a partir de esta diferencia de altura, de porencial, absolutamente esta- tutaria y que nunca se borrard en ta vida asilar, va a poder desenvolverse el proceso mismo de la cura. En todos los consejos dados por los alienistas con referencia a distintas curas hay un lugar comun: siempre debe empezarse con esa marcacién del poder. Ese poder est4 de un solo lado, y esto es lo que decia Pinel cuando recomendaba abordar al paciente con “una suerte de apa- rato de temor, un aparato imponente que pueda actuar vigorosamente sobre la imaginacién [del maniaco; J. L.] y convencerlo de que toda resistencia se- ré vana’."? Es cambién lo que decia Esquirol: “En todo establecimiento de ° alienados debe haber un jefe y nada ms que un jefe de [se] quien todo debe incumbir”.! Se trata ademds, sin duda, del “principio de la voluntad ajena", que po- demos denominar “principio de Falret”, consistence en suscicuir la voluncad "\ pid, p. 429 "2 Philippe Pinel, Traité médico-philosophique.... op. eit. (1800), sec. 1, § Ix, “Intimider laliénd, mais ne point se permettce aucun acte de violence”, p. G1 8 Jean Etienne Dominique Esquirol, “De Ia folie” (1816), op. cit, p. 126. 174 EL PODER PSIQUIATRICO del enfermo por una “voluntad ajena’.’* El enfermo debe sentirse situado de inmediato frente a algo en lo cual va a concentrarse, a resumirse toda ta rea- lidad con la que tendré que vérselas en el asilo; toda la realidad se concentra en una voluntad ajena que es la voluntad omnipotente del médico. No quic- to decir con ello que cualquier otra realidad quede suprimida en beneficio de esta sola voluntad del médico, sino que el elemento portador de toda la cealidad que va a imponerse al enfermo y cuya area consistird en coner in- flujo sobre la enfermedad, el soporte de esa realidad, debe ser la voluntad del médico como voluntad ajena a la del enfermo y, ademés, estatutariamente superior e inaccesible, por consiguiente, a cualquier relacién de intercambio, reciprocidad, igualdad. En esencia, este principio tiene dos objetivos. En primer lugar, establecer una suerte de estado de docilidad que es necesario para el tratamiento: es pre- ciso, en efecto, que el enfermo acepte las prescripciones formuladas por el inédico. Pero no se crata simplemente de someter la voluncad de sanar del en- fermo al saber y ef poder del médico; en ese establecimiento de una diferencia absoluta de poder, se trata sobre todo de vulnerar la afiimacion de omnipo- tencia que, en el fondo, hay en fa locura. En toda locura, cualquiera que sca su contenido, hay siempre cierta afirmacién de omnipotencia, y a ello apunta el ritual primero de asercién de una voluncad ajena y absolutamente superior. En la psiquiacria de la época, la omnipotencia de la locura puede mani- festarse de dos maneras. En una serie de casos, se expresaré dentro del delirio en forma, por ejemplo, de ideas de grandeza: uno cree set rey. En el caso del sefior Dupré, fa creencia en que es Napoledn,’* fa conviccién de ser sexual- mente superior a todo el género humano’® y ser el dnico hombre, mientras "CE sepra, nota 3, Ya era para Guislain una de las ventajas del “aislamiento en el tata- mienco de la alienacién”: “Basado en un sentimiento de dependencia que bace experimentar al alignado (...} obligado a adaprarse a una voluntad ajena”. Ci. Joseph Guislain, Trairemens sur Tobitnation mentale... Op. Cita, (1, p- 409. *S Frangois Leuset, Du traitement moral de la folie, op. cit, p. 422: “Dupré es un apellido de convencién, un apellido para mantener el incégnitos su verdadero nombre, como bien sa- bemos, es Napoleén”. ‘6 “El signe distintive de su calidad de alcién es el hecho de poder saborear constante- mente los placeres del amor”, ibid., p. 423. CLASE DEL 19 DE DICIEMBRE DE 1973 175 £ : V . todos los dem4s son mujeres,'” son otras tantas afirmaciones, dentro del propio delirio, de una especie de soberania u omnipotencia. Pero esto sdlo vale, por supuesto, en el caso de los delirios de grandeza. Al margen de esta sicuacién, y cuando no hay delirio de grandeza, existe, con todo, cierta afir- macién de omnipotencia, no en la forma de expresidn del delirio sino en su manera de ejercerse. Cualquicra que sea el contenido del delirio, aun cuando uno crea ser per- seguido, el hecho de ejercerlo, es decir de rechazar todo lo que es discusién, razonamiento, prucba, implica en sf mismo una afirmacién de omnipoten- cia, y este elemento puede atribuirse con absoluta certeza a cualquier locura, mientras que la expresién de esa omnipotencia en el delirio es privativa del delitio de grandeza. El ejercicio de la omnipotencia en el delitio por el hecho de delirar es ca- racteristico de toda locura. Por consiguiente, podran ver con claridad cémo y por qué se justifica ese primer dispositivo, esa primera maniobra de la operacién psiquidtrica: se rata de vulnerar, reducir la omnipotencia de Ja focura mediante la manifes- tacién de otra voluntad, més vigorosa y dotada de un poder superior, Geor- get daba cl siguiente consejo a los médicos: “En vez [...] de negara un alie- nado la condicién de rey que pretende tenet, probadle que carece de poder; que vos, que svis nada menos que eso, podéis todo sobre él; acaso considere asi la posibilidad de estar, en efecto, equivocado”.'® Por lo tanto, contra la omnipotencia del delirio, Ja realidad del médico, con la omnipotencia que le da, precisamente, el desequilibrio estatucario det asilo: tal es cl aspecto en que la toma de contacto que les mencionaba con referencia al caso del sefior Dupré se inscribe en un contexto general que es el de la practica asilar de la época, con muchas variances, desde luego. Algu- nus de fos médicos, entonces -y en corny de ello girardn todas las discusio- nes incernas al discurso psiquidtrico-, van a considerar que esa marcacién del poder del profesional debe hacerse de vez en cuando con la apelacién a la violencia, pero a veces también en forma de una demanda de estima, de \7 “£1 es ef inico hombre del haspicio; todos los demas son mujeres”, ibid. '8 Ecienne Jean Georget, De la folie... ap. cit, p. 284, 176 EL PODER PSIQUIATRICO confianza y como una especie de pacto impuesto al enfermo, a !a manera de un arreglo. Por otro’ lado encontraremos psiquiatras que, al concrario, recomiendan en todos los casos el cemor, la violencia, ja amenaza. Unos consideran que cb desequilibrio fundamencal del poder esta, en el fondo, suficientemente ase- gurado por el sistema mismo del asilo, con ef conjunto de la vigilancia, fa je- rarquia interna, la disposicién de los edificios y los propios muros que expre- san y definen la trama y la pendiente del poder. Otros psiquiatras estiman, por el contrario, que la persona misma del médico, su prestigio, su prestan- cia, su agresividad, su vigor polémico, son los elementos que muestran esa marca. No me parece que todas estas variances tengan importancia con res- pecto a ese ritual fundamental, del cual voy a mostrar cémo lo desarrolla Leuret a continuacién a lo largo de la cura, en la que toma claro partido por Ja solucién de Ja individualizacién médica del excedente de poder otorgado por e/ asilo y le da la forma muy directa de la agresion y la violencia. Uno de los cemas delirances que encontrabamos en Dupré era la creencia en su omnipotencia sexual y en que todas las personas que lo codeaban en ef asilo eran mujeres. Leuret se dirigird a él y le preguntard si, en efecto, codos Jos que estan a su alrededor son mujeres. “Si”, diré Dupré. “z¥o también?”, pregunta Leuret. “Usted también, por supuesto.” En ese momento el médi- co afetra al paciente y, “sacudiéndolo vigorosamente, le pregunta si ése es el brazo de una mujer.” Dupré no esta muy convencido, de modo que, para convencerlo mas, Leuret hace poner en su cena algunos “granos de calome- lanos”, que provocan en el pobre desdichado violentos célicos durante la no- “El, el uinico che. A la mafiana siguiente, esto permite que Leuret le diga: hombre que hay en el hospicio, es tan temeroso que [a escena de la vispera le hizo mover el vientre”.” Asi marca su supremacta viril y fisica mediante ese signo artificial de temor que ha suscitado en Dupré. Podriamos citar a lo largo de la cura una serie de elementos similares. Leuret hace pasar a Dupré por ta ducha; el paciente se cesiste, reaparecen sus temas delirantes y dice: “jAqui hay una que me insultal” “;//na?”, pregunta Leuret, y acto seguido le apunta violencamente la ducha hacia el fondo de la ® Beangois Leuret, Du eraitement moral de ta folie, op. cit., p. 429. 2 Tid. p. 430) CLASE DEL 19 DE DICIEMBRE DE 1973 W7 garganta, hasta que Dupré, mientras se debate, reconoce que ésa es sin duda una conducta de hombre y “termina por admitir que [Leuret] es un hom- bre”."! Por lo tanto, desequilibrio ritual del poder. Segunda maniobra: lo que podriamos llamar reucilizacién det lenguaje. En efecto, Dupré no reconoce a ia gente por su verdadera identidad, cree que su médico es su cocinera y se adjudica a si mismo toda una scric de identida- des sucesivas y simuitdneas, pues cs “Napoledn, Delavigne, Picard, Audrieux, Destouches, Bernardin de Saint-Pierre, todos a la vez”.”” Ante todo sed pre- ciso, en consecuencia —y esto es lo que caracteriza la segunda maniobra, que, por lo demds, sigue més 0 menos cronolégicamente a la primera, con unas cuantas superposiciones~, que Dupré vuslva a aprender los nombres y sepa asignar a cada uno el que le corresponde: “A fuerza de hostigarlo, comienza a mositarse acento y obediente”.”? Lo obligan a reperirlos hasta que consigue saberlos: “Es menester que aprenda mi apellido, el de los alumnos, los vigi- lantes, los enfermeros. Debe [lamarnos a todos por el apeliido”. Leuret ie hace leer libros y recitar versos y lo obliga a hablar latin, que Dupré ha aprendido cn Ja escuela; {9 conmina a hablar en italiano, que aprendid cuando estaba en el ejército; le hace “contar una historia”.24 Por ultimo, en orro momento fo mete en la bafiera, lo somere a la ducha como es usual y, una vez hecho esto, en lugar de seguir con lo acostumbra- do, le ordena vaciar la bafiera. Ahora bien, Dupré no suele obedecer ningu- na orden. Se lo obliga a cumplir ésta y cuando termina de vaciar la baficra con cubos y vuelve la espalda, la Henan otra vez. Leuret repite varias veces el procedimiento, hasta lograr que su pacience incorpore definitivamente el mecanismo de la orden y la obediencia > Me parece que en esta serie de operaciones que se refieren esenciafmente al lenguaje, se trara ante todo de corregir el delirio de las neminaciones poli- morfas y obligar al enfermo a devolver a cada uno el nombre en virtud del cual tiene su individualidad dentro de Ja pirdmide disciplinaria de! asilo. De 2 hid. ® hid, p. 422. 2 hid. p. 431. 1 hid, % Ibid, p. 432. 178 EL PODER PSIQUIATRICO manera muy caracter(stica, no se pide a Dupré que aprenda el nombre de los pacientes sino el del médico, sus alumnos, los vigilantes y los enfermeros: el aprendizaje de la nominacién sera al mismo tiempo el de la jerarquia. La no- mivacién y la manifestacién del respeto, {a diseribucién de los nombres y la manera como las individuos se jerarquizan en el espacio disciplinario, cons- tituyen una sola y la misma cosa. Verdn asimismo que le piden que lea, recite versos, etc.; con ello se trata. por supuesto, de ocupar la mence, desviar ef lenguaje del uso delirance, pero también de reensefiar al sujeco el uso de esas formas de lenguaje que son las formas del aprendizaje y la disciplina, lo que ha aprendido en la escuela, esa suerte de lenguaje artificial que no es en verdad el que él utiliza, sino aquel por cuyo intermedio se le imponen la disciplina escolar y el sisterna de or- den. Y por ultimo, en fa historia de la bafiera que vuelven a llenar y le orde- nan vaciar una cantidad indefinida de veces, lo que se trata de ensefiar al en- fermo es ese lenguaje de dcdenes, pero esta vez de érdenes puntuales. De manera general. Leuret procura, creo, hacer al pacienre accesible a to- dos los usos imperativos del lenguaje: Jos nombres propios con los cuales salu- damos, moscramos respeto, la acencién que prestamos a los ocros; se trata, ade- mas, de la recitacién escolar y los idiomas aprendidos; sc trata de la imposicién, Advertiran que no hay aqui ninguna clase de reaptendizaje —que podamos Hamar dialéctico— de la verdad. No es cucstidn de mostrar a Dupré, a partir del lenguaje, que los juicios emiidos por | son falsos; no se discute para dilucidar si es justo o no considerar que todas las personas son “alciones”, como aquél cree en su delirio.2® No se trata de transformar lo falso en verdade- ro en el seno de una dialéctica propia del lenguaje o la discusién; a través de un juego de drdenes, de imposiciones que se formulan, simplemente se procu- ra volver a poner al sujeto en contacto con el lenguaje en su cardcter de porta- dor de imperacivas: unt uso imperative del lenguaje que se remite y se ajusta a todo un sistema de poder, Es el lenguaje propio del asilo, que asigna los nom- bres definitorios de la jerarqufa asilar; es el lenguaje del amo. Y detris de ese lenguaje que se ensefia debe dejarse ver como realidad toda esta trama de po- der. E] lenguaje que vuelve a ensefiarse al enfermo no le servira para recuperar la verdad; el lenguaje que le obligan a reaprendet es un lenguaje que debe dejar * Brangois Leuret, Qu traitentent moral de la folic, op. cit. p. 422. CLASE DEL 19 DE DICIEMBRE DE 1973 179 craslucir la realidad de un orden, una disciplina, un poder que se le impone. Por otra parte, eso es fo que dice Leuret cuando, al final de los ejercicios de lenguaje. sefiala: “Ahora el sehor Dupré cstd atento [la atencién es, desde lue- go, la facultad de Ja realidad; M. F.] y ha entrado en relacion conmigo; ejerzo una accién sobre él y me obedece”.?” “Atencién’”, es decir relacién con el médi- co -esco es, cl que da la orden y tiene el poder-, relacién que consisce precisa- mente en que el médico, duefio del poder, ejerza una accidn en forma de or- den. Lenguaje, por lo tanto, que es transparente a esta realidad del poder. Y ambién aqui vemos que Leuret, en cierto sentido, es mucho mds sutil y perfeccionista que los psiquiatras de su época. Pero, después de todo, lo que por entonces se denominaba “tratamiento moral” teafa esas caracteristi- cas, sin cstar tan directamente centrado, desde luego, en los usos del lengua- je, en esa especie de didlogo amafiado, de didlogo que era en realidad el juc- go de la orden y la obediencia, porque la mayoria de los psiquiatras, a diferencia de Leuret, confiaban sobre todo en los mecanismos internos de la institucién asilar y no en esa accién directa del psiquiatra en cuanto dueiio del poder.*® En definitiva, sin embargo, si observamos en qué consistia justa- mente para los psiquiacras de la época el functonamiento de la propia insti- tucion asilar, y dénde se buscaba el cardcier terapéutico de esa accién del asi- lo, veremos que se consideraba que éste cra terapéutico porque obligaba a la genre a plegarse a un reglamenco, un uso del tiempo, la forzaba a obedecer érdenes, a ponerse en fila, a someterse a Ja regularidad de una serie de gestos y habits, a supeditarse a un trabajo. Y todo este complejo del orden, como érdenes dadas y también como regularidades institucionales y coerciones, es finalmence, para los psiquiatras de esos dias, uno de los grandes factores de la terapéutica asilar. Como decia Falret en 1854, en un texto un poco tardio, un reglamento positivo, estticramente cesperado, que fija el uso de codas las horas del dfa y fuerza a cada enfermo a ceaccionar contra la irregulari- dad de sus inclinaciones, para someterse a la ley general. En vez de que- ® ibid, p. 432. 2 Ast define Leurer su ratamienco: “Entiendo por eracamiento moral de fa locura fa utili- zacién razonads dle cados los medios que actian direetamente sobre la inceligencia y lis pasio- ines de los alienados”, ibid, p. 156. 180 EL PODER PSIQUIATRICO dar librado a si mismo y seguir el impulso de su capricho o de su volun- tad desordenada, el afienado se ve cn la obligacién de doblegarse ance una regla, que tiene tanto mds poder cuanto que ha sido establecida para todas. El enferme esta obligado a abdicar en manos de una voluntad aje- na y a esforzarse constantemente paca no incurrir en los castigos asocia- dos a la infraccién [del] reg!amento.”® También Esquirol consideraba que este sistema de orden, orden dada y or- den obedecida, orden como mandato y orden como regularidad, era el gran operador de la curacién asilar: ” Hay en una casa semejanre un movimiento, una actividad, un torbellino en el cual entra poco a poco cada comensal; el lipemanfaco mas obstinado, mas desafianre, se vé obligado, sin saberlo, a vivir fuera de si mismo, arrastrado sel propio manfaco, retenido por el movimiento general, por el ejemplo [.. por la armonia, el orden y la regla de la casa, se defiende mejor contra sus impulsos y se‘abandona menos a sus actividades excémtricas.° En otras palabras, el orden es la realidad con la forma de la disciplina. La cercera maniobra en el dispositivo de la cerapéutica asilar es lo que po- driamos llamar ordenamiento u organizacién de las necesidades. El poder psiquidcrico asegura el avance de la realidad, su auroridad sobre {a locura mediance el ordenamienco de aquéllas ¢, incluso, a través del sucgimienco de nuevas necesidades: por la creacién, el suscento y la prolongacién de una se- tie de necesidades. Este es otro caso en el que podemos tomar como punto de partida la ver- sién muy sutil y curiosa que Leuret da de ese principio. Su paciente, el sefor Dupré, no quiere trabajar porque no cree en el valor del dinero: “El dinero no tiene.valor alguno; sélo hay moneda falsa”, dice,** pues yo, Napoledn, soy el unico con derecho a acufiar moneda. En conse- cuencia, el dinero que le den serd falso: jpara qué trabajar, entonces! Ahora bien, ef problema consiste precisamente en hacerle comprender la necesidad 2 Jean-Pierre Falrer, “(Du traitement général des alignés’ (1854), op. cit.. p. 690, 3 jean Brienne Dominique Esquirol, “De la folie” (1816), op. cit, p. 126. 3) Frangois Leuret, Du traitement moral de la folic, op. cit, p. 424. CLASE DEL 19 DE DiCIEMBRE DE 1973 181 de ese dinero. Un dia se lo obliga a trabajar; practicamente no hace nada. Al final del dia se le propone un salazio correspondiente a su jornada laboral; lo rechaza, aduciendo que “el dinero no tiene ningtin valor”.*? Lo toman de los branzos y le meten a la fuerza el dinero en ei bolsillo; sin embargo, como cas- tigo por haberse resistido, lo encierran durante toda la noche y la mafiana del dia siguiente “sin comida ni bebida”. Le envian, no obstanie, un enfer- mero que ha sido debidamence aleccionado de antemano, para decirle: “j;Ah, sefior Dupré, cudnto lo compadezco por no comer! Si no temiera la autori- “dad del sefior Leurec y sus castigos, le traerfa comida; estoy dispuesto a co- rrer el riesgo, con la condicién de recibir una retribucién”. De modo que, para comer, cl scfior Dupré se ve obligado a sacar del bolsillo tres de Jas ocho monedas de cinco centavos que le haifan dado. Sin duda empieza a formarse en él la idea de Ja significacién o, al menes, de la utilidad del dinero, a pactir de esa necesidad creada de martera artifi- cial. Lo alimentan bien y, otra vex, deslizan “doce gramos de calomelanos en las legumbres del sefior Dupré, quien no tarda en sencir la necesidad de ir al excusado, por lo cual llama al doméstico y le ruega que le deje las manos li- bres. Nuevo arreglo pecuniario”.*? Al dia siguiente, Dupré va a trabajar y a “procurar el premio de su jornada”. Se crata, dice Leuret, del “primer acto razonable, hecho volunteriamente y con feflexién, que consegui de él”. Creo, desde luego, que podemos meditar mucho sobre esa sorprendente relacién cstablecida por Leuret —pero, como ven, en forma de una interven- cién imperativa— entre e] dinero y la defecacién. Relacién que no es una re- lacién simbdlica de dos cérminos: dinero-excremento, sino una relacién tac- tica de cuatro términos: alimento-defecacién-trabajo-dinero, con un quinto término, cl poder médico, que recorre los cuatro puntos del rectangulo tacti- co. En virtud del juego de ese poder médico circulance entre los cuatro tér- minos se establece una relacién que ctendrd, como deben saber, un destino muy conocido, y que aqui, a mi entender, vemos aparecer por primera ves * Ibid, p. 434. ® Ibid, p. 435. 4 Ibid ® Michel Foucaule alude a la relacién “dinero-excremenra” que tendrfa un magnifico por- venir en la literatura psicoanalitica, Mencionada por Sigmund Freud en una carea a Wilhelm 182 EL PODER PSIQUIATRICO. En lineas generales, me parece que también en este caso Leuret presentd de una manera particularmene sutil y habil la formula de algo que es muy importante en el sistema de la cura psiquidtrica de la época. En el fondo, sc trata de generar en el enfermo un estado de carencia cuidadosamente ali- mentado: es preciso mantenerlo por debajo de una linea media de su exis- tencia. De abi una serie de cacticas, menos sutiles que las empleadas por Leuret, pero que gozaron asimismo de un destino muy prolongado en la ins- titucién asilar y la hiscoria de fa focura. La cdctica de la ropa: en el tratado Des aliénes, que data de 1834, Ferrus presenta toda una teoria de esa famosa vestimenta asilar, de la cual dice: “La vestimenta de los alicnados exige una atencién muy especial: casi todos [os lo- cos son vunos y orgullosos; en su mayoria han tenido, ances de ja invasién de la enfermedad, una vida llena de vicisitudes; a menudo han sido poseedores de cierta fortuna, que el desorden de su mence los incité a disipar”.*® Tuvie- Fliess del 22 de diciembre de 1897 (en La Naissonce de la poychanalyse. Lesires 4 Wilhelm Fliess (1887-1902), tsad, de Anne Berman, Paris, Presses Universiraites de France, 1956, col. “Bi- blioth@gue de psychanalyse”, p. 212) {urad. esp: Cartas a Withelm Flines (1887-1904), Buc- nos Aires, Amerrortu, 1994], esta relaciéin simbélica se elabora en fa teoria del erotisme anal. Cf, Sigmund Freud, “Charakter und Analerotik” (1908), en Gesammelte Werke (en lo sucesive GW), Erancforr, S. Fischer Verlag, 1941, ¢. Vil, pp. 201-209 (trad. francesa: “Carac- tere et €rorisme anal”, trad. de D. Berger, P Bruno, D. Guérinean y PF. Oppenot, en Néurose, piychose et perversion, Paris, Presses Universitaires de France, 1973, pp. 143-148) (trad. esp.: “Carhcter y etotismo anal”, en Obras completas (en lo sucesivo OC), 24 vols., Buenos Aires, Amortortu, 1978-1985, ©. 9, 1979]; “Uber ‘THebumseczung insbesondere der Analerati (1917), GW, t. x, 1946, pp. 401-410 (erad, francesa: “Sur les transpositions de pulsions, plus pacticulitrement dans Pératisme anal”, trad. de D. Berges en La Vie seruelle, Pacts, Presses Universitaires de France, 1969, pp. 106-132) (trad. esp.: “Sobre las wrasposiciones de Ja pulsién, en particular del erorismo anal”, OC. t. 17, 1979). CE también Ernst Borneman, Psychoanulyse des Geldes, Eine kritische Untersuchung prychoanalytischer Geldtheorien, Franc- fort, Suhtkamp Verlag, $973 (trad, francesa: Prychanalyse de Vargent. Une recherche erisigne sur les théories psychanalytiques de f'argent, trad. de D. Guétineau, Paris, Presses Universitaires de France, 1978). % Guillaume M. A. Ferrus, Des aliénds. Considerations sur tat des maisons qui leur sont destindes, rant en France quen Angleterre: stir le régime hygi¢nique ex moral auguel ces malades doivent ésre soumis: sur quelques questions de médecine légale ct de législarion relatives & leur éat civil, Parts, Impr. de Mme. Huzard, 1834, p. 234 CLASE DEL 19 DE DICIEMBRE DE 1973 183 ron, por lo tanto, hermosas ropas y adornos, y en el asilo reconstituyen esa vestimenta indicaciva de su anciguo esplendor; su miseria actual y el funcia- namiento de su delirio: de eso es necesario privar a los locos. Sin embargo, dice Ferrus, deberos tener la precaucién de no ir demasiado lejos, pues con demasiada frecuencia los asilos sélo dejan a Jos locos ropa desgarrada e infa- mante que los humilla en exceso y puede excitar su delirio o su repugnancia, en cuyo caso suelen pasearse desnudos, Entre los ornamentos del delirio y la obscena desnudez es necesario encontrar un rérmino medio: se cracard de “vestimenta de cela basta y sdlida, pero cortada segtin un mismo modelo y mantenida con asco, que ahorrara las vanidades pueriles de la locura’.?” Tenemos asimismo la caéctica de la comida, que debe ser sobria, unifor- me, no dada a voluntad sino en raciones que, en la medida de lo posible, de- , @ Ose raciona- ben estar ligeramente por debajo de la media, Por lo dem miento general de la comida en el asilo se agregé, sobre todo luego de Ja politica de no restra‘ne—es decic, la eliminacién de una parte de los aparatos de contencién=,** una politica de supresién punitiva de los alimentos: priva- cién de platos, ayuno, etc. Ese fue ef gran castigo asilar. Una taccica de actividad laboral, Por otra parte, en los asilos €l trabajo estd muy sobredecerminado, pues asegura ef orden, la disciplina, fa regularidad, fa perpetua ecupacién que son can necesarios. Asi, ya hacia la década de 1830 el trabajo se inscribe como obligacién dentro de los asilos: la granja Sainte-An- ne fue en principio una extensién del hospital de Bicétre, antes de relevarlo.” » thid. 3° Cf. supra, clase del $ de diciembre de 1973, nota 18. %® La existencia de la “granja Sainte-Anne” se remonta a la donacién hecha por Ana de Austria en 1651 a fin dé construir un establecimiento destinado a recibir enfecmos en caso de epidemia. Tras levantarse algunas construcciones, los terrenos se destinaron a la explota~ cién agricola. En 1833, Guillaume Ferrus (1784-1861), médico jefe del hospiral de Bicétre, decidié utilizarlos para hacer trabajar a los convalecientes y los incurables vilidos procedentes de [as cres seccioties def asile, Una decisién de la comision creada el 27 de diciembre de 1860 por ef prefocto Haussmann con el objeto de “estudiar las mejoras y reformas que deben Hle- vase a cabo en el servicio de alienados del depareamenta del Sena” signs el fin de la granja. El 1° de mayo de 1867 se inauguré un asilo cuya construcciin se habia iniciado a fines de 1863 segtin planos establecidos bajo Ja direccién de Girard de Cailleux. Cf. Charles Guesrel, Asile d'aliénds de Scinte-Anne a Paris, Versalles, Aubert, 1880 184 EL PODER PSIQUIATRICO. Como decia Girard de Cailleux en la época en que era director del hospital de Auxerre, “pelar legumbres y someterlas a algunas preparaciones se con- vierce a menudo en una ocupacién muy provechosa para el cratamiento”.” Y ese trabajo —esto es interesancé— no se impone simplemente por ser un factor de orden, disciplina y regularidad, sino porque permite incluir en él un siste- ma de retribuciéa. El trabajo asilar no es gratuito, es un trabajo remunera- do, y es¢ pago no es una concesién complementaria; est{ en el centro mismo de ese funcionamiento laboral, pues la retribucién debe ser suficiente para satisfacer unas cuantas necesidades generadas por la carencia asilar funda- mental: fa insuficiencia de comida, la ausencia de toda gratificacién (pagarse el tabaco, un postre, etc.). Es preciso que haya ganas, que haya necesidad, que exista un estado de carencia para que el sistema de recribucién impuesto con el trabajo pueda funcionar. Por lo tanto, necesidad de esas ectribuciones, suficientes para satisfacer las necesidades creadas por la carencia fundamen- tal y lo bascance escasas, al mismo tiempo, para quedar por debajo, desde luego, de todas las remuneraciones normales y generales. Por ultimo, y sobre todo, la gran carencia organizada por la disciplina asilar cs tal vez la mera falta de libertad, Y podrén ver que, en los psiquiatras Ge la primera mitad del siglo xix, la teoria del aislamiento cambia poco a po- co 0, si lo prefieren, se profundiza y completa. La teoria del aislamiento de la que les hablé la clase pasada estaba esencial mente regida por la obligacién de establecer una ruptura cnere el marco terapdutico y la familia del pacien- te, el medio en el cual se habfa desarroliado la enfermedad; luego vemos sur- gir la idea de que el aislamiento tiene una ventaja adicional: no sdlo protege a la familia, cambién genera en el enferrmo una nueva necesidad antes desco- nocida, la necesidad de libertad. Y la cura podra desenvolverse contra el fon- do de esa necesidad asi creada de manera artificial. En esta época, por lo tanto, el poder psiquidtrico, en su forma asilar, es generador de necesidades y gerente de las carencias que él mismo establece- 4 Hensi Girard de Cailleux (1814-1884) desempeiia el cargo de médico jefe y director del asito de alienados de Auxerre desde el 20 de junio de 1840 hasta su designacién como ins- pector general del servicio de alienados det Sena en 1860. La cita corresponde a su articulo "De la constriction et de Ia direction des asiles d'aliénés”, en Annales d'Hygidne Publique et de Médecine Légale, t. 40, primera parce, julio de 1848, p. 30. CLASE DEL 19 DE DICIEMBRE DE 1973 i85 Por qué esa administracién de las necesidades y esa institucionalizacién de las carencias? Por cierto ntimero de razones, que es facil identificar. En primer lugar porque, gracias al juego de las necesidades, va a imponer- se la realidad de aquello que se necesita: el dinero, que no era nada, se con- vercird en algo a partir del momenio en que haya una carencia y, para llenar- la, sea preciso apelar a él. En consecuencia, se percibird !a realidad de lo que se necesita a través del juego de la carencia. Primer efecto de este sistema. Segundo efecto: a cravés de la penuria asilar va a esbozarse la realidad de un mundo externo que la omnipotencia de la locura tendia a negar, un mun- do externo que, mas allé de los muros, va a imponerse cada vez més como realidad inaccesible, es cierto, pero sdlo inaccesible durante el tiempo de la focura. Y en el fondo, ese mundo externo sera real de dos mancras: sera el mundo de la ausencia de penuria en contraste con el mundo asilar, y adopta- rd entonces el aspecto de una realidad deseable; y al mismo tiempo aparecerd como un mundo en el cual el enfermo se inicia al aprender a responder a su propia penuria y sus propias necesidades: “Cuando usted haya comprendido que debe trabajar para alimentarse, ganar dinero ¢ incluso para defecar, habra llegado el momento de salir al mundo exterior”. Esce, por lo canto. es real co- me mundo de la falta de penuria, en oposicién al mundo de carencias del asi- lo, y como mundo al cual la penuria del asilo servira de propedéutica. Tercer efecto de la politica de [a carencia: en ese estatus materialmente disminuide con respecto al nnindo real, a la vida fuera del asilo, el enferme reconoceré con claridad que él también se encuentra en un escado de insacis- faccién, que su estatus es un estatus menguado, que no tiene derecho a todo y que si le faltan algunas cosas, es sencillamente porque esta enfermo. Ahora pereibira, ya no ja realidad de} mundo exrerno, sino ta realidad de su propia locura a través del sistema de carencias que se establece a su alrededor. En otras palabras, debe aprender que la locura se paga, porque existe efectiva- mente como algo que lo afecta; y la locura tendrd el precio de una penuria general de la existencia, una carencia sistematica. Por ultima, cuarto efecto de la organizacidn de la carencia asilar: al expe- rimentarla, al comprender que, para mitigarla, esta obligado a trabajar, a conceder una serie de cosas, a someterse a la disciplina, etc., el enfermo va a saber que los cuidados que se le brindan, la curacién que se intenta procu- rarle, no son, en el fondo, algo que se le deba; esta obligado a obtenerlos 186 EL PODER PSIQUIATRICO mediante una cantidad de esfuerzos que van desde la obediencia en el traba- jo y la disciplina hasta una produccién remunerada; pagara con su trabajo el bien que la sociedad fe hace. Como decia Belloc: “si fa sociedad brinda a los alienados las ayudas que necesitan, éstos deben, a su turno, aliviarla de su peso segiin la magnicud de sus fuerzas”.*' En otras palabras, el loco aprende este cuarto aspecco de la realidad: que debe, como enferma, subvenic a sus propias necesidades mediante ef crabajo, para que la sociedad no tenga que pagar su precio. Se llega asf a la siguiente conclusién: por una parte, la focu- ra se paga, pero, por orra, la curacién se compra, Ef asilo es justamence la insutucién que hace pagar la locura con una serie de necesidades creadas de manera artificial y, al mismo tiempo, va a hacer pagar la curacién por medio de cierta disciplina, cierto rendimienco. Al establecer una carencia, el asilo permite crear una moneda con la cual se pagaré fa curacién. Crear, a partir de las necesidades sistematicamenre generadas, la retribucién moral dela lo- cura, los medios de pago de la terapéutica: esto es, en el fondo, lp que cons- cituye el asilo, Como verdana, et problema del dinero ligado a las necesidades de Ja locura que se paga y de la curacién que se compra esta profundamente inscripto en la maniobra psiquidtrica y el dispositivo asilar. (Quincof dispositive, para cerminar: el dispositive def enunciado de la verdad. Fase final que, en la terapéutica propuesca por Leuret, es el pentilci- mo episodio: cs preciso lograr que el enfermo diga la verdad, Alguien me di- rd: si es verdad, y si este episodio es muy importante en el desarrollo de la te~ rapéutica, 3cdmo pudo usted decir que el problema de la verdad no se planteaba en fa practica de la cura clisica?” Ya verdn, sin embargo, cémo se plantea este problema de la verdad, "| Hippolyte Belloc, Les Asiles d‘aliénés transformés en centres d’exploitation rurale, moyen d'exontrer en cout on en partie les départements des dépenses qucils font pour leur aliénés, en aug- mentant le bien-étre de ces malades, ex en tes rapprochant des conditions d'existence de (homme en société, Paris, Bécher feune, 1862, p. 15. * Alusién a vatias proposiciones anteriores: a) fa clase del 7 de noviembre de 1973 sostie- ne que la operacin tecapéutica de! médico no requiere “ningun discurso de verdad” (supra, p. 27); b) ta del 14 de noviembre menciona Ja supresiéa, “en la practica psiquidcrica que se inauguea 2 peincipios del sige XIX", del “juego de la verdad” que caraccerizarta la “peatopsi- quiactia” (aupra, pp. 43 y 8s.); c) la clase del 12 de diciembre de 1973 concluye que en el po- der psiquidtrico la cugstidn de Ja verdad no se ha planteado jamés (supra, p, 139). CLASE DEL 19 DE DICIEMBRE DE 1973 187 Esto es fo que Leuret hace con Dupré. Este afirmaba que Paris no era Pa- rls, el rey no era el rey, Napoledn era él y Paris no cra sino la ciudad de Lan- gres, disfrazada por algunas personas como la capital de Francia.” A juicio de Leurer s6lo hay una manera de obrar: simplemente, llevar a su enfermo a ce- correr Pacis; y, en efecto, bajo la direccién de un residente, organiza un paseo por coda ‘a capital. En clla, el residente muestra a Dupré diferentes monu- mentos y le pregunta: “;Acaso no reconoce Paris?” “No, no”, contesta el se- for Dupré, “estamos en Ja ciudad de Langres. Han imitado varias cosas que estan en Paris”. El residente simula no conocer el camino y pide al enfermo que lo gufe hasta la plaza Vend6me. Dupré se orienta muy bien, por lo cual su acompafante le dice: “jQuiere decir que estamos en Parfs, ya que usted su- po encontrar muy bien la plaza Venddme!"® “No, ceconozco a Langtes dis- ada de Paris.” Llevado al hospital de Bicécre, el enfermo se niega a admicir que ha estado en Paris y, “como persiste en su negativa, lo tlevan al bafio y le vierten agua fria sobre la cabeza. Enronces, acepta todo lo que se quiera” y que Paris, en efecto, es Paris. Pero ni bien sale del bafto “vuelve a sus ideas lo- cas. Se lo obliga a desvestirse otra vex y se reicera la afusién: vuelve a ceder” y reconoce que Paris es Paris; sin embargo, apenas recuperadas sus ropas, “afir- ma ser Napoledn. Una tercera afusién fo corrige; cede y va a acostarse”.% Leuret, empero, no se cngafia; se da cuenta de que ejercicios como ésos no bastan. Apela enconces a otro ejercicio que, en cierto moda, es de un ni- Fras vel mas alto: Al dia siguiente lo hago venir y luego de algunas palabras sobre el viaje de fa vispera Jo interroge. “;Sy nombre? —He usado otro; mi verdadero nombre es Napoleén Luis Bonaparte. —;Su profesion? —Teniente reu- tado del 19° de linea; pero voy a explicarle algo: tenience quiere decir jefe del ejército, —gDénde nacis? —En Ajaccio 9, silo prefiere, en Paris, — Esce certilicado dice que fue alienado en Charenton. —No he sido alie- nado en Charenton. Estuve nueve afios en mi castillo de Saint-Maur”. * Francois Leuret, Dut traitement moral de la folie, op. cit., pp. 423 y 435-436. “ bid, p. 438. * Ibid. 9, 439. “8 Toid, p. 440. 188 EL PODER PSIQUIATRICO Disconforme con sus tespuestas, hago que lo ileven al bafio; bajo la due cha, le muestro un diario y le pido que lo lea en vor alta; obedece; lo in- terrogo y me aseguro de que haya entendido la lectura. Entonces, luego de preguntar en voz bien audible si el depdsito de la ducha esta Meno, mando trace al sefor Dupré un cuaderno en el cual lo conmino a dar, por escrito, respucstas a las preguntas que voy a formularle. “3Su nom- bre? —-Dupré. —Su profesién? —Teniente. —;Su lugar de nacimiento? —Paris. —;Cuanto tiempo pasé en Charenton? —Nueve afos. —;¥ en Saine- Yon? —~Dos afios y dos meses. —jCuinco tiempa permanecié en la seccida de alienados en cracamienco de Bicécce? —Tres meses; desde hace «tes afios soy un alienado incurable. —{Dénde fue ayer? —A la ciue dad de Paris. —,Los osos hablan? —No".7 Progreso, como advertirén, con cespecto al episodio precedente. ¥ {legamos ahora a la cercera fase de este ejercicio de enunciado de la verdad, episodio crucial, segun veran. “Como se observa por sus respuestas, el sefioc Dupré se encuentra en una suerte de incertidumbre entre la locura y la razdn”."® jEs que era alienado desde hacia 15 afos! “Es hora”, cree Leuret, “de exigirle una re- solucidn decisiva, ta de escribir la historia de su vida’.“? Sdto Jo hace Juego de varias duchas, y “consagra el resto de la jornada y el dia siguiente a escribir su historia, con grandes decalles. Todo lo que un hombre puede recordac de su infancia, él lo sabe y lo escribe. Cita en profusién el nombre de las pensiones y los liceos donde estudié y ef de sus maestros y condiscipulos. En todos sus relatos no hay un solo pensamiento falso o una palabra fuera de lugar”. Se plantea aqui un problema que hoy soy incapaz de resolver: saber de qué manera el relaro autobiografico se introdujo concretamente en la pracci- ca psiquidcrica, la practica criminoldgica, hacia los ates 1825-1840, y como pudo el relaco de la propia vida llegar a ser una pieza esencial, de usos muilti- ples, en todos esos procedimientos de custodia y disciplinarizacién de los in- dividuos. ;Por qué la narracién autobiogrifica se convircié en un episodio de Ja empresa disciplinaria? ;Cémo contar el propio pasado? ;Cémo pudo el re- “T Brangois Leucet, Duc traitement moral de let folie, op. 0 * Ibid, p. 444. © Ibid. ° tbid., pp. 444-445, £, pp. 440-442. CLASE DEL 19 DE DICIEMBRE DE 1973 189 cuerdo de infancia ocupar su lugar dentro de ese relaco? No sé casi nada de eso. En codo caso, me parece que podemos rescatar una serie de cosas cn lo concerniente a esta maniobra de enunciado de la verdad. En primer lugar, la verdad, como ven, no es lo que se percibe. En el fon- do, cuando lievan al sefior Dupré a Paris, no lo hacen tance para que, gracias al juego de la percepcién, se le revele que Paris es ésa y que él est4 en esa ciu- dad. No es eso to que le piden; se sabe que, al percibir, percibird Paris como la imitacién de Paris. Lo que le piden -y aqui es donde funciona el enuncia- do de la verdad— es que lo confiese. Lo indispensable no es que perciba la cosa sino que la diga, aunque lo haga bajo el apremio de la ducha. El mero hecho de decir algo que sea verdad tiene de por sf una funcién; una confe- sién, aun bajo apremio, tiene mayor eficacia terapéutica que una idea justa o una percepcién exacta, si no se expresan. Por lo tanto, cardcter performative. de ese enunciado de la verdad en el juego de la curacién. Segundo, es preciso seiialar que el punto esencial de la verdad por el cual Leuret se empefia especialmente es, en parte, que Paris sea Paris, desde lue- go, pero el médico quiere de su pacience, sobre todo, que se aferte a su pro- pia historia, Es necesario que el enfermo se reconozca en una especie de identidad constituida por una cantidad de episodios de su existencia. En otras palabras, el enfermo debe enunciar primeramente la verdad en ese re- conocimiento de una serie de episodios biogrficos; el enunciado mds eficaz de fa verdad no se referird a las cosas, sino al propio enfermo, Tercero y tltimo, me parece menester sefalar que csa verdad biografica que se le pide, y cuya confesién es tan operativa en la terapia, no es fa verdad que él podria decir sobre sf mismo, en el plano de su vivencia, sino cierta verdad que se le impone con una forma canénica: interrogatorio de identi- dad, recordatorio de una serie de episodios conocidos por el médico, ade- més: admitir que en un momento dado ha estado en Charenton, que estuvo enfermo entre tal y cual fecha, ete." El pacience constituye un corpus bio- grafico establecido desde afuera por codo el sistema de la familia, el empleo, el estado civil, la observacién médica. Es codo ese corpus identitario el que el enfermo debe finalmenre confesar, y cuando lo hace debe producirse uno 5" (bid, pp. 441-442. 490 EL PODER PSIQUIATRICO de los momentos mds fecundos de la terapia; de no existir ese momento, hay que desesperar de la enfermedad. Les citaré, simplemente por la belleza del didlogo, otra observacién de Leuret. Es ta historia de una mujer de la que decia que jamds fograrfa curar- la. G¥ en qué radicaba para él esa imposibilidad? En que para fa mujer era imposible, juscamente, confesar ese esquema biografico que es pottador de su identidad. Este es el didlogo revelador, segtin Leuret, de la incurabilidad: ¢Cémo estd usted, sefiora? —-Mi. persona ao es aaa sefora, digame sefio- tia, por favor. —No sé su nombre; jquerrfa decfrmelo? —Mi persona no tiene nombre: desea que usted no escriba, —Me guscaria, sin embargo, saber cémo Ja llaman o, mejor dicho, como Ja Namaban antafio. —En- tiendo to que quiere decir. Era Catherine X, a0 hay que hablar mds de esas cosas. Mi persona ha perdido su nombre, fo enccegd al entrar a fa Salpétriére. —;Qué edad tiene? —Mi persona no tiene edad. —Pero esa Catherine X de la que acaba de hablarme, qué edad tiene? —No sé... —Si usted no es la persona de la que habla, ges acaso dos personas en una sola? —No, mi persona no consce ala que nacié en 1779. Tal vez sea esa seftora la que usted ve alls [...) —;Qué hizo y qué le sucedié ces- de que eg su persona? —-Mi persona residié en la casa de salud de [.,.} Le hicieron y auin le hacen experiencias fisicas y metaifsicas [...] Una invisi- ble desciende, quiere mezclar su voz con la mfa, Mi persona no quiere, [a rechaza suavemence. —z7Cémo son Sos invisibles de los que usced habla? si —Son pequehos, impalpables, poco formados. ~;Como estin vestidos? —Con una bata. —;Qué idioma hablan? —Hablan francés; si hablaran otra idioma, mi persona no fos cnrenderia. —;Est4 bien segura de verlos? —Mi persona los ve, con toda seguridad, pero merafisicamente, en la in dad; jamas materialmente, pues entonces ya no setian invisibles visibit {...] —sSiente a veces a fos invisibles en su cuerpo? —-Mi persona fos siente y le disgusta mucho; le han hecho coda clase de indecencias [...] —:Cémo se encuentra en Ja Salpécritre? —Mi persona se encuentra muy bien allt; el sefiar Pariser la ccaca con mucha bondad. Ella nunca pide na- daa las criadas (...] —;Qué piensa de las sefioras que estén con used, en 3a esta sala? —Mi persona piensa que han perdido la razén., 3 Francois Leuset, Fragments psychologiques sur ta folie, op. cit, pp. 121-124. CLASE DEL 19 DE DICIEMBRE DE 1973 191 En cierto sentido, es la mas formidable descripcién de la existencia asilar que podamos encontrar. Una vez que s¢ entrega el nombre al ingresar a la Salpé- criére, una vez que se constituye esa individualidad administrativa, médica, lo habla ea tercera persona, Esto, jus- ya no queda sino “mi persona”, que tamente: que la confesién no sea posible, el enunciado perpecuo en cercera persona de ese alguien que se enuncia tinicamente en la forma de la persona gue no es nadie [gui nest personne), todo esto... Leurec ve perfectamente que ninguna de las operaciones terapéucicas que organizaba cn torno del enunciado de la verdad cs posible en un caso como éste; que a partir del mo- mento en que una ha entregado su nombre al encrar a la Salpétriéee y ya no es cn el asilo mds que “su persona’, y deja, por consiguiente, de ser capaz de contar sus recuerdos de infancia y de reconocerse en esa identidad estacura- ria, es, entonces, definitivamente apco paca el asilo. Come ven, podriamos decir que, en el fondo, la maquina asilar debe su eficacia a una serie de cosas. En primer lugar, el encuadramiento disciplina- rio ininterrumpido; fa disimetria de poder que fe es inherente; el juego de fa necesidad, ej dinero y el crabajo; ta fijacién cstatutaria a una idencidad admi- nistrativa en ta cual uno debe reconocerse por un lenguaje de verdad. Pero podran advertir con claridad que esa verdad no es ja de la locura que habla en su propio nombre; es cl enunciado de verdad de una locura que acepta reconocetse en primera persona en una realidad administrativa y médica de- terminada, constituida por el poder asilar, ¥ la operacién de verdad se habra cumplido en el momento en que el enfermo se haya reconocido en esa iden- tidad. En consecuencia, la operacién de verdad se hace como ordenamicnto del discurso a esa instirucién de la realidad individual. Entre el médico y el paciemte la verdad munca esta en juego. Lo que sé da ante todo es ta realidad biografica del paciente, establecida de una vez por todas, y con la cual él de- be identificarse si quiere curarse. En esta historia de Dupré queda un ultimo episodio, en cierto modo complemenrario. Vedmoslo. Una vez que Leuret ha conseguido sonsacar ese relaco verdadero, pero verdadero, precisamentce, segiin cierto canon biogréfi- co constituido por ancicipado, hace algo sorprendenie: libera a Dupré; dice entonces que, aunque éste sigue enfermo, ya no necesita el asilo. ;Queé se es- conde detrds de la decisién de Leuret de liberar a su paciente? En cierto sen- tido, sin duda, se trata de proseguir esa suerte de intensificacién de la reali- 192 El PODER PSIQUIATRICO dad que constitufa una de las misiones del asilo. Vale decir que también aho- ra vamos a ver al médico organizar ¢a torne de su enfermo, ya libre, una se- ric de dispositivos que son exactamente del mismo tipo de los que ya les he mencionado. E! enfermo es sorprendido en la crampa de unas historias de verdad; en un momento dado pretende saber arabe; se lo pone en una situa- cién tal que se ve obligado a confesar que no lo sabe.” Se utilizan con él los mismos apremios def lenguaje que lo pusieron en aprictos en el asilo. El ofi- cio que Leuret encuentra para Dupré, con ef fin de flevarlo a fa curacién -en definitiva, para que e) influjo de Ja realidad sea roral sobre él-, es el de co- rrector de imprenta,™4 de manera que se inserta cfectivamence en el orden de un lenguajé apremiante que tampoco en este caso es el Jenguaje como porta- dor de verdad, en su uso dialéctico, sino en su utilizacién imperativa. Es pre- ciso que le que lea esté de acuerdo con la ortografia estatucaria y escolar. Del mismo modo, Leuret explica que le genera necesidades al llevarlo a Ia Opera, a fin de suscitar en él el deseo de concurrir a especticulos. De ello se desprende su necesidad de ganar dinero. Siempre sé trata de esa [empresa] de reencauzamiento o identificacién con la realidad a través de un juego dis- ciplinario, ahora un juego diseminado y no concentrado e intenso como en el asilo: “He incrementado sus goces con el objeto de ampliar sus necesida- des y de adquirir asi numerosos medios de dirigirlo”.* Pero hay una raz6n mucho mas fuerte, mas sutil ¢ interesante. De hecho, Leuret ha advertido en su paciente una cosa que se manifiesta en tres for- mas: el placer del asilo,* el placer de estar enfermo y el placer de tener sin- tomas. Un criple placer que, en el fondo, es el portador de la omnipotencia de la locura. Cuando se retoma todo el desarrollo de la cura, se advierte que Leuret ha intentado, desde el inicio, atacar ese placer de la enfermedad, del sinto~ ala famosa ma, que habia notado en su paciente. Desde un comienzo utili ducha, el chaleco de fuerza, la privacién alimentaria, y estas represiones tie- 3 Brangois Leurer, Du naitement manal de la folie, up. cit,, pp. 449-450. thid.. p. 449. 59 Ibid. p. 451, % shia, p. 425: “No aspira a salir del asilo y tampoco teme fos tratamientos con que lo amenazamos 0.2 los que lo someremos”. CLASE DEL 19 DE DICIEMBRE DE 1973 193 nen una doble juscificacién, fisioldgica y mora). La justificacién moral, por su parte, responde a dos objetivos: por un lado se trata, desde luego, de ha- cer sentit la realidad del poder del médico contra !a omnipotencia de la lo- cura, pero también de despojar a ésta de su hedonismo, es decir aniquilar el placer del sintoma merced al displacer de la cura. Ahora bien, resulea que también en este aspecto Leuret reproduce, a mi juicio, una serie de técnicas que, sin ser objeco de reflexién o de teoria, se comprobaban en los psiquia- teas de la época. Sin embargo, Leuret muestra una singularidad, y en este punto lleva las cosas mds lejos: con Dupré se encuentra ante un caso especial. Tiene un pa- ciente que, cuando esté bajo la ducha e incluso cuando le cauterizan la piel del créneo,” prdcticamente no procesia y considera que todo eso es muy so- portable, siempre que forme parce del tratamiento.** Ahora bien, aqui Leu- Tet va sin duda mas lejos que ta mayorfa de Jos psiquiatras de su época, que en esencia demandaban —-como sefial, por otra parte, de su omnipotencia frente al paciente~ que el enfermo aceprara el tratamienco sin decir una pa- labra. El ciene un pacienve que lo acepta y cuya aceptacidn, en cierto modo, forma parte de la enfermedad. Leuret advierte que esa aceptacién es una mala sefial para su terapéutica: el cratamiento se reitera en el seno del delirio, Cuando Jo duchan, el sefior Dupré dice: “jAqui hay una que me insulca!””? Es inenescer, por lo tanto, in- geniarse para que el tracainiento quede desarticulado del delirio, confiscado a éste, que lo invade sin cesar. De alli la necesidad de dar a ese tratamiento un catiz particularmente doloroso, a fin de que la realidad que debe ejercer su influjo sobre el enferme pase a través de ese rasgo. En esta técnica encontramos unas cuantas ideas que son fundamentales: Ja locura esta Ligada a un placer; por medio de éste, el tratamiento puede in- tegrarse a la propia locura; Ja incidencia de la realidad puede ser neucralizada por conducto de un mecanismo de placer intrinseco al tracamiento y, por % fid., p. 426: “Se le aplicd un hierro al rojo, una vez en Ja coronilla y dos veces en la Duca", * Ibid, p. 429: “Me preguaea entonces si tiene que ver con su tratamiento: de ser asi, se resignard a codo lo que yo quiera” » fbid. p. 430 194 EL PODER PSIQUIATRICO consiguiente, la cura debe actuar no sélo en el plano de la realidad, sino en el nivel del placer, y no sdlo del placer obtenido por el enfermo gracias a su locura, sino de! placer que le brinda su propio tratamiento:* Entonces, cuando Leuret comprende que Dupré encuentra en el asilo to- da una serie de placeres ~que puede delirar a sus anchas ¢ integrar el trata- miento a su delirio, y todas los castigos que se le imponen se reinvierten en el seno de su enfermedad-, llega a la conclusién de que es preciso sacar al enfermo del asilo y privarlo de ese placer que es el de la enfermedad, el hos- pital y la cura. De resultas, vuelve a ponerlo en circulacidn y, por ende, des- poja ala cura de su elemento de hedonisimo y la hace funcionar de un modo resueltamente no médico. De tai modo, Leurer se reabsorbe por completo en su personaje de médi- co. Deja de desempefiar ese papel agresivo ¢ imperioso que le cocaba en suerte y hace actuar en su lugar a una serie de colaboradores para construir escenarios del siguiente tipo: pese a su trabajo como corrector de imprenta, el sefior Dupré sigue cometiendo faleas sistemacicas de orcografia, porque en su delitio aspira a simplificar ésta. Se le envia entonces una pseudocarta de contratacion pata un trabajo que debe procurarle mucho dinero. Dupré re- dacta una carta de respuesta en Ja que acepta esa nueva situacion can bien re- munerada, pero se le escapan una © dos falras de ortografia, de manera que el colaborador de Leurct st permite contestarle con otra misiva en fa que fe "dice: “Sin duda lo habrfa contratado si usted no hubiera hecho esas espanco- sas faltas de orcografta’.© Asi pues, vemos aqui que unos mecanismos similares a los introducidos ea el asilo son ahora objeto de una desmedicatizaciéa radical. El personaje médico ~dice ef propio Leuret— se convertird en un personaje bendfico que intentard arreglar las cosas y se situarA como intermediario de esa dura rea- lidad y el enfermo. Pero, en consecuencia, el enfermo ya no podra obte- * El manuscrito agrega: “En todo sintoma hay ala vez poder y placer”. Francois Leucet, Dee enticement moral de la folie, ap. cét., p. 453: “En una eneta muy bee- ve se le habian eseapado 12 falcas de ortografia; io mejor que podia hacer era no ambicionar un empleo de ese tipo”. ©" Ibid, p, 454: “Dejé que Ja partida se iniciara: el sefior Dupré se defendia lo mejor posi- ble y luego, cuande se enconteaba en una situacién muy apremiante, yo aeudia en su auxilio, asumiendo el papel de conciliadot” CLASE DEL 19 DE DICIEMBRE DE. 1973 195 ner placer ni de su enfermedad, que provoca tancas consecuencias fastidio- sas, ni del asilo, y ni siquicra de su médico, pues como tal éste habra desa- parecido. a cura del sefior Dupré aleanza pleno éxiro; finaliza en fa prima- vera de 1839 con una curactén completa. Pero Leuret sefiala que en las Pascuas de 1840 signos lamencables prueban que una queva enfermedad es- té ganando al “enfermo”.” Si resumimos todo esto,.podemes decir que el asilo, cal como lo vemos fun- cionar a través de una cura como Ja antes descripta, es un dispositivo de cu- rar en el cual el accionar del médico se confunde por completo con ta accion de la institucién, los reglamentos y los edificios. En el fondo, se trata de una suerte de gran cuerpo tinico en el que las paredes, las galas, los instrumentos, los enfermeros, los vigilantes y el médico son clementos que deben desempe- fiar, desde luego, papeles diferentes, pero cuya fancién esencial es producir un efecto de conjunco. Y, segin los distintos psiquiacras, e] acenco principal, cl plus de poder, va a fijarse tan pronto sobre el sistema general de vigilancia como sobre ef médico o sobre el aistamienco espacial. En segundo rérmino, querrfa sefialar que ef asilo fue sin duda el lugar de formacién de varias series de discursos. Sobre la base de las obscrvaciones fue posible consticuir una nosografia, una clasificactén de las enfermedades. Y gracias a la libre disposicién de tos caddveres de los locos pudo esbozarse una anatom{a paroldgica de la enfermedad mental. Pero, como ven, ninguno de esos discursos, ni el nosogrdfico ni ef anatomopatoldgico, sirvid de guia en la formacién misma de la practica psiquidtrica. De hecho, puede decirse que esa practica permanccié muda ~aunque hubiera cierta cantidad de pro- cocolos referidos a ella, en cuanto a lo largo de muchos aftos no dio lugar a nada semejance a un discurso auténomo que fuera otra cosa que el protoco- lo de lo dicho y hecho. No hubo verdaderas ceorias de la curacién y ni si- quiera tentativas de explicacién de ésta: no hubo sino un corpus de manio- bras, tdcricas, gestos por hacer, acciones y reacciones por desencadenar, cuya. tradicién se perpetué a través de la vida asilar, en la ensefianza médica, y que & fbid, p. 461. 196 EL PODER PSIQUIATRICO simplemente tuvo, como superficies de emergencia, algunas de esas observa- ciones, fa mds extensa de las cuales les he citado. Corpus de cicticas, conjun- to estratégico: eso es todo lo que puede decirse de la manera misma de tracar a los locos. En tercer iugar, creo que es preciso hablar de una tautologia asilar, en el sentido de que el médico se hace dar por el propio dispositivo del asilo una serie de instrumentos cuya funcién esencial es imponer la realidad, incensifi- carla, afiadirle ese compiemento de poder que le permitira influir sobre la lo- cura y reducirla y, por lo tanto, dirigirla y gobernarla. Esos complementos de poder agregados por €] asilo a la realidad son la disimetria disciplinar, el uso imperativo del lenguaje, el apravechamiento de la penuria y las necesidades, la imposicién de una identidad estatucaria en la cual el enfermo debe recono- cerse, la supresion del caracter hedonista de la locura. Se trata de los comple- mentos de realidad en virtud- de Jos cuales Ja realidad, gracias al asilo y por el juego mismo del funcionamiento asilar, va a poder imponer su autoridad a la locura. Pero, como podrdn ver —y por eso hablo de taucologia—, codo esto: la disimerrfa del poder, el uso imperacivo del lenguaje, etc., no es un mero com- plemento de poder agregado a la realidad, es la forma real de [a propia reali- dad. Estar adaptado a lo real, [...]* querer salir del estado de locura, significa precisamente aceprar un poder reconocido como insuperable y renunciar a fa omnipotencia de la locura. Dejar de estar loco es aceptar ser obediente, poder ganarse la vida, reconucerse en la identidad biogréfica que han forjado para uno, es dejar de extraer placer de ta locura. De modo que, como ven, el ins- trumento por el cual se reduce la locura, ese complemento de poder afiadido ala realidad para que ésta domine !a locura, es al mismo tiempo el criteria de la curacién, o bien: el criterio de fa curacién es el instrumento por el cual se cura. Podemos decir, por lo canto, que hay una gran caucologia asilar en cuanto el asilo es lo que debe proporcionar una intensidad complementaria a la realidad y, a la vez, ese mismo asilo es la realidad en su poder desnudo, es la realidad médicamente intensificada, es la accién médica, el poder-saber médi- co que no tiene otra funcién que la de agente de la propia realidad. La taurologia asilar radica en ese juego del complemento de poder oror- gado a la realidad, que no consiste en orra cosa que la reproduccién, dentro * Grabacién: renunciar a la omniporencia de la locura. CLASE DEL 19 DE DICIEMBRE DE 1973 197 de! asilo, de esa misma realidad. Comprenderan entonces por qué los médi- cos de la época pudieron decir que el asilo debia ser algo absoluramence apartado del mundo externo, que el mundo asilar de la locura debfa ser un mundo absolucamente especializada y puesto por completo en manos de un poder médico definide por la pura competencia del saber —confiscacién, por ende, del espacio asilac en beneficio del saber médico-, y por otra pac- te, por qué fos mismos médicas dijeran que las formas generales del asilo debian recordar en lo posible la vida de todos los dias, que los asilos debian ser similares a las colonias, los ralleres, los colegios, las cdrceles; vale decir que la especificidad del asilo radica en ser exactamenre homogéneo a aque- ilo de lo cual se diferencia, en virtud de Sa linea divisoria entre Jocura y no Jocura. La disciplina asilar es a Ja vez ta forma y Sa fuerza de Ja realidad. Para cerminar, él ditimo punto en que me decendeé, y del cual voiveremos a hablar mas adelante, es que cuando se sigue con cierto detalle una cura co- mo la de Leuret -con la salvedad, por supuesto, de que se ata de la mas perfeccionada de todas las curas con cuyo téstimonie contamos-, al citar simplemente los diferentes episodios sin agregar nada a lo que dice el médi- co y tener en cuenta ¢! hecho de que éste no teorizd en absoluto lo que que- rfa decir, vemos aparecer una serie de nociones, que son: el poder del médi- co, el lenguaje, el dinero, la necesidad, la identidad, el placer, la realidad, el recuerdo de infancta. Todo esto se inscribe decididamente en la estracegia asilar; ne son, ademés, otra cosa que puntos de apoyo de esa estrategia. A continuacién tendran ei destino que ya les conocemos; volveremos a encon- carlos en un discurso absolutamente ajeno al asilo 0, en todo caso, que se presentaré como extrapsiquidtrico.* Pero, ances de que adopren ese estatus de objeco o concepto, los vemos, en esa especie de cAmara lenta que nos pro- pone la cura del scfor Dupré, actuar como puntos de apoyo ricticos, ele- mentos estratégicos, maniobras, planes, nudos en las relaciones entre el en- fermo y ja propia escructura asilar, Veremos a concinuacién cémo se independizaron para entrar en otra ti- po de discurso. * EL manuscrito aftade: “en efecto, alli ira a buscactos Freud” Clase del 9 de enero de 1974 Poder psiquidtrico y préctica de la “direcetén” — El juego de la ‘yealidad” en el asilo — El asilo, espacio médicamente marcado y la cuestiOn de su direccién: médica a administrativa ~ Las marcas del saber psiquidtrico: a) la técnica del interrogatorio; b) el juego de la medicacién y et castigo; c) la presentacién clinica — “Microfi- sica del poder” asilar — El surgimiento de la funcién pst y de la neuropatologia — Et triple destino del poder psiquidtrtco. HE MOSTRADO que cl poder psiquidtrico, tomado en su forma a la vez arcai- ca y elemental, tal como funcionaba en esa protopsiquiatria de los treinta o cuarenta primeros afios del siglo xix, actuaba cn esencia como un comple- mento de poder dado a la realidad. Esto quiere decir, en primer lugar, que el poder psiquidtrico.cs ante todo una manera decerminada de manejar, de adminiserar, antes de ser ung cura o una intervencién terapéutica: es un régimen 9, mejor, por serio y en cuanto lo es, se espera de él una serie de efectos terapéuticos: régimen de aislamien- to y regularidad, uso del tiempo, sistema de carencias medidas, obligacién de trabajar, eecécera. Es un régimen, pero, al mismo tiempo ~ya he insistide en este aspecto—, una lucha contra algo que es la Jocura esencialmente concebida en el si- glo XiX -cualquiera sea, en definitiva, el andlisis nosografico o la descripcién que se haga de los fenédmenos de la locura— como voiuntad insurrecta, vo- luntad ilimieada. Aun en un caso de delirio, el blanco de la lucha que recorre y anima el régimen psiquidtrico, a lo largo de todo su desarrollo, es la volun- tad de creer en él, la voluntad de aficmarla, la voluncad en el corazén de esa afirmacién del delicio. 199 200 EL PODER PSIQUIATRICO El poder psiquidtrico, por Jo tanto, es dominacién, tentativa de sojuzga- mienco, y cengo la impresin de gue la palabra mds adecuada para deseribir ese funcionamiento del poder psiquidtrico, y que por otra parte encontra- mos a fo largo de fos cextos, de Pinel a Leuret,’ el término que reaparece con mayor frecuencia y es, a mi juicio, muy caracteristico de esa empresa de régi- men y dominacién, de regularidad y lucha al mismo tiempo, es la nocién de “direcci6n’. Nocién cuya historia habria que hacer, pues su lugar de origen no es la psiquiatria; lejos de ello. Es una nocién que ya lleva consigo al si- glo XIX coda una serie de connotaciones correspondientes a la practica religio- sa. A lo largo de los tres 0 cuatro siglos previos al siglo XIX, la “direccién de conciencia” definié un campo general de técnicas y objetos a la vez.? Hasta ' Asi, ademas de las numernsas apariciones del cérmino “dirigir” en su Traité médico-phi- Lesophigue..., op. cit. (1800), pp. xiv, 46, 50, 194, 195 y 200, Pinel dedica dos pasajes ala di- reccién de los wienados: sec. I, § vi, "Avancages cde l'are de diriger les aliénés.pour seconder Veffer des médicaments”, pp. 57-58, y § Xu, “Habilecé dans Part de diriger les alignés en pa- roissant se précer a leurs idées inaginaices”, pp. 92-95. Esquirol, por su parve, define ef crara- mienta moral como “el arte de dirigir la inteligencia y las pasiones de los alienados’; cf. “De Ja folie” (1816), op. cit. & 1, p. 134. Leucer afiema la necesidad de “ditigir la inteligencia de los alienados y excicar en ellos pasiones capaces de desviar su delirio”; cf Dis traitement moral de ta folie, op. cit, p. 185. 2 A partir de la pastoral de Carlos Borromeo (1538-1984), Marturion inseructianes ad con- cionandum, confissianisque et eucharistiae sacramenta ministrandim utilissimae, Amberes. C. Plantini, 1586, se instaura, en telacién con la reforma catélica y el desarrollo de los “retiros”, la practica de in “direccion” 0 “conduccién”. Encre quienes fijaran sus reglas podemos men- cionar a los siguientes: a) Ignacio de Loyola, Exercitia spirituatia, Roma, A. Biadum, 1548 (trad. francesa: Exercises spirituels, trad, y anotados por F. Lourel, Paris, Desclée de Brouwer, 1963, col. “Clsriscus"} (trad. esp.: Ejercictos espirisuades, Barcelona, Planeta-Agostini, 1996]; cf, Paul Dudon, Saint Ignace de Layola, Paris, Beauchesne, 1934; Reverendo Padre Doncceur, “Saint Ignace et la direction des ames”, en La Vie Spirituelle, Paris, c. 48, 1936, pp. 48-54; Miche! Olphe-Galliard, art. “Direction spirituelie", 1, “Période moderne”, en Marcel Viller eval. (dics.), Diceionnaire de spiritualitd: ascétigue er mystique, doctrine er histoire, Paris, Beau- chesne, 1957, © ut, col. 1115-1117. b) Francisco de Sales (1567-1622), Ineraduction a ln vie dévote (1608), cuyo cap. 4 se convierte en el breviarto de los directores: “De la nécessicé d'un directeur pour encrer et faire progres en la dévotion”, en CEuvres, Annecy, Impe. Niéraz, 1893, vol. tll, pp. 2225 (trad. esp.: Jnsroduacién a la vida devota, Madrid, Palabra, 1999]; cf. Fran- cis Vincent, Sains Frangois de Sales, directeur d'émes, Léducation de la volonté, Paris, Beauches- ne, 1923. c) Jean-Jacques Olier (1608-1657), fundador del seminario de Saint-Sulpice, “Les- CLASE DEL 9 DE ENERO DE 1974 201 cierto punto, el campo psiquidccico importé algunas de esas récnicas y obje- tos, junto con ja practica de Ja direccidn. Seria toda una historia que habria que hacer. En todo caso, ahf hay una pisca: el psiquiacra es alguicn que diri- ge el funcionamienco del hospital y los individuos. Les citaré, simplemente para marear no sdlo la exiscencia de esa prdctica, sino la conciencia clara de ella en los mismos psiquiatras, un texto que data de 1861 y procedente del director del asilo de Saint-Yon: “Cada dia, en el asilo que dirijo, alabo, recompenso, censuro, impongo, obligo, amenazo, castigo; gy por qué? ;Acaso yo mismo soy un insensaco? ¥ todo lo que hago también lo hacen mis colegas, todos, sin excepcidn, pues asi se deduce de la naturaleza de [as cosas”? {Qué objetivo tiene esa “direccidn”? En este punto dejamos la clase pasa- da. Creo que ese objetivo consiste, en esencia, en dar a la realidad un poder apremiance. Lo cual quiere decir dos cosas. En primer lugar, hacer, en cierto modo, que esa cealidad sea inevitable, imponente, hacerla funcionar como un poder, darle ese complemento de vi- gor que le permita acercarse a la locura, o ese complemento de distancia que le permizird alcanzar incluso a los individuos que huyen o se desvian de ella: los locos. Se trara, enctonces, de un complemenco dado a la realidad. prit d'un direcreur des dimes", en Gévores complétes, Parts, éd. j-P Migne, 1856, col. 1183- 1240 Sobre la “direccién” es posible remitirse a las siguientes obras: Elme Marie Caro, “La di- rection des ames au Xvi siecle”, en Nouvelles études morates sur le temps present, Paris, Hachet- re, 1869, pp, 145-203; Henri Huvelin, Quelgues directetrs d times au xvit siecle: saint Francais de Sater, Me Olver; saiae Vincewt de Paul Labbe de Rancé Paris, Gabalda, 1911, Michel Fou- cault vuelve a la nacién de “direccién” en sus cursos en ce) College de France: Les Anor- maux..., op. cit. clase de! 49 de febrero de 1975, pp. 170-171, y del 26 de febrero de 1975, pp. 187-189; ciclo 1977-1978, “Sécurité, cerritaire et population”, clase del 28 de febreca de (978; ciclo 1981-1982, L’Hermeénentique du styee. Cours au Collige de France, 1981-1982, ediciéa establecida por Frédéric Gros bajo la direccidn de Frangois Ewald y Alessandro Fon- tana, Paris, Gallimard/Seuil, 2001, col. “Haures Etudes”, clases del 3 y 10 de marzo de 1982, pp. 315-393 (trad. esp.: Le hermendutica del sufeto, Curso en ef College de France (1982-1982), Buenos Aires, Fando de Cultura Econdmica, 2002}. asi como en su clase dictada en la Uni- versidad de Stanford el 19 de octubre de 1979, DE, 1v, ntim. 291, pp. 146-147. 3 Hippolyre Belloc, “De la responsabilixé morale cher les aliens”, en Annales Médico-Py- chologiqnes, 3* serie, ¢ Wl, julio de 1861, p. 422. 202 EL PODER PSIQUIATRICO Pero al mismo tiempo ~y ésce es el otro aspecto del poder psiquidtrico— significa convalidar el poder ejercido dentro del asifo, en cuanto ¢s simple- mente el poder de la propia realidad. (Qué pretende inducir ef poder intraa- silar, tal como funciona dentro de este espacio acundicionado? jY en nom- bre de qué se justifica como podér? En nombre de fa realidad misma. De ese modo, encontramos a la vez el principio de que el asilo debe funcionar co- mo un medio cerrado, absolutamente independiente de todas las presiones que pueden provenir de la familia, etc. Un poder absoluto, por lo tanto. Pe- ro este asilo, que est4 enceramente separado, debe ser en sf mismo una re- produccién de la realidad misma. Es preciso que los edificios se parezcan Jo més posible a viviendas comunes y corrientes; es preciso que las relaciones entre la gence dentro del asilo se asemejen a las relaciones de los ciudadanos entre si; es preciso que, en el inceriar det asilo, escé represenicada la abliga- cién general del trabajo y se reactive el sistema de las necesidades'y la econo- mia. Entonces, duplicacién del siscema de la realidad dencro del asilo. La tautologia asilac consiste, por ende, en dar poder a [a realidad y fun- dar c) poder sobre la realidad. . Pero de hecho, y para ser mds precisos, zqué es lo que se introduce con- cretamente en el asilo con el nombre de realidad? :A qué cosa le damos po- der? ;Qué es exactamence lo que hacemos funcionar como realidad? ;A qué se da un complemento de poder, y sobre qué tipo de realidad se funda cl po- der asilar? Ese es el problema, y para tratar de desencrafarlo cité la vez pasa- da in extenso la historia de una cura que me parecia absolutamente ilusctrativa de} funcionamienco de] cratamienco psiquidtrico. Creo que podemos identificar con precisién fa manera como se introdu- ce y funciona el juego de fa realidad en el asilo. Querria resumir en forma es- quemdtica lo que se desprende con bastante naturalidad de ello. En el fon- do, gqué es lo que podemos identificar como la realidad en el “tratamiento moral” en general y en el tracamiento mencionado en parcicular? En primer lugar, fa voluntad del otro. La realidad a la cual debe enfren- carse el enfermo, la realidad a la que su atencion, apartada de Ja veluntad insurrecta, debe plegarse y. por la cual debe ser sojuzgadu, es ance todo el otro, en cuanto centro de la voluntad y foco de poder, el orre en cuanto tie- ac y siempre cendra un poder superior al del loco. El plus de poder esta del otro lado: el otro es siempre duefio de cierta parte de poder acrecida con CLASE DEL 9 DE ENERO DE 1974 203 respecto a la del loco. Tal es el primer yugo de la realidad al cual es preciso someter al loco. En segundo lugar, habfamos sefialado otro tipo u otro yugo de realidad! para somneter af loco. Era cl manifestade por el famoso aprendizaje del nom- bre, del pasado, la obligacién de la anamnesis; recuerden [cémo] Leurec, blandiendo la amenaza de ocho cubos de agua, habia abligado a su paciente a contar su vida.‘ Por lo tanto: ef nombre, la identidad, el pasado, la biografia recicada en primera persona y reconocida, por consiguiente, en el ritual de al- go que no esté lejos de la confesién. Esa es la realidad que se impone al loco. Tercera realidad: la realidad misma de la enfermedad 0, mejor, la realidad ambigua, contradictovia, vertiginosa de la locura, pues, por un lado, en una cura moral siempre se trata de mostrar con claridad al loco que su locura es locura y que esta efectivamente enfermo; forzarlo, por tanto, a abandonar todo lo que pueda ser denegacién de su propia locura, somecerlo a la inflexi- bilidad de su enfermedad real. ¥ al mismo tiempo, mostrarle que en el cora- z6n de su locura no estd [a enfermedad sino el defecto, la maldad, la falea de atencién, la presuncién, En todo momento —recuerden Ja cura del sefior Dupré— Leuret impone a su enfermo la necesidad de admitir que, en el pa- sado, estuvo en Charenton y no en su castillo de Saint-Maur,? que estd ver- daderamence enfermo, que tiene un estatus de enfermo. El sujeto debe so- dmeterse a esa verdad. Pero al mismo tiempo, cuando obliga al sefior Dupré a ponerse bajo ta ducha, Leuret le aclara: no te hago esto pata curarte porque est4s enfermo; te lo hago porque eres malo, porque en ti hay cierto desea que es inadmisi- ble.6 Ya saben hasta dénde levé Leurer la tdctica, pucs decidié incluso hacer salir al paciente del asilo para que no encontrara en su enfermedad una fuente de placer dentro de la institucion ni alimentara sus sintothas en el elemento asilar. Por consiguiente, para negar a la enfermedad su estatus de enfermedad, con todos los beneficios correspondientes, cs preciso desalojar 4 Francois Leuret, Du traitement moral de la folie, op. cit., pp. 444-446, CE. supra, p. 177. 5 bid. pp. 441, 443 y 445. § Ibid., p. 431: “Ordeno que le lancen un chorro de agua sobre la cara y el cuerpo, y cuando parece dispuesto a soportar todo en bencficio de su rrasamiensa, rengo la precaucién de decirle que no se craca de arenderlo sino de vejarto y castigarlo” (las bascardiliss son del autor). 204 BL PODER PSIQUIATRICO de ella ef deseo malo que la anima. Es preciso, por lo canto, imponer la reali- dad de ta enfermedad y, a la vez, imponer a la conciencia de la enfermedad Ja realidad de un deseo no cnfermo que la anima y que esc en su raiz mis- ma. Realidad ¢ irrealidad de la enfermedad, realidad de la no realidad de ta locura: a grandes rasgos, la tdctica de Leuret gira en torno de esto, y esta si- tuacién constituye el tercer yugo de realidad al cual, de una manera general, son sometidos los enfermos en el tratamiento moral. Por ultimo, la cuarca forma de realidad es todo lo que corresponde a tas cécnicas concerniences al dinero, la necesidad, el caracter imprescindible del trabajo, codo el sistema de intercambios y utilidades, la obligacién de subve- nica las propias necesidades Creo que estos cuatro elementos —voluntad del otro, sobrepoder definiti- vamence situado del lado del otro; yugo de la identidad, el nombre y Ia bio- grafla; realidad no real de la locura y realidad del deseo que constituye fa rea- lidad de la locura y la anula como tal; realidad de la necesidad, el intercambio v el trabajo— son como nervaduras de realidad’ que penetran en el asilo y, denrro de él, son los puntos sobre los cuales se articula el cégimen asilar, a partir de los cuales se escablecen Ja tactica en ta lucha asilar. ¥ el poder asilar es, en efecto, ¢| poder que se ejerce para hacer valer esas realidades como [la] realidad, Me parcce que la existencia de esos cuatro elementos de la realidad, o el filtro que el poder asilar efectia en ella para dejarlos penecrar, es importante por varias razones. La primera es que los cuatro elementos van a inscribir en la practica psi- quidtrica una serie de cuestiones que reencontraremos obstinadamente a lo largo de la historia de la psiquiatria. En primer lugar, la cuestion de la de- pendencia, el sometimiento al médico en cuanto poseedor de cierto poder insoslayable para el paciente. Segundo, ese conjunto de elementos también inscriben Ja cuestién o, mejor, la prictica de Ja confesidén, la anamnesis, el relato, el reconociniento de si mismo. Ademés, inscriben en la prdctica asi- lar el procedimiento por cuyo intermedio se planteard a toda locura la cues- tién del deseo a la vez secreto ¢ inadmi mo tal. Y cuarto y ultimo, inscriben, desde luego, el problema del dinero, de la compensacién econdmica, el problema de cSmo subvenir a sus propias necesidades cuando uno esti loco; cémo instaurar, desde dentro de la locura, ible que fa hace existir realmente co- TLASE DEL 9 DE ENERO DE i974 205 el sistema de intercambios s partir del cual uno podrd financiar su existencia de loco. Todo esto es lo que vemos esbozarse, ya de una manera relativamente precisa, en todas esas cécnicas de la protopsiquiatria. Creo que estos elementos tienen igual importancia, no sélo por esas técni- cas, esos problemas que se plantean en la historia de la psiquiatria, en el cor- pus de sus practicas, [sino también}* porque a través de ellos vemos definirse lo que va a especificar al individuo curado: :qué es un individuo curado si no, justamente, alguien que ha aceptado los cuatro yugos de la dependencia, la confesién, la inadmisibilidad del deseo y el dinero? La curacién es el proceso de sujecién Fisica cotidiana, inmediaca, producida en e) asilo, y que va a cons- tituir como individue curado al portador de una cuddruple realidad. Y esa cuddruple realidad de la que el individuo debe ser portador ~es decir, recep- cor— es la ley del otro, ta identidad consigo mismo, Ja no admisibilidad del deseo, la insercién de la necesidad en un sistema econémico. Cuando hayan sido efectivamente recibidos por el individu tratado, esos cuatro elementos lo calificaran como individuo curado. El cuddruple sistema de ajuste"* que, en sf mismo, por su efectuacién, cura y restituye al individuo. Ahora me gustaria abordar otra serie de consecuencias que quiero desa- rrollar con mayor detalle y que serén el objeto de lo que voy a decir. Esa cud- druple sujecién se concreta, enronces, dentro de un espacio disciplinario y gracias a él. En ese sencido, y hasta nuestros dias, lo que les he dicho sobre el asilo no diftere canto de lo que habriames podido decir sobre los cuarteles, las escuelas, los orfelinacas, las prisiones, etc. Ahora bien, hay, de tadas ma- neras, una diferencia esencial entte los establecimientos o las instituciones que acabo de mencionar y el asilo. La diferencia radica, por supuesto, en que el asilo es un espacio médicamente marcado. Hasta aqui, tanto cuando hablé del régimen general del asilo como cuan- do hablé de la técnica de lucha, del plus de poder dado a Ia realidad en esa lucha intraasilar, en vodo eso, para plantearlo de algun modo, zen qué aspec- to intervenia la medicina, y por qué haefa falta un médico? ;A qué nos refe- rimos cuando decimos que el hospital estaba marcado médicamente? ;Qué quiere decir que, a partir de cierto momento, y mds justamente a principios * Grabacida: es igualmence imporante. ** Manuscrito: “sujeci6n” ["assujettissemene”] en lugar de “ajuste” [" ajustement’]. 206 EL PODER PSIQUIATRICO del siglo xix, haya sido preciso que el [ugar donde se ponia a los loces no fuera sélo un lugar disciplinario, sino ademds un lugar meédico? En otras pa- labras, gpor qué hace falea un médico para introducirc ese complemento de poder de la realidad? En concreco, deben saber que hasca fines del siglo XVIN tos lugares donde se ponia a fos locos, los fugares que servian para disciplinar las existencias insa- nas; no eran lugares médicos: ni Bicétee,’ ni la Salpéeridre,? ni Saine-Lazare,? y ? Construide en 1634 con ef objeco de ser un asilo para ta nobleza pobre y las soldados hericos, ef castille de Bicécre se incorpord al hospital generat creado por el edicto del 27 de abril de 1656, que dispaala que “los pobres mertdigas vilidos ¢ invdlidos, de uno y atro sexo, sean encerrades en vt hospital para empleadas en las obias, manufaccuras y ottos trabajos, de acuerdo con su capacidad”. Pinel asumid el LY de septiembre de 1793 su catgo de “médico de las enfermerfas" en el “empleo [pabell6n particular de enfermos; J. L.] de Saint-Prix”, esta- blecido en 1660 para recibir alienados; se desempefaria alli hasta el 19 de abril de 1795. CF: Paul Bru, Histoire de Bicétre (hospice, prison, asile), d'apres des documents histariqnes, Paris, Ed. du Progrés Medical, 1890; Franez Funck-Brentano y Georges Marindar, L'‘Hapital général de Bicétre, Lyon, Laboratoires Ciba, 1938, col. “Les Views Hpitanx frangais"; Jean Marcel Jo- seph Surzur, “UHépital-hospice de Bicétre. Historique, fonctions sociales jusqu’a la Révolu- tion francaise", Th. Méd. Paris, 1969, nim. 943; Paris, 5. n., 1969, * La Salpetritre (“La salicreria”] debe su nombre a la fibrica de pélvora que durante el rei- nado de Luis uu ocupaba su emplazamiento. Li edicto del 27 de abril de 1636 la incorpard al hospital general para el “encierto de las pobres pordioseras” de la ciudad y los bartios de Pa- vfs, Las “muchachas incorregibles” y algunas “locas”. Al climinarse su funcidn caccelaria, ef hospicio es rebautizado en 1793 como “Casa nacional de mujeres”, nombre que mantiene hasta 1823, El Consejo General de los Hospitales y Hospicios del Sena, fundado en 1801 por Jean-Ancoine Chaptal (1756-1832), ordena por un dectero del 27 de marzo de 1802 el tras- lado a fa Salpéccigre de (as focas incerviadas en ef Fiétel-Dieu, CE: Louis Boucher, La Sutpé- trite, Son histoire de 1656 & 1790. Ses ovigines et son fonctionnement au Xvif siécte, Paris, Ed. du Progrés médical, 1883; Georges Guillain y Paul Mathieu, La Salpétriere, Paris, Masson, 1925; Léo Larguier, La Safpéiritre, Lyon, Laboratoires Ciba, 1939; J, Coureaux, “Lhhistoire de In Salpérridre”, en Revue Haspitalitre de France, t. 1, (944, pp. 10G-(27 y 215-242, Fin ka ac- tualidad disponemos de un estudio bien documentady: Nadine Simon y Jean Franchi, La Pi Hé-Salpéoriére, Saint-Benoit-la-Fordt, fd. de fArbre a Irmages, (986. » Saint-Lazate, fundado en ef siglo IX por heemanos hospitalarios de san Lazaro para aten- der a los leprosos, fue wansformado e 7 de enero de 1632 por san Vicente de Paul con el fia de cecibir a “las personas detenidas por orden de Su Majestad”, asi como a “pobres insensatas”. En 1794 se convirtié en una prisién para mujeres publicas. CE: Eugene Pouce, Mistotre ce SttiniLaaare (7122-2912), Pacis, Sociseé Frangaise d'Imprimecie et de Libraitie, 1912; Jacques CLASE DEL 9 DE ENERO DE 1974 207 ni siquiera, en definitive, Charenton," que esvaba, sin embargo, destinado de manera tan especifica a curar a las locos, cosa que no sucedia con los erros establecimientos. Ninguna de estas insticuciones cra, a decir verdad, un lugar médico; es cierto, habia médicos en elas, pero debian cumplir un papel de médicos comunes y corrientes, encargarse de una serie de cuidados implicitos debido al estado de fos individuos encerrades y a la cura misina. La curacién del loco no se esperaba del médico ni se pedia a éste en cuanto tal; y el encuadramiento asegurado por un personal religioso, Ja disciplina que se imponia entonces a los individuos, no necesitaban un aval médica para esperar de ellos algo que debfa ser la curacién. Esto, que es muy claro hasta fines del siglo XVIII, va a sufrir un vuelco en los ultimos afios [de ese] siglo. y cn el siglo XIX encontraremos —ahora de una manera absolutamente general- la idea, por una parte, de que los locos necesitan una direccidn, un régimen, y por otra, la afirmacién paraddjica y hasta cierto punto no implicada cn la primera, de que esa direccién debe es- tar en manos de un personal médico. {Qué es esa exigencia de medicaliza- cién, en el momento en que se redefine la disciplina de la que les hablé hasta Vie, Les Alitnés ot les correctionnuires 2 Saint-Lazare au XVIF sidcle et au ¥VIIE sitcle, Paris, F. Ale can, 1930. Foucault se refiece a él en Histoire de la folic... up. cit. 1972), pp. 62 y 136. ” E] establecimianta de Charenton fue el resultado de una fundacisn del consejeto del rey. Sebastien Leblanc, en septiembre de 1641. En febrero de 1644 fue cransferido a la orden de los hospitalarios de San Juan de Dios, creada en 1937 por el portugués Jean Cindad para servir a pobees y enfermas. Cf: Jean Monval, Les Freres hospitaliers de Saint-fean-de-Diew en France, Paris, Bernard Grasset, 1936, col. “Les Grands Ordres monastiques et Institues religieux"; An- dré Chagny, L Ordre hospitalier de Saine-Jean-de-Dieu en France, Lyon, Lescuyer ct Fils, 1953, 2 vols, Véase tambien Pierre Sevestre, “La maison de Charenton, de la fondation & la reconseruc- tion: 1641-1838", en Histoire des Sciences Médicales, t. 25, 1991, pp. 61-71. Cerrado en julio de 1795, el estublecimiento fue reabierto y nacignalizada bajo el Direc- tori, el 15 de junio de 1797, a fin de reemplazar los pabeliones de alienados del Hotel-Dieu. Su direccidn se confid entonces a un ex religioso de la order regular de tos premonstracenses, Frangois de Coulmicrs, y Joseph Gasraldy fue designado nvédico en jefe. Cf: Charles Fran- gois Simon Giraudy, Mémetre sur la Maison nationale de Charenton, exclusivement destinde au traitement des aliénés, Parts, Imprimerie de la Suciéeé de Médecine, 1804; Jean Etienne Dominique Esquirol, “Mémoire historique et statistique sur la Maison Royale de Charenton” (1835}, en Des maladies mencales... op. cit... 1838. pp, 939-736; Charles Scrauss, La Mai- son nationale de Charenton, Paris, Imprimerie Nacionale, 1900. 208 EL PODER PSIQUIATRICO aqui? ;Quiere decir que el hospital debe ser.en lo sucesivo el jugar donde se llevard a fa practica un saber médico? jLa direccién de los focos debe estar ajustada a un saber sobre la enfermedad mental, un andlisis de la enferme- dad mencal, una nosografia, una eciologia de la enfermedad mental? No creo, Me parece que es preciso insistir resucltamente en el hecho de que en el siglo XIX tenemos, por un lado, todo un desarrollo de as nosogra- fias, las etiologfas de las enfermedades menrales, las investigaciones anato- moparoldgicas sobre las posibles correlaciones organicas de la enfermedad mental, y por ocro, el conjunto de los fenémenos tacticos de ja direccién. Esa separacion, esa distorsién entre lo que podriamos llamar una teoria mé- dica y la practica concreta de Ia direccién se manifiesta en muchos aspectos. Primero, la relacién que podia haber entre los individuos encerrados en tun haspital y el médico, en cuanto individua poseedor de un saber y capaz de aplicarlo al enfermo, era una celacién infinitamente tenue o, si lo prefie- ren, por completo aleatoria, Leuret, que hacia terapias largas y dificiles de las que ya les di un ejemplo, decia que, de todos modos, no debia olvidarse que en un hospital comin, un médico en jefe podia dedicar en términos genera- les 37 minucos por afio a cada uno de sus pacientes, y aludia a un escableci- miento, muy probablemente Bicétre, donde cl médico de ese rango apenas consagtaba como maximo [8 minutos anuales a cada enfermo.'' Como ven, la velacién entre la poblacién asilar y la técnica médica propiamence dicha era muy aleacoria, Enconiramos la prueba de esta discorsién, sin duda de una manera mas seria, si observamos fa distribucién coucreta de los enfermos dentro del asilo en esta época; en rigor, la distribucién no tenia nada que ver con el recorte nosografico de las enfermedades mentales, tal como se presenta en los textos tedricos. La distincién entre mania y lipemania,!? entre mania y monoma- " Erancois Leuret, Du traitement maral de fa folie, op. cit, p. 185: “En un establecimiento de alienados cuyo nombre podria mencionar, la cantidad de cnfermos es tan grande que, en el transeursa de todo un aio, el médico en jefe no puede dedicar a cada enferma mas que 37 minutos, y en otro, dande se ntimero es atin mas considerable {...], cada uno de ellos sdlo tiene derecho, en un aso, a 18 minutos del tiempo del médico en jefe”. © Foucault se refiere « las distineiones establecidas por Esquirel en e! campo de fa locu- ra, definida como “una afecci6n cerebral habitualmente crdniea, sin fiebre, cacaccerizada por desdrdenes de ia sensibilidad, la inteligencia y la voluntad”; cf. jean Etienne Dominique Es- CLASE DEL 9 DE ENERO DE 1974 209 nia," coda Ja serie de manias v demencias," no deja huellas ni puede adver- urse su efecto en la organizacién concreta de fos asilos. En cambio, las divi- siones que vemos establecerse en los hospitales son divisiones muy diferen- ves: la diferencia entre curables e incurables, enfermos calmos y enfermos agitados, obedientes ¢ insumisos, capaces e incapaces de trabajar, castigados y no castigados, enfermos que deben ser objeto de una vigilancia constante o esporddica y enfermos que no necesitan vigilancia alguna. Esta distribucién escandié efectivamente el espacio intraasilar, pero no sucedié lo mismo con los marcos nosogrdficos que los cratados tedricos comenzaban a construir. Una prueba mas de esa distorstén encre la teorfa médica y la practica asi- far eva el hecho de que todo lo que habfa sido definido como medicacién posible por la teoria médica © por el andlisis, ya fuera sintomatoldgico o ana- comopatoldgico de ja enfermedad mental, se reutilizaba muy répida y cons- tantemente, ya no con una finalidad cerapéutica, sino en el marco de una utp. 5. Denture det campo quirol, “De la folic" (1816), en Des maladies mentales..., op. ci delimitada por esa division tripartita de las faculrades psicoldgicas se inscriben variedades eli- nicas que difieren entre si por a} ta naturaleza de! desorden que afecta tas facultades; b} da la mania censin del desorden, y ¢} La calidad del humor que lo afecta. Asi, micneras dad, Ia inteligeneia y Ia yoluntad” teriza por “la perturbacién y la exaltacién de la sensi ("Dela manie” [1818]. en ibid. cp. 132), en ta lipemania -neologismo creado por Fsqui- rol a pactir dei radical griego AOnn, tristeza, afliceién— “la sensibilidad sufte una excitacién o una lesién dolorosas: las pasiones, tristes y opresivas, modifican la inteligencia y Ja voluntad” (“De la monomanie” [1819], en ibid... . pp. 398-481). '> El criterio de distincién entre mania y mononmtania es la exiensién del desorden: yene- ral o parcial, es decir localizada en uaa facultad (manamanias intelectuales, instintivas, etc), un objeto (erotomania) o un tema (monomania religiosa, homicida). Asi, la mania se caracre- riza por el hecho de que “el delirio es general y codas las faculeades del entendimienco estin exaltadas o perturbadas”, mientras que en la monomania “el delirio rriste o alegre, concentra- do 0 expansivo, es parcial y estd circunscripro a un pequefio nimero de ideas y afecciones”; cf. Jean Etienne Dominique Esquirol, “De fa manie”, 9p. cit. p. 133, " Bn contraste con la mania caracterizada por la “exaltacién de las facultades”, el grupo de las demencias con sus variedades “aguda’, “crénica’ y “senil”~ se discingue por sus aspec- tos negativos: “La demencia es una afeccisn cerebral, ordinariamenté sin fiebre y créniea, ca- cacterizada por el debilitamiento de fa sensibilidad, la inceligencia y Ia voluncad”; cf. Jean Exienne Dominique Esquirol, “De la démence” (1814), en Des maladies mentales.... op. cit. GM, p. 219. 210 EL PODER PSIQUIATRICO cécnica de direccién. Quiero decir lo siguiente: indicaciones como la ducha o la cauterizacién,' las moxas,' ete., fueron ance todo recetadas en funcién de una concepcién determinada de la etiologia de la enfermedad mental o de sus correlaciones organicas: por ejemplo, la necesidad de facilicar fa ciccu- lacién sanguinea, descongestionar tal o cual parce del cuerpo, ¢tc., pero muy pronto los métodos de ese tipo, en cuanto eran métodes de intervencién de- sagradables para el enfermo, se ceencauzaron hacia un sistema realmente di- rectivo, es decir a titulo de castigo. Como saben, esa tendencia contintia, y el modo de utilizar ef electroshock corresponde exactamente a ella.'” De una manera mis precisa, la utilizacién misma de los medicamencos fue, en general, Ja prolongacién de la disciplina asilar en la superficie del cuerpo o en su interior. ;Qué significaba, en el fondo, bafiar a un enfermo? En cierto nivel, el de la ceorfa, sin duda significaba asegutar una mejor circu- 'S La cauterizacién o “cauterio actuai” consiste en la aplicacién de un hierro al rojo vivo 0 calentado con agua hirviente en la parte superior de ia cabeza o en la nuca. CF. Louis Valen- tia, “Mémoire et observations concernant les bons effets du caurére actuel, appliqué sur la cé- se dans plusieurs maladies”, Nancy, 1815. Esquirol propicia el uso del “hierro al rojo aplicado sobre la nuca en la manta complicada con furor”; cf. Jean Erienne Donvinique Esquirol, “De la folie” (1816), op. cit, t. tp. 154 y “De ta manie” (1818), op. cit. t. is pp. 191 y 217. Vea s¢ asimisme Joseph Guislain, Thaité ser Lalidnation mencale..., op. cét., & il cap, VI, “Moxa et cauctre actuel”, pp. 52-55. "4 Cas “moxas” son cilindros compuestos de una materia cuya combustién gradual tiene, a causa del dolor que provoca, el presunco efecco de excitar el sistema nervioso y cumplic un pa- pel de despectar sensitive. CE: Alexandre E. M. Bernardin, Dissertation sur fes avantages quan pens retenir de Lapplicasion diz moxa..., Paris, Imps. Lefebvre, 1803; Etienne Jean Georget, De fa folic... op. vit., p. 247, que preconiza su empleo en las formas de alienacién con escupor ¢ insensibilidad; Joseph Guislain, Thaisd sur les phrénopathies..., op. cit., sce. WW: “Este poderoso irricance actita sabre In sensibilidad fisica por medio del dolor y la desecuccittn de las partes vi- vas, pero también obra sobre la metal por el pavor que inspira", p. 458 (ed. de 1835). "7 Insatisfecho con la conmocién provocada por el caediazol utilizade por el psiquiarra de Milan Lasdle von Meduna desde 1935, Ugo Cerletti (1877-1963) desarrolla el electroshock en colaboraciéa con Lucio Bini. Bl 15 de abril de 1938 un esquizofrénic es sometido por primera vez a este procedimiento terapéutico. Cf Ugo Cetlecti, “Leleteroshock”, en Rivista Sperimentale di Freniatria, Reggio Emilia, vol. xviii, 1940, pp. 209-310; “Electroshock the- tapy”, en Acthuc M. Sackler ct ad. The Great Physiodynamic Therapies in Psychiatry: An Histo- ricat Appraisal, Nueva York, Harper, 1956, pp. 92-94. CLASE DEL 9 DE ENERO DE 1974 211 lacién de la sangre. ¢Qué significaba la utilizacién del laudano o el éter,'® tan frecuente en los asilos entre los afios 1840 y 1860? Su objective era, en apa- riencia, calmar el sistema nervioso del enfermo; de hecho, se los usaba sim- plemente para prolongar dentro de su cuerpo el sistema del régimen asilar, el régimen de Ja disciplina: asegurar la calma que se prescribia en el interior del asilo y extenderla al cuerpo del enfermo. E] uso actual de tranquilizantes res- ponde a /a misma finalidad. En consecuencia, desde muy temprano se pro- dujo en la practica asilar esa especie de conversién de lo que la ceorfa médica definia como medicamento posible en elemento del régimen disciplinario. No creo factible decir, por lo tanto, que el médico actuaba dentro del asilo sobre la base de su saber psiquidtrico. En todo momento, lo que se presenta- ba como saber psiquidtrico, lo que se formulaba en los textos tedricos de la psiquiatria, sufria una reconversién en la practica real, y no se puede decir que ese saber teérico haya tenido jamds una influencia concreta sobre la vida asilar propiamente dicha. Esto, insistamos, es cierto para los primeros aitos de esa protopsiquiatria, y sin duda también lo es, en gran medida, para toda la historia de la psiquiatria hasta nuestros dias. Por consiguiente, jedmo fun- ciona e| médico y por qué hace falta un médico, si los marcos que establecid, las descripciones que propuso, las medicaciones que definid a partir de ese saber, no se llevan a la practica y ni siquiera él los pone en juego? . (Qué quiere decir la marcacién médica de ese poder asilar? Por qué es necesario que sea un médico quien lo ejerza? Me parece que la marcacién 8 4 partir de la segunda mitad del siglo x1x se desarrolla el uso del éter en psiquiatria, a la vez con fines terapéuricos -sobre todo para calmar “los estados de agitacion ansiosa” (Wilhelm Griesinger Die Pashologie und Therapie der psychischen Krankheiten, Scucrgart, A. Krabbe, 1845, p, 544) [trad. esp.: Patologia y terapéntica de las enfermedades mentales, Buenos Aires, Po- lemos, 1997]- y diagndsticos. Ch: Henzi Louis Bayard, “Lucilisation de Péther et le diagnostic des maladies meneales", Annales d’Hygitne Publique et Médicale, «. 42, 83, julio de 1849, pp. 201-214; Bénédicr Augustin Morel, “De l’éthérisation dans la folie du point de vue du diag- nostic er de la médecine l¢gale”, en Archives Générales de Médecine, 5° serie, t. 3, vol. 1, febrero de 1854: “El uso del écer es, en ciertas circunstancias precisas, un valioso medio para modificar el estado enfermizo ¢ ilustrar al médico sobre el verdadero cardcter neuropatico de fa afeccidn” (p. 135). Hippolyte Brochin, act, “Maladies nerveuses”, § “Anesthésiques: éther et chlorofor- me’, en Ainddde Dechambre ef al (dirs.), Dictionnaire eneyslopédique des sciences médicales, op cit., 24 serie, t. XI, 1877, pp. 376-377. 212 EL PODER PSIQUIATRICO médica dentro del asilo es en lo fundamental la presencia fisica del médico, su omnipresencia; en lineas generales, la asimilacién del espacio asilar al cuerpo del psiquiatra. El asilo es el cuerpo del psiquiatra, alargado, distendi- do, Hevado a las dimensiones de un establecimiento, extendido a punto tal que su poder se ejercera como si cada parce del asilo fuera una parte de su propio cuerpo, gobernada por sus propios nervios, De manera més precisa, diré que esa asimilacién entre el cuerpo del psiquiacra y el Ambito asilar se manifiesta de distintos modos. Ante todo, la primera realidad con que el enfermo debe toparse, y que es en Cierta manera aquella a través de la cual los otros elementos de la realidad vari a estar obligados a pasar, es el cuerpo del psiquiatra. Recuerden las esce- nas que les mencioné al principio: coda terapia comienza con el surgimiento del psiquiatra en persona, en carne y hueso, que se levanta de improviso ante su paciente, sea el dia de la Ilegada de ste o en el momento de comenzar el tratamiento, asf como con el prestigio de ese cuerpo del cual bien se dice que no debe cener defectos y debe imponerse por su propia plasticidad y su propio peso, Ese cuerpo tiene que imponerse al enfermo como realidad o como elemenco a cravés del cual va a pasar la realidad de todas {as otras reali- dades; es el cuerpo al cual el enfecmo debe someterse. En segundo lugar, el cuerpo del psiquiatra debe estar presente por do- quier. La arquiceceura del asilo tal como la definieron en las décadas de 1830 y 1840 Esquirol,'® Parchappe,”? Girard de Cailleux,?? etc.— siempre se Al regreso de sus viajes por Francia, Italia y Belgica, Esquirol lanza la discusién sobre la construccién de asilos de alienados. Ante todo en su informe, Des établissements consacrés aux aliévés..., op. cit, (1819) (reedixadle en Der maladies mentales..., op, cit tI, pp. 339-431), y en su articulo “Maison d’aliénés', en Dictionnaire des sciences médicales, par une saciété..., op. cit, 1. 300, 1818, pp. 47-95 (reeditado en ibid, tu, pp. 432-538). 2” Jean-Baptiste Parchappe de Vinay (1800-1866), designado en 1848 inspector general del Servicio de Alienados, elabora los planos de un asilo que permire la separacién de las cate- gortas de enfermos y la puesta en accién de un proyecto cerpéutica: cf, Des principes 4 suivre dans la fondarion et la construction des asiles daliénes, Paris, Masson, 1853. Véase Jean George Hippolyre Marcel, Parchappe. Signification de son euvre, sa place dans Lévolucion de Vassistance psychiaerique, Th. Méd, Paris, 1965, num. 108; Paris, R. Foulon & Cie., 1965. 2 Henri Girard de Cailleux (1814-1884), nembrado el 20 de junig de 1840 médico en jefe y director del asilo de alienadas de Auxerre, propone ia conscruccién de asilos donde, de CLASE DEL 9 DE ENERO DE 1974 213 calcula de ral manera que el psiquiatra pueda estar virtualmente en todos dos. Debe poder ver todo de una sola mirada y controlar la situacién de cada uno de sus pacientes con una sola caminata; ser capaz de pasar en cualquier momento una exhaustiva revista al establecimiento, los enfecmos, cl personal, él mismo; debe verlo coco y estar informado de todo: lo que no puede ver por sf mismo, los vigilantes, déciles a su voluntad, deben decirselo, de mane- ra que el psiquiatra esta a cada instante y perpetuamente omnipresente en el asilo. Abarca con su mirada, sus oidos y sus gestos cado el espacio asilar. Ademds, el cuerpo del psiquiatra debe estar en comunicacién directa con todos los integrantes de la adminiscracién det asilo: los vigilantes son, en el fondo, ios engranajes, las manos 0, en todo caso, los instrumentos directa- mence puestos en manos del psiquiatra. Girard de Cailleux ei gran organi- zador de todos los asilos construidos en Ja periferia de Paris a partir de 1860-" decia: “A través de una jerarquia bien entendida, el impulso dado las partes del servicio; él es su re- por cl médico en jefe se comunica a toda gulador, pero sus subordinados son los engranajes esenciales”.”3 En suma, podriamos decir que el cuerpo del psiquiatra es el asilo mismo; en lima instancia, la maquinaria del asilo y el organismo del médico deben constituir una dnica y la misma cosa. Es lo que decia Esquirol en su tracado cynfornidsd con fos principias del tratamiento moral, se apliquen el aislamiento, la clasifiea- cidn y la obligacién de trabajo de los alienados. Desacrolla sus concepciones sobre todo en “De Porganisation et de l'adminis:ration des établissemens d'alignés”, en Annales Médico-Psy- chologiques, t. 11, septiembre de 1843, pp. 230-260, y “De la consiruction, de Porganisation et de la direction des asiles d'aliénés", en Annales d'Hygitne Publique et de Médecine Legale, 1. 40, segunda parte, julio de 1848, pp. 5 y 241. ® Designado en 1860 per Haussmann en el cargo de inspector general det Servicio de Alienados del Sena, Girard de Cailleux propone en 1861, en el marco de Ja reorganizacién del Servicio de Asistencia a los Alienados, un programa de conscruccién de una decena de asi- log en los suburbios parisinos, segiin ef madelo del establecimiento de Auxerre, transformado por él luego de su designacién como director (véase la nora anterior). En mayo de 1867 abre sus puerras Sainre-Anne, seguido un afio después por Vilie-Evrard, Perray-Vaucluse en 1869 y, mas adelante, Villejuif en 1884. CE: Georges Daumezon, “Essai d'histoire critique de l’ap- pascit dassistance aux malades mentaux dans le département de la Seine depuis le début du xixt sitcle”, Information prychiatrique, (1. 5. 1960, pp. 6-9; Gérard Bleandonu y Guy Le Ganfey, “Naissance des asiles d'alignds (Auxerre-Paris)", en Annales £8¢, 1, 1975, pp. 93-126 2H. Girard de Caillou, “De fa consteuction, de Norganisation...", op. cit. p. 272. 214 EL PODER PSIQUIATRICO Des maladies mentales. “El médico debe ser, en cierto modo, el principio de vida de un hospital de alienados. A través de él todo debe ponerse en movi- mienco; d dirige codas las acciones, Hanado que estd a ser el regulador de todos los pensamientos. Y hacia él, como centto de accidn, debe encauzarse todo lo que interesa a los habitances del establecimiento”. En consecuencia, me parece que ta necesidad de marcar médicamente cl asilo, la afirmacién de que éste debe ser un lugar médico, significa ante todo —primera capa de significaci6n que podemos poner de manifiesto— que el enfermo debe estar, por asf decir, ante el cuerpo omnipresente del médica: debe estar, en definitiva, envuelro en el interior del cuerpo de éste. Pero, us- cedes me dirdn, gpor qué tiene que ser precisamente un médico? Asi, numerosas declaraciones insisren ens Ia necesidad de recoger las observaciones de los enfermos en “registros” que recapitulen la historia de su enfermedad: Philippe Pinel recomienda “flevar diarios exactos de Ja marcha y Jas diversas formas que puede adoprar Ja alucinacién du- rante todo su curso, desde si: irrupciéa hasta su terminacién”, en Traied médico-philorphique. op. cit. (1800), sec. vt, § X11, p. 256; Charles Franccois Simon Giraudy insiste en ello en su Mé- moire sur la Maison nationale de Charenton... op. cit. pp. 17-225 Joseph Jacques Moreau de Tours dice: “Las infarmaciones obrenidas en celacié con el enfermo se consignan en el registro, que también debe contener los decalles necesarios sobre la marcha de la enfermedad (...] Ese re- gistro es un verdadero cuaderno de observaciones del cual, al final de cada afio, se hace una de- puracién estadistiea que es el origen de valiosas documentos”, en “Lecrres médicates sur la colo- nie...", op. eft. (clase det 19 de diciembre de 1973. nora 1), p. 267. Sobre esta forma de escritura disciplinaria, véase Michel Poucault, Strueiller et punir.... op. cit. pp. 191-193. CLASE DEL 9 DE ENERO DE 1974 219 incerrogatorio sirve para instruir a los estudiantes y donde el médico acta en el doble registro de examinador del paciente y educador de los alumnos, de modo que seri a la vez quien cura y quien ex duefio de la palabra del maestro: sera médico y maestro al mismo tiempo. Y {...] como ven, esta pedctica de la clinica se establecié, en definitiva, de una manera muy precoz dentro de la prdctica asilar. Ya en 1817, Esquirol comienza las primeras prdcticas en la Salpétritre, y a partir de 1830 cenemos ensefianzas clinicas regulares en Bicécre™ y la propia Salpétrigre,? Y por tiltimo, code gran jefe de servicio, aunque no sea profesor, utilizard desde 1830 0 1835 eve siscema de presentacién clinica de enfermes, es decir el juego entre el examen médico y la actividad profesoral. Por qué es tan importante la clinica? Tenemos, [en] uno de los que efectivamente ejercieron la clinica, Jean- Pierre Falcec, una muy hertnosa teorta de ésca. sPor qué hay que utilizar este método de la clinica? Primero, e] médico debe mostrar al enfermo que en torno de ¢l hay una serie de personas, [la mayor cantidad de gente posible,|* que estan dispucs- 31 31 Bn 1817, Esquitol bre un curso de clinica de fas enfermedades mentales en fa Salpé- titre, y lo dicta hasta su designacisn en 1826 como médico en jefe de Charenton, Cl: René Semelaigne, Les Grands aliénisces francais, Parts, G. Sceinheit, 1894, p. 128; Camille Bouchet, Quelgues notes sur Eiquirol, Narwes, C. Melliner, 1841, p. 1. » En Bicacre, Guillaume Ferrus, nombrado médico en jefe a principios de 1826, da entre 1833 y 1839 las “Lecons cliniques sur les maladies mencales" (ceproducidas en In Gazette Mé- dicale de Paris, ¢. t, 65, 1833; « tL 39, 1834, p. 48; u lv, 25, 1836, pp. 28, 44 y 45, yen la Gazette des Hipitaux, 1838. pp. 307, 314, 326. 345, 352, 369, 384, 399, 471, 536, 552, 576, 599 y G12; 1839, pp. 5, 17, 33, 58, 69, 82, 434 y 441). Luego de la partida de Ferrus, Leuret arganiza en 1840 un ciclo de lecciones clinicas que prosigue hasta 1847, parcialmente publicadas en la Guzette des Hopitaux, ¢., 1840, pp. 233, 254, 269 y 295 * Ba la Salpétriére, Jules Baillarger (1809-1890) reanuda la enseRanza clinica en 1841. Jean-Pierre Falret, designado médico de una seccién de alienados, comienza a su ver en 1843 una ensefianza clinica que se publica parcialmence en [os Annales Médico-Prychologiques, . 1X, septiembre de 1847, pp. 232-264. y t. xit, octubre de (849, pp. 524-579. Estas lecciones se reeditaon (con el mismo titulo) en De fenseignement clinique... op. cit. CE. Mireille Wirior, LEnseignement clinique dans les hépitanx de Paris enere [794 et 1848, Th. Med. Pacis, 1970, num. 334; Vincennes, npr. Chaumé, 1970. * Grabacién: fo mas numerosa posible 220 EL PODER PSIQUIATRICO tas a escuchar; por consiguiente, esa palabra del médico que, llegado el caso, puede ser recusada por el enfermo, a la cual éste tal vez no preste acencidn, esa palabra, sin embargo, el enfecmo no puede dejar de comprobar que es efectivamente escuchada, y escuchada con respeto, por cierta cantidad de gence, El efecto de poder de su palabra se multiplicara, entonces, gracias a la presencia de los oyentes: “La presencia de un piiblico numeroso y deferente da mayor aurotidad a su palabra”.4 Segunda, la clinica es importante porque permite al médico no sdlo inte- trogar al paciente sino, al hacerlo o comentar sus respuescas, mostrarle que conoce su enfermedad, sabe cosas sobre su enfermedad, puede hablar de ella y hacer una exposicién tedrica frente a sus alumnos.?? El estacus del didlogo que el enfermo sostenga con el médico cambiard, a sus ojos, de nacuraleza; comprendevd entonces que en la palabra del médico se esd formulando algo que es una verdad aceptada por todos. Tercero, la clinica es importante porque, en cierto modo, consisce no sé- lo en incerrogar puntualmente al enfermo, sino en hacer delante de los estu- diantes la anamnesis general del caso. Asi pues, se cetomara frente [a ellos]* el conjunco de la vida det enfermo, se hard que él la cuente o, si no quiere hacerlo, serd contada en su Lugar; los interrogacorios se profundizaran y, en definitiva, el enfermo verd desplegarse ante si ~sca con su ayuda, si quiere hablar, o sin ella, si se encierra en el mutismo- su propia vida, que va a tener realidad cde enfermedad, pues se ha presentado efectivamente como tal frente a estudiantes que son estudiances de medicina.*° * Jean-Pierre Palrer, De Venscignement clinique..., op. cit. p. 126. 98 Thid., p. 127: “E! relato public de su enfermedad hecho por los alienados es para el médico un auxiliar ain mas valioso (...}; el médico debe ser mucha mas poderose en las con- diciones complezamente nuevas de la clinica, es decit cuando el! profesor pone de maniftesto ance la mirada del enfermo codos los fenémenos de su enfermedad. en presencia de oyenres mas a menas aumerosas”. * Grabacidn: los estudiantes. 2 Ibid, p. 119: “Si los enfermos aceptan [...] él médico hace el historial de su enferme- dad con el firme principio de no contar sino lo que esed perfectamente verificado en ellos, y se detiene varias veces para pregurcarles si expresa con veracidad los hechos que ellos mismos fe contaron can anteriocidad”. CLASE DEL 9 DE ENERO DE 1974 22) Y para terminar, al desempefiar ese papel, al aceptar ocupar el primer plano y exhibirse en conjunto con el médico, exponer su propia enfermedad y responder a sus preguntas, el enfermo, dice Falret, se dard cuenta de que complace al profesional y, hasta cierto punto, le compensa cl esfuerzo que éste se toma.” Como verdn, los cuatro elementos de realidad de ios que les hablaba hace un rato —poder del otro, ley de la identidad, confesién de lo que es la locura en su naturaleza, en su deseo secreto y, por ultimo, retribucién, juego de in- tercambios, sistema econdrmico controlade por el dinero— vuelven a encon- trarse en la clinica. En ella, la palabra del médico aparece como poscedora de un poder mds grande que la palabra de cualquier otro, y 1a ley de la iden- tidad pesa sobre el enfecino, obligado a reconocerla en todo lo que se dice sobre él, asi como en la anammesis que se hace de su vida. Al responder pu- blicamente a las preguntas del médico, al dejarse arrancar la confesién final de su locura, el enfermo reconace, acepra la realidad de ese deseo loco que estd en la raiz de su mal. Y en cierta manera entra, por fin, en el sistema de las sacisfacciones, compensaciones, eccétera. En definitiva, podrin advertir que el gran portador del poder psiquidtrice 0, mejor, el gran amplificador del poder psiquidtrico que se trama en Ja vida cotidiana de! asilo va a ser ese famoso rito de presentacién clinica del enfer- mo, La enorme importancia insticucional de Ja clinica en la vida.cotidiana de los hospitales psiquidtricos desde la década de 1830 hasca nuestros dias se debe al hecho de que, a través de ella, el mddico se erige en maestro de ver- dad. La técnica de la confesién y el relato se convierte en obligacién institu- cional, la realizacién de la locura como enfermedad adquiere el cardcter de un episodio necesario y el enfermo entra, a su vez, en el sistema de ganancias y satisfacciones obcenidas por el encargado de curar. Asi, vemos las marcas de saber magnificadas en la clinica y comprende- mos por fin cémo funcionan. Son ellas, y no el contenido de una ciencia, + fbid., p. 125: “Con frecuencia, el relaro de su enfermedad, hecho en codas sus vicisitu- des, impresiona intensamente a los alienados, que dan testimonio de su verdad con una satis- faccién visible y se complacen en entrar en los mayores devailes para complecar el relaco, asombrados y envanecidos, en cierto modo, de que se hayan acupado de ellos con el suficien- te interés para poder conocer toda su historia”. 222 EL PODER PSIQUIATRICQ. las que permitirda al alienista actuar como médico dentro del asilo. Son ellas las que le permitirdn ejercer en ét un sobrepoder absoluto ¢ identificarse finalmente con el cuerpo asilar. Esas marcas de saber lo autorizaran a consti- tuir el asilo como una especie de cuerpo médico que cura a través de sus ojos, sus oicos, sus palabras, sus gestos, sus engranajes. Y para cerminac, esas mismas marcas de saber permitirén al poder psiquidtrico desempefiar su pa- pel conereto de intensificacién de la realidad. Y en la escena clinica vemos cémo se ponen en accidén no tanto concenidos de saber como marcas de sa- ber, a través de las cuales se perfilan y actian los cuatro centaculos de la rea- lidad que les he mencionado: el sobrepoder del médico, la ley de Ja identi- dad, el deseo inadmisible de la locura y 1a ley del dinero. Creo que podriamos decir lo siguiente: por medio de csa identificacién del cuerpo del psiquiatra y ef lugar asilar, ese juego de las marcas de saber y las cuatro formas de realidad que las atraviesan, puede sefalarse la formacién de un personaje médico que es et polo inverso de otro personaje médico que en esos Momentos comienza a asumir una figura completamente nueva, el cirujano. En el mundo médico del siglo xix tenemos el polo quirtirgico que empczé a esbozarse con el desarrullo de la anatom{a pacoldgica; digamos, a grandes rasgos, a partir de Bichar.>® Sobre la base de un contenido efectivo 7 Luego de iniciarse en la cieugia en el servicin de Lyon de Marc-Antoine Pecic (1762- 1840) y llegar a ser en junio de 1794 alumno de Pierre Joseph Delsaut (1744-1795), citujano del Hérel-Dieu, Marie Francois Xavier Bichat (1771-1802) se dedica, luego de su designa- cidn en 1800, ala anarom‘a patolégica, y se propone establecer relaciones definidas entre las alteraciones de los rejidos y los strcomas clinicos; 6: Traded des membranes en général ev des di- verses membranes on parsivudier, Pars, Gabon, 1800, y sus concepciones expuestas en Anato- mie ginérate appliquée a la physiologie et a ta médecine, Pacts, Brosson et Gabon, 1801, 4 vols, [ucad. esp Anatomia general aplicada a la fisiologia y a la medicina, Madrid, Imprenca de Nor berco Llorenci, 1831, 4 vols.]. Pero son sobre todo Gaspard Laurent Bayle (1774-1816) y René Théophile Lazanec (1781-1826) quienes se esfuerzan por fusionar en una sola disciplina la medicina clinica y Ia pa- tologia anarémiea, G, L. Bayle ey uno de los primeros en formular la merodoiogia de Ja joven escuela anatomo patoldgica en su tesis defendida el 4 de vencoso del atta x (24 de febrero de 1802): Considerations sur da nosolngie, fa muldecine d observation 2x ta médecine pracique, cuivies A’observations pour servir & histoire des pussies gangrenenses, Th. Méd. Paris, nim. 705 Patts, Boiste (Gabon), 1802. En ella expone las ideas que desarrcllar4 y precisard en Recherches sur la Phriste gulmonaire, Paris, Gabon, 1810, y en “Considerations géndrales sur les secours que Pana-

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