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El Efimero Paso de La Eternidad
El Efimero Paso de La Eternidad
EL EFIMERO PASO
DE LA ETERNIDAD
"En la lengua que empieza a deletrear los enredos de enredos de los enredos"
César Vallejo
Giordano Bruno
Mallarmé
I
NEKYIA
KAIROS
CENTRUROIDES LIMPIDUS
Andromeda, Aquila, Ara, Argo Navis, Auriga, Boötes, Canis Mayor, Cassiopeia,
Centaurus, Cepheus, Cetus, Corona Austrina, Corona Borealis, Corvus, Crater,
Cygnus, Delphinus, Draco, Equuleus, Eridanüs, Hercules, Hydra, Lepus, Lupus,
Lyra, Ophiuchus, Orion, Pegasus, Perseus, Piscis, Austrinus, Sagitta, Serpens,
Triangulum, Ursa Major, Ursa Minor, Apus, Chamaeleon, Dorado, Grus, Hydrus,
Indus, Musca, Pavo, Phoenix, Triangulum Australe, Tucana, Volans,
Camelopardalis, Columba, Monoceros, Canes Venatici, Lacerta, Leo Minor, Lyns,
Scutum, Sextans, Vulpecula, Carina, ComaBerenices, Crux, Puppis, Pyxis, Vela,
Antlia, Caelum, Circinus, Fornax, Horologium, Mensa, Microscopium, Norma,
Octans, Pictor, Reticulum, Sculptor, Telescopium, Sagittarius, Capricornus,
Aquarius, Pisces, Aries, Taurus, Gemini, Cancer, Leo, Virgo, Libra, Scorpius.
24 de octubre
Los siete segmentos comenzaron a arrastrarse sobre la lisa piel. El cefalotórax
semejó a un nacimiento, el de la boca con su par de quelíceros, el siguiente con su
par de pedipalpos y patas marchadoras que atronaron como un desfile. Siete
segmentos el abdomen, cinco el posabdomen mostrando irreverente el telsón de las
glándulas ovoides venenosas. El aguijón rasguñó ligeramente y Leshaa respondió
con un leve quejido. Cuando emergió por completo pareció mirar desde la
humedad del ombligo de la mujer y tomar posición para defender la fortaleza. Se
movió entre libra y sagitario, adecuó su reloj interno a las 16 horas y 30 minutos en
subida hacia la derecha y una nube como de plasma, amarilla y azul, invadió la
habitación. El agrupamiento pareció negar la voluntad-carbón fosilizado- dejándola
totalmente en las pinzas del animal-agua, casa y marte-. Al igual que en 400
millones de años, idéntico a si mismo, fósil viviente, el arácnido salía una vez más
de la entrañas del mar. La respiración pudo percibirse claramente en el ambiente
cerrado; abrió los libros de sus cuatro pares de pulmones y el aire entró a raudales
por los estigmas, innecesaria medida de precaución pues bien tenía marcada en la
memoria ancestral que de nada valdría se los cerrasen. Mejoró la posición para
evitar herirse accidentalmente con su propia arma y dejó a la oscuridad su
multiplicidad de ojos que no ven. Produjo los sonidos habituales y constató que
quien le había desafiado no estaba en las inmediaciones; ante la falta del
perturbador restregó contra el carapacho su cuerpo encéfalo-toráxico de 50
milímetros y chequeó la pinza de atrapar no sin que sus instintos le presentaran una
rana a la que despedazar y chuparle el fluido del tejido; la segunda, la de mantener
alejada a la presa, la estiró hasta los límites de lo posible en previsión de una
acechanza. Alguien debía estar cerca: había sido llamado a defender la entrada y no
para otra cosa; estaba cumpliendo su tarea esencial de proteger el centro; no se
había abierto aquél por pura casualidad, alguien avezado en las penetraciones a los
infiernos había causado el tumulto que afligía a la mujer casi inerme que
contemplaba desde sus ojos blanquecinos el espectáculo del asedio y de la defensa.
Debía matar al primer ataque, de otra manera el viajero penetraría
irremediablemente. Comenzó a mimetizarse, del color de la piel un cierto negror
apareció en la medida en que se alzaba a otear el horizonte. La espera le daba
confianza y en el ombligo de Leshaa comenzó a enrollar y desenrollar la cola tenida
verticalmente. Buthohes a Hicola, danza frenética buscando en las paredes, en la
selva, en las alturas, cambio de piel, siete veces, la madurez sexual manifestada en
la modificación del envoltorio. La tapa genital se abrió como la puerta de una nave
espacial hasta que la respuesta comenzó a subir por la pierna de la mujer que sintió
impávida los pasos de cuatro pares de patas, las otras dos listas para una eventual
presa. La cola de la hembra era más gruesa y cuando comprendió el llamado
igualmente dejó caer la tapa y se aprestó a la cópula. La bulba dejó ver la fila de
dientes, chelicerae ,mordedura en trance, como en los pueblos primitivos y
campesinos de los humanos convencidos de la dentadura vaginal de la fémina.
Promenade à deux en el omphalus, atracción de los venenos, grave circunstancia
capaz de distraer de los deberes programados. Abre droit, el escorpión cuidador de
la entrada rasguñaba a la hembra, abdomen sobre la carne de Leshaa, punzón en
movimiento en alto, procreación inesperada del miedo, inyección de ejecutores del
mal a las fábulas y a las leyendas. La enfermedad de la hembra se abrió para el
macho en una tentación irresistible, muestra de la muerte, incumplimiento del
deber, placer que conduciría a la nada y, por ende, a la inexistencia de un reclamo, a
la ignorancia de los viajes posibles conseguidos por la distracción deliciosa.
Gonopore sin tapa, gono de las raíces del lenguaje, maldad en la inevitabilidad del
fin, veneno peor que el de las glándulas en la vesícula como un bulbo, efectos
inmediatos no como el de la víctima esperada en agonía de muchas horas,-
proteinas, encinas, neurotoxias-, sino instantánea, obligatoria, pago ineludible,
consumación de las prescripciones del primer Eusculapio de aquella raza afirmadas
en los cromosomas. El macho terminó de rasguñar e inyectó a la hembra, rápida e
indoloramente, en cumplimiento de un fiel mandato implícito en la navegación de la
especie. El spermatophore fue transferido, bola de espermatozoides atados a su
base, un átomo, imposible de secar, muerte impedida para que los futuros vigilantes
puedan nacer. La hembra se volteó y estiró la pinza sostenedora, lo atrapó y
comenzó a devorarlo. El escorpión anidado en el ombligo de Leshaa sintió al inicio,
percibió la primera mordedura, pero luego se fue haciendo comida, venganza,
pago, tejido ajeno. Cuando terminó de comérselo la hembra quedó
momentáneamente quieta hasta que logró verificar los huevos fecundados. Debería
esperar 14 días por los vivos, anexarlos a su dorso, 14 días sin defensa, 14 días
para que dédalus pudiese ser caminado. De todos lados y de todas partes,
pandinus, heterometrus,octavo símbolo del zodíaco, Alpha Scorpi, vejoris boreus,
gigante y negro Imperatur, gigantoscorpio,paruroctonus mesaensis para repartir
por los caminos colorados protección contra las excursiones prohibidas, hadruros
que escarben y se escondan para que la enfermedad del gono no los desvíe,
anuroctonus phacodactylus con paciencia suficiente para vencer los reclamos del
sexo y esperar la avalancha violatoria, isometrus maculatus manchados y peligrosos
pero sin estigmas, diplocentrus hasethi sin marcas o señales en el cuerpo digerido
que puedan denunciar el incumplimiento, bothriurus bonariensis sin hierro candente
que deje la pena infamante, uroctonus modax sin signos de esclavitud a la apertura
dentada y sin desdoro, centruroides hasethi sin lesión orgánica o trastorno
funcional, vaejovis boreus sin picaduras infamantes, carpathicus orgullosos de
cuerpos glandulosos capaces de recibir el polen del muerto que trató de pasar por
su territorio, vittatus,hidruros hirsutos, todos inmaculados en el cuidado de las
profundidades infernales de la mente. 14 días para que el vivero de escorpiones
fuese capaz de producir un ejército , de soltarlos en los ombligos llenos de piedras
de elevadas temperaturas, de árboles altos, de grietas, de habitaciones,de carne de
arañas, insectos y ranas, de rosada carne femenina , selva donde reinar, donde
impedir excesos, hueco central del universo para advertir que las penetraciones
consentidas son más abajo, entre las piernas, en el hueco estupendo donde no hay
dientes sino en las leyendas, para que cuiden y protejan con su veneno superior al
de las serpientes, para que maten intrusos aventureros deseosos de viajes
condenados, para que produzcan hormigueos, engrosen las lenguas, ocurran
espasmos de faringe, calambres, convulsiones, hipertensión, edemas pulmonares,
fibrilación de los músculos y la muerte, por encima de las vanidades de los hombres
arriesgados, diacepan, gluconato de calcio, oxígeno, compresas de agua helada y
torniquetes. 14 días para el ejército, 14 días tiempo excesivo, sin defensa.
Como el espíritu humano cae a encontrar una materia el lenguaje debe ser arcano,
como una ristra de ajos que marea a los escorpiones, que los inunda de éter y los
amansa, los aleja, los destierra, los aprisiona. Debe resonar como en una caja
desagradable llena de ecos y petulancias, de humana dimensión, afrodisíaco para
quien manipula, levantador excelso de los malos olores y de los instrumentos de
penetración. Los espectros ultravioleta sólo rondan en los espacios invisibles,
intrascendencia para los ojos cerrados pero importantes en el mundo de los viajes.
Las resonancias no se meten por la multiplicidad ocular, las armas se miden por su
efectividad, ajo licuado, ajo en los clavos, rayos para atravesar las caparazones y
ver adentro, para desterrar a los vigilantes, para colgar en las paredes y hacer oler a
la piel repelente. 14 días a la espera del nacimiento, reguero precautelar, ajo para
condimentar la tierra que habrán de marchar con sus armas erectas y sus libros
abiertos a la polvareda. Lleno de trampas, de laberintos, de encrucijadas, de signos
negros como escorpión en alza, symplegades, cayendo por dedalus, desde
omphalos, vertiginosamente, reencarnando en el interior, tomando cuerpo, el túnel
donde la luz deslumbra. La voluntad es esencial, nadie pretenda devolverse,
agarrarse a las paredes, desgarrarlas con uñas sucias y desgraciadas. No se aferre
nadie a lo que se fue, al anterior, a la corporatura miserable, al respeto por las
normas de otros tiempos. Dedalus amable, comprensivo, interesado, pornográfico,
resignado, teatral, perturbado.
INCERTUM
La caída será ruidosa a medida que arrastre los viejos ripios y las murallas
aporten el desgaste de las lluvias y las heridas de las lanzas corroyendo las
amalgamas. Los árboles serán triturados y el verdor de la clorofila asemejará al
óxido de la ruindad y la torcedura de las ramas tronchas ni juguetes podrán ser para
las manos inquietas que hurguen en la abundancia de la destrucción. Están flojos
los terrenos y ablandadas las entrañas. Las lluvias han abonado la fragilidad y las
manos convertidas en garras han clavado la intemperie. Los cielos podrán unirse
con la tierra ante la falta de un envión que mantenga la separación y eleve las
palabras más allá de los significados. La condición humana se asoma, comienza a
moverse sinuosamente sobre el pantano. El aguijón se erecta mientras procesa los
venenos y afila los mecanismos de su llegada. El período de las lluvias ha terminado
y la fertilidad es succionada en la oscuridad del tiempo. Los presagios son
reeditados en la boca de las trovas y oídas por las mujeres y los niños en las tardes
melancólicas en que la gran ciudad de Philologus se sume en el smog y los hombres
regresan atolondrados en las conexiones de los trenes de alta velocidad donde han
ingresado automáticamente guiados por las computadoras. El peligro de la caída
corre denso en los oídos e infecta las palabras que se cruzan sobre la medianoche
soleada del gran planeta-ciudad. La caída traerá al gran Satanás como una sombra
que opaque los rayos de la estrella calurienta y suma en el frío las cortas
extremidades de la mente. La noche larga apagará las oportunidades perdidas y se
extenderá en los siglos hasta el olvido. La imagen será colocada en las puertas, en
los escudos, en los trajes espaciales y en los ombligos de las mujeres como
invocando la real aparición, la verdadera salida, la batalla infernal que determine la
entrada hasta las pailas ardientes y los tizones encendidos, hasta los carbones como
ojos de gato en la noche y la mierda de burbujas coloradas donde los alaridos se
disuelven. La caída es el peligro, la llegada del símbolo preside a las persecuciones
y los exterminios, al desgarrarse de la muerte y al silencio de las palabras quemadas
y frágiles como restos de vendimia. Los silencios pesan más que los alaridos, el
escorpión es sinuoso como una trampa, escurridiso como el pecado de una virgen,
duro como el sexo hambriento de un astronauta privado de hembra en los largos
viajes exploratorios de la serpiente. El escorpión ronda la crisis, se entierra en ella a
madurar, a cambiar de piel y de colores, a mimetizarse frente a los pasos
tambaleantes de la raza humana que está por caer. Desde el ras se ve la
metamorfosis y la transformación se asume. El enterrador hurga en las maderas y
mastica pacientemente los animalejos escondidos. La funeraria se eleva en
construcción a la espera del gran cambio, de la muerte que pasará como vendaval
dejando descarnados los huesos y las cuencas vacías y las mentes sin lenguaje. Se
mira hacia las constelaciones que lejanas se ven y se cruzan las piernas en el yoga
buscando la iniciación, el entendimiento de las ciencias esotéricas, el sexo que deje
vitalidad en las almas ofuscadas y trascienda más allá de los orgasmos. El mensaje
de los astros es difuso, las iniciaciones se encienden con los decorados de neón
brillando sobre los mármoles sucios de las cuevas subterráneas de Philologus. La
caída amenaza, el escorpión asoma el pedipalpo.
En los cuadros el engaño, el disimulo y la traición. Los historiadores de
Philologus lo sabían bien. Conocían el símbolo del lejano período llamado Edad
Media, súbitamente colocado en el interés máximo de quienes aún pensaban. El
escorpión se había hecho madera, mármol, metal, tejido, piedra, bordado, dibujo
sobre la arena. De allí había salido esponjando las imágenes, corporeizándose,
rompiendo los envoltorios, picando. La traición rondaba los aposentos, en la plaza
la traición asaltaba a los negociantes, la traición se aposentaba en los palacios,
corría vertiginosa en los lechos. Escorpiones en las portadas de los legajos
judiciales y en la entrada de las cárceles. Un sacerdote perseguido mientras corría
en la huída lanzó la maldición de un escorpión suelto que jamás podría ser detenido
y que estaría siempre en aquella condición rondando una pequeña villa. Otros
pueblos lo adoptaron o les fue endilgado como escarnio, para llamarles traidores y
perseguirlos. Los historiadores de Philologus lo sabían.
Maesa única en cada colmena u obrera infecunda o albañila sobre las tapias o
carpintera sobre los troncos secos, abejando para socorrer al hombre, abejorreando
para indicar el auxilio, viscosa fluía de los panales virgen sin prensar ni derretir, con
agua de rosas en jarabe, untura sobre la piel cuarteada y las lenguas resecas,
brochazos sobre las almas resentidas, cortadora del fluido de las narices irritadas,
cataplasma sobre los pechos congestionados, melcocha sobada y correosa para
alimentar las mielgas y los peces selacios, meleros de cueva en cueva y entre los
monumentos de grandes piedras cabeceados por los megaterios. Hacia atrás, hacia
el momento de los monstruos desdentados y de los monstruos dentados en las
correrías sobre la superficie. Los historiadores de Philologus lo sabían. El
escorpión asaltó con la primera pinza, con incertum, sobre la superficie roja ante
los ojos incrédulos. El centro se hizo negro dejando los bordes al recuerdo y el
paseo de la mirada sobre el techo del cielo. Antitesis de la abeja cuya miel socorría
al hombre, el escorpión buscó nido y encontró un valle hundido donde el alimento
había pasado ya deglutido desde el buche de la paloma, en el centro del mundo
donde instalado podía vigilar en vísperas de la batalla encomendada, en el ombligo
de Leshaa Akrab, donde las lenguas de Ofiuco Megeros y del fuerte Tamiat
incursionaron poniendo a prueba la voluntad del escorpión que controló los deseos
de aguijonear la carne invasora.
Ofiuco sacó la lengua del ombligo de Leshaa y apoyó la cabeza sobre la barriga
de la mujer. El cambio de contacto presidió el sueño que lentamente comenzó a
invadirlo. Leshaa había llegado en un mal momento de su vida, cuando las puertas
parecían cerradas y las esperanza una ausencia inevitable. Le había dado seguridad
y una base firme para reconstruir una vida signada por los contratiempos y él se lo
había agradecido suficientemente, pensaba en el sopor que le ganaba. Todo había
comenzado a cambiar cuando la delgada mujer del negro cabello y de los pequeños
senos erectos lo había rechazado una mañana y él había reaccionado con violencia
golpeándole las piernas. Pensó, con razón, que alguien había llegado a interrumpir
la calma y así lo comprobó cuando conoció a Tamiat, el rival, a quien espió desde
la balaustrada de cemento que daba al gran edificio donde el hombre prestaba sus
servicios como Ingeniero genético. Tenía decidido dejarla, pero la voluntad le
faltaba cada vez que la poseía y el fantasma de la soledad asomaba produciéndole
un insoportable escozor. Había intentado decírselo, pero se había devuelto cuando
la conversación amenazaba con una respuesta afirmativa de la mujer. Leshaa
también quería cortar con Ofiuco, aunque sentimientos diversos se lo impedían.
Pensaba sentir lástima por el hombre débil que reposaba sobre ella y que sabía
irremediablemente herido. No era fácil el trabajo de Megeros, menos sus
predicciones. "Débil, con las más grandes responsabilidades", pensó Leshaa
sintiendo el peso del hombre a medida que aquel se dormía. El miedo la asaltaba al
escuchar las terribles predicciones que Ofiuco le lanzaba. Esperó que el hombre
durmiese, apartó con suavidad su cabeza y la posó suavemente sobre el colchón. Se
vistió sin prisa y pensativa lo miró sin rencor. No pudo dejar de pensar en él en el
viaje de regreso hasta su apartamento, aunque la figura de Tamiat le producía
escalofríos. Uno y otro hombre se le alternaban en la mente. El segundo no tocaba
tanto su interior, sino que se limitaba a una relación fuerte que la lanzaba hacia el
placer como nunca antes le había sucedido. Tamiat era un rebelde que entre sus
brazos se transformaba en un dador de exquisiteces sin que hubiese la menor
dependencia afectiva, aunque dudaba si el deseo no fuese una mayor y más
peligrosa.
DEDALUS
ASTERION
Hacia los puentes, con prisa de llegar, con afán, con la desesperación del anhelo
contenido, los puentes, los que unen y permiten adentrarse en el centro, los
puentes, hacia la creación, hacia el nudo de la conjunción pletórica, hacia la cópula
total, hacia el más viejo y sostenido sentido de lo humano, hacia el diálogo directo,
sin cortapisas y mentiras, sin engaños y aspavientos, hacia la fascinación del veneno
deletéreo, de la pasión profunda, del orgullo extremo de la lógica. Con piedras
trajinadas o inéditas, con maderas rozadas por muchos pares de manos, con
senderos ahuecados por los pies de los emigrantes, sobre los restos de los huesos y
los cráneos carcomidos por las ofrendas milenarias, sobre los fuegos y la lava,
sobre los carbones encendidos y la furia líquida. Hacia los habitantes del mundo
subterráneo, hacia las cinco puntas de la estrella, hacia la pelambre inerte del
monstruo derrotado. Sobre los escombros y la sangre, sobre el liquen en capas
superpuestas de las memorias primigenias, sobre el fermentar del pasado y las
purulencias azufrosas. Hacia el origen de la fermentación donde los giros son
violentos de aspas desatadas y la velocidad deja cuerpos flotando en las leyes de la
inercia y de la gravitación y el secar de los elementos se da desde una cuerda
sostenida desde si misma. Hacia la concentración total de los inicios donde todo es
oscuro, pero será luz, donde la luz se puede apagar en oscuridad, donde están la
sabiduría y la ignorancia, la contención del gran derrame, el zumbar de los
integrantes que buscan corpore, la madre de la gran paradoja, la tormenta hacia lo
concupiscible. Las partículas habrán de fluir hacia el relleno del gran vacío donde
desnudos nos miraremos bajo el llanto a reir y encontraremos absintio para
derramar en asterión cuando el resplandor nos descarne y seamos todo dolor y
alegría. Los ríos de agua hirviendo correrán dejando a su paso los cauces de las
manzanas y éstas se pudrirán en lava para retomar lo incandescente y la aparición
de las primeras gotas frescas mojarán las extremidades recién crecidas que
hundiremos después de amputadas por la ferocidad y que arrastraremos fuera,
sobre la arena, cabalgando los granos, dejando un surco, viendo como se alzan en
el cielo las grandes formas y como figuras se hacen, del cuerpo de canto, la
procesión de los equinoccios, la fulgurencia Sirio Canopus Vega Capela Arturo
Rigel Proción Achernar Altar Betelgueuse Alfa del Centauro Alfa de la Cruz del
Sur Aldebarán en el ojo derecho del toro apenas, allí, en asterión, en el centro,
después de los puentes, en la creación, ante los ojos. La serpiente de los cientos de
cabezas que se expande. Los centenares de serpientes de cientos de cabezas. La
pequeñez y la grandeza después de los puentes, lo enano y lo gigante, el cuerpo
que se forma, los laberintos de la mente humana que comienzan a extenderse en
otras direcciones, hacia el núcleo, hacia el secreto primordial, hacia el hermoso
tejido de crines de caballo que sueltan las perlas de colores, hacia la tinta de pulpo
que ensombrece las blancuras y se hace poesía para permitir al hombre alzarse,
hacia la moldura de las nuevas formas en la materia frágil y resistente, hacia el
aprendizaje de la voz que vibra y de los dedos que tocando descubren los sonidos,
en el centro de la nekyia, en asterión, en el viaje místico, en las estrellas de la punta
del escorpión, en la leshaa o púa.
Los signos podían verse con claridad y eclíptica envolvía a los demás círculos,
por encima y por debajo del horizonte, en la intersección con el ecuador celeste y
en los puntos más altos y más bajos donde el gran astro la alcanza, en una gran
quietud. Hay un lugar donde las horas de la luz y de la oscuridad son equivalentes,
donde todos los tiempos se amontonan en un gran charco y lo que fuimos se
entremezcla y existe la memoria y se confunden los hábitos y se repiten las
grandezas y las miserias y la esclava judía combate como guerrillera y la cantante
argentina extiende el plato de la mendicidad. El equinoccio se mueve entre las
estrellas, cambian los rostros aunque sigan semejando a las de los hombres aunque
tengan otras caras y los ojos por delante y por detrás pueden ver el mar de vidrio y
Ofiuco herido por Leshaa tomó cara de becerro y patas arriba se subió sobre la
serpiente desatada y las circunferencias son cada vez más altas en asterión, en el
centro, en el infierno al que se baja a través de dédalus una vez que el escorpión ha
incumplido su deber seducido por la hembra y hay ojos en las bóveda celeste que
miran el caminar de los seres vivientes y que se van apagando para ser suplantados
por nuevos y el perro de las tres cabezas nos ladra buscando morder la manzana; la
única manera es bajar para subir, descender para ascender, hundirse en la tiniebla
para ver desde el pequeño mundo los mil millones de galaxias y los círculos y la
velocidad que tanto veloz es que parece inmovilidad. Hombres, mujeres
,monstruos, objetos, animales. Leshaa expande los pulmones, tensa el cerebelo,
revela los caminos entre sus montañas plagadas de protuberancias, juega con el
viaje mental, lo acepta, ayuda, colabora, todos juntos, hacia el gran mapa celestial
desde el interior de sí misma y hacia sí misma, en sí misma.
BARDO
ANABASIS
Sirio y Vega, Canopus, Capela con su color de leche, levantándose todas sobre
los meses, Polaris aparentemente inmóvil, los futuros polos marchando hacia el
destino como Cepheus. A gran velocidad corrió ante la vista anodada con su torso
de caballo y su cabeza de hombre, arco en ristre con la flecha dirigida hacia el
escorpión, mientras el águila sostenía la lira y la vieja serpiente se retorcía en
espeluznantes contorsiones. Nehushla marchaba hacia adelante, cumpliendo su rol
de estrella de avanzada, a la cabeza del caballo blanco que montó Vishnu en los
libros sagrados de la India, en el Nuevo Testamento o el rey Sebastián entre una
nación que sería llamada Portugal; el águila facilita el camino lanzándose con
ferocidad sobre la encarnación del mal; Vega, con su magnitud de cien veces más
grande, recuerda su pasado papel de estrella polar, mientras Draco sigue cuidando
las manzanas doradas en el jardín de la Hespérides. La desnuda flecha de la muerte,
Sagitta, ante Delphinus que salta del mar. Tal vez desde allí conserva su cola de pez
la cabra moribunda, apta para el sacrificio. Picus nada, Pegasus en la marea,
Cygnus. Del ánfora brota el agua hacia la boca del pez y el alimento hacia los
hombres aventurados en los círculos planetarios, en el tardío cielo del verano
septentrional cabalgando sobre el viento que viene con fuerza. Las serpientes de la
cabeza de Medusa se lanzan sobre Andrómeda, sin perturbar a Cepheus que sigue
sosteniendo el cetro y la banda de los peces ondula en el cuello de Cetus, el
monstruo marino; uno de los peces hacia el norte y el otro marcha con el sol, sin
romper la cinta. La mujer encadenada, hija de Cefeo y Casiopea, paga sus alardes
entre cadenas. Perseus prosigue su desfile desde los pies alados con la cabeza del
monstruo llena de serpientes que se enroscan. Cetus sigue atado. Cassiopea manda,
mientras en su pecho arde, tan hermosa como aquel, Schedir, la estrella más
brillante. Allí cerca Orión pone su pie sobre Lepus mientras contempla su privado
río de Erídanus; cabeza hacia adelante embiste Osiris reencarnado, el toro de la luz
escondido en el laberinto de las estrellas. Lepus está a los pies de Orión cuidada
por los dos perros. Las dos osas no pierden de vista a Arturo, el cuidador del
rebaño, mientras Argo sigue hacia Canopus con los argonautas. Por debajo del
cangrejo y del león huye Hydra soportando el ataque de Corvus; Regulus en el
corazón del león. Con la vara y la hoz camina Bootes, desde la espiga y la rama lo
mira la bella señora, al igual que a Centaurus. Los platos de la balanza rozan las
pinzas del escorpión; entre los pies del caballo la Cruz del Sur; el animal Sura cae,
próximo a la muerte.
El círculo se rompe hacia el oeste listo para herir. Ofiuco está mordido en el
tobillo y la serpiente se le escapa; Hércules apoya su pié en la cabeza del dragón;
con una mano sostiene las manzanas doradas y con la otra el Perro del Infierno de
las tres cabezas. El signo del dios muerto, el gigantesco escorpión creado por el
amante de Leshaa, por Tamiat el grandullón, alza su púa; el conflicto se alarga y las
heridas se abren sobre el poder de las tinieblas, la que circunda. Con la piel del
león, Leshaa envuelve sus palabras, regalo de Hevelius en el ser tricéfalo. En el
codo del gigante, Morsic, la estrella del herido, relampaguea. El león, la hidra de
muchas cabezas, la cierva con pies de bronce y asta de oro, el jabalí, la suciedad de
los establos, las yeguas que comen carne, la entrada del infierno. Tal vez el árbol de
la vida para cabalgar sobre la palabra al mirar las cosas terribles que muestra la
mano derecha. Philologus es el lugar de las largas avenidas, la casa, la mancha
inextinguible a lo largo del río, la inacabable donde Ofiuco acaba de amenazarla
con la ira de las estrellas, con la fuga de Triphas de los cielos, con la candela de
Alyah, la que coloca en sufrimiento perenne. Leshaa sonrió de nuevo frente al
espejo, retiró su mano del ombligo y notó con gran sorpresa que en uno de sus
dedos había un poco de sangre. Lo atribuyó a sus pensamientos que, estimó, se
disparaban con demasiada facilidad. Movió la cabeza en signo de admiración y
miró las uñas con una expresión de extrañeza. Ahora tendría problemas en la
filmación del comercial donde debía aparecer semidesnuda. Solo a ella, reflexionó,
se le podía ocurrir pensar con tal fuerza al punto de clavarse una uña en el ombligo.
Se lo atribuyó a una rara historia de un escorpión escuchada en la holograbadora
del apartamento de Tamiat, algo relacionado con una leyenda de siglos pasados.
Refunfuñando se dirigió al baño en busca de algo que curara la pequeña herida.
II
ALBUMAZER
PHILOLOGUS
Sobre Philologus, aquel amanecer, las sombras de las constelaciones. La luz era
pesada, como si hiciese un gran esfuerzo en penetrar las nieblas matutinas y éstas,
inconmovibles, opusiesen las manos abiertas y la empujasen hacia el astro emisor
que persistía. La gran cola de Scorpios en el cielo se tornaba rojiza a medida que la
luz avanzaba y, lentamente, tomaba forma en cumplimiento de un acuerdo no
escrito, hacia una presencia transitoria desde donde marcar el rumbo sin ser vista,
guiada con puntualidad y certeza por su dueño, el gran animal hecho de estrellas.
Todo era silencio en medio del movimiento desencadenado por el amanecer.
Millones de computadoras se conectaron con los centros de trabajo y comenzó, así,
la febril actividad. Otros millones conectaron sus transportes individuales a los
trenes de corriente que los enganchaban con premura y eficiencia. Aún así, el
silencio era total, sin voces ni rumores, sin claxons ni algarabía. Las grandes
centrales inteligentes recibían las conexiones de los empleados y quienes debían
moverse lo hacían conducidos por la energía silenciosa que, previa programación,
los dejaba salir en los puertos de destino. El veloz movimiento semejaba un
relámpago, miles de relámpagos que al unísono seguramente hacían parecer, desde
el espacio exterior, a la ciudad planeta como una bola sujeta por imanes en un
laboratorio y sometida a un entresijo de rayos láser. Los grandes corredores
dejaban entrar y salir las unidades individuales con gran presteza, cambiándolas de
rutas conforme las computadoras de cada una de ellas había programado el punto
de destino. Al momento de pasar a la ruta final un gran colchón de aire reducía la
velocidad drásticamente y cada usuario retomaba el control para dirigirse hacia los
grandes estacionamientos de los rascacielos donde tomarían los sujetadores
personales que los dejarían exactamente en la puerta de la oficina deseada.
Grandes plataformas impregnaban el aire con incienso y la mañana cambiaba de
color en la medida que Scorpios desaparecía en el escondite del espacio y los
robots implacables ensamblaban y producían bajo las órdenes emanadas de millones
de hombres y mujeres que sentados frente a las pantallas, aún en ropa de dormir,
manipulaban teclados emitiendo señales en la gran autopista de la información. Era
el olor a incienso el habitual en Philologus desde que se tomó la decisión de utilizar
todo espacio libre para nuevos rascacielos que albergaran oficinas y hogares, olor
que a medida que avanzaba la mañana era acompañado por las figuras que los
verdes rayos trazaban en la curvatura en señal de respeto por las inclinaciones
humanas hacia los fenómenos celestes. Esta mañana se reproducía un grabado de
un antiguo apellidado Durero en cuyos cuatro extremos viejos sabios jugaban con
esferas y en medio todas las grandes constelaciones eran representadas a la manera
de los pueblos primitivos. Al mediodía Durero sería retirado, como siempre al
mediodía, dado que el cambio de formación era la señal de la mitad de la jornada;
ya estaba anunciado que hoy sería colocado un mapa con la posición del zodíaco
hace 12 mil años en el cual Leo estaba al sur, en el verano, y Aquarius al norte, en
el invierno, pero era aún de mañana y Durero persistía desde las señales de los
satélites de comunicaciones y desde las estaciones de Philologus. Ofiuco Megeros
pasó las manos sobre su blanco uniforme y se propuso leer, sin lograrlo, los cuatro
letreros de las esquinas del grabado que se reproducía. Pocos segundos después
desistió del empeño dirigiendo su mirada hacia el gran cohete que se alzaba en la
plataforma y al que debía dar la aprobación final. Detuvo la mirada en el cintillo
azul que rodeaba la cápsula de la tripulación y no
sin cierto turbamiento la ventanilla en la que próximamente algún Comandante
dejaría caer sus pesadillas en viaje al infinito. Sacudió la cabeza alejándose de las
divagaciones para concentrarse en la computadora, aunque por poco tiempo, pues
la imagen que adornaba el cielo de la ciudad-planeta lo atraía de un modo singular.
Esta vez fijó la vista en el escorpión que alzaba su cola amenazadora sobre el
anciano del ángulo inferior derecho quien extendía una mano sobre la esfera y su
mente se dirigió irremediablemente a Leshaa Akrab.
"El mundo no vá más allá", se dijo en voz alta Albumazer desde su sabia vejez de
siglos y la mirada se le extravió sobre los podridos armarios y su mano apretó la
esfera y la encía sin dientes se mojó libidinosa ante la vista del culo de Leshaa
Akrab. Había gozado hasta el paroxismo la inserción de su figura en el grabado de
Durero en sustitución del otro sabio árabe. Le agradaba la idea de aparecer ante
desconocidos, ante gente que jamás podría identificarlo, perder la apreciada
privacidad sin perderla en una diversión inocente que le permitía confirmar la
persistencia de la humana condición. Sin embargo, el cansancio lo dominaba y una
inmensa desazón congestionaba sus huesos. Se levantó bruscamente tumbando la
mesita sobre la cual se había apoyado y comenzó a caminar sin destino sobre la
mullida alfombra. "Mi sabiduría es mi dolor", exclamó tambaleante, sosteniéndose a
duras penas con la ayuda de las largas uñas sobre las paredes. El porqué Leshaa
Akrab era algo que él mismo no había logrado responderse, aunque intuía que la
muchacha era simplemente la condición femenina, algo que nunca había conocido a
pesar de haber llegado más allá que cualquier otro en el conocimiento de las cosas
evidentes y de las cosas ocultas. Tal vez la turgencia de aquella espiga encantadora
lo había enamorado, idea que le hacía mostrar la vacía encía en una sonrisa terrible
y daba a sus ojos el brillo de la alquimia. Un poco más tranquilo el sabio se
arrellenó sobre unos cojines y comenzó a meditar sobre si mismo. Pensó si
suplantar al viejo sabio árabe en el grabado no era, en el fondo, una expresión de su
humanidad. El mismo era árabe, pero aquel artista había dibujado un rostro que no
era el suyo, el más sabio de entre todos sus paisanos, astrólogo, astrónomo,
alquimista, servidor leal de los Califas de Grendad, provechoso y sortario destino
que le había permitido la profundidad y la conciencia, la posibilidad de los viajes y
la comprobación ad infinitum de lo que ya sabía. El, que estuvo en los
conocimientos originales y que como Ulugh Beigh, príncipe tártaro, había
compuesto las tablas de la astronomía árabe con los antiguos nombres coptos y
egipcios. El, que se había cansado de los cuerpos humanos, obligación que había
vencido gracias a su elevación hasta las últimas potencias, pero que conservaba su
viejo carapacho, al menos para las escasas presentaciones públicas. El, siguiendo a
la esclava egipcia, a la cantante argentina, a la modelo de este mundo del silencio.
El, empegostándose de mierda, sangre, moco y pus en el interior de aquella mujer
luego de haber vencido la resistencia del escorpión. El, escribiente por traspuesto,
en momentos de travesuras, de conocimientos sobre el espacio que quizás jamás se
hubiesen alcanzado sin sus momentos de ocio y de reclamos a la extroversión,
ahora se divertía con la tecnología de este tiempo sin espacios libres y sirviendo de
polo de referencia a tres seres una mañana cualquiera en este mundo que ya para él
era uno cualquiera situado en ninguna parte, aunque sus conocimientos
astrológicos le permitiesen situar, con precisión y exactitud, lo que le viniera en
ganas situar .Cuando fue atardeciendo sobre Philologus, Albumazer vio en el cielo
las Peleiades, como las llamaba Píndaro, y comprendió el porqué de su navegación
y recordó que la séptima estrella se había extinguido por haberse acostado con
Sísifo de Corinto, un mortal, a fines del segundo milenio antes de aquel a quien
llamaron Cristo y una tranquilidad remozada fue llenándolo y hacia Taurus vió, una
vez más, la persecución infructuosa del hijo de Poseidón y con una carcajada
celebró que el escorpión volvía.
ISIDIS
La búsqueda comenzó hacia el norte, pasó por las fronteras, bordeó las altas
montañas y bajó al sur. En cada hospicio, en cada centro de asistencia, en cada sitio
de posible adopción, María Petrucci preguntó, indagó y revisó. Peso, tamaño,
edad, sitio de nacimiento, color de los ojos y el cabello, procedencia, participación
en la entrega de algún militar o de alguna oficina del anterior gobierno, todo,
minuciosamente. Hacia el sur llegó hasta Tierra del Fuego y escarbando en los
parajes miraba a cada joven de la estatura que estimaba tendría su hijo, controlaba
el color de los ojos, la nariz, algún rasgo que le permitiera identificarlo. Millares de
muchachos pasaron por sus ojos hasta que decidió encontrar el rostro grabado en
su memoria el día del parto, la pista del médico militar. Y hasta él llegó, pero no de
primera. Vió rostros conocidos en prisión y otros que no recordaba, pero el Comité
de Madres sabía perfectamente el nombre del doctor y su ubicación. El argumento
para defenderse fué muy simple: se limitaba a atender los partos y desconocía lo
que los altos jerarcas hacían con los niños. La desesperación de Leshaa se tradujo
en un llanto compulsivo. Albumazer la llamó con el nombre de María. La noche se
posesionó de la ciudad-planeta. En el cielo, a miles de años-luz, los rayos scorpius
X-R1 parecían una estrella azul.
EL PARTO DE LESHAA
"Aún no", fué la breve advertencia de Albumazer cuando Leshaa, después del
largo sueño, pretendió incorporarse. El dolor era insoportable y los cabellos de la
mujer parecían recién cortados, al ras de los hombros, en el negro esplendoroso de
siempre. Percibió que el aire entraba de nuevo a sus pulmones y que la muerte que
había llegado por asfixia se disipaba en un nuevo soplo de aire. La sorpresa de
asistir en la oscuridad en que había muerto a la agradable sensación de la vida le
pareció a Leshaa una bendición. Recordaba la búsqueda del hijo perdido, pero lo
sentía tan lejano como los siglos en que Philologus disfrutaba de grandes y verdes
praderas o la polución del ambiente era desconocida. Ante sus ojos se encendió
una llama y pudo ver como el hijo de María era introducido en ella y el cuerpo
comenzaba a quemarse sin que se oyera un lamento y la carne se derritiera. La
estridencia de un pájaro tomó posesión de la clausura mientras un chorro de aceite
manaba de algún lugar indeterminado sobre el cuerpo reaparecido del muchacho y
manos invisibles lo envolvían en lino. Leshaa sintió que había terminado una
pesadilla, pero, en realidad, comenzaba otra tal como la advirtió la voz del anciano:
"Aún no", repitió monocorde.
La mujer tomó conciencia del encierro en las profundidades de la tumba y pudo
recordarlo todo, especialmente la procesión fúnebre, el ahogo y Selket y el
escorpión inmovilizando la última esperanza. Sentía tirante la piel del vientre,
pero lo atribuyó a la inmovilidad de la muerte hasta que Albumazer recordó a la
mujer que estaba en el día l4 de su postración. No captó el significado hasta que los
dolores de parto asolaron su cuerpo y el rasgarse de su ombligo la hizo gritar. Alzó
la cabeza en busca del ser que se asomaba y pudo ver la primera pinza del primer
escorpión. Dejó caer la cabeza sobre la almohada y contó hasta que no pudo más.
Apretó los dientes y desfiguró el rostro en una espantosa mueca mientras los
brazos en cruz buscaban en vano asirse de inexistentes columnas.
Los escorpiones se fueron agrupando en torno al que parecía ser el líder. Estaban
todos, en su inmensa variedad, con su inmenso poder de muerte. Sobre él fueron
vertiendo el veneno. Albumazer seguía la especie de danza sin inmutarse. El líder,
una vez recibidas las cargas de sus subordinados, se volteó hacia el anciano quien
lo vió venir dirigiéndole una mirada inexpresiva. Se le fue avecinando con la cola
erguida, anunciado el propósito, impecable en su marcha. El hombre cerró los
brazos sobre su pecho y recordó el momento en que había desafiado al escorpión
guardián del ombligo de Leshaa para penetrar en el cumplimiento de la Nekyia, la
danza frenética sobre la tentación femenina, la cópula, el macho devorado y el
engendro a cuyas consecuencias ahora asistía impertérrito. Sabía que el momento
llegaría cuando terminase este segundo viaje. El enorme escorpión descargó toda
su furia contra Albumazer. El anciano sintió que la fiebre se apoderaba de su
cuerpo y la respiración se le tornaba difícil. Comenzó a murmurar esta vez en un
lenguaje inintelegible mientras el gran escorpión quedaba paralizado y todos sus
secuaces parecían poner una especial atención a las palabras que salían de la
garganta reseca. La respiración del hombre se fue normalizando y el animal sintió
que la piel se enfriaba. Intentó un retroceso en espera de que se descargara sobre él
algún golpe, pero no sucedió nada. Leshaa sintió una fuerte presión en el pecho y
regresó a la posición de cuclillas sobre el lecho. Tenía la visión borrosa y a ello
atribuyó que la imagen de Albumazer se le estuviese diluyendo paso a paso. Vió, no
obstante, como la larga fila de escorpiones abandonaba la habitación y decidió
tocarse, como para reconocerse, para encontrarse a si misma. Fue recobrando el
control y se dió cuenta de que no era su vista la que la engañaba, dado que
Albumazer se esfumaba lentamente, con parsimonia, como ejecutando una
operación calculada con esmero. La última cosa que vio fue la cabellera blanca del
anciano como envuelta en un resplandor, hasta que, finalmente,se apagó, como de
repente se apagó en su memoria el cuerpo del hijo de María Petrucci quemándose
en la hoguera. Un extraño ruido de pájaro sobresaltó a la mujer cuando se vestía
para partir.
III
ERIDANUS
MACLA
"Sin el mensaje arribado aquella tarde tal vez hubiese sido más feliz en la
intimidad del poderoso. En la tableta él había rasgado los signos de mi desdicha.
Confesaba su amor con ternura y asomaba la idea de la huída a través del mar hacia
la tierra de Palestina como si se tratase de ocupar una habitación sobre el mercado
y las tiendas de colores de los parientes. Arriesgaba la hipótesis de aquel que nos
sacaría a todos hacia la Tierra Prometida, tal vez embriagado por la seductora
barba del anciano, por sus ojos de recio carácter y su verbo encendido. El sueño lo
deshice ante la autoritaria decisión del poderoso prendido de mis ojos violetas, de
mi cabellera ondulada como las arenas donde el monumento sería erigido y de mi
cuerpo flexible ante el ventarrón de su poder. Me había visto una tarde y habíase
prometido a si mismo que rodearía mi cintura con sus brazos y colmaría con uvas
mi sed y sustituiría mis sandalias de duro cuero de cabra por otras de piel de
camello ablandadas en elíxires de rosas y de aceites. No fue, en verdad, la
perentoriedad de la orden, más bien los ojos tristes del más joven de mis hermanos,
las manos llagosas de mi madre y el rostro curtido de mi padre. No excuso la
tentación de la abundancia para mi misma, oler las suaves fragancias o comer los
delicados platos prohibidos a mi religión. Alego la voz cansona de los sacerdotes
predicando contra la bondad del profeta cuya dulzura pude percibir a escondidas
tras los cetos y un mensaje donde el amor era suplantado en los papiros con suma
arrogancia. Admito la tentación del sexo entre sedas en lugar de los ásperos
cobertores de lana sin curtir y, también, que el poderoso me poseería
ocasionalmente, no cubriendo suficientemente mi cuerpo con el suyo para opacar
las ventajas del palacio, aunque, luego, al hacerme su favorita en desprecio de las
bellezas que desperdigaban el ocio, pude saber de su hambre y obtener el placer en
abundancia. Confieso que llegué a amar al poderoso. Conmigo era un hombre
enamorado que da lo que tiene al objeto de su amor. Nada faltó hacia la modesta
casa y mi madre recuperó la sonrisa y mi hermano el triste fue ofrecido con la
regalía de los ejércitos y mi padre afortunado con abundantes compras y mis demás
hermanos ejercitados como capataces en el arte de transportar las piedras hacia la
extensión abierta. Lo recordaba, es verdad, como se recuerda al pasado que se
embarca sobre los juncos flotantes que abandonan los tiempos y marchan hacia lo
desconocido. Lo asocié a las escasas noticias que se colaban hacia la privacidad en
que estaba envuelta y siempre una sonrisa de cariño asomó a mi rostro como se
sonríe ante la inocencia del niño. La ternura del poderoso también arrancaba mis
sonrisas y con el tiempo reí con él como con un amante elegido por el amor y no
por el poder. Jamás habló de mi pasado ni de mi pueblo, jamás comentó las
aventuras de su imperio, ni las desdichas de las plagas que sabíamos azotaban las
cosechas, nunca dijo nada que no fuese dulce y amoroso. Estoy convencida que fuí
el único oasis en aquel desierto feroz del poderoso. Eso me hacía importante y
feliz. Jamás temió nada y dormía placidamente en mi regazo luego de amarme. Yo,
al inicio, permanecía despierta, temiendo que se levantase procurando un servicio,
pero, luego, dormía con él en total placidez sabiendo que no habría órdenes sino
una mirada dulce como el sol poniente rescatando de nuevo mis senos para sus
manos y mi sexo para el suyo. No puedo precisar el tiempo del embelezo, pero sé
que fue largo y sostenido hasta el punto de ver las arrugas brotar en mi rostro y los
arrepentimientos desaparecer de mi memoria y ver la gran construcción alzarse
pronosticando su muerte y la mía. Si hubiese sido de su raza me habría hecho su
esposa, pero lo fuí, fuí miel para las heridas del poder, blanda gaza para atemperar
sus angustias y manantial de agua ligera para calmar sus ardores. Fuí esposa, tal
como lo había concebido en mis sueños primeros. Noté que todo se aproximaba en
su respiración fatigosa que aumentaba día a día como un trueno empapado. Yo no
supe de mediciones del tiempo, mi tiempo era él y mi distracción la música que el
poderoso ordenaba conociendo mis deseos. La escuché tanto, inclusive en ondas de
otras tierras, que me aventuré a escribir algunas cortas letras que los músicos se
llevaban con la promesa de no decir jamás quien las había ordenado sobre los
trozos de papiro con nerviosidad revelada en los gruesos trazos de tinta. La vida no
tuvo interrupciones, sobresaltos o dolores. Ni en los peores momentos en que
rumores circulaban o las grandes noticias llegaban en boca de la servidumbre tuve
la ocasión de preocuparme. Sabía como terminaría, sabía que él no me dejaría en el
momento de la muerte, convencido conforme a su cultura de la compañía en el
viaje, y yo sabía que nada haría con quedarme de este lado de la cortina tenue, si es
que tal decisión hubiese estado a mi alcance. Me había convencido del cruce de la
gran canoa sobre el río de la eternidad y tal convicción ahuyentaba, además,
cualquier duda. Seguiríamos juntos, tal vez más juntos, con los pocos sirvientes y la
abundante provisión y las riquezas y tal vez sería formalmente su esposa en el
territorio de la muerte. Sabía que mi alma iría de esta pirámide de piedra a otra de
cristal y que cuando la asfixia me venciese en la pequeña recámara donde la diosa y
el escorpión estarían vigilantes, podría escoger si me tocaba volver y otra
caparazón de carne y piel me permitiría identificarlo en las cercanías. El me miró
aquella noche sin ordenar, invitando, y le devolví la sonrisa más bella que mis labios
hubieren jamás dibujado. Me dijo del olor que quería percibir mientras la procesión
lo portase, yo le dije de mi ausencia de miedo...
el río del juez tiene las escalas
de los estrados donde las llamas
cambian de color e intensidad y
los silencios están proscritos...
desde Eridanus se imparte la jus-
ticia con la voz gloriosa a todos
los que han dejado la carne allá
abajo en el cumplimiento de las
misiones...acrisolados los justos
con el chance de ganar ofrendas
en este río del Juez por haber
aprendido la verdad...toca a esta
semilla de mujer...
DENDERAH
Detrás de la liebre el perro, detrás del perro el lobo, detrás del lobo el león,
detrás del león la serpiente, sobre la serpiente la copa. Gira el zodíaco de Denderah
en sus cinco círculos con el ave de alas abiertas que parece esperar el arribo del
violín. El centauro porta en la mano izquierda la semilla de mujer, la semilla con
voluntad y misión, pasando el dragón y el pez, el arquero y las balanzas, hacia
Philologus donde la cópula fertilizadora se realiza, donde los sexos se entrelazan,
donde corren los poderes germinadores del coito, donde se ha decidido que sea en
Scorpio que la semilla de mujer tome forma y sea halada hacia la vida en carne y
llanto. Y llora la que será llamada Leshaa, con Ramus Pomifer brillando y el cordón
umbilical enrollado como Unuk, la que circunda. La semilla de mujer tiene cabello
en abundancia con un mechón en forma de rayo sobre la frente, oscura la piel y
moreteadas las uñas, leves rayas los ojos cerrados, la que sale, la que se vierte, la
que tiene una rajadura violácea, como la punta de la gran cola del cuidador de las
entradas.
Fémina para aprender la condición del alma masculina, en las anteriores
ocasiones oportunidad desperdiciada, para inhalar con los nuevos métodos y los
portentosos avances la permanencia de lo humano hasta bajar al inframundo y subir
hacia las constelaciones donde está escrita la parábola. Del tormento del aire y la
desazón comprimida, a cumplir el aprendizaje, la transmisión de los códigos, la
enervación de los senos, la pose para los fotógrafos , el arribo del caprichoso que
puede ayudar, si se enamora, a soportar los castigos infringidos como precio a la
muerte. Exhibe el culo en los túneles de energía, la turgencia de las pequeñas tetas
apuntadas hacia Orión en los microfilmes individuales, muéstrate, preséntate,
confunde, encabrita, desahoga. Con ello vé a ejercer el libre albedrío que te queda,
que la mentira está sembrada para provocar la confusión, crece semilla de mujer
con escasos parámetros, ejerce tu condición a plenitud en los nuevos tiempos
humanos, aprende del alma masculina como misión a medir cuando regreses a la
pirámide de cristal, a los ascensores y a las categorías, cuando será que puedas
hablar o cuando ya no puedas comunicarte. Conocerás de Tauro cuando
Menkilinon una las cabras y puedas percibir en las noches claras a Nath y mates a
una de ellas y el castigo te llegue y recomiences, cansada y agobiada, a vivir bajo la
experiencia de las idas anteriores.
En las vecindades estarán todos, con el poder se pueden hacer versiones, las
mujeres que lloraban en la pirámide lloraron en la cárcel y llorarán de nuevo, el que
se fue en la barca buscando en el gran mar volvió en un avión a cambiar y se irá en
una nave espacial que no despegará, el del inmenso dominio fue el que decidió los
vejámenes y el reparto indiscriminado de los seres inocentes e intentará la suprema
forma del injerto, la procesión fúnebre se reflejó en los gritos de la muerte en la
mazmorra y volverá, la amante fiel fue violada por los sicarios y sobre el sexo
exterminará al que sostenía la serpiente. Uno fue otro y será de nuevo alguien,
siempre en las cercanías, en el grupo, almas que se conocen y se reencuentran, esta
vez casi en roles idénticos para que la semilla de mujer se nutra y crezca de tanta
cercanía con las mismas condiciones, dé origen a otra y así hasta que pueda
quedarse en la pirámide de cristal y ya no vuelva, seminal, a la carne del castigo, a
la carne que se corrompe y pudre, hasta que suba a las categoría donde la
comunicación con los mortales está vedada. Las formas de piedra de piedra
volvieron a ser y ahora de cristal serán,de metal eran muchas de las vestimentas que
fueron de algodón y de metal vuelven a ser, del ruido sobre la madera del andar de
las rocas al de los carros de combate sobre orugas al crujir monótono de los
motores a reacción, de las callejuelas a las avenidas a las grandes vías eléctricas de
ultravelocidad, de los suaves pechos morenos de pezones rosados a los suaves
pechos morenos de pezones rosados y a los suaves pechos morenos de pezones
rosados, de la privacidad del poderoso a la abundancia de los amantes y a la
abundancia de amantes más los libidinosos que los ven en carteles y en films. Vetas
permanentes de la semilla de mujer serán enriquecidas pero permanentes seguirán,
peplo, cíngulo, clámides, cucurucha, cola, brial, gola, gorguera, basquiña, calzones,
pantaletas, en la fila larga sosteniendo la copa, desnudez de todo sobre los juncos
trenzados y la paja ablandada, sobre los colchones de agua que se mueven y en las
superficies de aire con resistencia calculada, desde el dominio suave hasta el de la
confrontación hasta el de la pasiva complicidad.
Así, desde el halcón del largo penacho para que encuentre al que salva y entrega
y tal vez la primavera aún sobre Philologus donde las estaciones se perdieron y el
Alción presida la mesa del jurado para el brillo de Orión y el poder justiciero de su
espada y la estrella que nació de mujer pueda hacerse fértil tal vez girando en
espiral a la gran velocidad de los signos con el clamor de quien gime.
EL EJERCITO DE ESCORPIONES
Bajaron las paredes con sigilo y prisa, sosteniéndose unos a otros en los
insterticios de las piedras y parecieron inmunes al calor del desierto. Se formaron
en dos largas hileras, como manchas de arena mal molida por los vientos. El que
estaba sobre Selket saltó y mostró la voluntad de encabezar la procesión mientras
aquella penetró el espacio central una vez confirmada la desaparición del oxígeno y
la presencia indiscutible de la muerte. Comenzaron a andar sin rumbo aparente,
pero la evidencia de un objetivo se fue patentizando en la medida en que las filas
parecían disminuir y los que quedaban cerraban los vacíos como si el poderoso
muerto y la amada confundidos en la serenidad de la bóveda celeste les impusieran
el destino. Salían seguros hacia la carne y se hundían a buscar lugar, se recogían en
las entradas de los laberintos y parecían desaparecer en el blandor de lo femenino.
Las hembras se mimetizaban como adormecidas, en el descanso que sería
interrumpido por los buscadores de los viajes que despertarían a los machos al
cumplimiento del deber y a la inevitable cópula devoradora. A medida que las filas
disminuían, Selket parecía evaporarse en medio del terrible calor, se hacía vapor en
medio de la turbulencia de la arena hirviente.
Se lanzaban al agua desde las rocas perforadas por las algas podridas y hacían
filas entre la espuma de la costa de la isla. Apenas las primeras pinzas afloraban
semejantes a dos caminos de piedras trazados con precisión sobre la solidez del
agua. Los gritos ahogados parecían reflotar de los vientres desinflados de las
mujeres prisioneras. Entre las dos hileras comenzaron a pasar las sombras
deformes, a veces de brazos hinchados y de cabezas hundidas, a veces de largos
dedos que semejaban raíces desprovistas de troncos o marejadas de vómitos. El
zumbido de las sombras se entremezclaba con las olas serruchadas por las pinzas,
mientras la luz de los reflectores de la prisión parecían concentrarse en el centro
demarcado por las dos hileras. Las filas se fueron estrechando a medida que uno a
uno se separaban y las sombras se difuminaban como concentrándose en una sola.
Con la sal impregnándolos fueron encontrando su lugar, aquietándose en las bocas
húmedas de las entradas. Las hembras arquearon levemente las púas cuando
comenzaron a ubicarse en la espera.
24 de octubre
Pandinus, heterometrus, Alpha Scorpi, vejori, boreus, imperatur, gigantoscorpio,
paroructonus mesaensis, isometrus maculatus, diplocentrus hasethi, bothriurus
bonariensis, uroctonus modax, vaejovis boreus, capathicus, vittatus, hidruros, la
trituración de los carapachos, la masacre de las individualidades, la conformación
de los brillos, con las espigas de granos en la mano recibe el asentamiento del gran
escorpión, desde las sandalias sube a aposentarse en la faz de la naturaleza y
envolver los mares, con la forma del cabello que está sobre las paredes de los
templos, con el cabello negro que corre por la ciudad del gran río, con la
impaciencia de la mano que entra a socorrer la electricidad de los rayos en lluvia.
Semilla de mujer en cuerpo mixto para apuntar al lobo con la luz en la pata del
caballo, desde la pérdida y desde el caminar sobre el planeta. Mezcla, aplastamiento
con los mismos pies del vino, danza que preanuncia aquella que se librará en el
ombligo de la gran mujer de las muchas estrellas y en los muchos verdores de
muchos ombligos cada vez que alguien pretenda la gran entrada hacia el pus y los
muertos en harapos. Carapachos, pinzas, nombres, en la identificación, en la gran
marcha por el firmamento, en dos hileras hasta hacerse una, en akrab, bajo el pie
del amante que sostiene la serpiente sobre el río de los juicios. Uno a uno entran en
la otra fila para hacerse forma sobre la bóveda, en la danza que entrecruza, para
alargarse en línea que se curva y dibuja y adopta la gran púa y unos ojos y una
lengua bípeda y una gran pasión de batirse en los territorios de suaves vellos, en el
condimento humano, en los astros, con los vecinos perplejos, con los invasores que
pretenden encontrar la condición en el descenso para regresar a ver las
constelaciones hacerse humanas en el círculo de carne.
INCERTUM 3 O LA FORMACION DEL GRAN ESCORPION:
con esta carne que raspa hay un tornillo en la butaca y las manchas se mueven en
el papel y las letras se entrecruzan y yo me hago aquel y aquel se hace este otro y
desnudos en el escenario nos confundimos al ver para arriba donde los móviles
escenifican y la cabezas se vomitan, éste negro y espeso tinta negra actuación
desbordada, las manos se queman de luz mientras la oscuridad resplandece,
gemidos detrás del escenario que ha sido asumido como escenario, las ansias de
salir del teatro, hay fuego hay fuego huir los extintores los acomodadores que
también se desnudan o se visten con la ropa que los actores fueron dejando en los
pasillos. La actriz suprema abre las piernas y una lluvia de lacios cabellos y
trepamos huyendo, escalando, llenando de flores las rodillas adoloridas, los
huesos de las rodillas quieren irse solos al paseo de los huesos, las pisadas del
caballo retumban, el roce del escorpión al aposentarse produce cosquilleos en el
ombligo, y lanzamos papelillo y serpentinas y recaen enfermos e impresos y
corremos a leerlos moviéndonos al capricho del gran ventilador y debemos
contorsionarnos, actuar, el culebreo, los brazos flacos y peludos, el polvo cae
sobre los cabellos y no nos detenemos en la lectura, en este recitar que tuerce los
cuellos y produce llagas con el calor de estos actores frenéticos y la
escenificación exige trepar por los lacios cabellos del pubis de la gran semilla de
mujer que cayó del techo y nos vamos haciendo dos hileras paralelas y nos
pasamos de una fila a otra y es una crineja, un menjurje baboso
oqwjdxQRNUXADQUIO la lengua se estira la lengua se enrolla y de ella el
primer llanto que siempre es el primero aparece pataleando en la confusión de la
escena, orden, orden, a retomar los guiones, a limpiarse los culos con esos
papeles amargos que harán arder los esfínteres, así se leerá mierda, se actuará
mierda, se untará mierda, los jabones para refregarlos en las paredes, el agua
para movilizar la gran cagada de los actores de la cúpula que han metido la pata,
la semilla de mujer, la semilla, la cáscara tostada de romper con los dientes, dura
como caparazón de escorpión, arcionosa, envolvente de todos lejos pero allí está
bcbasncqy con paticas y bracitos y dientecitos inmensas patas desmesurados
brazos dientes de la dimensión de astro.
LAS HISTORIAS
De los títulos
I.-
Nekyia: todo viaje místico de la mitología universal, visita al mundo subterráneo; para alcanzar
las esferas luminosas de los mundos superiores es necesario bajar primero al fondo de los
infiernos inferiores; la nekyia descansa en un plano mental, es un descenso al infierno de la
mente.
Kairos: el momento preciso para iniciar la nekyia por una puerta estrecha.
Centruroides limpidus: especie de escorpión.
Incertum: la primera pinza del escorpión; no enteramente visible.
Katabasis: un preciso momento en el descenso hacia los infiernos interiores.
Pedipalpo: relativo al escorpión (y a los arácnidos en general); cada uno de los palpos en forma
de patas.
Dedalus: laberinto por el cual se baja; en el origen de la palabra teatro.
Asterion: en algunos mitos, el minotauro; estrella de cinco puntas. El centro del mundo
subterráneo.
Bardo: la espera antes de la elevación.
Anabasis: el recorrido por los círculos planetarios de las regiones interiores y de allí a los
planos de la jerarquía celeste.
II.-
Albumazer: mago, astrólogo y alquimista de probable existencia en la remota antiguedad en las
cortes de los Califas de Grendad.
Isidis: la constelación de Escorpio en copto.
III.-
Eridanus: en la constelación de Tauro, el río del juez.
Macla: asociación simétrica de dos o más cristales de una misma especie mineral.
Denderah: el antiguo zodíaco de Denderah (de aproximadamente 2000 años antes de Cristo).
De los nombres de los personajes principales:
Leshaa Akrab: En hebreo, Akrab, nombre de la constelación de Escorpio; Leshaa, en caldeo
(Lesha), la púa del escorpión. Las estrellas de la cola de Escorpio son tambien llamadas leshaa.
Ofiuco Megeros: De Ophiuchus, de la constelación de Escorpio; es quien sostiene es sus manos
la serpiente y es mordido en un tobillo por el escorpión al que trata de aplastar con su otro pie.
Megeros, nombre de una estrella de esta constelación; significa "el competidor".
Tamiat: Por Tiamat, en Babilonia, creador de monstruos que entraron en rebelión contra los
dioses.
INDICE
I.-NEKYIA
Kairos......................
Centruorides limpidus.......
Incertum....................
Katabasis...................
Pedipalpo...................
Dedalus.....................
Asterion....................
Bardo.......................
Anabasis....................
II.-ALBUMAZER
Philologus..................
Isidis......................
Estrella azul...............
El parto de Leshaa..........
III.-ERIDANUS
Macla.......................
Denderah....................
El ejército de escorpiones..
Las historias...............
Leshaa regresa a casa.......
GLOSARIO....................