Henry llega inesperadamente a casa de trabajar dos horas antes de tiempo.
En lugar de darle un saludo amistoso, su compañero Andy, que ha tenido el día libre, lo mira de soslayo en silencio y se aleja. Henry está confuso por la reacción, e incierto en cuanto a qué hacer. Abre una cerveza, se sienta en el sofá y enciende la televisión. Unos momentos más tarde Andy regresa, con una cara un poco más feliz, y dice: “No comamos en casa esta noche. ¿Qué tal si salimos? Invito.” Henry responde golpeando la mesa de café con la lata de cerveza, y se va hacia la habitación. Ahora Andy es el confundido. ¿Qué pasa aquí? Estas reacciones desconcertantes se hacen comprensibles cuando comprendemos los fugaces pensamientos automáticos que los provocaron. Cuando Enrique llegó a la casa temprano, Andy pensó “Probablemente me está chequeando para asegurarse de que no estoy engañándolo. No confía en mí.” Cuando Andy sugirió salir junto a cenar, Henry pensó “Debe estar buscando una excusa para no estar en casa y evitar tener sexo conmigo. Ya no lo atraigo más.” Como el psicólogo cognitivo Aaron Beck explica: “A primera vista, parece que lo que otras personas hagan conduce directamente a nuestras reacciones de ira, ansiedad, tristeza, etc. Decimos (o al menos pensamos) cosas como “Tú me enojas” o “Me pones nervioso”. ‘Pero estas declaraciones no son estrictamente exactas. Ellas son cierta sólo en que nosotros no habríamos experimentado la experiencia emoción específica (ira, ansiedad, tristeza) si la otra persona no hubiera actuado de esa manera. Pero las acciones de la otra persona representan simplemente hechos que nosotros interpretamos. Nuestra respuesta emocional se desprende de nuestra interpretación, más que del acto en sí.’ O, como el filósofo estoico Epicteto dijo sucintamente “Los hombres no se preocupa por las cosas, sino por la opinión que se forman de ellas. " El problema es que las opiniones que se forman de las cosas tienden a surgir en forma de pensamientos fugaces automáticos que se producen tan rápidamente, y que son tan habituales, que vuelan por debajo del radar de nuestra conciencia. Estas ideas suelen venir en forma condensada y no en oraciones completas. El pensamiento automático de Andy, por ejemplo, puede haber sido algo así como “comprobando… engañando… no confía” Una serie de pensamientos automáticos constituye un monólogo interior, y todos nosotros llevamos estos monólogos interiores todo el tiempo. Estamos constantemente interpretando, evaluando y juzgando las acciones de otras personas, y la mayor parte del tiempo no estamos conscientes del hecho de que lo hacemos. Lo que está realmente sucediendo se fusiona con nuestra evaluación de ella. Asumimos que nuestros pensamientos automáticos son válidos y no necesitamos examinarlos. No hay nada intrínsecamente loco acerca del pensamiento automático, de hecho, no podríamos vivir sin él. Dado que nunca podremos conocer directamente de otra persona sus pensamientos, sentimientos, o motivaciones, hemos de hacer interpretaciones con el fin de hacer sentido de lo que hacen los demás. El problema es que todos tenemos incorporados en la mente prejuicios, generalmente basados en las experiencias de la infancia, que distorsionan nuestras interpretaciones. Lo que Andy interpretó de la llegada temprana de Henry, por ejemplo, se basa en experiencias de la niñez, de sus padres sospechosos y controladores; y la creencia de Henry, de que la oferta de Andy de llevarlo a cenar era un rechazo sexual, se basa en previas experiencias de rechazo por parte de sus padres. La buena noticia es que nuestros pensamientos automáticos son lo que Freud llamó “pre-conscientes”, en lugar de inconscientes, lo cual significa que son accesibles a examen consciente. Al desarrollar el hábito de “mirar antes de saltar”, de examinar nuestras suposiciones antes de actuar sobre ellas, nos volvemos más propensos a ser más consciente y, por tanto, más en control de nuestros prejuicios. Estas son algunas de las directrices generales de Aaron Beck para hacer frente a los pensamientos automáticos: “trate de identificar situaciones problemáticas y los significados que le atribuye a ellos… Resista la tendencia natural a aceptar estas ideas como verdades simplemente porque ‘se sienten correctas’ o ‘parecen razonables’. Examine y busque pruebas en su apoyo, evidencias contradictorias, explicaciones alternativas, e inferencias más lógicas. Opóngase a la tentación de caer en su bien trabajada reacción saboteadora, como represalia, defensa, o aislamiento. Una interpretación negativa es más probable que se convierta en una convicción si actúas en su asunción. Las parejas se pueden activamente asistir de forma mutua en este proceso de auto-examen. En la consejería de parejas, por ejemplo, Henry y Andy han acordado que cada vez que vean que la otra persona reacciona desde lo que parecen ser prejuicios automáticos, ellos evitarán la tentación de tomar represalias o aislarse defensivamente, y en lugar decir algo como, “Creo que debemos hablar acerca de lo que acaba de suceder. ¿Qué estabas pensando en ese momento?” Se están dando cuenta que practicar esta sencilla corrección de curso convierte posibles conflictos en oportunidades para el apoyo mutuo y una mayor comprensión. Para aquellos que desean obtener más información sobre estrategias eficaces para responder a pensamientos destructivos automáticos, el excelente libro de Aaron Beck, El amor nunca es suficiente, es una excelente guía práctica para la utilización de los principios de la terapia cognitiva para superar los prejuicios que causan tantos conflictos innecesarios en las relaciones. Lo recomiendo altamente.
Tom Moon MFT, psicoterapista de San Francisco.
http://www.tommoon.net Traducido del Inglés al Español por Gladiolo.