Está en la página 1de 8

CINCUENTA AÑOS DESPUÉS :

UNA VISIÓN HISTÓRICA DE LAS


JUNTAS DE EXTINCIÓN DE
ANIMALES DAÑINOS
Y PROTECCIÓN A LA CAZA
Carlos M. Paulos Rey

“El control de las alimañas por muerte selectiva es asunto para manos
especialistas dirigidas por mentes que tengan un exacto conocimiento de las relaciones
ecológicas que ligan al animal presa y al animal predactor. Tampoco podemos
desconocer que en determinados casos las alimañas rompen el equilibrio biológico y
llegan a ser excesivamente abundantes en relación con la especie sobre la que hacen
presa. En estas circunstancias resulta conveniente facilitar su control y aumentar la
protección de las que estamos pretendiendo salvaguardar.” 1

Pocos cazadores en activo pueden recordar la actuación de los alimañeros en


los campos españoles a mediados de la década de los cincuenta del pasado siglo, y
muchos menos podrían comprender que hoy la administración amparase mediante
reglamentos y premios el exterminio masivo de gran número de las especies protegidas
de nuestra fauna silvestre. Sin embargo, ésa fue una realidad cotidiana en el mundo
rural hace cincuenta años, cuando las Juntas de Extinción estaban en su apogeo tras
su creación en el año 1953, dando muerte a más de 650.000 ejemplares de animales
dañinos. Actualmente se ha recuperado la figura del cazador de alimañas, pero
concebida como un elemento más de la gestión cinegética y así, la Ley 4/96 de Caza
de Castilla y León menciona en su artículo 50 al “Especialista en Control de
Predadores”.

El alimañero ha existido históricamente en nuestra


sociedad y su labor siempre fue legislada, desde las
cédulas reales medievales que favorecían y premiaban
particularmente a los que capturasen lobos, osos, raposas
y otras “salvajinas” hasta la formación del estado moderno
que legisla genéricamente para beneficio y salvaguarda de
los bienes de agricultores y ganaderos. Cuando la caza
comienza a considerarse económicamente a finales del
siglo XIX, las leyes de 1834 y 1902 premian la captura de
los animales llamados dañinos por alimentarse de las
especies tradicionalmente cinegéticas. La Real Orden de 7
de julio de 1915 establece las recompensas que los
ayuntamientos deben abonar a los alimañeros, y estuvo
vigente hasta su derogación por la Ley de Caza de 1970,
por la que las llamadas tradicionalmente alimañas pasan a
ser consideradas piezas de caza mayor (lobo y lince) o
menor, a pesar de las numerosas protestas del sector

1
ganadero. Los artículos 23.3 y 25.5 hacen únicamente referencia a partir de entonces a
“animales peligrosos para las personas o perjudiciales para la agricultura, la ganadería
o la caza”.2 Desde ese momento su persecución debe estar motivada y sujeta a
autorizaciones administrativas para lugares, tiempos y especies concretas. En este
contexto legal y temporal debemos situar la aparición de las Juntas de Extinción de
Animales Dañinos, aunque no se trató de un caso singularmente español, pues
organismos similares venían desarrollando su labor en Estados Unidos, Canadá,
Francia y los países escandinavos.

Las Juntas de Extinción

Las Juntas Provinciales de Extinción de Animales Dañinos y Protección a la Caza,


dependientes de la Dirección General de Montes, Caza y Pesca Fluvial, se debían
constituir obligatoriamente en todas las provincias españolas de acuerdo con lo
dispuesto en el Decreto de 11 de Agosto de 1953 del Ministerio de Agricultura 3. En el
artículo segundo de este Decreto se establecían los fines de estos organismos:

a) Organizar los planes de lucha contra las alimañas, coordinando, si preciso fuera,
la actuación de cada Junta con las provincias limítrofes.
b) Administrar los bienes de la Junta.
c) Procurar el suministro y distribución de venenos, lazos y demás medios de
extinción.
d) Premiar a los alimañeros y a cuantos demuestres de modo fehaciente su
aportación en la lucha contra los animales dañinos
e) Proponer al Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza las medidas encaminadas
a la protección de la riqueza cinegética.
f) Indemnizar en los casos comprobados los daños producidos por las alimañas y
en los que alude el artículo cuarto de la Orden de 30 de Octubre de 1952 a los
perjudicados por especies sujetas a protección especial 4.
g) Formar las estadísticas anuales provinciales correspondientes.

Resulta curioso comprobar que estos fines chocan frontalmente con el contenido del
Convenio de París 9 de enero de 1954 para la protección de pájaros útiles a la
agricultura, ratificado por el España el 15 de julio de 1955 5. Es más, es a partir de 1955
cuando las Juntas recientemente constituidas empiezan a tener una actividad regular y
sistemática, como demuestran los datos anuales aportados por las memorias
provinciales. En el artículo 5º del Convenio se menciona textualmente que las Altas
Partes contratantes se comprometen a prohibir los métodos enumerados más adelante:

En su apartado a) los lazos, la liga, las trampas, los anzuelos, las redes, los cebos
envenenados, los estupefacientes y los cimbeles ciegos. Y más concretamente para el
estudio que nos ocupa el apartado i) es tajante, se prohíbe “la institución de
recompensas por la captura o destrucción de pájaros.”

El Convenio preveía excepciones a estas prohibiciones en el artículo 6º, mediante


autorizaciones individuales en el caso de que “en una región determinada, una especie
llegase a comprometer el porvenir de determinadas producciones agrícolas o animales

2
por los daños que ocasionase en los campos, viñas, huertas, vergeles, bosques, en la
caza y en la pesca…” Este convenio estuvo vigente hasta la adhesión española a la
Comunidad Europea y la asimilación de las directivas comunitarias de aves y hábitats.
Es ilógico pensar que las autoridades de la época lo desconociesen, salvo por un alto
grado de descoordinación entre departamentos o una intencionalidad manifiesta de
ignorarlo. En cualquier caso, no hay constancia de que ninguna autoridad supranacional
sancionase al estado español por su incumplimiento.

El Decreto de creación de las Juntas regulaba también la composición de las


mismas y su organización local y comarcal. Los gastos que originaba y las
indemnizaciones que otorgaba se financiaban con los fondos aportados
obligatoriamente por cada Ayuntamiento y con los donativos de particulares,
generalmente grandes terratenientes, agrupaciones de ganaderos, etc. El presupuesto
total otorgado por el Ministerio de Agricultura en este período ascendió a 726.000 Ptas.
Sin embargo, podemos hacernos una idea de la importancia económica de las
aportaciones municipales y particulares a estos organismos si consideramos que el
importe total de los premios otorgados fue de cuatro millones de pesetas.

Aunque el Decreto establecía la


obligatoriedad de constituir Juntas
en todas las provincias, tan sólo
fueron efectivas en veinte (Ávila,
Badajoz, Cáceres, Ciudad Real,
Córdoba, Cuenca, Granada,
Guadalajara, Huesca, Jaén, León,
Lugo, Madrid, Oviedo, Palencia,
Salamanca, Santander, Soria,
Toledo y Teruel) y no todas actuaron
desde el primer momento. Así, la
última fue establecida en Teruel en
1958, cuando la mayoría se crearon
en 1953 tras la publicación de la
norma. En 1961 todavía se
encontraban en formación las de
Tarragona, Valladolid y Alicante.
Paralelamente, en la provincia de
Santander, ya desde 1944 venía
actuando como Junta en la sombra
el Sindicato Provincial de Ganadería
y el Grupo de Criadores de Ganado
Tudanco, que fueron autorizados de
manera experimental a semejanza
de la Asociación Francesa de
Oficiales de Lobetería6 para aplicar
los métodos de extinción, sobre todo
de lobos, que posteriormente se generalizaron de forma sistemática. De igual manera,
en Asturias existía también la Junta desde 1947, al amparo del Sindicato Provincial de

3
Ganadería, aunque no hay constancia de su actividad hasta su constitución oficial en
1953. Oficialmente, la labor de las Juntas se prorrogaría hasta 1961, fecha en que sus
funciones son asumidas por las Comisiones Provinciales Delegadas de Asuntos
Económicos7, dependientes orgánicamente de los Gobiernos Civiles, que siguieron
concediendo en la siguiente década autorizaciones administrativas para el uso de
venenos y lazos y para la realización de batidas contra alimañas en los cotos de caza.
Así fue hasta la promulgación del reglamento de caza de 1971 y su desarrollo en el
Decreto 2122/72 que regulaba las armas y medios de caza que precisaban de
autorización administrativa especial. La creación del ICONA y la protección efectiva de
varias especies mediante el Decreto 2573/73 acabó definitivamente con su actuación.
En gran medida, podemos considerar al Dr. Rodríguez de la Fuente como la cabeza
visible que en estos años abanderó la protesta contra las Juntas y solicitó la
modificación de la legislación para proteger a la fauna silvestre, en especial las rapaces
ibéricas.8

Al comienzo de cada ejercicio las Juntas establecían el tipo de animales que podían
ser objeto de exterminio, considerados generalmente en grandes grupos (águilas,
buitres, aves mayores o iguales al milano, culebras...) y no por especies concretas, lo
que dificulta la identificación de los ejemplares abatidos. A cada grupo se le asignaba
una puntuación y se determinaba también anualmente la prima económica de cada
punto en función del valor en el mercado de las especies de caza menor (conejos,
liebres, perdices y codornices).

Así, los responsables de las Juntas medían el rendimiento de cada ejercicio


haciendo una valoración económica de los daños evitados a la caza, con argumentos
como el siguiente, citado textualmente:

“Considerando que la zorra es la alimaña que más daños causa a la caza, tenemos
tasados estos daños por animal y año en 1.196 pesetas, calculando que de los siete
días de la semana sólo en dos de ellos ataque a los conejos y perdices y que, por tanto,
en el transcurso de un año sean 104 los días que se alimenta de la caza. Fijábamos el
número de piezas devoradas en 26 perdices y 78 conejos, tomando como precios de
venta los de 10 y 12 pesetas para la perdiz y el conejo, respectivamente.

Con estos últimos precios y en razón a la caza que devora una zorra al año,
solamente en las especies que se indican de la perdiz y el conejo, causa un daño de
1.616 pesetas. Y si una sola zorra origina al año 1.616 pesetas, 777 zorras causarán
1.255.632 pesetas.

Luego si a 777 zorras y 24.105 puntos se le atribuyen como daños 1.255.632


pesetas, a 10.859 alimañas y 24.970 puntos (excluidas de ese total las zorras) habrá
que atribuírseles en ese mismo concepto 1.300.687 pesetas.

Por tanto, en DOS MILLONES QUINIENTAS CINCUENTA Y SEIS MIL


TRESCIENTAS DIECINUEVE pesetas pueden ser valorados los daños evitados a la
caza en un solo año.” 9

4
Datos generales de la actividad de las Juntas Provinciales
en el período 1944-1961

AÑO AVES MAMÍFEROS REPTILES TOTAL

1944-195310 3330 4168 # 7498


1954 346 460 # 806
1955 13604 3661 6710 23975
1956 56418 8191 1579 66188
1957 124481 8556 2117 135154
1958 117276 11465 3508 132249
1959 68128 11651 5121 84900
1960 79478 11502 4008 94988
1961 90403 13348 5501 109252
TOTAL 553464 73002 28544 655010

En cuanto a las primas pagadas por el exterminio de alimañas, las veinte Juntas
desembolsaron 3.965.326 Ptas. en el período 1954-1961. Podemos suponer, por
consiguiente, que esta actividad constituía un suplemento económico para muchos
habitantes de las zonas rurales, llegando en algunos casos a profesionalizarse la caza
de animales dañinos, pues la media de ingresos por este concepto se situaba en torno
a las 20.000 pesetas anuales. Además, el Gobierno Civil otorgaba cada año un trofeo y
un premio en metálico a los alimañeros más destacados. En muchas ocasiones los
nombres se repiten año tras año y los premiados gozaban de un gran prestigio popular.
La prensa y la literatura de la época reflejan de manera fiel la actividad de los
alimañeros y el sentir general de que para favorecer la caza había que erradicar a los
animales más dañinos como competidores directos. Miguel Delibes, en su Libro de la
caza menor, dedica un capítulo a la caza de las águilas, afirmando que “…la caza
verdaderamente emocionante es la que se ejecuta con búho vivo. Y ordinariamente
resulta tan sustanciosa que no sería torpe medida disponer la obligatoriedad de tener
un Gran Duque en cada pueblo, como huésped municipal, a fin de acelerar el
exterminio de las rapaces.” 11

De forma paralela, en esta época aparecen un gran número de obras referentes a la


caza de las alimañas, bien editados por la administración como las Hojas Divulgadoras
del Ministerio de Agricultura dedicadas a la caza de lobos, zorros, comadrejas y
garduñas, bien por editoriales especializadas como Sintes, entre cuyos títulos
encontramos el Manual del cazador de alimañas y grajos de Bert Popowski y El arte de
cazar, de Salvador Pons Gendrau, con un capítulo dedicado a la caza y destrucción de
alimañas. Quizás la obra más significativa sea la de Joaquín España Paya, Caza de
alimañas : las costumbres, reconocimiento y caza con armas de fuego y cepos de los
llamados mamíferos dañinos. También podemos encontrar secciones en las revistas
especializadas dedicadas a la caza, como el Calendario del alimañero, que publicaba
Caza y Pesca, dirigida por el mencionado España Paya.

5
En cualquier caso, la publicidad de las Memorias anuales de las Juntas
Provinciales nos permiten cuantificar el impacto que sobre la vida silvestre supuso esta
actividad 12. Ya hemos reseñado al inicio que en los años estudiados fueron cazados
cerca de 655.000 animales, pero esta cifra se corresponde a los que fueron justificados
ante las Juntas Locales y Comarcales y por los que se pagó una prima atendiendo a su
puntuación, lo que nos hace suponer con cierta seguridad el exterminio de otros
muchos ejemplares que no pudieron justificarse por no presentar sus restos (picos,
patas, garras o pieles) o bien no se encontraban entre los grupos puntuables cada
ejercicio, por lo que no aparecen reflejados. Otro hecho que nos lleva a pensar que esta
cifra pudo ser mucho mayor es la utilización de métodos no selectivos de caza como los
huevos y cebos envenenados, cuyos efectos secundarios posteriores sobre la fauna
silvestre no pueden ser estimados cuantitativamente en absoluto. Los datos absolutos
abruman, pero son todavía más asombrosos si consideramos algunos casos concretos,
como la muerte de mas de casi 55.000 zorros, 2.000 lobos, 1.000 buitres, 2.000
halcones... La amplia cifra englobada bajo el capítulo de otras aves nos hace pensar en
la inclusión aquí de todo aquello que no se pudo identificar, salvo que en algún ejercicio
se premiase la captura de estorninos y zorzales. Por otro lado resulta significativamente
bajo el número de búhos abatidos, sólo dos, pero es de suponer que fueron muchos
más los capturados vivos para su utilización como señuelos en la captura de rapaces
diurnas.

6
AVES ABATIDAS EN EL PERIODO 1944-1961
A Ñ O 1944/53 1954 1955 1956 1957 1958 1959 1960 1961 TOTAL
AGUILA REAL # # 26 101 155 84 67 348 425 1206
AGUILAS 21 194 263 415 499 428 647 866 390 3723
AGUILUCHOS # # 34 173 149 215 202 116 345 1234
ALCOTANES # # 324 783 713 594 875 501 429 4219
HALCONES # 17 11 2 # 5 218 1 1770 2044
MILANOS 1107 # 388 869 1569 1998 2901 1193 1080 11105
BUHOS # # # # # # # 1 1 2
BUITRES # 59 10 473 47 69 81 133 117 989
CUERVOS 1474 # 606 832 2630 10378 4212 4128 23472 47732
CHOVAS # # 114 99 22 362 513 1168 # 2278
GAVILANES 7 7 11 59 1 42 17 66 31 241
GRAJAS 688 # 306 544 1525 1162 4753 2372 1768 13118
URRACAS 33 69 3958 6838 4239 6021 17700 12970 51494 103322
HUEVOS DE URRACA # # 39 45 4376 26 # 12727 4882 22095
OTRAS AVES # # 7514 45185 108556 95892 35942 42888 4199 340176
T O T A L 3330 346 13604 56418 124481 117276 68128 79478 90403 553464

MAMIFEROS ABATIDOS EN EL PERIODO 1944-1961


A Ñ O 1944/53 1954 1955 1956 1957 1958 1959 1960 1961 TOTAL
LOBOS 104 16 34 49 58 48 54 26 24 413
LOBAS 109 27 31 54 67 73 85 45 85 576
LOBEZNOS 319 21 57 166 108 97 96 63 39 966
TOTAL
532 64 122 269 233 218 235 134 148 1955
LOBOS
ZORROS 1510 200 919 3519 3154 4718 4300 4506 3779 26605
ZORRAS 1622 88 1528 1860 2546 3127 3447 3666 5864 23748
ZORRILLOS 58 # 265 403 606 694 639 653 702 4020
TOTAL
3190 288 2712 5782 6306 8539 8386 8825 10345 54373
ZORROS
COMADREJAS # # 12 135 233 471 605 709 249 2414
GARDUÑAS # 10 8 121 49 32 51 46 43 360
GATOS MONTESES 183 55 248 368 517 514 656 462 551 3554
JINETAS 65 # 176 723 522 577 572 684 956 4275
LI NCES # 11 7 19 29 33 19 21 13 152
NUTRIAS # # 3 22 4 12 41 13 4 99
TEJONES # 31 37 283 224 385 123 54 184 1321
TURONES 198 1 336 469 439 684 963 554 855 4499
T O T A L 4168 460 3661 8191 8556 11465 11651 11502 13348 73002

REPTILES ABATIDOS EN EL PERIODO 1944-1961


A Ñ O 1944/53 1954 1955 1956 1957 1958 1959 1960 1961 TOTAL
CULEBRAS # # 1952 260 197 2496 1658 1849 2484 10896
LAGARTOS # # 4756 1254 1902 1012 3463 2159 3017 17563
VÍBORAS # # 2 65 18 # # # # 85
TOTAL # # 6710 1579 2117 3508 5121 4008 5501 28544

Las tablas que acompañan este texto darán al lector una idea aproximada de cuál
fue la envergadura de la “extinción”. Que cada uno saque sus propias conclusiones. Yo
he de confesar que no soy cazador y siempre me he acercado a la caza desde la
sociología o la historia. Desde joven me he movido en el mundo de la conservación y

7
bajo ese punto de vista he de decir que las Juntas no lograron su objetivo, la “extinción
de las alimañas”, pero en algunos casos se acercaron poniendo en algunas especies en
los límites para su supervivencia. Pensemos sólo en el dato relativo al lince, 152
ejemplares abatidos. Hoy apenas queda un centenar y los esfuerzos y recursos de la
administración se centran en su recuperación y cría en cautividad, no en su
persecución. La historia nos enseña los errores del pasado, pero no evita que se
vuelvan a cometer. El control de predadores debe ser un elemento de la gestión
cinegética, no uno de sus objetivos. Todavía hoy nos llegan noticias de desaprensivos
que reparten cebos y huevos envenenados, que disparan a las rapaces y roban sus
huevos y pollos de los nidos, que utilizan métodos no selectivos de caza. No nos
engañemos, dado el desarrollo de nuevas actividades como la caza fotográfica o el
“birdwatching” la presencia de fauna protegida en un coto dentro de poco será un
recurso económico tan importante como la fauna cinegética. Si comprendemos esto,
habremos dado un gran paso a favor de la conservación de las especies silvestres,
cazables o no. Si no lo hacemos, las Juntas de Extinción habrán pasado definitivamente
a la historia, pero por innecesarias. Ya no quedarán “alimañas”.

EL AUTOR:

Carlos Paulos Rey (1967) es bibliotecario en


Guadalajara, donde reside. Ha desarrollado su actividad
conservacionista desde los años 80 en la Asociación
Alcarreña para la Defensa del Medio Ambiente, DALMA,
publicando diferentes estudios sobre ornitología y los
aspectos legales e históricos de la protección ambiental.
El autor agradecería cualquier información sobre la
actuación de las Juntas de Extinción que pudiese
incrementar la ofrecida en este artículo.

carlosmpaulos@gmail.com

1
De la conferencia pronunciada el día 16 de Abril de 1960 por el Jefe del Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza,
Maximiliano Elegido, en el paraninfo de la Universidad de Oviedo.
2
SÁNCHEZ GASCÓN, Alonso. El derecho de caza en España. Madrid: Tecnos, 1988
3
Boletín Oficial del Estado nº 261, 13 de Septiembre de 1953
4
Boletín Oficial de Estado nº 307, 13 de Noviembre de 1952. Prohíbe durante cinco años la caza del oso.
5
Boletín Oficial del Estado, 13 de Septiembre de 1955
6
MORALES AGACINO, Eugenio. Animales dañinos : lobos y zorros. Madrid: Ministerio de Agricultura, Publicaciones de
Capacitación Agraria, 1956.- (Hojas divulgadoras, 8-56)
7
Decreto 746/61, de 8 de mayo de 1961. B.O.E. de 13 de mayo de 1961.
8
RAMOS CUMPLIDO, Juan Manuel. Qué lugar tan hermoso para morir : crónicas inéditas sobre la vida y muerte de Félix
Rodríguez de la Fuente. Madrid: Raíces, 2001
9
Junta Provincial de Extinción de Animales Dañinos y Protección a la Caza de Guadalajara. Memoria 1958.
10
Datos correspondientes a la actividad de la Junta Provincial de Santander, única en servicio en ese período
11
DELIBES, Miguel. El libro de la caza menor. Barcelona: Destino, 1964
12
Control de animales dañinos : información estadística 1953-1961. Madrid: Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza,
1961

También podría gustarte