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POLÍTICA DE EMPOBRECER AL VECINO

JESÚS CASTILLO MORE (*)

En el análisis del intercambio internacional, la política de empobrecer al vecino consiste en


provocar una expansión monetaria para de esta manera depreciar el tipo de cambio con el fin de
aumentar las exportaciones netas y mejorar así la Balanza Comercial y en consecuencia la
producción y el empleo. El objetivo es crear empleo a costa del resto del mundo que ve
deteriorada su Balanza Comercial. Este es un caso típico de desviación y no de creación de
comercio.

La reciente crisis económica financiera mundial se inició y afectó más a los países desarrollados
que a los emergentes y para reducir sus efectos, se recurrió a políticas monetarias bastante
expansivas para hacer caer la tasa de interés, con lo que se refuerza la depreciación de las
monedas de los países emisores, específicamente el dólar y el euro y su efecto sobre los
movimientos de capital que buscando aumentar su rentabilidad llegan a los países emergentes,
como el Perú, donde la tasa de interés es más alta.

Para mantener la estabilidad interna, el Banco Central enfrenta un trilema: para evitar la
revaluación del sol, compra dólares emitiendo soles con lo que aumenta las presiones
inflacionarias, para frenar las cuales aumenta la tasa de interés, lo que incentiva el ingreso de más
moneda extranjera en busca de esa mayor rentabilidad, lo que lo obliga a elevar las tasas de
encaje de depósitos en moneda extranjera y a esterilizar como pueda la nueva emisión de soles,
recurriendo a certificados de depósito que lo obligan a pagar intereses. La conclusión es que
debido a este trilema, el Banco Central tiene problemas para seguir una política monetaria
independiente y necesita el apoyo de la política fiscal controlada por el MEF.

Si bien la Ley Orgánica del Banco Central le impone como objetivo la estabilidad de precios, el
cumplimiento de este objetivo requiere la adopción de medidas para orientar la economía al pleno
uso de sus recursos y mantener una situación de balanza de pagos sustentable en el tiempo, con lo
que está interesado en ver lo que sucede con el tipo de cambio, el desempleo, el crédito y otras
variables relevantes para el buen funcionamiento de la economía nacional.

Al respecto, en una reciente exposición, el economista José De Gregorio, Presidente del Banco
Central de Chile, recomienda una cuidadosa evaluación de la efectividad, costos y beneficios de
nuestras decisiones, las que debemos explicar con mucho rigor y transparencia, así como las
visiones de las principales tendencias de la economía, lo que afortunadamente se está haciendo.

Otro principio que señala De Gregorio es que el Banco Central no debe usar el tipo de cambio para
cumplir con la meta de inflación. Hay mucha evidencia empírica en varios países, de crisis
financieras y desastres económicos cuando se ha usado el tipo de cambio como herramienta
antiinflacionaria, generando graves atrasos cambiarios que sólo culminaron con costosos y graves
ajustes del sector real y daños duraderos del producto potencial. Sin embargo, el tipo de cambio sí
afecta la inflación y sí es afectado por la política monetaria en el corto plazo.
En economía cerrada, el alza en la tasa de interés frena la expansión de demanda y de la actividad
y el empleo. En economía abierta, aparece un canal adicional y es la apreciación transitoria del
tipo de cambio por la llegada de moneda extranjera, lo que reduce la necesidad de frenar la
actividad.

De Gregorio señala que la flexibilidad cambiaria conducida con pragmatismo es el sistema


cambiario más adecuado. Este esquema produce a veces ajustes cambiarios bruscos, lo que es
costoso para muchas empresas. La alternativa es un sistema con un tipo de cambio más rígido,
donde las fluctuaciones de la oferta de divisas se reflejan en fluctuaciones de la disponibilidad y el
costo del crédito interno, con efectos muy perjudiciales para la salud del sistema financiero y de
las empresas. Los sistemas más rígidos postergan los ajustes reales, pero en el camino se producen
grandes fluctuaciones de los flujos de capital, la disponibilidad de crédito para las empresas y la
inflación, la que al final erosiona el valor de la moneda y el mayor tipo de cambio nominal no
termina resultando en un mayor tipo de cambio real. En cambio, en los sistemas de flotación, los
ajustes son más rápidos y existe incertidumbre sobre la dirección del próximo movimiento del tipo
de cambio, evitando que el mercado haga apuestas en una sola dirección. De esta manera se evita
volver a cometer errores pasados y regresar a aquellos tiempos en que perspectivas de una
gradual apreciación abarataban artificialmente el endeudamiento externo y fomentaban entradas
masivas de capital.

(*) Profesor de la Universidad de Lambayeque.

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