MODERNIDAD
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POSTMODERNIDAD. SOLIDO - LIQUIDO MATERIAL DE TRABAJO DE CATEDRA. PROF. DR. JORGE EDUARDO NORO
1 LO SÓLIDO, LO LÍQUIDO, MODERNIDAD Y DESPUÉS DIVERSAS VERSIONES DE UN CAMBIO DE ÉPOCA
“Todo lo sólido se desvanece en el aire, todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar se
renamente sus condiciones de existenc
ia y sus relaciones recíprocas” (
KARL MARX) En el pasado (no muy remoto) necesitábamos imaginar que las cosas eran sólidas y podían ser tocadas, apresadas y abarcadas sin desaparecer entre las manos, y que pisábamos la tierra firme y no una superficie más delgada que una lámina de hielo, que el suelo no iba a desaparecer debajo de nuestros pies. Necesitábamos saber qué era cada cosa y convencernos de que sería eso para siempre, conocer el tiempo y el entorno en que vivíamos, acompañados de certezas y con mínimas incertidumbres, y confiar en que las instituciones serían
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para nosotros
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el mejor refugio. De ponto, despertamos, el sueño concluyó, y descubrimos que
“
todo lo sólidos se va desvaneciendo en el aire, se hace agua o líquido que se escurre entre los dedos
”
. Y comprendimos que ya no había retorno, que el mundo estaba jugado para siempre
FRANCIS PONGE (1889
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1988)
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DEL AGUA (DE L'EAU) ZIGMUND BAUMAN LA MODERNIDAD LIQUIDA MARSHALL BERMAN TODO LO SÓLIDO SE DESVANECE EN EL AIRE
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Es curioso porque PONGE es considerado el poeta de las cosas y de los objetos. De hecho tiene publicaciones con títulos muy directos: LAS PARTES DE LAS COSAS, EL SILENCIO DE LAS COSAS, y son muchas las referencias a los objetos como SOLIDOS. Un ejemplo:
LOS ÁRBOLES SE DESHACEN EN EL INTERIOR DE UNA ESFERA DE NIEBLA
Entre la niebla que envuelve los árboles, las hojas les son robadas; las mismas que, desconcertadas por una lenta oxidación y mortificadas por la retirada de la savia en provecho de las flores y frutos, desde los grandes calores de agosto ya estaban menos unidas a ellos...En la corteza se labran regueros verticales por donde la humedad es conducida hasta el suelo, desinteresándose de las partes vivas del tronco...Se dispersan
las flores, se desprenden los frutos. Desde la edad más temprana, el abandono de sus cualidades vivas y de partes de su cuerpo ha llegado a ser para los árboles un ejercicio familiar.
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Más abajo que yo, siempre más abajo que yo está el agua. Siempre la miro con los ojos bajos. Como el suelo, como una parte del suelo, como una modificación del suelo. Es blanca y brillante, informe y fresca, pasiva y obstinada en su único vicio: el peso, y dispone de medios excepcionales para satisfacer este vicio: contornea, atraviesa, corroe, se infiltra. En su propio interior funciona también el vicio: se desfonda sin cesar, renuncia a cada instante a toda forma, sólo tiende a humillarse, se acuesta boca abajo en el suelo, casi cadáver, como los monjes de ciertas órdenes. Cada vez más abajo: tal parece ser su divisa: lo contrario de excelsior. Casi se podría decir que el agua está loca, por esa histérica necesidad de no obedecer más que a su peso, que la posee como una idea fija. Es verdad que todas las cosas del mundo conocen esa necesidad, que siempre y en todas partes debe satisfacerse. Este armario, por ejemplo, se muestra muy testarudo en su deseo de adherirse al suelo, y si algún día llega a encontrarse
La “fluidez” es la cualidad de los líquidos y los gases. Según nos
informa la autoridad de la Encyclopædia Britannica, lo que los
distingue de los sólidos es que “en descanso, no pueden sostener una fuerza tangencial o cortante” y, por lo tanto, “sufren
un continuo cambio de forma cuando se los somete a
esa tensión”. Este continuo e irrecuperable cambio de posición
de una parte del material con respecto a otra parte cuando es sometida a una tensión cortante constituye un flujo, una propiedad característica de los fluidos. Opuestamente, las fuerzas cortantes ejercidas sobre un sólido para doblarlo o flexionarlo se sostienen, y el sólido no fluye y puede volver a su forma original. Los líquidos, una variedad de fluidos, poseen estas notables cualidades, hast
a el punto de que “sus moléculas son
preservadas en una disposición ordenada solamente en unos
pocos diámetros moleculares”; en tanto, “la amplia variedad de
conductas manifestadas por los sólidos es resultado directo del tipo de enlace que reúne los átomos de los sólidos y de la
disposición de los átomos”. “Enlace”, a su vez, es el término que
expresa la estabilidad de los sólidos
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la resistencia que ofrecen
“a la separación de los átomos”–
. Hasta aquí lo que dice la Encyclopædia Britannica, en una entrad
a que apuesta a explicar la “fluidez” como una metáfora
regente de la etapa actual de la era moderna. En lenguaje simple, todas estas características de los fluidos implican que los líquidos, a diferencia de los sólidos, no conservan fácilmente su forma. Los fluidos, por así decirlo, no se fijan al espacio ni se atan al tiempo. En tanto los sólidos tienen una clara dimensión espacial pero neutralizan el impacto
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y disminuyen la significación
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del tiempo (resisten efectivamente su flujo o lo vuelven irrelevante), los fluidos no conservan una forma durante mucho tiempo y están constantemente dispuestos (y proclives) a cambiarla; por consiguiente, para ellos lo que cuenta es el flujo
Hay una forma de experiencia vital
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la experiencia del tiempo y el espacio, de uno mismo y de los demás, de las posibilidades y los peligros de la vida
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que comparten hoy los hombres y mujeres de todo el mundo de hoy. Llamaré a este conjunto de experiencias LA «MODERNIDAD». Ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo -que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos. Los entornos y las experiencias modernos atraviesan todas las fronteras de la geografía y la etnia, de la clase y la nacionalidad, de la religión y la ideología: se puede decir que en este sentido la modernidad une a toda la humanidad. Pero es una unidad paradójica, LA UNIDAD DE LA DESUNIÓN: nos arroja a todos en una vorágine de perpetua desintegración y renovación, de lucha y contradicción, de ambigüedad y angustia. Ser modernos es formar parte de un universo en el que, como dijo Marx, «todo lo sólido se desvanece en el aire». (
…
) La vorágine de la vida moderna ha sido alimentada por muchas fuentes: los grandes descubrimientos en las ciencias físicas, que han cambiado nuestras imágenes del universo y nuestro lugar en él; la industrialización de la producción, que transforma el conocimiento científico en tecnología, crea nuevos entornos
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en equilibrio inestable preferirá deshacerse antes que oponérsele. Pero, en fin, hasta cierto punto juega con el peso, lo desafía: no se está desfondando en todas sus partes; la cornisa, las molduras no se prestan a ello. Hay en el armario una resistencia en beneficio de su personalidad y de su forma.
LÍQUIDO
es, por definición, lo que prefiere obedecer al peso para mantener su forma, lo que rechaza toda forma para obedecer a su peso. Y lo que pierde todo su aplomo por obra de esa idea fija, de ese escrúpulo enfermizo. De ese vicio, que lo convierte en una cosa rápida, precipitada o estancada, amorfa o feroz, amorfa y feroz, feroz taladro, por ejemplo, astuto, filtrador, contorneador, a tal punto que se puede hacer de él lo que se quiera, y llevar el agua en caños para después hacerla brotar verticalmente y gozar por último de su modo de deshacerse en lluvia: una verdadera esclava. ... Sin embargo el sol y la luna le envidian esta influencia exclusiva, y tratan de mortificarla cuando, por ocupar grandes extensiones, les presenta un fácil blanco, o cuando se encuentra en estado de menor resistencia, dispersa en delgados aguazules. El sol le arranca entonces
del tiempo más que el espacio que puedan ocupar: ese espacio que, después de t
odo, sólo llenan “por un momento”. En cierto
sentido, los sólidos cancelan el tiempo; para los líquidos, por el contrario, lo que importa es el tiempo. En la descripción de los sólidos, es posible ignorar completamente el tiempo; en la descripción de los fluidos, se cometería un error grave si el tiempo se dejara de lado. Las descripciones de un fluido son como instantáneas, que necesitan ser fechadas al dorso.
Los fluidos se desplazan con facilidad. “Fluyen”, “se derraman”, “se desbordan”, “salpican”, “se vierten”, “se filtran”, “gotean”, “inundan”, “rocían”, “chorrean”, “manan”, “exudan”; a
diferencia de los sólidos, no es posible detenerlos fácilmente
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sortean algunos obstáculos, disuelven otros o se filtran a través de ellos, empapándolos
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. Emergen incólumes de sus encuentros con los sólidos, en tanto que estos últimos
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si es que siguen siendo sólidos tras el encuentro
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sufren un cambio: se humedecen o empapan. La extraordinaria movilidad de los
fluidos es lo que los asocia con la idea de “levedad”. Hay l
íquidos que en pulgadas cúbicas son más pesados que muchos sólidos, pero de todos modos tendemos a visualizarlos como más
livianos, menos “pesados” que cualquier
sólido. Asociamos “levedad” o “liviandad” con movilidad e
inconstancia: la práctica nos demuestra que cuanto menos cargados nos desplacemos, tanto más rápido será nuestro avance.
Estas razones justifican que consideremos que la “fluidez” o la “liquidez” son metáforas adecuadas para aprehender
LA NATURALEZA DE LA FASE ACTUAL
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en muchos sentidos nueva
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de la HISTORIA DE LA MODERNIDAD. Acepto que esta proposición pueda hacer vacilar a cualquiera que esté
familiarizado con el “discurso de la modernidad” y con el
vocabulario empleado habitualmente para narrar la historia moderna. ¿Acaso la modernidad no fue desde el principio un
“proceso de licuefacción”? ¿Acaso “derretir los sólidos” no fue
humanos y destruye los antiguos, acelera el ritmo general de la vida, genera nuevas formas de poder colectivo y de lucha de clases; las inmensas alteraciones demográficas, que han separado a millones de personas de su habitat ancestral, lanzándolas a nuevas vidas a través de medio mundo; el crecimiento urbano, rápido y a menudo caótico; los sistemas de comunicación de masas, de desarrollo dinámico, que envuelven y unen a las sociedades y pueblos más diversos, los Estados cada vez más poderosos, estructurados y dirigidos burocráticamente, que se esfuerzan constantemente por ampliar sus poderes; los movimientos sociales masivos de personas y pueblos, que desafían a sus dirigentes políticos y económicos y se esfuerzan por conseguir cierto control sobre sus vidas; y finalmente, conduciendo y manteniendo a todas estas personas e instituciones un mercado capitalista mundial siempre en expansión y drásticamente fluctuante. En el siglo XX, los procesos sociales que dan origen a esta vorágine, manteniéndola en un estado de perpetuo devenir, han recibido el nombre de «modernización». Estos procesos de la historia mundial han nutrido una asombrosa variedad de ideas y visiones que pretenden hacer de los hombres y mujeres los sujetos tanto como los objetos de la modernización, darles el poder de cambiar el mundo que está cambiándoles, abrirse paso a través de la vorágine y hacerla suya. A lo largo del siglo pasado, estos valores y
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