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norte: tuvieron una duración de casi tres meses, afectaron a 1.5 millones de
personas, causaron 162 muertos y dañaron cientos de miles de hogares. Su impacto hace que sea comparable a las inundaciones por el fenómeno El Niño en 1982-1983 y 1997-1998. El Perú lucha por
recuperarse aceptando que los desastres volverán a ocurrir. Las inundaciones, aunque fueron una tragedia, son también una oportunidad para entender los vacíos, desarrollar resiliencia y reducir
fundamentalmente el riesgo de desastres en el país.
El llamado Niño costero tiene su origen en calentamiento anómalo de las aguas costeras de Perú y Ecuador. La temperatura del agua de mar está muy caliente, y desde la zona norte se distribuye hasta la parte
sur. Esta situación de temperaturas que bordean los 29 y 30 grados hace que la atmósfera sea bastante inestable.
Pie de foto, El Niño costero ocurre cuando la temperatura del agua del Pacífico ecuatorial se calienta por encima de un umbral. Este fenómeno supone la mayor fluctuación natural de las que se producen en el
clima terrestre y tiene tres fases: cálida, fría y neutral.
Muchas viviendas quedaron anegadas por las lluvias y el desbordamiento del río Piura. Según cifras oficiales de mayo de 2017, un mes después de la tragedia, esta emergencia provocó 231.874 damnificados;
1.129.013 afectados y 143 fallecidos. Colapsaron 25.700 viviendas, 258.545 estaban afectadas y 23.280 inhabitables
Las inundaciones provocadas por el Fenómeno El Niño, entre enero y marzo de 2017 afectaron a 1,9 millones de personas en Perú. Casi la tercera parte fueron nios, niñas y adolescentes. Miles de familias
perdieron sus casas y fuentes de ingreso. En 2017, UNICEF brindó asistencia humanitaria en los sectores de agua, saneamiento e higienes (WASH), protección, nutrición, salud y educación, llegando a
caso 194,000 personas en los distitos más afectados de Piura, Lambayeque y La Libertad. A inicios de 2018, UNICEF complementó su trabajo para mejorar el acceso a servicios de agua, saneamiento e higiene
en albergues y comunidades afectadas en los distintos de Catacaos y Cura Mori, en Piura.
Perú afronta, desde diciembre de 2016, lluvias e inundaciones que han provocado la muerte de 85 personas. Los primeros meses de este año se han registrado la mayor cantidad de pérdidas humanas y
materiales en los departamentos de Tumbes, Piura, Lambayeque, Loreto, Ica, Ancash, Cajamarca, La Libertad, Huancavelica y provincias de Lima, que se encuentran bajo la declaratoria de Estado de Emergencia
por el Gobierno Nacional.
Según el reporte del Sistema de Información Nacional para la Respuesta y Rehabilitación - SINPAD, actualizado al 17 de mayo de 2017, se reportan 231,874 damnificados; 1 129,013 afectados y 143 fallecidos.
Han colapsado 25,700 viviendas, 258,545 están afectadas y 23,280 están inhabitables.
En la Región Piura se confirmaron 6270 casos de dengue de un total de 32,630. El 87% del total de casos notificados están concentrados en 8 distritos: Piura, Castilla, Sullana, Veintiséis de Octubre, Tambogrande,
Pariñas, Catacaos, y Bellavista. Con respecto a Chikungunya y Leptospirosis, se reportaron 627 y 308 casos respectivamente.
El Ministerio de Salud de Perú (MINSA) realizó la declaratoria de Emergencia Sanitaria, hasta mayo de 2017, en los departamentos de Tumbes, Piura, Lambayeque, Cajamarca, La Libertad, Ancash y Lima
Provincias; y de Roja en Tumbes, Piura y Lambayeque, que tienen mayores afectaciones. A esto se suma la declaración de Alerta Amarilla en todos los establecimientos de salud a nivel nacional.
Los equipos de respuesta del MINSA, EsSalud se han movilizado a los departamentos afectados por las inundaciones, para reforzar las atenciones y realizar la vigilancia de factores de riesgo en agua y
saneamiento, vigilancia entomológica y ante la posible aparición de problemas psicosociales en las comunidades.
3. Vivienda
Las viviendas se ven afectadas por inundaciones pluviales, fluviales y por lluvias intensas. El mapa de daños elaborado registra solo los niveles más altos de afectación según el catastro de daños de COFOPRI de
2017; a partir de lo cual se evidencia que el valle bajo es el más afectado dado que concentra más del 50% de la población de la región. La importancia del mapeo catastral post desastre es fundamental para
planificar la ocupación poblacional de las ciudades de manera sostenible y resiliente.