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RELACIÓN CON DIOS: FE, ESPERANZA Y CARIDAD, 1

Los diez mandamientos se dividen en “dos tablas”: los tres


primeros referidos a Dios y los siete restantes referidos a la con-
ducta de la propia persona y su relación con los demás.

Jesús precisa: “Amarás al Señor tu


Dios con todo el corazón, con toda
tu alma y con toda tu mente. Éste es
el mayor y el primer mandamiento.
El segundo es semejante a éste: ama-
rás a tu prójimo como a ti mismo. De
estos dos mandamientos penden toda
la Ley y los Profetas” (Mt 22, 37-40).
37-40
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“Dar gloria a Dios” equivale a aceptar su grandeza y a adorarle. El


hombre da gloria a Dios cuando cree en Él, si pone en Él toda su
confianza y si le ama sobre todas las cosas; es decir, cuando vive
la fe, la esperanza y la caridad. El primer mandamiento (amar a
Dios sobre todas las cosas) abarca estas tres virtudes.

Es Dios mismo quien infunde en


el alma del cristiano, en el bautismo,
estas virtudes “teologales”.

La fe, la esperanza y la caridad crean


una especial comunión de vida con
Dios y con el prójimo.
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CCE 155:
155 “Creer es un acto del entendimiento que asiente a la
verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios me-
diante la gracia”.

Deberes con la fe

- Responder a la llamada de Dios: diálogo entre Dios que lo inicia


y el hombre que responde libremente; - Creer todas las verdades
que se encuentran en el Credo, con fe divina y católica los dogmas,
y firmemente las verdades propuestas de modo definitivo por el
Magisterio; - Conservar la fe: enriquecerla mediante la oración y la
recepción de los sacramentos; - Ilustrar la fe: esforzarse en enten-
der lo que se cree (ni fideísmo -renunciar a la razón-, ni fanatismo
religioso); - Defender la fe; - Comunicar la fe: mandato de Jesús.
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Pecados contra la fe

- Duda: voluntaria o involuntaria.


- Incredulidad: menosprecio de la verdad
revelada.
- Herejía: cuando no solamente se defiende
un error contra la fe, sino que se desobedece
la advertencia de la jerarquía.
- Apostasía: el que abandona e impugna la fe
que había profesado.
- Cisma: separación de la Iglesia católica y
rechazo de la autoridad y obediencia al Papa.
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Esperanza
CCE 2090:
2090 “Cuando Dios se revela y llama
al hombre, éste no puede responder plena-
mente al amor divino por sus propias fuerzas.
Debe esperar que Dios le dé la capacidad de
devolverle el amor y de obrar conforme a los
mandamientos de la caridad. La esperanza es
aguardar confiadamente la bendición divina
y la bienaventurada visión de Dios; es tam-
bién el temor de ofender el amor de Dios y
de provocar su castigo”.

San Josemaría: “La esperanza no me separa de las cosas de esta


tierra, sino que me acerca a esas realidades de un modo nuevo”
(Amigos de Dios 305).
305
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Pecados contra la esperanza:


- por defecto, desesperación;
- por exceso, presunción.

Fe y esperanza son dos virtudes


distintas, pero tienen entre sí una
gran afinidad y cercanía:

- Tener fe supone también tener confianza en Dios y mantener la


esperanza de que se alcanzará la vida eterna;
- La esperanza en Dios requiere la fe en Él, pues se está seguro de
que Dios siempre es fiel a su palabra y mantiene sus promesas;
- Por ello, la fe integra la esperanza y ésta supone la fe.
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La caridad es la virtud teologal por la que se ama a Dios, sumo bien


y a los hombres por Dios.

Los griegos distinguían entre “éros” (amor sensi-


ble), “filía” (amor afectivo-sentimental) y “agápe”
(estima y preferencia totalmente desinteresadas
que pueden existir entre las personas).

El término “agápe” se tradujo por “caritas”. Signi-


fica el amor superior: se emplea cuando se dice
que “Dios es amor”, cuando se menciona el amor
de los esposos, y con él se designa el amor de Dios
a los hombres y el amor con que el hombre debe
amar a Dios.
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La moral cristiana es la “moral del amor”.


Sus preceptos se reducen a uno solo: amar
(a Dios y al prójimo).

Col 3, 14:
14 la caridad “es el vínculo de la
perfección”.

1 Jn 3, 11. 18:
18 “El mensaje que habéis recibido es éste: que nos
amemos unos a otros (...). Hijos, no amemos de palabra ni con
la boca, sino con obras y de verdad”.

1 Cor 13, 13:


13 “Ahora perduran estas tres virtudes: la fe, la esperanza
y la caridad; pero la más excelente de ellas es la caridad”.
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Pecados contra el amor a Dios
- Indiferencia (se descuida o se rechaza el
amor con Dios); - Ingratitud (no se reconoce
el amor que Dios nos tiene o no se le devuel-
ve ese amor); - Tibieza (se trata con negli-
gencia y descuido las cosas referentes a Dios);
- Acedia (pereza espiritual: desecha el gozo de
la entrega a Dios, se siente tristeza en seguirle);
- Odio a Dios (razón última: orgullo, ocasión:
suele ser el hecho de que Dios condene el peca-
do y lo castigue); - Odio al prójimo (supone un
agravio directo a Dios, se incluyen murmura-
ción, crítica, etc.); - Escándalo (falta grave
cuando por acción u omisión se induce delibe-
radamente a otro a pecar).
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Virtud de la religión: “Es la virtud que postula y exige que se dé


a Dios el culto debido” (II-II, q. 81, a. 5).
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La razón para dar culto a Dios es doble:

Por parte del hombre:


Por parte de Dios: a el culto es la acepta-
causa de su inmensa ción agradecida hacia
grandeza (se manifies- esa inmensa grandeza.
ta en la creación). El Lleva a constatar que
culto es el reconoci- nuestra existencia es
miento de la majestad don de Dios al cual
creadora divina. retornaremos al final
de la vida terrena.
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Triple etimología de la palabra “religión”, según los autores:

1 Religare (atar): el hombre religioso es un ser estrechamen-


te unido (“religado”) a Dios.

2 Reeligere (re-elegir): el hombre religioso es aquel que en


su existencia siempre elige a Dios, al cual ama sobre todas
las cosas.

3 Relegere (re-leer): la condición racional del hombre le


permite interpretar (“leer”) las incógnitas de la existencia
desde Dios.

Esa triple etimología permite ver hasta qué punto la religión da


sentido a la vida del hombre.
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Actos de la virtud de la religión: adoración, desagravio, acción de
gracias y petición.
Adoración
El AT abunda en invitaciones a que se adore
al Señor y se le dé culto. Para Jesús, los verda-
deros adoradores adorarán al Padre en espíritu
y en verdad (Jn 4, 23-24).
23-24 Invita a sus discípu-
los a que adoren al Padre (Lc 4, 8),8 y Él mis-
mo es adorado por sus discípulos (Lc 5, 8-9).
8-9
Los Apóstoles confiesan la gloria de Dios
(1 P 4, 11:
11 “En todo sea Dios glorificado por
Jesucristo. Para Él es la gloria y el poder por
los siglos de los siglos”). El Apocalipsis reme-
mora el culto a Dios y a Jesucristo en términos
solemnes (Ap 15, 3-4).
3-4
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Desagravio
Al reconocer la grandeza de Dios y adorarle, el hombre reconoce
sus pecados y siente la necesidad de desagraviar por ellos. El de-
sagravio por los propios pecados es una práctica generalizada en
el AT y el NT.

Jesús inicia su predicación con la llama-


da a la conversión y a la penitencia
(Mt 4, 17).
17 El Bautista le presenta como
“el cordero de Dios que quita el pecado
del mundo” (Jn 1, 29).
29

Jesús advierte a menudo acerca de la necesidad de hacer penitencia.


Encarga a los Apóstoles que “prediquen en su nombre la penitencia
para la remisión de los pecados a todas la naciones” (Lc 24, 47).
47
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Acción de gracias
Cuando el hombre descubre la grandeza de Dios, se reafirma en que
todas sus cosas son un don divino, por lo que entona un himno de
acción de gracias.

En el AT frecuentes acciones de gracias: cánticos de Moisés


(Ex 15, 1-20),
1-20 de Débora y Baraq (Jue 5),
5 de David (2 Sam 22,
2-51),
2-51 etc.. En el NT: Magnificat, cántico de Simeón...

Diversas acciones de gracias de Jesús: resurre-


cción de Lázaro (Jn 11, 41),
41 al Padre que “haya
ocultado aquellas cosas a los sabios y prudentes
y las haya revelado a los humildes” (Lc 10,21)...
10,21
También acciones de gracias en los escritos de
los Apóstoles. Eucaristía.
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Oración de petición
Mt 7, 7:
7 “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os
abrirá. Porque quien pide recibe, quien busca halla y a quien
llama se le abre”.

Muchos testimonios de oración de peti-


ción en el AT (Abraham a favor de
Sodoma y Gomorra, Moisés por el
pueblo, Salmos, etc.).

Jesús pide al Padre que envíe el Espíritu


Santo (Jn 14, 16),
16 “que les guarde en mi
nombre” (Jn 17, 6-9),
6-9 “que sean uno
como nosotros” (Jn 17, 11),
11 etc..
16

La llamada de Dios es individual y la respuesta del hombre es


personal. Pero se expresan también con manifestaciones públicas:
porque el hombre es un ser social por naturaleza, y por la índole
propia de la religión que se manifiesta en ritos, costumbres, insti-
tuciones, fiestas, etc., que atañen a la entera sociedad.

Esta dimensión social de la religión requiere que


sea aceptada y protegida por el poder político.
Cabe que la Constitución de una nación se decla-
re “laica” (no reconoce oficialmente ninguna re-
ligión concreta), pero el estado debe acoger,
favorecer y ayudar a que los individuos puedan
desarrollar sus derechos, entre ellos el de dar
culto a Dios también públicamente. Defender
la “libertad religiosa”.
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El Estado laico no profesa oficialmente ninguna religión,


pero debe favorecer el culto privado y público de los
ciudadanos, bien se manifieste individualmente o en
grupo.

El Estado laicista suele adoptar posturas beligerantes


e incluso hostiles contra los grupos religiosos, lo cual se
opone a los derechos fundamentales de los ciudadanos.
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Pecados contra la virtud de la religión


Por defecto (no se cumplen los preceptos
relativos al culto debido a Dios): ateísmo,
agnosticismo, apostasía, herejía, dudas vo-
luntarias, indiferentismo, alistarse a la ma-
sonería (recordado en 1983 por la Sagrada
Congregación de la Doctrina de la Fe).

Por exceso (se hace un uso indebido del


culto divino): idolatría, superstición, adi-
vinación, magia.
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Para evitar el riesgo de politeísmo de los pueblos


vecinos, Dios prohibió que se le representase con
cualquier tipo de imagen (Dt 4, 15-16).
15-16 Pero desde
que Dios se encarna y se hace hombre, tal peligro
desaparece. La Iglesia admite y fomenta que los
misterios cristianos se representen en imágenes.

La herejía iconoclasta que apareció en el siglo VIII


fue condenada por el II Concilio de Nicea (787),
787
que propone que los fieles veneren las imágenes de
la Trinidad, Cristo, la Virgen y los Santos.

San Basilio: “el honor de la imagen se dirige al


original” (De Spiritu Sancto 18, 45, PG 32, 149).
149
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Ante la majestad divina, el hombre


se postra en actitud de profunda y
total adoración. Pero sólo adora el
que admira, y sólo son capaces de
descubrir la admiración las personas
humildes (pobres o ricos): buscan
respuesta a las preguntas últimas de
la existencia humana y concluyen
que sólo en Dios se encuentra la
respuesta adecuada.

Después de descubrir el camino, es


preciso recorrerlo: la humildad debe
acompañar la obediencia.

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