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8 MENCIONES:
Valores en el Servicio a la Salud, Valores en la Aplicación de la Justicia, Valores en el Ejercicio Profesional, Valores en la Seguridad
Diplomado en Valores para el Desarrollo Nacional
Los seres abnegados tienen la capacidad de renunciar generosamente al bienestar propio para
poner sus vidas, sin condición alguna, al servicio del bienestar del prójimo. Abnegación es,
precisamente, la entrega sublime de las almas nobles en favor del bienestar de las almas
dolientes. Los actos de nobleza de los seres abnegados suelen alcanzar los límites
sacrosantos del sacrificio extremo, llegando en ocasiones a la inmolación. Los seres
abnegados cultivan valores excelsos como el desprendimiento, el desinterés, la caridad, la
generosidad, la fraternidad y la benevolencia. Cristo, en la más excelsa demostración de
abnegación, renunció a su condición divina para hacerse humano y sufrir el martirio de la
crucifixión con la sublime misión de lograr la salvación de la humanidad. Cuando en los seres
humanos hay carencia de abnegación, se abren las puertas al egoísmo, a la indiferencia, a la
apatía, a la infraternidad, al inhumanismo y a la insensibilidad. La abnegación es un
maravilloso fruto del amor. Por consiguiente, la carencia de abnegación nos aleja de Dios,
porque Dios es amor.
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¿Por qué no tratar a los demás con afecto, con cariño, con dulzura? ¿Por qué no
transitar por los caminos de la vida irradiando ternura? ¿Por qué no tender la mano
con emoción fraterna a cuantos saludamos a nuestro paso? El mundo se ha tornado
frío, indiferente, apático, duro y hostil. Si somos hijos de Dios y si Dios es amor, ¿por
qué no irradiamos amor? ¿Por qué no reflexionamos sobre la carencia de afecto al
prójimo y nos decidimos a fortalecer el afecto? Ser afectivo es ser sensible, cariñoso,
tierno y amoroso. Ser afectivo es tener la capacidad de estimar, valorar, querer,
respetar y tratar dulcemente a los demás. Si eres capaz de tratar con afecto al niño y
al adulto, al joven y al anciano, al sabio y al ignorante, al grande y al pequeño, al
afortunado y al desventurado, a todos, incluso al enemigo, entonces estás entregando
a la sociedad un aporte inmensamente valioso a favor de la existencia de un mundo
fraterno y, así, definitivamente, no estas viviendo en vano.
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3. Alegría
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4. Amistad
Camina por los senderos de la vida extendiendo tu mano fraterna en pro de la amistad
a cuantos encuentres a tu paso. Si así lo haces, al final de tu jornada, al término de tu
existencia, una multitud pronunciará dulcemente tu nombre y sus voces estarán
impregnadas de la sublime fragancia de la amistad que fuiste capaz de sembrar en el
transitar por los caminos de tu vida. Tener un amigo es tener una puerta abierta
cuando todas las puertas están cerradas. Tener un amigo es saber que alguien piensa
en nosotros cuando todos nos han olvidado. Tener un amigo es disponer de un cálido
rinconcito en el mundo cuando la fría tormenta todo nos ha quitado. Tener un amigo es
poseer un jardín fecundo en el que podemos cultivar sentimientos hermosos. Tener un
amigo es, en suma, saber que en nuestras almas no existe la soledad que aterra. Ten
presente que vivir sin amigos es vivir en soledad y quien vive en soledad no disfruta de
la vida, solo existe. Por eso, no busques enemigos, porque la enemistad destruye los
valores celestiales del hombre; busca amigos, porque la fraternidad nos acerca a Dios.
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5. Amor
El amor y el odio son como el día y la noche; cuando el día refulge la noche se extingue y
cuando la noche impera el día está ausente. El amor genera luz; el odio engendra
oscuridad. En el amor hay vida; en el odio hay muerte. En el amor hay armonía; en el odio
hay caos. En el amor hay paz; en el odio hay discordia. En el amor hay luz; en el odio hay
tinieblas. El que ama es tolerante; el que odia es tirano. El que ama es prudente; el que
odia es temerario. El que ama es confiable; el que odia es temible. El que ama es
generoso; el que odia es egoísta. Cuando el amor nace el odio muere. Si quieres que tu
existencia se alimente de amor, entonces que tu alma perciba el encanto del niño, que tu
corazón se inflame con la ternura de mamá, que tu ser se agigante con la fortaleza de
papá, que tu inteligencia se sublime con el esplendor del universo, que tus manos
aprendan a tocar con suavidad los pétalos de las flores, que tu caminar tenga como guía y
horizonte el fulgor de las estrellas y que el aire que respiras te permita sentir el aliento de
Dios. Y recuerda que cultivando el amor nos acercamos a Dios porque Dios es amor.
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6. Armonía
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7. Autenticidad
Ser auténtico es mostrarnos como realmente somos. Ser auténtico es respetar nuestra
propia verdad. Ser auténtico es no fingir ser lo que no somos. Si aparentamos ser
diferentes de lo que somos, entonces mentimos a otros y también a nosotros. En
ocasiones perdemos valioso tiempo de nuestra vida tratando de ser como aquel, de
imitar a alguien que soñamos o que admiramos y, con ello, lo único que hacemos es
engañarnos. Muchas veces buscamos una apariencia distinta a la nuestra, con
ademanes, usos y costumbres ajenos, demostrando que no nos estimamos, que no
nos apreciamos, que no nos valoramos y que no estamos conformes con lo que
somos. Realidad inobjetable: somos como somos. La búsqueda de aparentar ser lo
que no somos puede ponernos en el camino del ridículo. Necesitamos, entonces,
valorarnos y aceptarnos tal como somos, más allá de las ventajas o desventajas que la
vida nos ha deparado. Pero, ¿tenemos derecho a esforzarnos en ser mejores? Sí, lo
tenemos, pero no fingiendo ni con vanas imitaciones.
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8. Autodominio
Ejerce dominio de sí mismo quien es capaz de controlar sus pensamientos, sus
9. Autoestima
Quien no se conoce, no tiene argumentos para valorar su existencia. Quien ignora sus
potencialidades, ignora también los recursos que posee para vivir exitosamente. Quién
no reflexiona sobre sus posibilidades de ser útil a sus seres queridos y a la sociedad,
¿qué hace de su vida? Para vivir correctamente es necesario estimarse, valorarse,
cuidarse, protegerse y defender la vida. En suma, para vivir correctamente
necesitamos engrandecer la existencia y la existencia se enaltece dándole valor a la
vida. Y valorar la vida es autoestimarse, es cuidar con esmero el más grande tesoro
que como seres humanos poseemos. Es necesario tener presente que si nuestra vida
pierde valor, entonces estamos abriendo el buzón de los olores sepulcrales. Por eso,
quien no se estima no solamente está obrando con necedad sino, además, está
desperdiciando su existencia. La carencia de ideales, de sueños, de aspiraciones, es
un paupérrimo distintivo de quienes no valoran su vida. No estimarse es no tener
estímulos para vivir. No estimarse es, en suma, arruinar la existencia.
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10. Autonomía
¿Quién decide por ti? ¿Acaso tus defectos psíquicos? ¿Talvez tus emociones
desenfrenadas? ¿Quizá tus pensamientos impregnados de impurezas? ¿O gente ante
quien tu voluntad está subyugada? ¿Ejerces la autonomía plena que corresponde a
los seres humanos que disfrutan de una existencia ideal? Dos vías existen para la
pérdida de la autonomía, de la libertad de decidir: la sumisión ante nuestros
semejantes y la sumisión ante nuestros defectos. Defectos como la ira, el orgullo, la
lujuria, la codicia, la envidia y los celos, entre otros. Para vivir como seres plenamente
autónomos necesitamos despojarnos de los defectos mentales o emocionales que
suelen habitar en nuestro interior y que, en ocasiones, nos arruinan la existencia.
Necesitamos, también, mantener a distancia las influencias ajenas que atentan contra
nuestro sagrado derecho de vivir con el libre albedrío que el Cielo generosamente nos
ha concedido. Para ser libres y capaces de tomar decisiones concientes y alejadas de
sumisiones tenemos que exterminar las cadenas que subyuguen nuestra voluntad.
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11. Benevolencia
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12. Bondad
mayor afán que el ejercido por su propio bienestar. Ser bondadoso es tener la
capacidad de ayudar al prójimo sin esperar recompensa. Quien cultiva el valor de la
bondad es dadivoso, comprensible, caritativo, noble y servicial. Es también
benevolente, benigno, piadoso, filántropo, altruista, magnánimo, sensible y
misericordioso. Quienes atesoran estos atributos enaltecen sus almas, porque cada
acto de bondad es una demostración de grandeza espiritual. Contrariamente, cuando
en los seres humanos no hay bondad emerge la indiferencia, la frialdad, el egoísmo, la
insensibilidad, la infraternidad, la maldad, la crueldad e, incluso, la perversidad.
Quienes tienen la capacidad de obrar bondadosamente a favor de los demás sienten
en cada uno de sus actos un inmenso regocijo espiritual, porque dan cumplimiento al
mandato divino de amar al prójimo. La vida de las personas bondadosas suele ser
grata, dulce, llena de placenteras satisfacciones y, por consiguiente, estará colmada
de felicidad.
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13. Carácter
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14. Caridad
Cristo invocó a sus seguidores tener fe, esperanza y caridad. Necesitamos entonces
cultivar la confianza, saber esperar y obrar con amor, es decir, con caridad. Caridad es
desprenderse de la camisa que tenemos puesta para dársela a quien está temblando
de frío. Caridad es partir en dos el único pan que poseemos para compartirlo con el
que tiene hambre. Caridad es hacer que quien va por el camino equivocado salga de
él y transite por el buen sendero. Caridad es servir, es ser útil, es ser noble, es ser
generoso, es tener desprendimiento, es estar dispuesto a tender la mano al que nos
necesita. Caridad es socorrer, es auxiliar, es ayudar al prójimo. Caridad es ser
dadivoso, filántropo, misericordioso, piadoso, altruista y generoso. Las personas
caritativas prodigan amor, humanismo, indulgencia, benevolencia y piedad. Cuando la
caridad está ausente impera el egoísmo, la tacañería, la indiferencia y la
insensibilidad. Si eres caritativo, Dios tiene en ti un hijo a su imagen y semejanza.
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15. Compañerismo
No hemos nacido para vivir solos sino para existir en sociedad. Necesitamos, por
consiguiente, aprender a vivir en compañía de nuestros semejantes. El mundo no es
sólo nuestro, es también de los demás. Y no hemos nacido con la consigna de vivir en
conflicto con el prójimo y de lastimarnos unos a otros. Por consiguiente, es irracional
convertir nuestras vidas en infiernos a causa de las controversias. Tenemos que
aprender a caminar juntos, a darnos la mano y a ejercitar el compañerismo. Porque es
mejor tener buenos compañeros de camino que enemigos capaces de impregnar
amargura en nuestra existencia. Inteligentemente, esforcémonos en vivir en armonía
con quienes nos rodean. Es maravilloso disfrutar del fraternal afecto de un grato
compañero de camino. Procedemos con sabiduría cuando fomentamos el
compañerismo, la unión, la amistad, la solidaridad, la fortaleza de grupo y la
integración, porque logramos así una convivencia placentera.
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16. Compartir
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17. Compasión
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18. Comprensión
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19. Confianza
En la vida hay momentos en los cuales necesitamos confiar en alguien, cual si fuese
una tabla de salvación. Es importante saber que existe la persona en quien podemos
confiar y revelar sin temor nuestros secretos o compartir nuestros ideales. Por eso, es
absurdo no confiar en nadie. La desconfianza, además, nos aleja de valores como la
fraternidad, la amistad, el compañerismo, la solidaridad, la comprensión y el afecto.
Desconfiar de todos es aislarse, es encerrarse en cavernas solitarias a manera de
sepulcros, para existir en ellas como muertos vivientes. No hemos nacido para vivir
solos y, por consiguiente, necesitamos compartir la vida con los demás. Sin embargo,
es bueno considerar que la confianza ciega puede conducirnos a la confusión, a la
desilusión y, en ocasiones, a una existencia ruinosa. La confianza, prudentemente
cultivada, se robustece cuando en los demás hay valores como la sinceridad, la
servicialidad y la lealtad; se debilita con la falsedad, la hipocresía y la traición.
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20. Conocimiento
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21. Constancia
Hay objetivos en la vida que solo se pueden alcanzar con la constancia. Y,
contrariamente, iniciativas determinantes para lograr un futuro promisorio suelen
terminar empolvadas por el tiempo a causa de la inconstancia. La constancia puede
impulsarnos a la gloria y la carencia de constancia a la frustración. Donde hay
constancia hay también paciencia. Donde hay constancia hay decisiones firmes.
Donde hay constancia hay esfuerzo y sacrificio. Donde hay constancia hay convicción
y coraje. Donde hay constancia hay fe y optimismo. Ser constantes es, en suma, ser
perseverantes, persistentes, tenaces y tesoneros. La inconstancia, por su parte, nos
torna volubles, inseguros y dubitantes. La inconstancia puede provenir de la timidez,
de la carencia de visión del futuro, de la escasez de conocimientos, de la falta de
aspiraciones y, lo que es peor, de la resignación de existir sin objetivos por alcanzar.
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22. Cordialidad
La cordialidad es una de las cualidades más eficaces para fortalecer nuestra relación
con el prójimo. Son particularidades de la cordialidad el respeto, la consideración y el
aprecio a los demás. Quienes cultivan la cordialidad tienen siempre a flor de labios una
palabra grata, dulce y seductora. Las personas cordiales irradian amabilidad, afecto,
simpatía, sociabilidad, franqueza, cariño y sinceridad. Las personas cordiales
sobresalen por su trato fino, afable, gentil, caballeroso, elegante, distinguido y
carismático. Las personas cordiales son atractivas, sociables y de trato agradable. Las
personas cordiales se distinguen por mostrar a los demás un comportamiento
especialmente encantador. Las personas cordiales no ignoran palabras tan sencillas
como “por favor” o “gracias”, con las cuales suelen transmitir mensaje impregnados de
dulzura. Los carentes de amabilidad son huraños, antipáticos, grotescos, insípidos,
repulsivos e insociables. Si eres amante de las buenas relaciones con los demás,
cultiva con esmero el envolvente valor de la cordialidad.
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23. Cortesía
Aprendamos a pedir por favor y enseñemos a los demás a dar las gracias, valorando
la palabra cortesía. Seamos siempre amables, concediendo a los demás el trato gentil
que distingue a las personas de formación correcta. Si ordenamos o pedimos un
servicio sin usar palabras de buen trato estamos evidenciando un pobre concepto de
lo que otros valen para nosotros. El respeto mutuo es el soporte de la sociedad y,
también, el instrumento ideal para las buenas relaciones con el prójimo. El trato
irrespetuoso genera conflictos. El trato gentil es siempre armonizante. El éxito está
muy cerca de las personas amables, atentas, cordiales, respetuosas, corteses,
gentiles, solícitas, agradables y de trato gratamente dulce y encantador. El infortunio
ronda la existencia de los insociables, groseros, ásperos, despóticos, repulsivos e
intratables. Por eso, en cada uno de nuestros actos, seamos siempre amables con los
demás. Si así lo hacemos nuestras vidas tendrán para otros el grato sabor de una
dulce existencia.
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24. Creatividad
Si Dios nos dio la facultad de pensar, ¿por qué no utilizar creativamente nuestra
mente? ¡Cuántas cosas podríamos crear y, con ellas, obtener en la vida satisfacciones
incomparables! No nos limitemos a hacer lo que otros hacen y no esperemos que
otros piensen por nosotros. Demos oportunidad a nuestra mente de ser útil, creando,
mejorando y desarrollando lo que hacemos. Hay siempre alegría en la acción de crear,
de hacer algo nuevo, de ser originales, de emprender una tarea que otros no han
realizado. No obremos mecánicamente, ni imitativamente, ni tampoco repetitivamente.
Demos trabajo a la mente pensando, analizando, reflexionando y siendo creativos. El
resultado, si así obramos, será de inmensa satisfacción. Recuerda que los creativos
inventan, hacen algo nuevo, son originales, producen cosas diferentes, son autores de
iniciativas. Los creativos forjan, generan, organizan, cambian y, especialmente, gracias
a su capacidad de crear, son admirablemente útiles a los demás. ¿Por qué no
esforzarnos en ser uno de ellos?
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25. Decencia
Las personas decentes se distinguen por la pulcritud de sus actos. Las personas
decentes son admiradas por su aseo mental, emocional y físico. Las personas
decentes se caracterizan por ser recatadas, honorables y pudorosas. Las personas
decentes son, además, honorables, honestas y dignas. Las personas decentes son
educadas, exigentes en su cuidado personal y elegantemente respetuosas con los
demás. Las personas decentes, por su correcta forma de ser y de proceder, son para
otros un hermoso ejemplo de buen comportamiento. En el torbellino del mundo, en el
quehacer agitado de la sociedad, las personas decentes tienen el sitial de honor que la
humanidad les asigna en mérito a su sobresaliente comportamiento. Los indecentes,
por su condición de portadores de impurezas internas y externas, terminan
marginándose de las personas correctas a causa de su indignidad. Por eso, no
escatimes esfuerzo alguno en la búsqueda de ubicarte en el sitial de los hombres
decentes.
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26. Decisión
La duda es la polémica más dramática de los seres humanos, porque quienes dudan
polemizan con ellos mismos. La duda nos ubica en una extraña posición: los pies
encaminándose hacia un destino determinado y el rostro mirando hacia el lado
opuesto, actitud dubitativa que nos genera confusión, caos y un frustrante conflicto
interior. El éxito está cerca de los hombres decididos; el fracaso persigue a los
vacilantes. Las decisiones que se toman en pos de un gran objetivo son siempre
motivos de alegría. Cuando emprendemos una buena obra lo celebramos, porque con
las acciones descollantes enaltecemos nuestra existencia. Por grande que sea la
visión que tengamos de nuestro futuro y por contundente que resulte la estrategia
concebida para alcanzar las metas soñadas, si no somos capaces de tomar decisiones
firmes en el momento oportuno todo puede tornarse vano. Triunfes o fracases,
decídete. A causa de la indecisión podemos perder una batalla antes de haberla
emprendido.
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27. Desprendimiento
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28. Diálogo
Dialogar no es discutir. Dialogar no es polemizar. Dialogar es conversar. Dialogar es
intercambiar ideas. Dialogar es valorar por igual las opiniones propias y las ajenas.
Quien expone su forma de pensar sin la posibilidad de aceptar la forma de pensar de
los demás cierra las puertas al diálogo. Cuando los interlocutores no están dispuestos
a aceptar el parecer ajeno, el intercambio de opiniones puede convertirse en
discusión. Y la discusión suele abrir heridas que, en ocasiones, no se cierran jamás. El
diálogo para ser tal necesita estar exento de barreras. El diálogo sin barreras tiene la
virtud de armonizar y fortalecer las relaciones humanas. La carencia de diálogo,
contrariamente, puede debilitar y fracturar vínculos, aún siendo sólidos, entre unos y
otros. Son elementos nocivos para el diálogo: la discusión, la obsesión, la terquedad,
la insensatez, la torpeza y la irreflexión.
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29. Dignidad
Digno es quien está equipado con los atributos que enaltecen al ser humano. Digno es
quien cultiva valores como el amor, la honestidad, la solidaridad, la humildad, el decoro
y la ponderación. Digno es quien trata con pulcritud, nobleza, respeto, afecto y
tolerancia a los demás. Ser digno es ser decente, noble, honorable y de recto
proceder. Son dignos quienes poseen los atributos que ubican a los seres humanos en
el sitial de las personas cuyas vidas son calificadas como excelentes y ejemplares.
Los hombres dignos son luz en el camino de los demás y guías capaces de conducir al
prójimo por venturosos derroteros. Hay carencia de hombres dignos, de hombres de
valía, de hombres rectos, de verdaderos hijos de Dios. Procede con sabiduría quien es
capaz de desplegar todos los esfuerzos posibles para ubicarse en el pedestal de los
seres con grandeza moral y espiritual. El galardón de la supremacía humana es la
sublime recompensa para quien se convierte en prototipo de almas cuyas vidas
ejemplares son emuladas por los demás.
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30. Discernimiento
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31. Disciplina
¡Cuán cercana suele ser la distancia entre la disciplina y el éxito y cuán corta la
distancia entre el desorden y el fracaso! Para cultivar los atributos que distinguen a los
hombres ideales se requiere una vida disciplinada. La disciplina se consolida con el
acatamiento pleno de las normas que regulan el buen comportamiento humano. Las
normas que determinan nuestro correcto proceder provienen del mandato divino, del
imperio de la naturaleza y de la sociedad con la que compartimos este mundo. Muchos
son los atributos que distinguen a las personas disciplinadas: el orden, la puntualidad,
la responsabilidad, la corrección y el respeto, entre otros. Es la disciplina determinante
para una vida placentera. Porque donde hay disciplina hay armonía. Donde hay
armonía hay bienestar. Y donde hay bienestar hay felicidad. La disciplina no debe
imponerse mediante el imperio de la violencia sino con el imperio de la razón. La
disciplina es uno de los grandes valores humanos que los seres dignos cultivan con
esmero y sin imposiciones.
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32. Ejemplos Atesora y aplica a tu vida los buenos ejemplos que observes en otros,
porque ¡quién sabe cuán inmensas pueden ser las satisfacciones que, con ellos,
obtengas! Pero no sólo dependas de los buenos ejemplos de los demás sino,
engrandeciendo tu existencia, haz que otros vean en ti un valioso ejemplo a seguir.
Recuerda que uno de los más grandes tesoros que podemos poseer es una existencia
ejemplar, una vida digna de ser emulada por el prójimo. ¡Engrandece tu existencia y te
convertirás en un ejemplo de vida para los demás! Recuerda que la prédica más eficaz
que se puede hacer por el bien de otros es hablar con el buen ejemplo de la vida
propia. Hay ocasiones en las que el poseedor de una vida ejemplar para una gran
prédica sólo necesita su nombre. Muchos errores se han cometido en la vida por la
torpeza de ignorar los buenos ejemplos de los demás. Y muchos son los aciertos
obtenidos gracias a valorar y ejercitar los buenos ejemplos recibidos. Cuando
ignoramos un buen ejemplo procedemos con torpeza y cuando ofrecemos un mal
ejemplo obramos con maldad.
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33. Empatía
Una de las fórmulas más eficaces para entender a los demás es ubicarnos en el lugar
de los demás. Las cosas son según el cristal con que se miran o según la ubicación
desde donde se les observan. Se entiende por empatía la capacidad de identificar el
estado mental o emocional y la forma de ser de otras personas. Empatía es tener la
capacidad de contemplar el mundo desde la perspectiva del otro. Es sentir el mundo
interior y exterior de la otra persona como si fuera el mundo interior y exterior nuestro.
Las controversias, las discusiones y las confrontaciones tendrían finales de
entendimiento y de armonía si fuésemos capaces de ubicarnos en el lugar de quien
queremos entender o comprender. No hay ejemplo de empatía más maravilloso que el
que a diario da mamá con la grandeza de su amor. Mamá tiene la inmensa capacidad
de entender a los hijos sin que estos digan palabra alguna, sin que den explicaciones,
porque se ubica en el lugar de ellos. Fórmula valiosa para vivir bien con los demás es
la sabia utilización de la empatía.
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34. Equidad
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35. Esfuerzo
Si invocamos el auxilio del prójimo y él nos tiende generosamente su mano sin que
nosotros hagamos lo mismo la invocación puede tornarse vana. Si imploramos al cielo el
auxilio de Dios y nada ponemos de nuestra parte, ¿cómo entonces esperamos que se
haga realidad el socorro invocado? Hay ocasiones en las que perdemos demasiado tiempo
postrados en la inacción demandando ayuda sin desplegar esfuerzo alguno. Recordemos
dos frases del conocimiento popular: “Dios dice: ayúdate que te ayudaré” y “A Dios
rogando y con el mazo dando”. Es torpeza dejar que la vida transcurra sin más acción que
la emisión de lamentos, esperando inactivos la ayuda que suplicamos o que creemos
tenemos derecho de recibir. Recordemos las palabras del médico a su paciente: “Si no
pones nada de tu parte será muy poco lo que yo pueda hacer por sanarte”. La fórmula
ideal, entonces, para recibir la ayuda solicitada está en el esfuerzo conjunto. En última
instancia, una de las más grandes satisfacciones que podemos tener en la vida es
alcanzar los objetivos que aspiramos con el esfuerzo propio.
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36. Esperanza
Quien no tiene esperanzas, quien carece de sueños, quien no abriga anhelos, está
muriendo en el presente, agonizando por la carencia de futuro. Cuando se pierde la
esperanza emerge el abandono, la desilusión, el desaliento, la decepción y la falta de
fe. Si no hay esperanzas tampoco hay proyectos para el mañana y, por consiguiente,
escasearán los motivos para vivir con optimismo y con alegría. Vivir con esperanzas
es aguardar la llegada del mañana que hoy soñamos. Tener esperanzas es tener
confianza y es creer en algo grato que nos puede deparar el porvenir. Tener
esperanzas es tener motivos para vivir y razones para esforzarnos por un futuro mejor.
Tener esperanzas es tener la capacidad de perseverar en lo que se quiere lograr.
Tener esperanzas es, en suma, tener justificaciones para persistir en alcanzar las
metas a las que queremos llegar. Si nada esperamos del porvenir y si creemos que el
mañana no tiene valor, entonces nuestra existencia ha perdido justificación.
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37. Espontaneidad
Las personas que se distinguen por sus actitudes espontáneas comprometen, con su
grata forma de ser, el aprecio, el reconocimiento y la admiración de los demás. Ser
espontáneo es actuar a iniciativa propia, es ser voluntarioso, atento, servicial, amable
y gentil. Las personas espontáneas son aquellas que en su afán de ser útiles suelen
actuar antes que sus servicios sean requeridos. ¡Hay escasez sobre la tierra de gente
espontánea, capaz de ponerse al servicio de los demás sin esperar que los demás
invoquen sus servicios! ¡Cuántas hermosas iniciativas en bien del prójimo se pierden
por la carencia de voluntarios, por la falta de gente servicial, de personas que cultiven
en sus vidas el valor de la espontaneidad! Espontáneo es quien está presto a servir a
otros cuando las circunstancias así lo demandan, sin más interés que la satisfacción
de ser útil. En el otro extremo de los espontáneos se ubican los indiferentes, los
calculadores, los apáticos, los desatentos, los no serviciales; aquellos que se
preocupan en vivir sólo pensando en ellos, egoístamente.
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38. Fe
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Una de las más grandes aspiraciones de los seres humanos es disfrutar de una
existencia feliz. Si este objetivo no es alcanzado, entonces la vida puede tornarse
vana. Y peor aún si por la carencia de felicidad impera la desdicha. Para alcanzar la
felicidad se necesita vivir bien. Para vivir correctamente es necesaria una existencia
ideal. Quien disfruta de una existencia ideal, por consiguiente, vive feliz. Vivir feliz es
vivir con alegría. Vivir feliz es disfrutar de la existencia. Vivir feliz es sentirse
afortunado de haber nacido. La felicidad es el mayor tesoro que los seres humanos
podemos poseer en este mundo. Por eso, bienaventurado es quien vive feliz. Pero, ser
feliz no es necesariamente un premio de la buena suerte. La felicidad se alcanza,
fundamentalmente, con la sabia planificación de la vida. Toda acción que quebranta
las leyes de la sociedad, de la naturaleza y de Dios nos conduce a la desventura y
cuando la desventura emerge la felicidad se extingue.
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40. Fidelidad
“Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida”, dice el mensaje divino en el
célebre libro bíblico Apocalipsis. La fidelidad que profesemos alcanzará el esplendor
supremo de su valor sólo si somos capaces de ejercerla hasta el final de nuestro
tiempo. Necesitamos ser fieles a Dios y fieles unos a otros. La fidelidad es, en los
seres humanos, una cualidad sublime. Pero así como las bestias salvajes esperan el
momento oportuno para su ataque mortal, la traición se mantiene al acecho para
exterminar el sublime valor de la fidelidad. Quien cultiva la fidelidad engrandece su
alma. No hay fidelidad sin verdad. No hay fidelidad sin nobleza. No hay fidelidad sin
fraternidad. No hay fidelidad sin protección. No hay fidelidad sin respeto. No hay
fidelidad sin amistad. Fruto valioso de la fidelidad es la gratitud. Por su fidelidad Dios
salvó a Lot de la destrucción de Sodoma y Gomorra.
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41. Fraternidad
Ser fraterno es tratar a los demás con muestras de hermandad, de cariño, de afecto,
de unión, de solidaridad y de nobleza. Quien sea capaz de tratar fraternalmente a los
demás, estará cumpliendo la sagrada invocación del Redentor del Mundo: “Amaos
unos a otros como yo os he amado”. Cristo dijo: “Lo que se siembra se cosecha”.
Sembremos entonces fraternidad para cosechar ternura, valor humano enaltecedor
que, cual fruto maravilloso, podamos degustar entre unos y otros. Con la fraternidad se
fortalece una de las mayores virtudes que el ser humano puede poseer: el amor.
Cuando la fraternidad está ausente emerge la desunión, la indiferencia y el desinterés
por el bien de los demás. La carencia de fraternidad abre las puertas al egoísmo, a la
insensibilidad, al menosprecio y a la enemistad. La carencia de fraternidad engendra
distanciamientos, desuniones y confrontaciones. Para vivir en buenas relaciones con
los demás necesitamos desterrar el germen nocivo de la infraternidad. Somos hijos de
un mismo Dios y, como tales, necesitamos vivir fraternalmente.
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42. Generosidad
Si eres generoso serás capaz de ayudar a ponerse de pie al que ha caído, sin preguntarle
su nombre. Si eres generoso serás capaz de apaciguar el hambre del prójimo, sin esperar
recompensa alguna. Si eres generoso serás capaz de socorrer a los demás, sin dejar
registro de tu nombre. Las almas generosas siempre tienen a su alcance algo por entregar
a quien necesita de su auxilio. La generosidad puede estar en una mirada tierna, en una
palabra de consuelo o simplemente en un abrazo fraterno. Muchos son los atributos que se
cultivan con la generosidad: la nobleza, la bondad, el desinterés, la caridad, la hospitalidad,
la filantropía, la fraternidad, el desprendimiento, la solidaridad y la servicialidad Pero una
de las más sublimes manifestaciones de la generosidad es el perdón sin reservas. El
esfuerzo humano extremo por el bien de otros es una elevada muestra de generosidad.
Compartir generosamente lo que se posee con los desposeídos es un gesto de bondad
propio de almas superiores.
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43. Gratitud
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44. Honestidad
Caminar enarbolando la bandera de la honestidad es para todo ser humano una de las más
gratas y grandes satisfacciones que la vida le puede deparar. La honestidad es, no lo dudes,
un preciado galardón que dignifica y enaltece la existencia humana. La deshonestidad,
contrariamente, es un asqueante y vergonzoso distintivo que portan los inicuos. Los
deshonestos, cual roedores, se sienten más seguros en los escondites oscuros que en la
claridad de la luz. Ser honesto es ser decente, honrado, digno, sincero, honorable, pudoroso,
recto, decoroso, moral, consciente, íntegro y justo. Los seres honestos no mienten, no
calumnian, no distorsionan la verdad, no tienen actitudes engañosas, no son hipócritas, no se
apoderan indebidamente de lo ajeno. Los deshonestos son impúdicos, desvergonzados,
indecentes, detestables, insensibles, inhumanos, licenciosos e irresponsables. El mundo se
despeña por la alarmante carencia de valores humanos y uno de estos valores es la
honestidad. Por eso, cada vez son más necesarios quienes se erigen como ejemplos de
honestidad, seres que por ser tales terminan admirados por la sociedad.
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45. Humildad
El Redentor del Mundo, Jesús el Cristo, consagró para los humildes en su célebre
Sermón de la Montaña una de sus siete bienaventuranzas. Le dio así valor sublime a
la humildad. La humildad es una virtud que nos perfecciona; la soberbia es un defecto
que nos degrada. Ser humilde es ser paciente, pero no conformista. Ser humilde es
ser sumiso, pero no esclavo. Ser humilde es ser tímido, pero no cobarde. Ser humilde
es ser obediente, pero no servil. Los humildes son reverentes y respetuosos. Los
humildes son prudentes y cautelosos. Lo opuesto de la humildad es la soberbia. El
soberbio es despótico, creído y orgulloso. El soberbio es presumido, arrogante y
ostentoso. Es dramático el batallar entre la humildad y la soberbia. Valor y antivalor
que nos señalan caminos opuestos. La humildad nos conduce a la perfección y la
perfección a la grandeza. La soberbia nos conduce a la imperfección y la imperfección
a la miseria.
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46. Identificación
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47. Justicia
“Los justos resplandecerán como el sol”, dijo Cristo. Pero, ¿qué es ser justo? El justo
obra con rectitud, con probidad y con equidad. El justo procede con sabiduría, con
respeto y con prudencia. El justo actúa con imparcialidad, con corrección y con
nobleza. Si estos atributos escasean, entonces está abierta la puerta de la injusticia.
Para ser justos en cada uno de nuestros actos necesitamos ser poseedores de los
valores que perfeccionan y enaltecen la existencia humana. No olvidemos el drama de
María Magdalena y las célebres palabras de Jesús dirigidas a quienes la habían
sentenciado a muerte: “Tire la primera piedra el que esté limpio de toda culpa”.
Ninguno pudo ejecutar la sentencia de muerte lanzando la primera piedra porque
ninguno estaba limpio de culpa. Cuando tengamos que calificar el comportamiento
ajeno hagámoslo exhibiendo los valores humanos que corresponden al recto proceder.
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48. Laboriosidad
Ser laborioso es hacer con esmero todo cuanto se hace. Ser laborioso es ejecutar
cuidadosamente la labor encomendada. Ser laborioso es ir más allá del simple
cumplimiento de la tarea a realizar. Las personas laboriosas obran siempre con
prolijidad y con dedicación. Las personas laboriosas son detallistas en los trabajos que
ejecutan. Las personas laboriosas son de constante actividad productiva. Las
personas laboriosas se distinguen por su admirable afán de hacer las cosas mejor de
lo proyectado. No es lo mismo ser un simple trabajador que ser un trabajador
laborioso. El simple trabajador se limita a cumplir la misión que se le encomienda. El
trabajador laborioso cumple la misión encomendada agregándole el ingrediente de su
laboriosidad. Y quien todo lo hace mejor de lo esperado será siempre motivo del
reconocimiento y la admiración de los demás.
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49. Lealtad
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50. Libertad
Entre los caminos que los seres humanos podemos transitar sin disfrutar de libertad
están: el de la sumisión a los defectos propios y el de la sumisión a las voluntades
ajenas. La más fácil de conseguir es la libertad ante nuestros semejantes, aún cuando
por ella son tantas las veces que los campos de batalla se han teñido de sangre. Las
cadenas esclavizantes más difíciles de romper son las que están en nuestro interior.
Los defectos mentales o emocionales se convierten en despiadados tiranos que en
ocasiones pueden subyugarnos hasta arruinar la existencia. De estas dos formas de
esclavitud necesitamos estar libres para disfrutar de nuestra vida. La libertad se
extingue cuando impera la sumisión, el sometimiento, la sujeción, la opresión, la
dependencia y la coacción. Externamente viviremos como seres libres cuando
tengamos la facultad de tomar decisiones sin que nadie subyugue nuestra voluntad.
Interiormente seremos libres cuando obremos sin sumisión a nuestros propios
defectos mentales o emocionales.
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En los líderes ideales hay abnegación, porque en la conducción de sus semejantes son
capaces de llegar a los sacrificios extremos. En los líderes ideales hay sabiduría, porque
para forjar el bienestar y la prosperidad de los demás el conocimiento es,
incuestionablemente, determinante. En los líderes ideales hay diálogo, porque quien
impone sus ideas violentando la mente ajena no es un líder sino un tirano. En los líderes
ideales hay capacidad ejecutiva, porque los líderes no son dubitantes sino decididos. Los
líderes ideales predican con el ejemplo de sus vidas, porque quien no es consecuente con
lo que dice es un farsante. En los líderes ideales hay prudencia, porque anhelan el bien
ajeno y la imprudencia demasiado daño causa. En los líderes ideales hay valentía, porque
son capaces de ofrendar sus vidas por la vida de los demás. En los líderes ideales hay
lealtad, nobleza y verdad, atributos con los cuales los líderes han escrito, una y otra vez,
páginas de gloria en la historia de la humanidad.
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52. Magnanimidad
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53. Mansedumbre
Los cultores del sublime valor de la mansedumbre se distinguen por su trato suave,
sosegado, dulce, respetuoso, noble, paciente y gentil. Las personas de manso
proceder son también cordiales, afectivas, bondadosas, benignas, dóciles,
benevolentes y apacibles. La virtud de la mansedumbre caracterizó al más grande de
todos los seres que ha estado en este mundo: Cristo, con su excelso sacrificio por el
bien de la humanidad. Conducido al martirio, manso como un cordero, Cristo legó a
sus creyentes un sublime ejemplo de mansedumbre. Lo opuesto a la mansedumbre es
la ira, la violencia, la insolencia, el descontrol, la pedantería, el orgullo y la
desobediencia, entre otros defectos. Quienes cultivan la mansedumbre son capaces
de tolerar pacientemente los menosprecios y las ofensas de los demás. Quien cultiva
la mansedumbre aleja de su alma toda forma de resentimiento, amargura, venganza,
cólera y odio. En los seres que cultivan la mansedumbre emerge el maravilloso jardín
de la armonía, cuyos frutos son flores de paz y felicidad.
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54. Misericordia
La misericordia se expresa con la capacidad de sentir compasión por las tragedias, las
miserias o los sufrimientos ajenos. Donde hay misericordia hay sensibilidad y
humanismo. Donde hay misericordia hay nobleza y piedad. Donde hay misericordia
hay altruismo y caridad. Donde hay misericordia hay desprendimiento y filantropía. Los
seres misericordiosos no piensan solo en ellos, piensan también en los demás. Los
misericordiosos son como los brazos extendidos de Dios, dispuestos a socorrer al que
necesita ayuda. La misericordia, con todos sus enaltecedores atributos, nos permite
cultivar una de las fuentes más grandes de la riqueza espiritual y moral: el amor.
Contrariamente, con la carencia de la misericordia se fortalece la inclemencia, el
inhumanismo, el egoísmo y la indiferencia a los demás. La carencia de misericordia,
además, nos abre el camino de la insensibilidad, del despotismo, de la indolencia, de
la infraternidad y del desprecio al prójimo.
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55. Objetividad
Ser objetivos es ver las cosas tal como son y no como nuestras ideas o nuestras
emociones quieren que las veamos. Para ser objetivos es elemental que obremos
manteniendo el equilibrio entre la fuerza del cerebro y la fuerza del corazón. La
inteligencia sin nobleza es peligrosa y la nobleza sin inteligencia también. Además,
la existencia de impurezas en los pensamientos y en las emociones induce
fácilmente a interpretaciones incorrectas. La percepción acertada o errada de lo
que veamos dependerá del color del cristal con el que hagamos la observación.
Es, además, condición determinante para proceder con objetividad obrar con
justicia, respeto, responsabilidad, comprensión, prudencia y, especialmente, con el
imperio de la verdad. Es también factor determinante para obrar con objetividad: el
alejamiento de las suposiciones y de las apreciaciones superficiales.
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56. Optimismo
Vivir irradiando optimismo es existir sembrando el entusiasmo que otros pueden necesitar
para ser felices. Haz que los demás encuentren en tu existencia la dosis de optimismo que
los avatares de la vida suelen extinguir. Si eres optimista habrá en tu persona entusiasmo,
ánimo, aliento, fe, alegría y buen humor. Hay muchas maneras de ser útil al prójimo,
siendo una de las más importantes fortalecer en ellos, con la fuerza del optimismo, su
estado de ánimo. Ten presente que tu optimismo puede ser útil no solamente a los demás
sino, especialmente, a ti mismo. ¡Quién sabe cuantos momentos cruciales de tu vida
tendrás oportunidad de superar con éxito gracias a tu optimismo o al optimismo que otros
te prodiguen! El pesimista es pregonero del desánimo, de la desilusión, de la
desesperanza, de la claudicación, de la tristeza y del desaliento. La carencia de optimismo
debilita los anhelos de vivir feliz y puede arruinar la existencia. Una expresión grata, una
palabra de aliento, un mensaje positivo, una simple sonrisa, un abrazo fraterno o un deseo
de éxitos, son motivaciones poderosamente influyentes.
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57. Orden
Para vivir bien necesitamos poner en orden todo aquello que pueda alterar, confundir o
generar actos de indisciplina, de perturbación y, en fin, inducir al caos nuestra
existencia. Necesitamos poner en orden nuestras ideas, nuestras emociones y
también nuestras acciones, porque el desorden puede causarnos daño, en ocasiones
con terribles consecuencias. Recordemos que no hay éxito en la vida cuando impera
el desorden, la confusión y la indisciplina. Una vida indisciplinada es una vida caótica
y, por consiguiente, desventurada. Contrariamente, cuando una existencia está
caracterizada por la corrección, por un comportamiento armónico, por un proceder
ordenado, entonces están sentadas las bases para una vida placentera, grata y feliz.
Muchas iniciativas de enorme valor se han extinguido por el desorden, se han
frustrado por la carencia de una adecuada organización y han fracasado por la falta de
una correcta ejecución. Sin embargo, pequeñas iniciativas han alcanzando niveles de
grandeza gracias a la disciplina, a la corrección, al orden y a la buena organización.
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58. Paciencia
El más admirable ejemplo de paciencia que la humanidad conoce fue dejado por el
patriarca Job. Pacientemente soportó las terribles pruebas a las que fue sometido. Y
en sus horas cruciales, cuando todos los bienes materiales los había perdido, expresó:
“Desnudo vine a este mundo y desnudo he de terminar”. Esta excelsa demostración de
paciencia parece estar perdida en el tiempo, sin encontrar émulos. Ser paciente es
obrar con mansedumbre y es soportar con estoicismo los avatares que intenten alterar
nuestro manso comportamiento. Ser paciente es permanecer apacibles cuando el
huracán de las vicisitudes de la vida nos golpea. Ser paciente es tener la capacidad de
tolerar al agresor desenfrenado. Ser paciente es soportar con pasividad los maltratos
de los iracundos, de los indolentes, de los irrespetuosos, de los torpes y de los
ignorantes. Contrariamente, el impaciente se desespera, se arrebata, se exaspera, se
enerva y, dominado por la ira, la venganza o el odio, reacciona y destruye su pulcritud
humana.
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59. Paz
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60. Perdón
¡Si eres capaz de perdonar dulcemente al que te ha ofendido, sin decirle que lo has
perdonado y de darle afecto como si nunca te hubiese hecho daño, entonces eres un digno
hijo de Dios! Al pronunciar la oración del Padre Nuestro decimos a Dios: “Perdónanos
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Sin embargo, la ira no quiere
que perdonemos, tampoco el odio, menos la venganza, lo mismo el resentimiento, otro
tanto nos pide el orgullo y así ocurre con un sinnúmero de defectos causantes de los
conflictos humanos. Cuando perdonamos estamos derrotando a nuestros propios defectos,
avanzando hacia nuestra perfección como seres humanos y, especialmente, hacia nuestra
grandeza espiritual. ¡Qué no se tornen vanas ni las palabras de perdón de la oración del
Padre Nuestro ni la súplica de perdón para los demás Cristo pronunció en la Cruz! En el
perdón, no lo ignoremos, hay indulgencia, misericordia, clemencia, compasión,
generosidad, nobleza, fraternidad, comprensión y otras virtudes que dignifican al ser
humano.
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61. Perseverancia
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62. Placer
Un acto de extrema torpeza es caminar mirando solamente hasta la punta de la nariz, sin
tener la precaución de levantar la testa y observar el horizonte para descubrir a tiempo los
peligros que el resto del camino nos pueda presentar y así evitarlos en el momento
oportuno. ¡Cuántas personas buscan el placer, el disfrute de su existencia, el gozo sin
límites, sin analizar lo que puede venir después, lo engañoso que puede ser ese momento,
lo triste que podría ser el final y, así, terminan arruinando su existencia! Claro que es
necesario tener una existencia feliz, que nos asiste el derecho de disfrutar de cuantos
placeres sea posible, de divertirnos a plenitud, de gozar de la existencia y, en suma, de
vivir jubilosamente, pero ello debe ocurrir consciente e inteligentemente. Lo ideal es vivir a
plenitud, divertirse, alegrarse y sentir la felicidad de existir, sin afectar la vida propia y sin
dañar la existencia ajena. Si en el afán de vivir placenteramente afectamos a otros o a
nosotros mismos, entonces el placer del que disfrutemos será la antesala del infortunio
propio y ajeno. Quien así pretenda disfrutar del placer de vivir estará obrando con torpeza,
con desatino y con idiotez.
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63. Prosperidad La prosperidad es una de las más grandes satisfacciones que la vida
nos puede deparar. Es, por consiguiente, necesario esforzarnos en crear con sabiduría
y esmero las condiciones óptimas para que emerja la prosperidad. En la historia de la
humanidad, hombres y pueblos han alcanzado las cumbres del esplendor transitando
por los caminos de la prosperidad. Frutos de la prosperidad son: el éxito, el bienestar,
la paz y, consecuentemente, la alegría de vivir. Cuando la prosperidad está ausente se
abren las puertas del fracaso, de la desdicha, del sufrimiento, de las adversidades y, a
causa de ello, la vida puede concluir sumida en el desastre. Para prosperar
necesitamos ser creativos, tener objetivos, tomar decisiones, ser ordenados, obrar
sabiamente, ser optimistas, y ser perseverantes, entre otros atributos útiles. Pero por
sobre todas las cosas, se necesita querer la superación y tener fe en la prosperidad.
Renunciar a la búsqueda de la prosperidad es desperdiciar la existencia. Algunas
veces la prosperidad llega sin que la llames, pero generalmente la encuentras porque
la buscas.
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64. Prudencia
Quien tenga la capacidad de mantenerse sereno y de obrar con prudencia cualquiera sea la
circunstancia que la vida le presente, dura o agradable, podrá disfrutar de una existencia
placentera. Ser prudente es ser cuerdo, moderado, juicioso, mesurado, reservado, sensato,
atinado, discreto, precavido, cauteloso, ecuánime y paciente, entre otros valiosos atributos.
¡Cuanta necesidad tiene la humanidad de gente prudente para vivir en un mundo de
tranquilidad! Son muchas las tragedias y es demasiado el dolor que los imprudentes han
causado y siguen causando al prójimo y a ellos mismos. Donde está la imprudencia está, en
pequeña o gran medida, la irreflexión, la torpeza, la irresponsabilidad, la insensatez, el
desatino, la temeridad, el disparate, la idiotez y, en fin, un sinnúmero de defectos que denigran
la condición humana. Algunas veces en la vida nuestra prudencia, tolerancia y paciencia serán
sometidas a prueba frente a momentos de presión, de tensión, de crisis, de desesperación, de
angustia o de peligro; pero si somos capaces de mantenernos serenos y proceder
prudentemente cualquiera sea la circunstancia los frutos serán maravillosos.
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65. Pulcritud
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66. Puntualidad
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67. Resignación
Los líderes de todos los tiempos no se resignaron ni se resignan a lo que la vida ofrece
a ellos y a los demás. Los líderes de todos los tiempos fueron y son capaces de forjar
su propio destino y el destino ajeno. Es de sabios resignarnos a lo imposible de evitar,
como la muerte que algún día ha de llegar. Pero jamás debemos resignarnos a no
alcanzar las metas que, sin importar el esfuerzo, podemos lograr. Resignarse a vivir
sin aspiraciones es existir sin ejercer el sagrado derecho de vivir. Resignarse a vivir sin
aspiraciones es vivir sin activar la existencia. Resignarse a existir sin la búsqueda de
mejores horizontes en la vida es, en suma, malgastar la vida. Para vivir a plenitud
necesitamos tener anhelos y luchar por ellos hasta alcanzarlos. Resignarse a vivir
sedentariamente, esperando impasibles lo que el destino nos depare, es solo existir.
Necesitamos trizar los moldes que nos encasillan a una existencia intrascendente y
convertirnos en forjadores de un destino que nos permita vivir satisfactoriamente. No
dejemos pasar la oportunidad de vivir a plenitud.
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68. Respeto
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69. Responsabilidad
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70. Sabiduría
En la sabiduría hay luz; en la ignorancia hay oscuridad. En la sabiduría hay poder; en
la ignorancia hay debilidad. En la sabiduría hay libertad; en la ignorancia hay
esclavitud. En la sabiduría hay grandeza; en la ignorancia hay pequeñez. La luz del
saber orienta; la oscuridad de la ignorancia confunde. El poder de la sabiduría
enaltece; la debilidad de la oscuridad degrada. La libertad de la sabiduría diviniza; la
esclavitud de la ignorancia embrutece. El saber es el pedestal del éxito; la ignorancia
es el gusano de la miseria. El saber es la espada de la libertad; la ignorancia es el
fermento de la esclavitud. La grandeza de la sabiduría nos perfecciona, nos acerca a
Dios; la pequeñez de la ignorancia nos degrada, nos arruina la existencia. Al sabio no
sólo lo esperan con las puertas abiertas sino él, porque sabe, puede abrir las puertas
que estén cerradas. Y recuerda que vivir sin saber es no saber vivir.
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71. Sacrificio
El más grande sacrificio por el bien del prójimo que la historia de la humanidad registra fue la
inmolación del Redentor del Mundo. El sacrificio por el bien ajeno es un acto benevolente que
suele sobrepasar los límites de la fraternidad. El sacrificio por los demás es la entrega
generosa de nuestras vidas a favor de la vida ajena. El sacrificio por el prójimo es la
renunciación al interés propio en beneficio de la humanidad sufriente. Por eso, quienes son
capaces de llegar al sacrificio por el bien de otros, protagonizan con este acto una maravillosa
y sublime manifestación de abnegación y de amor al prójimo. Pero hay, también, sacrificios
ejemplares en los esfuerzos que los seres humanos realizamos en procura de alcanzar una
vida propia mejor. El sacrificio, por consiguiente, puede estar en el esfuerzo extremo que
seamos capaces de realizar por nuestro bien o en el que seamos capaces de realizar por el
bien de otros. El sacrificio por el bien propio y el sacrificio por el bien ajeno es particularidad de
quienes, con la condición de grandes hombres, caminan muy cerca de la inmolación y del
heroísmo.
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72. Sencillez
Una persona sencilla es una persona carente de complicaciones. Las personas sencillas, por
su forma de ser y por su forma de actuar, obran siempre con naturalidad. Las personas
sencillas actúan como tales sin llegar a la candidez extrema. Las personas sencillas se
granjean fácilmente, por su manera de comportarse, las simpatías de las demás. Las personas
sencillas son candorosas, austeras y sobrias. Las personas sencillas son manantiales de
naturalidad y se distinguen por su franqueza, por su prudencia y por una vida libre de
complicaciones. Las personas sencillas viven despojadas de ostentaciones, de detalles
superfluos y de complicados artificios. Cuando en las personas no hay sencillez se abre paso
la altanería, la vanidad, el orgullo, la exageración y el despotismo. Las personas que pierden su
sencillez se ubican al lado de aquellas con las cuales es difícil interactuar. Sin importar la
grandeza o la pequeñez de las metas que hayas alcanzado en la vida, procura ser siempre
sencillo y la sencillez te convertirá en un ser admirable.
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73. Sensibilidad
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74. Serenidad
Si eres capaz de mantenerte sereno por igual cuando te premien o te castiguen, eres un
hombre excepcional. Serenidad significa aplomo, sosiego, tranquilidad, paz, quietud y calma.
Mantenerse sereno es mantenerse impávido, firme, impasible, inalterable y estoico. Hay
serenidad en las personas imperturbables, apacibles, reposadas, tranquilas y plácidas. Con la
serenidad aprendemos a mantenernos inalterables en las más diversas circunstancias de la
vida, sea en las horas del triunfo o en las horas de la derrota, en los momentos de la felicidad
extrema o en los instantes de la desgracia sin límites. La serenidad nos enseña a ser hombres
capaces de ubicarnos más allá de los hechos que agitan o presionan, para bien o para mal,
nuestra existencia. Cuando no existe serenidad somos juguetes de los desbordes mentales o
emotivos. Cuando no existe serenidad nos acecha el peligro de actuar con desenfrenos. La
serenidad es amiga fiel de la sensatez y enemiga mortal de la estupidez. ¡Cuán valioso es
cultivar la serenidad!
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Las personas serviciales actúan diligentemente, con esmero y buena voluntad. Las
personas serviciales están siempre dispuestas a brindar generosa ayuda a los demás. Las
personas serviciales no escatiman esfuerzos por ser útiles al prójimo. Las personas
serviciales son acomedidas, voluntariosas, atentas, esmeradas, amables y solícitas. Son
las personas serviciales las que matizan gratamente las relaciones comunitarias. Cuando
en la sociedad hay ausencia de gente servicial es porque se han debilitado valores
importantes para la fortaleza humana como la fraternidad, el compañerismo, la solidaridad,
la identificación y la nobleza. Cuando los seres humanos se alejan de la servicialidad se
acercan a la infraternidad, a la indolencia, a la apatía y al egoísmo. Un hermoso ejemplo
de servicialidad dejó el Redentor del Mundo, quien sirvió hasta los extremos sublimes de
ofrendar su vida sin más interés que el bien ajeno. Cristo está a la espera de hombres
capaces de seguir este celestial ejemplo de servicialidad.
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76. Silencio
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77. Sinceridad
El hipócrita puede estar bien con unos y con otros, pero unos y otros no estarán bien con
él. Los carentes de sinceridad, es decir los falsos, los farsantes, los embusteros, los
fingidores, los fariseos, los engañadores, los hipócritas, los tramposos y los impostores son
depredadores de la sociedad. Los hipócritas, con sus actos reprobables, dañan y
destruyen la armonía que debe existir entre los seres humanos. Cristo detestó a los
hipócritas, a los tibios, a los que quieren estar bien con unos y con otros, a los que no
tienen la suficiente sinceridad de poder manifestar en qué lado se ubican. A ellos les dijo:
“ojalá seas frío o caliente porque si eres tibio te vomitaré”. También dijo que los fariseos, es
decir los hombres falsos, los hipócritas, son como “sepulcros blanqueados que por dentro
esconden podredumbre”. Recordemos que donde hay sinceridad hay franqueza, hay
verdad, hay pureza, hay honradez, hay rectitud, hay honestidad y hay grandeza de
espíritu. Cultiva la excelsa virtud de la sinceridad, porque la sinceridad es atributo de los
hombres dignos.
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78. Sobriedad
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79. Sociabilidad
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80. Solidaridad
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81. Superación
Si no somos capaces de vivir en concordancia con las exigencias del mundo moderno,
corremos el riesgo de terminar confinados en el rincón de lo inservible. Nuestro mundo
se desarrolla a ritmo acelerado, tornando la supervivencia altamente competitiva. Si no
somos capaces de responder satisfactoriamente a las exigencias de actualización y
superación constantes, entonces nos espera la marginación, la frustración y el fracaso.
En los constantes desafíos que se enfrentan en los caminos del éxito, no hay espacio
para los conformistas, los rutinarios, los anquilosados, los derrotistas, los timoratos y
todos aquellos que viven sin aspiración alguna. La superación nos conduce a la
supremacía, al liderazgo, a la grandeza, al predominio, al poder, a la libertad y, en
suma, a ubicarnos en las cumbres majestuosas del éxito. Gracias a la superación,
podemos disfrutar de las más elevadas satisfacciones que la vida nos puede conceder
y, especialmente, podemos contribuir con nuestras vidas a forjar un mundo mejor.
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82. Ternura
Cuando respondes con cariño el dulce gesto de los demás hacia ti, actúas con ternura.
Cuando escuchas con atención la historia ajena contada para ti, procedes con ternura.
Cuando te emocionas por el abrazo que recibes del prójimo, te expresas con ternura.
Cuando tiendes tu mano en generoso auxilio del desventurado, obras con ternura. Hay
ternura en la dulce caricia de mamá. Hay ternura en el noble consejo de papá. Hay
ternura en el tierno abrazo del niño. Hay ternura en el consuelo de un amigo. Hay
ternura en el auxilio al infortunado. Hay ternura en todo gesto de piedad. Hay ternura
en cada acto de compasión. Hay ternura donde hay comprensión. Hay ternura en la
concesión del perdón. No hay misión más hermosa que la de transitar por los caminos
de la vida esparciendo a cada paso la semilla de la ternura. Porque sembrar ternura es
sembrar amor. La ternura es la más bella manifestación del amor. Sin la ternura el
amor se extingue.
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83. Tolerancia
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84. Trabajo
Cualquiera sea el trabajo que en la vida te corresponda realizar, hazlo siempre con alegría. El
trabajo enaltece y dignifica al ser humano. El trabajo depara bienestar y prosperidad. El trabajo
permite ser útiles a nosotros y a los demás. El trabajo puede colmarnos de satisfacciones. El
trabajo posibilita una existencia tranquila. El trabajo nos convierte en parte valiosa de la
sociedad. El trabajo, finalmente, nos aporta la feliz oportunidad de cumplir el sagrado mandato
divino de ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente. Pero el trabajo puede resultar dañino
para quienes lo hagan solo con el afán de obtener dinero. También puede, el trabajo, ser
dañino para quienes lo realicen únicamente por necesidad. A uno y otros, el trabajo en tales
condiciones los abatirá con el fastidio, el aburrimiento y cansancio. Es mejor, entonces, hacer
del trabajo un placer, una forma útil de disfrutar de la existencia. Quienes sean capaces de
convertir el trabajo en un motivo de alegría, lejos estarán cuando lo realicen de sentir fastidio,
aburrimiento e, incluso, cansancio.
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85. Unión
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86. Valentía
Los cobardes mueren a cada instante; los valientes solo una vez. Mientras los
cobardes reflexionan, los valientes combaten. Mientras los cobardes huyen, los
valientes enfrentan el desafío. Mientras los cobardes lloran para ponerse de pie luego
de haber caído, los valientes ya están caminando. Pero, ¡cuidado!, cuando la valentía
se desborda se contamina. Cuando la valentía se desborda se contamina con la
arrogancia, con la temeridad, con la tiranía, con la insensibilidad y con el menosprecio
a los demás. La valentía para mantenerse impecable necesita estar cubierta de los
valores que engrandecen los actos de los seres humanos. Hay valentía en la gesta
noble y gloriosa de los héroes. Hay valentía en la defensa digna de las causas justas.
Hay valentía, igualmente, en las hazañas extremas. La valentía suele ser la antesala
de la gloria.
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87. Verdad
Quien sostenga irreflexivamente que con la verdad no ofende ni teme, no debe ignorar que
con la verdad también se puede hacer daño a los demás y a sí mismo. La verdad puede
convertirse en un instrumento de peligro cuando está en posesión de gente imprudente o
carente de nobleza. Si un médico dice imprudentemente al paciente “tu mal no tiene
remedio, vas a morir”, ha dicho una verdad, pero inoportuna y carente de nobleza. Con la
verdad, en este caso, se haría un daño innecesario. La frase “con la verdad no ofendo ni
temo” es el pregón inaudito de los irresponsables, de los inconsecuentes, de los
inmaduros, de los indolentes, de los insensatos, de los irreflexivos, de los torpes y de los
imprudentes. No basta poseer la verdad, hay que saberla expresar. Es necesario recordar
que es tan malo hablar cuando se debe callar como callar cuando se debe hablar. Si eres
capaz de hablar y callar en el momento oportuno, entonces estarás obrando con
inteligencia, con nobleza y con prudencia. Antes de emitir tu mensaje, analiza serenamente
el efecto que puede producir en el receptor.
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La verdad es como una antorcha que mientras la exhibimos alumbra, pero deja de ser
útil cuando la ocultamos. La verdad puede ser tan necesaria para corregir falsedades
como el remedio amargo para curar los males. Si degustamos por igual las verdades,
sean dulces o margas, concebiremos sus efectos en su cabal dimensión. Esto es lo
que suelen hacer los hombres íntegros, pues sólo así es posible exterminar los
escombros de falsedad. Y quien tenga la certeza de estar en posesión de la verdad no
discuta para imponerla ni la imponga al imperio de la violencia; porque si así lo hace
estará maltratando la verdad La verdad ni se discute ni se impone, sólo se enuncia, se
expresa, se exhibe, se muestra y se demuestra en la hora oportuna y se silencia
cuando es menester. Eclipsará la verdad quién pretenda imponerla subyugando las
mentes y las voluntades ajenas. La verdad está donde hay exactitud, certeza,
autenticidad, realidad, objetividad y libertad. La verdad es un atributo que suelen
cultivar con esmero los hombres íntegros.
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88. Visión
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89. Voluntad
La voluntad es la facultad que nos permite tomar decisiones, fijar posiciones, ejecutar
acciones y establecer formas de comportamiento. La fuerza de la voluntad puede
convertirnos en protagonistas de realizaciones en extremo difíciles. Pero si nuestra
voluntad es endeble, caracterizada por el desánimo, el miedo y la indecisión, entonces el
fracaso rondará nuestra existencia. Los poseedores de voluntades débiles fácilmente se
encaminan a la frustración, a la postración, al conformismo y, en suma, al fracaso. Y, lo que
es peor, suelen terminar convertidos en juguetes de voluntades ajenas. La voluntad férrea
e inflexible es inmensamente útil para alcanzar los objetivos propuestos, pero, ¡cuidado!,
se torna peligrosa cuando se sustenta en el error. Para no cometer yerros con el poder de
la voluntad necesitamos pensar y actuar con equilibrio mental y emocional. La voluntad,
por consiguiente, debe ejercerse bajo el imperio de la razón y del amor. Si así lo hacemos,
la fuerza de la voluntad puede permitirnos alcanzar metas gratamente satisfactorias.
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TAREAS:
1.- Elabore un caso aplicativo por cada valor de repaso. Usar máximo ½ pagina
2.- desarrolle una idea central por cada valor de repaso. Usar máximo ½ pagina
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BIBLIOGRAFÍA:
“Escuela de Valores”
Autor: Oflodor Oclach
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