INDICE
APÉNDICES:
1. Los mandamientos de la Ley de Dios. 307
2. Nociones generales sobre los sacramentos. 333
3. El Sacramento de la Reconciliación. 345
4. Preguntas frecuentes. 357
Bibliografía 364
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Aspectos generales
1. La participación en la catequesis de confirmación es de carácter obligatorio, con el único
objetivo de que los jóvenes tomen su decisión con respecto a la recepción de este
Sacramento de una manera responsable e informada.
5. Cada tema contiene en forma desarrollada numerosa doctrina referida a ese tema, de
manera que el monitor cuente con la información necesaria, sin embargo éste puede
seleccionar lo que considere más relevante para ser expuesto ante los jóvenes.
6. Como apéndices, se presenta al final del libro algunas materias cuyo objetivo es
complementar la doctrina entregada en éste. Estos apéndices son sólo una ayuda para el
monitor o catequista, quedando a criterio de éste su utilización. Estos son los siguientes:
7. Los temas contienen además otras herramientas para ser usadas por el catequista:
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b. Para apoyar la labor y preparación del catequista, se incluye un listado con aquellas
preguntas que frecuentemente hacen los jóvenes referidas a la fe en general, a la
Iglesia, a los Sacramentos y a la Biblia.
10. El catequista o monitor debe cumplir una función de acompañamiento, velando porque el
protagonismo lo tenga el destinatario de la catequesis, es decir, el alumno. Para facilitar lo
anterior, los temas incluyen preguntas a los alumnos, presentadas en forma destacada en
cada tema.
1. En la primera reunión, pedir a cada alumno que anote en una hoja su nombre,
teléfono, correo electrónico y fecha de cumpleaños.
4. Puede ser muy provechoso que algún tema sea presentado al grupo por alguno de
los alumnos, basándose en el material entregado por el catequista al joven que lo
presentará.
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¿Por qué estamos aquí?
Oración inicial
Hoy queremos pedirte, Señor, por este grupo que empieza a prepararse para recibir el
Sacramento de la Confirmación.
Tú Señor nos llamas a cada uno por nuestro nombre y nos invitas a seguirte. Por eso hoy
queremos pedirte por cada uno de ellos: por…………………………………… (Nombrar a
cada alumno), para que los acompañes en este proceso que hoy empiezan, para que puedan
conocerte cada día un poco más y les regales un corazón generoso que sepa responder a tu
infinito amor y entrega por cada uno de nosotros.
Te pedimos también, Señor, que nos guíes y nos ilumines a nosotros como monitores, que
nos des sabiduría para que sepamos acompañar a cada uno de ellos en este proceso y ser así
buenos y fieles instrumentos tuyos.
Pidámosle también al Espíritu Santo que nos acompañe hoy, que nos ayude a abrirle nuestro
corazón a Jesús, que nos regale las ganas de crecer y de hacer crecer a los demás, que nos
ayude a ser humildes para reconocernos necesitados de Dios y sobretodo que nos ayude a
responderle a Cristo con un “sí” al llamado que hoy nos hace a seguirlo y trabajar con El y
para El.
Jesús nos envía a cada uno a dar testimonio de El, pero no nos deja solos, sino que
nos asegura que estará con nosotros en esta misión (Mt.28, 20). Al recibir el Sacramento de
la Confirmación aceptamos seguir a Cristo y trabajar por su Iglesia, recibiendo la gracia que
necesitamos para realizar esa misión: los dones del Espíritu Santo.
Lograr que, a partir de la realidad particular de cada uno, crezcan como persona y
logren un encuentro y una adhesión más profunda con Jesucristo, completando así su
iniciación cristiana (Bautismo, Eucaristía y Confirmación), conociendo y viviendo el mensaje
de Cristo, integrándose a la comunidad eclesial, siendo sus testigos y construyendo, como
tales, una sociedad en la que el Reino de Dios esté presente.
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III. Objetivos de esta reunión
1. Convocar al grupo, para que los alumnos se conozcan entre sí y éstos conozcan a su(s)
catequista(s) o monitores.
2. Conocer el sentir de cada alumno con respecto a su fe y a la vivencia que tiene de ésta.
3. Conocer el sentir de cada alumno con respecto al Sacramento de la Confirmación.
4. Informar acerca del proceso de catequesis en general.
• ¿Quién soy? (familia, intereses y gustos personales, dones y virtudes, defectos, temores,
relación con el resto del grupo, otros.)
• ¿Tengo claro o me pregunto de dónde vengo, a dónde voy, para qué fui creado
(vocación común) y cuál es el camino para llegar a esa meta?
• ¿Cómo es mi cercanía con Jesucristo, con la oración, con los sacramentos,
(especialmente con la Eucaristía y con la Confesión), con la lectura de la Biblia?
• ¿Qué siento con respecto al Sacramento de la Confirmación:
a) ¿Se qué es, qué recibo y a qué me compromete?
b) ¿Qué cualidades o actitudes creo que necesito tener para responder cuando Dios
llama y qué defectos o debilidades me dificultan para responderle?
c) ¿Tengo tomada mi decisión con respecto a querer recibir este sacramento?
• ¿Qué espero de la catequesis?
• ¿Qué temas me gustaría profundizar o qué dudas me gustaría aclarar?
(Se puede colocar una hoja para que anoten allí, en cada reunión, sus inquietudes o temas
sobre los que les gustaría conversar, como también aquellas preguntas concretas que les
gustaría hacer, explicándoles que todas ellas serán conversadas y contestadas a lo largo de las
reuniones siguientes).
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V. ¿Qué se espera de ustedes?
a. Fe más madura y comprometida, adquiriendo como laico un compromiso en su
ambiente, demostrando una inquietud por la justicia y la proclamación del Reino de
Dios.
b. Actitud de vida según el Evangelio.
c. Participación activa en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía y Reconciliación.
d. Contacto personal y frecuente con Dios a través de la lectura de su Palabra y a través
de la oración.
e. Conocimiento de los contenidos doctrinales de nuestra fe e intención de mantener una
formación habitual de ella.
f. Compromiso misionero de dar a conocer a Cristo en el ambiente que les toca vivir
(familia, colegio, trabajo, misiones y otros).
g. Devoción a la Santísima Virgen María, madre de Dios y Madre nuestra que, como
modelo misionero y protectora, intercede por nosotros ante Dios.
h. Vivencia de la fe en una comunidad concreta que es la Iglesia.
i. Defensa de la Iglesia y de la fe recibida.
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VII. Organización de las reuniones
Se sugiere informar a los jóvenes sobre los siguientes aspectos:
1. Fechas (entregar, en lo posible, las fechas de todas las reuniones del año).
2. Duración y lugar (lugar, horario de las reuniones y esquema de trabajo).
3. Explicar el objetivo de establecer un compromiso en cada reunión.
4. Explicar las diferentes instancias que existen como partes integrantes y de
apoyo a la catequesis: Misa inicial con los alumnos y sus padres, Retiro,
entrevista personal con sacerdotes del Colegio, confesiones, dirección
espiritual a quienes lo requieren, Misa con los alumnos y sus padrinos de
confirmación y encuentro de dudas de fe, siendo todas ellas, al igual que los
encuentros con los catequistas, de carácter obligatorio.
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ORACIÓN FINAL
Señor,
Tu me invitas a un encuentro contigo
y me pides responder a tu llamado.
Ayúdame a conocer tu voluntad;
indícame el camino a seguir
para alcanzar la verdadera felicidad.
Esclarece mi inteligencia, abre mi corazón
y despierta en mí la voluntad
de decirte generosamente:
“Aquí estoy Señor.”
“El cristiano no comienza a creer al aceptar una doctrina, sino tras el encuentro
con una Persona, con Cristo muerto y resucitado”
(S.S. Benedicto XVI)
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“Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”
“¡Qué grande eres, oh Dios mío, tú quien has alzado tu trono altísimo
en el corazón de nuestro Mediador y Hermano, Jesucristo! Las alturas del
cielo no te pueden contener, y sin embargo te encierras en la morada creada
de un corazón humano. ¡En comunión con todos los ángeles y santos te exalto
y te alabo!”
San Arnoldo Janssen
Oración inicial
Señor Jesús,
hoy día queremos conocerte más, para amarte y seguirte de verdad.
Por eso, te pedimos que nos acompañes en esta reunión,
y que nos hagas dóciles a tu voz,
para que así transformes nuestra vida entera.
Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén
Oraciones espontáneas….
Padre Nuestro…….
I. Revisión de Compromiso anterior: comentar
Esto es un misterio profundo, pero estamos seguros de que es así, porque Dios
mismo lo ha revelado, y Dios no puede engañarse ni engañarnos. La Trinidad es un
14
misterio de amor. El amor es un darse mutuamente para formar un nosotros. En la
trinidad, las tres Personas se funden por el amor, formando una sola naturaleza.
Por lo tanto, el Dios Trino está presente en cada uno de nosotros, en nuestra
familia, en la Iglesia y en el mundo, creando, redimiendo y santificando.
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(El Dios Trino ha estado siempre presente en la historia del hombre, sin embargo,
el Dios Padre se reveló más claramente en el Antiguo Testamento, el Dios Hijo en los
Evangelios del Nuevo Testamento y el Dios Espíritu Santo en el libro de los Hechos de los
Apóstoles, desde el comienzo de la Iglesia).
Jesucristo se presenta como Dios. Ningún otro fundador de religiones ha tenido tal
osadía. Mahoma, Buda, Confucio, Lao-Tse, Zarathustra o Zoroastro presentaron una
religión más o menos moralizante, pero ninguno de ellos pretendió ser Dios.
Repetidas veces Jesús se presentaba a sí mismo como Dios: «Yo no soy de este
mundo» (Jn. 8, 23). «Yo existía antes que el mundo existiese» (Jn17, 5; 8,58). «Quien me ve a
Mí, ve a aquel que me ha enviado» (Jn. 12, 45). «El Padre y Yo somos una sola cosa.» (Jn. 10,
30). Es como decir: los dos somos de la misma naturaleza. Yo soy Dios como el Padre.
Jesucristo repetidas veces se llama Hijo de Dios. Pero esta filiación divina de
Jesucristo es de distinta manera que la del resto de los hombres. Por eso hace esta
distinción: «Mi Padre y vuestro Padre” (Jn.20, 17).
Mientras los hombres somos hijos adoptivos, Jesucristo es Hijo natural, es decir,
de la misma naturaleza del Padre: tiene la misma naturaleza divina. Los hijos siempre
tienen la misma naturaleza que sus padres: un pez da vida a un pez, un pájaro a pájaro, el
hijo de un hombre da vida a un hombre, el hijo de Dios es Dios. Nosotros somos hijos
por adopción (Rom. 8. 14s; 9,4). Jesucristo lo es por generación. Por eso se llama «Hijo
Unigénito» (Jn.1,14-18, 3-16).
Jesús habló con la suficiente claridad para que pudiéramos descubrir su divinidad,
pero de un modo velado para no escandalizar al pueblo judío, esencialmente monoteísta,
que no podía aceptar a otro Dios que a Yahvé. Por eso Jesús descubrió su divinidad
paulatinamente. Afirmarla de golpe hubiera provocado escándalo.
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Sólo al final de su vida desvela el misterio de su personalidad divina. Jesús
respondió a Caifás que le preguntaba por su divinidad diciendo: “Tú lo has dicho”, que es un
modo de hablar, que significa: «Así es como tú dices». Cristo afirmaba claramente su
divinidad. Por eso le llamaban blasfemo y lo condenaron a muerte.
Jesús es el Hijo de Dios y como tal nos pide una fe absoluta, incondicional, un
seguimiento radical. Porque creemos en Cristo, nos fiamos de su Palabra. Creer en Cristo
es confiar en El.
Pero Cristo tenía dos naturalezas, humana y divina, por eso los textos del
Evangelio unas veces se refieren a Jesucristo como Dios, y otras a Jesucristo como
hombre. Que Jesucristo fue verdadero hombre es clarísimo: pasaba hambre y por eso se
acercaba a la higuera a ver si tenía higos; pasaba sed y le pedía a la samaritana que le diera
agua del pozo; se cansaba y se quedaba dormido en la barca, lloraba, comía, se enojó con
los mercaderes del templo, fue tentado en el desierto, etc. Jesucristo se llamaba a sí
mismo “El Hijo del Hombre”. Así aparece ochenta y dos veces en los Evangelios; y
siempre en boca de Jesús. Es una alusión al nombre que el profeta Daniel daba al Mesías.
Jesús vivió la mayor parte de su vida como un obrero, ganando su sustento con el
sudor de su frente y el trabajo de sus manos. Ejercía el oficio de carpintero en un taller
humilde y alegre de Nazaret. De este modo dignificó y ennobleció el trabajo y nos enseñó
a buscar la santidad en la vida diaria.
Cristo, como dice la Biblia: «se hizo igual al hombre en todo menos en el pecado»
(Hebreos 4, 15). Cuando San Pablo dice que «Cristo se hizo pecado por nosotros» (2
Corintios 5, 21) se refiere a que tomó sobre sí la pena debida por nuestros pecados; pero
no la culpa.
Cuando Jesucristo tenía unos treinta años comenzó a predicar su doctrina. Sanó
milagrosamente a muchísimos enfermos y necesitados. Su vida pública puede resumirse
en estas palabras de San Pedro: “Pasó haciendo el bien” (Hechos 10, 38). Por eso muchos
le seguían como discípulos.
Los Evangelios nos describen a un ser excepcional, a un hombre que en sólo tres
años de vida pública, en un radio de acción de escasos kilómetros, trastornó al mundo, de
modo que el tiempo se divide en los siglos que le esperaron y los que siguen a su venida
(antes y después de Cristo).
Cristo iluminó con su doctrina la vida del hombre con visión de eternidad, y
transformó los valores del pensamiento humano.
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Jesucristo ha sido el hombre más grande de la historia. Genios como Calderón de
la Barca y Miguel Ángel, militares como Cesar y Napoleón, después de su muerte, han
sido admirados; pero no amados. Jesucristo es el único hombre que ha sido amado más
allá de su tumba. A los dos mil años de su muerte, legiones de hombres y mujeres,
dejando su familia paterna y su familia futura, sus riquezas y su Patria, despojándose de
todo, han vivido sólo para Él. Jesucristo ha sido amado con heroísmo. Millares y millares
de mártires dieron por él su sangre y millares de santos centraron en Él su vida.
Él ha venido a iluminar nuestra vida. Jesucristo es la Palabra del Padre que nos
muestra y nos enseña cuál es la Verdad y la voluntad del Padre sobre el mundo y sobre el
hombre.
El Evangelio nos dice que Jesús sintió lástima de la gente porque andaba errante,
como ovejas que no tienen pastor. Dios se ha hecho hombre en Jesucristo para
rescatarnos de la muerte, para salvarnos del pecado, para darnos la plenitud de la vida.
Pero, ¿de qué nos quiere salvar el Señor? ¿Nos damos cuenta de que no somos
felices porque muchas veces somos esclavos?
Esclavos:
· del dinero,
· del poder, de dominar a los demás y servirte de ellos,
· de tu imagen, de tu look, de caer bien a los demás, del qué dirán,
· de tu prestigio, de tus notas,
· de tu afectividad, de tener que sentirte querido,
· de tu egoísmo,
· …del pecado.
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Ante Jesús que quiere salvarnos, podemos tener 2 actitudes:
- Autosuficiencia: sentirnos dios, creer que lo podemos todo, que lo sabemos todo, creer
que nosotros somos el "señor" de nuestra vida.
Entonces, ser cristiano es mucho más que conocer una doctrina, es conocer,
relacionarse, amar, creer y seguir a “Alguien”, a una persona, a la persona de Jesús
resucitado. La fe es hacer la experiencia de Dios, relacionarse con Dios. (Si nos quedamos
sólo en el conocimiento de la doctrina, hablamos de ideología, no de fe). Acepto a Cristo
como norma suprema, y todo lo valoro como lo valora Él. Los hechos son la expresión
del nivel de fe de una persona. No hay posible aceptación del programa de Jesús si no es
mediante el lenguaje de los hechos. La fe debe ser coherente con los actos. Creer en
Jesucristo lleva consigo un estilo de vida, un modo de ser.
2. El llamado a la conversión.
Recordemos cómo Jesús se presenta al comenzar su ministerio: “El plazo está
vencido, el Reino de Dios se ha acercado. Tomen otro camino y crean en la Buena Nueva”.
(Mc.1, 15).
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Con Jesús, termina la espera de un salvador por parte del pueblo Judío. Con Jesús,
está Dios con nosotros. Nos pide conversión y que creamos en su Palabra.
Convertirse significa:
• Cambiar el modo de pensar y de vivir.
• Dejar los criterios y valores del mundo (que todo lo relativiza y ajusta a
su propio interés y deseo) para vivir guiado únicamente por la luz de la
Palabra de Dios.
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IV. Compromiso
Elegir alguno de los siguientes compromisos, pensando en el que se adapte mejor a
las necesidades del grupo:
3. Leer la letra de la canción:”Jesús, estoy aquí” (Anexo 3) y analizar con qué frase
me siento más identificado actualmente.
ORACIÓN FINAL
Pongamos en las manos de la santísima Virgen María este caminar juntos en la fe,
en el que nos encontramos ahora, para que Ella nos ayude a conocer mejor a Jesús y a
responderle con generosidad, con fe y con confianza “sí” a su Hijo, “haciendo lo que Él
nos diga”.
Dios te Salve María……
21
ANEXO 1
SITUACIÓN 3. Conversión:
22
ANEXO 2
Jesús le dice a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para
pescar». Simón responde: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no
hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes» (Lucas 5, 4-5). Jesús,
que era un carpintero, no era un experto de pesca y, sin embargo, Simón el pescador se
fía de este Rabbí, que no le da respuestas sino que le invita a fiarse. Su reacción ante la
pesca milagrosa es de asombro y estremecimiento: «Aléjate de mí, Señor, que soy un
hombre pecador» (Lucas 5, 8). Jesús responde invitándole a tener confianza y a abrirse
a un proyecto que supera toda expectativa: «No temas. Desde ahora serás pescador
de hombres» (Lucas 5,10). Pedro no se podía imaginar todavía que un día llegaría a
Roma y que aquí sería «pescador de hombres» para el Señor. Acepta esta llamada
sorprendente a dejarse involucrar en esta gran aventura: es generoso, reconoce sus
límites, pero cree en quien le llama y sigue el sueño de su corazón. Dice «sí», un «sí»
valiente y generoso, y se convierte en discípulo de Jesús.
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humano», el siervo de Dios, que trastorna las expectativas de la muchedumbre, abrazando
un camino de humildad y de sufrimiento.
De este modo, Pedro aprende lo que significa verdaderamente seguir a Jesús. «Si
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por
mí y por el Evangelio, la salvará» (Marcos 8, 34-35). Es la ley exigente del
seguimiento: es necesario saber renunciar, si hace falta, a todo el mundo para salvar los
verdaderos valores, para salvar el alma, para salvar la presencia de Dios en el mundo (Cf.
Marcos 8, 36-37). Aunque le cuesta, Pedro acoge la invitación a seguir su camino tras las
huellas del Maestro.
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se le cae la máscara y entiende la verdad de su corazón débil de pecador creyente, estalla
en un llanto de arrepentimiento liberador. Tras este llanto ya está listo para la misión que
le será confiada por Jesús resucitado. El evangelista Juan nos narra el diálogo que en
aquella circunstancia tuvo lugar entre Jesús y Pedro:
Desde aquel día, Pedro «siguió» al Maestro con la conciencia precisa de su propia
fragilidad; pero esta conciencia no le desalentó. Él sabía, de hecho, que podía contar a su
lado con la presencia del Resucitado. Sabemos que Jesús se adapta a esta debilidad
nuestra. Nosotros le seguimos, con nuestra pobre capacidad de amor y sabemos que Jesús
es bueno y nos acepta.
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ANEXO 3
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Jesucristo, nuestro Señor y nuestro modelo
Oración inicial
Oraciones espontáneas…..
Padre Nuestro…….
I. Revisión de Compromiso anterior: comentar
Según podemos concluir del tema anterior, Dios se hizo hombre (el Verbo se hizo
carne):
c) Para hacernos partícipes de la naturaleza divina: San Atanasio (s. IV) dice
que "El Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios". Se realiza así un admirable
intercambio, en que por la humanidad de Jesucristo el hombre llega a la divinidad de Dios
(cf. 2 Pe 1, 4).
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e) Para ser nuestro modelo de santidad: el Padre, en la Transfiguración,
ordena: "escuchadle" (Mc 9, 7). Jesucristo es "el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14, 6)
que conduce al Padre; llama a aprender de Él, que es manso y humilde de corazón (cf. Mt
11, 29). Es el modelo de las bienaventuranzas (cf. Mt 5, 1-11) y la norma de la ley nueva,
que es el amor (cf. Jn 15, 12), cuya consecuencia es la ofrenda de sí mismo (cf. Mc 8, 34).
Comentar: ¿Qué personas concretas son modelo para tí? ¿Por qué?
Jesucristo nos revela la plenitud del ser persona: el hombre nuevo. El modelo de
nuestra vida no debe ser un futbolista, un cantante famoso u otro…… sino
Jesucristo: El es el único Señor, el único Maestro, el único Modelo. El modelo
que Jesucristo nos presenta es el del Buen Pastor que da la vida por las ovejas, que nos
invita a descubrir que se es más feliz al dar que al recibir, y que sólo encontrará la vida el
que generosamente la entregue.
Jesucristo es el modelo del hombre que vive una vida de fidelidad y obediencia a la
voluntad del Padre, que vive los valores del Reino (bienaventuranzas…) y que se entrega
por amor hasta dar la vida.
30
Ser libre no es decidirse contra lo que Dios pide, no es la posibilidad de elegir
entre el bien y el mal (posibilidad de opción), sino que es hacer por propia
voluntad lo que Dios quiere; la coincidencia de la voluntad humana con la
voluntad divina no anula la propia libertad, sino que la plenifica. Jesucristo es libre
porque hace lo que Dios le pide; asume y vive con felicidad la voluntad del Padre
(cf. Mt. 26,36-46; Jn. 10,18). Su libertad no tiene nada de "libertinaje", es decir de
un ciego seguir sus impulsos espontáneos, sus deseos personales o sus ideas
propias. La raíz de la libertad de Cristo es el amor de Dios.
Jesús posee una amorosa y humilde autoridad. Era un Maestro que se sentía
con autoridad para aclarar el Antiguo Testamento. Los Profetas de la Antigüedad
apoyaban sus palabras en la autoridad de Dios. Decían: “Así habla el Señor”. Jesús
habla en nombre propio, y se atreve a corregir la ley mosaica, por considerarse
superior a ella. Habla por derecho propio: «Se dijo a los antiguos, pero Yo os
digo» (Mt.5, 21s.).
A su vez, Jesús pedía pero no ordenaba, llamaba y escogía, pero dejaba libertad
para responder, amaba primero y esperaba ser correspondido con amor. Sin
embargo, quedaba siempre firme en sus exigencias que no dejan lugar a dudas.
“Todo el que pone la mano en el arado y mira para atrás, no sirve para el Reino de
Dios” (Mt. 16,24). Su carisma estaba reforzado de Verdad porque lo que decía
venía del Padre y no había sombra de duda en sus palabras.
Él le enseñaba a la gente en términos que ellos podían comprender. Se mostró
siempre humilde. Cada gesto suyo les daba esperanza y les hablaba de su amor y
preocupación por ellos.
Fue un hombre entre los hombres. Su dignidad le dio poder para atraer multitudes
porque vino a servir e inspiraba también a los demás a servir.
31
Nunca perdió de vista su misión, aunque muchos lo aclamaban como a un profeta.
Él era Hijo, no profeta, y su carisma brilló con esplendor mientras le decía a
crédulos e incrédulos que había sido enviado por el Padre.
No buscaba los aplausos, no le afectaban las críticas, no le importaba el “que
dirán”. Se afianzó en su misión y en lo que Él era para el Padre y le importó poco
la aceptación de los "aceptados" de sus días. Nunca dudó de quien era o del
propósito de su misión, ni siquiera la amenaza de la muerte le hizo vacilar en su
camino y esto también asombraba a la gente. Cuando alguna vez cogieron piedras
para tirárselas, Él no dio marcha atrás -desapareció entre la gente y se fue a otra
ciudad.
Jesús es leal. Jesús era leal con sus apóstoles, incluso sabiendo plenamente de su
cobardía, llegando a defenderlos cuando fue necesario (Mt 12, 1-8). Era leal con los
pobres, aceptando las críticas de los fariseos, de tal forma que el necesitado nunca
se sintiera abandonado. Era leal a su Padre, cumpliendo su Voluntad, incluso hasta
la muerte.
32
Era sencillo al hablar y escuchaba a cada uno. Nunca nadie se debe haber sentido
apurado en su presencia y su Palabra era distinta a cualquier otra que habían
escuchado.
El apóstol San Pablo se refiere a esta nuestra conformación con el Señor: "Mas
todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor,
nos vamos transformando en esa misma imagen, cada vez más gloriosos: así es como actúa el
Señor, que es Espíritu" (2 Cor 3, 18).
33
2. Nuestra fe nos exige optar por Cristo en cada momento de
nuestra vida.
Como ya lo mencionamos, no basta con creer que Jesús es el Hijo de Dios, Jesús nos
pide un cambio en nuestra vida, nos pide conversión (“Nadie puede ver el Reino de Dios,
si no nace de nuevo, de arriba”; Jn.3, 3) y nos pide optar por Él en cada momento y en
cada situación de nuestra vida. (“Quien no está conmigo, está contra mí, y quien no junta
conmigo, desparrama; Lc.11, 23).
34
demás, especialmente con los más pobres. El Señor nos llama como miembros de
la Iglesia a continuar con su Misión, para que esté presente el Reino de Dios,
Reino que es don de Dios pero también tarea de los hombres.
Optar por Cristo nos da la fe, la confianza y la paz de saber que el Señor le da un
sentido al sufrimiento, sacando siempre del mal un bien mayor y de saber que no
estamos solos ante el dolor. El Señor nos dice: “Vengan a mí todos los que están
cansados y agobiados, que yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que
soy manso y humilde de corazón, y encontrarán vuestro descanso. Porque mi yugo es
suave y mi carga ligera” (Mt 11, 28).
El sufrir para un cristiano es un compartir la muerte de Jesucristo, en espíritu de
obediencia filial hacia el Padre y de redención por los pecados del mundo, para
también compartir con Él la gloria de la resurrección.
La renuncia de uno mismo para seguir a Jesús implica también no apegarse a nada
ni a nadie de este mundo (Mt.10, 37-38), amando a Dios por sobre todas las cosas
y personas. Jesús nos exige ser el primero y el más importante en nuestra vida. (Ej:
cuando un padre pierde a su hijo y se rebela contra Dios en vez de, a pesar de su
dolor, confiar en Dios y apoyarse más que nunca en Él).
• Trabajar para que los talentos que Dios nos dio produzcan frutos en favor
del Reino (Mt.25, 14-30).
• No buscar ser servido, sino servir (Mt.20, 28); no juzgar (Mt.7,1), perdonar
siempre (Mt.18, 21,22).
35
• Defender su Reino con valentía, lo que muchas veces nos traerá persecuciones
y necesidad de ir en contra de la corriente (Mt.10, 34).
• Ser fieles al Señor en todo el campo de nuestra vida: en las pequeñas cosas
de cada día, (en el cumplimiento de mis deberes como estudiante y como hijo)
como también en los difíciles momentos de prueba (una enfermedad por ejemplo),
en los cargos de responsabilidad, ante las tentaciones…… No se puede ser semi-
discípulo. El discípulo no puede serlo solamente por una parte de su vida o de su
tiempo. Debo actuar como cristiano en todos los ámbitos de mi persona (en el
ámbito corporal, en mi sexualidad, en el ámbito espiritual, social, etc.). Jesús pide
nuestra radicalidad para su seguimiento.
• Optar por Cristo significa no estar nunca solo, sino caminar con Aquél que es el
Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14,6).
• Optar por Cristo significa caminar por la vida confiando en Aquél que me
conoce, que me ama como nadie, que no me defrauda, que me sostiene,
que me salva.
• Optar por Cristo significa contar con la presencia, la luz y la fuerza del
Espíritu Santo para interpretar y aplicar la Palabra de Dios en las diversas
circunstancias de nuestra vida.
36
• Optar por Cristo implica adherirme a su proyecto; un proyecto que, con la gracia
de Dios, me asegura llegar a la meta: la Vida Eterna.
Comentar: ¿En que situaciones de la vida diaria (en la casa, colegio, en la relación
con los padres, amigos, polola, etc.) he tenido que optar por Cristo y por sus
enseñanzas?
ORACIÓN FINAL
37
¡Qué arduos me resultan tus pensamientos,
oh Dios, qué incontable es su suma!
Si los cuento, son más que la arena;
al terminar, todavía estoy contigo.
Amén
(Salmo 138)
IV. COMPROMISO
Meditar sobre la personalidad de Jesús y analizar qué cualidad que El poseía debo
trabajar en mí para asemejarme más a El. Pedir la ayuda del Espíritu Santo para que sea Él
quien actúe en mí y me transforme.
38
En busca de la felicidad: Las Bienaventuranzas,
39
Primera Parte
“Para lograr la transformación de nuestro ser interior, consagremos nuestra
memoria al Padre celestial, para que con la ayuda de su gracia, se ocupe no de
lo pasajero, sino de lo eterno. Consagremos nuestra mente al Hijo, para que la
pueda iluminar. Consagremos nuestra voluntad al Espíritu Santo, para que
pueda poner en orden todas nuestras inclinaciones y santificarlas con su santo
amor”.
Oración inicial
Señor,
te pedimos que nos acompañes en esta reunión
en la que conversaremos acerca del camino que tú nos propones
para alcanzar la verdadera felicidad,
el camino de las Bienaventuranzas.
Oraciones espontáneas…..
Padre Nuestro…….
I. Revisión de Compromiso anterior: comentar
"Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le acercaron sus discípulos;
... les enseñaba diciendo:
Palabra de Dios
A. Dinámica
Para eso:
1. Colocar recortes que contengan objetos o situaciones en los que normalmente
basamos nuestra felicidad, que representen por ejemplo comodidad, seguridad, prestigio,
éxito, salud, cosas materiales, placer, familia, perdón, reencuentro, solidaridad, etc. (se
pueden utilizar las imágenes incluidas en el anexo N°1 de este tema).
41
2. Cada alumno escoge uno o más recortes que mejor representen la felicidad para él.
Recordemos que el hombre no es sólo cuerpo, sino también alma y ambas tienen
sus propias exigencias y manifestaciones. El cuerpo exige placer y cuando lo consigue,
manifiesta esa felicidad superficial y pasajera que no llena. El alma exige alegría sincera y
cuando la tiene, se ve desbordada por una felicidad auténtica, no equiparable a ninguna
otra.
El objetivo de esta dinámica es darse cuenta que el hombre nunca logrará sentirse
plenamente feliz, aunque posea numerosos bienes, talentos, seguridades, éxito…. si no
tiene a Dios dentro de sí y si no es Él lo primero y lo más importante en su vida.
Jesús es el único que puede saciar nuestra hambre y sed de felicidad. Fuimos
creados para amar y sólo amando alcanzamos la felicidad. Cristo nos mostró
con su vida que en el “darse” sin límites encontramos la verdadera felicidad y
la plenitud.
42
B. Las Bienaventuranzas: la perfección de la Ley a través de la práctica del
amor.
Dios le dio a su pueblo la Ley por medio de Moisés en el Monte Sinaí, dándoles a
conocer, a través de los 10 mandamientos lo que espera y exige de ellos. Los diez
mandamientos de la ley de Dios son una prueba de su amor y de su misericordia: son
como las señales indicadoras que nos muestran el camino a seguir para alcanzar nuestra
meta, nos muestran el modo de obrar rectamente y nos advierten de los peligros (En el
apéndice N°1 de este libro se ofrece en detalle la doctrina relativa a los mandamientos de
la ley de Dios).
Jesús nos dió la nueva Ley en otro monte. Jesucristo según sus propias palabras, no
vino a suprimir la Ley del Antiguo Testamento, sino a darle su perfecto cumplimiento
(Mateo 5, 17), vino a liberarla de las interpretaciones y desviaciones meramente humanas
de los escribas y fariseos, rectificando el criterio con que la Ley había sido interpretada.
Así, el Sermón de la Montaña lleva tanto la Ley Natural como la Ley de Moisés a su
verdadera interpretación y a su clímax de perfección. Así por ejemplo, en el Sermón de la
Montaña, el Señor recuerda el precepto: ‘No matarás’ y añade el rechazo absoluto de la
ira, del odio y de la venganza. Más aún, Cristo exige a sus discípulos presentar la otra
mejilla (Mateo 5, 22-39) y amar a los enemigos (Mateo 5, 44).
Cristo no quiere que nuestro actuar sea un mero cumplimiento de normas, sino
que éste sea un continuo amar, purificando en cada uno de nuestros actos nuestro
corazón, haciéndolo humilde, manso, transparente, misericordioso, a semejanza del
corazón de Cristo.
En el Sermón del la Montaña Jesús es el Maestro que nos enseña a todos, con el
ejemplo de su vida y con sus palabras a vivir como hijos de Dios y nos comunica las
promesas del Padre.
43
Para comprender el alcance y el significado de las Bienaventuranzas, el mejor camino
es ver cómo las vivió Jesús y cómo se cumplieron en Él lo que prometen. Las
Bienaventuranzas son promesas del Padre a los que vivan como hijos.
Cuando Jesús promete el Reino de los Cielos, no está hablando tan sólo de la
recompensa que tendremos después de la muerte en el Cielo, sino que está anunciando el
Reino de Dios que llega a nosotros ya en esta vida a los seguidores de su doctrina.
DINÁMICA 2:
Recortar las preguntas del anexo 2 y repartirlas al azar para ser respondidas en
orden del 1 al 11, después de cada Bienaventuranza.
44
1. "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es
el Reino de los Cielos."
Pobre, es aquel que tiene algún tipo de necesidad; y pobre de espíritu es el que
siente necesidad de Dios y en consecuencia, siente necesidad del prójimo, y logra
descubrir que por sí solo no es nada y que nunca logrará sentirse plenamente feliz, aunque
posea numerosos bienes y talentos, si no tiene a Dios dentro de sí.
Aunque pobreza de espíritu no es sinónimo de pobreza material, Cristo nos advierte los
peligros que pueden acarrear las riquezas, si perdemos de vista el verdadero sentido que ellas
debieran tener en nuestra vida. Las riquezas son peligrosas cuando se convierten en lo
más importante, relegando a Dios a un segundo plano, entendiéndose por riqueza tanto el
dinero como el prestigio, la seguridad, la salud, la juventud, el poder, etc.
Se puede ser pobre lleno de pasiones, envidias y odios, como se puede ser rico
con magnanimidad, generosidad y desprendimiento interior de las riquezas.
Lo que Cristo exige es el desprendimiento del alma de las cosas y personas de este
mundo, llevando una vida sencilla, conscientes en todo momento de la pobreza del
hombre frente a Dios, viviendo esa virtud que es fundamental para el cristiano: la
humildad.
Preguntas:
1 En mis proyectos, ¿en quién busco apoyo? (ante la decisión por ejemplo de elegir
una carrera, ¿busco en oración conocer la voluntad de Dios?...Y ante mis
problemas, ¿en quién busco consuelo y auxilio?
45
2 Ante situaciones que no me agradan o no entiendo, ¿me rebelo ante Dios o acepto
y confío en Su voluntad?
a. El concepto de mansedumbre
Manso es aquel que se reconoce creatura, hijo, pequeño, limitado y pecador. El primer
rasgo del manso es reconocerse pecador.
b. Jesús el manso
Los evangelios son, de punta a punta, la demostración de la mansedumbre de
Cristo, en su doble aspecto de humildad y de paciencia. Él mismo, se propone como
modelo de mansedumbre: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón»
(Mt 11, 29).
46
Jesús hizo mucho más que darnos ejemplo de mansedumbre y paciencia heroica;
hizo de la mansedumbre y de la no violencia el signo de la verdadera grandeza,
abajándose Él para servir y elevar a los demás.
Se podría objetar: ¡pero Jesús no se mostró, Él mismo, siempre manso! Dice por
ejemplo que no hay que oponerse al malvado, y que «al que te abofetee en la mejilla
derecha, ofrécele también la otra» (Mt 5, 39). Pero cuando uno de los guardias le golpea en
la mejilla, durante el proceso en el Sanedrín, no está escrito que ofreció la otra, sino que
con calma respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por
qué me pegas?» (Jn 18, 23).
Para aclarar esto, recordemos que Jesús, según su estilo, utiliza hipérboles y un
lenguaje figurativo para grabar mejor en la mente de los discípulos una determinada idea.
En el caso de poner la otra mejilla, por ejemplo, lo importante no es el gesto de ofrecerla
(que a veces hasta puede parecer provocador), sino el de no responder a la violencia
con otra violencia, vencer la ira con la serenidad.
47
No existe sólo la violencia de las manos; existe también la de los
pensamientos. Dentro de nosotros, si prestamos atención, se desarrollan casi
continuamente «procesos a puerta cerrada». Si queremos tener un progreso espiritual, y
ser fieles a esta bienaventuranza, debemos librar una batalla interior contra nuestros
pensamientos.
Preguntas:
3. ¿Soy manso frente a la voluntad de Dios en mi vida?
4. ¿Me cuesta pedir y aceptar los consejos de los que me aman, de las personas que
buscan mi bien, de mis superiores, de mis padres?
Con la palabra “llorar”, Cristo quiso referirse al sufrimiento, al dolor que cada uno
tiene que soportar. Y nos dice: felices aquellos que saben soportar su propia cruz y
junto a Él, ya que Cristo es el único que puede darle sentido al sufrimiento.
“Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os daré descanso”(Mateo 11, 28-30).
48
En los momentos de dolor es cuando más nos asemejamos a Cristo. Cada dolor
asumido con sentido redentor nos va llevando por el camino de la resurrección.
Los afligidos que Cristo llama aquí bienaventurados son también las personas que
no siguen la manada, que no se dejan llevar por lo que hace la mayoría, sino que sufren
por las injusticias que se han convertido en algo normal. Aunque no está en sus
manos cambiar la situación en su conjunto, se enfrentan al domino del mal mediante la
resistencia pasiva del sufrimiento. Esta aflicción es decir “no” al colaboracionismo, es una
resistencia y una denuncia que se opone al aturdimiento de las conciencias y pone límites
al poder del mal.
49
Preguntas:
7. ¿Me ha tocado vivir momentos fuertes de dolor o sufrimiento o acompañar a
alguien en su sufrimiento? ¿Cuál fue mi actitud frente a esa situación? ¿Me acerqué
o me alejé de Dios?
8. ¿Me preocupo por el sufrimiento de los demás o soy más bien individualista? ¿Qué
hago al respecto?
Si analizamos el sentido de las expresiones hambre y sed, vemos que son las
necesidades primarias de los seres vivos; cualquier otra, no tiene el carácter vital de ellas.
Por eso, Cristo las pone de ejemplo.
Y en cuanto a la comida, les dice a sus discípulos: “Yo soy el Pan de Vida,
vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron, pero el que coma de
este Pan, que es mi carne, vivirá eternamente. Pues, mi carne es verdadera comida
50
y mi sangre verdadera bebida. Quien coma mi carne y beba mi sangre, estará en mí
y yo en él.” (Juan 6, 48-56).
Preguntas:
10. ¿Qué metas me he puesto en mi vida últimamente, a corto y a largo plazo? ¿qué
estoy haciendo para cumplirlas?
11. ¿Tengo como meta en mi vida tender a la santidad? ¿Qué hago concretamente para
ello? (Ej.: oración constante, frecuentar los sacramentos, lectura de la Palabra de
Dios y de otros libros espirituales, guía de director espiritual, actos de
misericordia, proponerse consecuencia entre fe y vida, etc.).
IV. Compromiso
51
ORACIÓN FINAL
52
ANEXO 1
53
54
ANEXO 2
1. En tus proyectos, ¿en quién buscas apoyo? (ante la decisión por ejemplo de elegir una
carrera, ¿busco en oración conocer la voluntad de Dios?...Y en tus problemas, ¿en quién
buscas consuelo y auxilio?
2. Ante situaciones que no me agradan o no entiendo, ¿me rebelo ante Dios o acepto y
confío en Su voluntad?
4. ¿Me cuesta pedir y aceptar los consejos de los que me aman, de las personas que buscan
mi bien, de mis superiores, de mis padres?
6. ¿Soy muy explosivo y violento en mis reacciones y en mis pensamientos? ¿Soy capaz de
callar frente a una ofensa que me hacen o busco vengarme? ¿Soy capaz de rezar por quien
me ofendió?
10. ¿Qué metas me he puesto en mi vida últimamente, a corto y a largo plazo? ¿qué estoy
haciendo para cumplirlas?
11. ¿Tengo como meta en mi vida tender a la santidad? ¿Qué hago concretamente para ello?
(Ej.: oración constante, frecuentar los sacramentos, lectura de la Palabra de Dios y de
otros libros espirituales, guía de director espiritual, actos de misericordia, proponerse
consecuencia entre fe y vida, etc.).
55
56
En busca de la felicidad: Las Bienaventuranzas,
Segunda Parte
Oración inicial
Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles,
y enciende en ellos
el fuego de tu ardiente caridad.
Envía tu Espíritu,
y nos darás nueva vida.
Y renovarás la faz de la tierra.
Amén.
Oraciones espontáneas…..
Padre Nuestro…….
I. Revisión de Compromiso anterior: comentar
"Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le acercaron sus discípulos; ... les
enseñaba diciendo:
Palabra de Dios.
DINÁMICA:
Recortar las preguntas del anexo y al inicio de la reunión, repartirlas al azar para
ser respondidas en orden del 1 al 11, después de cada Bienaventuranza.
58
5. “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia”.
a. Concepto
La parábola de los dos siervos (Mt 18, 23 ss,) es la clave para interpretar
correctamente la relación. En ella se ve cómo es el Señor quien, en primer lugar, sin
condiciones, perdona una deuda enorme al siervo (¡diez mil talentos!) y que es
precisamente su generosidad la que debería haber impulsado al siervo a tener piedad de
quien le debía la mísera suma de cien denarios.
59
Debemos, entonces, tener misericordia porque hemos recibido
misericordia, no para recibir misericordia; pero hay que tener misericordia, si no la
misericordia de Dios no tendrá efecto en nosotros y nos será retirada, como el señor de
la parábola la retiró al siervo despiadado. La gracia «previene» siempre y es ella la que
crea el deber: «Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros», escribe San
Pablo a los Colosenses (Col 3, 13).
Preguntas:
1. ¿Cuál es mi cercanía o lejanía con el Sacramento de la Reconciliación?
3. ¿La misericordia con los demás, la expreso con acciones concretas? ¿Me “ocupo” de
las necesidades tanto materiales como espirituales de los demás o sólo me
“preocupo”, sin hacer nada concreto?
Qué entiende Jesús por «pureza de corazón» se deduce claramente del contexto
del Sermón de la Montaña. Según el Evangelio lo que decide la pureza o impureza
de una acción –sea ésta la limosna, el ayuno o la oración- es la intención: esto es, si
se realiza para ser vistos por los hombres o por agradar a Dios:
60
«Cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas
en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo
que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo
que hace tu derecha, así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará» (Mt 6, 2-6).
Jesús reconduce todo discurso moral al corazón, como cuando dice que
«quien mira a una mujer con deseo, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón» (Mt 5, 28).
Descartes dijo: «Cogito ergo sum», pienso, luego existo; pero hoy se tiende a
sustituirlo con «aparento, luego existo».
61
Padrenuestro: «Santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu
voluntad». Se pueden recitar como oraciones, pero también como declaración de
intenciones: todo lo que hago, quiero hacerlo para que sea santificado tu
nombre, para que venga tu reino y para que se haga tu voluntad.
Por cuanto se ha dicho, queda claro que el puro de corazón por excelencia es
Jesús mismo. De Él sus propios adversarios se ven obligados a decir: «Sabemos que eres
veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que
enseñas con franqueza el camino de Dios» (Mc 12, 14). Jesús podía decir de sí: «Yo no busco
mi gloria» (Jn 8, 50).
Preguntas
5. ¿Me esfuerzo por apartarme de toda ocasión o situación que pudiera ofender a Dios
(miradas, malos pensamientos, películas, malas amistades, etc.)?
6. ¿Procuro que mis palabras y obras concuerden con aquello que creo y profeso?
¿Soy valiente para decir lo que pienso, o para señalar lo que dice el Evangelio,
aunque esto signifique ir en contra de la corriente? ¿Puedes compartir alguna
experiencia al respecto?
62
Esta bienaventuranza se refiere a aquellos que trabajan por la paz, que «hacen paz».
No tanto, sin embargo, en el sentido de que se reconcilian con los propios enemigos, sino
en el sentido de que ayudan a los enemigos a reconciliarse. Se trata de personas que aman
mucho la paz, tanto como para no temer comprometer la propia paz personal
interviniendo en los conflictos a fin de procurar la paz entre cuantos están divididos.
Los que trabajan por la paz no implican, por lo tanto, un sinónimo de pacíficos, esto
es, de personas tranquilas y calmadas que evitan lo más posible los choques (estos son
proclamados bienaventurados en otra bienaventuranza, la de los mansos); no son tampoco
sinónimo de pacifistas, si por ello se entiende aquellos que se alinean contra la guerra (con
mayor frecuencia, ¡con uno de los contendientes en guerra!), sin hacer nada para
reconciliar entre sí a los adversarios. El término más justo es pacificadores.
En boca de Cristo, la bienaventuranza de los que trabajan por la paz desciende del
mandamiento nuevo del amor fraterno; es una forma en la que se expresa el amor
al prójimo.
Paz es uno de los «nombres de Dios», con el mismo título que «amor» (Pseudo-
Dionisio Areopagita). También de Cristo se dice que es Él mismo nuestra paz (Ef 2, 14-
17). Cuando dice: «Mi paz os doy», Él nos transmite aquello que es.
Se comprende entonces qué significa ser los que trabajan por la paz. No se trata
de inventar o de crear la paz, sino de transmitirla, de dejar pasar la paz de
Dios y la paz de Cristo «que supera toda inteligencia».
63
Nosotros no debemos ni podemos ser fuentes, sino sólo canales de la
paz. Lo expresa a la perfección la oración atribuida a Francisco de Asís: «Señor, haz de mí
un instrumento de tu paz».
Toda persona que deja que Dios entre en ella, encuentra la paz. La falta de paz
en el mundo tiene su origen en la falta de Dios. La paz que Cristo dio «mi paz
os dejo, mi paz os doy» (Jn. 14, 27), es la paz con Dios, que implica una aceptación
de la voluntad divina.
64
Preguntas:
7. ¿Qué puedes hacer tú para trabajar por la paz en tu familia, colegio, Iglesia, etc.?....
Por ejemplo, cuándo se desprestigia a una persona en tu presencia ¿pones freno a
ello o te unes al “pelambre”? … Cuando hay un desencuentro entre dos personas,
¿cuál es tu actitud?... ¿Tratas de volver a unirlos o escuchas solo una versión y te
pones a favor de una de las partes? ¿Devuelves bien por mal?
8. ¿Eres alguien de paz, son tus pies los del “mensajero de la paz”?.... Usa la
imaginación: imagina que vienes entrando a tu casa y están todos tus hermanos
reunidos con tus padres, y te ven entrar....algunos sonríen, otros permanecen
serios, otros indiferentes, pero todos están pensando. ¿Qué crees que piensan
cuando te ven llegar?
…. ¡se acabó la fiesta!... ¡por favor, espere otro taxi, éste está completo!... ¡hasta
aquí no más llegamos!... ¡ya llegó éste!... ¡qué bueno ahí viene nuestro hermano!...
¡qué bueno que llegaste, te estábamos esperando! ¡aquí hacía falta tu presencia!...
Cada vez que un cristiano que sigue a Jesús ha tratado de ser consecuente, de no
hacer lo que la mayoría propone como bueno, y busca solo cumplir con la voluntad de
Dios, se ve enfrentado a persecuciones como burlas, que se lo despida de su trabajo, al
desprecio de los amigos, a ridiculizaciones, etc.
65
Entonces, ¿cómo podemos nosotros cumplir con esta Bienaventuranza?
- Primero, tenemos que conocer a Jesús para amarlo y trabajar por expandir el
reino de Dios. Porque nadie puede amar y proclamar a quien no conoce. Necesitamos,
pues, conocerlo, conocer su Palabra y obedecer el Magisterio de la Iglesia. Debemos pedir
la fuerza y la luz del Espíritu Santo para que nos recuerde las enseñanzas de Jesús y ponga
las palabras adecuadas en nuestros labios: "No serán ustedes los que hablarán, sino el
Espíritu del Padre el que hablará por ustedes" (Mateo 10, 20).
- Debemos amar a nuestros enemigos: "Pero yo les digo, amen a sus enemigos y
oren por los que los persiguen y calumnian, para que sean hechos hijos de su Padre
celestial" (Mateo 5, 44-45).
Pero, ¿cómo se ama a los enemigos? Como amó a los suyos Jesús, dándoles
testimonio del Padre. El supremo acto de amor que se da a los enemigos es "darles
testimonio". Jesús nos enseña que la razón por la cual sus discípulos serán llevados a los
tribunales, como lo fue Él, es: "para dar testimonio". Debemos aprender a dar testimonio de
Cristo siendo coherentes y consecuentes con su doctrina.
- Debemos sostener la verdad de Cristo sin estridencias, sin imposición, pero con
firmeza. Seamos felices cuando nos critiquen o se burlen de nosotros por seguir a Cristo,
por ser obedientes al Evangelio y actuar con ética y moral en todas las situaciones de la
vida. Esta es la clase de persecución que nos toca sobrellevar a nosotros hoy, personas
comunes y corrientes, para llegar a poseer el Reino de los Cielos.
Preguntas:
9. ¿Me ha tocado defender mi fe en alguna ocasión? ¿Recuerdo algún caso en que las
actuales leyes del país estén en contra del Evangelio? ¿Qué debe prevalecer para un
cristiano?
10. ¿Siento que conozco en buena medida los fundamentos de mi fe como para
defenderla en el caso que así se requiera? ¿Me preocupo por mantener una
formación habitual de mi fe? ¿Cómo?
66
11. ¿He tenido que optar entre lo que hace la mayoría y entre lo que Dios me pide?
¿Cuándo?
IV. Compromiso
ORACIÓN FINAL
Señor Jesús,
que tu presencia inunde por completo mi ser,
para que pueda yo ser como tú,
sensible y misericordioso,
paciente, manso y humilde,
sincero y veraz.
67
ANEXO PARA DINÁMICA
3. ¿La misericordia con los demás, la expreso con acciones concretas? ¿Me “ocupo” de
las necesidades tanto materiales como espirituales de los demás o sólo me
“preocupo” sin hacer nada concreto?
5. ¿Me esfuerzo por apartarme de toda ocasión o situación que pudiera ofender a Dios
(miradas, malos pensamientos, películas, malas amistades, etc.)?
6. ¿Procuro que mis palabras y obras concuerden con aquello que creo y profeso?
¿Soy valiente para decir lo que pienso, o para señalar lo que dice el Evangelio,
aunque esto signifique ir en contra de la corriente? ¿Puedes compartir alguna
experiencia al respecto?
7. ¿Qué puedes hacer tú para trabajar por la paz en tu familia, colegio, Iglesia, etc.?....
Por ejemplo, cuándo se desprestigia a una persona en tu presencia ¿pones freno a
ello o te unes al “pelambre”? … Cuando hay un desencuentro entre dos personas,
¿Cuál es tu actitud?... ¿Tratas de volver a unirlos o escuchas solo una versión y te
pones a favor de una de las partes?. ¿Devuelves bien por mal?
8. ¿Eres alguien de paz, son tus pies los del mensajero de la paz?.... Usa la imaginación:
imagina que vienes entrando a tu casa y están todos tus hermanos reunidos con tus
padres, y te ven entrar....algunos sonríen, otros permanecen serios, otros
indiferentes, pero todos están pensando. ¿Qué crees que piensan cuando te ven
llegar?.....
¡se acabó la fiesta!...¡por favor, espere otro taxi, éste está completo!...¡hasta aquí no
más llegamos!...¡ya llegó éste!... ¡qué bueno ahí viene nuestro hermano!... ¡qué bueno
que llegaste, te estábamos esperando! ¡Aquí hacía falta tu presencia!...
68
9. ¿Me ha tocado defender mi fe en alguna ocasión? ¿Recuerdo algún caso en que las
leyes del país estén en contra del Evangelio? ¿Qué debe prevalecer para un
cristiano?
10. ¿Siento que conozco en buena medida los fundamentos de mi fe como para
defenderla en el caso que así se requiera? ¿Me preocupo por mantener una
formación habitual de mi fe? ¿Cómo?
11. ¿He tenido que optar entre lo que hace la mayoría y entre lo que Dios me pide?
¿Cuándo?
69
70
El Señor quiere hablar contigo cada día:
La Biblia, Palabra de Dios.
Oración inicial
Señor,
a través de tu Palabra,
Tu nos hablas y nos pides responder a tu llamado.
Oraciones espontáneas…..
Padre Nuestro…….
I. Revisión de compromiso anterior: comentar
Al terminar, Jesús exclamó: ‘Escuchen, pues, si ustedes tienen oídos para oír’. Sus discípulos le
preguntaron que quería decir esa comparación. Jesús les contestó: ‘A ustedes se les concede
conocer los misterios del Reino de Dios, mientras que a los demás les llega en parábolas. Así,
pues, mirando no ven y oyendo no comprenden’. Aprendan lo que significa esta comparación: La
semilla es la Palabra de Dios. Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y
quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven. Los de sobre la piedra son los que
habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y
en el tiempo de la prueba se apartan. La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero
yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.
Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra
oída, y dan fruto con perseverancia”.
Palabra de Dios.
¿Sobre qué terreno ha caído la Palabra de Dios en tu corazón: a lo largo del camino,
sobre rocas, entre espinos o en tierra buena? ¿Con cuál de ellos te identificas?
¿Ha dado frutos en ti la Palabra de Dios? ¿Te lleva a la conversión? ¿Te ilumina y te
guía en tu actuar? ¿Eres dócil a la Palabra de Dios y dejas que produzca cambio en ti
con humildad o le pones obstáculos? ¿Cuáles por ejemplo?
72
III. Desarrollo del tema:
1. Actividad inicial
Repartir al azar las siguientes preguntas, para ser contestadas por los alumnos:
4.- ¿Qué significa para ti la Biblia? ¿Te sientes cercano, por así decirlo, a la Biblia?
5- Sinceramente, ¿lees la Biblia? ¿En qué momento? ¿Con qué frecuencia? ¿La entiendes?
6- ¿Qué diferencia ves entre leer la Biblia y leer un libro sobre la historia de un
personaje, por ejemplo, de Alejandro Magno? (en cuanto al autor, contenido, aporte
que recibes si lo vuelves a leer, etc.)
Ahora bien, como San Jerónimo afirma: “el desconocimiento de las Escrituras es
desconocimiento de Cristo.” No puedo amar y seguir a quien no conozco. Además,
debemos recordar que el objetivo último de leer la Biblia debe ser dejarme transformar y
salvar por Cristo resucitado, que me habla y me guía a través de su Palabra. La Palabra de
Dios es viva y activa, y transformará a cada uno de nosotros si nos abrimos a recibir lo que
Dios nos quiere dar.
73
2. Compartir:
Así, la religión católica es la única religión fundada por Dios mismo. Todas las demás
religiones, monoteístas y politeístas, cristianas y no-cristianas, anteriores y posteriores a
Cristo, han sido fundadas por hombres, no por Dios.
La otra religión monoteísta (un solo Dios) es el Islam, fundada por Mahoma. Tampoco cree
que Jesucristo es Dios, sino un profeta inferior a Mahoma. Sin embargo, el dios del Islam no
es el Dios Amor del Cristianismo, origen de todo amor, que ama a los seres humanos
independientemente de si le aman o no (1 Jn. 4, 9-10 y 16). Según el Corán, el dios del Islam
ama condicionalmente: ama a quien lo ama y lo sige, y no ama a quien no lo ama. “En verdad
Alá es enemigo de los incrédulos ... Alá ama a los benefacientes” (Corán, II-92 y 191).
Las religiones no-teístas, que no rinden culto a ninguna divinidad, fueron también
fundadas por hombres: Budismo (por Buda), Confucionismo (por Confucio). Y las
politeístas, que creen que hay, no una, sino varias divinidades, como el Hinduismo y
Shintoismo, aunque no tienen fundador específico, son de origen humano. Y entre las sectas
modernas politeístas está el Mormonismo, fundada por Joseph Smith.
74
La iglesia Ortodoxa se separó de Roma con el Cisma de Oriente (1054), causado
por viejas diferencias entre la Iglesia Griega y la Santa Sede. Los ortodoxos además de
mantener las verdades que confiesa el Catolicismo, declaran su independencia del Papa.
La Iglesia Católica puede trazar su historia, sin interrupción, desde el primer Papa,
San Pedro, designado por Jesucristo, su Fundador, hasta el Papa actual.
Hay personas buenas y sinceras en todas las religiones. En realidad, en cada religión
hay verdades parciales, pero la Verdad está en la religión Católica, religión revelada por
Dios. Jesús dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn. 14,6).
No podemos olvidar que nadie puede descubrir jamás por medio de propios
esfuerzos, cómo es Dios realmente, ni su plan de salvación. Y, aunque puede haber salvación
en otras religiones, la plenitud de los medios de salvación está en la Iglesia Católica.
«Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra,
todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar» (San Juan de
la Cruz).
Así, Cristo nos reveló a Dios como Padre (y Padre Bueno), infinitamente justo y
misericordioso, nos mostró el camino para llegar al Padre, nos enseñó dónde encontramos
la verdadera felicidad, nos reveló la necesidad y el sentido de la cruz, nos reveló más
claramente nuestra común vocación al amor(a Dios y al prójimo).
Así fue la pedagogía divina usada por Dios para darse a conocer, en forma
progresiva, paso a paso, respetando nuestro conocimiento y lenguaje humano, hasta llegar a
la completa revelación en Jesucristo.
¿Cuál debe ser nuestra respuesta a Dios que se revela y que nos
sigue hablando hoy a través de la Biblia?
La respuesta adecuada a esta invitación es la fe. Por la fe, el hombre somete
completamente su inteligencia y su voluntad a Dios.
76
La venida de Jesucristo no puede dejarnos indiferentes. Ya no es el hombre quien
busca a Dios, sino que Dios ha salido al encuentro del hombre. Jesucristo es el único
Salvador del mundo (Hechos 4,12) y por eso reclama la fe en sí mismo (Juan 14,1) cosa que
nadie fuera de Él ha osado pedir. El espera nuestra respuesta. Y no caben posturas ambiguas
o neutras, pues no acogerlo es en realidad rechazarlo (Lucas 11, 23; Juan 3,18). “Quien no
está conmigo está contra mí, y quien no junta conmigo, desparrama.”
77
Este libro nació de la inspiración del Espíritu Santo y sólo puede ser interpretado con
garantía “por la Iglesia, columna y fundamento de la Verdad” (1Tim 3, 15), y por los
apóstoles y sus sucesores, a quienes Cristo prometió su asistencia hasta el fin del mundo
(Mt.28, 20).
La interpretación auténtica del depósito de la fe corresponde sólo al Magisterio vivo
de la Iglesia, es decir, al Sucesor de Pedro, el Obispo de Roma, y a los obispos en comunión
con él. Al Magisterio, el cual, en el servicio de la Palabra de Dios, goza del carisma cierto de
la verdad, compete también definir los dogmas, que son formulaciones de las verdades
contenidas en la divina Revelación; dicha autoridad se extiende también a las verdades
necesariamente relacionadas con la Revelación.
78
La Biblia, como la conocemos hoy, fue escrita durante un período de casi 1100 años,
por diferentes personas, en diferentes momentos de la historia de la humanidad, hasta la
muerte del último Apóstol de Jesucristo, San Juan Evangelista, (unos 100 años después de
Cristo).
Como ya se dijo, Dios inspiró a los escritores de la Biblia para que escribieran lo que
contienen esos escritos. Tal es así que, muchos siglos antes de que Jesús naciera, hablaron
de Él los profetas, cumpliéndose en Cristo todo lo que profetizaron. Veamos algunos
ejemplos:
- Miqueas, 730 años antes del nacimiento de Jesús, dice dónde nacerá (5, 2).
- Isaías, 734 años antes del nacimiento de Jesús, dice que nacerá de una virgen (7,14),
predice los grandes milagros que realizaría (Is. 35, 5-6) y describe su Pasión (53, 3-8).
- Zacarías, 520 años antes del nacimiento de Jesús, dice que será vendido por 30 monedas
(11,12s), con las cuales se comprará el campo de un alfarero.
-Ochocientos años antes que sucediera, Isaías profetizó que Jesús sería tratado como un
malhechor (53,12), azotado (50, 6) y condenado a muerte (53, 8).
- Los Salmos predicen que sortearán su túnica (22, 19).
La Biblia y algunos libros no-cristianos, nos dicen que Jesucristo realizó grandes
milagros, el mayor de los cuales fue haber resucitado, tal como Él mismo había predicho. Y
con sus milagros y su resurrección demostró que Él es Dios.
“Tú eres Pedro (o sea, Roca-Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes del
Infierno jamás la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra
quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo” (Mt. 16, 18-
19).
79
Es así, entonces, como la Iglesia que Cristo fundó, guiada por Pedro, ha asumido y
mantenido convicciones importantísimas a lo largo de sus casi dos mil años de existencia.
Una de ellas fue haber escogido los escritos que formarían parte de la Biblia y proclamar
que la Biblia es Palabra de Dios.
- El Sentido Histórico: La antigüedad de los diversos textos bíblicos varía. Por eso para
poder entender lo que Dios quiso decir a través del hagiógrafo debo saber cómo se
pensaba en la época en que escribió, cuáles eran las costumbres y el lugar geográfico donde
él vivía.
- El Sentido Espiritual: debemos leer el trozo bíblico como si nos estuviera dirigido. La
Palabra es eterna, no debemos leerla pensando que eso sucedió a otras personas hace años,
sino que esa persona soy yo hoy. Este sentido se llama espiritual, o del Espíritu, porque el
Espíritu Santo me quiere guiar y transformar a través de la lectura de la Palabra. Para
lograrlo ayuda mucho que reemplace el nombre de los personajes bíblicos o los lugares por
mi nombre. Por ej: Gn 12,1 “Yahveh dijo a Abram…..” Al hacer la meditación digo “Dios
me dijo….” o Jos 6,1 “Jericó estaba cerrada a cal y canto….” Al hacer la meditación digo
“yo estaba cerrado…”
- El Sentido Literario: por ser la Biblia una colección de 73 libros, no se puede leer
todos por igual ya que cada libro, no sólo está escrito en diferente género literario como
por ejemplo histórico, poético, mítico, profético, etc., sino, además, ha sido escrito por
distintos autores a los que Dios les respetó su modo de ser y de expresarse.
80
¿Qué es el canon de las Escrituras?
Los libros de la Biblia decimos que pertenecen al Canon. El Canon de la Iglesia
Católica es el listado de libros que la Iglesia reconoce como inspirados por Dios. Tal canon
comprende cuarenta y seis escritos del Antiguo Testamento y veintisiete del Nuevo. Para
formar el canon de la Biblia se seleccionaron aquellos escritos reconocidos como inspirados
y que entregan un mensaje de salvación para el hombre.
81
forman la Biblia Católica. A las Biblias protestantes les suprimieron algunos libros que
están en la Biblia católica.
Los libros del Nuevo Testamento fueron escritos en griego, excepto el Evangelio de
San Mateo que se escribió originalmente en arameo.
82
tratamos de escuchar lo que El nos dice a través de su Palabra como orientación para la vida
y le respondemos compartiendo con Él lo que nos sucede cada día.
La Biblia es una orientación para la vida. Las historias de la Biblia han sido narradas
para que podamos descubrir la presencia de Dios en nuestras vidas. Las historias bíblicas
son liberadoras porque dan vida. Una vida plena, feliz y libre es lo que quiere producir la
Palabra de Dios. Lo dice Jesús en el Evangelio de Juan: “Si ustedes escuchan mi Palabra, serán
verdaderamente mis discípulos, conocerán la verdad y la verdad les hará libres” (8,32). “Yo he
venido para que ustedes tengan vida y la tengan en abundancia” (8,10). “Yo les he dicho todo esto,
para que ustedes sean plenamente felices” (15,11).
Hay que transformar la Biblia en una historia para nosotros. Tenemos que
identificarnos con ella, actualizarla y hacerla nuestra. La lectura de la Biblia se realiza en tres
etapas: comprender la historia bíblica, comprender nuestra propia historia y relacionar e
integra ambas historias.
En anexo se ofrecen tres métodos prácticos para hacer oración bíblica, métodos que
pueden ayudar a tener un encuentro personal con el Dios de la vida, partiendo de la lectura
de la Biblia para llegar posteriormente a la realidad de la vida.
Oración final
Encomendémonos a la Santísima Virgen María, para que nos enseñe a reconocer la
voluntad de Dios en nuestra vida y a responder como Ella: “hágase en mí según tu Palabra”.
Dios te Salve María…..
IV. Compromiso
Leer y meditar (en forma personal o en comunidad) la lectura del Evangelio de cada
día, usando alguno de los métodos señalados en el anexo. Para conocer el Evangelio del día,
se puede recurrir al sitio de internet: www.ocarm.org/lectio/, sitio que pertenece a la
Orden de las Carmelitas.
83
ANEXO 1
1. Invitar al Señor
Alguien del grupo invita a Jesús a participar en este encuentro de oración.
2. Leer el texto
Alguien del grupo lee en voz alta el texto bíblico. Luego, se guarda un momento de
silencio.
7. Rezar juntos
Los participantes expresan en una breve oración espontánea la experiencia realizada.
Para terminar, se reza una oración conocida por todos o se canta una canción que
todos conozcan de memoria.
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II. LA LECTURA DIVINA
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III. LA LECTURA DE LA BIBLIA A LA LUZ DE LA BIBLIA
4. Compartir la palabra
a. Cada uno comparte libremente con el grupo lo que más le ha llamado la atención en
los textos bíblicos leídos.
b. Cada uno dice en voz alta las palabras que más le llamaron la atención. Los demás
repiten en silencio esas palabras en su interior.
Elegir una de las dos alternativas indicadas.
6. Conclusión
En un momento de silencio, cada uno asume privadamente un compromiso relacionado
con la palabra de Dios leída y meditada. Si el grupo lo estima conveniente, esta es la
ocasión para asumir además un compromiso comunitario. Finalmente, los participantes
hacen oración espontánea en voz alta (alabanza, súplica, agradecimiento o perdón),
utilizando de preferencia palabras que han aparecido en los textos bíblicos.
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87
En permanente unión con Dios: la oración.
“No dejes que tu oración meditativa sea un ensueño frío y sin vida,
sino haz de ella un coloquio cordial y amoroso con Dios
y una entrega a Él en gratitud, amor y sacrificio.”
ORACIÓN INICIAL
Señor Jesús
te pedimos que nos acompañes en esta reunión
en la que intentaremos acercarnos más a Ti
a través de la reflexión sobre la importancia de la oración.
Virgen santísima
acompáñanos hoy para que nos ayudes
a unirnos más a tu Hijo a través de la oración.
Espíritu Santo,
inspira nuestras palabras y nuestros pensamientos,
pero por sobre todo abre nuestro corazón.
Amén.
Oraciones espontáneas….
Padre Nuestro…….
I. Revisión de Compromiso anterior: comentar
“Vivan orando y suplicando. Oren en todo tiempo según les inspire el Espíritu. Velen en
común y prosigan sus oraciones sin desanimarse nunca, intercediendo a favor de todos los
hermanos” (Efesios 6, 18).
"Y cuando oren, no sean como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las
esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya
recibieron su paga.
Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta,
ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Y al orar, no charles mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van
a ser escuchados. No seas como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitas antes de
pedírselo” (Mateo 6, 5-8).
Palabra de Dios.
Comentar: ¿Qué es la oración para mí? ¿Qué lugar ocupa en mi relación con Dios?
Este es también el caso de la oración, que no es un problema en sí, sino mas bien un
síntoma. Si tenemos dificultades con la oración, el problema de fondo radica en la
relación que tenemos con Dios. Si no escuchamos a Dios en nuestra vida ni nos interesa
lo que Él nos dice, no puede existir verdadera oración. Si no estamos tratando de orientar
nuestra vida desde nuestra fe en Dios, entonces no podremos compartir con Él lo que nos
sucede cada día y no podremos hacer oración. Del lugar que ocupe Dios en nuestra vida y de
la imagen que tengamos de Él, dependerá en último término nuestra oración.
89
El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 534 señala: “La
oración cristiana es la relación personal y viva de los hijos de Dios con su Padre
infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo, que habita en sus
corazones.
Jesús dio por adelantado a sus discípulos el medio y las palabras para unirse a él en la
prueba: el Padre Nuestro. Hay una semejanza evidente entre la oración que Jesús dejó a sus
discípulos y la que él mismo elevó al Padre en Getsemaní durante su Pasión. Él nos dejó, en
realidad, su oración.
Jesús no sólo enseña a orar a sus discípulos, sino que también les muestra la actitud
con que deben hacerlo: con humildad, con confianza y con perseverancia.
Los fundamentos de nuestra confianza se basan en aquella promesa infalible que hizo
Jesús, cuando dijo: “...Pidan y recibirán...” (Jn.16, 24); “Si se quedan en mí, y mis palabras
permanecen en ustedes, todo lo que deseen lo pedirán y se les concederá” (Jn.15, 7).
91
¿Cómo podemos dudar de la eficacia de nuestras oraciones, cuando Dios, que es la misma
Verdad, nos garantiza que nos dará todo lo que le pidamos?
El Señor desea que le pidamos muchas cosas. En primer lugar, lo que se refiere
al alma, es decir, bienes espirituales, pues el Señor quiere curar principalmente las
enfermedades del alma. Y, si cura las del cuerpo, es porque quiere desterrar las del alma.
Para el alma podemos pedir gracia para luchar contra los defectos, más rectitud de
intención en lo que hacemos, fidelidad a la propia vocación, luz para recibir con más fruto la
Sagrada Comunión, docilidad en la dirección espiritual, más afán apostólico, aprender a amar
cada vez más como Cristo ama... También quiere el Señor que roguemos por otras
necesidades: ayuda para sobreponernos a un fracaso; trabajo, si nos falta; la salud... Y todo en
la medida en que nos sirva para amar más a Dios. No queremos nada que, quizá con el paso
del tiempo, nos alejaría de lo que verdaderamente nos debe importar: estar siempre junto a
Cristo.
Lo que muy especialmente debe animarnos a tener confianza, cuando pedimos a Dios
bienes espirituales, son aquellas palabras del mismo Cristo: “Pidan y se les dará; busquen y
hallarán; llamen y se les abrirá; porque todo el que pide, recibe; y el que busca,
encuentra; y a quien llama, se le abrirá. Pues, ¿qué padre habrá entre ustedes a quien
el hijo le pide un pez, y en lugar de pez le dé una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le
dé un escorpión? Si, pues, ustedes, siendo malos, saben dar buenas cosas a sus hijos,
¿cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?" (Lc.11, 9-13).
Esto es: si ustedes que están apegados a sus propios intereses, no saben negar a sus hijos lo
que les piden, ¿qué hará su Padre celestial que los ama más que todos los padres terrenales,
cuando le piden tesoros espirituales?
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Comentar: Cuándo el Señor no me da lo que le pido, ¿qué es lo que pienso?
Si viéramos que el Señor no nos concede aquellas cosas que le pedimos, demos por
seguro que nos las niega por el amor que nos tiene, pues sabe que serían perjudiciales para
nuestro progreso espiritual. (Al igual que un padre le niega algo que le pide su hijo si sabe que
no es bueno para él). “Pedís y no recibís, porque pedís mal”, escribe el apóstol Santiago. Dios
quiere lo mejor para nosotros y lo mejor, a veces no es lo que pedimos.
Si viéramos que aquello que Dios permite parece a primera vista un desastre o es
muy doloroso, debemos trascender esa visión puramente humana y saber que existe un
plano más alto, donde Dios integra aquél suceso en un bien superior, que quizá en ese
momento nosotros no vemos o no entendemos.
Dios, observaba San Agustín, escucha aún cuando no escucha, esto es,
cuando no obtenemos lo que estamos pidiendo. Su retraso en atender es ya una
escucha, para podernos dar más de lo que le pedimos o para ayudarnos a perseverar en la
fe y en la oración. Si a pesar de todo seguimos orando, es señal de que nos está
dando su gracia. El silencio de Dios es también una respuesta.
93
Comentar: Cuando oramos en situaciones de dificultad,
- ¿Luchamos para inducir a Dios a que cambie de decisión, más que para
cambiar nosotros mismos y aceptar su voluntad? ¿Oramos para que nos quite esa cruz, ese
sufrimiento, más que para ser capaces de llevarlo con él?
A veces, perseverando en este tipo de oración, sucede algo extraño que es bueno
conocer para no perder una ocasión preciosa. Las partes se invierten: Dios se convierte en
quien ruega y nosotros en aquel a quien se ruega: te pones a rezar para pedir algo a Dios y,
una vez en oración, te das cuenta poco a poco de que es Él, Dios, quien tiende su mano hacia
ti pidiéndote algo. Has ido a pedirle que te quite aquel aguijón de la carne, aquella cruz,
aquella prueba, que te libre de ese trabajo o responsabilidad, de aquella situación, de la
cercanía de aquella persona... Y he aquí que Dios te pide precisamente que aceptes esa cruz,
esa situación, ese trabajo, a esa persona.
Con las palabras, busquen..., llamen, Jesús ha querido enseñarnos a imitar a los pobres,
cuando mendigan limosna, los cuales, si por casualidad nada reciben y los echan, no por eso
se van, sino que vuelven a pedir sin darse por vencidos. De igual modo Dios quiere que
perseveremos en la oración hasta llegar a ser “imprudentes,”quiere que pidamos y volvamos
a pedir y que nunca nos cansemos de decirle que nos ayude, que nos socorra, que nos preste
su luz, que nos dé fuerza, que nunca permita que perdamos su santa gracia.
Lo mismo nos repitió el propio Jesús cuando decía: “Es necesario orar siempre, sin
desanimarse jamás” (Lc.18, 1). “...Por eso estén despiertos y orando en todo tiempo.
94
Así tendrán fuerzas para escapar a todo lo que debe suceder y podrán estar de pie
delante del Hijo del Hombre” (Lc.21, 36).
Jesús también nos enseña a orar con sencillez y pureza de intención, mediante un
diálogo personal, sencillo, de corazón a corazón, amoroso. Lejos de las grandes palabras, de
las manifestaciones en las plazas:
Mt. 6,5-6: “Y cuando ores, no seas como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las
esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad les digo que ya
recibieron su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la
puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará”.
Mt. 6,16-18: “Cuando ayunes, no pongas cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro
para que los hombres vean que ayunan; en verdad les digo que ya recibieron su paga. Tú, en
cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los
hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará”.
Una antigua recomendación, aún muy válida, decía: “Deja que tu corazón ore sin
palabras, antes que tu boca ore sin tu corazón”.
Debemos hacer una oración simple, apoyada en la confianza en que el Padre sabe lo
que nos pasa:
Mt 6,7-8: “Al hacer oración no repitan palabras inútiles como hacen los que no conocen a Dios y se
imaginan que Dios les va a escuchar porque hablan demasiado. No sean como ellos; porque el Padre
sabe lo que ustedes necesitan antes que se lo pidan”.
95
Lucas es el que más se refiere a los instantes en los que Jesús aparece orando:
• En el momento en que Juan le bautiza (Lc 3,21)
• Antes de la elección de los discípulos (Lc 6,12)
• En el monte Tabor, en el momento de la transfiguración (Lc 9,28-29)
• Antes de enseñar a orar a los discípulos (Lc 11,1ss)
• Ante la angustia y el miedo ora más intensamente y pide que se haga la voluntad de su
Padre (Lc. 22, 39-46)
• En el Gólgota, al expirar en la cruz (Mt 27,46)
Jesús nos enseña a orar no sólo con la oración del Padre Nuestro, sino también cuando
Él mismo ora. Así, además del contenido, nos enseña las disposiciones requeridas para
una verdadera oración: la pureza del corazón, que busca el Reino y perdona a los
enemigos; la confianza audaz y filial (de hijo), que va más allá de lo que sentimos y
comprendemos; la vigilancia, que protege al discípulo de la tentación.
(Jn.17, 9) “Yo te ruego por ellos… por los que Tú me diste … Cuida con tu poder a los que me
diste, para que estén completamente unidos como Tú y Yo”.
(Jn.17, 15) “No te pido que los saques del mundo, sino que los resguardes del mal”.
(Jn.17, 20) “Pero no te ruego solamente por ellos, sino también por los que van a creer en mí, al oír
el Mensaje de ellos” (aquí pide por cada uno de nosotros).
(Jn.17, 21) “Te pido que todos ellos estén completamente unidos; que sean una sola cosa en unión
con nosotros, Padre, así como Tú estás en mí y Yo estoy en Ti”.
Comentar: ¿Se parece en algo mi manera de orar al modo de orar de Jesús? ¿En qué aspecto
puedo mejorar?
96
5. El combate de la oración
Recordemos las palabras de S. S. Juan Pablo II: “Orar no significa sólo que podemos
decir a Dios todo lo que nos agobia. Orar significa también callar y escuchar lo que Dios nos
quiere decir. La oración debe ir antes que todo: quien no lo entienda así, quien no lo
practique, no puede excusarse de la falta de tiempo: lo que le falta es amor”.
Comentar: ¿Nos dirigimos a Jesús con más frecuencia para pedirle (oración de
petición), o también lo hacemos para alabarlo, agradecerle y adorarlo (por ejemplo en la
adoración del Santísimo Sacramento, agradecer por los alimentos recibidos, etc.)?
97
Un ejemplo de esta forma de orar es la adoración a nuestro Señor Jesucristo,
presente en la Eucaristía.
Oraciones de acción de gracias son por ejemplo, agradecer a Dios por los alimentos,
por el nuevo día que nos regala, por la salud, por el trabajo, como también agradecer por
nuestras penas y sufrimientos, ofreciéndolos al Señor para que saque frutos de salvación de
ellos. Si analizamos el sentido cristiano de nuestro sufrimiento, veremos que sí podemos
agradecer por nuestros sufrimientos, ya que nos permiten crecer y participar en el dolor y
sufrimiento de Cristo.
3. Es petición. Tiene por objeto pedir el perdón, la búsqueda del reino y cualquier
necesidad verdadera para nosotros o para los demás (intercesión): “Y yo haré todo lo que
ustedes pidan en mi Nombre” (Juan 14,13).
Oración de petición sería, por ejemplo, pedir para mejorar algún defecto personal o
para mejorar alguna actitud que nos aleja de Dios y oraciones de intercesión serían, por
ejemplo, rezar por la conversión de un ser querido o rezar una cadena en favor de algún
enfermo o necesitado.
No debemos olvidar que la Palabra del Señor está principalmente en la Biblia, que el
Señor nos habla especialmente a través de ella. Así, podemos orar también con la Biblia, a
través de la Lectio Divina.
98
8. ¿Cómo oraba la Virgen María?
La Virgen María nos enseña con su ejemplo el valor del silencio, del recogimiento, de
la espera paciente y confiada, actitudes necesarias para escuchar y entender a su Hijo. La
Virgen guardó silencio durante los tres años de la vida pública de Jesús. El entusiasmo de las
multitudes, los milagros, no cambiaron su actitud. De la Virgen María aprendemos a estimar
ese silencio del corazón que no es vacío, sino riqueza interior.
San Gregorio Nacianceno decía: «Es necesario acordarse de Dios más a menudo que
de respirar». Es importante orar en los acontecimientos de cada día y de cada instante.
Algunas veces con jaculatorias tan simples como: “¡Gracias Señor!” o bien “¡Dame paciencia
Señor!” o “¡perdón Señor!”.
99
IV. Compromiso
2. Hacer oración con la familia, por ejemplo en la mañana, antes de las comidas, en la
noche y hacer oración comunitaria, especialmente participando en la Santa Misa.
ORACIÓN FINAL
Confiemos a María, Maestra de oración, el compromiso que vamos a asumir, para que
Ella nos enseñe a descubrir a su Hijo, en el silencio y en la paz de nuestro corazón….
100
101
La oración del Señor: “Padrenuestro”
ORACIÓN INICIAL
Oraciones espontáneas…..
Padre Nuestro…….
Palabra de Dios.
III. Desarrollo del tema
Pero Jesús no nos deja una fórmula para repetirla de modo mecánico. Jesús no sólo
nos enseña las palabras de la oración filial, sino que nos da también el Espíritu por el que
éstas se hacen en nosotros espíritu y vida (Juan 6,63).
103
La estructura del Padrenuestro tal como nos lo ha transmitido Mateo consta de
una invocación inicial y siete peticiones. Las tres primeras peticiones del Padrenuestro se
articulan en torno al “Tú” y se refieren a la causa misma de Dios en la tierra, tienen por
objeto la Gloria del Padre: la santificación de su Nombre, la venida de su Reino y el
cumplimiento de su voluntad. Las cuatro peticiones siguientes se articulan en torno al
“nosotros” y tratan de nuestras esperanzas, necesidades y dificultades, pidiendo incluso
por la victoria en el combate del bien sobre el mal.
A continuación, nos referiremos a cada frase de la oración que Jesús nos enseñó:
Padre
Las primeras palabras de la Oración del Señor son una bendición de adoración,
antes de ser una imploración. Porque la gloria de Dios es que nosotros le reconozcamos
como "Padre", Dios verdadero.
Jesús trae una novedad radical. Para hablar con Dios, Jesús utiliza el término
arameo “Abba”, que usaban los niños pequeños para llamar a su Padre. Con esta forma de
comunicarse Jesús revela un rostro desconocido de Dios. El Dios lejano, que está en los
cielos, se hace cercano y compañero en la figura del Padre bondadoso que espera,
acompaña, protege y busca el bienestar de sus hijos. (Lc. 15, 11 ss). Jesús nos muestra que
a Dios no lo encontramos al margen de la vida, sino en medio de ella, a nuestro lado,
como un Padre que sufre y se desvela por sus hijos.
104
En su predicación y con su vida, Jesús nos muestra al Padre, un Padre que es fuente
de todo bien, que nos ama sin medida, infinitamente justo y misericordioso, un Padre que
nos da el don de todos los dones, lo único que necesitamos de verdad. Este don es Él
mismo que se nos da.
Padre es el que por amor comunica su propia vida. Al decir nosotros a Dios
“Padre” significa que tenemos experiencia de que hemos recibido esa vida, esa vida que es
el Espíritu de Dios que nos hace hijos. Uno que no se sienta hijo, que no sea hijo, no
puede decir Padre. Podrá decir Señor, podrá decir Dios, pero, para decir Padre, necesita
la experiencia del amor que Dios le tiene.
Ser hijo y poder llamar a Dios "Padre" es un gran honor y una seria
responsabilidad. Estamos llamados a ser sus hijos, a amarlo con un amor filial y a
demostrarlo con nuestras vidas y obras, como lo hizo Jesús. Este don gratuito de la
adopción exige, por nuestra parte, una conversión continua y una vida nueva. Orar a
nuestro Padre debe desarrollar en nosotros dos disposiciones fundamentales: el deseo y
la voluntad de asemejarnos a Él y un corazón humilde y confiado que nos hace volver a
ser como niños, con un corazón puro, transparente y necesitado de Dios Padre.
Padre Nuestro
El Señor nos enseña a orar en común con y por todos nuestros hermanos. Porque
Él no dice “Padre mío”, sino “Padre nuestro que estás en el cielo”, a fin de que nuestra fe sea
expresada en comunidad; debemos considerarnos miembros de una comunidad que es la
Iglesia.
Para que el adjetivo nuestro se diga en verdad, (Mateo 5,23-24) debemos tratarnos
como hermanos, hijos de un mismo Padre y superar nuestras divisiones y conflictos.
105
un lenguaje más teológico, la trascendencia divina. Es decir, que a Dios no se le alcanza, no
se le ve, es un ser que está por encima de todas nuestras categorías.
Para reflexionar:
¿Mi relación personal con Dios, es la de un hijo con su Padre, en cuanto a
amarlo como Padre, sentir dolor si lo ofendo, escucharlo y conversar con
Él, dejarme guiar por Él, obedecerle, confiar en El, buscar estar con El?
¿Concretamente, cómo puedo mejorar en mi relación filial con Dios?
¿Durante el día, en cada una de mis acciones, vivo como hijo de Dios o
separo fe y vida?
¿Cuál es el nombre que pedimos sea santificado, sea reconocido? El nombre se refiere al
que acabamos de pronunciar: Padre. Es la primera petición. Que la humanidad comprenda
que tú eres Padre.
106
desemboca en el compromiso. Y tenemos que hacer lo que podamos para que esto se
verifique. De manera que nace de la experiencia, que hace surgir el deseo y desemboca en
el compromiso. Así, cada vez que expresamos “santificado sea tu Nombre” nos
deberíamos comprometer con la acción misionera de darlo a conocer.
Para reflexionar:
• ¿Que estoy haciendo para que otros conozcan a Dios y le reconozcan como
Padre?
107
Al decir “venga a nosotros tu Reino” estamos pidiendo que el Reino de Dios se haga
realidad entre nosotros, que llegue su justicia, que se imponga en el mundo su señorío.
Pedimos que transforme la realidad entera del mundo y la vida material, espiritual y social
de los hombres para que sea más conforme con los designios de Dios nuestro Padre.
Entrar en el Reino de Dios exige adoptar una actitud de “niños”, con un corazón
dócil para que sea Dios quien reine en nuestro corazón y no nosotros; actitud de niños
que acogen al Padre, pues “de ellos es el Reino de Dios” (Lucas 6,20). Exige también vivir
con el espíritu de las Bienaventuranzas.
Para reflexionar:
¿Qué actitudes o acciones concretas me ayudan a que Jesús reine en mi
corazón y con cuáles lo saco de mi corazón, relegándolo a veces a un segundo
plano?
Si bien algunos creen tener mucha fe porque constantemente esperan de Dios que
solucione sus proyectos, los hijos de Dios elevan su espíritu hacia Él para que la voluntad
de Dios pase a ser su propia voluntad.
108
No invocamos a Dios para que Él cambie y cumpla, de todas maneras, nuestros
deseos, sino para que nosotros cambiemos y escuchemos los deseos de Dios. En otras
palabras, no le pedimos a Dios que cambie su voluntad para hacer la nuestra, sino le
pedimos que se haga su voluntad, que es en definitiva, nuestro verdadero bien. Entonces,
el decir, “hágase tu voluntad”, conlleva una gran confianza en Dios, quien como Padre sabe
lo que es bueno para nosotros.
La esencia del “cielo” es ser una sola cosa con la voluntad de Dios. La tierra se
convierte en “cielo” en la medida en que en ella se cumple la voluntad de Dios, mientras
que es solamente “tierra”, polo opuesto del cielo, en la medida en que se sustrae a la
voluntad de Dios. Por eso pedimos, que las cosas vayan en la tierra como van en el cielo,
que la tierra se convierta en “cielo”.
Y por eso, Dios nos ha hablado de nuevo en la historia, con palabras que nos llegan
desde el exterior, mediante los 10 mandamientos, para ayudar a nuestro conocimiento
interior que se había nublado demasiado. El Decálogo es la voluntad de Dios que se
revela para ordenar la vida del hombre, su convivencia con Dios y con el prójimo. Es
voluntad de Dios hecha Palabra, para enseñar y guiar al hombre, Palabra que muestra el
camino a la salvación. Es como las vías del tren que le obligan a ir por un camino, pero
ayudan al tren a avanzar y a llegar. Le impiden que se despeñe.
109
A pesar de ello, podemos estar seguros que algunas cosas sí son definitivamente
parte del Plan de Dios para nosotros, como por ejemplo:
Los Mandamientos, los Preceptos de la Iglesia, los deberes de nuestro estado de vida, la
obediencia a la autoridad civil, familiar y eclesial y el Mandamiento nuevo dado por Jesús:
el amor a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos,
mandamiento que contiene y resume al Decálogo.
Como ya dijimos, los mandamientos son parte de la voluntad de Dios. Aquí no hay
duda de lo que quiere de nosotros. Además, las pruebas de la vida diaria, el mal, el
sufrimiento, etc., son parte de lo que Dios permite como Su voluntad, obteniendo
siempre de ello un bien mayor.
Tal vez, nuestro mayor problema está en cómo conocer la voluntad de Dios ante
las decisiones que tomamos en nuestra vida cotidiana. Algunas ideas que pueden servirnos
de guía pueden ser: ver si la decisión que tomamos honra y da gloria a Dios, cómo afecta
nuestra relación con Él y si estamos en paz con eso. También podríamos llegar a alguna
idea sobre la Voluntad de Dios con relación al trabajo, por los talentos que Dios nos ha
dado, pensando: ¿qué clase de trabajo es el que mejor hago y el que me hace feliz?
Las Escrituras están llenas de revelaciones que nos dicen como el Padre quiere que
pensemos y actuemos en toda circunstancia. En las Escrituras podemos ver de muchas
maneras sencillas, exactamente lo que el Padre espera de nosotros. Todas estas son
manifestaciones directas de la Voluntad de Dios en nuestra vida cotidiana. Veamos algunos
ejemplos:
- "Ama a tus enemigos, haz el bien a aquellos que te odian, bendice a los que te maldicen,
ora por los que te tratan mal" (Lc 6,27-35).
- "Sé compasivo como vuestro Padre es compasivo. No juzgues y no serás juzgado, no
condenes y no serás condenado" (Lc 6,36-38).
- "Les digo solemnemente, si no se hacen como niños no entrarán al Reino de Dios" (Lc
18,17).
- "Es la Voluntad de mi Padre, que quien ve al Hijo y cree en Él, tendrá vida eterna" (Jn.
6,40).
- "Aprendan de mí que mi yugo es suave, porque soy humilde de corazón" (Mt. 11,29).
Jesús nos enseña que no se entra en el reino de los cielos diciendo «Señor, Señor»,
sino haciendo «la voluntad de su Padre que está en el cielo» (cf. Mt 7, 21).
110
permita. Nada nos sucede si Él no lo ha visto de antemano, teniendo en cuenta el bien que
se obtendrá de ello. San Arnoldo Janssen nos enseña a confiar en la guía providencial de
Dios, cuando señala: “Es consolador darse cuenta de que en este mundo ningún mal es
posible sin ser permitido por Dios, y que a fin de cuentas, Él está dirigiendo todo”.
Debemos imitar a Jesús que vivió la obediencia hasta la muerte. ¡Hágase tu voluntad,
Señor! Que difícil es decir eso con plena convicción, cuando no es lo que nosotros
tenemos contemplado, en el sufrimiento, la soledad, el abandono. Debemos abrir nuestra
mente y nuestro corazón hacia Él, aprender a confiar que los caminos que Dios ha
preparado para nosotros, son mejores que los que nosotros hemos planeado recorrer.
Pero conocer y cumplir la voluntad del Padre no puede ser fruto sólo de
nuestro esfuerzo. Es Dios quien nos ayuda a realizarla. “Dios es quien obra en
nosotros el querer y el actuar”, nos dice San Pablo escribiendo a los Filipenses (2, 13).
Únicamente con nuestras fuerzas no podemos nada. Por eso le pedimos que sea Él quien
cumpla su voluntad en nosotros. Por la oración, podemos «distinguir cuál es la voluntad de
Dios» (Rm 12, 2), y obtener «constancia para cumplirla» (Hb 10, 36).
Para reflexionar:
• ¿He sentido alguna vez que he intentado manipular la voluntad de Dios?
• ¿Me rebelo contra Dios cuando me pasa algo que no me gusta o que me hace
sufrir?
111
• ¿Cómo podemos educar nuestra conciencia para conocer mejor la voluntad de
Dios en cada situación?
La palabra “danos” refleja la confianza de los hijos que esperan todo de su Padre.
Nosotros somos como niños en las manos de Dios. El Padre que nos da la vida no puede
dejar de darnos el alimento necesario para ella, todos los bienes convenientes, materiales
y espirituales.
Esta confianza no nos impone ninguna pasividad, sino que quiere librarnos de toda
inquietud agobiante y de toda preocupación, ya que a los que buscan el Reino y la justicia
de Dios, Él promete darles todo por añadidura. San Benito decía: “Orad como si todo
dependiese de Dios y trabajad como si todo dependiese de vosotros”. Después de
realizado nuestro trabajo, el alimento continúa siendo don de nuestro Padre; es bueno
pedírselo, dándole gracias por él. Éste es el sentido de la bendición de la mesa en una
familia cristiana.
Los Padres de la Iglesia han interpretado casi unánimemente la cuarta petición del
Padrenuestro como la petición de la Eucaristía. Puesto que «no sólo de pan vive el hombre,
sino de todo lo que sale de la boca de Dios» (Mt 4, 4), la petición sobre el pan cotidiano se
refiere igualmente al hambre de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo, recibido en la
Eucaristía, así como al hambre del Espíritu Santo. Lo pedimos, con una confianza absoluta,
para hoy, el hoy de Dios: y esto se nos concede, sobre todo, en la Eucaristía, que anticipa
el banquete del Reino venidero.
Esta petición debe ser condicional, esto es, unida a la anterior a la que pedimos que
se haga la voluntad de Dios en todas las cosas. Así pedimos aquí que nos dé el pan de cada
día, si así es su santa voluntad. Incondicional debe ser esta petición sólo cuando la
referimos al pan de la divina gracia que diariamente necesitamos, o al pan de la Hostia
divina.
112
comunicar y compartir bienes materiales y espirituales, no por la fuerza sino por amor,
para que la abundancia de unos remedie las necesidades de otros.
Para reflexionar:
• ¿Siento necesidad del alimento espiritual? ¿Comulgo frecuentemente y en forma
digna?
La quinta petición presupone un mundo en el que existen ofensas entre los hombres
y ofensas a Dios. Con esta petición el Señor nos dice: la ofensa sólo se puede superar
mediante el perdón, no a través de la venganza.
Ahora bien, nuestra petición será atendida a condición de que nosotros, antes,
hayamos, por nuestra parte, perdonado (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica,
N° 594). Se trata de la única petición del Padrenuestro que lleva una condición. Se pide
que Dios nos perdone, pero porque cumplimos nosotros esa condición. De manera que
nosotros aseguramos que hemos cumplido la condición, y así le pedimos que nos perdone.
113
perdonan a los demás, tampoco el Padre les perdonará a ustedes” (Mt. 6, 14-15). ¿Por qué?
Porque si yo me cierro al amor, no puedo recibir amor. El perdón es una de las
manifestaciones del amor.
Sólo el Espíritu puede hacer nuestros los sentimientos que hubo en Cristo Jesús.
No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero el corazón que se ofrece
al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria, transformando la
ofensa en intercesión.
El perdón cristiano no tiene límites, debe perdonar “hasta setenta veces siete”
(Mateo 18,22), es decir, siempre. Llega hasta el perdón del enemigo y transfigura al
discípulo, configurándolo con su Maestro. Por eso, el perdón es la cumbre de la oración
cristiana y la condición fundamental para la reconciliación de los hijos de Dios.
Para reflexionar:
• ¿Me acerco con frecuencia al Sacramento de la Reconciliación? ¿Por qué?
114
7. “No nos dejes caer en tentación”
Esta petición es la única que se realiza en negativo. Después de elevar nuestra voz
al Padre, sentimos el peso de nuestras propias limitaciones. Con los pies bien puestos
sobre la tierra reconocemos que es duro y difícil ser consecuente con lo que hemos
pedido. Seguir a Jesús, pidiendo por el Reino, y buscando su concreción en este mundo,
puede ser muchas veces un trago amargo. Sentimos la tentación de bajar los brazos, de
escatimar esfuerzos, de convencernos con justificaciones, de crearnos “un dios” menos
exigente, o simplemente, de cerrar los ojos y los oídos, y seguir nuestro propio camino.
La tentación existe, Jesús es testigo de su permanente actualidad. En su vida conoció la
tentación de decir no a la voluntad del Padre. De dar vuelta la cara a su proyecto. A fuerza
de oración, entrega y fe, salió adelante y marcó el camino. No pedimos no tener
tentaciones. Son parte de la vida. Pedimos fuerza, coraje y perseverancia para no dejarnos
arrastrar por ellas y olvidar la causa del Padre: el Reino.
Es importante aclarar que Dios no nos tienta. De hecho el apóstol Santiago nos
dice: “Cuando alguien se ve tentado, no diga que Dios lo tienta; Dios no conoce la tentación al
mal y él no tienta a nadie” (1,13). La tentación viene del diablo: “Jesús fue llevado al desierto
por el Espíritu para ser tentado por el diablo” (Mt.4, 1).
Podríamos decir que con esta petición del Padrenuestro decimos a Dios: “Se que
necesito pruebas para que mi ser se purifique. Si dispones estas pruebas sobre mí, si das
una cierta libertad al Maligno, piensa por favor, en lo limitado de mis fuerzas. No me creas
demasiado capaz. Establece unos límites que no sean excesivos, dentro de los cuales yo
puedo ser tentado, y mantente cerca, con tu mano protectora cuando la prueba sea
desmedidamente ardua para mí”.
Así, pronunciamos la sexta petición del Padrenuestro con la confiada certeza que
San Pablo nos ofrece en sus palabras: “Dios es fiel y no permitirá que sean tentados por
encima de sus fuerzas; al contrario, con la tentación les dará fuerzas suficientes para resistir a
ella” (1Co10, 13).
115
Este combate y esta victoria sólo son posibles con la oración. La exhortación de
Jesús es clara: “velen y oren en todo tiempo, para que sean liberados de todo lo que ha de venir
y puedan presentarse sin temor ante el Hijo del Hombre” (Lucas 21,36).
¿Cuáles son esas tentaciones en las que le pedimos a Dios que no nos
deje caer?
Mateo ya había hablado de tentación cuando Jesús estaba en el desierto. Allí
aparece el tentador que tienta a Jesús.
Son tres las tentaciones de Jesús, que pueden ser también hoy las tentaciones de
nosotros, sus discípulos. En ellas aparece claro el núcleo de toda tentación: apartar a
Dios quien, ante todo lo que parece más urgente en nuestra vida, pasa a ser
algo secundario o incluso superfluo y molesto. Poner orden en nuestro mundo
por nosotros solos, sin Dios, contando únicamente con nuestras propias
capacidades, reconocer como verdaderas sólo las realidades políticas y
materiales y dejar a Dios de lado como algo ilusorio.
¿Qué debe hacer el Salvador del mundo o qué no debe hacer?: esta es la
cuestión de fondo en las tentaciones de Jesús.
Las tentaciones de Jesús pueden ser las tentaciones de todo ser humano, contienen
la materia de todo tipo de pecado y se dan en 3 niveles básicos:
116
en sus manos para que tus pies no tropiecen en piedra alguna. Jesús replicó: Dice también la
Escritura: No tentarás al Señor tu Dios” (Mt.4, 5-7).
Induce a Jesús a la vanidad y a la soberbia, moviéndole a que pida a Dios un milagro
innecesario: que se lance desde el pináculo del Templo para que la espectacular
intervención divina le dé un inmenso prestigio. Es una clara tentación contra la
humildad propia del Mesías.
Para reflexionar:
• ¿Tengo claramente identificadas cuáles son mis debilidades, limitaciones o pecados
que son reiterativos en mí? ¿Qué puedo hacer para superarme en este aspecto?
• ¿Puedo mencionar aquellas tentaciones a las que me enfrento con más frecuencia?
• ¿Evito los momentos de tentación que en el pasado me han hecho caer en pecado?
En esta petición, pedimos al Padre que nos libre de las amenazas que vemos venir
sobre nosotros: los poderes del mercado, del tráfico de armas, de drogas y de personas.
117
También de la ideología del éxito y del bienestar que nos dice: Dios es tan solo una
ficción, solo nos hace perder tiempo y nos quita el placer de vivir. ¡No te ocupes de Él!
¡Intenta disfrutar de la vida todo lo que puedas!
“Cuando decimos ‘líbranos del mal’ no queda nada más que pudiéramos pedir”
(Cipriano). Una vez que hemos obtenido la protección pedida contra el mal, estamos
seguros y protegidos de todo lo que el mundo y el demonio puedan hacernos. ¿Qué
temor puede acechar en el mundo a aquel cuyo protector es Dios mismo? Es la misma
confianza que San Pablo expresó tan maravillosamente: “Si Dios está con nosotros, ¿quién
estará contra nosotros?”……¿Quien podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿La aflicción, la
angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?......Pero en todo esto
venceremos fácilmente por Aquel que nos ha amado (Rm. 8, 31; 35-37).
La victoria sobre el “príncipe de este mundo” (Juan 14,30) se adquirió de una vez por
todas en la hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte para darnos su Vida.
Quien pide la liberación del mal debe estar dispuesto a luchar contra él con todas
sus fuerzas. Para San Pablo, sólo hay una manera de luchar contra el mal, y es
hacer el bien: “No te dejes vencer por el mal, vence al mal a fuerza de bien” (Romanos
12,21).
“Amén”
Nuestro “amén” al final del Padre Nuestro sirve para reforzar y reafirmar lo que ha
salido de nuestros labios. Hemos pronunciado desde dentro la oración enseñada por
Jesús. Ahora, al terminarla, decimos: “Sí, así es, que así sea, así quiero vivir”. Con
118
una confianza total en Dios, nuestro Padre, glorificando su nombre, acogiendo su Reino,
haciendo su voluntad, recibiendo de Él el pan, el perdón y la fuerza para vencer el mal.
IV. Compromiso
Como hemos podido ver, en cada frase del Padrenuestro que pronunciamos, hay
implícito un compromiso de nuestra parte:
119
Oración final
Espíritu Santo,
ven a nuestro corazón,
ilumina nuestros ojos
para mirar hacia el Padre.
Enciende en nuestra alma
el fuego de un amor filial y sencillo;
que con todo nuestro ser
podamos decir:
¡Abbá, Padre!
¡Padre Nuestro!
120
121
La Iglesia, pueblo de Dios.
“La obra de la propagación de la fe
es la primordial y última meta de la Iglesia de Dios sobre la tierra”.
Oración inicial
Oraciones espontáneas….
Padre Nuestro…….
I. Revisión de Compromiso anterior: comentar
Palabra de Dios.
123
Entre los Doce, Pedro es quien recibió de Jesús la responsabilidad de
«confirmar» a sus hermanos en la fe (Juan 21,15-17). Jesús estableció a Pedro como
una roca que garantiza la unidad de la Iglesia: ...Tú eres Pedro, o sea piedra, y sobre
esta piedra edificaré mi Iglesia...” (Mateo 16,18).
Es Pedro y sus sucesores quienes tendrán que abrir y cerrar las puertas de la
ciudad celestial y tendrán en sus manos, por así decirlo, los poderes disciplinares y
doctrinales de la Iglesia: ...Yo te daré las llaves del Reino de los cielos. Lo que ates en
la tierra será atado en el cielo y lo que desates en la tierra será desatado en el cielo
(Mateo 16,19). Jesús los hizo fundamento de la Iglesia y les dio una autoridad que Él
mismo describe con las palabras “atar y desatar”, metáfora que significa poder de
dirigir y decidir (permitiendo o prohibiendo según los casos). La entrega de llaves,
de la que habla el texto bíblico, equivale a transmitir poder y autoridad.
A los Doce, Jesús les encargó la renovación de la Cena del Señor: “hagan
esto en memoria mía” (Lucas 22,19). También les dio la responsabilidad sobre el juicio
de conciencia: “Reciban el Espíritu Santo. A quienes descarguen de sus pecados,
serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos” (Juan 20,22-23).
Jesús no solamente vino para reconciliar a los hombres con Dios, sino también
para unirlos entre sí, en el “Reino de Dios”. San Juan dice que Jesús murió “para lograr la
unidad de los dispersos hijos de Dios.” (Juan 11, 52) Dios mismo será siempre su Señor y
ellos su Pueblo.
124
Con Jesucristo empezó este Reino divino entre los hombres. Todos los que lo
aceptan pertenecerán en el futuro a él. Para mantener viva esta Buena Noticia, también
para los hombres de otras naciones y siglos, Dios volvió a formar un pueblo, esta vez no
solamente de la raza de Abraham como en la Antigua Alianza, sino de todas las razas y
naciones: “Ya no hay diferencia entre quien es judío y quien griego, entre quien es
esclavo y quien es hombre libre; no se hace diferencia entre hombre y mujer. Pues
todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús” (Gálatas 3,28). Este nuevo Pueblo de
Dios es la Iglesia.
Para poder cumplir cada uno con su vocación, el Espíritu Santo reparte
diferentes dones, servicios y ministerios. Pero nadie es “más Iglesia” que otro,
por muy importante que sea el papel que cumple dentro de ella. Primero somos todos
hermanos por el Bautismo; después nos distinguimos por la misión a la que el Señor llama
a cada uno.
125
señales distintivas, estos atributos, son: unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad. Así,
Cristo quiso salvarnos en su Iglesia que es Una, Santa, Católica, y Apostólica.
La Iglesia es UNA: tiene un solo Señor, confiesa una sola fe, nace de un solo
bautismo, no forma más que un solo Cuerpo, vivificado por un solo Espíritu, orientado a
una única esperanza a cuyo término se superarán todas las divisiones. Jesucristo fundó una
sola Iglesia, la que fundó sobre Pedro: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”
(Mateo 16,18).
Sin embargo, debemos destacar las dos dimensiones de la Iglesia. Por una parte, en
la Iglesia está Cristo Resucitado, presente por medio del Espíritu Santo. Por eso la Iglesia
es divina, invisible, santa. Por la otra, están los bautizados. Tratándose de hombres
pecadores, la Iglesia es humana, visible y pecadora.
Dios quiere que, por medio de hombres como nosotros, débiles, se
difunda la gracia por el mundo. He aquí un prolongamiento, una extensión de la
Encarnación. Dios se acercó a nosotros en la persona de su Hijo hecho hombre, y desde
entonces se sirve de los miembros de su Hijo para ponerse en comunicación con
nosotros.
Miremos por ejemplo la debilidad de San Pedro quien renegó de su Maestro
horas después de su ‘ordenación sacerdotal’. Sin embargo, el Señor después de su
Resurrección, exige de su Apóstol una triple expresión de amor aludiendo a su triple
negación. No obstante, Cristo funda sobre él su Iglesia. “Apacienta mis corderos,
apacienta mis ovejas”. También los sucesores de Pedro son débiles. La infalibilidad
que poseen en materia de fe no les confiere el privilegio de no pecar. No
obstante, Jesús está en y con su Iglesia.
126
La indefectibilidad de la doctrina conservada en el transcurso de los siglos y a
despecho de todos los asaltos de cismas y herejías; la unidad de esta misma doctrina
garantizada por el ministerio infalible; la santidad heroica e ininterrumpida que se
manifiesta en la Iglesia; la sucesión continua por la cual, de eslabón en eslabón, la Iglesia de
hoy enlaza con las instituciones establecidas por los Apóstoles; la fuerza de expansión
universal que la caracteriza; todo esto son otras tantas señales ciertas por las que se
conoce que nuestro Señor está con la Iglesia hasta el fin de los siglos (Mateo 28, 20).
La Iglesia es CATÓLICA: esta nota equivale a universal, es decir para todos los
hombres y para todos los tiempos. “Predicad a todas las gentes, id por todo el mundo. Yo
estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos” (Marcos 16,15 y Mateo 28,20). La Iglesia es
por su propia naturaleza, misionera.
San Pablo dice que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo (1Corintios 12, 27). Se lo llama
Cuerpo Místico, ya que se trata de una realidad invisible, que se puede percibir
únicamente con los ojos de la fe.
Dios quiso hacernos sus colaboradores, es lo que se llama la solidaridad del cuerpo
con la cabeza y que se efectúa concretamente en la Santa Misa, ofreciendo sobre el altar la
vida con los dones recibidos, alegrías, penas, y sacrificios que unidos a Cristo nos
benefician a nosotros mismos y a otros.
Así, nos unimos también a los sufrimientos de Cristo. Sufrimos con Él para ser
glorificados con él. Pero también, para hacernos crecer hacia él, nuestra Cabeza, Cristo,
127
distribuye en su cuerpo, la Iglesia, los dones y los servicios mediante los cuales
nos ayudamos mutuamente en el camino de la salvación. (Efesios 4,11-16).
Cristo y la Iglesia son, por tanto, el "Cristo total". La Iglesia es una con Cristo.
Además esta viva unión es mantenida por el pan eucarístico: Aunque somos
muchos, todos comemos el mismo pan, que es uno solo; y por eso somos un solo cuerpo
(1Corintios 10,17).
128
Debemos vivir como pensamos porque de lo contrario, podemos terminar pensando
como vivimos.
A nosotros corresponde crecer día a día en santidad para que brille en la Iglesia el
rostro de la verdadera Iglesia de Cristo. Así que no más cristianos «a mi manera», sino a la
manera que Cristo dispuso.
La Iglesia no está para sí misma. Ella existe para salvar a los hombres.
Todos los que llegan a la salvación eterna, incluso los que viven fuera de la comunidad
cristiana visible, son salvados por medio de la Iglesia. Éste es el sentido bien entendido de
la frase de San Cipriano: “Fuera de la Iglesia no hay salvación”.
129
Y, citando nuevamente al Concilio, nos dice el Catecismo que si éstos “buscan a
Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer
la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden
conseguir la salvación eterna (Vat.II, LG 16)”. (Catecismo de la Iglesia Católica N°
847). El Papa Juan Pablo II agregaba que: “De todos modos, se encuentran en una
situación deficitaria si se compara con la de los que en la Iglesia tienen la plenitud de
los medios salvíficos”(JP II, 28-1-2000).
“Ante todo debe ser firmemente creído que la ‘Iglesia peregrinante es necesaria para
la salvación, pues Cristo es el único Mediador y el camino de salvación presente a
nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia’ (Vat.II, LG N°14). Esta doctrina no se
contrapone a la voluntad salvífica universal de Dios (que todos los hombres se salven); por
tanto, ‘es necesario mantener unidas estas dos verdades, o sea, la posibilidad real de la
salvación en Cristo para todos los hombres y la necesidad de la Iglesia en orden a esta
misma salvación’ (RM N° 9)”.
El Espíritu Santo, que es el Espíritu de Cristo enviado por el Padre, actúa en modo
salvífico tanto en los cristianos como en los no-cristianos y lo hace de manera misteriosa.
Pero sabemos que todo aquél que se salva, se salva por los méritos y por la
gracia de Cristo, no por sus propios medios, ya que la voluntad de Dios de que
todos los hombres se salven, se nos ofrece y de hecho se cumple, por la
encarnación de Dios en la persona de Jesucristo y por los méritos de su pasión,
muerte y resurrección.
Con todo, para la salvación eterna, no basta estar en la Iglesia, hay que estar en
gracia. La Iglesia es medio de salvación, no causa.
130
enseñar (Concilio Vaticano II: Lumen Gentium: Constitución Dogmática sobre la Iglesia,
nº 25).
Los “fieles” son los que han sido incorporados a Cristo por el bautismo. Ellos
constituyen el Pueblo de Dios y participan de distintas maneras en la misión que Cristo
ha encomendado a su Iglesia. Todos son iguales en dignidad. Todos tienen la misma
misión, pero con ministerios diferentes (ministros ordenados, fieles consagrados, laicos).
Los fieles laicos son preparados por el Bautismo y la Confirmación para ser
apóstoles en el estado y ambiente en que viven.
Allí están llamados por Dios a cumplir su propio cometido, guiándose por el
espíritu evangélico, de modo que, igual que la levadura, contribuyan desde dentro a
la santificación del mundo y de este modo descubran a Cristo a los demás,
brillando, ante todo, con el testimonio de su vida, fe, esperanza y caridad. A ellos, muy
en especial, corresponde iluminar y organizar todos los asuntos temporales a los
que están estrechamente vinculados, de tal manera que se realicen continuamente
según el espíritu de Jesucristo y se desarrollen para la gloria del Creador y del
Redentor (Lumen Gentium, Cap.IV, Nº 31).
131
- Participar en el establecimiento de un orden familiar, social, económico, jurídico,
cívico, político, basado en la justicia y que lleve a la paz, inspirado en el amor y abierto
a Dios. Sin confundir y sin separar las tareas del cristiano y las del ciudadano.
ACTIVIDAD FINAL
IV. Compromiso
- Rezar con frecuencia por el Papa y los Obispos y también por nuevas vocaciones
sacerdotales y religiosas.
- Preocuparse de conocer previamente la opinión de la Iglesia cada vez que tenga dudas
en relación a alguna actitud o materia, para así dejarse guiar por ella.
132
ORACIÓN FINAL
133
ANEXO
Para entender mejor la infalibilidad, este don entregado por Jesús a la Iglesia, en la
persona de Pedro, veamos primero las promesas y palabras que hizo Jesús a Pedro, antes
llamado Simón:
Primera Promesa: Aun antes de designarlo “Pedro”, cuando lo vio por primera
vez, ya le anunció que sería llamado Piedra: “Jesús miró fijamente a Simón y le dijo: ‘Tú
eres Simón, hijo de Juan; te llamarás Kefas’, que quiere decir Piedra o Roca’” (Jn. 1, 42).
En este saludo inicial ya nos damos cuenta de la intención de Jesús con Simón. Ya al verlo
por primera vez le anunció el cambio de nombre.
Tercera Promesa: Adicionalmente Cristo le dice a Pedro algo más: “Yo te daré
las llaves del Reino de los Cielos” (Mt. 16, 19-a). En la antigüedad las llaves eran el símbolo
de la autoridad. Las llaves de la puerta de una ciudad -simbolismo que aún mantenemos
hoy para ceremonias protocolares- significa paso libre y autoridad sobre esa ciudad. Este
simbolismo de autoridad en las llaves se usa en otros pasajes de la Biblia (Is. 22, 22; Ap. 1,
18). Pero hay que resaltar que la ciudad cuyas llaves se le dieron a Pedro es nada menos
que la ciudad celestial, “el Reino de los Cielos”.
Cuarta Promesa: Continúa el Señor con Pedro: “Todo lo que ates en la tierra
será atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra será desatado en los Cielos” (Mt. 16,
134
19-b). En este momento Pedro estaba siendo distinguido de entre los demás Apóstoles
como aquél que tendría autoridad para el perdón de los pecados y para el establecimiento
de normas disciplinarias. Sin embargo, posteriormente los demás Apóstoles recibirían
también un poder similar (cf. Mt. 18, 18), pero Pedro recibió este poder de manera
singular.
Quinta Promesa: Inmediatamente antes del anuncio de las tres negaciones, Jesús
le dice a Pedro: “Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido permiso para sacudirlos a
ustedes como se hace con el trigo, pero Yo he rogado por ti para que tu fe no se venga
abajo. Tú, entonces, cuando hayas vuelto (de las negaciones), tendrás que fortalecer a tus
hermanos” (Lc. 22, 31-32).
Jesús oró para que Pedro tuviera fe y para que fuera él el guía de los demás.
Sabemos que la oración de Jesús es perfectamente eficaz y segurísimamente cumplida.
- Cuando se les nombraba a todos, Pedro encabezaba la lista (cf. Mt. 10, 1-4; Mc. 3, 16-19;
Lc. 6, 14-16; Hech. 1, 13).
- Algunas veces se hablaba de los Apóstoles y discípulos como “Pedro y sus compañeros”
(Lc. 9, 32).
- Pedro era el que generalmente hablaba en nombre de los Apóstoles (cf. Mt. 18, 21; Mc.
8, 29; Lc. 12, 41; Jn. 6, 68-69).
- Aparece singularizado en los hechos importantes (cf. Mt. 14, 28-32; Mt. 17, 24-27; Mc.
10, 23-28).
- En Pentecostés fue Pedro quien primero predicó a la gente (cf. Hch. 3, 6-7).
135
- Era la fe de Pedro la que fortalecería a sus hermanos (cf. Lc. 22, 32).
- A Pedro se le encomienda el rebaño de Cristo para pastorearlo (cf. Jn. 21, 17).
- El Angel que se apareció a las mujeres en el sepulcro indicó que se avisara a Pedro la
Resurrección de Cristo (cf. Mc. 16, 7).
- Jesús Resucitado se apareció primero a Pedro (cf. Lc. 24, 34).
- Pedro presidió la reunión en que se eligió a Matías para sustituir a Judas Iscariote (cf.
Hch. 1, 13-26).
- Fue Pedro quien recibió a los primeros conversos (cf. Hch. 2, 41).
- Pedro infligió el primer castigo (cf. Hch. 5, 1-11).
- Realizó la primera excomunión a un hereje (cf. Hch. 8, 18-23).
- Presidió el primer Concilio en Jerusalén (cf. Hch. 15).
- Anunció la primera decisión dogmática (cf. Hch. 15, 7-11).
- Ordenó que los gentiles debían ser bautizados y aceptados como Cristianos (cf. Hch. 10,
46-48).
“Definimos ser dogma divinamente revelado que el Romano Pontífice cuando habla
ex-cathedra, esto es, cuando cumpliendo su cargo de Pastor y Maestro de todos los
cristianos, define con su suprema autoridad apostólica, que una doctrina sobre la fe y
costumbres debe ser sostenida por la Iglesia Universal, goza de aquella infalibilidad que el
Redentor Divino quiso que estuviera en su Iglesia”.
136
sino que, en calidad de maestro supremo de la Iglesia universal, en quien singularmente
reside el carisma de la infalibilidad de la Iglesia misma, expone o defiende la doctrina de la
fe católica” (LG 25).
La Infalibilidad no es impecabilidad
Hay que diferenciar entre infalibilidad e impecabilidad. Infalibilidad significa ausencia
de error en la enseñanza referida a la fe o a la moral. Pero infalibilidad no significa ausencia
de pecado. Infalibilidad, entonces, no consiste en que el Papa, en su vida ordinaria, no se
pueda equivocar o no pueda pecar, por lo cual el carisma de infalibilidad no garantiza que
un Papa no cometa pecado o de un mal ejemplo.
137
El Papa en su vida ordinaria, aunque sea un hombre prudentísimo y de toda
confianza, no es infalible. Como ya dijimos, la infalibilidad está reservada a ciertas
enseñanzas hechas con una solemnidad especial, de modo definitivo, que teológicamente
se llama ex-cathedra, en la que expresa su voluntad de obligar a toda la Iglesia a creer la
verdad definida.
138
139
“La Iglesia, madre y educadora”
Oración inicial
Oraciones espontáneas…..
Padre Nuestro…….
I. Revisión de Compromiso anterior: comentar
II. Lectura Bíblica: Segunda Epístola del Apóstol San Pablo a Timoteo (2 Tm.
4, 1-5).
«Te conjuro en presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de venir a juzgar a vivos y
muertos, por su manifestación y por su reino: proclama la Palabra, insiste a tiempo y a
destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo
en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias
pasiones, se buscarán una multitud de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus
oídos de la verdad y se volverán a las fábulas. Tú, en cambio, pórtate en todo con prudencia,
soporta los sufrimientos, realiza la función de evangelizador, desempeña a la perfección tu
ministerio».
Palabra de Dios.
Comentario:
141
los cuales las verdades salvíficas de la fe no pueden ser salvaguardadas, expuestas u
observadas (CEC 2035).
Los primeros cristianos, provenientes tanto del pueblo judío como de la gentilidad,
se diferenciaban de los paganos no sólo por su fe y su liturgia, sino también por el
testimonio de su conducta moral, inspirada en la Ley nueva entregada por Jesucristo. En
efecto, la Iglesia es a la vez comunión de fe y de vida.
Así, siempre, pero sobre todo en los dos últimos siglos, los Sumos Pontífices, ya
sea personalmente o junto con el Colegio episcopal, han desarrollado y propuesto una
enseñanza moral sobre los múltiples y diferentes ámbitos de la vida humana. En nombre y
con la autoridad de Jesucristo, han exhortado, denunciado, explicado; por fidelidad a su
misión, y comprometiéndose en la causa del hombre, han confirmado, sostenido,
consolado; con la garantía de la asistencia del Espíritu de Verdad han contribuido a una
mejor comprensión de las exigencias morales en los ámbitos de la sexualidad humana, de
la familia, de la vida social, económica y política.
142
- Se rechaza que la ley moral natural tenga a Dios por autor, que
sea universal, que el hombre, mediante su razón, participe de la ley eterna, y
que sus preceptos tengan permanente validez.
“En la diversidad de las culturas, la ley natural une a los hombres entre sí, imponiendo
principios comunes. La ley natural es inmutable, « subsiste bajo el flujo de ideas y costumbres
y sostiene su progreso... Incluso cuando se llega a renegar de sus principios, no se la puede
destruir ni arrancar del corazón del hombre. Resurge siempre en la vida de individuos y
sociedades ».
“Sus preceptos, sin embargo, no son percibidos por todos con claridad e
inmediatez. Las verdades religiosas y morales pueden ser conocidas de todos y sin
dificultad, con una firme certeza y sin mezcla de error, sólo con la ayuda de la
Gracia y de la Revelación”.
143
Al respecto, el Magisterio de la Iglesia nos enseña: “La Iglesia tiene el derecho
de ser para el hombre maestra de la verdad de fe; no sólo de la verdad del
dogma, sino también de la verdad moral que brota de la misma naturaleza
humana y del Evangelio” (Cf. Concilio Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae, 40; Juan
Pablo II, Carta enc. Veritatis splendor, 27. 64. 110). El anuncio del Evangelio, no es sólo para
escucharlo, sino también para ponerlo en práctica: la coherencia del comportamiento
manifiesta la adhesión del creyente y no se circunscribe al ámbito estrictamente eclesial y
espiritual, puesto que abarca al hombre en toda su vida y según todas sus
responsabilidades.
144
La libertad depende fundamentalmente de la verdad. Dependencia que ha sido
expresada de manera límpida y autorizada por las palabras de Cristo: «Conoceréis la verdad
y la verdad os hará libres» (Jn 8, 32).
Con respecto al poder de decidir sobre el bien y el mal, leemos en el libro del
Génesis: «Dios impuso al hombre este mandamiento: "De cualquier árbol del jardín puedes
comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de
él, morirás sin remedio"» (Gn 2, 16-17).
Con esta imagen, la Revelación enseña que el poder de decidir sobre el bien y
el mal no pertenece al hombre, sino sólo a Dios. El hombre es ciertamente libre,
desde el momento en que puede comprender y acoger los mandamientos de Dios. Y
posee una libertad muy amplia, porque puede comer «de cualquier árbol del jardín». Pero
esta libertad no es ilimitada: el hombre debe detenerse ante el árbol de la ciencia del bien
y del mal, por estar llamado a aceptar la ley moral que Dios le da. En realidad, la libertad
del hombre encuentra su verdadera y plena realización en esta aceptación (Encíclica
Veritatis Splendor).
Esto puede guiar a quienes hoy se plantean por ejemplo: ¿Si la mujer es dueña de
su cuerpo, por qué no puede decidir libremente abortar? La libertad no permite matar a
una criatura indefensa; la libertad personal no puede estar por sobre la ley de Dios ni por
sobre la dignidad de la persona humana. La Verdad es la que nos hace libres y más
humanos. El hacer lo que egoístamente nos place, nos esclaviza y degrada como personas.
a) La Sagrada Escritura.
En la Sagrada Escritura se hayan formuladas -aunque según el estilo propio de los
libros sagrados- las principales verdades de la moral cristiana. San Pablo escribe a
Timoteo: “toda Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir, para corregir,
para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y consumado en toda obra
buena” (2 Tim 3,16-17). Por eso Juan Pablo II enseña en la Veritatis Splendor: “... la Sagrada
Escritura es la fuente siempre viva y fecunda de la doctrina moral de la Iglesia, como ha
recordado el Concilio Vaticano II: ‘El Evangelio (es)... fuente de toda verdad salvadora y de
toda norma de conducta’. La Iglesia ha custodiado fielmente lo que la Palabra de Dios
enseña no sólo sobre las verdades de fe, sino también sobre el comportamiento moral, es
145
decir, el comportamiento que agrada a Dios (cf. 1Tes 4, 1), llevando a cabo un desarrollo
doctrinal análogo al que se ha dado en el ámbito de las verdades de fe”.
b) La Tradición.
“Dentro de la Tradición se desarrolla, con la asistencia del Espíritu Santo, la
interpretación auténtica de la ley del Señor. El mismo Espíritu, que está en el origen de la
Revelación, de los mandamientos y de las enseñanzas de Jesús, garantiza que sean
custodiados santamente, expuestos fielmente y aplicados correctamente en el correr de
los tiempos y las circunstancias. La Tradición implica, las enseñanzas de los Padres de la
Iglesia, la vida litúrgica, y también la interpretación que han hecho los santos con su propia
vida y que la Iglesia propone como válida regla hermenéutica de la voluntad de Dios al
canonizarlos. Es este un criterio que está ya presente en San Agustín y Santo Tomás de
Aquino: Como dice Agustín, “el sentido de la Sagrada Escritura se entiende a partir de los
actos de los santos. Pues el mismo Espíritu por el cual han sido escritas las Sagradas
Escrituras... induce a los santos a obrar”; y en otro lugar: “aquellas cosas que han realizado
los santos en el Nuevo Testamento, valen como ejemplo de como se entienden las
Escrituras...”.
c) El Magisterio.
“Además, como afirma de modo particular el Concilio (DV, 10), ‘el oficio de
interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al
Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo’. De este modo, la
Iglesia, con su vida y su enseñanza, se presenta como ‘columna y fundamento de la verdad’
(1 Tim 3,15), también de la verdad sobre el obrar moral. En efecto, ‘compete siempre y en
todo lugar a la Iglesia proclamar los principios morales, incluso los referentes al orden
social, así como dar su juicio sobre cualesquiera asuntos humanos, en la medida en que lo
exijan los derechos fundamentales de la persona humana o la salvación de las almas’ (CIC,
747,2)”.
d) Fuentes subsidiarias
Existen fuentes secundarias constituidas por las distintas ciencias que ilustran e
iluminan los diversos aspectos naturales de la acción humana.
Tiene especial importancia la ética filosófica expresada a través de los grandes
pensadores de la antigüedad como Sócrates, Platón, Aristóteles, Cicerón y Séneca. La
moral se sirve también del derecho, de la medicina, de la psicología, de la sociología
y de la historia.
146
En nuestro tiempo el moralista no puede prescindir del conocimiento, al menos
elemental, del campo psiquiátrico, de grandísima importancia cuando se trata de
discernir problemas de orden moral y problemas de orden patológico.
147
su perfección en la búsqueda y el amor de la verdad y del bien (cf GS 15, 2). El ejercicio de
la vida moral proclama la dignidad de la persona humana.
- La persona es un ser racional. Esto no quiere decir solamente que hace actos
racionales como el pensar o el hablar, sino que su ser es espiritual. “Racional” significa
todas las capacidades superiores del hombre (inteligencia, amor, sentimientos, moralidad,
religiosidad…). No se requiere pues que la racionalidad esté presente como operación en
el acto, sino que es suficiente que esté presente como capacidad esencial: así también es
persona quien duerme, el minusválido, el embrión. Reducir la persona solo a sus
funciones, que puede ser capaz de ejercer o no, comporta una limitación de su valor
intrínseco y puede introducir una peligrosa discriminación entre quien tiene y no tiene
determinados requisitos. Todos los hombres tienen la misma dignidad, aunque a lo mejor
no tienen todavía o ya no tienen la posibilidad de manifestar alguna de sus facultades.
148
- Existe un nexo inseparable entre vida-verdad-libertad. Todos ellos son
bienes inseparables, eslabones de una misma cadena: cuando se rompe uno, también se
acaba violando el otro. No se está en la verdad cuando no se acoge y se ama la vida, y no
hay libertad plena si no está unida a la verdad. “La libertad reniega de sí misma, se
autodestruye y se dispone a la eliminación del otro cuando no reconoce ni respeta su
vínculo constitutivo con la verdad. Cada vez que la libertad, queriendo emanciparse de
cualquier tradición y autoridad, se cierra a las evidencias primarias de una verdad objetiva y
común, fundamento de la vida personal y social, la persona acaba por asumir como único e
indiscutible referente para sus propias decisiones no ya la verdad sobre el bien y el mal,
sino sólo su opinión subjetiva y mudable o, incluso, su interés egoísta y su capricho”
(Evangelium Vitae 19).
149
- El acto conyugal tiene un doble significado: de unión (la mutua donación
de los cónyuges), y de procreación (apertura a la transmisión de la vida). Nadie puede
romper la conexión inseparable que Dios ha querido entre los dos significados del acto
conyugal, excluyendo de la relación el uno o el otro. Lo anterior se fundamenta en la
unidad del ser humano, unidad compuesta de cuerpo y de alma espiritual, por lo tanto la
relación ente el yo-persona y el cuerpo no es puramente de uso. Por otro lado, la
dimensión biológica de la sexualidad humana es lenguaje de la persona, dotado de su
propio significado, de su gramática. Así, los esposos expresan recíprocamente su amor
personal con "el lenguaje del cuerpo", que comporta claramente significados esponsales y
parentales juntamente. Si el beso de Judas nos perturba tan profundamente es porque el
gesto de besar tiene su propio significado y llevarlo a cabo dándole otro sentido se
advierte como algo inmoral y reprobable. La gramática que rige el lenguaje de la persona
que es la sexualidad, es la gramática del don de sí mismo.
Vivir la castidad significa entender y vivir el auténtico amor, no solo antes del
matrimonio, sino durante toda la vida. El amor auténtico no busca la propia
satisfacción, sino lo que es mejor para el otro. La castidad nos hace entender que la
sexualidad es un valioso regalo que hemos recibido, nos hace respetarnos a nosotros
mismos y a los demás, de forma que podamos amar a otra persona y no caer en la
tentación de “utilizarla” en nuestro propio provecho.
150
- El amor conyugal comporta una totalidad en la que entran todos los elementos
de la persona -reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la afectividad,
aspiración del espíritu y de la voluntad -; mira una unidad profundamente personal que,
más allá de la unión en una sola carne, conduce a no tener más que un corazón y un alma;
exige la indisolubilidad y la fidelidad de la donación recíproca definitiva; y se
abre a la fecundidad. En una palabra: se trata de características normales de todo amor
conyugal natural, pero con un significado nuevo que no sólo las purifica y consolida, sino
las eleva hasta el punto de hacer de ellas la expresión de valores propiamente cristianos"
(FC 13). La persona humana tiene la capacidad de comprometerse libremente para toda la
vida; tomar tales decisiones es parte de su vocación humana. Es más, la fidelidad durante
toda la vida a la palabra empeñada la ennoblece.
151
comporta el recíproco respeto de su derecho a llegar a ser padre y madre exclusivamente
el uno a través del otro. El origen de una persona humana es en realidad el
resultado de una donación. La persona concebida deberá ser el fruto del amor
de sus padres. No puede ser querida ni concebida como el producto de una
intervención de técnicas médicas y biológicas. El hijo tiene derecho a ser concebido,
llevado en las entrañas, traído al mundo y educado en el matrimonio: sólo a
través de la referencia conocida y segura a sus padres pueden los hijos descubrir la propia
identidad y alcanzar la madurez humana. El equilibrio de la sociedad exige que los hijos
vengan al mundo en el seno de una familia, y que ésta esté establemente fundamentada en
el matrimonio. (Donum Vitae, II. A. 1, II. B. 4.c). Para el tratamiento de la infertilidad, son
lícitas aquellas acciones que ayudan a superarla a través de medicamentos y cirugía. Lo que
no se puede hacer es sustituir el acto conyugal.
Para esto, antes de exponer en detalle cada situación, pedir a los jóvenes que
identifiquen, cual o cuales de los principios señalados en el número 3 anterior (castidad,
dignidad de la persona humana, de la sexualidad, del matrimonio, de la procreación…),
creen que se ven vulnerados en las siguientes situaciones:
Masturbación
Esta acción vulnera la virtud de la castidad. Es la excitación voluntaria de los
órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo. Cuando el Nuevo Testamento
reprueba la “sensualidad”, la “impureza”, la “impudicia”, la tradición de la Iglesia suele
entender que con esas denominaciones se designa este pecado. Tanto el Magisterio de la
Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han
152
afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y gravemente
desordenado (CEC, 2352). ¿Por qué? porque es un acto ajeno a los fines de la sexualidad,
es decir, a la mutua entrega y a la procreación humana en el contexto de un amor
verdadero. Siendo un acto solitario, mal podría realizar forma alguna de amor y de
donación. Al contrario, es un repliegue sobre sí mismo y un acto del todo estéril.
No pocas veces hemos oído decir: ¿por qué tiene que decirme la Iglesia lo que
debo hacer con mi cuerpo? Debemos recordar que la moral es una guía entregada por
Dios que nos creó y que sabe lo que nos conviene. El sexo se expresa a través de un
lenguaje, el del amor permanente, comprometido y fructífero. Cuando lo sacamos de ese
contexto, no funciona y nos hacemos daño física, psicológica y espiritualmente.
La responsabilidad moral de quien cae en este acto puede ser atenuada por
factores como la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de
angustia, la soledad, la falta de auténtico amor u otros factores psíquicos o sociales. En
estos casos, es necesaria la comprensión, acogida, prudencia y consejo del confesor para
ayudar a quien manifiesta un deseo auténtico de pureza y superación. Con la gracia de
Dios y el esfuerzo oportuno, aún el hábito más arraigado en esta materia se puede vencer
progresivamente.
Pornografía
153
(de expresión, de información, de autodeterminación), así expresadas por quien afirma:
“Soy yo quien decide lo que ve y lo que oye, no el Estado, no la Iglesia, no censura
alguna”. Pero tal persona no es un Robinson Crusoe en su isla: vivimos en sociedad, y lo
que está disponible para ese sujeto, a la larga lo estará para todos o para muchos, y en
forma especial para los menores, ya que las medidas de control en esta materia resultan
en la práctica, de una eficacia muy limitada.
Por último, el desafío de “el que no quiere mirar, que no mire”, dirigido a adultos
cuidadosos de sí, se estrella contra nuestro derecho a vivir en un mundo no contaminado
de obscenidad, que no apele continuamente a nuestra concupiscencia, que nos permita
vivir razonablemente en paz: es lo que Juan Pablo II solía llamar “una ecología humana”.
Cabe señalar que tiene responsabilidad moral quien produce la pornografía, quien la
comercializa, como también el espectador.
La Iglesia nos enseña que no solo debemos evitar los “actos impuros” sino también
los “pensamientos impuros”. Un “pensamiento impuro” es imaginarse explícitamente estar
teniendo relaciones sexuales con alguien para sentir placer con ello.
¿Significa eso que cada vez que a uno se le ocurra un pensamiento de ese tipo
comete un pecado? Desde luego que no. Somos humanos y esas imágenes se nos pueden
venir a la cabeza sin pedir permiso, mas en una sociedad que constantemente nos ofrece
imágenes para estimular nuestro instinto sexual.
- Porque va minando nuestro hábito de castidad y hará que cada vez nos cueste más.
Imaginémonos que estamos a dieta y nos dedicamos a pensar en lo buenos que
están los pasteles. ¿Qué pasará cuando tengamos enfrente un pastel? Pues que nos
costará mucho más no comerlo. Lo mismo sucede con el sexo. Si fomentamos el
deseo, va a ser muy difícil vencer cuando llegue la tentación.
154
- Mientras duran esos pensamientos consentidos, estamos manipulando el sexo para
convertirlo en un motivo de satisfacción egoísta en la que participa una persona
que solo “existe” para hacernos gozar a nosotros. Al no ser real, no tenemos que
preocuparnos por ella. Estamos fomentando una actitud que no es casta.
155
La pareja que se une carnalmente puede ser muy variada: comprador y vendedora
de sexo, pareja de encuentro casual y sin destino, amigos “serios”, amantes, pololos,
novios, convivientes de unión libre o de unión “a prueba.” Esta variedad es moralmente
heterogénea y ciertamente no merece la misma valoración; pero en ningún caso se trata
de marido y mujer, de esposos, y por lo tanto, fornican. En ninguno de estos casos existe
la entrega y el compromiso incondicional y total del matrimonio. Todas estas situaciones
ofenden la dignidad del matrimonio; destruyen la idea misma de la familia; debilitan el
sentido de la fidelidad.
Son cada vez mas frecuente las “uniones libres de hecho,” uniones sin algún vínculo
institucional públicamente reconocido, ni civil ni religioso. En algunos países las
costumbres tradicionales prevén el matrimonio verdadero y propio solamente después de
un período de cohabitación y después del nacimiento del primer hijo. Esta situación tiene
graves consecuencias religiosas y morales (pérdida del sentido religioso del matrimonio
visto a la luz de la Alianza de Dios con su pueblo, privación de la gracia del sacramento,
grave escándalo), así como también consecuencias sociales (destrucción del concepto de
familia, atenuación del sentido de fidelidad incluso hacia la sociedad, posibles traumas
psicológicos en los hijos y afirmación del egoísmo).
Las relaciones fuera del matrimonio no hablan ese idioma. Su compromiso consiste
en algo así como “me comprometo a no tener relaciones con nadie más hasta que me
156
canse o hasta que aparezca “otra”(o), que me satisfaga más.” No existe el compromiso
permanente y exclusivo y menos la donación total abierta a la vida. Por el contrario, a
menudo excluye la fecundidad. En las relaciones fuera del matrimonio, el cuerpo está
mintiendo. Está haciendo que se constituya una unión afectiva que la realidad no puede
respaldar. Todo eso no puede significar que se quiera el bien de la otra persona. Así lo
vemos con lo que ocurre en la realidad.
Pues, bien, normalmente cuando esta relación se complementa con la unión sexual,
la pareja se hace mucho daño. Muchas veces se hace casi imposible en cada encuentro
abstenerse del sexo y se invierte el necesario conocimiento y comunicación verbal
fundamental de esta etapa, por la comunicación a través del cuerpo, cuyo lenguaje, al estar
fuera del contexto del matrimonio, se convierte como ya dijimos, en una “mentira”.
Además hay que considerar que este tipo de relación lleva el riesgo de un embarazo
(adolescente), el embarazo de una joven que no está aún preparada emocionalmente para
ello y que seguramente tendrá fuertes consecuencias en los proyectos de vida que se
había hecho. Por otro lado, no debemos olvidar lo que ya dijimos: ese hijo tiene derecho a
ser concebido, llevado en las entrañas, traído al mundo y educado en el matrimonio.
El sexo pone mucha presión en las relaciones de pareja fuera del matrimonio,
porque el corazón piensa que se ha entregado completamente, pero la realidad es que el
compromiso es bastante inestable. Es difícil compaginar haberse entregado completamente
a alguien con saber que el otro puede irse en cualquier momento. Esto lleva
inevitablemente a la sensación de fragilidad, inseguridad y miedo. Si fuese necesario
romper la relación, no terminan nunca de hacerlo porque los une un vínculo que se los
impide. Aunque hayan descubierto que la relación entre ellos no es la adecuada, que no
son “el uno para el otro”, que no comparten los mismos principios morales o un proyecto
común, no logran escapar, se sienten atados.
Algunas veces se ven otros cambios negativos en los jóvenes que mantienen
relaciones sexuales fuera del matrimonio: la joven que era ya algo madura, se vuelve
insegura y dependiente de los demás y el joven empieza a sentir celos y a ser muy
posesivo. Todo esto porque se han entregado el uno al otro sin asegurar ese don mutuo y
que ahora empiezan a considerar muy frágil; ahora existe el temor a ser abandonado.
Entonces crece la tensión de procurar tener siempre al otro contento, y de evitar
conflictos y por tanto se evita decir lo que de verdad se piensa, haciendo así que la tensión
siga aumentando. Como vemos, cuando se saca la sexualidad del contexto del matrimonio,
nos hacemos daño física, sicológica y espiritualmente.
157
El amor verdadero se demuestra en el comportamiento de la pareja (pololos,
novios): ¿Busca cada uno el bien del otro? ¿Respeta cada uno el tiempo que el otro
necesita para su desarrollo personal, aún a riesgo de perderlo si descubre que debe
seguir otro camino? ¿Se animan mutuamente a no perder sus amigos? ¿Resisten a la
tentación de monopolizar el tiempo del otro? ¿Se ayudan mutuamente a conseguir sus
objetivos personales, aunque eso suponga alejarse temporalmente? ¿Están dispuestos a
admitir que el otro decida no seguir adelante? Y como consecuencia de todo ello,
¿Respetan mutuamente su sexualidad, saben protegerse mutuamente, evitar las ocasiones
y vencer las tentaciones de satisfacer sus impulsos? El amor auténtico siempre está unido
al sacrificio, tal como lo demostró con su propia vida nuestro Señor Jesucristo.
Con respecto a las relaciones prematrimoniales (novios), hay quien se pregunta por
qué la relación sexual, si es buena de suyo dentro del matrimonio, no lo es el día antes o
el mes antes de contraer matrimonio. O dicho de otro modo, qué tanta diferencia hace el
haber pronunciado o no una palabra “si”, o el haber puesto o no una firma en un papel.
Dios ha querido que la unión sexual sea la renovación del contrato matrimonial, la
renovación del sacramento. Pero si no hay sacramento, no hay nada que renovar. Un
ejemplo paralelo nos puede ayudar. Por el sacramento del Orden, el sacerdote recibe la
potestad de consagrar el cuerpo y la sangre de Cristo, pero antes de recibir ese
sacramento, no puede hacerlo. No existe una especie de “anticipación” o “prueba” de esa
potestad, igual que no debería existir la unión sexual antes del matrimonio. La potestad
surge del sacramento.
También hay quienes creen que el tener relaciones sexuales antes de casarse les
hace disminuir el riesgo de un futuro fracaso, les da la seguridad de ser “compatibles”, de
estar hechos “el uno para el otro” y así luego tener un mejor matrimonio. Esta actitud es
como si nos dijeran: “te quiero, eres mi alma gemela, quiero estar contigo el resto de mi
vida, que tengamos hijos juntos y que estemos muy unidos hasta la vejez. Pero, primero,
necesito hacerte un pequeño examen sobre cómo haces el amor, porque si no sacas una
buena nota, no estoy dispuesto”.
158
La misma razón humana insinúa ya su no aceptabilidad, indicando que es poco
convincente que se haga un «experimento» tratándose de personas humanas, cuya
dignidad exige que sean siempre y únicamente término de un amor de donación, sin límite
alguno ni de tiempo ni de otras circunstancias (FC 80).
159
se hace mirar por los hombres, difícilmente puede ser una mujer casta. En esta materia es
importante que la mujer cuide su forma de vestir, de bailar, de hablar, sus movimientos y
actitudes que pueden provocar miradas de deseo.
La imagen visual es la llave primera del deseo, y por eso mismo, pieza clave e inicial
de la ascética de la pureza. Aquello que el hombre “no puede” mirar sin deseo de
concupiscencia, es aquello que el hombre “no debe” mirar, por motivos de conciencia
moral. Aquí también se aplica lo que vemos o no vemos en la televisión, por internet, en
revistas, etc.
Sin duda, hay muchos pasos intermedios entre un beso y el acto sexual pleno.
¿Dónde está exactamente el límite?
En esta materia también es válida la frase de nuestro Señor Jesucristo (Mateo 7,12):
“todas las cosas que quieras que los hombres hagan contigo, así también hazla tu con ellos”.
Imagínate a tu futura(o) esposa(o). ¿Te gustaría saber que esa persona a la que entregarás
160
tu futuro está ahora mismo con otro (o con otra), no precisamente tomados de la mano?
Pues esa persona con la que puedes estar saliendo ahora puede terminar siendo la mujer
(o el marido) de alguien que no necesariamente tienes que ser tú. El respeto que le debes,
significa que debes tratarle como a ti te gustaría que hubieran tratado a la persona con la
que definitivamente será tu esposa(o). Este mismo ejercicio lo puedes hacer pensando en
tu propia hermana o en tu futura hija. ¿Te gustaría que la trataran como tu lo haces con
quien sales?.
Suponer que nuestra integridad personal no sufrirá, que a nosotros todo esto no
nos afecta, es lo que llamamos “presunción” y ésta es el enemigo general e inicial del alma
en todas estas situaciones. Cuando la ocasión de pecado es más que eso, es ya tentación, y
sin buscarla nos sale al encuentro, es la hora de poner en práctica la siguiente paradoja:
“No tengas la cobardía de ser ‘valiente’: ¡huye!”. De los valientes que “huyen” es el Reino
de los cielos.
Relaciones homosexuales
161
Gn.19), hasta las cartas de San Pablo (“pasiones deshonrosas”, “extravíos”, Rom. 1, 26-
27), y también 1 Cor 6, 9 y 1 Tim. 1,10.
La Iglesia experimenta una comprensión y un gran respeto por las personas que
sufren la dura prueba de una tendencia sexual alterada. Sin embargo, debe afirmar que “los
actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y no pueden recibir aprobación en
ningún caso, y ello porque son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de
la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual” (CEC 2358),
y por eso mismo constituyen una relación permanentemente frustrada y frustrante.
Sin embargo, no se debe considerar cualquier crítica o reserva como una forma de
injusta discriminación. Los dos ejemplos más actuales de una diferencia justa son el
matrimonio y el sacerdocio. Con respecto al primero: “No puede constituir una
verdadera familia el vínculo de dos hombres o dos mujeres, y mucho menos se puede
atribuir a esa unión el derecho a adoptar niños” (Juan Pablo II), porque tal cosa sería hacer
violencia al concepto y a la naturaleza misma del matrimonio, de la filiación y de las
personas. El matrimonio es siempre la unión de un hombre y una mujer, Dios lo ha
querido así, y uno de sus fines principales es la procreación, cosa que claramente no puede
darse entre dos personas del mismo sexo.
162
¿Qué ofrece la Iglesia a las personas de tendencia homosexual?
Cada uno de nosotros puede ayudarles en este “camino estrecho que lleva a la
Vida” (Mt. 7, 14), prometido por Jesús, recordando que nuestra obligación de amar
comprende a todas las personas. Estamos seguros que en la medida en que se sientan
acogidos, respetados y queridos, les resultará más fácil vivir la castidad en su vida.
Divorcio
Atenta contra la dignidad de la persona humana y del matrimonio. Hoy son
numerosos en muchos países los católicos que recurren al divorcio según las leyes civiles y
que contraen también civilmente una nueva unión. La Iglesia mantiene, por fidelidad a la
palabra de Jesucristo ("Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio
contra aquella; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio":
Mc 10,11-12), que no puede reconocer como válida esta nueva unión, si era válido el
primer matrimonio.
“El divorcio es una ofensa grave a la ley natural. Pretende romper el contrato,
aceptado libremente por los esposos, de vivir juntos hasta la muerte. El divorcio atenta
contra la Alianza de salvación de la cual el matrimonio sacramental es un signo. El hecho
de contraer una nueva unión, aunque reconocida por la ley civil, aumenta la gravedad de la
ruptura: el cónyuge casado de nuevo se halla entonces en situación de adulterio público y
permanente:
“Cualquiera que repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; y
si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” (Mc 10, 11-12).
163
padres, y a menudo viviendo en tensión a causa de sus padres; por su efecto contagioso,
que hace de él una verdadera plaga social.
Puede ocurrir que uno de los cónyuges sea la víctima inocente del divorcio dictado
en conformidad con la ley civil; entonces no contradice el precepto moral. Existe una
diferencia considerable entre el cónyuge que se ha esforzado con sinceridad por ser fiel al
sacramento del Matrimonio y se ve injustamente abandonado y el que, por una falta grave
de su parte, destruye un matrimonio canónicamente válido” (CEC 2384 al 2386).
Para afirmar que la indisolubilidad es una propiedad esencial del matrimonio, hay
fundamentos que provienen realmente de la fe, pero también podemos llegar a esta
afirmación con la razón.
164
es difícil encontrar numerosos signos que hablan de esta nota característica del contrato
conyugal, que configura una inclinación dominante de la naturaleza. Tomemos uno de
ellos: prácticamente todos los novios llegan al matrimonio con la intención de compartir
unidos y con hijos no una parte de la vida, sino toda la vida, hasta que la muerte los
separe. El fenómeno es tan universal, que no se explica adecuadamente sólo como una
suma de innumerables decisiones personales. Más bien muestra que este tipo de donación
y compromiso mutuo es para toda la vida, y que así está inscrita en el corazón de los
novios”.
“Veamos otro signo. Algo similar ocurre con las expectativas de los hijos. Podrán
desear que la unión entre sus padres sea más gozosa, más pacífica y de mayor diálogo,
pero nunca querrán que se rompa la relación entre ellos. Esta constatación es tan
universal, que cabe postularla como un dato de la naturaleza de la vida familiar. También la
familia se presenta como una comunidad de vínculos estables, para toda la vida.”
“Una tercera constatación arroja luz sobre el tema. Cuando una persona ha pasado
por todo el sufrimiento y las decepciones de una ruptura, y decide unirse a otra persona
con la ilusión de formar un nuevo hogar, lo único que quiere es que esta vez sea para toda
la vida. Ésta es una tendencia que, sin duda, proviene de la naturaleza de este tipo de
unión. De lo contrario, dado el dolor anterior, no querría una unión sin condiciones, para
siempre, ya que podría ser causa de nuevas y deprimentes decepciones”.
“Pero hay también otras razones, fáciles de comprender, que comprueban que la
indisolubilidad es un deber natural del matrimonio. Éstas son las consecuencias
devastadoras para la familia, los hijos, el cónyuge más débil y la sociedad, tanto de las
legislaciones que suprimen la estabilidad del matrimonio para toda la vida, como de las
corrientes culturales que las inspiran y acompañan. Informes científicos sobre los
desarrollos posteriores a la entrada en vigor de la ley de divorcio muestran que existe un
incremento en el número de disoluciones matrimoniales. Y con ello, más personas se ven
enfrentadas a sus efectos negativos”.
165
separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. Los esposos no cesan de ser
marido y mujer delante de Dios; ni son libres para contraer una nueva unión. Quienes se
mantienen en esta situación, pueden acceder a la comunión eucarística, en las condiciones
debidas.
Tanto los pastores como los fieles estamos hoy llamados a ayudar a los
divorciados, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia,
promoviendo su participación en la vida de la Iglesia. Se les exhorta a escuchar la Palabra
de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las
obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar a los hijos
en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este
modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia reza por ellos, los anima, se presenta como
madre misericordiosa y así los sostiene en la fe y en la esperanza.
La Iglesia nos recuerda además que ellos esperan nuestro respeto. Un primer paso
será reconocer que quienes han sufrido las separaciones definitivas y han tomado la
decisión de sellar una nueva unión esperan el respeto de la sociedad. La decisión la han
tomado en el foro de su conciencia. Es cierto, abandonaron objetivamente lo que pide
Nuestro Señor, quien les ofrecía su gracia para reflejar su amor fiel e irrevocable, como la
ofrece en virtud del sacramento a quienes lo han contraído. Pero aun así, esperan sentirse
respetados por nosotros. Desde luego, no conocemos sus motivaciones subjetivas. No
sabemos con qué formación llegaron a su primer compromiso; con qué apoyo contaron
en las dificultades; si solicitaron un consejo y qué consejos recibieron en las situaciones de
profunda crisis; cuánta debilidad, qué desvalimiento y a veces cuánta desesperación
experimentaron después de la separación; con qué libertad y con qué preparación y
166
energía espiritual han podido abordar su presente y su futuro; cuántos errores y qué
errores cometieron, o en qué faltas personales y culpas pueden haber incurrido. Tampoco
sabemos con qué disposición subjetiva optaron por seguir una ruta diversa de la propuesta
por el Creador como un camino estrecho, que nos asemeja al grano de trigo que ha de
morir si quiere producir mucho fruto.
Anticoncepción
Atenta contra la dignidad del matrimonio. Con el término “anticoncepción” se
indica toda acción que, en la realización del acto conyugal, se proponga, como fin o como
medio, impedir la concepción, es decir, el encuentro entre el óvulo y los espermatozoides.
El mismo Dios, que dijo: "No es bueno que el hombre esté solo (Gn 2,18), y que
hizo desde el principio al hombre, varón y mujer" (Mt 19,4), queriendo comunicarle cierta
participación especial en su propia obra creadora, bendijo al varón y a la mujer diciendo:
"Creced y multiplicaos" (Gn 1,28). De ahí que el cultivo verdadero del amor conyugal y
todo el sistema de vida familiar que de él procede, sin dejar posponer los otros fines del
matrimonio, tienden a que los esposos estén dispuestos con fortaleza de ánimo a
cooperar con el amor del Creador y Salvador, que por medio de ellos aumenta y
enriquece su propia familia cada día más (GS 50,1).
167
Como ya dijimos, la sexualidad es el lenguaje del amor, de la entrega total a otra
persona. La anticoncepción significa no entregarse ni aceptarse completamente. Es como
decir: “Te quiero, pero no acepto tu posibilidad de ser madre (padre); quiero el placer
que me das, pero no sus consecuencias”. En cambio, en una relación sexual conyugal sana
se afirma: “me entrego a ti y si de esa entrega nace un hijo, estaré feliz y me tendrás
siempre a tu lado para quererlo y educarlo”.
Pero, ¿no es esta una grave incomprensión por parte de la Iglesia, de las dificultades
de la vida actual? No lo es, dice la Madre Iglesia, que se pone de corazón en todos los
casos posibles y de modo especial, en los más dramáticos. No es tan difícil darse cuenta
que ella no puede hacer otra cosa, porque no dispone a su gusto, ni siquiera por
compasión, de la ley de Dios, ley que es enteramente buena: buena para los cónyuges y
para la sociedad y para la vida, para el presente y para el futuro, no obstante lo arduo de
su cumplimiento. Ni la Iglesia ni los cónyuges son “árbitros” de la vida humana y del poder
creador divino; los padres, que no crean sino que pro-crean, son sus “ministros” (FC, 32),
“sus administradores” (HV, 13), “sus cooperadores” e “intérpretes” (GS, 50). La
anticoncepción los haría árbitros, que es tanto como ponerse en el lugar del creador.
Otra cosa muy distinta son los métodos naturales de regulación de la fertilidad,
que consiste en poder realizar el acto conyugal cuando la mujer está en período no fértil y
en abstenerse de él cuando está en período fértil, si se quiere distanciar la llegada de los
hijos. En este caso, los cónyuges al hacer o no hacer el acto conyugal sexual, deben estar
guiados por criterios de paternidad responsable y no por motivaciones egoístas.
168
En la anticoncepción se exime el comportamiento sexual de su responsabilidad
inmediata de poder ser causa de una nueva vida; se exime de su tarea de ser responsable,
y de actuar o no actuar sobre la base de esta responsabilidad. En la anticoncepción, el acto
sexual que debe realizarse en relación con la decisión responsable, se desliga de ella. ¡Qué
más da!; el “artificio” actúa por sí mismo y hace inútil el comportamiento sexual.
Con los métodos naturales, en cambio, es el sujeto el que tiene que modificar su
comportamiento sexual: a través de un acto libre se abstiene de hacer el acto. Este
abstenerse es un acto positivo que decide libremente no hacer el acto sexual, porque se
asume la responsabilidad del mismo. Es pues un verdadero acto de comportamiento
sexual responsable. En la anticoncepción, en cambio, se descarga esta responsabilidad
sobre el “artificio técnico”.
Lo que aquí está en juego es la dignidad personal del amor y, por tanto, la
naturaleza humana racional, que es material y espiritual al mismo tiempo. No somos
ángeles y de ahí se suscita el problema de la ética sexual. El hecho que el amor humano
tome la forma de un intercambio sexual y esté estructuralmente tan ligado a la
procreación, no depende de una elección arbitraria de nuestra libertad Es un dato de la
naturaleza humana racional. Separar esta unión estructural es contradecir no solo la
naturaleza “biológica” de la persona, sino también la naturaleza humana racional, es decir,
la unidad de la persona.
Fecundación artificial
169
En la fecundación artificial in Vitro, para no repetir la extracción de óvulos de la
mujer, se procede a una única extracción múltiple, seguida por el congelamiento o
crioconservación de una parte importante de los embriones producidos in vitro. Esto se
hace previendo la posibilidad de un segundo ciclo de tratamiento, en el caso de que
fracase el primero, o bien porque los padres podrían querer otro embarazo. El
congelamiento o la crioconservación en relación a los embriones es un procedimiento de
enfriamiento a bajísimas temperaturas para permitir una larga conservación.
170
El juicio ético sobre la fecundación artificial se articula en tres puntos:
El aborto
Es una acción gravemente contraria a la dignidad de la persona humana. El aborto
es la supresión de la vida del embrión humano antes de su nacimiento. El aborto puede
ser espontáneo (cuando la interrupción de la vida del embrión no es querida por la madre
y es padecida con dolor) o procurado.
171
Todas las técnicas abortivas tanto quirúrgicas (aspiración, raspado de las paredes
del útero, aborto por cesárea, inducción de contracciones, envenenamiento, nacimiento
parcial) como farmacológicas (dispositivo intrauterino, píldora del día después, píldora
abortiva RU 486, prostaglandinas, vacuna abortiva) constituyen la eliminación de un ser
humano en la fase inicial de su existencia y, por consiguiente, contradicen la dignidad de la
persona humana, se oponen a la justicia y violan directamente el principio de no matar.
Dentro de las técnicas farmacológicas se encuentra la “píldora del día después”: son
dos comprimidos, que tomados en las 72 horas después de la relación sexual, modifican la
pared del útero e impiden al embrión ya formado implantarse.
La fecundación del óvulo constituye la frontera que separa las diversas formas de
anticoncepción de las diversas formas de aborto. Si la intervención se hace cuando el óvulo
ya ha sido fecundado, entonces se produce el aborto.
172
El aborto selectivo o eugenésico es la eliminación de los embriones afectados por
patologías genéticas o malformaciones. El sano piensa que el deforme tendrá una vida
infeliz y hará infelices a los demás, pero no hay prueba de que esto sea así. ¿Cómo es
posible hacer prevalecer el “bienestar” de algunos sobre el “ser” de otros?
Esta disyuntiva, en la que para salvar la vida de la madre hay que terminar con el
embarazo, y ello procurando un aborto, en la práctica es muy escasa, sino inexistente,
como la literatura médica lo demuestra. El concepto de terapéutico es abusivo. Terapia
significa curar, sanar, pero en ningún caso eliminar la vida de un ser humano. Menos aun si
es inocente.
173
Eutanasia
El término deriva del griego eu (bueno) y thánatos (muerte), y significa “buena
muerte”. Por eutanasia se entiende una acción o una omisión que por su naturaleza, o en
sus intenciones produce la muerte, con el objetivo de eliminar todo dolor.
Con respecto a las intenciones: hay eutanasia cuando se tiene la intención de poner
punto final a la vida o de acelerar la muerte de una persona. No hay eutanasia cuando se
tiene la intención de aliviar los sufrimientos del enfermo terminal, aunque el suministro de
fármacos pueda acelerar la muerte.
Con respecto a los métodos usados: hay eutanasia cuando la muerte intencional se
consigue o con el suministro de sustancias mortales o con la omisión de terapias
normales, como por ejemplo el alimento, la hidratación, la respiración, etc. No hay
eutanasia cuando se omiten cuidados que son desproporcionados y no útiles para el
enfermo. Para determinar si los cuidados son desproporcionados, se podrán valorar bien
los medios poniendo en comparación el tipo de terapia, el grado de dificultad y de riesgo
que comporta, los gastos necesarios y las posibilidades de aplicación con el resultado que
se puede esperar de todo ello, teniendo en cuenta las condiciones del enfermo y sus
fuerzas físicas y morales. También se evaluará si el empleo de instrumentos y personal es
desproporcionado a los resultados previsibles, y si las técnicas empleadas imponen al
paciente sufrimientos y molestias mayores que los beneficios que se pueden obtener de
los mismos.
En relación con los sujetos que actúan: se habla de suicidio, cuando la persona se
quita la vida por sí sola; homicidio, cuando se practica sobre una persona que no lo ha
solicitado libremente; suicidio y homicidio (suicidio asistido), cuando se practica sobre una
persona que la ha solicitado libremente.
Ante la inminencia de una muerte inevitable, a pesar de los medios empleados, es
lícito en conciencia tomar la decisión de renunciar a unos tratamientos que procurarían
únicamente una prolongación precaria y penosa de la existencia, sin interrumpir sin
embargo las curas normales debidas al enfermo en casos similares. Por esto, el médico no
tiene motivo de angustia, como si no hubiera prestado asistencia a una persona en peligro.
174
Conclusión
La profundización de todo lo anterior, puede suscitar la impresión de que, en
materia de sexualidad y de Bioética la Iglesia es muy estricta, porque reduce lo legítimo a
un espacio muy reducido y la mayoría de las posibilidades quedan moralmente excluidas.
No pocas veces se oye decir que la Iglesia debería “actualizarse” y “ponerse a tono” con
los tiempos que corren, que debería ampliar substancialmente el espacio de lo permitido.
175
IV. Compromiso
En cada nueva situación que vaya surgiendo en la sociedad, relacionada a temas de
sexualidad y bioética, preocuparnos de discernir cristianamente, bajo la orientación de la
Iglesia, sobre la licitud de cada situación de acuerdo a principios morales.
ORACIÓN FINAL
DINÁMICA
1. ¿Qué le contestarías a una persona creyente que te dice: “Cada uno puede disponer
de su cuerpo y discernir, por sí mismo, el tipo de vida que quiere llevar.”
3. ¿Qué contestarías ante la siguiente duda?: “No entiendo por qué la Iglesia se opone al
uso de preservativos si existe el riesgo de contraer el Sida.” (Para tu respuesta,
considera lo expuesto sobre la castidad).
4. ¿Qué contestarías ante la siguiente afirmación?: “La Iglesia no debería oponerse a los
actos homosexuales, porque los que los realizan son libres para decidir hacerlo y
además no le hacen daño a nadie.”
176
Para el desarrollo del presente tema se utilizó la siguiente bibliografía:
177
178
Actualización de la Pasión, muerte y resurrección de
Cristo:
La Santa Misa
ORACIÓN INICIAL
Señor Jesús, te pedimos que nos acompañes hoy para que podamos entender y valorar el
gran amor que nos tienes, amor que llegó hasta el extremo de morir por cada uno de
nosotros.
Ayúdanos a entender el real valor que tiene la Misa que celebramos, ayúdanos a entender y
a vivir cada parte de ella, en donde Tú nos hablas, en donde Tú te entregas por nosotros,
y te ofreces como alimento para nuestro espíritu.
Amén.
Oraciones espontáneas…..
Padre Nuestro…….
1
I. Revisión de Compromiso anterior: comentar
“Yo recibí una tradición procedente del Señor, que a mi vez les he trasmitido; y ésta es:
que el Señor Jesús la noche en que era entregado, tomó pan; y recitando la acción de gracias,
lo partió y dijo: ‘Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria
mía’. Lo mismo hizo con la copa, después de haber cenado, diciendo: ‘Esta copa es la nueva
alianza en mi sangre. Cada vez que la beban, háganlo en memoria mía’. Porque cada vez que
comen de este pan y beben de esta copa, están anunciando la muerte del Señor, hasta que
venga”.
Palabra de Dios.
Introducción
Recordemos que los sacramentos son 7: Bautismo, Eucaristía, Confirmación,
Reconciliación, Matrimonio, Orden sacerdotal y Unción de los enfermos. Todos ellos
fueron instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia. Los sacramentos son medios de
salvación, son la continuación de las obras salvíficas que Cristo realizó durante su vida
terrena.
Sin embargo, con frecuencia algunos fieles asisten a la santa Misa sin tener un
conocimiento claro del misterio que en ella se celebra:
180
Por lo mismo, hay muchos que sienten la “pesada carga” de asistir a la Misa, van a la
iglesia por obligación, para “cumplir el precepto”, para tener los papeles en regla y
quedar con la conciencia tranquila. Evitan, en lo posible, participar en aquellas que se alargan
“más de la cuenta” con largas prédicas, cantos que no los motivan o que caen en horarios
“incómodos” porque interrumpen otras actividades “de igual importancia”.
Más aún, a veces acudimos para coleccionar una nueva experiencia, mística o
estética. La celebración puede convertirse en el lugar privilegiado de una religión-refugio,
falsamente mística, en una especie de remanso de paz: sentirse muy juntos para evitar el
vértigo del mundo moderno y, además, saboreando, desde el punto de vista estético,
hermosas ceremonias realzadas por cantos bonitos. Con esta actitud se consigue estar a
gusto, pero todo queda en una especie de terapia de grupo; Dios se convierte en una
excusa para no salir de nosotros mismos.
A esto se unen los fieles que no asisten a la santa Misa, o bien no lo hacen con
la regularidad que manda la Iglesia.
- Unos, porque “no tienen tiempo”: tienen un partido de fútbol, tienen que
estudiar, tienen que trabajar, están demasiado cansados por la fiesta de la noche anterior,
se van a la playa, a esquiar, tienen un compromiso social…. Es decir, tienen todo el
tiempo ocupado... en lo que les interesa.Y la Misa no entra en sus intereses. Seguramente
181
a ellos, el Señor les dice: «Andas inquieto y preocupado por muchas cosas, cuando en realidad
una sola es necesaria» (cf. Lc 10,41-42).
Tal vez, estos deberían examinarse con respecto a ¿qué lugar ocupa realmente el
Señor en su vida y en su corazón? Recordemos lo que mencionamos en temas anteriores
con respecto al lugar central que el Señor ocupa en nuestra vida cuando hay una
verdadera conversión. “La ley del amor es tender hacia quien se ama.”
- Otros no asisten porque su fe no tiene raíces sólidas. Decía Jesús: «Al recibir
el mensaje, lo reciben en seguida con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos; son inconstantes y
en cuanto sobreviene una tribulación o persecución por causa del mensaje sucumben» (Mc 4,16-
17). Este podría ser el caso de aquellos que tienen una fe inmadura, una fe heredada y poco
personalizada, que normalmente sucumbe ante la prueba y que no es capaz de ir contra
corriente, por ejemplo cuando los amigos se burlan de ellos o cuando arriesgan alguna
relación que les interesa. Haría falta una fe más formada y personal, capaz de luchar por lo
que se cree y por Quien se ama.
- Por último, siempre queda otra motivación misteriosa, pero real: el dominio del
mal: «aquellos en quienes se siembra el mensaje, pero en cuanto lo oyen viene Satanás y les quita
el mensaje sembrado en ellos» (Mc 4,15). Ahora bien, como a Satanás no le es permitido
suprimir nuestra libertad, lo que aquí ocurre es que han decidido libremente en contra
del mensaje y, como consecuencia, se les ha privado de la capacidad de
entenderlo y vivirlo. ¡Se han ganado a pulso la pérdida de la fe por no haber sido
coherentes con ella! Entonces, la única esperanza es que la paciencia del sembrador
(Dios) vuelva a pasar por su vida.
Comentar:
1- ¿Vas a Misa? ¿Por qué? ¿Con qué frecuencia? ¿Te sientes identificado con alguno de
los casos anteriores?
182
¿Qué es la Santa Misa?
La palabra Eucaristía significa “acción de gracias”. Así, uno de los principales fines
por los que se celebra la Eucaristía o la santa Misa es expresar a Dios nuestra gratitud
por la salvación o redención del hombre enviando a su Hijo Jesucristo y unirnos al
sacrificio de Cristo que nos ha redimido con su propia sangre, sufriendo en la cruz el
castigo que nosotros merecíamos por nuestros pecados.
Entonces, del mismo modo que Cristo ofreció su sacrificio en el altar del cenáculo
(y luego en la Cruz), hoy en día, los sacerdotes ofrecen este mismo sacrificio en el altar de
cada Iglesia.
Esto nos lleva a la pregunta: ¿Qué diferencia existe entre el sacrificio que
ofreció Cristo y el que ofrecen hoy los sacerdotes?
183
La respuesta es: en cierta manera, ninguna. Si Cristo padeció, murió y resucitó por
nosotros, debemos creer firmemente que en cada santa Misa presenciamos actual y
renovadamente este hecho maravilloso. ¿Cómo puede ser esto?
En la última cena, Jesús «tomando el pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: Esto
es mi Cuerpo, entregado por vosotros; haced esto en memoria mía. Asimismo tomó el cáliz,
después de la cena, diciendo: Este es el cáliz de la nueva Alianza en mi sangre, derramada por
vosotros». Y así, al ordenar a los Apóstoles que hicieran esto en memoria suya, quiso por
lo mismo que se renovase perpetuamente (Mysterium Fidei, N°4, Pablo VI).
¿Cómo quedar indiferente ante la Crucifixión y Muerte de Jesús? ¿No seremos acaso
como los apóstoles adormecidos en Getsemaní, y todavía menos, como los soldados
pensando en jugar a los dados al pie de la Cruz, despreocupados de los atroces dolores de
Jesús moribundo?
184
Esta es la impresión angustiosa que se experimenta hoy cuando se asiste a las Misas
que se celebran al ritmo de las guitarras en son de fiesta, a veces con los fieles vestidos
vergonzosamente, sin modestia, voluntariamente distraídos, sin atención, sin respeto, de
pie, mirando a un lado y a otro. Se podría decir que asisten como los judíos, ¡Crucificando
otra vez a Jesús!.
Santo Tomás escribió: “La celebración de la Misa vale tanto como vale la muerte
de Jesús en la Cruz”. San Francisco de Asís decía: “El hombre debe temblar, el mundo
debe estremecerse, el cielo entero debe estar conmovido cuando el Hijo de Dios aparece
en el altar entre las manos del sacerdote”.
El Santo Cura de Ars decía: “El martirio no es nada en comparación con la Misa,
porque el martirio es el sacrificio del hombre a Dios, mientras que la Misa es ¡el sacrificio
de Dios por el hombre!”. El Papa Juan Pablo II dijo a los jóvenes en uno de sus discursos:
“Ir a Misa significa ir al Calvario para encontrarse con Él, nuestro Redentor”. Al ir a la Misa,
deberíamos repetir con Santo Tomás Apóstol: “Vayamos también nosotros a morir con Él”
(Jn.11, 16).
185
Entonces, ¿por qué debemos ir a Misa?
La Iglesia manda asistir a la santa Misa, bajo pecado grave, los domingos y fiestas de
precepto (Código de Derecho canónico can. 1247), primero, dando cumplimiento al tercer
mandamiento de la ley de Dios y, luego, porque como Madre, nos aconseja convencida de
que los fieles no podemos permanecer vivos en Cristo si nos alejamos de la
Eucaristía de modo habitual y voluntario.
A pesar de su apariencia, el pan y el vino dejan de ser lo que eran y pasan a ser
‘Cuerpo y Sangre’ del Señor. Esto es lo que la Iglesia llama la ‘transubstanciación’.
Este difícil término no pretende explicar lo que queda como misterio de la fe, sino
afirmar que gracias a esta conversión de la substancia del pan y del vino, Cristo se vuelve
realmente presente y se da en alimento.
186
«Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es
el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo.
Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la
vida del mundo.»( Jn 6,48-51).
……Entonces los Judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos su carne a
comer?" (Jn 6,51-52). Con estas palabras queda claro que los judíos entendieron que las
palabras de Jesús no eran dichas de manera simbólica, por eso se escandalizaron.
….."Y Jesús les dijo: …“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna: y yo le
resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera
bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en Él. (Jn 6,53-56).
"Y muchos de sus discípulos oyéndolo, dijeron: Dura es esta palabra: ¿quién la puede
oir? (Jn 6,60)….."Desde esto, muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con Él"
(Jn 6,66).
……."Dijo entonces Jesús á los doce: ¿Queréis vosotros iros también? Y respondiole Simón Pedro:
‘Señor, ¿á quién iremos? tú tienes palabras de vida eterna’”. (Jn 6,67-68). Aunque Jesús les
pregunta a los doce, la respuesta es sólo de uno, representando a los doce: Pedro tomó la
palabra y dio un sí personal y eclesial: «Tú tienes palabras de vida eterna». Pedro, el primer
Papa, la cabeza visible de la Iglesia; el pastor que Jesús nos dejaría, acepta las palabras de
Jesús tal como son. Y así es lógico que al investigar este misterio sigamos como una
estrella el magisterio de la Iglesia, a la cual el divino Redentor ha confiado la Palabra de
Dios, escrita o transmitida oralmente, para que la custodie y la interprete.
187
es verdad, sino más bien acepta con fe las palabras del Salvador, porque, siendo Él la
verdad, no miente».
La presencia real de Cristo en la Eucaristía es lo que hace que la Misa esté siempre
llena de contenido religioso, Jesús está ahí con el mismo amor que se entregó por
nosotros en la cruz. Realmente, el Hijo de Dios tiene el poder de cumplir lo que Él mismo
afirma: “Esto es mi cuerpo,... esta es mi Sangre”. Para Dios, nada es imposible.
Todo lo señalado hasta ahora, nos debe ayudar a comprender mejor el por qué al
sacramento de la Eucaristía se le debe rendir el culto de latría, es decir la adoración
reservada a Dios, tanto durante la celebración eucarística, como fuera de ella.
“¿Qué podemos sentir ante el altar, donde Cristo hace presente en el tiempo su Sacrificio
mediante las pobres manos del sacerdote? No queda sino arrodillarse y adorar en silencio este
gran misterio de la fe”. (Carta de S.S. Juan Pablo II).
Los gestos de adoración, que la liturgia pide que sean observados, corresponden al
reconocimiento de la majestad del Señor y de la pertenencia del hombre a Dios.
188
b) Petición humilde de perdón y deseo de conversión
Siempre que nos acerquemos a recibir el Cuerpo de Cristo «entregado por
nosotros» y su Sangre «derramada por nuestros pecados», nos sentiremos indignos y
necesitados de perdón. Como el publicano imploramos: «Ten compasión de mí que soy un
pecador» (Lucas 18,3). Como el hijo pródigo reconocemos: «No merezco llamarme hijo
tuyo» (Lucas 15,21). Y con el centurión afirmamos: «Yo no soy digno de que entres en mi
casa» (Mateo 8,8). Y esto necesitamos hacerlo desde el principio de la celebración, para
situarnos ante Dios desde nuestra verdadera realidad. Además, siempre que nos
acerquemos a la Eucaristía hemos de recordar aquellas palabras del Apóstol: «Examínese,
pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa» (1Corintios 11,28): no podemos
sentarnos a esta sagrada Mesa (comulgar) con la conciencia manchada; sería contradecir la
esencia misma de la comunión que vamos a vivir.
Pero Cristo no quiere volver al Padre con las manos vacías, quiere llevar consigo la
oblación de su Esposa, la Iglesia, el sacrificio espiritual de nuestra existencia, nuestro
compromiso de vivir en la lógica del sacrificio mismo de Cristo, en total obediencia al
Padre, en ofrenda de amor, hasta el don de la vida por los hermanos. En una palabra, el
compromiso de ser como Cristo: ofrenda de amor para el Padre y para los hermanos.
Sólo entonces podremos decir que hemos celebrado la Eucaristía.
S.S. Pío XII afirmaba: “la verdadera participación activa en la Misa es la que
nos vuelve víctimas inmoladas como Jesús, la que consigue reproducir en
nosotros los rasgos dolorosos de Jesús.” Todo lo demás no es más que rito litúrgico,
revestimiento exterior.
San Gregorio Magno enseñaba: “El sacrificio del altar será para nosotros una
Hostia verdaderamente aceptable por Dios cuando nosotros mismos nos
hayamos hecho Hostia”. Santa Margarita de Alacoque oía la santa Misa mirando al
altar y sin dejar de echar una mirada al Crucifijo y a las velas encendidas, para imprimirse
bien dos cosas en la mente y en el corazón: El Crucifijo le recordaba lo que Jesús
había hecho por ella; las velas encendidas le recordaban lo que ella debía hacer
por Jesús, o sea: sacrificarse y consumirse por Él y por los demás.
189
d) Abrirse a la comunión con los hermanos
La Misa es un acto colectivo de culto a Dios. La Eucaristía no es una acción privada
a la que acudimos como creyentes individuales, sino celebración de la Iglesia, pueblo de
Dios y Cuerpo de Cristo. Todos formamos parte de una comunidad, de la familia de Dios,
y tenemos obligación de participar en el culto colectivo a Dios. La asamblea eucarística es
una comunidad llamada a ser “un solo cuerpo y un solo espíritu”.
190
El sacerdote, ministro representante de Cristo
Sin embargo, a todas ellas les falta el actor principal: Cristo. Cristo es el único
liturgo, esto es: el único capaz de elevar un culto digno y apropiado a Dios Padre. Por lo
tanto es Cristo quien celebra, preside y ofrece el sacrificio de sí mismo al
Padre.
El sacerdote que preside, celebra y ofrece el santo sacrificio del altar lo hace en
la persona de Cristo. El sacerdote representa a Cristo en la Eucaristía, obra en su
persona, en su nombre. En la liturgia de la Palabra, es Cristo mismo el que enseña y
predica a su pueblo. Es Él mismo, ciertamente, quien en la liturgia sacrificial, dice: “esto es
mi cuerpo… este es el cáliz de mi sangre”. Es Él quien saluda al pueblo, quien lo bendice,
quien, al final de la Misa, lo envía al mundo. Con sus ornamentos, palabras y acciones
sagradas, el sacerdote es “símbolo litúrgico” de Jesucristo resucitado.
191
celebramos la resurrección de Jesús, núcleo fundamental de la fe cristiana y
acontecimiento central de la historia.
Conclusión
Luego de profundizar sobre el real significado de la Santa Misa, lo que nos mueve a
asistir a ella no debería ser solo el cumplimiento de un precepto de Dios y de la
Iglesia, sino:
- El gran amor y gratitud a Dios por nuestra redención enviando a su Hijo Jesucristo.
IV. Compromiso
192
ORACIÓN FINAL
193
Anexo 1
Como dijimos, el fin primordial de la Misa es dar honor y gloria a Dios. Sin embargo,
al ofrecer Jesucristo su infinito homenaje a Dios, también alcanza grandes gracias para
nosotros. Los dones que Dios, por los méritos de su Hijo, nos concede en la Misa se llaman
los «frutos» de la Misa.
- Fruto general: el sacerdote ofrece en cada Misa el Santo Sacrificio por los
presentes; por la Iglesia, el Papa y el obispo de la diócesis; por todos los fieles cristianos, vivos y
difuntos, y por la salvación de todos los hombres. Las gracias que se derivan de esta intención
son las que podríamos llamar «gracias comunes» de la Misa. El grado en que se reciban en cada
alma determinada dependerá en gran parte de la unión con que esa persona participe en el
Santo Sacrificio y de sus propias disposiciones interiores. Que la Misa causa la conversión de
almas endurecidas y empecinadas es una verdad que todos hemos experimentado.
- Fruto especial: se aplica a la persona o personas (vivas o difuntas) por las que la
Misa es ofrecida por el celebrante. Este fruto especial de la Misa es a la vez impetratorio (pedir) y
propiciatorio (reparar por el pecado). Puesto que las almas del purgatorio tienen una única
necesidad —la de ser libradas del castigo temporal debido a sus pecados—, se comprende que
el fruto especial de la Misa sea propiciatorio cuando se ofrece por los difuntos.
194
Anexo 2.
Podemos decir que la santa Misa tiene 4 fines principales: adoración, acción
de gracias, petición y reparación.
- Petición: además de adorar y agradecer, nuestra relación con Dios nos impone
otro deber: el de pedir a Dios las gracias que nosotros y los demás necesitamos para alcanzar el
cielo. Debemos pedir por nuestras necesidades espirituales y las de nuestro prójimo. La
petición es el tercer fin por el que se ofrece la Misa, intercediendo en ella el mismo Jesucristo,
con nosotros y por nosotros.
195
Participando activamente en la santa Misa
196
“Por causa de tu amor ardiente en el Santísimo Sacramento,
Oraciones espontáneas…..
Padre Nuestro…….
Palabra de Dios.
1
La Iglesia ha recibido de Cristo muchísimos regalos, pero sin duda, el más
importante es la Eucaristía. Así lo señalaba su santidad Juan Pablo II en la Encíclica Ecclesia
de Eucaristía: “La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no sólo como un don entre
otros muchos, aunque sea muy valioso, sino como el don por excelencia, porque es don de sí
mismo, de su persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación”.
Cada santa Misa en la que participamos debe ser un “encuentro profundo con el
Señor”, en el que escuchemos su Palabra, nos ofrezcamos con Él y nos consagremos y nos
unamos a Él y a la comunidad. Pero, para ello, es necesario que participemos activamente
y no como meros espectadores de lo que allí ocurre.
El presente tema tiene como objetivo, poder distinguir la diferencia entre “ir a
Misa” y “participar” de la celebración Eucarística, del tal forma que, entendiendo los
diversos ritos de la Santa Misa, podamos participar más activamente en la misma,
haciendo propios los sentimientos de la Iglesia en los diversos momentos de la ceremonia.
Durante la santa Misa se usan diversos signos o símbolos, por eso, para adentrarse
en la acción litúrgica es necesario adquirir una cierta mentalidad simbólica. Los gestos
simbólicos expresan a menudo mucho más que las palabras. Nuestro modo de mirar, una
mano que acaricia, un ceño fruncido, son más elocuentes que el lenguaje hablado.
198
Otro aspecto que debemos resaltar es el “ritmo trinitario” en que se
desenvuelve toda la Misa, del comienzo al fin. Comenzamos señalándonos “en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” y terminamos recibiendo la bendición de la Trinidad.
La glorificamos en el Gloria: “Gloria a Dios, Padre Todopoderoso...a su Hijo Jesucristo...al
Espíritu Santo”. La confesamos en el Credo: “Creo en Dios Padre Todopoderoso...en su Hijo
único Jesucristo...en el Espíritu Santo”. La invocamos al final de las oraciones principales. Le
ofrecemos el sacrificio en la doxología (oración de alabanza) del final de cada Plegaria
Eucarística: “por Cristo...a Dios Padre...en la unidad del Espíritu Santo...”. Todo en la Misa es
por el Hijo, en el Espíritu Santo, al Padre.
DINÁMICA
Repartir al azar todas las preguntas que se presentan a continuación e invitar a los
alumnos a que las respondan en orden del 1 al 14. Después de escuchar cada respuesta, el
monitor puede profundizar al respecto, para lo cual puede apoyarse en las “respuestas
sugeridas” que se ofrecen.
1. ¿Por qué crees que es importante comenzar la Misa declarando nuestra realidad de
pecadores?
2. ¿Cuál debe ser mi actitud al escuchar la Palabra de Dios, especialmente el Evangelio?
3. Nombra algunos momentos de la Misa en donde ves más claramente el carácter
comunitario (no individualista) de la celebración, momentos en los que rezamos como
pueblo de Dios, como hermanos e hijos del mismo Padre.
4. ¿Cómo debo participar en el ofertorio?
5. ¿Qué significan las gotas de agua que el sacerdote vierte sobre el vino durante el
ofertorio?
6. ¿Cuál es la parte central de la Misa?
7. ¿Por qué nos arrodillamos durante la Consagración?
199
8. ¿Qué significa el gesto de la fracción del pan?
9. ¿Que requisitos se requieren para comulgar y a qué nos compromete el hecho de
comulgar?
10. ¿Cuándo un pecado es grave (o mortal)?
11. ¿Qué significa el “amén” que pronunciamos previo a comulgar?
12. ¿Cuáles son los frutos de la Comunión?
13. ¿Qué sentido tiene el “sagrado silencio” que hacemos después de comulgar?
14. ¿Qué significan las palabras finales del sacerdote: “Podéis ir en paz”? ¿Qué compromiso
involucra para nosotros esas palabras?
Respuestas sugeridas
I. ACTO PENITENCIAL:
En este momento conviene traer a la memoria alguna falta que sea constante en la
vida de cada uno, o alguna falta que se haya cometido recientemente. Es un momento de
diálogo con Cristo para poner en su presencia un aspecto concreto, negativo, de nuestra
vida. Este momento sirve para tomar conciencia de la grandeza de la celebración
en que vamos a participar y también para ponernos en nuestro sitio,
recordando que somos pecadores y que tenemos necesidad de ser purificados.
En la medida en que uno se siente pecador, en esa misma medida uno
aprovecha la Misa, pues comprende la necesidad que tiene de Dios.
2. LITURGIA DE LA PALABRA
200
La Liturgia de la Palabra pretende recordar la historia de la salvación, es decir,
revivir todo el esfuerzo que Dios ha hecho y está continuamente haciendo para salvar a los
hombres. El esquema ritual de la liturgia de la Palabra está estructurado a manera de
diálogo entre Dios y su Pueblo:
Primera lectura del Antiguo Testamento (de los Hechos de los Apóstoles o
de las cartas de los Apóstoles): Dios habla a su Pueblo a través de la Ley y los
Profetas.
201
En la homilía o predicación, el sacerdote, explica este mensaje al pueblo de Dios,
orientándonos para aplicarlo en la vida diaria. El pueblo de Dios acepta esa manifestación de
Dios y responde expresando el símbolo de la fe: el Credo o profesión de fe.
- Oración de los fieles: Después de la Homilía del sacerdote, todos juntos oramos
pidiendo al Padre por las necesidades de la Iglesia y del mundo, con la certeza de ser
escuchados.
- Colecta: Durante la liturgia eucarística compartimos nuestros dones materiales con los
más necesitados.
- Padrenuestro: comienza el Rito de Comunión con la oración que el Señor nos enseñó y
que expresa mejor nuestros ideales y nuestra fraternidad. Las palabras con las que el
sacerdote nos invita a rezarla, producen ese sentido de familia y ese ambiente de confianza
en el cual los hijos se dirigen con libertad y gozo a su Padre.
- Rito de la paz: Este rito también refleja nuestra condición de hermanos, hijos de un
mismo Padre. La paz, en el lenguaje bíblico, representa la suma de todos los bienes
mesiánicos. El sacerdote pide a Cristo el don de la paz, que no es sólo el don de la
tranquilidad, sino también el don de la salvación, y luego se la desea a los fieles. Finalmente,
nos invita a intercambiar un signo de esta paz.
202
4. OFERTORIO
Se presentan el pan y el vino como ofrenda a Dios, para que sean convertidos en el
Cuerpo y en la Sangre de Cristo. El reconocimiento de lo que Dios nos ha dado podría
quedar incompleto, e incluso quedarse en puras palabras, si no fuera acompañado de la
ofrenda de nuestra propia vida. En la santa Misa el sacerdote recuerda que el sacrificio es
"mío y vuestro"; todos debemos ofrecerlo junto al sacerdote.
Debemos llevar ante el altar la parte negativa de nuestra vida para sacrificarla. Todo
lo moralmente malo, tendencias torcidas, caracteres difíciles, maneras de ser
improcedentes, nuestro egoísmo, nuestra incapacidad de perdonar, amistades peligrosas, los
pecados... Nada de esto debe quedar fuera del altar. Debemos ofrecerlo para que el Señor
lo transforme.
También debemos llevar al altar la parte buena, ofrecerla al Señor para que Él saque
frutos de santidad de ella, para nosotros y para los demás. Buenas cualidades, rectas
tendencias, buen carácter, buenos hechos sociales, familiares, personales... Nada de lo
bueno hay que dejar fuera del altar, sería dejarlo con una bondad natural, sólo a ras de la
tierra, sin trascendencia. Hay que ofrecerlo para promocionarlo, para hacerlo sagrado, para
“sobrenaturalizarlo”.
Ofrezcamos siempre de corazón toda nuestra vida junto con el sacrificio de Cristo.
Lo malo para que desaparezca, lo bueno para que se potencie. Esta doble ‘ofrenda’ nos
convierte en víctimas y en hostias agradables al Padre. El ofrecimiento de la vida del
hombre tiene su sentido en la transformación, Solamente seremos
transfigurados, transformados, en cuanto nos ofrezcamos. Después del
Ofertorio ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a Dios.
203
5. SIGNIFICADO DEL GESTO DE MEZCLAR UNAS GOTAS DE AGUA
AL VINO
En la solemnidad de la Misa se ofrecen al Señor pan y vino, mezclado con agua. Las
gotas de agua simbolizan la unión de los fieles a Cristo, es signo de nuestra participación en
la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana; significa también lo
que nosotros aportamos como sacrificio al sacrificio de Cristo.
En este gesto se representa también la pasión del Señor, ya que ambos, sangre y agua
salieron de su costado en su pasión. San Cipriano, a mediados del siglo II, escribió sobre
este gesto litúrgico, lo siguiente:
“En el agua se entiende el pueblo y en el vino se manifiesta la Sangre de Cristo. Y cuando en
el cáliz se mezcla agua con el vino, el pueblo se junta a Cristo, y el pueblo de los creyentes
se une y junta a Aquel en el cual creyó. La cual unión y conjunción del agua y del vino de tal
modo se mezcla en el cáliz del Señor que aquella mezcla no puede separarse entre sí. Por lo
que nada podrá separar de Cristo a la Iglesia (...) Si uno sólo ofrece vino, la Sangre de Cristo
empieza a estar sin nosotros, y si el agua está sola el pueblo empieza a estar sin Cristo. Más
cuando uno y otro se mezclan y se unen entre sí con la unión que los fusiona, entonces se
lleva a cabo el sacramento espiritual y celestial” (Carta Nº 63, 13).
6. CONSAGRACIÓN
Esto ocurre cuando el sacerdote pronuncia sobre el pan y el vino las palabras que
pronunció Cristo en la Ultima Cena: “Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo...
Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre...”. Por la consagración del pan y
del vino se opera el cambio llamado transubstanciación" (DS 1642).
204
vocación cristiana concreta, sí a mis deberes de estado, sí a mi apostolado, sí a
las pruebas y sufrimientos de la vida...)
Un buen ejemplo de esta actitud lo dio el rey de Francia, San Luis IX quien
oía Misa todos los días de rodillas sobre el piso desnudo. Una vez, cuando un criado le
ofreció un reclinatorio, el Rey le dijo: “En la Misa se inmola Dios mismo, y cuando
Dios se inmola, hasta los reyes se arrodillan en el suelo”.
En una ocasión le dijeron al Padre Pío: “Padre, ¡cuánto le toca sufrir estando de
pie toda la Misa sosteniéndose sobre las llagas sangrantes de sus pies!”. El Padre
respondió: “Durante la Misa no estoy de pie; estoy suspendido”. ¡Qué ejemplo! Con
aquellas palabras expresaba aquel “estar crucificado con Cristo” del que habla San Pablo
(Ga. 2,19).
El origen de este gesto en nuestra Eucaristía está en la cena judía, sobre todo la
pascual, la que comenzaba con un pequeño rito: el padre de familia partía el pan para
repartirlo a todos, mientras pronunciaba una oración de bendición a Dios.
205
Cristo también lo hizo en su última cena: “Tomó el pan, dijo la bendición, lo partió y se
lo dio...”. Más aún, fue éste el gesto que más impresionó a los discípulos de Emaús en su
encuentro con Jesús Resucitado. “Le reconocieron al partir el pan”. Y fue éste el rito simbólico
que vino a dar nombre a toda la celebración Eucarística en la primera generación.
206
Después de la Consagración, la Comunión es el momento más importante de la Misa.
Primero comulga el sacerdote y luego los fieles. Es el momento en que recibimos la gracia
de la unión estrecha e íntima con Cristo, y en Cristo, con toda la Iglesia.
Un buen modo de prepararnos para recibir la Comunión lo enseñaba San Luis María
Grignion de Montfort y consiste en invocar a la Santísima Virgen inmaculada (sin pecado),
pidiéndole que nos haga recibir a Jesús con su humildad, su pureza y su amor, invitando a la
santísima Virgen a que habite en ese momento en nuestro corazón, primero para
obsequiarle el regalo más preciado, a su Hijo Jesucristo; y luego para que Jesús, que la ama
en forma excepcional, al encontrarse con Ella, quiera descansar y quedarse aunque sea en
nuestra pobre e imperfecta alma.
La procesión de comunión o fila que hacemos es un signo litúrgico que expresa que
somos caminantes y en el camino nos alimentamos con Jesús muerto y resucitado, hecho
alimento de Vida eterna.
La comunión es el pan de los fuertes, es el alimento para nuestro espíritu. Con Jesús,
“todo lo puedo” (Flp. 4,13). Por eso, San Vicente de Paul podía preguntar a sus misioneros:
“Cuando habéis recibido a Jesús, ¿puede haber un sacrificio imposible para vosotros?
Todos los días debo alimentar mi alma como debo alimentar mi cuerpo para darle
fuerza. San Agustín enseña: “La Eucaristía es un pan cotidiano que se toma como remedio de
nuestra cotidiana debilidad”.
207
Para recibir sacramentalmente la sagrada Comunión debemos estar plenamente
incorporado a la Iglesia Católica y hallarnos en gracia de Dios, es decir sin conciencia de
pecado mortal. Quien es consciente de haber cometido un pecado grave debe
recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar, ya que
si no lo hiciera así, estaría agregándole a su pecado un segundo pecado, el pecado de
sacrilegio. San Ambrosio decía que “los sacrílegos van a la Iglesia con pocos pecados
y se van de ella con muchos”. Son también importantes el espíritu de recogimiento y de
oración, la observancia del ayuno prescrito por la Iglesia y la actitud corporal (gestos,
vestimenta), en señal de respeto a Cristo.
Quien está en pecado grave, está en una situación de rechazo a Dios y del Evangelio
y si comulgara estaría haciendo un acto contradictorio, ya que comulgando estamos
ofreciendo nuestra vida al Señor, sin embargo, con los actos lo estamos rechazando.
Para que haya pecado mortal, se requiere que la acción reúna tres
condiciones: materia grave, plena advertencia y perfecto consentimiento.
208
puede también decirse que falla el perfecto consentimiento para la realización de ese acto o
para su imputabilidad moral.
Es importante distinguir entre “sentir" una tentación y “consentirla”. En el primer caso se
trata de un fenómeno puramente sensitivo del hombre, mientras en el segundo es ya un
acto plenamente humano, pues supone la intervención positiva de la voluntad. Así, “sentir”
una tentación no es pecado; solo lo es si “caemos” en esa tentación.
Es importante recordar que es ilícito proceder con duda: debe salirse de ella antes de
actuar.
Frutos de la Comunión:
f. Fortalece la unidad del Cuerpo místico. Los que comulgan se unen más
estrechamente a Cristo. Él los une a todos los fieles en un solo cuerpo: la Iglesia. La
comunión profundiza esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo. En el
209
Bautismo fuimos llamados a no formar más que un solo cuerpo (1Corintios 12,13). La
Eucaristía cumple esta llamada: El cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con
la sangre de Cristo?, y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Porque aún
siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan
(1Corintios 10,16-17).
Sagrado silencio
210
Comunión, hagamos lo posible por estar, al menos, unos minutos dando gracias a Dios.
Estos minutos en los que Jesús está presente en nuestra alma y en nuestro cuerpo, son
minutos de Cielo que no debemos desperdiciar.
Este es el tiempo más real del amor íntimo con Jesús. En el momento de acción de
gracias es cuando debemos pedirle a Cristo la gracia de la fortaleza para ese vivir
crucificados con Él que exige toda vida cristiana y apostólica.
211
espirituales o de jaculatorias.
ORACIÓN FINAL
212
ANEXO 1
No permitas Señor,
que me aparte de Ti.
Amén.
213
ANEXO 2
1. ¿Por qué crees que es importante comenzar la Misa declarando nuestra realidad de
pecadores?
5. ¿Qué significan las gotas de agua que el sacerdote vierte sobre el vino durante el
ofertorio?
13. ¿Qué sentido tiene el “sagrado silencio” que hacemos después de comulgar?
14. ¿Qué significan las palabras finales del sacerdote: “Podéis ir en paz”? ¿Qué compromiso
involucran para nosotros esas palabras?
214
215
“Hijo, he ahí a tu madre”: La Santísima Virgen María
Oración inicial
Oraciones espontáneas…..
Padre Nuestro…….
I. Revisión de Compromiso anterior: comentar
Palabra de Dios.
El Dios Uno y Trino necesitaba de una Virgen para que el Hijo se encarnara. Esa
“idea” estaba en Dios antes de que la joven doncella fuese concebida: “Dios envió a su
Hijo, pero para “formarle un cuerpo” quiso la libre cooperación de una criatura”. Para eso
desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo, a una hija de Israel”
(Catecismo de la Iglesia Católica, CEC nº 488).
217
En el Antiguo Testamento ya se prefigura a María: ella vencerá al demonio que
tentó a Eva, María será la Nueva Eva, la que cobijará en su carne al Verbo Encarnado: “En
efecto, en María se cumplen las promesas de Dios a los humildes y a los justos: el mal y la
muerte no tendrán la última palabra” (Juan Pablo II, Ángelus, viernes 15 de agosto de 2003).
María ha estado en el centro del plan salvador de Dios, en efecto, cuando el Padre
creó todo y al hombre para que lo buscara, este cayó en pecado, tal evento trajo como
consecuencia la muerte. Pero no sería el fin, María con su sí incondicional cambió el
destino de las creaturas: “Todos, así como están incluidos « al comienzo » en la obra
creadora de Dios, también están incluidos eternamente en el plan divino de la salvación,
que se debe revelar completamente, en la « plenitud de los tiempos », con la venida de
Cristo.” (Juan Pablo II, Redemptoris Mater, nº 7).
María Inmaculada.
Ya sabemos que María fue predestinada a ser la Madre del Salvador desde siempre,
y libremente aceptó lo que Dios le pedía. Así, el concepto de predestinación no debe ser
entendido como una negación de la libertad. Sin embargo, surge la pregunta: ¿Podía María
decir que no? Podía, pero Dios la eligió y luego preparó de tal manera, que resulta
inconcebible la negativa de María Santísima.
En efecto, ser Madre de Dios requería de dones extraordinarios, que solo Dios
puede dar, María los recibió plenamente, por eso se le llama “llena de gracia”: “Para ser la
Madre del Salvador, María fue “dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan
importante” (LG 56). (CEC nº 490).
La Iglesia cree firmemente que María desde su concepción ha sido redimida por el
Padre: “La bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado
original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios
omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano”. (Pío
IX, Dogma de la Inmaculada Concepción).
218
María es la criatura más extraordinaria que existe, plena de santidad, inmensa en el
amor. En consecuencia, jamás cometió pecado durante su vida: Esta resplandeciente
santidad del todo singular de la que ella fue enriquecida desde el primer instante de su
concepción le viene toda entera de Cristo. Él la ha elegido en Él, antes de la creación del
mundo para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor. (CEC nº 492).
María Virgen.
Desde siempre la Iglesia ha creído que Jesús se encarna en el seno de María Virgen,
gracias a la acción poderosa del Espíritu Santo. Este hecho extraordinario quiere poner de
relieve la presencia real del Hijo de Dios entre los hombres. Jesús es concebido no como
cualquier creatura: “Los relatos evangélicos presentan la concepción virginal como una
obra divina que sobrepasa toda comprensión y toda posibilidad humanas (CEC nº 497).
219
Finalmente hay que enfatizar la virginidad perpetua de María: “María fue Virgen al
concebir a su Hijo, Virgen durante el embarazo, Virgen en el parto, Virgen después del
parto, Virgen siempre”. (San Agustín, sermón 186, 1)(Ibid nº 510).
Alguien podría llegar a creer que María puede ser solamente madre de un Jesús
histórico, es decir, de un niño y hombre con las características propias de todo ser
humano y nada más, lo cual es un error.
Negar a María su condición de Madre de Dios equivale a pensar que en Jesús hay
dos personas, la del Verbo y la de un ser humano cualquiera, ambos en un solo cuerpo.
Este error se superó al definir la existencia de un solo sujeto, UNA sola persona, la de
HIJO DE DIOS HECHO HOMBRE: “Madre de Dios, no porque el Verbo de Dios haya
tomado de ella su naturaleza divina, sino porque es de ella, de quien tiene el cuerpo
sagrado dotado de un alma racional, unido a la persona del Verbo, de quien se dice que el
Verbo nació según la carne” (Ibíd. nº 466).
Todos los hombres hemos sido llamados a la salvación. Dios desea que la
alcancemos y nos pide usar correctamente nuestra libertad para con la ayuda de su gracia
llegar a la eternidad del cielo.
220
Este plan divino de salvación, Dios lo preparó desde siempre y con la venida de
Cristo llegó a plenitud. En el plan tuvo especial y única participación María, predestinada
para ser la Madre del Salvador. Ella ocupa allí un lugar privilegiado: “El plan divino de la
salvación, que nos ha sido revelado plenamente con la venida de Cristo, es eterno. Está
también -según la enseñanza contenida en aquella Carta y en otras Cartas paulinas-
eternamente unido a Cristo. Abarca a todos los hombres, pero reserva un lugar particular
a la « mujer » que es la Madre de aquel, al cual el Padre ha confiado la obra de la
salvación.”(Juan Pablo II, “Redemptoris Mater” nº 7).
María ha recibido de Dios una bendición especial, ha sido consagrada desde toda la
eternidad como la Madre del Salvador. Ese regalo de Dios (gracia = regalo, don), sólo es
para María y tiene como consecuencia su santidad plena: “María está unida a Cristo de un
modo totalmente especial y excepcional, e igualmente es amada en este « Amado »
eternamente, en este Hijo consubstancial al Padre, en el que se concentra toda « la gloria
de la gracia » (Ibíd. nº 8).
María es “llena de gracia” porque en ella se cumple la gracia salvadora del Padre a
todos los hombres, por lo tanto la redención es posible. Que María sea “llena de gracia”
significa que ella es elegida como la Madre de Dios, la Plenitud de la Gracia: “Como afirma
el Concilio, María es « Madre de Dios Hijo y, por tanto, la hija predilecta del Padre y el
sagrario del Espíritu Santo; con un don de gracia tan eximia, antecede con mucho a todas
las criaturas celestiales y terrenas”(Ibíd. nº 9). María es plena de gracia porque su
maternidad divina es de infinita dignidad.
María es llena de gracia, pues ella está en el centro mismo de la lucha contra el
pecado en la historia de la salvación: “Esta elección es más fuerte que toda experiencia del
mal y del pecado, de toda aquella « enemistad » con la que ha sido marcada la historia del
hombre. En esta historia María sigue siendo una señal de esperanza segura.”(Ibid, nº 11).
El evangelio de san Lucas nos cuenta cómo Dios envió al arcángel san Gabriel para
darle a conocer a María que había sido elegida para ser Madre de Dios. A este episodio
llamamos comúnmente Anunciación.
221
La Virgen no es solo la Madre de Dios: es también nuestra Madre. Cuando moría
en la cruz, Jesús nos la dio por Madre y así Ella nos cuida, nos protege e intercede por
nosotros ante su Hijo.
La misión del Hijo de Dios comienza cuando María de Nazaret, Virgen, al escuchar
las palabras del Angel Gabriel, responde: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí
según tu palabra”. Se inicia la misión del Hijo y del Espíritu Santo que desciende sobre
Ella. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
La misión del Espíritu Santo llega primero a Ella, la más pura y la más sensible. Ha
respondido con todo su “yo” humano, femenino, y en esta respuesta de fe se ve su
cooperación perfecta con la gracia de Dios y una disponibilidad perfecta también a
la acción del Espíritu Santo. Sin el sí de María, Jesús no hubiera nacido.
Así, María avanzará durante toda la vida en la peregrinación de la fe, con plena
fidelidad. El sí de María fue renovado constantemente por Ella en cada momento de su
vida, tanto en la alegría de Nazaret como en el dolor del Calvario.
222
El “Fiat” de María en la anunciación encuentra su plenitud en el “fiat” silencioso que
repite al pie de la cruz. Ser fiel es no traicionar en las tinieblas lo que se aceptó en público
(S.S. Juan Pablo II).
“He aquí la esclava del Señor”; cada uno de nosotros debe estar pronto a responder
así, como Ella, en la fe, en la obediencia, para cooperar, cada uno en su propia esfera de
responsabilidad, a la edificación del reino de Dios. Aprendamos a decir que sí al Señor en
cada circunstancia de nuestra vida, incluso en los momentos difíciles, movidos por la
confianza plena en Dios.
¿Qué significó en esa casa la presencia de María? Fue una presencia espiritualmente
fecunda; María llevó los dones incomparables de la gracia, de la alegría, de la luz, dones
que María nos procurará también a nosotros al llevarnos a Jesús.
La venida del Hijo de María al mundo no tuvo lugar en una casa, habitación de
hombres, sino en un ambiente destinado para animales...; María envolvió en pañales a su
Hijo primogénito y lo acostó en un pesebre. El mundo ha sido hecho por Él, pero el
mundo no lo recibió (Homilía en la Misa de Nochebuena, 24-12-82, S.S. Juan Pablo II).
223
Pero los ojos de María, iluminados por la fe, descubren el encanto del
misterio de Dios bajo la apariencia de pobreza y abandono. ¡Cuánta belleza han
visto los ojos de María aquella noche! A la luz de la fe, toda la pobreza exterior se
transforma en la más grande riqueza. Verdaderamente, solo de esta manera podía nacer
Cristo.
El Hijo se hace Emmanuel, Dios con nosotros. Mediante la Madre, Jesús entró en
nuestro mundo y en la historia del hombre. María fue la primera en pronunciar el nombre
de Jesús. Todos los demás aprendieron este nombre de Ella y continúan aprendiéndolo.
“Mirad la gruta de Belén: las personas que veis en ella pueden ser vuestro modelo
y vuestro ejemplo. Como Jesús que ha venido no para ser servido sino para servir,
como María y José que lo han ofrecido a los hombres, así también vosotros aprended a
daros...” (S.S.Juan Pablo II).
La Sagrada Escritura nada nos dice de la vida de María y Jesús en Nazaret. Algunos
Padres de la Iglesia dicen que la escritura reserva estos hechos por ser de tanta intimidad
para la Sagrada Familia. Sin embargo, la tradición cristiana ha dilucidado algunos aspectos
relevantes de María a partir de los pocos datos que nos entregan los evangelios tales
como: su humildad, su fe inquebrantable, su amor por nosotros, su poder
intercesor, su silencio, su meditación, su unión con Dios...
Siempre sentimos asombro ante el hecho de que una joven virgen haya podido
traer al mundo al que es Dios; que haya recibido la misión de amamantarlo; que haya
preparado al Salvador con su educación materna. María, siempre virgen, ha sido
plenamente Madre y una admirable educadora.
224
dice san Agustín, las más duras son las batallas de la castidad, en la que la lucha es diaria y
rara la victoria. ¿Por qué es rara la victoria? Porque no se ponen los medios para vencer.
Pues bien, María nos muestra los medios para ser castos: el ayuno, evitar ciertas ocasiones
y la oración.
Por ayuno se entiende la mortificación, sobre todo de los ojos y de la gula. María
Santísima, aunque llena de gracias, tenía que ser mortificada en las miradas sin fijar los ojos
en nadie, de modo que era la admiración de todos desde su tierna infancia. Toda su vida
fue mortificada en el comer. Afirma san Buenaventura que no hubiera acumulado tanta
gracia si no hubiera sido morigerada en los alimentos, pues no se acompañan la gracia y la
gula. En suma, María fue mortificada en todo. Nosotros también podemos en cierto modo
mortificarnos, auto imponiéndonos ciertos sacrificios o vencimientos voluntarios que van
poco a poco robusteciendo nuestra fuerza de voluntad para ejercitarnos en el "dominio de
sí mismo" y ser firmes ante las tentaciones que ciertamente se nos presentarán a lo largo
de la vida.
225
El Hijo de Dios vino a la tierra para salvar a todos los hombres..., y para llevar a
cabo esta misión, pasó su vida terrena en el seno de una familia, con el fin de hacernos
comprender la importancia insustituible de esta primera célula de la sociedad.
La Sagrada Familia, ejemplo y modelo de familia cristiana, manifiesta los ideales que,
según el eterno designio de Dios, toda familia debe buscar.
Narra el Evangelio que al volver José y María de Jerusalén, Jesús se quedó allí sin
que ellos se dieran cuenta. Después de tres días de búsqueda “le hallaron en el Templo,
sentado en medio de los doctores, oyéndoles y preguntándoles”.
Cuando lo encuentran y ante la pregunta de María, Jesús responde: “¿por qué me
buscabais? ¿No sabías que yo debía estar en la casa de mi Padre?”
226
6. María en las Bodas de Caná (Juan 2, 1-10)
Hubo una boda en Caná de Galilea y allí se encontraban María con su Hijo. Cuando
llegó a faltar el vino, María siempre abierta a las preocupaciones del hombre dijo: “No
tienen vino” (Juan 2, 3).
En este diálogo con Jesús, la vemos realmente como una Madre que pide, que
intercede. Pero, vale la pena ir un poco más profundo, no solo para entender mejor a
Jesús y María, sino también para aprender de María la manera correcta de rezar.
Pero además de este primer aspecto, con el que estamos todos familiarizados,
hay otro, que podríamos ver fácilmente: María deja todo al juicio de Dios. En Nazaret,
ella entregó su voluntad, sumergiéndola en la de Dios: «He aquí la sierva del Señor; hágase
en mí según tu palabra» (Lucas 1, 38). Y esta continúa siendo su actitud fundamental. Así es
como ella nos enseña a rezar: no para buscar afirmar nuestra propia voluntad y nuestros
propios deseos ante Dios, sino para permitirle que decida aquello que Él quiera hacer. De
María nosotros aprendemos el gusto y disposición para ayudar, pero también
227
aprendemos la humildad y generosidad para aceptar la voluntad de Dios, en la
confiada convicción de que lo que sea que El diga como respuesta será lo mejor para
nosotros.
Jesús, luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu Madre” (Jn 19, 26-27). Con estas
palabras Jesús lo invita a que ame a María verdaderamente como Madre propia. En Juan,
Jesús ve a todos los hombres a quienes deja este testamento de amor. En concreto, Jesús
funda con estas palabras el culto Mariano de la Iglesia.
Así, el culto que la Iglesia rinde a la Virgen no es sólo fruto de una iniciativa
espontánea de los creyentes ante el valor excepcional de su persona y la importancia de
su papel en la obra de la salvación; se funda en la voluntad de Cristo.
Las palabras: "He ahí a tu madre" expresan la intención de Jesús de suscitar en cada
uno de nosotros, una actitud de amor y confianza en María, impulsándonos a reconocer
en ella a nuestra madre, la madre de todo creyente.
228
Descubren, además, la alegría de confiar en el amor materno de María, viviendo como
hijos afectuosos y dóciles.
La Virgen no sufrió por sí misma, pues era la siempre inmaculada (sin pecado);
sufrió por nosotros, por ser Madre de todos.
Debemos apreciar cada vez mas el don que Cristo crucificado nos ha hecho,
dejándonos como Madre a su misma Madre.
María llevó el cuerpo de Jesús en su seno virginal, después lo dio a luz en la noche
de Belén, lo llevó en sus brazos siendo niño, lo llevó al templo el día de su presentación.
Lo llevó más que en sus brazos, en su corazón, especialmente junto a la Cruz. Su corazón
fue traspasado por el dolor y compartió el dolor asociándose al sacrificio del Hijo. Y luego
cuando ya había expirado y lo habían bajado de la cruz, Él descansó una vez más en sus
brazos. Lo tomaron de los brazos de la Madre y lo devolvieron a la tierra; cerraron el
sepulcro con una losa...Y he aquí, quitada ahora la piedra, la tumba está vacía...¡Cristo a
quien María llevó ha resucitado! ¿Podría cualquier narración describir el momento de la
resurrección del Hijo en el corazón de la Madre?
229
9. María, madre de la Iglesia
Cada madre transmite a los hijos la propia semejanza: también entre María y la
Iglesia hay una relación de semejanza profunda. María es la figura ideal, la personificación,
el modelo de la Iglesia. Ella es la primera entre los humildes y pobres, el resto fiel, que
espera la Redención; y Ella es también la primera entre los rescatados que, en humildad y
obediencia, acogen la venida del Redentor.
De María nace Cristo Cabeza, a quien está unida desde entonces la Iglesia, su
Cuerpo. La Iglesia fue congregada en el Cenáculo con María, que era la Madre de Jesús y
con sus hermanos. No se puede, por tanto, hablar de Iglesia si no está presente María, la
Madre del Señor, con sus hermanos.
230
COMENTAR:
IV. COMPROMISO
Cada uno puede escribir un compromiso y ofrecerlo a María. Lo guarda para
comentarlo en la reunión siguiente.
ORACIÓN FINAL
231
ANEXO
I. DOGMAS MARIANOS:
232
Virgen del Carmen Maipú, 16 de julio.
Nuestra Señora de las Mercedes, Isla de Maipo 24 de septiembre.
Nuestra Señora de Guadalupe de Ayquina, Calama 8 de septiembre y 12 de
diciembre.
Nuestra Señora del Rosario de las Peñas, Arica. Primer domingo de Octubre.
Inmaculada Concepción, 8 de diciembre.
Virgen de Lo Vásquez, Casablanca 8 de diciembre.
Nuestra Señora de Andacollo, Andacollo 26 y 27 de diciembre, y primer
domingo de octubre.
233
234
El Espíritu Santo, la promesa de Jesús
"Es mi firme convicción de que, si al Espíritu Santo se lo glorifica
más en la Iglesia, también la glorificará más Él y le dará las gracias
que necesita para vencer los errores y hará que ya no haya sino un
solo rebaño bajo un solo pastor".
Arnoldo Janssen
ORACIÓN INICIAL
Bendito sea el Espíritu Santo, cuya unción consagró a Jesús Mesías y Profeta.
Bendito sea el Espíritu Santo, que Dios concede a nuestras oraciones.
Bendito sea el Espíritu Santo, que Jesús prometió como "Otro Defensor".
Bendito sea el Espíritu Santo, que nos recuerda todo cuanto Jesús dijo.
Bendito sea el Espíritu Santo, que nos conduce a la totalidad de la verdad.
Bendito sea el Espíritu Santo, que hizo a los Apóstoles testigos de Jesús.
Bendito sea el Espíritu Santo, que reúne a todos los hombres y a todas las lenguas.
Bendito sea el Espíritu Santo, que nos es dado en la Confirmación para el testimonio.
Bendito sea el Espíritu Santo, que inspira las respuestas de los mártires.
Bendito sea el Espíritu Santo, por quien el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la
Sangre de Jesús.
Bendito sea el Espíritu Santo, por quien formamos un solo cuerpo comiendo un solo pan.
Bendito sea el Espíritu Santo, por quien son perdonados nuestros pecados.
Bendito sea el Espíritu Santo, que por la imposición de las manos se da a los diáconos,
sacerdotes y Obispos.
Bendito sea el Espíritu Santo, alma de la Iglesia.
Bendito sea el Espíritu Santo, fuente de la caridad.
Amén.
Oraciones espontáneas…..
Padre Nuestro……
I. Revisión de Compromiso anterior: comentar
II. Lectura Bíblica: Hechos 2, 1- 4.
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De pronto
vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde
estaban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego, las que separándose, se fueron
posando sobre cada uno de ellos. Y quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a
hablar idiomas distintos, en los cuales el Espíritu les concedía expresarse.”
Palabra de Dios
INTRODUCCIÓN.
El sacramento de la Confirmación es por excelencia el sacramento del Espíritu
Santo, la Tercera Persona de la Trinidad, de entre cuyas características destaca, el dar la
vida y hablar a través de los profetas. El Espíritu Santo, ha de ser alabado con la misma
fuerza que el Padre y el Hijo. Quien recibe este Espíritu debe promover en su vida la
potencia del amor y la entrega sin límites.
236
En el plan de salvación podemos ver la participación Trinitaria, el Padre envía al
Hijo que muere por nosotros y finalmente el Espíritu que viene gracias a esta muerte
redentora. Analógicamente, con el Bautismo somos parte del pueblo de Dios, la Eucaristía
es alimento que nos permite seguir “vivos”, y la Confirmación nos constituye en hombres
dispuestos a vivir según el Espíritu.
Podemos hacer una reflexión: así como Cristo padeció y murió por nosotros
provocando la venida del Espíritu Santo sobre una Iglesia que peregrina hacia la plenitud
de los tiempos, así también nosotros asumiendo nuestros dolores, cargando nuestra
propia cruz, haremos que el Espíritu Santo colme la vida.
Cuando Jesús asciende a los cielos, no significa que nos deje solos, que ya
no participe en la Iglesia, recordemos que Él es cabeza de la Iglesia, sino se refiere a que
su partida es necesaria para la culminación del plan salvador. El Espíritu es
esencial para la plenitud de la redención: “La encarnación alcanza su eficacia redentora
mediante el Espíritu Santo. Cristo, al marcharse de este mundo, no sólo deja su
mensaje salvífico, sino que «da» el Espíritu Santo, al que está ligada la eficacia
del mensaje y de la misma redención en toda su plenitud”. (Ibid; nº 4).
237
concluiría la obra por El comenzada durante su vida mortal”. (León XIII, Encíclica
Divinum Illud Munus, nº 1).
Para nosotros los cristianos, el Espíritu Santo es vida y amor que fecunda y hace
madurar la fe. Quien vive en el Espíritu, reaviva y vigoriza su fe, sigue el camino de la
verdad y de la justicia.
ANTIGUO TESTAMENTO
2 Reyes 2, 1 – 18.
Este texto nos muestra como el Espíritu es capaz de transmitir el don profético,
Eliseo ha heredado el ser profeta sufriendo además una transformación radical en su vida.
Por otro lado este don del Espíritu puede perderlo, le pertenece a Él, lo cual es coherente
con la libertad de acción del Espíritu. El relato describe claramente la dinámica del
Espíritu que anima e inspira al profeta para dar testimonio del Señor.
238
Isaías 11, 1 – 5.
Si en los textos anteriores el Espíritu de Dios estaba vinculado al don de
profecía, en este texto lo está respecto de la realeza. Se enfatiza el vínculo del rey
con la divinidad que le entrega el Espíritu, hay un relato bíblico que ilustra claramente
esto: “Samuel tomó el cuerno de aceite y le dio la unción en medio de sus hermanos, y el espíritu
del Señor se derramó sobre David a partir de aquel día y estuvo con él en adelante” (1 Samuel
16, 13). Gracias al Espíritu el monarca posee cualidades especiales, sabiduría
para conducir al pueblo a la felicidad, fuerza para defenderlo de los ataques de
otros pueblos invasores, sabiduría para practicar la justicia, uno de los primeros deberes
del soberano, el rey ha de reparar las equivocaciones que provocan injusticia, debe
además dar a cada uno lo que le corresponde, causando así la paz y la armonía de cada
uno de los miembros del pueblo.
Isaías 42, 1 – 7
He aquí un texto de esperanza para el pueblo de Dios que está en el destierro, el
siervo es quien debe llevar adelante aquella misión esperanzadora de fundar el derecho en
medio del pueblo, pero no como un código, sino llegando a la conciencia más profunda del
ser humano. La justicia se ha de implantar sin violencia, abiertos a la esperanza cuando
pareciera ser que ella no llega. El Espíritu elige y entrega una misión al siervo y
este puede cumplirla única y exclusivamente gracias a la fuerza que recibe.
Isaías 61, 1 – 3.
En este texto maravilloso hay implícita una relación con uno de los signos más
importantes en el sacramento de la Confirmación, la unción.
Ez 36, 23 – 27.
El profeta anuncia la esperanza a su pueblo, el cual debe renovar su corazón y su
espíritu. Israel debe cambiar para poder relacionarse correctamente con su
Dios, es necesario por tanto, nacer de nuevo. Esta obra solo es posible si Dios
entrega su Espíritu hasta un grado extremo, Dios no se reservará nada para que
Israel se transforme desde la raíz.
239
Ez 37, 1 – 14
El texto especifica la situación desesperada de un pueblo “cuyos huesos se han
secado”, sin embargo, el Espíritu de Dios será quien les devuelva la vida, la resurrección
de los muertos es obra del Espíritu. En el relato, el Espíritu aparece como
esencialmente el dador de vida, de los huesos, la carne, la piel, etc. Sin este aliento de
vida el hombre no puede ser tal. Cuando todos esos cuerpos tengan la vida gracias al
soplo del Espíritu, la comunión entre Dios y su pueblo será una realidad.
Sabiduría 7, 22 – 8, 1.
La sabiduría es la que mueve, gobierna y renueva el universo, además
es la que plenifica el alma de los hombres fieles a Dios y de los profetas. La
sabiduría es obra del Espíritu, el cual trasciende el orden de la materia, la penetra y
transforma. El Espíritu es múltiple en virtudes y acciones, el Espíritu es eficaz en todo lo
que hace, de una pureza ilimitada. El Espíritu es amigo de lo bueno, ordena el mundo con
correcta intención y suma bondad. El Espíritu es constante y sereno con un saber y poder
infinitos.
NUEVO TESTAMENTO.
Marcos 1, 9 -13.
En épocas anteriores a Cristo, bautizarse era sumergirse en el agua lo mismo que
se baja a la muerte. Jesús usa la imagen del bautismo para interrogar a sus seguidores si
están dispuestos a morir con Él. Así lo expresará en el futuro el encuentro entre Santiago,
Juan y Jesús cuando éste les pregunte si están dispuestos a compartir su pasión (Mc 10,38).
Cuando Juan bautiza a Jesús se anticipa su muerte, su pasión.
La imagen del cielo que se desgarra simboliza el trastorno cósmico que se produce
con el bautismo de Jesús, el mismo que ocurrirá cuando el velo del templo se desgarre en
dos partes al momento de la muerte de Jesús (Mc 15, 38). Cristo transforma el orden del
mundo, su muerte eliminará el culto del pueblo judío que el templo simbolizaba y dará
inicio a su misión que inaugura los nuevos tiempos.
240
La aparición del Espíritu Santo en el texto, recuerda al profeta Isaías: ¿“Donde está
el que los salvó del mar, el pastor de su rebaño? ¿Dónde está el que ponía en medio de ellos su
Espíritu Santo?” (Is 63, 11). Jesús es el nuevo Moisés, encargado de conducir al pueblo al
final de su viaje. Jesús da inicio a la intervención definitiva de Dios a favor de sus hijos.
En el profeta Oseas, Israel recibe el nombre de “Hijo mío”. Jesús también tiene ese
título, Él ha de gobernar con justicia, generando la paz. El texto también puede
relacionarse con el relato de Isaac, el hijo amado de Abraham, prefigura del Cristo que
nos lleva a la vida a través de su muerte. Jesús es el amado del Padre, así lo indica la voz
del cielo en el bautismo de Juan, así se escucha en la transfiguración. El texto manifiesta la
participación de Cristo en la vida de la trinidad, intencionalmente se agrupan la persona
del Hijo, y la presencia del Espíritu.
Jesús es tentado por Satanás y una vez más le derrota. Luego, viene la paz, la
armonía del universo, las fieras del desierto nada le hacen, los ángeles le sirven con suma
reverencia. Jesús provoca la paz mesiánica, paz que nunca debió perderse, pues el hombre
está llamado a la eternidad en un mundo pacífico reconciliado definitivamente con Dios.
El Espíritu Santo es anunciado por Juan como aquel con el cual habrá de bautizar
Cristo (Mc 1, 8), lo recibe y se retira al desierto, con Él enfrenta a Satanás. El que se
enfrenta al Espíritu ya está perdido, los demonios huirán despavoridos, quien está en
contra del plan de Dios, recibe las palabras precisas que el Espíritu inspirará: “El Espíritu
que vino sobre el discípulo en el bautismo, para que su lucha, su sufrimiento y su muerte
sean caminos de resurrección”. (Cuadernos bíblicos, nº 52; Quesnel, Michel, p.29)
Lucas 4, 16 – 21.
Jesús cita al profeta y el Espíritu se manifiesta:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha consagrado
por la unción. Me ha enviado a anunciar la buena nueva a los pobres, a
curar a los que tienen el corazón roto, y a anunciar a los prisioneros que
están libres y a los ciegos que verán la luz, a proclamar un año de
beneficios, concedido por el Señor, y un día de venganza” (Isaías 61, 1 –
2 ).
241
Desde el nacimiento hasta la muerte de Jesús, el pueblo elegido de Israel, vivirá un
tiempo de privilegio, donde la esperanza en un mundo más justo y llevadero despertará a
partir de la predicación del Redentor: “En un rincón discreto del imperio romano, se va a
colmar durante algunos meses el deseo de felicidad y de libertad que anida en el corazón
de los hombres desde la creación y que tan bien expresaron los profetas de Israel. ¿Hasta
cuando? Hasta que esos mismos hombres maten a aquel que les traía la felicidad y tome
su relevo el pueblo del Espíritu” (Ibíd.; p. 34).
El Espíritu Santo, anima a los profetas de Israel, Juan Bautista será el último, lleno
del Espíritu y su fuerza. Jesús es el Profeta Mayor, el Profeta con Mayúscula, el que
sustituye a todos los profetas y lo que ellos predican. El Espíritu Santo, en Pentecostés,
revestirá a la Iglesia de una acción profética.
Jn 3, 3 – 8.
Jesús explica a Nicodemo que nacer de arriba es efecto de la acción del agua y del
Espíritu. En el corazón del hombre habrá de habitar el don del Espíritu Santo,
en eso consiste el nuevo nacimiento. El Espíritu conduce a la verdad, pero se
requiere de una apertura a su suave voz. Nacer de arriba es necesario para entrar
en el Reino de Dios, de hecho ese es el sentido de toda la vida humana, caminar hacia la
plenitud del Reino, pero siempre bajo el influjo del Espíritu Santo: “A los discípulos
reunidos en el cenáculo el resucitado les da el Espíritu de la nueva creación… ( )…
haciendo de ellos el punto de partida de la humanidad rescatada.”(Cuadernos bíblicos nº
52; Cothenet, Edouard, p.37).
Hechos 2, 1 – 39
Se cumplen las escrituras, están dadas las condiciones para la venida del Espíritu,
Judas Iscariote ya ha sido reemplazado. Las frases: “todos llenos”; “toda la casa”;
expresan la plenitud del tiempo y del espacio, el cumplimiento, la unanimidad: “Plenitud
en el tiempo, en el espacio, en el número y en el corazón: todo esto remite a un
acontecimiento ideal y perfecto” (Cuadernos bíblicos nº 52; Alain Marchadour, p. 42).
Los efectos del Espíritu Santo, que nadie sabe de dónde viene ni adónde va, se
visualizan nítidamente, los apóstoles hablan en la lengua de quienes asisten al evento,
provocando la admiración de todos. La efusión del Espíritu Santo ha llegado.
Pedro y Juan imponen las manos, perpetuando el sacramento de la
Confirmación hasta el fin de los tiempos.
242
El relato de Pentecostés hay que ubicarlo en el marco bíblico general. En el
Bautismo de Jesús, el cielo se abre para que irrumpa el Espíritu, en los Hechos los
Apóstoles se llenan del Espíritu, las promesas se cumplen. La historia de la salvación es
dividida por Lucas en tres grandes momentos: El Antiguo Testamento; la Encarnación,
Muerte y Resurrección de Jesús; finalmente el tercer momento es el periodo del Espíritu:
“El vínculo entre estos tres periodos está constituido por Jesús, es él a quien anuncia Juan
Bautista antes de cerrar la última página del Antiguo Testamento; es él el que llena el
periodo central; es él finalmente el que da la clave de interpretación de Pentecostés,
como demuestra el discurso de Pedro”. (Ibíd., p. 46)
Romanos 8.
El Espíritu Santo ha liberado al hombre de la muerte, la vida se entrega generosa a
quienes viven según Cristo, pues su cruz superó el pecado, la ley judía queda caduca: “En
adelante, está en obra otro principio de salvación que en esta ocasión se designa como
“la ley del Espíritu” (Ibid, p. 55).
243
Comentar:
1. ¿Quién es el Espíritu santo para ti?
2. ¿Por qué se dice que el Espíritu Santo es menos conocido que el Padre y el Hijo?
3. ¿Qué papel juega el Espíritu Santo en la Biblia?
4. ¿Sientes el Espíritu Santo en tu vida?
Soplo de vida.
Para las primeras comunidades cristianas, el Espíritu Santo será un “soplo
inmaterial”, esto va de acuerdo con la concepción judía de un aliento no material, sino
trascendente que activa al hombre, es decir, le da la vida.
Alguien
Los primeros cristianos tienen clara conciencia de que en medio de ellos actúa no
una fuerza extraña, sino un ser personal que los anima y fortalece, su procedencia es
trinitaria. El Espíritu Santo es concebido en igualdad al Padre y al Hijo, por eso el Alguien
será con mayúscula (2 Cor 13,13; Rom 1, 4; 2 Pe 1, 4). El Espíritu Santo, es Dios y su
obrar es de acuerdo a como obra el Hijo y el Padre. Es el Espíritu Santo el que nos hace
hijos de Dios (Rom 8, 8 -30).
244
Pero nada añaden a estas realidades, sino la indivisión de éstas” (Summa Theologica: 1 a
Q. 30, a. 3).
Procesión de amor
La Escritura, enfatiza la santidad del Espíritu. Para San Agustín, el Amor es una
característica muy específica en el Espíritu, amor que se esparce en el corazón de los
hombres: “El Espíritu Santo es el beso mutuo del Padre y del Hijo” (San Bernardo).
Dios
Santo Tomás de Aquino reflexiona sobre este punto que siempre la Iglesia creyó:
El Espíritu Santo es Dios. En la Escritura hay innumerables testimonios de la divinidad del
Espíritu. Analizando el texto de San Pablo, 1 Cor 6, 19, el Aquinate nos dice que la
comunidad cristiana tenía clara conciencia de que “ser Templos del Espíritu Santo”,
significaba que un ser divino solamente podía habitarlo: “A quien, sino a Dios sólo se
consagran templos… ()… Por ser Cristo verdadero Dios, no sería conveniente que los
miembros de Cristo fueran Templos del Espíritu Santo si éste no fuese Dios” (C.G., XVII
(Suma Contra Gentiles)).
El Espíritu Santo es Dios, porque santificar le es algo propio, Levítico 22,32; 1 Cor
6, 11; 2 Tes 2, 13. El Espíritu Santo es Dios, porque como señala San Pablo en Rom 8,13
es el Espíritu el que entrega la vida y predomina el alma sobre la carne: “Así como el alma
asegura al cuerpo la vida natural; de la misma manera Dios comunica a esta alma la vida
de justicia o de santidad” (Ibid.). Por lo tanto, solo Dios puede dar la vida.
Para reflexionar:
1. ¿Quién es el Espíritu Santo?
2. ¿Lo puedes representar de alguna manera?
3. ¿Lo sientes personalmente?
245
EL ESPÍRITU SANTO Y PENTECOSTÉS
246
muerto. Sin embargo, esta realidad dramática del pecado, no significa que los seres
humanos vivamos culpándonos con un remordimiento demoledor, sino que el cristiano
se alegrará porque Cristo ha vencido el pecado, se necesita entonces de la respuesta de
la fe para salvarse: “Esto está ya subrayado en este primer discurso cuando Pedro
exclama: « Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo
a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado ». Y a continuación, cuando los presentes
preguntan a Pedro y a los demás apóstoles: « ¿Qué hemos de hacer, hermanos? » él les
responde: « Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo,
para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo » (Ibid nº 31).
El que Jesús haya resucitado y perdonado a todo el género humano, debe ser
anunciado a todos los pueblos, pero la aceptación de este misterio dependerá de la
acción del Espíritu Santo, el hombre por sus solas fuerza es incapaz de penetrar en este
misterio: “Al convencer al « mundo » del pecado del Gólgota —la muerte del Cordero
inocente—, como sucede el día de Pentecostés, el Espíritu Santo convence también de
todo pecado cometido en cualquier lugar y momento de la historia del hombre, pues
demuestra su relación con la cruz de Cristo” (Ibid nº 32).
El joven confirmado, se deja inundar por el Espíritu Santo, reconoce este tiempo
precioso de la Iglesia de anuncio del triunfo de Jesús, por eso es que la Confirmación es
un regalo de Dios que al igual como en Pentecostés nos impulsa a la misión de anunciar
que Jesús murió y resucitó por nuestros pecados.
247
Para reflexionar:
1. ¿Qué relación existe entre Pentecostés y la Confirmación?
2. ¿Qué significa Pentecostés en tu vida?
3. ¿Te sientes llamado a la Misión?
El Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 1831, define: “Los siete dones del
Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y
temor de Dios...Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben.
Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas”.
Los dones del Espíritu Santo son enumerados por el profeta Isaías, cuando anuncia al
futuro Redentor como hijo de María Santísima, descendiente de la familia de David (Isaías
11, 1-2).
Los dones del Espíritu Santo están presentes en la persona humana, desde
el mismo momento en que ha recibido el Bautismo. El que, por la gracia, es hijo de
Dios, posee todos los dones. En este mismo sentido, todos los fieles están en posesión
de todos los dones, aún cuando sea cierto que no todos los poseen de la misma
manera. Según la misión particular que Dios asigna a cada uno, la favorece más
con uno u otro don. Así, como las potencias del alma no tienen la misma perfección, así
los dones del Espíritu Santo son como una escala descendente, partiendo del don de la
Sabiduría, que es el más alto, hasta el don del Temor de Dios, que es el último de la
escala.
Para seguir al Señor y para trabajar para El, necesito de su ayuda, de los
dones que me hacen ver y hacer su voluntad.
No debemos olvidar que recibimos los dones del Espíritu Santo junto con el
estado de gracia, pero son solamente facultades en potencia que necesitan ser
248
desarrolladas; los dones son efusiones gratuitas que exigen correspondencia, es
decir, el cultivo de ellos mismos.
Los dones perfeccionan las virtudes (teologales: Fe, Esperanza y Caridad; cardinales:
justicia, prudencia, fortaleza y templanza) y las hacen heroicas, impulsándonos a realizar
aquellos actos que necesitan de una fuerza especial para ser realizados.
Mediante este don, el Espíritu nos hace conocer las verdades divinas en sus causas
más altas, nos hace gustar y gozar de Dios y de las cosas divinas. La persona que tiene
la luz de la fe, cree y sabe que Dios es infinitamente bueno, pero no experimenta ni gusta de
esta dulzura. En cambio la persona que recibe el don de sabiduría, no sólo cree, sino
que además gusta, experimenta y todo su corazón se llena. Así, recibe con gozo
la Santa Comunión y busca la intimidad de las visitas a Jesús Sacramentado.
Quien posee este don no desea sino asemejarse a Jesús y agradarle y por lo
mismo siente un mayor impulso y fuerza para practicar el bien. Como se goza del
249
amor de Dios, los placeres de la tierra no tienen para ella atractivos y por eso, no solo no
teme a la Cruz sino que llega a amarla, como también ama la mortificación, la
dulzura, la paciencia y las demás virtudes.
Además, este don nos da una capacidad especial para juzgar las cosas
humanas según la medida de Dios, según la luz de Dios; para ver la realidad a
través de los ojos de Dios.
¿Cómo puedo ser dócil al Don de Sabiduría?
250
La palabra “inteligencia” deriva del latín intus legere, que significa “leer
dentro”, penetrar, comprender a fondo. Mediante este don el Espíritu Santo
que "escruta las profundidades de Dios” (1 Cor 2, 10), comunica al creyente una
chispa de esa capacidad penetrante que le abre el corazón a la gozosa percepción del
designio amoroso de Dios.
Este don nos hace penetrar en lo más íntimo de las verdades reveladas.
Por ejemplo:
- Nos hace ver a Jesús realmente presente bajo las especies eucarísticas. La persona
advierte la presencia real de Jesús, y aunque no lo ve, está segurísima de que Él esta allí,
por una profunda intuición del amor.
- Nos enseña el sentido de las Escrituras y el mensaje que hay detrás.
- Nos hace entender el significado de los signos de los Sacramentos.
- Nos hace ver y entender la acción de Dios en los sucesos cotidianos.
Es como una luz que nos hace ver la verdad de la fe en su realidad, dándonos el
convencimiento de ella sin necesidad de razonamiento.
251
profunda humildad, más con el corazón que con la mente, más para vivir de los
misterios de la fe que por la presunción de escrutarlos.
Una vez que hemos gustado y entendido, nos toca aplicar a las situaciones
concretas de la vida, en nosotros y en los demás, la visión que ennoblece y anima nuestro
diario caminar. Ese es el don de consejo, aconsejarnos y aconsejar. La palabra
oportuna, el consejo leal, el escuchar callado, reverente, largo y atento. A
través de este don nos prestamos un gran servicio unos a otros: nos ayudamos a vivir
en la perspectiva de Dios y a tomar decisiones en la vida. Con el don de
Consejo, es el Espíritu Santo quien habla a nuestro corazón y nos hace
comprender en un momento lo que debemos hacer.
252
en nuestros propósitos, precipitados en nuestras resoluciones, imprudentes en
las palabras y temerarios en el actuar.
El don del Consejo nos da una luz sobrenatural, para distinguir si los movimientos
de la razón o del corazón vienen de la naturaleza o de la gracia; nos hace ver por
ejemplo que las murmuraciones contra los defectos de los demás no son celo
sino resentimiento, que el responder a las ofensas con malas palabras no es
justicia o defensa personal sino ira, odio o venganza, y que desvalorizar las
acciones ajenas no es discernimiento sino envidia, que el preocuparse
demasiado de la comida no es exigencia de la salud sino gula, que la
importancia exagerada que se le da a la propia presentación es vanidad, que la
satisfacción de ciertas sensibilidades o curiosidades es lujuria e impureza, que
lo que se cree moderación (diciendo no soy fanático) en las prácticas religiosas
no es equilibrio sino tibieza.
La persona siente las inspiraciones del Espíritu Santo como una voz que le habla,
haciéndole sentir que es voz de justicia y rectitud. Es lo que comúnmente llamamos,
voz de la conciencia. Así nos sugiere lo que es lícito, lo que corresponde, lo que
nos conviene más. La persona que escucha esta voz interior se abandona a la
continua dirección del Espíritu Santo.
Tenemos el don de fortaleza que es el don que da fuerzas para vivir, el que nos
ayuda a hacer frente a las dificultades, a resistir ante las tentaciones, a abrazar
sufrimientos extraordinarios, dando a la voluntad un impulso y una energía que
la hacen capaz de sufrir alegre y valientemente, y de realizar grandes cosas
superando todos los obstáculos.
253
Reduce el pesimismo, vence las vacilaciones en el decidir, los temores
ante los obstáculos. Da resolución, seguridad, alegría, certeza en el éxito,
empuja a la acción y vuelve heroico en el sufrir, ya sean enfermedades físicas o
tribulaciones morales.
Este don no tiene por objeto sólo los momentos excepcionales que exigen actos
heroicos de la vida, sino también, el sostener la debilidad humana en todos los
momentos.
254
camino del bien, hay que caminar contra la corriente. Al lado de las tendencias, que
nos llevan al bien, hay otras violentísimas y muy activas que nos arrastran al mal y para
combatirlas es necesaria una gran fuerza de voluntad, amor y virtud. Esta fuerza nos
viene del Espíritu Santo.
Así hacen aquellos que se sujetan a una regla, que se esfuerzan de ser fieles a la
oración, que observan el silencio cuando tienen ganas de hablar, que refrenan
su curiosidad, que sufren la intemperie sin quejarse, que se muestran amables
con los antipáticos, y no lo hacen por hipocresía o conveniencia social sino por
Amor a Dios y al prójimo. Se vencen a sí mismos y se adiestran a la fortaleza
atrayendo sobre ellos el don del Espíritu Santo, adaptándose al gusto de los demás, a
su deseo y a su genio, soportando calmadamente las contradicciones y en todo
tratan de vencerse a sí mismos y de triunfar de sus propias pasiones. Todo eso
lo hacen no solamente una vez a lo lejos sino que habitualmente, y no lo hacen sólo con
paciencia sino que con alegría, porque sienten en ellos la fortaleza del Espíritu Santo.
Tenemos que invocar del Espíritu Santo el don de la fortaleza para permanecer
firmes y decididos en el camino del bien. Entonces podremos repetir con San Pablo: “Me
complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones
y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy
fuerte” (2Cor12,10).
255
5. El don de ciencia (perfecciona la virtud de la fe)
Este don nos hace ver también lo que corresponde a nuestra salvación y a la de los
demás, en forma segura y rápida. Nos enseña como tratar con el prójimo respecto
a su eterna salvación. Esta particular efusión del don de Ciencia constituye el
don del “discernimiento de los espíritus” tan necesario para los sacerdotes y
directores espirituales. Muchos Santos, por él conocieron los pensamientos más
secretos de sus penitentes antes de que se los manifestaran.
256
6. El don de piedad (perfecciona la virtud de la religión, culto a Dios)
Esta dulzura y paz nos hacen dulce y amable para con nuestro prójimo,
pues el amor a Dios es inseparable del amor al prójimo. La ternura como apertura
fraterna hacia el prójimo se manifiesta en la mansedumbre. Con este don del Espíritu, el
cristiano piadoso sabe ver en los demás a hijos del mismo Padre, llamados a formar
257
parte de la familia de Dios, que es la Iglesia y se siente impulsado a tratarlos como
hermanos.
Vemos cuán necesario es para los cristianos este don. Sin él trataríamos a Dios
con un espíritu de servilismo y no de amor, la oración nos parecería una carga,
más que un consuelo, las pruebas nos parecerían castigos injustos. Viviríamos
dando un poco al mundo y un poco a Dios, un poco a la naturaleza y un poco al
Espíritu.
Este don es muy necesario para los sacerdotes y personas consagradas, pues sin él,
muchos ejercicios espirituales les serían fastidiosos, ya que no se puede pensar mucho en
alguien si no se le ama.
Este don nos es también muy necesario para tratar a los demás con
caridad, especialmente cuando nos son antipáticos y fastidiosos. No bastan la
buena educación o la diplomacia mundana para acertar en eso; es necesario, la dulzura de
la caridad, el aprecio profundo del prójimo por amor a Dios, la compasión por las
debilidades ajenas, y esto es fruto del don de Piedad. Por este don, los superiores se
vuelven padres; los iguales, hermanos; los pequeños e inferiores, hijos; los sufrientes y
pobres se vuelven nuestros privilegiados.
258
¿Cómo puedo ser dócil al Don de Piedad?
El don del temor de Dios no se trata del temor a ser castigado sino, temor
a ofender, a hacer algo que entristezca a Dios Padre. Necesitamos conocer y admitir
nuestras limitaciones, sabernos vulnerables. Es ahí donde se hace presente el don del santo
temor, cuando se hace presente la conciencia humilde de la propia fragilidad y se siente
movida a la conversión.
2º El Temor de Dios lleva a una viva contrición por las culpas cometidas,
porque se ha ofendido a un Dios infinitamente bueno, y da un gran deseo de
repararlas.
259
El amor ve y aprecia la infinita superioridad de Dios sobre todas las creaturas,
comprende profundamente que sólo Él es digno de todo honor. Por eso se siente un vivo
rechazo por el pecado que atropella la Voluntad de Dios. Por este amor se rechaza la
culpa, se la detesta, se repara, se expía, se llora, se combate, y se desea con
ardiente celo que nadie peque.
Este don es una capacidad sobrenatural que da a nuestra vida docilidad a Dios,
haciéndonos obedecer prontamente su Ley y llenándonos el corazón con un
tierno y respetuoso amor a Dios.
Aún cuando Dios nos invita con sus dones particulares a una dulce
familiaridad con Él, no debemos nunca olvidar de tratarlo con reverencia.
Es necesario también huir de todo aquello que puede generar en nosotros la falta
de respeto a Dios y a las cosas santas, evitando el descuido por las imágenes sagradas, a
veces semi-escondidas o cubiertas de polvo y realizando nuestros actos de piedad con
respeto y sin apuro.
260
meditando la Pasión de Jesucristo y uniendo nuestro propio sacrificio al sacrificio de
Cristo para reparar los propios pecados y los pecados de los hombres.
Siguiendo al Papa Juan Pablo II, reflexionaremos en torno a estos frutos. El Espíritu
Santo ha derramado en nuestro corazón un amor sobrenatural que permite ordenar
todos nuestros actos hacia el fin último: Dios mismo.
Afortunadamente tenemos el auxilio del Espíritu que nos ayuda a cumplir con la
caridad, virtud de índole absolutamente sobrenatural y el primer fruto del Espíritu.
- La paciencia: por ejemplo, con los pecadores, de la misma manera que Jesús los
amó: “Se podría observar que el Espíritu mismo da ejemplo de paciencia con los
pecadores y con su comportamiento imperfecto, como se lee en los evangelios, en
los que Jesús es llamado «amigo de publicanos y de pecadores» (Mt 11, 19; Lc 7, 34).”
( Ibid).
261
- La benevolencia: Consiste en tratar a los demás comprendiéndolos. “También
ella es un reflejo de la benevolencia divina hacia los demás, vistos y tratados con
simpatía y comprensión.”(Ibid).
- Gozo: Consiste en la alegría que no proviene del mundo, de lo que las cosas
materiales nos brindan, sino es aquel fruto que inunda el corazón de manera
permanente. “Sólo el Espíritu Santo da la alegría profunda, plena, duradera, a la que
aspira todo corazón humano. El hombre es un ser hecho para la alegría, no para la
tristeza” (Ibid).
262
- Continencia: Consiste en la moderación en relación a la atracción que ejercen
sobre el hombre los placeres de la vida y los bienes materiales. Es decir, hay un
comportamiento libre respecto de los apetitos, los deseos: “La templanza es a
menudo alabada en el Antiguo Testamento: ‘No vayas detrás de tus pasiones, tus
deseos refrena’ (Si 18, 30). En el Nuevo Testamento es llamada ‘moderación’ o
‘sobriedad’. Debemos ‘vivir con moderación, justicia y piedad en el siglo presente’ (Tt 2,
12)” (CIC nº 1809).
- Castidad: Es aquel fruto del espíritu Santo que modera el deseo del placer sexual,
recurriendo a los principios que nos enseña la fe y la razón. Como la sexualidad es
un don de Dios, no podemos considerarla algo negativo en nuestra vida, pero si no
queremos hacernos dependientes de lo instintivo, hay que trabajar
permanentemente en el dominio de la sexualidad, poniéndola al servicio del amor,
el cual llega a su plenitud en el matrimonio: “La castidad consiste en el dominio de
sí, en la capacidad de orientar el instinto sexual al servicio del amor y de integrarlo
en el desarrollo de la persona.” (Sagrada Congregación para la educación católica;
Orientaciones Educativas sobre el Amor Humano nº 18).
IV. COMPROMISO
1. Esforzarme por ser dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo; por ejemplo, cada
vez que sienta el impulso de rezar, hacerlo.
2. Identificar cuál o cuales de los dones del Espíritu Santo poseo con mayor
intensidad?
3. Rezar durante la semana por los misioneros en el mundo.
Oración final
Te doy gracias Señor,
por el don del espíritu santo,
por su acción en nuestra iglesia,
por su acción diaria en mí,
por el consuelo a los que sufren.
263
264
El Sacramento de la Confirmación:
nuestro propio Pentecostés
ORACIÓN INICIAL
Te pedimos Señor
por este tiempo de preparación,
ayúdanos a abrir nuestro corazón
al Espíritu Santo,
para que estemos siempre dispuestos
a hacer crecer sus dones en nosotros.
Señor Jesús,
enséñanos a comprometernos con la Iglesia,
con los más necesitados;
haznos seguidores tuyos,
marcados con la cruz
de quienes pertenecemos a ti.
Amén.
Oraciones espontáneas…..
Padre Nuestro…….
I. Revisión de Compromiso anterior: comentar
Palabra de Dios.
Introducción
Según Santo Tomás de Aquino, la Confirmación significa “consolidar”; “afirmar”;
“confortar”, este último término alude a la compañía de Jesús en el peregrinar por la vida,
de tal manera que el discípulo pueda soportar los momentos difíciles fortaleciendo su fe:
“La confirmación conforta a la persona en su ser de cristiano, le confía capacidad de
aguante por medio del Espíritu Santo, para que aprenda a ser fiel a sí mismo, a encontrar
su lugar en el mundo”( R.P. Jesús Martí Ballester; Comentarios a la suma de Santo Tomás
(Segunda Parte). El Sacramento de la Confirmación, párrafo 1).
266
1. El Espíritu Santo en el Antiguo Testamento
Sabemos que Cristo instituyó todos los sacramentos, pero ya podemos distinguir
en el Antiguo Testamento prefiguras de ellos. Vamos a analizar algunos textos que
ilustran lo que estamos diciendo. Nos basaremos en los textos que indica el Nuevo
Catecismo de la Iglesia Católica.
En el texto se puede ver con claridad la acción del Espíritu Santo sobre el Mesías,
un nuevo Rey que tendrá permanentemente dones especiales sobre sí. Hay una
consagración, un momento especial en la vida de este Mesías que a futuro será rechazado
y muerto por nuestros pecados.
b. Isaías 61, 1-2 “¡El Espíritu del Señor Yavé está sobre mí!
Sepan que Yavé me ha ungido.
Me ha enviado con un buen mensaje para los humildes,
Para sanar los corazones heridos,
Para anunciar a los desterrados su liberación,
Y a los presos su vuelta a la luz”.
Una vez que el Espíritu Santo baja sobre el Mesías, le consagra, le unge y le
transforma en “Buena Noticia” para los desamparados. Las primeras comunidades
267
cristianas impondrán las manos para que baje el Espíritu y culmine lo que al Bautismo le
faltaba. Luego, se incorporará el rito del aceite sagrado sobre la frente de los confirmados,
sello que los marca como perteneciendo a Cristo para ser testimonio de amor y entrega.
La confirmación es por tanto, fiesta para el que la recibe y esperanza para el que sufre.
Joel universaliza la acción del Espíritu Santo sobre todos los hombres: hijos e hijas,
ancianos, señores y siervos, nadie es excluido de esta acción. La confirmación se anticipa
en el anuncio de los profetas, el Espíritu Santo vendrá en Pentecostés como lo hizo en
Israel, y también vendrá a cada confirmado en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: “Joel
proclama la universalidad del don del Espíritu de Dios y su llamado a ser profeta sin
distinción de sexo o condición social. Esta profecía se cumplió el día de Pentecostés, y
Pedro la menciona en su predicación, ese día en que el Espíritu Santo inició el tiempo de la
268
Iglesia”(La Biblia Católica para Jóvenes; Editorial Verbo Divino Instituto Fe y Vida;
comentario en recuadro “Vive la Palabra”; p. 861).
El confirmado libremente se deja mover por el dinamismo del Espíritu: “Se dice
también de los profetas que les fue comunicado el Espíritu de Dios y de esa manera ellos
tuvieron un nuevo conocimiento de los caminos de la salvación” (Jorge Medina E., Pbro.;
Somos la Iglesia; p.55)
269
promesa de Jesús se cumplió el día de Pentecostés, cuando los discípulos recibieron el
Espíritu Santo y dejando de ser hombres miedosos, se convirtieron en testigos audaces del
Evangelio, dispuestos incluso a soportar sufrimientos, persecuciones y hasta la muerte a
causa de la fe cristiana” ( Ibid; p. 53).
Así como el Espíritu de Dios tocó el corazón de los profetas, así también lo hace
sobre la Madre, quien responde con fe perfecta. En el Nuevo Testamento el Espíritu se
comunicará constantemente marcando las distintas etapas de la salvación.
c. Marcos 1, 10 “Al salir del agua, Jesús vio como el cielo se abría y que el
Espíritu Santo bajaba sobre Él como una paloma. Se oyó
una voz del cielo que decía: ‘Tú eres mi Hijo, el Amado, al
que miro con cariño’”.
d. Hechos 8, 14 -17 “En Jerusalén los apóstoles supieron que los samaritanos
habían aceptado la Palabra de Dios, y les mandaron a
Pedro y Juan. Estos vinieron y oraron por ellos para que
recibieran el Espíritu Santo; ya que todavía no había
bajado sobre ninguno de ellos, y sólo estaban bautizados
en el nombre del Señor Jesús. Les impusieron las manos y
recibieron el Espíritu Santo”.
Este relato del libro de los Hechos señala sin equívocos una acción de los
apóstoles sobre los bautizados diferente al bautismo, los apóstoles imponen las manos
para que el Espíritu baje sobre los convertidos. La imposición es el signo de la venida del
Espíritu y quienes tienen la responsabilidad de hacerlo son los apóstoles: “En esos
primeros tiempos de la Iglesia la comunicación del Espíritu Santo iba con frecuencia
acompañada de hechos extraordinarios. Pero lo importante era recibir un
robustecimiento de la fe y un celo ardiente por anunciarla”( Ibid; p.54).
270
e. Efesios 4,30 “No entristezcan al Espíritu Santo, que Dios puso en
ustedes como su sello, marcándolos así para el día de la
salvación”.
El texto alude a la marca del Espíritu Santo sobre los fieles, los que siguen a Jesús
quedan marcados para siempre, como pertenecientes a Cristo. Una de las características
del sacramento de la Confirmación es que imprime carácter, es decir, no se borra, es para
siempre, así lo ha comprendido siempre la Iglesia.
Hay una gran diferencia entre demostrar algo y prometerlo, en el caso del
sacramento de la confirmación ocurrió que Jesús lo instituye haciendo la promesa de la
venida del Espíritu Santo sobre los convertidos: “Cristo no quiso consumar su obra por sí
mismo, sino mediante el Espíritu enviado por Él y por el Padre, como lo demuestran
claramente las promesas del Espíritu (Jn 16, 13; 15, 26) en sus discursos de despedida”
(R.P. Jesús Martí Ballester; Comentarios a la Suma de Santo Tomás ( Segunda Parte ).
En Lucas 24, 48 Jesús llama a los apóstoles insistentemente a esperar la venida del
Espíritu Santo prometido por el Padre, pues sin su ayuda no es posible comenzar la misión
de anunciar la Buena Nueva a los pueblos. En Hechos 8,15 ya podemos ver claramente la
práctica de la confirmación sobre los que recién se habían bautizado en Samaría.
En síntesis, cuando Jesús promete la efusión del Espíritu Santo que ocurrirá en
Pentecostés se está instituyendo el sacramento de la confirmación. Los testimonios de los
apóstoles que imponen las manos a los recién bautizados reafirma la clara conciencia del
pueblo cristiano de continuar transmitiendo el don del Espíritu a los fieles.
271
2. RELACIÓN ENTRE BAUTISMO Y CONFIRMACIÓN.
El relato nos presenta al apóstol Felipe como fundador de una pequeña comunidad
cristiana en Samaria, ellos han recibido el bautismo, pero como prosigue el texto, les hacía
falta un segundo sacramento; la imposición de las manos: “Hay una carencia en su
condición de cristianos incipientes… ()…De ahí a que se dispongan a realizar un nuevo
signo sacral: “Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo”. No aparece la
palabra “confirmación”, pero sí los suficientes datos como para hablar de un sacramento”
(Luis Resines Llorente; Confirmados Testigos de Cristo, p. 41 -42).
272
sacramento ni de hacer gestos rituales que se puedan prestar a la confusión. Distinguen
entre uno y otro; exigen un orden en la recepción” ( Ibid: p. 44).
La confirmación nos une firmemente a Jesús y aumenta en nuestro ser los dones
del Espíritu Santo. Quien recibe el sacramento, perfecciona su unión con la Iglesia, se
compromete con ella para dar testimonio de Cristo. La confirmación “nos concede una
fuerza especial del Espíritu Santo para defender y difundir la fe mediante la palabra y las
obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de
Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz”( Ibid.).
273
4. EL MINISTRO DE LA CONFIRMACIÓN
La forma del sacramento son las palabras que acompañan la unción y la imposición
de cada confirmando: “RECIBE POR ESTA SEÑAL EL DON DEL ESPÍRITU SANTO”. En
ese momento quien recibe el Espíritu Santo como en Pentecostés queda “marcado” para
siempre como perteneciendo a Jesús totalmente. El cristiano se pone al servicio de Cristo
para siempre: “El efecto específico de cada sacramento es simbolizado por una acción o
por un gesto que quiere hacerlo visible, para la purificación que es propia del bautismo
usamos el agua. Para la Eucaristía que es comida empleamos el pan. Así, la consagración al
servicio de Dios – efecto propio de la confirmación – es simbolizada por la unción.” (Pbro.
Medina, Jorge; “Somos la Iglesia” p. 59).
274
6. El PADRINO
Para la Confirmación, (como para el Bautismo), conviene que los candidatos
busquen la ayuda espiritual de un padrino o de una madrina. Conviene que sea el mismo
que para el Bautismo a fin de subrayar la unidad entre los dos sacramentos (CIC can. 893,
1.2).
7. LA CELEBRACIÓN DE LA CONFIRMACIÓN
275
b) Renovación de los compromisos del Bautismo, además los confirmandos
manifiestan la profesión de la fe del católico.
c) Se pide los dones del Espíritu Santo, el obispo o el sacerdote autorizado, extienden
las manos sobre los que recibirán el sacramento.
f) Bendición final.
Quien recibe este sacramento, debe estar en estado de gracia (sin pecado
grave) y tener el deseo de recibirlo. Si se recibe la Confirmación en pecado, se haría
culpable de un nuevo pecado, y muy grave, cual es la falta de respeto a un sacramento. Si
bien el sacramento es válido, esa persona no recibiría la gracia de la Confirmación en la
celebración del sacramento, y sólo podría recibirla mas tarde cuando arrepentido se
acercara al Sacramento de la Reconciliación (en apéndice se encuentra la doctrina sobre el
Sacramento de la Reconciliación).
IV. COMPROMISO
1. Orar durante una semana al Espíritu Santo para recibir sus dones.
2. Orar por la conversión de aquellos que están lejos de Dios, para que el
Espíritu Santo les convierta.
3. Orar por los compañeros de colegio que tienen muchas dudas de fe.
276
ORACIÓN FINAL
277
ANEXO
SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN
EXAMEN DE CONCIENCIA
• ¿Amo de veras a Dios como Padre y me esfuerzo por cumplir su voluntad como buen hijo
suyo? ¿O lo olvido dejándome absorber por las cosas y las preocupaciones de cada día?
• ¿Hago con desgano las cosas que se refieren a Dios?
• ¿Mi tiempo responde a las prioridades de Dios (oración, familia, estudio, recreación)?
• ¿He abandonado el trato con Dios en la oración o en los sacramentos?
• ¿He llegado a negar la fe o algunas de sus verdades, en mi pensamiento o delante de los
demás?
• ¿Obedezco la enseñanza del magisterio de la Iglesia o interpreto a mi manera?
• ¿Me he acercado indignamente (bajo pecado grave) a recibir algún sacramento?
• ¿He procurado alcanzar la debida formación religiosa que me capacite para dar testimonio de
Cristo con el ejemplo y la palabra? ¿Sé defender a Cristo y a la Iglesia?
• ¿Me preocupo por hacer más cristiano el ambiente a mi alrededor, sin que me influya el “qué
dirán”?
• ¿Nombro a Dios con respeto y amor? ¿Amo y respeto a la Iglesia, al Papa, los obispos, a los
sacerdotes? ¿Colaboro con ellos? ¿Respeto el Templo de Dios?
• ¿He blasfemado o dicho palabras ofensivas contra Dios, la Virgen o los santos?
• ¿He jurado por Dios en falso o sin necesidad?
• ¿Me rebelo contra Dios ante las enfermedades o dificultades de la vida?
• ¿He hecho algún voto, juramento o promesa y he dejado de cumplirlo por mi culpa?
• ¿He jurado hacer algún mal? ¿He reparado el daño provocado si hice el mal?
278
Tercer Mandamiento: “Santificarás las fiestas”.
• ¿He faltado a Misa los domingos o fiestas de precepto, sin causa justificada? ¿Me he distraído
voluntariamente o he llegado tan tarde que no he participado adecuadamente en la Misa?
• ¿He ayunado y guardado abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo?
• ¿Me he confesado al menos una vez al año? ¿Cumplí la penitencia que me impuso el sacerdote
en la última confesión? ¿He hecho penitencia por mis pecados?
• ¿He callado en la confesión, por vergüenza, algún pecado grave? ¿He comulgado después alguna
vez?
• ¿Me he acercado a recibir la Comunión, al menos en Pascua de Resurrección? ¿Me he
confesado para hacerlo en estado de gracia?
279
• ¿Con mi actuar, he cooperado en el pecado de otros (malos consejos, fomentar el odio,
conversaciones, modo de vestir, invitación a presenciar algún espectáculo, préstamo de algún
libro o revista, etc.)? ¿He tratado de reparar el escándalo?
• ¿He llegado a herir o quitar la vida al prójimo?
• ¿He cooperado con el aborto?
• ¿He sido imprudente en la conducción de vehículos?
• ¿He descuidado mi salud? ¿He atentado contra mi vida?
• ¿Me he embriagado, bebido con exceso o tomado drogas?
• ¿Me he dejado dominar por la gula, es decir, por el placer de comer y beber más allá de lo
razonable?
• ¿Me he dejado llevar por deseos o pensamientos impuros, aunque no los haya realizado?
• ¿He tenido conversaciones impuras? ¿Las he comenzado yo?
• ¿He asistido a diversiones que me ponían en ocasión próxima de pecar? (ciertos bailes, cines o
espectáculos inmorales, malas lecturas o compañías).
• Antes de asistir a un espectáculo, o leer un libro, ¿averiguo sobre su calificación moral,
evitando así las deformaciones de conciencia que pueda producirme?
• ¿Me he entretenido con miradas impuras?
• ¿He realizado acciones impuras? (expresiones de cariño desmedidas, relaciones sexuales sin
estar casado, masturbación, pornografía, actos homosexuales).
• ¿Tengo amistades que son ocasión habitual de pecado? ¿Estoy dispuesto a dejarlas?
Séptimo y Décimo Mandamientos: “No robarás” – “No desearás los bienes ajenos”.
• ¿He robado algún objeto o alguna cantidad de dinero? ¿He reparado o restituido pudiendo
hacerlo? ¿He cooperado con otros en algún robo o hurto?
• ¿He engañado cobrando más de lo debido? ¿He reparado el daño causado?
• ¿He procurado evitar, pudiendo hacerlo, las injusticias, los escándalos, hurtos, venganzas,
fraudes y demás abusos que dañan la convivencia social?
280
Octavo Mandamiento: “No levantarás falso testimonio ni mentirás”.
• ¿He dicho mentiras? ¿He reparado el daño ocasionado? ¿Miento habitualmente porque se
trata de cosas de poca importancia?
• ¿He descubierto, sin justa causa, defectos graves de otra persona, aunque sean ciertos, pero
no conocidos? ¿He reparado de alguna manera, por ejemplo, hablando de modo positivo de
esa persona?
• ¿He calumniado atribuyendo a alguien lo que no era verdadero? ¿He reparado el daño?
• ¿He hecho juicios contra el prójimo? ¿Los he comunicado a otras personas? ¿He rectificado
ese juicio inexacto?
• ¿He revelado secretos importantes de otros, descubriéndolos sin justa causa?
• ¿He hablado mal de otros por frivolidad, envidia, o con el único fundamento de que “me
contaron” o de que “se dice por ahí”? Es decir, ¿he cooperado de esta manera a la calumnia y
a la murmuración?
Acto de Contrición
281
282
Llamados a ser discípulos y misioneros de Cristo
"La mayor alegría que podemos brindar a los hombres de hoy, es darles a
conocer la Buena Noticia de Cristo".
ORACIÓN INICIAL
Oraciones espontáneas…..
Padre Nuestro…….
I. Revisión de Compromiso anterior: comentar
"Id, pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo: enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado.”
Palabra de Dios.
El anuncio del Reino supone conciencia de sacrificios, sin embargo, a pesar de que
la pertenencia implica renuncias, en este reino se encontrará la dicha: “Cristo, en cuanto
evangelizador, anuncia ante todo un reino, el reino de Dios, tan importante que, en
relación a él, todo se convierte en "lo demás", que es dado por añadidura (16). Solamente
el reino es pues absoluto y todo el resto es relativo” (ibid n°8).
284
El centro del anuncio de Jesús es la buena noticia de la salvación, los hombres
somos salvados del pecado y de las influencias del demonio, pero también lo somos de
todo aquello que nos hace esclavos.
Misionar es entregar alegría, pues pese al mal de este mundo, Dios se nos da a
conocer: “Todo esto tiene su arranque durante la vida de Cristo, y se logra de manea
definitiva por su muerte y resurrección; pero debe ser continuado pacientemente a través
de la historia hasta ser plenamente realizado el día de la venida final del mismo Cristo,
cosa que nadie sabe cuándo tendrá lugar, a excepción del Padre” (ibid n°9).
285
enseñan, amor a los más pobres y Eucaristía. Misionar es dar testimonio para provocar la
admiración y convertir a los pecadores.
Aunque la iglesia sea misionera por excelencia, saliendo más allá de sus fronteras,
ella también debe evangelizarse a sí misma: “Comunidad de creyentes, comunidad de
esperanza vivida y comunicada, comunidad de amor fraterno, tiene necesidad de escuchar
sin cesar lo que debe creer, las razones para esperar, el mandamiento nuevo del
amor.”(ibid).
Características de la evangelización.
La pregunta fundamental de todos los hombres es: ¿cómo se realiza este - llegar a
ser hombre? ¿Cómo se aprende el arte de vivir? ¿Cuál es el camino de la felicidad?
Evangelizar quiere decir: mostrar este camino - enseñar el arte de vivir. Jesús dice
al comenzar su vida pública: “Él me ha ungido para llevar las buenas nuevas a los pobres” (Lc
286
4, 18); y esto quiere decir: Yo tengo la respuesta a esta pregunta fundamental; les enseño
el camino de la vida, el camino de la felicidad, mejor dicho: Yo soy ese camino. Si el arte
de vivir permanece desconocido, todo el resto no puede funcionar. Sin embargo, este arte
no es objeto de la ciencia - este arte puede ser comunicado sólo por quien tiene la vida -
aquél que es el Evangelio en persona.
Evangelizar significa llegar a todos los ambientes del mundo e influir transformando
internamente a la humanidad. Se requiere para tal efecto la conversión a partir de la
aceptación de Cristo.
El anuncio del Evangelio, además del testimonio, requiere sin embargo, de una
justificación, de una razón de la esperanza (1 Pe. 3, 15). Hay que explicitar el anuncio de
Jesús, la doctrina y toda su vida señalada en la escritura; en la Palabra.
Misionar es hacer que el otro escuche el Evangelio, lo acepte, asimile y adhiera a él.
Los misioneros tienen como objetivo que las personas acepten el programa de vida que
Jesús ofrece, persiguiendo un mundo nuevo e incorporándose a una comunidad que es la
Iglesia: “En el dinamismo de la evangelización, aquel que acoge el Evangelio como Palabra
que salva, lo traduce normalmente en estos gestos sacramentales: adhesión a la Iglesia,
acogida de los sacramentos que manifiestan y sostienen esta adhesión, por la gracia que
287
confieren” (ibid n°23). El que misiona lo hace porque ha sido evangelizado, es imposible
permanecer indiferente a la voz de Jesús.
288
La Iglesia cuando misiona busca y promueve el diálogo, sin rechazar lo que hay de
bueno y verdadero en las religiones no cristianas. La Iglesia respeta las obras, testimonio,
preceptos y doctrinas de otras confesiones porque reflejan en no pocas ocasiones a Dios:
“(La Iglesia)… Anuncia y tiene la obligación de anunciar constantemente a Cristo, que es
"el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn., 14,6), en quien los hombres encuentran la plenitud de
la vida religiosa y en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas” (Concilio Vaticano II,
Declaración Nostra Aetate, n°1).
La misión hoy.
Una madre no puede dar vida a un niño sin sufrimiento. Todo parto exige
sufrimiento, es sufrimiento, y el devenir cristiano es un parto. Digámoslo todavía una vez
con las palabras del Señor: El reino de Dios exige violencia (Mt 11, 12; Lc 16, 16), pero la
violencia de Dios es el sufrimiento, es la cruz. No podemos dar vida a otros, sin dar
nuestra vida. Recordemos las palabras del Salvador: "... el que sacrifique su vida por mí y
por el Evangelio, la salvará" (Mc 8, 35).
289
Nadie puede ser misionero si no está lleno de alegría por la tarea de anunciar el
Evangelio. Un misionero debe ser Buena Noticia para los hombres y la sociedad, tiene que
dejarse santificar por Jesús para ser un buen instrumento.
El misionero que anuncia a Jesús promueve al hombre, siendo los brazos de Cristo
que desea liberar del sufrimiento: “Iluminados por Cristo, el sufrimiento, la injusticia y la
cruz nos interpelan a vivir como iglesia samaritana, recordando que la evangelización ha
ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana”(documento
de Aparecida, n°27).
1. La Conversión:
La palabra griega usada para "convertirse" significa: volver a pensar - poner en
discusión el propio y el común modo de vivir; dejar entrar a Dios en los criterios de la
propia vida; no juzgar más simplemente según las opiniones corrientes. Convertirse
significa, por lo tanto, no vivir como viven todos, no hacer como hacen todos, no sentirse
justificados en acciones dudosas, ambiguas, malvadas por el hecho que otros hacen lo
mismo; comenzar a ver la propia vida con los ojos de Dios; buscar, por lo tanto, el bien,
aún cuando es incómodo; no hacerlo pensando en el juicio de la mayoría, de los hombres,
sino en el juicio de Dios - con otras palabras: buscar un nuevo estilo de vida, una vida
nueva. Todo esto no implica un moralismo, la reducción del cristianismo a la moralidad
pierde de vista la esencia del mensaje de Cristo: el don de una nueva amistad, el don de la
comunión con Jesús y, por lo tanto, con Dios. Quien se convierte a Cristo no entiende
crearse una autarquía moral suya, no pretende reconstruir con sus propias fuerzas su
propia bondad.
290
Evangelio crea vida, crea comunidad de camino; una conversión puramente individual no
tiene consistencia.
2. El Reino de Dios:
La palabra clave del anuncio de Jesús es: Reino de Dios. Sin embargo, Reino de Dios
no es una cosa, una estructura social o política, una utopía. El Reino de Dios es Dios. Reino
de Dios quiere decir: Dios existe. Dios vive. Dios está presente y actúa en el mundo, en
nuestra vida - en mi vida. Dios no es una lejana "causa última", Dios no es el "gran
arquitecto" del deísmo que ha construido la máquina del mundo y ahora estaría fuera - por
el contrario Dios es la realidad más presente y decisiva en cada acto de mi vida, en cada
momento de la historia. La evangelización, antes que nada, tiene que hablar de Dios,
anunciar el único Dios verdadero: el Creador - el Santificador - el Juez (cf. El Catequismo
de la Iglesia Católica).
Debemos anunciar a un Dios que nunca nos abandona, un Dios amor que
acompaña compasivamente la historia del hombre, los destinatarios de este mensaje son
preferencialmente los pobres y los pecadores, ellos necesitan de una Buena Noticia,
Cristo mismo: “Anunciamos a nuestros pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es
una amenaza para el hombre, que está cerca con el poder salvador y liberador de su
Reino, que nos acompaña en la tribulación, que alienta incesantemente nuestra esperanza
en medio de todas las pruebas. Los cristianos somos portadores de buenas noticias para la
humanidad y no profetas de desventuras” (documento de Aparecida, n°30).
Pero, Dios no puede hacerse conocido sólo con las palabras. No se conoce una
persona si se sabe de esta persona sólo a través de otra. Anunciar a Dios es introducir en
la relación con Dios: enseñar a rezar. La oración es fe en acto. Y sólo en la experiencia de
la vida con Dios aparece también la evidencia de su existencia.
3. Jesucristo
Sólo en Cristo y a través de Cristo el tema de Dios se vuelve realmente concreto:
Cristo es el Emmanuel, el Dios-con-nosotros.
Los contenidos del anuncio del Salvador son muchos, pero podemos brevemente
destacar aquí dos aspectos importantes. El primero es el seguimiento de Cristo; Cristo se
ofrece como camino de mi vida. Este camino es la comunión con Cristo, realizable en la
vida sacramental.
291
que se vuelve el nacimiento del hombre nuevo, creado según Dios (cf. Ef 4, 24). Quien
omite la cruz, omite la esencia del cristianismo (cf. 1 Cor 2, 2).
Los cristianos somos misioneros, debemos por tanto serlo, siguiendo de cerca a
Jesús, incluso imitando sus actitudes de servicio y obediencia al Padre. El misionero ha de
tener un espíritu de pobreza, como Jesús lo fue, generosamente hasta el extremo. Seguir a
Jesús pobre, es la mejor de las lecciones, este testimonio tiene un poder ilimitado, tal y
como dieron testimonio los apóstoles cuando anunciaron el Evangelio de paz y humildad.
Un misionero está atento a la realidad, porque ella es la vida misma de cada uno de
los hombres, especialmente de aquellos que sufren. La Iglesia sabe de los cambios en la
sociedad, un discípulo de Jesús está sensible a los signos de los tiempos y ayudado por el
Espíritu Santo sirve al Reino de Dios, un Reino que entrega vida en plenitud.
La realidad hoy presenta una crisis de sentido religioso, las personas buscan una
experiencia de sentido que llene las exigencias de su vocación, allí donde nunca podrán
encontrarla. En consecuencia, el misionero debe esforzarse por mostrar a través de él, a
Cristo, Él entrega y llena la vida: “Por ello, los cristianos necesitamos recomenzar desde
Cristo, desde la contemplación de quien nos ha revelado en su misterio la plenitud del
cumplimiento de la vocación humana y de su sentido. Necesitamos hacernos discípulos
dóciles, para aprender de Él, en su seguimiento, la dignidad y plenitud de la vida. Y
necesitamos, al mismo tiempo, que nos consuma el celo misionero para llevar al corazón
de la cultura de nuestro tiempo, aquel sentido unitario y completo de la vida humana que
ni la ciencia, ni la política, ni la economía ni los medios de comunicación podrán
proporcionarle”(ibid n°41).
Ante las adversidades y los múltiples desafíos el misionero recuerda que Cristo es
el sentido. “En este momento, con incertidumbres en el corazón, nos preguntamos con
Tomás: “¿Cómo vamos a saber el camino?” Jesús nos responde con una propuesta
provocadora: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” ( Jn 14, 6).
292
4. La vida eterna
Un último elemento central de toda evangelización verdadera es la vida eterna. El
anuncio del Reino de Dios es anuncio del Dios presente, del Dios que nos conoce y nos
escucha; del Dios que entra en la historia para hacer justicia. Esta predicación es, por lo
tanto, anuncio del juicio, anuncio de nuestra responsabilidad. El hombre no puede hacer o
no hacer lo que quiere. Él será juzgado. Él debe dar cuentan de sus actos. De esta manera,
el artículo de fe del juicio, su fuerza de formación de las conciencias, es un contenido
central del Evangelio y es verdaderamente una buena nueva.
Lo es para todos aquellos que sufren por la injusticia del mundo y buscan la justicia.
De este modo se comprende también la conexión entre el "Reino de Dios" y los "pobres",
los que sufren y todos aquellos de los cuales hablan las bienaventuranzas del discurso de la
montaña. Estos están protegidos por la certeza del juicio, por la certeza de que hay justicia.
Este es el verdadero contenido del artículo sobre el juicio, sobre Dios Juez: hay justicia. Las
injusticias del mundo no son la última palabra de la historia.
Para comentar:
1. Al escuchar la frase del Señor: “Id también vosotros….” ¿Te sientes llamado
personalmente por el Señor para darlo a conocer, o piensas que la misión es solo para
los sacerdotes?
2. Recordando la frase que ya mencionamos: “Hablar con Dios para hablar de Dios”,
¿crees que actualmente tu relación personal con Dios es lo suficientemente rica y
profunda (oración constante, participación en los sacramentos, profundización
permanente de tu fe, etc), de tal forma que esta vivencia te ayuda a darlo a conocer a
los demás?
3. Recordando que “el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan
testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan
testimonio”, ¿Consideras que con tus obras estás dando a conocer al Señor?
4. ¿Qué “buenas noticias” crees que puedes entregar hoy como cristiano?
293
IV. COMPROMISO
ORACIÓN VERBITA
294
295
LOS MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS
“Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para alcanzar la vida eterna?. Jesús
contestó: ¿Por qué me preguntas sobre lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si
quieres entrar en la vida eterna, guarda los mandamientos.
El hombre tiene un fin último: Dios. Este fin último es siempre primero en el
tiempo. Así, si alguien pretende construir una carretera, no puede comenzar su trabajo sin
tener claro el lugar adonde quiere llegar. Por este motivo, el fin último es primero en el
tiempo. El hombre tiene una finalidad para la que ha sido creado por Dios: darle gloria
amándolo y obedeciéndolo en la tierra, para después ser feliz con Él en el Cielo. La razón
de nuestra existencia es dar gloria a Dios. ¿Y cómo daremos gloria a Dios? Cumpliendo en
todo momento su voluntad.
En el Monte Sinaí, 1500 años antes de Cristo, después de que el pueblo elegido
salió de Egipto, Dios entregó a Moisés el Decálogo, (del griego: deka, diez, y logos,
palabra) dándole los diez mandamientos esculpidos por su dedo en dos tablas de piedra
para que nunca se olvidaran de cumplirlos (Éxodo 19, 20). La voluntad de Dios se cumple
primariamente en la observancia de estos mandamientos que son el camino para salvarse.
Son, por tanto, el compendio de lo que Dios desea que hagamos.
Esta ley que Dios dictó a Moisés en el Sinaí fue llevada a la perfección por
Jesucristo, quien se ha puesto a Sí mismo como modelo y camino para alcanzar la vida
eterna (Juan 14, 6).
296
prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden la ley y los profetas”
(Mateo 22, 35-40). Cristo de esta manera, nos llama positivamente a amar.
Sin contradecir en modo alguno el ideal moral del Decálogo, Jesús lo explica, lo
prolonga, lo perfecciona, exigiendo de sus discípulos mucho más. Le da una nueva
orientación y lo hace con plena autoridad y, recalca: “No crean ustedes que yo he
venido a poner fin a la ley ni a las enseñanzas de los Profetas; no he venido a
ponerles fin, sino a darles su verdadero significado.” (Mateo 5, 17).
Resumiendo, la Ley es la voluntad de Dios que se revela para ordenar la vida del
hombre, su convivencia con Dios y con el prójimo. Es voluntad de Dios hecha Palabra,
para enseñar y guiar al hombre, Palabra que muestra el camino a la salvación. Así, la Ley de
Dios es manifestación de lo mucho que ama a sus creaturas y “nos invita” a seguirla; si
no tuviéramos libertad para hacerlo, nuestra obediencia no podría ser un acto de amor.
De ahí que el cumplimiento de la Ley se base en el amor. “Si me amáis, dice Jesús,
cumpliréis mis mandamientos” (Juan 14, 15). Si lo amamos, le obedeceremos, toda
nuestra vida estará condicionada por sus preceptos de amor, que nos colmarán de
felicidad.
297
basado en el amor. Somos libres para amar a Dios y libres para apartarnos del pecado:
ésta es la Ley del Señor.
Quien “vive según la carne” siente la ley de Dios como un peso, más
aún, como una negación o, de cualquier modo, como una restricción de la
propia libertad. En cambio, quien está movido por el amor y “vive según el
Espíritu” (Gálatas 5, 16), y desea servir a los demás, encuentra en la ley de Dios
el camino fundamental y necesario para practicar el amor libremente elegido
y vivido (Encíclica Veritatis Splendor, S.S. Juan Pablo II).
La ley de Dios marca el camino recto, por eso la senda que marca es un camino de
libertad, de verdadera libertad porque conduce al bien.
En todo mandamiento debemos considerar la parte positiva, que nos indica lo que
debemos hacer, y la parte negativa, que nos indica lo que debemos evitar.
El Decálogo forma un todo indisociable. Cada una de las “diez palabras” remite a
cada una de las demás y al conjunto; se condicionan recíprocamente; forman una unidad
orgánica. Transgredir un mandamiento es transgredir todos los otros. (Catecismo de la
Iglesia Católica N° 2069)
298
El transgredir cualquiera de los diez mandamientos involucra un pecado, que
incluso en algunos casos puede ser mortal, por ejemplo un pecado contra Dios,
como la blasfemia, el perjurio, etc., o contra el prójimo, como el homicidio, el
adulterio, etc... Recordemos que es pecado mortal lo que tiene como objeto
una materia grave y que, además, es cometido con pleno conocimiento y
deliberado consentimiento.
Los
tres
primeros
mandamientos
declaran
nuestros
deberes
con
Dios,
los
otros
siete,
aquellos
que
tenemos
hacia
nuestro
prójimo
e
indirectamente,
hacia
nosotros
mismos.
De
ahí
que
los
diez
mandamientos
se
sintetizan
en
los
dos
presentados
por
Jesús:
amar
a
Dios
sobre
todas
las
cosas
y
al
prójimo
como
a
nosotros
mismos.
El
amor,
por
tanto,
es
la
perfección
de
toda
la
ley.
EL PRIMER MANDAMIENTO:
AMARÁS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS
A.T. (Antiguo Testamento): “Yo, el Señor, soy tu Dios, que te ha sacado del
país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de
mí. No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni
de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra.
No te postrarás ante ellas ni les darás culto” (Éxodo 20, 2-5).
N. T. (Nuevo Testamento): “Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, sólo a Él
darás culto” (Mateo 4, 10).
Toda la vida cristiana tiene un centro: el amor. Su Santidad Juan Pablo II lo explica
incomparablemente: “Ser cristianos no es, primariamente, asumir una infinidad de
compromisos y obligaciones, sino dejarse amar por Dios.” Y agrega: “Quien quiera que
seas tú, cualquiera que sea tu condición existencial, Dios te ama. Te ama totalmente. Dios
ama a todos sin distinción y sin límites. Nos ama a todos con un amor incondicional y
eterno.”
Dios nos ama como solo Él puede hacerlo: infinitamente. Dios nos colma, por
amor, con su gracia, a pesar de nuestras negligencias e imperfecciones. Por indignos que
seamos nos inspira, ilumina nuestros caminos y se difunde en nuestros corazones.
Nuevamente, el Santo Padre nos recuerda que “el amor de Dios hacia los hombres no
conoce límites, no se detiene ante ninguna barrera de raza o de cultura: es universal, es
para todos. Sólo pide disponibilidad y acogida; sólo exige un terreno humano para
fecundar, hecho de conciencia honrada y de buena voluntad.”
299
Dios ha llegado por nosotros a extremos insospechados, al grado de hacerse
hombre para salvarnos. Y el amor con amor se paga. No podemos ver al Creador con
tibieza cuando Él nos ama con tanto ardor. Si Dios nos ama, nos recuerda San Bernardo,
nosotros debemos amarle a Él, sabiendo que el amor hace felices a los que se aman entre
sí.
La presunción: exceso de confianza que nos hace esperar la vida eterna sin
emplear los medios previstos por Dios; es decir, sin la gracia ni las buenas obras y
300
Prohíbe además:
2º MANDAMIENTO:
NO TOMARÁS EL NOMBRE DE DIOS EN VANO
A.T. : “No tomarás en falso el nombre del Señor tu Dios.” (Éxodo 20, 7).
Entre todas las palabras de la revelación hay una, singular, que es la revelación del
Nombre de Dios. Dios confía su Nombre a los que creen en Él; se revela a ellos en su
misterio personal. El don del Nombre pertenece al orden de la confianza y la intimidad.
El Nombre del Señor es santo. Por eso el hombre no puede usar mal de él. Lo debe
guardar en la memoria, en un silencio de adoración amorosa. No lo empleará en sus
propias palabras, sino para bendecirlo, alabarlo y glorificarlo.
Nos prohíbe ante todo la blasfemia, es decir proferir contra Dios, interior o
exteriormente, palabras de odio, de reproche, de desafío; injuriar a Dios, abusar de su
Nombre, pronunciar el santo Nombre de Dios, el de Jesucristo, de la Bienaventurada
301
Virgen y de los Santos de modo irreverente; el perjurio o juramento falso: como
Creador y Señor, Dios es la norma de toda verdad. El falso juramento invoca a Dios
como testigo de una mentira. Prohíbe también los juramentos innecesarios y
aquellos ilícitos: aquellos con los que nos comprometemos a cumplir el mal, como
también quebrantar los votos hechos.
El juramento es aquel acto con que se pone a Dios como testigo de la verdad de
lo que se dice o se promete. Con él se invoca la veracidad divina como testimonio de la
propia verdad. Jesús corrige los abusos que acerca de los juramentos habían introducido
los judíos, pues según los fariseos, no había juramento cuando no se pronunciaba el
Nombre de Dios.
Jesús nos invita a no tener que jurar jamás. Que la palabra del cristiano sea de tal
transparencia y veracidad, que sea indiscutible y digna de fe total. Cuando una persona
jura, está demostrando que se duda de su veracidad y el que exige un juramento
atestigua que no tiene confianza en su prójimo.
EL 3er. MANDAMIENTO:
SANTIFICARÁS LAS FIESTAS
A.T. :«Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y
harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para el Señor, tu
Dios. No harás ningún trabajo» (Éxodo 20, 8-10).
El libro del Éxodo relata así lo que Yahvé indicó a Moisés y a su pueblo sobre los
mandamientos: “El día séptimo será día de descanso completo, consagrado al Señor”
(Éxodo 31, 15).
302
Los israelitas descansaban el sábado, día litúrgico por excelencia, día en el que el
pueblo, libre de cualquier otra ocupación o trabajo, se dedicaba exclusivamente al culto de
Dios: era el día santamente reservado a la alabanza de Dios, de su obra de creación y de
sus acciones salvíficas en favor de Israel.
Sin embargo, para los cristianos el día más grande de la semana es el domingo, día
de la Resurrección del Señor. Para ellos, vino a ser el primero de todos los días, la
primera de todas las fiestas, el día del Señor, el “domingo.”
La Misa es el acto de culto más perfecto que nos dio Jesús para que, con Él,
pudiéramos ofrecer a Dios la alabanza adecuada. Fue El mismo quien nos dejó el santo
Sacrificio de la Misa, en el que el pan y el vino se transforman en su propio Cuerpo y
Sangre, y por el que renueva incesantemente el don de Sí mismo al Padre,
proporcionándonos la manera de unirnos con Él en su ofrecimiento, dándonos la
oportunidad de formar parte de la Víctima que se ofrece. En verdad, no puede haber
modo mejor de santificar el día del Señor (y, por cierto, también de santificar los otros
seis días de la semana), que participando en la Santa Misa.
303
los sustituya. También quedan excusados los que hayan sido dispensados por un
sacerdote.
Aparte de la obligación de asistir a Misa, este mandamiento nos exige que nos
abstengamos de trabajos que impidan el debido descanso y el culto a Dios, como también
la práctica de las obras de misericordia, y el descanso necesario del espíritu y del cuerpo.
Así como Dios “cesó el día séptimo de toda la tarea que había hecho” (Génesis 2, 2), así
también la vida humana sigue un ritmo de trabajo y descanso. La institución del día del
Señor contribuye a que todos disfruten del tiempo de descanso y de solaz suficiente que
les permita cultivar su vida familiar, cultural, social y religiosa (GS 67, 3).
Todo cristiano debe evitar imponer, sin necesidad, a otro, impedimentos para
guardar el día del Señor.
4º MANDAMIENTO:
HONRARÁS A TU PADRE Y A TU MADRE
Dios quiso que después de Él, honrásemos a nuestros padres, a los que
debemos la vida y que nos han transmitido el conocimiento de Dios. Estamos
304
obligados a honrar y respetar a todos los que Dios, para nuestro bien, ha
investido de su autoridad.(Catecismo, Iglesia Católica Nº 2197).
El primer deber de un hijo con sus padres es amarlos. Los hijos deben amar a
sus padres con un amor que ha de ser tanto interno como externo, es decir, no ha de
limitarse a los hechos, sino que ha de proceder de lo profundo del corazón.
El amor a los padres puede y debe crecer cada día a través de pequeños detalles,
por ejemplo, el saludo por la mañana y al final del día, al salir o llegar de la casa,
informarlos de las actividades, contarles con confianza las dificultades, conocer sus gustos
y aficiones para complacerlos, y evitar todo lo que les desagrada o entristece.
Es necesario sobre todo amar a los padres desde un punto de vista de fe, deseando
para ellos, antes que nada, los bienes de Dios, la salvación de su alma, etc.
305
En este mandamiento Dios se dirige a los hijos, pero mientras se dirige a ellos,
mira a los padres y les dice que sean dignos del amor y respeto que pide de los hijos para
con ellos: “Padres, no exasperen a sus hijos, sino fórmenlos más bien mediante la
instrucción y la corrección según el Señor (Efesios 6, 4).
Los padres tienen que considerar que un día tendrán que rendir cuenta a Dios de
qué hicieron por el alma y la formación cristiana de esos hijos que Dios les confió.
Con respecto a los padres, su deber “no se reduce a la sola procreación de los hijos,
sino que debe extenderse también a su educación moral y a su formación espiritual”
(Catecismo de la Iglesia Católica Nº 2221).
En efecto, “los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos.
Testimonian esta responsabilidad ante todo por la creación de un hogar, donde la ternura, el
perdón, el respeto, la fidelidad y el servicio desinteresado son normales”. (Id. Nº 2223).
Los padres no se han de limitar a cuidar de las necesidades materiales de los hijos,
sino, sobre todo, han de velar por su sólida formación humana y cristiana. Para
conseguirlo, además de rezar por ellos, deben poner los medios eficaces: el ejemplo
propio, los buenos consejos, elección de colegios apropiados, vigilar discretamente las
compañías, etc.
“Vuestro primer deber y vuestro mayor privilegio como padres es el transmitir a vuestros
hijos la fe que vosotros recibisteis de vuestros padres. El hogar debería ser la primera escuela de
oración”. (S.S. Juan Pablo II).
Los padres deben respetar y favorecer la vocación de sus hijos. Han de recordar y
enseñar que la vocación primera del cristiano es la de seguir a Jesús. Así, deben acoger y
respetar con alegría y acción de gracias el llamamiento del Señor a uno de sus hijos para
que le siga en la virginidad por el Reino, en la vida consagrada o en el ministerio
sacerdotal.
Por otra parte y aunque parezca una paradoja, ser buenos padres no comienza con
la disposición hacia los hijos, sino con el amor mutuo y verdadero que los esposos se
tienen entre sí. Los padres que se aman el uno al otro en Dios, y a los hijos como dones
de Dios, pueden quedarse tranquilos, tienen todo lo que necesitan para ser buenos padres
y si cometen errores no causarán a los hijos daño permanente.
Las virtudes que los padres desean ver en sus hijos - diligencia, fortaleza,
laboriosidad, etc.- han de exigirlas yendo ellos mismos por delante. En un ambiente “light”
306
y de excesos de bienes materiales, los hijos no pueden sino resultar carentes de virtudes
humanas. El mejor colegio católico no puede suplir nunca el daño que causa un hogar laxo.
“En el amor a la patria y en el fiel cumplimiento de los deberes civiles, siéntanse obligados
los católicos a promover el verdadero bien común, y hagan pesar de esa forma su opinión para
que el poder civil se ejerza justamente y para que las leyes respondan a los principios morales”.
(Vat. II, Apostolicam actuositatem, n. 14).
Todos estos derechos políticos, sin embargo, no son absolutos: están limitados por
los derechos de los demás, la moral y el orden públicos. El ciudadano está obligado en
conciencia a no seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando son contrarias a
las exigencias del orden moral. ‘Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres’ (Hechos 5,
29).
5º MANDAMIENTO: NO MATARÁS
N.T.: “Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás’; y aquel que
mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra
su hermano, será reo ante el tribunal” (Mateo 5, 21-22).
Todo el hombre ha sido creado por Dios y está bajo su dominio y tutela. El
hombre, en cuanto creado por Dios, no se pertenece a sí mismo, sino que está vinculado
a Dios. Sólo Dios es dueño y Señor de la vida.
307
El hombre es una unidad de cuerpo y alma. El hombre no es un ser espiritual que
posee accidentalmente un cuerpo, sino que es las dos cosas: el hombre es cuerpo y alma
juntos. El primer deber es el de ver el cuerpo como un don recibido de Dios, que
se debe conservar, apreciar, agradecer y hacer rendir al máximo en su santo servicio. Esto
implica el cuidado de la salud personal, alimentación, deporte, higiene, descanso, etc.
a.- evitar los daños a la integridad de la vida propia. Los principales pecados
asociados a este aspecto son:
- el suicidio;
- la eutanasia, es decir provocar la muerte sin dolores físicos, por drogas por ejemplo.
- la mutilación, sólo puede justificarse en función del principio del mal menor como es
el caso de eliminar un órgano enfermo para bien de toda la persona;
- el consumo excesivo de alcohol, es decir, cuando de tal modo afecta al bebedor
que ya no sabe lo que hace;
- el consumo de drogas, salvo en casos en que se utiliza con fines terapéuticos.
c.- evitar los daños a la dignidad de las personas: y, ser para otros ocasión
de que cometan un pecado grave. Aquí se incluyen: la difamación, el escándalo, la calumnia,
308
los juicios temerarios e injustificados, el rumor, los ataques verbales o físicos, las bromas
pesadas, el pasar a llevar la intimidad y la vida privada, etc.
Por el contrario, una obra de caridad actual y relacionada con este mandamiento
es la donación de órganos para trasplantes. Donar el cadáver para que otra persona
pueda recibir un órgano aprovechable es una obra de caridad que se debería hacer.
No debemos olvidar que al final de nuestras vidas seremos examinados sobre el
amor y sólo contará lo que hemos hecho por Dios y las demás personas.
Quien observa fielmente este mandamiento, obtiene la amistad, que es el premio de los
buenos. El don de la amistad favorece una gran felicidad, porque en la prosperidad no
molesta y en la adversidad no abandona. Con la amistad sobreviene también la alegría
de vivir y de obrar el bien.
6º MANDAMIENTO:
NO COMETERÁS ACTOS IMPUROS
N.T.: “Han oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio’. Pues yo les digo: Todo
el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón”
(Mateo 5, 27-28).
Dios los creó varón y mujer. Dadas sus diferencias sexuales, hombre y mujer se
complementan, se necesitan mutuamente, no podrán vivir el uno sin el otro, este
encuentro se realiza de una manera plena en el matrimonio.
309
La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí, es la capacidad de orientar el
instinto sexual al servicio del amor y de integrarlo en el desarrollo de la persona. La
castidad cristiana supone superación del propio egoísmo, capacidad de sacrificio por el
bien de los demás, nobleza y lealtad en el servicio y en el amor.
Todo lo que pienso, siento, deseo, lo expreso a través del cuerpo. Gracias a mis
sentidos el mundo está a mi alcance, me conectan con él, me expresan y al mismo tiempo
traen hasta mi toda la riqueza y la belleza de los otros.
310
- La masturbación: consiste en provocar el placer sexual por la auto estimulación,
buscando el placer por el placer. Es una actividad individual y egoísta.
- Las relaciones prematrimoniales: son los encuentros sexuales entre novios o
conocidos antes del matrimonio. Estas no llevan al amor a su plena realización, el cual
únicamente se alcanza dentro de la estabilidad del matrimonio. Las personas se
convierten en un objeto de placer.
- La fornicación: es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del
matrimonio. Además, es un escándalo grave cuando hay de por medio corrupción de
menores.
- El adulterio: una persona casada tiene relaciones sexuales con quien no es su
cónyuge.
- La prostitución: es el comercio sexual del cuerpo.
- La pornografía: consiste en sacar de la intimidad de los protagonistas, actos
sexuales, reales o simulados, para exhibirlos ante terceras personas de manera
deliberada, o simplemente el vender a través de imágenes los cuerpos humanos para
“deleite” y “gozo” de quienes los compren.
- Los actos homosexuales: son los actos sexuales entre dos personas del mismo
sexo. La Iglesia, apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como
depravaciones graves (Génesis 19, 1-29; Romanos 1, 24-27; 1 Corintios 6, 10; 1
Timoteo 1, 10), no aprueba estas relaciones por ser actos desordenados que no van
de acuerdo al plan de Dios. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al
don de la vida. Sin embargo, la Iglesia nos dice claramente que "los homosexuales deben
ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza". (Catecismo de la Iglesia Católica Nºs
2357 y 2358).
- La violación: es la unión sexual realizada por la fuerza o con intimidación. Es forzar o
agredir con violencia la intimidad sexual de una persona.
- El onanismo o interrupción del coito: interrupción de la unión sexual arrojando
el semen fuera para evitar la fecundación. Es intrínsecamente mala toda acción que, o
en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus
consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, hacer imposible la
procreación. (Catecismo de la Iglesia Católica N° 2370).
- La bestialidad: actos sexuales realizados con animales.
- La anticoncepción: el uso de cualquier medio antinatural para procurarse un placer
sexual dentro o fuera del matrimonio y evitar el embarazo.
- El incesto: la unión sexual realizada entre consanguíneos.
- Las prácticas sexuales contra natura: acciones orientadas a experimentar
sensaciones sexuales de modo indigno y deshumanizada en contra de la naturaleza.
- La poligamia o poliandria: es una ofensa a la ley moral porque contradice la
comunión conyugal.
311
- La unión libre: se da cuando una pareja se niega a dar forma jurídica y pública a una
unión que implica intimidad sexual. En estas líneas están las uniones a prueba.
7º MANDAMIENTO: NO ROBARÁS
1.- Dios es el dueño y Señor de todo, nosotros sólo somos sus administradores.
Así, los hombres pueden poseer legítimamente algunos bienes bajo el derecho a la
propiedad privada.
312
2.- El hombre, en relación con sus propios bienes, debe comportarse teniendo
presente que esos bienes no son en sí mismos fines, sino sólo medios para que cumpla su
destino sobrenatural eterno.
3.- En relación a los bienes ajenos, no debe olvidarse que cuando una persona
posee legítimamente unos bienes, son suyos y no se le pueden quitar injustamente contra
su voluntad. Se habla de “injustamente” puesto que hay casos en que se pueden quitar
bienes legítimos de una persona contra su voluntad de manera justa, por ejemplo, a un
deudor que no paga su deuda. Es el mismo caso de los impuestos.
- Robo en todas sus acepciones: simple hurto, rapiña, fraude, usura, despojo, plagio.
- Todo tipo de esclavitud y opresión.
- Aceptar bienes que se sabe que son robados, tanto si los compramos como si nos los
regalan.
- No cumplir el propio deber durante las horas de trabajo o sustraerse indebidamente
o con engaño a las propias tareas.
- Vender un producto de inferior calidad como si fuera de calidad superior.
- Ante la necesidad urgente de algo, elevar en forma abusiva el precio de ese algo.
- Pagar a la mujer, por el mismo trabajo, un sueldo inferior al del hombre.
- Retener el salario del obrero.
Todo el que tiene algo que no le pertenece, o que ha causado un daño injusto,
debe restituir. Restituir es la reparación de la injusticia causada.
313
8º MANDAMIENTO:
NO LEVANTARÁS FALSOS TESTIMONIOS NI MENTIRÁS
A.T.: “No darás testimonio falso contra tu prójimo” (Éxodo 20, 16).
N.T.: “Se dijo a los antepasados: No perjurarás, sino que cumplirás al Señor
tus juramentos” (Mateo 5, 33).
Así, este mandamiento se extiende a todo lo que por nuestra boca sale, además de
las malas obras que podamos hacer.
314
- Toda falta cometida contra la justicia y la verdad exige reparación, aunque su autor
haya sido perdonado.
Es necesario tener en cuenta que también peca contra este mandamiento quien
escucha con gusto la calumnia y la difamación, y lo hace motivado por odio, rencor y
envidia.
315
También es importante destacar el respeto a la verdad. Conforme al amor fraterno
se debe estimar si conviene o no revelar una verdad a quien la pide. Nadie está obligado a
revelar una verdad a quien no tiene derecho a conocerla.
9º MANDAMIENTO:
NO CONSENTIRÁS PENSAMIENTOS NI DESEOS IMPUROS.
N.T.: “El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en
su corazón” (Mateo 5, 28).
Quizá con demasiada frecuencia se centra la lucha por la pureza de una persona en
los aspectos relativos al sexto mandamiento. Y quizá también con demasiada frecuencia
esa lucha no se centra en vivir el noveno. Y este mandamiento, bien vivido, es la clave para
vivir el sexto.
316
Pero la pureza interior que se nos manda en este precepto - importa mucho
entenderlo -, va más allá de lo puramente sexual, ya que prescribe también el orden en los
afectos del corazón. Al corazón hay que guardarlo, cuidarlo, orientarlo, pues su fuerza -
que es el amor - es la mayor de todas: bien encauzada, nos santifica; desbocada, nos
destruye.
Las causas del pecado pueden ser interiores y exteriores. Entre las causas
interiores están:
- la falta de moderación en el comer y en el beber, y en general toda falta de mortificación;
- el aburguesamiento, que debilita la voluntad;
- la ociosidad, que es fuente y origen de muchos vicios;
- el orgullo, que lleva a buscar egoístamente las propias satisfacciones;
- la falta de oración y de trato con Dios.
10º MANDAMIENTO:
NO DESEARÁS LOS BIENES AJENOS
A.T.: “No codiciarás... nada que sea de tu prójimo” (Éxodo 20, 17).
N.T.: “Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6, 21).
317
Este mandamiento está contenido en el séptimo (no robarás). Pero insiste en que
también se puede pecar deseando tomar lo ajeno.
Así como el séptimo mandamiento nos prohíbe los actos exteriores contrarios a
los bienes del prójimo, el décimo mandamiento prohíbe los actos internos, es decir, el
deseo de quitar a otros sus bienes, de adquirirlos por medios injustos, o de usar de ellos
de modo contrario a la recta razón, en otras palabras, prohíbe el deseo desordenado
de adquirir o gozar de bienes materiales.
Dios nos pide en este último precepto que nuestro corazón esté libre de cualquier
atadura a lo material, pues solo así podemos amarlo a Él con la plenitud que nos pide.
Dios creó las maravillas de este mundo para que nos ayuden a conseguir la propia
perfección humana, no para que nos la impidan. El deseo de poseer es algo muy propio del
corazón del hombre, es bueno en sí mismo; pero con frecuencia no guardan la medida de
la razón y nos empujan a codiciar injustamente lo que no es nuestro y pertenece o es
debido a otra persona.
Todos los hombres deben tener parte de los bienes de la tierra, pero el derecho a
poseer tiene sus límites. Necesitamos abrir los ojos a la necesidad del prójimo. El deseo
de poseer cada vez más, sin ocuparse del otro, lo hemos experimentado más de alguna
vez. Muchas personas han puesto toda su seguridad en el tener.
318
La catequesis tradicional señala con realismo ‘quiénes son los que más deben luchar
contra sus codicias pecaminosas’ y a los que, por tanto, es preciso ‘exhortar más a observar
este precepto’: Los comerciantes, que desean la escasez o la carestía de las mercancías, que
ven con tristeza que no son los únicos en comprar y vender, pues de lo contrario podrían
vender más caro y comprar a precio más bajo; los que desean que sus semejantes estén
en la miseria para lucrarse vendiéndoles o comprándoles... Los médicos, que desean tener
enfermos; los abogados que anhelan causas y procesos importantes y numerosos...
(Catecismo Romano 3, 37).
319
320
Nociones
generales
sobre
los
sacramentos.
En los sacramentos se realiza la acción oculta de Dios que se revela en cada acto
en el que existe un compromiso del hombre frente a Dios. En un principio, el plan de Dios
para los hombres era algo oculto. En Cristo logra su total manifestación. La obra de
Cristo es sacramental, porque el misterio de salvación se hace presente por la acción del
Espíritu Santo.
321
Pero Jesús subió a los cielos, ya no está visible, entonces ¿Dónde nos encontramos ahora
con Jesús? La continuidad de la visibilidad de Jesús está en la Iglesia, en los creyentes en
Cristo. Así, la Iglesia es sacramento del encuentro con Dios.
Los sacramentos instituidos por Cristo son siete. Todos ellos corresponden a las
diferentes etapas de la vida de un cristiano: nacimiento, crecimiento, curación y la misión
que cada cristiano tiene (Catecismo 1113, 1210). Y en cierto modo, existe una semejanza
entre las etapas de la vida natural y la vida espiritual.
322
Los sacramentos son siempre un encuentro con Jesús y con el Espíritu y por lo
tanto con el Padre. Tenemos acceso al Padre, en el Hijo por el Espíritu. Los sacramentos
son ceremonias trinitarias, son encuentros con el Dios Trinitario de la gracia.
Los gestos que se realizan en los sacramentos son gestos de Cristo, es Jesús
actuando, Jesús bautizando, Jesús perdonando…..El ministro de todos los sacramentos es
Cristo. Así, por medio de los sacramentos, Jesús vivo sigue estando presente y actuando
en la Iglesia.
Reconciliación: “Yo te daré las llaves del Reino de los cielos: todo lo que ates en la tierra
será atado en el cielo, y lo que desates en la tierra será desatado en los cielos” (Mateo 16,
19). “A quienes les perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedarán retenidos” (Juan 20, 23).
323
Orden sacerdotal: “Después, tomó el pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio,
diciendo: “Esto es mi cuerpo, el que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria
mía” (Lucas 22, 19). “No descuides el carisma que hay en ti, que se comunicó por
intervención profética mediante la imposición de manos del colegio de presbíteros”.
(1Timoteo 4, 14).
Matrimonio: “De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios
unió no lo separe el hombre” (Mateo 19, 6). “Por eso dejará el hombre a su padre y a su
madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne. Gran misterio es éste, lo
digo con respecto a Cristo y a su Iglesia” (Efesios 5, 31-32).
324
recibe la Confirmación o el Matrimonio en pecado grave, el sacramento es válido, pero
ilícito, puesto que, falta el requisito de estar en estado de gracia.
Existe una diferencia entre “signo” y “símbolo”. “Signo” es algo que “está
ocurriendo” en ese momento, existe una relación natural. La sonrisa de una persona, es
signo de una alegría interior. El “símbolo” es algo que representa otra cosa. Aquí la
relación es convencional. La bandera es un símbolo de un país, pero no es el país.
325
4. ¿Son necesarios los sacramentos?
Sabemos que Dios puede comunicar su gracia de muchos modos, pero conociendo
al hombre, consideró que la institución de los sacramentos era conveniente, para que de
este modo el hombre participara de lo que ocurría de manera invisible por medio de
elementos visibles.
Todos los demás sacramentos acrecientan la gracia, por tanto sería muy
conveniente recibirlos. Pero, no todos los sacramentos son necesarios para todas las
personas, algunos de ellos responden a un llamado especial de Dios, y ese llamado no es
para todos. Ejemplo: el sacramento del Orden, o el sacramento del Matrimonio.
5.1 La gracia
La gracia es un don sobrenatural que Dios nos concede para poder alcanzar la vida
eterna, y esta gracia se nos confiere, principalmente, por medio de los sacramentos. Es
algo que Dios nos regala, nadie ha hecho nada con su propio esfuerzo para obtenerla. El
primer paso siempre lo da Dios. Es don sobrenatural porque lo que se está comunicando
es la vida de Dios que va más allá de toda la naturaleza creada.
326
Solamente por medio de la gracia, el hombre puede alcanzar la vida eterna, que es
el fin para el que fue creado.
La gracia es un don gratuito que Dios nos hace de su vida, infundida por el Espíritu
Santo en nuestra alma para sanarla del pecado y santificarla (gracia santificante).
- Borra el pecado, es decir nos hace justos. La justificación es el paso del pecado a una
vida de gracia.
Así, este regalo de Dios exige la respuesta del hombre. Las disposiciones del que lo
recibe son las que harán que se reciba mayor o menor gracia. La acogida que el sujeto
esté dispuesto a dar a la gracia de Cristo, juega un papel muy importante en la eficacia y
fecundidad del sacramento.
Los sacramentos son los signos eficaces de la gracia, porque actúan por el sólo
hecho de realizarse, en virtud de la Pasión de Cristo. Esto fue declarado por el Concilio
de Trento como dogma de fe. Ellos son la presencia misteriosa de Cristo invisible, que
327
llega de manera visible por medio de los signos eficaces, materia y forma. Cristo se hace
presente real y personalmente en ellos. Por ser un acto humano, al realizarse con gestos y
palabras y un acto divino – realizado por Cristo, de manera invisible – el cristiano se
transforma y se asemeja más a Dios. (Catecismo n. 1128).
Los sacramentos son una manera que satisface la necesidad que tiene el hombre de
tener una comunicación con Dios y el deseo de Dios de comunicarse con el hombre.
Por medio de los sacramentos nos identificamos con Jesucristo. Esto se logra
por la gracia que se confiere en ellos. (Lumen Gentium N°7).
328
Orden, el carácter que imprime es el de ministro de Dios. Hace posible la participación de
los fieles en el sacerdocio de Cristo y formar parte de la Iglesia. Estos tres sacramentos no
se pueden repetir. (Catecismo n. 1121).
7. Ministro y sujeto
Hemos hablado que en todo sacramento tiene que existir la materia y la forma, de
la misma manera tiene que haber un ministro que lo administre y un sujeto que lo reciba.
El sujeto es aquella persona viva, que con las debidas disposiciones, lo recibe. Para
recibir un sacramento válidamente se necesitan dos condiciones. Tener la capacidad de
recibirlo, según cada sacramento. Por ejemplo los no bautizados no pueden recibir los
demás sacramentos. También tienen que desear recibirlos – sin impedimentos - para
alcanzar la gracia de Dios en función de santificación y de su salvación. En el Bautismo de
niños, son los padres y los padrinos, unidos a la intención de la Iglesia, quienes actúan en
su nombre.
Para recibir un sacramento lícitamente, el sujeto tiene que tener todas las
disposiciones que se requieren, como es el estar en estado de gracia al comulgar, para así
recibir la plenitud de la gracia. Cuando voluntariamente se recibe sin tener las
disposiciones el sacramento es ilícito. Sujeto capaz de los sacramentos es todo hombre
que vive todavía en este mundo.
329
Materia y forma de los Sacramentos
Orden sagrado Episcopado: imposición de las manos. Episcopado: completa en tu sacerdote la suma de tu
ministerio y, provisto de los ornamentos de toda
Presbiterado: imposición de las manos del
glorificación, santifícalo con el rocío del ungüento
obispo que se hace en silencio.
celeste.
Diaconado: imposición de manos del
Presbiterado: Te pedimos, Padre todopoderoso, que
obispo.
confieras a estos siervos tuyos la dignidad del
presbiterado; renueva en sus corazones el Espíritu de
santidad; reciban de ti el sacerdocio de segundo grado
y sean con su conducta ejemplo de vida.
Diaconado: envía sobre ellos, Señor, el Espíritu Santo,
para que, fortalecidos con tu gracia de los siete dones,
desempeñen con fidelidad su ministerio.
Unción de los Unción con óleo bendecido. Por esta santa unción y por su bondadosa
enfermos. misericordia, te ayude el Señor con la gracia del
Espíritu Santo. Amén. Para que, libre de tus pecados, te
conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad.
Amén.
330
331
EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA
RECONCILIACIÓN.
Mateo 9, 10 – 13
“Y sucedió que estando El a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos
y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos.
Al verlo los fariseos decían a los discípulos: ‘¿Por qué come vuestro maestro
con los publicanos y pecadores?’ Mas Él, al oírlo, dijo: ‘No necesitan médico los que
están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de:
Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a
pecadores’”.
Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama y
le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída.
Con estas palabras de perdón, Jesús quiso revelar que el amor de Dios es siempre
más grande que el pecado y la debilidad, y que Dios es ese amor, siempre dispuesto a ir al
encuentro del hijo perdido, a la búsqueda de sus hijos que están llamados a la Gloria.
Pero constatar que somos pecadores pertenece a la sinceridad que nos debemos a
nosotros mismos. El apóstol San Juan escribe en su primera carta a los cristianos: "si
332
decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si
confesamos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonar nuestros pecados y
purificarnos de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos
mentiroso y su Palabra no está en nosotros"(1Jn 1, 9-10).
Jesús confía a la Iglesia la misión de hacer que el perdón de Dios llegue a todos los
hombres. La Iglesia hace efectivo este perdón de Cristo por medio del ministro del
perdón, el sacerdote.
Cristo quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como en su vida y su obra,
fuera el signo y el instrumento del perdón y de la reconciliación que nos adquirió al precio
de su sangre. Sin embargo, confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio
apostólico, que está encargado del "ministerio de la reconciliación" (2 Corintios 5, 18). El
apóstol es enviado en nombre de Cristo, y "es Dios mismo" quien, a través de él, exhorta
y suplica: "Dejaos reconciliar con Dios" (2 Corintios 5, 20).
333
Cristo instituyó el sacramento de la Penitencia en favor de todos los
miembros pecadores de su Iglesia, ante todo para los que, después del Bautismo, hayan
caído en el pecado grave y así hayan perdido la gracia bautismal y lesionado la comunión
eclesial. El sacramento de la Penitencia ofrece a éstos una nueva posibilidad de convertirse
y de recuperar la gracia de la justificación.
El pecado es, ante todo, ofensa a Dios, ruptura de la comunión con Él. Al mismo
tiempo, atenta contra la comunión con la Iglesia. Por eso la conversión implica a la vez el
perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia, que es lo que expresa y realiza
litúrgicamente el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación.
Sólo Dios perdona los pecados (Marcos 2, 7). Porque Jesús es el Hijo de Dios,
dice de sí mismo: "El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra"
(Marcos 2, 10) y ejerce ese poder divino: "Tus pecados están perdonados" (Lucas 7, 48). Más
aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús confiere este poder a los hombres para que lo
ejerzan en su nombre (Juan 20, 21-23).
Durante su vida pública, Jesús no sólo perdonó los pecados, también manifestó el
efecto de este perdón: a los pecadores que son perdonados los vuelve a integrar en la
comunidad del pueblo de Dios, de donde el pecado los había alejado o incluso excluido.
Un signo manifiesto de ello es el hecho de que Jesús admite a los pecadores a su mesa,
más aún, Él mismo se sienta a su mesa, gesto que expresa de manera conmovedora, a la
vez, el perdón de Dios (Lucas 15) y el retorno al seno del pueblo de Dios.
334
cuando nos confesamos, el que está ahí escuchándonos, es Jesús. El sacerdote, no hace
más que «prestarle» al Señor sus oídos, su voz y sus gestos.
Cuando hablamos de los efectos del sacramento de la Penitencia nos referimos a los
frutos que provoca en el alma del creyente. Reflexionemos con el Catecismo en los
números 1468, 1469 y 1470:
“Toda la virtud de la penitencia reside en que nos restituye a la gracia de Dios y nos
une con él con profunda amistad. El fin y el efecto de este sacramento es, pues, la
reconciliación con Dios. En los que reciben el sacramento de la Penitencia con un
corazón contrito y con una disposición religiosa, tiene como resultado la paz y la
tranquilidad de la conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual. En
efecto, el sacramento de la reconciliación con Dios produce una verdadera resurrección
espiritual, una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el
más precioso de los cuales es la amistad de Dios (Lucas 15, 32).”
335
miembros vivos del Cuerpo de Cristo, estén todavía en situación de peregrinos o que se
hallen ya en la patria celestial.
Hemos visto que el Señor dio el poder de perdonar los pecados a los Apóstoles.
Por lo que el argumento de “¿Quién es el sacerdote para perdonar los pecados…? ¡Sólo
Dios puede perdonarlos!”, queda desecho precisamente en el Evangelio… Es lo que
decían los fariseos indignados cuando Jesús perdonaba los pecados… (Mateo 9,1- 8).
Por otra parte, ante aquél que dice: “Yo me confieso directamente con Dios, sin
intermediarios”, debemos meditar:
El perdón es algo que «se recibe». Yo no soy el artífice del perdón de mis pecados:
es Dios quien los perdona. Como todo sacramento, hay que recibirlo del ministro que lo
336
administra válidamente. A nadie se le ocurriría decir que se bautiza sólo ante Dios… sino
que acude a la Iglesia a recibir el Bautismo. A nadie se le ocurre decir que consagra el pan
en su casa y se da de comulgar a sí mismo… Cuando se trata de sacramentos, hay que
recibirlos de quien corresponde: quien los puede administrar válidamente.
¿Cómo saber que Dios acepta tal arrepentimiento y perdona? ¿Se escucha alguna
voz celestial que lo confirma?, ¿cómo saber que se está en condiciones de ser perdonado?
Parece ser que no es tan fácil… Una persona que robara un banco y no quisiera devolver
el dinero… por más que se confesara directamente con Dios… o con un sacerdote… si
no quisiera reparar el daño hecho -en este caso, devolver el dinero-, no puede ser
perdonada… porque ella misma no quiere "deshacerse" del pecado.
Este argumento no es nuevo… Hace casi mil seiscientos años, San Agustín
replicaba a quien argumentaba de esta manera: "Nadie piense: yo obro privadamente, de
cara a Dios… ¿Es que sin motivo el Señor dijo: «lo que atareis en la tierra, será atado en
el cielo»? ¿Acaso les fueron dadas a la Iglesia las llaves del Reino de los cielos sin
necesidad? Frustramos el Evangelio de Dios, hacemos inútil la palabra de Cristo."
¿Por qué le voy a decir mis pecados a un hombre que puede ser tan
pecador como yo?
337
4. ¿Qué necesitamos para una buena confesión?
a) Examen de conciencia
Consiste en recordar todos los pecados cometidos desde la última confesión bien
hecha.
Dios es un Padre amoroso que nos hace ver el pecado para darnos la gracia del
arrepentimiento y perdonarnos. Él nos quiere libres. El demonio no quiere que veamos
nuestro pecado. Pero si buscamos el camino de Dios, tratará de acusarnos con nuestros
pecados para que nos desanimemos y volvamos atrás. Podemos discernir entonces la
diferencia. Dios enseña el pecado para liberar y perdonar; el demonio lo esconde pero
cuando lo enseña es para que desesperemos. Debemos rechazar enérgicamente estos
pensamientos e ir a la confesión con toda confianza en el perdón de Dios. Dios SIEMPRE
perdona cuando hay arrepentimiento.
b) Arrepentimiento y contrición
Se trata de un dolor voluntario por haber ofendido a Dios, junto con la resolución
de enmendar la conducta, tomando las medidas necesarias para evitar la ocasión de pecar.
La contrición perfecta es un dolor y detestación de los pecados cometidos en
cuanto son ofensa de Dios, con propósito de confesarse y de no volver a pecar. Cuando
brota del amor de Dios, amado sobre todas las cosas, la contrición se llama
"contrición perfecta"(contrición de caridad). Semejante contrición perdona las faltas
veniales; obtiene también el perdón de los pecados mortales si comprende la firme
resolución de recurrir tan pronto sea posible a la confesión sacramental.
338
La confesión de los pecados, incluso desde un punto de vista simplemente humano,
nos libera y facilita nuestra reconciliación con los demás. Por la confesión, el hombre se
enfrenta a los pecados de los cuales se siente culpable; asume su responsabilidad y, por
ello, se abre de nuevo a Dios y a la comunión de la Iglesia con el fin de hacer posible un
nuevo futuro. La confesión de los pecados hecha al sacerdote constituye una parte
esencial del sacramento de la penitencia.
En la confesión, los penitentes deben enumerar todos los pecados mortales de que
tienen conciencia tras haberse examinado seriamente, incluso si estos pecados son muy
secretos y si han sido cometidos solamente contra los dos últimos mandamientos del
Decálogo (Exodo 20, 17; Mateo 5, 28), pues, a veces, estos pecados hieren más
gravemente el alma y son más peligrosos que los que han sido cometidos a la vista de
todos.
Cuando los fieles se esfuerzan por confesar todos los pecados que recuerdan, no
se puede dudar que están presentando ante la misericordia divina para su perdón todos
los pecados que han cometido. Quienes actúan de otro modo y callan conscientemente
algunos pecados, no están presentando ante la bondad divina nada que pueda ser
perdonado por mediación del sacerdote. Porque si el enfermo se avergüenza de descubrir
su llaga al médico, la medicina no cura lo que ignora.
d) La satisfacción
Muchos pecados causan daño al prójimo. Es preciso hacer lo posible para repararlo
(por ejemplo, restituir las cosas robadas, restablecer la reputación del que ha sido
calumniado, compensar las heridas). La simple justicia exige ésto. Pero además el pecado
hiere y debilita al pecador mismo, así como sus relaciones con Dios y con el prójimo.
339
manera apropiada o "expiar" sus pecados. Esta satisfacción se llama también penitencia.
La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y
los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración, la limosna (Tobías 12, 8;
Mateo 6, 1-18), que expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y
con relación a los demás.
Tales penitencias ayudan a configurarnos con Cristo, el Unico que expió nuestros
pecados (Romanos 3, 25; 1 Juan 2, 1-2) una vez por todas.
5. Modo de confesarse
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5. Luego de los consejos del sacerdote, éste invita al penitente a manifestar su
contrición antes de impartirle la absolución. (El penitente puede decir palabras
como: Señor Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí que soy pecador).
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342
PREGUNTAS FRECUENTES
I. En relación con la fe
343
36. ¿Qué son los santos?
37. ¿Qué me impide poder comunicarme directamente con Dios sin la mediación de
sacerdotes?
38. ¿Sabe Dios lo que voy a hacer o decidir antes de que lo haga?
39. ¿Existe la predestinación?
40. Se supone que en algún punto de la historia, Adán y Eva tuvieron que haber
aparecido, puesto que como católico, debo creer que son reales ¿Cómo se explica
esto si los humanos evolucionamos desde los australopitecos?
41. Siempre en el colegio nos hablan de ser hombres con espíritu misionero… ¿Cómo
podemos ser verdaderos misioneros en la vida familiar, como padres de familia,
privilegiando la familia?
42. La gente que no se confirma y no sigue una vida sana ni parecida en algo a la
cristiana, porque vivió siempre en un ambiente malo, ya sea padres pésimos y malos
amigos ¿Se puede salvar porque a pesar de ser malo destaca a veces en su grupo
dando buenos gestos?
43. ¿Cómo es posible ser verdaderos cristianos, si no me creo digno de seguir siempre a
Jesús?
44. ¿Cuál es la posición de la Iglesia Católica frente a la pena de muerte?
344
18. ¿Son los curas personas aptas para regañar o decir lo que está bien o lo que está
mal?
19. ¿Cómo se puede uno confirmar con una Iglesia que comete y ha cometido
demasiados errores?
20. ¿Por qué somos parte de una institución que asesinó durante muchos años?
21. Si la Iglesia ha tenido tantas imperfecciones ¿cómo sigue reinando en la tierra en el
nombre de Dios?
22. ¿Si no estoy de acuerdo con la Iglesia, me puedo confirmar?
23. ¿Es necesario creer en cada dogma de fe que nos da la Iglesia para poder
confirmarse?
24. ¿La Iglesia esconde información?
25. ¿Cómo puedo estar seguro de que la Iglesia obra según la voluntad de Dios?
26. ¿Qué dice la Iglesia sobre el pecado?
27. ¿Por qué hay indulgencia plenaria y ayuno? ¿Cuál es el sentido de hacer ciertas
cosas para “ganar” indulgencias?
28. ¿Debo cumplir con los mandamientos de la Iglesia? ¿Por qué?
29. ¿A quiénes se destina el dinero que se reúne en la colecta de la Iglesia?
30. ¿Por qué la Iglesia en Europa posee tantas riquezas?
31. ¿Por qué la Iglesia gasta la plata en hacer los templos tan grandes en vez de regalar
plata a los pobres?
32. ¿Por qué la Iglesia no vende todas las obras de arte y tesoros del Vaticano para ir en
ayuda de los pobres?
33. Si los sacerdotes hacen votos de pobreza, ¿por qué muchos de ellos viven como si
no los hicieran?
34. ¿Por qué hay sacerdotes pedófilos?
35. ¿Por qué la Iglesia es tan estricta?
36. ¿Por qué la Iglesia es cerrada?
37. ¿Cuándo se va a actualizar la Iglesia?
38. ¿Por qué no puedo tener relaciones sexuales sin estar casado?
39. ¿Por qué no pueden volverse a casar los separados?
40. ¿Por qué no pueden ser padrinos de Bautismo ni de Confirmación aquellos que se
han vuelto a casar, si en muchos casos son mejores católicos?
41. ¿Por qué las mujeres no pueden ser sacerdotes y oficiar misa?
42. ¿Por qué los sacerdotes no se pueden casar?
43. ¿Por qué la Iglesia está en contra de los anticonceptivos?
44. ¿Por qué la Iglesia no permite el uso de preservativos?
45. ¿Por qué la Iglesia no acepta el divorcio?
46. ¿Por qué la Iglesia está contra el condón si ahora hay tanto problema con el SIDA?
47. ¿Por qué la Iglesia no acepta los hallazgos científicos?
345
III. En relación con los sacramentos
Eucaristía:
1. ¿Por qué hay que ir a Misa los domingos y no puede ser otro día en que a mí me
acomode más?
2. ¿Es pecado grave faltar a misa?
3. ¿Es necesario ir a Misa para ser católico?
4. ¿Cómo puedo saber que he pecado como para no comulgar?
5. ¿Si no voy a Misa, soy peor cristiano y creyente?
6. ¿Por qué las misas son tan esquematizadas?
7. ¿Es necesario persignarse al comenzar a rezar?
8. ¿Por qué se considera una falta de respeto asistir a misa con short o con aro?
9. ¿Qué hacer cuando siento que la misa no me está sirviendo y ya no voy?
10. ¿Es mejor no ir a misa mal dispuesto?
11. ¿Es necesario ir a misa los domingos después de confirmarse?
12. ¿Si no voy todos los domingos a misa, me puedo confirmar?
Reconciliación (confesión)
2. ¿Por qué debo confesarme con un sacerdote si es un hombre pecador como yo?
“Yo me confieso directo con Dios.”
3. Si la Iglesia es pecadora ¿cómo puede perdonar nuestros pecados?
4. ¿Es necesario confesarse, no basta con arrepentirse?
Confirmación
2. ¿Por qué es necesaria tanta preparación para la confirmación?
3. ¿Cuál es el verdadero sentido de la confirmación?
4. ¿Qué quiere decir que seamos soldados de Cristo?
5. ¿Qué tipo de compromiso se toma al confirmarse?
6. ¿Por qué es necesario confirmar ante los hombres algo que es ante Dios y yo?
7. ¿Debemos estar realmente apegados a Dios para confirmarnos o basta con estar
de acuerdo con los mandamientos y reglas de Dios?
8. ¿Aunque tenga dudas de fe pero tenga muchas ganas de confirmarme, puedo
hacerlo?
9. ¿Es la confirmación un compromiso con Dios, con la Iglesia o con ambos?
10. ¿Qué preguntas hace el obispo en la confirmación?
11. ¿Por qué sólo el Obispo puede Confirmar?
12. ¿Si me confirmo, me puedo arrepentir después?
13. ¿Por qué es obligatorio el retiro de confirmación?
14. ¿Es necesaria la Confirmación para casarse por la Iglesia?
15. ¿Cuál es la función de un padrino si se supone que uno al confirmarse es adulto?
16. ¿Me puedo agregar un nombre al confirmarme?
346
IV. En relación con la Biblia
347
BIBLIOGRAFIA
348
- “Para leer el Nuevo Testamento”: Etienne Charpentier.
- “Lectura Orante de la Biblia”: P. Sergio Cerna S., SVD
- “El gran medio de la Oración”: Alfonso María de Ligorio.
- “Rezar en familia”: Pbro. Dr. Francisco Fernández Carvajal.
- “El ABC de la oración”, encuentra.com
- “La oración es un don”: Pedro García, Catholic.net
- “Padre Nuestro, orar con el espíritu de Jesús”: José Antonio Pagola.
- “El Padrenuestro”: P. Rafael Fernández de A.
- “Síntesis de la Eucaristía”: José María Iraburu.
- “Nuestra Misa”: R.P. Carlos Miguel Buela, IVE
- “El Banquete del Señor”, Itinerario catequético sobre la Eucaristía: Miguel Payá Andrés.
- “Como vivir y comprender la Eucaristía”: P. Rafael Fernández de A.
- “Viviendo, paso a paso, la celebración de la Misa”: Presbítero Cristián Gramlich.
- Extractos del Libro "Gestos y Símbolos" del P. José Aldazábal.
- “Jesús, Amor Eucarístico”: P. Stefano María Manelli (Testimonio de autores católicos escogidos).
- Círculos Teológicos, www.buenanueva.net
- “Haced esto en memoria mía”: Mons. Jorge Medina Estévez, Ed. Paulinas, 1980.
- “Sí Padre”: P. Ricardo Gräf C.
- “Vivir con Cristo”: P. Martín Weichs, SVD.
- “Teología Moral para seglares”: Antonio Royo Marín.
- “Jesús de Nazareth”, Joseph Ratzinger - Benedicto XVI.
- “La vida de María, Madre del Redentor, contada por Juan Pablo II”: Pedro Beteta.
- “Las Glorias de María”: San Alfonso María de Ligorio.
- “Acerca de la castidad”, Carta Pastoral de Mons. Jorge Medina Estévez, Obispo de Valparaíso.
- Catequesis mariana de Juan Pablo II, 23 de abril y 7 de mayo de 1997.
- “La Iglesia, cuerpo místico de Jesucristo”: Dom Columba Marmion.
- “Declaración acerca de ciertas cuestiones de ética sexual”: Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe.
- Orientaciones Educativas y Sobre el Amor Humano. Pautas de educación sexual de la Sagrada Congregación para la
Educación Católica.
- Sexualidad humana: verdad y significado. Pontificio Consejo para la Familia.
- Carta “Homosexualitatis problema,” Congregación para la doctrina de la Fe.
- “Instrucción sobre personas homosexuales y su admisión a las Ordenes Sagradas”, Congregación para la educación
Católica.
- “Sexualidad, amor, santa pureza”: José Miguel Ibáñez Langlois.
- “Bioética para todos”: Ramón Lucas Lucas.
-“Declaración sobre la eutanasia”: Congregación para la Doctrina de la Fe.
- Consideraciones antropológicas y éticas acerca de la “Píldora del día después”: Mons. Fernando Chomalí G., Obispo
auxiliar de Santiago.
- La Nueva Evangelización, según el Cardenal Ratzinger.
349