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Operación

Manos a la Obra
Crisdayanne Zayas Viera
Es un programa industrial que en el 1947
marco el comienzo de una nueva etapa de
planificación industrial basada en el
capital externo y en las exenciones
contributivas

Que es “operación El origen del programa fue la Ley de


Incentivos Industriales que se aprobó ese

manos a la obra”?
mismo año y que se apoyaba en la
exención de impuestos federales que ya
existía en la Isla bajo el Artículo 9 de la
Ley Jones.

Además, la sección 931 del Código de


Rentas Internas ya establecía la exención
de impuestos federales a las corporaciones
establecidas en territorios de Estados
Unidos, como Puerto Rico, hasta el
momento en que éstas repartiaran sus
ganancias al continente.
Puerto Rico entró en un periodo de
rápida industrialización y alto
crecimiento económico. Este lapso de
prosperidad duró por más de dos décadas
pero tuvo consecuencias desfavorables.
Los cambios producidos por la
vertiginosa modernización provocaron
efectos sociales desfavorables tales como
el descenso en la participación laboral, la
decadencia agraria y la creciente ola
migratoria. La prosperidad acabó a
mediados de los años setenta y desde
entonces Puerto Rico no ha podido
retornar al alto crecimiento económico
vivido en esa época. Es un tema que
resulta ser todavía muy relevante ya que
nuestro actual modelo económico
continúa fundamentado en los principios
establecidos por operación manos a la
obra.
Antecedentes
La política económica que rigió en los años cuarenta
buscaba una industrialización “criolla”. El plan industrial de
esa época reflejaba la influencia del Nuevo Trato en Estados
Unidos por su alto grado de intervención gubernamental en
la economía. Esto llevó a la creación de empresas locales
para promover la producción local en una estrategia de
“sustitución de importaciones”. Otras manifestaciones del
plan industrial de los cuarenta fue la reforma agraria que
buscaba romper con el control de las grandes corporaciones
agrícolas en nuestra agricultura y poner las tierras en manos
locales. En general, los objetivos del plan reflejaban la
política populista del Partido Popular Democrático (PPD) en
el poder, ya que enfatizaban tanto el crecimiento y la
eficiencia como la justicia social.
Cont.
Sin embargo, con la implementación de Operación Manos a la
Obra en el 1947 se dio un viraje dramático en la estrategia
industrial: se pasó de la industrialización criolla populista a un
capitalismo “laissez faire” con énfasis en la inversión extranjera.
Una razón importante que explica el cambio en la política
económica es el fin de la Segunda Guerra Mundial y su impacto
negativo en la economía local. Después de haber crecido
vertiginosamente a una tasa de 17% anual del 1940 al 1945, el
ingreso por capital en Puerto Rico se desplomó en el período de la
posguerra. El ingreso por capital disminuyó de $270 en 1945 a
$256 en 1948. Un factor importante que explica la contracción
económica fue que el gobierno no podía seguir financiando sus
políticas populistas. Después de la guerra, al recuperarse la
industria licorera estadounidense, el presupuesto del gobierno se
afectó debido a la merma en las ventas de ron puertorriqueño en
Estados Unidos. Los arbitrios de las ventas de ron en el continente
eran una parte importante del presupuesto.
Inicios de Manos a
la Obra
Lo que la Ley de Incentivos Industriales hizo fue tomar ventaja
de los códigos existentes añadiendo la exención de todo tipo de
impuesto a empresas que invirtieran en nuevas industrias en la Isla
por un período inicial de 10 años, que más tarde se extendería a 25
años. Además de estos incentivos contributivos, el gobierno de
Puerto Rico mercadeó agresivamente sus otros atractivos para la
inversión extranjera. Las ventajas incluían la mano de obra barata,
el acceso al libre mercado norteamericano, un clima político
estable, y bajos costos de infraestructura y plantas dado su subsidio
por el gobierno. Esta nueva estrategia de industrialización vino
acompañada de cambios políticos. El Partido Popular Democrático
abandonó el ideal de la independencia y aceptó la autonomía como
solución al status político de Puerto Rico.
Dos etapas de desarrollo
El proceso de industrialización bajo el programa Manos a la Obra tuvo dos etapas. La
primera duró de 1947 a 1965 y se caracterizó por la atracción de empresas de alta
intensidad de trabajo que llegaban a Puerto Rico por sus bajos salarios en comparación a
Estados Unidos. En el 1950, por ejemplo, el jornal promedio en Puerto Rico era 28% del
nivel en Estados Unidos. Los sectores de mayor inversión durante esta primera etapa
fueron los de textiles, ropa y cuero. En la década de los sesenta, el modelo basado en
atraer inversión de compañías de alta intensidad de trabajo dejó de funcionar. Uno de los
problemas clave fue la decadencia de la industria textil local como resultado del aumento
en el salario mínimo en la Isla a principios de la década. Este aumento reflejó las
presiones de sindicatos en Estados Unidos que veían los bajos salarios en Puerto Rico
como una peligrosa competencia a los empleos en el territorio continental. Otro factor
fue un cambio en la política de aranceles de Estados Unidos que incentivó la entrada de
textiles europeos. Todo esto es un buen ejemplo de una de las debilidades más grandes en
nuestro programa de desarrollo: la dependencia en las políticas económicas, comerciales
y contributivas estadounidenses sin tener ningún tipo de influencia sobre ellas.
A mediados de los sesenta, comienza una segunda etapa de desarrollo industrial que se basó en atraer
empresas de alta intensidad de capital. Las premisas de la nueva estrategia eran que las industrias intensivas
en capital proveerían sueldos más altos y que estimularían también la creación de industrias secundarias.
Hasta entonces, las empresas intensivas en trabajo atraídas a la Isla por los bajos salarios habían
desarrollado muy pocas industrias secundarias. éstas funcionaban en forma parecida a las primeras
maquiladoras mexicanas en el sentido de que importaban materia prima y semi-elaborada y exportaban un
producto con muy poco valor agregado localmente. El principal componente local era el costo laboral. La
nueva estrategia buscaba atraer empresas que por su naturaleza de intensidad de capital incentivaran la
creación de otras industrias secundarias y por lo tanto aumentaran el valor agregado local de los productos
exportados. Este objetivo nunca se logró dado que las empresas que llegaron a la Isla eran subsidiarias de
multinacionales con redes establecidas de empresas que les proveían abastecimiento y distribución.
Para atraer estas nuevas empresas de alta intensidad de capital se aprobó
una nueva Ley de Incentivos Industriales en 1963. Esta reglamentación
aumentó la duración del período de exenciones hasta 17 años para empresas
que se ubicasen en áreas consideradas subdesarrolladas industrialmente. La
promoción de industrias de alta intensidad de capital dio resultados y Puerto
Rico se convirtió en un importante centro para las industrias petroquímicas
y farmacéuticas. La industria petroquímica en específico fue el sector más
importante dentro de la nueva política. Creció 27.2 % anual entre el 1959 y
1974 lo que representaba a principios de la década de los setenta el 27% del
ingreso neto manufacturero en la Isla.
INDUSTRIALIZACIÓN Y CRECIMIENTO

El principal logro del programa industrial Manos a la Obra fue que consiguió su objetivo de rápida
industrialización y crecimiento económico. Evidencia de que hubo industrialización en Puerto Rico
fue que el sector agropecuario descendió de 18% del Producto Bruto Nacional (PBN) en 1950, a 3.6
% en el 1980. Al mismo tiempo, el manufacturero aumentó su participación en la economía de 16%
en 1950 a 48.1% en 1980. Otros cambios producidos por la industrialización fueron el crecimiento en
el sector financiero y el sector gubernamental. El financiero creció de 10% del PBN en 1950 a 14.4%
en 1980. Este crecimiento refleja la mayor liquidez en la economía producida por fondos extranjeros
depositados en el sector financiero particularmente después de aprobada la Ley 936 en 1976.
El sector gubernamental también creció al aumentar su participación de 10% del PBN
en 1950 a 17.1% en 1980. La proporción de empleos gubernamentales marcó un
crecimiento mayor, puesto que en 1950 empleaba sólo 7.6% de la fuerza laboral. Sin
embargo, para 1980, se había convertido en el patrono más grande con 24.4 de los empleos
nacionales. El crecimiento del PBN en la década de los cincuenta fue de 5.3% en términos
reales (ajustados por la inflación) y aceleró a 7% en la década subsiguiente. Vino
acompañado de un impresionante aumento en el PBN per cápita que creció de $154 en
1940 a $342 en 1950 y a $716 en 1960. Ya para 1980, había llegado a $3,479 con lo que
superaba a la mayoría de los países en Latinoamérica. A la par con el aumento en ingresos
vemos un incremento importante en el jornal promedio por hora que aumentó de $0.42 ó
28% del nivel en Estados Unidos en 1950 a $0.94 ó 41% en 1960 y $2.59 ó 59% en 1975.
Otro dato que refleja la prosperidad de la época es el crecimiento en la tasa de inversión.
Aumentó de 15% en el 1950 a 21.2% en el 1960 y llegó a un máximo histórico de 30.5%
en el 1972. El alto crecimiento económico en Puerto Rico en las décadas del cincuenta y el
sesenta lo convirtió en un modelo de progreso y desarrollo planificado para el Caribe y
Latinoamérica.
Aspectos sociales de Manos a la Obra
Aunque las estadísticas del crecimiento sin precedentes en los cincuenta y
los sesenta sugieren que éstos fueron tiempos de gran prosperidad, es
importante reconocer que la rápida industrialización del país también produjo
importantes disloques sociales. Unos de los aspectos más reveladores del
impacto social de la industrialización fue el efecto que tuvo en la creación de
empleos y en la participación laboral. Sorprendentemente, como resultado del
alto crecimiento económico en los cincuenta y los sesenta sólo se vio un
moderado descenso en la tasa de desempleo en Puerto Rico. Comenzó en 12.9
en 1950, subió ligeramente a 13.3% en 1960 y bajó de nuevo a 10.3% en 1970.
Sin embargo, el alza de tres puntos porcentuales en el desempleo obtenida en
las dos décadas entre el 1950 y el 1970 es igual a la obtenida en una década
con el plan de industrialización “criollo” entre 1940 y 1950.

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Al mismo tiempo, la tasa de participación laboral
disminuyó consistentemente durante el tiempo que duró el
Programa. De un nivel de 53.1% en 1950 bajó a 45.4% en 1960
cuando se mantuvo estable hasta mediados de los setenta. Es
decir, en medio de un crecimiento sin precedentes en nuestra
historia, menos gente participaba en la fuerza laboral. Otro dato
importante que añade mucho al perfil social de la época fue la
gran ola inmigratoria animada por el PPD que resultó en la
salida de un millón de puertorriqueños de la Isla entre 1945 y
1970.

Los datos revelan que el nuevo modelo económico


generaba crecimiento pero no empleos. Los nuevos empleos
creados en la manufactura no compensaron suficientemente la
pérdida de plazas en la agricultura por la decadencia del azúcar,
el café y el tabaco. En un estudio cuantitativo el economista
James Dietz demuestra que si la tasa de inmigración neta
hubiera sido la mitad de lo que fue o si la tasa de participación
laboral se hubiera mantenido estable, la tasa de desempleo
habría alcanzado un 16.2% en los cincuenta y entre 25 a 26% en
los sesenta.
La creación de una economía informal representada por la baja tasa de
participación laboral y la emigración fueron dos importantes válvulas de escape social
durante este período de supuesta prosperidad. Los nuevos empleos en el sector
manufacturero no compensaban por las pérdidas en el sector agropecuario. Esto
produjo grandes trastornos económicos y sociales en el campo puertorriqueño que
vivió la decadencia de las industrias tradicionales de azúcar, café y tabaco.

Hubo aspectos sociales positivos como resultado del plan de industrialización.


Ocurrió un descenso en las tasa de mortalidad que resultó en un aumento en la
expectativa de vida de 46 años en 1940 a 73 en 1980. La tasa de alfabetización
aumentó de 68.5% en 1940 a 91.3% a mediados de los 1970. Así también, como un
reflejo de la prosperidad económica de las dos décadas anteriores, a mediados de los
setenta, un 80% de las familias puertorriqueñas eran dueñas de su hogar.

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