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DEONTOLOGÍA Y PROSOCIALIDAD

Universidad Privada Domingo Savio


Sede Sucre
Lic. Weimar Manuel Peralta Sánchez MBA.
PROSOCIALIDAD

La formación profesional presenta nuevos desafíos cuando se le


reconoce que su orientación busca el desarrollo de la capacidad de
resolución interdisciplinaria de las problemáticas éticas del ejercicio de
la profesión.
SOBRE LA PROSOCIALIDAD

En un mundo globalizado, la práctica y la experiencia de la educación ha redefinido la


interacción entre profesores y alumnos, limitándola solo a la existencia de las disciplinas
académicas, hecho que desconoce que la formación educativa se configura en una
dimensión social, cultural, político, económico, histórico y transnacional (Blum & Ulmann,
2012).
El proceso educativo, aún se piensa en un esquema estructurado por
la edad, esquematizado en una trayectoria educativa marcada por
diversas transiciones en el curso de la vida (Cuconato y Walther,
2015), sin embargo, múltiples experiencias poseen un valor formativo
en cuanto son capaces de transformar la forma de comprender el
mundo.
LA PROSOCIALIDAD
El concepto de prosocialidad, nacido desde la psicología, constituye un aporte para comprender y
operativizar una mejora en la calidad de vida y en las relaciones entre los adultos (Caprara, 2006).

Estudia y demuestra los factores y beneficios que las acciones de ayuda, solidaridad, del dar y
compartir y cooperación, tienen para todas las personas, grupos, sociedades que se implican en ellas
como autores o receptores. Robert Roche (1991), lo extiende hacia un modelo de pensamiento, lo que
abre las posibilidades de ser aprendido y perfeccionado, ya que promueve la optimización de los
comportamientos prosociales: (i) cómo hacer para facilitar que los comportamientos prosociales
sucedan en distintos contextos y (ii) se propicien y aumenten en calidad y frecuencia.
Prosocialidad

La prosocialidad es la capacidad del ser humano que se centra en


beneficiar a las demás personas sin esperar nada a cambio. La conducta
prosocial está motivada por la empatía y la preocupación por el bien
común.
Las conductas prosociales benefician a otras personas, grupos o metas
sociales contando con la identidad, creatividad e iniciativas de las personas
implicadas, sus circunstancias y necesidades reales.
Cuando alguien se comporta de manera prosocial, tiene en cuenta en todo
momento a la persona a la que ayuda y cómo ésta quiere ser ayudada.
“Aquellas acciones que benefician a otras personas, grupos (según los criterios de
estos) o metas sociales objetivamente positivas, sin que existan recompensas
materiales, externas o extrínsecas y aumentan la probabilidad de generar una
reciprocidad positiva de calidad y solidaria en las relaciones interpersonales o
sociales consecuentes, salvaguardando la identidad, creatividad e iniciativa de los
individuos o grupos implicados” (Roche, 1991). A partir de esta definición, se han
categorizado diez tipos de acción, con la cualidad de ser prosociales, lo que ha
permitido la estructuración del modelo UNIPRO (unidades-prosociales).
MODELO UNIPRO Y EL INVENTARIO PROSOCIAL

El modelo se organiza en un conjunto de dimensiones, o variables,


orientado a la optimización de las actitudes y comportamientos de
generosidad, ayuda, cooperación, solidaridad, amistad y unidad.
Constituye un marco básico, amplio y detallado para la creación y diseño
de programas de educación en la prosocialidad, con el supuesto implícito
que ella puede ser aprendida y enseñada. Para su aplicación en aula, se
trabaja sobre seis guías:
1. Construcción del significado personal.
2. Comunicación de calidad y empatía en las relaciones.
3. Valoración positiva de las personas y de las cosas.
4. Espacios y tiempos para la creatividad, la iniciativa y el cambio.
5. Afirmación personal y asertividad prosocial.
6. Puesta en práctica de las acciones prosociales.
1.- Ayuda física:
Conducta no verbal que procura asistencia a otras personas para cumplir un determinado objetivo, y que cuenta
con la aprobación de las mismas.

2. Servicio físico:
Conducta que elimina la necesidad a los receptores de la acción de intervenir físicamente en el cumplimiento de
una tarea o cometido, y que concluye con la aprobación o satisfacción de éstos.

3. Dar y compartir:
Entregar objetos, alimentos o posesiones a otros perdiendo su propiedad o uso.

4. Ayuda verbal:
Explicación o instrucción verbal o compartir ideas o experiencias vitales, que son útiles y deseables para otras
personas o grupos en la consecución de un objetivo.

5. Consuelo verbal:
Expresiones verbales para reducir tristeza de personas apenadas o en apuros y aumentar su ánimo.
6. Confirmación y valorización positiva del otro:
Expresiones verbales para confirmar el valor de otras personas o aumentar la autoestima de las mismas, incluso ante
terceros. Esinterpretar positivamente conductas de otros, disculpar, interceder, mediante palabras de simpatía, alabanza
o elogio.

7. Escucha profunda:
Conductas metaverbales y actitudes de atención que expresan acogida paciente pero activamente orientada a los
contenidos expresados por el interlocutor en una conversación.

8. Empatía:
Conductas verbales que, partiendo de un vaciado voluntario de contenidos propios, expresan comprensión cognitiva de
los pensamientos del interlocutor o emoción de estar experimentando sentimientos similares a los de éste.

9. Solidaridad:
Conductas físicas o verbales que expresan aceptación voluntaria de compartir las consecuencias, especialmente
penosas, de la condición, estatus, situación o fortuna desgraciadas de otras personas, grupos o países.

10. Presencia positiva y unidad:


Presencia personal que expresa actitudes de proximidad psicológica, atención, escucha profunda, empatía,
disponibilidad para el servicio, la ayuda y la solidaridad para con otras personas y que contribuye al clima psicológico de
bienestar, paz, concordia, reciprocidad y unidad en un grupo o reunión de dos o más personas.
Hay dos maneras de entender la prosocialidad. La primera supone que toda conducta
prosocial implica siempre una motivación por el beneficio de otra persona o de las
partes implicadas, es decir, motivada por una intención altruista; y, la segunda
reconoce que las conductas prosociales pueden estar orientadas al beneficio propio o
solo a una de las partes, lo cual indica, de acuerdo con Bat-son, & Powell (2003), que
pueden existir otras motivaciones diferentes al altruismo, por ejemplo, motivaciones
egoístas, colectivistas, morales-normativas, entre otras, y aun así considerarse
prosocial dada las consecuencias positivas que genera. 
Esta precisión es importante dado que permite diferenciar
ambos conceptos, ya que la conducta prosocial se
caracteriza por los efectos positivos que genera a nivel
interpersonal y social, y puede tener diversos móviles
motivacionales diferentes al altruismo, mientras que el
altruismo debe contemplar la intención real, voluntaria y
desinteresada de beneficiar a los demás, incluso más que
a sí mismo. Esto sugiere que no toda conducta prosocial
es necesariamente altruista
Carlo, Hausmann, Christiansen, & Randall, (2003) proponen un
modelo multifactorial en el que se establece una clasificación de seis
tipos de tendencias prosociales, las cuales dependen de factores
asociados al contexto social, la intencionalidad o motivación de
ayuda en condiciones específicas y factores cognitivo-emocionales
implicados en la acción prosocial. La clasificación es la siguiente:
Tendencia prosocial pública: 

Son conductas que tienen la intención de beneficiar a los


demás en presencia de otras personas; está más asociada con
el reconocimiento social o el deseo de tener la aprobación de
los demás que con un alto razonamiento moral prosocial.
Tendencia prosocial emocional: 

Se refiere a comportamientos destinados a beneficiar a los demás bajo


situaciones o condiciones emocionalmente evocadoras; por ejemplo, un
adolescente que se ha lastimado un brazo, se encuentra llorando y
sangrando, es más evocador emocionalmente que aquel adolescente que
se lastima y no presenta angustia o lesión física.
En este sentido, factores como la percepción de necesidad de ayuda, la
evocación emocional percibida y respuestas empáticas orientadas a la
preocupación por el otro y el malestar personal conducen a asumir
acciones prosociales.
Tendencia prosocial de emergencia: 

Son conductas que buscan ayudar a los demás en situaciones de


emergencia o crisis, es decir, en condiciones extremas o en las que existe
un riesgo potencialmente alto de daño. Si bien las tendencias prosociales
emocionales y las de emergencia están fuertemente correlacionadas, es
importante aclarar que la percepción de daño potencial y los contextos
de riesgo que pueden estar asociados a estas dos tendencias son
diferentes.
Tendencia prosocial altruista: 

Se refiere a conductas adoptadas voluntariamente y que son


motivadas por la preocupación por el bienestar de otra
persona o grupo de ellas. Su principal característica es ayudar
a los demás cuando hay poco o ningún potencial percibido
para una recompensa directa.
Tendencia prosocial anónima: 

Es la tendencia a ayudar a otros sin el conocimiento de la


gente ; por ejemplo, realizar donaciones anónimas a
personas o instituciones que protegen a los demás, sin
esperar ningún tipo de reconocimiento social.
Tendencia prosocial de complacencia u obediencia: 

Implica asumir comportamientos de ayuda cuando hay una


solicitud verbal o no verbal; en otras palabras, ayudar a
otros cuando lo solicitan. De acuerdo con Carlo & Randall
(2002) la ayuda por complacencia u obediencia es mucho
más frecuente que la ayuda espontánea sin la mediación de
algún tipo de solicitud.
Más allá de los debates sobre los móviles motivacionales (altruistas
o no altruistas) y las clasificaciones en torno a los tipos de conducta
prosocial, la literatura científica y la investigación psicológica actual
reconocen tres dimensiones de la conducta prosocial: la empatía, el
altruismo y las conductas de ayuda (Martí-Vilar y Lorente, 2010b),
que, si bien no pueden tomarse como términos homónimos o
intercambiables, son precursores importantes de la conducta
prosocial.
Algunos ejemplos de conducta prosocial son dar información a
un desconocido, corregir una información incorrecta, recoger
objetos del suelo, abrir la puerta a una persona cargada con
algo pesado, ayudar a buscar algo, enviar una carta perdida,
enviar un sobre o un paquete cuando lo pide una persona,
telefonear a alguien por encargo de otro, cambiar dinero,
ayudar a un automovilista detenido en la cuneta por avería o
por tener una rueda pinchada, trabajar como voluntario en
organizaciones sociales, ayudar de forma habitual a otra
persona, intervenir en situaciones de emergencia, entre otras.
Ahora bien, desde la psicología positiva se plantea que las
habilidades bien desarrolladas, así como la conducta
prosocial, son las rutas que nos conducen a la felicidad.
Este comportamiento “aumenta la probabilidad de generar
una reciprocidad positiva, de calidad y solidaria en las
relaciones interpersonales”.  Al ayudar a otros, el cerebro
libera ciertas sustancias como la oxitocina, la dopamina y
la serotonina que provocan bienestar, pero que a la vez
contrarrestan el estrés e incluso ayudan a disminuir los
síntomas de la depresión.
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