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Homeostasis

Por: Gean Carrera, Mareandreé,Jimena Culpatan y Alejandro Ramírez


La homeostasis se produce por una resistencia natural al cambio cuando el
organismo, ya sea unicelular, pluricelular o a niveles de organización
superiores, se encuentra en las condiciones óptimas, y el equilibrio se
mantiene mediante muchos mecanismos reguladores. Todos los mecanismos
de control homeostático tienen al menos tres componentes
interdependientes para la variable que se regula: un receptor, un centro de
control y un efector. El receptor es el componente sensor que monitorea y
responde a los cambios en el entorno, ya sea externo o interno. Los
receptores incluyen termorreceptores y mecanorreceptores. Los centros de
control incluyen el centro respiratorio y el sistema renina-angiotensina. Un
efector es el objetivo sobre el que se actúa para provocar el cambio de
regreso al estado normal. A nivel celular, los receptores incluyen receptores
nucleares que provocan cambios en la expresión génica a través de la
regulación hacia arriba o hacia abajo, y actúan en mecanismos de
retroalimentación negativa. Un ejemplo de esto es el control de los ácidos
biliares en el hígado.
Algunos centros, como el sistema renina-angiotensina, controlan más de una
variable. Cuando el receptor detecta un estímulo, reacciona enviando potenciales
de acción a un centro de control. El centro de control establece el rango de
mantenimiento (los límites superior e inferior aceptables) para la variable en
particular, como por ejemplo la temperatura. El centro de control responde a la
señal determinando una respuesta apropiada y enviando señales a un efector, que
puede ser uno o más músculos, un órgano o una glándula. Cuando se recibe la
señal y se actúa sobre ella, se proporciona una retroalimentación negativa al
receptor que detiene la necesidad de más señalización.

El concepto de homeostasis fue aplicado por Walter Cannon en 1926,3 en 19294​y


en 19325​6​para referirse al concepto de medio interno (milieu intérieur),
publicado así en 1865 por Claude Bernard, referencia de la fisiología como se
entiende en la actualidad.

Tradicionalmente se ha aplicado en biología pero, dado el hecho de que no solo lo


biológico es capaz de cumplir con esta definición, otras ciencias y técnicas han
adoptado también este término.
Si una entidad está controlada homeostáticamente, no implica que su
valor sea necesariamente absolutamente estable en salud. La
temperatura corporal interna, por ejemplo, está regulada por un
mecanismo homeostático con sensores de temperatura en, entre otros, el
hipotálamo del cerebro. Sin embargo, el punto de ajuste del regulador se
restablece periódicamente. Por ejemplo, la temperatura corporal central
en los seres humanos varía durante el transcurso del día (es decir, tiene
un ritmo circadiano), siendo las temperaturas más bajas por la noche y las
más altas por las tardes. Otras variaciones normales de temperatura
incluyen las relacionadas con el ciclo menstrual. El punto de ajuste del
regulador de temperatura se restablece durante las infecciones para
producir fiebre.​ Los organismos son capaces de adaptarse algo a
condiciones variadas, como cambios de temperatura o niveles de oxígeno
en la altitud, mediante un proceso de aclimatación.
La homeostasis no gobierna todas las actividades del cuerpo. Por ejemplo, la señal (ya sea a través de neuronas u
hormonas) del sensor al efector es, necesariamente, muy variable para transmitir información sobre la dirección y
la magnitud del error detectado por el sensor. De manera similar, la respuesta del efector debe ser altamente
ajustable para revertir el error; de hecho, debe ser muy proporcional (pero en la dirección opuesta) al error que
amenaza el medio interno. Por ejemplo, la presión arterial en los mamíferos se controla homeostáticamente y se
mide mediante receptores de estiramiento en las paredes del arco aórtico y los senos carotídeos en los inicios de
las arterias carótidas internas. Los sensores envían mensajes a través de los nervios sensoriales al bulbo raquídeo
del cerebro que indican si la presión arterial ha aumentado o disminuido, y en qué medida. El bulbo raquídeo luego
distribuye mensajes a lo largo de los nervios motores o eferentes que pertenecen al sistema nervioso autónomo a
una amplia variedad de órganos efectores, cuya actividad se modifica en consecuencia para revertir el error en la
presión arterial. Uno de los órganos efectores es el corazón, cuya frecuencia se estimula para aumentar
(taquicardia) cuando la presión arterial baja, o para disminuir (bradicardia) cuando la presión aumenta por encima
del punto de ajuste. Por lo tanto, la frecuencia cardíaca (para la que no hay un sensor en el cuerpo) no se controla
homeostáticamente, sino que es una de las respuestas efectoras a los errores en la presión arterial. Otro ejemplo
es la tasa de sudoración. Este es uno de los efectores en el control homeostático de la temperatura corporal y, por
lo tanto, muy variable en proporción aproximada a la carga de calor que amenaza con desestabilizar la
temperatura central del cuerpo, para la cual hay un sensor en el hipotálamo del cerebro.
Los mamíferos regulan su temperatura corporal utilizando la información de los termorreceptores localizados en
el hipotálamo, el cerebro, la médula espinal, los órganos internos y las grandes venas.​Además de la regulación
interna de la temperatura, puede entrar en juego un proceso llamado alostasis que ajusta el comportamiento
para adaptarse al desafío de extremos muy calientes o fríos (y a otros desafíos). Estos ajustes pueden incluir
buscar sombra y reducir la actividad, o buscar condiciones más cálidas y aumentar la actividad, o acurrucarse.
La termorregulación por comportamiento tiene prioridad sobre la termorregulación fisiológica, ya que los
cambios necesarios pueden verse afectados más rápidamente y la termorregulación fisiológica tiene una
capacidad limitada para responder a temperaturas extremas.

Cuando la temperatura central desciende, el suministro de sangre a la piel se reduce por una vasoconstricción
intensa. El flujo de sangre a las extremidades (que tienen una gran superficie) se reduce de manera similar y
regresa al tronco a través de las venas profundas que se encuentran a lo largo de las arterias (formando venas
comitantes). Esto actúa como un sistema de intercambio en contracorriente que cortocircuita el calor de la
sangre arterial directamente en la sangre venosa que regresa al tronco, causando una pérdida mínima de calor
por las extremidades en climas fríos. Las venas subcutáneas de las extremidades están estrechamente
constreñidas, no solo reduciendo la pérdida de calor de esta fuente, sino también forzando la sangre venosa
hacia el sistema contracorriente en las profundidades de las extremidades.
La tasa metabólica aumenta, inicialmente por termogénesis sin escalofríos, seguida de termogénesis por
escalofríos si las reacciones anteriores son insuficientes para corregir la hipotermia. La estimulación
simpática, así como un aumento en los niveles de noradrenalina y adrenalina, junto con un aumento en la
liberación de tiroxina, pueden provocar una incremento en la tasa metabólica. La termogénesis por
escalofríos está controlada por un centro motor primario de la tiritona, localizado en humanos en el
hipotálamo posterior, que se activa cuando la temperatura corporal desciende y cuyas señales aumentan el
tono en los músculos esqueléticos hasta un punto crítico en el que comienzan los escalofríos.​

La piloerección, es decir, la erección del pelo en mamíferos gracias a los músculos erectores adheridos a los
folículos pilosos, forma una cámara de aire aislante. En el ser humano, este mecanismo carece de la
importancia que tiene para la mayoría de mamíferos o las aves.

Cuando los termorreceptores detectan un aumento de la temperatura central la respuesta consiste en tres
mecanismos: vasodilatación de la piel, sudoración y disminución de la producción de calor (termogénesis). Las
glándulas sudoríparas de la piel se estimulan a través de los nervios simpáticos colinérgicos para secretar
sudor sobre la piel, que, cuando se evapora, enfría la piel y la sangre que fluye a través de ella.​El jadeo es un
efector alternativo en muchos vertebrados, que enfría el cuerpo también por la evaporación del agua, pero
esta vez de las mucosas de la garganta y la boca.
En humanos, los cambios en los niveles de oxígeno, dióxido de carbono y pH plasmático se envían
al centro respiratorio, en el tronco del encéfalo, donde se regulan. La presión parcial de oxígeno
y dióxido de carbono en la sangre arterial es monitoreada por los quimiorreceptores periféricos
(SNP) en la arteria carótida y el arco aórtico. Un cambio en la presión parcial de dióxido de
carbono se detecta como un pH alterado en el líquido cefalorraquídeo por los quimiorreceptores
centrales (SNC) en el bulbo raquídeo del tronco encefálico. La información de estos conjuntos de
sensores se envía al centro respiratorio que activa los órganos efectores: el diafragma y otros
músculos de la respiración. Un mayor nivel de dióxido de carbono en la sangre, o una disminución
del nivel de oxígeno, dará como resultado un patrón respiratorio más profundo y un aumento de
la frecuencia respiratoria para devolver los gases sanguíneos al equilibrio.​

En condiciones hiperbáricas (buceo, submarinos), las presiones parciales de los gases respiratorios
en el aire inspirado aumentan considerablemente. Demasiado poco dióxido de carbono y, en
menor medida, demasiado oxígeno en la sangre pueden detener temporalmente la respiración,
una condición conocida como apnea, que los buceadores utilizan para prolongar el tiempo que
pueden permanecer bajo el agua.​
https://youtu.be/t3rMnozvqpA

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