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LUNES 6 DE

SEPTIEMBRE, 2021.
OBJETIVO: Elaborar la
escritura de un
comentario literario.
 

7° AÑO BÁSICO
En la escala de emociones… ¿ Cómo
me siento hoy al comenzar?
¡ Activemos nuestro cerebro !
Es más pequeño que los
demás, pero si está
contento y motivado se
levanta más.

EL DEDO PULGAR.
Órdenes da, órdenes recibe,
algunas las autoriza, otras las
prohíbe. ¿Quién es?

EL CEREBRO.
EL COMENTARIO CRÍTICO

El comentario crítico es un TEXTO DE OPINIÓN en el


que:
EXPONEMOS (texto expositivo) nuestro modo de
pensar acerca de
UN TEMA, normalmente de actualidad, y

ARGUMENTAMOS (texto argumentativo) para


APOYAR lo que nosotros pensamos.
EL COMENTARIO CRÍTICO

1. ¿Qué es un Comentario Crítico?


Un Comentario crítico es un trabajo,
generalmente escrito, que realiza una persona
que ha leído un texto, extrae diversos puntos de
vista sobre la cuestión o sobre el tema y además,
valora, cómo es la información recibida, como
por ejemplo:
- Cuál es la intención del autor
- Cómo es el lenguaje empleado por el autor
- Si es un tema de interés social
- Si es un tema de actualidad, etc.
2. ¿Para qué sirve un Comentario
Crítico?
Persona que ha leído el texto, lo
ha trabajado y ha buscado
argumentos para DEFENDER LO
QUE PIENSA
E
n
u
n
c
o
m
e
n
t
a
r
3. ¿Qué consigue la persona que
realiza Comentarios de textos?
La persona capacitada para comentar bien un texto, sea
oral, sea escrito, demuestra las siguientes cualidades:
- Mente despierta.
- Pensamientos equilibrados, que 10 tos
n
persiguen, y consiguen, un orden lógico. pu
- Claridad de ideas, lo que demuestra
seguridad en uno mismo, en una misma.
- Capacidad de análisis, que viene a ser lo
mismo que profundidad de
pensamientos, sin tratar solamente
superficialidades.
- Y, por último, descubrimiento del sentido
crítico, que conduce a la libertad de
ideas.
PARTES DEL COMENTARIO CRÍTICO

1. RESUMEN DEL 1. OFRECER


TEXTO. ARGUMENTOS.
2. CONCRETAR EL 2. OFRECER
TEMA PRINCIPAL EJEMPLOS.
EN UNA LÍNEA. 3. CONCLUSIÓN. Debe
3. DETERMINAR LA estar en todo texto
INTENCIÓN DEL escrito y en cualquier
AUTOR DEL TEXTO. comentario, sea del tipo
4. DEFINIR CUÁL ES que sea.
MI OPINIÓN
ACERCA DEL
TEMA.
1. SERIE DE LECTURAS COMPRENSIVAS

A. Debemos leer el texto que va a ser objeto


de comentario tantas veces como sea
necesario, hasta que entendamos el
mensaje o la idea definitiva del texto.
Usaremos el diccionario para buscar las
palabras desconocidas del texto.
B. DESPUÉS: escribiremos el RESUMEN
sin usar las palabras empleadas por el
autor. (Escribirlo con nuestras propias
palabras)
3. RESUMEN DEL ARGUMENTO Y TEMAS

A. RESUMEN DEL ARGUMENTO: B. DETERMINA EL TEMA PRINCIPAL DEL


TEXTO
 No es el tema, es decir, aquí se
deben contar los hechos más
importantes del texto. Describir un tema no es volver a
escribir el resumen del texto, sino
 Generalmente, tiene una extensión
extraer de ese texto, la idea o las
de unas cinco o seis líneas,
ideas fundamentales que nos quiere
dependiendo de la extensión del texto
dar a entender el autor o la autora.
base.
Esa idea o esas ideas serán
 Ha de evitarse el ser demasiado
explicadas después por la persona
detallistas, pero tampoco vale ser
que hace el comentario de texto y,
demasiado breves. Los temas
por lo tanto, el tema ocupará unas
secundarios o los ejemplos no deben
pocas palabras (UN SINTAGMA,
ser contados.
como quien pone un título).
 Y LO MÁS IMPORTANTE:
explica el tema con TUS
PALABRAS.
1 er. PÁRRAFO

A. CUÁL ES EL TEMA C. TIPO DE TEMA A TRATAR:


PRINCIPAL El tema es de interés social, es un
El tema central del texto es… tema actual porque…
(enunciar en pocas palabras)

B. INTENCIÓN DEL AUTOR D. TIPO DE LENGUAJE


La intención del autor es EMPLEADO:
informar/convencer/ ofrecer El autor emplea un lenguaje sencillo,
diferentes puntos de vista, etc. con un registro culto/coloquial,
como vemos en las expresiones…
---CÓMO DEBE SER LA EXPOSICIÓN DEL
TEMA
 B.
A. Podemos presentar de
La exposición nuestra opinión
las ideas deberal
principio y defenderla durante el resto de la
ser:
exposición escrita o
CLARA ORDENADA
COHERENTE
COHESIONADA
 Podemos mostrar nuestros argumentos y, al
final, concluir con la TESIS de nuestra
Para ello, utilizaremos un párrafo para
exposición.
cada idea expuesta.

 También podemos escoger la estructura


circular: presentar la tesis al principio y
reafirmarla al final.
USA LAS PALABRAS APROPIADAS
ES MUY IMPORTANTE QUE UTILICEMOS MARCADORES TEXTUALES Y ORGANIZADORES DEL
DISCURSO PARA OFRECER COHERENCIA Y COHESIÓN AL TEXTO.
A. Para expresar B. Para ordenar los C. Para
la opinión: diferentes párrafos: añadir/rebatir
Utiliza fórmulas En primer lugar, argumentos:
diferentes cada para empezar… Hay que tener en
vez: En segundo lugar, por cuenta que…
Yo creo que… otro lado… Frente a eso…
A mí me parece que… En tercer lugar, además, En cambio…
en otro orden de Además,
(fíjate en la tabla de cosas…
abajo) Para terminar, podríamos
como añadir…
conclusión… En consecuencia,

Por consiguiente…


Comentario de texto de Calderón
de la Barca: la brevedad de la
vida
Éstas, que fueron pompa y alegría,
Despertando el albor de la mañana,
A la tarde serán lástima vana,
Durmiendo en los brazos de la noche
fría.

Este matiz, que al cielo desafía,


Iris listado de oro, nieve y grana,
Será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un
día!

A florecer las rosas madrugaron


Y para envejecerse florecieron:
Cuna y sepulcro en un botón hallaron.

Tales los hombres sus fortunas vieron:


En un día nacieron y expiaron;
Que pasados los siglos, horas fueron.
1. LOCALIZACIÓN

1.1 El autor

Pedro Calderón de la Barca nació en Madrid, el 17 de enero de 1600. Su padre, Diego


Calderón, era secretario del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda y se casó con Ana
María de Henao, de una noble familia alemana. Pedro fue el tercero de los cinco hijos que el
matrimonio alcanzó a tener y era, pues, de origen montañés e hidalgo.

Empezó a ir al colegio en 1605 en Valladolid, porque allí estaba la Corte, pero como destacó
en los estudios, el padre, de carácter autoritario, decidió destinarlo a ocupar una capellanía
(capellán: persona que forma parte de una iglesia) que estaba reservada por la abuela a
alguien de la familia que fuese sacerdote.

Con ese propósito pasó al Colegio Imperial de los jesuitas de Madrid en 1608, y allí
permaneció hasta 1613 estudiando gramática, latín, griego, y teología. Cuando llevaba dos
años estudiando en Madrid, falleció su madre, en 1610, y su padre casó en segundas boda;
este hecho le unió especialmente a sus hermanos José y Diego frente a su padre.
1.2 La obra

Este soneto se desarrolla en una etapa


literaria denominada el Barroco. Habla
sobre la vida de cómo pasa tan deprisa y
que rápido llega la muerte. Pertenece al
género literario lírico porque habla sobre
la vida y la muerte.
Eso es subjetivo, ya que cada uno opina
o puede opinar lo que crea conveniente.
1.3 La cronología

La cronología de este soneto, como ya he comentado antes es del Barroco.


Debido a que se ve reflejado en el texto. Y en esa época vive nuestro autor
Calderón de la Barca.

2. ANALÍSIS DEL CONTENIDO

2.1 Argumento o resumen

El autor lo que nos quiere, transmitir es lo rápido que pasa la vida. Mediante
el tópico latino, tempus fugit, memento mori. Hace un símil en el primer
terceto sobre la cuna y el sepulcro. Esto quiere decir que las cosas de la vida
van cambiando. La vida pasa y casi no te das cuenta.
2.2 Tema

Aparentemente la vida, parece muy larga y existen


muy buenos momentos parece todo que es luz y
alegría. Pero también llegan los malos momentos
que hay que saber afrontar, pero hay que intentar
afrontarlos de forma positiva. El autor tiene una
visión de la vida un poco negativa, pensando que “Lo
que hay entre el cielo y la vida humana, hay muy
poca diferencia”. Y cuando te das cuenta la vida
acaba.
BORRADOR DEL COMENTARIO

SIGUIENDO LOS PASOS:


1) LEER EL TEXTO.

2) RESUMIRLO.

3) CONTAR LOS HECHOS MÁS


IMPORTANTES DEL TEXTO.

4) MENCIONAR EL TEMA PRINCIPAL.

5) DAR A CONOCER TÚ OPINIÓN


ARGUMENTADA (PUEDES MENCIONAR
ASPECTOS DEL AUTOR).
SOCIALIZAR RÚBRICA
Miércoles 28 de abril,
2021.

OBJETIVO DE
APRENDIZAJE: Escribir
el borrador del
comentario crítico
de un texto
literario.

8° AÑO
BÁSICO
¡ Activemos nuestro cerebro !
SOCIALIZAR RÚBRICA
BORRADOR DEL COMENTARIO

SIGUIENDO LOS PASOS:


1) LEER EL TEXTO.

2) RESUMIRLO.

3) CONTAR LOS HECHOS MÁS


IMPORTANTES DEL TEXTO.

4) MENCIONAR EL TEMA PRINCIPAL.

5) DAR A CONOCER TÚ OPINIÓN


ARGUMENTADA (PUEDES MENCIONAR
ASPECTOS DEL AUTOR).
TICKET DE
SALIDA
MIÉRCOLES 5 DE MAYO,
2021.

OBJETIVO DE
APRENDIZAJE:
Comprender un
texto literario.

8° AÑO
BÁSICO
¿CÓMO ME SIENTO AL COMENZAR MIS ACTIVIDADES?
¡Activemos
nuestro cerebro !
Fui por él, pero
no lo traje.

Silva sin labios,


corre sin pies. En
la espalda te pega
pero no lo ves.
EL GATO NEGRO
No espero ni remotamente que se conceda el menor crédito a la extraña,
aunque familiar historia que voy a relatar. Sería verdaderamente insensato
esperarlo cuando mis mismos sentidos rechazan su propio testimonio. No
obstante, yo no estoy loco, y ciertamente no sueño. Pero, por si muero mañana,
quiero aliviar hoy mi alma.

Me propongo presentar ante el mundo, clara, sucintamente y sin comentarios,


una serie de sencillos sucesos domésticos. Por sus consecuencias, estos sucesos
me han torturado, me han anonadado. Con todo, sólo trataré de aclararlos. A mí
sólo horror me han causado, a muchas personas parecerán tal vez menos
terribles que estrambóticos.

Quizá más tarde surja una inteligencia que de a mi visión una forma regular y
tangible; una inteligencia más serena, más lógica, y, sobre todo, menos
excitable que la mía, que no encuentre en las circunstancias que relato con
horror más que una sucesión de causas y de efectos naturales.
La docilidad y la humanidad fueron mis características durante mi
niñez. Mi ternura de corazón era tan extremada, que atrajo sobre mí
las burlas de mis camaradas.

Sentía extraordinaria afición por los animales, y mis parientes me


habían permitido poseer una gran variedad de ellos. Pasaba en su
compañía casi todo el tiempo y jamás me sentía más feliz que
cuando les daba de comer o acariciaba. Esta singularidad de mi
carácter aumentó con los años, y cuando llegué a ser un hombre,
vino a constituir uno de mis principales placeres.

Para los que han profesado afecto a un perro fiel e inteligente, no es


preciso que explique la naturaleza o la intensidad de goces que esto
puede proporcionar. Hay en el desinteresado amor de un animal, en
su abnegación, algo que va derecho al corazón del que ha tenido
frecuentes ocasiones de experimentar su humilde amistad, su
fidelidad sin límites.
Me casé joven, y tuve la suerte de encontrar en mi esposa
una disposición semejante a la mía. Observando mi
inclinación hacia los animales domésticos, no perdonó
ocasión alguna de proporcionarme los de las especies más
agradables. Teníamos pájaros, un pez dorado, un perro
hermosísimo, conejitos, un pequeño mono y un gato.

Este último animal era tan robusto como hermoso,


completamente negro y de una sagacidad maravillosa.
Respecto a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo era
bastante supersticiosa, hacía frecuentes alusiones a la
antigua creencia popular, que veía brujas disfrazadas en
todos los gatos negros. Esto no quiere decir que ella tomase
esta preocupación muy en serio, y si lo menciono, es
sencillamente porque me viene a la memoria en este
momento.
Plutón, este era el nombre del gato, era mi favorito, mi camarada. Yo
le daba de comer y él me seguía por la casa adondequiera que iba.
Esto me tenía tan sin cuidado, que llegué a permitirle que me
acompañase por las calles. Nuestra amistad subsistió así muchos
años, durante los cuales mi carácter, por obra del demonio de la
intemperancia, aunque me avergüence de confesarlo, sufrió una
alteración radical.

Me hice de día en día más taciturno, más irritable, más indiferente a


los sentimientos ajenos. Llegué a emplear un lenguaje brutal con mi
mujer. Más tarde, hasta la injurié con violencias personales. Mis
pobres favoritos, naturalmente, sufrieron también el cambio de mi
carácter. No solamente los abandonaba, sino que llegué a
maltratarlos.

El afecto que a Plutón todavía conservaba me impedía pegarle, así


como no me daba escrúpulo de maltratar a los conejos, al mono y
aun al perro, cuando por acaso o por cariño se atravesaban en mi
camino.
Mi enfermedad me invadía cada vez más, pues ¿qué enfermedad es
comparable al alcohol?, y, con el tiempo, hasta el mismo Plutón,
que mientras tanto envejecía y naturalmente se iba haciendo un
poco desapacible, empezó a sufrir las consecuencias de mi mal
humor.

Una noche que entré en casa completamente borracho, me pareció


que el gato evitaba mi vista. Lo agarré, pero, espantado de mi
violencia, me hizo en una mano con sus dientes una herida muy
leve. Mi alma pareció que abandonaba mi cuerpo, y una rabia más
que diabólica, saturada de ginebra, penetró en cada fibra de mi ser.

Saqué del bolsillo del chaleco un cortaplumas, lo abrí, agarré al


pobre animal por la garganta y deliberadamente le hice saltar un
ojo de su órbita. Me avergüenzo, me consumo, me estremezco al
escribir esta abominable atrocidad.
Por la mañana, al recuperar la razón, cuando se hubieron disipado los vapores
de mi crápula nocturna, experimenté una sensación mitad horror mitad
remordimiento, por el crimen que había cometido; pero fue sólo un débil e
inestable pensamiento, y el alma no sufrió las heridas.

Persistí en mis excesos, y bien pronto ahogué en vino todo recuerdo de mi


criminal acción. El gato sanó lentamente. La órbita del ojo perdido presentaba,
en verdad, un aspecto horroroso, pero en adelante no pareció sufrir. Iba y venía
por la casa, según su costumbre; pero huía de mí con indecible horror.

Aún me quedaba lo bastante de mi benevolencia anterior para sentirme afligido


por esta antipatía evidente de parte de un ser que tanto me había amado. Pero a
este sentimiento bien pronto sucedió la irritación. Y entonces desarrollase en
mí, para mi postrera e irrevocable caída, el espíritu de la perversidad, del que
la filosofía no hace mención.
Con todo, tan seguro como existe mi alma, yo creo que la
perversidad es uno de los primitivos impulsos del corazón humano;
una de las facultades o sentimientos elementales que dirigen al
carácter del hombre.

¿Quién no se ha sorprendido cien veces cometiendo una acción


sucia o vil, por la sola razón de saber que no la debía cometer? ¿No
tenemos una perpetua inclinación, no obstante la excelencia de
nuestro juicio, a violar lo que es ley, sencillamente porque
comprendemos que es ley? Este espíritu de perversidad, repito,
causó mi ruina completa.

El deseo ardiente, insondable del alma de atormentarse a sí misma,


de violentar su propia naturaleza, de hacer el mal por amor al mal,
me impulsaba a continuar el Suplicio a que había condenado al
inofensivo animal.
Una mañana, a completa sangre fría, le puse un nudo corredizo alrededor
del cuello y lo colgué de una rama de un árbol; lo ahorqué con los ojos
arrasados en lágrimas, experimentando el más amargo remordimiento en el
corazón; lo ahorqué porque me constaba que me había amado y porque
sentía que no me hubiese dado ningún motivo de cólera; lo ahorqué porque
sabía que haciéndolo así cometía un pecado, un pecado mortal que
comprometía mi alma inmortal, al punto de colocarla, si tal cosa es posible,
fuera de la misericordia infinita del Dios misericordioso y terrible.

En la noche que siguió al día en que fue ejecutada esta cruel acción, fui
despertado a los gritos de «¡fuego!» Las cortinas de mi lecho estaban
convertidas en llamas. Toda la casa estaba ardiendo. Con gran dificultad
escapamos del incendio mi mujer, un criado y yo. La destrucción fue
completa. Se aniquiló toda mi fortuna, y entonces me entregué a la
desesperación.
No trato de establecer una relación de la causa con el efecto, entre la atrocidad y
el desastre: estoy muy por encima de esta debilidad. Sólo doy cuenta de una
cadena de hechos, y no quiero que falte ningún eslabón. El día siguiente al
incendio visité las ruinas. Los muros se habían desplomado, exceptuando uno
solo, y esta única excepción fue un tabique interior poco sólido, situado casi en
la mitad de la casa, y contra el cual se apoyaba la cabecera de mi lecho.

Dicha pared había escapado en gran parte a la acción del fuego, cosa que yo
atribuí a que había sido recientemente renovada. En torno de este muro
agrupábase una multitud de gente y muchas personas parecían examinar algo
muy particular con minuciosa y viva atención. Las palabras «¡extraño!»
«¡singular!» y otras expresiones semejantes excitaron mi curiosidad.
Me aproximé y vi, a manera de un bajo relieve esculpido sobre la blanca
superficie, la figura de un gato gigantesco. La imagen estaba estampada con una
exactitud verdaderamente maravillosa.
Había una cuerda alrededor del cuello del animal. Al momento de ver esta
aparición, pues como a tal, en semejante circunstancia, no podía por menos
de considerarla, mi asombro y mi temor fueron extraordinarios. Pero, al fin,
la reflexión vino en mi ayuda. Recordé entonces que el gato había sido
ahorcado en un jardín, contiguo a la casa.

A los gritos de alarma, el jardín habría sido inmediatamente invadido por la


multitud y el animal debió haber sido descolgado del árbol por alguno y
arrojado en mi cuarto a través de una ventana abierta. Esto seguramente,
había sido hecho con el fin de despertarme.
La caída de los otros muros había aplastado a la víctima de mi crueldad en el
yeso recientemente extendido; la cal de este muro, combinada con las llamas
y el amoníaco desprendido del cadáver, habrían formado la imagen, tal como
yo la veía. Merced a este artificio logré satisfacer muy pronto a mi razón,
mas no pude hacerlo tan rápidamente con mi conciencia, por que el suceso
sorprendente que acabo de relatar, grabóse en mi imaginación de una manera
profunda.

Hasta pasados muchos meses no pude desembarazarme del espectro del gato,
y durante este período envolvió mi alma un semi sentimiento. muy semejante
al remordimiento. Llegué hasta llorar la pérdida del animal y a buscar en
torno mío, en los tugurios miserables, que tanto frecuentaba habitualmente,
otro favorito de la misma especie y de una figura parecida que lo
reemplazara.
Ocurrió que una noche que me hallaba sentado, medio
aturdido, en una taberna más que infame, fue
repentinamente solicitada mi atención hacia un objeto negro
que reposaba en lo alto de uno de esos inmensos toneles de
ginebra o ron que componían el principal ajuar de la sala.
Hacía algunos momentos que miraba a lo alto de este tonel,
y lo que mé sorprendía era no haber notado más pronto el
objeto colocado encima. Me aproximé, tocándolo con la
mano.

Era un enorme gato, tan grande por lo menos como Plutón,


e igual a él en todo, menos en una cosa. Plutón no tenía ni
un pelo blanco en todo el cuerpo, mientras que éste tenía
una salpicadura larga y blanca, de forma indecisa que le
cubría casi toda la región del pecho.
No bien lo hube acariciado cuando se levantó súbitamente, prorrumpió en
continuado ronquido, se frotó contra mi mano y pareció muy contento de mi
atención. Era, pues, el verdadero animal que yo buscaba. Al momento
propuse, al dueño de la taberna comprarlo, pero éste no se dio por entendido:
yo no lo conocía ni lo había visto nunca antes de aquel momento.
Continué acariciándolo y, cuando me preparaba a regresar a mi casa, el animal
se mostró dispuesto a acompañarme. Le permití que lo hiciera, agachándome
de vez en cuando para acariciarlo durante el camino.

Cuando estuvo en mi casa, se encontró como en la suya, e hízose en seguida


gran amigo de mi mujer. Por mi parte, bien pronto sentí nacer antipatía contra
él. Era casualmente lo contrario de lo que yo había esperado; no sé cómo ni
por qué sucedió esto: su empalagosa ternura me disgustaba, fatigándóme casi.
Poco a poco, estos sentimientos de disgusto y fastidio convirtiéronse en odio.
Esquivaba su presencia; pero una especie de sensación de bochorno y el
recuerdo de mi primer acto de crueldad me impidieron maltratarlo. Durante
algunas semanas me abstuve de golpearlo con violencia; llegué a tomarle un
indecible horror, y a huir silenciosamente de su odiosa presencia, como de la
peste.

Seguramente lo que aumentó mi odio contra el animal fue el descubrimiento


que hice en la mañana siguiente de haberlo traído a casa: lo mismo que
Plutón, él también había sido privado de uno de sus ojos.
Esta circunstancia hizo que mi mujer le tomase más cariño, pues, como ya
he dicho, ella poseía en alto grado esta ternura de sentimientos que había
sido mi rasgo característico y el manantial frecuente de mis más sencillos y
puros placeres.
No obstante, el cariño del gato hacia mí parecía acrecentarse
en razón directa de mi aversión contra él. Con implacable
tenacidad, que no podrá explicarse el lector, seguía mis pasos.
Cada vez que me sentaba, acurrucábase bajo mi silla o saltaba
sobre mis rodillas, cubriendome con sus repugnantes caricias.

Si me levantaba para andar, se metía entre mis piernas y casi


me hacía caer al suelo, o bien introduciendo sus largas y
afiladas garras en mis vestidos, trepaba hasta mi pecho.
En tales momentos, aunque hubiera deseado matarlo de un
solo golpe, me contenía en parte por el recuerdo de mi primer
crimen, pero principalmente debo confesarlo, por el terror que
me causaba el animal.
Este terror no era de ningún modo el espanto que produce la perspectiva
de un mal físico, pero me sería muy difícil denominarlo de otro modo.
Lo confieso abochornado. Sí; aun en este lugar de criminales, casi me
avergüenzo al afirmar que el miedo y el horror que me inspiraba el
animal se habían aumentado por una de las mayores fantasías que es
posible concebir.

Mi mujer habíame hecho notar más de una vez el carácter de la mancha


blanca de que he hablado y en la que estribaba la única diferencia
aparente entre el nuevo animal y el matado por mí. Seguramente
recordará el lector que esta marca, aunque grande, estaba primitivarnente
indefinida en su forma, pero lentamente, por grados imperceptibles, que
mi razón se esforzó largo tiempo en considerar como imaginarios, había
llegado a adquirir una rigurosa precisión en sus contornos.
Presentaba la forma de un objeto que me estremezco sólo al
nombrarlo: y ésto era lo que sobre todo me hacía mirar al monstruo
con horror y repugnancia, y me habría impulsado a librarme de él,
ni me hubiera atrevido: la imagen de una cosa horrible y siniestra,
la imagen de la horca. ¡Oh lúgubre y terrible aparato, instrumento
del horror y del crimen, de la agonía y de la muerte!

Y heme aquí convertido en un miserable, más allá de la miseria de


la humanidad. Un animal inmundo, cuyo hermano yo había con
desprecio destruido, una bestia bruta creando para mí —para mí,
hombre formado a imagen del Altísimo—, un tan grande e
intolerable infortunio. ¡Desde entonces no volví a disfrutar de
reposo, ni de día ni de noche!
https://www.yaconic.com/el-gato-negro-
de-edgar-allan-poe/

https://www.youtube.com/watch?
v=i33ME6a6f0E
ACTIVIDAD EVALUADA:

1) ¿Cómo y por qué el narrador sabe que va a morir?

2) Poe habla de una enfermedad que también padeció, ¿cuál es? Explica.

3) ¿Cómo explica el comportamiento de la mujer?

4) ¿Cómo se llama el narrador a los hechos que está relatando?

5) Explique la frase “… su terrible peso está eternamente apostado sobre el corazón…”


6) ¿Qué es lo que hace que se descubra el horror cometido?

7) ¿Cuáles son los cambios que sufre el personaje en cuanto a su carácter, la relación con los animales y el vinculo con su esposa?

8) ¿Qué simboliza el gato negro en la historia?

9)¿Qué hechos están ligados a su presencia?

10) El asunto, ¿es verosímil en su totalidad? Fundamenta.


JUEVES 6 MAYO, 2021.

OBJETIVO DE
APRENDIZAJE:
CONTINUACIÓN
DE LA CLASE
ANTERIOR.

8° AÑO
BÁSICO
¿CÓMO ME SIENTO AL COMENZAR MIS ACTIVIDADES?
¡Activemos
nuestro cerebro !
Con una mano lo
puedes parar, y
con la otra
pagar.

¿Qué hay entre


playa y mar?
ACTIVIDAD: ESCRIBE EN EL CUADERNO LA INFORMACIÓN Y RESPONDE.

TIPO DE NARRADOR: Es un narrador AMBIENTE: un ambiente


protagonista, porque está misterioso, de violencia, de terror,
diciendo-contando su propia tétrico y hostil. El lugar es la casa
historia. (sótano)

PERSONAJES SECUNDARIOS: La
PERSONAJES PRINCIPALES: Plutón,
esposa, la policía, el gato que le
el hombre.
faltaba el ojo y el señor del bar.
MARTES 11 DE MAYO,
OBJETIVO DE
2021. APRENDIZAJE:
DESARROLLAR
ACTIVIDADES EN
EL CUADERNILLO
DE ESCRITURA.

8° AÑO
BÁSICO
¡Activemos
nuestro cerebro !
Cuatro hermanas
gemelas dan mil
vueltas paralelas.
Giran, giran,
siempre danzan,
mas nunca jamás se
alcanzan.

Somos muchos
hermanitos, en una
sola casa vivimos, si
nos rascan la cabeza
al instante morimos.
DESARROLLAR SE ENVIÓ CORREO
ACTIVIDADES EN EL CON LINK PARA
CUADERNILLO DE EVALUACIÓN
ESCRITURA. PENDIENTE N°1 DE
LENGUAJE.
PÁGINAS 5 A LA 8
MIÉRCOLES 12 DE MAYO,
2021.
OBJETIVO DE
APRENDIZAJE:
COMPRENDER UN
CUENTO Y
EXTRAER
INFORMACIÓN
EXPLÍCITA E
IMPLÍCITA.

8° AÑO
BÁSICO
¡Activemos
nuestro cerebro !
Tres cuevas en la
montaña, en dos el
aire va a entrar y la
tercera el vidrio
empaña.

Antes que nazca


la madre, anda el
hijo por la calle.
1.- . ¿Después de cuánto tiempo se les manifestaba el idiotismo a
los hijos de los Manzini?

2.- Describe a los dos últimos hijos de los Manzini.

3.- ¿Por qué los Manzini discuten al final del cuento?

4.-Describe la personalidad de la cuidadora de los niños Manzini.

5.- ¿Por qué motivo Bertita se pierde del lado de los Manzini al final?
¿hacia dónde se va la niñita?

6.- ¿Qué hacen los hermanos mayores con Bertita, al final del cuento?
Describe lo que hacen.
MIÉRCOLES 19 DE MAYO EVALUACIÓN
C. LECTORA:
EL GATO NEGRO Y LA GALLINA
DEGOLLADA.
https://prezi.com/4a1mzjhr6zqa/la-gallina-
degollada/
JUEVES 13 DE MAYO,
2021.
OBJETIVO DE
APRENDIZAJE:
COMPRENDER UN
CUENTO Y
EXTRAER
INFORMACIÓN
EXPLÍCITA E
IMPLÍCITA.

8° AÑO
BÁSICO
¡Activemos
nuestro cerebro !
Dos hermanos
son, uno va a
misa y el otro
no.

LAS LETRAS

VINO Y VINAGRE
Para los niños,
espinas; para los
hombres, flores;
para los
maestros, fruta.
La miel silvestre
Cuento
Horacio Quiroga
Tengo en el Salto Oriental dos primos, hoy hombres ya, que a sus doce años, y a
consecuencia de profundas lecturas de Julio Verne, dieron en la rica empresa de
abandonar su casa para ir a vivir al monte. Este queda a dos leguas de la ciudad. Allí
vivirían primitivamente de la caza y la pesca. Cierto es que los dos muchachos no
se habían acordado particularmente de llevar escopetas ni anzuelos; pero, de todos
modos, el bosque estaba allí, con su libertad como fuente de dicha y sus peligros
como encanto.
 
Desgraciadamente, al segundo día fueron hallados por quienes los buscaban.
Estaban bastante atónitos todavía, no poco débiles, y con gran asombro de sus
hermanos menores -iniciados también en Julio Verne- sabían andar aún en dos pies
y recordaban el habla.
La aventura de los dos robinsones, sin embargo, fuera acaso más formal a haber
tenido como teatro otro bosque menos dominguero. Las escapatorias llevan aquí en
Misiones a límites imprevistos, y a ello arrastró a Gabriel Benincasa el orgullo de
sus stromboot.
Benincasa, habiendo concluido sus estudios de contaduría pública, sintió
fulminante deseo de conocer la vida de la selva. No fue arrastrado por su
temperamento, pues antes bien Benincasa era un muchacho pacífico,
gordinflón y de cara rosada, en razón de su excelente salud. En
consecuencia, lo suficiente cuerdo para preferir un té con leche y
pastelitos a quién sabe qué fortuita e infernal comida del bosque. Pero
así como el soltero que fue siempre juicioso cree de su deber, la víspera
de sus bodas, despedirse de la vida libre con una noche de orgía en
componía de sus amigos, de igual modo Benincasa quiso honrar su vida
aceitada con dos o tres choques de vida intensa. Y por este motivo
remontaba el Paraná hasta un obraje, con sus famosos stromboot.
Apenas salido de Corrientes había calzado sus recias botas, pues los
yacarés de la orilla calentaban ya el paisaje. Mas a pesar de ello el
contador público cuidaba mucho de su calzado, evitándole arañazos y
sucios contactos.
De este modo llegó al obraje de su padrino, y a la hora tuvo éste que
contener el desenfado de su ahijado.
-¿Adónde vas ahora? -le había preguntado sorprendido.
-Al monte; quiero recorrerlo un poco -repuso Benincasa, que acababa de colgarse el
winchester al hombro.
-¡Pero infeliz! No vas a poder dar un paso. Sigue la picada, si quieres… O mejor deja
esa arma y mañana te haré acompañar por un peón.
Benincasa renunció a su paseo. No obstante, fue hasta la vera del bosque y se detuvo.
Intentó vagamente un paso adentro, y quedó quieto. Metiose las manos en los bolsillos y
miró detenidamente aquella inextricable maraña, silbando débilmente aires truncos.
Después de observar de nuevo el bosque a uno y otro lado, retornó bastante
desilusionado.
Al día siguiente, sin embargo, recorrió la picada central por espacio de una legua, y
aunque su fusil volvió profundamente dormido, Benincasa no deploró el paseo. Las
fieras llegarían poco a poco.
Llegaron éstas a la segunda noche -aunque de un carácter un poco singular.

Benincasa dormía profundamente, cuando fue despertado por su padrino.


-¡Eh, dormilón! Levántate que te van a comer vivo.
Benincasa se sentó bruscamente en la cama, alucinado por la luz de los tres faroles
de viento que se movían de un lado a otro en la pieza. Su padrino y dos peones
regaban el piso.
-¿Qué hay, qué hay? -preguntó echándose al suelo.
-Nada… Cuidado con los pies… La corrección.
Benincasa había sido ya enterado de las curiosas hormigas a que llamamos corrección. Son
pequeñas, negras, brillantes y marchan velozmente en ríos más o menos anchos. Son
esencialmente carnívoras. Avanzan devorando todo lo que encuentran a su paso: arañas,
grillos, alacranes, sapos, víboras y a cuanto ser no puede resistirles. No hay animal, por
grande y fuerte que sea, que no haya de ellas. Su entrada en una casa supone la exterminación
absoluta de todo ser viviente, pues no hay rincón ni agujero profundo donde no se precipite el
río devorador. Los perros aúllan, los bueyes mugen y es forzoso abandonarles la casa, a
trueque de ser roídos en diez horas hasta el esqueleto. Permanecen en un lugar uno, dos, hasta
cinco días, según su riqueza en insectos, carne o grasa. Una vez devorado todo, se van.
No resisten, sin embargo, a la creolina o droga similar; y como en el obraje abunda aquélla,
antes de una hora el chalet quedó libre de la corrección.
Benincasa se observaba muy de cerca, en los pies, la placa lívida de una mordedura.
-¡Pican muy fuerte, realmente! -dijo sorprendido, levantando la cabeza hacia su padrino.
Este, para quien la observación no tenía ya ningún valor, no respondió, felicitándose, en
cambio, de haber contenido a tiempo la invasión. Benincasa reanudó el sueño, aunque
sobresaltado toda la noche por pesadillas tropicales.
Al día siguiente se fue al monte, esta vez con un machete, pues había concluido por
comprender que tal utensilio le sería en el monte mucho más útil que el fusil. Cierto es
que su pulso no era maravilloso, y su acierto, mucho menos. Pero de todos modos
lograba trozar las ramas, azotarse la cara y cortarse las botas; todo en uno.
El monte crepuscular y silencioso lo cansó pronto. Dábale la impresión -exacta por lo
demás- de un escenario visto de día. De la bullente vida tropical no hay a esa hora más
que el teatro helado; ni un animal, ni un pájaro, ni un ruido casi. Benincasa volvía
cuando un sordo zumbido le llamó la atención. A diez metros de él, en un tronco hueco,
diminutas abejas aureolaban la entrada del agujero. Se acercó con cautela y vio en el
fondo de la abertura diez o doce bolas oscuras, del tamaño de un huevo.
-Esto es miel -se dijo el contador público con íntima gula-. Deben de ser bolsitas de cera,
llenas de miel…
Pero entre él -Benincasa- y las bolsitas estaban las abejas. Después de un momento de
descanso, pensó en el fuego; levantaría una buena humareda. La suerte quiso que
mientras el ladrón acercaba cautelosamente la hojarasca húmeda, cuatro o cinco abejas
se posaran en su mano, sin picarlo. Benincasa cogió una en seguida, y oprimiéndole el
abdomen, constató que no tenía aguijón. Su saliva, ya liviana, se clarifico en melífica
abundancia. ¡Maravillosos y buenos animalitos!
En un instante el contador desprendió las bolsitas de cera, y alejándose un buen trecho
para escapar al pegajoso contacto de las abejas, se sentó en un raigón. De las doce bolas,
siete contenían polen. Pero las restantes estaban llenas de miel, una miel oscura, de
sombría transparencia, que Benincasa paladeó golosamente. Sabía distintamente a algo.
¿A qué? El contador no pudo precisarlo. Acaso a resina de frutales o de eucaliptus. Y por
igual motivo, tenía la densa miel un vago dejo áspero. ¡Mas qué perfume, en cambio!
Benincasa, una vez bien seguro de que cinco bolsitas le serían útiles, comenzó. Su idea
era sencilla: tener suspendido el panal goteante sobre su boca. Pero como la miel era
espesa, tuvo que agrandar el agujero, después de haber permanecido medio minuto con la
boca inútilmente abierta. Entonces la miel asomó, adelgazándose en pesado hilo hasta la
lengua del contador.
Uno tras otro, los cinco panales se vaciaron así dentro de la boca de Benincasa. Fue inútil
que éste prolongara la suspensión, y mucho más que repasara los globos exhaustos; tuvo
que resignarse.
Entre tanto, la sostenida posición de la cabeza en alto lo había mareado un poco. Pesado
de miel, quieto y los ojos bien abiertos, Benincasa consideró de nuevo el monte
crepuscular. Los árboles y el suelo tomaban posturas por demás oblicuas, y su cabeza
acompañaba el vaivén del paisaje.
-Qué curioso mareo… -pensó el contador. Y lo peor es…
Al levantarse e intentar dar un paso, se había visto obligado a caer de nuevo sobre
el tronco. Sentía su cuerpo de plomo, sobre todo las piernas, como si estuvieran
inmensamente hinchadas. Y los pies y las manos le hormigueaban.
-¡Es muy raro, muy raro, muy raro! -se repitió estúpidamente Benincasa, sin
escudriñar, sin embargo, el motivo de esa rareza. Como si tuviera hormigas… La
corrección -concluyó.
Y de pronto la respiración se le cortó en seco, de espanto.
-¡Debe ser la miel!… ¡Es venenosa!… ¡Estoy envenenado!
Y a un segundo esfuerzo para incorporarse, se le erizó el cabello de terror; no
había podido ni aun moverse. Ahora la sensación de plomo y el hormigueo subían
hasta la cintura. Durante un rato el horror de morir allí, miserablemente solo,
lejos de su madre y sus amigos, le cohibió todo medio de defensa.
-¡Voy a morir ahora!… ¡De aquí a un rato voy a morir!… ¡No puedo mover la
mano!…
En su pánico constató, sin embargo, que no tenía fiebre ni ardor de garganta, y el
corazón y pulmones conservaban su ritmo normal. Su angustia cambió de forma.
-¡Estoy paralítico, es la parálisis! ¡Y no me van a encontrar!…
Pero una visible somnolencia comenzaba a apoderarse de él, dejándole íntegras sus
facultades, a lo por que el mareo se aceleraba. Creyó así notar que el suelo oscilante se
volvía negro y se agitaba vertiginosamente. Otra vez subió a su memoria el recuerdo de la
corrección, y en su pensamiento se fijó como una suprema angustia la posibilidad de que
eso negro que invadía el suelo…
Tuvo aún fuerzas para arrancarse a ese último espanto, y de pronto lanzó un grito, un
verdadero alarido, en que la voz del hombre recobra la tonalidad del niño aterrado: por sus
piernas trepaba un precipitado río de hormigas negras. Alrededor de él la corrección
devoradora oscurecía el suelo, y el contador sintió, por bajo del calzoncillo, el río de
hormigas carnívoras que subían.

Su padrino halló por fin, dos días después, y sin la menor partícula de carne, el esqueleto
cubierto de ropa de Benincasa. La corrección que merodeaba aún por allí, y las bolsitas de
cera, lo iluminaron suficientemente.
No es común que la miel silvestre tenga esas propiedades narcóticas o paralizantes, pero se
la halla. Las flores con igual carácter abundan en el trópico, y ya el sabor de la miel
denuncia en la mayoría de los casos su condición; tal el dejo a resina de eucaliptus que
creyó sentir Benincasa.
RESPONDE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS DEL
TEXTO ESCUCHADO, CON LETRA CLARA,
ORDENADA Y RESPUESTA COMPLETA.
1.-¿Qué decisión toman los primos del 8.-¿Qué siente Benincasa después de tomarse
narrador al cumplir doce años?: la Miel de las abejas?:

9.-¿Por qué esa miel hace dormir a


2.-¿Qué novelista francés influye en los dos
Benincasa y quedarse paralizado en el
primos del narrador?:
suelo?:

3.-¿Qué profesión tenía Gabriel Benincasa?:

4.-¿Qué es la CORRECCIÓN?:

5.-¿Cómo encuentra el padrino el cadáver de


Benincasa?:

6.-
  ¿Quién asesina a Benincasa finalmente?:
7.-¿Qué objeto lleva Benincasa consigo, y que
su padrino le dice que no le serviría de nada
una vez en la selva?
JUEVES 20 DE MAYO,
2021. OBJETIVO DE
APRENDIZAJE:
DESARROLLAR
ACTIVIDADES DE
COMPRENSIÓN
LECTORA EN EL
TEXTO
LECTÓPOLIS,
LECCIÓN N°4,
DISCURSOS
PÚBLICOS.

8° AÑO
BÁSICO
¡Activemos
nuestro cerebro !
Se viste el cielo de luces
en cascada de colores,
para alegrar en la noche
a los que están más
tristones.

Por tu aroma y tu color


para adornarse te clavan
las mujeres en su pelo,
los hombres en la solapa.
MIÉRCOLES 26 DE MAYO,
2021.

OBJETIVO DE
APRENDIZAJE:

COMPRENDER UN
TEXTO LITERARIO.

8° AÑO
BÁSICO
¡Activemos
nuestro cerebro !
.
EL PADRE
de Olegario Lazo Baeza
 
Un viejecito de barba larga y blanca, bigotes enrubiecidos por la
nicotina, manta roja, zapatos de taco alto, sombrero de pita y un
canasto al brazo, se acercaba, se alejaba y volvía tímidamente a la
puerta del cuartel. Quiso interrogar al centinela, pero el soldado le cortó
la palabra en la boca, con el grito: -¡Cabo de guardia ! El suboficial
apareció de un salto en la puerta, como si hubiera estado en acecho.
Interrogado con la vista y con un movimiento de la 2 cabeza hacia
arriba, el desconocido habló: -¿Estará mi hijo? El cabo soltó la risa. El
centinela permaneció impasible, frío como una estatua de sal. -El
regimiento tiene trescientos hijos; falta saber el nombre del suyo repuso
el suboficial. -Manuel… Manuel Zapata, señor. El cabo arrugó la frente
y repitió, registrando su memoria: -¿Manuel Zapata…? ¿Manuel
Zapata…? Y con tono seguro: -No conozco ningún soldado de ese
nombre. El paisano se irguió orgulloso sobre las gruesas suelas de sus
zapatos, y sonriendo irónicamente: -¡Pero si no es soldado! Mi hijo es
oficial, oficial de línea…
El trompeta, que desde el cuerpo de guardia oía la conversación, se acercó, codeó al
cabo, diciéndole por lo bajo: -Es el nuevo, el recién salido de la Escuela. -¡Diablos! El
que nos palabrea tanto… El cabo envolvió al hombre en una mirada investigadora y,
como lo encontró pobre, no se atrevió a invitarlo al casino de oficiales. Lo hizo pasar al
cuerpo de guardia.
El viejecito se sentó sobre un banco de madera y dejó su canasto al lado, al alcance de
su mano. Los soldados se acercaron, dirigiendo miradas curiosas al campesino e
interesadas al canasto. Un canasto chico, cubierto con un pedazo de saco. Por debajo
de la tapa de lona empezó a picotear, primero, y a asomar la cabeza después, una
gallina de cresta roja y pico negro abierto por el calor. Al verla, los soldados palmotearon
y gritaron como niños: -¡Cazuela! ¡Cazuela! El paisano, nervioso por la idea de ver a su
hijo, agitado con la vista de tantas armas, reía sin motivo y lanzaba atropelladamente
sus pensamientos. -¡Ja, ja, ja!… Sí, Cazuela…, pero para mi niño.
Y con su cara sombreada por una ráfaga de pesar, agregó: -¡Cinco
años sin verlo…! Más alegre rascándose detrás de la oreja: -No
quería venirse a este pueblo. Mi patrón lo hizo militar. ¡Ja, ja, ja…!
Uno de guardia, pesado y tieso por la bandolera, el cinturón y el
sable, fue a llamar al teniente. Estaba en el picadero, frente a las
tropas en descanso, entre un grupo de oficiales. Era chico, moreno,
grueso, de vulgar aspecto. El soldado se cuadró, levantando tierra
con sus pies al juntar los tacos de sus botas, y dijo: -Lo buscan…,
mi teniente.
No sé por qué fenómeno del pensamiento, la encogida figura de su padre
relampagueó en su mente. Alzó la cabeza y habló fuerte, con tono despectivo,
de modo que oyeran sus camaradas: -En este pueblo…, no conozco a nadie…
El soldado dio detalles no pedidos: -Es un hombrecito arrugado, con manta…
Viene de lejos. Trae un canastito… Rojo, mareado por el orgullo, llevó la mano a
la visera: -Está bien… ¡Retírese! La malicia brilló en la cara de los oficiales.
Miraron a Zapata… Y como éste no pudo soportar el peso de tantos ojos
interrogativos, bajó la cabeza, tosió, encendió un cigarrillo, y empezó a rayar el
suelo con la contera de su sable. A los cinco minutos vino otro de guardia. Un
conscripto muy sencillo, muy recluta, que parecía caricatura de la posición de
firmes. A cuatro pasos de distancia le gritó, aleteando con los brazos como un
pollo: -¡Lo buscan, mi teniente! Un hombrecito del campo… dice que es el padre
de su mercé… Sin corregir la falta de tratamiento del subalterno, arrojó el
cigarro, lo pisó con furia, y repuso:
- ¡Váyase! Ya voy. Y para no entrar en explicaciones, se fue a las pesebreras. El oficial de
guardia, molesto con la insistencia del viejo, insistencia que el sargento le anunciaba cada
cinco minutos, fue a ver a Zapata. Mientras tanto, el padre, a quien los años habían
tornado el corazón de hombre en el de niño, cada vez más nervioso, quedó con el oído
atento. Al menor ruido, miraba afuera y estiraba el cuello, arrugado y rojo como cuello de
pavo. Todo paso lo hacía temblar de emoción, creyendo que su hijo venía a abrazarlo, a
contarle su nueva vida, a mostrarle sus armas, sus arreos, sus caballos… El oficial de
guardia encontró a Zapata simulando inspeccionar las caballerizas. Le dijo, secamente, sin
preámbulos: -Te buscan… Dicen que es tu padre. Zapata, desviando la mirada, no
contestó. -Está en el cuerpo de guardia… No quiere moverse. Zapata golpeó el suelo con
el pie, se mordió los labios con furia, y fue allá. Al entrar, un soldado gritó: -¡Atenciooón! La
tropa se levantó rápida como un resorte. Y la sala se llenó con ruido de sables,
movimientos de pies y golpes de taco. El viejecito, deslumbrado con los honores que le
hacían a su hijo, sin acordarse del canasto y de la gallina, con los brazos extendidos, salió
a su encuentro. Sonreía con su cara de piel quebrada como corteza de árbol viejo.
Temblando de placer, gritó: -¡Mañungo!, ¡Mañunguito…! El oficial lo
saludó fríamente. Al campesino se le cayeron los brazos. Le palpitaban
los músculos de la cara. El teniente lo sacó con disimulo del cuartel. En
la calle le sopló al oído: -¡Qué ocurrencia la suya…! ¡Venir a verme…!
Tengo servicio… No puedo salir. Y se entró bruscamente. El
campesino volvió a la guardia, desconcertado, tembloroso. Hizo un
esfuerzo, sacó la gallina del canasto y se la dio al sargento. -Tome:
para ustedes, para ustedes solos. Dijo adiós y se fue arrastrando los
pies, pesados por el desengaño. Pero desde la puerta se volvió para
agregar, con lágrimas en los ojos: -Al niño le gusta mucho la pechuga.
¡Denle un pedacito…!
 
1.- Describe el espacio donde se desarrolla la
acción.

2.- ¿Quién o quiénes son los protagonistas de


este cuento chileno?

3.-Describe Física y psicológicamente al Padre,


luego comenta su Amor Paternal por Manuel
Zapata.

4.-Justifica la conducta de Manuel Zapata en


relación a su padre y luego entrega tu opinión.

5.-Describe el regalo del padre y ¿cómo


reaccionan los soldados al verlo?

6.-Crea un final diferente para este Cuento.


MIÉRCOLES 02 DE JUNIO,
2021.

OBJETIVO DE
APRENDIZAJE:

CONOCER,INTERPRE
TAR Y ANALIZAR UN
TEXTO LITERARIO
(CUENTO).

8° AÑO
BÁSICO
¡Activemos
nuestro cerebro !
Nazco sin tener padre,
y al morir vuelve a
nacer mi madre.

Es más pequeño que


los demás, pero si
está contento y
motivada si levanta
más.
 
Virgilio Díaz Grullón
(República Dominicana, 1924-2001)

LA ENEMIGA

RECUERDO MUY BIEN el día en que papá trajo la primera


muñeca en una caja grande de cartón envuelta en papel de
muchos colores y atada con una cinta roja, aunque yo estaba
entonces muy lejos de imaginar cuánto iba a cambiar todo como
consecuencia de esa llegada inesperada.
         Aquel mismo día comenzaban nuestras vacaciones y mi
hermana Esther y yo teníamos planeadas un montón de cosas
para hacer en el verano, como, por ejemplo, la construcción de un
refugio en la rama más gruesa de la mata de jobo, la cacería de
mariposas, la organización de nuestra colección de sellos y las
prácticas de béisbol en el patio de la casa, sin contar las idas al
cine en las tardes  de domingo. Nuestro vecinito de enfrente se
había ido ya con su familia a pasar las vacaciones en la playa y
esto me dejaba a Esther para mí solo durante todo el verano.
         Esther cumplía seis años el día en que papá llegó a casa con el
regalo. Mi hermana estaba excitadísima mientras desataba
nerviosamente la cinta y rompía el envoltorio. Yo me asomé por
encima de su hombro y observé cómo iba surgiendo de los papeles
arrugados aquel adefesio ridículo vestido con un trajecito azul que le
dejaba al aire una buena parte de las piernas y los brazos de goma.
La cabeza era de un material duro y blanco y en el centro de la cara
tenía una estúpida sonrisa petrificada que odié desde el primer
momento.
         Cuando Esther sacó la muñeca de la caja vi que sus ojos,
provistos de negras y gruesas pestañas que parecían humanas, se
abrían o cerraban según se la inclinara hacia atrás o hacia adelante y
que aquella idiotez se producía al mismo tiempo que un tenue vagido
que parecía salir de su vientre invisible.
         Mi hermana recibió su regalo con un entusiasmo
exagerado. Brincó de alegría al comprobar el contenido del
paquete y cuando terminó de desempacarlo tomó la muñeca en
brazos y salió corriendo hacia el patio. Yo no la seguí y pasé el
resto del día deambulando por la casa sin hacer nada en
especial.
         Esther comió y cenó aquel día con la muñeca en el
regazo y se fue con ella a la cama sin acordarse de que
habíamos convenido en clasificar esa noche los sellos
africanos que habíamos canjeado la víspera por los que
teníamos repetidos de América del Sur.
 
         Nada cambió durante los días siguientes. Esther se
concentró en su nuevo juguete en forma tan absorbente que
apenas nos veíamos en las horas de comida. Yo estaba
realmente preocupado, y con razón, en vista de las ilusiones
que me había forjado de tenerla a mi disposición durante las
vacaciones. No podía construir el refugio sin su ayuda y me
era imposible ocuparme yo solo de la caza de mariposas y de
la clasificación de los sellos, aparte de que me aburría
mortalmente tirar hacia arriba la pelota de béisbol y apararla
yo mismo.
         Al cuarto día de la llegada de la muñeca ya estaba convencido de
que tenía que hacer algo para retornar las cosas a la normalidad que su
presencia había interrumpido. dos días después sabía exactamente qué.
Esa misma noche, cuando todos dormían en la casa, entre de puntillas en
la habitación de Esther y tomé la muñeca de su lado sin despertar a mi
hermana a pesar del triste vagido que produjo al moverla. Pasé sin hacer
ruido al cuarto donde papá guarda su caja de herramientas y cogí el
cuchillo de monte y el más pesado de los martillos y, todavía de puntillas,
tomé una toalla del cuarto de baño y me fui al fondo del patio, junto al
pozo muerto que ya nadie usa. Puse la toalla abierta sobre la yerba,
coloqué en ella la muñeca —que cerró los ojos como si presintiera el
peligro— y de tres violentos martillazos le pulvericé la cabeza.

         Luego desarticulé con el cuchillo las cuatro extremidades y,


después de sobreponerme al susto que me dio oír el vagido por
última vez, descuarticé el torso, los brazos y las piernas
convirtiéndolos en un montón de piececitas menudas. Entonces
enrollé la toalla envolviendo los despojos y tiré el bulto completo
por el negro agujero del pozo. Tan pronto regresé a mi cama me
dormí profundamente por primera vez en mucho tiempo.
         Los tres días siguientes fueron de duelo para Esther.
         Lloraba sin consuelo y me rehuía continuamente. Pero a
pesar de sus lágrimas y de sus reclamos insistentes no pudo
convencer a mis padres de que le habían robado la muñeca
mientras dormía y ellos persistieron en su creencia de que la
había dejado por descuido en el patio la noche anterior a su
desaparición. En esos días mi hermana me miraba con un atisbo
de desconfianza en los ojos pero nunca me acusó abiertamente
de nada.
         Después las aguas volvieron a su nivel y Esther no
mencionó más la muñeca. El resto de las vacaciones fue
transcurriendo plácidamente y ya a mediados del verano
habíamos terminado el refugio y allí pasábamos muchas horas
del día pegando nuestros sellos en el álbum y organizando la
colección de mariposas.
         Fue hacia fines del verano cuando llegó la segunda muñeca. Esta
vez fue mamá quien la trajo y no vino dentro de una caja de cartón,
como la otra, sino envuelta en una frazada color de rosa. Esther y yo
presenciamos cómo mamá la colocaba con mucho cuidado en su
propia cama hablándole con voz suave, como si ella pudiese oírla. En
ese momento, mirando de reojo a Esther, descubrí en su actitud un
sospechoso interés por el nuevo juguete que me ha convencido de que
debo librarme también de este otro estorbo antes de que me arruine el
final de las vacaciones. A pesar de que adivino esta vez una secreta
complicidad entre mamá y Esther para proteger la segunda muñeca, no
me siento pesimista: ambas se duermen profundamente por las
noches, la caja de herramientas de papi está en el mismo lugar y,
después de todo, yo ya tengo experiencia en la solución del problema.
 
 
1.-¿Qué planes iniciales tiene el protagonista respecto de su
hermana Esther?
 
2.-¿Qué acontecimiento familiar divide la vida del protagonista
en un antes y un después?
 
3.-Describe,paso a paso ,lo que hace el protagonista con la
primera muñeca.
4.-¿Qué emoción predomina en el protagonista antes de llevar
a cabo su macabro plan?
 
5.-Arroja tu hipótesis y responde:¿por qué crees que el
protagonista insiste en su conducta respecto de la segunda
muñeca.
 
6.-¿El protagonista tiene conciencia del bien y del mal?.
Infiere y entrega tu hipótesis

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