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RELACIÓN

IGLESIA ESTADO
PRIMER PERÍODO
DE LA CONFESIONALIDAD DEL
ESTADO HASTA LA SUJECIÓN DE LA
IGLESIA
■ Tras los primeros violentos años de la guerra de independencia, dirigida inicialmente
por miembros del clero bajo, en enero de 1820, se inició la rebelión liberal española
que obligó al rey Fernando VII a jurar, de nueva cuenta, la Constitución de Cádiz,
situación que no convenía a los intereses de los criollos ni de los miembros del alto
clero de la Nueva España; por esta circunstancia, Meyer afirma:
– “La Independencia de 1821 fue inmediatamente provocada por los decretos
anticlericales de las Cortes de 1820. Los liberales españoles a la sazón en el poder
perdieron inmediatamente el apoyo de las clases dirigentes criollas, las mismas
que habían contribuido a la derrota de los insurgentes y a la pacificación realizada
en esa fecha. Y ellos que, por su fidelidad al virrey, habían vencido a Hidalgo y
Morelos, proclamaron la independencia con el apoyo de los prelados que
condenaron a los sacerdotes que habían luchado por ella.”
■ Por tanto, la primera manifestación del
liberalismo mexicano en su lucha contra el
absolutismo español, culminó con la
independencia política de la nación, como
producto del pacto entre los liberales y los
conservadores. Así, liberales y conservadores
coincidieron en los principios del liberalismo
económico, en la defensa irrestricta de la
propiedad privada; su principal diferencia
estaba centrada en la Iglesia: el respeto a sus
propiedades o la desamortización de sus
bienes.
■ Los conservadores querían fortalecer las relaciones de México con el mundo; sin embargo,
propugnaban por el proteccionismo industrial y manufacturero.
■ La inversión extranjera sólo debería coadyuvar en la industrialización del país, pero otorgando
seguridad a los capitales nacionales; por ende, garantizar la propiedad privada, de la Iglesia y
comunal.
■ En cambio, los liberales consideraban que no era necesario traer el capital de fuera, cuando
éste se encontraba en el país en manos de la Iglesia; por ello, querían retirar, de “manos
muertas”, la propiedad de la tierra, tanto de la Iglesia como de las comunidades indígenas y
buscaban formar una clase media de pequeños propietarios, patrocinando el respeto de la
propiedad privada individual y rechazando la propiedad comunal. Paralelamente, se declaraban
en favor del libre mercado, la libre empresa y la apertura de las fronteras a las inversiones
extranjera
■ Las negociaciones tendientes a conciliar los intereses de los liberales y los
conservadores provocaron que no se modificaran sustancialmente las estructuras
nacionales existentes, hasta el triunfo de la Reforma, después de la guerra civil y de la
liquidación de la dicotomía monarquía-república en
■ En este escenario, se conservó la intolerancia entre conservadores y liberales; empero,
ante la falta de cohesión nacional, durante muchos años la religión fue el lazo de unión
entre los mexicanos.
■ En los primeros textos constitucionales, se recogería que la religión católica apostólica
y romana era el credo oficial que se profesaría en el Estado mexicano; estableciendo,
para este fin, la protección estatal a esta confesión y prohibiendo el ejercicio de
cualquier otra.
■ Paradójicamente la escisión de los grupos políticos se dio en torno a la Iglesia, que
luchaba por mantener su soberanía, fueros y propiedades. Justamente, los fueros
constituyeron otra causa de diferencias entre conservadores y liberales.
■ Mientras los primeros intentaban hacer prevalecer los privilegios de la Iglesia, el
ejército, los comerciantes y terratenientes; los segundos, pugnaban por la suspensión de
privilegios del clero y los militares y por la igualdad de los ciudadanos ante la ley.
■ otro elemento que propició pugnas entre estos grupos sería la fórmula política que se
institucionalizaría en México. Los conservadores concebían un Estado católico; en
cambio, los liberales pugnaban por una efectiva separación de la Iglesia y el Estado.
Precisamente, en la búsqueda de la estabilidad política y un gobierno fuerte, se intentó
la monarquía, la república federal, la república unitaria y la dictadura. No podía haber
progreso sin paz, y la paz no podría darse sin estabilidad; primero había que consolidar
la independencia nacional, la democracia quedó como un capítulo pendiente.
■ El punto de conflicto entre Estado e Iglesia giró en torno a la soberanía; la Iglesia
católica no aceptaba que la soberanía del Estado mexicano estuviera por encima de la
suya y no se plegaba a su autoridad. Esta resistencia constituyó un fuerte obstáculo para
la consolidación del Estado nacional.
■ La lucha contra la participación política de la institución eclesiástica y a favor de la
libertad religiosa, llevó a la escisión de la sociedad. Como resultado de la independencia
nacional, la Iglesia católica se libró del regio patronato y había acumulado un gran
poder político, religioso y económico, gracias a su injerencia en prácticamente todos los
asuntos del gobierno.
■ Era tal su influencia, que de hecho constituía una especie de “Estado” dentro de otro;
aún cuando desde el inicio de la vida independiente de México, se había desatado una
gran polémica en torno a si el regio patronato era una concesión o un derecho. La
cuestión se debatió muchos años, hasta resolverse de forma definitiva con el triunfo de
la Reforma, es decir, con el establecimiento de la separación entre los asuntos del
Estado y de la Iglesia; de esta suerte, desde ese momento, el Estado mexicano no
buscaría tener relaciones diplomáticas con la Santa Sede hasta finales del siglo XX (20
de septiembre de 1992)
2º PERIODO. DE LA
INSTAURACIÓN DE LA
LAICIZACIÓN FORZOSA A LA
PAX PORFIRIANA.
■ Téngase presente que, a mediados del siglo XIX, permanecía la pugna en el escenario
mexicano entre dos grupos políticos hegemónicos: los liberales y los conservadores.
Los primeros, por lo común, eran profesionistas, de recursos modestos; el mayor anhelo
de este grupo era apartarse de la tradición española y estaban convencidos de que el
gobierno republicano era el más adecuado y tomaban como modelo de organización
política el sistema federal de los Estados Unidos.
■ Por ello, pensaban que hacían falta reformas;
proponían que la Iglesia se mantuviera fuera
de los asuntos del gobierno.
■ Así, la educación, el registro de nacimientos,
bodas y muertes; los hospitales y
cementerios no deberían estar en manos de la
Iglesia católica sino encomendada su
dirección y control al gobierno mexicano.
■ Para cristalizar tales propósitos políticos
estimaban que hacia falta vender las
propiedades de la Iglesia, pues éstas se
habían convertido en latifundios y muchas de
estas propiedades eran tierras abandonadas;
por tanto, habría que ponerlas en manos de
gente que realmente las necesitara y las
pusiera a producir.
■ Además, se manifestaban en favor de que cada quien practicara la religión que mas le
convenciera. Al respecto, Reyes Heroles afirma que “las relaciones Estado-Iglesia y sus
múltiples conexiones con una sociedad libre, poco a poco se va estructurando en los
liberales por distintos caminos; por el principio democrático de la igualdad ante la ley,
que conduce a la justicia laica; por la lucha infatigable en busca:
■ de libertad de conciencia y su presupuesto y consecuencia, la libertad de cultos; por la
libertad derivada de enseñanza y, sobre todo, por el conocimiento del poder de la Iglesia
en toda su extensión y profundidad y la necesidad de sustentar un Estado secular
■ que lleva a la desamortización y a la nacionalización de los bienes eclesiásticos.
Implícita está la necesidad de quitar a la Iglesia la posibilidad de emplear al Estado
como instrumento,
■ obligándolo a imponer, por razones extrasociales, sanciones o ejecución forzosa de
conductas espirituales. Implícito está, asimismo, el cortar el brazo secular de la Iglesia,
en cuanto ésta ejerce funciones estrictamente jurisdiccionales.
■ De esta manera se elabora la teoría mexicana de la secularización de la sociedad. Pero
un largo período será de lucha entre el intento por avanzar y la resistencia a ello; entre el
afán de retroceso y el propósito inquebrantable de mantener y acrecentar lo que se ha
obtenido
■ Por tanto, en este segundo periodo, los liberales emprenderían la tarea de reformar a la
sociedad mexicana; esta tarea no sería fácil y se presentarían resistencias y hostilidades
por parte de los sectores conservadores de la nación mexicana. Empero, el triunfo del
liberalismo en México significó la victoria del Estado sobre diversos factores reales de
poder; entre ellos,
■ la Iglesia católica se sometió bajo su potestad y se le prohibió tener ingerencia en los
asuntos políticos. Desde ese momento, el desarrollo nacional, la cultura y la educación
serían tareas estatales que el gobierno desarrollaría conforme a una nueva Constitución
(1857) y a los principios emanados de la Reforma, de la libertad y de los sentimientos
de nacionalidad y patria; por ello, Lombardo Toledano asevera
■ “El Estado surgido de la Constitución de 1857 y de las Leyes de Reforma, liquidó
la intervención de la Iglesia en los asuntos públicos; pero no para prohibirse a sí
mismo esa tarea. Por el contrario, en un país con fuertes supervivencias
semifeudales y esclavistas, como era México todavía en la segunda mitad del siglo
pasado (S. XIX), el Estado tenía que intervenir en todos los aspectos de la vida
nacional, ante todo para hacer posible el desarrollo de las fuerzas productivas y para
orientar al pueblo y prepararlo, a fin de que pudiera alcanzar sus objetivos
inmediatos y sus metas futuras.
3º PERIODO. DEL MODELO
REVOLUCIONARIO
ANTICLERICAL A LOS
“ARREGLOS” QUE
FOMENTARÍAN LA
INCERTIDUMBRE,
SIMULACIÓN Y
DESOBEDIENCIA DEL MODELO
INSTITUCIONAL.
■ Según Valadés, “En México, a partir de la Revolución de 1910 y de la Constitución de
1917, el sistema político ha transitado por tres etapas:
– la creativa, caracterizada por importantes transformaciones en los ámbitos
político y social;
– la conciliatoria, caracterizada por la composición de las fuerzas dentro del propio
Estado, y
– la renovadora, caracterizada por la búsqueda de nuevas fórmulas normativas que
correspondan a los hechos sociales”
■ A partir de la promulgación de la Constitución de 1917, la reestructuración de la nación
requería no sólo de discursos y planes políticos, sino también de personas que tuvieran
la capacidad de resolver las problemáticas sociales; no obstante, los actores políticos no
estaban dispuestos a negociar y sólo mostraban posturas enconadas.
■ Sin lugar a dudas, los antecedentes contemporáneos de las relaciones entre el Estado
mexicano y las confesiones religiosas lo conforman los conflictos que entre estas
potestades se acentuaron con el movimiento cristero y las negociaciones logradas para
dar fin a esta guerra civil.
■ Las relaciones Estado-Iglesias, que se han suscitado en el escenario mexicano, se han
caracterizado por el influjo de los factores reales de poder y la Constitución de 1917
había originado algunas fricciones con la Iglesia católica; por ende, en este periodo el
ideario revolucionario sería impuesto a cualquier precio socio-político, pues como afirmó
Guzmán:
– “Ningún revolucionario mexicano piense que la Revolución subsistirá cuando le
falte el apoyo de las Leyes de Reforma, ni crea la Iglesia Católica que, para su
provecho, puede convertir la actual crisis del mundo en arma que desbarate el
edificio levantado por la historia de México. En nuestro país nada ayudará más a
detener el avance comunista que las realizaciones de la Revolución Mexicana,
suma de las tres grandes etapas históricas cuyo eslabón maestro son las Leyes de
Reforma e impulso, ya consumado, hacia la justicia social”.
■ Una tensa conciliación entre la Iglesia y el Estado se había mantenido a partir de la
promulgación de la Constitución de 1917. En concreto, el modelo de
institucionalización impuesto por Calles precipitaría el conflicto definitivo.
■ La voluntad de disminuir la influencia del clero en la vida política y en la educación
formaba parte del proyecto de establecer la primacía del Estado; el gobierno aplicó las
normas legales que le otorgaban el derecho al control sobre la actividad del clero sin
demasiada prudencia, lo que revelaba el sentir anticlerical del presidente. 
■ La ruptura total fue inmediata, pues la Iglesia suspendió
el culto público en julio de 1926, y cuando comenzó el
Guerra inventario de los bienes del clero estallaron
sublevaciones en varias regiones de México, en otras, en
Cristera Michoacán, ya que una población rural mayoritaria,
donde la influencia de la figura del sacerdote era
tradicional, desencadenó una insurrección agitando las
consignas de "Viva Cristo Rey y la Virgen de
Guadalupe"; la guerra de los "cristeros" puso en jaque a
las tropas federales. La revuelta sólo pudo ser
apaciguada en 1929, luego de largas negociaciones con
la Iglesia, que no salió derrotada del conflicto porque se
postergó la aplicación de algunas disposiciones, pero
debió asumir la existencia de un Estado que limitaba el
fuero eclesiástico. De esta suerte, el enfrentamiento
pospuesto desde las leyes de Reforma llevaron, años de
luchas intensas posrevolucionarias, a una de las
rebeliones más controvertidas de la historia de México:
el conflicto religioso denominado “guerra cristera”
(también conocida como guerra de los cristeros o
cristiada).
■ Es cierto que el conflicto iniciado en 1926 surgió al tratar de poner en práctica ciertas
disposiciones constitucionales; no obstante, para comprender sus causas y efectos, no
basta con estudiar tales normas sino que es necesario comprender las fuentes
ideológicas de donde procedían y los motivos que habían generado las diferentes
actitudes que fueron asumidas al desencadenarse el conflicto.
■ La Iglesia católica había recuperado el poder espiritual perdido durante la guerra de
Reforma y ejercía mayor influencia en la formación de sindicatos obreros y campesinos,
por lo que movilizó diversos grupos de presión; por su parte, el modelo anticlerical que
asumió el gobierno federal no fue una creación espontánea, sólo fue refrendar la postura
liberal del movimiento revolucionario que se había consagrado en la Constitución de
Querétaro.
■ Estas actitudes anticlericales no sólo quedaron en el texto constitucional sino que fueron
la postura oficial del político mexicano; éste no sólo tendía a ser indiferente al factor
social religioso, sino contrario a cualquier expresión eclesial, tenía que dar la imagen de
jacobino y “comecuras”.
■ En gran medida, hasta el día de hoy, subsiste la visión que la persona en el orden
público que manifiesta una fe religiosa y, sobre todo, la práctica a la luz del día, es visto
con prevención, incluso por muchos sectores no sólo del espacio gubernamental sino el
ámbito público en general, incluyendo la prensa escrita. De esta forma, aunque el
liberalismo clásico peleó por una auténtica tolerancia en cuanto a la libertad del
pensamiento y de conciencia, en México se vivió una cultura de intolerancia religiosa,
articulándose una verdadera persecución religiosa que desembocó en la llamada guerra
cristera.
■ La llamada guerra cristera concluyó con los “arreglos” entre la jerarquía católica con el
gobierno mexicano, con un acuerdo: no derogar las disposiciones constitucionales sobre
la materia del factor social-religioso, sólo no aplicarlas. Al hacerlo así, se constituyó en
las relaciones Estado mexicano e Iglesia católica lo que se ha calificado como un modus
vivendi, un modo de vivir entre las autoridades civiles, que optaron por no aplicar las
leyes, y las autoridades religiosas, que decidieron no disputar de manera pública las
condiciones que les habían sido impuestas.
■ Por tanto, la guerra cristera dejó una huella profunda en la vida pública mexicana. En
un sentido, aclaró la disposición de grupos dentro de la Iglesia católica, al confrontarse
con los líderes de ésta; los líderes formales del catolicismo mexicano, especialmente
sus obispos, fueron obligados a desarrollar estrategias autónomas de organización y
financiamiento de sus actividades. Por su parte, las autoridades civiles reconocieron la
imposibilidad de operar el modelo de relaciones Estado mexicano e iglesias definido
por el texto original de la Constitución de 1917; este modelo había hecho del
catolicismo mexicano un caso atípico, cuando se le compara con las experiencias del
catolicismo en el resto de Hispanoamérica.
■ Los gobiernos constitucionalistas nacidos de la Revolución mexicana y la Iglesia católica
después de los acontecimientos acaecidos por sus posturas radicales tuvieron que pactar
en pro de reestablecer el orden y afianzar recíprocamente sus cotos de poder. Así, con los
arreglos alcanzados entre ambas cúpulas de poder se empezó a perfilar un escenario
pacífico, aunque con latentes amenazas de inestabilidad social.
■ De ahí, que el gobierno civil y la jerarquía eclesiástica percibieran con recelo diversas
medidas utilizadas por sus “adversarios ideológicos”, ya que lo estimaban como parte de
una estrategia para acabar con el poder del otro; no obstante, la prudencia y la tolerancia
empezó a presentarse, por agentes de ambas esferas de poder, en pro de un proyecto de
estabilidad nacional. Empero, implicó un reacomodo de las relaciones entre el Estado
mexicano y las iglesias, donde los valores y principios religiosos recogidos en la obra
diseñada por los constituyentes de Querétaro eran, en el mejor de los casos, sólo letra
muerta.
■ Otra consecuencia clave de la guerra cristera para el futuro de México fue su
contribución en la conformación del movimiento social y del partido político de
distinta orientación ideológica.
■ El más importante de todos fue, durante la década de los treinta, el sinarquismo; un
movimiento social de base católica y campesina, que nutrió primero a la Unión
Nacional Sinarquista y durante las décadas de los setenta y ochenta del siglo veinte, a
varios partidos políticos, como el Partido Demócrata Mexicano y la Unión Nacional
Opositora. Durante los noventa, esta vertiente política se agotó y terminó fusionándose
en el Partido Acción Nacional.
■ Lo cierto es que la recomposición de las fuerzas sociales en el seno del Estado
mexicano, se produjo no sólo gracias a la tolerancia en materia religiosa, si no a la
complacencia y hasta la complicidad entre el Estado mexicano y la Iglesia católica que
condujo a la ineficacia del ordenamiento en materia religiosa y a una regulación
“contractual” por los agentes partícipes en las relaciones Estado-Iglesia, pues como
afirma Jiménez Urresti, “En el Estado y leyes de México se notaba, muy destacado, el
divorcio entre la normativa jurídica y la realidad social, en materia de libertad
religiosa: iban diametralmente disociados, por desconocer a las iglesias.”
4º PERIODO. LA
REFUNDACIÓN DEL DERECHO
ECLESIÁSTICO MEXICANO
■ Hoy en día, el legado de la Revolución mexicana en materia religiosa no se concibe con la vertiente
intervencionista que generaron los órganos del Estado durante los primeros años de vigencia de la
Constitución queretana y si bien, como afirma Miguel de la Madrid, radica en que “La supeditación
de las iglesias a la autoridad civil es en el orden temporal, no en el espiritual, cuya esfera es del
exclusivo resorte del individuo”
■ Por tanto, el Estado mexicano, con la intención de reducir el riesgo del fraude legal, se reformó el
ordenamiento constitucional en materia del factor social religioso, durante la presidencia de la
República de Carlos Salinas de Gortari; de esta forma, a partir de 1992, se le concedió personalidad
jurídica a las iglesias, se garantizó el ejercicio del derecho a la libertad religiosa en un mayor rango y
se le reconocieron algunos derechos civiles y políticos a los ministros de cultos.


REFORMAS DE 1992
.
LA REFORMA RELIGIOSA Y EL
CONSERVADURISMO NEOLIBERAL

■ El carácter conservador del modelo neoliberal tiene una importante expresión y


representación en el caso del trato a las asociaciones religiosas en México y el particular
acercamiento entre la iglesia católica y el gobierno mexicano.

■ Históricamente, las relaciones entre la iglesia católica (el Vaticano en términos de


derecho internacional público) y el Estado mexicano han sido complejas,
particularmente a partir de la época de la Guerra de Reforma en México, que concluyó
con la secularización de los bienes de la iglesia y su separación del Estado.
■ Desde que fue publicada su primera versión en 1917, la Constitución Política mexicana
retomó el principio liberal de la separación entre la iglesia y el Estado, y las limitaciones
a las asociaciones religiosas. Cuando en 1926 el gobierno mexicano reglamentó el
artículo 130 constitucional, la iglesia católica reaccionó impulsando una respuesta
violenta en la defensa de sus intereses, acopiando armas, agrupando campesinos y
promoviendo la guerra contra el gobierno. Este periodo, conocido como guerra cristera,
determinó la configuración de la laicidad del Estado mexicano pues, debido a su
radicalidad, las relaciones entre ambos estados fueron suspendidas y se reforzaron en
México las limitaciones a la participación política de los integrantes de las iglesias y
asociaciones religiosas.
■ Esta singular situación de las relaciones diplomáticas entre el Estado mexicano y el
Vaticano continuó hasta el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, cuando se realizó la
llamada contrarreforma religiosa en 1992. En ella se reformaron los artículos 3, 5, 27,
28 y 130 constitucionales como gesto del gobierno mexicano para reanudar las
relaciones diplomáticas. A partir de ese momento la iglesia católica ha ido
incrementando su peso y participación política en el país
EL CULTO PÚBLICO

■ Desde 1917 el artículo 24 constitucional consignó el derecho al libre credo y culto, pero
limitó el culto a su realización en los templos o en el domicilio particular del creyente:

– Todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade y para
practicar las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, en los templos o
en su domicilio particular, siempre que no constituyan un delito o falta penados
por ley [...] Todo acto religioso de culto público, deberá celebrarse precisamente
dentro de los templos, los cuales estarán siempre bajo la vigilancia de la
autoridad.
■ Esta limitación estuvo vigente desde 1917 hasta 1992, pues la reforma constitucional la
eliminó, y ahora el artículo vigente señala, en su párrafo introductorio que:

– Todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade y para
practicar las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no
constituyan un delito o falta penados por la ley.
■ La eliminación textual de la frase "en los templos o en su domicilio particular" significó
la permisibilidad de la realización del culto público fuera de los templos y domicilios, es
decir, incluso en espacios públicos. Para mayor seguridad jurídica se agregaron dos
párrafos al artículo, señalando que habrá ley reglamentaria para esta nueva
determinación:

– El Congreso no puede dictar leyes que establezcan o prohíban religión alguna.


Los actos religiosos de culto público se celebraran ordinariamente en los templos.
Los que extraordinariamente se celebren fuera de éstos se sujetaran a la ley
reglamentaria
LA SEPARACIÓN IGLESIA–ESTADO

■ Antes de la reforma de 1992, el artículo 130 constitucional establecía que los asuntos en
materia de culto eran responsabilidad federal, subrayaba al matrimonio como un acto
civil, y que las agrupaciones religiosas no tenían personalidad jurídica alguna:

– La ley no reconoce personalidad alguna a las agrupaciones religiosas


denominadas iglesias.
■ Asimismo, otorgaba a las legislaciones de los estados la facultad de determinar el
número máximo de ministros de culto en cada entidad, a los que les prohibió hacer
crítica de las leyes y el gobierno mexicano, así como formar asociaciones con fines
políticos.
■ Para tener mayor control sobre los templos, la Constitución Política señalaba que en cada
uno de ellos debía existir un encargado responsable del cumplimiento de las leyes "sobre
disciplina religiosa". Y señalaba que no se otorgaba validez ni revalidación a los estudios
hechos en los establecimientos destinados a la enseñanza de los ministros de culto,
responsabilizando penalmente a la autoridad que lo hiciere:

– Por ningún motivo se revalidará, otorgará dispensa o se determinará cualquier otro


trámite que tenga por fin dar validez en los cursos oficiales a estudios hechos en los
establecimientos destinados a la enseñanza profesional de los ministros de los
cultos. La autoridad que infrinja esta disposición será penalmente responsable; y la
dispensa o trámite referidos serán nulos y traerán consigo la nulidad del título
profesional para cuya obtención haya sido parte la infracción de este precepto
■ La versión de 1917 del artículo 130 también prohibió que las publicaciones periódicas
religiosas comentaren asuntos políticos y sobre asuntos de las autoridades del país o de
particulares que se relacionaren con el funcionamiento de las instituciones políticas:

– Las publicaciones periódicas de carácter confesional, ya sean por su programa,


por su título o simplemente por sus tendencias ordinarias, no podrán comentar
asuntos políticos nacionales ni informar sobre actos de las autoridades del país o
de particulares que se relacionen directamente con el funcionamiento de las
instituciones públicas.
■ Y establecía que para ejercer como ministro de cualquier culto en territorio nacional era necesario
ser mexicano por nacimiento, incapacitándoles, bajo cualquier circunstancia, para tener carácter
de herederos:

– Los ministros de los cultos serán considerados como personas que ejercen una profesión y
estarán directamente sujetos a las leyes que sobre la materia se dicten [...] Para ejercer en
los Estados Unidos Mexicanos el ministerio de cualquier culto se necesita ser mexicano por
nacimiento [...] No podrá heredar por sí, ni por interpósita persona, ni recibir por ningún
título un ministro de cualquier culto un inmueble ocupado por cualquier asociación de
propaganda religiosa, o de fines religiosos o de beneficencia. Los ministros de los cultos
tienen incapacidad legal para ser herederos, por testamento, de los ministros del mismo
culto, o de un particular con quien no tenga parentesco dentro del cuarto grado.
■ La única reforma al artículo 130 constitucional se realizó también en el decreto de reforma constitucional
121 en 1992. Ésta otorgó personalidad jurídica a las iglesias y agrupaciones religiosas y prohibió la
intervención del Estado en su funcionamiento interno, asimismo flexibilizó la incapacidad para heredar de
los ministros de culto al permitírselos cuando se trate de personas que no hayan sido auxiliadas
espiritualmente por ellos y permitió que extranjeros fuesen ministros de culto en el país:

– Artículo 130. El principio histórico de la separación del Estado y las iglesias orienta las normas
contenidas en el presente artículo. Las iglesias y demás agrupaciones religiosas se sujetaran a la ley.

– Corresponde exclusivamente al Congreso de la Unión legislar en materia de culto público y de


iglesias y agrupaciones religiosas. La ley reglamentaria respectiva, que será de orden público,
desarrollará y concretará las disposiciones siguientes:
– a) Las iglesias y las agrupaciones religiosas tendrán personalidad jurídica como asociaciones
religiosas una vez que obtengan su correspondiente registro. La ley regulará dichas asociaciones
y determinará las condiciones y requisitos para el registro constitutivo de las mismas.

– b) Las autoridades no intervendrán en la vida interna de las asociaciones religiosas.

– c) Los mexicanos podrán ejercer el ministerio de cualquier culto. Los mexicanos, así como los
extranjeros deberán, para ello, satisfacer los requisitos que señale la ley [...] los ministros de
cultos, sus ascendientes, descendientes, hermanos y cónyuges, así como las asociaciones
religiosas a que aquellos pertenezcan, serán incapaces para heredar por testamento, de las
personas a quienes los propios ministros hayan dirigido o auxiliado espiritualmente y no tengan
parentesco dentro del cuarto grado
■ Como puede observarse, la reforma al artículo 130 flexibilizó la separación iglesia–
Estado. El hecho de otorgarles personalidad jurídica a las iglesias, implica el
reconocimiento de derechos, entre ellos el de asociarse para objetivos distintos, como
puede ser la filantropía o la formación de asociaciones civiles.
EL DERECHO DE LAS IGLESIAS A
PARTICIPAR EN LA EDUCACIÓN
■ Tras la reforma de 1946 al artículo tercero constitucional, la fracción IV reforzó la
prohibición de las corporaciones religiosas, los ministros de culto y las asociaciones por
acciones para intervenir en los planteles en que se impartiera educación primaria,
secundaria y normal, así como la destinada a obreros y campesinos.26
■ Con el Decreto de Reforma Constitucional 121, de 1992, se eliminó esta prohibición
señalando en adelante, que los planteles particulares dedicados a la impartición de la
educación deben cumplir con los planes y programas de estudio oficiales. A partir de
que se retiró dicha prohibición constitucional, es posible contemplar la participación de
los ministros de culto y las asociaciones religiosas en la impartición de la educación
primaria y secundaria
MARCO JURÍDIC0
■ Artículo 24. Toda persona tiene derecho a la libertad de convicciones éticas, de
conciencia y de religión, y a tener o adoptar, en su caso, la de su agrado. Esta libertad
incluye el derecho de participar, individual o colectivamente, tanto en público como en
privado, en las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no
constituyan un delito o falta penados por la ley. Nadie podrá utilizar los actos públicos
de expresión de esta libertad con fines políticos, de proselitismo o de propaganda
política.
■ El Congreso no puede dictar leyes que establezcan o prohíban religión alguna.
■ Los actos religiosos de culto público se celebrarán ordinariamente en los templos. Los
que extraordinariamente se celebren fuera de éstos se sujetarán a la ley reglamentaria

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