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Miguel de Cervantes – 3º ESO

MIGUEL DE CERVANTES

Vida y obra

Nació Cervantes en 1547 en Alcalá de Henares. En


1570 marchó a Italia y quedó impresionado por su arte,
su literatura y su vida. Participó como soldado en la
batalla de Lepanto y permaneció como militar en
diversos lugares italianos. Cuando regresaba a España,
en 1575, fue apresado por los turcos y conducido a
Argel. Allí permaneció cautivo durante cinco años.
Rescatado, volvió a España, donde llevó hasta el final
de sus días una vida difícil y azarosa (fue excomulgado
y encarcelado varias veces). Vivió en Esquivias (Toledo)
en diversos lugares de Andalucía, en Valladolid y en
Madrid, donde murió el 23 de abril de 1616.
Cervantes fue poeta, dramaturgo y novelista.
MIGUEL DE CERVANTES

CERVANTES, POETA

Ser poeta es “la gracia Su obra lírica es lo


que no quiso darme el menos valorado de su
cielo” producción.

Sólo publicó una obra en verso, El viaje del


Parnaso (1614), en la que presenta en conflicto a
los buenos y malos escritores.
MIGUEL DE CERVANTES

CERVANTES, DRAMATURGO
MIGUEL DE CERVANTES

5CERVANTES, NOVELISTA

La Galatea El Quijote Novelas Ejemplares El Persiles


(1585) (1605-1615) (1613) (1617)
MIGUEL DE CERVANTES

CERVANTES, NOVELISTA

• Cervantes sobresale especialmente como


novelista. Escribe novelas de casi todos
los tipos conocidos en su tiempo.

• Su primera novela, La Galatea (1585), desarrolla el tema de los


amores entre pastores y contiene, como es habitual en las obras
ce Cervantes, comentarios de crítica literaria, juicios teóricos, etc.
• Su última novela, El Persiles, publicada póstuma en 1617, es una
novela bizantina. Las novelas bizantinas eran novelas de amor y de
aventuras, donde los enamorados protagonistas, tras pasar por
diversos lugares y peripecias, terminan felizmente su viaje.
MIGUEL DE CERVANTES

CERVANTES, NOVELISTA

Novelas Ejemplares

• Las Novelas ejemplares son una colección de


doce relatos cortos fue publicada en 1613.
Cervantes es el primero que compone estos
relatos al modo italiano con argumentos
originales. El adjetivo ejemplares del título
expresa su conexión con el género de los
ejemplos medievales: se presenta una historia
breve de la que se extrae una moraleja. Pero
no todos estos relatos tienen una ejemplaridad
moral, sino que son modelos o ejemplos de
creación literaria.
MIGUEL DE CERVANTES

EL QUIJOTE

Edición de la obra
PRIMERA PARTE

Primera parte. Apareció en 1605 con el


título El ingenioso hidalgo don Quijote de
la Mancha; consta de cincuenta y dos
capítulos agrupados en cuatro partes.

SEGUNDA PARTE

Segunda parte. Se publicó en 1615, con


un cambio en el título: El ingenioso
caballero don Quijote de la Mancha; se
compone de setenta y cuatro capítulos , sin
división en partes.
MIGUEL DE CERVANTES

EL QUIJOTE

Edición de la obra

EL QUIJOTE DE AVELLANEDA

Un año antes, en 1614, había aparecido el


Segundo tomo del ingenioso hidalgo don
Quijote de La Mancha, firmado por Alonso
Fernández de Avellaneda. En el prólogo de
este Quijote apócrifo se insultaba a
Cervantes; éste respondió en el prólogo de
la segunda parte de su libro, e incluyó,
dentro de la ficción misma, numerosas
referencias a la falsedad de la novela de
Avellaneda.
 
MIGUEL DE CERVANTES

EL QUIJOTE

Argumento

PRIMERA PARTE

El caballero manchego don Alonso Quijano, llamado por sus convecinos el Bueno,
enloquece leyendo libros de caballerías. Concibe la idea de lanzarse al mundo, con el
nombre de don Quijote de la Mancha, guiado por los nobles ideales de Amadís o de
Palmerín: deshacer entuertos, proteger a los débiles, destruir el mal, merecer a
Dulcinea… Con armas absurdas y un viejo caballo, Rocinante, sale por La Mancha y se
hace armar caballero en una venta que imagina ser un castillo, entre las burlas del ventero
y de las mozas del mesón. Libera a un muchacho a quien su amo está golpeando por
perderle las ovejas (pero apenas se marcha, prosigue la paliza). Unos mercaderes lo
golpean brutalmente; un conocido lo recoge y lo devuelve a su aldea. Ya repuesto,
convence a un rudo labrador, Sancho Panza, ofreciéndole riquezas y poder, para que lo
acompañe en sus aventuras. Y siempre sale mal parado: lucha contra unos gigantes que
no son otra cosa que molinos de viento; es apaleado por unos arrieros; da libertad a unos
criminales, que luego lo apedrean, etc. Sus amigos, el Canónigo y el Barbero, salen en su
busca y lo traen engañado a su pueblo, metido en una jaula.
MIGUEL DE CERVANTES

EL QUIJOTE

Argumento

SEGUNDA PARTE

Don Quijote, obstinado en su locura, sale otra vez acompañado de Sancho Panza, de
quien ha de sufrir la bellaquería de querer hacerle creer que una rústica que viene
montada en un asno es Dulcinea. En sus correrías por tierras de Aragón, llegan a los
dominios de unos Duques, que se burlan despiadadamente de la locura del señor y la
ambición del criado. Mandan a este como gobernador a uno de sus estados; Sancho da
pruebas de un excelente sentido, pero cansado de la vida palaciega, organizada en son
de burla por los Duques, se vuelve a buscar a don Quijote. Tras constantes aventuras,
marchan a Barcelona, y allí es vencido por el Caballero de la Blanca Luna, que es su
amigo Sansón Carrasco disfrazado así para intentar que don Quijote recobre su cordura.
Sansón Carrasco, vencedor, le impone la obligación de regresar a su pueblo. El caballero,
física y moralmente derrotado, vuelve al lugar y allí muere cristianamente después de
haberse curado de su locura.
MIGUEL DE CERVANTES

EL QUIJOTE

Espacio
MIGUEL DE CERVANTES

EL QUIJOTE

Personajes

Los numerosos personajes que pueblan


las páginas del Quijote pertenecen a
todas las categorías sociales, desde las
más altas a las más humildes.
Uno de los grandes valores de la novela
de Cervantes es la creación de la pareja
protagonista. Los protagonistas, don
Quijote y Sancho, son dos figuras
distintas y complementarias, que llegan a
hacerse amigos gracias al diálogo. Juntos
recorren los caminos y se influyen
mutuamente: sus caracteres se van
modificando por el hablar y el hacer de
cada uno. Sus relaciones cambian: de la
autoridad de don Quijote y la obediencia
de Sancho, a la crítica y el
enfrentamiento; pero los unen, como en la
vida, la amistad y la lealtad.
MIGUEL DE CERVANTES

EL QUIJOTE

Los personajes

DON QUIJOTE SANCHO PANZA

Dos figuras distintas y complementarias

DIÁLOGO

AMISTAD
MIGUEL DE CERVANTES

EL QUIJOTE

Los personajes
DON QUIJOTE

El personaje es descrito como alto y


delgado, viejo, colérico, culto y gran lector,
soltero, solitario, valiente e impulsivo.
Yo sé quién Hidalgo rural y pobre, su locura lo lleva a
soy. convertirse en caballero.

El tema de la locura es central en la obra,


ya que constituye la base del conflicto
permanente entre el héroe y la realidad que
se le presenta. Quiere y cree ser caballero
andante, pero sabe que finge.
La locura de don Quijote está limitada al
mundo de lo caballeresco; en los momentos
en que no aparece este tema, el
protagonista es admirablemente cuerdo,
generoso, culto, tolerante y mesurado,
como reconocen muchos de los que le
tratan.
MIGUEL DE CERVANTES

EL QUIJOTE

Los personajes

SANCHO PANZA

Representa al hombre llano, con una enorme


sabiduría popular, práctico y materialista. Es lo
opuesto a su amo: bajo y barrigudo, prudente,
analfabeto, casado y pacífico. Acepta servir a don
Quijote por su simpleza y por la recompensa
prometida de una ínsula.

El personaje, síntesis del tonto de la tradición


folclórica, del bobo del teatro y parodia del
escudero de las narraciones caballerescas, se
transforma durante la narración en un ser
complejo, independiente, que duda y cree, miente
y es engañado, ríe y llora, se muestra discreto y
tonto; pero es siempre bueno y compasivo
MIGUEL DE CERVANTES

EL QUIJOTE

Propósito de la novela

“No ha sido otro mi deseo que


poner en aborrecimiento de los
hombres las fingidas y
disparatadas historias de los
libros de caballerías”.

El propósito del Quijote es la parodia de los libros


de caballerías, y como libro casi exclusivamente
cómico fue leído durante los siglos XVII y XVIII.
Sin embargo, desde el Romanticismo se
interpreta la novela como la defensa de un ideal
en un mundo en el que los grandes ideales han
perdido su sentido.
MIGUEL DE CERVANTES

EL QUIJOTE

Propósito de la novela
El Quijote es también un libro de crítica y teoría
literaria: no sólo los personajes hablan
constantemente de literatura, sino que el
conjunto de la obra es en sí mismo un ejercicio
de experimentación literaria; en ella se
encuentran relatos de todo tipo (pastoriles,
moriscos, cortesanos…), poemas, diálogos,
etc.
La novela retrata bastante fielmente la vida
española de su tiempo: por sus páginas
desfilan grandes nobles poseedores de títulos;
hidalgos que desean recuperar una posición
social digna, labradores ricos o míseros
labriegos, criados, curas, cabreros, presos,
moriscos, etc.
MIGUEL DE CERVANTES

EL QUIJOTE

Otras características de la novela


TEXTOS DEL QUIJOTE
CAPÍTULO 1

En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que


vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.
Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los
sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las
tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para
las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su
vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina
que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como
tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de
complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza.
Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna
diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque por conjeturas verosímiles se
deja entender que se llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta
que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.
CAPÍTULO 1

Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso —que eran
los más del año— se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó
casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a
tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de
sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos
cuantos pudo haber dellos; y de todos, ningunos le parecían tan bien como los que
compuso el famosos Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas
entrincadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos
requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes donde en muchas partes hallaba
escrito: La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón
enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura. Y también cuando leía: …los
altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen
merecedora de/ merecimiento que merece /a vuestra grandeza.
CAPÍTULO 1

En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de


claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer se le
secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo
aquello que leía en los libros, así de encantamientos como de pendencias, batallas,
desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de
tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas sonadas
soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo.
[…]
CAPÍTULO 1

En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio
loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su
honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, e irse por todo el
mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que
él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de
agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno
nombre y fama. Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su brazo, por lo menos,
del imperio de Trapisonda; y así, con estos tan agradables pensamientos, llevado del
extraño gusto que en ellos sentía, se dio priesa a poner en efecto lo que deseaba. Y lo
primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas
de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un
rincón. Limpiólas y aderezólas lo mejor que pudo; pero vio que tenían una gran falta, y era
que no tenían celada de encaje, sino morrión simple; mas a esto suplió su industria,
porque de cartones hizo un modo de media celada que, encajada con el morrión, hacían
una apariencia de celada entera. Es verdad que para probar si era fuerte y podía estar al
riesgo de una cuchillada, sacó su espada y le dio dos golpes, y con el primero y en un
punto deshizo lo que había hecho en una semana; y no dejó de parecerle mal la facilidad
con que la había hecho pedazos, y, por asegurarse deste peligro, la tornó a hacer de
nuevo, poniéndole unas barras de hierro por de dentro, de tal manera, que él quedó
satisfecho de su fortaleza, y sin querer hacer nueva experiencia della, la diputó y tuvo por
celada finísima de encaje.
CAPÍTULO 1

Fue luego a ver su rocín, y aunque tenía más cuartos que un real y más tachas que el
caballo de Gonela, que tantum pellis et ossa fuit, le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro
ni Babieca el del Cid con él se igualaban. Cuatro días se le pasaron en imaginar qué
nombre le pondría, porque —según se decía él a sí mesmo— no era razón que caballo de
caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido; y ansí,
procuraba acomadársele de manera, que declarase quién había sido antes que fuese de
caballero andante, y lo que era entonces; pues estaba muy puesto en razón que, mudando
su señor estado, mudase él también el nombre, y le cobrase famoso y de estruendo, como
convenía a la nueva orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba; y así después de muchos
nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e
imaginación, al fin le vino a llamar Rocinante, nombre , a su parecer, alto, sonoro y
significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo qu ahora era, que era antes
y primero de todos los rocines del mundo.
CAPÍTULO 1

Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este


pensamiento duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar don Quijote; de donde, como
queda dicho, tomaron ocasión los autores desta tan verdadera historia que, sin duda, se
debía llamar Quijada, y no Quesada, como otros quisieron decir. Pero, acordándose que el
valeroso Amadís no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que
añadió el nombre de su reino y patria, por hacerla famosa, y se llamó Amadís de Gaula,
así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya y llamarse don Quijote
de la Mancha, con que, a su parecer, declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba
con tomar el sobrenombre della.
CAPÍTULO 1
Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín y
confirmándose a sí mismo, se dio a entender que no le faltaba otra cosa sino buscar una
dama de quien enamorarse; porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y
sin fruto y cuerpo sin alma. Decíase él a sí:
— Si yo, por malos de mis pecados, o por mi buena suerte, me encuentro por ahí con
algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un
encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o finalmente, le venzo y le rindo, ¿no será bien
tener a quien enviarle presentado y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora,
y diga con voz humilde y rendido: “Yo, señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la
ínsula Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe alabado
caballero don Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante vuestra
merced, para que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante”?
¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero cuando hubo hecho este discurso, y más
cuando halló a quien dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar
cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo
anduvo enamorado, aunque, según se entiende, ella jamás lo supo, ni le dio cata dello.
Llamábase Aldonza Lorenzo, y a ésta le pareció ser bien darle título de señora de sus
pensamientos, y buscándole nombre que no desdijere mucho del suyo y que tirase y se
encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla Dulcinea del Toboso, porque era
natural del Toboso; nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos
los demás que a él y a sus cosas había puesto.
CAPÍTULO 35

En esto, oyeron un gran ruido en el aposento, y que don Quijote decía a voces:
—¡Tente, ladrón, malandrín, follón; que aquí te tengo, y no te ha de valer tu cimitarra!
Y parecía que daba grandes cuchilladas por las paredes. Y dijo Sancho:
—No tienen que pararse a escuchar, sino entren a despartir la pelea, o a ayudar a mi amo;
aunque ya no será menester, porque, sin duda alguna, el gigante ya está muerto, y dando
cuenta a Dios de su pasada y mala vida; que yo vi correr la sangre por el suelo, y la
cabeza cortada y caída a un lado, que es tamaña como un gran cuero de vino.
—Que me maten— dijo a esta sazón el ventero— si dijo don Quijote, o don diablo, no ha
dado alguna cuchillada en alguno de los cueros de vino tinto que a su cabecera estaban
llenos, y el vino derramado debe de ser lo que parece sangre a este buen hombre.
Y con esto, entró en el aposento, y todos tras él, y hallaron a don Quijote en el más extraño
traje del mundo. Estaba en camisa, a cual no era nada cumplida, que por delante le
acabase de cubrir los muslos, y por detrás tenía seis dedos menos; las piernas eran muy
largas y flacas, llenas de vello y no nada limpias; tenía en la cabeza un bonetillo colorado,
grasiento, que era del ventero. En el brazo izquierdo tenía revuelta la manta de la cama,
con quien tenía ojeriza Sancho, y él se sabía bien el porqué, y en la derecha,
desenvainada la espada, con la cual daba cuchilladas a todas partes, diciendo palabras
como si verdaderamente estuviera peleando con algún gigante. Y es lo bueno que no tenía
los ojos abiertos, porque estaba durmiendo y soñando que estaba en batalla con el
gigante; que fue tan intensa la imaginación de la aventura que iba a fenecer, que le hizo
soñar que ya había llegado al reino de Micomicón, y que ya estaba en la pelea con su
enemigo. Y había dado tantas cuchilladas en los cueros, creyendo que las daba en el
gigante, que todo el aposento estaba lleno de vino.
Fue recogido de los cabreros con buen ánimo, y, habiendo Sancho, lo mejor que pudo
acomodado a Rocinante y a su jumento, se fue tras el olor que despedían de sí ciertos
tasajos de cabra que hirviendo al fuego en un caldero estaban; y aunque él quisiera en
aquel mismo punto ver si estaban en sazón de trasladarlos del caldero al estómago, lo
dejó de hacer, porque los cabreros los quitaron del fuego y, tendiendo por el suelo unas
pieles de ovejas, aderezaron con mucha prisa su rústica mesa y convidaron a los dos, con
muestras de muy buena voluntad, con lo que tenían. Sentáronse a la redonda de las
pieles seis de ellos, que eran los que en la majada había, habiendo primero con groseras
ceremonias rogado a don Quijote que se sentase sobre un dornajo que vuelto del revés le
pusieron. Sentóse don Quijote, y quedábase Sancho en pie para servirle la copa, que era
hecha de cuerno. Viéndole en pie su amo, le dijo:
—Porque veas, Sancho, el bien que en sí encierra la andante caballería y cuán a pique
están los que en cualquiera ministerio de ella se ejercitan de venir brevemente a ser
honrados y estimados del mundo, quiero que aquí a mi lado y en compañía de esta buena
gente te sientes, y que seas una misma cosa conmigo, que soy tu amo y natural señor;
que comas en mi plato y bebas por donde yo bebiere, porque de la caballería andante se
puede decir lo mesmo que del amor se dice: que todas las cosas iguala .
—¡Gran merced! —dijo Sancho—; pero sé decir a vuestra merced que como yo tuviese
bien de comer, tan bien y mejor me lo comería en pie y a mis solas como sentado a par
de un emperador. Y aun, si va a decir verdad, mucho mejor me sabe lo que como en mi
rincón sin melindres ni respetos, aunque sea pan y cebolla, que los gallipavos de otras
mesas donde me sea forzoso mascar despacio, beber poco, limpiarme a menudo, no
estornudar ni toser si me viene gana, ni hacer otras cosas que la soledad y la libertad
traen consigo. Así que, señor mío, estas honras que vuestra merced quiere darme por ser
ministro y adherente de la caballería andante, como lo soy siendo escudero de vuestra
merced, conviértalas en otras cosas que me sean de más cómodo y provecho; que estas,
aunque las doy por bien recibidas, las renuncio para desde aquí al fin del mundo. […]
No entendían los cabreros aquella jerigonza de escuderos y de caballeros andantes, y no
hacían otra cosa que comer y callar y mirar a sus huéspedes, que con mucho donaire y
gana embaulaban tasajo como el puño. Acabado el servicio de carne, tendieron sobre las
zaleas gran cantidad de bellotas avellanadas, y juntamente pusieron un medio queso,
más duro que si fuera hecho de argamasa. No estaba, en esto, ocioso el cuerno, porque
andaba a la redonda tan a menudo ya lleno, ya vacío, como arcaduz de noria, que
con facilidad vació un zaque de dos que estaban de manifiesto. Después que don Quijote
hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano y, mirándolas
atentamente, soltó la voz a semejantes razones:
—Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de
dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima,
se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella
vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las
cosas comunes: a nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro
trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les
estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos,
en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. […] Todo era paz
entonces, todo amistad, todo concordia […] Entonces sí que andaban las simples y
hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero, en trenza y en cabello, sin más
vestidos de aquellos que eran menester para cubrir honestamente lo que la honestidad
quiere y ha querido siempre que se cubra, y no eran sus adornos de los que ahora se
usan, […] sino de algunas hojas verdes de lampazos y yedra entretejidas, con lo que
quizá iban tan pomposas y compuestas como van ahora nuestras cortesanas con las
raras y peregrinas invenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado. Entonces se
decoraban los conceptos amorosos del alma simple y sencillamente, del mismo modo y
manera que ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos.
No había la fraude, el engaño ni la malicia mezcládose con la verdad y llaneza. La justicia
se estaba en sus propios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los
del interese, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no
se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar ni
quién fuese juzgado.

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