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Historia
El día de muertos como lo conocemos hoy, es una de las muchas
tradiciones resultantes del mestizaje de la cultura azteca y española
tras la conquista.
A este sitio iban los que morían ahogados en el agua. También iban al Tlalocan
aquellos que morían fulminados por los rayos porque se decía que los dioses los
amaban, que por eso se los llevaban para sí al paraíso para que vivieran con el dios de
la lluvia y de las verduras. Éstos que así morían estaban en la gloria con este dios,
donde siempre había maizales verdes, y toda manera de hierbas que estaban verdes y
las flores frescas y olorosas. También iban al Tlalocan los leprosos, los bubosos, los
sarnosos, gotosos e hidrópicos. El día que se morían de las enfermedades contagiosas e
incurables no los quemaban sino que enterraban los cuerpos de los enfermos y les
ponían semillas de bledos en las mandíbulas sobre el rostro. Les pintaban la frente de
color azul y los vestían con papeles cortados. En la mano les colocaban una vara.
Decían que en este paraíso siempre era verano.
Tonatiuhichan
El Tonatiuhichan era el 3er cielo, paraíso del sol, presidido por Tonatiuh, el
Sol. A donde iban todos aquellos que habían muerto durante el combate o
sacrificados en el altar de alguna deidad, estos hombres acompañaban al dios
Sol desde el amanecer hasta su cenit, entonando cantos y bailando con el
corazón inflamado de alegría. Posteriormente, quienes acompañaban al sol del
cenit hasta su ocaso eran las mujeres divinas o cihuateteo. Se trataba de
aquellas que habían perdido la vida en otro tipo de batalla, al dar a luz a su
primer hijo. Eran consideradas grandes combatientes y en igualdad con los
grandes guerreros que ofrecían su vida en el campo de batalla. Incluso los
jóvenes guerreros buscaban cortarle el dedo índice al cadáver de estas mujeres
para portarlo como un talismán de valor durante sus primeras batallas.
Es importante mencionar que los guerreros después de acompañar durante
cuatro años al sol regresaban a la tierra como aves de hermoso plumaje, más
específicamente como colibríes para deleitarse por siempre con el aroma y el
néctar de las flores.
mictlan