Sociedad de Agricultores, sus miembros comenzaron a experimentar con una variedad desconocida hasta 1885; banano Gros Michel, cuando José Manuel González importó las semillas de Panamá. Él y un grupo de empresarios samarios establecieron la primera plantación de banano de Colombia, en Ciénaga. Colombia tuvo la iniciativa pero los empresarios locales no podían desarrollar plenamente la industria bananera por:
La producción en gran escala para mercados
internacionales requería enormes cantidades de capital
Debían construirse ferrocarriles para llevar los bananos
al puerto
Debían mejorarse los equipamientos del ferrocarril
Los barcos debían llegar a tiempo, y era necesaria una
red bien coordinada de distribución en el país importador.
Santa Marta por ser arida necesitaba canales de riego
El negocio del banano era arriesgado: cualquier plantación podía borrarse fácilmente por: agotamiento del suelo, enfermedad del banano o huracanes.
Estos factores favorecieron el desarrollo del
banano por parte de una gran compañía con base en la industria de Estados Unidos y con amplias inversiones en muchas regiones En Colombia en 1890 contratado por el gobierno de Costa Rica para la construcción de un ferrocarril aparece Cooper Keith quien dirigía la United Fruit Company
Una vez terminado el ferrocarril , Keith comenzó a producir banano como
carga para que la línea ferroviaria fuera rentable. Pocos años más tarde extendió sus operaciones bananeras a Santa Marta en Colombia y a Panamá. En 1892 adquirió 6100 hectáreas de terreno en Riofrío, con las cuales fundó la Colombian Land Company; al mismo tiempo compró la concesión del nuevo ferrocarril que se convirtió en la Compañía del Ferrocarril de Santa Marta (Santa Marta Railroad Company).
En 1899 se unió con otros dos estadounidenses para crear la United Fruit Company, una empresa cuya sede comercial estaba situada en Boston, Massachusetts
Al tiempo de su creación, la compañía controlaba el ochenta por ciento de la
industria bananera internacional Durante las primeras tres décadas del siglo XX, la industria del banano se expandió rápidamente.
La United Fruit Company para 1930 poseía
1 383 485 hectáreas de terreno, de las cuales 76612 estaban dedicadas al banano; habían construido 2434 kilómetros de ferrocarril, y poseía noventa barcos de vapor, conocidos como la «Gran Flota Blanca», que transportaban bananos a Norteamérica y Europa.
Para coordinar su vasto imperio, la compañía había
tendido 5363 kilómetros de cables telegráficos y construido veinticuatro estaciones de radio, se había convertido en la más grande fuente de empleo en el Caribe con una fuerza laboral de 150 000 personas. En Colombia, como en otras partes, las plantaciones bananeras siguieron al ferrocarril. En 1911 el ferrocarril llegó a Aracataca y en 1920, a Fundación, donde terminó.
Al lado del ferrocarril se crearon nuevas
plantaciones de banano,
En la década de 1920 la zona bananera cubría
buena parte de los municipios de Santa Marta, Ciénaga, Aracataca, Fundación y Pivijav
Las exportaciones de banano desde Santa Marta
crecieron en 1929. En este año, Colombia era el tercer abastecedor mundial de banano El capital que la United Fruit Company invirtió en la zona bananera y las conexiones de mercadeo que estableció, abrieron nuevas oportunidades para algunos colombianos.
La zona fue inundada por trabajadores del puerto, del
ferrocarril y del campo, por pequeños agricultores, comerciantes, tenderos y agricultores ansiosos de producir banano.
En alguna forma, esta gente se benefició de la presencia de la
United Fruit Company por la valorización del terreno, por el crecimiento de una economía monetaria, y por nuevas posibilidades de empleo y mercado.
Al mismo tiempo el dominio de la United Fruit Company en la
economía regional y su control de la vida política local frustró las ambiciones de muchos grupos. La United Fruit Company necesitaba obreros para: construir los ferrocarriles y los canales de riego; para limpiar el terreno, sembrar el banano recolectar la cosecha; y para cargar los barcos.
En los primeros años la mano de obra era escasa.
La United Fruit Company ofreció salarios altos, hasta
el doble de lo pagado por los hacendados del interior, en su necesidad de atraer fuerza laboral. Tales incentivos fueron exitosos: durante las primeras tres décadas del siglo veinte, miles de personas llegaron a Santa Marta. Algunos de los primeros fueron soldados liberales de la guerra de los mil dias, junto con sus generales, que se establecieron en la zona una vez terminada la guerra.
Indígenas de La Guajira y de la Sierra Nevada de Santa
Martha se sumaron a la fuerza obrera de las plantaciones.
Más gente llegó del occidente, de los departamentos del
Atlantico, y de Bolivar.
Aunque la mayoría de los trabajadores eran de la Costa
Atlántica Colombiana, una porción alta de mestizos del interior, en particular de los Santanderes. La gran mayoría trabajaba por un salario monetario. De esta manera, el crecimiento de la economía bananera dio auge a un grupo que no había existido antes en la región: un proletariado rural sin tierra.
Muchos de los propietarios rurales de Santa Marta no trabajaban
permanentemente en una sola finca. Solo algunos permanecen durante largos períodos de tiempo, y otros tendían a moverse de plantación en plantación, trabajando una semana para la United Fruit Company y la siguiente para uno u otro de los cultivadores colombianos.
Tales movimientos reflejaban la demanda fluctuante de trabajo inherente a la
economía bananera; la fruta no se cortaba todos los días, y los empacadores y estibadores se necesitaban solamente cuando los barcos estaban en puerto. Algunos trabajadores también tomaron parte en migraciones interregionales. No era extraño que algunos salieran hacia el occidente de la Costa Atlántica para cosechar algodón o caña de azúcar, o se engancharan por algún tiempo en los campos petroleros de Barrancabermeja. cientos de kilómetros al sur. El sistema de trabajo a destajo funcionó bien para la compañía y parece que agradaba a los obreros.
Aunque era inseguro, les daba la libertad de
manejar su propio tiempo y sus procesos laborales.
Lo que no les gustaba eran las prácticas de
contratación de la compañía. En lugar de contratar directamente a sus trabajadores, utilizaba contratistas colombianos (ajusteros), que acordaban el trabajo a realizar y reclutaban los trabajadores para hacerlos la United Fruit Company utilizó los contratos para evadir la legislación laboral colombiana.
Cuando después de 1915 el gobierno comenzó a
promulgar leyes regulando las condiciones de trabajo, la United Fruit Company rehusó extender los beneficios a los trabajadores en las plantaciones porque, según ella, quienes trabajan en los campos bananeros no son empleados suyos. Uno de los objetivos principales de la huelga de 1928 fue que la United Fruit Company reconociera a sus obreros. Aunque la compañía puede haber pagado un buen jornal, la mayoría no encontraba trabajo para todos los días.
Además, aunque se suponía que la compañía debía
pagarle a sus obreros quincenalmente, a veces había demoras.
Los obreros tendían a estar cortos de dinero y a
solicitar avances que la compañía distribuía por medio de vales redimibles en almacenes de la compañía. Mientras el negocio bananero crecía, y con él la población, los pueblos más viejos de la región se transformaron: Santa Marta y Ciénaga se convirtieron en ciudades sofisticadas con hoteles de estilo europeo, luz eléctrica, bancos y muchas pequeñas fábricas manufactureras.
En un informe oficial se hablaba de tres fábricas de
hielo, tres de jabón, una de harina, una de licores, una de cerveza, una de cigarrillos y dos de pastas. Al lado del ferrocarril aparecieron nuevas poblaciones En las poblaciones nuevas la primera edificación pública era la iglesia, pero los sacerdotes escaseaban y la autoridad religiosa era débil.
Después de la iglesia venían la plaza de mercado, el
matadero, la inspección de policía y el salón de cine. Cada caserío tenía avidez por un salón de cine; la población estaba embrujada por la magia del cine.
La educación formal, sin embargo, era casi
inexistente. Había pocos colegios en la zona; la United Fruit Company no los suministró sino después de 1930. En los pueblos vivían los comerciantes de la zona que vendían ron blanco, alimentos, herramientas y ropa. Había cuatro o cinco tenderos en cada población y muchos más en Santa Marta y Ciénaga. Su prosperidad dependía de las ventas hechas a los trabajadores de las bananeras. Encontrando competencia directa de la United Fruit Company, se volvieron en su contra, y algunos se convirtieron en fuertes partidarios de la gran huelga de 1928. Los tenderos y comerciantes de la zona disentían de los almacenes de la United Fruit Company. Surtidos de mercancías importadas que traían los barcos bananeros en sus viajes de regreso, abastecen a los trabajadores a cambio de los vales emitidos por la compañía. Ésta también poseía varias haciendas de ganado que aprovisionaban a los comisariatos con carne fresca.
En la década de 1920, los almacenes de la United Fruit
Company vendían hasta un veinte por ciento más barato que los tenderos locales. Los comerciantes revelaban los precios bajos de la United Fruit Company y el pago a sus trabajadores con vales que podían ser utilizados únicamente en sus almacenes. Los comerciantes que criticaban más fuertemente a la United Fruit Company eran los de Ciénaga, que ya había sido centro de comercio antes del auge bananero, y los comerciantes de importación y exportación de Barranquilla, que abastecen los almacenes de Ciénaga.
El comercio de Barranquilla se exasperó más cuando
los barcos de la «Gran Flota Blanca» comenzaron a parar allí para negociar la carga que traían de ultra mar. Los comerciantes no vacilaron en explotar a los obreros de las bananeras: les cobraban precios altos y tomaban descuentos usureros sobre sus vales, mientras las casas de juego contratan matones para robarles sus ganancias a los trabajadores con suerte.
Aun así, la prosperidad de los comerciantes
dependía de la de los trabajadores y ambos grupos tenían motivos de queja contra la compañía y de acabar con el sistema de vales entraría en el pliego de peticiones de los trabajadores. En compensación, los comerciantes de la zona apoyaron de todo corazón la huelga. Los cultivadores se beneficiaron de las conexiones que la United Fruit Company estableció con los mercados internacionales, pero se irritaba con su posición de monopolio. Los colombianos dependían de la compañía para crédito, riego y mercadeo de su producto.
Para obtener préstamos y vender sus bananos, los
cultivadores tenían que firmar contratos de cinco años con la compañía. Los términos de tales contratos eran señalados unilateralmente por la United Fruit Company, cuyo interés era excluir a compañías bananeras competidoras, ajustar el suministro local a la demanda internacional y asegurar su propia posición contra cambios en el medio económico. A los cultivadores se les obligaba a cortar varias veces a la semana, y por contrato la fruta pertenecía a la compañía desde que se bajaba de la mata; la compañía se reservaba el derecho de rechazar sin pago cualquier banano que no fuera de «calidad de exportación». Con el rechazo, que ya había generado gastos al cortar, los cultivadores podían hacer muy poco: venderlo a un precio muy bajo por la Costa Atlántica, en un mercado interno pequeño —alrededor de Santa Marta las clases populares se negaban a comer bananos, a los cuales llamaban peyorativamente «cayeyes», un término también utilizado para insultarse—. La alternativa era dar el banano sobrante a los cerdos o dejarlo al lado del ferrocarril para que se pudriera a la vista de todo el mundo. Toda la población de la zona bananera tenía motivos de queja contra United Fruit Company. ¿Pero qué hizo precipitar la huelga? En los años anteriores a la huelga, la hostilidad entre la United Fruit Company, por un lado, y el gobierno colombiano y los cultivadores colombianos, por el otro, llegó a su cima. Un desastre natural precipitó la crisis: en 1927, un huracán destruyó 13 millones de matas de banano cerca de Sevilla (Magdalena), causando seis millones de pesos en pérdidas a las plantaciones de banano colombianas.
Los cultivadores solicitaron préstamos de emergencia para
rehacer sus propiedades y la United Fruit Company los negó, lo que enfureció a los cultivadores y, por primera vez, los unió. Acudieron al gobierno para que nacionalizara inmediatamente los ferrocarriles y canales de riego de la compañía Mientras aumentaba la hostilidad de los cultivadores hacia la compañía, se resquebrajaba la autoridad política establecida y se encendían las lealtades partidistas liberales y conservadoras.
Al final de los años veinte llegó al poder un nuevo
gobernador conservador, Juan B. Cordomane. Asumió una posición a favor del nacionalismo económico y de la intervención del Estado en la economía bananera.
La crítica abierta a la United Fruit Company por
parte de Cordoma dividió a los conservadores algunos importantes cultivadores apoyaron la idea de una huelga con la esperanza de tumbar al nuevo gobernador, y mientras los conservadores se dividían, los liberales de Ciénaga y Aracataca se unieron, en parte como respuesta al fracaso en 1928 de la nueva Cooperativa de Productores Colombianos de Banano, destruida por otro embargo más de la United Fruit Company. Los liberales culpaban a la United Fruit Company y al gobierno conservador por sus dificultades. En 1929, los liberales en Ciénaga hablaron de separase de Magdalena y establecer un departamento aparte. Al mismo tiempo fomentaron la huelga contra la compañía, viéndola como una revuelta liberal que podría tumbar a los conservadores. En febrero de 1927 representantes del Partido Socialista Revolucionario —PSR—, fundado un año antes en Bogotá, visitaron la zona, pronunciándose contra el imperialismo y en pro de los derechos del trabajador.
Estos representantes, el quindiano: Ignacio Torres
Giraldo, y la antioqueña Maria Cano , notaron una gran presión de los trabajadores para realizar una huelga.
«Los trabajadores de las plantaciones bananeras
querían declarar la huelga inmediatamente» La Huelga los obreros elaboraron un pliego de peticiones El 6 de octubre de 1928 una asamblea de la Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena, en Ciénaga, aprobó unánimemente el pliego. Solicitaron a la United Fruit Company y a los productores nacionales:
1. Seguro colectivo obligatorio
2. Reparación por accidentes de trabajo 3. Habitaciones higiénicas y descanso dominical 4. Aumento en 50 % de los jornales de los empleados que ganaban menos de 100 pesos mensuales 5. Supresión de los comisariatos 6. Cesación de préstamos por medio de vales 7. Pago semanal 8. Abolición del sistema de contratista 9. Mejor servicio hospitalario. El 7 de octubre, Erasmo Coronel, Nicanor Serrano y Pedro M del Rio negociadores escogidos por los trabajadores de las plantaciones— viajaron a Santa Marta para presentar el pliego de peticiones a la United Fruit Company.
El gerente, Thomas Bradshaw se negó a recibirlos.
Bradshaw les hizo saber que no podía considerar este pliego porque los delegados, y los trabajadores a quienes representaban, no eran empleados de la compañía.
La United Fruit Company permaneció intransigente
en este punto durante toda la huelga que siguió. los gobiernos conservadores de los años veinte tendían a ver con alarma cualquier acción independiente por parte de los obreros, ya se tratara de paros o esfuerzos de sindicalización. Temían la movilización de campesinos y de obreros asalariados que estaba gestándose en toda Colombia. Las clases bajas estaban pidiendo mayor participación en la vida económica y política del país. Los conservadores interpretaban esta petición, como una conspiración comunista instigada posiblemente por oscuros agitadores extranjeros. Los conservadores temían también la posibilidad de una insurrección liberal. Así, en lugar de crear las estructuras institucionales que permitieran negociar a los trabajadores y empresarios, el gobierno percibió el problema social como de desorden y de subversión. Esta visión lo llevó a tomar una posición represiva El 12 de noviembre, día en que estalló la huelga, el gerente de la United Fruit Company, Thomas Bradshaw, envió un telegrama urgente al presidente Miguel Abadía Méndez : “elementos irresponsables, desvinculados absolutamente de gremios trabajadores obreros de esta compañía, han venido planeando movimiento que bajo nombre de huelga han hecho cristalizar desde las primeras horas de ayer tarde.
Trátase de verdadero motín, pues patrullas recorren
región bananera concitando desorden, amenazando con asesinato demás trabajadores que voluntariamente deseen concurrir al trabajo, impidiéndoles violentamente ejercitar libre derecho. Estimo esta situación revuelta peligrosa, extremadamente grave…” La respuesta de la administración fue militar: el ministro de Guerra ordenó al general Carlos Cortés Vargas, quien estaba estacionado en Barranquilla, mover tres batallones a la zona bananera.
El apoyo del general Cortés Vargas a la United Fruit
Company dio pie a la creencia generalizada de que la compañía había corrompido al ejército.
Se decía que los soldados dormían en casas de la
compañía y que la comida venía de sus comisariatos. Un superior del general Cortés Vargas, Justo A. Guerrero, admitió en parte la acusación Durante la primera semana de diciembre, Alejandro Valbuena, el general Cortés y algunos cultivadores colombianos enviaron cantidades de telegramas a las autoridades en La Esperanza describiendo la situación como de violencia inminente, de peligro y destrucción originados en masas incontrolables. Las confrontaciones entre la United Fruit Company y el ejército, de un lado, y los trabajadores, del otro, por el rompimiento de la huelga el 3 y 4 de diciembre, dieron al general Cortés Vargas una justificación más para la represión. En sus memorias de la huelga, dice que se convenció de que si el orden público no era restaurado de forma inmediata, el gobierno de los Estados Unidos enviaría marines. Los rumores sobre barcos de guerra de los Estados Unidos eran abundantes. Los obreros veían su huelga como un acto nacionalista: querían obligar a la United Fruit Company a reconocer la ley colombiana y los derechos laborales colombianos.
Cortés Vargas, en cambio, vio la represión de la
huelga en términos nacionalistas: creía que su deber era acallar a los trabajadores para asegurar que el suelo colombiano no fuera profanado por soldados extranjeros. La iniciativa de la Oficina General de Trabajo del 3 y 4 de diciembre para romper la huelga y evitar la violencia fracasó: fue el factor final que precipitó la masacre en la noche del 5 a 6 de diciembre.
A raíz del incidente Botero, el general Cortés
Vargas le envió un telegrama a los doctores Hoyos Becerra y Velandia: “he ordenado concentrar toda la fuerza y sigo inmediatamente a batir por el fuego amotinados” Los huelguistas y sus familias debían dispersarse en forma inmediata, concluyó, o los soldados dispararían. Siguieron tres toques de corneta a intervalos de un minuto. Casi nadie se movió.
Más tarde algunos de los que estaban presentes dijeron
que estaban seguros de que los soldados no dispararon: los huelguistas eran demasiados y habían tratado bien a los soldados. Se oyeron unos pocos gritos de la multitud: «¡Viva Colombia libre! ¡Viva el ejército!» El general Cortés Vargas ordenó a sus soldados disparar… Lo que no creían los trabajadores que pasaría, sucedió. En las horas que siguieron, las gentes de Ciénaga, encerradas en sus casas, oyeron pasar un camión de la basura, un tren con dirección al mar y el pito de un barco a la distancia. A las seis de la mañana el personero de Ciénaga, llamado para practicar el levantamiento de los cadáveres, encontró nueve muertos tendidos en la plaza.
El general Cortés Vargas informó a sus superiores que
estos nueve, más cuatro más que murieron por sus heridas, fueron los únicos huelguistas muertos en la noche del 5 de diciembre La gente de la zona, sin embargo, cree que fueron decenas, sino cientos los muertos. Mientras huía de Ciénaga Raúl Eduardo Mahecha le contó a otros que sesenta personas habían sido asesinadas; Alberto Castrillón los estima en cuatrocientos. Muchos cuerpos, dicen, fueron rápidamente cargados en los trenes y arrojados al mar, y otros enterrados en fosas comunes en una finca bananera vecina.
Después de la masacre, el espectro de la violencia
insistentemente mencionado por la United Fruit Company y por el ejército en sus comunicaciones a las autoridades nacionales se convirtió por primera vez en una realidad. Esa violencia venía del gobierno. Durante los días de terror que siguieron a la masacre murieron muchos obreros. El general Cortés Vargas dijo que el número total de muertos en diciembre fue de 47; El embajador de Francia reportó 100; El embajador de los Estados Unidos admitió que la cuenta total podría llegar hasta 1000; Alberto Castrillón estimó 5000 Jorge Eliecer Gaitan
La historia muchas veces se mueve en forma
contradictoria. Si la represión de la huelga significó la culminación de la reacción del gobierno conservador a la germinación de la «cuestión social» de la década de 1920, también generó una respuesta contraria. Esta respuesta no vino de los trabajadores mismos, que habían sido salvajemente reprimidos, sino de un nuevo tipo de gobierno liberal. A comienzos de 1929, un joven abogado,JORGE ELIECER GAITAN fue elegido para su primer periodo en la Cámara de Representantes. Varios meses después realizó una gira de información por la zona bananera y en septiembre de 1929 se lanzó en una de las series oratorias más impresionantes y populares jamás realizadas en el Congreso. En lenguaje conmovedor y elocuente, Gaitán denunció al general Cortés Vargas y al gobierno conservador que lo había apoyado. El gobierno arbitrariamente había encarcelado y asesinado a su propia gente para proteger a una compañía extranjera, a una compañía que había corrompido a las autoridades colombianas y había establecido un estado dentro del estado. Los huelguistas de la zona bananera no eran revolucionarios comunistas ni criminales, insistía, sino ciudadanos colombianos a quienes se les habían negado sus esperanzas y sus derechos.
En estos discursos, Gaitán encontró su público y
su estilo retórico. Fusionó el sentimiento nacionalista y el populismo, mezcla sobre la cual construiría su formidable atractivo político en los años siguientes