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ACTOS DE

CONFUSIÓN
¿Qué es un acto de confusión?
El artículo 10 de la ley 256 DE 1996 dice:
Se considera desleal toda conducta que tenga por objeto o como
efecto crear confusión con la actividad, las prestaciones mercantiles o
el establecimiento ajeno". La finalidad de esta regla es que el
consumidor sea consciente, siempre, de lo que compra y a quién se lo
compra para decidir, sin confusiones, la adquisición de un producto u
otro. Mientras las empresas cumplan lo que dispone este numeral,
evitarán que los consumidores tengan dudas respecto al origen
empresarial del producto o el servicio al que quieren acceder.
CARACTERÍSTICAS:

• En primer lugar, ser un acto de concurrencia, o, lo que es lo mismo, un acto


que se realiza en el mercado y con fines concurrenciales. Esta característica
deriva de la aplicación al caso de lo establecido en el artículo 2 de la Ley de
Competencia Desleal. Si el acto no tiene trascendencia externa por no afectar a
terceras personas interesadas, ni tiene como finalidad el promover la difusión
en el mercado de las prestaciones propias o de un tercero, quedará al margen de
la legislación sobre la competencia desleal.
• En segundo lugar, va dirigido fundamentalmente contra los llamados
signos distintivos o las creaciones formales. Lo que se prohíbe como
desleal es el crear confusión con respecto a las marcas, nombres comerciales,
rótulos u otros signos identificadores de los empresarios.
• En tercer lugar, el acto debe encerrar "confundibilidad" o peligro de
confusión para el destinatario. La confundibilidad significa que exista
posibilidad de riesgo de asociación por parte del consumidor o el usuario
respecto de la procedencia de la prestación, esto es, si el consumidor, a la hora
de elegir un producto o servicio, lo hace pensando que procede de otro
empresario o de una empresa, que si bien es diferente de la de dicho
empresario, en alguna medida está relacionada o resulta vinculada a aquél. Se
trata, en definitiva, de considerar si el acto dificulta la identificación del
empresario, sus productos o su establecimiento.
• En cuarto lugar, el acto de confusión tiene un contenido presuntivo. La confusión
por el mero riesgo que crea se califica de desleal, sin que sea preciso recurrir a otras
notas como su contrariedad con los comportamientos comerciales normales, los
buenos usos mercantiles o la buena fe.
• En quinto lugar, la prohibición de los actos de confusión tiene un carácter objetivo,
esto es, para determinar su ilicitud no se toma en cuenta la intencionalidad del autor,
sino solamente su comportamiento. Bastará con que se realice un acto idóneo para
crear confusión con respecto a los signos distintivos de un empresario para que
estemos en presencia de un acto de competencia desleal tipificado por el artículo 6 de
la Ley.
• Por último, tampoco es necesario que se cause un daño efectivo o se produzca
un determinado perjuicio para que exista un acto de confusión. A estos efectos,
ni tan siquiera resulta preciso que se demuestre la existencia de confusión entre los
consumidores y usuarios, sino que basta con el hecho de que sea posible que se
produzca.
• Siguiendo esta caracterización de los actos de confusión, los supuestos más
frecuentes de este tipo de actos son, como es sabido, los referidos a los
signos distintivos (nombre comercial, marca, rótulo del establecimiento). Sin
embargo, el ámbito de aplicación de la prohibición no queda reducido a
éstos, sino que abarca también, por una parte, los demás signos
identificadores de cualquier naturaleza que utilizan los empresarios, como
por ejemplo, insignias, uniformes, fachadas, escaparates, logotipos, etc., y, por
otra, los medios publicitarios, como carteles, refranes, catálogos, títulos de
publicaciones, películas, etc.
Requisitos o condiciones de aplicación
• A estos efectos hay que tener en cuenta, en primer lugar, que la confusión se
da en el tráfico mercantil generalmente por la utilización de signos distintivos
típicos (nombre comercial, marca, rótulo) o atípicos (símbolos, frases,
carteles, música, etc.) que permiten una identificación de la actividad
empresarial, de sus prestaciones o de su establecimiento comercial o
industrial. Y en segundo lugar, que la confusión se produce por la utilización
de signos idénticos o similares. Ahora bien, para que podamos establecer esa
similitud habrá que barajar dos conceptos principalmente:
• a) La capacidad distintiva del signo, que resulta un elemento determinante
puesto que sin ella resulta imposible la confusión.
• Solo puede hablarse de la existencia de confusión cuando los consumidores
identifican claramente un signo distintivo con una empresa o un producto
determinado. Por el contrario, frente a un elemento genérico no cabe la confusión.
• b) La confundibilidad o peligro de confusión, que se convierte en el elemento
capital a la hora de la tipificación del acto de competencia desleal. En este sentido,
utilizamos la expresión confundibilidad en lugar de la más habitual de confusión por
ser un término más amplio, ya que comprende también el llamado "riesgo de
asociación".
• Por riesgo de asociación ha de entenderse la posibilidad de que el consumidor
vincule una determinada prestación a un empresario diferente del que la realiza en
razón de que el signo con el que se la distingue resulta similar al del otro empresario.
RECUERDE…
• Para que se pueda apreciar un acto de confusión como desleal se exige:
• • 1. Actividad con fines concurrenciales en el mercado (promover o asegurar
la difusión de prestaciones propias o de un tercero).
• • 2. Afectación a los signos distintivos.
• • 3. Generación de confusión en terceros, sin otros requisitos adicionales.
• • 4. Independientemente de la intencionalidad del autor.
• • 5. Posibilidad de que todo ello genere daños, sin que se precise su
efectividad.

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