La Familia Internacional
D O C T R I N A

LA COMUNICACIÓN CON EMISARIOS DEL CIELO
E l decimoquinto apartado de Nuestro credo, do-
cumento que expone oficialmente las doctrinas
de La Familia, establece:
Creemos que, además de emplear a ángeles
ministradores, Dios en ocasiones se vale de
espíritus de creyentes difuntos1 para servir y
comunicar mensajes a Su pueblo.
David Brandt Berg (1919-1994), fundador de
La Familia Internacional [la Familia], propugnó
esta doctrina por considerar que se trata de una
verdad revelada en la Biblia y una realidad sobre
la que Dios quiere ilustrar más a Su pueblo para
su enriquecimiento espiritual. Efectivamente, la
Escritura da cuenta de diversos casos de santos
difuntos que, desde el más allá, brindaron aliento y
apoyo al pueblo de Dios. Basándose en esos pasajes,
David enseñó que el espíritu de una persona buena
y respetuosa de Dios que ya pasó al otro mundo
tiene a veces fuero para asistir a sus seres queridos y
a otros cristianos que aún están con vida, así como
influenciarlos y comunicarse con ellos.
Ciertos teólogos han expresado alarma ante
este concepto. Otros han llegado a tildar de prác-
tica herética todo lo que sea comunicación con los
muertos, como lo llaman. Nuestra doctrina sobre el
tema nace del estudio de las Sagradas Escrituras y se
sustenta en las mismas. En la presente publicación
pasaremos revista a numerosos fragmentos de los
escritos de David Berg —a los que familiarmente
llamamos Cartas de Mo— y pasajes bíblicos rela-
cionados con esta materia.2
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Antes de abordar con mayor detalle el tema de
la comunicación con los seres que se han trasladado
.
de esta vida a la otra, resulta fundamental que el
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lector tome conocimiento de las creencias de La
Familia sobre temas más generales como la muerte,
la vida en el más allá y la esfera espiritual. Como
1
Creyentes que mueren y pasan al mundo espiritual, o al Cielo, como se suele conocer a dicha dimensión.
.
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2
Reproducimos numerosos pasajes de las Cartas del padre David por constituir éstas el punto de partida sobre el cual fundamenta La Familia
su interpretación y comprensión de las Escrituras.
lo demuestran sus escritos, el padre David, aparte
plantear la pervivencia de quienes abandonan la
presente existencia terrena, también enseñó que
los que aceptan al Salvador, a Cristo, continúan
aprendiendo, progresando y sirviendo activamente
a Dios en el plano celestial o del espíritu.
A los que creen que cuando uno muere
y va a reunirse con el Señor ya no tiene nada
más que hacer, que su misión ha concluido,
podemos demostrarles que no es así. [...] Por
lo que dice la Escritura, y teniendo en cuenta
nuestras experiencias, a partir de ese momento
aún queda un largo trecho por delante. En el
Cielo, en el plano espiritual, ¡hay mucha más
actividad que en este infierno terrenal!
El Cielo no es el final, sino apenas ¡el co-
mienzo! [...] Para mí, estar en el Cielo no es
reposar en una nube tocando el arpa por obra y
gracia del Espíritu Santo. Esa sería mi idea de la
muerte. ¡La inactividad total, la inmovilidad, el
reposo absoluto, significan la muerte! Tampoco
parece que sea ese el concepto que tiene Dios
del Cielo. Su universo hierve de movimiento
y actividad. Él nunca se detiene.
La gente que abriga la esperanza de que
con la muerte se va a acabar todo se llevará una
gran sorpresa. Al final de esta vida simplemente
nos graduamos, pasamos del curso de esta vida
terrenal al siguiente. [...] En el espíritu ya no
tendremos que soportar el peso de la carne ni
las cargas y contrariedades de esta vida física.
(Odres, párrs.18-22).
El plano espiritual
L a esfera espiritual es una dimensión eterna,
invisible, que existe paralelamente al mundo
físico.
ST020–0401
 Cuando la Biblia habla del Cielo y de lo
celestial, por lo general se refiere al mundo
espiritual; no alude necesariamente a un lugar
concreto de 2000 kilómetros de alto ubicado
en un punto remoto del espacio.3
Estamos rodeados por la esfera espiritual,
por una «nube de testigos» (Hebreos 12:1).
Esta sala está llena de testigos; ¿verdad que es
fabuloso? Observan lo que hacemos y disfrutan
de nuestra compañía, aunque en cierto sentido
hay una gran sima entre una esfera y la otra.
No podemos romper ese velo sino [cuando
entramos] en la dimensión espiritual; entonces
el Señor nos revela secretos y podemos echar
una ojeada a ese mundo (Pascua, párr. 299).
Separación entre el terreno físico
y el espiritual
E n circunstancias normales, existe un velo entre
el mundo espiritual y el plano terrenal en el
que nos desenvolvemos en este momento. Dios, sin
embargo, descorre o levanta de cuando en cuando
ese velo a fin de transmitir alguna revelación u
ofrecer asistencia excepcional a Sus hijos.
El apóstol Pablo declaró que nuestra percepción
del mundo invisible se encuentra algo nublada. Lo
expresó así: «Ahora vemos por espejo, oscuramente;
mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en
parte, pero entonces conoceré como fui conocido
(1 Corintios 13:12).4
Dios quiere que aceptemos lo que nos dice
Su Palabra y creamos en el accionar de las cosas
del espíritu, las cosas que no se ven. Él desea
que tengamos fe en Él y en la Salvación pura-
mente por la fe y no por vista (2 Corintios 5:7;
Romanos 10:17). Si pudiéramos ver todo lo que
nos rodea en el plano espiritual, no nos costaría
nada creer.
Generalmente las escenas y sonidos del mundo
del espíritu nos resultan esquivos, salvo que exista
una razón por la que debamos percibirlos o una
ocasión que lo amerite. Puede haber momentos en
que nos haga muchísima falta ver u oír algo que
nos infunda fe, nos oriente o nos proporcione un
consejo, una instrucción o una advertencia. (2
Corintios 2:9-10.)
3
Por otra parte, la Biblia también menciona en numerosas ocasiones la Ciudad Celestial, la Nueva Jerusalén, morada sobrenatural preparada
por Dios para Su pueblo y que descenderá del Cielo después del Milenio para posarse sobre la Tierra. Su descripción aparece en los capítulos 21
y 22 del Apocalipsis.
4
A menos que se indique lo contrario, todos los versículos citados de la Biblia se han tomado de la versión Reina-Valera.
5
En el Nuevo Testamento aparece la palabra santos referida a quienes creen en Jesús y siguen sus enseñanzas. El Diccionario Bíblico de
Nelson define santo de esta manera: «Persona que se ha apartado del mundo para consagrarse a Dios y a Su servicio».
© La Familia Internacional, 2004
Como podrán comprobar, en la mayoría
de los casos los fantasmas, ángeles o espíritus
no se aparecen a menos que se trate de una
situación extrema. Es decir, cuando no haya
otra forma de comunicarse con la persona que

necesita ser abordada salvo por medio de una
voz audible, una aparición personal, un roce
o una sensación (Perlas, párr. 57).
[Los espíritus] deben permanecer fuera
de vista, inaudibles e incluso imperceptibles,
excepto en sueños, visiones o por medio de
voces apacibles y delicadas con que nos hablan
al pensamiento y el corazón. De este modo los
seres humanos tienen que apoyarse por entero en
la Palabra de Dios y la fe en el Señor, sin contar
con más pruebas que Su fiel e incesante desvelo,
provisión y protección (Tierra, parr. 41).
La gran nube de testigos
E l undécimo capítulo de la Epístola de San
Pablo a los Hebreos nos entrega un apasio-
nante relato de la fe y las proezas de hombres y
mujeres de Dios que protagonizaron el Antiguo
Testamento. Finalizada la relación de héroes y
heroínas de la fe, el primer versículo del siguiente
capítulo prosigue así:
Por tanto, nosotros también, teniendo en de-
rredor nuestro tan grande nube de testigos,
despojémonos de todo peso y del pecado que
nos asedia, y corramos con paciencia la carrera
que tenemos por delante (Hebreos 12:1).
Con relación a este pasaje de la Escritura, el
padre David manifestó:
El texto original [el manuscrito del Nuevo
Testamento] no estaba dividido en capítulos,
por lo que hay que tener presente el capítulo
anterior para saber a qué se refiere con lo de «tan
grande nube de testigos»: ¡a todos los santos5
que partieron de este mundo y están con el
Señor! Ellos no sólo nos observan, ¡sino que
ruegan por nosotros! (Carrera, párr.2).
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Inmediatamente después de presentar la
larga lista de grandes personajes bíblicos, de
.
mencionar a muchos santos famosos que esta-
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.
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 ban en el Cielo, [San Pablo] dice: «Por tanto,
nosotros, teniendo en derredor nuestro tan
grande nube de testigos...» (Mayor, párr. 38).
Piensen en lo maravilloso que es que haya
millones de personas allá arriba observándonos y

rogando por nosotros. Eso no es todo, ¡muchas
bajan a ayudarnos! Al fin y al cabo, ¡aquí es
donde tiene lugar la acción! En este mundo es
donde tiene lugar la gran prueba. Una vez que
lleguemos al otro mundo, nos esperan muchas
cosas, pero en éste tiene lugar la prueba funda-
mental. Lo que ocurre aquí es lo que el universo
entero observa, ¡la final del campeonato!, por
así decirlo (Carrera, párrs. 3, 4).
El Antiguo Testamento contiene un elocuente
episodio relacionado con la nube de espíritus ayu-
dantes que envuelve a los hijos de Dios: El profeta
Eliseo descubrió, al despertar cierta mañana, que
el rey de Siria había despachado «un gran ejército»
con la expresa finalidad de capturarlo. Al ver a los
miles de soldados enemigos que rodeaban la ciu-
dad en que se refugiaban, el siervo de Eliseo fue
presa del pánico. El Señor retiró entonces el velo
que separa el mundo físico del espiritual y abrió
los ojos de aquel hombre para que presenciara la
inmensamente más poderosa hueste celestial que
los rodeaba en ese momento.
Se levantó de mañana y salió el que servía
al varón de Dios [Eliseo] y he aquí el ejército
que tenía sitiada la ciudad, con gente a caballo y
carros. Entonces su criado dijo: ¡Ah, señor mío!
¿Qué haremos? Él le dijo: ¡No tengas miedo,
porque, más son los que están con nosotros que
los que están con ellos. Y oró Eliseo, y dijo: Te
ruego, oh Señor, que abras sus ojos para que
vea. Entonces el Señor abrió los ojos del criado,
y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de
gente de a caballo, y carros de fuego alrededor
de Eliseo. (2 Reyes 6:15-17.)
El pasaje bíblico que presentamos enseguida
alude también a numerosos testigos o seres espiri-
tuales. En el mismo se enumera a los habitantes de
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la Ciudad Celestial, la Nueva Jerusalén:
.
Sino que os habéis acercado al monte de
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Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la
celestial, a la compañía de muchos millares de
ángeles, a la congregación de los primogénitos
que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez
de todos, a los espíritus de los justos hechos
.
perfectos, a Jesús el mediador del nuevo pacto
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(Hebreos 12:22-24).
Los espíritus ministradores
L os espíritus buenos que conforman por lo me-
nos parte de la «nube de testigos» que rodea
a los hijos de Dios no se limitan a presenciar u
observar nuestras acciones. El Señor les ha asignado
la misión de asistir y servir activamente a los que
todavía vivimos en la Tierra.
Dios tiene millones de ángeles y miles de
millones de espíritus buenos, salvos, espíritus
santos. Todos los difuntos que están con el
Señor —además de los que todavía desarrollan
actividades aquí abajo— ¡son espíritus santos!
(Milenio, párr. 24).
Según parece tienen una misión concreta.
No pasan la eternidad flotando y divagando
por el espacio, desocupados e ignorantes de
sus deberes. [...] ¡Todos están ocupadísimos!
Actúan en muchos lugares, no sólo en este
mundo, sino también en la dimensión del
espíritu. (Más espíritus, párrs. 21, 39).
¡Fíjense de qué modo eso perpetúa la sabi-
duría, el talento y los dones que Dios ha otorga-
do a cada persona! Esas aptitudes y habilidades
prodigiosas no se pierden y se esfuman para
siempre en algún recóndito paraje celestial.
[...] Se siguen aprovechando para ayudarnos
(Espíritus, párrs. 25, 26).
Es evidente que esos difuntos que en vida
amaban a Dios siguen siendo agentes o ángeles
sumamente activos, mensajeros (Santos, párr.
3).
La gran biblioteca de préstamo
de santos difuntos
E l padre David explicó que existe un número
enorme de talentosos personajes de todos los
tiempos a los que el Señor llama y encarga que
asistan a Sus hijos cuando surge una necesidad
determinada.
Es como una biblioteca circulante de san-
tos, quienes —por decirlo de algún modo—
están colocados en orden sobre estantes del
Cielo. En un momento dado uno puede sa-
car cualquiera que necesite, o mejor dicho, el
Bibliotecario puede. El Bibliotecario es Dios.
Él puede facilitarnos en cualquier momento
el que necesitemos
Actualmente podemos beneficiarnos de una
impresionante colección de santos difuntos,
siervos de Dios, grandes sabios, administrado-
res, reyes, profetas, salmistas y lo que se quiera.
 Imagínense cuántos tendrá Dios, si pensamos
en todos los que ya se han ido con Él. Hay
personas a nuestra disposición para cualquier
cosa que deseemos averiguar, para lo que sea
que haya que hacer (Espíritus, párrs. 66, 67).
Tenemos a nuestra disposición los cono-
cimientos ancestrales de los sabios, de todos
los reyes y profetas que ha habido. Todos los
que han existido están a nuestra disposición.
¡Cuánta gente!
¡Qué grande nube de testigos! (Más espí-
ritus, párrs. 6, 7.)
El don de profecía
L os mensajes que el Señor transmite por boca
de uno de Sus seguidores se conocen como
profecías. A lo largo de la Biblia, el Señor habló a
Su pueblo de esta manera: inspiraba a Sus profetas
palabras y mensajes dirigidos a diversas personas.
Sin embargo, es importante comprender que el
sentido que tienen en la Biblia la palabra profecía y
sus derivados no coincide con el concepto que en la
actualidad se suele asociar con dichos términos.
Sobre la misión de los profetas de tiempos bí-
blicos, la enciclopedia Wycliffe aclara: «Ante todo,
eran anunciadores y mensajeros de Dios. [...] Todo
el que proclama la Palabra divina se convierte en
portavoz del Altísimo. En este sentido, el creyente
del Nuevo Testamento puede profetizar cuando el
Espíritu Santo lo dirige y lo habilita para ello.»
Por su parte, el Expository Dictionary of Bible
Words expresa:
En el Antiguo Testamento, la palabra más
frecuentemente empleada con el sentido de
profeta es nabí, que significa anunciador o
portavoz. En esencia, el profeta es un indivi-
duo facultado para hablar en nombre de otro,
así como Moisés y los profetas del Antiguo
Testamento tenían autoridad para hablar de
parte de Dios. [...] El Señor llamaba a hombres
de toda condición social para transmitir por
medio de ellos los mensajes que quería dar a
conocer a Su pueblo. La mayor parte de esos
mensajes no tenían carácter de predicción.
Los emisarios de Dios comunicaban lo que el
pueblo necesitara en determinado momento
de la Historia.
Profetizar no era necesariamente sinónimo
de vaticinar el futuro. Aunque no se excluía la
posibilidad de esto último, profetizar tenía el sen-
tido general de captar y transmitir un mensaje del
Cielo. Podía tratarse de palabras pronunciadas
directamente por el Señor o bien indirectamente
a través de un agente espiritual. El diccionario de
la RAE, en su segunda acepción, define así la pa-
labra profecía: «Don sobrenatural para pronunciar
oráculos [respuestas de Dios] en nombre y por

inspiración de Dios».
El término empleado en el texto original grie-
go [y que luego fue traducido por profetizar]
quiere decir predicar, no siempre predecir.
Es cierto que, inspirados por el Espíritu de
Dios, los profetas predicen, vaticinan muchas
cosas, anuncian numerosos acontecimientos
venideros. Sin embargo, el sentido literal [...]
es «predicar Palabras de Dios», simple y lla-
namente transmitir lo que Él dice, sea lo que
sea, en cualquier momento y lugar, a cual-
quier persona, siempre que Dios así lo indique
(Crucifixión, párr. 17).
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo
Testamento, Dios dice que en los años que pre-
cederán a la segunda venida de Jesús —época que
la Escritura denomina fin de los tiempos, tiempo
del fin o postreros días— ungirá con Su Espíritu
de manera extraordinaria a muchos siervos Suyos
para que profeticen:
En los postreros días, dice Dios, derramaré de
Mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos
y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes
verán visiones, y vuestros ancianos soñarán
sueños; y de cierto sobre Mis siervos y sobre
Mis siervas en aquellos días derramaré de Mi
Espíritu, y profetizarán (Hechos 2:17-18, en
alusión a Joel 2:28-29).
Cuando pedimos al Señor que nos infunda el
Espíritu Santo, tenemos a nuestra disposición lo
que la Biblia llama «dones espirituales», obsequios
que provienen del Espíritu Santo con el objeto de
fortalecernos y ayudarnos en diversos sentidos. El
don de profecía se cuenta entre las nueve categorías
enumeradas en la 1ª Epístola del apóstol Pablo a
los Corintios:
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A éste es dada por el Espíritu palabra de sabi-
.
duría; a otro, palabra de ciencia según el mismo
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Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a
otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu.
A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a
otro, discernimiento de espíritus; a otro, diver-
sos géneros de lenguas; y a otro, interpretación.
.
(1 Corintios 12:8-10.)
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 La Biblia dice igualmente que el pueblo de
Dios debe aspirar al don de profecía. Nos estimula
a pretender ese don y a permitir que Dios nos hable
de esa manera:

Seguid el amor; y procurad los dones es-
pirituales, pero sobre todo que profeticéis.
[...] Quisiera que todos vosotros hablaseis en
lenguas [glosolalia, otro don espiritual que
se suele manifestar durante la oración y que
consiste en hablar en un idioma no aprendido],
pero más que profetizaseis; porque mayor es el
que profetiza que el que habla en lenguas, a no
ser que las interprete para que la iglesia reciba
edificación. [...] Así que, hermanos, procurad
profetizar, y no impidáis el hablar lenguas. (1
Corintios 14:1,5,39.)
No menospreciéis las profecías (1
Tesalonicenses 5:20).
El padre David acogió estos consejos bíblicos
y recalcó con frecuencia a La Familia la importan-
cia de escuchar al Señor por medio de profecías y
revelaciones directas.
El don de profecía es, por supuesto, muy
importante. [...] De hecho, San Pablo lo pone
al principio de la lista que hace en el capítulo
14 [de la 1ª Epístola a los Corintios]: «Quisiera
que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero
más que profetizaseis». (Demonio, párr. 33.)
La Palabra de Dios nos exhorta: «Procurad,
pues, los dones mejores» (1 Corintios 12:31).
Los más comunes se hallan enumerados en el
capítulo 12 de la 1ª Epístola a los Corintios:
sabiduría, ciencia, fe, sanidades, milagros, pro-
fecía, discernimiento de espíritus, diversas len-
guas e interpretación. Todos estos son regalos
de un amoroso Padre celestial a Sus sencillos
hijitos para ayudarles a comprender cómo es
Él y cuál es Su voluntad. ¡No son sino una
muestra de las gloriosas realidades venideras!
(Nueva Vida, párr. 29.)
La profecía es uno de los nueve dones del
Espíritu, uno muy especial. [...] ¡Son Palabras
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del propio Dios que salen de nuestra boca!
(Oraciones, párr. 128.)
.
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En muchas de sus Cartas inspirativas, el padre
David habló extensamente sobre el don de profe-
cía. Estimulaba a La Familia a establecer contacto
personal con Dios al objeto de captar de Él cada
día nuevos mensajes de instrucción, orientación
.
o aliento:
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El Señor quiere que ustedes recurran a
Su Palabra y extraigan inspiración de ella; no
sólo de la Palabra escrita, sino también de la
viviente [las profecías].
Nos alimentamos espiritualmente escu-
chando al Señor, ¡y es preciso saber hacerlo! [...]
La energía siempre está accesible. El mensaje
siempre está presente. El Espíritu de Dios es
como una emisora que transmite a toda hora.
Lo único que hay que hacer es accionar el
interruptor y ponerse en sintonía.
Tenemos que crear un vacío, abrir confia-
damente la boca, ¡y entonces el Señor nos la
llena! (Fe, párrs. 9, 1, 14.)
Mediadores en la comunicación
C onsciente de que buena parte del mundo no
considera profetas a quienes captan mensajes
espirituales, visiones y revelaciones, sino que más
bien se les tiene por médiums, el padre David ex-
presó lo siguiente a un grupo de integrantes de La
Familia en cierta ocasión en que se disponían a
orar y escuchar al Señor en profecía:
En el lenguaje del mundo, ustedes son místicos,
porque se adhieren al misticismo, creen en lo
sobrenatural y en lo espiritual. [En ese sentido]
todos somos místicos, ¡todos somos médiums!
(Primera oportunidad, párr. 21.)
Según el Diccionario didáctico español, mé-
dium es una «persona a la que se considera dotada
de facultades extraordinarias para actuar como
mediadora en la comunicación con los espíritus
o para invocar fuerzas ocultas». En cierto modo,
pues, podría considerarse médium a todo el que
se comunica con espíritus o fuerzas ocultas, lo
cual incluiría profetizar. El padre David llegó más
lejos y escribió: «Todo el que tiene a Jesús en su
corazón es un médium, es decir, ¡una persona que,
bajo la influencia de un poder espiritual [bueno],
puede servir para comunicar cosas que están por
encima de lo que ella, por sus propios medios,
sería normalmente capaz de hacer!» (Trapeador
957.)
¿Añadir al santo libro?
L a interpretación errónea de un versículo del
último capítulo del Apocalipsis de San Juan
—el postrer libro de la Biblia— ha llevado a varias
confesiones cristianas a creer que Dios dejó de
hablar directamente a Su pueblo hace casi 2.000
años, una vez concluido dicho libro. El versículo
en cuestión reza: «Yo testifico a todo aquel que oye
las palabras de la profecía de este libro: Si alguno
añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las pla-
gas que están escritas en este libro» (Apocalipsis
22:18).
Los integrantes de La Familia no damos esa
interpretación al versículo, no creemos que signi-
fique que Dios decidió no volver a hablar nunca
a Su pueblo. Para nosotros tiene un sentido muy
sencillo: que el Señor no quería que nadie aña-
diese a las profecías contenidas en el Apocalipsis.
Muchos otros pasajes del Nuevo Testamento, entre
ellos varios de los citados más arriba, dejan claro
que entre los primeros cristianos se fomentaba
y se ejercía el don de profecía. No sólo eso: el
propio Jesús dijo a Sus enemigos religiosos: «Yo
os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a
unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis
en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en
ciudad» (Mateo 23:34).
En numerosas ocasiones, el padre David se
refirió a la incongruencia entre la interpretación
popular y lo que dice realmente la Biblia:
La Iglesia había de continuar después que
este libro [la Biblia] terminó de escribirse, es
decir, hacia el año 90 d.C., cuando el apóstol
Juan, autor del Apocalipsis, murió de muerte
natural a avanzada edad. [...] Sin embargo, ¡él
no fue el último profeta del Señor!, ya que la
Palabra de Dios prescribe que en la Iglesia haya
profetas y gente ungida con el don de profecía.
(David Daniel, párrs. 13, 14.)
¡Dios ha hablado desde entonces! ¡Él mis-
mo ha añadido palabras para comunicarnos
lo que fuera preciso! Téngase en cuenta que
después que fue escrito este libro, después de
San Juan, en todo el periodo de la Historia
transcurrido desde entonces —cerca de 2000
años—, Dios ha enviado muchos profetas y
profetisas que han seguido anunciando Sus
palabras, hablando en lenguas, interpretando
y recibiendo profecías. ¡Los profetas y pro-
fetisas de Dios han seguido pregonando su
mensaje en estos postreros días, en armonía
con la Palabra de Dios! ¡Lo han difundido
por toda la Iglesia de Jesucristo, por toda
la Familia de Dios, por toda la cristiandad,
entre todos los que aman a Jesús, entre todos
los cristianos del mundo! ¡Millones de ellos!
(Reino, párr. 43.)
Hace miles de años, Dios habló a los pro-
6
V. Ezequiel 40:1-4; Daniel 7:16; 8:15; 9:21-23; 10: todo; 12:5-7; Zacarías 1:9; 2:3; Mateo 1:20; 2:13; Lucas 1:11-20; Apocalipsis 1:1; 19:10;
22:8-9.
fetas para transmitirles datos y revelaciones
que Su pueblo precisaba en aquel momento.
Hoy en día, ¡Él hace lo mismo, sigue vivo!
¡Todavía habla y transmite Palabras y revela-
ciones para dirigir a Sus hijos! Dice: «¡Yo el

Señor no cambio!» (Malaquías 3:6.) (Profeta,
párrs. 6, 7.)
Agentes de los que se sirve Dios
para comunicar profecías
M ediante su estudio de las Escrituras y sus
experiencias personales, el padre David des-
cubrió que cuando el Señor comunica mensajes a
Sus profetas o profetisas, con frecuencia se vale de
un agente espiritual, que puede ser un ángel o un
santo difunto.
Por previas experiencias sé que algunas re-
velaciones se transmiten de ese modo [por boca
de ángeles o santos difuntos]. ¿Por qué no? Así
ocurrió en varios casos en la Biblia. Mensajeros
angélicos fueron enviados a llevar un men-
saje a algún profeta, siervo o sierva de Dios.
Alguna vez incluso se envió al ángel o espíritu
de algún servidor de Dios ya fallecido, por
ejemplo Samuel, Moisés o Elías. ¡Escudriñen
las Escrituras y vean si estas cosas son ciertas!
(Hombre de las nieves, párr. 37.)
A casi todos los profetas [bíblicos] los ayu-
daba buena parte del tiempo un agente espiri-
tual o ángel. Una y otra vez, cuando un profeta
describía algo, decía que el ángel del Señor o
algún otro ser estaba presente revelándoselo.
De ahí se deduce que era el ángel quien comu-
nicaba las visiones. Dios revelaba algo al ángel
para que se lo transmitiese al profeta. Éste lo
captaba y a su vez se lo pasaba al pueblo.6 (Más
espíritus, 60.)
Apariciones de santos difuntos
en la Biblia
L a Sagrada Escritura contiene numerosos tes-
timonios de encuentros con espíritus y de
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comunicación con ángeles y santos difuntos, casos
muy concretos. Hay pruebas bíblicas de que Dios
.
se comunica con Sus hijos terrenales por medio
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de espíritus de personas ya fallecidas. Una de
ellas se encuentra en el pasaje en que los profetas
difuntos, Moisés y Elías, se manifestaron a Jesús
y dialogaron con Él durante la Transfiguración;
.
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 otra, en el relato de la aparición del espíritu del
difunto profeta Samuel al rey Saúl, y otra más en
la reseña que hace San Juan en el Apocalipsis de
la conversación que sostuvo con un mensajero
celestial enviado por Dios para revelarle los mis-

terios del futuro.
Revelaciones de San Juan
U no de los ejemplos más notables de difuntos
o espíritus santos que se comunicaron con
cristianos vivos se encuentra en el enigmático libro
del Apocalipsis, obra del apóstol Juan, conocido
también como San Juan Evangelista. En el capítulo
19, tras recibir de un ser celestial una pasmosa
revelación sobre el futuro, Juan escribe:
El ángel me dijo: «Escribe: Bienaventurados
los que son llamados a la cena de las bodas
del Cordero». Y me dijo: «Estas son palabras
verdaderas de Dios». Yo me postré a sus pies
para adorarle. Y él me dijo: «Mira, no lo hagas;
yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que
retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios;
porque el testimonio de Jesús es el espíritu de
la profecía.» (Apocalipsis 19:9-10.)
En el capítulo 22 encontramos un pasaje se-
mejante:
Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y
después que las hube oído y visto, me postré
para adorar a los pies del ángel que me mos-
traba estas cosas. Pero él me dijo: «Mira, no
lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de
tus hermanos los profetas, y de los que guar-
dan las palabras de este libro. Adora a Dios.»
(Apocalipsis 22:8-9.)
Si bien en este capítulo San Juan califica de
ángel a este ser, nótese que el mensajero le dice:
«Yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos los
profetas». La palabra ángel es traducción del griego
aggelos, que según el diccionario de la Real Academia
Española significa mensajero. Cabe señalar que el
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DRAE define la palabra consiervo —traducción del
vocablo griego sundoulo— como: «Siervo o esclavo,
.
en relación con aquellos que sirven a un mismo
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señor». Esta palabra aparece otras nueve veces en
el Nuevo Testamento, todas ellas con referencia a
seres o siervos humanos, no ángeles.
El padre David comentó al respecto:
.
¿Quién reveló tantas cosas a Juan cuando
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fue [arrebatado espiritualmente] al Cielo? El
apóstol creyó que se trataba de un ángel, y
se postró a adorarlo; pero ¿qué le dijo éste?
«Soy uno de tus consiervos los profetas. No
soy más que otro profeta. No me adores a mí.
Simplemente te estoy explicando estas cosas,
porque todavía no las entiendes. En cambio,
a mí ya me las han dicho, ya las sé, ya las
comprendo. Por eso te las estoy relatando».
(Juicios, párr.93.)
El Apocalipsis contiene otros pasajes en los que
el apóstol Juan deja constancia de palabras que oyó
de boca de santos difuntos. Veamos, por ejemplo,
éste, tomado del capítulo 6:
Vi bajo el altar las almas de los que habían sido
muertos por causa de la Palabra de Dios y por
el testimonio que tenían. Y clamaban a gran
voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y
verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre
en los que moran en la tierra? Y se les dieron
vestiduras blancas, y se les dijo que descansa-
sen todavía un poco de tiempo, hasta que se
completara el número de sus consiervos y sus
hermanos, que también habían de ser muertos
como ellos. (Apocalipsis 6:9-11.)
No deja de ser interesante que en este pasaje
Juan vea y oiga a las almas de personas consideradas
muertas y las catalogue de consiervos y hermanos,
las mismas palabras aplicadas al mensajero ante el
cual se postró en el fragmento previamente citado.
Vale también destacar que esos espíritus que habían
pasado a mejor vida manifestaban interés por «los
que moran en la tierra».
En el capítulo 7, Juan describe otras cosas
asombrosas que vio y oyó en el curso de un viaje
espiritual al Cielo:
Después de esto miré, y he aquí una gran
multitud, la cual nadie podía contar, de todas
naciones y tribus y pueblos y lenguas, que
estaban delante del trono y en la presencia
del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con
palmas en las manos. Entonces uno de los
ancianos habló, diciéndome: «Estos que están
vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de
dónde han venido?» Yo le dije: «Señor, tú lo
sabes». Y él me dijo: «Estos son los que han
salido de la gran tribulación, y han lavado sus
ropas, y las han emblanquecido en la sangre
del Cordero». (Apocalipsis 7:9, 13-14.)
En esta ocasión, Juan contempla una multitud
incontable en el Cielo y sostiene un diálogo con una
de las personas allí presentes, un «anciano».7 Da la
clara impresión de que se trata de un hombre ya El nexo entre San Juan Bautista y Elías
fallecido, que en vida sirvió a Dios. En el versículo
9 del capítulo 5, esos mismos ancianos declaran a
Jesús: «Con Tu sangre nos has redimido para Dios,
O tro caso misterioso —pero muy revelador—
de un antiguo profeta y ministro de Dios
que desde el mundo invisible asistió a un hombre,

de todo linaje y lengua y pueblo y nación». Eso
demuestra que esos ancianos eran efectivamente
hermanos o santos difuntos.
Moisés y Elías en la Transfiguración

concierne al anunciador y precursor de Cristo, Juan
el Bautista. Antes que Juan fuese concebido, un
ángel se apareció a su anciano padre, el sacerdote
judío Zacarías, con el insólito anuncio de que él
y su mujer —que era estéril— tendrían un hijo
llamado Juan, el cual allanaría el camino para la

T res de los cuatro Evangelios relatan otra por-

tentosa aparición de dos conocidos personajes
ya difuntos. Se trata del encuentro que tuvo Jesús
venida del Mesías:

El ángel [Gabriel] le dijo: «Zacarías, no temas;

con Moisés y Elías cuando se transfiguró. Esos
dos profetas habían abandonado esta vida hacía
siglos. No obstante, sostuvieron una importante
reunión con el Señor poco antes que Él muriera
para salvarnos de nuestros pecados.
[Jesús] tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo,
y subió al monte a orar. Y entre tanto que
oraba, la apariencia de Su rostro se hizo otra,
y Su vestido blanco y resplandeciente. Y he
aquí dos varones que hablaban con Él, los
cuales eran Moisés y Elías; quienes aparecieron
rodeados de gloria, y hablaban de Su partida,
que iba Jesús a cumplir en Jerusalén. Y Pedro
y los que estaban con él estaban rendidos de
sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron
la gloria de Jesús, y a los dos varones que es-
taban con Él. Y sucedió que apartándose ellos
de Él, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, bueno es
para nosotros que estemos aquí; y hagamos
tres enramadas, una para Ti, una para Moisés,
y una para Elías»; no sabiendo lo que decía.
(Lucas 9:28-33.)
Estos dos profetas de la antigüedad, Moisés
y Elías, habían partido de este mundo muchos
siglos antes. Sin embargo, ¡Dios los envió a
conferenciar con Su Hijo e intercambiar im-
presiones con Él! De modo que Dios puede
valerse —de hecho lo hace— de Sus siervos
humanos que ya han pasado a la otra vida
para que atiendan y ayuden a los que todavía
porque tu oración ha sido oída, y tu mujer
Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su
nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y mu-
chos se regocijarán de su nacimiento; porque
será grande delante de Dios. No beberá vino
ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun
desde el vientre de su madre. Y hará que mu-
chos de los hijos de Israel se conviertan al Señor
Dios de ellos. E irá [Juan] delante de Él con el
espíritu y el poder de Elías, para hacer volver
los corazones de los padres a los hijos, y de
los rebeldes a la prudencia de los justos, para
preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.»
(Lucas 1:13-17)8
Aproximadamente 30 años después del naci-
miento de Juan el Bautista, Jesús comunicó a la
multitud algo todavía más desconcertante sobre
Su precursor:
Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir
de Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver? ¿A un
profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Porque
éste es de quien está escrito: “He aquí, Yo en-
vío Mi mensajero delante de Tu faz, el cual
preparará Tu camino delante de Ti.” De cierto
os digo: Entre los que nacen de mujer no se
ha levantado otro mayor que Juan el Bautista;
pero el más pequeño en el Reino de los Cielos,
mayor es que él. [...] Y si queréis recibirlo, él
es aquel Elías que había de venir. El que tiene
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estamos en este mundo. (Tesoros 640.) oídos para oír, oiga.» (Mateo 11:7-15.)
.
L A F A M I L I A

7
Según el Vine’s Expository Dictionary of Biblical Words, la palabra anciano no se aplica a ángeles en ningún versículo de la Biblia.
8
El mensaje transmitido a Zacarías por el ángel indicaba que Juan (el Bautista) cumpliría una predicción del profeta Malaquías
pronunciada unos 400 años antes: «He aquí, Yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día del Señor, grande y terrible. Él hará volver
el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que Yo venga y hiera la tierra con maldición»
(Malaquías 4:5-6). Si bien la labor terrenal de Elías terminó en el siglo IX a.C., Dios reveló a Malaquías que dicho profeta sería enviado una
vez más al mundo antes del «día del Señor», para cumplir todas esas cosas que el arcángel Gabriel le dijo a Zacarías acerca de su hijo
.
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Juan. La clave para comprender este pasaje reside en la promesa que hizo el ángel en el sentido de que Juan ejercería su apostolado con
el espíritu y el poder de Elías.
 Más adelante, en ese mismo Evangelio, Jesús
arroja más luz sobre este enigma:
Sus discípulos le preguntaron, diciendo: «¿Por
qué, pues, dicen los escribas que es necesario

que Elías venga primero?» Respondiendo Jesús,
les dijo: «A la verdad, Elías viene primero, y
restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías
ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron
con él todo lo que quisieron; así también el Hijo
del Hombre padecerá de ellos.» Entonces los
discípulos comprendieron que les había hablado
de Juan el Bautista. (Mateo 17:10-13.)
Según las Sagradas Escrituras, el ángel Gabriel
declaró que Juan cumpliría su misión «con el espí-
ritu y el poder de Elías»; asimismo, Jesús manifestó
que Juan era Elías. ¿Cómo es eso posible? ¿Cómo
puede actuar un profeta del siglo I con el espíritu y
el poder de su homólogo del siglo IX a.C.? Además,
¿qué quiso decir Jesús cuando afirmó: «Si queréis
recibirlo, él es aquel Elías»? ¿Significa que Juan
fue la reencarnación de Elías? Es evidente que no,
dado que cuando los dirigentes religiosos judíos
preguntaron directamente a Juan si él era el profeta
Elías, su respuesta no dio lugar a dudas:
«Y [los sacerdotes enviados de Jerusalén por los
ancianos judíos] le preguntaron [a Juan]: “¿Qué
pues? ¿Eres tú Elías?” Dijo: “No soy”. “¿Eres tú
el profeta?” Y respondió: “No”.» (Juan 1:21.)
El padre David explica esta aparente contra-
dicción de la siguiente manera:
Se predijo de Juan el Bautista que sería
«aquel Elías que había de venir» (Mateo 11:14),
que estaría dotado del poder y el espíritu de
Elías; ¡pues ahora entendemos que efectiva-
mente Juan tenía el espíritu y el poder del
mismísimo Elías! (Profecías, párr. 2.)
El propio Juan negó serlo (Juan 1:19-21).
Sin embargo, Jesús quiso enseñar cómo actúa
el Espíritu, es decir, que al preparar Juan el
corazón del pueblo en la época que precedió
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a la primera venida de Cristo, evidentemente
obró bajo la influencia de Elías, con su espíritu
.
y su poder. (Cumpleaños, párr. 45.)
L A F A M I L I A
Saúl y la pitonisa de Endor: la invocación
del espíritu del profeta Samuel
E n el libro primero de Samuel, parte histórica
.
del Antiguo Testamento, encontramos un
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episodio en que Saúl —rey de Israel caído en des-
gracia— solicita consejos póstumos del profeta
Samuel, fallecido algunos años antes. Saúl pretendió
comunicarse con Samuel por un medio prohibido:
acudió a una nigromante, una médium capaz de
evocar espíritus. Aunque el rey Saúl, a causa de sus
muchas desobediencias y deslealtad a los preceptos
divinos, no contaba ya con el favor de Dios, éste
permitió que Samuel se le apareciera de entre los
muertos para entregarle el siniestro mensaje de que
al día siguiente habría de encontrar la muerte.
Saúl dijo a sus criados: «Buscadme una
mujer que tenga espíritu de adivinación [una
nigromante], para que yo vaya a ella y por
medio de ella pregunte».
Y sus criados le respondieron: «He aquí
hay una mujer en Endor que tiene espíritu de
adivinación».
Y se disfrazó Saúl, y se puso otros vestidos,
y se fue con dos hombres, y vinieron a aquella
mujer de noche; y él dijo: «Yo te ruego que me
adivines por el espíritu de adivinación, y me
hagas subir a quien yo te dijere».
Y la mujer le dijo: «He aquí tú sabes lo que
Saúl ha hecho, cómo ha cortado de la tierra
a los evocadores y a los adivinos. ¿Por qué,
pues, pones tropiezo a mi vida, para hacerme
morir?»
Entonces Saúl le juró por el Señor, dicien-
do: «Vive el Señor, que ningún mal te vendrá
por esto».
La mujer entonces dijo: «¿A quién te haré
venir?»
Y él respondió: «Hazme venir a Samuel».
Y viendo la mujer a Samuel, clamó en
alta voz, y habló aquella mujer a Saúl, dicien-
do: «¿Por qué me has engañado? pues tú eres
Saúl.»
Y el rey le dijo: «No temas. ¿Qué has vis-
to?»
Y la mujer respondió a Saúl: «He visto
dioses que suben de la tierra».
Él le dijo: «¿Cuál es su forma?»
Y ella respondió: «Un hombre anciano
viene, cubierto de un manto».
Saúl entonces entendió que era Samuel,
y humillando el rostro a tierra, hizo gran re-
verencia.
Y Samuel dijo a Saúl: «¿Por qué me has
inquietado haciéndome venir?»
Y Saúl respondió: «Estoy muy angustiado,
pues los filisteos pelean contra mí, y Dios se
ha apartado de mí, y no me responde más, ni
por medio de profetas ni por sueños; por esto
te he llamado, para que me declares lo que
 tengo que hacer».
Entonces Samuel dijo: «¿Y para qué me
preguntas a mí, si el Señor se ha apartado de
ti y es tu enemigo? El Señor entregará a Israel
también contigo en manos de los filisteos; y
mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos; y el
Señor entregará también al ejército de Israel en
mano de los filisteos.» (1 Samuel 28:7-19.)
Este extraño relato de un rey transgresor que
recurre a una adivina para comunicarse con un
profeta ha generado no pocos debates entre exégetas
de la Biblia y teólogos. Resulta particularmente
problemático para quienes alegan que los espíri-
tus de los muertos no tienen trato con los seres
vivientes. El pasaje anterior, sin embargo, certifica
a todas luces que el profeta Samuel habló con Saúl
desde ultratumba.
El comentario a la biblia Wycliffe dice así:
Los analistas actuales con criterios más orto-
doxos concuerdan casi unánimemente en que el
difunto profeta en efecto se apareció y auguró
la inminente ruina de Saúl y de su ejército. No
obstante, sostienen que no fue la pitonisa la
que conjuró a Samuel con sus artes mágicas,
sino Dios, que obró el milagro merced a Su
omnipotencia.
La enciclopedia bíblica Wycliffe añade:
En este caso, Dios permitió soberanamente que
el propio espíritu de Samuel interviniera con
el objeto de hacer una solemne amonestación
al rey apóstata. En circunstancias normales, el
presunto espíritu se expresaba en términos más
bien favorables; en esta singular ocasión, sin
embargo, dicta la sentencia de muerte del inqui-
ridor [Saúl], predicha para el día siguiente.
El padre David comentó lo siguiente con re-
lación a este pasaje:
Había una adivina en Endor, una pitonisa o
médium espiritista. Saúl pidió a aquella adivina
un vaticinio sobre el enfrentamiento armado
que se avecinaba. Se acercó a ella una noche ya
tarde. Quería saber si iba a ganar la batalla.
¿Por qué tuvo que ir a ver a la adivina de
Endor? ¡Porque había perdido contacto con
Dios! Ya no le era posible comunicarse con
el Señor, y el bueno de Samuel, el profeta al
cual solía acudir en busca de consejo, había
muerto. Con demasiada frecuencia [Saúl] no
había buscado consejo. Debido a eso Dios al
final lo abandonó. Ahora que quiere consejo,
¡se lo tiene que pedir al Diablo! Ya ven el estado
tan lamentable en que terminó el pobre Saúl.
El rey le pidió que evocara el espíritu de
Samuel, y según la Palabra de Dios, ella lo

hizo. Puede que ella no tuviera mucho que
ver en el asunto. ¡Pero está claro que el Señor
intervino! El relato bíblico deja entrever que
ella se sorprendió casi tanto como Saúl de que
Samuel en efecto se apareciera.
Desde luego, ¡los espíritus de los difuntos
no están ni muertos ni dormidos! Aquel era
verdaderamente el espíritu de Samuel, que
al anunciar dichas cosas a Saúl, le transmitió
Palabras de Dios. Esto no es un cuento chino.
¡Se trata del espíritu de un difunto al que se
ha evocado para que hable!
Samuel tuvo que volver del Paraíso y visitar
una vez más este mundo a fin de transmitir ese
mensaje a Saúl. Por lo que dijo, se ve que a él
tampoco le gustó mucho la idea: «¿Por qué me
has inquietado?» (1 Samuel 28:15.) «¡Estaba en
un lugar precioso, en el Paraíso, y he tenido
que volver a este horrible mundo tuyo para
hablar contigo una vez más! ¡Tantas veces te
negaste a prestarme atención en vida, y ahora
que estoy muerto me quieres escuchar!» De
todos modos, tuvo compasión de él y volvió.
(Preparación, párrs. 34-35.)
Pero ¿no advierte la Biblia
contra los adivinos?
T oda su vida el padre David leyó y estudió la
Biblia con vivo interés. Sabía muy bien que
ella proscribe la evocación de espíritus malignos.
Él estaba totalmente de acuerdo con las severas
amonestaciones que hace la Escritura en contra de
la invocación de espíritus malignos. Esos pasajes no
se pueden tomar a la ligera. A continuación citamos
los más conocidos. En ellos el propio Dios advierte
que no se debe seguir esa práctica:
No os volváis a los encantadores [a los que
evocan a los muertos y practican el espiritismo]
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ni a los adivinos; no los consultéis, contami-
nándoos con ellos. Yo [soy] el Señor vuestro
.
Dios (Levítico 19:31).
L A F A M I L I A
Cuando entres a la tierra que el Señor tu
Dios te da, no aprenderás a hacer según las
abominaciones de aquellas naciones. No sea
hallado en ti quien practique adivinación, ni
agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encan-
.
tador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte
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a los muertos. Porque es abominación para
 con el Señor cualquiera que hace estas cosas, y
por estas abominaciones el Señor tu Dios echa
estas naciones de delante de ti. (Deuteronomio
18:9-12.)
Y si os dijeren: Preguntad a los encanta-

dores y a los adivinos, que susurran hablando,
responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios?
¿Consultará a los muertos por los vivos? ¡A la
ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a
esto, es porque no les ha amanecido. (Isaías
8:19-20.)
Dios expresa sin ambages que desea que Su
pueblo lo busque, lo siga y se guíe por lo que Él le
indique, y que no vaya en pos de nadie que musite
abracadabras y cuyos poderes espirituales, dones o
mensaje discrepen de las enseñanzas de Su Palabra.
Ponerse en contacto con espíritus malignos como
los que invocan los brujos, hechiceros y otros ocul-
tistas constituye un gravísimo riesgo espiritual para
cualquiera. Satanás, el engañador por excelencia, es
perfectamente capaz de presentarse como ángel de
luz, motivo por el cual las Escrituras nos exhortan
a «probar (examinar) los espíritus» (1 Juan 4:1).
Se debe resistir y reprender en el nombre de Jesús
a todo espíritu que no sea de Dios. La Escritura
amonesta: «No deis lugar al Diablo» (Efesios 4:27).
También nos exhorta: «Someteos, pues, a Dios,
resistid al Diablo, y huirá de vosotros» (Santiago
4:7).
Creemos y obedecemos respetuosamente la
Biblia y sus advertencias contra la hechicería y el
espiritismo. Sin embargo, no creemos que esos pa-
sajes indiquen que Dios prohíba terminantemente
la comunicación con quienes hayan abandonado
esta vida. Tal interpretación no tiene en cuenta a
los espíritus buenos, los de las personas que amaron
al Señor en esta vida y se encuentran con Él en el
más allá.
Si a los vivos se les prohíbe todo trato con los
muertos, ¿qué explicación tienen los pasajes bíblicos
que describen encuentros y conversaciones entre
santos vivos con otros ya fallecidos? De igual modo,
si partimos de la base de que Dios prohíbe todo
contacto entre quienes se hallan en el mundo físico
W W W
y los que están en el espiritual, ¿cómo se explica que
muchísimas personas afirmen sinceramente haber
.
visto, oído o percibido de alguna otra manera la
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presencia de un ser querido ya pasado a mejor vida?
Es una insensatez rechazar de plano los testimonios
sobre tales encuentros por considerarlos fraudulen-
tos o demoníacos. Tal postura además desentonaría
con las revelaciones de la Biblia sobre la naturaleza
.
divina y sobre las actividades que tienen lugar en
O R G
el mundo espiritual.
En enero de 1996, María, esposa del padre
David, acudió a Dios en oración para que le aclarara
los pasajes del Antiguo Testamento que acabamos de
leer, en vista de las diversas interpretaciones sobre
la evocación de los muertos. Las siguientes palabras
de instrucción recibidas en profecía ayudaron a
aclarar mucho el asunto:
La palabra que Yo [Jesús] hablé en tiempos
antiguos era verdadera, pues no deseaba que
Mis hijos consultaran a adivinos y nigromantes,
los cuales no procedían de Mí. Tampoco hoy
en día deseo que Mis hijos acudan a adivinos,
pues éstos no están inspirados por Mí, sino
que falsean la Verdad.
El hecho de que advirtiera a Mi pueblo
que no acudiera a evocadores de espíritus no
significa que no vaya a permitir que quienes
han pasado a esta dimensión se dirijan a Mis
hijos y les hablen de Mí. ¿No estuve Yo acaso
en el monte consultando con muertos? ¿No me
transfiguré? ¿No hablé con personas [Moisés y
Elías] ya ausentes de este mundo? De todos mo-
dos os digo que no me comuniqué con muertos,
¡pues estaban vivos, vivos en el Espíritu!
Cuando anduve por la tierra, ¿no dije que
tenía muchas cosas que deciros, pero que aún
no las podíais sobrellevar? Este es el momento
indicado para que habléis de ellas. En el mundo
de hoy pululan las cosas falsas. Tanto es así que
deseo revelar lo verdadero. (Comunicación)
En esta profecía el Señor deja claro que sus ad-
vertencias contra los evocadores de espíritus siguen
vigentes. De todos modos añade que los que han
partido de este mundo y están con Él no tienen
prohibido asistir a los hijos de Dios que siguen en
la tierra y comunicarse con ellos, como hicieron
Moisés y Elías con Jesús cuando Él se transfiguró.
Los que están ahora con Jesús no tienen nada de
muertos: disfrutan de una vida mucho mejor que
la que llevaron en este mundo. San Pablo dijo:
«Partir [de esta vida] y estar con Cristo es muchí-
simo mejor» (Filipenses 1:23). Hablando del Padre
y refiriéndose a personas que amaban a Dios y que
pasaron a mejor vida, Jesús dijo: «No es Dios de
muertos, sino de vivos, pues para Él todos viven»
(S. Lucas 20:38).
«Probad los espíritus»
E n todo este tema surge el interrogante: ¿cómo
podemos tener la certeza de que los entes es-
pirituales con los que nos comuniquemos sean
buenos? Sabemos que Satanás es el engañador por
excelencia y que a veces se hace pasar por «ángel
de luz» (2 Corintios 11:14-15); ¿cómo podemos,
pues, asegurarnos sin asomo de duda de que no
estamos alternando con un espíritu maligno, sino
que en efecto nos comunicamos con uno de los
espíritus ministradores de Dios?
El Señor nos ha dado un medio muy claro de
discernir. San Juan nos exhorta así:
Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad
los espíritus si son de Dios; porque muchos
falsos profetas han salido por el mundo. En esto
conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que
confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es
de Dios; y todo espíritu que no confiesa que
Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y
este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros
habéis oído que viene, y que ahora ya está en
el mundo (1 Juan 4:1-3).
Estos versículos ponen de manifiesto que mu-
chos espíritus incuestionablemente provienen de
Dios. Además, nos proporcionan un elemento de
juicio para discernir si un espíritu es del Señor:
«Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido
en carne es de Dios».
Otra forma de juzgar un mensaje recibido de
una fuente espiritual es ver si se ajusta a la palabra
escrita de Dios, piedra de toque por la que po-
demos determinar la verdad y el error. El padre
David escribió:
«¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren
conforme a [esta Palabra], es porque no les ha
amanecido [no hay luz en ellos]» (Isaías 8:20).
Recuerden que no todas las voces son de Dios y
que deben probar los espíritus para estar seguros
de que lo que oyen proviene del Señor. Si algo
no concuerda con Su Palabra, [...] tal cosa no
procede del Señor. (Obrero, párr. 6)
Comprueben que la revelación directa no
se oponga a la Palabra de Dios ni la contradiga,
sino que concuerde con ella. Hay que evaluarla.
Prueben los espíritus. Cerciórense de que sean
revelaciones directas de Dios y que armonicen
con Su Palabra. (7 maneras, párr. 41.)
La verdadera profecía no enseña nada con-
trario, ¡pero sí puede llenar muchas lagunas!
La Biblia seguirá siendo el patrón de medida.
(Monstruo, párr. 20.)
Otro medio de probar los espíritus es examinar
el fruto o efecto del mensaje captado por el profeta
en comunicación con el espíritu. Si Dios lo ha ori-
ginado, el fruto y las consecuencias serán buenos.
Jesús enseñó a Sus discípulos a distinguir entre los

profetas verdaderos y los falsos. Les dijo:
Guardaos de los falsos profetas, que vienen a
vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro
son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.
[...] Todo buen árbol da buenos frutos, pero el
árbol malo da frutos malos. [...] Así que, por
sus frutos los conoceréis (Mateo 7:15-20).
Conclusión
El padre David manifestó:
Felizmente Dios no está mudo y no cerró
la boca cuando se terminó de escribir la Biblia
hace unos 2.000 años. ¡Está vivo, habla, sigue
hablando y no ha dejado de hacerlo desde
entonces! Desde la época de Cristo, de los
apóstoles y de la Iglesia primitiva, a lo largo
de los siglos, se ha seguido comunicando con
Su pueblo, con Sus profetas y con Sus hijos.
(David Daniel, párr. 3.)
Los medios ancestrales empleados por Dios
para comunicarse con Su pueblo han sido siem-
pre mensajes orales y mentales, sueños, visiones,
imágenes celestiales y pensamientos que nos
proyectan directamente los espíritus y emisarios
angélicos. (Reeducación, párr. 30.)
Hoy en día Dios también se vale de pro-
fetas, que hacen las veces de recaderos, pues
transmiten a la gente lo que Él les dice y les re-
vela. Igual que los profetas de la Biblia captaban
sueños, visiones, revelaciones y estremecedores
mensajes del Señor, de Sus ángeles y de Sus
espíritus servidores, asimismo sucede con los
profetas de la actualidad. (Profeta, párr. 8.)
***
¿Desea usted experimentar el poder de Dios,
sentir Su calidez y obtener el regalo de la vida eter-
W W W
na? Es fácil. Basta con que pida a Jesús, el Hijo de
Dios, que entre en su corazón. Él se preocupa por
.
usted. Dice: «He aquí, Yo estoy a la puerta [de su
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corazón] y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la
puerta, entraré a él» (Apocalipsis 3:20).
.
O R G
 Bibliografía
«Anciano». Vine´s Expository Dictionary of Biblical Words, 1996.
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—David Daniel. En Buenas Nuevas, abr. de 1981.
—Demonio chino. Dones y problemas espirituales, El. En Buenas Nuevas, abr. de 1975.
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—¡Nueva vida!... ¡Nuevo amor! En Buenas Nuevas, jun. de 1978.
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—Santos de Satanás, y el tercer mundo, Los. En Buenas Nuevas, feb. 1983.
—Siete maneras de conocer la voluntad de Dios, Las. En Buenas Nuevas, 1968.
—Solo una primera oportunidad. En Buenas Nuevas, feb. de 1985.
—Talismán, El. En Buenas Nuevas, ene. de 1979.
David, María. Profecías sobre comunicación con espíritus. En Buenas Nuevas, ene. de 1996.
Familia, La. Credo de La Familia Internacional. Bangkok: Servicios Mundiales, 2007.
—Estatutos del amor. Bangkok: Servicios Mundiales, 1995.
—Tesoros. Bangkok: Servicios Mundiales, 1987.
Pfieffer, Charles F., et al. Wycliffe Bible Encyclopedia, The. Chicago: Moody Press, 1975.
Pfeiffer, Charles F., y Everett F. Harrison. The Wycliffe Bible Commentary. Chicago: Moody Press, 1962.
«Profeta». Expository Dictionary of Bible Words, The. 1985.
«Santo». Nelson’s Bible Dictionary, The. 2ª ed. 1995.
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Trapeador, El. Vol. 1 y 2. Madrid: Closas-Orcoyen, S.L., 1984.

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 («La comunicación con emisarios del Cielo», se publicó por primera vez en mayo de 1996 y se actualizó en enero de 2004.) 
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4. Comunicar un mensaje de preparación y de esperanza de cara a los London WC1N 3XX
turbulentos tiempos que se avecinan, período que la Biblia denomina la «Gran England
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Tribulación» (Mateo 24:21) y que terminará con la segunda venida de Jesucristo
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y el establecimiento en la Tierra de Su reino.