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Colegio de bachilleres de Tabasco

Plantel No.36

Asignatura:
Actividades Artisticos Culturales

Actividad:
Investigación

Docente:
Guadalupe López Bertruy

Alumno:
Alexander Maldonado Arias

Semestre: VI Grupo: D

Balancan Tabasco a 22 de Febrero de 2024


Barles del salón de la época del porfiriato.
El porfiriato, cabalmente iniciado en 1877, alcanzó en 1911 el
establecimiento de una “cultura mexicana” que, por una parte,
asentó al fin algunos de los valores y características por los que
también lucharon y discutieron los dirigentes nacionales durante
todo el siglo XIX; por otra parte, el prolongado gobierno de Porfirio
Díaz “construyo una nación” mediante la centralización organizada
de aspectos culturales foráneos que, si bien impactaron al grueso de
la población, pocos efectos tuvieron -como en las aspiraciones
políticas de la masa- en la cultura popular. La gran explosión social
de 1910 habría de revelar la existencia de un mundo nacional
dividido, partido en segmentos irreconocibles; asimismo, en sus
quehaceres netamente culturales, el pueblo se hallaría poco
relacionado con los grupos hegemónicos pues éstos se habían
alejado paulatinamente de sus expresiones, inquietudes, diversiones,
problemas y temas.

Don Porfirio cumplió su promesa de aglutinar a la disgregada nación


pero lo hizo convirtiendo al poder en espectáculo: el ejército, la
burocracia, el comercio y la alta sociedad produjeron “paladines” de
debían ser admirados con los atavíos del disfraz en los escenarios
más indicados para marcar diferencias: bailes, desfiles, ceremonias,
tiendas, restaurantes… Lo mexicano debía transfigurarse gracias a
los elementos venidos de fuera; el país importaba, sin ambages,
óperas y operetas y las matrimoniaba con las tonadillas, las
canciones locales y regionales, el lenguaje popular, el chiste
espontáneo y la música y las danzas nacionales.
Los valses más bellos de los compositores mexicanos imitan y hasta
superan en delicadeza y calidad a los valses europeos. La “alta
cultura” porfirista es un cúmulo de imágenes idealizadas que
incluyen al concepto idílico den indio, del habitante prehispánico, de
los elementos de la historia mexicana. La “fiesta popular” sigue su
propio camino a la vista de los nuevos conceptos de lo “chic” o
elegante.

El pueblo baila, canta y se divierte en los espacios abiertos mientras


los núcleos familiares pudientes se afrancesan bien y, mal en los
salones y restaurantes.
Barles de la burguesía.
Aunque la tradición sigue viva hasta hoy, las reglas sociales ya no
son tan rígidas como hace 150 años, cuando los bailes de salón
estaban muy de moda. La exposición “Invitación a bailar” (Vyzvání
k tanci) presentada por el Museo de Praga familiariza a los visitantes
con las costumbres de baile de la época.
En el siglo XIX no podían faltar en ningún evento de baile los
abanicos y otros accesorios, utilizados tanto por las mujeres como
por los hombres. Uno de los objetos más importantes eran las
llamadas “listas de baile”, que servían para anotar las canciones y el
orden de los bailes durante el evento. Qué aspecto tenían estas listas
nos lo explicó la autora de la exposición, Magdaléna Rudovská.

“Las listas de baile eran pequeños objetos hechos de papel, en los


cuales se anotaba el orden de los bailes. A veces contenían versos de
poesía o fotografías”.

La lista de baile, foto: Zdeňka Kuchyňová La lista de baile, foto:


Zdeňka Kuchyňová
En los cuadernos había una lista de las canciones que se iban a tocar.
Los hombres primero tenían que pedir permiso para bailar a una
mujer. En caso de que esta lo aprobara, los dos inscribían la canción
y el tipo de baile en su lista.
Las listas de baile surgieron a principios del siglo XIX. Primero se
utilizaban en las cortes reales y eran un asunto de las clases sociales
altas. Luego pasaron al entorno burgués, cuando los bailes ya se
organizaban tanto en espacios privados como públicos.
Dependiendo de la ocasión cambiaba la forma de las listas. Se
fabricaban de distintos tipos de materiales y se podían decorar con
diferentes objetos, dice Rudovská.

La lista de baile, foto: Zdeňka Kuchyňová La lista de baile, foto:


Zdeňka Kuchyňová
“Las listas de baile venían en diferentes formas. Algunas eran muy
simples, tenían la forma de pequeños folletos con un par de
inscripciones. Los nobles podían permitirse listas más elaboradas
que combinaban diferentes tipos de materiales, como textiles,
plumas, metales o vidrio. A veces parecían pequeñas joyas
artísticas”.
Las listas podían tener asimismo la forma de abanicos. Los abanicos
surgieron en Europa en el siglo XVI, pero fue en el siglo XIX
cuando se convirtieron en parte integral de los bailes de salón. Había
una gran variedad de diseños, de acuerdo con las tendencias de
moda contemporáneas.

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