Conversaba hace un tiempo con uno de mis estudiantes acerca de la oración. Me decía algo como esto: ¿Acaso la invitación que la biblia nos hace a orar constantemente, nos muestra que Dios es una suerte de ser ególatra que necesita de millones de personas que estén pendientes de Él, diciéndole las cosas que Él quiere oír, rogándole que les dé la comida para sobrevivir, rogándole por cada cosa que quieren en la vida y tratando de convencerlo de que sea bueno con ellos?. ¿Y por qué la biblia insiste tantas veces en que le pidamos si ya Dios sabe lo que necesitamos? A lo que yo respondí: Ésta mañana cuando iniciaba tu día. ¿Abrazaste a tu madre antes de salir de casa? -Si. Lo hice. Me dijo ¿Y viste el amanecer? ¿viste el sol que Dios hizo salir mientras trotabas? Si lo vi. Fue hermoso. ¿Y se sirvió en tu mesa un desayuno hoy? -Si, si, si. Estaba ahí y agradecí por tenerlo. ¿Pediste ayer por esas cosas, tuviste que convencer a Dios para que te las diera? Lo ves. Hay centenares o quizá miles de cosas que a diario el Padre nos da y por las que no sólo no tuvimos que pedir. Además, ni siquiera notamos que las recibimos. El padre no quiere que tú y yo oremos porque necesita sentirse importante o porque está requiriendo de nuestra atención. Él no tiene problemas de estima. Recordemos que el apóstol Pablo dijo en su carta a los filipenses: “Alégrense siempre en el señor. Insisto ¡Alégrense!, no se inquieten por nada; más bien en toda ocasión, con oración y ruego presenten sus peticiones a Dios, denle gracias y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”. Por eso creo que la oración no es un lugar para convencer a Dios de lo que necesito, sino que realmente es la herramienta que Dios usa para que pasemos tiempo con él. Cuando presentamos nuestras peticiones delante de él y lo hacemos como el aposto Pablo invita, con oración y ruego, pero con acción de gracias; entonces se produce ese intercambio de cargas, ese intercambio de responsabilidades. Allí entonces confesamos que hay cosas que nos exceden, pero que confiamos en él, justo en ese momento es cuando nos quitamos esa carga de nosotros, y aquellas cosas que seguramente tu y yo no podemos resolver, (como: asegurar la salud, asegurar la vida, asegurar el futuro; y otras tantas cosas que nos llenan de incertidumbre y de temor; que nos llenan de ansiedad y que son cargas más pesadas de las que podemos llevar) Dios quiere que se las presentes en oración, frecuentemente, pero no porque necesite tu atención es porque quiere que haya un intercambio de cargas. Quiere llevar tus cargas que son pesadas para entregarte la de el que es liviana y ligera. Y que cuando presentamos esas cargas a él y le damos gracias; entonces él prometió que la paz suya que sobrepasa todo entendimiento cuidará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Él. Acércate al padre, en oración todos los días, pide por todo y recuerda que luego de eso tienes derecho a tener paz, a sentirte liviano y alegrarte. Por eso el apóstol decía: ¡Alégrense siempre ¡Insisto Alégrense en tiempos de crisis, en tiempo donde las malas noticias abundan y donde el volumen de las cosas que no queremos oír y el volumen de las noticias que no son las cosas que soñamos, anhelamos y esperamos! En esos momentos nosotros tenemos la esperanza de alegrarnos en él. Cuando venimos delante de su presencia en oración y ruego; presentando nuestras peticiones, pero con acción de gracias. LEER: