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CAPÍTULO 34

El dragón y la mariposa.

Las redes sociales se desataron una foto de Ricardo y Rosalie saliendo del
restaurante del hotel Survalley, tomados de la mano y sonriendo. La imagen iba
acompañada de la leyenda: “Quién dice que un dragón y una mariposa no pueden
enamorarse”.

Los internautas compartieron la foto y comenzaron a expresar sus opiniones. Los


fanáticos de la pareja re-publicaron la imagen con comentarios como: “Para
todos aquellos que decían que solo estaban mintiendo, ¿cómo se puede mentir
en esta foto? El dragón de los negocios y Miss Butterfly son la mejor pareja de
estos tiempos”.

Mientras las redes explotaban con la simple foto, Rosalie y Ricardo se


encontraban nerviosos.

Al salir del restaurante, caminaron tomados de la mano y renuentes a


despedirse.

-¿Tienes algo que hacer en estos momentos? -le preguntó Ricardo.

Ella miró su reloj y se dio cuenta de que no tenía compromisos. Antes de que se
conociera su papel como la nueva diseñadora de joyas de Stefanny, ya había
trabajado con su equipo en los diseños para la próxima temporada.

-No, no tengo nada que hacer, respondió rápidamente Rosalie.

-¿Entonces te gustaría tener una cita? Tengo toda la mañana libre.

La pregunta sorprendió tanto a Rosalie como a Ricardo, pero la invitación ya


estaba hecha y no tenía intención de retractarse.

-Claro, me encantaría tener esa cita -respondió ella con una sonrisa.

Ricardo le ofreció su brazo a Rosalie y la condujo hasta su auto. Le abrió la puerta


y la ayudó a subir. Después de darle instrucciones a su chófer, subió y se sentó a
su lado.

-¿A dónde vamos? -preguntó Rosalie con curiosidad.

-Es una sorpresa -respondió Ricardo con una sonrisa misteriosa.


Rosalie se quedó admirando el paisaje mientras Ricardo la observaba.

Ella no podía creer que estuviera en una cita con el hombre más deseado del
país, el dueño de una de las empresas más exitosas del mundo del espectáculo y
su futuro esposo.

Después de unos minutos, el auto de Ricardo se detuvo frente a un gran cartel


que decía: “Bienvenidos al Parque de Diversiones”. Rosalie abrió los ojos con
asombro y emoción.

-¿Te gusta? -preguntó Ricardo.

-Me encanta -respondió Rosalie con algo de nostalgia-. La última vez que vine a
un parque de diversiones fue con mi padre cuando era niña.

-Pues hoy es tu día de suerte -dijo Ricardo-. Vamos a divertirnos como niños.

Bajaron del auto y entraron al parque. A pesar de la multitud, Ricardo había


conseguido boletos VIP, permitiéndoles acceder a todas las atracciones sin
hacer fila.

Rosalie se maravillaba de lo divertido y ocurrente que era Ricardo. Mientras


caminaban hacia la primera atracción, la montaña rusa que ella había elegido, él
no dejó de hacerla sonreír y olvidarse de todo.

Pero no era solo su ingenio lo que atraía a Rosalie, había algo en las expresiones
de Ricardo que la recordaba a sus pequeños. Sin embargo, esa idea era
imposible, se dijo a sí misma, concentrándose en disfrutar del momento, aunque
un paparazzi los seguía de cerca.

Ricardo, por otro lado, no entendía qué lo había llevado a pedirle una cita, pero
estaba claro que ver a Rosalie sonreír era lo más hermoso que podía
experimentar esa mañana.

-¿Te gustaría subirte a un juego en específico? -le preguntó Ricardo a Rosalie


después de ganarle un enorme peluche en los tirachinas.

Rosalie se mordió el labio inferior, como solía hacer cuando pensaba.

Ricardo llevó su pulgar hacia los labios de Rosalie para evitar que continuara
mordiéndolos. Una vez más, ambos experimentaron esa extraña corriente de
electricidad al más leve contacto de sus cuerpos.

Rosalie asintió con la cabeza nerviosa alejándose del toque de Ricardo,


señalando el carrusel que giraba con caballos de colores y música alegre.
-Me gustaría subirme a ese -dijo ella con ilusión.

Ricardo sonrió y la tomó de la mano.

-Vamos entonces -dijo él.

Caminaron hacia el carrusel y se subieron a dos caballos contiguos.

Rosalie se sujetó al poste de metal y miró a Ricardo con una sonrisa.

-¿Sabes? Nunca me había subido a un carrusel antes -confesó ella.

-¿En serio? -preguntó Ricardo con sorpresa-. ¿Por qué no?

-Mi padre siempre decía que era un juego para niñas y que yo debía ser una mujer
fuerte v valiente - -explicó Rosalie.

Aunque ella creía que su padre tenía miedo a que ella se cayera de los caballos y
muriera como había muerto su abuela, la madre de su padre. Rosalie soltó un
gran suspiro.

-Pues yo creo que eres una mujer fuerte y valiente, y también una niña que
merece divertirse -dijo Ricardo con ternura.

Rosalie sintió que su corazón se aceleraba al escuchar esas palabras.

Ricardo le acarició el cabello y le dio un beso en la mejilla.

-Y también eres una mujer hermosa y talentosa, y me siento muy afortunado de


estar contigo -añadió

Rosalie se sonrojó y se acercó más a Ricardo. Él la rodeó con su brazo y la atrajo


hacia su pecho.

-Y yo me siento muy afortunada de estar contigo -respondió Rosalie.

Ambos se miraron a los ojos y se dieron un beso apasionado, sin importarles las
miradas de los demás.

El carrusel frente a ellos seguía girando, pero ellos solo sentían que el mundo se
detenía a su alrededor.

En ese momento no existía para Ricardo nadie que no fuera la mujer que se
encontraba entre sus brazos.

Para Rosalie no existía nadie más que no fuera Ricardo.


Después de su beso, Rosalie y Ricardo se subieron al carrusel donde ambos
siguieron coqueteando y bromeando, hasta que bajaron del carrusel y caminaron
por el parque, disfrutando de cada momento juntos.

Se subieron a la rueda de la fortuna, al tren fantasma, al barco pirata y a muchos


otros juegos. Se tomaron fotos, se rieron, se abrazaron y se besaron.

Ricardo le compró a Rosalie un algodón de azúcar -. Este algodón me recuerda a


ti de cierta manera, eres una chica muy dulce Rosalie.

Rosalie le sonrió a Ricardo tomando el peluche que él le había regalado antes -.


Entonces está bien decir que tú eres igual a este oso de peluche.

-¿Por qué me parezco al oso de peluche?- le preguntó Ricardo curioso.

Rosalie no dudó en responderle.

-Eres igual de tierno que él.

Ambos se sentían felices y con el corazón acelerado, en pocas palabras supieron


que se habían enamorado. El cómo ambos se habían enamorado no importaba,
solo importaba que lo estaban, era como si nada más importara en el mundo. Sin
embargo, el tiempo pasaba rápido y Ricardo tenía que regresar al trabajo.

Ricardo le pidió a su chófer que los llevará a dónde su prometida le pidiera y se


sentó junto a Rosalie en el asiento trasero. Le tomó la mano y la besó con
suavidad.

-¿Te gustó la cita? -le preguntó Ricardo.

-Me encantó -respondió Rosalie-. Fue la mejor cita de mi vida.

-Me alegro mucho -dijo Ricardo-. Porque yo también la disfruté mucho. Y quiero
decirte algo muy importante.

Rosalie lo miró con expectación y curiosidad.

-¿Qué quieres decirme? -preguntó ella.

Ricardo respiró hondo y la miró a los ojos.

-Quiero decirte que tal vez esto te parezca algo tonto y apresurado, pero me
gustas y me gustaría conocerte más-dijo él con sinceridad.

Rosalie se quedó sin palabras. No esperaba esa declaración, pero tampoco podía
negar lo que empezaba a sentir por él.
-Yo también, siento que deseo conocerte más.. -dijo ella con emoción.

Ricardo sonrió y la abrazó con fuerza.

-Me hace feliz escucharte decir eso Rosalie -dijo él.

-Y a mi decirlo, Ricardo -dijo ella.

Se dieron otro beso, más profundo y más intenso que los anteriores. El auto llegó
al centro de Survalley y se detuvo. Ricardo y Rosalie se bajaron y él mismo la
ayudó a salir del auto. Allí los esperaban los paparazzi, que habían seguido sus
pasos durante toda la mañana.

Los flashes y las preguntas los asaltaron, no obstante Ricardo protegió a Rosalie
e hizo que todos esos paparazis fueran sacados del centro comercial.

Al día siguiente, la foto de Ricardo y Rosalie besándose en el carrusel se hizo


viral. La leyenda decía: “El dragón y la mariposa se aman”.

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