Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Historia de Ajamila
Historia de Ajamila
Sukadeva Gosvami
(Extractos del primer y segundo capítulos del sexto canto del Srimad-Bhagavatam)
¿Cómo fue posible que, a pesar de ser considerado un gran pecador, Ajamila fuera liberado
por cuatro enviados del Señor?
Aquel brahmana caído, Ajamila, hacía sufrir a los demás; les arrestaba, les
engañaba en el juego, o les asaltaba directamente. Ésa fue su forma de ganarse el
sustento y mantener a su esposa e hijos. En esas actividades pecaminosas y
abominables destinadas a mantener a su numerosa familia, desperdició su tiempo
hasta cumplir ochenta y ocho años.
El viejo Ajamila tenía diez hijos, el menor de los cuales era el pequeño
Narayana. Narayana, al ser el menor de todos, era, de modo natural, muy querido
por sus padres. El anciano Ajamila estaba muy apegado a los balbuceos del niño y
a sus torpes movimientos. Siempre estaba cuidándole, y disfrutaba de sus
actividades. Mientras masticaba y comía su alimento, Ajamila llamaba al niño para
que comiera con él, y cuando bebía, lo llamaba para que también él bebiese.
Siempre dedicado a cuidar del niño y a pronunciar su nombre, Narayana, Ajamila no
se daba cuenta de que su tiempo se agotaba y la muerte se le echaba encima.
Ante esta prohibición, los mensajeros de Yamaraja, el hijo del dios del Sol,
contestaron: “Señores, ¿quiénes sois, que tenéis la osadía de desafiar la autoridad
de Yamaraja? Queridos señores, ¿a quién servís?, ¿de dónde habéis venido?, y
¿por qué nos prohibís tocar el cuerpo de Ajamila? ¿Sois semidioses de los planetas
celestiales?, ¿o acaso semidioses menores?; ¿sois los mejores de los devotos?”
Los mensajeros de Yamaraja dijeron: “Vuestros ojos son como los pétalos de
la flor de loto. Vestidos con sedas amarillas, y adornados con collares de flores de
loto y maravillosos yelmos y pendientes, tenéis un aspecto fresco y juvenil. Vuestros
cuatro largos brazos están embellecidos con arcos y aljabas de flechas, y con
espadas, mazas, caracolas, discos y flores de loto. Vuestra refulgencia ha disipado
las tinieblas de este lugar con una luz extraordinaria. Y bien, señores, ¿por qué
impedís nuestro trabajo?”
Del mismo modo que el Sol y la Luna son eclipsados por un planeta inferior,
el brahmana perdió todo su buen juicio. Aprovechando la situación, siempre
pensaba en la prostituta; al poco tiempo, la había empleado como sirvienta en su
casa y había abandonado todos los principios regulativos de los brahmanas. Fue así
como Ajamila comenzó a gastar todo el dinero que había heredado de su padre en
obsequios materiales para tener contenta a la prostituta. Por satisfacerla, abandonó
todas sus actividades brahmínicas.
Ajamila no debía ser castigado, pues había glorificado el santo nombre del
Señor Supremo. Esto lo explicaron los vishnudutas con las siguiente palabras: “Por
el simple hecho de cantar una vez el santo nombre de Narayana, este brahmana ha
quedado libre de las reacciones de la vida pecaminosa. No sólo se ha liberado de
los pecados de esta vida, sino de los de muchísimos miles de vidas anteriores. Ya
ha expiado todos sus actos pecaminosos. El que se somete a expiación siguiendo
las directrices de los shastras, no se libera realmente de las reacciones
pecaminosas, pero a quien canta el santo nombre del Señor, le basta un débil reflejo
de ese canto para liberarse de todos los pecados. El canto de las glorias del santo
nombre del Señor invoca toda buena fortuna. Por lo tanto, no cabe la menor duda
de que Ajamila, al estar completamente libre de reacciones pecaminosas, no debe
recibir el castigo de Yamaraja”.
Al tiempo que decían esto, los vishnudutas liberaron a Ajamila de las cuerdas
de los yamadutas y partieron hacia su morada. El brahmana Ajamila les ofreció
respetuosas reverencias. Vio lo afortunado que había sido al cantar el santo nombre
de Narayana al final de la vida. Se dió perfecta cuenta de la magnitud de su buena
fortuna. Ajamila asimiló perfectamente las palabras de los yamadutas y los
vishnudutas, y a partir de entonces fue un devoto puro de la Suprema Personalidad
de Dios. Se lamentó mucho de haber sido tan gran pecador, y se culpaba una y otra
vez.