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TALLER: ANÁLISIS SENTENCIA C-030 DE 2023

JUAN FERNANDO ARDILA CORZO

JULIÁN DAVID GARZÓN RODRÍGUEZ

WILMER MAURICIO MURILLO AVELLANEDA

JOHAN FERNANDO RODRÍGUEZ CASTRO

DR. ROBERTO PABLO BELTRÁN

UNIVERSIDAD SANTO TOMÁS, SECCIONAL BUCARAMANGA

FACULTAD DE DERECHO

CÁTEDA DE DERECHO DISCIPLINARIO

2024-1
¿Cuál fue la posición mayoritaria de la corte constitucional para declarar la
exequibilidad de la norma demanda? Si la declararon, ¿En qué sentido?

Para empezar, es importante tener en cuenta que con relación al cargo primero en el
que demandaban el artículo 1, inciso 2 de la Ley 2094 de 2021, al contrastarla al
artículo 116 de la Constitución, La Corte señala que declarará la INEXEQUIBILIDAD de
las expresiones “jurisdiccionales” y “jurisdiccional de los artículos 1, 54, 73 y 74 de la
citada Ley en tanto que vulneraba el inciso tercero del artículo 116 de la Carta Magna
ya que no implicó un traslado de una competencia originalmente asignada a los
jueces, si no que varió la naturaleza de la misma entidad, y segundo porque se violó el
principio de excepcionalidad al haber operado una asignación en bloque y
omnicomprensiva. Por otro lado, declararon la EXEQUIBILIDAD CONDICIONADA de los
artículos 12, 16 y 17 de la ley citada en tanto que la PGN aún conservará sus funciones
disciplinarias administrativas, bajo el entendido de que la decisión definitiva en tanto
a las sanciones que se puedan atribuir a un funcionario de elección popular debe estar
supeditadas a lo que establezca definitivamente un juez de lo Contencioso
Administrativo.

En tercer lugar, la Corte estudia el cargo tercero, el cual concierne al debido proceso y
las garantías judiciales sobre los procesos disciplinarios que se adelantan contra
servidores de elección popular. Para ello, estudia la expresión “ejecutoriadas” del
artículo 54 que adicionó el artículo 238ª de la Ley 1952 de 2019, en el que las
decisiones de la Procuraduría debían tener esta condición de ejecutoriaría para poder
interponer el recurso extraordinario de revisión, no obstante la Corte advierte en este
pronunciamiento judicial que tal expresión debe declararse INEXEQUIBLE ya que si
muy bien la PGN puede adelantar las investigaciones correspondientes disciplinarias
contra funcionarios de elección popular, es cierto de igual forma que, con base al
respeto del debido proceso Constitucional (Artículo 29 Superior), debe primar la figura
del juez natural, el cual tiene establecida una competencia en virtud de una reserva
judicial, para dejar en firme tales decisiones de destitución o inhabilidad de tales
servidores públicos.

La Corte considera, entonces, que la mejor manera en que se cumpla lo referente a la


sanción definitiva de este juez natural, sobre la naturaleza de tal función, debe hacerse
mediante el recurso de revisión, constatando para ello que debe operar de manera
automática e inmediatamente después de que sea proferida la decisión del Ministerio
Público, pues no debería supeditarse a su naturaleza rogada o de procedibilidad
taxativa, sino que por el contrario, para que haya una armónica lectura del artículo 23.2
de la CADH, debe ser modulado su alcance en estos términos; e incluso después de
proferido el fallo por parte del juez de lo Contencioso Administrativo, se debe dejar
abierta la posibilidad de que también se puedan interponer los recursos de los que el
CPACA menciona en su sección de impugnación.

Por todo lo anterior, y bajo los términos explicados, es que la Corte decide que haya,
en general, una sentencia integradora de exequibilidad condicionada, para que en
virtud del principio de in dubio pro legislatore, se le puedan dar unos alcances
normativos distintos a los que se pretendían demandar con esta acción pública de
inconstitucionalidad, pues entiende que si declara la inconstitucionalidad de tales
normas, se podrían atentar otros principios fundamentales del Estado Social de
Derecho, a saber: moralidad y transparencia administrativa.

¿Cuáles fueron los criterios dados en esta sentencia para determinar la naturaleza
de las sanciones disciplinarias?

Para empezar, es importante tener en cuenta que, desde la misma creación de la Carta
Magna de 1991, la naturaleza que revestía la acción disciplinaria era meramente
administrativa, y estaba a cargo de la Procuraduría General de la Nación. No obstante
de lo anterior, por casos particulares como el de Gustavo Petro Urrego, se da una re
interpretación de la potestad disciplinaria, en la que los funcionarios elegidos por
votación popular debían someterse a un juez para su destitución, suspensión o
inhabilidad, en el entendido de que la naturaleza de su cargo se debe justamente a la
voluntad del pueblo, por lo que el ordenamiento jurídico reconoce que en ocasiones,
la naturaleza de la acción disciplinaria va es a depender de la calidad del sujeto
investigado, de lo contenido en la ley, de la misma acción, y lo contenido en la
Constitución.

Se hicieron renovaciones normativas sobre lo que era la acción disciplinaria, entre


esas con la expedición de las leyes 1952 de 2019 y 2094 de 2021, en el que la
Procuraduría aún tiene la competencia para imponer sanciones disciplinarias a los
funcionarios, pero además se le otorga de manera excepcional funciones
jurisdiccionales para la imposición de tales correctivos a funcionarios de elección
popular. Este cotejo normativo cumple con un criterio fundamental para la misma
génesis de su existencia, el caso de Petro VS Colombia en el Sistema Interamericano
de DD.HH., pues se ordenaba que las autoridades administrativas no debían tener
estas facultades jurisdiccionales por las pocas garantías, que de estos procesos
administrativos se diferenciaban aquellos judiciales.

De lo anterior se desprende que, con la aparición de este nuevo proceso disciplinario


en el país, se decidió por el Congreso que tales sanciones aún deben estar en cabeza
de la PGN, bajo la salvedad de que ahora contiene todas las garantías que demandaba
tanto el artículo 29 Constitucional como el 8 de la Convención IDH, en virtud del mismo
principio Pro Homine. Es más, tales fallos de la PGN son susceptibles del nuevo
recurso de revisión que opera de forma automática, por lo que el acatamiento de tales
sanciones obedece a la última ratio de lo que pueda decir en sede judicial, un juez de
lo Contencioso Administrativo.

Por otro lado, otro criterio usado por la Corte para justificar la naturaleza de la sanción
disciplinaria es aquella que guarda estrecha relación con la función pública, en el que
tales funcionarios tienen un llamado a guardar un actuar de buena fe, pues ellos son
responsables de infringir las normas por acción u omisión (Artículos 6 y 123
Superiores), por lo que la competencia de la PGN se justifica en el sentido de que se
deben cuidar los principios de pesos y contrapesos ya que cada rama del poder público
tiene delimitada unas funciones constitucionales, con el fin de que el poder no se
concentre en un solo lado.

En adición a esto, se tiene la función sancionadora del que tiene derecho el Estado,
siendo esta la potestad de aplicar el Ius Puniendi en la sociedad. Esta función nace
para asegurar el cumplimiento de los deberes consagrados en la Constitución y la
vigencia de un orden justo, basado en el principio de responsabilidad que debe
permear las actuaciones de los funcionarios públicos, que a su vez va de la mano con
el principio del debido proceso, el cual habilita a las autoridades a imponer tales
sanciones, mientras que se cumplan las garantías mínimas que deben existir en
cualquier actuación en la que medie el derecho sancionador.

Asimismo, se han de tener en cuenta otros criterios contenidos en ciertas series de


principios que están atados al derecho disciplinario, a saber: legalidad, tipicidad,
proporcionalidad e independencia de la sanción penal si da al caso. Pero esto anterior
no más busca que siempre pueda prevenirse los comportamientos de las personas
que ejercen esta función pública, para que haya un óptimo funcionamiento del Estado.

Así, pues, la naturaleza sancionadora que posee el Ministerio Público está


estrechamente relacionado a sus funciones y competencia, pues la misma
Constitución en los artículos 117 y 267 la define como un órgano de control
independiente, la cual debe, según sus objetivos, salvaguardar el interés general, la
protección de Derechos Humanos, y vigilar las conductas de las personas que ejercen
funciones públicas por seguir el principio de control efectivo de la administración
pública.

En este sentido, la Corte ha precisado los tres alcances que tiene los actos
administrativos de carácter disciplinarios, los cuales son: Como se mencionó
previamente, el debido proceso con lo que eso implica, la procedibilidad de la acción
de tutela, y un control pleno e integral, los cuales se fundan en la celeridad,
imparcialidad, economía procesal, moralidad, publicidad, descentralización,
desconcentración y delegación de funciones.

No obstante, hay que tener en cuenta que, por el traslado de estas competencias a
órganos de control, se debe recalcar necesariamente una imparcialidad, la cual sólo
se logra mediante una división de su etapa de investigación y juzgamiento, en el las
autoridades que lleven cada una de estas, han de ser diferentes con el fin de que no
exista un prejuzgamiento.

Para el caso en concreto, por más que deba existir un principio armónico en la
administración de justicia, en el cual de forma excepcional, se puedan trasladar
funciones jurisdiccionales a otros órganos distintos a la rama judicial, como es en el
caso de la PGN, sólo puede tener legitimación en tanto que estas funciones no
desborden sus cometidos principales, es decir, funciones administrativas; que para el
presente caso se la Corte Constitucional expone que no se cumplía ese carácter de
excepcional, por lo que no se puede pretender cambiar lo que históricamente ha sido
el papel y las funciones generalmente administrativas del Ministerio Público, a la
postre de que esto sólo se puede concretar mediante lo que establezca un juez de la
Jurisdicción de lo Contencioso Administrativo, concluyendo por ello, que las sanciones
que imponga la PGN tendrán su naturaleza sancionatoria de índole administrativa, más
no judicial.

⁠¿Cuáles fueron los argumentos de los disidentes (salvamentos y aclaración de


voto)? ¿Cuál es la posición del grupo ¿está de acuerdo o no?

• Salvamento Parcial de voto del magistrado Jorge Enrique Ibáñez Najar

En resumen, los argumentos presentados reflejan la discrepancia de los magistrados


disidentes con la Sentencia C-030 de 2023, específicamente en relación con la
competencia de la Procuraduría General de la Nación para tramitar y decidir procesos
disciplinarios contra funcionarios de elección popular. Consideran que la decisión
mayoritaria, que devuelve a la Procuraduría dicha competencia, es inconstitucional y
contraviene el principio de reserva judicial. El magistrado disidente argumenta que la
Ley 2094 de 2021, que reformó la Ley 1952 de 2019, al asignar funciones
jurisdiccionales a la Procuraduría para tramitar procesos disciplinarios, viola la
Constitución al transformar una función disciplinaria de naturaleza administrativa en
una función judicial, sin garantizar la imparcialidad y objetividad requeridas. Además,
critican que la sentencia no considera adecuadamente los estándares
interamericanos y la obligación del Estado colombiano de asegurar que tales
actuaciones sean tramitadas y decididas por un juez o corporación judicial. En cuanto
a la solución adoptada por la mayoría de la Corte, que permite a la Procuraduría
tramitar procesos disciplinarios de forma administrativa, con una revisión judicial
automática, los magistrados disidentes la consideran más regresiva que la ley que se
declara inexequible, ya que perpetúa la vulneración del principio de reserva judicial.
Argumentan que esta solución es incoherente con la Convención Americana de
Derechos Humanos y con la Constitución Política de Colombia.

En conclusión, los magistrados disidentes sostienen que la decisión mayoritaria


desconoce los principios constitucionales y convencionales, y proponen que la
regulación de la competencia disciplinaria se realice mediante una ley que respete el
principio de reserva judicial y garantice los derechos fundamentales en un proceso
judicial. Además, sugieren una fase de transición para remitir los procesos
disciplinarios pendientes al juez contencioso administrativo, como medida transitoria
mientras se expide una nueva ley.

• Salvamento parcial de voto de las magistradas, Natalia Ángel Cabo, Diana


Fajardo Rivera y Cristina Pardo Schlesinger

La Sentencia C-030 de 2023 plantea problemas conceptuales que afectan tanto al


bloque de constitucionalidad como al Estado de derecho. Los magistrados disidentes
argumentan que esta sentencia no fomenta el diálogo con la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (Corte IDH), ya que no busca una interpretación armoniosa entre
la Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH), la jurisprudencia de la
Corte IDH y la Constitución colombiana. En cambio, la mayoría de la Corte
Constitucional parece imponer su interpretación sobre la CADH, dejando en segundo
plano las decisiones de la Corte IDH. Además, la sentencia contradice la
jurisprudencia constitucional previa en materia de tutela al ignorar el incumplimiento
de las sentencias de la Corte IDH por parte del Estado como una violación de derechos
fundamentales. A lo largo de varios casos, la Corte Constitucional ha empleado la
jurisprudencia de la Corte IDH para establecer estándares vinculantes en el
ordenamiento jurídico interno, lo que hace que la postura adoptada en la Sentencia C-
030 de 2023 sea incoherente con esta práctica establecida. Además, los magistrados
disidentes argumentan que la sentencia impacta negativamente el Estado de derecho
al desconocer el principio de cumplimiento de las sentencias judiciales, que es
fundamental para el funcionamiento del Estado social de derecho. Al restringir el
ámbito de protección establecido por el artículo 23.2 de la CADH, la mayoría de la
Corte Constitucional pasa por alto el deber de salvaguardar la supremacía e integridad
de la Constitución, incluso cuando esto requiere armonizarla con los mandatos del
derecho internacional de los derechos humanos.

En resumen, las magistradas mencionan que la Sentencia C-030 de 2023 no promueve


el diálogo con la Corte IDH, contradice la jurisprudencia constitucional en materia de
tutela y socava el principio de cumplimiento de las sentencias judiciales, lo que afecta
negativamente al Estado de derecho y al bloque de constitucionalidad en Colombia.

• Aclaración de voto del magistrado Alejandro Linares Cantillo

Se reconoce una discrepancia entre el estándar internacional establecido por la


Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH) y la interpretación de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), en contraposición al
entendimiento de la Corte Constitucional colombiana sobre la garantía del juez natural
y la reserva judicial en la imposición de sanciones a funcionarios públicos elegidos
popularmente. La Corte IDH sostiene que solo el juez penal puede tomar decisiones
finales que afecten los derechos de estos funcionarios, mientras que la Corte
Constitucional colombiana amplía esta garantía permitiendo la intervención del
Consejo de Estado a través de un recurso extraordinario de revisión. Esto plantea
incertidumbre sobre la protección efectiva de los derechos de los funcionarios, ya que
la Procuraduría conserva la facultad de investigar y sancionarlos. Además, la
aplicación del recurso extraordinario de revisión presenta desafíos, ya que entra en
conflicto con la naturaleza constitucional del Consejo de Estado como Tribunal
Supremo de lo Contencioso Administrativo. La reinterpretación de la CADH por parte
de la Corte Constitucional también puede afectar el sistema de fuentes del
ordenamiento jurídico interno. La sentencia C-030 de 2023 estableció un control
judicial a cargo del Consejo de Estado, lo que plantea la pregunta de si persiste un
estado de cosas inconvencional según lo reconocido previamente por la Corte IDH en
el caso Petro Urrego vs Colombia. En caso afirmativo, se requeriría una modificación
del ordenamiento jurídico que solo podría lograrse a través de un Acto Legislativo.

El magistrado Alejandro Linares concluyo mencionando que la sentencia aplicó


adecuadamente el derecho internacional de los derechos humanos al ordenamiento
jurídico interno, promovió el diálogo con la Corte IDH y adoptó un remedio judicial
temporal acorde al precedente constitucional. Sin embargo, plantea desafíos para su
implementación concreta, por lo que corresponde al Congreso de la República
adoptar las medidas necesarias para garantizar los estándares nacionales e
internacionales en materia de protección de derechos políticos y electorales.

COMENTARIO GRUPAL
La discusión presentada en la Sentencia C-030 de 2023 revela una profunda
discrepancia sobre la interpretación de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (CADH), el papel de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte
IDH) y la competencia de la Procuraduría General de la Nación en los procesos
disciplinarios contra funcionarios de elección popular. A continuación, ofreceré
nuestra opinión al respecto.

En primer lugar, respecto a la discrepancia sobre la competencia de la Procuraduría


para tramitar y decidir procesos disciplinarios contra funcionarios de elección popular,
es evidente que existe un desacuerdo fundamental entre los magistrados disidentes y
aquellos que conformaron la mayoría de la Corte Constitucional. Mientras que los
primeros argumentan que asignar funciones jurisdiccionales a la Procuraduría viola el
principio de reserva judicial y no garantiza la imparcialidad y objetividad requeridas, la
mayoría considera que esta atribución es constitucional. La cuestión fundamental
aquí parece ser la interpretación de la naturaleza de las funciones disciplinarias y su
relación con el ámbito judicial, así como la ponderación entre la eficacia administrativa
y la protección de los derechos fundamentales.

Por otro lado, la discrepancia en cuanto al diálogo con la Corte IDH y la aplicación de
sus precedentes también es significativa. Mientras que los magistrados disidentes
sostienen que la sentencia no promueve adecuadamente este diálogo y contradice la
jurisprudencia constitucional en materia de tutela, la aclaración de voto del
magistrado Linares Cantillo argumenta que la sentencia aplicó adecuadamente el
derecho internacional de los derechos humanos al ordenamiento jurídico interno y
promovió el diálogo con la Corte IDH. Aquí, la discrepancia parece residir en cómo se
interpretan y aplican los precedentes internacionales en el contexto nacional, así
como en el peso relativo que se otorga a estos en comparación con la jurisprudencia
constitucional interna.

En cuanto a la solución adoptada por la mayoría de la Corte, que permite a la


Procuraduría tramitar procesos disciplinarios de forma administrativa, con una
revisión judicial automática, se plantea como un compromiso entre la eficiencia
administrativa y la protección de los derechos fundamentales. Sin embargo, los
magistrados disidentes argumentan que esta solución es regresiva y no garantiza
adecuadamente el principio de reserva judicial. La pregunta clave aquí es si este
sistema de revisión judicial automática realmente asegura la imparcialidad y
objetividad en los procesos disciplinarios, o si es necesario un mayor control judicial
para salvaguardar los derechos de los funcionarios.
En nuestra opinión, La protección de los derechos fundamentales y el fortalecimiento
del Estado de derecho son objetivos compartidos, y es crucial encontrar un equilibrio
adecuado entre la eficacia administrativa y la garantía de derechos en el ejercicio del
poder disciplinario del Estado. Por lo tanto, es necesario seguir debatiendo y
reflexionando sobre estos temas para encontrar soluciones que respeten tanto las
obligaciones internacionales como los principios constitucionales en el contexto
colombiano.

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