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J - 87

pierre bourdieu
las estrategias de la
reproducción social

^ ^ 1 siglo veintiuno
S % S Í editores
Selección de los textos y traducción: Alicia B eatriz G utiérrez
C om pilación a u to riz ad a p o rJéró m e B ourdieu
pierre bourdieu
las estrategias
de la reproducción
social

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v v y i siglo veintiuno
x X S J editores
grupo editorial
3 8 3 siglo veintiuno
siqlo xxí editores, s. a. de siglo xxi editores, s. a.
CERPO o a AGUA 249, ROMERO rEPfiEROi, Guatemala 4A 2J 3 1425 Su p .
0 4 3 1 0 . AÉXíCO, U : rMfcl'.CS A(Rfc3. •'•RGfcNlIlA

salto de página, s. I. biblioteca nueva, s. I.


almagro 38. 28010. almagro 38. 28010.
MAGUO, agrama M A O RÍA ? PAMA

Bourdieu, Pierre
Las estrategias de la reproducción social. - Ia ed. - Buenos Aires :
Siglo Veintiuno Editores, 2011 ,
224 p. ; 16x 23 cm. - (Biblioteca clásica de Siglo Veintiuno)

Traducido por: Alicia Beatriz Gutiérrez


ISBN 978- 987- 629- 187-3

1 . Sociología. [. Gutiérrez, Alicia Beatriz, trad. II. Título.


CDD 301

Cet ouvrage, publié dans le cadre du Programme d A ule á la Publicatíon


Victoria Ocampo, beneficie du soutien du Service de Coopération et dAction
Culturelle de l ’Ambassade de France en Argentine.

Esta obra, publicada en el marco del programa de Ayuda a la Publicación


Victoria Ocampo, cuenta con el apoyo del Servicio de Cooperación y de Acción
Cultural de la Embajada de Francia en Argentina.

Una versión de está .obrafue publicada en 2006 por el sello Ferreyra Editen;
con el título Campo del poder y reproducción social. Elementos para
un análisis de la dinámica de las clases.

© 20 i i , Siglo Veintiuno Editores S.A.

Diseño de cubierta: PeterTjebbes

Corrección: Luciano Padilla López

ISBN 978-987-629- 187-3

Impreso en Artes Gráficas Delsur / / Almirante Solier 2450,


Avellaneda, en el mes de septiembre de 2011

Hecho el depósito que marca la ley 1 1,723


Impreso en Argentina / / Made in Argentina
índice

Clases, espacio social y estrategias


U n a introducción al análisis de la re p ro d u c c ió n
social en B ourdieu 9
Alicia B. Gutiérrez
Clase social: clase construida, clase p ro b a b le io
La clase social y el espacio social 15
La construcción del espacio social 18
Acerca de los textos q u e co m ponen este v o lu m en 22

P A R T E L R E P R O D U C C I Ó N V D O M IN A C IÓ N

1. Estrategias de reproducción
y modos de dominación 31

2. Los modos de dominación 51


Los efectos de la objetivación 52
Las formas elem entales de la do m in ació n 59
C uidado de las form as y denegación del in te ré s 6g

P A R T E II. CLASES Y C L A S IF I C A C IO N E S

3. Porvenir de clase y causalidad de lo probable 77


“La causalidad d e lo probable" 84
La pendiente y la inclinación 96
Estructuras patrim oniales y estrategias d e re p ro d u c c ió n 1 i2

4. Endosamiento, descasamiento, reenclasamiento 135


Estrategias de re p ro d u cc ió n y tran sfo rm acio n es
morfológicas i 42
T iem po de c o m p re n d e r 1 52
U na generación en g a ñ a d a 155
8 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D L íC C I O N S O C I A L

La lu ch a contra el desclasam iento l 59


Las estrategias com pensatorias 105
Las luchas de com petencia y la traslación
d e la estructura l7l

5. La representación de la posición social 183

6. Una clase objeto l &7


Pague paysá (¡Paga, cam pesino!) 187

D A R T E III. ELEMENTOS DE D E F I N I C IÓ N

DE L A S FORM AS DE C A P I T A L

7. Capital simbólico y clases sociales 199

8. Los tres estados del capital cultural 213


El estad o incorporado 215
El estad o objetivado 2 17
El estado-institucionalizado 219

9. El capital social 22 1
N otas provisorias 22 1

Nota sobre los textos 225


Clases, espacio social y estrategias
Una introducción al análisis de la
reproducción social en Bourdieu
Alicia B. Gutiérrez*

Esta com pilación reúne nueve artículos de Pierre B ourdieu


q u e su p o n en aportes m uy valiosos para explicar y c o m p re n d er diferentes
aspectos ligados a la rep ro d u cc ió n del m undo social y a sus m ecanism os
de dom inación.
T ien e com o objetivo fundam ental acercar al lecto r en lengua española
textos (algunos ya “clásicos”, otros menos conocidos) que, siendo siem ­
p re resultado de discusiones teóricas e investigaciones empíricas, nos
p erm iten precisar ciertos conceptos claves para el análisis sociológico,
ap re c ia r sus consecuencias m etodológicas, evaluar, en fin, sus alcances
y potencialidades. T ratando siem pre de no caer en el, sesgo intelectua-
lista -a q u e l que nos lleva a “percibir el m u n d o com o un espectáculo,
co m o un conjunto de significados a la espera d e ser interpretados, m ás
q u e com o problem as co ncretos que dem an d an soluciones prácticas ’ - , 1
p ro p o n g o tom ar estos textos com o un re p e rto rio de herram ientas que
p u e d e n ayudarnos a p en sa r y a construir aquellas que específicam ente
utilizam os para ab ordar n u estra propia realidad.
Así, esta introducción p re te n d e facilitar en p arte la lectura de los tex­
tos, reco rd an d o prim ero algunos aspectos de la perspectiva de B ourdieu,
especialm ente su co ncepción de las clases y del espacio social global, n o ­
ciones generales que p erm itan luego p resen tar m uy brevem ente a q u e ­
llas explicitadas en los artículos del presente volum en.

* Agradezco aJéróme Bourdieu, por su generosa autorización para traducir


y publicar estos artículos de su padre. A Marie-Christine Riviére, por su
constante, valiosa y amable colaboración para facilitar el acceso a los textos.
A Franck Poupeau, por su permanente apoyo a la empresa de difusión de la
obra de Pierre Bourdieu.
1 Pierre Bourdieu y Loíc Wacquant, Respuestas por una antropología reflexiva
[1992], México, Grijalbo, 1995, pp. 32-33. De aquí en adelante, la fecha entre
corchetes indica el año de la primera edición en su lengua original.
lO [.AS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I O N S O C I A L

CLASE s o c ia l : c la se c o n s t r u id a , c l a s e p r o b a b l e

En p rim e r lugar, es necesario re co rd a r que la clase social definida desde


la perspectiva teórica de B ourdieu es tam bién (com o en el caso de “cam­
p o ”, “capital" o “habitus”) ' un co ncepto construido, es decir, una clase
en el sen tid o lógico del térm in o y, por lo tanto, una clase en el papel, tal
com o se expresa en “Espacio social y génesis de las clases”:

Esta clase “en el p ap el” tien e la existencia teórica p ro p ia de las


teorías: en la m edida en q u e es el producto de u n a clasificación
explicativa, del todo an álo g a a la de los zoólogos o los botáni­
cos, perm ite explicar y p rever las prácticas y las p ro p ied a d es de
las cosas clasificadas y, e n tre otras cosas, las co n d u ctas de las re­
u n io n es grupales. No es en realidad una clase, u n a clase actual,
en el sentido de g rupo y de g ru p o movilizado p ara la lucha; en
rigor podríam os hablar de clase probable, en tanto c o n ju n to de
agentes que opondrá m enos obstáculos objetivos a las em presas
d e movilización que c u a lq u ie r otro conjunto de ag e n te s *1

Esta m an era de concebir la clase supone una ru p tu ra con cierta teoría


m arxista, en particular con la tendencia a privilegiar las sustancias en
d e trim e n to de las relaciones; tam bién, y sobre todo, co n la inclinación
a co n sid erar la clase teórica (la clase “en el papel”, co n stru id a por el
investigador) com o una clase real, es decir, como un g ru p o efectivam ente
movilizado.
De este m odo, en La distinción se plantea la necesidad de construir la
clase objetiva, como

co n ju n to de agentes que se en c u en tran situados en unas condi­


ciones de existencia ho m o g én eas que im ponen u nos condicio­
nam ientos hom ogéneos y p rodu cen unos sistem as d e disposi­
ciones hom ogéneas, ap ro p iad as para e n g e n d rar unas prácticas
sem ejantes, y que poseen un conjunto de p ro p ied a d es comu- 2*5

2 He desarrollado detalladamente cada uno de estos conceptos en el volumen


Las prácticas sociales. Una introducción a Pierre Bourdieu, Córdoba (Argentina),
Ferreyra Editor, 2005. De allí he tomado en buena medida Iqs conceptos de
ciase social y de espacio social que expongo a continuación.
5 Pierre Bourdieu, “Espacio social y génesis de las ‘clases’'' [1984], Espacios,
n 02, Buenos .Aires, 1985, p. 25, subrayado del autor.
C L A S E S , E S P A C I O S O C I A L Y E S T R A T E G I A S : U N A I N T R O D U C C I Ó N ... 1I

nes, propiedades objetivadas, a veces g aran tizad a s ju ríd ic a m e n te


(como la posesión de bienes o de p o d e re s) o incorporadas, c o m o
los habitus de d a s e (y, en particular, los sistem as de e sq u e m a s
clasificadores) .4

En oposición al sustancialismo de la te o ría m arxista, la clase so c ia l d e


Bourdieu se construye. A hora bien, ¿cóm o se construye? Para a n tic ip a r
som eram ente u n a respuesta, puede decirse, en p rim e r térm ino, q u e las
características de u n a clase social específica p ro v ien e n ifu n d am en tal m e n ­
te de la distinción e n tre dos aspectos d e la situación de clase, la condición
y la posición, que B ourdieu diferenció c la ra m e n te en el p rim ero d e los
textos teóricos que d edicó a esa problem ática: “C ondición de clase y p o ­
sición de clase ’1,56p ublicado por prim era vez e n 1966.
Allí, la condición de clase está ligada a cierto tipo d e condiciones m a te ­
riales de existencia y de práctica profesional, m ientras que la posición de
clase se refiere al lugar ocupado en la e stru c tu ra de las clases re s p e c to d e
las demás. Ambas defin en propiedades de d ife re n te tipo: p ro p ie d a d e s de
condición y propiedades de posición. Estas categorías están e s tre c h a m e n ­
te relacionadas y no p u ed en disociarse: las p ro p ied a d es ligadas a la c o n d i­
ción de clase definen el margen de variación posible de las p ro p ie d a d e s
de posición. A su vez, estas últimas p u ed e n diferenciarse: una clase so cial
posee propiedades ligadas a la posición d efin id a sincrónicam ente (en cier­
to momento del devenir de la estructura social) y propiedades lig a d a s a la
trayectoria de la posición, es decir, definidas en sentido diacrónico:

Como lo hace Weber, puede aislarse e n la condición del ca m ­


pesino lo referen te a la situación y a la p rá ctica del tra b a ja d o r
de la tierra, es decir, cierto tipo de re la ció n respecto de la n a ­
turaleza, situación de dependencia y d e sum isión, correlativa
de ciertos rasgos recurrentes de la relig io sid ad cam pesina, o lo
referente a la posición del cam pesino e n u n a estructura social
determ inada, posición extrem adam ente variable según las so­
ciedades y las épocas, pero d o m in ad a p o r la relación co n el
habitante de la ciudad y con la vida u r b a n a /

4 Pierre Bourdieu, La distinción. Crítica y bases sociales del gusto [1979], M adrid,
Taurus, 1988, p. 100.
5 “Condición de clase y posición de clase” [ 1966], en F. Barbano et al., Estr-uctu-
raíismc y sociología, Buenos Aires, Nueva Visión, 1969, pp. 72-100.
6 Ibíd .p. 73.
12 L*AS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

D esde luego, al ser d efin id a la posición de u n a clase con relación a las


p o sicio nes de las dem ás, las propiedades (tanto las definidas sincróni­
c a m e n te com o las ligadas al devenir de la posición) son relativas a las
p ro p ie d a d e s asociadas a las posiciones de las otras clases,
P ero , además, las características de las diferentes clases sociales d e p e n ­
d e n d e su peso funcional en la estructura de clases, q u e es proporcional a
la co n trib u c ió n que cada u n a hace a la construcción d e dicha estructura,
y q u e no está ligado sólo a su im portancia num érica:

Así, por ejem plo, en sociedades en que el débil desarrollo de


la econom ía y, más precisam ente, de la in d u stria sólo confiere
a la burguesía industrial y al proletariado un débil peso funcio­
nal, el sistema de relaciones entre la p eq u e ñ a burguesía que
sum inistra los cuadros adm inistrativos del Estado y el inm enso
su bproletariado, fo rm a d o p o r desocupados, trabajadores inter­
m itentes de las ciudades y campesinos desarraigados, dom ina y
d eterm in a toda la e stru c tu ra de la sociedad .78

P u e d e decirse entonces q u e u n a clase social posee pro p ied ad es ligadas a


sus relaciones objetivas con lás dem ás clases, Pero tam b ién posee pro p ied a­
des ligadas a las relaciones simbólicas que sostienen sus m iem bros entre sí y
co n las dem ás clases. Se tra ta d e distinciones significantes, que expresan
las d iferencias de co n d ició n y de posición y que, de ese m odo, tienden a
la reduplicación simbólica de las diferencias de clase?

7 Ibíd., p. 84.
8 Aquí Bourdieu retoma algunos elementos de Max Weber. En efecto, este
autor distingue la situación de dase (que define clases) en términos eco­
nómicos, como “el conjunto de las probabilidades típicas de provisión de
bienes, de posición externa, de destino personal, que derivan, dentro de un
determinado orden económico, de la magnitud y naturaleza del poder de
disposición (o de carencia de él) sobre bienes y servicios y de las maneras
de su aplicabilidad para la obtención de rentas o ingresos" (Max Weber,
Economía y sociedad [1922], México, Fondo de Cultura Económica, 1974, p.
242). La situación estamental (que define grupos de estatus) se refiere a
“una pretensión, típicamente efectiva, de privilegios positivos o negativos en
la consideración social, fundada en el modo de vida y, en consecuencia, en
maneras formales de educación [...] en un prestigio hereditario o profesio­
nal". Los grupos de estatus serían, entonces, conjuntos de hombres definidos
por cierta posición en la jerarquía del honor y del prestigio. Cf. Max Weber,
ob. cit., p. 245. Esto equivale a decir que clases y grupos de estatus son dos
maneras de diferenciar grupos sociales. Bourdieu propone, en cambio, tra­
tarlos no como unidades reales sino como unidades nominales, “que pueden
restituir más o menos completamente la realidad según e! tipo de sociedad.
C L A S E S , E S P A C IO SOCIAL. V E S T R A T E G I A S : UNA I N T R O D U C C I O N , . . 13

Este sistema de relaciones sim bólicas, d o n d e están en ju e g o bienes


específicam ente simbólicos, reviste a u to n o m ía relativa. En virtud de
ello, desarrolla su p ropia lógica y sus p ro p ias leyes de funcionam iento,
de m odo que las prácticas asociadas a este ám bito deben ser analizadas
según esa lógica específica. Por supuesto -y destaco que la au to n o m ía es
relativa-, se te n d rá en cuenta que las relaciones de sentido se establecen
en el m argen d e variación que dejan las condiciones de existencia.
En otros térm inos, podría decirse q u e la condición de clase se define
a partir de categorías de posesión y desposesión de bienes, o del m anejo
de ciertos bienes; q u e la posición de clase se refiere más bien a la pose­
sión relativa d e los bienes, que pu ed e ser m ayor o menor, ligada a u n a re­
lación de dom inación-dependencia; y q u e las relaciones sim bólicas son
m aneras de u sar y de consum ir bienes, asociadas a los estilos de vida, es­
tructuradas en térm inos de in clu sió n /ex clu sió n , divulgación/distinción,
y utilizadas -s in que los agentes sociales sean necesariam ente conscientes
de ello - para fortalecer, e incluso re p ro d u cir, la posición de clase.
Si volvemos en to n ces a lo que se p la n te a b a acerca de cóm o se co n stru ­
ye una clase, resulta evidente que, d eb id o a sus características, se trata de
un proceso com plejo. En prim er lugar, n o puede definirse, dice Bour-
dieu, sólo p o r u na propiedad, a u n q u e sea u n a muy im portante, com o su
posición en las relaciones de p ro ducción. A quí también m arca el au to r
otra ru p tu ra co n la concepción de clases e n M arx ,9 específicam ente con
el econom icism o q u e define las clases exclusivam ente a p artir de las re­
laciones de p ro d u cció n y de este m o d o re d u ce el campo social al m era­
m ente ec o n ó m ico .10

pero que son siempre et resultado de la elección de acentuar el aspecto económico


o el aspecto simbólico, aspectos que coexisten siempre en la realidad (...) ya que
las distinciones simbólicas son siempre secundarias respecto a las diferencias
económicas que expresan, transfigurándolas” (Pierre Bourdieu, “Condición
de clase y posición de clase", ob. cit., p. 87).
9 Una primera ruptura se manifiesta ya en Max Weber, como he mencionado,
al distinguir diferentes principios de definición de grupos sociales. Pero
también se manifiesta esta ruptura en la propia definición de clases. Uno de
los elementos de la ruptura consiste en señalar, entre los bienes que generan
diversas posibilidades de renta, bienes no sólo materiales, sino también no-
materiales, como ciertas cualidades de educación, etcétera. Cf. Max Weber,
Economía y sociedad, ob. cit., passint
10 Con respecto al principio de diferenciación de clases sociales para Marx, po­
dría decirse que lo constituye la “posición en las relaciones de producción”.
.Vliora bien, según la lectura que hace Balibar de los textos de Marx, un
modo de producción históricamente determinado se definiría por la relación
establecida entre dos tipos de relaciones: propiedad/no propiedad de los
14 LAS E S T R A T E G I A S DE L A R E P R O D U C C I O N S O C I A L

Tam poco se define u n a clase por la sum a de propiedades (sexo, edad,


o rig en social o étn ico, ingresos, nivel de in strucción), m enos aún p o r
u n a cadena de p ro p ied a d es ordenadas a p a rtir de una propiedad fu n d a­
m ental, com o la posición en las relaciones de producción, en térm inos
d e una relación causa-efecto

sino por la e stru c tu ra de las relaciones e n tre todas las propie­


dades p ertinentes, q u e confiere su p ro p io valor a cada una de
ellas y a los efectos q u e ejerce sobre las prácticas . 11

Esto implica re co n stru ir el entram ado de relaciones determ inantes de


las clases, y de ese m o d o ro m p er con un p en sam ien to lineal, por m edio
d e una causalidad estru c tu ral de una red de elem entos explicativos. A ho­
ra bien, los factores constitutivos de la clase construida no d e p e n d e n
todos entre sí en el m ism o grado, sino que dos de ellos tienen un peso
funcional más im p o rtan te en la estructura del sistem a que articulan: el
volum en y la estru ctu ra del capital. Son ellos los que confieren la form a
y el valor específico a las determ inaciones q u e im p o n en a las prácticas
o tro s factores, tales co m o la edad, el sexo o la residencia.
En consecuencia, la clase construida se define com o

el conjunto de todos los factores que o p eran en todos los dom i­


nios de la práctica: volum en y estructura del capital definidos

medios de producción (división social del trabajo) y apropiación real del tra­
bajo, ligada a una división técnica entre quienes dirigen y controlan la tarea y
quienes la ejecutan. Si esto es así, esta segunda relación, una relación de au­
toridad, constituiría también un principio de definición de clases sociales Cf.
Etienne Balibar, “Acerca de los conceptos fundamentales del materialismo
histórico”, en Louis Aithusser y É. Balibar, Para leer El Capital [1967], México,
Siglo XXI, 1985. También Torcuato Di Telia señala, citando textos de Marx,
ese principio de definición de clases: el de la división jerárquica del trabajo,
y llega a señalar que para Marx este constituye un principio más importante
que el de la propiedad/no propiedad de los medios de producción. Cf. su
Sociología de los procesos políticos, Buenos Aires, Eudeba, 1986. Por ende, Marx
no ha dado una respuesta taxativa respecto de este tema. En el texto relativo
a las clases sociales, publicado en forma postuma, señala como factor decisivo
la “identidad de los ingresos y de la fuente de ingresos", para luego rescatar
la posibilidad de que exista variedad de fuentes de ingresos, de posiciones
y de intereses. Después se interrumpe el manuscrito (Karl Marx, Sociología y
filosofía social, Barcelona, Península, 1978).
11 Pierre Bourdieu, La distinción, ob. cit,, p. 104.
C L A S E S , ESPACÍO S O C I A L V E S T R A T E G I A S : UN A I N T R O D U C C I O N... 15

p u n tu a lm e n te y en su evolución (trayectoria), sexo, ed a d , e s ta ­


tus m atrim onial, residencia, e tc é te ra .12

LA CLASE SOCIAL Y EL ESPACIO SOCIAL

He citado hasta el m om ento tres textos claves para analizar la p ro b le m á ­


tica de las clases en la perspectiva d e B ourdieu: “C d n d ició n d e clase y
posición de clase” [1966], La distinción [1979] y “Espacio social y génesis
de las clases” [1984].
En Epistemología y metodología en la obra de Fierre Bourdieu,13 D enis Baran-
ger dem u estra, en especial en el c u a rto capítulo, cóm o B o u rd ie u paula­
tinam ente in tro d u ce variaciones en sus ideas sustantivas a c e rc a d e esta
problem ática, pasando de la con cep tu alizació n en térm inos d e “c la se so­
cial” a la consideración del “espacio so cial”. Y a p u n ta so b re to d o a la di­
m ensión m etodológica para señ a la r q u e el concepto de “esp acio so cial”
y el de “c a m p o ” le perm iten, sim u ltán e am en te, p ro d u c ir u n a v e rd a d e ra
ru p tu ra m ed ian te la incorporación d e la técnica estadística d e l análisis
de co rresp o n d en cias múltiples.
Veamos las instancias más im p o rta n te s de ese proceso. En p r i m e r lu­
gar, B aranger recuerda que el d esp laz am ien to de las “clases s o c ia le s ” al
“espacio social” le insumió a B o u rd ieu varios años de trabajo. Así, e n sus
inicios com o etnólogo y sociólogo, B o u rd ieu se refería a clases sociales,
pero estaba m uy lejos de h ab e r d esa rro llad o un esq u em a a c a b a d o de
la estru ctu ra d e clases; esto q u e d a d e m anifiesto, según el a n á lisis de
Baranger, en la m anera de co n sid erarlas d u ra n te sus in v estig acio n es en
Argelia .14 Es im portante destacar q u e a q u í la definición d e las c la se s no

12 Ibíd.,p. 112.
13 Denis Baranger, Epistemología y metodología en la obra de Pierre Hourdieit, Buenos
Aires, Prometeo, 2004,
14 En efecto, según señala Baranger en Sociología de Argelia, “sólo en las d o s pági­
nas finales se refiere Bourdieu a la existencia de una estructura de clases ori­
ginal, que deviene de la coexistencia de un desarrollo capitalista con m odos
de producción más antiguos". A continuación sostiene que, sin em bargo, en
Trabajo y trabajadores en Argelia, ya desarrolla un "esbozo para una descripción
de las clases sociales”: “Los criterios más pertinentes para la definición d e las
clases sociales en la sociedad argelina son: a) el sector económico (tradicio­
nal o moderno), b) la estabilidad profesional, c) el tipo de actividad (m anual
o no manual), y d) el grado de calificación o nivel de instrucción. En b^ise a
estos cuatro criterios, no siempre igualmente pertinentes, Bourdieu llega a
i6 LAS E S T R A T E G I A S DE LA RE P R O D U C C I Ó N S O C I A L

era resultado de u n a deducción tn abstracto de una teoría de las clases,


sino que ap arecía “com o el resultado de un procedim iento em p írico
que, p rácticam en te p o r ensayo y error, va a g ru p a n d o los en cu estad o s en
categorías in te rn a m e n te hom ogéneas en lo q u e hace a su relación con
otras variables e x te rn a s ”.15’
Luego, al a b o r d a r “Condición de clase y posición de clase”, Baran-
ger identifica u n a serie de aspectos fundam entales: la distinción e n tre
“condición de clase” y “posición de clase”, la dim ensión sincrónica y la
diacrónica, las re la cio n es objetivas y las sim bólicas. En esta o p o rtu n id a d ,
“la estructura social se define como un sistem a de posiciones y d e oposi­
ciones, en sum a, co m o un sistema de significaciones ”.16 Y se subraya: “en
su acepción posicional, la clase deja de ser u n a sustancia para pasar a ser
percibida com o u n a relación',17
C o n tin u an d o su reconstrucción de ese proceso teórico, caracterizado
p o r el desarrollo de la idea ude una tipología social, y de un espacio
social com puesto p o r u n a yuxtaposición d e cam pos, que será fu n d a m e n ­
tal para su p ro g ra m a de investigación " ,18 B aran g er cita otros textos q u e
ex p o n en resultados de investigaciones de B ourdieu o dirigidas p o r él,
especialm ente “El espacio posicional, m ultiplicidad de las posiciones ins­
titucionales y h ab itu s d e clase” de Luc B oltanski, de 1973, y “P o rv en ir de
clase y causalidad de lo probable” [1974], del propio B ourdieu .19 Final­
m ente, afirm a q u e con “Espacio social y génesis de las clases” [1984] la
teoría de las clases sociales de Bourdieu “alcanza su forma más acabada,
la q ue podem os co n sid e ra r como su p u n to d e llegada, cu an d o ha ter­
m in ad o de d esa rro lla r todas las im plicancias d e La distinción".20 Y señala
acertadam ente:

El título m ism o d e este auténtico m anifiesto teórico ya está in d i­


cando una preem inencia: prim ero está el espacio, y luego a p a­
recen las clases. Esta primacía se afirm a en un sentido ontoló-

distinguir cuatro categorías principales y, para evitar cualquier analogía su­


perficial, acompaña la terminología habitual a la que recurre con abundan­
tes aclaraciones sobre su significado” {Baranger, ob. cit., p. 114).
15 Denis Baranger, ob. cit., p. 117.
16 Ibíd., p. 119.
17 Ibíd., p. 118, destacado del autor.
18 Ibíd., p. 119.
19 El último de los textos mencionados, claro antecedente de La distinción, ha
sido incluido en este volumen.
20 Denis Baranger, ob. cit., p. 121.
.CLA SE S, ESPACIO S O C I A L Y E S T R A T E G I A S : UNA I N T R O D U C C I O N . . . 17

gico -e l espado social es re a l-, tan to com o epistem ológico -es


posible conocer ese espacio-, y m etodológico -lo p rim ero es
siem p re construir el espacio, o sea, el campo - . - 1

En efecto, dice Baranger, en La distinción el análisis de correspondencias


.s m últiples le perm itió a B ourdieu “transform ar sus intuiciones acerca del
espacio social en un concepto m atem áticam ente d efin ib le’1:" intentaba
%
establecer u n a relación de h o m o lo g ía -u n a “c o rresp o n d en c ia”- entre
una e stru c tu ra de prácticas que m ostraba el análisis do correspondencias
m últiples -lig ad as a diferentes estilos d e vida- y la estru c tu ra de las clases
y fracciones de clase que se d e fin ía n a partir de las categorías sociopro-
fesionales del INSEE, todo ello te n ie n d o en cuenta u n a serie de opera­
ciones, detalladas por Baranger. A h o ra bien, recuerda, ni en La distinción
ni p o sterio rm en te en ningún o tro texto, Bourdieu construyó estadísti­
cam ente las clases m ediante el análisis de correspondencias m últiples
-a u n q u e p u d o haber jugado co n esa id e a - sino que c o n tin u ó utilizando
las categorías del INSEE. De todos m odos, Baranger sugiere:

Lo q u e propone B ourdieu es u n cambio radical d e perspecti­


va, su p erad o r tanto de la clase aristotélica -o ló g ic a - com o de
la clase estadística. La re p resen ta ció n de los espacios sociales
a través d e los planos factoriales obtenidos p o r el análisis de
correspondencias m últiples pro p o rcio n ará el tipo d e visión de
c o n ju n to apto para su p erar ta n to el análisis están d a r d e varia­
bles aisladas, como la re d u cció n indiscrim inada de la com pleji­
d ad social a factores estadísticam ente construidos .2 23
2
1

21 íd. Cada uno de estos aspectos es rigurosamente tratado en el capitulo


cuarto, coa el objeto de esclarecer las ideas teóricas que permiten abordar
tanto el proceso técnico-metodológico de construcción de La distinción como
las consecuentes transformaciones en el modo de trabajar con los datos y el
cuestionamiento radical que ello supone respecto de los procedimientos es­
tándar de análisis. En síntesis, Baranger se pregunta aquí cómo se construye
empíricamente el espacio social. Para dar una respuesta apela a diferentes
fuentes: un texto previo a La distinción - “Anatomía del gusto", de 1976,
escrito encoautoría con Monique de Saint-Martin-, junto a otras informa­
ciones -obtenidas especialmente a partir de entrevistas a colaboradores de
Bourdieu-, que permiten al lector reconstruir el itinerario teórico, episte­
mológico y metodológico que lleva, en primer lugar, a la consideración del
espacio social y la “clase construida" en La distinción y luego al uso del análisis
de correspondencias múltiples.
22 Denis Baranger, ob cit., p. 133.
23 Ibíd., p. 140.
l8 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

Y aunque B o u rdieu hubiera renunciado a p ro d u cir un análisis d e co rres­


pondencias q ue p erm itiera representar el espacio social en su co n ju n to ,
el análisis de correspondencias m últiples se constituirá en u n a h e rra ­
m ienta privilegiada p o r m edio de la cual es posible m ostrar la estru c tu ra
de los diversos cam pos que com ponen ese espacio, en los cuales trab a­
ja rá em p íricam ente: el espacio de las facultades y de las facultades de
hum anidades, el de las grandes écoles, el de los constructores d e viviendas
individuales y el de las editoriales francesas. El uso que hizo B o u rd ieu de
ese m étodo, concluye Baranger, "fue por so bre todo [... ] u n a ayuda para
pensar y, accesoriam ente, [...] un m edio para la exposición de los resul­
tados de sus análisis ” ,24 ya que perm ite re p resen ta r con m aestría el m o d o
de pensam iento relacional, dim ensión cen tral de su p ropuesta teórica.

LA CONSTRUCCIÓN DEL ESPACIO SOCIAL

D entro del m arco de esa perspectiva estructuralista, que in teg ra el m o d o


de pensam iento relacional con la inco rp o ració n de la dim en sió n históri­
ca, el espacio social de B ourdieu se construye a partir de tres principios:
volumen del capital, estructura del capital y evolución histórica (trayectoria)
de ambas p ro p iedades.
En efecto, el volum en global del capital (o conjunto de recursos y
poderes efectivam ente utilizables: capital económ ico, cu ltu ral, social,
simbólico) d e te rm in a las diferencias prim arias, y con ello las g ra n d es
clases de co n d iciones de existencia. La estructura p atrim onial (form a
particular de d istribución del capital global en tre las diferentes especies
de capital) d e te rm in a diferencias secundarias, que separan distintas frac­
ciones de clase .25
En cierto tipo de sociedades, d en tro de las diferentes variedades de
capital, el capital económ ico y el cultural constituirían los p rin cip io s fun­
dam entales d e estructuración del espacio social, m ientras q u e el capital
social y el sim bólico serían más bien principios de rentabilidad adicional

24 IbícL, p. 146.
25 Ambas dimensiones permiten analizar dos formas de desplazamiento en el
espacio: vertical (en el mismo campo, como cuando se pasa de maestro a
profesor) y transversal (de un campo a otro), dentro del mismo plano (hijo
de maestro, pequeño comerciante) o en planos diferentes (hijo de maestro,
patrón de industria). Cf. Pierre Bourdieu, La distinción, ob. cit., passim.
CL ASES, E S P A C IO S O C I A L Y E S T R A T E G I A S : U N A I N T R O D U C C I Ó N . . . ig

a los otros dos. En especial u n o de los trabajos del a u to r me p e rm ite in ­


ferir esta diferencia en tre los capitales:

la estructura del espacio social tal com o se observa en las so­


ciedades diferenciadas es el producto de dos principios d e di­
ferenciación fu ndam entales, el capital e c o n ó m ic o y el c a p ita l
cu ltu ral .26

En trabajos anteriores de B ourdieu esta diferencia ñ o aparece e x p líc ita ­


m en te, aunque puede percibirse cuando el a u to r construye un espacio
d e posiciones e inserta allí estrategias con el objetivo d e re la c io n a r cierto
tip o de prácticas con posiciones diferenciales d el espacio social .27
Esto implicaría ev id en tem en te cierta jera rq u iz a c ió n en tre lo s capita­
les: el económ ico y el cultural serian los tnás im p o rtan tes, la b ase de la
estructuración del espacio social; el sim bólico (re c o n o c im ie n to , consa­
g ración, etc.) y el social (relaciones sociales q u e se p u e d e n m ovilizar e n
u n m o m ento determ inado) posibilitarían, a q u ie n los posee, o b te n e r un
re n d im ien to diferencial del capital de base. Es decir, co n stitu iría n u n a
especie de sobreañadido q u e perm itiría ju g a r m e jo r las cartas y realizar
ap uestas más afortunadas en el espacio social.
A h o ra bien, cuando la acum ulación de ciertas form as de ca p ita l está
co n tro la d a casi por e n te ro (especialm ente el capital e c o n ó m ic o , p e ro
tam b ién el cultural, com o o cu rría e n las sociedades d e la ex U n ió n So­
viética, por ejem plo), es necesario reconocer q u e existe en esa s o c ie d a d
o tro principio de d iferenciación, o tra especie de capital cuya d is trib u ­
ció n desigual (objetiva) g e n e ra diferencias en los co n su m o s y lo s estilos
d e vida. Un ejemplo de ello p u ed e ser el capital político —cierto tip o de
capital social, principio fu n d am en tal de e stru c tu ra c ió n del esp a c io en
ciertas sociedades- que, al distribuirse d esig u alm en te, g en era d if e r e n ­
cias en tre los agentes y suele asegurar a sus p o se e d o re s una fo rm a de
ap ro p iació n privada de bienes y de servicios p ú b lico s .28
Se vuelve fundam ental, entonces, construir y d e sc u b rir el p rin c ip io (o
los principios) de diferenciación que perm iten a p re h e n d e r y c o n s tru ir
teó ricam en te el espacio social em píricam ente observado:

26 Pierre Bourdieu, La Noblesse d'État, París, Minuit, 1989, p. 13. [La nobleza de
Estado, Buenos Aires, Siglo XXI, en prensa.]
27 Cf., por ejemplo, Pierre Bourdieu, La distinción, ob. cit.
28 Pierre Bourdieu, Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción [1994], Barcelona,
Anagrama, 1997.
20 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

N ada p erm ite suponer que ese p rin cip io de d iferenciación es el


m ism o en to d o tiempo y en to d o lugar, en la C hina de los ¡Víing
y en la C h in a contem poránea, o incluso en la .Alemania, la Rusia
o la A rgelia d e hoy. Pero a ex cepción de las sociedades m enos
d iferen ciad as (que presentan todavía más diferencias, m en o s
fáciles de m edir, según el capital sim bólico), todas las so cied a­
des se p re se n ta n como espacios sociales, es decir estru c tu ras
de d iferen cias que no se p u ed e n co m p re n d e r v erd a d e ra m e n te
sino a c o n d ic ió n de construir el p rin cip io g enerador q u e fu n d a
esas d iferen cias en la objetividad. P rincipio que no es o tro que
la e s tru c tu ra d e la distribución de las form as de p o d er o d e las
especies d e capital que son eficientes en el universo social c o n ­
sid era d o y q u e varían, pues, según los lugares y los m o m e n to s .29

En síntesis, el esp acio social es un espacio plundimensional de posiciones,


d o n d e to d a p o sició n actual puede d efinirse en función de u n sistem a
con m u ltip licid ad d e coordenadas, cada u n a de ellas ligada a la d istrib u ­
ción de u n tipo d e capital diferente.
El espacio social es una construcción que, evidentem ente, no es igual
al espacio g e o g rá fic o :30 define acercam ientos y distancias sociales. Ello
quiere d e c ir q u e n o se puede “ju n ta r a cualquiera con cu alq u iera", que
no p u e d e n ig n o rarse diferencias objetivas fundam entales; p e ro no im ­
plica ex c lu ir la posibilidad de org an izar a los agentes, en ciertas con­
diciones, m o m e n to s y lugares, según otros principios d e división: por
ejem plo, étn ico s o nacionales .31
En ese esp acio , los agentes y grupos de agentes se d efin en p o r sus posi­
ciones relativas, seg ú n el volum en y la estru ctu ra del capital q u e poseen.
Más c o n c re ta m e n te , la posición de un agente es el co rrelato del lugar
que o cu p a en los diferentes cam pos, es decir, dentro de la d istrib u ció n
de los p o d e re s q u e actúan en cada u n o de ellos (capital ec o n ó m ic o , cul­
tural, social, sim bólico, en sus distintas especies y subespecies). M ediante
un corte s in c ró n ic o del campo de las luchas de clases se o b tie n e un esta­
do de las re la c io n e s de clase, cuya estru c tu ra se define p o r la d istrib u ció n
d iferen ciad a d e los distintos tipos de capital en ese m om ento.

29 Ibíd., p. 49.
30 Aunque ambos se relacionan y, en buena medida, el espacio geográfico
indica diferencias en el espacio social, y las posibilidades de apropiación del
espacio geográfico dependen de las posibilidades sociales.
31 Fierre Bourdieu, “Espacio social y génesis de las ‘clases ", ob. cit., passim.
CL AS E S , E S P A C I O S O C I A L Y E S T R A T E G I A S : U N A I N T R O D U C C I O N .. . 21

C on todo, la fuerza d e que disponen los agentes depende tam bién


(adem ás del volum en y estructura del capital q u e poseen) del estado de
la lucha con respecto a la definición de la apuesta de la lucha?2 Se trata de una
lucha simbólica p o r la definición de los in stru m en to s y de las apuestas
legítimas y por el p o rc en taje de conversión de las variedades de capital.
Este es uno de los o bjetos fundam entales de las luchas entre las fraccio­
nes de clase, cuyos p o d eres y privilegios están vinculados a una u otra
especie de capital (y p o r lo tanto queda ex p u esto a cambios incesantes).
En ese aspecto tam b ién m arca Bourdieu u n a ru p tu fa con el m arxism o :3323

[en tanto] objetivism o ,34 que corre parejo con el intelectualis-


mo y lleva a ig n o rar las luchas simbólicas cuyo lugar son los dife­
rentes campos y su d isp u ta la representación m isma del m undo
social, y en p artic u la r la jerarq u ía en el in te rio r de cada uno de
los campos y e n tre los diferentes cam pos .35

Esta cita me perm ite volver sobre otro aspecto q u e querría destacar: para
B ourdieu, una ciencia social total debe, en p rim e r térm ino, considerar
las estructuras objetivas q u e organizan el m u n d o social, pero tam bién
d eb e ten er en cu en ta las percepciones, rep resentaciones y puntos de vis­
ta propios de los ag entes de ese m undo, p o r las cuales tam bién luchan.
De alguna m anera, los sistem as simbólicos contribuyen a constituir el

32 Píerre Bourdieu, La distinción, ob. cit., p. 243.


33 En este texto he hecho hincapié en algunas de las rupturas de Bourdieu con
el pensamiento marxista, sin desconocer -aunque no lo explicite aquí- sus
acercamientos, tal como lo he trabajado en “Con Marx y contra Marx, El
materialismo histórico en ía perspectiva de Bourdieu", Revista Complutense
de Educación, vol. 14, n° 2, Universidad Complutense de Madrid, 2003, pp.
453-482.
34 “El éxito histórico de la teoría marxista, la primera de las teorías sociales
con pretensión científica, tan completamente realizada en el mundo social,
contribuye así a que la teoría del mundo social menos capaz de integrar el
efecto de teoría [... j represente hoy sin duda el obstáculo más poderoso al
proceso de la teoría adecuada del mundo social al que contribuyera, en otros
tiempos, más que ninguna otra" (Pierre Bourdieu, “Espacio social y génesis
de las 'clases'", ob. cit., p. 34).
35 Ibíd., p. 24. Claro que el lugar por excelencia de las luchas simbólicas es la
clase dominante. Se trata de una lucha “para lograr la definición del prin­
cipio de dominación legítimo, capital económico, capital escolar o capital
social, poderes sociales cuya eficacia específica puede ser redoblada con la
eficacia propiamente simbólica, esto es, con la autoridad que da el hecho
de ser reconocido, elegido por la creencia colectiva” (Pierre Bourdieu, La
distinción, ob. cit., p. 251).
22 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

m u n d o , a dotarlo de sentido para quienes viven en él, lo q u e im plicaría


p en sar q u e es posible, dentro de ciertos límites, transform ar el m undo si
se tran sfo rm a su representación .-0

ACERCA DE LOS TEXTOS QUE COMPONEN ESTE VOLUMEN

A mi ju icio , el párrafo que abre la com pilación de textos q u e aquí pre­


sento p erm ite deslindar las diferentes dim ensiones analizadas con mayor
detalle en los restantes. Afirma B ourdieu al com ienzo del p rim e r artículo
de este volum en:

U na d e las preguntas fundam entales respecto del m u n d o so­


cial es la de saber por qué y cóm o ese m undo d u ra, perseve­
ra en el ser, cómo se p e rp e tú a el orden social, vale decir, el
co n ju n to de relaciones de o rd e n que lo constituyen. (...) De
hecho, el m undo social está d o ta d o de un conatns, com o d ecían
los filósofos clásicos -d e u n a tendencia a perseverar e n el ser,
de u n dinam ism o interno, inscrito, a la vez, en las estru ctu ras
objetivas y en las estructuras “subjetivas’1, las disposiciones de
los ag e n te s-, y está co n tin u am en te m antenido y so sten id o p o r
acciones de construcción y de reconstrucción de las e stru c tu ­
ras q u e en principio d e p e n d e n de la posición o c u p a d a en las
estructuras p o r quienes las llevan a cabo. Toda sociedad reposa
sobre la relación entre esos dos principios dinám icos, q u e va­
rían en im portancia según las sociedades y están inscritos, uno,
en las estructuras objetivas, y más precisam ente en la estru c tu ra 36

36 Estas ideas remiten a Durkheim y Mauss, quienes en 1903 postulan que


los sistemas cognitivos vigentes en las sociedades primitivas derivan de sus
sistemas sociales. De acuerdo con Wacquant, Bourdieu extiende esta idea
seminal en cuatro direcciones: I ) la correspondencia existe en las socieda­
des avanzadas: 2) las primitivas y las avanzadas son estructuras homologas
porque están genéticamente ligadas (los esquemas mentales resultan de
la incorporación de las divisiones sociales); 3) la correspondencia cumple
funciones políticas (los sistemas simbólicos no son meros instrumentos de
conocimiento, sino también instrumentos de dominación, en la medida en
que promueven la integración social de un orden arbitrario); 4) los sistemas
simbólicos constituyen objetos de disputa, de luchas simbólicas por imponer
la manera legítima de ver el mundo, por conservarlo o transformarlo (Píerre
Bourdieu y Loíc Wacquant, ob. cit.).
CLASES, ESPA C fO SOCIAL Y E S T R A T E G IA S : UNA I N T R O D U C C I Ó N ... 2$

de distribución del capital y en los m ecanism os que tie n d e n a


garantizar su reproducción; el otro , e n las disposiciones ( a la
rep ro d u cció n ). Y en la relación e n tre estos dos p rin cip io s se
definen los d iferen tes modos d e re p ro d u c c ió n , e sp e c ia lm e n te
las estrategias d e reproducción q u e los caracterizan .37

En efecto, p ara a b o rd a r las m aneras en q u e se rep ro d u ce la vida social y,


con ella, los d iferen tes m ecanismos de d o m in a c ió n -d e p e n d e n c ia -e s d e ­
cir, para dar c u e n ta de la dinám ica d e las clases sociáles y de la r e p r o d u c ­
ción del espacio so cial- es central c o n sid e ra r el concepto de estrategias de
reproducción social según la perspectiva d e B o u rd ieu .
El origen de ese co ncepto se sitúa a lre d e d o r de los co m ien z o s d e la
década de 1960, a p ropósito de sus análisis e n la Rabila y en e l B éarn ,
ligados a la lógica de los intercam bios m atrim o n iales y a las p rá c tic a s su ­
cesorias: en ese m o m e n to Bourdieu inicia su ru p tu ra más p r o f u n d a c o n
la visión estructuralista y pasa “de la regla a las estrategias ”,38 h a c ie n d o d e
esta última no ció n un concepto clave d e n tro d e su teoría de la a c c ió n : la
identifica con la n o c ió n de práctica, rescata al ag e n te social q u e la p r o d u ­
ce y señaja sus prin cipios de explicación y co m p re n sió n com o r e s u lta d o
sim ultáneo y d ialéctico de las condiciones objetivas de vida, e x te r n a s e
incorporadas.
Más tarde, el co n c ep to de “estrategias d e rep ro d u cc ió n so c ia l” se re ­
tom a com o un asp ecto central en el análisis d e La distinción, y p o s te r io r ­
m ente se sistem atiza en sus diferentes d im en sio n es en el artíc u lo re c ié n
citado.
F undam ental p ara analizar la dinám ica d e las clases y los m e c a n is m o s
de perpetuación del o rd e n social, incluso e n relación con lo q u e las fa­
milias p onen en m arc h a para rep ro d u cirse socialm ente, este c o n c e p t o
m uestra con clarid ad u n a dim ensión c e n tra l d e la teoría de B o u rd ie u ,
q ue destaqué más arriba: la concepción relacio nal de lo social, h e r e n c ia es­
tructuralista p ercep tib le en la m anera co m o se construyen sus c o n c e p to s
claves y en el m odo en que se articulan. Así, las diferentes e stra te g ia s d e
reproducción social se explican sólo re la cio n alm en te, en un d o b l e s e n ­
tido: dentro del co n tex to del sistema q u e constituyen (en u n a fa m ilia o

37 Pierre Bourdieu, “Stratégies de reproduction et modes de dominación ”, Actes


de la Recherche en Sciences Sociales, na 105, 1994, p. 3 (véase el capítulo 1 d e este
volumen).
38 Pierre Bourdieu, “De la regla a las estrategias", en Cosas dichas [ 1987], Bue­
nos Aires, Gedisa, 1988, pp. 67-82.
>4 L A S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

en u n g ru p o de familias p erten ecien tes a una clase o fracción de clase)


y d e n tro d el espacio social global, donde las prácticas q u e form an parte
ele ese sistem a se relacionan con las prácticas constitutivas de los demás,
a rtic u la n d o m odos de re p ro d u cc ió n sociales d iferen ciales .*9
Los aspectos relacionados con este concepto, sus factores explicativos,
su u n id a d de análisis asi co m o una propuesta p ara indagarla pueden
e n c o n tra rs e en el artículo titu lad o “Estrategias de re p ro d u cc ió n y m odos
de d o m in a c ió n ”, publicado p o r prim era vez en 1994, q u e ahora presen­
tam os en len g u a española.
A h o ra bien, los m odos de dom inación im plicados en la reproducción
de la vida social varían de a c u e rd o con las form aciones sociales conside­
radas. E squem áticam ente, d ifieren entre aquellos universos sociales des­
provistos de m ercados “au to rreg u lad o s”, com o el sistem a de enseñanza,
el a p a ra to jurídico, el Estado, “donde las relaciones de dom inación se
h a c e n , se deshacen y se re h a c e n en y por la interacció n e n tre las perso­
n a s”, y aquellos en los q ue, al estar mediatizadas p o r esos mecanismos
objetivos e institucionalizados, las relaciones de d o m in ació n “tienen la
o p a c id a d y la p erm an en cia de las cosas y escapan a las tom as de con­
cie n c ia y del poder individuales ” ,34 90 Este aspecto fu n d a m e n tal de la do­
m in a c ió n está analizado en d etalle en el artículo titu lad o “Los m odos de
d o m in a c ió n ”, publicado p o r p rim era vez en 1976 y q u e, ju n to con “Es­
trateg ias de re p ro d u c c ió n ...”, constituye la p rim era p arte de este libro
( Reproducción y dominación) .
La se g u n d a parte (Clases y clasificaciones) abarca cu a tro textos. Los más
ex ten so s -lo s p rim ero s- im plican una sólida c o m b in ació n de reflexiones
teó ricas y análisis em píricos concretos. Así, el ya citado “P orvenir de clase
y ca u salid ad de lo p ro b a b le” (publicado por p rim era vez en 1974) cons­
tituye u n a pieza fu n d am en tal en la sociología de B ourdieu: oponiéndose
ta n to al econom icism o m ecanicista como al intelectualism o subjetivista y
a p o y á n d o se en la noción d e habitus, el autor explica las prácticas socia­
les en g en eral, y en especial el “ajuste m ilagroso” e n tre las oportu n id a­

39 Una explicitadón mayor de estos aspectos puede verse en .Alicia Gutiérrez,


“La teoría de Bourdieu en la explicación y comprensión del fenómeno de la
pobreza urbana”, en Enrique Martín Criado et al. (comps.), Pierre Bourdieu:
las herramientas del sociólogo, Madrid, Fundamentos, 2004, pp. 255-280, y, de
manera más amplia y detallada, en Alicia Gutiérrez, Pobre\ como siempre...
Estrategias de reproducción social en la pobreza, Córdoba (Argentina), Ferreyra
Editor, 2004.
40 Pierre Bourdieu, “Les modes de domination", Actes de la Recherche en Sciences
Sociales, n* 2-3, 1976, p. 122 (véase el capítulo 2 de este volumen).
C L A S E S , E S PAC IO S O C I A L Y E S T R A T E G I A S : UNA I N T R O D U C C I Ó N . . . 25

des objetivas y las disposiciones subjetivas, e n tre las aspiraciones de cada


clase y fracción de clase y las posibilidades reales de concretarlas, sus­
ceptibles de análisis por interm edio de prácticas económ icas, escolares,
etcétera. Se trata entonces de estrategias explicables y com prensibles en
el contexto d e cada uno de los cam pos específicos, que coexisten en un
espacio social global, donde los d iferen tes agentes o grupos d e agentes,
dotados de diferentes volúmenes y estructuras de capital, lu c h a n para
reproducirse socialm ente .11
¿Qué o c u rre en el sistema de las estrategias de re p ro d u c c ió n social
cuando se m odifica la relación e n tre las diferentes clases o fracciones
de clase y los instrum entos de re p ro d u cc ió n disponibles? Más co n creta­
mente, ¿qué pasa, p o r ejemplo, cu a n d o se modifican las posibilidades de
acceso y de p erm an en cia de cada g ru p o en el sistema de enseñanza? Esta
cuestión es el hilo conductor del texto “Enclasam iento, desclasam iento,
reenclasam iento" (publicado o rig in ariam en te en 1978), que analiza en
detalle diferentes estrategias de reconversión de distintas clases y frac­
ciones de clase ante transform aciones m orfológicas del cam p o escolar
(inflación d e títulos escolares, devaluación correlativa, etc.) com o estra­
tegias de re p ro d u cc ió n que apuntan objetivam ente -e s decir, sin ser los
agentes n ecesariam ente conscientes de e llo - a evitar el desclasam iento o
a buscar el reenclasam iento.
Más q u e en las estrategias, los o tro s dos textos de esta se g u n d a parte
cen tran la a te n c ió n en las representaciones de los agentes. En “La re p re ­
sentación d e la posición social”, p u b lic a d o originariam ente en 1984, se
esclarece a ú n más u n a idea ya p re se n te e n los textos an terio res: la posi­
ción social es objeto de percepciones y d e apreciaciones de los agentes,
que d e p e n d e n de la posición actual y tam b ién de la trayectoria efectu a­
da (p o r tan to , del habitus) y de los m arcos de referencia posibles. En
“Una clase o b je to ”, publicado en 1977 e n francés, la idea c e n tra l es que
“la verdad d e l m u n d o social es ob jeto d e luchas”. En otras palab ras, la
co n strucción social de la realidad es el resultado de in n u m e ra b le s actos
de co n stru cció n antagonistas que llevan a cabo los agentes d e m an era

41 Baranger (ob. cit., p. 120) sostiene que los temas esenciales de La distinción
se encuentran anticipados en este texto: ilEn la idea de una topología social,
y de un espacio compuesto por una yuxtaposición de campos, ya se encuen­
tra en germen el uso no meramente metafórico de la noción de espacio,
que será fundamental para el programa de investigación de Bourdieu. Ya
no se trata de la mera posición de individuos o grupos en un único espacio
homogéneo, sino que este espacio mismo aparece ahora concebido como
una estructura de estructuras, como una estructura compuesta”.
26 LAS E S TR ATE G IAS DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

individual o colectiva p ara im p o n er una visión d e l m u n d o social más


aco rd e a sus intereses, según la posición q u e o c u p a n en la estru ctu ra
social y apelando a los p o d eres diferenciales q u e poseen. Ello im plica
q u e en la consideración d e la reproducción de las clases d eb e n tenerse
en cu e n ta tanto las co n d icio n e s m ateriales co m o las simbólicas; p o r
ello, se im pone la co n fig u ració n de una h isto ria social de los esquem as
de pen sam ien to y de p e rc e p c ió n del m undo social com o pun to de p ar­
tid a de la crítica social.
Finalm ente, la tercera p arte , Elementos de definición de las formas de capi­
tal, contiene tres artículos, presentados en o rd e n cronológico según su
fecha de aparición. En cada uno de ellos B o u rd ieu ab o rd ó un tipo de
capital diferente, distintos tam bién del capital eco nóm ico y con fuerza
p ro p ia en campos específicos: el capital sim bólico, el capital cultural y
el capital social. Así, en “C apital simbólico y clases sociales", publicado
en 1977, distingue dos co n ju n to s de propiedades q u e p u eden caracte­
rizar a los agentes sociales: las propiedades m ateriales y las simbólicas.
Am bos conjuntos de p ro p ied ad es definen p o d eres diferentes, y consti­
tuyen a la vez las clases y fracciones de clase . 12 El capital sim bólico es
así to d a diferencia reco n o cid a, aceptada com o legítim a y que pro cu ra
un signo de distinción, m anifiesto especialm ente e n los estilos de vida.
O tro p o d er social es el “capital cultural", definido, p o r oposición al “ca­
pital hum ano", en “Los tres estados del capital cultural", publicado en
1979. P udiendo existir bajo tres estados -objetivado, incorporado e ins­
titucionalizado-, el capital cultural se presenta co m o una h erram ien ta
de análisis valiosa a la h o ra de reseñar las d iferencias de los resultados
escolares entre los m iem bros de las diferentes clases y conocer las estra­
tegias ligadas al cam po educativo en general, tal co m o se evidencia en los
análisis presentados en la segunda parte del libro. P or últim o, otro tipo
de capital, el “capital social”, recurso ligado a la “p e rte n en cia a una red
d u ra b le de relaciones, m ás o m enos institucionalizadas”, se en c u en tra
d efin id o en “El capital social. Notas provisorias”, publicado en 1980. Tres
tipos distintos de recursos (simbólicos, culturales, sociales) constituyen
tres fuentes diferentes de poder, que, junto al eco n ó m ico , com ponen las
cu atro grandes formas de capital que Bourdieu distinguió y sugirió com o
principios de construcción del espacio social (e n térm inos de volum en

42 En ese texto podrán encontrarse algunos de los aspectos que he mencionado


más arriba en relación con los elementos que Bourdieu toma de la teoría de
Max Weber.
C L A S E S , ESPACIO S O C I A L V E S T R A T E G I A S : U N A I N T R O D U C C I Ó N . . . 2J

v d e estru c tu ra ), como factor clave d e las estrategias de re p ro d u c c ió n de


las diferen tes clases y fracciones de clase, y (por ello) de la re p ro d u c c ió n
de la vida social.
PARTE I
Reproducción y dominación
i. Estrategias de reproducción
y modos de dominación

t
Una de las p reg u n tas fundam entales re sp ecto del m u n d o so­
cial es la de saber por qué y cóm o ese m u n d o d u ra , persevera en el ser,
cóm o se p erpetúa el o rd e n social, vale decir, el c o n ju n to de re la cio n es
de o rd e n que lo constituyen. Para d a r una re sp u esta veraz a e sta p re ­
g u n ta, hay que rechazar tan to la visión “estru c tu ra lista ”, según la cual
las estructuras, portadoras d el principio de su p ro p ia p e rp e tu a c ió n , se
re p ro d u c e n con la colaboración obligada de ag e n te s som etidos a sus
constricciones, cuanto la visión interaccionista o e tn o m e to d o ló g ic a (o,
en térm in o s más amplios, m arginalista), según la cual el m u n d o social es
p ro d u c to de los actos de co n strucción que en ca d a m o m e n to re alizan los
agentes, en una suerte de “creación c o n tin u a ”. P ara ex p resarlo d e o tro
m odo: hay que recusar la cu estió n de saber si las señales d e su m isió n que
los subordinados acu erdan p e rm a n e n te m e n te a sus su p erio res c o n s titu ­
yen y reconstituyen sin cesar la relación de d o m in a c ió n o si, a la inversa,
la relació n objetiva de d o m in ació n im pone los signos de su m isió n . De
h ech o , el m undo social está d o tad o de un conatus, c o m o decían lo s filó­
sofos clásico s-d e una te n d e n c ia a perseverar en el ser, d e un d in a m ism o
in te rn o , inscrito, a la vez, en las estructuras objetivas y e n las e stru c tu ra s
“subjetivas”, las disposiciones d e los agentes-, y e stá c o n tin u a m e n te m an­
ten id o y sostenido por acciones de construcción y d e re c o n stru c c ió n de
las estru ctu ras que en prin cip io d e p e n d e n de la p o sició n o cu p a d a e n las
estru ctu ras por quienes las llevan a cabo. Toda so cied a d reposa s o b re la
relació n en tre esos dos principios dinám icos, q u e varían e n im p o rta n c ia
seg ú n las sociedades y están inscritos, uno en las estru c tu ras objetivas, y
m ás precisam ente en la estru c tu ra de d istribución d el capital y en lo s m e­
canism os que tienden a g aran tizar su re p ro d u cc ió n ; el o tro , en las d is p o ­
siciones (a la reproducción). En la relación e n tre estos dos p rin c ip io s se
d e fin e n los diferentes m odos d e reproducción, en especial las estra te g ias
d e rep ro d u cció n que los caracterizan.
32 LAS E S T R A T E G I A S DE I A R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

Antes de e m b a rc a rm e en las abstracciones, inevitables, de la tentativa de


formal ización o, si no resulta dem asiado enfático, de axiom atización a la
cual voy a e n tre g a rm e frente a ustedes,* q uerría recordar sucin tam en te
las co n d icio n e s en que han nacido y se han desarrollado las reflexiones
teóricas q u e m e h an llevado a crear el concepto de sistema de estrategias
de re p ro d u c c ió n . Considero necesario, especialm ente en presen cia de
un a u d ito rio q u e e n su mayoría p e rte n e c e a otra disciplina (la historia) y
a otra trad ic ió n intelectual nacional, ex plicitar el contexto histórico en el
cual (y contra el cual) me he an im ad o a pensar todo un tipo d e acciones
com o estrateg ias (y no com o p uesta en acto de reglas) objetivam ente
orientadas h ac ia la reproducción de ese cuerpo social q u e es la familia
(o el ‘‘h o g a r”) y constitutivas de un sistem a.
Pero m ás q u e los m alentendidos in h e re n te s a la co m unicación inter­
disciplinaria e internacional, tem o los q u e pueden resultar de la desrea­
lización q u e p ro d u c e la form alización. H e pensado con frecuencia, por
ejem plo, q u e el pensam iento de Max W eber ha debido su frir m ucho a
causa de las lec tu ra s teoricistas favorecidas p o r las tentativas d e form aliza­
ción que él p re se n tó , hacia el final de su vida, en Wirschaft und Gesellchaft
[Economía y sociedadj, y que sin d u d a gran parte de las deform aciones
que ha su frid o su obra se habrían evitado si muchos de sus lectores (es­
p ecialm ente T alco tt Parsons) h u b ie ra n tenido una visión más exacta del
contexto h istó rico específico (el espacio de las posibilidades científicas)
con re lació n a la cual aquella se constituyó, así com o de las investiga­
ciones h istó ricas en las cuales se h ab ía cim entado. A dem ás, d ad o que
los p rin cip io s d e erro r contra los cuales se han construido n o dejan de
estar vigentes, los conceptos más rigurosam ente controlados c o n tin ú an
expuestos a utilizaciones descuidadas y superficiales, que tie n d e n a des­
truir el p o d e r d e ruptura que aquellos encierran: eso sucede d ía a día con
nociones c o m o capital cultural o capital simbólico.
No me es fácil reconstituir de m a n e ra exacta el espacio de los posibles
teóricos fre n te al cual estaba situado cu a n d o en los años sesen ta com en­
cé a in te re sa rm e , a propósito del caso de la Rabila y de B éam , e n la lógica
de los in te rc a m b io s m atrim oniales y d e las prácticas sucesorias. Lo cierto
es que d ic h o espacio estaba d o m in ad o p o r la perspectiva estructuralista
que, a favor d e la am bigüedad de la n oción de regla, p o d ía d a r las apa­
riencias d e u n a revolución teórica a u n a restauración del juridicismo, que

* Este texto es una transcripción del curso dictado en Gotinga el 23 de sep­


tiembre de 1993.
E S T R A T E G I A S DE R E P R O D U C C I Ó N Y M O D O S DE D O M IN A C IÓ N 33

desde el origen acechaba en las investigaciones etnológicas en m ateria


de teorías del parentesco, com o lo ha m ostrado m uy b ien Louis D um ont,
pero tam bién y sobre to d o en m ateria de teorías de restitución de bienes.
Representativa de esta visión es la lectura que E m m an u el Le Roy Ladurie
h ará de los trabajos de Je a n Yver, que lleva a d efin ir áreas geográficas en
cuyo seno se im ponen n o rm as sucesorias inflexibles que no dan cabida
a conciliaciones o negociaciones ,1 Sin du d a p o rq u e era partícipe de este
mood teórico, indiscutiblem ente ligado al prestigio extraordinario que
entonces poseía -e n la o p in ió n de todos los investigadores en ciencias
sociales- la obra de C laude Lévi-Strauss, muy especialm ente Las estruc­
turas elementales del parentesco, yo había in ten tad o , e n un prim er trabajo
sobre el caso de Béarn, c o n stru ir un m odelo q u e vinculase las estrategias
m atrim oniales con las tradiciones sucesorias .12 Sin em bargo, un estudio
más p rofundo de m atrim onios concretos, y en p artic u la r de casos de ca­
sam ientos desiguales, ta n to en la Rabila com o en B éarn, paulatinam ente
m e había llevado a p o n e r en duda la visión estructuralista, que quizá
d eb ía parte de su seducción al hecho de q u e te n d ía a reducir el funcio­
n am ien to social a una su erte de m ecanism o de relojería, y a hacer del
etn ó lo g o -q u ien e n g e n d ra b a ese m ecanism o- u n a suerte de Dios relo­
je ro , exterior y superior a su creación. En efecto, m e parecía, tanto en
el caso de la Rabila com o en el caso de B éarn, que la norm a oficial -e l
“casam iento p referencial” con la prima paralela o el derecho de prim o-
g e n itu ra - apenas era u n a de las constricciones, y no la más imperativa,
q u e los agentes debían considerar a la h o ra de co n c eb ir sus estrategias
sucesorias o m atrim oniales; y que por tanto e ra necesario abandonar la
visión desde lo alto y la “m irada distante” que caracterizaban la visión
estructuralista para situarse, con un cam bio radical d e “paradigm a” (en
el sen tid o de Ruhn), sim bolizado por el recurso a la no ció n de estrategia,
en el principio mismo de la práctica, en el p u n to de vista de los agentes.

1 Cf. J. Yver, Égalité entre héritiers et exclusión des enfants dotes. Essai de géographie
coutumiére, París, Sirey, 1966; E. Le Roy Ladurie, “Structures familiales et cou-
tumes d'héritage en France au XVTsiécle: systéme de la coutume", Anuales
ESC, n° 4-5, 1972, pp. 825-846, reproducido en Le tenitoire de ¿'historien, Parts,
Gallimard, pp. 222-251.
2 Cf P. Bourdieu, “Célibat etcondition paysanne", Eludes rurales, nQ5-6,
1962, pp. 32-136 [“Celibato y condición campesina”, e n £ / baile de los solteros,
Barcelona, Anagrama, 2004, pp. 17-127]. Respecto de este trabajo y su con­
tinuación y perfeccionamiento en la tradición etnológica, véase el número
especial de la revista Eludes Rurales: La Ierre, succession et hérilage, 1988, pp.
110-113.
34 LAS e s t r a t e g i a s DE LA R E P R O D U C C I O N s o c i a l

Eso no quiere decir, com o a veces ha sugerido Lévi-Strauss, en su con­


ciencia, m ediante una regresión hacia una fenom enología subjetivista,
que sirve de fundam ento a u n a visión ingenuam ente “esp o n tan e ísta” del
o rden social . 1 Ese cambio en la relación con los agentes -m e n o s distan­
te - y con la práctica -m en o s “intelectualista”- im plicaba u n a transform a­
ción p ro fu n d a de la m irada sobre las prácticas, es decir, la construcción
de una teoría de la práctica fu n d a d a sobre una teoría reflexiva de la
m irada teórica (o del scholastic bias) que im plicaba u n a transform ación
pro fu n d a en la m anera de efe c tu a r la investigación acerca d e las estrate­
gias m atrim oniales y sucesorias. Así, en el caso de Kabil.a, p o r ejem plo,
ju n to con Abdelm alekSayad he p o d id o dem ostrar que ese elem en to fun­
dam ental del capital sim bólico, el nom bre, era la apuesta d e estrategias
extrem adam ente complejas, tan to entre los ascendientes co m o entre los
descendientes -estrategias que o tro s han podido observar en lugares y
tradiciones muy diferentes - . 1 H a b la r de apuesta, de lo q u e está e n j u e ­
go, es ab an d o n ar la lógica inecanicista de la estructura e n favor de la
lógica dinám ica y abierta del ju e g o , y obligarse a tom ar e n cuenta, para
co m p ren d er cada nueva ju g ad a, la serie com pleta de ju g a d a s anteriores,
tanto en m ateria m atrim onial com o en m ateria sucesoria. En resum en,
es obligarse a reintroducir el tiem po -q u e Leibniz d efinía com o “el or-34

3 La noción de estrategia, tal como la he empleado, tenía como primera virtud


notar las coacciones estructurales que pesan sobre los agentes (contra ciertas
formas de individualismo metodológico) y a la vez la posibilidad de respues­
tas activas a esas coacciones (contra cierta visión mecanicista, propia del
estructuralismo). Como indica la metáfora del juego, en gran medida esas
constricciones están inscriptas en el capital disponible (bajo sus diferentes
formas), es decir, en la posición que cierta unidad ocupa en la estructura de la
distribución de ese capital, y por tanto, en la correlación de fuerzas con otras
unidades. En ruptura con el uso dominante de esa noción, que considera las
estrategias expectativas conscientes y a largo plazo de un agente individual,
yo utilizaba ese concepto para designar los conjuntos de acciones ordenadas
en procura de objetivos a más o menos largo plazo, y no necesariamente
planteadas como tales, que los miembros de un colectivo tal como la familia
producen. (Cf P. Bourdieu, “Les stratégies matrimoniales dans le systéme de
reproduction", Annales ESC, n° 4-5, 1972, pp. 1105-1127 [“Las estrategias ma­
trimoniales en el sistema de las estrategias de reproducción”, en El baile de los
solteros, Barcelona, Anagrama, 2004, pp. 167-210]; C. Lévi-Strauss, “L’ethno-
logie et l histoire", Anuales ESC, nrt 6, 1983, pp. 1217-1231; P. Bourdieu, “De
la régle aux stratégies”, en Choses dites, París, Minuit, 1987, pp. 75-93 [Cojos
dichas, Buenos Aires, Gedisa, 1988]).
4 P. Bourdieu, Esquísse d ’une théorie de la pratique, Ginebra, Droz, 1966, pp.
82-83, 133-137; Christiane Klapisch-Zuber, La Maison et le Nom. Stratégies et
rituels dans lltalie de la Renaissance, París, Ecole des Hautes Études en Sciences
Sociales, 1990.
E S T R A T E G I A S DE R E P R O D U C C I Ó N V M O D O S DE D O M I N A C I Ó N 35

den de las sucesiones”- y también, a la m a n e ra d e los agentes m ism o s,


el conjunto (o sistem a) de estrategias de to d a índole, m atrim o n iales y
sucesorias, pero tam b ién económicas, educativas, etc., que residen e n el
principio del estado del ju e g o y del p o d er so b re el ju e g o y, m erced a este,
de toda nueva estrategia.
El corpas de pro p u estas teóricas que in te n ta ré ex p o n e r se apoya, p u e s ,
sobre una gran serie de análisis históricos c o m p letam en te específicos d e
las estrategias que, e n contextos muy d iferen tes, agentes muy d ife re n te s -
campesinos kabilas o bearneses, señores de la in d u stria p re o cu p ad o s p o r
asegurar la p erp etu ació n de su em presa o e m p le a d o s deseosos de t r a n s ­
m itir su capital cultu ral asegurando su con v ersió n en capital esco lar—p o ­
nen en práctica, y p o r cuyo interm edio se efe c tú a el conatus de u n id a d
doméstica. Al igual que los análisis llam ados etnoló gicos que he lle v a d o
a cabo respecto de B éarn o de la Rabila, q u e n o h a n dejado de o r i e n t a r
mis investigaciones so bre las estrategias educativas que a c tu a lm e n te las
diferentes categorías sociales ponen en p rá ctica e n todas las so c ie d a d e s
avanzadas para re p ro d u c ir su posición en el esp acio social, esos an á lisis
que se da en llam ar sociológicos me han p e rm itid o com p ren d er m ás a d e ­
cuadam ente las transform aciones de las estrateg ias m atrim oniales d e las
sociedades cam pesinas que han sido d e te rm in a d a s p o r la u n ificació n del
m ercado de los bienes simbólicos y p o r la transform ación p ro f u n d a d e
los mecanismos d e reproducción ligados al in c re m e n to e x tra o rd in a rio
de la incidencia del sistem a escolar.5

Puede trazarse una su erte de panoram a de las g ra n d e s clases de estrategias


de reproducción (en g en d rad as por esas d isposiciones) que se e n c u e n tr a n
en todas las sociedades, si bien con d iferen te incidencia (e sp e c ia lm e n ­
te según el grado d e objetivación del capital) y bajo formas que v a ría n
según la índole del capital que se trata de tra n sm itir y el estado d e ios
m ecanismos de re p ro d u cció n disponibles (p o r ejem plo, las tra d ic io n e s
sucesorias). Esta construcción teórica p e rm ite restau rar en el a n á lisis
científico la un id ad de prácticas que diferen tes ciencias (derecho, d e m o ­
grafía, econom ía, sociología) casi siem pre a p r e h e n d e n en ord en d i s p e r ­
so y por separado.

5 Cf. P. Bourdieu, “Reproduction interdite. La dimensión symbolique de la


domination économique”, Eludes Rurales, n° 113-114, 1989, pp. 15-36 [“P ro h i­
bida la reproducción. La dimensión simbólica de la dominación económ ica",
en El baile de los solteros, Barcelona, Anagrama, 2004, pp. 211-242] y “Le p a tro ­
nal", Actes de la Recherche en Sciences Sociales, n° 21, 1978, pp. 3-82.
36 L A S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

P 01 in terd e p e n d ie n te s y entrem ezcladas que re su lte n en la práctica,


es p o sible distribuir las estrategias de re p ro d u c c ió n en algunos tipos
de m ay or alcance. E ntre las estrategias de inversión biológica, las más im ­
p o rta n te s son las estrategias de fecundidad y las estrategias profilácticas. Las
p rim e ra s son estrategias a m uy largo plazo, q u e c o m p ro m e te n el fu tu ­
ro e n te r o del linaje y de su patrim onio, y q u e a p u n ta n a c o n tro la r la
fe c u n d id a d , es decir, a a u m e n ta r o a reducir el n ú m e ro de hijos y, p o r
ello, la fuerza del g ru p o fam iliar, pero tam bién la c a n tid a d de p o ten cia­
les p re te n d ie n te s del p a trim o n io m aterial y sim bólico: especialm ente
seg ú n la condición de los recursos disponibles, p u e d e n ec h a r m ano de
m o d a lid a d e s directas, co n las técnicas de lim itación d e los nacim ientos,
o in d ire c ta s, p o r ejem plo co n el m atrim onio tard ío o el celibato, q ue
tie n e la d o b le ventaja de im p e d ir la re p ro d u cció n b io ló g ica y de excluir
(al m e n o s de hecho) d e la h e re n c ia (esa función c u m p le la o rien tació n
al sa c e rd o c io de algunos de los hijos en las fam ilias aristocráticas o b u r­
guesas bajo el A ntiguo R égim en, o del celibato d e los hijos más jóvenes
en c iertas tradiciones cam pesinas que favorecen al p rim o g én ito ). Las
estrategias profilácticas están destinadas a p reserv ar el p atrim o n io bio ­
lógico aseg u ran d o los cu id ad o s continuos o d isc o n tin u o s destinados
a m a n te n e r la salud o á m a n te n e r alejada la e n fe rm e d a d y, en térm i­
nos m ás am plios, a se g u ra n d o u n a adm inistración ra zo n ab le del capital
c o rp o ra l.
Las estrategas sucesorias a p u n ta n a garantizar la transm isión del p atri­
m o n io m aterial en tre las generaciones con el m ín im o de desperdicio
posible d e n tro de los lím ites de las posibilidades ofrecidas p o r la costum ­
b re y el d erech o -a u n q u e fuese recurriendo a todos los artificios y todos
los su b terfugios disponibles d e n tro de los lím ites del d e re c h o o a todos
los m an ejos ilegales (com o la transm isión directa e invisible de activos
líq u id o s o de objetos). Estas estrategias se especifican según la form a
de cap ital que se ha de tran sm itir y, por tanto, según la com posición del
p a trim o n io .
Las estrategias educativas, e n tre ellas el caso específico de las estrategias
esco lares de las familias o de los hijos escolarizados, son estrategias de
inv ersió n a muy largo plazo, no necesariam ente percibidas com o tales,
y n o se red u cen , com o cree la econom ía del “capital h u m a n o ”, sólo a su
d im e n sió n económ ica, o incluso m onetaria: en efecto, tien d en ante todo
a p ro d u c ir agentes sociales dignos y capaces de recib ir la herencia del
g ru p o . Eso sucede, en especial, con el caso de las estrategias “éticas” que
a p u n ta n a inculcar la sum isión del individuo y de sus intereses al gru p o
y a sus intereses superiores; así, cum plen una función fundam ental, ase-
E S T R A T E G I A S DE R E P R O D U C C I Ó N V MOD OS DE D O M I N A C I Ó N 37

guiando la rep ro d u cc ió n de la familia q u e de por sí es el “sujeto" de las


estrategias de reproducción.
Las estrategias de inversión económica, en el sentido amplio del térm ino,
tienden a la p erpetuación o el aum ento del capital bajo sus diferentes for­
mas. En efecto, a las estrategias de inversión económ ica en sentido acota­
do, es necesario agregar las estrategias de invasión social, o dentadas hacia
la instauración o el sostenim iento de relaciones sociales directam ente utili-
zables o movilizables, a corto o a largo plazo, es decir, hacia su transform a­
ción en obligaciones duraderas, subjetivam ente percibidas (sentim ientos de
reconocim iento, de respeto, etc.) o institucionalm ente garantizadas (de­
rechos), y, p o r lo tanto, en capital social y en capital simbólico, pro d u cid o
por la alquim ia del intercam bio -d e d in ero , de trabajo, de tiem po, e tc .- y
por todo un trabajo específico de sostenim iento de las relaciones. E ntre
las de inversión económ ica, en el caso especial de las estrategias matrimonia­
les debe asegurarse la reproducción biológica del grupo sin am enazar su
reproducción social m ediante casam ientos desiguales, y ocuparse del m an­
tenim iento del capital social, m ediante la alianza con un grupo al m enos
equivalente bajo todos los aspectos socialm ente pertinentes.
Las estrategias de inversión simbólica son todas las acciones que a p u n ta n
a conservar y a au m e n ta r el capital de reconocim iento (en los diferen tes
sentidos), p ro p ician d o la reproducción de los esquemas de p ercep ció n y
de apreciación más favorables a sus p ro p ied a d es y p roduciendo las accio­
nes susceptibles de apreciación positiva según esas categorías (p o r ejem ­
plo, m ostrar la fuerza para no ten er q u e valerse de ella). Las estrategias
de sociodicea, q u e son un caso especial d e n tro de este tipo, a p u n ta n a
legitim ar la d o m in ació n y su fu n d am en to (es decir, la especie de capital
sobre la cual rep o sa), naturalizándolos.
Las estrategias de reproducción tie n e n p o r principio, no u n a in te n ­
ción consciente y racional, sino las disposiciones del habitus que e sp o n tá ­
neam ente tien d e a reproducir las co n d icio n es de su propia pro d u cció n .
Ya que d e p e n d e n de las condiciones sociales cuyo producto es el habitus
-es decir, en las sociedades diferenciadas, del volumen y de la estru c tu ra
del capital poseído p o r la familia (y de su evolución en el tie m p o )-, tien ­
d en a p erp e tu a r su identidad, que es diferencia, m anteniendo brechas,
distancias, relaciones de orden; así, co n trib u y en en la práctica a la re p ro ­
ducción del sistem a com pleto de diferencias constitutivas del o rd e n so­
cial .0 Las estrategias de reproducción en g e n d rad a s por las disposiciones 6

6 En efecto, el habitus tiende a perpetuarse según su determinación interna,


38 LAS E S T R A T E G I A S DE L A R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

a la reproducción in h e re n te s al habitus p u ed e n ir a la par de estrategias


conscientes, individuales y a veces colectivas, q u e, casi siem pre inspiradas
p o r la crisis del m odo d e reproducción consolidado, no necesariam ente
contribuyen a la realización de los fines a los cuales tienden.
Las estrategias de re p ro d u cció n constituyen un sistema y, p o r ello, se
ubican en el origen d e los reemplazos funcionales y efectos com pensa­
torios ligados a la u n id a d de función: p o r ejem plo, las estrategias m atri­
m oniales pueden su p lir las fallas de las estrategias de fecundidad. Visto
q u e se aplican en diferen tes puntos del ciclo de vida y que este constituye
u n proceso irreversible, las diferentes estrategias de reproducción están
tam bién cronológicamente articuladas, y cada u n a de ellas debe en cada m o­
m en to ten er en cu e n ta los resultados alcanzados p o r aquella que la h a
preced id o o que tiene un alcance tem poral m ás breve: así, por ejem plo,
en la tradición bearnesa, las estrategias m atrim oniales d ependían muy
d irectam ente de las estrategias de fecundidad de la familia, p o r in ter­
m edio de la cantidad y del sexo de los hijos, potenciales preten d ien tes
d e u n a “dote” o de u n a com pensación; p ero tam b ién de las estrategias
educativas, cuyo éxito era la condición para im p lem en tar las estrategias
tendientes a ap artar de la herencia a las hijas y a los hijos más jóvenes (a
unas m ediante el m atrim o n io apropiado y a los otros m ediante el celiba­
to o la em igración); y, p o r últim o, dependían de las estrategias estricta­
m en te económicas ten d ien tes, entre otras cosas, a preservar o au m e n ta r
el patrim onio. Esta in terd ep en d en cia se e x ten d ía d u ran te varias g en e­
raciones, de m odo q u e d u ra n te mucho tiem po u n a familia podía estar
constreñida a im p o n erse duros sacrificios para com pensar las “salidas”
q u e habían sido necesarias para “dotar” en tierras o en dinero a una
fam ilia dem asiado n u m ero sa o para restablecer la posición m aterial -y
so b re todo sim bólica- del grupo después de un casam iento desigual .7
Esos mismos análisis se aplican a las grandes familias aristocráticas y a las
familias reales, cuyas estrategias domésticas se vuelven asuntos de Estado
(guerras de sucesión, e tc é te ra ).8

afirmando su autonomía con respecto a la situación {en lugar de someterse a


la determinación directa del entorno, como la materia).
7 Cf. de P. Bourdieu los ya citados “Célibat...” y “Les stratégies...".
8 Para otros ejemplos, cf. la bibliografía de Marie-Christine Zalem, Études Ru­
rales, n° 110-112, 1988, pp. 325-357, y también Kojima Hiroshi, “A Demogra-
phic Evaluation of P. Bourdieu’s Fertility Strategy'". TheJournal of Pop ulation
Problems, 45 (4), 1990, pp. 52-58.
E S T R A T E G I A S DE R E P R O D U C C I Ó N V M O D O S DE D O M I N A C I Ó N 39

Una historia com parada de los sistem as de estrategias de r e p r o d u c ­


ción social d e b e tom ar en cuenta, p o r u n a parte, la c o m p o sic ió n del
patrim onio q u e se ha de transm itir, es decir, el peso relativo de las difereyi-
tes formas de capital, y, por otra p arte , el estado de los m e c a n ism o s de
reproducción (m ercado, especialm ente m ercad o del trabajo; d e r e c h o ,
especialm ente d erech o sucesorio o d e p ro p ied a d ; institución e s c o la r y
título escolar, etcétera). Por ejem plo, el peso d eterm in an te q u e p o s e e el
capital sim bólico en el patrim onio d e los cam pesinos kabilas (a c a n s a de
la tradición d e indivisión de la tierra y del sitio conspicuo o to r g a d o a los
valores de h o n o r, y por ende a la re p u ta c ió n del grupo) hace d e e s ta so­
ciedad u na su erte de laboratorio q u e p e rm ite estudiar las e s tra te g ia s de
acum ulación, reproducción y tran sm isió n del capital sim bólico: las estra ­
tegias que he analizado en torno a la tran sm isió n de los n o m b re s cié los
antepasados prestigiosos, o la im p o rtan cia, a prim era vista d e s m e s u ra d a ,
que se o to rg a a los juegos de h o n o r se explican, sin duda, p o r el h e c h o
de que la acum ulación de capital sim bólico, form a e x tre m a d a m e n te frá­
gil y lábil d e capital, representa la fo rm a principal de a c u m u la c ió n .9 Es­
tas estrategias reap arecen entre los cam p esin o s bearneses, p re o c u p a d o s
por conservar, au m en ta r y transm itir el n o m b re y re n o m b re d e la maison
[“casa”, “fam ilia”], pero se ven co m plicadas p o r el hecho de q u e la tie r r a
poseída fija u n lím ite a las estrategias, v e n p articular al nivel de e x a g e ra ­
ción que au to riza la lógica de los ju e g o s sim bólicos .101O tras c o n s tric c io ­
nes -esp ecialm en teju ríd icas, pero ta m b ié n políticas- c o n c u rre n a d a r su
fisonomía p artic u la r a las estrategias de las familias reales o aristo c rá tic a s,
aunque la fam iliaridad con las estrategias d e las “casas '1 c a m p e sin a s p er­
mite c o m p re n d e r de inm ediato el p rin c ip io q u e las guía . 11
Sin em b arg o , las diferentes estrategias de rep ro d u cció n no p u e d e n d e­
finirse ac ab ad a m e n te si no es en re lació n con m ecanism os d e r e p r o d u c ­
ción, institucionalizados o no. El sistem a d e estrategias de r e p ro d u c c ió n
de una u n id ad dom éstica d ep e n d e de los beneficios d iferen ciales que
puede esp erar de las diferentes inversiones en función de los p o d e r e s
efectivos so bre los diferentes m ecanism os institucionalizados (m e r c a d o
económ ico, m ercad o escolar, m ercad o m atrim o n ial) que le a s e g u r a n el
volumen y la estru ctu ra de su capital. E specialm ente deb id o a la e s tr u c ­

9 Cf. P. Bourdieu, Esquisse.... ob. cit.


10 Cf. P. Bourdieu, “Célibat ob. cit., y Le Sens pratique, París, Miriuit, 1980 [El
sentido práctico, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008).
11 Cf. P. Bourdieu, “Esprits d’F.tat", Artes de. la Recherche en Sciences Sociales, n° 96-
97, 1993, pp. 49-52.
40 LAS E S T R A T E G I A S DE LA REPRODUC CIO N S O C I A L

tura de las posibilidades diferenciales de beneficio que objetivam ente


ofrecen a sus inversiones los diferentes m ercados sociales, se im p o n en
sistemas de p re fere n cias (o de intereses) diferen tes y propensiones total­
m ente distintas a invertir en los diferentes instrumentos de reproducción. Por
ejem plo, tanto en Francia como en Inglaterra, el largo p eríodo de tra n ­
sición del Estado dinástico al Estado b u ro crático está m arcado en su to­
talidad por la lu ch a e n tre quienes no desean co n o cer ni reco n o cer o tra
cosa que las estrategias de reproducción de base familiar (los h erm a n o s
del rey), fu ndadas so b re los lazos de sangre, y quienes invocan las es­
trategias de re p ro d u c c ió n burocráticas (los m inistros del rey), fu n d ad as
sobre la transm isión escolar del capital cultural. En nuestras sociedades,
d o n d e se e n c u e n tra n disponibles diferentes instrum entos de re p ro d u c ­
ción, la estru c tu ra d e distribución de p o d eres sobre los instrum entos d e
rep ro d u cció n es el factor que determ ina el re n d im ien to diferencial que
estos últim os están en condiciones de o frece r a las inversiones de los
diferentes ag en tes y, p o r ello, de la rep ro d u ctib ü id ad de su p atrim o n io
y de su posición social. Y, por lo tanto, tam b ién de la estructura d e sus
p ro pensiones diferen ciales a invertir en los diferentes m ercados. Se h a
d em ostrado, p o r ejem p lo , que el sistema escolar sólo puede c o n trib u ir a
la re p ro d u cció n d e la estructura social -y, m ás precisam ente, de la estru c­
tura de distribución del capital cultural- d estin an d o a los niños a u n a eli­
m inación tan to m ás probable cuanto p rovengan de familias más d e sp ro ­
vistas de capital cu ltu ra l, en la medida en que esos niños (y sus familias)
ten g an m ayores posibilidades de presentar disposiciones que los vuelvan
proclives a la au to elim in ació n (como la in d ifere n cia o la resistencia co n ­
tra las instigaciones escolares) si están situados en u n a posición más des­
favorecida en la e stru c tu ra de distribución del capital cultural .12
De igual m o d o , ac tu alm en te se advierte - e n el seno del c a m p o del
p o d e r e incluso e n el seno del campo d el p o d e r eco n ó m ic o - la o p o si­
ción d e ag en tes q u e , e n función de la e s tru c tu ra del capital q u e p o se e n
-m á s bien ec o n ó m ic o o más bien c u ltu ra l- se o rie n ta n hacia estrateg ias
de re p ro d u c c ió n fu n d a d as sobre la inversión en la economía o so b re la

12 Esto también lleva a abolir la distinción corriente entre métodos cuantitativos


v métodos cualitativos: a decir verdad, dichos mecanismos son demostra­
bles sólo a condición de efectuar simultáneamente el análisis que puede
denominarse cualitativo de las disposiciones -p o r ejemplo, los esquemas de
percepción y de evaluación que los agentes individuales ponen en práctica
en su elección de una disciplina- y el análisis estadístico de las estructuras,
por ejemplo, las distribuciones entre las diferentes disciplinas según sexo y
origen social.
E S TR AT EGIA S DE R E P R O D U C C I Ó N Y MOD OS DE D O M I N A C I Ó N 4 1

inversión en la escuela: así, p o r u n lado, en tre los ‘"jefes d e familia"1, se da


fa tran sm isió n -en teram en te c o n tro la d a por la fam ilia- de un derecho
de p ro p ie d a d hereditario y, p o r el o tro , la transm isión -m á s o menos
asegurada y controlada p o r el E sta d o - de un poder vitalicio, fundado
sobre el títu lo escolar que, a d ife re n c ia del título de p ro p ie d a d o del
título de nobleza, no es transm isible p o r herencia. E n térm inos más
generales, la propensión a in v e rtir en el sistema esco lar d e p e n d e del
peso relativo del capital cu ltu ral e n la estructura del p atrim o n io : a di­
ferencia d e los em pleados o de los m aestros de escueia q u e co n cen tran
sus in v ersio n es en el m ercado escolar, los jefes de fam ilia, cuyo éxito
social n o d e p e n d e en el m ism o g ra d o del éxito escolar, in v ierten menos
“in terés 11 y trab ajo en sus estudios, y no obtienen el m ism o ren d im ien to
de su cap ital cultural.
Las transform aciones de la re lació n en tre el patrim onio considerado
en su v o lu m en y en su estru c tu ra y el sistema de los instrum entos de
re p ro d u cció n , con la correlativa transform ación de las posibilidades de
beneficio, tien d en a ocasionar u n a reestructuración del sistem a de estrate­
gias de reproducción; los poseed o res de capital no p u e d e n m an ten e r su
posición en la estructura social sino ai precio de. una reconversión de las
formas de capital que ellos p o seen e n otras formas, más rentables y más
legítim as d a d o el estado de los in stru m en to s de rep ro d u cció n considera­
do; p o r ejem p lo , el principio de la reconversión, en la A lem ania del siglo
XIX, q u e efectu ó el tránsito de u n a aristocracia te rra te n ie n te hacia una
b urocracia d e Estado.
En universos sociales d onde los q u e dom inan deb en co n stan tem en te
cam biar p a ra que nada cam bie, ellos tienden necesariam ente a dividir­
se -s o b re to d o en los períodos de transform ación rá p id a d e los modos
de re p ro d u c c ió n - según el g rad o de reconversión de sus estrategias de
rep ro d u cció n : los agentes o los g ru p o s m ejor provistos de los tipos de
capital q u e perm iten valerse de los nuevos instrum entos de reproduc­
ción, y, p o r lo tanto, los más proclives y más aptos p ara e m p re n d e r una
reconversión, se oponen a los m ás ligados al tipo de capital am enazado
(por ejem p lo , en vísperas de la R evolución de 1789, los p eq u e ñ o s aristó­
cratas d e provincia se oponen a la nobleza y a la burguesía de toga o, en
1968, los profesores de las disciplinas más directam ente subordinadas a
los co n cu rso s de reclutam iento d e los profesores -g ram ática, lenguas clá­
sicas o incluso filosofía- se o p o n e n a los profesores de las disciplinas nue­
vas, com o las ciencias sociales). M uchas de las grandes oposiciones que
están en el c e n tro de los debates ideológicos de una ép o ca (p o r ejem plo,
en la actu alid ad , las discusiones so b re la “cultura”) no son más que el
42 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I O N S O C I A L

enfren tam iento e n tre diferentes formas d e la sociodicea conservadora:


aquellas que a p u n ta n sobre todo a legitim ar el modo de re p ro d u c c ió n
antiguo, ex p licitan d o lo que hasta ese m o m en to ni siquiera hacía falta
explicitar y tran sfo rm an d o la doxa en orto doxia, en oposición a aquellas
que ap u n tan a racionalizar -e n el doble se n tid o - la reconversión, a p re ­
surando la to m a de conciencia de las transform aciones y la e lab o ració n
de las estrategias adaptadas (y legitim ando esas estrategias fre n te a los
“integristas”) .
Así, la m ayor v irtu d de la co n stru cció n del concepto de m o d o de
re p ro d u cció n co m o relación en tre un sistem a de estrategias d e re p ro ­
ducción y u n sistem a de m ecanism os de reproducción es q u e p e rm ite
co nstruir y c o m p re n d e r de modo unitario fenóm enos que p e r te n e c e n a
universos sociales m uy alejados, com o la transm isión de los n o m b re s
en la Rabila y e n la Italia del R en ac im ien to 13 o la política de las g ra n d e s
dinastías reales y la política dom éstica de las familias ca m p e sin as (al
tiem po q ue h ace q u e desaparezca la ru in o sa oposición e n tre so cio lo ­
gía, historia y etnología)* Sin em bargo, ello no debe h acer o lv id ar (p o r
esta suer te de “etn o lo g ism o ” que ha afectado a la últim a E scuela d e los
Anales), las m uy p ro fu n d as diferencias e n tre las sociedades d o n d e las
disposiciones a la re p ro d u cció n y las estrategias de re p ro d u c c ió n que
estas e n g e n d ra n n o e n c u en tran o tro su sten to , en la objetiv id ad de las
estructuras sociales, q u e las estructuras fam iliares, principal -si no ex­
clusivo- in s tru m e n to de reproducción, y p o r tanto d eb e n o rg a n iz arse
en torno a las estrategias educativas y m atrim oniales, y las so cied a d es
que p u ed e n su sten tarse en las estru ctu ras del m undo e c o n ó m ic o y a
la vez en las e stru c tu ra s de un Estado organizado: en tre ellas, las más
im p o rtantes, d e sd e el pun to de vista de la reproducción, son las estru c ­
turas de la in stitu c ió n escolar.

ta s sociedades precapitalistas o protocapitalistas se diferencian d e las so­


ciedades capitalistas en el hecho de que allí el capital está m u c h o m enos
objetivado (y codificado) que en las últim as y m ucho m enos in scrip to en
instituciones capaces de asegurar su p ro p ia perpetuación y c o n trib u ir
m ediante su fu n cio n am ien to a la re p ro d u cció n de las relaciones de or­
d en que son constitutivas del orden social. De ello se deriva q u e , e n esas
sociedades, el p ro b lem a de la perp etu ació n de las relaciones sociales, y

13 Cf. P. Bourdieu, Esquisse.. oh. cit., pp. 82-83, 133-137, y Christiane Klapish-
Zuber, La Maison d le Nom, ob. cit.
E S TR AT EGIA S DE R E P R O D U C C I O N Y M O D O S DE D O M I N A C I O N 43

muy especialm ente de las relaciones sociales de d o m in ació n , se p la n te a


de m an era especialm ente dram ática: ¿cómo es posible re te n e r a a lg u ie n
de m an era duradera? ¿Cóm o p u e d e n instaurarse relaciones de trab a jo ,
de intercam bio, etc., y m uy particularm ente relaciones asim étricas d e
do m in ació n que sean capaces de perpetuarse en el tiem po, in c lu so más
allá de los límites de la vida de los involucrados en ellas ?11 Al re sp ecto ,
cabe citar a Marx, quien o p o n e las sociedades en q u e las relacio n es de
p ro d u cció n adoptan la form a d e “relaciones de d e p e n d e n c ia p e rs o n a l” y
las sociedades en que aquellas descansan sobre “la in d e p e n d e n c ia de las
personas fundada en la d e p e n d e n c ia m aterial”.B De h ec h o , m ien tras no
existan estructuras objetivas tales com o el m ercado de trabajo (y e l “tra ­
bajad o r lib re” en el sentido de W eber) y el c o n ju n to de las in stitu cio n es
estatales -e n tre las cuales la m ás im portante, d esd e este p u n to d e vista,
es la institución escolar-, los d o m in an tes deb en d ed ica rse a un tra b a jo
de c o n tin u a creación de las relaciones sociales, re d u cid as a re la cio n es
personales. Ello se ve muy b ien en el caso de las relacio n es e n tre el fellah
[p e q u e ñ o propietario agrícola] y su jammés, a p a rc e ro al quinto: ^ l p a­
tró n d eb e sostener c o n stan te m e n te la relación, m e d ia n te una se rie d e
intercam bios que apunta a identificarla con u n a relació n e n tre p a rie n te s
(p u e d e llegar a dar una de sus hijas a un hijo del jammés). En a u se n c ia
de lo q u e Sartre llamaba “violencia in erte” de los m ecanism os e c o n ó ­
m icos y sociales tales com o los del m ercado de trabajo y de la violencia
legítim a de las reglas de d erech o , está obligado a re c u rrir a estas fo rm a s
suaves o eufemizadas de la constricción que d efin e n la violencia simbólica,
esp ecialm en te con todos los recursos del p atern alism o (y que p u e d e n
asociarse a la violencia física m ás b rutalm ente ejercida, com o en e l caso
de la venganza ).14 16
15

14 ¿Cómo, cuando no hay recurso posible a la justicia y a la policía, puede coac­


cionarse a un deudor? Según observa Renou, muy a m enudo no hay o tro
recurso que la magia, o, más precisamente, la maldición mágica (arma ele los
débiles, frecuentemente de las mujeres).
15 K. Marx, Principes d'une critique de Véconomiepolitique, en CEuvres, t I, París,
Gallimard-Pléiade, p. 210 [Elementos fundamentales para la critica de la economía
política, Buenos Aires, Siglo XXI].
16 Notamos la simplificación que Norbert Elias impone sobre la realidad histórica
cuando reduce a un modelo lineal de progresiva disminución la historia d e la
evolución de la violencia: si es que los grandes modelos de evolución tienen un
interés y un sentido, sería necesario al menos tomar nota de que en mueblas
sociedades arcaicas la violencia física más brutal (especialmente en las relacio­
nes con el out gtvup) coincide con formas altamente eufemizadas y estiliza.das
de violencia simbólica (por ejemplo, con el intercambio de dones), que esas
44 LA S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I O N S O C I A L

Así, las sociedades precapitalistas y protocapitalistas n o o frecen las


co n d icio n es p a ra una dom inación im personal y, m enos a ú n , p ara una
re p ro d u c c ió n im personal de las relaciones de dom inación. No dispo­
nen d e la violencia oculta de los m ecanism os que basta co n lib rar a un
iaissez ¡aire, co m o el m ercado de trabajo o el m ercado escolar. De ello
resulta q u e la p erpetuación de las relaciones sociales descansa casi exclu­
sivam ente so b re el habitus, es decir, sobre las disposiciones socialm ente
instituidas m ed ia n te estrategias m etódicas de inversión educativa, que
in d in a n a los agentes a producir el trabajo continuo de so sten im ie n to de
las relacio n es sociales (especialm ente con el trabajo sim bólico de cons­
trucción y d e reconstrucción g en e aló g ica), y por consiguiente del capital
social, y ta m b ié n del capital sim bólico de reconocim iento q u e p ro c u ran
los in terc am b io s regulados, en p artic u la r los intercam bios m atrim o n ia­
les. V si las estrategias m atrim oniales o cupan un lugar tan im p o rtan te
en el sistem a de las estrategias de reproducción, se d eb e a q u e, sin estar
n ec esaria m e n te codificado de m an era tan perfectam ente rig u ro sa com o
lo h acen c re e r ciertas teorías del parentesco, el vinculo m a trim o n ial se
m uestra c o m o u n o de los in stru m en to s más seguros p ro p u e sto s, en la
mayor p a rte d e las sociedades (e incluso en las sociedades co n tem p o ­
ráneas), p a ra asegurar ía re p ro d u cc ió n del capital social y d el capital
sim bólico, salvaguardando a la vez el capital económ ico.

En so cied ad es e n las cuales los agentes están cada vez más d u ra b le m e n te


sujetados (especialm ente en posición dom inada) por efecto d e m ecanis­
mos g en e ra le s tales como los que rigen el m undo eco nóm ico y el m undo
cultural (y e n las cuales uno pu ed e d ec ir que, grosso m odo, el capital va
al cap ital), el peso de las estrategias m atrim oniales tien d e g lo b alm en te
a dism inuir, a u n q u e siga siendo im p o rtan te cuando la fam ilia posee el
con tro l total de u n a em presa agrícola, industrial o co m ercial (en ese
caso, las estrateg ias de la familia q u e busca asegurar su p ro p ia re p ro d u c ­
ción -e s tra te g ia s d e fecundidad, estrategias educativas, estrategias suce­
sorias y, so b re to d o , estrategias m atrim o n iales- tienden a su b o rd in a rse a
las estrategias estrictam ente económ icas).

formas refinadas (cuya supervivencia es sin duda el patemalismo) han decaído


a medida que se instauraba la violencia inerte de los mecanismos del mercado
de trabajo y, por último, que en las sociedades económicamente avanzadas la
violencia inerte encuentra un correctivo en la violencia suave del management
ilustrado, toda vez que el estado de la relación de fuerzas lo impone.
E S T R A T E G I A S DE R E P R O D U C C I Ó N Y M O D O S D E DO M IN AC IÓ N 45

A m edida que un cam p o económ ico provisto d e sus propias leyes de


desarrollo se constituye, y a m edida que se in stau ran mecanismos que
aseguran la rep ro ducción du rab le de su estru ctu ra, cuya constancia
contribuye a garantizar el Estado (como los ligados a la existencia de
la m oneda, fundam entos d e la confianza indispensable para posibilitar
las inversiones transgeneracionales), el p o d er d irec to y personal sobre
personas tiende a c e d e r cada vez más lugar al p o d e r sobre m ecanism os
q ue asegura el capital eco n ó m ico o el capital cultural (el título escolar).
El surgim iento del E stado, que organiza la concentración y la redis­
trib u ció n de las d iferentes form as de capital (económ ico, cultural y sim­
bólico), acarrea una transform ación de las estrategias de reproducción.
P uede verse un ejem plo, p ara el capital sim bólico, en el pasaje del h o n o r
feudal, fundado sobre el reconocim iento ac o rd ad o p o r los pares y p o r
los plebeyos, que d eb e conquistarse y m antenerse sin cesar, a los h o n o ­
res burocráticam ente co n ferid o s p o r el Estado. Un proceso análogo se
observa en el dom inio del capital cultural. La historia de las sociedades
eu ro p eas está muy p ro fu n d a m e n te m arcada p o r el paulatino desarrollo,
en el seno del cam po d el poder, de un modo de reproducción con compo­
nente escolar, cuyos efectos se ven, en prim er lugar, e n el propio cam po
del poder, con el pasaje d e la lógica dinástica de la “casa real”, fu n d ad a
so b re un m odo de re p ro d u c c ió n familiar, a la lógica burocrática de la
razón de Estado, fu n d ad a sobre un m odo de re p ro d u cció n escolar. U no
de los factores de esta evolución es el conjunto de contradicciones y de
conflictos nacidos de la coexistencia, en el seno del Estado dinástico, de
dos categorías de agentes, el rey y su familia p o r u n a p arte , los funcionarios
del rey, por otra parte; es decir, de dos m odos de reproducción y de
dos poderes, un p o d er h e re d a d o y h ered itariam en te transmisible p o r la
san g re, y co n siguientem ente fundado sobre la naturaleza (con el título
no b iliario ), y un p o d er a d q u irid o y vitalicio, fu n d a d o sobre el “d o n ” y el
m érito y garantizado p o r el d erech o (con el título escolar). El proceso
d e desfeudalización q u e lleva del Estado dinástico al Estado burocrático
p u e d e describirse com o u n proceso de desnaturalización, una paulatina
ru p tu ra de los lazos naturales, de las lealtades prim arias de base familiar.
El Estado m oderno es, en p rim er lugar, antiphysis, y la lealtad hacia el
Estado supone una ru p tu ra con todas las fidelidades originarias.
El Estado surgido de sem ejante proceso de erradicación de todo ves­
tigio de lazos naturales - q u e pese a todo sobreviven en el nepotism o y
el favoritism o- favorece y garantiza que en el seno del campo del p o d e r
d e Estado, pero tam bién en el seno del cam po del poder económ ico,
fu n cio n e el modo de re p ro d u cc ió n escolar, cuya lógica específica p u e d e
46 LA S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C IA L

a p re h e n d e rse si se ia compara con el m odo de rep ro d u cció n fam iliar que


se p e rp e tú a pese a todo (en u n a oposición que evoca aq u e lla q u e se esta­
blecía e n tre la casa real y los funcionarios reales).
En las grandes firmas burocráticas, el diplom a deja de ser m ero atribu­
to estatu tario (como el diplom a d e derecho de un p a tró n privado) para
volverse u n verdadero derech o d e acceso: la escuela (bajo la form a de la
grande école)* y el corps [“cu e rp o institucional” o “c u e rp o de Estado”],
g ru p o social que la escuela p ro d u c e en apariencia ex nihilo (p ero , de he­
cho, a p a rtir de propiedades ligadas a la familia), tom an el lugar de la fa­
milia y del parentesco, pues la cooptación de condiscípulos sobre la base
d e las solidaridades de escuela o de cuerpo cum ple el rol d el nepotism o
y de las solidaridades de clan e n las em presas familiares.
Toda estrategia de re p ro d u cció n implica una form a d e numerus clau-
sus en la m ed ida en que cum ple funciones de inclusión y de exclusión,
lim itan d o ya sea el núm ero de productos biológicos del c u e rp o (pero
sólo la fam ilia puede hacerlo), ya el núm ero de individuos habilitados
para fo rm ar parte de él (y esto p u ed e traer aparejada la exclusión de
p arte d e los productos biológicos del cuerpo: m ujeres, hijos más jóve­
nes, etcé tera ). Lo más im p o rtan te es que, en el m odo de rep ro d u cció n
“fam iliar”, la responsabilidad d e estos ajustes incum bía a la familia. En
el m odo de reproducción con co m p o n en te escolar, ai cual los grandes
señ o res tecnocráticos deben su posición, la familia p ierd e el dom inio de
las decisiones sucesorias y el p o d e r d e designar por sí m ism a a los here­
deros. Lo q ue caracteriza al m o d o de reproducción esco lar es la lógica
estrictam en te estadística de su funcionam iento. La resp o n sab ilid ad de la
transm isión no incum be más a u n a persona o a un g ru p o , coaccionados
u o rien ta d o s p o r la tradición (d e re c h o de prim ogenitura, etc.), com o en
la transm isión familiar, sino a to d o un conjunto de ag e n te s individuales
o colectivos cuyas acciones aisladas y estadísticam ente ag reg ad as tienden
a ase g u rar a la clase en su co n ju n to privilegios que n ieg a a algunos de
sus elem en to s tom ados por separado: la escuela no p u e d e co n trib u ir a
la re p ro d u cc ió n de la clase (en el sentido lógico del térm in o ) sino sa­
crificando a ciertos m iem bros d e la clase que escatim aría u n m odo de
rep ro d u cció n , dejando a la fam ilia pleno poder sobre la transm isión.
La contradicción específica del m o d o de reproducción esco lar reside en la

* Grande école (gran escuela) designa en Francia a una serie de establecimientos


públicos de educación superior. Son escuelas de elite, con estrictos concursos
de ingreso, de donde egresan los altos funcionarios del Estado francés.
[N. de T.]
E S T R A T E G I A S DE R E P R O D U C C I O N V M O D O S DE D O M I N A C I O N 47

oposición en tre los intereses de la clase q u e la escuela protege e s ta d ís ti­


cam ente y los intereses d e los m iem bros q u e ella sacrifica. Y ta m b ié n e n
el hecho de que la superproducción, con todas las c o n tra d iccio n es q u e
implica, se vuelve u n a constante estru ctu ral c u a n d o , ju n to con e l m o d o
de reproducción con co m ponente escolar, se o frecen posibilidades te ó ­
ricam ente iguales de o b te n e r títulos escolares a todos los “h e r e d e r o s ’1,
tanto m uchachas co m o m uchachos, tan to p rim o g én ito s com o h e r m a n o s
m enores, a la vez q u e el acceso de los “n o h e re d e ro s ” a esos títu lo s se
increm enta tam b ién (en cifras absolutas) y q u e la elim inación b ru ta l,
desde el ingreso a la en señanza secundaria, ce d e lugar a una e lim in a c ió n
calma, suave y discreta. Sin duda, la crisis de 1968 es en parte e f e c to d e
esta contradicción.
Con todo, hay q u e te n e r cuidado d e no re d u c ir la oposición e n t r e los
dos modos de re p ro d u c c ió n a la oposición e n tre el recurso a la fa m ilia
y el recurso a la escuela. De hecho, se tra ta m ás bien de la d ife r e n c ia
en tre una ad m in istración puram ente fam iliar d e los problem as d e r e p r o ­
ducción y una adm in istración familiar q u e h ac e e n tra r en las e stra te g ia s
de reproducción cierto uso de la escuela. En efecto, adem ás d e q u e la
acción de re p ro d u cc ió n que ejerce la escu ela se apoya sobre la tra n s­
m isión dom éstica d el capital cultural, la fam ilia co n tin ú a a p lic a n d o la
lógica (relativam ente autónom a) de su p ro p ia econ om ía, que le p e r m ite
acum ular el capital p o seído por cada u n o d e sus m iem bros al serv ic io d e
la acum ulación y d e la transm isión del p a trim o n io .
O tro erro r posible consiste en concluir, seg ú n u n esquem a e v o lu c io ­
nista simple, q ue los dos m odos de re p ro d u c c ió n co rresp o n d en a dos
m om entos de u n a evolución inseparable d e aq u ella que, según c ie r to s
autores, d eterm in a el tránsito desde un m o d o d e dom inación f u n d a d o
sobre la p ro p ied ad y los owners hacia o tro , m ás racional y más d e m o c r á ­
tico, fundado sobre la “com petencia” y los managers. De hecho, la. d efi­
nición del m odo de reproducción legítim o es objeto de luchas, e s p e c ia l­
m ente en el seno del cam po del p o d er e c o n ó m ic o , y es necesario t o m a r
precauciones p ara n o e n te n d e r com o el ñ n d e la historia lo q u e n o es
sino un estado de u n a relación de fuerzas susceptible de ser s u b v e rtid o .
Esas luchas suelen to m ar la forma de u n a lu c h a p o r el poder sobre el listado
y sobre el p o d er q u e este último está en c o n d icio n e s de ejercer so b re
el sistema de in stru m en to s de re p ro d u cció n , e n especial e c o n ó m ic o s o
escolares.
H abría que analizar largam ente los efectos d e la tra n sfo rm a c ió n del
m odo de rep ro d u cció n sobre el fu n c io n a m ie n to de la familia c o m o in s­
tancia responsable de la reproducción y, a la inversa, los efectos d e las
48 L A S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

transform aciones de la familia (por ejemplo, con ei au m e n to en la tasa


de divorcio) sobre el funcionam iento del m odo de reproducción con
c o m p o n e n te escolar. ;La crisis de la familia está ligada a transform acio­
nes de las estrategias de reproducción tendientes a re d u c ir la necesidad
de la u n id ad doméstica? Sin em bargo, una gran c a n tid a d de indicios
in d u c e a creer que la familia burguesa sigue cultivando su integración
social, q ue es la condición prim ordial de su ap o rte a la perpetuación de
su capital social y de su capital simbólico y, p o r ello, de su capital eco­
n ó m ico. Todavía se está lejos del agente económ ico aislado, tal como lo
d e sc rib e n los economistas.

T o d o ello conduce a preguntarse quién es, en definitiva, el “sujeto” de las


estrategias de reproducción. Es cierto que la fam ilia y las estrategias de
re p ro d u c c ió n son sodas en este juego: sin familia, no h ab ría estrategias
d e rep ro d u cció n ; sin estrategias de reproducción, n o h ab ría familia (o
corps y Stand com o cuasi fam ilia). Para que las estrategias de reproduc­
c ió n sean posibles es necesario que la familia exista, lo cual no va de suyo;
ad e m á s de que esas estrategias constituyen un requisito p ara la perpetua­
ció n de la familia, esa creación continua. La familia, en la form a peculiar
q u e reviste en cada sociedad, es una ficción social (a m e n u d o convertida
en ficción jurídica) que se instituye en la realidad a expensas de un tra­
bajo q u e ap u n ta a instituir duraderam ente en ca d a u n o de los m iem ­
b ro s d e la unidad instituida (especialm ente p o r el casam iento, com o rito
d e institución) sentim ientos adecuados para aseg u rar la integración de
esta u n id a d y la creencia e n el valor de esta u n id a d y de su integración.
P u e d e verse que las estrategias educativas tien en u n a función absoluta­
m e n te fundam ental; com o todo el trabajo simbólico, teórico (genealógico
esp e cialm en te) y práctico (intercam bio de dones, d e servicios, fiestas y
c e rem o n ias, etc.), que in cu m b e p reem in en tem en te a las m ujeres y que
tra n sfo rm a en disposición am an te la obligación de am ar, y que tiende a
d o ta r de un “espíritu de fam ilia” a cada uno de sus m iem bros: ese p rin ­
cip io cognitivo de visión y de división es sim u ltán e am en te un principio
p rá ctico de cohesión, g e n e ra d o r de dedicaciones, generosidades, solida­
rid ad es, y de una adhesión vital a la existencia de u n g ru p o familiar y de
sus intereses.
Este trabajo de in teg ra ció n es tanto más in d isp en sab le cuanto que
la fam ilia (si bien d eb e fu n c io n a r com o un cuerpo p a ra cum plir con los
c á n o n e s) tien d e siem pre a fu n c io n a r com o u n campo, co n sus relacio­
n es d e fuerza físicas, eco n ó m icas y, sobre to d o , sim bólicas (v. g.: liga­
das al volum en y a la e stru c tu ra del capital p o seíd o p o r los diferentes
E S T R A T E G I A S DE R E P R O D U C C I Ó N Y MODOS DE D O M I N A C I Ó N 49

m iem bros) y sus luchas p o r la conservación o la transform ación de esas


relaciones de fuerzas. Tan sólo a expensas de un trabajo co n sta n te las
fuerzas de fusión (an te todo, afectivas) llegan a contrarrestar o a c o m ­
pensar las fuerzas d e fisión.
La unidad d e la familia está co n fo rm ad a para y por la acu m ulación y
la transm isión. El “sujeto 11 de la mayor p arte de las estrategias de re p ro ­
ducción es la familia, que actúa com o u n a su erte de sujeto colectivo y no
como simple c o n ju n to de individuos. Para com prender las estrategias
colectivas de las familias (en el caso del casam iento kábila, p o r ejem plo,
o en el caso d e la com pra de una casa en la Francia actual), es necesario
conocer, en p rim er lugar, la estructura y la historia de la relació n de
fuerzas en tre los diferentes agentes y sus estrategias. Pero es necesario
tam bién co n o c er el volum en y la e stru c tu ra del capital que ellas tie n e n
para transm itir, y p o r tanto la posición d e cada una en la estru c tu ra de
distribución de las diferentes formas de capital. En efecto, esta posición
rige las estrategias (y es el verdadero sujeto); así se explica que, según su
propio conatus, cada u n a de las familias contribuya a re p ro d u cir el espa­
cio de las posiciones constitutivas de un o rd e n social y, con ello, a realizar
el conatus inscripto en ese o rd e n .17
Se percibe co n m ayor claridad la cu e stió n planteada al co m ien zo ,
acerca de las co n d icio n es de la p e rm a n e n c ia del orden social. El m u n ­
do social no es ese universo radicalm ente discontinuo que p re se n ta b a
Hobbes, de a c u e rd o con D urkheim (“P ara Hobbes, un acto d e v o lu n ­
tad hace n ac er el o rd e n social y un acto d e voluntad p e rp e tu a m e n te re­
novado es su s u ste n to ”), y que p ro p o n e n hoy todos aquellos a q u ie n e s
la p reo cu p ació n p o r devolver al “su jeto ” su lugar los hace re d u c ir las
relaciones-sociales, incluidas las relacio n es de dom inación, a los actos
(de sum isión, esp ecialm ente) que en ca d a m om ento realizan los a g e n ­
tes. Como el universo físico según Leibniz, tien e en sí m ismo el p rin c i­
pio de su d in am ism o y de su lógica. Esta vis insita, que es ta m b ién u n a
lex insita, está inscripta sim ultáneam ente en las estructuras objetivas (y
los m ecanism os q ue aseguran su re p ro d u c c ió n como aquellos q u e lo

17 En eí caso de las sociedades estatales, es necesario también conocer la histo­


ria del trabajo de instítucionalización cuyo resultado es la familia tal como la
conocemos. Esto tan privado es, de hecho, un asunto público, en la medida
en que depende de acciones públicas tales como la política de vivienda o,
más directamente, la política de familia y el derecho familiar; garantizada
por el Estado, ratificada por el Estado, recibe del Estado los medios para
existir y para subsistir.
50 LA S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I O N S O C I A L

h a c e n con la d istribución del capital cultural) y en las estructuras del


h a b itu s o, más p re cisam en te, en la relación e n tre unas y otras; está en
las probabilidades objetivas inscriptas en las te n d e n c ia s in m an en tes a
los diversos cam pos sociales (com o tendencias a p ro d u c ir frecuencias
estab les y regularidades, a m en u d o reforzadas p o r reglas explícitas) y
e n las esperanzas subjetivas, groseram ente ajustadas a esas tendencias,
q u e están inscriptas en las inclinaciones del hab itu s.
2. Los modos de dominación

En las sociedades desprovistas de “m ercado a u to rre g u la d o "


(self-regulating market, en el sentido d e Kari Polanyi), de siste m a educa­
tivo, de ap a rato jurídico y de Estado, las relaciones de d o m in a c ió n sólo
pu ed en instau rarse y perdurar a ex p en sas de estrategias in d e fin id a m e n ­
te renovadas, ya que no se p re se n ta n todas las co ndiciones p a r a una
apropiación m ediata y durable del trab a jo , de los servicios, d e la s o fren ­
das d e los o tro s agentes. Por el c o n tra rio , la dom inación ya n o raecesita
ejercerse d e m an era directa y p erso n al c u a n d o posee los m ed io s (capital
económ ico y cultural) para ap ro p ia rse d e los m ecanism os d el c a m p o de
pro d u cció n económ ica y del cam po d e producción c u ltu ra l q u e tien­
den a aseg u rar su propia re p ro d u cc ió n p o r obra de su fu n c io n a m ie n to
mismo, e in d ep en d ien tem en te de to d a intervención in te n c io n a l de los
agentes. Así, e n el grado de objetivación del capital social a c u m u la d o
reside el fu n d a m e n to de todas las d iferen cias pertin en tes e n tr e los mo­
dos de dom in ació n : muy su cin tam en te, eso equivale a afirm a r q u e en tre
los universos sociales donde las re la cio n es de dom inación se fo rja n , se
deshacen y se reh acen en y p o r la in te ra c c ió n entre las p erso n as, y las for­
m aciones sociales donde, m ediatizadas p o r m ecanism os objetivos e insti­
tucionalizados tales como los que p ro d u c e n y garantizan la d istrib u c ió n
de ios títulos -nobiliarios, m onetarios o escolares-, dichas re la c io n e s tie­
nen la o p acid ad y la perm anencia d e las cosas y escapan a las to m a s de
conciencia y del poder individuales. La objetivación g aran tiza la p e rm a ­
nencia y la posibilidad de acum ular lo ad q u irid o , logros ta n to m ateria le s
com o sim bólicos, que pueden subsistir así e n las instituciones sin <que los
agentes ten g an que recrearlos c o n tin u a e integralm ente m e d ia n te una
acción d elib erad a; con todo, visto q u e los beneficios de esas in stitu c io n e s
son objeto de u n a apropiación d iferen cial, esta asegura ta m b ié n , i nescin-
d ib lem en te, la reproducción de la e stru c tu ra de d istrib u ció n d e l capital
que, bajo sus diferentes especies, es c o n d ic ió n de esta a p r o p ia c ió n , y al
mismo tiem p o la reproducción de la e stru c tu ra de relaciones d e d o m in a ­
ción y de d ep en d en cia.
52 LAS E S T R A T E G I A S D E L A R E P R O D U C C I O N S O C I A L

LOS EFECTOS DE LA OBJETIVACIÓN

P aradójicam ente, la existencia de campos relativam ente autónom os, q u e


fu n cio n an según m ecanism os rigurosos y capaces de im poner su n ec e­
sidad a los agentes, h ace que los poseedores de los m edios para d o m i­
n ar esos m ecanism os y p ara apropiarse de los beneficios m ateriales y /o
sim bólicos p ro d u cid o s p o r su funcionam iento p u e d a n economizar las es­
trategias orientadas expresamente (lo que no significa m anifiestam ente,
sino to d o lo co n tra rio ) y directam ente (es decir, sin la m ediación de los
m ecanism os) hacia la dom inación de las personas. Se trata, cabalm ente,
d e u n a econom ía, p o rq u e muy a m enudo las estrategias que ap u n tan a
in stau rar o a p re serv ar relaciones duraderas de d e p e n d e n c ia de p erso n a
a perso n a son e x tre m a d a m e n te costosas, en b ienes m ateriales (com o el
p o tlatch o las acciones de beneficencia), en servicios o, sin más, en tiem­
po'. ello hace que, p o r u n a paradoja constitutiva de ese m odo de d o m in a ­
ción, el m edio devore el fin y que las acciones necesarias para asegurar la
d u ra ció n del p o d e r co n trib u y a n a su en d e b le z .1
El p o d er eco n ó m ico no reside en la riqueza sino en la relación e n tre
la riqueza y un c a m p o de relaciones económ icas cuya constitución es
in separable del d e sa rro llo de un cuerpo de agentes especializados, dotados
d e intereses específicos; en esta relación la riqueza se ve constituida e n
tan to capital, es decir, com o instrum ento de ap ro p ia ció n de la d otación
institucional y de los m ecanism os indispensables p ara el funcionam iento
d e ese cam po y, a la vez, de los beneficios q u e p ro cu ra. Así, Moses Fin-
ley dem uestra m uy b ien q u e a la econom ía an tig u a le faltaban no los
recursos sino los m edios institucionales para " su p e rar los límites de los
recursos individuales” m ovilizando los capitales privados, es decir, to d a
la organización de la p ro d u c ció n y del fin an ciam ien to de la producción,
y especialm ente los in stru m en to s de créd ito .12 Este análisis vale, a fortiori,
p a ra la antigua Rabila, q u e no disponía de los m ás rudim entarios in stru ­

1 Muchas veces se ha señalado que la lógica que hace de la redistribución de


los bienes la condición de la perpetuación del poder tiende a frenar o a
impedir la acumulación primitiva del capital económico y el desarrollo de la
división en clases (Cf., por ejemplo, E, Woíf, Sons of the ShakingEarth, Chica­
go, Chicago University Press, 1959, p. 216).
2 M. I. Finley, “Technical Innovation and Economic Progress in the Ancient
World”, The Economic fíistory Review, 18 (1), agosto de 1965, pp. 29-45, espe­
cialmente p. 37; cf también M. í. Finley, "Land Debt, and the Man of Proper-
ty in Classical Athens", PolUtcal Science Qiiai lnR, 68, 1953, pp. 249-268.
LOS M O D O S DE D O M I N A C I Ó N 5 3

m entos de u n a institución eco n ó m ica. De hecho, las tierras estaban casi


por c o m p leto excluidas de la circulación, y ello sucedía a u n q u e sirvieran
de p re n d a y se viesen por ello expuestas a pasar de u n g ru p o a otro. Los
m ercados aldeanos o tribales perm an ecían aislados y de n ingún modo
po d ían integrarse en un m ecanism o único. La oposición que la moral
tradicional en carnada por el bu ninja establecía e n tre la “m alicia sacrile­
ga”, d e rig o r en las transacciones del mercado, y la b u e n a fe, convenien­
te en los intercam bios en tre p arien tes y familiares 3 -y que se marcaba
m ed ian te la distinción espacial e n tre el lugar de residencia, la aldea, y el
lugar de las transacciones, el m e rc a d o - no debe d isim u lar la oposición
en tre el p eq u eñ o m ercado local que, como decía Polanyi, perm anece
"inm erso en las relaciones sociales (ernbedded in social relationshipsY y el
m ercado cuan d o ha llegado a ser “el modo de transacción dom inante
(the dominant transactional mode)".4

El m ercado no ha d esterrad o las estrategias d e h o n o r: si uno


p u e d e vanagloriarse de tal o cual astucia exitosa a expensas de
u n extranjero, tam bién p u e d e enorgullecerse d e h a b e r hecho
u n a co m p ra a un precio exorbitante, para m a n te n e r en alto
su h o n o r, y así “m ostrar q u e podía hacerlo”, o incluso de ha­
b e r ten id o éxito en co n c lu ir un negocio sin d esem b o lsar ni un
fran co al contado, ya sea m ovilizando un cierto n ú m e ro de ga­
ran tes o, mejor todavía, e n n o m b re del crédito y del capital de
confianza que aporta u n a rep u tació n de h o n o r tan to com o de
riqueza. Los hom bres de q u ien es se dice que so n “capaces de
volver con todo el m ercado, a u n q u e hayan ido c o n los bolsillos
vacíos” están predispuestos a cum plir el rol de g aran tes -ya sea
del lado del vendedor q u e garantiza, ante ellos, la calidad de un
anim al; ya del com prador que, cuando no paga al contado, se

3 Cf. P. Bohannan, "Some Principies of Exchange and Investment Among the


Tiv", American Anthropologist, 57 (l), 1955, pp, 60-70,
4 K. Polanyi, Piimitive Archaic and Modem Economics, ed. al cuidado de George
Dalton, Nueva York, Doubleday, 1968, y TheGreat Tra nsformation, Nueva York,
Rinchart, 1944, Es bastante paradójico que, en su contribución a una obra
colectiva editada por Karl Polanyi, Francisco Benet, demasiado atento a la
oposición entre el mercado y la aldea, casi no mencione todo lo que hace
que el snq local permanezca controlado por los valores de la economía de
la buena fe. Cf. F. Benet, “Explosive Markets: the Berber Highlands”, en K.
Polanyi, C. M. Arensberg y H. W. Pearson (eds.), Trade and Market in the Early
Empim, Nueva York, The Free Press, 1957.
54 LAS e s t r a t e g i a s d e l a r e p r o d u c c i ó n s o c i a l

com prom ete a hacerse cargo de su d e u d a en tiem po y fo rm a .5


La confianza de la cual gozan, así com o las relaciones q u e p u e ­
den movilizar, les perm iten “ir al m ercad o cuando por toda m o ­
neda tienen su rostro, su nom bre, su h o n o r”, es decir, las únicas
cosas que p u e d e n , en este universo, h ac er las veces de m o n ed a,
e incluso “ap o star (en el sentido de em p re n d er) tengan o no
tengan”. Se to m an en cuenta, al m enos tanto como la riqueza
y la solvencia, las cualidades estrictamente ligadas a la persona: d e
ellas se dice q u e “ni se las puede p restar ni se las puede to m ar
en préstam o”. De hecho, incluso en el m ercado, la inform ación
de unos acerca de los demás es lo suficientem ente am plia p ara
que el m argen dejado a la superchería, a la estafa y sobre to d o
a los alardes, siga siendo bastante débil. Si por casualidad “el
que no ha sido educado para el m erc ad o ” llega a “arriesgar­
se”, es devuelto rápidam ente a su sitio. “El m ercado -se d ic e -
juzgará”: el m ercad o designa no las leyes del m ercado que, en
un universo com pletam ente distinto, sancionan a las em presas
im prudentes, sino el juicio colectivo q u e se forma y se ex p resa
en el m ercado. Se es “hom bre de m e rc a d o ” (argaz nasuq) o no
se lo es, ju icio total sobre el hombre total que, com o este tipo
de juicios en cualquier sociedad, involucra los valores últim os,
depositados en las taxonom ías míticas. A quien p reten d e so­
brepasar los lím ites de su “naturaleza” de “hom bre de su casa”
(argaz ujamis), se le espeta: "Ya que no eres más que un h o m b re
del rincón del fuego, perm anece com o un hom bre del rin c ó n
del fuego” ( thakwath, el pequeño nicho cavado en el m uro de la
casa que sirve p ara ocultar los objetos m en u d o s típicam ente fe­
meninos, q ue no deb en m ostrarse a la vista de todos: cucharas,
retazos de tela, instrum entos para tejer, etcétera).

La dualidad de la aldea y del m ercado es, sin duda, una m anera d e m an ­


ten er por fuera del universo de las relaciones de reciprocidad las dis­
posiciones calculadoras que los intercam bios im personales del m erc ad o
corren el riesgo de introducir. De hecho, el suq, se trate del p e q u e ñ o
m ercado tribal o d e los grandes m ercados regionales, re p re se n ta un
m odo de transacción interm edia en tre dos extrem os, nunca realizados

5 El charlatán no puede encontrar a alguien que responda por él (ni por la


mercadería que ofrece), tampoco puede exigir garandas al comprador.
LO S M O D O S O L D O M I N A C I Ó N 55

p o r en tero : de un lado, los intercam bios del universo familiar, fu n d a d o s


so bre la confianza y la buena fe , autorizados p o r el h e c h o de q u e se dispone
d e u n a inform ación casi co m p leta sobre los p ro d u c to s in terc am b ia d o s y
so bre las estrategias del v endedor, y p o rque la re la ció n e n tre lo s respon­
sables del intercam bio p reex iste y debe sobrevivir al in te rc a m b io ; p o r
el o tro , las estrategias racionales del self regulaíing market q u e posibilitan
la estandarización de los p ro d u c to s y la necesidad casi m e c á n ic a de los
procesos. El su^ya no p re se n ta toda la inform ación trad icio n al, n i ofrece
todavía las condiciones de in fo rm ació n racional: p o t esta razón, todas las
estrategias de los cam pesinos a p u n ta n a lim itar la in seg u rid ad correlativa
de la imprevisibilidad, tran sfo rm an d o las relacio n es im p erso n ale s -sin
p asado ni fu tu ro - de la tran sacció n com ercial e n relacio n es d u ra d e ra s
de reciprocidad m ediante el recurso a garantes, testigos y m ed iad o res,
q u e p erm iten instaurar o re sta u rar en tre los c o n tra ta n te s el eq u iv alen te
fu n cio n al de una red trad icio n al de relaciones.
Así com o la riqueza eco n ó m ic a no puede fu n c io n a r com o c a p ita l sino
en relación con un ap arato económ ico, la c o m p e te n c ia cu ltu ra l bajo to­
das sus formas sólo está co n stitu id a com o capital c u ltu ra l en las relacio n es
objetivas que se establecen e n tre el sistema de p ro d u c c ió n e c o n ó m ic a y
el sistem a de producción d e los productores (a su vez c o n stitu id o p o r la
relació n en tre el sistema escolar y la fam ilia). Las so cied ad es desprovistas
d e escritu ra -q u e perm ite conservar y acum ular bajo u n a form a objetiva­
da los recursos culturales h e re d a d o s del p asa d o - y de un sistem a d e ense­
ñ an z a -q u e dota a los agentes d e las aptitudes y d e las d isp o sic io n es indis­
pen sab les para reapropiárselos sim b ó licam en te- n o p u e d e n co n se rv ar
sus recursos culturales sino en estado iyicorpórado\ú p o r c o n sig u ie n te , no
p u e d e n asegurar la p erp e tu a c ió n de recursos cu ltu ra le s d e stin a d o s a des­
a p a re c e r al mismo tiem po q u e los agentes que los p o rta n , sino a l precio 6

6 La creencia, observada a menudo en tas religiones iniciáticas, de q u e et


saber puede transmitirse por diferentes formas de contacto mágico -entre
las cuales la más típica es el beso- representa un esfuerzo por trascender
los límites de ese modo de conservación: ‘Cualquier cosa que aprenda, el
especialista lo aprende de otro dukun que es su gurú (maestro); y él llama
su ilmu (ciencia) a cualquier cosa que aprenda. Por ilmu suele entenderse
una suerte de conocimiento abstracto y de aptitud excepcional, p e ro los
espíritus ‘concretos’ y un poco 'pasados de m oda’ a veces ven en ello una
suerte de poder mágico totalmente real que en ese caso puede ser objeto
de una transmisión más directa que la enseñanza." (C. Geertz, The Religión
ofJava, Nueva York, The Free Press of Glencoe / Londres, Collier - MaciMil
lan, 1960, p. 88.)
56 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

de un trabajo d e inculcación que, com o dem uestra el caso de los bardos,


puede ser tan p ro lo n g ad o como el tiem p o de utilización. Se h a n descrito
a b u n d a n te m e n te las transform aciones q u e posibilitan la ap arició n de un
in stru m en to d e com unicación cultural tal com o la escritura :7 desligando
de la p erso n a los recursos culturales, la escritura perm ite su p e ra r los lí­
mites a n tro p o ló g ic o s -e n especial los d e la m em oria individual- y libera
de las co n stricc io n es que implican m edios m nem otécnicos tales com o la
poesía, la técn ic a d e conservación p o r excelencia de las sociedades des­
provistas de e s c ritu ra ;8 permite la acu m ulación de la cultura hasta e n to n ­
ces conservada e n estado incorporado y, correlativam ente, la acumulación
primitiva del capital cultural com o m onopolización total o parcial de los
recursos sim bólicos de la sociedad, religión, filosofía, arte, ciencia, por
in term ed io d e la m onopolización de los instrum entos de ap ro p ia ció n de
esos recursos (escritu ra, lectura y otras técnicas de descifram iento) en lo
sucesivo co n se rv ad o s en textos y ya no más en las memorias.
Sin em b arg o , los efectos de objetivación posibilitados p o r la escritura
nada son al lad o d e los que produce el sistem a de enseñanza. Sin e n tra r
aquí en u n análisis profundo, nos co n ten tarem o s con re c o rd a r q u e los

7 Cf. en especial J. Goodyy I. Watt, “The Consequences of Literacy", Compa-


rative Studies in Society and History, V, 1962-1963, pp. 304 ss. yj. Goody (ed.),
Literacy in Traditional Societies, Cambridge, Cambridge University Press, 1968.
8 “El poeta es el libro encarnado de las tradiciones orales." (J. A. Notopoulos,
“Mnemosyme in Oral Literature”, Transactions and Proceedings of the American
Philologicat Association, 69, 1938, pp. 465-493, especialmente p. 469.) En un
muy buen artículo {“The Spoken and the Writen Word”, Harvard Studies in
Classicat Philology, 9, 1951, pp. 24-58), William C. Creen muestra cómo un
cambio en el modo de acumulación, de circulación y de reproducción de la
cultura desencadena un cambio en la función que se le otorga y, al mismo
tiempo, en la estructura de las obras. Eric A. Havelock muestra igualmente
que los recursos culturales se ven transformados, en su contenido mismo por
la transformación de la tecnología de la conservación y transmisión cultural
(the technology of preserved communication) y en especial por el pasaje de la mime­
sis, como reactivación práctica que moviliza todos los recursos de una “con­
figuración de acciones organizadas" (paítem of organized actions) con función
mnemónica, música, ritmo, palabras, en un acto de identificación afectiva,
al discurso escrito -por ende, repetible y reversible-, desvinculado de la
situación y predispuesto por su permanencia a volverse objeto de análisis, de
control, de confrontación.y de reflexión (Preface to Plato, Cambridge, Mass.,
Harvard University Press, 1963 [Prefacio a Platón, Madrid, Visor, 1994]). Así
como el lenguaje no esta objetivado en la escritura, la palabra es indisociable
de quien habla, de su persona toda, y no puede ser manipulado a distancia y
en su ausencia, sino bajo el modo de la mimesis, lo cual excluye el análisis y la
crítica.
LO S M O H O S DE D O M IN A C IÓ N 57

títulos escolares son al capital cultural lo que la m o n e d a es ai capital eco­


n ó m ico *9 Dando id éntico valor a todos tos p o see d o res del mismo título
y, p o r ello, volviéndolos sustituibles, el sistem a d e enseñanza reduce al
m áxim o los obstáculos c o n tra la circulación d el capital cultural resultan­
tes del hecho de q ue está incorporado en un in dividuo singular (sin an i­
quilar, por tanto, los beneficios asociados a la id eo lo g ía carismática de la
p erson a irreem plazable), p erm ite atribuir al c o n ju n to de los poseedores
de títulos (y tam bién, negativam ente, al c o n ju n to d e quienes están des­
provistos de ellos) un m ism o m odelo, e instaurar a s íiin mercado unificado
de todas las capacidades culturales, a la vez q u e se garantiza la converti­
bilidad (en m oneda) del capital cultural a d q u irid o a expensas de cierta
erogación de tiem po y d e trabajo. El título escolar, com o la m oneda,
tien e u n valor convencional, formal, ju ríd ic a m e n te garantizado, p o r lo
tan to exim ido de lim itaciones locales (a d iferencia d el capital cultural no
certificado por escuela alguna) y fluctuaciones tem porales: el capital cul­
tu ral que aquel garantiza, en cierta m edida de m a n e ra definitiva, no tiene
necesidad de verse som etido continuam ente a p ruebas. La objetivación
q u e efectúan el título y, en térm inos más generales, todas las formas de
“p o d eres” (credentials, en su acepción de “p ru e b a escrita de calificación
q u e confiere crédito o a u to rid a d ”), es inseparable de aquella que el d e ­
re ch o garantiza d efiniendo posiciones permanentes, independientes de los
individuos biológicos q u e ellas requieren y pasibles d e ser ocupadas p o r
ag en tes biológicam ente diferentes, aunque intercam biables en cuanto a
los títulos que deben te n e r en mano. A partir de en to n ces, las relaciones
de p o d er y de d ep en d en cia ya no se establecen d irectam en te entre p er­
sonas; se instauran, en la objetividad misma, e n tre instituciones, es decir,
e n tre títulos socialm ente garantizados y puestos socialm ente definidos y,
a través de ellos, en tre los m ecanism os sociales q u e p roducen y garanti­

9 Una historia social de la noción de título, de la cual el título escolar o el nobi­


liario constituyen casos particulares, debería mostrar las condiciones sociales
y los efectos del pasaje de la autoridad personal, que no puede delegarse ni
transmitirse hereditariamente (e. g.: la gratia, consideración, influencia, de
los romanos) hacia el título o, si se quiere, desde el honor hacia el jus hono~
rum: así, por ejemplo, en Roma el uso de los títulos {e. g.: eques romanus) que
definen una dignilas, como posición oficialmente reconocida en el Estado
(en oposición a una mera cualidad personal) se vio paulatinamente someti­
do -del mismo modo que el uso de las insignia- a los minuciosos controles
del uso o del derecho (Cf. C. Nicolet, Lord re équestre á Vépoque républicaine, 1,
Définitions juridiques et structures sociales, París, 1966, pp. 236-241).
58 LA S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

zan el valor social de los títulos y de los puestos y la d istrib u ció n de esos
atributos sociales entre los individuos biológicos .10
El d e re c h o no hace otra cosa q u e consagrar sim bólicam ente, por me­
dio de u n registro que eterniza y unlversaliza, el estado de la relación de
fuerzas e n tre los grupos y tas clases q u e produce y garantiza prácticam en­
te el fu n cio n am ien to de esos m ecanism os. Por ejem plo, reg istra y legiti­
m a la distin ció n entre la función y la persona, entre el p o d e r y quien lo
ejerce, al m ism o tiem po que la relación que se establecí e n u n m om ento
d ado del tiem p o entre los títulos y los puestos (en función d el bargaining
power de los vendedores y co m p ra d o res d e fuerza de trabajo calificada, es
decir, escolarm ente garantizada) y q u e se materializa en u n a distribución
d e te rm in a d a de los beneficios m ateriales y simbólicos atrib u id o s a los
poseedores (o no-poseedores) de títulos. Así, aporta su fuerza propia, es
decir, estrictam ente simbólica, a la acción del conjunto d e m ecanism os
q ue p erm iten econom izar la reafirm ación continua de las relaciones de
fuerza gracias al uso declarado de la fuerza.

El efecto d e legitim ación del o rd e n establecido no in cu m b e solam en­


te, según vem os, a los m ecanism os q u e tradicionalm ente se consideran
p erte n ecie n te s a la dim ensión d e la ideología, com o el d e re c h o . El sis­
tem a d e p ro d u cció n de bienes sim bólicos o el sistema de p ro d u c c ió n de
los p ro d u c to res cum plen - p o r añ a d id u ra, es decir, p o r la lógica misma
de su fu n c io n a m ie n to - funciones ideológicas, porque los m ecanism os
m ediante los cuales contribuyen a la reproducción del o rd e n social y a
la p erm a n en cia de las relaciones de dom inación p e rm a n e c e n ocultos.
No es tan to m erced a las ideologías que produce, o que in cu lca (como
po d rían h acer creer quienes hab lan de “aparato ideológico”), com o el
sistema d e enseñanza contribuye a p roporcionar a la clase do m in an te
una teo d icea de su propio privilegio”, según señala Max W eber; es antes
bien m erced a la justificación práctica del orden establecido q u e procu­
ra, d isim u lan d o bajo la relación ostensible que garantiza, e n tre los títulos
y los puestos, la relación que registra subrepticiamente, bajo ap a rien cia de
igualdad form al, entre los títulos obtenidos y el capital cu ltu ra l hered a­
do, vale decir, m erced a la legitim ación que aporta así a la transm isión de
esta fo n n a de herencia. Los efectos ideológicos más seguros son aquellos

10 Al respecto, cf P. Bourdieu y L. Boltanskt, “Le Titre et le poste: rapports


entre le systéme de production et le systéme de reproducción”, Actes de la
Recherche en Sciences Sociales, l (2), marzo de 1975.
L O S M O D O S DE D O M I N A C I O N 59

que para ejercerse n o tienen necesidad d e palabras sino de un silencio


cómplice. Es decir, todo análisis de las id eo lo g ías -e n el sentido a c o ta d o
de discurso de leg itim ación- que no conlleve un análisis de los m e c a n is ­
mos institucionales correspondientes se e x p o n e a no ser más q u e u n a
contribución su p lem entaria a la eficacia de esas ideologías. E so su ced e
con todos los análisis internos (serniológicos) d e las ideologías p o lític a s,
escolares, religiosas o artísticas, que olvidan q u e en ciertos casos la fu n ­
ción política de dichas ideologías p u ed e re d u c irse al efecto de d e s p la z a ­
m iento y de desviación, de disim ulación y de legitim ación, que p r o d u c e n
reproduciendo, p o r defecto, por om isión, en sus silencios v o lu n ta ria o
involuntariam ente cóm plices, los efectos d e los m ecanismos o b je tiv o s . 11

LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA DOMINACIÓN

Era necesario al m enos bosquejar este análisis de la eficacia d o b le d e los


mecanismos objetivos, que contribuyen no sólo a instaurar re la c io n e s
duraderas de d o m in ació n sino tam bién a d isim u lar esas re la cio n es, p a ra
com p ren d er p o r en tero la diferencia radical q u e separa los m o d o s de
dom inación y las estrategias políticas de conservación, características d e
form aciones sociales cuya energía social a c u m u la d a está d e sig u a lm e n te
objetivada en m ecanism os. Por un lado, relacio n es que, al no t e n e r e n
sí mismas el p rincipio de su reproducción, n o p u ed e n subsistir s i n o es
a expensas de u na auténtica creación co n tin u a ; p o r el otro, u n m u n ­
do social que, al e n c e rra r en sí mismo el p rin c ip io de su p ro p ia subsis­
tencia, dispensa a los agentes de ese trab ajo incesante e in d e fin id o d e
instauración o de restauración de las relacio n es sociales. Esta o p o s ic ió n
encu en tra su expresión e n la historia o la p reh isto ria del p e n s a m ie n to
social. “Para fu n d a r la naturaleza del ser social1’, com o dice D u r k h e im , 112
ha sido necesario ro m p e r con la p ro p e n sió n a ap reh en d e r el m u n d o
social como fu n d ad o sobre lo arbitrario de las voluntades in d iv id u a le s

11 Por ejemplo, ese es el caso de la ideología carismática (o meritocrática) que


explica con la desigualdad de dones naturales las oportunidades d ife re n ­
ciales de acceso a los títulos, reproduciendo así el efecto de los m ecanism os
que disimulan la relación entre los títulos obtenidos y el capital cultural
heredado.
12 E. Durkheim, Montesquieu et Rousseau précursears de la sociologie, París, Riviére
et Cié., 1953, p. 197.
6o L A S E S T R A T E G I A S DE L A R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

O) c o m o H obbes, sobre lo a rb itra rio de una voluntad soberana: "Para


H o b b es -e sc rib e D urkheím -, un acto de voluntad es lo q u e da nacim ien­
to al o r d e n social, y un acto de voluntad p e rp e tu a m e n te renovado es lo
q ue co n stituye su cim ien to .” 11 Y todo parece indicar q u e la ru p tu ra con
esta visión artificialista, q u e es condición de la a p re h e n sió n científica,
n o p o d ía efectuarse antes de q u e estuvieran constituidos, e n la realidad,
los m ecanism os objetivos tales com o el self-regulating rnarket que, com o
enfatiza Polanyi, era apto p ara im p o n e r la creencia e n el determ inism o.
Sin em b arg o , la realidad social ten d ía una últim a tra m p a a la ciencia: la
ex isten cia de m ecanism os capaces de asegurar la re p ro d u c c ió n del or­
d en p o lítico p o r fuera de toda intervención expresa au to riz a a reconocer
com o políticas tan sólo aquellas prácticas orientadas hacia la adquisición
o la p reserv ació n del poder, q u e tácitam ente excluyen de la com petencia
leg ítim a p o r el po d er el d o m in io de los m ecanism os de reproducción.
Así, al d arse por objeto p rin cip al la esfera de la política legítim a -com o
en la ac tu a lid a d lo que se da e n llam ar “ciencia p o lítica”-, de m ucho
tiem p o a esta parte la ciencia social se ha hecho cargo d el objeto p re­
co n stru id o que le im ponía la realidad.

A m ed id a q u e la reproducción de las relaciones de d o m in ació n incum be


más a m ecanism os objetivos, q u e sirven a los d o m in an tes sin que los do­
m in an tes necesiten servirse de ellos, las estrategias objetivam ente orien­
tadas h acia la reproducción son más indirectas y, si es lícito afirm arlo,
im p erso n ales: eligiendo la m ejo r colocación para su d in e ro o el m ejor
estab le cim ie n to de en señanza secundaria para su hijo, y no destinando
p ro d ig alid ad , cortesía o gentileza a su em pleada d o m éstica (o a cual­
q u ie r o tro '‘su b o rd in ad o ”), el p o see d o r de capital e c o n ó m ic o o cultu­
ral ase g u ra la p erpetuación d e la relación de d o m in ació n q u e lo une 13

13 F., Durkheím, ob. cit., p. 195. La analogía con la teoría cartesiana de la


creación continua es perfecta. Y cuando Leibniz, al criticar a ese Dios que
está condenado a mover el mundo “como el carpintero mueve su hacha o
el molinero dirige su molino desviando las aguas o dirigiéndolas hacia la
ru ed a’ (G. VV. Leibniz, “De Ipsa Natura", Opuscula Philosopkica Selecta, París,
Boivin, 1939, p. 92 [Opúsculos filosóficos, Barcelona, Espasa-Calpe]) opone a!
mundo cartesiano -incapaz de perdurar sin una asistencia en todo momen­
to - un mundo físico dotado de una vis propria, anuncia la crítica a todas las
formas del rechazo a reconocer al mundo social una naturaleza, es decir, una
necesidad inmanente, que encontrará su expresión sólo mucho más tarde
(es decir, muy precisamente en la introducción a los Principios de la filosofía del
derecho de Hegel).
L O S MOD OS DE D O M I N A C I Ó N 6 l

objetivam ente a su em pleada dom éstica e incluso a los descendientes


de ella. Ai co n trario , m ientras no esté co n stitu id o el sistema de m ecanis­
mos que aseguran la reproducción del o rd e n establecido por su p ro p io
movimiento (apó tú autornatu, com o d ec ía n los griegos), no basta a los
dom inantes u n laissez f aire para el sistema q u e do m inan en procura de ejer­
cer en form a d u ra d e ra la dom inación; les es necesario trabajar directa,
cotidiana, p erso n alm ente, para p ro d u c ir y re p ro d u cirlas siem pre incier­
tas condiciones de la dom inación. C om o no pueden contentarse con la
apropiación d e los beneficios de una m aq u in aria social todavía incapaz
de en co n trar e n sí m ism a el po d er de perpetuarse, están co n d e n ad o s a
las formas elementales de la dominación, es decir, a la dom inación d irec ta de
una persona sobre u n a persona, cuyo lím ite es la apropiación personal,
es decir, la esclavitud; no pueden ap ro p iarse del trabajo, de los servicios,
de los bienes, de las ofrendas, del resp eto d e los otros sin “g anárselos”
personalm ente, sin “atarlos” a sí, en resu m en , sin crear un vínculo perso­
nal, de persona a persona.

Así, u na relación social ap a re n te m e n te tan cercana a u n a m era


relación e n tre capital y trabajo com o la q u e une al señor con su
jammés (suerte de aparcero que ap en as recibe una parte exigua
de la cosecha: p o r lo general u n a q u in ta parte, con variantes
locales) tan sólo puede m antenerse m erc ed a un ejercicio de la
violencia m aterial o simbólica d ire c ta m e n te aplicada a la p erso ­
na m isma a la q u e se trata de vincular.
El señor p u ed e re te n er a su jammés p o r m edio de una d e u d a
que lo fuerza a renovar su co n tra to hasta que encuentre u n
nuevo señor q u e acepte pagar el m o n to de esa obligación al
antiguo em pleador, es decir, p o r tiem p o indeterm inado. P u ed e
adem ás re c u rrir a m edidas brutales tales como el em bargo d e
la totalidad d e la cosecha para re c u p e ra r el m onto de sus a d e­
lantos. Pero cada relación específica es producto de estrategias
com pletas cuya eficacia d ep en d e n o sólo de la fuerza m aterial y
simbólica de las partes en presencia, sino tam bién de su habili­
dad para m ovilizar el grupo suscitando conm iseración o in d ig ­
nación. La relación de dom inación no vale solam ente p o r los
beneficios m ateriales que procura: m u ch o s señores apenas m ás
ricos que sus jammés tendrían interés en cultivar ellos mismos su
tierra, a u n q u e al hacerlo se privarían d el prestigio que p ro c u ra
la posesión d e u n a “clientela”. Sin em bargo, aquel que desea
ser tratad o com o “señor” debe p o n e r de manifiesto las virtudes
62 LA S E S T R A T E G IA S DE L A R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

q u e se condicen con su rango, ante todo la generosidad y la


dignidad en sus relaciones con sus “clientes”. El pacto que une
al señor a su jammés es un acuerdo que prescinde de cualquier
o tra garantía que la “fid elid ad ” exigida p o r el honor. Nada de
disciplina abstracta, d e co n trato riguroso, de sanciones espe­
cíficas. Con todo, de los “grandes” se espera q u e se m uestren
dignos de su rango, “p ro te g ie n d o ” m aterial y sim bólicam ente a
quienes están en posición de dependencia bajo ellos.

Tam bién en ese trance todo es cuestión de estrategia, y las re­


laciones encantadas” del pacto de h o n o r son tan frecuentes
sólo porque, en esa econom ía, las estrategias de violencia sim­
bólica son la mayoría de las veces más económ icas que la pura
violencia “económ ica” (en sentido acotado). En efecto, dada la
ausencia de un verdadero m ercado de trabajo y la escasez (y por
en d e el alto precio) del dinero, el señor no p u ed e servir mejor
a sus intereses que tejiendo día a día, a expensas de cuidados y
de atenciones incesantes, los lazos éticos y afectivos, tanto como
económicos, que lo u n e n duraderam ente a su jammés: con fre­
cuencia, para “vincularse”, prepara el casam iento de su jammés
(o del hijo de este) y lo instala con su familia en su propia casa;
los hijos, criados en co m ú n en la com unidad de bienes (rebaños,
campos, etc.), suelen no llegar a conocer su condición sino tar­
díam ente. No es in frecu en te que uno de los hijos del jammés vaya
a trabajar a la ciudad com o obrero asalariado ai m ism o tiem po
que uno de los hijos del propietario, y que, com o él, le rem ita sus
ahorros. En resum en, el señ o r no puede o b te n e r de su jammés
q u e se consagre d u rab lem en te a sus intereses sino en la m edida
e n que él lo asocie por com pleto a ellos, tanto com o para ocultar,
negándola sim bólicam ente en todos sus com ponentes, la asime­
tría de la relación que los une. El jammés es aquel a quien uno le
confia sus bienes, su casa, su h o n o r (como lo re cu erd a la fórm ula
“cuento contigo, mi socio, voy a asociarme”, q u e utiliza el señor
q u e parte a trabajar a la ciudad o a Francia). Él es quien “trata la
tierra como propietario” p o rq u e nada en la co n d u cta de su señor
le prohíbe reconocerse con derechos sobre la tierra que trabaja:
no es inusual oír que m ucho tiempo después d e h ab e r dejado
a su “señor” un jammés se precie del sudor que ha vertido, para
cosechar frutos o ingresar en la propiedad. Y así com o jam ás se
siente com pletam ente liberado de sus obligaciones para con su
L O S M OD OS DE D O M I N A C I Ó N (>3

antiguo señor, puede reprocharle, d esp u és de lo que él llam a su


“viraje”, la “cobardía” que su p o n e a b a n d o n a r a aquel que h a b ía
“a d o p ta d o ”.

Así, en este sistem a hay apenas dos m a n e ra s (que en definitiva s e re d u ­


cen a una) d e mantener sujeto a alguien d e m anera d u ra d era : el d o n o
la deuda, las obligaciones ex p resam en te económ icas de la d e u d a o las
obligaciones “m orales” y “afectivas” c read a s y m antenidas p o r e l in ter­
cambio; en resu m en , la violencia m an ifiesta (física'o e c o n ó m ic a ) o la
violencia sim bólica como violencia censurada y eufemizada, es decir, desco ­
nocida y reco n o cid a. Es necesario sa b e r p e rc ib ir una relación in te lig ib le
(y no una co n tradicción) entre estas dos form as de violencia c o e x iste n te s
en la m ism a form ación social y a veces e n la misma re la c ió n :1415p o r este
motivo, la d o m in ació n no puede e je rc e rse sino bajo su form a elemental,
es decir, de p erso n a a persona, no p u e d e realizarse m a n ifie sta m e n te y
debe disim ularse bajo el velo de las re la cio n es “encantadas” cuyo m o d e lo
oficial p ro p o rc io n a n las relaciones e n tre parientes; en definitiva, h a c e rs e
desconocer p ara hacerse reconocer .13 La econom ía p re c a p ita lista es el
lugar p o r excelen cia de la violencia sim bólica, porque e n su s e n o las

14 Si los actos de comunicación -intercam bio de dones, de desafíos o de pala­


bras, etc.- siempre son portadores de la virtualidad del conflicto, eso se debe
a que siempre incluyen la posibilidad de la dominación. La violencia simbólica
es, en efecto, la forma de dominación que, superando la contraposición que
suele alzarse entre las relaciones de sentido y las relaciones de fuer za, en tre
la comunicación y la dominación, no se plasma si no es gracias a la co m u n i­
cación bajo la cual se disimula.
15 En consecuencia, para dar cuenta de la fonna específica que en la econom ía
precapitalista revisten las relaciones de dominación, no basta observar, como
hace Marshall D. Sahlins, que dicho sistema no ofrece las condiciones de un
modo de dominación indirecto e impersonal, en el cual la d ep en d en cia del
trabajador respecto del patrón es casi un producto automático de los m e ­
canismos del mercado del trabajo; cf. su “Political Power and the Econom y
in Primitive Society", en G. E. Dole y R. L. Carneiro, T.ssays in the Setenee of
Culture, Nueva York, Thomas Y. Crowcll Company, 1960, pp. 590-415, “P eo r
Man, Rich man, Big Man, Chief; Political Types in Melanesia and Polynesia”,
Comparative Studies in Society and fíistory, 5, 1962-1963, pp. 285-303 y "O n the
Sociology of Primitive Exchange”, en M. Ranton (ed.), The Relevance of Atodels
for Social Anthropobgy, Londres, Tavistock Publications, 1965, pp. 139-236.
Estas condiciones negativas, que está ciertamente justificado recordar co n tra
todas las formas de idealismo y de idealización, ya no dan cuenta de la lógica
específica de la violencia simbólica, como la ausencia de pararrayos o d e
telégrafo eléctrico que recuerda Marx en un célebre pasaje de la fntrod ucción
general a la crítica de la economía política no bastan para explicar a Júpiter o a
Hermes, es decir, la lógica interna de la mitología y del arte griegos.
64 LAS E S T R A T E G I A S OE L A R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

relaciones de d o m in a c ió n tan sólo pueden in staurarse, preservarse o res­


tau rarse a expensas d e estrategias que, ex p resam en te orientadas hacia el
afianzam iento de relacio n es de dependencia personal, deben (so p e n a
d e negarse al tra ic io n a r abiertam ente su verdad) disfrazarse, transfigu­
rarse; en una p alab ra, eufernizarse. A ello se d e b e n las censuras que im p o ­
ne a la expresión p alm aria de la violencia, en particular bajo su fo rm a
b ru talm en te ec o n ó m ic a, la lógica característica de una econom ía e n la
q u e los intereses 110 p u e d e n satisfacerse sino a condición de disim ularse
en y m ediante las estrategias que apuntan a satisfacerlos .16 Por lo tan to ,
n o hay que ver u n a contradicción en el h e c h o de que la violencia esté
sim u ltán eam en te m ás p re sen te y más en m asc ara d a .17 Porque no d isp o n e
d e la violencia im p lacable y oculta de los m ecanism os objetivos que a u to ­
rizan a los d o m in an tes a contentarse con estrategias de reproducción - a
m e n u d o p u ra m e n te negativas-, esta eco n o m ía re cu rre simultáneamente a
form as de d o m in ació n q u e, desde el p u n to de vista del observador c o n ­
tem p o rá n eo , p u e d e n p a re c e r a la vez más brutales, más primitivas, m ás

16 La “mirada" interaccionista que, ignorando los mecanismos objetivos y su


eficacia, se aferra a las interacciones directas entre los agentes, encontraría
su terreno de elección en esta suerte de sociedades, es decir, precisamente
en el caso en que, por causa de la relación que suele unir al etnólogo con
su objeto, es el más improbable. Para proseguir con e! juego de paradojas,
puede ponerse de relieve que el estructuralismo en el sentido riguroso del
término, en cuanto ciencia de las estructuras objetivas del mundo social (y
no solamente de las representaciones que de él foijan los agentes sociales),
nunca es tan inadecuado (o menos fecundo) que cuando se aplica a socieda­
des en las que las relaciones de dominación y de dependencia son producto
de una verdadera creación continua (a menos que uno desee plantear, como
implícitamente hace el estructuralismo según lo concibe Lévi-Strauss, que
en ese caso la estructura reside en la ideología y que el poder reside en la
posesión de los instrumentos de apropiación de esas estructuras, es decir, en
una forma de capital cultural).
17 La historia del vocabulario de las instituciones indoeuropeas que escribe
Emite Benveniste aprehende las referencias lingüísticas del proceso de deve-
lamientoy de desencantamiento que conduce de la violencia física o simbólica
al derecho, del rescate (del prisionero) a la compra, del precio (para una
hazaña) al salario, y también del reconocimiento moral al reconocimien­
to de deudas, de la creencia al crédito, o incluso de la obligación moral a
la obligación ejecutoria frente a un tribunal de justicia {Le Vocabulaire des
institutions indo-euwpéennes, París, Minuit, 1969, especialmente t. 1, Économie,
párente, société, pp. 123-202 [Vocabulario de las instituciones indoeuropeas, Madrid,
Taurus, 1983]). Y Moses L. Finley muestra incluso que la deuda que era a
veces procurada para crear una situación de servidumbre, podía servir tam­
bién para crear relaciones de solidaridad entre iguales (“La Servitude pour
dettes", Revue d'Histoire du Droit Franjáis et Etranger, 4a serie, 63 (2), abril-junio
de 1965, pp. 159-184).
LOS M O D O S DE D O M I N A C I Ó N 6 5

bárbaras, o más suaves, más h u m an as y más respetuosas de la persona.líi


Esta d u alid ad de violencia m anifiesta, física o económ ica, y violencia sim­
bólica mas refinada está p re sen te en todas las instituciones característi­
cas de esta econom ía y aun en el n úcleo íntim o de cada relación social:
está p re sen te en la deuda tan to co m o en el don, elem entos que, a pesar
de su a p a re n te oposición, tie n e n en com ún el p o d e r de fu n d ar la de­
pen d en cia e incluso la servidum bre, tanto com o la solidaridad, según
las estrategias a cuyo servido se dispongan. Esta am b ig ü ed a d esencial
de todas las instituciones que las taxonom ías m odernas llevarían a tratar
com o económ icas pone en evidencia que las estrategias opuestas que,
com o en la relación entre el se ñ o r y su jammés, p u ed en coexistir, son me­
dios sustituibles para cum plir la m ism a función: así, la ‘‘elec ció n ” entre la
violencia m anifiesta y la violencia suave e invisible d e p e n d e del estado de
las co rrelacio n es de fuerza e n tre las dos partes y de la in teg ració n y la in­
tegridad ética del grupo que arb itra . A la par que la violencia manifiesta,
la del u su re ro o la del señor d esp iad a d o , choca con la re p ro b ac ió n colec­
tiva18
19 y se exp o n e a suscitar o ra la respuesta violenta, o ra la huida de la
víctima, es decir, en am bos casos -y a partir de la ausencia de todo recurso-
la n egación d e la relación m ism a q u e se pretendía explotar, la violencia
sim bólica -violencia suave, invisible, desconocida com o tal, elegida tanto
com o sufrida, la de la confianza, la obligación, la fidelidad personal, la
hospitalidad, el don, la deuda, el reconocim iento o la piedad: en una pa­

18 La cuestión del valor relativo de los modos de dominación -que plantean al


menos implícitamente las evocaciones rousseaunianas del paraíso original o
las disertaciones sobre la “modernización"- está totalmente desprovista de
sentido y no puede dar lugar sino a debates, por definición interminables,
sobre las ventajas y los mconvenientes del antes y del después que no tienen otro
interés que el de revelar los fantasmas sociales del investigador, es decir, la
relación no analizada que él sostiene con su propia sociedad. Como en todos
los casos en que se trata de comparar un sistema con otro, pueden oponerse
hasta el infinito representaciones parciales de los dos sistemas (encanta­
miento vs. desencantamiento, por ejemplo) en las que el tenor afectivo y tas
connotaciones éticas varían solamente según estén constituidas a partir de
uno u otro de los sistemas adoptados como punto de vista. Los únicos objetos
legítimos de comparación son los sistemas considerados en cuanto tales, lo
que prohíbe cualquier otra evaluación que esté implicada en la lógica inma­
nente de la evolución.
19 Algunos usureros, por temor a incurrir en deshonra y verse interdictos del
grupo, prefieren otorgar nuevas prórrogas (hasta la cosecha de aceitunas) a
sus deudores, para así evitar que deban vender tierras para cumplir con sus
obligaciones. Muchos de los que no habían dudado en desafiar la opinión
pública han pagado -a veces con su vida- esajactancia durante la guerra de
liberación.
66 LAS E S T R A T E G I A S DE L A RE PR OD UCCI ON 1 S O C I A L

labra, todas las virtudes q u e honran la m oral d el h o n o r- se im p o n e c o m o


el m odo de d o m in ació n más económ ico p o rq u e es el más ad e cu ad o a la
econom ía del sistem a.
La explotación suave y larvada es la form a q u e adopta la e x p lo tac ió n
del hom bre p o r el h o m b re, ya que la ex p lo tació n directa y b ru tal re su lta
imposible. Es un e r ro r identificar esta ec o n o m ía esencialm ente doble co n
su verdad oficial (generosidad, an id a m utua, etc.), es decir, con la fo rm a
q ue debe a d o p ta r la explotación para realizarse, tanto como re d u c irla a
su verdad objetiva, viendo en la ayuda m utua u n a prestación p erso n al, en
el jamrnés una suerte de esclavo, y así sucesivam ente. El don, la g e n e ro si­
dad, la distribución ostentadora -cuyo límite es el potlatch- son o p e r a ­
ciones de alquim ia social que se observan to d a vez que la acción d ire c ta
de violencia m anifiesta, física o económ ica, está negativam ente san c io ­
nada, y tien d en a aseg u rar la transm utación d el capital eco n ó m ico e n
capital simbólico. El d e rro c h e de dinero, de energía, de dem po, d e in g e ­
nio es el principio m ism o de la eficacia de la alquim ia social p o r cuyo in ­
term edio la relación interesada se transm uta en relación d esin teresad a,
gratuita, la d o m in ació n franca en dom inación desconocida y re c o n o c i­
da, es decir, en autoridad legitima. Lo que actúa es sim plem ente el trab ajo ,
el tiempo, el cu idado, la atención, el co n o cim ien to de los usos, q u e es
necesario p ro d ig ar p ara producir un regalo personal, irreductible a su
equivalente en d in ero , un don que vale por la m anera de dar. Es el gasto
aparentem ente “g ra tu ito ”, no solam ente de bienes o de dinero, sino d e
cosas todavía más personales, y por lo tanto más preciosas p o rq u e, co m o
dicen los kabilas, no p u ed e n “ni prestarse ni pedirse prestadas”, c o m o es
el caso del tiempo -a q u e l que es necesario tom arse para llevar a cabo esas
cosas “inolvidables”, p o rq u e se hacen com o se debe, cuando se d eb e:
“atenciones”, “gestos”, “gentilezas ”- . 20 La violencia suave exige de q u ie n
la ejerce que pague en persona, como suele decirse. La autoridad, carism a,
gracia o, para los kabilas, sa n ; siem pre es p ercib id a com o una p ro p ie d a d
de la persona; la fides, com o recuerda Benveniste, no es la “co n fia n z a ”
sino la “cualidad p ro p ia de un ser que atrae la confianza, y se ejerce bajo

20 En economías donde los bienes son más escasos que el tiempo, la eficacia
transformadora se asocia por sobre todo al derroche de bienes y de dinero;
en formaciones sociales (o clases sociales) donde los bienes tienden a vol­
verse menos escasos que el tiempo, que no puede ser acumulado (aunque uno
pueda apropiarse el tiempo ajeno), el derroche de tiempo posee la mayor
eficacia (ese es el fundamento del prestigio ligado a los consumos culturales
que suponen un gasto de tiempo para el consumo mismo y para la adquisi­
ción de las condiciones de acceso al consumo).
LOS M O D O S D E D O M I N A C f Ó N 67

la form a de una autoridad p ro te c to ra sobre quien se fía d e é l ” .21 L a ilu­


sión q u e coloca en el objeto el o rig en de los sen tim ie n to s responsables
de su representación de ese m ism o objeto no es to ta lm e n te ilusoria. En
efecto, la “gracia” que reconoce la g ratitud es, com o re c u e rd a H obbes, el
reconocim iento para una antecedant grace.

La dom inación suave es m u ch o más costosa para q u ie n la ejer­


ce, y 110 lo es sólo en térm inos económ icos. Los cargos tales
co m o el de lamen, “resp o n sab le” o “g aran te” q u e^ rep re sen tab a
a su g ru p o (thajarrubth o adhrum) en las reu n io n es d e las asam ­
bleas de los hom bres y en todas las circunstancias solem nes
(p o r ejem plo, recibían la p arte de su g rupo d u ra n te [el ritual
d e lj thimeshret) casi no era n disputados ni deseados, y no e ra
in usual que los personajes más influyentes y más im p o rta n te s
d e su grupo rechazaran esta función o rá p id a m en te p id iera n
ser suplantados: las tareas de representación y de m ediación
q u e incum bían al lamen insum ían, en efecto, m u ch o tiem po y
m u c h o esfuerzo. Aquellos a quienes el g ru p o ac re d ita con el
n o m b re de “p ru d entes” o de “grandes” y quienes, incluso en
ausen cia de cualquier m an d ato oficial, se ven investidos de una
su erte de delegación tácita de la autoridad del g ru p o , se deben
(co m o suele decirse para ex p resar la obligación hacia sí m ism o
q u e im plica una alta idea de su p ropia persona) a la tare a de re­
c o rd a r continuam ente al g ru p o los valores que oficialm ente re­
co n o ce, tanto con su c o n d u c ta ejem plar com o con sus in terv en ­
ciones expresas: ellos son quienes, cuando ven que dos m ujeres
d e su grupo disputan, d e b e n separarlas, incluso golpearlas (si
se trata de viudas o si los ho m b res que son responsables de ellas
están desprovistos de a u to rid a d ) o infligirles una m ulta; ellos
qu ien es, en caso de conflicto grave entre m iem bros d e su clan,
d e b e n llamar a unos y a otros de regreso a la sensatez, lo que
conlleva siempre dificultades y a veces peligros; ellos quienes,
e n todas las situaciones capaces de desencadenar un conflicto
e n tre clanes (en caso de u n crim en, por ejem plo) se re ú n e n en
asam blea, con el m orabito, p ara reconciliar a los antagonistas;
so n aquellos sobre quienes recae la carga de p ro te g e r los in­
tereses de los pobres y de los clientes, de hacerles d o n acio n es

21 É. Benveniste, ob. etc, t. 1, pp. 117 y ss.


68 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

en o ca sió n d e las colectas tradicionales (para la iimeshret, p o r


e je m p lo ), de enviarles alim entos d u ra n te las fiestas, de a p o rta r
su ay u d a a las viudas, de asegurar el m atrim onio de los h u é rfa ­
nos, e tc é te ra .

En re su m en , c o m o no está garantizada p o r una delegación oficialm ente


d eclarada e institucionalm ente garan tid a, la autoridad perso n al no p u e ­
de p e rp e tu a rse d e m anera d u rad era si no es p o r m edio de accio n es que
la reafirm an e n la práctica por o b ra de su conform idad co n los valores
que el g ru p o re c o n o c e .-2 Eso equivale a señalar que en un sistem a d e esa
índole los “g ra n d e s ” pueden m enos q u e cualquiera p erm itirse libertades
con las n o rm a s oficiales y deben p ag ar su excedente de valor con un
ex ced en te d e co n fo rm id ad a los valores d el grupo, que es el p rin c ip io de
todo valor sim bólico. En efecto, m ientras no estén constituidos los m e­
canism os institucionalizados que p e rm ite n concentrar en las m anos de
un ag en te sin g u la r (jefe de partido o d elegado sindical, a d m in istra d o r
de sociedad, m iem b ro de una academ ia, etc.) la totalidad del capital que
funda la ex isten cia del grupo y delegarle la facultad de e jercer so b re ese
capital colectiv am en te poseído p o r el co n ju n to de los “accionistas” un
p o d er sin re la ció n estricta con su p ro p io aporte, cada ag e n te p articip a
en el capital colectivo, sim bolizado p o r el nom bre de la fam ilia o del
linaje, p e ro e n pro p o rció n directa con su aporte, es decir, e n la m ed id a
exacta en q u e sus acciones, sus palabras y su persona m a n tie n e n en alto
23 Este sistema está cread o de m odo tal q u e los dom i-
el h o n o r d el g r u p o .2

22 Los morabitos están en una situación diferente, pues disponen de una delega­
ción institucional en tanto miembros de un cuerpo respetado de “funcionarios
del culto” y porque se mantienen en un estatus aparte -en especial por obra
de una endogamia bastante rigurosa y de todo un conjunto de tradiciones pro­
pias, como la reclusión de sus mujeres-. Sin embargo, aquellos de quienes se
dice que “tal como el torrente, engordan en época de tormentas”, no pueden,
como el refrán sugiere, sacar ventaja de su función casi institucionalizada de
mediadores, a menos que encuentren en el conocimiento de las tradiciones y de
las personas el medio de ejercer una autoridad simbólica que no existe sino
por delegación directa del grupo: la mayoría de las veces, los morabitos apenas
son la coartada objetiva, la “puerta”, como dicen los Rabilas, que permite a los
grupos en conflicto ponerse de acuerdo sin perder prestigio.
23 A la inversa, mientras la delegación institucionalizada, que va acompañada
por una definición explícita de las responsabilidades, tiende a limitar las
consecuencias de las carencias individuales, la delegación difusa, correlativa
a la pertenencia, asegura sin distinción a todos los miembros del grupo la
caución del capital poseído en forma colectiva, sin ponerlos al reparo ante
el descrédito que puede acarrear la conducta de tal o cual de ellos, lo que
LOS M O D O S D E DO M IN AC IÓ N 6 9

nantes tengan interés en la virtud: no pueden a c u m u la r poder político


sino p ag ando ellos en p ersona, y no solam ente distribuyendo su dinero
v sus bienes; deben te n e r las “virtudes” de su poder, ya que su poder no
puede descansar sobre o tra cosa que la virtud.

CUIDADO DE LAS FORMAS Y DENEGACIÓN DEL INTERÉS

Las co n d u ctas generosas, d e las q u e el potlatch (u n a d e esas curiosidades


de los antropólogos) no es sino el límite, p arecen p o n e r m om entánea­
m en te en suspenso la ley universal del interés, del donante-donante, del
nada p o r nada, e instaurar relaciones que son u n fin e n sí, como hablar
p o r h ab lar -y no para d ecir a lg o -, dar por dar, y así sucesivamente. De
h echo, estas negaciones del interés siempre son denegaciones prácticas-, a la
m an era de la Vemeinungde F reud, discurso que no d ice lo que dice sino
bajo u n a form a que tien d e a m ostrar que no lo dice, satisfacen el interés
bajo u n a form a (desinteresada) que tiende a m ostrar que no lo satisfa­
cen. Se sabe que “el m o d o de d a r vale más que aq u ello que se da”; que
el d o n está separado del m ero donante-donante p o r el trabajo necesario
p ara cu id ar las formas, p ara h ac er de la m anera de a c tu a r y de las formas
exterio res de la acción la d en eg ació n práctica del co n te n id o de la acción
y tran sm u tar así sim bólicam ente el intercam bio in teresad o o la sim ple
relación de fuerza en u n a relación cum plida “p o r las form as” y “en las
form as”, es decir, por p u ro y desinteresado respeto d e los usos y de las
convenciones que el g ru p o reconoce. (Paréntesis d estin ad o a los estetas:
com o el tiem po y el trabajo consagrado a dar form a y a cuidar las formas
es m ayor allí porque la ce n su ra de la expresión d ire c ta del interés per­
sonal es más notoria, las sociedades arcaicas o frecen a los am antes de las
bellas form as el en can tam ien to de un arte de vivir proclive al orden del
arte p o r el arte que descansa so b re la negativa a re c o n o c e r las evidencias,
tales com o “negocios son negocios” o “time is m o n ey ”, sobre las cuales
rep o sa el tan poco artístico arte de vivir de la harried leisure dass24 de las
sociedades que se da en llam ar avanzadas).

explica el cuidado con que los “grandes" se ocupan de defender el honor


colectivo en el honor de los miembros más desposeídos de su grupo.
24 Cf. S. B. Linder, The Harried Leisure Class, Nueva York y Londres, Columbia
University Press, 1970.
70 LA S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

Se p o see p ara dar. Se es “rico para dar a los pobres", co m o dicen


los kabilas.25 Form a ejem plar d e denegación: porque se p o see tam bién
d a n d o (u n d o n que no es re stitu id o crea un lazo d u ra b le , una obli­
gación, lim itando la libertad del d e u d o r que está c o n d e n a d o a una
actitu d pacífica, cooperativa, p ru d e n te ); porque en a u se n cia de toda
g aran tía ju ríd ic a y de toda fuerza d e coerción ex tern a, u n a de las úni­
cas m an eras de “m antener sujeto a alguien” de m an era d u ra d e ra con­
siste en hacer durar una relación asim étrica tal com o la d e u d a : p o rq u e la
única p o sesión reconocida, legítim a, es la que uno se a se g u ra despose­
yéndose d e ella, es decir, la obligación, el reco n o cim ien to , el prestigio
o la fid elid ad personal.
La riq u eza, base últim a del p o d er, no puede ejercer un p o d e r y un
p o d e r d u ra b le si no es bajo las especies del capital sim bólico; dicho de
otro m o d o , p u ed e acum ularse capital económ ico sólo bajo las especies
del cap ital sim bólico, form a transform ada, es decir, irre c o n o c ib le (por
en d e , pasible de reconocim iento oficial) de los dem ás tipos de capi­
tal. El je fe es, com o afirm a Malinowski, “un b an q u e ro trib a l” que no
acu m u la alim entos sino para pro d ig arlo s y así ateso rar u n capital de
ob lig acio n es y de deudas que serán pagadas bajo form a de o frendas, de
respeto, d e fidelidad y, si la ocasión se presenta, de trab a jo y de servi­
cios, bases posibles de una nueva acum ulación de b ien es m ateriales.26
Los p ro ceso s de circulación circ u lar tales com o la re c o le c c ió n de un
trib u to al cual le sigue una red istrib u ció n je rá rq u ica y je ra rq u iz a n te

25 “Oh, mi Dios, dame para que yo pueda dar" (sólo el santo puede dar sin
tener cosa alguna). La riqueza es un don que Dios otorga al hombre para
permitirle aliviar la miseria de los otros. “El generoso es amigo de Alá." Los
dos mundos le pertenecen. Quien desee conservar la riqueza debe mostrarse
digno de ello, mostrándose generoso; si no, se le quitará.
26 Hay que evitar oponer excesivamente la simetría del intercambio de dones
y la asimetría de la redistribución ostentadora que reside en la base de la
constitución de la autoridad política. Se pasa gradualmente de una a la otra:
a medida que uno se aleja de la reciprocidad perfecta, la porción de las
contraprestaciones constituida por ofrendas, respeto, obligaciones y deudas
morales no deja de incrementarse. Quienes, como Polanyi y Sahlins, han
percibido bien la función determinante de la redistribución en la constitu­
ción de una autoridad política y en el funcionamiento de la economía tribal
(el circuito acumulación-redistribución cumple funciones análogas a las del
Estado y las finanzas públicas) no han analizado esta operación en tanto
técnica privilegiada de reconversión del capital económico, capaz de produ­
cir relaciones durables de dependencia que, económicamente fundadas, se
disimulan bajo el velo de las relaciones morales.
LO S M O D O S DE D O M I N A C I O N Jl

serían p erfectam en te ab su rd as si no tu v ieran p o r efecto tra n s m u ta r la


índole de la relación social e n tre los ag e n te s o los g rupos c o m p ro m e ti­
dos en ello. En todo lu g a r d o n d e se p ro d u c e n , tales ciclos de consagración
tienen por función re alizar la o p eració n fu n d a m e n ta l de la a lq u im ia
social: transform ar re la cio n es arbitrarias e n re la cio n es legítim as, d ife ­
rencias de hecho en d istin cio n es o ficialm en te reco n o cid as. Las re la c io ­
nes duraderas de d o m in a c ió n legítim a y d e d e p e n d e n c ia re c o n o c id a
en c u en tran su fu n d a m e n to en la circulación c irc u la r d o n d e se e n g e n ­
d ra esta plusvalía sim b ó lica q u e es la leg itim a ció n clél poder. Si, c o m o
hace Lévi-Srauss, u n o to m a en co n sid eració n tan sólo el caso particular
de los intercam bios d e b ien es m ateriales y / o sim bólicos que a p u n t a n
a legitim ar relaciones d e recip ro cid ad , se e x p o n e a olvidar q u e to d a s
las estructuras de in te rc a m b io in sep arab lem en te m aterial (c irc u la c ió n )
y sim bólico (co m u n icació n ) funcionan co m o m aq u in aria s id e o ló g ic a s
tan p ro n to com o el estad o d e hecho q u e aq u e lla s tie n d e n a le g itim a r,
tran sfo rm an d o en re la ció n reconocida u n a re la c ió n social c o n tin g e n ­
te, es una correlación asim étrica de fuerzas.
La reconversión p e rm a n e n te del capital e c o n ó m ic o en capital s im b ó ­
lico, a expensas de un d e rro c h e de en e rg ía social q u e es c o n d ic ió n d e
la p erm an en cia de la d o m in ació n , no p u e d e te n e r éxito si no c u e n ta
co n la com plicidad del g ru p o entero: el trab a jo d e d en eg ació n q u e re ­
side en el origen de la alq u im ia social es, c o m o la m agia, una e m p r e s a
colectiva. “La sociedad es la q u e se paga a sí m ism a con la falsa m o n e ­
da de su su eñ o ’1, com o d ec ía Mauss. El d e sc o n o c im ie n to colectivo q u e
reside en el origen d e la m o ral del h o n o r co m o d en e g ació n c o le c tiv a
d e la verdad eco n ó m ica del intercam bio tan sólo es posible p o r q u e , e n
esta suerte de m en tira del g ru p o a sí m ism o, n u n c a hay e n g a ñ a d o r ni
en g añ ad o : el cam p esin o q u e trata a su jammés c o m o a un socio, p o r ­
q u e esa es la costu m b re y p o rq u e así lo q u ie re el h o n o r, se e n g a ñ a a sí
m ism o porque no p u e d e o b e d e c e r a su in te ré s sino bajo la form a e u f e -
m izada dada p o r la m o ral d el honor, ta n to co m o e n g a ñ a a su ja m m é s;
y este no dem an d a o tra cosa que entrar, co n la co m p licid ad de t o d o el
g ru p o , en la Ficción in te re sa d a que le ofrece u n a re p re se n ta c ió n h o ­
n o ra b le de su co n d ició n . Es decir que los m eca n ism o s q u e a s e g u ra n la
re p ro d u cc ió n de los h ab itu s conform es son a q u í p a rte in teg ra n te d e u n
a p a ra to de p ro d u cció n q u e no podría fu n c io n a r sin ellos. Los a g e n te s
- n o solam ente p adres e hijos, sino tam bién a c re e d o r y deudor, s e ñ o r y
jam m és- no se m a n tien en sujetos unos a o tro s de m a n e ra d u ra d e ra si n o
p o r las disposiciones q u e el gru p o les inculca y re fu e rz a c o n tin ú a m e n te
y q u e tornan impensables prácticas que la e c o n o m ía d ese n c a n ta d a d e l
72 L A S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

“in te ré s al d e s n u d o ” hará a p a re c e r como legítim as e incluso com o cosa


p re s u p u e s ta .2'
La verd ad oficial p ro d u c id a p o r el trabajo colectivo de eufem ización,
fo rm a elem en tal del trabajo de objetivación que c o n d u c irá hacia la defi­
n ició n ju ríd ic a de las prácticas adecuadas, no es so lam en te lo que perm i­
te al g ru p o salvar su “p u n d o n o r espiritualista’1; tien e tam b ién una efica­
cia real p o rq u e, aunque todas las prácticas la d esm intiesen, a la m anera
d e u n a regla que no ten d ría sino excepciones, subsiste la verdad de las
prácticas q ue se p reten d en convenientes. La m oral del h o n o r pesa sobre
cad a cual con el peso de todos los demás, y el d ese n can tam ien to que lle­
va h acia el paulatino develam iento de las significaciones y de las funcio­
nes in h ib id as no puede re su ltar sino de un d e rru m b e de las condiciones
sociales de la censura cruzada q u e cada uno sufre con im paciencia pero
q u e h ac e sufrir a todos los d em ás.2728

Si es v erd ad que la violencia sim bólica es la form a suave y larvada que


la v io lencia ad opta cu an d o la violencia manifiesta es im posible, puede
c o m p re n d e rs e que las form as simbólicas de la d o m in ació n se hayan de­
b ilitad o p au latinam ente, a m ed id a que se constituían los mecanismos
objetivos q u e, volviendo inútil el trabajo de eufem ización, tendían a pro­
d u c ir las disposiciones “d ese n can tad a s” que su d esarro llo exigía.29 Puede

27 De allí resulta que el error objetivista -y especialmente aquel que consiste en


ignorar los efectos de la objetivación de lo no-objetivado- es más gravoso en
consecuencias dentro de un universo donde, como aquí, la reproducción del
orden social depende de la reproducción incesante de habitus conformes,
más que de la reproducción automática de las estructuras capaces de engen­
drarlos o de seleccionarlos.
28 La urbanización, que aproxima a grupos dotados de tradiciones diferentes
y que debilita los controles cruzados, o la simple “descampesinización"
determinada por la generalización de los intercambios monetarios y por
la introducción del salario, provocan el derrumbe de la ficción colectiva
colectivamente preservada que era la religión del honor. Es así, por ejemplo,
que la c&nfianzase sustituye con el crédito (talq), en tiempos pasados maldito
o despreciado (según está testimoniado en la injuria “ah, cara de crédito",
rostro de quien, perpetuamente humillado, deja de sentir la deshonra; o en
el hecho de que el repudio sin restitución, la mayor ofensa concebible, se
llame berra natalq). “En la era del crédito -como dice un informante-, bien
desgraciados son quienes para invocar no tienen más que la confianza de la
cual gozaban sus padres. Todo lo que cuenta es el haber inmediato. Todo el
mundo quiere ser hombre de mercado. Todo el mundo cree tener derecho a
la confianza, aunque ya no hay más confianza."
29 La lucha ideológica entre los grupos (clase etaría o sexo) y las clases sociales
por la definición de la realidad contrapone la violencia simbólica, como vio-
L O S M O D O S DE D O M I N A C I O N 73

com prenderse adem ás q u e la actualización y la neutralización p aulatinas


de los efectos ideológicos y prácticos de los m ecanism os que aseguran la
reproducción de las relaciones de do m in ació n determ inen un re to rn o a
formas de violencia sim bólica fundadas tam b ién sobre la disim ulación d e
los mecanismos de rep roducción m ediante la conversión del capital eco­
nómico en capital sim bólico: con la redistrib u ció n legitim adora, pública
(política “social”) o privada (financiam iento d e fundaciones “d e sin te re ­
sadas”, d o n ación a hospitales, a instituciones escolares y culturales, etc.),
posibilitan que se ejerza la eficacia de los m ecanism os'de rep ro d u cció n .
A estas formas de acum ulación legítima, p o r cuyo interm edio los d o m i­
nantes se aseguran u n capital de “créd ito ” q u e parece no deber cosa al­
guna a la lógica de la explotación,30 es necesario sum arle esta o tra fo rm a
de acum ulación de capital simbólico que es el atesoram iento de b ien es
de lujo que d an testim onio del gusto y de la distinción de su poseedor. La
denegación de la eco n om ía y del interés eco nóm ico que en las socieda­
des precapitalistas se ejercía en prim er té rm in o en el terreno d o n d e h a­
bía que excluirla para constituir com o tal la econom ía encu en tra así su
refugio predilecto en el ám bito del arte y de la “cultura”, lugar del p u ro
consum o, de d in ero , desde luego, pero tam b ién de tiempo no co n v erti­
ble en dinero. Islote de lo sagrado que se o p o n e de manera sistem ática
y ostentosa al universo profano y cotidiano de la producción, asilo d e la
gratuidad y del d esin terés en un universo librado al dinero y al in terés,

lencia desconocida y reconocida, por ende legítima, a la toma de conciencia


de lo arbitrario que expropia a los dominantes parte de su fuerza simbólica,
aboliendo el desconocimiento. Esta lucha ideológica por la definición de la
realidad forma parte de la definición científica de la realidad.
30 No es el sociólogo, sino un grupo de industriales estadounidenses aquel que,
pará dar cuenta del efecto de las “relaciones públicas" ha foijado la teoría de
la cuenta bancaria que “exige que uno haga depósitos regulares y frecuentes en
el Banco de la Opinión Pública (Bank of Public Good-Will) de modo tal que
se pueda librar un cheque sobre esa cuenta cuando sea necesario" (cit. por
Dayton Mac Kean, Party and Pressure Politics, Nueva York, Hougthon Mifflin
Company, 1944). Cf. también Richard W. Gable, “NAM [National Association
of Manufacture rs]: ínfluential Lobby or Kiss of Death?", TheJournal of Politics,
15 (2), mayo de 1953, p. 262 (sobre los diferentes modos de acción de la
NAM, acción sobre el público general, acción sobre los educadores, sobre los
eclesiásticos, los líderes de clubes femeninos, los líderes agrícolas, etc.) y H.
A. Turner, "How Pressure Groups Opérate”, The Armáis of the American Acade-
my of Political and Social Science, 319, septiembre de 1958, pp. 63-72 (sobre la
manera como la organización se eleva a sí misma en la estima del público y
condiciona las actitudes para crear un estado de la opinión pública tal que
se acojan favorablemente, de modo casi automático, los programas deseados
por el grupo).
74 LAS estrategias de la reproducción social

el m u n d o del arte p ro p o n e , com o en tiem pos pasados la teología, una


an tro p o lo g ía im aginaria o b te n id a merced a la d en e g ació n de todas las
negaciones que efectúa re alm en te la econom ía.
P A R T E II

Clases y clasificaciones
3- Porvenir de clase
y causalidad de lo probable

i
La teo ría de la práctica q u e las ciencias del h o m b re p o n en en
fu n cio n am ien to (la mayoría de las veces en estado im plícito) cuando
deben ex p licar la economía de las prácticas, es decir, la lógica in m an en te a
las acciones y al sentido objetivo de las obras y de las instituciones, oscila,
más allá d e las divergencias e n tre las tradiciones teóricas, e n tre el meca­
nicismo y u n a versión g en e ralm en te intelectualista de fm alism o. Al no
po d er re c o n o c e r otra cosa que d iferen tes variantes de la acción racional
o de la reacción mecánica a una d eterm in a ció n tal como la constricción del
precio m ecánicam ente form ado p o r el m ercado, nos vem os im posibili­
tados de co m p re n d e r la lógica específica de todas las acciones que son
razonables sin ser producto de u n designio razonado o, con tan ta mayor
razón, de u n cálculo racional; acciones habitadas por u n a su erte de fina­
lidad objetiva, sin estar conscien tem en te organizadas co n relación a un
fin ex p lícitam en te constituido; inteligibles y coherentes sin h a b e r surgi­
do de u n a in ten ció n inteligente y de u n a decisión deliberada; ajustadas
al fu tu ro sin ser producto de u n proyecto o un p la n .1 La fuerza de la
alternativa es tal que quienes p re te n d e n reaccionar c o n tra el mecanicis­
mo d e cierta tradición de la ec o n o m ía sin caer en el intelectualism o del*

* Este artículo representa un momento de una investigación más amplia que,


desde hace algunos años, realizo junto con Luc Boltanski, y de la que hemos
publicado algunos resultados parciales anteriormente (cf. P, Bourdieu, L.
Boltanski y P. Maldidier, “La dé tense du corp", Information sur les Sciences
Sociales, 10 [4], 1971, pp. 45-86, y P. Bourdieu, L. Boltanski y M, De Saint-
Martin, “Les stratégies de reconversión”, Information sur les Sciences Sociales,
12 [5], 1973, pp. 61-113). Agradezco aJ.-C. Chamboredon y a D. Merllié las
observaciones y sugerencias que me han hecho.
1 Ludwig von Mises tiene el mérito de ofrecer una expresión franca de la teo­
ría doble de la acción que asedia, en estado implícito, a la teoría económica.
.Al tomar como “acción racional” (expresión que, como él señala, constituye
desde entonces un pleonasmo) toda acción consciente e intencional, no re­
conoce otro modo de acción que no sea la reacción refleja a estímulos (cf. su
volumen Human Action. A Treatise on Economics, New Haven, 1949, pp. 18-20).
78 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

“cálculo eco n ó m ico ” (o la psicología a p rio ri h eredada del utilitarism o y


del pragm atism o) con el cual suele alternar, sólo raras veces e lu d e n las
ingenuidades del subjetivismo con su bagaje personalista de “aspiracio­
nes” y de “proyectos”; y tal que, a la inversa, quienes p re te n d en ro m p e r
con las in g enuidades de las teorías subjetivistas de la acción re cae n casi
inevitablem ente e n un mecanicismo ap e n as m enos ingenuo q u e el de
la teoría que, ex tra p o lan d o a la econom ía la axiomática de la m ecá n i­
ca clásica, trata a los agentes económ icos com o partículas indiscernibles
sometidas a las leyes de un equilibrio cuasi m ecánico. En efecto, para
librarse de la vieja alternativa no basta volver a una forma m ejor disim ula­
da de m ecanicism o, de la m ano de aquellos estrucluralistas que tra ta n a
los agentes, graciosam ente reducidos -e n virtud de una so b re trad u cc ió n
de M arx- al rol de soportes de la estru ctu ra {Tráger), com o reflejos re­
dundantes de las estructuras, o situar en el principio de las prácticas un
inconsciente d efin id o com o operador mecánico de finalidad~
De hecho, en la m ayor parte de sus acciones, el agente eco nóm ico no
es ni un calculador racional, que obedece sólo a la evaluación racional
de las posibilidades, ni un autóm ata, m ecánicam ente d eterm in a d o p o r
las leyes del m ercado. Principio g en e rad o r d e estrategias objetivas, com o
secuencias de prácticas estructuradas que están orientadas con re fe re n ­
cia a funciones objetivas, el habitus en cierra la solución de las paradojas
del sentido objetivo sin intención subjetiva, e n tre otros motivos p o rq u e

2 Así, a propósito de los intentos de Durkheim por “explicar la génesis del


pensamiento simbólico” (en lugar de “tomarla como dada”), Claude Lévi-
Strauss escribe: “Los sociólogos y los psicólogos modernos resuelven tales
problemas apelando a la actividad inconsciente del espíritu, pero en la época
en que Durkheim escribía, la psicología y la lingüística moderna todavía no
habían alcanzado sus principales resultados. Ello explica por qué Durkheim
se debatía entre lo que veía como una antinomia irreductible (lo cual ya
era un progreso considerable en el pensamiento de finales del siglo XIX tal
como lo ejemplifica, por ejemplo, Spencer): el carácter ciego de la historia
y el finalismo de la conciencia. Entre los dos está evidentemente la finalidad
inconsciente del espíritu" (C. Lévi-Strauss, in G. Gurvitch y W. E. Moore [eds. j ,
La sociologie au XX* siécle, París, Presses Universitaires de France, 1947, t.
II, p. 527, subrayado mío). Las dos lecturas, tanto la mecanicista como la
finalista, son igualmente probables, alternativa o simultáneamente, ya que
la ciencia descubre misteriosas regularidades (basta pensar, por ejemplo, en
el ciclo de recolección abundante -característico de las economías agrarias
tradicionales- que “acarrea” el crecimiento de la población que 'acarrea” la
escasez y el retorno al equilibrio, y, más generalmente, en todas las “tenden­
cias” demográficas). La ilusión del termostato o, según otra metáfora, de la
homeostasis, no es sino una forma eufemística de las ingenuidades finalistas
á la Bernardin de Saint-Pierre.
P O R V E N IR DE C L A S E Y C A U S A L I D A D DE L O P R O B A B L E 79

térm in o lo dice- plantea ex p lícitam en te la cuestión d e su p ro p ia gé­


nesis colectiva e individual. Si cada u n o de los m o m en to s de la se rie de
acciones ordenadas y o rien tad as q u e constituyen las estrateg ias objeti­
vas p u ed e parecer d eterm in ad o p o r la anticipación d el p o rv e n ir y, en
especial, de sus propias consecuencias (lo cual justifica q u e se e m p le e el
concepto estrategia), se debe a q u e las prácticas que e n g e n d ra e l habi-
tus, regidas p o r las condiciones pasadas de la p ro d u c c ió n de su p rin ci­
pio g en erad o r, están adaptadas d e an tem an o a las c o n d icio n e s objetivas,
siem pre q u e las condiciones en las cuales el habitus fu n c io n a h a y a n per­
m anecido idénticas (o sem ejantes) a las condiciones bajo las c u a le s se ha
constituido. En efecto, el ajuste a las condiciones objetivas es p e rfe c ta e
in m ed iatam en te exitoso, y la ilusión d e la finalidad o, lo q u e v ie n e a ser
lo m ism o, del mecanismo au to rreg u lad o , es com p leta en (y sólo en) el caso
en q u e las condiciones de p ro d u c c ió n y las co n d icio n e s d e realización
coin cid en p erfectam en te.1

La perm anencia, bajo la form a de habitus, del efecto de lo s


condicionam ientos prim arios, im plica que la c o r r e s p o n d e n ­
cia inm ediata entre las estru ctu ras y los h abitus (c o n las r e ­
presentaciones -la ex p e rien cia dóxica del m u n d o so cial- y
las expectativas -e l amor fati~ que en g e n d ran ) es tan sólo u n
caso particular del sistema de casos posibles de re lacio n es e n t r e
las estructuras objetivas y las disposiciones. Explica, tam b ién e
igu alm en te bien, los casos e n q u e las disposiciones fu n c io n a n
a co n tratiem p o (según el p arad ig m a de D on Q u ijo te, tan c a ro
a M arx) y en que las prácticas están objetivam ente in a d a p ta d a s
a las condiciones presentes p o rq u e están o b jetiv am en te a ju sta ­
das a condiciones caducas o abolidas: basta m e n c io n a r el caso ,
p ecu liarm en te paradójico, d e las form aciones sociales d o n d e
se observa un cambio p e rm a n e n te de las condiciones o b jetiv as
-y, p o r lo tanto, un desfase p e rm a n e n te en tre las co n d ic io n e s a
las cuales está ajustado el habitus y las condiciones a las c u a le s 3

3 Para convencer de la necesidad de abandonar la alternativa entre m ecani­


cismo y finalismo, no hay mejores ejemplos que la autoexclusión escolar de
los niños de las clases populares y, aun más, la correspondencia entre las
posibilidades de ascenso social y las estrategias de fecundidad, caso en q u e
la hipótesis del cálculo económico racional es particularm ente insostenible,
mientras que las apariencias de la finalidad se imponen con llamativa fuerza
(véase infra).
80 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

d eb e a ju starse -, y a la vez una sim ple traslación de la e stru c tu ra


de las relaciones de la clase, pues la histéresis de los habitus
p u e d e c o n d u c ir a un desfase e n tre las expectativas y las c o n d i­
ciones objetivas que induce a la im paciencia ante esas co n d icio ­
nes (p o r ejem plo, es el caso de los poseedores de títulos escola­
res a c tu a lm e n te devaluados p o r o b ra de su divulgación m ism a,
a u n q u e hayan perm anecido n o m in alm en te idénticos: esp e ran
las ventajas reales que en una ép o ca anterior estaban ligadas
a esos títu lo s). Pero hay más: de to d o lo que m arca las c o n ­
dicio n es prim arias que el habitus “esp e ra” y a las que “a p e la ”,
siq u iera a contratiem po, p o rq u e las supone com o co n d ició n d e
su fu n c io n a m ie n to , nada es más d eterm in an te que el sistem a
de ind icio s p o r cuyo interm edio se recu erd a la p en d ien te de la
trayectoria social del linaje -la p e n d ie n te nula de las fo rm acio ­
nes sociales o de las clases más “estables” es un caso especial d e
todas las condiciones que llevan en sí las marcas del ascenso o
de la d e c a d e n c ia -. En resum en, la tendencia a perseverar en su
ser q u e los grupos deben, e n tre otras razones, al hecho d e q u e
los a g e n te s q u e los com ponen están m unidos de disposiciones
d u rab les, capaces de sobrevivir a las condiciones económ icas
y sociales de su propia producción, pu ed e residir en el o rig en
de la in a d a p ta c ió n tanto com o de la adaptación, de la revuelta
tan to c o m o d e la resignación.

Había q u e evocar, sin entrar en un análisis sistem ático,4 el universo de


las form as p o sibles que toma la relación e n tre las disposiciones y las con­
diciones, p a ra p en sa r el ajuste an ticip ad o del habitus a las condiciones
objetivas co m o un “caso particular de lo posible”, según los térm inos
de B achelard, y evitar así unlversalizar inconscientem ente el m o d elo de
relación cuasi circ u lar de reproducción cuasi perfecta que n o vale com ­
p letam ente sin o para los casos en q u e las condiciones de p ro d u c c ió n del
habitus y las co ndiciones de su fu n c io n a m ie n to son idénticas u hom oté-
ticas. En ese caso específico, las disposiciones constitutivas del habitus
-in culcadas d e fo rm a duradera p o r las condiciones objetivas y p o r una
acción p ed a g ó g ic a que tiende a ajustarse a aquellas- son proclives a en ­

4 La forma adoptada por el desfase entre las disposiciones y las estructuras en


el caso de la traslación citada más arriba, así como en el caso -d e peculiar
interés- en que ese proceso se ve súbitamente detenido, se analizará en un
artículo en preparación.
P O R V E N I R DE CL ASE Y C A U S A L I D A D D E LO PR O BABLE 8 l

g en d rar expectativas y prácticas objetivam ente com patibles con dichas


condiciones y adaptadas de an tem a n o a sus exigencias objetivas; en otros
térm inos, al ser producto de un determ inado tipo de regularidades ob­
jetivas (p o r ejemplo, aquellas q u e caracterizan u n a condición de clase y
que la ciencia apreh en de gracias a las regularidades construidas tal com o
las probabilidades objetivas), esas disposiciones g en erales y transferibles
tien d en entonces a e n g e n d ra r todas las prácticas “razonables” que son
posibles d en tro de esos lim ites, y sólo en el m arco de ellos, excluyendo
las “locuras”, es decir, las co n d u ctas destinadas a s a n d o n e s negativas p o r
ser incom patibles con las exigencias objetivas. En o tro s términos, tien ­
d en a asegurar, por fu era de cualquier cálculo racio n al y de cualquier
estim ación consciente de las posibilidades de éxito, la correspondencia
in m ed iata entre la p ro b a b ilid ad a priori o ex ante q u e se otorga a un
aco n tecim ien to (con o sin acom pañam iento de experiencias subjetivas
tales com o esperanzas, tem ores, etc.) y la p ro b a b ilid ad a posteriori o ex
post q u e pu ed e establecerse a p artir de la ex p erien cia pasada,5
¿Pero eso no es volver, p o r otras vías, a la teo ría d e la práctica que cier­
tos econom istas actualizan -a l m enos im p lícitam en te- cuando plantean,
p o r ejem plo, que las inversiones tienden a ajustarse a las tasas de beneñ-

5 Desgraciadamente, no hay necesidad de formular la hipótesis de la in­


comprensión intencional para comprender que un sociólogo que se hace
conocer por sus trabajos sobre el análisis matemático de los hechos sociales
no llegue a comprender el análisis de las relaciones dialécticas entre las dis­
posiciones subjetivas y las probabilidades objetivas, si no es atribuyendo a los
agentes la intención de no hacer mentir a la estadística: “Objetivamente, es
decir, según las estadísticas, para un hijo de obrero las posibilidades de ingre­
sar a la universidad son muy endebles. Este dato se percibe indirectamente en
una instancia subjetiva; por ejemplo, lo percibe el adolescente surgido de una
familia obrera: entre sus camaradas un poco mayores que él y pertenecientes
al mismo medio, ninguno o casi ninguno alcanza el nivel universitario. El
adolescente se comportará pues de modo que habrá de hacer realidad lo que percibe
como un dato de hecho: cuando se pertenece a un medio desfavorecido,
no se puede ingresar a la Universidad. Una vez planteada esta hipótesis, se
deduce de ella que las estadísticas relativas a la desigualdad de oportunida­
des frente a la enseñanza no pueden modificarse en el tiempo, ya que en
definitiva los individuos se comportan de modo que las estadísticas previas
sigan siendo verdaderas" (R. Boudon, L’inegalité des chances, París, A. Colin,
1973, p. 55, el subrayado es mío). Si bien puede verse sin esfuerzo por qué el
autor de este párrafo algo sumario no puede aprehender el análisis propuesto
sino como “finalista”, hay que tener presente la pregnancia del par epistemo­
lógico que constituyen las posiciones antagonistas -de hecho complemen­
tarias- del mecanicismo y del finalismo, para com prender que ese mismo
análisis recibiera algunas líneas más arriba el rótulo escolar de “hipótesis de
mecanicismo de repetición".
82 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

cío esp erad o o realm ente o b ten id o en el pasado? Para d e ja r d e manifies­


to la d iferen cia y a la vez especificar los análisis an terio res, basta tom ar
en consid eración la teoría w eberiana de “probabilidades objetivas”, que
tiene el m érito de exponer uno de los postulados fu n d a m e n tales -a u n ­
que tácito s- de la econom ía: la existencia de una “relación d e causalidad
inteligible” e n tre las posibilidades genéricas (“típicas”) “q u e ex isten objeti­
vam ente p o r térm ino m edio” y las “expectativas subjetivas”.6 R efiriéndo­
se a “posibilidades prom edio”, es decir, válidas para cualquiera, para un
agente indeterminado e intercambiable, un “u n o ”, com o d iría H eidegger,7
y re c o rd a n d o que la acción racional, orientada ju ic io sa m e n te ” según
lo que es “objetivam ente válido”,8 es la que “se habría d esen v u elto si los
actores h u b ie ra n tenido co n o cim ien to d e todas las circunstancias y de
todas las in ten cio n es de los p artic ip a n te s”,9 es decir, de lo q u e es “válido
a los ojos d el científico”, el único en condiciones de c o n stru ir p o r m edio
del cálculo el sistem a de posibilidades objetivas a las cuales d e b e ría ajus­
tarse u n a acción realizada con p erfec to conocim iento de causa, Max We-
ber hace ver claram ente que el m odelo puro de acción ra cio n al no pue­
de co n sid erarse una descripción an tropológica de la práctica. Si aun así
resulta d em asiad o evidente que, salvo excepción, los agentes reales están
lejos de p o see r la inform ación com p leta sobre la situación q u e supon­
dría u na acción racional, ¿cómo explicar que los m odelos económ icos
fundados so b re la hipótesis de u n a correspondencia e n tre posibilidades
objetivas y prácticas explican, con bastante exactitud y e n la m ayor parte
de los casos, prácticas que no tie n e n por principio el co n o c im ien to de
esas posibilidades objetivas?10 Si u n o se contenta con p o stu la r im plícita­

6 Cf. M. Weber, Essais sur la théorie de la science, trad. J. Freund, París Pión
1965, p. 348.
7 Heidegger liga explícitamente el concepto de “uno” al de “promedio" en
una página sociológicamente ejemplar por lo evidente que resulta en ella
el aristocratismo primario que se presenta oculto bajo las apariencias de la
metafísica (cf. M. Heidegger, VEtre ei le Temps, trad. fr. de R. Boem y A. De
VVaelhens, París, Gal limard, 1954, pp. 158-169 [El ser y el tiempo, México FCE
1974j).
8 M. Weber, ob. cit., pp. 335-336.
9 M. Weber, Économie et Société, París, Pión, 1967, t. I, p. 6. [Economía y Sociedad,
México, FCE, 1947J.
10 En la literatura psicológica se encuentran algunos ejemplos de intentos por
verificar directamente este axioma que la teoría económica acepta la mayoría
de las veces de manera implícita (cf. E. Brunswik, “Systematic and Represen-
tative Design of Psychological Experiments", enj. Neymen (ed.), Proceedings
of the Berkeley Symposium on Mathematical Statistics and Probability, Berkeley,
Universityof California Press, 1949, pp. 143-202; M. G. Preston y P. Baratía,
P O R V E N I R DE CLASE V C A U S A L I D A D DE LO P R O B A B L E 83

m ente la corresp o n dencia en tre las posibilidades objetivas y las p rá c tic a s


-p o r ejemplo, en tre la tasa de beneficio y la p ro p e n sió n a in v e rtir- y si
om ite plantear la cuestión de las condiciones d e posibilidad - p o r lo ta n ­
to, de los límites teóricos y em píricos- de esta co rre sp o n d e n c ia , d eja el
cam po libre a las más contradictorias teorías explicativas.11

“An Experimental Study of the Action-Value of an Uncertain Income", Ameri­


can Journal of Psychology (61), 1948, pp. 183-193; F. Atlneave, “Psychological
Probability as a Function of Experienced Frequency”, Journal of Experimental
Psychology, 46 (2), 1953, pp. 81-86. De hecho, sería cuestión de elaborar los
procedimientos de una verdadera sociología experimental, capaz de m ed ir las
variaciones de las disposiciones adquiridas según las condiciones sociales de
adquisición. Podría uno ocuparse, por ejemplo, de transponer las técnicas
empleadas por los psicólogos (e. g.: H. Gelson) para estudiar cómo funciona
la percepción de las distancias, de las alturas de las personas u otras magni­
tudes y cómo esta se constituye. El análisis experimental (en laboratorio y
en “medio natural”) de disposiciones socialmente constituidas, tales como la
percepción de lo “bello” y de lo “feo"(aplicado a cosas o a personas, a objetos
“legítimos" -en diferentes grados- o ilegítimos, etc ), de lo “caro” y d e lo
“barato”, de lo “brillante, chispeante" y de lo “serio”, de lo “distinguido" y de
lo “vulgar”, etc. Debería llevara fijar los sistemas de indicios (por ejemplo,
los acentos) a partir de los cuales se detectan estos sentidos sociales y perm itir
asociar con los correspondientes tipos de condiciones sociales de producción
las diferentes formas que aquellas revisten en cierta formación social.
11 Ya sea que, en la imposibilidad de interrogarse sobre las condiciones econó­
micas y culturales del cálculo económico racional, se confiera a los agentes
económicos en su universalidad, o solamente al “empresario", una aptitud
para percibir y para apreciar adecuadamente las posibilidades objetivas ofre­
cidas por los diferentes mercados, lo que supondría una información cuasi
científica o un “sentido” cuasi divino de las ocasiones favorables. Ya sea que,
de modo completamente opuesto, pensando menos en el mercado d e l capi­
tal que en el mercado del trabajo o de los productos de consumo, se confiere
a los mecanismos autorregulados del mercado el poder cuasi absoluto de
regir y de regular voluntades y preferencias de las cuales la ciencia n o tiene
en definitiva cosa alguna que conocer, ya que, so pena de ser eliminados,
a los agentes no les queda otra opción que determinarse en función d e los
precios definidos por los mecanismos de la oferta y de la demanda (estas dos
posiciones incompatibles no podrían coexistir sin el dualismo inhere nte a la
ideología dominante, cuyo pensamiento es distinto según piense en la clase
dominante o en las demás clases; el burgués, que de buen grado es espiritua­
lista para sí mismo, materialista para los demás, liberal para sí mismo, rigo­
rista para los demás, es lógicamente también intelectualista para sí mismo,
mecanicista para los demás). O bien sea, por último, que uno se esfuerce por
eludir la abstracción, tomando en cuenta la distribución de los recursos y de
las escalas de preferencia individuales, los “gustos” o las “motivaciones" de los
consumidores o la competencia y la información de los “empresarios*’ , pero
haciendo abstracción de las condiciones económicas y sociales de p ro d u c­
ción de esas disposiciones y de la lógica específica de su funcionamiento. Así,
una tentativa tan original como la de Albert Hirschman, que rompe c o n el
mecanicismo para deslindar las dos estrategias (individuales) que los con-
84 LAS ES TRATE GIAS DE LA RE PROD U C C IÓN SOCIAL

“ LA CAUSALIDAD DE LO PROBABLE” 1"

La ab stracció n inherente a u n a teo ría económ ica que ú n ic a m e n te cono­


ce las “resp u estas” racionales de un agente in d eterm in ad o e intercam ­
biable a “o p o rtu n id ad es p o ten cia le s” (responses topotentialopportumties) o,
más p recisam en te, a posibilidades prom edio (com o las “tasas prom edio
de b en e ficio s” aseguradas p o r los diferentes m ercados) n u n c a se m ues­
tra con ta n ta claridad com o c u a n d o los econom istas se refieren a las
e c o n o m ía s precapitalistas som etidas a la dom inación eco n ó m ica y /o
política. Esta suerte de situación experim ental en q u e no se cum plen
las c o n d ic io n e s para el ac u erd o e n tre las estructuras y las disposiciones,
p o rq u e los agentes no son p ro d u c to de las condiciones económ icas a las
cuales d e b e n adaptarse, p erm ite ap reciar sin lugar a d u d a que la adap­
tación a los requisitos de la e c o n o m ía no es ni efecto d e u n a conversión
de la c o n c ie n cia ni de una a d a p ta c ió n m ecánica a las constricciones de
la n e c e sid a d económ ica: la invención que supone no es accesible sino a
q u ien es p o see n un m ínim o de capital económ ico y cu ltu ral, es decir, un
m ín im o d e p o d e r sobre los m ecanism os que deben d om inar. M ediante
los m ecan ism o s autorregulados del m ercado, que a d o p ta n el carácter
d e n e c e sid a d previsible y calculable del m undo natural, el “cosm os eco­
n ó m ic o ” im p o rtad o e im puesto exige tácitam ente de todos los agentes
ec o n ó m ic o s ciertas disposiciones, en especial en relación co n el tiem po,
tales co m o la inclinación y la a p titu d para regular sus prácticas en fun­
ción d el p o rv e n ir y para d o m in a r los mecanismos económ icos m erced a
la prev isió n y el cálculo, que están en función del d o m in io efectivam en­
te p o seíd o so bre esos m ecanism os: la propensión práctica y, con tanto
m ayor m otivo, la am bición co n scien te de apropiarse d el p o rv en ir m e­
d ian te el cálculo racional d e p e n d e estrecham ente de las posibilidades
de c o n se g u ir dicha apropiación, inscritas en las co ndiciones económ icas
p resen tes. La com petencia re q u e rid a por la “elecció n ” de las m ejores

suinidores pueden oponer a las empresas - exit, la defección (en pro de un


competidor), y voice, la protesta- no escapa totalmente al iruelectualismo, ya
que, en primer término, no es capaz de situar estas estrategias de las situacio­
nes extraordinarias en relación con las estrategias ordinariamente adaptadas
a las situaciones ordinarias (y destinadas por ello a pasar desapercibidas) y,
en segundo lugar y sobre todo, porque no describe las condiciones econó­
micas y culturales de acceso a cada una de ellas. (A. O. Hirschman, Exit, Voice
and Loyalty, Cambridge, Mass., Harvard Uníversity Press, 1970.)
12 G. Bachelard, Le Nouvel esprit identifique, París, Presses Universitaires de
France, 1934, p. 117.
P O R V E N I R DE C L A S E Y C A U S A L I D A D DE LO P R O B A B L E 85

estrategias objetivas (com o sucede al o p ta r p o r una inversión financiera,


un establecim iento escolar o una ca rre ra profesional) está re p artid a de
m anera muy desigual, ya que varía casi ex actam en te como el p o d e r del
cual d ep en d e el éx ito de dichas estrategias.
La “situación lím ite” de los subproletarios a quienes su com pleta im ­
potencia co n d e n a a la alternancia e n tre onirism o y ren u n ciam ien to
actualiza u n o de los aspectos de la re lació n e n tre el poder actual y las
disposiciones: las prácticas sin econom ía ni estrategia de estos h o m b res
sin porvenir, en especial su abandono fatalista a la fecundidad n atu ral,
prestan testim onio de que, más acá de cierto um bral, aun la disposición
estratégica, q ue im plica la referencia práctica a un porvenir, a veces muy
alejado, no p u ed e constituirse, com o si la am bición efectiva de d o m in a r
el porvenir fuese p roporcional al p o d e r efectivo de dom inarlo. Y, lejos
de rep resen tar u na im pugnación, las am biciones soñadas y las e sp e ra n ­
zas m ilenaristas q u e expresan a veces los m ás desposeídos todavía re-
confírm an que, a diferencia de esta “d e m a n d a sin efecto” -c im e n ta d a ,
com o dice Marx, so b re la necesidad y el d e se o -, la “dem anda efectiva”
en cu en tra su fu n d am en to , y a la vez sus lím ites, en el poder; m edido p o r
las posibilidades d e saciar el deseo y de satisfacer la necesidad. Las aspira­
ciones efectivas, capaces de orientar re a lm e n te las prácticas p o rq u e están
dotadas de u n a p robabilidad razonable d e su rtir efecto, nada tie n e n en
com ún con las aspiraciones soñadas, deseadas “sin efecto, sin ser real,
sin objeto”, según afirm a M arx,13 o con los sim ples proyectos, proyec­
ciones conscientes y explícitas de posibles q u e pueden en igual m ed id a
acontecer o no, y expresam ente constituidas en tanto fines de la acción
destinadas a hacerlas acontecer: en el lím ite, es decir, a m edida q u e se
quitan el peso de todas las constricciones y de todas las limitaciones para
situarse, com o suele decirse, en el “id eal”, esos deseos im aginarios tien­
den, com o en el caso estudiado por S h u b k in ,14 a reproducir la estru ctu ra
social, pero a la inversa, ya que las posiciones más infrecuentes en la rea­

13 K. Marx, “Ébauche d ’une critique de Péconomie politique”, en CEuvres, Eco-


nornie, ÍI, París, Gallimard Pléiade, 1968, p. 117. [Elementos fundamentales para
la crítica de la economía política, México, Siglo XXI, 2006.)
14 Shubkin observa que el universo de posiciones sociales (“profesiones”)
deseadas presenta la forma de una pirámide, pero que reposaría sobre su
punta, a la inversa de la pirámide de posiciones realmente ofrecidas, en que
las posiciones son tanto más numerosas cuanto menos prestigiosas son (V.
Shubkin, “Le choix d'une profession. Résultats d ’une enquéte sociologique
auprés des jeunes de la région de Novosibirsk", Revue Fran^aise de Sociologie, 9
[1], 1968, pp. 35-50).
86 LA S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

lid ad son las más frecuentes en el ideal Al contrario, la vocación efectiva


incluye, en tanto disposición adquirida en ciertas condiciones sociales,
la referen cia a sus condiciones (sociales) de realización, de m odo que
tie n d e a adecuarse a las potencialidades objetivas.15
Las estrategias económ icas no son respuestas a u n a situación abstracta
y c o m ú n a todos, tal com o un estado determ inado del m ercado de traba-

15 Así, como se sabe, la propensión a abandonar los estudios es tanto más fuer­
te, suponiendo que todos los demás elementos de la situación sean iguales
(y en particular el éxito escolar), cuanto más débiles son, para la clase de per­
tenencia, las posibilidades objetivas de acceder a los niveles más elevados del
sistema de enseñanza. Los efectos de esta “causalidad de lo probable" se ob­
servan más allá de las prácticas y hasta en las representaciones subjetivas del
porvenir Unto como en la expresión declarada de las esperanzas. .Así, incluso
en un nivel elevado de estudios y pese a los efectos de la sobreselección, se
observa que los estudiantes son unto más modestos en sus ambiciones esco­
lares (como por otra parte en la evaluación de sus resultados) y unto más li­
mitados en sus proyectos de carrera, cuanto más débiles son las posibilidades
escolares de las categorías a que pertenecen. De igual modo, pese a la irreali­
dad y a la irresponsabilidad asociadas al simple anhelo verbal y pese al efecto
de imposición de legitimidad que de por sí ejerce el examen, el segmento de
los padres que juzgan “normal” el ingreso de sus hijos a la Universidad pasa
del 13% entre los obreros al 22% entre los empleados y los cuadros medios
y al 69% entre los cuadros superiores y miembros de profesiones liberales
(IFOP, Enquéte auprés des meres de familk de la región pañsienne, septiembre de
1968). El segmento de los padres que dicen desear que sus hijos (ya inscritos
en sixiémeo en cinquiérne) continúen sus estudios más allá del examen de
bachillerato pasa del 15% entre los obreros y del 16% entre los agriculto­
res, al 31% entre los artesanos y pequeños comerciantes, el 33% entre los
empleados, cuadros medios, 67% entre los cuadros superiores, miembros de
profesiones liberales, industriales y grandes comerciantes. También, de igual
modo, el segmento de los padres que declaran desear que sus hijos (todavía
en la primaria) cursen su stxiéme en un liceo (y no en un Colegio de Ense­
ñanza General -CEO- o en un Colegio de Enseñanza Secundaria -CES- pasa
del 18% entre los agricultores, al 54% entre los cuadros superiores; por otra
parte, un 11% de los obreros (17% de los agricultores) que tienen un hijo en
sixiéme o en cinquiérne dicen desear que entre en quatriéme classique, contra un
41% de los cuadros superiores (SOFRES, Les Frangís et problémes de léducation
nationale,junio-agosto de 1973; véase Apéndice). Según esa misma lógica, al
término de un estudio sobre la representación del porvenir entre adolescen­
tes de enseñanza técnica, que deja en evidencia que “el lugar esperado en
la jerarquía profesional, desde el primer empleo, suele estar en función de
la índole de la formación recibida” (ligada, por su parte, al origen social) y
que la “índole de los estudios proyectados refleja fielmente la de los estudios
actualmente seguidos", Antoine Léon escribe. “Es impactante el realismo de
las respuestas proporcionadas por los alumnos a propósito, por ejemplo, de
los salarios esperados o del deseo de continuar sus estudios cuando egresen
del establecimiento escolar" (A. Léon, “Relation pédagogique et répresenta-
tion de l’avenir chez des adolescents de I enseignement technique", Bulletin
de Psychologie, 27 (17-19), 1969-1970, pp. 1069-1081).
PORV ENIR DE C L A S E Y C A U S A L I D A D DE LO P R O B A B L E 87

jo o una tasa p ro m ed io de beneficio, sin o a una configuración sin g u la r


de indicadores positivos o negativos, in scrito s en el espacio so cial; allí se
expresa u na relación específica e n tre el p a trim o n io poseído y los d ife re n te s
mercados, es decir, determ inado g ra d o d e p o d e r actual y p o te n c ia l sobre
los instrum entos de producción y de re p ro d u c c ió n . Las p o sib ilid a d e s de
dom inar los in strum entos de p ro d u c c ió n y de reproducción ( q u e el dis­
curso eru d ito expresa, por ejem plo, bajo la form a de p ro b a b ilid a d e s de
acceso a bienes o a instituciones) m a n tie n e n u n a relación d ia lé c tic a con
la aptitud y con la inclinación a d o m in a r esos instrum entos, es d e c ir, a
ap reh en d er las opo rtu n idades de inversión y d e beneficio, a o rg a n izar los
medios disponibles, etc,; en sum a, a to d o lo q u e se designa c o m ú n m e n te
con el n o m b re de “espíritu de e m p re sa ”. Si las condiciones o b jetiv as (p o r
oposición a la “situación” abstracta q u e p o stu lan econom istas y p sic ó lo ­
gos) se d efin en p o r una relación específica e n tre m ecanism os ta le s com o
el m ercado d e trabajo o el m ercado e sc o la r y el conjunto de p ro p ie d a d e s
constitutivas del patrim onio de una clase particular de ag e n te s, a esas
condiciones objetivas se adecúan las p rácticas en g endradas p o r e l habi-
tus, ya que él es p ro d u cto de con d icio n es sim ilares a aquellas a las cuales
debe responder, y esto en todos los casos e n q u e las estructuras y lo s m e­
canismos q ue las reproducen y /o la p o sició n relativa de los a g e n te s en
esas estructuras no han tenido un cam b io im p o rtan te. En esa c o y u n tu ra ,
la concordancia e n tre las expectativas y las probabilidades, las a n tic ip a ­
ciones y las realizaciones, reside en el o rig e n de esta suerte de “re a lis m o ”,
como p ercep ció n de la realidad y de las realidades que hace q u e , más
allá de los sueños y de las rebeliones, ca d a u n o tienda a vivir “c o n f o r m e a
su co n d ició n ”, según la máxima tom ista, y a hacerse in c o n sc ie n te m e n te
cómplice de los procesos que tien d en a realizar lo probable.
La definición norm ativa de la p ráctica ec o n ó m ic a ad ap tad a q u e la te o ­
ría económ ica asum e im plícitam ente, y q u e om ite p lan tear la c u e s tió n
de sus con d icio n es de posibilidad, tien e p o r efecto -y sin d u d a , p o r fun­
ció n - disim ular q u e la adaptación d e las disposiciones a las c o n d ic io ­
nes objetivas tal com o se las ha d efin id o p u e d e , en el caso de las clases
económ ica y cultu ralm ente desfavorecidas, ser el principio d e u n a in­
adaptación a la “situación” y de u n a re sig n ació n a esta in a d a p ta c ió n ; las
disposiciones mismas, adaptando a los m ás desposeídos a la c o n d ic ió n
específica de la cual ellas son pro d u cto , co n trib u y e n a to rn a r im p ro b a b le
o im posible su adaptación a las exigencias genéricas del cosm os e c o n ó ­
mico (p or ejem plo, en m ateria de cálculo y de previsión) y los llev an
a aceptar las sanciones negativas que re su lta n de esta in a d a p ta c ió n , es
decir, su co n d ició n desfavorecida. Se ev id en cia entonces aq u e llo q u e di­
88 L A S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

sim ulan las nociones abstractas de la teoría que, en virtud de u n a fictio


ju ris, convierte la ley in m a n e n te de la econom ía en norm a universal de
la práctica económ ica conveniente: el habitus racional, que es la c o n d i­
ción d e una práctica ec o n ó m ica inm ediata y p erfectam en te adaptada, es
p ro d u c to de u n a c o n d ic ió n económ ica específica, aquella que define la
posesión del capital eco n ó m ic o y cultural necesario para una a p re h e n ­
sión efectiva de las “o p o rtu n id ad e s potenciales” form alm ente ofrecidas a
todos, pero re alm en te accesibles sólo a los p o seedores de los in stru m en ­
tos necesarios para ap ro p iárselas.16

La co m p ete n cia e c o n ó m ic a no es, pues, u n a a p titu d repartida


universal y u n ifo rm e m e n te : el arte de estim ar y de a p re h e n d e r
las posibilidades, d e ver en la co n fig u ració n presente de la
situación el fu tu ro “a p re se n ta d o ” (com o lo llam a Husserl p ara
o p o n e rlo al fu tu ro im aginario del p ro y e cto ), la aptitud p a­
ra a d e la n ta r el p o rv e n ir m ediante u n a su e rte de inducción
p ráctica o incluso p a ra in terp re tar lo posible a la luz de lo p ro ­
bable m ed ian te u n riesgo calculado, son disposiciones que no
p u e d e n a d q u irirse sin o bajo ciertas co n d icio n e s (sociales). Tal
com o el esp íritu d e em presa, la in fo rm ació n económ ica está
e n fu n ció n d el p o d e r sobre la econom ía: p o rq u e la p ro p e n ­
sión a a d q u irirla d e p e n d e de las posibilidades de utilización
exitosa y p o rq u e las posibilidades de a d q u irirla d e p e n d e n de
las posibilidades d e utilizarla con éxito. U n a co m p eten cia eco­
nó m ica que, c o m o la del am a de casa de las clases populares,
d eb e sus carac te rístic as a las condiciones p ecu liares de su a d ­
quisición y d e su utilización, y que fu n c io n a com o un sistema
de defensa e n te ra m e n te orientado hacia la m inim ización del
gasto, no es sino u n c o n ju n to h etero g én eo de sem isaberes ca­
paces d e fu n d a r estrateg ias defensivas, pasivas e individuales:
en ese co n tex to , el d o m in io práctico de sistem as de clasifi­
cación tales com o “m a rc a s” de productos, escalas de precios,
categorías de ca lid a d , etc., se asocia a los p recep to s, a las re-

16 El análisis de las condiciones específicas que deben cumplirse para que sea
posible el conocimiento erudito, es decir, sin más, la economía teórica y la
economía profesional, también habría llevado sin duda, por otras vías, a con­
denar esta forma paradigmática del error objetivista, que consiste en otorgar
el valor de una descripción antropológica del principio generador de las
prácticas al modelo teórico construido por el científico para explicarlas.
P O RV E N IR DE C L A S E V CA US AL ID AD DE L O P R O B A B L E 8 9

cetas y a las racionalizaciones d e u n a suerte d e vulgata econó­


mica, co n ju n to de sem iverdades seleccionadas en fu n c ió n de
las disposiciones éticas (ethos) q u e le asignan u n a c o h e ren c ia
p ráctica. Con todo, el se n tid o de los “buenos n eg o c io s” está
alejad o del “sentido de los n eg o cio s” tanto com o “el arte de
ec o n o m iz ar” lo está del p o d e r de “hacer la e c o n o m ía ”. C on­
d e n a d o a estrategias de c o rto plazo y de visión acotada, el
c o n su m id o r desposeído no p u e d e hacer que los d iferen tes
v en d e d o res com pitan si no es a expensas de^un gasto consi­
d e ra b le d e tiem po y de tra b a jo (cálculos, “p re o c u p a c io n e s”,
desplazam ientos, etc.) y n a d a tie n e que o p o n e r sino la huida
(exit) o la protesta im p o te n te (voice) ante las estrategias de los
v en d ed o res, y en p articu lar a n te sus esfuerzos p a ra c o n fu n d ir
los in d ic io s a los cuales se re m ite n los sistemas d e clasificación
d isp o n ib les (im itaciones, sím iles, falsificaciones, e tc é te ra ). El
p e q u e ñ o burgués m an tien e co n el m ercado de cap ital u n a re­
lació n totalm ente ho m o lo g a a aquella que el a m a d e casa de
las clases populares m an tien e co n el m ercado d e p ro d u c to s de
co n su m o : sus estrategias p u ra m e n te defensivas se ^rmztn de
u n a co m p eten cia de igual n atu raleza. Ejemplo p arad ig m ático
de jerga cultural, su discurso eco n ó m ico debe su lógica -la del
cam b alach e de nociones descontextualizadas y h etero g én ea s,
d e térm in o s sem idom inados, hasta en su ap a rien cia fonética,
y d e recetas desprendidas de su p rin cip io - a su génesis y a su
fu n c ió n . Estas migajas d e sa b e r recibidas sin o rd e n ni m éto­
d o , p o r el azar de las conversaciones, las lecturas o las tra n ­
sacciones, o reunidas d ep risa , fren te a la in m in e n c ia de u na
d ec isió n económ ica, serán utilizadas para p o n e r a p ru e b a la
b u e n a fe del vendedor o p a ra m o strar que u n o no d ejará que
lo en g a tu se n (com o cierto té rm in o técnico q u e u n o saca a
re lu c ir frente al m ecánico), y so b re todo quizá p a ra raciona­
lizar después una decisión económ ica, de h ec h o e n g e n d ra d a
p o r los principios in co n scien tes del ethos de clase. Estas res­
p u estas anárquicas están tan alejadas como sea posible de las
estrateg ias de las grandes em p resas que poseen los m edios de
p re v er las fluctuaciones del m ercad o y de explotarlas, inclu­
so d e determ inarlas, en v irtu d d el po d er que tie n e n so b re el
m erc ad o . Teóricam ente to d o p o d ero so s, ya q u e su defección
sim u ltán ea, a la m anera de u n voto hostil, d e b e ría a rru in a r
el e m p re n d im ien to del p ro d u c to r, los consum idores están de
go LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

hecho re d u cid o s a la im potencia p o rq u e se ven im posibilita­


dos de o rg a n iz a r colectivam ente sus estrategias; sus defeccio ­
nes individuales no adquieren eficacia si no es por o b ra de la
sum atoria estadística, sobre la cual no tie n e n p o d er alguno, ya
que se efectú a in d e p e n d ie n te m e n te d e ellos. Las estrategias
de p ro testa (volee) o incluso de boicot siguen siendo acciones
estadísticas q ue, re su ltad o de una m era sum atoria, co n ju n to
aditivo de ag e n te s pasiva y m ecán icam en te totalizados (com o
votos en un acto eleccionario), se o p o n e n a las verdaderas ac­
ciones colectivas, tales com o reivindicaciones, huelgas, m anifes­
taciones o revoluciones, llevadas a cabo p o r grupos m oviliza­
dos p o r y p ara la realización de una estra te g ia com ún sobre la
base de una c o n c e rta c ió n previa de las disposiciones y de los
intereses, y p ro d u c id a y garantizada p o r u n aparato al cual se
otorga p e rm a n e n te y explícitam ente u n m andato.

T odo agente ec o n ó m ic o es una suerte d e e m p re sario que busca sac ar


el m ejo r re n d im ie n to d e recursos escasos. P ero el éxito de sus e m p re n -
d im ientos d e p e n d e , en p rim er lugar, de las posibilidades que tie n e d e
conservar o de a u m e n ta r su patrim onio, d a d o su volum en y e stru c tu ra ;
y, a su vez, de las m ag n itu d es de los in stru m e n to s de p ro d u c ció n y re ­
p ro d u cció n q ue posee o controla. En seg u n d o lugar, d e p e n d e d e sus
disposiciones eco n ó m icas (en el sentido m ás am plio), es decir, d e su
p ro p en sió n y d e su a p titu d para a p re h e n d e r esas posibilidades. Estos
dos factores no son in d ep en d ien tes: las disposiciones respecto d el p o r­
venir (entre las cuales las disposiciones eco n ó m icas son u n a d im e n sió n
específica) d e p e n d e n del porvenir objetivo de su patrim onio - q u e d e
p o r sí está en fu n c ió n de las estrategias de inversión de las g e n e ra c io n e s
previas-, es decir, de la posición actual y p o te n c ia l del agente o d el g ru ­
po de agentes to m ad o en consideración en la estru c tu ra de la d is trib u ­
ción del capital (e co n ó m ico , cultural y social) e n te n d id o com o p o d e r
sobre los in stru m en to s de producción y d e rep ro d u cció n . De ello se
deriva que los ag en tes tien d en más a buscar la seguridad de las “in v er­
siones de ren tistas” q u e ofrecen beneficios d éb ilm en te dispersos - p o r
lo tanto, m enos aleato rio s, pero débiles y ex p u esto s a la d e v a lu a c ió n -
c u a n to m enos im p o rta n te es el capital de q u e disponen; al c o n tra rio ,
se o rien ta n más h acia las inversiones arriesgadas pero fructíferas d e la
especulación c u a n d o p oseen mayor capital, capaz de asegurarles los
recursos necesarios p a ra pagar por e n te ro el p recio de los im previstos
y p ara restablecerse e n caso de fracaso.
P O R V E N I R DE C L A S E Y C A U S A L I D A D DE LO P R O B A B L E gi

Esto se percibe cab alm en te en el caso de las estrategias d e in­


versión escolar.17 Al no p o d e r d isp o n er de una in fo rm a c ió n lo
suficientem ente actualizada com o para c o n o c er a tiem p o q u é
“apuestas" tentar, ni de un capital económ ico de im p o rta n c ia su­
ficiente para soportar la in cierta expectativa de los b en e ficio s, y
tam p o co de un capital social lo bastante consistente com o p a ra
en c o n tra r una salida sec u n d aria en caso de fracaso, las fam ilias
d e las clases populares y m edias (al m enos en las fraccio n es no
asalariadas) tienen todas las posibilidades de h ác er m alas in v e r­
siones escolares. En u n ám b ito d o nde, com o e n otro s sitios, la
rentabilidad de las inversiones d ep e n d e p re e m in e n te m e n te del
m o m en to en que se las efectúa, los más desposeídos p u e d e n
d escu b rir las m odalidades más convenientes -e sta b le c im ie n to s,
áreas, opciones, especialidades, e tc .- únicamente con retraso, u n a
vez que, de todas form as, ya están devaluadas, a u n q u e más no
fu era por el hecho d e q u e llegan a serles accesibles.18 A dem ás,

17 Si bien no existe (según conozco) un estudio empírico de las relaciones


entre el patrimonio y las estrategias de inversión estrictamente económica,
todo parece indicar que, tal como en el dominio escolar, los agentes están
más inclinados a la audacia de la especulación (por oposición a la búsqueda
de la seguridad) cuanto más ricos en capital son, especialmente en capital
cultural. Así, a falta de un indicador más adecuado, puede observarse que,
muy marcada por la posesión de acciones (los cuadros superiores, q u e repre­
sentan el 5% de los hogares, tienen en sus manos el 46% del monto ele las
acciones), la brecha entre los cuadros superiores y las demás clases sociales es
muy débil para inversiones características de “padre de familia", tales como
bonos o depósitos en caja de ahorro; más precisamente, la posesión d e una
“cartera" de acciones, que crece muy fuertemente en función del ingreso
(del cual se sabe que mantiene una fuerte correlación estadística c o n el nivel
de instrucción), depende también sólo del nivel de instrucción, ya q u e en
todos los niveles de ingresos los poseedores del diploma de bachillerato o un
título de enseñanza superior tienen acciones con mayor frecuencia q u e los
demás (cf. Ph. L’Hardy, “Les Disparités du patrimoine", Economie et Statistique
(42), febrero de 1973, pp. 3-23, y en especial cuadros de p. 12) La relación
que se observa entre las estrategias económicas y et capital cultural plantea
la cuestión de la integración del ethos y la competencia erudita o, si se quiere,
de la relación entre el dominio práctico y el dominio simbólico de es ta prác­
tica, para lo cual la educación proporciona los instrumentos (estudiaremos
esta relación en el caso de los consumos estéticos).
18 Este desfase puede llevar también a estrategias inadaptadas, porque so n rea­
lizadas a contratiempo; así, los empleados que han visto acotada su carrera
por no contar con el bachillerato suelen extender sus inversiones has ta que
sus hijos tengan ese diploma y solamente hasta esa instancia; y ello e n un
momento en que el título de bachiller ya no cumple las funciones negativas
y positivas que cumplía antaño, cuando separaba la “puerta lateral”, vía de
g2 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I O N S O C I A L

puede o b serv arse aquello que separa la inform ación ab stra c­


ta que un b a c h ille r originario de las clases populares o m edias
pued e o b te n e r de un organism o d e orientación especializado
sobre las p osiciones infrecuentes, y la familiaridad que p ro c u ­
ra a un hijo d e la clase dirigente la frecuentación d irec ta d e
fam iliares q u e ocupan esas posiciones y que perm ite a d o p ta r
estrategias “racionales" sin ten er q u e pensarlas en cu an to tales
bajo la fo rm a d e un plan explícito de vida o de una reco n v er­
sión ca lc u lad a o cínica (lo que constituye una ventaja decisiva,
ya que la “sin cerid ad " y la “in g en u id a d ” de la “vocación" y d e la
“co n v ersió n ” form an parte de las condiciones tácitas p ara o c u ­
par la p o sició n , com o en el caso de las profesiones artísticas).
Además, el cap ital social asociado a la pertenencia a la clase d o ­
m in an te (“re la c io n e s”), que p erm ite m axim izar el re n d im ie n to
eco n ó m ico y sim bólico de los títulos escolares en el m e rc ad o
de trabajo, p e rm ite tam bién m inim izar las pérdidas en caso de
fracaso: así, las diferentes fracciones, en función de la estru c ­
tura de su capital, encontrarán sus estrategias com pensatorias
de re p ro d u c c ió n , sea en la transm isión de capital ec o n ó m ic o
(co m pra d e fo n d o s com erciales, etc.), com o es el caso de los p a­
tronos de la in d u stria y del com ercio, e incluso de los m iem b ro s
de p ro fesio n es liberales, m ientras que las fracciones relativa­
m ente p o c o provistas de capital eco nóm ico pero ricas en capi­
tal cu ltu ral o social se inclinarán más bien hacia las profesiones
artísticas, h ac ia los oficios de rep resen tació n o, en la actu alid ad ,
hacia las carreras-refugio de las burocracias públicas y privadas
de la investigación o de la p ro d u c ció n cultural de masas. La
seguridad p ro c u ra d a por la certid u m b re íntim a de p o d er c o n ta r
con u n a serie d e “redes de protección" reside en el p rin cip io
de todas las audacias, incluidas las intelectuales, que su in seg u ­
ridad ansiosa d e seguridad p ro h íb e a los pequeños burgueses.
No es casual q u e , en todas las encrucijadas del curso escolar (y
en todos los p u n to s de inflexión de la carrera intelectual) se
ofrezca la “o p c ió n ” entre las estrategias del rentista, en c a rg a d o
de m ax im izar la seguridad aseg u ran d o lo obtenido, y las estra-

acceso inferior, “por el rango”, reservado a los "primarios" (poseedores del


Certificado de Estudios Primarios-CEP) y la “puerta principal”, abierta sólo a
los poseedores de un título noble.
P O R V E N I R DE CL AS E Y C A U S A L I D A D DE LO P R O BABL E 9 3

tegias del especulador, q u e aspira a m axim izar el beneficio: los


cursos y carreras m ás arriesgados -p o r lo tan to , a m enudo los
más prestigiosos- sie m p re tienen una suerte de doblete menos
glorioso, que se reserva p ara aquellos que no tie n e n suficiente
capital (económ ico, c u ltu ra l y social) com o p a ra hacerse cargo
de los riesgos de p e rd e rlo todo cuando q u ie re n ganarlo todo,
riesgos que nunca se c o rre n si no se garantiza q u e no se perde­
rá todo en ese trance. Indudablem ente, en el espacio delimita­
do por estas alternativas se constituye la sensación de éxito o de
fracaso, ya que cada trayectoria específica recib e su valor vivido
d e su posición en el sistema jerarquizado de trayectorias alternativas
q ue han sido rechazadas o abandonadas: eso su ced e, por ejem­
plo, d en tro del sistem a de trayectorias, en su origen aparentemente
confundidas, en tre las cuales la pintura o la filosofía represen­
tan la cum bre. Allí se d efin e n las propiedades fundam entales
d e profesiones com o las de profesor de d ib u jo o profesor de
filosofía, determ inadas objetiva y subjetivam ente por su rela­
ción negativa con el co n ju n to de trayectorias abandonadas. La
am plitud del desvío necesario para pasar a u n a trayectoria más
baja m ide entonces la im portancia del trabajo d e desinversión
q ue debe realizarse p a ra '‘barajar y dar de n u e v o ” como suele
decirse: para su p erar los efectos de sobreinversión favorecidos
p o r la indiferenciación inicial de las trayectorias.19 Resituada en

19 La institución escolar favorece esta confusión reuniendo a individuos


destinados a carreras muy divergentes (por ejemplo, de Bellas Artes o de la
Facultad de Letras) y valiéndose de la dispersión de las carreras prometidas
para obtener inversiones que casi en su totalidad resultan desproporcionadas
respecto de la contrapartida que ellos realmente recibirán. Si se agrega este
otro factor de discordancia entre las aspiraciones y las posibilidades objetivas
-esto es, que en una coyuntura de traslación de las oportunidades de acceso
el sistema de enseñanza sitúa a los individuos sometidos a su acción en una
condición provisoria (la de cuasi estudiante o estudiante) que, apartándolos
de la producción y más o menos por completo (internado) de su medio
familiar, tiende a desviarlos subjetivamente de su destino objetivo y que
encierra la promesa implícita de un futuro muy alejado de la condición a la
cual destina objetivamente a la mayor parte de ellos-, puede formularse la
hipótesis de que la probabilidad de que la inversión escolar no proporcio­
ne el beneficio esperado, i. e.\ la probabilidad de una sobreinversión a la vez
económica y psicológica y la frustración correlativa, resulta mayor en tanto:
1) los beneficios prometidos por el curso o la carrera tomada en conside­
ración (escuela, facultad, disciplina) están más dispersos y, al ser más difícil
la anticipación exacta de los beneficios escolares de la inversión de capital
cultural y de los beneficios económicos y simbólicos de los títulos escolares,
94 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

el o rd e n d e las sucesiones» la alternativa entre riesgo y seguri­


dad, ren tista y especulador, se retraduce en la oposición e n tre
la form a q ue reviste la ap ro p iació n m onopólica en el o rd e n de
los bienes simbólicos por excelencia, la prioridad temporal (u n o
de cuyos casos específicos lo constituye la exclusividad d istin ­
tiva q u e procuran en ám bitos diferentes el vanguardism o y el
esnobism o), y la posesión desposeída sin saberlo, aq u ella q u e se
ap ro p ia solam ente de un bien devaluado, no por el tiem p o sino
p o r su difusión, o -m ejo r d ic h o - p o r su divulgación, llevada a
cabo en el tiempo.

El m u n d o económ ico y social (puestos que tomar, estudios q u e realizar,


bienes q u e consum ir, propiedades que com prar, m ujeres q u e desposar,
etc.) n u n ca reviste, excepto en la experiencia im aginaria q u e su p o n e la
n eutralización del sentido de las realidades, la forma de un universo de
posibles igu alm ente com patibles p ara todo sujeto posible. Se presenta
com o cam p o inm ediatam ente estru c tu rad o según la o posición e n tre lo
q ue otros ya se han apropiado, de hech o y de derecho, p o r lo tan to im­
posible, alien ad o, y lo que, poseído de antem ano, p erte n ece al universo
norm al de lo q u e se da por d escontado. T ener poder es p o see r e n po ten ­
cia el uso exclusivo o privilegiado de bienes o de servicios fo rm a lm e n te a
disposición de cualquiera: el p o d e r d a el m onopolio de ciertos posibles,
fo rm alm en te inscriptos en el futuro de todo agente.20 La h e re n c ia , y no

el desfase entre las aspiraciones que tienden a regularse a partir del beneficio
máximo y los logros reales tiene todas las posibilidades de ser mayor; 2) la
rareza de los títulos escolares en el mercado del trabajo (donde necesaria­
mente están ubicados mucho tiempo después) ha disminuido más con relación
a la existente en ese mismo mercado cuando los portadores de esos títulos
comenzaban sus estudios (o recibían sus títulos) o, más exactamente, con
relación a la representación que los inversores -i. e.: los individuos escolari-
zados y sus familias- se formaban de la escasez de los títulos esperados y de
los beneficios correlativos, en función de las disposiciones inculcadas por un
estadio anterior del mercado; 3) los inversores son menos ricos en cualquier
tipo de capital distinto al cultural, y por lo tanto, se ven forzados a esperarlo
todo de las inversiones escolares (aunque su capital cultural sea relativa­
mente endeble) y cuentan con pocas armas para sacar el mejor rendimiento
económico y simbólico de sus títulos escolares (e. g: fracciones asalariadas de
las clases medias).
20 La sociología de la experiencia temporal, es decir, el análisis de las condicio­
nes económicas y sociales que posibilitan las diferentes formas de expe­
riencia temporal, desde la imprevisión forzada del subproletariado hasta la
previsión generalizada del empresario, constituye una de las dimensiones
fundamentales de la sociología económica. las estructuras temporales y, en
P O R V E N I R DE C L A S E Y C A U S A L I D A D DE LO P R O B A B L E 95

solam ente la eco nóm ica, es un conjunto d e derechos preferencia íes sobre el
futuro, sobre las posiciones sociales pasibles d e ser ocupadas y, p o r ello,
sobre las m aneras posibles de ser hom bre. De a c u e rd o a ello d e b e leerse
el m odo como se distribuyen entre las clases las o p o rtu n id ad es d e ac c e ­
so a los diferentes ó rd e n e s del sistema de en señ an za, proyección de los
poderes diferenciales sobre ese sistema y, p o r ello, sobre los b e n e fic io s
materiales y sim bólicos procurados p o r los títulos que expide; e n sum a,
sobre los diferentes privilegios que transm ite, co n la colaboración im p e r­
ceptiblem ente arra n c a d a a las clases desposeídas, qup tienden a d o s ific a r
sus inversiones escolares según los beneficios p ro m etid o s, por lo ta n to , a
tom ar la delantera resp ecto de los veredictos d el sistem a/'1 Los d e r e c h o s

especial, las disposiciones respecto del futuro, imperceptiblemente inculca­


das por “la sorda presión de las relaciones económicas", corno dice Marx,
es decir, por el sistema de sanciones económicas y simbólicas asociadas a
una posición determinada en las estructuras económicas, son una de las
mediaciones por las cuales las estructuras objetivas llegan a estructurar toda
la experiencia (en primer término, la experiencia económica), sin e c h ar
mano de las modalidades de una determinación mecánica o de una tom a de
conciencia adecuada.
21 También en política, el dominio de los instrumentos tiende a dirigir la pro­
pensión a dominarlos: si se sabe que en ese ámbito la competencia siem pre
es, en el sentido jurídico del término, poder reconocido, se com prende que
la abstención, que desespera a los politólogos, no sea otra cosa que el efecto
de la exclusión. Todo parece indicar que las oportunidades de acceder a una
opinión sobre una institución, expresión elemental de la pretensión ele ase­
gurarse su dominio, ya sea para conservarla, ya para transformarla, d e p e n d en
fundamentalmente del poder efectivamente poseído sobre esta institución.
De todas las informaciones proporcionadas por el análisis secundario de un
conjunto de preguntas atinentes a la enseñanza planteadas a lo largo d e los
últimos años por diferentes institutos franceses de sondeo, la más im p o rtan ­
te, sin duda, queda englobada en las variaciones de las no-respuestas q u e
dependen, por una parte, de las características sociales y escolares de las
personas interrogadas (categoría socioprofesional, nivel de instrucción, etc.)
y, por otra, de las características de las preguntas planteadas. El análisis de la
estructura de una muestra espontánea de encuestados en un sondeo acerca
de la crisis del sistema de enseñanza administrada por el conjunto de los
órganos de prensa franceses permite ver, de manera aun más evidente, que la
opinión pública movilizada (en la lógica de la petición política) a propósito de
la educación prácticamente coincide con la población de usuarios presentes
o futuros, directos o indirectos, de la enseñanza superior. Visto que el interés
que un grupo o una clase tiene por el funcionamiento del sistema de e n s e ­
ñanza está en función del grado en que dicho sistema sirve a sus intereses,
los miembros de las clases cuyas oportunidades de acceso son más débiles
tienen también oportunidades más endebles de acceder a una opinión explí­
cita y sistemática al respecto (producirla supone, en cualquiera de los casos,
un alto nivel de instrucción) y, cuando acceden, tienen posibilidades m uy
reducidas de percibir las funciones objetivas. En resumen, la probabilidad
g6 LA S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N SOCIAL

q ue el d e re c h o da no son sino la form a explícita, g aran tizad a y legítima


de to d o este conjunto de oportunidades apropiadas, de posibles m onopoli­
zados p o r d o n d e las relaciones d e fuerza presentes se proyectan hacia el
porvenir , al reg ir por c o n tra p artid a las disposiciones presentes. El poder,
com o a p ro p ia c ió n anticipada, co m o futuro apropiado, sostiene las rela­
ciones e n tre los agentes más allá de la constante creación de interaccio­
nes o casionales. Podríam os o p o n er, si fuera este el lugar, form aciones
sociales e n cuyo seno las únicas relaciones duraderas son los vínculos de
d e p e n d e n c ia personal, que co n el paso del tiem po n o p u e d e n preser­
varse -m á s allá de las perso n as- sino a expensas de un trab ajo incesante,
y o tras e n q u e el dom inio de los mecanismos (tales co m o el m ercado
de trab a jo o el m ercado escolar) que, por su pro p io funcionam iento,
tie n d e n a asegurar la re p ro d u cc ió n de las relaciones de dom inación,
co n fie re un d erech o p referencial sobre los posibles, y d ispensan así del
trabajo in cesa n te que en otros contextos es necesario p ara apropiarse, de
m a n e ra d u ra d e ra , del porvenir de los demás.

LA PENDIENTE Y LA INCLINACIÓN

En ta n to necesidad hecha virtud, el ethos de clase es la p ro p e n sió n a lo


■i
•i*4 p ro b a b le p o r cuyo interm edio se consum a la causalidad del porvenir
^n, objetivo e n todos los casos de correspondencia e n tre las disposiciones
y las po sibilidades (o las posiciones actuales o potenciales en la estruc­
■;i¡! tu ra d e la distribución del capital económ ico y cu ltu ral); p o r eso, sería
vano in te n ta r aislar estadísticam ente el efecto de las disposiciones éticas,
p e rfe c ta m e n te redundantes en ese caso con las co n d icio n es que las han
p ro d u c id o y q u e ellas tien d en a reproducir. En resu m en , los efectos del
|!Í
h ab itu s n u n c a están más ocultos que cuando ap arecen com o efecto di­
recto de las estructuras (o de u n a posición d eterm in a d a e n esas estruc­
turas tal co m o puede detectarse p o r m edio de los in d icad o res del capital
e c o n ó m ic o o del capital cultural) p o rque los p ro d u c en ag en tes que son

de que un agente aislado, por fuera de todo procedimiento de procuración


y de delegación, acceda a una opinión explícita y coherente sobre el sistema
de enseñanza y participe de una acción estadística destinada a influir en su
funcionamiento depende del grado en que él depende de aquel para su
reproducción y del grado en que está interesado, objetiva y por ende subjetiva­
mente, en su funcionamiento.
P O R V E N I R DE C L A S E Y C A U S A L I D A D DE LO P R O B A B L E 97

la estructura “h echa h o m b re ”. Sin em bargo, hay casos eri que los efectos
de este ethos siem pre en acción se dejan p ercib ir de m odo directo, p o r­
que el capital efectivam ente poseído en el instante tomado en considemción
-o el porvenir objetivo que este asegura- no basta para explicar p le n a ­
mente las prácticas o, lo que viene a ser lo m ism o, las disposiciones que
necesariam ente en g e n d ra, en su condición de balance de lo ad q u irid o
anteriorm ente que incluye en potencia su p o rv en ir y, p o r ello, la p ro p e n ­
sión a hacerlo ad v en ir
Así, las prácticas d e la fracción ascen d en te de la pequeña burguesía
(y, en térm inos más generales, de las clases ascendentes y de los in d i­
viduos en ascenso) no se dejan co m p re n d er p o r entero a partir del co­
nocim iento de las posibilidades sincrónicam en te medidas, o (expresado
de otro m odo) se diferencian sistem áticam ente de lo que en teoría ellas
deberían ser si sólo d ep en d ieran del capital económ ico y /o del capital
cultural.

Ello resulta especialm ente evidente en el caso de la fecundi­


dad que, fuerte en los sectores de bajos ingresos, pasa p o r u n
mínimo, que co rresp o n d e grosso m o d o a los ingresos m edios,
para nuevam ente crecer en los ingresos elevados. Si esto es así,
se debe a q ue el costo relativo del hijo, débil para las familias
de m enores ingresos que, sin p o d er vislum brar para sus hijos
otro porvenir q u e su propio presente, acom eten inversiones
educativas ex trem ad am en te reducidas, débil tam bién para las
familias dotadas de ingresos elevados -ya que los ingresos se
increm entan a la p ar de las inversiones-, pasa por un m áxim o
que co rresp o n d e a los ingresos m edios, es decir a las clases m e­
dias, obligadas p o r la am bición del ascenso social a inversiones
educativas relativam ente desproporcionadas respecto de sus re­
cursos.22 Ese costo relativo está defin id o p o r la relación e n tre
los recursos de q u e dispone la familia y las inversiones m o n eta­
rias o no m onetarias que debe co n sen tir para reproducir, p o r
m edio de su descendencia, su posición -dinám icam ente defini­
d a - en la estru ctu ra social, es decir, p a ra consum ar el porvenir
que le es p ro m etid o , dando a sus hijos los m edios para h acer
realidad las am biciones efectivas que co nfigura para ellos. Así se

22 P. Bourdieu y A. Darbel, “La fin d ’un malthusianisme?", en Darras, Le partage


des bénéfices, París, Minuit, 1966, pp. 136-154.
g8 las estrategias de la reproducción social

explica la forma de relación que se observa e n tre las estrategias


d e fecundidad de las diferentes clases o fracciones de clase y
las posibilidades de ascenso social objetivam ente ofrecidas a sus
m iem bros (Cuadro 1). Las clases populares, cuyas posibilida­
des de acceso a la clase dirigente en dos g en eracio n es son casi
nulas, tienen tasas de fe cu n d id ad muy elevadas, q u e decrecen
levem ente cuando a u m e n ta n las posibilidades d e ascenso in-
tergeneracional. No bien las probabilidades de acceso a la cla­
se d irigente (o, en un p lan teo equivalente, a los instrum entos
capaces de asegurarla, tal com o el sistema de instituciones de
en señ anza superior) alcanzan cierto um bral, co n los capataces
y los em pleados de o ficina -fracción en transición e n tre la clase
p o p u la r y la clase m e d ia -,-3 las tasas de fe cu n d id ad m arcan un
descenso sensible; a esta franja interm edia p e rte n e c e n tam bién
los a r te s a n o s ,f ra c c ió n de transición tam bién, p e ro más bien
en declinación. En las clases medias p ro p iam e n te dichas, cuyas
posibilidades de ascenso son incom parablem ente más elevadas
(y tan to más dispersas que los ingresos), las tasas d e fecundidad
se m an tienen en un m ín im o (que oscila e n tre 1,67 y 1,71); en­
tre las clases superiores, la tasa de fecundidad asciende m arca­
d am en te, lo que d em u estra de que la re p ro d u c c ió n biológica 234

23 Las categorías de los empleados de oficina y de comercio están bastante mal


definidas. Así, en la categoría de los empleados de oficina se ve, junto a ban-
carios y tenderos, a encargados de depósitos y ferroviarios. La categoría de
empleados de comercio es, sin duda, aún más heterogénea, ya que incluye a
carniceros (mientras que los peones del área de chacinería v/o de panade­
rías están clasificados como obreros calificados) junto a viajantes de comer­
cio o gerentes de tiendas con múltiples sucursales. Una confirmación de la
hipótesis propuesta puede verse en el hecho de que la tasa de fecundidad de
los empleados de oficina del sector público (entre quienes el segmento de
trabajadores manuales es mayor) es de 2,04 contra solamente 1,83 para los
empleados de oficina del sector privado, que son casi todos asalariados no
manuales.
24 El estudio de G. Calot yJ. C. Deville presenta confundidas la tasa de
fecundidad de artesanos y la de comerciantes (1,92). Pero por otra parte
puede establecerse que la tasa de fecundidad de los artesanos es netamente
superior a la de los pequeños comerciantes; en la distribución por categorías
socioprofesionates de la cantidad de hijos menores de 16 años por hogar (se­
gún el censo de 1968), que globalmente muestra la misma estructura que la
distribución de tasas de fecundidad citadas más arriba, los artesanos ocupan
una posición más cercana a la de los obreros que los pequeños comerciantes;
la cantidad promedio de hijos de menos de 16 años por hogar es de 1,35
para los obreros, 1,01 para los artesanos, 0,88 para los empleados y 0,78 para
los pequeños comerciantes.
P O RV E N IR DE C L A S E V C A U S A L I D A D DE LO P R O B A B L E 99

nó cum ple la m ism a función en el sistem a de estrategias de r e ­


producción de esas categorías q u e tie n e n que preservar tan s ó lo
su posición.

C u ad ro 1. Tasas de fecundidad y posibilidades de acceso a la


clase d irig en te de las d iferentes clases y fracciones de c la se
|
|

-—
W
^Em pleados d e c o m e rc io
P e q u e ñ o s c o m e rc ia n te s
O b re ro s esp ec ializa d o s

G ra n d e s c o m e rc ia n te s
E m p le a d o s d e o ficin a

P ro fe sio n e s lib erales


A salariad o s ag ríco las

C u a d ro s su p e rio re s
O b re ro s calificad o s

1
C u a d ro s m e d io s
A g ric u lto re s

In d u stria le s

I n g e n ie ro s

P r o fe s o r e s
p a p a ta c e s
k r te s a n o s

M a estro s
T écn ico s
Peones

Posibilidades
de acceso
1,8 2,3 2,9 3,7 4,3 9,6 10,6 10,9 12,0 1 5,6 19.2 20.4 32,5 35.0 35.6 38,7 4 2 ,0 5 2 , 7 56
a las clases
superiores*

Tasa de - ...
3.00 2.77 2 ,8 3 2,42 2,10 1,94 1,97 1,68 1,71 1,67 1.68 2,09 2 ,0 0 2.00
fe c u n d id a d ’*

*INSEE, encuesta acerca de formación y calificación profesional, 1970.


Probabilidad de acceso a las clases superiores para los hombres según la
profesión del padre.
"C antidad promedio de hijos por familia completa, in G. Galot, J.-C. Déville,
“Nuptialité et fécondité selon le milieu socio-culture!", Economie el Statistique,
(27) octubre de 1971, p. 28.
*" Cf. n. 24

Los pequeños burgueses ascendentes se d e fin e n en sentido e s tric to p o r


el hecho de q u e se determ inan en fu n c ió n de posibilidades o b jetiv as
que no ten d ría n si no tuvieran la pretensión de tenerlas y si no a g r e g a r a n ,
por ello, recursos morales a sus recursos en capital económ ico y c u ltu ra l.
Como esta fuerza adicional no p uede ejercerse más que negativamente,
en calidad d e p o d e r de limitación y de restricción, es c o m p re n sib le que
únicam ente p u e d a n m edirse sus efectos bajo form a de “m a g n itu d e s n e ­
gativas’1, com o h ab ría dicho Kant, ya se tra te de “econom ías”, co m o m e­
nor gasto, o b ien d e limitación de los nacim ientos, com o re s tric c ió n de
la fecundidad natu ral, es decir, en todos los casos de moral o, e x p r e s ió n
IDO LAS E S T R A T E G I A S DE L A R E P R O D U C C I O N S O C I A L

equivalente al fin, ele econom ía, la más m oral de las ciencias m orales .
Si en ese caso y en un m om en to dado del tiem p o las disposiciones no
están totalm ente defin id as p o r la relación e n tre el capital que se posee
y el estado del m ercad o , es decir, por las posibilidades objetivam ente
asociadas a la posesión d e determ inado capital; si, en otros térm inos,
ciertas categorías d e ag en tes pueden sobreestim ar sus posibilidades y de
ese m odo in crem en tarlas realm ente, es p o rq u e las disposiciones tien d en
a reproducir, no la posición de la cual son p ro d u c to , tom ada en un m o­
m en to dado del tiem p o , sino la pendiente-pava, el p u n to tom ado en co n ­
sid e ra c ió n - de la trayectoria individual y colectiva. Más precisam ente, las
disposiciones con re sp ecto al porvenir, y p o r co n sig u ien te las estrategias
r d e rep ro ducción, d e p e n d e n no sólo de la posición sincrónicam ente defi­
n id a de la clase y del individuo en esa clase, sino d e la p en d ien te de la tra­
t:
yectoria colectiva d el g ru p o del cual form a p arte el individuo o el g ru p o
(e. g,: fracción de clase, linaje) y, en form a secu n d aria, de la p e n d ien te
é d e la trayectoria específica de un individuo o de un grupo englobado
r
Jí! co n relación a la trayectoria del grupo eng lo b an te.

Si bien, a c o n d ició n de situarnos en un nivel bastante grosero


de sum atoria estadística, podem os o p o n e r un ethos pequen o-
burgués de la ab stin en cia y del ah o rro al ethos burgués de la
holgura, eso no obsta para que esta disposición revista m oda­
n- lidades específicas, e incluso singulares, tantas com o m aneras
"i ■
hay de acceder a u n a posición m edia en la estru ctu ra social,
li í- de m antenerse en ella o de atravesarla: los m iem bros de una
m ism a clase p u e d e n te n e r disposiciones resp ecto del porvenir
-y por ende, disposiciones m orales- ra d ic alm en te diferentes
w
y según p erten ezcan a u n a fracción g lo b alm en te en ascenso o
en declinación; y, en form a secundaria, según ellos mismos -p ri­
m ero en tanto m iem bros de un linaje y luego en tanto indivi­
d u o s- estén en m ovim iento ascendente o d escen d en te. Así, si
los pequeños b u rg u eses en conjunto tie n d e n a m ostrarse más
rigoristas siem pre q u e estén e n ju e g o cu estiones m orales, todo
un conjunto de indicios opone el rigorism o represivo de las frac­
ciones en reg resió n (en especial, los p e q u e ñ o s artesanos y co­
m erciantes en d eclin ació n ) y el rigorismo ascético de las fracciones
en ascenso (u n o y o tro diferenciados del conservadurismo ético
q u e se e n c u e n tra e n la gran burguesía trad icio n al). Ya que en
definitiva, tan to en la producción com o en la evaluación de las
prácticas, no co n o c e ni reconoce otro crite rio q u e el posible
porvenir de clase y causalidad de lo probable iol

a p o rte d e esas prácticas ai ascenso social, la pequeña burguesía


a sc en d en te, que usualm ente se m u estra en verdad más rigorista
q ue las o tras clases (especialm ente, en todo cuanto atañe a la
e d u c ació n de los hijos, su trabajo, sus salidas, sus lecturas, su
sex u alid ad , etc.), puede, sin contradicción alguna, m ostrarse
en v erd ad m enos rigurosa q u e la m oral dom inante y que las
fracciones d e la clase d o m in an te más ligadas a esta m oral, siem ­
pre q u e las prácticas co n d en ad as (com o el aborto y el acceso
de los m en o res a los m edios anticonceptivos) se p o n g an al ser­
vicio d el ascenso,25 Ese rigorism o ascético, la mayor p arte de las
veces asociado a un progresism o p ru d en te en política, d iñ ere
ra d ic alm en te (en m odalidad y e n núm ero de efectos) del ri­
g orism o represivo, más frecu e n te en las fracciones en declina­
ción q u e, al tener por principio el resentim iento en lazad o a la
reg resió n social, parece no te n e r o tra finalidad q u e p ro c u ra r a
q u ien es n o tienen más que un pasado la satisfacción de c o n d e­
n ar sim bólicam ente a quienes tie n e n un futuro; es decir, ante
todo, a los jóvenes.26 Y puede verse el m ejor indicador de esta

25 Como lo deja de manifiesto la comparación de la pequeña burguesía de


promoción (empleados de oficina, cuadros medios, etc.) con la pequeña
burguesía de las profesiones de presentación y de representación (tales como
los empleados de las grandes empresas comerciales, los decoradores, los
recepcíonistas, los animadores, etc.), las disposiciones respecto del porvenir,
y por ende el conjunto de prácticas y de opiniones, dependen también, en
forma secundaria, de la antigüedad y de la amplitud del movimiento de as­
censo social y de su dirección en el espacio social: los miembros de la nueva
pequeña burguesía, vendedores de bienes simbólicos que se elevan hacia
posiciones “con futuro", todavía mal definidas, mal situadas en la estructura
social y a quienes, como suele decirse, “todas las esperanzas" -incluso casi
nada realistas- “les están permitidas", tienen disposiciones tanto menos
ascéticas que los miembros de la pequeña burguesía de promoción que se
orienta, la mayoría de las veces mediante un esfuerzo de autodidacta, hacia
posiciones definidas desde largo tiempo atrás, inequívocamente situadas en
una jerarquía, etcétera.
26 Así, se nota, por ejemplo, que los artesanos y comerciantes expresan un
recelo rayano con la hostilidad respecto de los artistas (el 20% declara que
“el artista moderno es alguien que se burla de su público”, contra el 13%
de los cuadros superiores y de los obreros, el 9% de los cuadros medios y el
6% de los agricultores; incluso el 28% de ellos aprueba la idea de que “la
pintura sólo es asunto de negocios", contra el 20% de los cuadros medios, de
los obreros y de los agricultores y el 15% de los cuadros superiores, que son
los más proclives a decir que los profesores no saben hacerse respetar (esto
es, el 62%, contra el 55% de los cuadros medios y empleados, el 54% de los
obreros, el 48% de los agricultores y el 45% de los cuadros superiores), así
como a imputar el fracaso de sus hijos en los estudios al hecho de que “ellos
102 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I O N S O C I A L

distinción en el hecho de que los m iem b ro s de las fracciones


ascendentes se deslizan desde el ascetism o optimista hacia el
pesimismo represivo, conform e avanzan en edad y pierde e n ­
canto el poi-venir que justificaba sus sacrificios.27 “El presente -
dice La B ruyére- es para los ricos, el p o rv e n ir para los virtuosos
y los hábiles.” La existencia del p e q u e ñ o burgués ascendente
es en su totalidad anticipación de u n po rv en ir que no p o d rá
vivir, la e n o rm e m ayoría de las veces, sino p o r procuración, p o r
interm edio de sus hijos, en quienes, co m o se dice, “deposita
sus am biciones”. Suerte de proyección im aginaria de su trayec­
toria pasada, el porvenir “que sueña para su hijo” y en que se
proyecta desesperadam ente, extingue su presente. P orque se
consagra a las estrategias en un rango d e varias generaciones,
que se im p o n en habida cuenta de q u e el plazo de acceso al
bien codiciado excede los límites de u n a vida hum ana, es el
hom bre del placer y del presente diferidos, que se tendrá más
tarde, “cu an d o haya tiem po”, “cu an d o haya term inado de pa­
gar”, “cu ando haya term inado los estu d io s”, “cuando los hijos
sean más g ra n d es” o “cuando se ju b ile ”. Es decir, la m ayoría
de las veces, cu an d o sea dem asiado tard e , cuando, tras h ab e r
dado a créd ito su vida, no haya tiem po para recuperar el d i­
nero y sea necesario, como se dice, “b ajar sus pretensiones” o,

no trabajan lo suficiente" (el 57%, contra el 47% de los cuadros medios


y empleados, el 46% de los obreros y agricultores y el 40% de los cuadros
superiores) o a juzgar que la disciplina de los establecimientos escolares no
es lo suficientemente severa (el 45%, contra el 38% de los obreros, el 36%
de los cuadros medios y empleados, el 31% de los agricultores y el 30% de
los cuadros superiores). Fuentes: SOFRF.S, Les Franjáis et l'art moderne, 24-29
de abril de 1972, y SOFRES, Les Franjáis el les problémes de l educativa nationale.
Elude auprés des parents, t. ÍI, junio-agosto de 1973).
27 La hipótesis propuesta más arriba parece encontrar un comienzo de verifi­
cación en el hecho que se observa, en el seno de la fracción de los cuadros
medios y empleados, diferencias entre las clases etarias, más acusadas que en
el seno de las restantes clases o fracciones de clase, ya que las preguntas plan­
teadas ofrecen a las disposiciones represivas una ocasión de expresarse (por
ejemplo, el segmento de integrantes de esta categoría contrarios a la idea de
que los docentes no son lo suficientemente severos pasa del 36,2 al 29%, y a
26,4% cuando se contempla el intervalo de personas de menos de 35 años a
quienes tienen esa edad y hasta 50 años, o más de 50 años; de igual modo, la
fracción de ese grupo que estima que los docentes hacen demasiada política
pasa del 44,6 al 47,6%, y a 60,4% para las mismas clases etarias (cf. IFOP,
Attitude á legará des enseignants, marzo de 1970, análisis secundario realizado
por el Centre de Sociologie Européenne).
PO RV E N IR DE C L A S E Y C A U S A L I D A D DE L O P R O B A B L E 103

m ejor, “lenunciar a ellas". No hay rep aració n para un p r e s e n te


p erd id o , en especial c u a n d o se hace evidente (con la r u p t u r a
de la relación de identificación co n los hijos, p o r e je m p lo ) la
d esp ro p o rció n entre las satisfacciones y los sacrificios q u e r e ­
trospectivam ente despoja de sen tid o a un pasado e n te r a m e n te
d efin id o p o r su tensión hacia el futuro. A esos p a rsim o n io so s
q u e generosam ente lo h an d a d o to d o sin m edida, a esos av a ro s
de sí mismos que, por un colm o d e generosidad eg o ísta o d e
egoísm o generoso, se h an sacrificado p o r co m p letó e n aras d e l
a lter ego q ue esperaban ser - a co rto plazo, en p rim e ra p e rs o n a ,
elevándose en la jera rq u ía social; o bien a más largo plazo, p o r
in te rm e d io de un sustituto fo rm a d o a su im agen, ese hijo p o r e l
cual “lo han hecho to d o ” y q u ie n “todo les d e b e ”- no les resta,
m ás q u e el resentim iento, q u e siem p re los ha po seíd o en e s ta d o
de virtualidad, bajo la form a d el m iedo a ser víctim a d e u n m u n ­
d o social que tanto les d e m a n d a . Para cobrarse re v an ch a , les
basta situarse sobre su te rre n o dilecto, el de la m oral, h a c e r d e
su n ecesid ad virtud, erigir e n m oral universal su m o ra l indivi­
d u al, tan perfectam ente c o n fo rm e a la idea co m ú n d e la m oral.
Es q u e n o tienen solam ente la m oral de su interés, co m o to d o
el m u n d o ; tienen interés e n la m oral: para esos d e n u n c ia d o re s
de los privilegios, la m o ralidad es el único título que d a d e r e c h o
a todos los privilegios. La in d ig n ació n m oral e n g e n d ra to m as
de posición políticas fu n d a m e n ta lm e n te am biguas: el a n a rq u is­
m o h u m an ista y un poco lacrim oso que pu ed e p ro lo n g a rse m ás
allá d e la adolescencia e n tre alg u n o s viejos bohem ios p elilarg o s
vira m uy fácilmente con la e d a d al nihilism o fascistoide q u e se
e n c ie rra a m achacar y ru m ia r escándalos y com plots. 28

28 Lo que aquí se describe es una forma, entre otras, de evolución de las dispo­
siciones políticas, la que lleva a los empleados y a los cuadros medios a ad o p ­
tar, mientras su edad avanza, posiciones regresivas y represivas, más cercanas
a las de los pequeños comerciantes y, en especial, a la de los pequeños artesa­
nos en declinación, antes que a las de los integrantes más jóvenes de su p r o ­
pia clase, más bien rigoristas que represivos. Evidentemente, hay que te n e r
cuidado de no establecer una relación transhistórica entre el envejecim iento
biológico y la evolución hacia el conservadurismo. Los cambios de disposi­
ción y posición políticas no mantienen una relación evidente con la ed ad si
no es por intermedio de los cambios de posición social que se consuman con
el paso del tiempo; hay tantas formas de evolución de las opiniones políticas
como formas de envejecimiento social, es decir, de trayectorias sociales. L a
ideología conservadora que considera una ley antropológica la relación
104 LAS E S T R A T E G I A S d e l a r e p r o d u c c i ó n s o c i a l

Esta evocación d e las vanantes sistemáticas del estilo de vida ascético que
caracteriza cab alm en te a las clases m edias basta para d em o strar q u e las
estrategias objetivam ente orientadas hacia la preservación o m ejo ra de
la posición o c u p a d a en la estructura social constituyen un sistem a que
sólo p u ed e ser ap reh en d id o y co m p re n d id o en cuanto tal si u n o se re­
m onta a su p rin c ip io generador y unificador, el ethos de clase, p o r cuyo
in term edio to d a la visión del m u ndo económ ico y social, toda la relación
con los d em ás y con el cuerpo p ro p io - e n resum en, todo aq u e llo que
configura el estilo propio del g ru p o - se afirm a en cada u n a de sus prác­
ticas, siq u iera la más natural en ap arien cia, la menos c o n tro la d a p o r la
conciencia, p o r la razón o, incluso, p o r la m oral. En efecto, las estrategias
de fe cu n d id ad d e los pequeños burgueses en ascenso, al igual q u e sus
estrategias escolares, sólo revelan su sen tid o y su función si se las vuelve a
situar en el sistem a de estrategias de rep ro d u cció n características de una
clase q ue no p u e d e tener éxito en su em p resa de formación de capital eco­
nóm ico y cu ltu ra l, a menos que restrinja su consum o y c o n c e n tre todos
sus recursos en u n a cantidad p eq u e ñ a de descendientes, en c arg a d o s de
pro lo n gar la trayectoria ascendente del grupo. Los pequeños burgueses
que tras lo g rar apartarse del p ro leta riad o -su pasado- p re te n d e n acce­
d er a la b u rg u e sía -su futuro- d eben, para realizar la acu m ulación inicial
necesaria p a ra este ascenso, tom ar de algún sitio los recursos in d isp en ­
sables para su p lir la ausencia de capital, esa energía de la vida social.
Su habitus es la pendiente de su trayectoria social, individual o colecti­
va, que se h a vuelto inclinación, p o r lo cual esta trayectoria asc en d en te
tiende a p ro lo n g arse y a consum arse: su erte de nisus perseverandi d o n d e
el trayecto p asa d o se conserva bajo la form a de una disposición co n res­
pecto al porvenir, d onde lo no más se p ro lo n g a en un todavía no, delim ita

entre la evolución hacia el conservadurismo y el envejecimiento (implícita­


mente asociado a un progreso en sabiduría y razón), y que encuentra en esta
relación la mejor justificación de su representación pesimista y desencantada
de las ideologías y de los ideólogos revolucionarios (“hay que dejar pasar esos
ardores de juventud”), obtiene por ella todas las apariencias: dado que, por
un lado, las innumerables formas de envejecimiento social que se ofrecen a
los adolescentes pequeñoburgueses o burgueses (tos únicos que considera
la ideología) pueden estar distribuidas en dos grandes tipos, correspondien­
tes, grosso modo, al éxito social o al fracaso; y, por otra parte, que por vías
diferentes esas dos clases de trayectorias llevan a disposiciones conservadoras
(desde luego, muy diferentes en su modalidad), puede observarse que bastará
ignorar las variedades de la ideología y los principios sociales de variación de
la relación entre envejecimiento ideológico y envejecimiento social para transformar
en ley natural una relación estadística sociológicamente inteligible.
P O R V E N I R DE C L A S E Y C A U S A L I D A D DE L O P RO BABL E IO5

las am biciones “razonables” y, con ello, el precio q u e p ag a r para hacer


realidad esta pretensión realista. La pequeña b u rg u e sía en ascenso re­
produce indefinidam ente la historia de los orígenes del capitalismo: por
ello, com o los puritanos, únicam ente puede confiar en su ascetismo. En
los intercam bios sociales en q u e otros pueden p re sen tar garantías reales
(dinero, cultura o relaciones), ella no puede ofrecer o tra cosa que garan­
tías m orales; (relativamente) p o b re en capital económ ico, cultural y social,
no p u ed e “refrendar sus pretensiones", como dice el lugar común, y darse
así posibilidades de realizarlas, sino a condición de p ag ar con sacrificios,
con privaciones, con renunciam ientos, en definitiva, con virtud.
Si las fracciones más ricas en capital económ ico (los pequeños y m e­
dianos com erciantes, artesanos o terratenientes) se o rie n ta n más bien
hacia el a h o rro (al m enos así lo hacían hasta una fecha reciente), m ien­
tras q u e las fracciones más ricas en capital cultural (los cuadros medios y
los em p lead o s) recurren p rin cip alm en te a la escuela, u n o s y otros tienen
en co m ú n el invertir disposiciones ascéticas en sus estrategias económ i­
cas y escolares, lo que hace de ellos la clientela ideal d e la banca y de la
escuela: b u e n a voluntad cu ltu ral y espíritu de a h o rro , seried ad y denue­
do en el trabajo son las g arantías que el pequeño b u rg u é s ofrece a dichas
instituciones, a la vez que se e n tre g a por entero a su m erc ed (por oposi­
ción al p o seed o r de un verdadero capital, económ ico o cultural) ya que so­
lam en te a través de ellas p u ed e o b ten er los beneficios d e un patrim onio
fu n d am en talm en te negativo/29 Esa pretensión p u ed e escribirse tam bién

29 El cliente ideal de la banca, tal como se lo bosqueja en los discursos de los


responsables y, por sobre todo, en los procedimientos burocráticos imple-
mentados para seleccionar a los adjudicatarios de préstamos (cf. P. Bourdieu,
L. Bol tan ski yJ.-C. Chambo re don, La banque et jíi dientele. Eléments pour une
sociologiedu crédit, París, Centre de Sociologie Européenne, 1963), no es
tan diferente del cliente ideal de la escuela, el “buen alum no”, tal como lo
definen objetivamente las operaciones de selección y las apreciaciones de los
maestros: el “buen cliente” es trabajador y honesto; su “aporte personal" es
débil; pide un crédito relativamente poco cuantioso pero a largo plazo; no
ofrece garantías reales sino solamente garantías personales, en primer lugar
sus virtudes, sabe bastante sobre el sistema como para constituirse objeto de
una explotación racional, pero no lo suficiente como para defender racio­
nalmente sus intereses y sacar el máximo provecho de las ventajas ofrecidas.
Al cliente ideal, cuadro medio, preferentemente funcionario, lo bastante
informado para comprender las exigencias burocráticas, pero no demasia­
do -es decir, hasta la instancia en que está en condiciones de oponer una
resistencia organizada-, lo bastante previsible para ser bastante previsor, sin
demasiados avales para poder girar en descubierto, se oponen, por un lado,
el “cliente insufrible", más bien cuadro superior con fuerte capital cultural
(ex profesor de derecho) que “puede esperar" porque no lo asedia el miedo
106 LA S E S T R A T E G I A S DF LA R E P R O D U C C I Ó N SOCIAL,

com o pre-tensión: en su condición de p endiente asc en d en te convertida


en in clin ació n a perpetuar el ascenso pasado, del cual es p ro d u c to , tiene
com o c o n tra p artid a el espíritu de a h o rro y toda la m ed io crid a d asocia­
da a las virtudes pequeñoburguesas. Si la pre-tensión fuerza al pequeño
burgués a e n tra r en la competencia o en el concursoáe p re te n sio n e s antago­
nistas y lo em p u ja a vivir siem pre par encima de sus recursos, a expensas de
una tensión p erm anente, siem pre al b o rd e de un estallido de agresividad
(antes q u e de agresión), tam bién le da la fuerza necesaria para extraer
de sí m ism o, m ediante todas las form as de la autoexplotación -e n espe­
cial, ascetism o y m althusianism o-, los recursos económ icos y culturales
indispensables para el ascenso.
En el ám b ito de la sociabilidad y de las satisfacciones correlativas es
d o n d e el p e q u e ñ o burgués realiza los sacrificios más im p o rtan tes, si no
los más m anifiestos. Con la seguridad de que debe su posición tan sólo
a su m érito, está convencido de que tío debe contar más q u e consigo
m ism o p ara salvarse: cada q u ien cuida p o r sí, cada q u ien se atiene a lo
suyo. La preo cu pación por c o n c e n tra r los esfuerzos y re d u c ir los costos
lleva a ro m p e r los lazos -incluso fam iliares- que obstaculizan el ascenso
individual: no se tiene tiem po, m edios, ni ganas para so sten er relaciones
con los o tro s m iem bros de la fam ilia que no han sabido “arreglárselas”.30

de carecer de oportunidades ni lo acucia la urgencia de encontrar vivien­


da; que tiene un aporte personal importante, que no necesita un plazo de
reembolso demasiado largo, que ofrece garantías reales y que dispone de los
medios intelectuales como para aprovechar al máximo sus ventajas; y, por otra
parte, al ‘cliente poco interesante”, más bien miembro de las clases populares,
que está impelido por la urgencia, no tiene aporte personal, quiere un crédito
largo, no ofrece garantías reales y presenta pocas garantías personales, y se en­
cuentra más acá del umbral de la racionalidad económica. Este último es aquel
que uno rechaza; el primero, aquel que uno desearía rechazar porque saca el
máximo beneficio de las ventajas económicas ofrecidas por la banca, y espe­
cialmente de la “personalización". “El crédito -decía Marx- es el juicio que la
economía política tiene sobre la moralidad de un hombre." De ello deriva la
profunda ambigüedad de la personalización del crédito: cuando la banca se
interesa en la persona, se interesa en las garantías de solvencia asociadas a la
persona, tal como la define la economía política, es decir, en su valor moneta­
ño, en el ahorro potencial que representa dados su edad, su oficio, su estado
de salud y su moralidad. Sin embargo, a expensas de alguna habilidad, puede
parecer interesarse en la persona total, con su entorno, con sus propiedades,
sus proyectos e, incluso, sus ansiedades en lo que tienen de más “personal”.
30 Los conflictos y tos costos que son la contrapartida del ascenso social resultan
de especial importancia en las sociedades donde las tradiciones de soli­
daridad constituyen una carga agobiante sobre los individuos en ascenso.
Igualmente, hemos podido observar en una investigación sobre la economía
doméstica efectuada en Ar gelia en 1960 que la fase de despegue, donde se
PORV E N I R DE CL A S E Y C A U S A L I D A D DE LO P R O B A B L E IO 7

La pobreza tiene sus círculos viciosos, y los d e b e re s de solidaridad q u e


contribuyen a que los (relativam ente) m enos d esp o seíd o s q u eden e n c a ­
denados a los más desprovistos hacen de la m iseria un etern o re c o m e n -
zar. El “despegue” siem pre supone una ruptura, de la cual la d e fe c c ió n
respecto de los antiguos com pañeros de in fo rtu n io no rep resen ta sino
un aspecto. Lo que se exige del desertor es u n a subversión de la ta b la
de valores, una conversión de su actitud toda. Así, sustituir con la fa m ilia
restringida o con el hijo ún ico a la familia n u m e ro sa -cuyas causas n e g a ­
tivas, tal como un d o m inio insuficiente de las té c n ic a i anticonceptivas,
no la explican por e n te r o - es renunciar a la c o n c e p c ió n popular d e las
relaciones familiares y d e las funciones de la u n id a d dom éstica; es a b a n ­
donar, además de las satisfacciones de la gran fam ilia integrada, so lid a ria
de todo un m odo de sociabilidad tradicional, co n sus intercam bios, sus
fiestas, sus conflictos, etc., los reaseguros que p ro c u ra u n a d e sc e n d e n c ia
num erosa, prácticam ente la única protección -e sp ecialm en te p a r a las
m ad res- contra las in certid u m b res de la vejez e n u n universo a c e c h a d o
por la inestabilidad dom éstica y la inseguridad ec o n ó m ic a y social. Esta
conversión de la actitud respecto del g ru p o fam iliar es in se p a ra b le de
una conversión de las disposiciones respecto d el porvenir: d o ta rs e de
un a descendencia n u m ero sa es tom ar garantías p alpables contra e l fu­
turo, m erced a una estrategia que de alguna m a n e ra es el eq u iv ale n te
funcional de la constitución de reservas; es erig ir c o n tra él, por a n tic ip a ­
do, protecciones, no es esforzarse por som eterlo a través del cálculo, p o r
dom in arlo con una estrategia de inversión q u e o rg a n iz a la práctica p re ­
sente en función de los beneficios esperados o d e los costos previsibles.
Las relaciones de familia o de amistad ya no p u e d e n ser para el p e q u e ñ o
burg u és lo que son para el proletario, un seguro c o n tra la desgracia y la
calam idad, contra la so ledad y la miseria, u n a re d d e respaldos y de p r o ­
tecciones de la cual se recibirá, de ser necesario, u n a ayuda, un p ré s ta m o
o u n lugar. Todavía no son lo que en otra p arte se llam an “re la cio n es” , es
decir, u n capital social indispensable para o b te n e r el m ejor re n d im ie n to
del capital económ ico y cu ltu ra l.31 Sólo son trabas q u e hay que r o m p e r
cueste lo que cueste, p o rq u e la gratitud, la ayuda m u tu a, la so lid a rid a d y

sitúa la pequeña burguesía, corresponde a un estrechamiento de la red d e


solidaridades y a un repliegue sobre la unidad elemental, el hogar.
31 La integración de la familia es cada vez más “funcional", si puede decirse, a
medida que uno se eleva en la jerarquía social, ya que permite acumular el
capital del conjunto de sus miembros (cf. al respecto P. Bourdieu, L. Boltans-
ki y M. de Saint-Martin, ob. cit.).
108 L A S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

las satisfacciones materiales y sim bólicas que p ro cu ran , a co rto o a largo


plazo, fo rm a n parte de los lujos p ro h ib id o s.1"
L im itan d o su familia a u n a p e q u e ñ a cantidad de hijos, cu a n d o no a
un hijo único, sobre quien se co n c en tran todas las esperanzas y los es­
fuerzos, el peq u eñ o burgués no hace más que o b e d e c e r al sistem a de
co n striccio n es que está im plicado en su am bición: al n o p o d e r aum entar
los ingresos, le es necesario d ism in u ir los gastos, es decir, la cantidad
de c o n su m id o re s.3233 Pero al o b ra r así se adecúa adem ás tácitam ente a
la re p re se n ta c ió n dom inante d e la fecundidad legítim a, es decir, subor­
d in a d a a los im perativos de la reproducción social: la lim itación de los
n ac im ien to s es una form a (sin d uda, la forma elem e n ta l) de niunerus
clausus. El p eq u eñ o burgués es un proletario que se e m p e q u e ñ e c e para
llegar a se r burgués. R en u n cian d o a lo prolífico del p ro le ta rio que se
re p ro d u c e tal com o es y en g ra n núm ero, el p equeño b u rg u é s ‘"elige” la
re p ro d u c c ió n restringida y selectiva, a m enudo lim itada a un producto
único, c o n c e b id o y configurado en función de las expectativas rigurosa­
m en te selectivas de la clase im p o rtad o ra. Se repliega so b re u n a familia
e s tre c h a m e n te unida, pero e stre ch a y algo opresiva. No es casual que
el adjetivo p eq u eñ o (o alguno d e sus sinónimos, siem p re más o menos
peyorativos) pueda adjuntarse a todo lo que piensa, dice, hace, tiene o

32 Sin ser absolutamente cxcluycntes. la ambición del ascenso individual y la


participación en la defensa de los intereses colectivos de la clase resultan
muy difíciles de conciliar, tanto por motivos prácticos, como también porque
se inspiran en dos visiones del mundo social completamente opuestas. Las
iniciativas de reciclaje o de promoción interna (concursos internos, etc.) no
se verían tan positivamente sancionadas si, a la par del perfeccionamiento
técnico, no garantizaran adhesión a la institución y al orden social del que
forman parte.
33 Las categorías situadas en la cúspide de la clase obrera (obreros calificados
y profesionales) obtienen ingresos globales medios de 14 212 francos por
hogar (y solamente de 12 G96 para el conjunto de los obreros), contra 14 344
de esa moneda para los empleados (G. Banderier, "Les revenus des ménages
en 1965", Les collechons de 11NSEE, M 7, diciembre de 1970, p. 29). Según la
encuesta sobre las condiciones de vida de los hogares, realizada por el 1NSEE
en 1971, los obreros tienen un promedio anual de consumo por hogar
sensiblemente igual al de los empleados (vale decir, de 22 851,53 contra 24
052, 88 francos). Si se toma en cuenta la cantidad de personas por hogar
(3,64 entre los obreros contra 2,86 entre los empleados), las diferencias se
incrementan y el consumo anual promedio por persona alcanza los 8410,09
francos para los empleados, contra 6277,89 de igual unidad para los obreros,
mientras que el consumo anual promedio por unidad de consumo sería de
8721,95 francos para los obreros contra unos 11 135,50 para los empleados
(G. Bigata, “Les conditions de vie des ménages en 1971”. Les Cnllecttons de
t'fNSEE, M 21, febrero de 1973).
P O R V E N I R DE C L A S E Y C A U S A L I D A D DE LO P R O B A B L E lO g

es el pequeño burgués, a su moral misma, q u e sin embargo es su p u n to


fuerte: estricta y rigurosa, tiene algo de estre ch o y de coactivo, de crispa­
do y de susceptible, d e m ezquino y de rígido a fuerza de formalismo y d e
escrúpulo. P equeñas preocupaciones, p e q u e ñ a s necesidades: el p e q u e ­
ño burgués es un b u rgués que vive con p eq u e n ez. A un su hexis corporal,
donde se expresa toda su relación objetiva co n el m undo social, es la de
un h om bre q ue deb e em pequeñecerse p ara pasar por la puerta estrech a
que da acceso a la b u rguesía: a fuerza de ser estricto y sobrio, discreto y
severo en su m an era d e vestirse, pero tam b ién de hablar -ese lenguaje
hipercorrecto p o r exceso de vigilancia y d e p ru d e n c ia -, en sus gestos y
en todo su porte, siem pre carece un poco de desenvoltura, de am plitud,
de prestancia y d e g en ero sid ad .34

La taxonom ía ética dom inante, aplicación del sistema de cla­


sificación social de la clase dom inante al ám bito de la moral,
se resum e en u n sistem a de cualidades y de calificativos que
se organizan a lre d e d o r de la oposición e n tre las maneras posi­
tivam ente sancionadas o “distinguidas” (es decir, las m aneras
de los d o m in an tes) y las sancionadas negativam ente. Rasgos
casi indelebles d e dos modos de adquisición que tienden a per­
petuarse en lo a d q u irid o -a l m enos, en el lím ite, bajo la form a

34 Si, como se ha intentado demostrar, es verdad que en los hechos y no en el


espíritu del sociólogo el pequeño burgués es un burgués en pequeño, pode­
mos ver cuánto se perdería al abandonar el concepto de lo pequeñoburgués,
en nombre de una definición objetivista de la objetividad. En esta como en
otras ocasiones, los conceptos nativos concentran, bajo una forma especial­
mente evocadora, el máximo de propiedades sociológicamente pertinentes.
Además, la reducción objetivadora, por brutal que sea, nada tiene que ver
con el desprecio de clase -que estalla en tantos escritos que se ocupan de los
pequeños burgueses, cabezas de turco tradicionales de la profecía estetizante
y blanco preferido del anatema político (basta con pensaren Marx, cuando
se refiere a Proudhon)-, porque atribuye las propiedades del habitus, la
mayor parte de las veces detectadas por el racismo de clase, tales como la
“pretensión” o la “estrechez”, a las condiciones objetivas de las cuales son
producto: quienes pueden ofrecerse virtudes menos ásperas y presentar un
rostro menos “ingrato" olvidan que las propiedades que ellos condenan
son la inevitable contrapartida de los mecanismos que aseguran el ascenso
individual, es decir, la preferencia asignada selectivamente a los individuos
adecuados; como si los “vicios" y las “virtudes" de los pequeños burgueses
(¿hace falta recordar que no se definen como tales si no es con relación a
una moral dominante?) deberían, únicamente en su caso, ser imputados a
los agentes, y no a las estructuras, so pretexto de que las estructuras les han
dado la libertad de “elegir" en qué filas form ar
1 lO LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

de la incertidum bre y de la inquietud de la m a n e ra enérgica o


severa que favorece u n m odo de adquisición ilegítim o- y que
p o r ello constituyen el acom pañam iento sim bólico de todas las
prácticas, estos dos estilos están predispuestos a ofrecer un cri­
terio últim o pero sin fundarse en el juicio d e distinción social.
A este principio d e división llega a sum arse otro: la cualidad,
apreciada desde el p u n to de vista de la clase d o m in an te, de la
relación que los p o seed o res de las m aneras negativam ente ca­
lificadas (acento, hexis corporal, etc.) m a n tie n e n con las cuali­
dades que les asigna la taxonom ía dom inante. C oncretam ente,
la oposición fu n d am en tal en tre la holgura, cualidad dom inante,
) la penuria, cualidad dom inada, se replica e n u n a oposición
secundaria entre la p reten sió n , como p en u ria (sufrida en uno y
o tro sentido) rechazada (p o r una “estim a d em asiad o grande de
sí mismo que p lan tea am biciones y proyectos excesivos”, com o
dice el diccionario Robert) y la modestia, com o p e n u ria aceptada
(p o r u n a “loable m o d era ció n en la apreciación de su propio
m érito ). Así, las cualidades dom inadas re cib en siem pre dos
denom inaciones: una, francam ente negativa, se sitúa en la serie
d e la pretensión (que es necesario rebajar); la otra, eufemística,
o torga a las cualidades dom inadas el respeto q u e ellas se ganan
aceptándose com o tales. Veamos algunos de esos calificativos
que, a causa de su polisem ia, pueden e n tra r e n relaciones de
oposición com plejas con diferentes adjetivos de la otra serie.
C ada uno de ellos p o n e de relieve uno de los aspectos de la
oposición fu n d am en tal e n tre lo grande (o amplio) y lo pequeño.
De allí en más se e n g e n d ra n todas las oposiciones específicas.í535

35 Hay que tener cuidado de rio tratar a la manera de los semiólogos y otros
etnometodólogos, es decir, como sistema reificado de relaciones lógicas de
oposición y de complementariedad, esta taxonomía que tiene por vehículo la
lengua cotidiana. Destinada a funcionar en la práctica, al servicio de funcio­
nes prácticas, obedece a una lógica práctica. Así, el “pueblo” que los “burgue­
ses ’ (es decir, más bien las fracciones dominantes de la dase dominante)
construyen cuando lo piensan en oposición a la pequeña burguesía, no es
el “pueblo" que producen cuando lo piensan en oposición al obrero de las
ciudades; tampoco al “pueblo” que engendra la imaginación populista (más
extendido en las fracciones dominadas de la clase dominante), en contrapo­
sición con el “burgués” y a la vez con el “pequeño burgués", es decir, el buen
y cabal proletario , robusto, simple, franco, firme y generoso, apenas sepa­
rado, por obra de algunas inversiones de signo, del buen obrero modesto y
torpe de la imaginación conservadora.
P O R V E N IR DE C L A S E V C A U S A L I D A D DE LO P R O B A B L E l 1l

( b u r g u é s ): (peq u eñ o b u r g u é s ): (p u e b l o ):
“d is tin g u id o ” “p r e te n c io s o ’1 “m o d e s to "

desahogado, h o lg a d o estre ch o , r e c o rta d o , to rp e , p e s a d o , e n v a r a d o ,

(espíritu, g esto , e tc .), falso, tím id o , d e s m a ñ a d o ,

generoso, n o b le , rico, p e q u e ñ o , m e z q u in o , “e n to r p e c id o ”, p o b r e ,

am plio (de ideas, e tc .), tacaño, p a rs im o n io s o , “m o d e sto ",

liberal, libre, estricto , fo rm a lis ta , “b o n a c h ó n ”,

flexible, n a tu ra l, severo, “e s p o n tá n e o " ,

desahogado, ríg id o , c ris p a d o , fra h c o ( h a b la r ) ,


desenvuelto, fo rzad o , firm e.

seguro, esc ru p u lo so , d e ta llis ta ,


abierto, vasto, e tcé tera.
etcétera.

Esas dos clases de habitus que d e p o r sí p u ed e n su b d iv id irse


hasta el in fin ito -basta pensar, p o r ejem plo, en la “h o lg u ra f o r ­
zada" del p eq u e ñ o burgués a d v e n e d iz o - en función de v a r ia ­
bles secundarias, que designan ca d a vez peculiaridades d e la s
condiciones de producción de los habitus, rem iten, en u ltim a
instancia, a dos m odos de ad quisición, es decir, a dos siste m a s
de sanciones m ateriales y sim bólicas asociadas a dos clases d e
condiciones de existencia co n sid erad as en su eficacia e d u c a ti­
va. La h o lg u ra (com o la “p e n u ria ”, su an tó n im o ) designa, a la
vez, u na m an era de ser y un tipo p e c u lia r de condiciones m a t e ­
riales de existencia, más p re cisam en te, una disposición d i s t in ­
guida y las condiciones de existencia de las cuales es p r o d u c to y
a las q u e co n tin u am en te rem ite: el p rin cip io y el efecto d e e s t a
disposición distinguida y distintiva n o es o tro que la e x p e r i e n ­
cia del m u n d o y de sí com o necesaria, com o coincidencia reali­
zada del ser y del deber ser, que fu n d a y autoriza todas las f o r m a s
íntimas o exteriorizadas de la c e rtid u m b re de sí: s e g u rid a d ,
desenvoltura, gracia, pericia, flexibilidad, libertad, eleg a n cia o ,
en u na palabra, naturalidad.

Todo p re d isp o n e al pequeño b u rg u és a e n tra r en la lucha d e l a p re ­


tensión y de la distinción, esa form a d e la lu ch a de clases c o tid ia n a d e
donde sale necesariam ente vencido, y sin apelación posible, ya cque, al
involucrarse e n ella, ha reconocido la legitim idad del ju e g o y e l valor
de lo que está e n ju e g o . Esta c o m p e te n c ia es un caso especial d e todas
L 12 LAS E S T R A T E G I A S DE L A R E P R O D U C C I O N S O C I A L

las relaciones de competición, en las cuales la clase privilegiada se esfuerza


p o r ech ar por tierra las pretensiones (nobiliarias, escolares u otras) de
a q u e lla que la sigue inm ediatam ente, entre otras cosas, tratando sus am ­
biciones y sus aspiraciones com o una suerte de d elirio subjetivo, fu n d ad o
so b re una autoestim a dem asiado grande, e in te n ta n d o hacerlas pasar
p o r pretenciosas, es decir, presuntuosas, desproporcionadas, excesivas,
arro g an tes, ridiculas o, al m enos, prem aturas. C on ello afirma tam b ién
su distinción con re sp ecto a la clase inferior, al o p o n e r a su juridicis-
m o el m onopolio d e los títulos (nobiliarios, escolares u otros) sobre los
cu ales descansan sus p ro p io s privilegios. Por su parte, la clase in ferio r
ex ig e o reivindica el acceso a los privilegios hasta entonces reservados a
la clase superior. En o tro s térm inos, convierte en pretensiones legítim as
(d e allí su p ro p en sió n al juridicismó) su pre-tensión, es decir, su voluntad
d e te n e r por an ticip ad o , an tes de tiempo, a crédito, las ventajas que, al
m en o s en una situación d e com petencia - p o r lo tanto, de traslación p er­
m a n e n te -, tendría de to d o s modos. Es decir, no hay q u e en ten d e r com o
u n a co ntradicción co n los análisis anteriores el h ec h o de que la p e q u e ñ a
b u rg u e sía ascética, trad icio n alm en te destinada al a h o rro , se vuelva hacia
el c réd ito en la so cied a d d e com petencia: es u n a vez más la aspiración a
la burguesía, p rin cip io d e todas sus virtudes negativas, lo que lleva a la
p e q u e ñ a burguesía a d e m a n d a r esos m edios de vivir p o r encim a de sus
m ed io s, a expensas d e u n a tensión y de u n a c o n ten c ió n perm anentes,
situ ació n que la e n c a d e n a así a una nueva form a de ascetism o, ad ecu ad a
p a ra cu m plir por o tro s m edios, más acordes a las nuevas estructuras eco ­
nóm icas, las antiguas fu n cio n es.

ESTRUCTURAS PATRIMONIALES
Y ESTRATEGIAS DE REPRODUCCIÓN

Así, p o r fuera del caso excepcional en que se ven cum plidas las co n d i­
c io n e s (económ icas y d em ás) necesarias para q u e sea posible la acción
ra cio n al en la que el a g e n te se determ ina en fu n ció n de un cálculo de
los beneficios que los d ife re n te s mercados están en condiciones de ase­
g u ra r, las prácticas de c ie rta clase de agentes d e p e n d e no sólo de la es­
tru c tu ra de las p o sib ilid ad es teóricas p rom edio de beneficios, sino de
las posibilidades esp e cíficam e n te asociadas a esa m ism a clase; es decir,
d e la relación, en un m o m e n to dado del tiem po, e n tre esta estru ctu ra
o b jetiv a (cien tíficam en te calculable) y la e stru c tu ra de la distribución
PORVENIR DE C L A S E Y C A U S A L ID A D DE LO P R O B A B L E 1 13

de las d iferen tes especies de capital (económ ico, cultural, social) e n te n ­


didas, seg ú n la relación aquí analizada, com o instrum entos de apropia­
ción de esas posibilidades. La an ticip ac ió n práctica, más o m enos ade­
cuada, q u e radica en el origen de esta ‘‘causalidad de lo p ro b a b le ” está
constituida p o r el habitus, m atriz g e n e ra d o ra de respuestas adaptadas
de a n te m a n o (a expensas de u n a im provisación p erm a n en te) a todas
las co n d icio n es objetivas idénticas u hom ologas a las condiciones de su
producción: guiándose por los indicios que está predispuesto a percibir
y descifrar y q u e, de una cierta m an era, no existen sino p o r él, el habitus
en gendra, en ese caso, prácticas q u e se adelantan al p o rv en ir objetivo.
Sin d u d a sería vano, en esas co n d icio n es, buscar un en cad en am ien to
lineal de causas en el en m arañ am ien to de relaciones significativas que
lleva a u n a práctica objetivam ente aju stad a a lo probable. Así, cu ando se
lo a p re h e n d e según los esquem as d e apreciación que se e n c u e n tra n en
las categorías de alumnos y de p ad res más directam ente som etidos a la
au to rid ad escolar, el éxito escolar (de p o r sí determ inado, al m enos en
parte, p o r la detección de los indicios q u e siempre sirven de base para
la co o p tació n , tales como las b u en a s disposiciones respecto de la institu­
ción) fu n c io n a com o un estím ulo reactivador que redobla la propensión
a invertir en la escuela y refuerza el efecto de consagración ejercido por
el d ictam en escolar, y con sig u ien tem en te la adhesión a la au to rid a d de
la in stitu ció n escolar. Todo sucede com o si el porvenir objetivo q u e está
en p o ten cia en el presente no p u d ie ra acontecer más q u e con la colabo­
ración, incluso con la com plicidad, d e u n a práctica en sí m ism a dirigida
por ese p o rv e n ir objetivo. En otros térm inos: como si el h ec h o de tener
posibilidades positivas o negativas de ser, de tener o d e h ac er algo, pre­
dispusiera, predestinándolo, a a c tu a r d e m anera tal q u e esas posibilida­
des se realicen . De hecho, la causalidad de lo probable es resultado de
esta su erte de dialéctica entre el h ab itu s —cuyas anticipaciones prácticas
descansan so b re la entera ex p erien cia a n te rio r- y las significaciones pro­
bables, es decir, lo dado que aq u el se d a para una p ercep ció n selectiva
y u n a ap reciació n sesgada de los indicios del porvenir q u e él habrá de
co n trib u ir a hacer acontecer (cosas “p o r hacer”, “p o r d e c ir”, etc.): las
prácticas son resultado de este e n c u e n tro entre un agente predispuesto
y p revenido, y un mundo que se presume, es decir, presentido y prejuzgado,
el único q u e acaso pudiera conocer.
P arad ó jicam en te, la presencia d el pasado en esta su erte de falsa an­
ticipación d el porvenir se m an ifiesta tan sólo cuando se d esm ien te la
causalidad d e lo probable y c u a n d o el desfase e n tre las posibilidades
objetivas y las prácticas (con las aspiraciones que estas im plican o que
1 1 4 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

las acom pañan) c o n striñ e a invocar el im p u lso d e una trayectoria p asa­


d a y la histéresis d e las antiguas disposiciones.30 Por ejem plo, en el caso
d e la peq u eñ a b u rg u e sía en ascenso, el h a b itu s ya no funciona com o
u n o p erad o r p ráctico de la causalidad de lo probable, sino q u e p o n e
e n la mira u n a su e rte de pun to im aginario, d esp ren d id o del p o rv e n ir
virtualm ente in scrito en el presente bajo la fo rm a de los in stru m en to s
d e apropiación del fu tu ro actualm ente poseídos. Así, la p ro p e n sió n de
las familias y de los hijos escolarizados a in v ertir dinero, esfuerzos y
esperanzas en el sistem a escolar tiende a reproducir (en el doble se n tid o
d el térm ino) la re la ció n objetiva en tre la clase de agentes to m a d a en
consideración y la in stitu ció n escolar que se m u estra c o n c re ta m e n te a
través de in d icad o res prácticos, tales com o la frecuencia en el un iv erso
fam iliar (fam ilia re strin g id a o extensa, ‘V elacio n es” con vecinos o c o m ­
pañ ero s de trab ajo ) de los liceístas o de los estudiantes, de los b a c h i­
lleres o de los licen c ia d o s.3/ Y las sanciones positivas o negativas d e la
institución escolar ú n icam e n te pueden a p o r ta r u n refuerzo se c u n d a rio
a las certid u m b res prácticas de la estadística esp o n tán e a que lleva a
ex p e rim en tar co m o n atu ra l y norm al (o co m o im probable, in e sp e ra d o
o im posible) el acceso a esos títulos o a esas instituciones. Sin e m b arg o ,
p recisam ente co m o se nota en el caso d el hijo del m aestro a q u ie n su
b u en a voluntad esco lar inclina a p ro lo n g ar h acia la École N órm ale Su-
p érie u re la tray ecto ria p atern a, la p e n d ie n te d e la trayectoria del linaje
d u ra n te dos o tres g en eracio n es y, más esp ecíficam en te, la h isto ria d e
su relación objetiva co n la institución escolar, tácitam ente vivida o ex- 367

36 En esc caso, las anticipaciones del habitus son más realistas cuanto más com­
pletamente la trayectoria pasada que expresan, es decir, la historia del agente
y de su grupo, se prolonga en su trayectoria futura: cuando el porvenir se
encuentra como factor implicado en el pasado -p o r ejemplo, en el caso del
hijo del maestro de escuela, a su vez hijo de campesino, que será profesor—,
las disposiciones producidas por la posición pasada, ella misma en transfor­
mación, acompañan, precediéndolo, el devenir de la posición.
37 La propensión a invertir en el sistema de enseñanza depende también, por
una parte, de la forma de la distribución del capital cultural entre las clases:
el efecto de demostración y la acción de entrenam iento (competencia) que
ejercen las prácticas dominantes (las prácticas de escolarización de la clase
dominante) no pueden ejercerse en el caso en que la distribución de las
probabilidades objetivas de acceso es brutalmente asimétrica; los efectos
“desmoralizantes” de una débil probabilidad de acceso son entonces reforza­
dos por el efecto de exclusión que ejerce el cuasi monopolio, que ocasiona
que los excluidos consideren la apropiación del bien o de la práctica tomada
en consideración como una propiedad inherente al out-group.
PO R V E N IR D E C L A S E Y C A U S A L I D A D D E L O P R O B A B L E 1 15

plícitam en te com unicada m e d ia n te juicios, consejos o p re c e p to s , rige


en cad a o p o rtu n id ad la re la c ió n práctica con esta in stitu c ió n . Así, el
habitus rep resen ta la inercia d e l g ru p o , depositado e n ca d a o rg a n ism o
bajo la fo rm a de esquem as d e p ercep c ió n , de a p re c ia c ió n y d e acción
que tie n d e n , de m odo m u c h o m ás seguro que las n o rm a s explícitas
-p o r o tra parte, en general c o n g ru e n te s con esas d is p o s ic io n e s -, a ase­
g u rar la conform idad de las p rá cticas más allá de las g e n e ra c io n e s. El
habitus, es decir, el o rganism o q u e el grupo se ha a p ro p ia d o y que es
ap ro p ia d o para el grupo, fu n c io n a com o s o p o rte 1m a te ria l de la m e­
m oria colectiva: in strum ento d e u n grupo, tien d e a r e p r o d u c ir en los
sucesores lo adquirido p o r los p redecesores, o, sin m ás, a los p re d e c e ­
sores en los sucesores. La h e re n c ia social de los rasgos a d q u irid o s que
el hab itu s asegura ofrece al g ru p o u n o de los m edios m ás eficaces para
p e rp e tu a rse como tal, tra sc e n d e r los lím ites de la fin itu d b io ló g ic a y así
salv ag uard ar su m anera distintiva d e existir. Esta s u e rte de te n d e n c ia
del g ru p o a perseverar en su se r no tiene, en sen tid o estricto , sujeto,
a u n q u e p u ed a encarnarse, e n ca d a ocasión, en a lg u n o de sus m iem ­
bros. O p e ra en un nivel m u c h o m ás p ro fu n d o q u e las “tra d ic io n e s fa­
m iliares”, cuya perm anencia s u p o n e una fidelidad c o n s c ie n te m e n te
so sten id a y tam bién custodios, q u e p o r serlo tien en u n a rigidez a je n a a
las estrategias del habitus, capaz de inventar, en p re se n c ia de situ acio ­
nes nuevas, nuevos m edios p a ra h a c e r cum plir las fu n c io n e s a n tig u as
(tal co m o el recurso a in stru m e n to s de re p ro d u c c ió n - p o r e je m p lo , la
esc u ela-, desconocidos o re ch az ad o s p o r la tra d ic ió n ); m ás p ro fu n d o
tam b ién q ue las estrategias co n sc ie n tes con las cuales los a g e n te s p re­
te n d e n ac tu a r expresam ente so b re su propio p o rv e n ir y p e rfila rlo a
im ag en del pasado, com o las disposiciones testa m e n ta ria s o in c lu so las
n o rm as explícitas, simples llamadas al orden, es decir, a lo p ro b a b le , cuya
eficacia redoblan.
Las estrategias y las prácticas feno m en alm en te m uy d ife re n te s que
p ro d u c e n los agentes y, p o r su interm ediación, los g ru p o s q u e se las
h an ap ropiado, cum plen siem p re, p o r una parte, fu n c io n e s de repro­
ducción: sean cuales fueren las funciones que sus a u to re s o el g ru p o en
su c o n ju n to les asignen oficialm ente, tienden ob jetiv am en te a p re serv ar
o a u m e n ta r el patrim onio y, correlativam ente, re sg u a rd a r o m e jo ra r la
posición del grupo en la estru c tu ra social. Para im p u ta r las estrategias
de rep ro d u cció n al cálculo racional o a la in ten ció n e stra té g ic a , sería
necesario no englobar bajo este co ncepto más que las estrateg ias explí­
citam en te constituidas en p ro c u ra del cum plim iento d e esta fu n c ió n , es
decir, las estrategias estrictam ente sucesorias, y a c e p ta r tá c ita m e n te la
I l6 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

definición oficial d e las estrategias de rep ro d u cció n reconocidas com o


legitimas en un m o m e n to dado del tie m p o .18 De hecho, com o relación
h ered ad a de un legado, el habitus es la raíz com ún de prácticas q u e no
p u ed en o b te n e r su coherencia de un proyecto consciente, incluso si la
conciencia ex p lícita de las posibilidades y d e las apuestas p u e d e c o n fe rir
u n a sistem aticidad explícita, sobre ciertos elem entos, a la sistem aticidad
objetiva de las “eleccio n es” prácticas del h ab itu s:19 nada sería m ás peli-

38 En cada momento, la delimitación de lo que es legítimamente transmisible e,


inseparablemente, de las maneras legítimas de conservarlo y de transmitirlo,
constituye el objeto de una lucha laceada o declarada entre las clases. A medi­
da que la fuerza de los dominados se incrementa en esta lucha, la crítica sub­
versiva que busca alcanzar a la clase dirigente en el principio de su perpetua­
ción tiende a restringir la esfera de lo que es legítimamente transmisible por
la actualización de lo arbitrario del modo de transmisión consolidado y la
crítica de las ideologías que apuntan a justificarlo (por ejemplo, la ideología
del “nacimiento") Ese reforzamicnto de la vigilancia crítica y de los contro­
les institucionales de la transmisión es uno de los factores que contribuyen a
la transformación de las estrategias de reproducción: tas estrategias eficaces y
poco costosas, pero declaradas, como la transmisión del poder y de los privi­
legios por sucesión en linea directa, ceden paulatinamente lugar a estrategias
que aseguran una transmisión disimulada, que puede ser desconocida como
tal, y por ende perfectamente reconocida y legítima, pero a expensas de una
mayor disgregación y de un costo de disimulación más elevado (como la
inversión escolar).
39 La expansión del campo de las estrategias objetivas de reproducción que
están explícitamente constituidas como estrategias sucesorias y cuyos
principios están explícitamente formulados y jurídicamente garantizados se
incrementa como el patrimonio que transmitir. Un estudio del conjunto de las
prácticas que apuntan a asegurar con el mínimo de disminución posible la
transmisión del patrimonio entre las generaciones tendería indudablem ente
a mostrar, tanto como sea posible con los métodos tradicionales de encuesta,
que la racionalización de las estrategias estrictamente sucesorias, desde la
compra de cuadros hasta las diferentes formas de fraude fiscal, es tanto más
frecuente cuanto más importante es el patrimonio. Esa misma proposición
valdría, mutatis mulandis, para la transmisión del capital cultural, cada vez
más explícitamente considerado como tal y racionalmente organizado, a me­
dida que el capital cultural poseído aumenta su importancia, si no en valor
absoluto, al menos en valor relativo. Puede incluso formularse la hipótesis de
que el sentido de las realidades, el sentido de lo que ‘'uno no puede permitirse",
tiene tantas más posibilidades de permanecer en estado de sentido f)radico, es
decir, más acá de la expíicitación, cuanto más baja sea la posición de uno en
la escala social: por ello ejerce sobre las prácticas una dominación que tiene
la opacidad y también la rigidez de lo indiscutido, de lo que se presupone, de
una doxa que funciona como destino tácito. Si la relación con las condicio­
nes objetivas tiende a volverse cada vez más libre, desenvuelta, indiferente,
a medida que uno se eleva en la jerarquía social, ello no quiere decir que
las prácticas se vuelvan cada vez más irrealistas. De hecho, el diletantismo,
la desenvoltura, el desinterés, cuando se arrinconan en los límites de lo
razonable, forman parte de las libertades otorgadas, incluso recomendadas
P O R V E N I R D E C L A S E Y C A U S A L I D A D D E LO PR O BABLE l 17

groso q ue intentar d ar c u e n ta de las estrategias explícitam ente orienta­


das hacia la preservación o el au m en to del p atrim o n io y, a fortiori, hacia
la salvaguardia de su in te g rid a d más allá de las generaciones, sin tom ar
en c u e n ta estrategias q u e n u n c a se confiesan com o tales, como aquellas
que reg u lan las prácticas de fecundidad, la “e le c c ió n ” de la pareja o la
“elección" de un establecim iento escolar.
Estas estrategias d eb e n su coherencia práctica al h e c h o de que, objeti­
v am en te orientadas hacia el cum plim iento de la m ism a función, son
p ro d u c to de un mismo y ú n ico principio g e n e ra d o riq u e funciona com o
p rin cip io unificador. En su co ndición de estructuras estructuradas ( opus
operatum), que la m isma e stru c tu ra estructurante (modus operandi) p ro ­
du ce sin cesar a costa de retraducciones im puestas p o r la lógica propia
de los diferentes cam pos, todas las prácticas de un m ism o agente están
objetivam ente arm onizadas e n tre sí, fuera de toda b ú sq u ed a intencional
de la coherencia, y objetivam ente concertadas p o r fuera de toda esti­
p u lació n consciente con las de todos los m iem bros d e la misma clase.10
S ien d o el producto de la aplicación de las estru ctu ras objetivas del cos­
m os económ ico y social so b re un organism o cuya p ro p ia lógica lo lleva
a fu n c io n a r de m anera sistem ática, el habitus e n g e n d ra continuam ente
m etáforas prácticas, es decir, en otro lenguaje, transferencias (la de há­
bitos m otores es apenas un ejem plo específico) o, m ejo r aún, trasposicio­
nes sistemáticas impuestas p o r las condiciones peculiares de su puesta en
práctica, ya que el m ism o h abitus ascético del cual p o d ría haberse espe­
ra d o q u e se expresase siem p re e n el ahorro puede, e n u n contexto deter­
m in ad o , expresarse en u n a m an era específica de valerse del crédito. Las
p rácticas de un mismo ag e n te y, en térm inos más am plios, las prácticas
de todos los agentes de u n a m ism a clase, deben la afin id ad de estilo, que
hace d e cada una de ellas u n a m etáfora de cualq u iera de las otras, al h e ­
ch o d e ser producto de las transferencias incesantes d e un campo a otro

por la definición objetiva de la situación. Otro tanto sucede con la relación


cuasirracionalizada con las condiciones objetivas que autorizan la explicita-
ción y el análisis: así, ofrece otros medios de adaptación.
40 El habitus es un construclo irreductible a las manifestaciones, fuera de las cua­
les no puede ser aprehendido, lo cual no significa que, según la alternativa
del realismo y del nominalismo, haya que ver en ello unsim ple nombre, más
o menos arbitrario y más o menos arbitrariamente aplicado a un conjunto
de relaciones estadísticas (puede verse una exposición más sistemática de
las propiedades del habitus, y en especial de la inventiva circunscripta que lo
caracteriza, en P. Bourdieu, Esquisse d'une théorie de la pralique, París-Ginebra,
Droz, 1972, pp. 174-189).
I l8 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I O N S O C I A L

de los m ism os esquem as de percepción, de pensam iento y d e acción:


en su co n d ició n de paradigm a fam iliar de este o p erad o r an alógico que
es el habitus, la disposición ad q u irid a q u e se da en llam ar “escritura”,
es decir, u n a m an era singular de trazar caracteres, p ro d u c e siem pre la
misma “e sc ritu ra”: trazos gráficos que, pese a las diferencias d e tam año,
de m ateria y de color ligados al soporte -h o ja de papel o p iz a rró n - o al
instrum ento -lap icera o tiza-, p o r tanto, pese a las diferencias e n tre los
conjuntos m o to res movilizados, p re sen tan una afinidad de estilo, un aire
de familia in m ed iatam ente perceptibles.
C onstruir un objeto como el sistem a de estrategias de rep ro d u cció n ,
esto es secuencias objetivam ente o rd e n ad as y orientadas de prácticas que
todo g ru p o d eb e producir para reproducirse como g ru p o ,41 es dotarse
del m edio p ara pensar en su u n id ad fenóm enos objetivam ente ligados
que las d iferen tes ciencias del h o m b re ap reh en d e n en o rd e n disperso y
en estado sep arad o .42 Ai restaurar en la ciencia de las prácticas la unidad

41 Si bien las estrategias de reproducción no pueden aparecer, en sentido estric­


to, más que en las clases o fracciones de dase que están lógicamente (si no
prácticamente) expuestas al descasamiento -porque tienen algo que perder,
especialmente en ocasión de la transmisión del capital entre generaciones-,
se encuentran, en las franjas inferiores de la pequeña burguesía o incluso en
las capas superiores de la clase obrera, estrategias con las cuales esos grupos
apuntan a reproducir aquello que los separa de la condición de las dases
destinadas a la mera reproducción de su existencia (proletariado y subprole­
tariado): así se explica la aparición de la propensión a invertir en el sistema
de enseñanza en el seno de las dases superiores del proletariado, preocupa­
das por evitar a sus hijos la recaída en un subproletariado (que integran por
sobre todo extranjeros).
42 Semejante construcción tiene como requisito la destrucción de las divisiones
tradicionales del objeto científico, que no son otra cosa que las divisiones or-
ganizacionales de la ciencia social, ellas mismas calcadas sobre las divisiones
institucionales de la práctica social, pero constituidas en ámbitos de objetivi­
dad separados, regulados por leyes independientes. Así, las de la sociología
de la educación nada tienen que ver con las de la sociología económica y,
con mayor motivo, con las de la economía propiamente dicha. Además, sólo
una sociología comparada de los sistemas de estrategias de reproducción
históricamente observadas permitiría establecer empíricamente el universo
de usos posibles de los diferentes instrumentos institucionales u oficiosos de
que puede disponer la clase dirigente, en las diferentes épocas, para asegurar
su propia reproducción y las leyes de funcionamiento de los mecanismos
históricos con los cuales tiende a perpetuar su propia dominación. Describir
sistemáticamente, es decir, en su condición de sistema, el conjunto de las
estrategias de reproducción características de una época no sería una regre­
sión hacía la idiografía de la historia de los acontecimientos o anecdótica,
sino, por el contrario, dotarse del medio para escapar a la alternativa de la
idiografía y de la tipología, compromiso bastardo entre la construcción y la
descripción en la cual se dejan encerrar tantos trabajos históricos cuando no
P O R V E N I R DE C L A S E V C A U S A L I D A D DE LO P R O B A B L E l 19

que se establece e n la práctica, se pu ed e p e n sa r bajo ese c o n c e p to el


conjunto de estrategias negativas de re p ro d u c c ió n que a p u n ta n a evitar
la fragm entación del p atrim o n io , correlativa a la m ultiplicación excesiva
de los d erech ohabientes: p o r ejem plo, en p rim e r lugar, las estrategias de
fecundidad (o, más ex actam en te, de lim itación d e la fe c u n d id a d ), e stra te ­
gias a largo plazo, ya q u e todo el porvenir d el linaje y de su p a trim o n io
dep en d e de ellas, q u e a p u n ta n a limitar el n ú m e ro de hijos, y c o n ello el
trabajo de rep ro d u cc ió n social, reduciendo la can tid ad de a sp ira n te s al
patrim onio; en seg u n d o lugar, las estrategias in d irectas de lim ita c ió n d e
la fecundidad, com o el casam iento tardío o el celibato, que tie n e la d o ­
ble ventaja de im p ed ir la reproducción biológica y de excluir (a l m en o s
d e hecho) de la h e re n c ia (es la función de la o rie n ta c ió n hacia el sacer­
docio de ciertos hijos en las familias aristocráticas o burguesas bajo el
A ntiguo Régim en o d el celibato de los hijos m ás jóvenes en c ie rta s tra d i­
ciones cam pesinas).43 A ello se sum an todas las estrategias positivas, vale
decir, las estrategias sucesorias, cuyos rasgos codificados en la c o s tu m b re
o el derecho no re p re se n ta n sino su aspecto m ás visible: a b ie r ta m e n te
orientadas hacia su fu n c ió n real -tra n sm itir el p atrim o n io , con l a m e n o r
dism inución posible, de u n a generación a o tr a - , d eb e n , entre o tra s co ­
sas, reparar los e rro re s de las estrategias de fe cu n d id ad , com o u n a c a n ­
tidad excesiva de hijos, o los inevitables ac cid en tes de la re p ro d u c c ió n
biológica (como u n a ca n tid a d excesiva de hijas m ujeres). Pero ta m b ié n
d eb e n tomarse en cu e n ta , de m odo in escindible, las estrategias educativas,
conscientes e inco n scientes - d e las cuales las estrategias escolares d e las
familias y de los hijos escolarizados son u n asp ecto específico—, inver­
siones a muy largo plazo no necesariam ente p ercibidas com o tales ni
reducidas, com o cree la eco n o m ía del “capital h u m a n o ”, a su d im e n s ió n
estrictam ente eco n ó m ica, o incluso m o n etaria, ya q u e ap u n tan p rim o r­
dialm ente a p ro d u c ir agentes sociales capaces y dignos de re c ib ir la h e ­

se refugian en un uso positivista de los métodos cuantitativos, las minucias,


ya para este entonces condenadas, de la idiografta y las audacias, p o co com ­
patibles con la imagen cientificista de la ciencia, de la auténtica construcción
teórica.
43 En cuanto a las funciones sociales del celibato de los segundones en la
tradición bearnesa, véase P. Bourdieu, “Les stratégies matrimoniales dans le
systéme des stratégies de reproduction", Anuales 27, (4-5), julio-octut>re de
1972, pp. 1105-1127. Acerca de las funciones del celibato de los sacerdotes
bajo el Antiguo Régimen, véase F. Y. Besnard, Souvenirs d'un nonagénczire„ Pa­
rís, 1880, l, pp. 1-2, cit. en E. G. Barber, The Bourgeoisie in I8th Century Trance,
Princeton, Princeton University Press, 1967, p. 126.
120 L A S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N SOCIAL

rencia d el g ru p o , vale decir, de ser herederos para el g ru p o ; las estrategias


que p u e d e n denom inarse profilácticas, destinadas a p reserv ar el patrim o­
nio b iológico del grupo, aseg u ran d o a sus miem bros los cuidados con­
tinuos o d iscontinuos destinados a m antenerse con salud o a ap a rtar la
e n ferm ed a d ; las estrategias estrictamente económicas, a corto o a largo plazo,
com o las o p eracio n es de crédito, a h o rro e inversión, d estin ad as a asegu­
rar la re p ro d u c c ió n del patrim o n io económ ico; las estrategias de inversión
social, co n sc ie n te o inconscientem ente orientadas hacia la instauración
y el m a n te n im ie n to de relaciones sociales directam ente m ovilizables y
utilizables a co rto o a largo plazo, es decir, hacia la tran sfo rm ació n , efec­
tuada p o r la alquim ia del in tercam b io de dinero, de trabajo, de tiem po,
etc., en obligaciones duraderas, subjetivam ente vivenciadas (sentim ientos
de re c o n o c im ie n to , de respeto, etc.) o institucionalm ente garantizadas
(d e re c h o s); las estrategias matrimoniales, caso particular d e las anteriores,
que d e b e n asegurar la rep ro d u cc ió n biológica del g ru p o sin p o n e r en
riesgo su re p ro d u cció n social m ed ian te un casam iento desigual, y, por
o b ra d e la alianza con un g ru p o al m enos equivalente bajo todos lbs
aspectos so cialm ente pertinentes, proveer a la preservación del capital
de re la cio n es sociales; por últim o, las estrategias ideológicas, q u e ap u n tan
a leg itim ar los privilegios naturalizándolos. Si uno red u ce las estrategias
de re p ro d u c c ió n a sus productos, percibidos en estado sep a rad o y com o
h ec h o c o n su m ad o , se condena o ra a acuñar el sistem a d e prácticas de
un a g e n te o de u n a clase de ag en tes en una rapsodia d e datos, regidos
p o r o tras tan tas leyes positivistas, o ra a “articular in stan cias”, es decir,
a a rtic u la r indefinidam ente cierto discurso sobre instancias. De hecho,
sien d o to d as pro d u cto del m ism o principio, estas estrategias están objeti­
vamente concertadas, lo cual tiende a excluir las incom patibilidades entre
prácticas necesariam ente in terd e p en d ien tes -ya que ca d a u n a de ellas
deb e co n tar, en la práctica, con las consecuencias de la o tra 44- y a favore­

44 Visto que se aplican a puntos diferentes del ciclo de vida, entendido como
proceso irreversible, las diferentes estrategias de reproducción están también
cronológicamente articuladas, cada una de ellas debe, en cada ocasión, tener en
cuenta los resultados alcanzados por las precedentes o las que tienen mayor
estrechez de miras en cuanto a lo temporal. Así, por ejemplo, en la tradición
bearnesa, las estrategias matrimoniales dependían en forma muy directa de
las estrategias de fecundidad de la familia (por intermedio de la cantidad
de aspirantes al patrimonio y de su sexo, es decir, del número de hijos que
dotar de una herencia o de una compensación); de las estrategias educa­
tivas, cuyo éxito era la condición de la puesta en práctica de las estrategias
que apuntan a apartar de la herencia a las hijas mujeres y a los segundones
(unas mediante el matrimonio apropiado y los otros mediante el celibato o la
P O R V E N I R DE C L A S E Y C A U S A L I D A D DE LO P R O B A B L E l 2 1

cer las suplencias funcionales, como dicen los biólogos. Toda tentativa p o r
dejar en evidencia el sistem a com pleto de relaciones entre las estrategias
que cada u na de las clases de cierta form ación social pone en fu n cio n a­
m iento en diferentes cam pos de prácticas choca no sólo con la ausencia
de estadísticas sistem áticam ente construidas, sino tam bién con el h ech o
de que la sum atoria estadística tiende a c o n fu n d ir las relaciones q u e se
establecen, en la existencia de cada ag e n te singular o de cada u n id ad
social elem ental, e n tre todas las prácticas sucesivas, ya que cada nueva
estrategia en c u en tra su punto de partida y sus límites en el p ro d u cto de
las estrategias a n te rio re s.45 Sin em bargo, se p uede, com o cuando distin ­
tos proyectores echan sucesivamente sus haces de luz, esclarecer po co a
poco diferentes sectores de la red de relaciones que otorgan a la práctica
de una clase co h eren cia y adaptación a las condiciones de existencia que
le son propias.

Así, las estadísticas del ingreso a sixiéme* según la clase social y


la cantidad de hijos en la familia p e rm ite n , por ejemplo, p e r­
cibir qué relación se establece en fo rm a casi directa entre las
estrategias de fecundidad y las estrategias educativas:- se lee
allí que las posibilidades de ingresar a sixiéme de los hijos q u e
p ertenecen a las familias de las clases m edias (artesanos y co-

emigración) de las estrategias estrictamente económicas que apuntan, entre


otras cosas, a la preservación o al aumento del capital en tierras, etcétera.
Esta interdependencia se extendía durante varias generaciones, pues una
familia podía verse en la obligación de imponerse durante mucho tiempo
pesados sacrificios para compensar los gastos (a veces en tierras) necesarios
para “dotar” en tierras o en dinero una prole demasiado numerosa o para
restablecer la posición material y, por sobre todo, simbólica, del grupo luego
de un casamiento desigual.
45 Es cuestión del estilo de vida, es decir, del conjunto sistemático de rasgos
característicos de todas las prácticas y obras de un agente singular o de una
clase de agentes (clase o fracción de dase) como del estib de tas obras de arte
de una época. La historia de vida de un individuo o de un grupo, en que se ve
cómo el mismo modus operandi encuentra muchos de sus puntos de apoyo e
impulsos a la acción en sus propios productos (aunque se tratara de los fias­
cos, generadores de contradicciones y de preguntas), proporciona sin duda la
mejor imagen de la autoconstitución de un sistema de obras unidas por un
conjunto de relaciones significantes.
* Téngase en cuenta que el orden de los años de la educación secundaria fran­
cesa es decreciente; por ello, la sixiéme es el primero de ellos. [N. de T. ]
46 Cf. A. Girard y H. Bastide, “La stratification sociale de la démocratisation de
renseignement", “Populatwn”et l ’enseignement, París, Presses Universitaires de
France, 1970.
122 L A S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

m erciantes, cuadros m edios y em pleados) que se d istin g u en del


resto de su ciase p o r una fuerte fecundidad (cu atro o más hijos)
no son más elevadas que las de los hijos de o b rero s p erte n ecie n ­
tes a u n a familia de dos o tres hijos; tam bién allí se ve que las
posibilidades de en tra r e n un liceo (lo cual su p o n e u n grado
más elevado de am bición escolar) están aún más estrech am en te
ligadas al tam año de la fam ilia (sobre todo e n tre los em pleados
y los artesanos o com erciantes). Contra la explicación aparente,
q u e h aría de la cantidad de hijos (y de los costos correlativos)
la causa del descenso de la tasa de escolarización, es necesario
ver en la limitación de la fecundidad y en la am b ició n escolar
dos expresiones de la m ism a disposición a la ascesis en procura
d el ascenso.
Así com o las estrategias escolares deben te n e r en cu e n ta los
resu ltad o s de las estrategias de fecundidad, q u e de an tem ano
están sujetas a las exigencias de la inversión escolar, sin duda
las estrategias m atrim oniales tam poco son in d e p e n d ie n te s de
las estrategias escolares ni, en térm inos más am plios, del con­
ju n t o d e estrategias de reproducción. Basta con p e n sa r en la
tran sform ación de las estrategias que trad icio n alm en te la clase
d o m in a n te ponía en p ráctica para casar a sus hijas: al igual que
la concom itante transform ación de las estrategias d e fecundi­
d a d (que sin duda contribuye a explicar), es correlativa de una
transform ación de las relaciones objetivas en tre la clase dirigen­
te y el sistem a de enseñanza. C on los progresos en el acceso de
las hijas m ujeres a la en se ñ an za superior, los m ecanism os de au-
to o rien tac ió n (“vocación”) y de selección, los cuales pro d u cen
g ru p o s escolares (facultad o escuela, disciplina, etc.) socialm en­
te m uy hom ogéneos, h an te n d id o a asegurar la e n d o g a m ia de
clase (o de fracción) al m enos tan eficazm ente -a u n q u e de un
m o d o com pletam ente d is tin to - como el intervencionism o de
las familias y, en especial, sus esfuerzos por o rg an izar las ocasio­
nes de en cu en tro d irec tam en te controladas (bailes, fiestas sor­
presa, com peticiones de rally, etcétera). Este efecto in esp erad o
d e la escolarización ha co n trib u id o ciertam ente no p o co a alen­
tar a las familias a a b a n d o n a r su política dirigista (en cualquiera
d e los casos, muy difícil d e im poner) en beneficio d el laissez-
faire, al m ismo tiem po q u e se redefinía p o r co m p leto el sistem a
d e criterios que d eterm in a b a el valor de las hijas m ujeres en el
m erc ad o m atrim onial, ya fuese en capital eco n ó m ico (dote) o
P O R V E N IR DE C L A S E Y C A U S A L I D A D DE LO P R O B A B L E I 23

en capital d e honorabilidad (virginidad, recato, e t c é t e r a ) .1' V


cabe p re g u n ta rse si no hay q u e ver tam bién el efecto d e o t r o
proceso d e suplencia funcional e n el increm ento de la f e c u n d i­
dad de la clase dom inante, e incluso de las fracciones d o m in a n ­
tes de esta clase, cuya re p ro d u cció n descansaba p rin c ip a lm e n te
sobre la transm isión del capital económ ico: c o n tra ria m e n te a
lo q ue se observa cuando la re p ro d u c c ió n está asegurada p o r la
transm isión directa del p atrim o n io a u n o de los d e s c e n d ie n te s
(en d e trim e n to de los intereses d e los individuos cuyo r a n g o
-se g u n d o n es-, sexo u otro índice socialm ente reconocido e x c lu ­
ye del estatus de herederos leg ítim o s), nada, excepto el c o s to
de los estudios, prohíbe asegurar q u e la totalidad de los d e s c e n ­
dientes “se afiancen” (aunque el capital cultural tra n sm isib le
per cápita in dudablem ente dism inuya en relación d ire c ta c o n
la can tid ad d e hijos, ya que - a d iferen cia del capital c u ltu r a l,
teóricam en te divisible hasta el in fin ito - el tiem po d is p o n ib le
para la transm isión durante la a d u lte z es finito), cu an d o la re­
pro d u cció n p u ed e estar asegurada, al m enos parcialm ente, p o r
la transm isión del capital cultural y p o r la utilización del siste m a
de enseñanza. En esas condiciones, se com prende que los b u r ­
gueses p u e d a n en la actualidad obviar el recurso a la re s tric c ió n
de los n acim ientos que antaño se les im ponía (como hoy e n d í a
a los p eq u eñ o s burgueses) com o u n a de las condiciones f u n d a ­
m entales de la reproducción social.
Para q ue se perciba la necesidad d e p en sa r como tal el s is te m a
de estrategias de reproducción, in d u d ab lem en te no hay m e jo r
ejem plo que el de la inversión educativa, destinada, p o r la d i­
visión del trabajo entre las disciplinas, a constituir el o b je to d e
ap reh en sio n es parciales y abstractas. Los econom istas t i e n e n
el m érito ap a ren te de plantear ex p lícitam en te la cu e stió n d e
la relación -y de su evolución e n el tie m p o - entre las tasas d e
ganancia aseguradas por la inversión educativa y p o r la in v e r- 47

47 Se ha asistido a ese mismo fenómeno en los Estados Unidos, donde la “endo-


gamia social”, correlativa del “desarrollo de la educación de masas” asociada
a un incremento de la selección escolar, tiende a compensar los efectos
del “aumento de la libertad dada a los jóvenes en la elección de su p a re ja ',
correlativa de la “declinación de los lazos familiares tradicionales" (cT. B.
K. Eckiand, “New Mating Boundaries in Education", Social Biology, 17 (4),
diciembre de 1970, pp. 269-277).
124 L A S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I O N S O C I A L

sión económ ica. Sin em b arg o , además de q u e su m edida del


ren d im ien to de la inversión escolar no tom a en cu en ta otra
cosa que las inversiones y los beneficios m o n etario s o directa­
m en te convertibles en d in ero , como los gastos acarreados por
los estudios y el eq u iv alen te en dinero del tie m p o dedicado a
estudiar, no p u e d e n ex p licar las incidencias relativas que los
diferentes agentes o las diferentes clases o to rg an a la inversión
económ ica y a la inversión cultural, por no to m a r en cuenta
sistem áticam ente la estructura de posibilidades diferenciales de
beneficio que los d iferen tes mercados les p ro m e te n en función
d el volum en y de la e stru c tu ra de su p atrim o n io .48 Es más, om i­
tien d o situar n u ev a m e n te las estrategias de inversión escolar
e n el conjunto de las estrategias educativas y en el sistem a de
las estrategias de rep ro d u cc ió n , se co n d e n an a d ejar escapar,
p o r u n a paradoja necesaria, la inversión educativa más oculta
y más im portante socialm ente: la transm isión dom éstica de
capital cultural. Las indagaciones ingenuas so b re la relación
e n tre “aptitud” (abüity) p ara los estudios e inversión en los es­
tudios testim onian q u e se ignora que la “a p titu d ” o el “d o n ”
es tam bién producto» d é u n a inversión en tiem p o y en capital
c u ltu ra l.49 P uede co m p re n d e rse que, si es cu estió n de evaluar
los beneficios de la inversión escolar, no se su p e re el análisis de
los ingresos m o n etario s individuales sino para interrogarse, en
u n a lógica típ icam en te funcionalista, sobre la ren ta b ilid ad de
los gastos de e d u c ació n p ara la “sociedad” en su c o n ju n to (so-
ciaí rate of retum),5051o so b re el aporte que la ed u c a c ió n hace a la
“productividad n a c io n a l” ( the social gain of education as measured
by its effects on national p r o d u c tiv ity )Esta d efin ic ió n de las fun­
ciones de la ed u c ació n q u e ignora la c o n trib u c ió n del sistema
d e enseñanza a la re p ro d tic ció n de la estru c tu ra social cuando
estip u la la transm isión h ered itaria del capital cu ltu ra l está de
h e c h o im plicada, desd e su origen, en una d efin ic ió n de “capi­
tal h u m an o ” que, a p esa r de sus connotaciones “hum anistas”,
n o escapa al econom icism o, e ignora, en tre otras cosas, que el

48 Cf. en especial G. S. Becker, t í uman Capital, Nueva York, Cotumbía University


Press, 1964.
49 Ibid., pp. 63-66.
50 IbicLp. 121.
51 Ibíd., p. 155.
PO RVEN IR DE C L A S E V CA U S A L ID A D DE LO P R O B A B L E 125

re n d im ie n to escolar d ep e n d e del capital cultural previam ente


in v ertid o p o r la familia y q ue el rendim iento económ ico y social
del títu lo escolar d epende del capital social, tam bién h ered ad o ,
que p u e d e ponerse a su servicio.
Sin em b arg o , a la inversa, el estu d io interno del sistem a de e n ­
señ an za y de las estrategias q u e allí se engendran p o d ría hab er­
se desviado de la construcción del sistema com pleto de relacio­
nes en cuyo interior se d efin e n las estrategias escolares si no
se h u b ie ra observado que la p ro p en sió n a invertir en trabajo
y a h ín c o escolares no d e p e n d e exclusivamente del volum en
del cap ital cultural poseído:5253las fracciones de las clases m e­
dias m ás ricas en capital cu ltu ral (e. g.: los m aestros de p rim a­
ria) tie n e n u n a propensión a invertir en el m ercado escolar (es
decir, u n a buena voluntad cu ltu ral com o espíritu de em p re sa
ap licad o a ese ámbito) incom parablem ente más fuerte q u e las
fraccio n es dom inantes de la clase dom inante, que no son, con
todo, m enos ricas en capital cu ltu ra l.63 A diferencia de los hijos
de m aestros que tienden a c o n c e n tra r todas sus inversiones en
el m erc ad o escolar, los hijos de patronos de la in d u stria y del
co m ercio que, teniendo otros m edios y otras vías de éxito, no
d e p e n d e n en el mismo grad o del dictam en escolar, invierten
m en o s interés y trabajo en sus estudios y no o b tien en el m ism o
re n d im ie n to escolar (el m ism o éxito) de su capital cultural. Eso
equivale a afirm ar que la p ro p e n sió n a la inversión escolar, u n o
de los factores del éxito escolar (ju n to con el capital cu ltu ral),
d e p e n d e no solam ente del éxito actual o esperado (i. e.: las
posibilidades de éxito prom etidas a la categoría e n su co n ju n to ,
d a d o su capital cultural) sino tam b ién del grado en el cual la
re p ro d u c c ió n de la posición d e esta clase de agentes d e p e n d e
- e n el pasado tanto com o en el porvenir- del capital escolar
com o fo rm a socialm ente certificada y garantizada del capital
cultu ral. El “interés” que un ag e n te o una clase de agentes tiene
en los “estudios” depende de su éxito escolar y del grad o en el

52 Cf. P Bourdieu, “Reproduction culturelle et reproducción sociale”, Informa­


tion sur les Sciences Sociales, 10 (2), 1971, pp. 45-79.
53 La relativa independencia de la disposición con relación al capital cultural
y a las posibilidades teóricas que este aseguraría en ausencia de inversión
adicional de “virtud" se debe también, como hemos visto, al hecho de que
ella tiende a reproducir la trayectoria familiar
126 LAS E S T R A T E G IA S D E LA R E P R O D U C C IÓ N S O C IA L

cual el éxito escolar es, en su caso particular, condición nece­


saria y suficiente d el éxito social. Por su parte, la propensión
a invertir en el sistem a escolar que -c o n el capital cultural del
cual parcialm ente d e p e n d e - rige el éxito escolar depende pues
del grado en q u e el éxito social d ep en d e d el éxito escolar.^ Así,
dado que un g ru p o d ep en d e menos co m p letam en te del capi­
tal escolar para su reproducción cuanto m ás rico es en capital
económ ico y, p o r o tra parte, que el re n d im ie n to económ ico y
social del capital escolar depende del capital económ ico y social
que puede p o n erse a su servicio, las estrategias escolares (y, en
térm inos más generales, el conjunto d e estrategias educativas,
incluso dom ésticas) d e p e n d en no solam ente del capital cultu­
ral poseído - u n o d e los factores d eterm in an tes del éxito escolar
y. por ello, de la p ro p e n sió n a la inversión escolar-, sino de la
incidencia relativa del capital cultural e n la estructura del pa­
trim onio; y no p u e d e n , p o r tanto, ser aisladas del conjunto de
estrategias conscientes o inconscientes co n las cuales los grupos
in ten tan preservar o m ejo rar su posición en la estructura social.

Para explicar p o r co m p leto las estrategias d e rep ro d u cció n es necesa­


rio, pues, tom ar en c u e n ta no solamente las posibilidades globales d e
re p ro d u cció n (tai com o se las puede a p reh en d e r, p o r ejem plo, a través
de las posibilidades de ascenso social, com o se h a hecho en el caso d e
las estrategias de fecu n d id ad ) sino tam bién el sistema de posibilidades di­
ferenciales de beneficio q u e los diferentes mercados (m ercado del trabajo,
m ercad o escolar, etc.) o frece n a los poseedores de un patrim onio con

‘ °.es esta la ocasión de describir el universo completo de las mediaciones


practicas por cuyo intermedio se establece en cada caso la relación entre el
vo umen y la estructura del patrimonio y las estrategias de inversión. Sólo
puede señalarse que en el caso de la inversión escolar, el éxito en ese rubro
que depende en sí mismo del capital cultural poseído y de la propensión
a invertir en la escuela (la cual de por sí está en función del volumen del
capital cultural y de su incidencia en la estructura patrimonial), ejerce un
e ecto de reforzainiento sobre la propensión a invertir, constituida a partir
de los indicadores prácticos de la relación objetiva con la institución escolar
(por ejemplo, el grado en el cual la familia, por intermedio de su jefe -el
pa re- o, en un m enor grado, de otro de sus integrantes, debe su posición
a a escuela o a la instrucción). Además, el efecto propio de la estructura dei
patrimonio resulta también del hecho de que dicha consagración es tanto
mas e icaz cuanto se ejerce sobre clases de agentes relativamente desprovistos
de capital económico y, por tanto, de mtereses concurrentes.
P O R V E N IR D E C L A S E Y C A U S A L I D A D DE L O P R O B A B L E 127

d eterm in ad o volumen y e stru c tu ra . Así, p o r ejem plo, un ca p ita l cu ltu ra l


débil en valor absoluto p u ed e e je rc e r u n a influencia d e te r m in a n te sobre
las prácticas cuan d o -com o e n tr e los em pleados, p o r e je m p lo - tie n e una
muy fuerte incidencia relativa e n la estru c tu ra del p a trim o n io . E n otros
térm inos, esas estrategias d e p e n d e n de la relación q u e se e sta b le c e en
un m o m en to determ inado e n tre , p o r una parte, el p a trim o n io de los
diferentes agentes y clases de a g e n te s (p o n d e rad o en su v o lu m en global,
pero tam b ién e n su estructura - e s decir, en lo tocante a las resp ectiv as in­
cidencias d e los capitales ec o n ó m ic o , cultural y sociaU) y, p o r o t r a parte,
los d iferen tes instrum entos de re p ro d u c c ió n disponibles, ya se a n oficia­
les u oficiosos, o incluso clan d estin o s: en efecto, esta re la ció n d e f in e las
posibilidades de rendim iento d ife re n c ia l que dichos in s tru m e n to s están
en co n d icio n es de ofrecer a las inversiones de cada clase o fra c c ió n de
clase. Más precisam ente, la e stru c tu ra del sistema de e stra te g ias de re­
pro d u cció n característica de u n a u n id a d dom éstica o de u n a clase social,
su modo de reproducción, com o c o m b in ac ió n específica d e las e stra te g ias
de rep ro d u cc ió n a las cuales efectivam ente recurre para m a n t e n e r o au­
m en tar su patrim onio y su po sició n en la estructura, d e p e n d e d e l valor
relativo del beneficio que las d ife re n te s especies de inversiones p u e d e n
asegurarle, d ad o su poder efectivo sobre los diferentes m e c a n ism o s ins­
titucionalizados (tales com o el m erc ad o económ ico, el m e rc a d o m atri­
m onial o el m ercado escolar) q u e p u e d e n funcionar com o in s tru m e n to s
de rep ro d u cció n : la estructura d e distribución de p o d e r so b re lo s ins­
tru m en to s de reproducción es, e n d eterm in ad o estado d e la d e fin ic ió n
d o m in an te d e lo legítim am ente transm isible y de las m a n e ra s leg ítim as
de transm itirlo, el factor d e te rm in a n te del ren d im ien to d ife r e n c ia l que
los in stru m en to s de rep ro d u cció n están en condiciones de o f r e c e r a las
inversiones de diversas clases o fracciones de clase y, p o r ello, d e la re p ro -
d u cibilidad d e su patrim onio y d e su posición social y, p o r lo ta n to , de la
estru ctu ra de las propensiones diferenciales a invertir en ca d a m e rc a d o .

Es d ec ir q ue no podrían explicarse p o r com pleto las e s tra te g ia s


co n scien te o inconscientem ente orientadas hacia la r e p r o d u c ­
ción del patrim onio, a m enos que se posea un c o n o c im ie n to
(sin cró n ico y diacrónico) del patrim onio económ ico, c u ltu r a l
y social d e cada fracción de clase. En cualquiera d e los caso s,
p u ed e observarse que las d iferen tes fracciones de la clase d iri­
g en te, q u e se distinguen p o r la estructura p atrim o n ial, es d e ­
cir, p o r el perfil de la distribución de las d iferentes e sp e c ie s
(y subespecies) del capital que poseen y, co rrelativ am en te, p o r
128 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

ia e stru c tu ra d e sus ingresos, se o rie n ta n hacia estrategias d e


re p ro d u cc ió n q u e presentan estructuras inversas, ya sea que,
com o era el caso hasta una época recien te en Francia, las frac­
ciones d o m in a d a s y las fracciones d o m in an tes asignen in c id e n ­
cias inversas respectivam ente a las inversiones económ icas y a
las inversiones culturales y escolares, sea que, com o es el caso
en la ac tu a lid a d , ellas se distingan al m enos tanto por las su b ­
especies de capital escolar que tie n d e n a asegurar m erced a las
inversiones escolares considerablem ente increm entadas (p o r
sobre to d o e n las fracciones d o m in an tes) cuanto m erced a la
incidencia relativa que otorgan a las inversiones económ icas y a
las inversiones escolares.55

I"
Hif De ello se deriva q u e cualquier cam bio en la relación e n tre el p a tri­
te m onio (p o n d e ra d o en su volum en y en su estructura) y el sistem a de
in stru m en to s de rep ro d u cc ió n , con la correlativa tran sfo rm ació n del
&
»J!1 sistem a de p o sib ilid ad e s de beneficio, tie n d e a acarrear u n a reestruc­
turación del sistem a de las estrategias de inversión. Los p o see d o res d e
M'h capital no p u e d e n m a n te n e r su posición en la estructura social (o en
j'f i
ͻJ.

55 Actualmente se está realizando un conjunto de investigaciones sobre las


clases sociales en Francia y, más específicamente, sobre la clase dirigen­
te, y esperamos que sus resultados permitan precisar estos análisis. Las
investigaciones sobre la transformación de la estructura del campo de las
;!¡ instituciones de enseñanza superior -grandes écoles y facultades- correlativa
i1* de la transformación del modo de apropiación de los beneficios del capital
económico (tal como fueron analizadas en un artículo ya publicado, cf. P.
Bourdieu, L. Boltanski y M. de Saint-Martin, art. cit.) permitirán dar mayores
precisiones al análisis de las estrategias escolares de las diferentes fracciones
m de la clase dirigente y de las transformaciones que conocen por obra de
los cambios sobrevenidos en el campo económico. Las investigaciones que
apuntan a volver a situar los gustos y los consumos culturales de las diferentes
fracciones de la clase dirigente en el sistema de prácticas constitutivas del
estilo de vida característico de cada una de ellas desearían aprehender en su
funcionamiento práctico el principio generador de los diferentes sistemas de
estrategias. Al término de esas sistematizaciones parciales, podrá construirse
el sistema de relaciones entre las estructuras patrimoniales de las diferentes
clases y fracciones de clase (con las transformaciones que las afectan) y las
estrategias de inversión y de transmisión del capital económico, cultural y
social (ello implica que han de tomarse en cuenta, además de las diferentes
formas de inversión qüe conoce la economía, formas menos reconocidas de
inversión, inaprehensibles-a la espera de una encuesta ad hoc- si no es me­
diante indicadores dispersos tales como las tasas de contratos de matrimonio,
de dotes, de testamentos, de compra de cuadros, de estadías en el extranjero,
de participación en asociaciones, etcétera).
PORVENIR. DF, C L A S E Y C A U S A L I D A D D E LO P R O BABL E 12g

la e s tru c tu ra de cierto ca m p o , com o el artístico o científico), sino a


expen sas d e reconversiones d e las especies de capital q u e poseen en otras
especies, m ás rentables o m ás legítim as en el estad o correspondiente
de los instru m en to s de re p ro d u c c ió n : esas reconversiones objetivam en­
te im p u estas p o rta n ecesidad d e evitar la devaluación del patrim onio
p u e d e n vivenciarse subjetivam ente com o cam bios d e gusto o de voca­
ción, es decir, como conversiones.56 En form aciones sociales donde el
estad o d e la relación de fuerzas e n tre las clases h ace q u e la clase d iri­
g e n te d e b a incesantem ente ca m b iar para m a n te n e rse , las fracciones
d o m in a n te s de esta clase tie n d e n necesariam ente a dividirse, sobre
to d o e n los períodos de tran sfo rm ació n rápida y d e crisis del m odo
de re p ro d u c c ió n en vigor, seg ú n los “grados” (y las form as) de reco n ­
v ersión de sus estrategias p rácticas e ideológicas de repro d u cció n ; p o r
e n d e , seg ú n el grado en el cual se adaptan a la nu ev a situación. Apa­
re c ie n d o cu an d o el m odo de rep ro d u cció n estab lecid o no se da por
su p u esto , y cuando uno ya no p u e d e contentarse co n d ejar actuar a los
m ecan ism o s de rep roducción, las ideologías conservadoras (que tie­
n e n p o r fu n ció n ora legitim ar el m odo de re p ro d u c c ió n antiguo con
la afirm a ció n de aquello q u e e ra innecesario a firm a r d u ra n te todo el
tie m p o en q u e se lo daba p o r descontado, y con la consiguiente trans­
fo rm a c ió n de la doxa en ortodoxia, ora racionalizar, e n el doble sentido
d el té rm in o , la reconversión, a p re su ra r la tom a de conciencia acerca
d e las transform aciones y la elaboración de las estrategias adaptadas
y le g itim a r esas nuevas estrateg ias ante la m irada d e los “integristas”)
tie n d e n a p resentar inv ariab lem en te, en los más distintos contextos,
tres variantes:57 el co nservadurism o de vanguardia de aquellos que tras

56 Ese es el principio de fenómenos sociales de escala e índole muy diferentes,


ya sea la reconversión de una aristocracia terrateniente en burocracia de
Estado o, en el otro extremo, la reconversión de una parte o de la totalidad
de una disciplina científica en otra, o de un género literario o artístico en
otro (en ese caso, la distancia entre la verdad objetiva y la verdad subjetiva es
máxima y debe serlo: la reconversión puede tener éxito, es decir, producir su
efecto simbólico, únicamente si es vivida y percibida como conversión).
57 El caso de la aristocracia prusiana, de sus ideólogos y de sus ideologías de la
tierra y de la sangre que comienzan a desarrollarse cuando las bases tradi­
cionales del poder de la clase son amenazadas, constituye sin duda la mejor
ilustración de este análisis, (cf. H. Rosen be rg, Bureaucmcy and Arisíocracy,
1840-1860. The Prussian Expenence, 1660-1815, Cambridge, Harvard University
Press, 1958, especialmente p. 24; J. R. Gillis, The Prussian Bureaucracy m Crisis,
1840-1860. Onginsofan AdministratweEthos, Standford University Press, 1971,
y sobre todo R. Berdhal, “The Stande and the origins of conscrvatism in Prus-
sia”, Eighteenth Century Studies, 6 (3), primavera de 1973, pp. 298-321).
130 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I O N S O C f A L

realizar la reconversión de sus estrategias de rep ro d u cc ió n no dudan


e n p articip ar e n la im pugnación de las antiguas bases de la d o m inación
d e su clase; el conservadurism o reacc io n a rio de la re ta g u a rd ia d e clase
que es proclive a buscar en una id eo lo g ía retrógrada la co m p en sació n
de su reg resió n económ ica y social (es el caso, en vísperas d e la Revo­
lución F rancesa, de la “plebe n o b ilia ria ”, com o la llam a M athiez, cuyo
rechazo a p e r d e r sus prerrogativas d estin a a una m iseria a r ro g a n te 58);
p o r últim o, el conservadurism o ilu strad o de aquellos q u e, o cu p a n d o
una posición in term ed ia (es el caso, p o r ejem plo, de las b u ro c rac ia s de
Estado), se esfu erzan por conciliar los extrem os y p o r e sc la re c e r a los
m iem bros d e su clase, cuya ceg u era reaccionaria o “re v o lu c io n a ria ” su­
pone un riesgo p ara los intereses d e la c la se en co n ju n to .5960Estas formas
y estos g rad o s d e reconversión, y las estrategias ideológicas q u e les son
correlativas, co rresp o n d en , e v id en te m e n te , a condiciones económ icas
y sociales d iferen tes, y la p ro p e n sió n y la ap titu d para la reconversión
d e p e n d e n del volum en y de la e stru c tu ra del patrim onio p o seíd o : los
agentes o los g ru p o s (relativam ente) más ricos en una e sp e cie de ca­
pital d istin ta a la q u e servía de base al p o d e r antiguo se rá n los más
proclives y los m ás aptos para e m p re n d e r u n a reconversión; p o r el con­
trario, las fraccio n es más e stre ch am en te ligadas a la especie d e capital
am enazada (e. g.: los aristócratas d e provincia sin fo rtu n a ni cu ltu ra , en
vísperas de la R evolución F rancesa o, en un universo c o m p le ta m e n te
distinto, los p ro fesores de lenguas an tig u as más e stre c h a m e n te ligados
a los concursos de agrégation) * estarán con d en ad o s al co n serv ad u rism o
de la d e se sp e ra n z a /’0

58 A. Mathiez, [,a Réuolution Fran$aise, París, A. Colín, 1951, t. í, pp. 7-8.


59 Se iriten tai á describir en otra ocasión la forma que hoy en día adopta en
Francia el conservadurismo ilustrado, y atribuir la estructura de esta ideolo­
gía a la estructura del campo de producción y en relación con la circulación
en el cual se constituye y funciona (entre otras cosas, con los “lugares neu­
tros , como las comisiones de planificación o los coloquios, donde se encuen­
tran las diferentes fracciones) y a las funciones que cumple en relación con
la concertarían de las estrategias de reconversión de las diferentes fracciones.
Un agregues un graduado a quien se declara apto (después de ejercicios y
concursos) para ocupar cargos docentes en liceos y algunas instituciones de
enseñanza terciana. [N. de T ]
60 Sólo un estudio comparativo de las estrategias de reconversión podría,
evidentemente, articular por completo el sistema de factores que facilitan o
prohíben en cada caso las reconversiones, según su amplitud (desde el sim­
ple deslizamiento hacia uria condición vecina hasta el salto a otro universo),
su momento (desde las condiciones iniciales, al comienzo de la etapa, las
más arriesgadas pero indudablemente también las más rentables, hasta las
P O R V E N I R DE C L A S E Y C A U S A L I D A D DE LO P R O B A B L E 13 l

Las reconversiones re p re se n ta n otros tan to s desplazamientos en u n es­


pacio social que nada tien e en com ún con el esp acio , a la vez a b s tra c to
y realista, de los estudios d e “m ovilidad social”. El m ism o re alism o q u e
lleva a describir com o “m ovilidad a sc e n d e n te ” los efectos de la t rasla­
ción de la estructura de las relaciones de clase (p o r ejem plo, c o n el
paso intergeneracional d e m aestro de p rim aria a p ro feso r de C E O ) lle­
va a ig n o rar que en ciertos contextos la re p ro d u c c ió n de la e s tru c tu r a
social pu ed e req u erir u n a m uy débil “h e re n c ia p ro fesio n al” (o, si se
q u iere u n a muy débil “rig id ez”): eso sucede s ie m p re que los a g e n te s no
p u e d e n m antener su p osición en la estru c tu ra social si no es a e x p e n sa s
de u n a reconversión d e su capital, es decir, d e un cam bio de condición
(p o r ejem plo, con el paso d e la condición de p e q u e ñ o p ro p ie ta rio de
tierras a la de p eq u eñ o fu n c io n a rio , o de p e q u e ñ o arte san o a e m p le a d o
de com ercio). En sum a, la te o ría de las clases sociales y de sus tra n s f o r­
m aciones remite a u n a te o ría de los cam pos, es decir, a una topología
social capaz de distinguir e n tre los desplazamientos en el interior del espacio
propio de un campo, asociados a la acum ulación (positiva o neg ativ a) de
la fo rm a de capital q u e constituye el objeto esp ecífico de la c o m p e ti­
ción q u e lo define com o in h e re n te m e n te p ro p io , y los desplazamientos
entre campos, asociados a la reconversión del c a p ita l de cierto tip o en
o tro tipo, que tiene curso en o tro cam po. U n o y o tro d e sp la z a m ie n to
d e p e n d e n , en su significación y en su valor, d e las relaciones ob jetiv as
e n tre los diferentes cam pos; p o r consiguiente, d e las tasas de c o n v e r­
sión d e los diferentes tipos de capital, y de los cam b io s que los a fe c ta n
a lo largo del tiem po, al té rm in o de las luchas e n tr e las clases y las frac­
cio n es de clase.

adhesiones de los reconvertidos de última hora), los cambios secundarios


que implican (desde la reconversión in silu, por ejemplo, hasta la reconver­
sión que implica la emigración), etcétera. Habría que contar con análisis
que restituyeran la configuración que reviste en diferentes momentos la clase
dirigente construida como campo de posiciones, es decir, las relaciones objetivas
entre las posiciones de los agentes y de los grupos que arribaron a grados
diferentes de reconversión, innovadores, reaccionarios e innovadores m o ­
derados, y que atribuyeran la estructura del campo de las tomas de posic ion
ideológicas a la estructura de ese campo de posiciones.
132 las e st r at e g ias de la r e p r o d u c c ió n so c ia l

A p é n d ic e . C o r r e s p o n d e n c i a d e p o s i b i l i d a d e s y aspiraciones
e sco la re s

P o sib ilid a d e s objetivas A cc eso d e los hijos ^


d e a c c e so P o stu la n U niversidad*
a sus hijos
p a ra

b a s ta n te d ifícil
a la al el liceo

P o sib le p e r o
:

P o sib le p e ro
enseñanza lic eo en

m uy difícil
en Jj l
3 i

N o rm a l
s u p e rio r qu a tn ém e sxxiéme1 s?
(6 5 -6 6 )' (6 7 -6 8 )12
V
—1
a
í
A g ric u lto re s:
A s a la ria d o s
2,7 6,8 13
a g ríc o la s
E x p lo ta d o re s
8,0 7,7 15
a g ríc o la s
O b re ro s 3,4 9,5 15 13 20 26 15 h
P a tro n e s d e la
in d u s tria y el 23,2 19,9 33 44 32 9 3 ¡
c o m e rc io
E m p le a d o s 16,2 2 3,7 34
22 34 20 7
C u a d ro s m e d io s 3 5 ,4 34 55
C u a d ro s s u p e rio re s ,
58,7 43,9 75 69 22 9 1
p r o fe s io n e s lib e ra le s

1 P. Rourdieu, J,-C. Passeron, La Reproduction, París, Minuit, 1970, p. 260.


2 Cálculo efectuado en el Centre de Soaologie européenne. Fuentes: INSEE y
Ministerio de Educación Nacional.
' INED, Population el l'enseignement, París, Presses Universitaires de France,
1970, p. 249.
' IFOP, Enquete auprés des familles de la región pansienne (n=393), septiembre de
1968.
‘ SOFRES, Les Franjáis et les problémes de Véducation nationale, junio-agosto
de 1973. En esta encuesta, los industriales y los grandes comerciantes no
están diferenciados de los cuadros superiores y los miembros de profesiones
liberales.
P O R V E N I R DE CLAS E Y C A U S A L I D A D DE LO PR OBABLE 133

'^ ^ £ ¡ta h le c im ie n to
deseado S e c c ió n d esead a
N ivel deseado '
(en el in g reso a (e n el in g reso a 6o) 5
uxiéme)5

c o n c e rtific a d o
B a c h ille ra to

D ip lo m a d e
a p re n d iz a je

enseñanza
re s p u e s ta

s u p e rio r
M o d e rn a
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29 30 17 24 27 18 30 16
33 23 18 26

31 35 11 23 22 21 33 15
14 " 5 T 21 28

17 36 27 20 13 15 33 31
14 32 34 20

10 49 18 23 9 12 31 33
8 31 40 21

2 46 41 11 2 6 11 67
9 30 54 14
4- Enclasamiento, desclasamiento,
reenclasamiento

>
Las estrategias de rep roducción, y e n especial las e stra te g ia s d e
reconversión p o r cuyo interm edio los in d iv id u o s o las familias a p u n t a n
a preservar o a m ejo rar su posición en el espacio social, p re s e rv a n d o o
aum entando su capital al precio de re c o n v e rtir u n a form a de c a p ita l e n
otra más rentable y /o más legítim a (p o r ejem p lo , el capital e c o n ó m i ­
co en capital cu ltu ral), d ep en d en de las posibilidades objetivas d e g a­
nancia ofrecidas a sus inversiones en c ie rto estad o de los in s tru m e n to s
institucionalizados d e rep roducción (la c o stu m b re y la ley su c e so ria , el
mercado del trabajo, el sistema escolar, etc.) y del capital que h a n d e
reproducir. Las transform aciones re c ie n te s.d e la relación en tre las d i f e ­
rentes clases sociales y el sistema de en se ñ an za , co n el consiguiente boom
escolar y todos los cam bios vinculados a d ic h o sistem a, adem ás d e to d a s
las transform aciones de la estructura social q u e se derivan al m e n o s e n
parte de la transform ación de las relaciones establecidas en tre títu lo s y
puestos, son el co rrelato de la intensificación d e la com petencia p o r los
títulos, a la cual m u ch o ha contribuido, sin d u d a , el hecho de q u e las
fracciones más ricas e n capital eco nóm ico d e la d ase d o m in a n te (los
patronos de la in d u stria y del com ercio) y d e las clases m edias (a rte s a n o s
y com erciantes) d eb iero n , para asegurar su re p ro d u cc ió n , in c r e m e n ta r
en gran m edida la utilización que hacían del sistem a de enseñanza.

La diferencia e n tre el capital escolar d e los adultos de u na clase


o de una fracción de clase (m edida p o r la tasa de poseedores d e
un diplom a igual o superior al BEPC)* y las co rresp o n d ien tes
tasas de escolarización de los ad o lesc en tes es n etam ente m ás
m arcada e n tre los artesanos, los co m ercian tes y los industriales,
que en tre los em pleados y los cu ad ro s m edios. Así, la ru p tu ­
ra de la co rresp o n d en cia que u su alm en te se observa en tre las

BEPC: sigla de “Brevet d ’Études du Premier Cvcle", diploma de estudios d e l


primer ciclo de enseñanza secundaria. [ N. de T. J
136 LAS E S T R A T E G I A S D E L A R E P R O D U C C I O N S O C I A L

posibilidades de escolarización de los jó v en es y el patrim onio


cultural de los ad u lto s constituye el indicio d e u n a transform a­
ción p rofunda de las disposiciones con respecto a la inversión
escolan M ientras la incidencia de los p o seedores del BEPC o
de un diplom a su p e rio r es netam ente más débil entre los pe­
q ueños artesanos y com erciantes de en tre 45 y 54 años de edad
que entre los e m p lea d o s de oficina (en 1962, del 5 , 7 % contra el
10 , 1 %), sus hijos están escolarizados (a los 18 años) en las mis­
mas pro porciones (42,1 y 43,3% en 1962 -cf. M. Praderie, “Hé-
ritage social e t ch an ces d ’ascension”, en D arras, Les partages des
bénéfices, París, M inuit, 1966, p. 348). Del m ism o m odo, los in­
dustriales y g ran d es com erciantes, que tie n e n un capital escolar
más débil que el de los técnicos y cuadros m edios (20 y 28,9%,
respectivam ente, d e poseedores de un d ip lo m a al m enos igual
al BEPC), escolarizan a sus hijos en las m ism as proporciones
(65,8 y 64,2% ). En el caso de los agricultores, com o queda de­
m ostrado en el m uy veloz increm ento de las tasas de escolari­
zación de los m e n o re s provenientes de esta clase entre 1962 y
1975, se activa ese m ism o proceso (Fuente: INSEE, Recensement
général de la population de 1968: resultáis du sondage au l/20e pour
la France entiéte. Formation, París, Im prim erie N ationale, 1971).

Q u e fracciones hasta e n to n c e s endebles usuarias de la escuela entrasen


e n la carrera y en la co m p ete n cia por el título escolar forzó a las frac­
cio n es de clase cuya re p ro d u cc ió n estaba aseg u rad a principal o exclu­
sivam ente por la escuela a increm entar sus inversiones para m an ten er
la escasez relativa d e sus títulos y, correlativam ente, su posición en la es­
tru c tu ra de clases. Así, el título escolar y el sistem a escolar que lo otorga
se vuelven una de las apuestas privilegiadas de la com petencia entre las
clases, que en g en d ra un crecim iento general y co n tin u o de la dem an d a
d e ed ucación y una inflación de los títulos escolares .1

1 A los efectos de la competencia en torno al titulo escolar (y, en términos


más generales, en torno a todo tipo de títulos por los cuales los grupos
afirman y constituyen su distinción con respecto a los restantes) que se da
entre grupos en lucha por el reenclasamiento y en contra del descasamien­
to, es necesario sumar un factor de inflación que puede llamarse estructural.
El incremento generalizado de la escolarización tiene por efecto aumentar
la masa del capital cultural que en cada ocasión existe en estado incorpora­
do, de modo que, si se sabe que el éxito de la acción escolar y la durabili­
dad de sus efectos dependen de la importancia del capital cultural que las
ENCLASAMIENTO, D E S C L A S A M IE N T O , R EEN CLASAM ÍEN TO 13 7

Al re la cio n ar la cantidad de p o see d o res de un diplom a con el


n ú m ero de jóvenes de la ed ad m o d al de aprobación de cada
uno de los exám enes, se pu ed e p ro p o n e r una estimación grosera
de la evolución de la escasez relativa d e poseedores d e un título:
por cada 100 jóvenes de 15 años h a b ía 6,8 nuevos titulares de
un BEPC, BE* o BS** en 1936, 7,9 e n 1946, 23,6 en 1960, 29,5
en 1965. C ada 100 jóvenes de 18 años, había 3 bachilleres en
1936, 4,5 en 1946, 12,6 en 1960, 16,1 en 1970. Y en igual canti­
dad de jó v en es de 23 años, 1,2 e ra n recientes poseedores de un
diplom a de enseñanza superior en 1936, 2 en 1946, 1,5 en 1950,
2,4 en 1960, 6,6 en 1968.

La com p aració n de los puestos que o c u p a n en dos épocas diferentes los


poseedores de u n mismo diplom a d a u n a idea aproxim ada de las varia­
ciones en el valor de los diplomas d e n tro del m ercado de trabajo. M ien­
tras los h o m b res d e 15 a 24 años desprovistos de diploma o titulares sólo
de un CEP*** ocu p an en 1968 posiciones p o r com pleto sem ejantes a las
de sus hom ó lo g o s en 1962, los titulares del BEPC perten ecien tes a las
mismas franjas d e edad que ocupaban principalm ente posiciqnes de em ­
pleados, en 1968 han visto increm entarse sus posibilidades de llegar a ser
capataces, o b re ro s profesionales o incluso obreros especializados. M ien­
tras que, en 1962, quienes en trab an d irec tam en te en la vida activa con
el diplom a d e bachillerato pasaban a ser en su gran m ayoría m aestros
de escuela, e n 1968 tenían im portantes posibilidades de ocuparse com o
técnicos, em p lead o s de oficina o incluso obreros. La misma ten d en c ia se
observa p ara los poseedores de un d ip lo m a superior al bach illerato que
tengan e n tre 25 y 34 años de edad: en 1968 tenían más posibilidades de
devenir m aestros o técnicos que en 1962, y evidentem ente m enos posibi-

familias transmiten en forma directa, puede suponerse que el rendimiento


de la acción escolar tiende a incrementarse continuamente, mientras no
haya variación en los demás factores. En resumen, el rendimiento de una
misma inversión escolar es mayor, lo que sin duda contribuye a producir un
efecto inflacionario, ya que vuelve accesibles a un público más amplio los
diplomas.
* BE: sigla de “Brevet d ’Études”, diploma de estudios. [N. de T. J
** BS: sigla de “Brevet Supérieur de fin d'études secondaires”, diploma superior
de finalización de estudios secundarios. [N. de T.]
*** CEP: sigla de “Certificar d'Études Primaires", certificado de estudios prima­
rios. [N. de T.]
1^8 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

lidades de form ar p arte de los cuadros adm inistrativos superiores, llegar


a ingenieros o e jercer profesiones liberales.-'

Entre 100 jó v e n e s (varones) de 15-24 añ o s titulares del BEPC


y con un e m p le o en 1962, había 41,7 em pleados, co n tra so­
lam ente 36,3 e n 1968, e inversam ente, 5,8 obreros especiali­
zados y 2 p eo n e s en 1962, contra 7,9 y 3,8 e n 1968. Los jó v e ­
nes de esa m ism a ed ad que sólo c u e n ta n con el b ach illerato
tienen posibilidades tanto m enores d e llegar a ser cu ad ro s
m edios (57,4% ) e n 1968 que en 1962 (73,9% ) y, a la inversa,
posibilidades ta n to mayores de ser em p le a d o s (19,9% c o n tra
8 ,8 %) o incluso o b re ro s (11%, contra 6,4% ). En cuanto a los
hom bres de 25-34 años que son titu lares d e un diplom a supe-
lio r al del b ac h illerato , en 1968 tie n e n m enos posibilidades
de ejercer p ro fesio n es superiores ( 6 8 %) q u e en 1962 ( 7 3 , 3 %)
y, en especial, d e practicar profesiones liberales ( 7 ,6 %, c o n ­
tra 9,4% ); a la inversa, tienen una p ro b a b ilid a d más acu sad a
de ser m aestros (10,4% , contra 7,5%) o técnicos (5,4%, c o n ­
tra 3,7%). En lo q u e concierne a las m u ch ach as, se observan
fenóm enos an álo g o s, pero levem ente aten u a d o s. Para ellas,
el b ach illerato ha sufrido la devaluación m ás fuerte: en 1968,
una joven d e e n tre 15 y 24 años con d ip lo m a del b ach illerato
tiene, si trabaja, m ayores posibilidades d e lleg ar a ser e m p le a ­
da (23,7%, c o n tra 12%), y m enores d e ser m aestra de escuela
(50% co n tra 71,7% ).

Si se tiene p re sen te q u e el volum en de p u esto s c o rre sp o n d ie n te s tam ­


b ién puede h a b e r variado en ese mismo lapso d e tiem po, p u e d e co n si­
d erarse que un títu lo tien e plenas posibilidades de h ab e r su frid o u n a
devaluación, ya q u e el increm ento en la c a n tid a d de p o see d o res de
diplom as escolares es m ás veloz que el in c re m e n to en la c a n tid a d de
posiciones a las cuales dichos diplom as d a b a n acceso a com ienzos del
p erío d o . Todo p arece in d ic a r que el b ac h illerato y los títulos in fe rio re s
h a n sido los más afectad o s p o r la devaluación. En efecto, e n tre los h o m ­
b res activos, la ca n tid a d de titulares del BEPC o d el título de b a c h ille r
(excluidos los d ip lo m as de enseñanza su p e rio r) se ha in c re m e n ta d o 2

2 Cf. C. Delcourt, “Lesjeunes dans la vie active”, Économie et statistique, n° 18,


diciembre de 1970, pp. 3-15.
ENCLAS A M I E N T O , ti E S C L A S A M IE N T O , REEN C L A S A M I E N T O 139

en un 9 7 % e n tre 1954 y 1968, m ie n tra s que en ese m ism o p e r ío d o la


cantidad d e em pleados y cu ad ro s m ed io s sólo se in c re m e n tó el 41% ;
de igual m o d o , en tre los h o m b res la ca n tid a d de p o se e d o re s de u n di­
ploma su p e rio r al de bachiller se in c re m e n tó en un 85% , m ie n tra s que
la can tid ad d e cuadros superiores y d e quienes ejercen las p ro fe sio n e s
liberales n o se increm entaba más q u e e n un 68 % (p o r su p a rte , las p ro ­
fesiones su p erio res crecían, en c o n ju n to , un 49% ). Sin d u d a la d if e r e n ­
cia es más acusada de lo que señ a la n las cifras: en efecto, la p o rc ió n de
quienes p o se e n los recursos p ara resistir la devaluacióh, y e n e sp e c ia l el
capital social ligado a un o rig en elev ad o , crece a m edida q u e esc alam o s
la je ra rq u ía de los títulos.
A ello hay q ue agregar la devaluación más oculta, re su lta n te d e l h e­
cho de q u e las posiciones (y los títulos q u e llevan a ellas) p u e d e n h a b e r
perdido u n a porción de su valor distintivo, pese (y aun d e b id o ) a q u e la
cantidad de puestos se in crem en tó en idéntica p ro p o rció n q u e los títu ­
los que d an acceso a esos puestos al com ienzo del p erío d o : ese es, por
ejem plo, el caso de la posición de profesor, que en todos los niveles ha
perdido su rareza.
El m uy veloz increm ento de la escolarización de las jó v e n e s ha te n i­
do no p o ca incidencia en la devaluación de los títulos escolares. L a im­
portancia d e este proceso se d eb e a q u e la transform ación d e las r e p r e ­
sentaciones de la división del trabajo e n tre los sexos (y el acceso d e las
jóvenes a la enseñanza superior significó in d u d ab lem en te u n su stan cial
aporte p ara determ inarla) fue a la p a r del increm ento de la p o rc ió n de
las m ujeres q u e hacen en tra r al m erc ad o de trabajo títulos hasta e n t o n ­
ces p arcialm en te m antenidos en reserva (y “colocados” so la m e n te e n el
m ercado m atrim onial); ese in c re m e n to es tanto más m a rc ad o c u a n to
mayor ran g o tiene el diploma. Así, el segm ento de m ujeres d e e n tre 2 5 y
34 años p o seedoras de un diplom a su p e rio r al bachillerato y en ejercicio
de una pro fesió n pasó del 67,9% e n 1962 al 77,5% en 1968, y a lca n zab a
casi el 85% e n 1975.
Esto equivale a decir que, com o toda segregación (p o r sexo o p o r et-
nía) co n trib u y e a frenar la devaluación m erced a un efecto de numeras
clausus, to d a desegregación tiende a restituir plena eficacia a los m e c a ­
nismos de devaluación (por ello, según h a dem ostrado u n estu d io e s ta ­
d o u n id en se acerca de los efectos económ icos de la deseg reg ació n racial,
los más desposeídos de títulos sien ten de m odo más d irecto esos e f e c to s ).
I4O LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C t O N S O C Í A L

Cuadro 1. Tasa de actividad de las m ujeres de e n tre 25 v 30


años d e edad, según los títulos obtenidos (1962 y 1968)

CEP CAP BEPC BACH. BACH.

1962 43,8 59,7 59,8 67,1 67,9


1968 46,3 60,6 63.5 74,3 77,5
Luente: INSEE, Recensement general de la populalian de 1968: resultáis da sondage
au l/20e pour la trance entiére. Formation, París, Impnmerte Nalíonate, 1971
(no se ha podido desglosar a las mujeres desprovistas de diploma).

Sin in c u rrir en u n a paradoja, p o d em o s p la n te a r que las prin cip ales


víctimas de la d evaluación de los títulos escolares son q u ie n e s e n tra n
desprovistos d e títu lo s al m ercado del trab ajo . En efecto, la devaluación
del d ip lom a va ac o m p a ñ a d a por la p a u la tin a extensión del m o n o p o lio
de los p o se e d o re s d e títulos escolares so b re posiciones h asta e n to n ­
ces viables p a ra los no-diplom ados, lo q u e tiene p o r efecto lim ita r la
devaluación d e los títulos lim itando la co m p eten cia, p ero a ex p en sas
de una re stric c ió n de las posibilidades de c a rre ra ofrecidas a los no-
d iplom ados (es decir, “por la p u e rta la te ra l' ) y de un re fo rz a m ie n to
de la p re d e te rm in a c ió n escolar de las posibilidades de tray e cto ria p ro ­
fesional. E n tre los cuadros adm inistrativos m edios (ho m b res d e e n tre
25 y 34 a ñ o s), e n 1975 no se registraba m ás que un 43,1% de ag en tes
desprovistos d e d ip lo m a de enseñanza g e n e ra l o que no tu v iera n más
q ue el CEP, c o n tra un 56% en 1962; e n tre los cuadros ad m in istrativ o s
superiores, las p ro p o rc io n e s eran del 25,5 y del 33% re sp ectiv am en te,
y para los in g e n ie ro s, del 12 y 17,4%. A la inversa, e n tre 1962 y 1968 la
p ro p o rció n de p o se e d o re s de un d ip lo m a de enseñanza s u p e rio r pasa­
ba de 7 ,0 a 1 0 ,2 % p a ra los cuadros adm inistrativos superiores, y d e 68 a
76,6% para los in g en iero s. De ello deriva un descenso en la d isp e rsió n
de aquellos q u e p o se e n iguales títulos e n tre puestos d iferen tes y d e la
dispersión, seg ú n el título escolar, de los o cu p a n te s de un m ism o p u es­
to o, en o lio s té rm in o s, un re fo rzam ien to d e la d e p e n d e n c ia e n tre el
títu lo escolar y el p u e sto ocupado.
Puede verse q u e el m ercado de los puestos ofrecidos al título escolar
no ha dejado d e increm entarse, en d etrim e n to , ciertam ente, de los no-
diplom ados. La generalización del re co n o cim ien to acordado al títu lo es­
colar tiene p o r efecto unificar el sistem a oficial de títulos y calificaciones,
pues o to ig a el d e re c h o a ocupar las posiciones sociales y red u ce los efec­
E N C L A S A M I E N T O , D E S C L A S A M I E N T O , RE E N C L A S A M I E N T O I4I

tos de aislam iento, ligados a la existencia de espacios sociales dotados de


sus p ro p io s principios de jera rq u izac ió n , aunque el títu lo escolar nunca
llegue a im ponerse por c o m p leto -a l menos por fuera d e los límites del
sistema e sc o la r- como p a rá m e tro único y universal del valor de los agen­
tes económ icos.

F u e ra d el m ercado e stric ta m e n te escolar, el d ip lo m a vale lo


q u e vale económ ica y so cialm en te su poseedor, ya q u e el ren­
d im ie n to del capital esco lar está en función dei capital eco­
n ó m ico y social que p u e d e asignarse a su valorización. Por lo
g e n e ra l, los cuadros tie n e n posibilidades tan to m ayores de
a c c e d e r a las funciones d e dirección que a las fu n cio n es de
p ro d u c c ió n , fabricación, m an ten im ien to , cu an to m ás elevado
es su o rig en social: el análisis secundario que h e m o s hecho
d e la investigación realizad a p o r el INSEE en 1964 sobre la
m o v ilid ad profesional d eja e n evidencia que el 41,7% de los
hijos de m iem bros de p ro fesio n es liberales (el 38,9% de los
hijos d e profesores) q u e so n ingenieros, cuadros ad m in istrati­
vos o m edios, técnicos e n em presas, ocupan fu n c io n e s adm i­
nistrativas y de d irección g e n e ra l, contra 25,7% d e l conjunto
to tal. Al contrario, el 47,9% de los hijos de o b re ro s califica­
d o s (el 43,8% de los hijos d e capataces, el 41,1% d e los hijos
d e técnicos) cum plen fu n c io n e s de producción, fabricación,
m an ten im ien to , c o n tra 29,7% del conjunto total. Se sabe tam­
b ié n q u e los cuadros su p e rio re s originarios de fam ilias de em ­
p le a d o s recibían, e n 1962, u n salario anual p ro m e d io de 18
027 francos, contra 29 470 francos percibidos p o r los hijos de
in d u striales o de g ra n d e s com erciantes; los in g e n ie ro s hijos
d e asalariados agrícolas y d e cultivadores, unos 20 227 francos
c o n tra los 31 388 francos d estin ad o s a los hijos d e industriales
y d e g ran d es com erciantes.

La transform ación de la d istrib u ció n de puestos e n tre los poseedores


de títulos q u e resulta au to m áticam e n te del in c re m e n to en la cantidad
de d ip lo m ad o s hace que, en ca d a m om ento, u n a p a rte de quienes los
p o seen —y p o r supuesto, en p rim e r lugar los más desposeídos de recursos
h e re d a d o s con que hacer valer sus títulos- sea víctima d e la devaluación.
Las estrategias con que los m ás expuestos a la devaluación se esfuerzan
p o r lu c h a r a corto plazo (d u ra n te el transcurso de su p ro p ia carrera) o
a largo plazo (m ediante las estrategias de escolarización de sus hijos)
I42 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I O N S O C I A L

contra esta devaluación constituyen u n o de los factores determ inantes


del in cre m en to de los títulos distribuidos, que por sí solo co n trib u y e a la
devaluación. La dialéctica de la devaluación y de la re cu p eració n tiende
así a alim entarse a sí misma.

ESTRATEGIAS DE REPRODUCCIÓN
Y TRANSFORMACIONES MORFOLÓGICAS

Las estrategias a las cuales los individuos y las familias han re c u rrid o para
salvaguardar o m ejorar su posición en el espacio social se re tra d u c e n en
transform aciones que afectan, inseparablem ente, el volumen d e las dife­
rentes fracciones de clase y su estructura patrimonial.

Para d a r u n a idea aproxim ada de esas transform aciones, se ha


trazado un cu ad ro que perm ite atrib u ir índices de la evolución
del v olum en de las diferentes fracciones a indicadores (d esg ra­
ciad am ente muy im perfectos) del volum en de la e stru c tu ra del .
capital q u e poseen. Ai no p o d e r establecer tal com o se h a b ría
deseado la evolución por categorías finas del m onto de in g re­
sos, p o r u n a parte, y de la estru ctu ra d e los ingresos, p o r la otra,
para el p e río d o 1954-1975 (lo q u e llevó a reproducir un c u a d ro
-el 2 b is- q u e presenta esta evolución por categorías gruesas
para el p e río d o 1954-1968) se h a indicado, adem ás de la dis­
tribución p o r fuentes de ingresos, el m onto de los ingresos d e ­
clarados a los servidos fiscales, fuente explotada por el ÍNSEE,
sin d ejar de ten er presente, a la vez, que están subestim ados
en p ro p o rcio n es muy variables: según A. Villeneuve - ‘Les reve-
nues prim aires des m énages en 1975”, Économie et Statistique, n°
103, sep tiem b re de 1978, p. 6 1 -, baria falta m ultiplicar p o r 1,1
los salarios y rem uneraciones, p o r 3,6 los beneficios agrícolas,
por 2,9 los ingresos de capitales mobiliarios, etcétera. P u ed e
verse que basta con aplicar esas correcciones para volver a situ ar
en su v erd ad ero lugar a las profesiones indep en d ien tes, y en
especial a los agricultores y a los artesanos o p equeños c o m e r­
ciantes. Las categorías más ricas (relativam ente) en capital ec o ­
nóm ico (tal com o se puede colegir gracias a indicadores d e la
posesión d e valores mobiliarios, d e propiedades rurales o u rb a ­
nas, etc.) tien d en a experim entar una regresión muy b ru tal, tal
E N CL A SA M IE N TO , DESCLASA M IE N T O , R E E N C L A S A M IE N T O 143

com o queda d e m o stra d o p o r la d ism in u ció n d e su volum en (e n


el caso de los ag ricu lto res, de los artesan o s y de los c o m e rc ia n ­
tes y de los industriales) y p o r el hecho d e q u e allí la p o rció n d e
los jóvenes dism inuye o se increm enta c o n m e n o r rapidez q u e
en otros ámbitos (q u e la evolución de los c o m p re n d id o s e n tr e
los 20 y los 34 años sea - e n tr e los p e q u e ñ o s co m ercian tes y los
artesanos- igual o lev em e n te superior a la d el c o n ju n to total d e
la categoría, p u e d e explicarse p o r la lleg ad a de co m e rc ia n te s
y de artesanos de u n estilo nuevo). U n a p a rte del in c re m e n to
aparente del capital esco lar (y sin d u d a ec o n ó m ic o ) de esas c a ­
tegorías se debe, sin d u d a , al hecho de q u e el é x o d o que re sid e
en el origen de su d e c a d e n c ia num érica los h a afectado e n su s
capas inferiores. P o r el c o n tra rio , las fraccio n es de clase ricas e n
capital cultural (m ed id o , p o r ejem plo, e n tasas de p o see d o res
del BEPC, del b ac h illerato o de un d ip lo m a d e estudios s u p e rio ­
res) han ex p e rim en tad o un fuerte in c re m e n to q u e habla de u n
rejuvenecim iento, y q u e la m ayoría de las veces se traduce e n
u n a fuerte fem inización y un au m en to d e la tasa de d ip lo m a d o s
(las categorías m ás típicas de ese proceso son los e m p le a d o s
de oficina y de co m ercio , los técnicos, los c u a d ro s m edios y s u ­
periores, los d o cen tes, m aestros y sobre to d o profesores, e n tr e
quienes los d iferen tes procesos involucrados son de in te n sid a d
excepcional, muy especialm ente en la g e n e ra c ió n más jo v e n ;
esto los diferencia de los ingenieros, e n tre q u ie n e s el p ro c e so
parece detenido, pues la tasa de in cre m en to es m ás débil p a r a
la generación más jo v e n q u e para el c o n ju n to to tal). O tro ra s ­
go notable: la estab ilid ad relativa de las p ro fesio n es lib erales
que, por obra d e u n a política d elib erad a d e numerus clausus,
h an podido lim itar el in cre m en to n u m érico y la fem in izació n
(que han p erm a n ecid o tan to más débiles en d ich o sector q u e
en las profesiones su p erio res con fuerte capital escolar) y s im u l­
táneam ente re h u ir la p é rd id a de rareza y, so b re to d o , la re d e fi-
nición más o m enos crítica del puesto q u e la m ultiplicación d e
graduados conlleva y, a ú n más, la existencia d e u n exced en te d e
poseedores de títulos e n relación con los puestos.
Las m odificaciones d e las estrategias d e re p ro d u c c ió n q u e
residen en el o rig e n d e esos cam bios m o rfo ló g ico s están e n ­
globadas, por un lad o , en el in cre m en to d e la incidencia d e
los salarios en el in g reso de las categorías q u e se d a en lla m a r
in d ep en d ien tes y, p o r el o tro, en la diversificación de los h a -
144 eas e str ate g ias DE LA R E P R O D U C C I O N s o c i a l

b e re s y d e ías colocaciones d e los cuadros su p erio res, q u e tien ­


d e n a p o se e r su capital ta n to bajo la forma ec o n ó m ic a c u a n to
b ajo la form a cultural, c o n tra ria m e n te a los p a tro n e s, p o see­
d o re s so b re todo de capital económ ico. Así, la in c id e n c ia de
los salario s, rem uneraciones y pensiones en los in g reso s de
los p a tro n o s pasa dei 12,9% e n 1956, al 16,4% e n 1965; en
1975, c u a n d o las taxonom ías ya han cam biado, sab em o s que
re p re s e n ta el 19,2% de los ingresos de los arte san o s y p e q u e ­
ños c o m e rc ia n te s y el 31*8% de los ingresos de los in d u striales
y d e los g randes com erciantes. (Entre los e x p lo ta d o re s ag rí­
colas, al co n trario , ha p e rm a n e c id o casi constante: 23,8% en
1956, 23,5% en 1965 y 24,8% en 1975). Por lo dem ás, sabem os
q u e e n 1975 la p ro p o rció n d e los ingresos p o r p re d io s u rb a ­
nos y ru ra le s y por b ienes m uebles es tanto m ás c o n sisten te
en el p a trim o n io de los cu a d ro s superiores del se c to r privado
(5 ,9 % ) q u e en el de los c u a d ro s superiores del se c to r p ú b li­
co (2 ,7 % ). (Datos recibidos en com unicación p e rso n a l co n A.
V illen eu v e.)

La re c o n v e rsió n del capital e c o n ó m ic o en capital esc o la r es u n a de las


estrateg ias q u e perm ite a la b u rg u e sía de negocios p re se rv a r la posición
de u n a p a r te o de la totalidad d e sus herederos, p e rm itié n d o le s ex­
tra e r u n a p a rte de los beneficios de las em presas in d u striales y com er­
ciales b ajo fo rm a de salarios, m o d o de apropiación m e jo r disim ulado
- e in d u d a b le m e n te más s e g u ro - q u e la renta. Así, e n tr e 1954 y 1975,
d ism in u y e m uy b ru talm en te la participación relativa d e los in d u stria­
les y d e los g ra n d e s com erciantes, al m ismo tiem po q u e a u m e n ta muy
fu e rte m e n te la incidencia de los asalariados que d e b e n su posición a
sus títu lo s educativos: cuadros, ingenieros, profesores e in telectu ales
(sin e m b a rg o , al igual que los cu a d ro s jerárquicos d e l se c to r privado,
p u e d e n o b te n e r de sus acciones p a rte im portante de sus recursos; véase
C u ad ro 3). De igual m odo, la desap arició n de m uchas p e q u e ñ a s em ­
presas co m e rc ia le s o artesanales o cu lta el trabajo de re c o n v e rsió n -m ás
o m en o s e x ito s o - realizado p o r ag e n te s individuales, seg ú n lógicas que
d e p e n d e n e n cada caso de su situ ació n singular, y q u e d ese m b o c a en
u n a tra n sfo rm a c ió n de la in cid en c ia de las diferentes fracc io n e s de las
clases m e d ia s (véase C uadro 4). T am bién en ese c o n te x to , la p a rte que
c o r re s p o n d e a los pequeños co m ercian tes y los artesan o s, así com o la
de los a g ric u lto re s, asiste a u n a m arc ad a caída, m ien tras se in c re m e n ta
la p ro p o rc ió n de m aestros, técnicos o personal m éd ico o d el área so­
E N C L A S A M I E N T O , DE SCLAS A M I E N T O , REENTC LA S A M IE N TO I45

cial. Además, la relativa estabilidad m o rfo ló g ica de u n grupo p ro fe sio ­


nal puede ocultar u n a transform ación de su estru ctu ra, que resu lta d e
la reconversión in siiu d e los agentes p resentes en el grupo a com ienzos
del p eríodo (o de sus hijos) y /o de su su stitu ció n con agentes o rig in a ­
rios de otros grupos. Así, p o r ejem plo, la d ism in u ció n relativam ente
débil del volum en g lo b al de las categorías de los com erciantes, p o se e ­
d ores casi en su to talid a d (93%) de p e q u e ñ a s em presas individuales
q ue en parte d e b ie ro n al increm ento del co n su m o dom éstico la posi­
bilidad de resistir la crisis, oculta una tran sfo rm ació n de la e stru c tu ra
de esta profesión: el estancam iento o la d ism in u c ió n de los p e q u e ñ o s
com ercios de p ro d u c to s alim enticios -a fe c ta d o s sobrem anera p o r la
co m p eten cia de las “g ra n d e s superficies”- o de ind u m en taria se ve a p e ­
nas com pensada p o r u n increm ento del c o m ercio d e autom óviles, d e
eq u ip am ien to del h o g a r (m uebles, d ec o rac ió n , etc.) y sobre to d o d e
las áreas del d ep o rte , el ocio y la cultura (librerías, disquerías, etc.) y
de las farmacias. (C abe su p o n e r que en el in te rio r mismo del ru b ro d e
la alim entación, la ev olución que las cifras re se ñ a n oculta tran sfo rm a­
ciones que llevan a u n a paulatina red efin ició n de la profesión, ya q u e
p u e d e n coexistir el c ie rre de los com ercios de alim entación básica —los
m ás fu ertem en te afectados p o r la crisis- o d e las panaderías de cam p o ,
y la ap e rtu ra de tiendas d e dietética, de p ro d u c to s naturales regionales,
de alim entos orgánicos o de panaderías especializadas en la e la b o ra ­
ción de pan a la vieja usanza). Estas tran sfo rm acio n es en el c a rá c te r
de las em presas co m erciales -q u e son correlativas d e las c o n te m p o rá ­
neas transform aciones en la estructura d el co n su m o dom éstico, a su
vez correlativa del in c re m e n to en los ingresos y, quizá sobre todo, d el
a u m en to de capital c u ltu ra l acarreado p o r la traslación de la e stru c tu ra
d e las posibilidades d e acceso al sistem a d e e n se ñ a n z a - están vin cu la­
das, en u na relación dialéctica, a un au m e n to d el capital cultural d e los
pro p ietario s o de los geren tes. Todo lleva a p e n sa r q u e la categoría d e
los artesanos ha sufrido transform aciones in te rn a s bastante sem ejantes
a las que co n o ciero n los com erciantes: el auge d el artesanado de lujo y
del artesanado “de a r te ”, que requieren la posesión de un p atrim o n io
eco nóm ico p ero tam b ién de un capital c u ltu ra l, viene a co m p en sar la
d ecad en cia de las capas más desguarnecidas d el artesanado tradicional.
Así, se co m prende q u e la dism inución en el volum en de esas categorías
m edias haya ido a la p a r de u n a elevación en el capital cultural m e d id o
p o r el nivel de in strucción.
I 4(3 LA S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

Cuadro 2. Evolución m orfológica y estru c tu ra patrim onial


de las diferentes clases y fracciones de clase (1954-1975)

ín d ic e d e e v o l u c i ó n ^ '''
(B ase 100 en 1954)
"'"■'■I

C o n ju n to 20-34 años
H om bres
V o lu n te n
en 1975
e n 1975

C o n ju n to to tal

C o n ju n to to ta l
(% ) ■
‘n

S ó lo h o m b re s
O
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U
0 ¡V

te

A salariad o s agrícolas 375 480 ; 88,4 32 33 27 ~ rT


E x p lo ta d o re s agrícolas 1 6 50 805 65,7 42 46 26 3r
Peones 1 0 1 2 725 —04
61,9 143 115 146 108 ^ 04
O b re ro s especializado s 2 9 4 0 860 - 73,2 162 167 185 186 . T*jV
í,
O b r e r o s calificados 2 985 865 86,5
112 126 120 128 él
C a p a ta c e s 443 305 9 4 ,1 j
'T í
E iT ipleados d e oficina 3 104 105 35.0 191 141 218 168 ¡T
E m p le a d o s d e co m ercio 736 595 40,6 167 138 183 158 6,5
A rte sa n o s 533 635 88,1 71 77 81 88 ~U
P e q u e ñ o s c o m ercia n te s 912 695 51,8 73 78 73 81 4,7
C u a d ro s m e d io s 9 7 0 785 55,1 182 132 218 152 w
T éc n ico s 758 8 9 0 85,6 393 3 67 417 374 16,3
S ervicios
298 455 21,0 1 9,7
m é d ico -so c iales 269 261 345 340
M aestro s d e escu ela 737 420 36,5 10,0
In d u s tria le s 59 845 86,5 66 71 66 65 8.5
O ra rtdes co m e re ian tes 180 915 69,2 103 100 98 95 9,0
C u a d ro s s u p e rio re s 653 755 83.9 236 217 293 254 15,5
In g e n ie ro s 256 290 95,6 338 305 272 263 7,3
P ro fe so re s 3 7 7 215 53,0 469 4 02 517 2,7
612
P ro fe sio n e s liberales 172 025 77,8 143 130 145 137 4.5

fuentes: INSEE, Censos de 1954, 1962, 1968 y 1975; en cuanto a la evolución


del capital escolar: INSEE, Recensemenlgeneral de la populaíion de 1968: resultáis
du sondage au l/20éme pour le f ranee entiére. Formation, París, Imprimerie Na-
dónale, 1971 (este fascículo presenta también los datos sobre la composición
para el censo de 1962), y Recensemenl de 1975. Tableau de la populaíion toiale
E N CLASAM IEN TO , D E S C L A S A M I E N T O , R EEN CL ASAM IEN íTO L47

^ í ó ^ d e T c a p i u i l esco la r C a p ita l e c o n ó m ic o
' ^ de diplom ados
In g re so
m ed io p o r T asa d e h o gares p o se e d t >i*es d e :
fl9 6 2 E n 1975 (1970)
h o g a r(e n
fra n co s) __________ L____ _______

R e n ta s in d u stria le s

V alores in m u e b le s
In g re so s p re d io s
re m u n e ra c io n e s

v c o m e rc ia le s
G ra n d e É cole
G ra n d e É co le
D ipl. U niv. 0

S ala rio s y
D ipl. Univ.
BACH.
BEPC

u rb .
1975
1

2,7 0,6 0,3 27 740 8 6 ,0 1,5 0,8 6,3


0,1
V?6 _ 16,5
0,2 3,5 0,9 0,6 22 061 19,3 5,3 6.4
0,5
2,9 0,7 0,4 27 027 9 3 ,4 1,3 2,3 3,3
0,2 35 515 9 7 ,7 2,2 2,4 3,6
0,1 3,5 0 ,5

5,5 0,7 0,3 39 5 2 7 9 8,2 2,2 2.7 3,6


0,5 0,1
10,4 56 692 9 9,5 1,4 4,1 6,7
1,7 0,5 2,5 u
19,6 5,3 2,6 42 785 9 8,8 2,1 5,1 8 ,6
2,9 1,2
3,4 8,9 9 ,5
% 1,3 13,4 5,2 2 ,2 46 196 97,5
34,1 96,9 12,9 14,3
1,0 0,5 6,1 1,8 1,3 50 335
9,3 2 ,3 60.160 2 4,3 1 93,2 20,2 19,2
2,4 0,9 3 ,7

26,5 12,8 9,0 73 478 99,3 4,0 11,1 17,5


11,6 5,3
2,7 25,8 9,6 6,0 59 0 0 3 98,5 2,4 5,8 8 ,7
7,0

20,3 53 450 84,2 - 10,0 12,4


7,7 6,1 17,7 18,1

11,3 39,4 29,4 54 0 1 3 96,7 0,9 7,6 10,4


55,0 14,5
6,3 132 594 83,0 26,0 34,7 4 0 ,0
6,7 7,5 12,9 6 ,1
6,3 132 435 64,0 47,5 29,7 3 0,2
7,3 5 ,7 14,6 9,1
16,2 32,0 107 342 99,6 3,6 15,2 2 7 ,7
18,9 25,5 19,3
63,2 105 9 8 9 98 ,7 3,1 15,5 3 0 ,4
9,0 59,8 10,0 18,1
8,4 77,7 87 795 9 7,6 2,1 10,4 2 1 ,0
10,8 71,5 3,6
79,9 150 108 41,0 17,5 30,3 4 0 ,6
10,3 65,1 4 ,2 6 ,2

de plus de 16 ans par catégoñe socioprofessionnelle, age, sexe, diplome d'enstngriemenl


general (tos datos fueron comunicados por L. Thévenot mientras esta p u ­
blicación estaba en prensa); en cuanto a los ingresos: INSEE, Encuestas de
ingresos 1975 y 1970, datos comunicados por A. Villeneuve sobre la d e 1975 y
P. Ghigliazza sobre la de 1970.
*4 ^ L A S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L |*

C u a d r o 2 b is . E v o lu c ió n m o r f o l ó g ic a y e s t r u c t u r a p a t r i m o n i a l
d e las d i f e r e n t e s c la s e s y f r a c c io n e s d e c l a s e ( 1 9 5 4 -1 9 6 8 ) j

índice de
V
evolución de o Capital escolar
Volumen de la categoría o
la categoría Tasa de diplomados
(1968) oSi
(Base 100 en (hombres) en \%%
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1954) V)
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pH
Asalariados agrícolas 588 200 527 200 51 54 67 1,0 0,4 0,2 '
E xplotadores
2 459 840 l 527 780 62 65 72 1,6 0,7 0,4
agrícolas
O breros 7 698 600 6 128 840 119 123 116 2,3 0,4 oT'
Em pleados 3 029 900 1 118 300 146 121 133 14,0 3,7 1,5 "
C uadros medios 2 014 000 ^ 1 197 360 177 168 151 19,0 16,5 7,7 '
A rtesanos 622 800 532 340 85 88 109 4,1 1,5 1,0
P equeños
l 028 160 515 440 81 85 107 6,7 2,8 1,4
com erciantes
G randes comerciantes 213 500 143 840 116 110 148 12,1 8,0 5,2
Industriales 79 160 68 940 93 93 98 10,8 6,1 7,5
Patronos de la
i
industria v del 1 943 620 l 360 560 86 96 110 6,4 3.0 1,9
com ercio
Profesiones liberales 142 520 114 920 119 112 122 5,1 6,3 76.S
C uadros superiores 840 280 691 680 196 183 144 12,6 13,3 45,0 i

Fuentes:
1 INSEE, Recense,ments.
- H. Roze, '‘Prestadoras sociales, impót direct et échelle des revenues", Econo-
mte et Statistique, febrero de 1971.
1 P- E’Hardy, “(.es disparitcs du patrimoine", Économte et Slatistique, febrero de
1973.
ENC L A S A M I E N T O , D E S C L A S A M I E N T O , REEN C L A S A M I E N T O I 49

aV Tasa de hogares Estructura de los Evolución de la


poseedores de: ingresos (1965) estructura de los ingresos
Patrimonio prom edio por hogar

Propiedades rurales, urbanas y


Remuneraciones, pensiones4
í*1
(1-1*1966, en francos)

Predios rurales u rb an a4

u
fe

valores m uebles4
Valores muebles'1

Bienes inm uebles

£* *•

Ingresos em presa2
Ingresos trabajo2

Ingresos capital2
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Transferencias2

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2 1965 1966 1956 1965 1956 1965

M 859 10,2 5,3 59,5 29,8 9,2 1,5 96,7 95,9 1,4 1,8

23 854 27,6 13,3 6,9 10,9 78,5 3,7 23,8 23,5 16,4 9,9

14811 35 000 4,8 3,8 3,2 39 66,7 27,9 4,6 0,8 98,0 97,5 0,8 0,8
16 149 46 000 11,8 7,6 6,6 40,8 69,6 23,2 5,4 1.8 95,9 95,9 2,6 2,1
"26887 92 000 14,0 10,4 8,5 50,3 73,1 18,5 6,8 1,8 91,6 94,4 4,9 2,1

45 851 7,1 6,4 79,2 7,3


i
“ 4| - - ■
28,6 26,8 12,9 16,4 7,0 6,7
58 021 CL£L,V
■ oo di 9,6 28,9 5,8
214 000 38,2 25,5 33,1 66,3 71,8 73,0 9,4 6,0

1G. Banderier, “Les revenues des ménages en 1965", Collections deVINSEE, M


7, diciembre de 1970.
5 P. L'Hardy, “Structure de Pépargne et du patrimoine du ménage en 1966",
Collections de l'INSEE, M 13, marzo de 1972.
ENCLASAMIENTO, D E S C LA S A M IE N T O , R E E N C L A S A M IE N T O I5I

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Cuadro 4 . Cam bios m orfológicos en el seno de la clase m edia

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C u ad ro 3. Cam bios m orfológicos en el seno de la clase d o m in an te
150

Tasa anual de
E structura (%) variación P orcentaje de m ujeres
(%)
1954 1962 1968
1954 1962 1968 1975 1954 1962 1968 1975
_______ 1 1962 1968 1975

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G randes co m erciantes 22,0

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Industriales 6,3 -0,6 +3,3 29,2 30,2 32,9 30,8

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Profesiones liberales

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superiores

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Ing enieros

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9,2 1 +4,7 3,2 4,4

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CM
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Profesores, profesiones

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00

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16,6 + 5,7 +9,3
lO

39,9 43,0

CN
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CN

co" csT
44,7 i 47,0
literarias y científicas
LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L
152 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

A rtesanos o c o m e rc ia n te s de lujo, de c u ltu ra o de arte, g e re n te s de


“b o u tiq u es” de in d u m en taria, rev en d ed o res d e marcas sin '‘e tiq u e ta ”,
com erciantes de ro p a y de accesorios exóticos o de objetos rústicos,
disqueros, a n tic u a rio s, decoradores, d iseñ ad o res, fotógrafos, o incluso
restau rad o res o d u e ñ o s de “bistrós” de m oda, “alfareros” provenzales y
libreros de v a n g u a rd ia dedicados a p ro lo n g a r más allá de los estu d io s
el estado de in d istin c ió n entre el ocio y el trabajo, el m ilitantism o y el
d iletan tism o, ca rac te rístic a de la c o n d ició n de estudiante: todos esos
v en d ed o res de b ie n e s o de servicios cu ltu rales e n c u en tran en p ro fe sio ­
nes tan am biguas co m o se desee -cuyo éx ito d ep e n d e al m enos ta n to
d e la distinción su tilm e n te desenvuelta del vendedor, y a cceso ria m e n te
d e sus p ro d u cto s, co m o de la índole y calid ad de las m e rc a n c ía s- u n
m ed io con q u e o b te n e r el m ejor re n d im ie n to del capital cu ltu ral: la
c o m p ete n cia té c n ic a c u e n ta m enos q u e la fam iliaridad con la c u ltu ra
d e la clase d o m in a n te y el dom inio de los signos y em blem as d e la dis­
tin ció n y d el gusto. T odos esos rasgos p re d isp o n ía n a este nuevo tip o d e
a rte san ad o y de c o m e rc io con fuerte inversión cultural, que p o sib ilita
la re n ta b ilid ad de la h eren cia cultural d ire c ta m e n te transm itida p o r la
fam ilia, a servir de re fu g io a los hijos de la clase d o m in an te elim in a d o s
p o r la escuela.

TIEMPO DE COMPRENDER

E n tre los efectos del proceso de inflación de los títulos escolares y d e la


correlativa devaluación q u e poco a poco ha forzado a todas las clases y
fracciones de clase -e m p e z a n d o por las m ayores usuarias de la e sc u e la - a
intensificar c o n sta n te m e n te sus procesos de escolarizacion y c o n trib u ir
así a la su p e rp ro d u c c ió n de títulos, el más im p o rtan te es, sin n in g u n a
d u d a , el co n ju n to de estrategias que los p o seedores de títulos d ev alu a­
dos h an puesto en p ráctica para m an ten er su posición hered ad a o p a ra
o b te n e r de sus títulos el equivalente real de lo q u e estos garantizaban e n
u n estado a n te rio r de la relación entre títulos y puestos.
D ado que lo q u e garan tiza el título escolar —m ás cercano en esto al tí­
tulo d e nobleza q u e a esa suerte de título d e p ro p ie d a d que las d efin ic io ­
nes estrictam ente técnicas hacen de é l- es en la experiencia social algo
m ás, y distinto, q u e el d e re c h o a ocupar u n a posición y la capacidad p a ra
realizarlo, fácilm ente podem os im aginar q u e los poseedores de títu lo s
devaluados son poco proclives a percibir (cosa que en cualquiera d e los
ENCLAS A M I E N T O , D ESC LAS A M I E N T O , RE E N C LA S A M I E N T O l 53

casos resulta difícil) y a a d m itir que hay una devaluación de los títulos
con los cuales están fu e rte m e n te identificados en el p lan o objetivo (son
en g ran p aite constitutivos d e su identidad social) y a la vez subjetivamen­
te. A un así, la preocupación p o r salvar la autoestim a, que los inclina a
aferrarse al valor nominal de los títulos y de los puestos, no alcanzaría para
so sten er e im poner que pasaran por alto esta devaluación si no contara
con la com plicidad de m ecanism os objetivos: e n tre los más im portantes
de ellos está la histéresis d e los habitus, que en el nuevo estado del mer­
cad o d e títulos lleva a aplicar categorías de p ercep c ió n y de apreciación
q u e co rresponden a un estad o previo de las posibilidades objetivas de
evaluación, y la existencia d e m ercados relativam ente autónom os en que
la m e n g u a del valor de los títulos escolares se p ro d u c e a un ritmo m enos
veloz.
El efecto de histéresis es tan to más m arcado c u a n to mayor es la dis­
tan cia con el sistema escolar y más débil o ab stracta es la inform ación
resp ecto del m ercado de los títulos escolares. E n tre las inform aciones
constitutivas del capital cu ltu ral heredado, una de las más preciadas es
el conocim iento práctico o ex p e rto de las fluctuaciones del m ercado de
los títulos escolares, el sentido de la colocación que perrrute obtener el m e­
j o r ren d im ien to del capital cu ltu ral heredado en el m ercado escolar o
del capital escolar en el m erc ad o de trabajo, si se sabe, por ejem plo,
d ejar a tiem po los cursos o las carreras más devaluados para orientarse
h acia otros con futuro, en lu g ar de aferrarse a los valores escolares que
p ro c u ra b a n los mayores beneficios en un estadio previo del mercado. Al
co n tra rio , la histéresis de las categorías de p e rcep c ió n y de apreciación
h ace q u e en cierto m odo los poseedores de títulos devaluados se vuel­
van cóm plices de su p ro p ia m istificación ya que, p o i un efecto típico
d e allodoxia, otorgan a los títulos devaluados que les son concedidos un
valor q u e objetivamente n o se les reconoce: así se explica que los más
d esp o seíd o s de inform ación so b re el m ercado de títulos educativos, que
d esd e hace mucho tiem po saben reconocer el d eb ilitam ien to del salado
real p o r detrás del m an ten im ien to del salario n o m in al, puedan seguir
a c e p ta n d o y buscando las asignaciones escolares q u e reciben en pago de
sus años de estudio (a u n q u e, a falta de capital social, sean los prim eros
afectad o s por la devaluación d e los títulos).
El ap eg o a una rep resen tació n antigua del valor d el título que favorece
la histéresis de los habitus contribuye sin duda a la existencia de m eica-
dos d o n d e los títulos p u e d e n elu d ir (al m enos ap a re n te m e n te ) la deva­
luación; en efecto, el valor objetiva y subjetivam ente asociado a un título
escolar n o se define más q u e en la totalidad de sus usos sociales. Así, la
‘54 las estrategias de la reproducc
CfON SO CIAL

evaluación de los títulos que se efectúa en los grupos de in terc o n o ci


m iento mas d irectam en te experim entados, com o el conjunto de pareen
es de vecmos, d e condiscípulos (la “prom oción"), de c o l e g í p u ed e

:r^ ;rrafaaosam
ilusorio va
e,ue- efec- de
« co n o c im ie n to individual y colectivo nada tie n e n de

£ £ £ £ £ £ °ner rea,,UentC ,aS PráCÜC- > '« especia, las


en el plano de la f . j ° eCUVaí> que aPunta» a afirmar o a restablecer
al puesto v a ,CtIVldad eI valor subjetivam ente asociado al títu lo o
puesto, > c o n trib u ir a determ inar su reeva.uactón real.

t.'tu lo ^sw lar'íafi1 ^ en que se d e ñ '^ el valor m ercantil del


se d ' ^ r ^ ó s " Í ° S VeUded0leS dC fUCIZa de trabaJ ° d e p e n d e -si
to más estrictameiuTcuarno13^ dd Val° ‘ ^ SUS tltU‘° SeSC° lares’ > ell°
entre título v n , nSl,, osame,Ue codificada está la relación
op«id6„ , L “ SUC" " P°si“ establecidas, por
los escolares sirve 1” nUevasl ’ no,ai"os <l"« la devaluación de los títu-
Vque s¡ los poseedor^ h'"'"1? " * quie,,es « “I»'1Puestos,
n iJ d « « * > » » e, valor
el estadio an t e , ; . , qUe eU° S garantlzaban, p o r d e re c h o , en

con ^ haCCn SUJUCg° dC aCUerd°


la con, nptp • , ’ que se d e te n n *na en el m om ento d a d o en
ción estru ctu ra lT '6 ** tUUlareS (1° S efectos de esta suerte de descalifica-
puestas en práctica d ^ 3^ ^ estrate&ias de descalificación
cha tanto ? •" A \ C¡> e lace larS° tlemP ° por las empresas). En esta lu­
de los títulos^ a eS,gUa' m ,nen° r.Valor relativo del diploma en la jerarquía
tulos no tenga o t r o ^ UaCIOn* pi'ede ocl" rir que el poseedor de tí-

a vender su fi.erza C‘ ' T ' * * ” títU‘° qUC IM* a n e


perm anecer de ! , , J preC‘° qUC Se le ° frece: así' la elección de
m p ea o reviste el sentido de una huelga (individual).3

te f o n n t w m u , K le ^ d ú d a b l c d e n ,an d aí.>' las ofertas de perm i-


las aspiraciones de los afrentes í"ente p a ttla e imperfecta, del desfase e n tre
^ o b se n a así oue Z 8 ? “ '' ' n p k o s <V* efectivamente les p ro p o n e n :
de ttieno3 t de' a Ío r " I" ^ f § de 1% ' ^ « r n id a d
mientras que la c a n b d ’a a r Ce,tlPleos casi había triplicado,
desfase e s V especial im n o V ^ em ple° Pennanecla estacionaria. El
afines, los más b u s c á i s e ' 7 ™ a Z ™ * '° S em p'eOS de of,cina V
empleos de oficina r™ °u ju n to de las demandas, las asociadas a los
- s Pso.o el 3 3 % " o rre s r r taa ^ m ien t™ « el total de ofer-
busca de em pleo parecen a l m e ^ SCCt° r La m a>or Parte de los jóvenes en
que se corresponda con ral /* 05 ^ preocuPados Por obtener un em pleo
sus aspiraciones el 44% no a 1 lCaCl° n ’ C° m0 de tener un salario conform e a
o aceptaría un em pleo no acorde a su calificación;
ENC LAS A M I E N T O , D E S C L A S A M I E N T O , R E E N C L A S A M I E N T O 155

UNA GENERACIÓN ENGAÑADA

El desfase entre las aspiraciones que el sistem a d e e n se ñ a n z a p ro d u c e


y las posibilidades q u e ofrece realm ente es, en u n a e ta p a de in fla c ió n
d e los títulos, un h ec h o estructural que afecta - e n d istin to g ra d o , se­
g ú n la distinción de sus títulos y según su o rig e n so c ia l- al c o n ju n to d e
m iem bros de una g en e rac ió n escolar. Los re cién lleg ad o s a la e n s e ñ a n z a
secundaria son proclives a esperar de ella, p o r el solo hech o d e te n e r
acceso, lo que pro cu raba e n tiem pos en que estabarí excluidos. Esas aspi­
raciones que en otra ép o ca y para otro público e ra n p e rfe c ta m e n te re a ­
listas, ya que se c o rresp o n d ían con posibilidades objetivas, su e le n verse
desm entidas, más o m enos rápidam ente, p o r los vered icto s del m e rc a d o
esco lar o del m ercado de trabajo. No es la m e n o r d e las p arad o jas d e
lo q u e se da en llam ar “dem ocratización e sc o la r” el q u e para las clases
populares, que hasta e n to n ce s estaban más b ie n d e s p re o c u p a d a s p o r el
tem a, o bien aceptaban sin saber dem asiado la id eo lo g ía de la “ escuela
lib era d o ra”, haya h ech o falta pasar p or la e n se ñ a n z a se c u n d a ria p a r a d es­
cubrir, a través de la releg ació n y la elim inación, la escu ela co n serv ad o ra.
La desilusión colectiva resu ltan te del desfase e stru c tu ra l en tre a sp ira c io ­
nes y posibilidades, e n tre la identidad social q u e el sistem a de e n s e ñ a n z a
p arece prom eter o la q u e p ro p o n e a título p rovisorio (es decir, eL estatus
d e estudiante -e n el m uy lato sentido que tie n e el térm in o e n su uso
p o p u la r- situado, d u ra n te un tiem po más o m en o s largo, p o r fu e ra de
las necesidades del m u n d o del trabajo, en el estatu s am b ig u o q u e d efine
la adolescencia) y la id e n tid a d social que re a lm e n te ofrece, al s a lir de la
escuela, el m ercado de trabajo, reside en el o rig e n d e la d esafecció n con
resp ecto al trabajo y a todas las expresiones d el rechazo a la fin itu d social,
q u e está en la raíz de todas las huidas y de to d o s los rechazos c o n s titu ­
tivos de la “co n tracu ltu ra” adolescente. Sin d u d a esta d isc re p a n c ia -y el
desencantam iento q u e ello e n g e n d ra - reviste form as objetiva y su b jeti­
v am en te diferentes según las clases sociales. Así, p a ra los hijos d e la clase
o b re ra, el paso por la enseñ an za secundaria tien e p o r efecto in tro d u c ir
fracasos en la dialéctica de aspiraciones y de posibilidades que llevaba a
aceptar, a veces con g ran avidez o ap resu ram ien to (tal com o e so s hijos
d e m ineros que identificaban su ingreso a la co n d ic ió n d e h o m b re adul-

el 35% rechazaría percibir un salario inferior al que pensaba poder p rete n ­


der (cf. M. Mangenot, N. Alisé y F. Remoussin, Les jeunes face á templo i, París,
Éd. Universitaires, 1972, p. 230).
156 LA S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

to cotí el d escen so a la m ina), casi siem pre com o algo ev id en te, com o
algo q ue se d a p o r descontado, el d estin o social. El m alestar q u e sienten
en el trab ajo y expresan de m an era particularm ente vivida las victimas
más evid en tes del descasam iento, com o esos bachilleres c o n d e n a d o s a
un rol de o b re ro s especializados o d e transportistas o cartero s, es, en
cierto m o d o , co m ú n a una g en e rac ió n entera; y si se expresa en formas
de lucha, d e reivindicación o de evasión insólitas, fre c u e n te m e n te mal
co m p re n d id a s p o r las organizaciones tradicionales de lu ch a sindical o
política, es p o rq u e en él está en juego algo más que el p u esto laboral, su
%
*1 “plaza”, co m o se decía antaño. P ro fu n d a m e n te im pugnados e n su id en ­
lili
tidad social, e n su im agen de sí m ism os, p o r un sistema escolar y un sis­
'f tem a social q u e p o r toda certeza les d ie ro n prom esas vanas, no p u ed e n
restau rar su in teg rid ad personal y social si no es o p o n ie n d o a esos vere­
dictos u n rechazo global. Todo o c u rre com o si ellos p ercibiesen q u é está
56
1*1 e n ju e g o : b ajo n in g ú n aspecto es ya -c o m o en otras é p o c a s- un fracaso
‘!!f
.¡W
l individual, vivido -c o n los acicates del sistem a escolar- com o im putable
j|Ült
a los lím ites d e la persona, sino la lógica m isma de la in stitu ció n escolar.
"f La descalificación estructural q u e afecta al conjunto de in teg ra n te s de
la g e n e ra c ió n , condenados a o b te n e r de sus títulos m enos q u e lo que
ú*
1* habría o b te n id o la generación an terio r, radica en el origen d e u n a suerte
t
de desilu sión colectiva que hace q u e esta generación e n g a ñ a d a y desen­
1
1 g añada se to rn e proclive a ex te n d e r a todas las instituciones la rebelión
m ezclada c o n resentim iento que el sistem a escolar le inspira. Esta suerte
de h u m o r an tiinstitucional (que se alim en ta de crítica id eo ló g ica y cien­
tífica) lleva, e n el caso límite, a u n a su erte de denuncia de los p resu p u es­
tos tác ita m e n te asum idos del o rd e n social, a la suspensión p rá ctica de la
adhesión d ó x ica a las apuestas q u e p ro p o n e , a los valores q u e profesa y
un rech azo a las inversiones que son la condición de su fu n c io n a m ie n to .
P uede co m p re n d e rse que el conflicto entre generaciones, q u e se ex­
presa n o so la m e n te en el seno de las familias sino tam bién e n la institu­
ción escolar, en las organizaciones políticas o sindicales y, quizá sobre
todo, en el m ed io laboral, siem pre q u e se en cu en tran ju n to s los au to ­
didactas a la antigua, egresados tre in ta años atrás con un certificado de
estudios elem e n ta le s o un diplom a y u n a inm ensa bu en a v o lu n tad cultu­
ral, y jó v en es bachilleres o licenciados o autodidactas de nuevo c u ñ o que
llevan a la in stitu ció n su hum or antiinstitucional, suele a d o p ta r la form a
de un co n flicto últim o sobre los fu n d am en to s mismos del o rd e n social:
más radical y tam bién más incierto en sus propios fu n d a m e n to s que la
p rotesta p o lítica en su forma usual, esta suerte de h u m o r d e se n can tad o
que evoca el d e la prim era g en eració n rom ántica la e m p re n d e c o n tra los
E N C L A S A M IE N T O , DESC LAS A M I E N T O , R E E N C L A S A M IE N T O I57

dogm as fu n d am en tales del orden p eq u e ñ o b u rg u és, “carrera”, “plaza”,


“p ro m o ció n ”, “avance”, “escala”, etcétera.

LOS D E S E N C A N T A D O S
“Prim ero hice encuestas. Había visto q u e un amigo de L. las
hacía. Tenía las listas de todas las cuevas de encuestadores de
París. Hablé p o r teléfono, busqué d u ra n te dos meses, y al final
di con algo. D espués pasaron varios m eses, y no me dieron ni
u na señal: ya no h ab ía más encuestas. T enía derecho al seguro
de desem pleo (1000 francos p o r m es), viví así siete meses, y
después coseché uvas durante dos meses. D espués volví a hacer
encuestas casi siete meses más, estaba in terin a, dejé el sucucho
ese: no había m ás q u e lesbianas ah í d e n tro , que daban el tra­
bajo a las que se les ocurría, así que re n u n cié. De todos m odos,
u n o trabaja u n po co cada vez que le toca. P ara mí, en un tipo
de sociedad co m o esta, lo fundam ental no es trabajar. Si fuese
com o allá, en C hina, quizás yo p o d ría trab ajar diez horas p o r
d ía” (F., 24 años, casada, bachillerato y algunos meses de Facul­
tad de Letras, p a d re rentista).

“C uando a u n o le va mal en el b achillerato ya está bien jo d id o y


se q uedó afu era de todo: llega un m o m e n to en que ya no q u e­
dan cam inos q u e tom ar, y además los trabajos que uno en cuen­
tra no son trabajos a los que uno les vea u n a utilidad.
Siem pre trabajé en cosas no precisam ente apasionantes, así q ue
ah o rro para p o d e r dejar algunos meses. De todos modos, m e
gusta más h ac er así p ara no dejarm e g a n a r p o r las costumbres.
Después de re p ro b a r el exam en del b ac h illerato , hice la tem ­
p o rad a de vacaciones en un centro de re p o so , d e esos de salud.
Después e n c o n tré u n trabajo en un p e rió d ic o de Dreux. Era
pasante en la re d a c c ió n , pero después d e dos meses tenía que
h acerm e un c a rn e t de periodista, c u a n d o ya m e había trans­
form ado en c o la b o ra d o r y me pagaban “p o r colum na escrita”,
y adem ás no d e b ía d e caerles bien. P icab an y destrozaban todo
lo que yo escribía. Tam bién sacaba fotos. P ero había relacio­
nes de fuerza e n el laburo: yo no e ra de esos combativos, y
no ten ía m uchas ganas de m eterm e en peleas. Pasado m edio
año, no me d a b a n m ás trabajo, me fui. D espués me hice red i­
m ir por el m ito d el b u en em pleado p ú b lico , y me anoté para
LA S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I O N S O C I A L

trab a jar en PTT,* Estuve en el correo tres semanas* A hí caí en


picada, m e d esb arran q u é e n un am biente de trab a jo que no
co n o cía. No fue tanto la g e n te lo que me pegó fu erte, sino
tal vez las relaciones e n tre ellos, todos d elatan d o a todos, no
h ab ía n in g u n a solidaridad. Pasaron tres sem anas y renuncié:
éram o s cinco aprendices, h ab ía uno que de la n o c h e a la ma­
ñ an a se hizo echar a p atad as (se había tom ado u n o s quince
m in u to s de más a la h o ra del refrigerio), así q u e renunciam os
todos. Lo peor del asu n to es q u e uno acaba de fracasar con
su bach illerato y los estu d io s no le interesaron n u n c a , y ahí
n om ás a u n o lo tom an p o r intelectual.
D espués de eso en co n tré p o r la ANPE** un trabajo d e contabi­
lidad en un organism o de co n tro l de la carne vacuna. Más tarde
h u b o to d a una historia con la prim a de m ercado q u e no se les
d ab a a todos. Entonces, después de una buena b ro n c a , me bo­
rré. H ab ía estado dos m eses y m edio. En septiem bre trabajé un
m es co rtan d o uva, después fui a la ANPE para ver si e n c o n tra ­
ba trabajo. Después estuve haciendo de cadete en ciclom otor
d u ra n te seis meses. Es lo más chiflado que hice. Es un trabajo
in fernal: en un m om ento d ad o estás com pletam ente paranoico
arrib a del ciclomotor, con la im presión de que to d o s q u iere n
a rra n c a rte el pellejo, y a h í dejé: ya era dem asiado, no ag u a n ta­
ba más.
D espués de dos meses co n el seguro de desem pleo, m e anoté
e n la SNCF,*** me c o n tra ta ro n para las vacaciones, yo hacía
reservas electrónicas (o p e ra d o r no sé c u á n to ...), m e q u ed é
cu a tro meses y me fui p o rq u e tenía pensado ir a vivir al cam po,
adem ás, siem pre estoy allá” (G., 21 años, b ach illerato D re p ro ­
b ad o , p ad re guardia u rb a n o , m ad re ama de casa).

Cf. C. Mathey, “R echerche de travail et tem ps de c h ó m a g e : in­


terviews de 50 jeunes travailleurs privés d ’em p lo i”, l'entrée dans
la vie active, n° 15 de los Cahiers du Centre d ’E tudes de VEmploi,
París, Presses Univérsitaires de France, 1977, pp. 479-658.

* Sigla de Postes, Télégraphes et Téíéphones. [N. de E.J


** Sigla de la Agence Nationale pour l’Emploi, actualmente englobada en el
Póle-Emploi. [N. de E. ]
*** Sigla de Société Nationale des Chemins de Fer Franjáis. [N. d e E.]
EN CLASAM ÍEN TO , D E S C L A S A M IE N T O , RJEENCLASAM IENTO I59

LA LUCHA CONTRA EL DESCLASAMIENTO

De las estrategias q u e utilizan los a g e n te s p a ra evitar la d e v a lu a c ió n


de los diplom as, correlativa de la m u ltip lic a c ió n de sus titu la re s , sólo
serían reconocibles las más notorias, es d ec ir, las de ca rác te r c o le c tiv o ,
por cuyo in te rm e d io un grupo d o m in a d o a p u n ta a p reserv ar o a a u ­
m entar las ventajas adquiridas. Las e stra te g ia s e n c u e n tra n así su f u n d a ­
m ento en el desfase (especialm ente p r o n u n c ia d o en ciertas c o y u n tu ra s
y ciertas posiciones sociales) en tre las p o sib ilid ad e s o b je tiv a m e n te o fre ­
cidas en un m o m e n to d ado del tiem p o y las aspiraciones re a lista s, q u e
no son o tra cosa q u e el producto d e o tro estad io de las p o s ib ilid a d e s
objetivas: ese desfase es, la mayor p a rte d e las veces, efecto d e u n a d e ­
cadencia con re lació n a la trayectoria in d iv id u a l o colectiva q u e e s ta b a
inscrita com o p o ten cia lid ad objetiva e n la p o sició n previa y en la tra y e c ­
toria que lleva a esa posición. Este efecto d e trayectoria interrum pida h a c e
que las aspiraciones, sim ilares a un p ro y e c til a rrastra d o p o r su in e r c ia ,
dibujen, más allá de la trayectoria real - l a d e hijo y n ieto del p o lité c n i­
co devenido in g e n ie ro com ercial o p sicó lo g o , o la del licen ciad o e n d e ­
recho que a falta de capital social se h a v u elto a n im ad o r c u l t u r a l - u n a
trayectoria n o m en o s real y que, en to d o caso, n ad a tien e de im a g in a r io
en el sentido q u e u sualm ente se da a este térm in o : inscrita e n Lo m ás
p rofundo de las disposiciones, esta im p o sib le p o ten cia lid ad o b je tiv a ,
suerte de esp eran za o de prom esa tra ic io n a d a , es lo que a p e s a r d e
todas las d iferencias p u ed e b o rrar d ista n c ia s e n tre dos ca te g o rías p a r ti­
cularm ente proclives a orientarse h acia las posiciones nuevas: lo s hijos
de la b u rguesía q u e no han o b ten id o d e l sistem a escolar los r e c u r s o s
p ara proseguir la trayectoria más p ro b a b le p a ra su clase y los h ijo s d e
las clases m edias y po pulares que, p o r n o c o n ta r con capital c u l t u r a l y
social, no h an o b te n id o de sus títulos esc o la res lo q u e a s e g u ra ría n e n
o tro estadio del m ercado.
Aquellos que se p ro p o n e n escapar al d e sc a sa m ie n to p u e d e n o b ien
producir nuevas profesiones más ajustadas a sus pretensiones (s o c ia l­
m ente fundadas sobre un estadio a n te rio r d e las relaciones e n tre títu lo s
y puestos), o bien planificar conform e a sus p retensiones, m e d ia n te u n a
redefinición que im plica una reevaluación, las profesiones a las c u a le s
sus títulos les d an acceso.4 Que un p u e sto se vea ocupado p o r a g e n te s

4 Contra la representación realista y fijista implícita en ciertas tradiciones de


la sociología del trabajo, es necesario recordar que el puesto no es reductibie
l6 o L A S E S T R A T E G I A S DE L A R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

provistos de títulos d iferen tes de aquellos que p o rta b a n sus ocupantes


h ab itu ales significa q u e e n su relación con ese puesto -c o n sid e rad o tan­
to e n su definición técnica com o en su definición so cial- esos agentes
son p o rtad o res de ap titu d es, disposiciones y exigencias desconocidas,
lo q u e n ecesariam ente trae aparejadas transform aciones en el puesto:
e n tre las que se observan c u a n d o los recién llegados p o rtan títulos su­
p erio res, las más visibles son el incremento de la división del trabajo -q u e
re su lta de la au to n o m izació n de una parte de las tareas hasta entonces
teó ric a o p rácticam ente ase g u rad a por profesiones d e extensión más am ­
plia (basta p ensar en la diversificación de las p ro fesio n es de enseñanza
o d e asistencia) - y, a m e n u d o , la redefinición de las carreras, ligada a la
a p a ric ió n de reivindicaciones nuevas tanto en su fo rm a com o en su con­
te n id o . T odo p erm ite su p o n e r q u e la am plitud de la redefinición de un
p u esto , q ue resulta d e las p ro p ied a d es escolares d e sus ocupantes -y de
todas las p ro p ied ad es aso ciad as-, tiene más posibilidades de ser mayor
c u a n to más im p o rtan te sea la elasticidad de la d efin ic ió n técnica y social
del p u esto (es probable q u e se increm ente a m ed id a q u e uno escale en
la je ra rq u ía de los puestos), y cuanto más elevado sea el origen social
de los nuevos ocupantes, q u e p o r ello se m ostrarán m en o s proclives a
a c e p ta r las am biciones lim itadas, paulatinas y previsibles a escala de una
vida d e los peq u eños b u rg u eses ordinarios. D esde luego, estas dos p ro ­
p ie d a d e s no son in d e p e n d ie n te s: en efecto, llevados a ello ya sea por su
se n tid o para la colocación y la intuición de las posibilidades que aquellas
o fre c e n a su capital, ya p o r su preocupación p o r no rebajarse en rango,
o rie n tá n d o se hacia las pro fesio n es consolidadas -p e c u lia rm e n te odiosas
en su a p a re n te u n iv o cid ad -, los hijos de la burg u esía am en azad o s de des-
clasam ien to se dirigen p rio ritaria m e n te hacia las m ás in d eterm in ad as de
las viejas profesiones y hacia los sectores donde se fo ija n las nuevas pro-

ni al puesto teórico, es decir, a la actividad tal como pueden describirla los re­
glamentos, las circulares, los organigramas, ni al puesto real tal como puede
describirlo la observación de la actividad real de quien lo ocupa, y tampoco a
la relación entre ambos. De hecho, los puestos, tanto en su definición teórica
como en su realidad práctica, son objeto de luchas permanentes que pueden
oponer a los ocupantes del puesto con sus superiores, o con sus subordina­
dos, o bien con los ocupantes de puestos vecinos y en competencia o incluso
entre ellos (por ejemplo, los antiguos y los recién llegados, los diplomados y
los no-diplomados, etcétera). Los aspirantes a un puesto o quienes lo poseen
pueden tener interés en redefmirlo, de hecho y/o de derecho, de modo tal
que no puedan ocuparlo otros que los poseedores de propiedades idénticas a
las suyas (cf. la lucha en el seno de laclase dominante, entre egresados de la
ENA [Escuela Nacional de Administración] y de la X [Escuela politécnica]).
ENC L A S A M I E N T O , D E S C L A S A M I E N T O , REENC L A S A M I E N T O 16 1

fesiones. El efecto de redefm ición c re a d o ra se observa, pues, sobre todo


en los oficios d e gran dispersión y poco profesionalizados y en los secto­
res más nuevos de la producción cu ltu ral y artística, com o las grandes
empresas públicas o privadas de p ro d u c ció n cultural (radio, televisión,
m arketing, publicidad, investigación en ciencias sociales, etc.) d o n d e los
puestos y las carreras no han a d q u irid o a ú n la rigidez de las viejas profe­
siones b u rocráticas y donde el re clu tam ie n to todavía se hace, la m ayoría
de las veces, p o r cooptación, es decir, so b re la base de las “relaciones” y
de las afinidades de habitus, antes q u e en nom bre de los títulos escolares
(de m odo q u e los hijos de la b urguesía parisina, quienes cu e n ta n con
mayores posibilidades de acceder a los estatus interm edios e n tre los estu­
dios y la p ro fesió n q ue ofertan, p o r ejem plo, las grandes burocracias de
la p ro ducción cultural, y pueden “a g u a n ta r” allí durante m ucho tiem po,
en lugar d e e n tra r directam ente en un oficio bien definido p ero definiti­
vo -c o m o el d e profesor-, tienen más posibilidades de e n tra r y de ten er
éxito en profesiones a las cuales los títulos específicos -d ip lo m a del Ins­
tituí des H au tes Études C iném atographiques o de la Ecole T echnique de
Photo et C iném a, licenciatura de sociología o de psicología, e tc .- no dan
acceso sino a q u ien es están en co n d icio n es de sumar Ips títulos reales a
esos títulos fo rm ales).3

La in cid en cia relativa de las d iferen tes categorías que partici­


pan en el sistem a de producción cultural se ha transform ado
p ro fu n d am en te a lo largo de las dos últim as décadas: las nuevas
categorías d e productores asalariados que han nacido del d e­
sarrollo d e la radio y de la televisión o de los organism os pú­
blicos o privados de investigación (especialm ente en ciencias
sociales) conocieron un in c re m e n to considerable, así com o
las capas inferiores del cu erp o d o ce n te , mientras que decaían
las profesiones artísticas y las ju ríd icas, es decir, el artesanado
intelectual. Esos cambios m orfológicos, que van acom pañados 5

5 Estas estrategias nuevas llegan para asistir o reemplazar estrategias ya proba­


das, como la concesión de una ayuda financiera directa, suerte de herencia
anticipada, o la reconversión del capital social de la familia en un cotizado
matrimonio, o incluso la orientación hacia mercados menos tensos, donde la
rentabilidad del capital económico, cultural o social es más fuerte (como en
tiempos pasados las colonias o instituciones prestigiosas o al menos honora­
bles, tales como el ejército o la Iglesia, cuyo acceso no estaba subordinado
a la posesión de capital económico, y ni siquiera a la posesión de capital
cultural).
I 6 2 LAS ESTRATEOIAS DE LA REPRODUCCIÓN SOCIAL

por el d esarrollo d e nuevas instancias d e organización de la


vida intelectual (com isiones de reflexión, de estudio, etc.) y de
nuevos m odos institucionalizados de co m u n icació n (coloquios,
debates, etc.), son d e una índole tal q u e propicia la aparición
de nuevos tipos de intelectuales, más d ire c ta m e n te subordina­
dos a la d e m an d a d e los poderes económ icos v políticos, y la
introducción de nuevos m odos de p en sa m ie n to y de expresión,
de nuevas tem áticas y de nuevas m aneras de concebir el traba­
jo intelectual y la función del intelectual. P odría suceder que
esas transform aciones, a las que debe sum arse el increm ento
considerable de la población de los estu d ian tes -ubicados en
una situación d e ap ren d ices de in telectu ale s- y el desarrollo
de todo un c o n ju n to de profesiones sem iintelectuales, hayan
tenido por prin cip al efecto p roporcionar a la producción “in te­
lectual (es decir, al ensayism o filosófico-político) aquello con
que sólo contaba el “arte burgués”, es decir, un público lo sufi­
cientem ente im por ta n te y diversificado co m o para justificar el
desarrollo y fu n c io n a m ie n to de instancias de producción y de
difusión específicas y la aparición, en los m árgenes del cam po
universitario y del cam po intelectual, de u n a suerte de alta vul­
garización, cuyo lím ite ejem plar rep resen ta n los “nuevos filóso­
fos . (Con respecto a la evolución de las d iferen tes categorías
socioprofesionales, véase L. Thévenot, “Les categories sociales
en 1975. L’ex ten sio n d u salariad’, Économie et Statistique, n° 93,
octubre de 1977, pp. 3-31, y con respecto al desarrollo regular,
en tre 1962 y 1975, del sector de “estudios y consuítorías b rin d a­
das a las em presas” -co n sejero s jurídicos, contables y financie­
ros, publicitarios, estudios de arquitectos, e tc .-, que da em pleo
a muchas m ujeres y constituye una salida im p o rtan te para los
diplom ados, véase P. Trogan, “Croissance rég u liére de fe m p lo i
clans les activités d ’études et de conseils”, Economie et Statistique,
n° 93, octubre de 1977, pp. 73-80).

Aun así, el lugar p o r excelencia de esta form a d e cam bio debe buscarse
en el conjunto de profesiones que tienen en co m ú n asegurar el re n d i­
m ien to máximo de ese aspecto del capital cu ltu ra l que, d irec tam en te
transm itido por la fam ilia, no dep en d e de la inculcación y la consagra­
ción escolares, ya se trate de los buenos m odales o del buen gusto, o
incluso de la co m p o stu ra y del encanto físico. S on producto de la in ­
teriorización de las n o rm as corporales vigentes en la clase d o m in an te,
E N C L A S A M I E N T O , D E S C L A S A M I E N T O , R E E N C L A S A M 1E N T O 163

’ como los oficios artísticos o sem iartísticos, intelectuales o se m iin te le c tu a -


les, pero tam bién todos los oficios ele consultoría (psicólogos, o rie n ta ­
■j£ dores, fonoaudiólogos, estetistas, consejeros consígales, dietistas, e tc.),
las profesiones pedagógicas o parapedagógicas (educadores, a n im a d o ­
3? res culturales, etc.) o las profesiones d e presentación y re p re s e n ta c ió n
(anim adores turísticos, recepcionistas, guías artísticos, c o n d u c to r e s de
program as radiales o televisivos, e n c arg a d o s de prensa, re la c io n ista s pú­
blicos, etcétera).
i
La necesidad que tienen las buro cracias públicas, y so b re to d o
privadas, de ejercer funciones de recepción y de aco g id a q u e ,
tan to en su am plitud com o e n su estilo, difieren p ro fu n d a m e n ­
te de las q ue tradicionalm ente co nfiaban a hom bres (d ip lo m á ­
ticos, m iem bros de gabinetes m inisteriales) a m en u d o su rg id o s
de las fracciones de la clase d o m in a n te más ricas en cap ital so­
cial (aristocracia, antigua b u rg u esía) y en técnicas de so ciab ili­
d ad indispensables para preservar ese capital, ha d e te rm in a d o
la ap arició n de todo un c o n ju n to d e profesiones fe m e n in as, y
de un mercado legítimo para las propiedades corporales. El h e c h o d e
q ue ciertas mujeres o b tengan de su encanto (y no de sus e n c a n ­
tos) u n beneficio adicional, de q u e la belleza reciba así u n valor
en el m ercad o del trabajo, in d u d ab lem en te ha c o n trib u id o a
d eterm in ar, además de m u chos cam bios en las n o rm as in d u ­
m entarias, cosméticas, etc., to d o un conjunto de tran sfo rm acio ­
nes éticas, a la vez que u n a red efin ició n de la im agen leg ítim a
d e la fem inidad: las revistas fem en in as y todas las instancias le­
gítim as en m ateria de definición y de uso legítimos d el c u e rp o
d ifu n d e n la imagen de m ujer e n c a rn a d a por esas p ro fesio n ales
del e n c a n to burocrático, ra cio n alm en te seleccionadas y fo rm a ­
das, según una carrera rig u ro sa m e n te program ada (co n sus
escuelas especializadas, sus concursos de belleza, etc,), co n el
pro p ó sito de cumplir, según las norm as burocráticas, las fu n c io ­
nes fem eninas más tradicionales.

En los sectores más indeterm inados d e la estructura social tie n e n m ás


posibilidades de éxito los golpes de fuerza que apuntan a p ro d u c ir, por
m edio d e la transform ación de posiciones antiguas o de la c r e a c ió n ex
nihilo, ciertas especialidades reservadas, especialm ente de “c o n s u lto ría ”,
cuyo ejercicio no exige ninguna o tra com petencia específica q u e u n a
co m p eten cia cultural de clase. La constitución de un cu e rp o so c ia lm e n te
164 LAS ESTRATEGIAS OE LA REPRODUCCIÓN SOCIAL

reconocido d e especialistas en consultoría a propósito de la sex u a lid a d


que está en c a m in o d e efectuarse por m edio de la paulatina p ro fesio n al
lizaaón de aso ciaciones benéficas, Filantrópicas o políticas, re p re s e n ta la
forma p arad ig m átic a del proceso gracias al cual ciertos agentes tie n d e n
a satisfacer sus in tere se s categoriales, con la convicción íntim a d el d esin­
terés que lad ica e n el principio de cu a lq u ie r proselitism o, d á n d o se una
auctontas an te las clases excluidas de la c u ltu ra legítim a a p a rtir d e la
porción de leg itim id ad cultural con la cual el sistema de e n se ñ a n z a los
dotó para p ro d u c ir la necesidad y la distinción de su cultura de clase. Re­
sulta evidente q u e, en esta oportunidad no más que en otras, n o p u e d e
asignarse la resp o n sab ilid ad del cam bio a tales o cuales agentes o clases
de agentes q u e tra b a ja ría n con una lucidez interesada o u n a convicción
desintei esada p a ra c re a r las condiciones necesarias para el éx ito d e su
em presa. De los consejeros conyugales a los vendedores de p ro d u c to s
dietéticos, todos los q u e en la actualidad h acen de su profesión la o fe rta
de los recursos p a ra subsanar la distancia e n tre el ser y el d e b e r se r en
el orden del c u e rp o y de sus usos, no serían nada sin la co lu sió n in­
consciente de to d os los que contribuyen co n la creación de u n m e rc a d o
inagotable p ara los p ro d u c to s que ofrecen, im p o n ie n d o nuevos usos del
cuerpo y u n a nueva hexis corporal, que la nueva burguesía del sa u n a , d el
gim nasio y del e sq u í ha descubierto para sí m isma, y creando al m ism o
tiem po otras tan tas necesidades, expectativas e insatisfacciones: m é d i­
cos y dietistas q u e im p o n e n con la a u to rid a d de la ciencia su d e fin ic ió n
d e la normalidad, “tablas de correlación e n tre peso y talla en el h o m b re
no rm al”, reg ím en es alim enticios equilibrados o m odelos de d e s e m p e ñ o
sexual, m odistos q u e confieren el dictado del b u en gusto a las m ed id as
im posibles de las m odelos, publicistas q u e e n c u e n tra n en los o b lig ad o s
nuevos usos del c u e rp o la ocasión de in n u m era b le s reconvenciones (“vi­
gile su peso", etc ), periodistas que hacen ver y hacen valer su p ro p io
ait de vivre en los sem an ario s fem eninos y en las revistas para a m b ie n te s
lujosos que p ro d u c e n y d o n d e se producen; todos concurren, en la c o m ­
petencia m ism a q u e a veces los opone, a h a c e r progresar una causa a la
q ue prestan tan b u e n o s servicios tínicam ente p o rq u e no siem pre tie n e n
conciencia de estar a su servicio, ni incluso de hacerse un servicio al
servirla. V no se p u e d e co m p ren d er la ap a rició n de esta nueva p e q u e ñ a
burguesía -q u e al servicio de su función de in term ed iaria e n tre las clases
em plea nuevos in stru m e n to s de m anipulación, y q u e por su sola e x iste n ­
cia d eterm in a u n a transform ación de la posición y de las d isposiciones
d e la antigua p e q u e ñ a burguesía- si no se hace referencia a las tra n s ­
form aciones del m o d o d e dom inación q u e su p lan ta con la sed u c ció n la
E N C L A S A M 1E N T O , D E S C L A S A M I E N T O , R E E N C L A S A M I E N T O 165

represión, con las relaciones públicas la fuerza pública, co n la publicidad


la au to rid ad , con los buenos m odales la fuerza bruta, y espera de ello la
integración simbólica de las clases dom inadas por la im posición de nece­
sidades m ás que por la inculcación de normas.

LAS ESTRATEGIAS COMPENSATORIAS


/
La co n tra d icció n específica del m o d o de reproducción co n com ponente
escolar resid e en la oposición e n tre los intereses de la clase a la cual la
escuela sirve estadísticamente y ios intereses de los m iem b io s de esta clase
a q u ien es sacrifica, es decir, aquellos que se da en llam ar fracasados y
que están am enazados de desclasam iento, al no lograr p o see r los títulos
fo rm alm en te exigidos a los m iem bros de pleno d erech o . No hay que
olvidar a los poseedores de títulos q u e “norm alm ente —es decir, en un
estadio previo de la relación e n tre títulos y puestos- d a n derech o a una
profesión burguesa, y que, al no ser originarios de esa clase, no disponen
del capital social necesario p a ra o b te n e r el pleno re n d im ien to de sus
títulos escolares. La su p erp ro d u cció n de títulos y la consiguiente deva­
luación tie n d e n a volverse u n a co n stan te estructural c u a n d o se ofrecen
posibilidades teóricam ente iguales de obtener títulos a todos los hijos
de la b u rg u e sía (tanto prim o g én ito s com o m enores, tan to m uchachas
com o m uchachos), m ientras q u e el acceso de las otras clases a esos títu­
los tam b ién se increm enta (en cifras absolutas). Las estrategias que unos
em p lea n p a ra intentar re h u ir el desclasam iento y alcanzar su trayectoria
de clase, y los otros para p ro lo n g a r el decurso in terru m p id o de una tra­
yectoria q u e se daba por desco n tad a, son en la actualidad uno de los fac­
tores m ás im portantes de la tran sfo rm ació n de las estructuras sociales: en
efecto, las estrategias individuales de reajuste y recu p eració n que perm i­
ten a los poseedores de un capital social de relaciones heredadas suplir
la au se n cia d e títulos o ex traer el m áxim o rendim iento d e los títulos que
han p o d id o obtener, o rien tán d o se hacia regiones todavía poco burocra-
tizadas d el espacio social (d o n d e las disposiciones sociales cuentan más
que las “com petencias” garantizadas p o r la escolarización), se conjugan
con las estrategias colectivas de reivindicación que se p ro p o n e n hacer
valer los títulos y obtener así la c o n tra p artid a que les estaba asegurada en
un estad o anterior, para favorecer la creación de gran can tid ad de posi­
cio n es semiburguesas, surgidas de la redefinición de posiciones antiguas
o d e la invención de posiciones nuevas y adecuadas p a ra evitar el désela-
l66 LAS ESTRATEGIAS DE LA REPRODUCCION SOCIAL

sam icnto de los “h erederos” desprovistos de títulos, y para o fre c e r a los


“advenedizos” u n a contrapartida aproxim ada de sus títulos devaluados.
El análisis de las estrategias com pensatorias basta para d e m o stra r cuán
ingenuo sería in te n ta r reducir a un proceso mecánico de inflación y de
devaluación el co n ju n to de transform aciones que, en el sistem a escolar o
fuera de él, se lian visto determ inadas por el increm ento en la m asa de la
población escolarizada; y en especial todos los cambios que, p o r o b ra de
las transform aciones morfológicas ocurridas en todos los niveles del sis­
tema escolar -p e ro tam bién debidos a las reacciones de los usuarios tra­
dicionales del sistem a, en defensa p ro p ia - han afectado la organización
y el fu n cio n am ien to del sistema. Así sucede, por ejemplo, con la m ultipli­
cación de cursos sutilm ente jerarquizados y de vías m uertas sabiam ente
ocultadas q u e contribuyen a la confusión de la percepción de las je ra r­
quías. En afán d e claridad, pueden co n trap o n erse dos estadios del siste­
ma de en señ an za secundaria: en el más antiguo, la organización m ism a
de la institución, los cursos que proponía, las enseñanzas que aseguraba,
los títulos que otorgaba, descansaban sobre cortes netos, con fronteras
tajantes, d o n d e la división entre la prim aria y la secundaria d e te rm in a b a
diferencias sistem áticas en todas las dim ensiones de la cultura enseñ ad a,
métodos de en señ anza, carreras prom etidas (es significativo q u e el corte
se haya m an ten id o o incluso reforzado en los enclaves a partir de los cuales
está e n ju e g o el acceso a la clase dom inante, es decir, en el m o m e n to en
que se pasa a seconde* con la oposición en tre la división escolar de “éli­
te”, la seconde Q y las demás; y en el nivel de la enseñanza superior, con
la oposición e n tre las grandes icoles -o , para mayor precisión, las escuelas
del p o d e r- y las dem ás instituciones). En el estado actual, la exclusión de
la gran masa de hijos de las clases poptdares y medias ya no se efectú a en
la entrada al sixiéme** sino, paulatina e im perceptiblem ente, a lo largo
de los prim eros años del secundario, p o r m edio de las form as denegadas
de elim inación q u e son el retraso corno elim inación diferida, la relegación
en cursos de seg u n d a categoría, que im plica un efecto de m arca y de
estigrnatización y resulta adecuada para im poner el reco n o cim ien to a n ­
ticipado de un d estino escolar y social, y, en ñn, el otorgamiento de títulos
devaluados.(l

* Anteúltimo año del secundario francés. [N. de T. ]


** Véase nota de traducción de página 121. [N. de E.]
6 Es notable que en el momento mismo en que la división en dos cursos -en
rigor, siempre hubo tres, con el primario superior- tendía a desaparecer para
constituirse otro nivel, Baudelot y Establet, como observadores avezados,
EN CL AS A M I E N T O , D E S C E A S A M I E N T O , R E E N C L A S A M I E N T O l6

Si la representación d e los hijos de las d ife re n te s categorías


socioprofesionales en las clases de quairiéme y d e CPPN* refle­
ja la distribución global de la población activa e n Francia, las
diferencias entre clases ya q u ed a n de m an ifiesto en la distri­
b u ción entre divisiones escolares jera rq u izad a s, desd e las que
c o n d u cen a la en señanza p ro lo n g ad a hasta las q u e c o n d u c e n a
la enseñanza técnica o a la exclusión: el se g m e n to de m enores
a quienes de hecho se elim in a de la en se ñ an za p ro lo n g a d a (es
decir, quienes se ven relegados a la CPPN o a clases prácticas)
varía en proporción inversa a la jera rq u ía social, p a sa n d o de un
42% en tre los asalariados agrícolas o un 29% e n tre los o b re ­
ros y el personal de servicio, al 4% en tre los c u a d ro s m edios y
el 1% entre los cu adros superiores. Los m e n o re s pro v en ien tes
d e las clases populares están so b re rre p re se n ta d o s en la ense­
ñ anza técnica breve, p e ro el segm ento de los hijos d e cuadros
m edios y de em pleados crece regularm ente c u a n d o se va de la
form ación en un añ o ( Certificat d ’Etudes Profes lo n nelles), pasan­
d o p o r las Clases Préparatoires á VApprentisage (d o n d e los hijos
d e artesanos son más num erosos) y el p rim e r a ñ o de CAP,**
hasta el Brévet d ’E n seig n em e n t Professionnel (C ertificado de
E nseñanza Profesional, d e seg u n d o nivel) y la seconde techinque,
m ientras que el seg m en to de los hijos de o b re ro s dism inuye
paralelam ente (la in cid en cia de los hijos de la clase d o m in an te
sigue siendo ínfim a). P ero si se indaga más, se observa que en
el nivel del CAP los jó v en es de las clases m edias se o rie n ta n más
b ien hacia la electricidad q u e hacia la co n stru c c ió n y tienen
u n abanico de elecciones más am plio que los dem ás; y que las
jó venes de las clases m edias se dirigen p re fe re n te m e n te hacia
las form aciones económ icas y financieras m ien tras q u e los hijos
d e las clases populares están más rep resen tad o s en el sector de
la indum entaria. O au n más: que en el nivel d el BFP, los jóve­
nes de Las clases m edias, más fuertem ente re p re se n ta d o s q ue
en el nivel del CAP, se o rie n ta n más bien hacia los servicios

hayan ‘descubierto" esta oposición cuya existencia nadie habría soñado


impugnar, ya que constituía la expresión más evidente de los mecanismos
escolares de reproducción.
* CPPN: sigla de Classe Préprofessionnelle de Nivel, curso preprofesional d e
nivel, en el tercer año del secundario. [N. de T. ]
** CAP: sigla de Certificar d'Aptitude Professionnelle. [N. de F..J
l (58 L A S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

co m erciales, m ientras que los hijos de obreros son m ayoría en


el d ise ñ o industrial. Así, uno d eb e lidiar con una tu p id a selva de
cu rsos jerarquizados, desde el más teórico y abstracto h asta el
m ás técn ic o o práctico: cada u n o de ellos incluye u n a je ra rq u ía
q u e o b e d e c e a los mismos principios (eso sucede, p o r ejem ­
plo, co n la oposición e n tre la electricidad y la co n stru cció n ; cf.
F. CEuvrad, ob. cit.). A lcanzado el nivel de la seconde, las dife­
ren cias e n tre las clases sociales de origen, que se ev id en cian
ír' ta ja n te m e n te en las tasas de representación mismas, se e x p re ­
uk san co n p le n a claridad en la distribución entre divisiones esco­
lares, co n un polo de la clase de “elite”, la seconde Q d o n d e los
hijos d e cuadros jerárquicos m edios, de cuadros su p erio res, de
p ro fesio n es liberales y de industriales y grandes c o m ercian tes
re p re s e n ta n más de la m itad de los efectivos y, en el o tro polo,
las secondes spéciales - “pasarela” en tre el segundo ciclo breve y el
s e g u n d o ciclo prolongado, de hecho reservado a u n n ú m e ro
m uy p e q u e ñ o de alu m n o s-, d o n d e los hijos de o b re ro s están
ft
so b rerrep resen tad o s. E ntre esos dos polos están las divisiones
«
i esco lares A, AB o T. La devaluación, que im pone el re aju ste y
r
i la re c u p e ra c ió n y actúa com o m ecanism o de e n tre n a m ie n to , y
la transform ación de los puestos profesionales más calificados,
q u e a causa del progreso tecnológico exige de u n a m in o ría u n a
c o m p e te n c ia técnica acrecen tad a, hacen que el re cu rso a la e n ­
se ñ a n z a técnica más o m enos prolongada -to d o lo q u e hace
h a b la r de ‘'dem ocratización”- se im ponga cada vez m ás a ios
hijos d e la clase obrera, y en especial a los surgidos d e las capas
m ás “favorecidas” (técnicos, ob rero s calificados) de esta clase,
co m o co ndición para preservar la posición y único re c u rso para
re h u ir la carrera negativa q u e conduce al su b p ro letariad o .

M ientras el sistem a con fronteras fuertem ente m arcadas h a c ía interiori­


zar seg m en ta cio n es escolares q u e corresponden claram en te a segm enta­
ciones sociales, el sistema con enclasam ientos vagos y co n fu so s favorece
o au to riz a (al m enos en los niveles intermedios del espacio esc o la r) aspira­
ciones a su vez vagas y confusas, im poniendo, de m an era m e n o s estricta
y tam b ién m en o s brutal que el sistem a antiguo -sim b o lizad o p o r el rigor
d e sp ia d a d o del concurso-, el ajuste de los “niveles de a s p ira c ió n ” a los
im p e d im e n to s y niveles escolares. Si es verdad que re trib u y e c o n títulos
escolares devaluados a una gran m ayoría de sus usuarios - y j u e g a así con
los e rro re s d e percepción propiciados por la anárquica p ro life ra c ió n de
E N C L A S A M I E N T O , DESC LASA M I E N T O , R E E N C L A S A M IE N T O l6 g

cursos y de títulos, a la vez relativam ente insustituibles y sutilm ente je ra r­


quizados-, pese a ello n o les im pone una desinversión tan brutal com o el
sistema antiguo, y la in terfe ren c ia de jera rq u ías y de fronteras en tre los
elegidos y los excluidos, e n tre los títulos verdaderos y los falsos, co n tri­
buye a im poner una elim inación discreta y calm a, y tam bién una discre­
ta y calm a aceptación d e esta elim inación, favoreciendo sin em bargo la
instauración de una relació n menos realista y m enos resignada con el
po rv en ir objetivo que la an tig u a percepción de los límites que residía en el
fu n d am en to de una p ercep c ió n muy aguda de las jerarquías.
La allodoxia que el nuevo sistema alienta de mil y una maneras es cau­
sante de que ios relegados colaboren con su p ro p ia relegación al sobrees­
tim ar los cursos en q ue se involucran, y sobrevaluar en consecuencia sus
títulos asignándose posibles que de hecho les son negados, pero tam bién
causante de que no ac e p te n verazm ente la verdad objetiva de su posi­
ción y de sus títulos. Las posiciones nuevas o renovadas no ejercerían
tal atracción (por vagas y m al definidas que sean, mal localizadas en el
espacio social, y a m en u d o -ta l com o el oficio d e artista o de intelectual
de a n ta ñ o - sin ofrecer n in g u n o de esos criterios m ateriales o simbólicos,
prom ociones, recom pensas, aum entos, en los cuales se experim enta y se
m ide el tiempo social y tam b ién las jerarquías sociales) si no dejaran un
m argen tan grande a las aspiraciones, de m an era que perm iten evadirse
de la desinversión b ru tal y definitiva que im p o n e n las profesiones d e
límites y beneficio bien diseñados desde que se accede a un puesto hasta
la jubilación. El po rv en ir indeterm inado que aquellas posiciones p re sen ­
tan, privilegio hasta ese en to n ces reservado a los artistas y a los in telec­
tuales, perm ite hacer d el p resen te una suerte de prórroga incesantemente
renovada, y tratar com o condición provisoria lo que la antigua lengua
llam aba una plaza, a la m an era del pintor que trabaja en publicidad sin
dejar de considerarse u n “verdadero” artista ni d e arg ü ir que ese oficio
m ercenario es apenas u n a ocupación tem p o ra ria que abandonará no
bien haya ganado lo suficiente para asegurarse independencia eco n ó m i­
ca.7 Estas profesiones am biguas perm iten ah o rra rse el trabajo de d esin ­
versión y de reinversión q u e implica la reconversión de una “vocación”

7 M. Griff, “Les conflits intérieurs de l'artiste dans une société de masse",


Diogéne, n° 46, 1964, pp. 61-94. En ese artículo se encontrará una descripción
muy específica de los procedimientos que los publicistas, “artistas comercia­
les", imponen a sus aprendices, a menudo artistas en teoría, para determi­
nar ia desinversión (“comprar el pan”, etc.) y la reinversión en un campo
“inferior".
[ 7 <> LA S E S T R A T E G IA S D t LA R E P R O D U C C I O N S O C I A L

ele filósofo en “vocación” de profesor de filosofía, d e artista plástico


d ib u jan te publicitario o en profesor de dibujo: a h o rrá rse lo o, al me° ^
rem itirla indefinidam ente p ara más adelante. Por ello se entiende ^
estos agentes en plena p ró rro g a se asocien en este ju e g o con la educ^
n o n p erm an en te (o con la perm anencia en el sistem a de educacúTt
q u e -e n cu anto antítesis p erfec ta dei sistema de g ra n d es concursos, e
ca rg ad o de m arcar los lím ites tem porales, de d a r a e n te n d e r expeditiv
y definitivam ente que lo h ech o , hecho está- ofrece u n porvenir abien
to, sin limites.'’ V se e n tie n d e tam bién que, u n a vez m ás a la manera de
los artistas, se sacrifiquen con idéntico afán a las m odas y a los modelos
estéticos y cucos de la juventud, com o una m an era d e expresar, ante sí
m ism os v an te los dem ás, q u e u n o no está term in ad o ni definido, que no
es definitivo, que, a fin de cu en tas o al final de la c a rre ra , uno no está de­
term in ad o . Las discontinuidades brutales, de todo-o-nada, en tre estudios
y profesión, entre profesión yjubilación, son sustituidas p o r tránsitos que
se p ro d u c e n m ediante deslizam ientos im perceptibles e infinitesimales
(basta p e n s a re n todas las ocupaciones tem porarias o sem iperm anentes,
fre c u e n te m e n te en m anos de estudiantes que están finalizando estudios!
a lre d e d o r de las posiciones establecidas de la investigación científica o
d e la enseñ anza superior o, d e n tro de otro contexto, en el retiro gradual
q u e o frecen las em presas de “vanguardia”). Todo sucede como si la nueva
lógica del sistema escolar y del sistema económ ico a le n ta ra a diferir el
m ayor tiem po posible el m o m en to en que fin alm en te determ in a el lí­
m ite hacia el cual tienden todos los cambios infinitesim ales, es decir, el
b alan ce final que a veces tom a la forma de "crisis p e rso n a l”. ¿Hace falta
d ec ir q u e la articulación así o b ten id a entre posibilidades objetivas y aspi-
iacio n e s es a la vez más sutil y fru to de más sutil ex to rsió n , p ero también
m as riesgosa y más inestable? La vaguedad en las rep resentaciones del
p re sen te y el porvenir de la posición es una m an era de acep tar los lími­
tes, p ero tam bién un esfuerzo p o r ocultarlos que equivale a rechazarlos
o, si se prefiere, una m anera d e rechazarlos pero con la m ala fe de un
rev o lu cio n ario am biguo, q u e tien e p o r principio el resen tim ien to contra
el d e sc a sa m ie n to con relación a expectativas im aginarias. Si el antiguo
sistem a ten d ía a producir id en tid ad es sociales bien d elim itadas -c o n lo

■ De ese modo, parte de los productos excedentes del sistema de enseñanza


encuentran empleo en la gestión de los problemas y de los conflictos sociales
engendrados por la ' superproducción" escolar v por las “demandas" nuevas
t|ue ha engendrado fpor ejemplo. la "necesidad "de educación permanente
etcétera).
E N C L A SA M IE N T O , D E SC LA SA M IE N T O , REEN CLASAM IEN TO l

. 1dejaba poco margen al onirismo social-, pero también con foita-


| les v dadoras de seguridad en el renunciamiento mismo que exigían
•n concesiones, el tipo de inestabilidad estructural de la representación de
la identidad social y de las aspiraciones legítimamente incluidas en ella
‘ tiende a devolver a los agentes, con un movimiento que nada tien e de
¿personal, del territorio de la crisis y de la crítica sociales al territorio de
la crítica y de la crisis personales.

>v;-,

& ^AS LUCHAS DE COMPETENCIA


| YLA TRASLACIÓN DE LA ESTRUCTURA

I Notamos cuán ingenua es la pretensión de zanjar el problema del “cam-


í bio social” asignando a la “novedad” o a la “innovación" un lugar e n el
' espacio social, en lo más alto para algunos, en lo más bajo para los otros,
siempre en otro sitio, en todos los grupos “nuevos”, “marginales , ex­
cluidos”, para todos aquellos cuya primera preocupación es introducir a
cualquier precio la “innovación” en el discurso: caracterizar como c o n ­
servadora” o “innovadora” a una clase (incluso sin precisar bajo q u é as­
pecto) es, para recurrir tácitamente a un patrón ético, necesariamente
situado socialmente, producir un discurso que no dice casi nada mas que
el lugar desde donde se sostiene, porque hace desaparecer lo esen cial,
es decir, el campo de luchas como sistema de relaciones objetivas en que
las posiciones y las tomas de posición se definen relacionalmente y que
domina incluso las luchas tendientes a transformarlo: sólo en refere neta
al espacio de juego que las define y que ellas apuntan a mantener o a re­
definir, como tal, más o menos completamente, pueden com prenderse
las estrategias individuales o colectivas, espontáneas u organizadas, que
se proponen conservar, transformar, cambiar para mantener o in clu so
conservar para transformar.
Las estrategias de reconversión no son otra cosa que un aspecto de
las acciones y reacciones permanentes con que cada grupo se esfuerza
por preservar o por cambiar su posición en la estructura social o, mas
exactamente, en un estadio de la evolución de las sociedades divididas
en clases en que únicamente se puede conservar si se cambia, cam biar
para mantener. En el caso específico (pero el más frecuente) en q u e las
acciones por cuyo intermedio cada clase (o fracción de clase) trabaja
para conquistar nuevas ventajas -es decir, para tomar ventaja sobre las
demás clases, luego, objetivamente, para deformar la estructura de reía-
172 LA S E S T R A T E G I A S l)F. LA R E P R O D U C C I O N S O C I A L

cío nos objetivas e n tre las clases (aquellas que registran las distribuciones
estadísticas de p ro p ied a d es) - se ven com pensadas (luego, ordinalmente
an u lad a s) por las reacciones, orientadas hacia idénticos objetivos, de las
o tia s clases, la resultante d e esas acciones opuestas, q u e se anulan en el
m o vim iento mismo q u e suscitan, es una traslación global d e la estructura
d e d istiib u ció n, e n tre las clases o las fracciones de clases, de los bienes
q u e son objeto de la co m p ete n cia (es el caso de las posibilidades de acce­
so a la enseñanza superior; véanse Cuadro 5 v G ráfico 1).

Ln el caso de las ciencias sociales, el discurso científico no p u e­


de ignorai las co n d icio n es de su propia recep ció n : esta últim a
d ep e n d e, en cada o p o rtu n id ad , del estado de la problemática so-
«fl/vigente, ella m ism a definida, al m enos p arcialm en te, por las
reacciones frente a un estado anterior de ese discurso. Aque­
llos que con la c o a rta d a de la claridad ped ag ó g ica simplifican
hasta el sim plism o los análisis propuestos en Los herederos y en
La reproducción, luego profundizados p o r u n a serie de trabajos
q u e U nieron poi efecto al menos dem o strar q u e u n a vez más
ellos pecaban por exceso de simplificación, tie n e n en com ún
con aquellos que los critican sin co m p re n d erlo s, adem ás del
g usto por las verdades simples, la incapacidad de p en sar relacio-
nalmente. De hecho, la obcecación ideológica no basta para ex­
plicar ingenuidades tales com o aquella que consiste en hablar
d e un alza en el reclu tam ien to m edio1 de la universidad entre
1950 y 1960 (lo cual no quiere decir casi nad a) y en llegar a la
conclusión de que se dio la transform ación de la universidad
b u rg u esa en “universidad dom inada por las clases m edias” (C f
R. B oudon, “La crise universitaire frangaise: essai de diagnostic
so ciologique”, Anuales, 3, mayo-junio de 1969, pp. 747-748). Un
sim ple vistazo sobre la posición que ocupan las facultades -y en
especial las facultades de letras y de ciencias- en la distribución
d e las instituciones d e enseñanza superior según el origen social
d e su clientela basta para conocer las d im ensiones de sem ejante
análisis estadístico (altam en te celebrado p o r el a u to r de Le Mal
franjáis, quien d e p lo ra q u e no haya conocido to d o el éxito que
m erec e, y asi vuelve a d a r una prueba de su g ran co nocim iento
d e las realidades universitarias; c f A. Peyrefitte, Le M al franjáis,
París, Pión, 1978, passim y especialm ente pp. 408-409 y pp. 508-
50 9 ). situados en el p u n to más bajo de un ca m p o ev id en te m e n ­
te d o m in ado p o r las grandes ecoles, que las m enos prestigiosas
E N C L A S A M Í E N T O , D ES C L A S A M I E N T O , REENCLAS A M I E N T O 173

y las m ás recientes de las escuelas de comercio que h an pro-


liferado desd e hace algunos años -y en la actualidad au n más
abajo, si se ju zga por el re n d im ien to económ ico y social de los
títulos q u e o to rg a n - las facultades de letras y de ciencias tien en
todas las p ro p iedades de los ám bitos destinados a los relegados,
en p rim e r térm in o debido a la tasa de “dem ocratización” (y de
fem inización) peculiarm ente elevada de la que se m aravillan
los m ed id o re s medidos. ¿Qué se d iría de aquel que m id iera la
“d em o cratizació n ” de la enseñanza secundaria en la estru ctu ra
social d e u n CET* de A ubervilliers o de un CES** de Saint-
Denis? A dem ás, para hablar de u n a “universidad d o m in ad a p o r
las clases m edias” hay que g e n e ra r u n a confusión, consciente o
in consciente, en tre la tasa de representación de las clases m edias
(ex p resad a p o r el porcentaje de estudiantes pertenecientes a
ellas) e n la población de las facultades y las posibilidades de acce­
so a las facultades objetivam ente asociadas a dichas clases, e n tre
el cam b io de la composición social de las facultades (que p u e d e
te n e r efectos im portantes - p o r ejem plo, en m ateria de co m u ­
n icación pedagógica, con la m ultiplicación de los estudiantes
desprovistos d e los prerrequisitos im plícitam ente exigidos e n el
sistem a a n tig u o -, por socialmente dominado que un grupo p u e d a
p e rm a n e c e r au n q u e sea numéricamente dominante) y la evolución
de la estructura de probabilidades de escolarización características de
las d iferen tes clases, tal com o p u e d e n calcularse al relacio n ar
el seg m en to de sobrevivientes escolares de cada clase (p ara u n
nivel d a d o del curso) con el conjunto de su clase de origen (y no con
el conjunto de sus condiscípulos), estru c tu ra de la cual se h a obser­
vado q u e ha sufrido una sim ple traslación hacia lo alto, y no u n a
a u tén tica deform ación.

Sem ejante p ro ceso de desarrollo homotético se observa, según p arece, siem ­


pre que las fuerzas y los esfuerzos d e los grupos en co m p eten cia por
d eterm in ad o tipo de bienes o de títulos escasos tienden a equilibrarse,
com o sucede en u n a carrera d onde, al térm in o de una serie de ad elan ta­
m ientos, reajustes y recuperaciones, se advierte que las distancias inicia-

* CET. sigla de Collége d’EnseignementTechnique, colegio de enseñanza


técnica. [N. de T.]
** CES. sigla de Collége d’Enseignement Secondaire, colegio de enseñanza
secundaria. [N. deT.]
>74 las estrategias de i .a reproducción sociai .

les se m antienen iguales, es decir, siem pre q u e los intentos de los «run
inicialm ente más desposeídos por a p r o p i a n d e los b.enes o los ¿ T
hasta entonces poseídos p o r los grupos situados inm ediatam ente 1 ?
cuna de ellos en la je ra rq u ía social o in m ed iatam en te antes que e lid e n T
carrera son cas, com pensados, en todos los niveles, por los esfuerzos " u!
lacen os grupos m ejor ubicados para m a n te n e r la rareza y la distinción
d e sus bienes y de sus títulos. Basta pensar en la lucha que la venta 2
tiu i os no diarios suscito, d u ran te la segunda m itad del siglo XVI en el
d e ÍO n C a n° j tZa lllS*esa’ desencadenando un proceso autosustentado
m ación y devaluación de esos títulos: los títulos más bajos, com o Es
quue o Arms fueron los prim eros en acusar el golpe, luego llegó el turno
e titulo de Krught: se devaluó tan ráp id am en te q u e los titulares más an­
tiguos debieron p re sio n a r para obtener la creació n de un nuevo título,
Ia70n€ty PCr° eSte’ q u e venía a colinar un vacio entre el Knight v el
p a r del rem o, pareció u n a am enaza para los p o rta d o re s del título supe­
rior, cuyo valor estaba ligado a cierta distancia? No es necesario invocar
em an acio n es psicológicas, com o el odio d el in ferio r o los celos del
superior, como hace Law rence Stone, para ex p licar luchas que tienen
p o r principio el in cre m en to o la defensa de la distinción relativa de una

á.Lnn o b t SOCla| E" d C3SO d d títU'° eSCO‘ar’ U1 C° m° en el caso del til


de lo T ’ ° S aSp“ antes Pers'g«en objetivamente la desvalorización
de los poseedores por el hecho de apropiarse los títulos hacedores de su
distinción: para devaluar un título nobiliario, no hay nada como com­
prar o, cuando se es plebeyo. Los poseedores, por su parte, persiguen
obJet,,a,„e„te ,a desvale*ación de los asp,sames. „ sea dejando í a"
guna manera sus propios títulos en manos de ellos para perseguir otros
a T a T ^ Y 7 1 m tr0 d lld e n d 0 «« titulares difem nefas lig a d "
Que todIS7 a dC 3CCeS° a' UtUl° (COm° la maniheh De ell° se deriva
que todos los grupos que están involucrados en la carrera, en cualquier
tan g o q ue sea, ú n icam en te p u ed e n consen-ar su posición, su carácter

a a u e llo ' SU T ° ’ 3 C° n d Íd Ó n dC ^ m a,U en er la L a n c i a con


2 a L qUC, SlgUen " lm ed iatam en te - de am e n a z a r así en su dijere n-
« « a los que os p receden; o, bajo otro aspecto, a co n d ició n de aspirar a
teñ e, lo que los grupos situados ju sto antes q u e ellos poseen en ese mis-

U d h l 7 r entY l T f “ mÍSm° S tCndrán’ Pe,'° ™ u n a m e n t o postenor.


a dialéctica del d e sc a sa m ie n to y del reen clasan d en to que radica en el9

9 ppS« n70.“The InnatÍOn ° f H° nOUrS' ,558- '541 "■ Paít 14. 1958,

)
EN CLASAM IEN TO , D ESC LA S AM IEN TO , REENC LAS A M I E N T O I75

origen d e to d o un conjunto d e p ro ceso s sociales im plica e im p o n e que


todos los g ru p o s a los cuales c o n c ie rn e corran en la m ism a d ire c c ió n ,
hacia los m ism os objetivos, las m ism as propiedades: se las se ñ a la e l g rupo
que o cu p a la p rim era posición e n la c a rre ra y, p o r d efin ició n , son inacce­
sibles a los siguientes ya que, c u a le sq u ie ra que sean en sí y p ara sí m ism as,
están m odificadas y calificadas p o r su escasez distintiva y p o rq u e n o bien,
m ultiplicadas y divulgadas, sean accesibles a grupos d e ra n g o in fe rio r ya
no serán lo que son. Así, m erced a u n a a p a re n te paradoja, el m a n te n im ie n ­
to del o rd e n , es decir, del c o n ju n to de distancias, d iferen cias, rangos,
prelaciones, prioridades, exclusividades, distinciones, propiedades ordina­
les y, p o r ello, relaciones de orden q u e co n fie ren a una fo rm a ció n so cial su
estructura, está asegurado p o r u n cam b io incesante d e las p ro p ie d a d e s
sustanciales (es decir, no relaciónales). Ello im plica q u e el o r d e n esta­
blecido en u n m om ento dado del tie m p o es in sep arab lem en te u n o rd en
tem poral, u n orden de las sucesiones, ya que cada g ru p o tien e al grupo
in m ed iatam en te inferior por p asado, y p o r porvenir al g ru p o s u p e rio r
(se c o m p re n d e la pregnancia d e los m odelos evolucionistas). Los g ru p o s
en co m p ete n cia están separados p o r diferencias que, en lo e se n c ia l, se
sitúan en el orden del tiempo, de m o d o q u e la dialéctica d el d esc la sa m ie n to
y el reen clasam ien to está p re d isp u e sta a funcionar co m o un mecanismo
ideológico (cuyos efectos se esfuerza p o r intensificar el d iscu rso c o n se r­
vador) q u e tien d e a im poner a los agentes la ilusión d e q u e le s basta
esperar p ara o b ten er lo que d e h e c h o no o b ten d rá n si n o es m e d ia n te
sus luchas: situ an d o en el o rd e n d e las sucesiones las d iferen cias e n t r e las
clases, la lu ch a de com petencia in sta u ra una diferencia q u e , a la m a n e ra
de la q u e sep ara al predecesor respecto del sucesor en un o rd e n so c ia l regu­
lado p o r leyes sucesorias bien establecidas, es, sim u ltá n e a m e n te , la más
absoluta, la más infranqueable -p u e s no le q u ed a o tra cosa p a ra hacer
más q u e esperar, a veces toda u n a vida, com o esos p e q u e ñ o s b u rg u e se s
que e n tra n a su casa en el m o m en to de la jubilación; a veces v aria s ge­
neraciones, com o esos otros p e q u e ñ o s burgueses que p ro lo n g a n e n sus
hijos su p ro p ia trayectoria tru n c a 10- , y la más irreal, la m ás ev a n esce n te ,

10 Habría que analizar todas las consecuencias sociales del retraso colectivo e
individual: el acceso tardío (por oposición a precoz) no tiene como ú nico
efecto reducir el tiempo de utilización; implica una relación menos familiar,
menos “cómoda’’ con la práctica o el bien tomado en consideración (lo que
puede tener consecuencias técnicas -si se trata de un automóvil- o sim bóli­
cas -si se trata de un bien cultural-); puede además representar el equivalen­
te disimulado de la pura y simple privación cuando el valor del bien o de la
176 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

ya que se sabe q u e d e todos modos uno te n d rá , sí sabe esperar, aquello a


lo cual lo co n sag ran las leyes ineluctables d e la evolución. En resum en,
la lucha de c o m p e te n c ia no eterniza las d iferen tes condiciones, sino la
diferencia de las condiciones.

Gráfico 1 . Traslación de las tasas d e escolarización de los


jóvenes de 16 a 18 años entre 1954 y 1968*

* Se indican con línea entrecortada las tasas de escolarización en 1975 de los


jóvenes de 18 años.

práctica se debe a su poder distintivo (ligado, evidentemente, a la apropia­


ción privilegiada o. exclusiva-“exclusividad”- o prioritaria - “primeras"-) más
que a las satisfacciones intrínsecas que procura. (Los vendedores de servicios
o de bienes, que tienen interés en los efectos de allodoxia, juegan al máximo
con esos desfases, ofreciendo, por ejemplo, a contratiempo -viajes organiza­
dos fuera de tem porada- o con retraso -ropa o prácticas pasadas de m oda-
bienes que sólo tienen valor pleno en su tiempo o a su hora).
ENCLAS A M I E N T O , D E S C L A S A M I E N T O , R E E N C L A S A M I E N T O 177

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8 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

En el cu a d ro se lee la relación e n tre la evolución m orfológica


de las d iferen tes clases y fracciones d e clase y la evolución del
grado en q u e sus m iem bros utilizan el instrum ento escolar de
reproducción: el volumen de los g ru p o s cuyo m odo de re p ro ­
ducción se fundaba, a com ienzos del período, especialm ente
sobre la transm isión del patrim onio económ ico, tiende a dism i­
nuir o a p e rm a n e c e r estacionario, a la p a r que se increm enta el
uso de la escuela por parte de los m en o re s surgidos de esos g ru ­
pos que en segm ento muy im p o rtan te engrosarán las categorías
asalariadas situadas en un mismo nivel d e la jerarq u ía social; los
m iem bros de las fracciones de clase en expansión m orfológica
(cuadros m edios y superiores, em p lead o s), ricos ante to d o en
capital cu ltu ral y cuya reproducción, a com ienzos del p erío d o ,
estaba asegurada principalm ente p o r la escuela, tienden a incre-
m entai la escolarización de sus lujos casi en igual p ro p o rció n
que las categorías independientes que ocupan una posición
equivalente e n la estructura de clases. La inversión de la posi­
ción relativa d e los patronos del co m ercio y de los em pleados,
por una p arte, y de los agricultores y los obreros, por la otra, se
explica p o r la intensificación del recurso a la escuela que se ha
im puesto e n las dos categorías en d ecad en cia num érica, y a la
vez pot la elevación global de las peculiaridades estadísticas de
los m iem bros de la categoría (visible, p o r ejem plo, en m ateria
de títulos escolares) que resulta de la transform ación de la es­
tructura in te rn a de esas categorías - e n el sentido de una m e n o r
d isp ersió n - y, m ás precisam ente, p o r el h e c h o de que las capas
inferiores se h an visto particularm ente afectadas por la crisis y
forzadas a la desaparición o a la reconversión.
Las tasas de escolaridad representadas en el gráfico están, sin
duda, sobreestim adas, porque las estadísticas no tom an ú n i­
cam ente en c u e n ta a los jóvenes censados en su familia -c o n
exclusión d e los que viven solos o e n u n internado, un hogar,
etc.-, y sin d u d a lo están cada vez más, a m edida que se des­
ciende en la je ra rq u ía social. El leve estrech am ien to que parece
dibujarse en esa gam a durante el p erio d o reciente es im putable
al efecto de saturación que afecta a las categorías más elevadas
y, por o tra p arte , al hecho de que la estadística ignora la d istri­
bución de los adolescentes de las d iferen tes clases entre los cu r­
sos, fu e rtem en te jerarquizados de p o r sí. E n tre los bienios 1967-
1968 y 1976-1977, en clase de seconde de la enseñanza pública, la
ENC LA S A M I E N T O , D E S C L A S A M I E N I O , R E E N C L A S A M I E N T O l 79

incidencia de los hijos d e ob rero s (que en 1975 re p re se n ta b a n


el 40,7% de los jó v enes d e 17 años) ha p e rm a n e c id o c o n stan te
(pasando del 25,7 al 25,9% ), m ientras q u e el seg m en to de los
hijos de cuadros y de m iem bros de p ro fesio n es liberales p asa­
ba, durante el m ism o perío d o , del 15,4 al 16,8%. Además, e n
1976-1977, entre los alum nos de seconde, el 57,6% d e los hijos
de cuadros superiores y de m iem bros de p ro fesio n es liberales
estaba en la división escolar C (p re d o m in a n te m e n te científica)
co n tra el 20,6% de los hijos de asalariados agrícolas y el 23,5%
de los hijos de obreros. A la inversa, sólo el 9,8% d e los p rim e ­
ros estaba en una división p re d o m in a n te m e n te técnica, c o n tra
el 24,6% de los hijos de asalariados agrícolas y 28,7 % de lo s
hijos de obreros (cf. F. (Euvrad, artículo en p re n sa ).

C o m p re n d e r este m ecanism o es en prim era in stan cia percibir La futi­


lidad de los debates q u e se en g e n d ran en la a ltern ativ a escolar de la
p erm an en cia y de la alteración, de la estru ctu ra y d e la historia, d e la re­
p ro d u c ció n y de la “p ro d u c ció n de la sociedad", y q u e tien en p o r o rig e n
real la dificultad para ad m itir q u e las co n trad iccio n es y las luchas sociales
no están todas y en todo m o m en to en co n tra d icció n co n la p e rp e tu a c ió n
del o rd e n establecido; q ue, m ás allá de las antítesis del “p e n sa m ie n to
de a pares”, la p erm an encia p u ed e verse ase g u rad a p o r el cam b io , y la
estru c tu ra perpetuada p o r el m ovim iento. Es ta m b ié n c o m p re n d e r q ue
q u ien es, tom ando com o apoyo las p ropiedades q u e p u e d e n desig n arse
cardinales, hablan de “ab u rg u esam ien to ” de la clase o b re ra y q u ie n e s se
o c u p a n de refutarlos invocando las propiedades o rd in a le s tienen e v id e n ­
te m e n te en com ún el ig n o ra r q u e los aspectos c o n tra d ic to rio s de l a reali­
d a d q u e ellos tienen presentes son, de hecho, d im e n sio n e s in disociables
de u n mismo proceso.

¿Q ué es lo que me im pide resp o n d er aquí a todos aquellos q u e ,


p o r precipitación o p o r prevención, h an cre íd o ver en La repro­
ducción una rep resen tació n del sistema escolar co m o m á q u in a
en teram ente organizada con el propósito d e re p ro d u c ir sin f in
las desigualdades sociales o de im p o n er sin resistencia la id e o ­
logía dom inante (no soy yo quien caricaturiza esas caricaturas) ?
¿A aquellos que, presas de una lucidez retrospectiva, q u iere n r e ­
m itir al orden de las evidencias conocidas d esd e tiem po in m e ­
m orial el aporte de la escuela a la re p ro d u c c ió n d el o rd en s o ­
cial que ha sido necesario establecer co n tra todas las evidencias
* 8 ° L \ s E S T R A T E G I A S HE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

> todos sus guardianes, y de los q u e uno se p reg u n ta p o r qué


no lo han profesado antes ya q u e es evidente que las evidencias
nunca les han dado miedo? ¿A todos aquellos que, m ed ian te un
procedim iento experim entado desde hace m ucho tiem po, cri­
tican no lo que está realm ente escrito, sino lo que ellos h a b rá n
debido leer, m ediante co n tra sen tid o s a m enudo d elatad o s p o r
anticipado, para dejar al alcance de su crítica los análisis p ro ­
puestos, haciendo pensar en esos payasos que bajan la cabeza
cíe su partenc o ra n te s de darle u n p uñetazo y escapar tan ráp id o
como sus piernas lo perm iten?
Ese silencio tiene muchas razones, y aquí quedan a la vista algu­
nas. Ln p rim er lugar, la sensación de que hay tanto para hacer y
he que es m ejor em plear la en e rg ía y los tiempos lim itados dis­
ponibles en hacer progresar el conocim iento del m u n d o social
> en co rregir los modelos provisorios que para ello es necesario
pioponer. Más adelante, el rechazo a ceder a la com placencia
que im plicaría el recuerdo de las condiciones históricas en que
se pro d u jeron los prim eros trabajos y que a veces han p o d id o
generar la tendencia a “torcer la b arra en la otra d irecció n ” p ara
com batir la ideología dé la “escuela liberadora”, prim er obstácu­
lo para cu alquier conocim iento científico de la escuela, o a sacri­
ficar a veces a un lenguaje objetivista decididam ente o rie n ta d o
contra la ilusión espontaneísta (o “accionalista”) que n u n ca es
tan probable ni tan peligrosa com o a propósito del sistem a de e n ­
señanza: en efecto, perm ite a los profesores y a los intelectuales
ocultarse la verdad de lo que hacen y de lo que son, form ándose
una im agen com placiente de sus “luchas” y de sus disposiciones
revolucionarias”. Por últim o, la conciencia de que no se pue-
úc confiar en reducir m ediante la refutación lógica arg u m en to s
cu\a insuficiencia lógica presta suficiente testimonio de q u e tan
sólo p u ed e n sostenerse velarse p o r válidos si tienen p o r p rincipio
tazones sociológicas más fuertes que todas las razones lógicas.

La rep ro d u cció n de la estructura social p u ed e efectuarse en y p o r u n a lu­


cha de co m p ete n cia que lleva a u n a sim ple traslación de la e stru c tu ra de
distribuciones d u ra n te (y sólo d u ra n te ) el tiem po en que los in teg ra n te s
de las clases d o m in ad as en tren en la lu ch a en orden disperso, es decir, p o r
medio de las acciones y de las reacciones que no se totalizan sino estadís­
ticamente p o r los efectos extemos que las acciones de unos ejercen so b re las
acciones de los otros, por fuera de toda interacción y de to d a tran sacció n
ENC L A S A M I E N T O , D E S C L A S A M I E N T O , R E E N C L A S A M IE N T O 18 I

y, consiguientem ente, en la objetividad, p o r fu e ra d el control colectivo


o individual, y la m ayoría de las veces en c o n tra d e los intereses indi­
viduales y colectivos de los agentes.11 C u ando ac ep tan las apuestas que
les p ro p o n en los d o m in an tes, los m iem bros d e las clases dom inadas se
d ejan im poner esta fo rm a específica de lu ch a d e clases que es la lucha
d e com petencia: es integradora y, debido al h a n d ic a p inicial, reproductoray
ya que quienes e n tra n e n esta suerte de c a rre ra de persecución, e n la
q u e ya desde la señal d e p artid a están n ec esaria m e n te derrotados -c o m o
q u ed a testim oniado e n la constancia de las d iferen cias-, reconocen im­
plícitam ente, por el solo h echo de com petir, la legitim idad de los fines
perseguidos por aq u ellos a quienes persiguen.
U na vez que detectam os la lógica de los procesos de com petencia (o
d e desbandada) q u e c o n d e n a n a cada a g e n te a reaccionar aisladamente
an te el efecto de las in n u m erab les reacciones d e los otros agentes o, más
exactam ente, ante el resu ltad o de la sumatoria estadística de sus acciones
aisladas, y que re d u cen la clase al estado de masa dom inada por su pro­
pia cantidad y su p ro p ia masa, estamos e n co n d icio n es de p lan tear la
cuestión, actualm ente m uy debatida entre los h istoriadores,112 de las con­
diciones (crisis económ ica, crisis económ ica q u e sobreviene luego d e un
p erío d o de expansión, etc.) en que llega a in te rru m p irse la dialéctica de
las posibilidades objetivas y de las esperanzas subjetivas que se re p ro d u ­
cen m utuam ente: to d o p erm ite suponer q u e u n brusco repliegue de las
posibilidades objetivas co n relación a las esp eran zas subjetivas apeladas
p o r el estado de posibilidades objetivas previo está en condiciones de
d eterm in a r un q u ieb re d e la adhesión que las clases dominadas - d e im­
proviso excluidas objetiva y subjetivamente d e la c a rre ra - otorgan a los
objetivos dom inantes tácitam ente aceptados hasta ese entonces, y tam ­
b ién de posibilitar con ello la invención o la im posición de los objetivos
de u n a verdadera acción colectiva.

11 El límite de esos procesos de acción estadística lo constituyen los procesos


de pánico o de desbandadaen los cuales cada agente hace su aporte a aquello
que teme, al realizar acciones que están determ inadas por el efecto tem ido
(eso sucede con el pánico en el sector financiero): e n todos esos casos, la
acción colectiva, simple suma estadística de acciones individuales no coordi­
nadas, lleva a un resultado colectivo irreductible o antinómico a los intereses
colectivos e incluso a los intereses específicos que persiguen las acciones
individuales.
12 Cf. L. Stone, “T heories of Revolution”, World Polüics, 18 (2), enero de 1966,
pp. 159-176.
5- La representación
de la posición social

La relació n en tre la posición o c u p a d a en el espacio social y


las prácticas no tien e nada de m ecánica y, tal corno lo te stim o n ia n las
diferencias observadas en las prácticas -s o b re todo, en las o p in io n e s (es­
pecialm ente políticas) en tre los o cu p a n te s d e posiciones id é n tic a s -, es
necesario que en la posición, d e p e n d ie n te , p o r su parte y e n t r e o tras
cosas, de la trayectoria que lleva hacia ella, se haga intervenir la r e la c ió n
práctica o rep resen tad a. La posición social, actu al o potencial, e s o b jeto
de percepciones y apreciaciones que d e p e n d e n de la trayectoria pasad a
(por tanto, del h ab itu s) y de los m arcos d e referencia posibles, e s decir,
concretam ente, d e los grupos que p ro p o rc io n a n los indicios c o n c re to s
de la posición y d e los desplazam ientos en el espacio. Según los m o m e n ­
tos -y, especialm ente, según las estrategias en que están c o m p r o m e ti­
dos-, los agentes tie n d e n a privilegiar u n o u o tro de los aspectos b a jo los
cuales cualquier posición social p u ed e ser a p re h e n d id a y a p re c ia d a e n la
práctica: p u ed en situarse p re fere n tem en te e n el espacio social, a p r e h e n ­
dido en la práctica p o r interm edio del g ru p o d e residencia o d e l g ru p o
profesional, o más b ien en el tiempo social, a p re h e n d id o en la p rá c tic a a
través de la trayectoria del linaje, m ed iació n e n tre la historia de la clase
y la historia individual, y de la trayectoria p ro p ia (pasada y e s p e ra d a )
es decir, más precisam ente, m erced a las m odificaciones b ru sc a s de la
pendiente de esas trayectorias, en ascenso o e n declive (más q u e en las
lentas desviaciones continuas y, por ello, insensibles). En otros té rm in o s ,
pueden pensar d iacró n icam en te su p osición, ya sea com o té r m in o d e
una trayectoria -e s decir, por referencia a su p ro p io pasado, con lo cual
el grupo de re feren cia privilegiado es e n to n c e s la familia de o r ig e n o el
grupo de pares (p o r ejem plo, tal o cual c o n ju n to de c o n d is c íp u lo s )-, ya
p or referencia a la posición esperada, q u e se an u n cia por m e d io d e la
tendencia al ascenso o al descenso d e la po sició n ocupada o, m á s p re ­
cisamente, por m ed io del conjunto d e b en e ficio s m ateriales o s im b ó li­
cos a largo plazo q u e los índices de la pendiente respectiva a rro ja n en un
m om ento dado. P u e d e n tam bién a p re h e n d e rla con relación al e s p a c io
184 L A S F S 1 R A r F*OI AS D E L A R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

social p e n sa d o sincrónicam ente, es decir, con referencia no al espacio so­


cial to m ad o e n sn conjunto, sino a la región de ese mismo espacio que en
la práctica se les h ace visible p o r m ed io d e las relaciones d e trab ajo o de
residencia. Vemos q u e no hay espacio p ara elegir entre dos d e las teorías
a m en u d o invocadas para dar cu e n ta d e las prácticas, esp ecialm en te de
consum o, q u e tie n e n en com ún situ ar el origen de las prácticas en el ni­
vel de las re p resen ta cio n es conscientes de la posición social: p o r un lado
las teorías llam adas estructurales, asociadas al nom bre de D uesenberry
que tom an en c u e n ta la estim ación (p o r parte del agente) de la posición
que ocupa en la distribución de los ingresos en el interior del g ru p o ,1 y
p o r el o tro las conocidas com o teorías del ingreso p erm an en te q ue, al in­
tegrar la d u ra c ió n , tom an en cu en ta la estim ación que el ag e n te hace de
la evolución d iacró n ica de sus ingresos.12 Estas teorías no d escrib en nada
más (ni n a d a m en o s) que dos m aneras, desigualm ente probables según
las disposiciones del agente y las coyunturas, de ap reh en d er la posición
social, que p u e d e n afectar al m enos superficialm ente las prácticas (que
de hecho la m ayor p arte del tiem po se rigen por el sentido p ráctico de la
posición, a su vez fu ertem en te ligado a la trayectoria pasada y esp e rad a ).
P articu larm en te in ten so en los p e río d o s de intensa transform ación so­
cial, el desfase e n tre esas dos perspectivas reside en el origen d e m uchos
errores de estrateg ia, a la vez que de todas las estrategias de d o b le ju e g o
y de m ala fe, p o r cuyo interm edio los ag en tes tienden a c o n fu n d ir -ta n to
para sí co m o p a ra los d em ás- la rep resen ta ció n de su propio valor social.
Así, en p e río d o s e n q u e se in cre m en tan las posibilidades de acceso al
sistem a de en se ñ a n z a , un título escolar p u e d e revestir un valor subjetivo
muy d iferen te e n la percepción de su poseedor, según él tom e p re fe re n ­
tem en te co m o m arc o de referencia el co n ju n to de agentes de su g ru p o
etario que c o m p ite n en el m ercado d e trabajo, o el conjunto d e sus as­
cendientes d isp u esto s a atribuirle a su diplom a el valor que se le h ab ía
oto rg ad o en el m erc ad o de trabajo en la época de su ingreso a la vida
activa (y ello ta n to m ás cuanto más alejados están del m ercado escolar).

1 Cf. 0 . S. Brady y R. D. Friedmann, “Savings and the Income Distribution"


Studics m Income and Wealth, X, Nueva York, National Bureau of E conom ic
Research, 1947, pp. 247-265, yj. S Duesenberry. income, Sauing and the The&ry
oj C.onsumer Behavior, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1949 [La
renta, el ahorro y el comportamiento de los consumidores, Madrid, Alianza],
2 Cf. M. frie d m a n n , A Theory of the Consumption Function, Punce ton, P rinceton
University Press, 1957 [Una teoría de la función de consumo, Madrid, Alianza], y
F M odigliani, “Fluctuación® in the Saving-Income Raüo", Studies ¡n Income and
\W.alth, XI, Nueva York, National B ureau o f Economic Research, 1949.
LA R E P R E S E N T A C I Ó N OE [.A P O S IC IÓ N S O C I A L I 85

De m odo general, c u a n d o se sitúa en la perspectiva “estructurar’, cada


ag en te tiende a re c o rta r y a autonom izar la reg ió n del espacio social
d o n d e lo sitúan sus p ro p ied a d es y donde se sitúan sus frecuentaciones
prácticas, a lo cual se a ñ a d e el espacio de las posiciones alternativas sus­
ceptibles de ser razo n ab lem en te proyectadas (el espacio de los posibles).
Esta delim itación estrictam en te social se ve especificada por los efectos
de la delim itación espacial: ya que los agentes siem p re están (en mayor
o m e n o r m edida) vinculados con un espacio social con base local, la
posición en este espacio (pueblo, barrio, c o n ju n to d e condiscípulos, de
colegas, etc.) tiende a o c u lta r en el espado global la posición del subes­
pacio familiar que p u e d e vivenciarse com o un m icrocosm os del espacio
social en conjunto (con sus dom inantes y sus dom inados, etcétera). La
au to n o m ía de los cam pos está en el origen de efectos similares: ya que
los diferentes cam pos p ro p o n e n apuestas relativ am ente inconm ensura­
bles y nunca del todo reductibles entre s í-a u n q u e , p o r otra parte, la un i­
ficación es su ficien tem ente grande para que p u e d a n fijarse equivalencias
e n tre las diferentes form as de capital-, es posible situ ar cada posición en
u n a je ra rq u ía única q u e se obtiene si se acum ulan (sobre la base de leyes
de equivalencia más o m enos rigurosas) todos los recursos y todas las sar-
tisfacciones ofertadas en u n a formación social (operación difícil, incluso
p ara la ciencia); o bien , p o r el contrario, a p re h e n d e rla como incom pa­
rable. Puede co m p ren d erse que sem ejante universo sea adecuado para
favorecer sim u ltán eam ente la ilusión de u n a sociedad sin clases y esa for­
m a larvada de la lu ch a de clases, la búsqueda ansiosa de distinción o de
u n a conform idad en la distinción. Al co n trario de lo que se observa en
las sociedades divididas en castas o en órdenes, d o n d e los grupos están
delim itados por im p ed im en to s jurídicos, los sistem as de clasificación,
m últiples y contradictorios, sólo están muy parcialm ente objetivados e
institucionalizados en form a de códigos (excepción hecha de los códigos
socioprofesionales del INSEE, proclives a establecerse como código ofi­
cial de la identidad social) y existen en form a de esquem as de pensam ien­
to (que pueden regir los pensam ientos incluso si están conscientem ente
revocados). Sem ejante universo social ofrece un cam p o particularm ente
propicio para todas las form as de lucha de clasificaciones fundadas sobre
esa m ezcla de co n o cim iento (práctico) p ro fu n d o y d e desconocim iento
puesto e n ju e g o que suele ser característico en la relación de los agentes
con su posición en el espacio social: suerte de infatuación que a p u n ta a
ap ropiarse de las apariencias asociadas a posiciones más elevadas; faena
de m ala fe, que consiste e n ju g a r con las am bigüedades objetivas d e la
posición y la p luralidad de perspectivas que p u e d e n adoptarse a p ro ­
1 86 [.AS ESTRATEGIAS DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

pósito de aquellas pata llegar a “contentarse"; estrategias en las cuales


unos apuntan a imponer el sistema de clasificación más favorable a sus
intereses (por ejemplo, la estructura de su posición en la distribución
donde están mejor ubicados se aplica para fijar su posición en todas las
distribuciones), mientras que los defensores de los demás principios de
jerarquización se apresuran a denunciar esta “pretensión”; luchas orga­
nizadas y colectivas (políticas), que apuntan a modificar los principios de
percepción y de apreciación de las distribuciones, y simultáneamente la
forma real de esas distribuciones.
6. Una clase objeto

PAGUE PAYSÁ (¡PAGA, CAMPESINO!)*

Si hay u n a verdad, es que la v erd ad del m undo social e s o b jeto


de luchas: p o rq u e el m undo social es, p o r u n a parte, re p re s e n ta c ió n y
voluntad; p o rque la representación q u e los g ru p o s hacen de sí m ism os
y de los otros g rupos contribuye, en g ran m edida, a hacer a q u e llo q u e
los grupos son y aq u ello que hacen. La re p resen ta ció n del m u n d o social
no es un dato ni, lo que viene a se r lo m ism o, un registro, u n reflejo,
sino el p ro d u cto de innum erables acciones de construcción, s ie m p re ya
hechas y siem pre p o r rehacer. Dicha re p re se n ta c ió n se d e p o s ita en las
palabras com unes, térm inos perform ativos q u e constituyen el sen tid o
del m undo social tan to como lo registran, consignas que c o n trib u y e n a
producir el o rd e n social, inform ando el p en sa m ie n to de este m u n d o y
produciendo así los grupos por ellas d esig n ad o s y movilizados. E n sum a,
la construcción social de la realidad social se cum ple en y m e d ia n te los
innum erables actos de construcción an tag o n istas que en cada m o m e n to
los agentes efectúan, en sus luchas individuales o colectivas, e s p o n tá n e a s
u organizadas, p a ra im poner la re p re se n ta c ió n del m undo s o c ia l más
conform e a sus intereses; luchas m uy desiguales, por su p u e sto , ya q u e
los agentes tien en un muy variable d o m in io de los in stru m e n to s de p ro ­
ducción de la representación del m u n d o social (y, aun más, d e los ins­
trum entos de p ro d u c ció n de esos in stru m e n to s) y tam bién p o r e l h e c h o
de que los in stru m en to s que se les o frece n , en lo inm ediato, c o m p le ta -

* Expresión bearnesa que, en contextos muy diferentes, se utiliza p a r a decir


sim plem ente que alguien debe “pagar los platos rotos” o, en un s e n tido
más específico, que siempre el débil, el pobre, el campesino, es q u ie n “paga
el pato”, quien se deja atropellar, quien está en falta. Según la e tim o lo g ía
popular, indudablem ente fundada sobre el caso particular, se tr a ta r ía de la
exclamación que uno profiere cu an d o el Estado impone nuevas c a rg a s.
[N. de T ]
i¡> 8 l a s e s t r a t e g ia s d e la r e p r o d u c c i ó n s o c ia l

m entó listos -e n especial, el lenguaje corriente y los térm in o s de sentido


c o m ú n - son, debido a la filosofía social que vehiculan en estado implí­
cito, m uy desigualm ente favorables a sus intereses según la posición que
ocupan en la estructura social.
P or ello, la historia social d e las representaciones sociales del mun-
do social form a parte de los elem en to s prelim inares de la ciencia del
m u n d o social q u e vehicula -e sp e c ia lm e n te en las oposiciones que activa
(Geineinschaft / Gesellschaft, folh / urban, etc.) para p en sa r el m u ndo so­
cial, o en las divisiones según las cuales se organiza (sociología rural y
sociología u rb an a, e tc .)- toda la filosofía social que está inscripta en las
oposiciones más ordinarias de la experiencia ordinaria del m u n d o social
(c a m p o /c iu d a d , ru ra l/u rb a n o , e tcé tera ). El inconsciente -se g ú n decía
poco m ás o m enos, D urkheim - es la historia, no hay o tro m edio de que
uno se a p ro p ie p o r com pleto de su propio pensam iento del m u n d o so­
cial si no es al reconstituir la génesis social de los conceptos, productos
históricos de las luchas históricas q u e la am nesia de la génesis eterniza y
reifica. La h istoria social o sociología histórica no valdría (quizá) la p en a
ni un in stan te si no se inspirara e n esta intención de re ap ro p iació n del
p ensam iento científico por sí solo, constitutiva de la in ten ció n científica
más actual y rnás activa.1 . ............
Esta sociología histórica de los esquem as de pensam iento y d e percep ­
ción d el in u n d o social se o p o n e, tan to en sus intenciones com o en sus
m étodos, a las diferentes variantes actualm ente en boga d e la historia de
las ideas y en especial a la que se da ínfulas de radicalism o crítico m ien­
tras a rre m e te co n tra adversarios m u erto s y enterrados. No cuesta gran
cosa -d e c ía E ngels- lanzar la g u e rra con fórmulas g en erales co n tra la
esclavitud y otras cosas sem ejantes, y verter sobre tal infam ia u n a indig­
nación m oral superior. D esgraciadam ente, eso no en u n cia n ad a más que
lo que todo el m undo sabe, a saber, q u e esas instituciones antiguas no co­
rresp o n d en más a nuestras c o ndiciones actuales ni a los sen tim ien to s q ue
d eterm in a n en nosotros esas condiciones. Pero esto no nos en se ñ a nada
sobre la m an era com o esas instituciones han nacido, sobre las causas por
las cuales han subsistido ni sobre el rol que han ju g ad o en la historia”.-’

1 f.n términos concretos esto significa que, cuando se transform a en una


acumulación pos,tiv.su de inform ación más o menos anecdótica acerca de
los espec,alistas de épocas pasadas, p or fuera de toda referencia a las obras
que han producido, la historia social de las cencías socales carece cas, por
completo de interés, “2
2 F. Engels, AníiDuhnng, París, Éditions Sociales, 1971, pp. 213-214. También
UNA C L A S E O B J E T O I 89

Como no es capaz d e d ar con las necesidades que confieren a las institu­


ciones y a las co n d u ctas su necesidad histórica, la “investigación” históri­
ca, que d eb e ría p ro p o rcio n ar los m edios de acorralar el inconsciente de
clase, le p ro p o rc io n a u n a máscara -q u e p o r o tra parte se vuelve bastante
transparente cu an d o , p o r ejem plo, la in ten ció n es dem ostrar q u e la es­
cuela, esa invención d e los clérigos y de los pastores, puesta a p u n to p o r
pequeños burgueses, funciona gracias a p eq u eñ o s burgueses represivos
con el objetivo de transform ar a los o b re ro s en burgueses más burgueses
que los b u rg u e se s-.3 Lo que (en este caso com o en ottras o p o rtu n id ad es)
torna posible y -m á s allá de lo que p u ed a pensarse al resp ecto - necesa­
ria la indignación b urguesa contra los p eq u e ñ o s burgueses y c o n tra los
proletarios a q u ien es aburguesan con sus escuelas o sus sindicatos es,
además de las disposiciones del habitus burgués, la ignorancia d e las co n ­
diciones sociales de producción de los ag en tes y de las instituciones que
ellos hacen fu n c io n a r o, más precisam ente, la indiferencia resp ecto de
las formas específicas q ue reviste la explotación en las diferentes categorías
de explotados, y m uy especialm ente e n tre los pequeñoburgueses, cuya
alienación específica reside en el hech o de que suelen estar obligados a
hacerse cóm plices, a la vez constreñidos y an u en tes, de la explotación de
los otros y de sí m ism os.4
Así, las historias d e terro r de las abuelas burguesas se vuelven el cu en to
chino de las nietas que rom pen con (ciertas interdicciones de) la bur­
guesía. Pero eso no es todo: la indignación retrospectiva es tam bién una

podría citarse Antonio Gramsci, (Euvres choisies, París, Éditions Sociales, 1959,
pp. 155-155.
3 C f A. Q uerrien, Généalogie des équipements collectifs, leséquipements de n&rmalisa-
tion, l'Ecole primaire, París, CERFI, 1975. Q uienes consideren ese “resum en"
com o sum ario (o “primario"...) podrán remitirse a las páginas 111-135 en
procura del retrato del maestro de escuela como cagatintas em brutecido de
tanto asentar registros o como pequeño burgués onanista o sadomasoquista;
y a las páginas 140-145 en procura de la lección de savoir-vivre burgués a los
maestros pequeñoburgueses y a sus sueños de poder.
4 La intención misma de recobrar las razones de ser, además de estar excluida
por el desprecio de clase, supone algo muy distinto a la consulta de ciertos
textos pintorescos encontrados al azar de los catálogos de la Biblioteca
Nacional. Basta con saber a costa de cuántos esfuerzos los historiadores (cf.
J. Ozouf, i\rous les maitres d'écoles, París, Gallimard Juiliard, 1967, y F. Furet yj.
Ozouf, Lire el éctire, 2 vols., París, Minuit, 1978) han podido dar respuesta a
dicha cuestión, zanjada de paso (p. 151), para convencerse de que, com o en
Jean-Baptiste de la Salle y Freinet, según Anne Querrien, la innovación es,
en Anne Q uerrien y en todos los autores de la misma veta, “producto de la
voluntad de no fatigarse” (p. 145).
1C)0 L A S ESTR ATE GIAS DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C IA L

manera de justificar el presente. En efecto, denunciando (como algún


otio) la fuerza bruta en la era de los modales suaves, a la dama de cari­
dad que leía al Barón de Gerando a la edad en que la asistente social cita
su Lacan, esta historia liberada (del trabajo de investigación histórica)
contribuye a legitimar el más reciente estadio de las instituciones de do­
minación, que deben lo más específico de su eficacia al hecho de seguir
siendo profundamente irreconocibles (entre otras razones, porque se
definen precisamente contra la retaguardia “ya superada”).1’
Paia que la historia social tenga el valor de un psicoanálisis del espíritu
científico y de la conciencia social, tiene que reconstruir por completo
-es decir, mediante un trabajo a decir verdad interminable- las condi­
ciones sociales de producción de las categorías sociales de percepción
' dC rePresentac*ón del mundo natural o social donde puede residir el
principio de realidad de ese mundo cuando, transformada en cuadro ar­
tísticamente construido y en paisaje arquitectónicamente dispuesto, la
naturaleza misma impone las normas de su propia percepción, de su

5 J. Donzelot, La pólice des familLes, París, Minuit, 1977.


b Y naturalmente, como antaño, es sobre las familias obreras, las familias despo­
seídas, que ejercerán su m isionado de propagación de esas nuevas normas
que tan bien les hacen vivir. La ‘libertad sexual’, el control de natalidad, la
exigencia relacional, la psicopedagogía, serán difundidas según las mismas
modalidades, según el mismo intervencionismo tecnocráhco que se ha usado antaño
para vender las cajas de ah o rro y la escolarización: la incitación promocional
y la culpabihzaoón consecuente de las familias que, al o p o n e r resistencia,
malogran las oportunidades de sus miembros. En el lanzam iento de la
planificación familiar resuena el eco de un discurso viejo de más de dos sivlos” ([.
onzelot, ob. cit., pp. 199-200; el subrayado nos pertenece). Este sobrevuelo
por la historia reúne todas las condiciones de un alto rendim iento simbólico
en el mercado de productos culturales: el vaivén incesante en tre las alusiones
cómplices al presente -apropiadas para producir el efecto de “gran crítica”-
y as refere»cias deshilvanadas ydescontextualízadas al pasado -adecuadas
para dar apariencia de “gran cultura”- y el consiguiente cruce de exigencias
dispensa de cualquier investigación sistemática sobre el presente -que tan
solo quitaría al discurso su altura filosófica-, v a la vez de toda investigación
porm enorizada sobre el pasado -que, resituando las instituciones y las
prácticas en el sistema del cual reciben su sentido y su necesidad sociológi­
ca, constituiría al pasado com o pasado y anularía el objeto de indignación
retrospectiva. Y para cim entar el sobrevuelo objetivista (que liquida comple­
tam ente el estudio de los agentes y las investigaciones a veces interminables
que impone) basta con remitirse a esta suerte de teleología de lo peor que
reduce la historia al devenir cuasimecánico de instancias intem porales e
impersonales de nom bres alegóricos: “En definitiva, intentar comprender el
efecto socialmente decisivo del trabajo social (llamado en otro sitio “lo asistencial" j
a partir del arreglo estratégico de las tres instancias que lo componen, lo judicial, lo
psiquiátnco y lo educativo" (J. Donzelot, ob. cit., pp. 93-94)
UNA C L A S E O B J E T O LC)l

propia a p ro p ia ció n y cuando la perspectiva deja de ser un p u n to d e vista


o rd en ad o r so b re el m undo para d ev e n ir el o rd e n m ismo d el m ím e lo . El
mérito del m uy b u en libro de R aym ond Williams, El campo y la ciu d a d ,7 es
recordar no sólo que no hay nada de n a tu ra l en la p ercep c ió n d e l m u n ­
do natural m ism o -lo que se sabe desd e h ace m ucho tiem po, e n e sp e c ia l
gracias a la v erd ad era genealogía social de las categorías d e p e r c e p c ió n
del m u n do n atu ra l que nos ha a p o rta d o Erwin Panofsky-,8 sino ta m b ié n
que ella es indisociable de una relación co n el m undo social; q u e el p u n ­
to de vista so bre el m undo natural, y (a fortiori) sobre el m u n d o so cial,
depende de la altu ra social desde d o n d e se adopta. Así, la representación
burguesa del m u n d o , ya sea el “paisaje n a tu ra l” del landscape garderungo
bien la psicología ap arentem ente a h istó rica de las novelas de J a n e Alis­
ten y de G eo rg e Eliot tal como las analiza Raymond W illiams, im p a rte
bajo una fo rm a objetivada la verdad de la relación burguesa co n el m u n ­
do natural y social que, tal com o la m ira d a distante del p a se a n te o del
turista, p ro d u c e el paisaje como paisaje, es decir, com o d e c o ra d o , p aisaje
sin paisanos, cultivos sin cultivadores, e stru c tu ra e stru c tu rad a sin tra b a jo
estructurante, finalidad sin fin, o bra d e arte. El m isterio del “e n c a n to
etern o ” del a rte burgués se desvanece si se ve que todo lo q u e e n l i te r a t u ­
ra o p in tu ra (sin h ab lar de la música) fu n c io n a com o u n a denegación (en
el sentido de F reud) de las relaciones sociales, p redispone a la o b r a de
arte a ser reactivada, si no in d efin id am en te, al m enos d u ra n te el tie m p o
en que no se le pida nada más que c u a n to está o rig in aria m e n te d is p u e s ­
ta a ofrecer, es decir, una evocación n eu tra liz ad a del m u n d o so c ia l que
habla de ese m u n d o de modo tal que d a ría la sensación de no h a b l a r al
respecto.
D om inadas incluso en la p roducción d e su im agen del m u n d o so c ia l
y, por co n sig u ien te, de su identidad social, las clases d o m in a d a s n o ha­
blan, son habladas. Los dom inantes tie n e n , entre otros privilegios, e l de
controlar su p ro p ia objetivación y la p ro d u c ció n de su p ro p ia im a g e n :
no solam ente p o r cuanto poseen un p o d e r más o m enos a b s o lu to so­
bre aquellos q u e contribuyen d ire c ta m e n te a ese trabajo de o b je tiv a c ió n
(pintores, escritores, periodistas, etc.), sin o tam bién p o rq u e c u e n ta n con
ios m edios p ara prefigurar su propia objetivación m ed ian te to d o u n tra ­

7 R. WiUiams, The Country and the City, Londres, Chatto and W indus, 1973 [El
campo y la ciudad, Buenos Aires, PaidósJ.
8 E. Panofsky, La perspective comme forme vymbolique, trad. fr, París, M inuit, 1075
[La perspectiva comoforma simbólica, Barcelona, Tusquetsj.
192 L A S E S T R A T E G I A S DE L A R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

bajo d e rep resentación, co m o se decía en otras épocas, es decir, m edian­


te u n a teatralización y u n a estetización de su p e rso n a y de su conducta
q u e a p u n ta n a p o n er de m anifiesto su condición social y, sobre todo, a
im p o n e r su representación. En resumen, el d o m in a n te es quien llega a
im p o n e r las norm as de su p ro p ia percepción, a ser percib id o como él se
p e rc ib e , a apropiarse su p ro p ia objetivación, re d u c ie n d o su verdad ob­
jetiv a a su intención subjetiva. P or el contrario, u n a d e las dim ensiones
fu n d a m e n ta le s de la alien a ció n reside en el h ec h o d e q u e los dom inados
d e b e n c o n ta r con una v erd ad objetiva de su clase q u e ellos no han foija-
d o , co n esta dase-para-los-demás que se im pone a ellos com o una esencia,
u n d e s tin o , fatum, es decir, co n la fuerza de lo q u e se dice con autoridad:
invitados u n a y otra vez a a d o p ta r sobre sí m ismos el p u n to de vista de
tos o tro s, a cargar sobre sí u n a mirada y un ju ic io de extraños, están
sie m p re expuestos a volverse ajenos a sí mismos, a d e ja r de ser los sujetos
del ju ic io que recae so b re ellos, el centro de perspectiva desde la cual
se ven a sí mismos. E ntre todos los grupos do m in ad o s, la clase campesi­
na, in d u d a b le m e n te p o rq u e n u n c a se ha dado o n u n c a se le ha dado el
c o n tra d isc u rso capaz d e co n stitu irla en sujeto de su p ro p ia verdad, es el
e je m p lo p o r excelencia d e la clase objeto, com petida a form ar su propia
su b jetiv id ad a p artir de su objetivación (y en ello m uy cercana a las vícti­
mas d el racism o). De esos in tegrantes de una clase desposeída del p o d er
d e d e fin ir su propia id e n tid a d , no puede siquiera decirse que son lo que
son, pu es el térm ino m ás usual para designarlos p u e d e funcionar, en su
p ro p ia percep ció n, com o u n a injuria; presta testim o n io de ello el recur­
so al eufem ism o: agricultor, p eq u eñ o propietario agrario. Enfrentados
a u n a objetivación que les a n u n c ia lo que son o lo q u e han de ser, no
les q u e d a o tra elección q u e reto m ar por su cu e n ta (y en la versión m e­
nos desfavorable) la d e fin ic ió n que Ies es im puesta, o bien definirse en
re a c c ió n co n tra ella: es significativo que la re p resen ta ció n dom inante
esté p re se n te en el seno m ism o del discurso d o m in ad o , en la lengua mis­
m a c o n la cual se habla y se piensa, el “paju eran o ”, “p a lu rd o ”, “puebleri­
n o ”, " p a le to ” que habla co n accent du terroir [“ac en to de tierra ad e n tro ”]
tie n e su c o rresp o n d ien te casi exacto (en bearnés) en el paysanas empay-
sarut, el m acizo cam pesino “encam pesinado”, q u ie n con sus esfuerzos
p o r h a b la r el francés m ien tras lo deform a (francimandeja) queda expues­
to a la b u rla y a quien su pesadez, torpeza, ig n o ran cia e inadaptación al
m u n d o citad in o lo co n sag ran com o el héroe favorito de los chistes de
esc a rn io más típ icam ente cam pesinos.
La fo rm ació n de u n a id e n tid a d in h ere n tem en te heterónom a, por
re acc ió n , y (en consecuencia) a veces reaccionaria, es tanto más difícil
una cla se o b jet o 193

cuanto las im ágenes con que debe c o n ta r son de por sí contradictorias,


al igual q u e las funciones a cuyo servicio las ponen qu ien es las produ­
cen. Es cierto q u e casi nunca se p ien sa a los cam pesinos en sí mismos
y para sí m ism os, y que aun los discursos q u e exaltan sus virtudes o las
de la cam p iñ a nunca son otra cosa q u e u n a m anera eufem ística o un
giro elíptico co n que hablar de los vicios d e los obreros y de la ciudad.
Simple p re te x to para prejuicios favorables o desfavorables, el cam pesino
es objeto d e expectativas por d efinición contradictorias, ya que no debe
su existencia en el discurso más q u e a los conflictos que* se resuelven en
relación co n él. Así, en la actualidad, los diferentes sectores del campo
de p ro d u c ció n ideológica le p ro p o n e n e n un mismo m o m e n to las más
incom patibles im ágenes de sí m ism o. P aiad o ja p artic u la rm en te palm a­
ria en el o rd e n de la cultura y (sobre to d o ) de la lengua, d o n d e ciertas
fracciones de intelectuales, im pulsados p o r la lógica de sus intereses es­
pecíficos, les piden, por ejem plo, q u e vuelvan a sus lenguas vernáculas
en el m o m e n to en el que las exigencias tácitas de los m ercados econó­
mico, m atrim o n ial y escolar les im p o n e n , más b ru talm en te q u e nunca,
dejarlas d e lado. Pero quizá la co n tra d icció n es más a p a re n te que real,
ya que las divisiones más irreductibles e n el plano subjetivo p u ed e n or­
ganizarse objetivam ente en u n a división del trabajo de dom inación: la
folclorización, q u e pone al cam pesinado en el m useo y convierte a los
últimos cam pesinos en guardianes de u n a naturaleza tran sfo rm ad a en
paisaje p a ra citadinos, es el c o n e la to necesario de la desposesión y de la
expulsión. De hecho, en eso consisten las leyes del beneficio diferencial,
la form a fu n d am en tal del beneficio de distinción que asignan a los cam­
pesinos sus reservas, con lo cual te n d rá n todo el tiem po libre p ara danzar
y cantar sus borracheras y rondas, para m ayor satisfacción de etnólogos y
de turistas citadinos, m ientras su existencia siga resu ltan d o económ ica y
sim bólicam ente rentable.
Es co m p ren sib le que in d u d ab lem en te haya pocos g ru p o s q u e sostie­
nen relaciones m eaos simples con su propia identidad, q u e (p o r decirlo
en u n a p alab ra) estén más co n d e n ad o s a la “in a u te n tic id a d ” que esos
“sim ples en quienes todas las ti adiciones conservadoras buscan el mo­
delo d e la existencia auténtica . No es asunto de hoy el q u e los cam pesi­
nos, u n a y o tra vez enfrentados a la dom inación in escindiblem ente eco­
nóm ica y sim bólica de la burguesía urbana, no tengan o tra elección que
re p resen ta r el papel -p a ra los citadinos y tam bién p ara sí m ism os- de
una u o tra de las figuras del cam pesino: la del cam pesino respetuoso (la
cum ple e n el populism o po p u lar), que habla de su tierra, de su casa y de
sus anim ales co n inflexiones p iopias de una redacción d e escuela prim a­
194 LA S E S T R A T E G I A S d e LA R E P R O D U C C I O N s o c i a l

ria, o la del cam pesino heideggeriano que p ien sa ecológicam ente, que
sabe tom arse su tiem p o y cultivar el silencio y, p o r su profunda sensatez,
surgida de vaya a saberse d ó nde, asom bra a los residentes estacionales,
o incluso la del cam p esin o encam pesinado q u e , no sin cierto recelo de
iro n ía y de m enosprecio, asum e el rol de “sim p le ”, “p ueblerino”, b u en
salvaje, e incluso el de cazador furtivo, a veces un poco brujo, que im ­
p resiona a los citadinos tan to por su h abilidad para descubrir hongos
silvestres o arm ar tram pas con lazos, com o p o r sus talentos de c u ran d ero
o sus creencias de tiem pos idos.
La constitución de la identidad colectiva p lan tea a los cam pesinos (>> a
La ciencia socialj p ro b lem as que no son más sim ples que los de la id en ti­
d ad individual. Se sabe la historia ejem plar de esos campesinos del Boca-
ge [al Sur del Loira) que, portadores de las reivindicaciones más radica­
les de 1789, p ro p o rc io n a ro n algunos años más tard e sus partisanos más
encarnizados a la C ontrarrevolución de la Vendée.-' Obligados a consti­
tuirse contra -e n p rim e r lugar, contra el clero y sus propiedades, luego
co n tra la burguesía u rb a n a, gran acaparadora de tierras y de revolucio­
n es-, los cam pesinos (a quienes hay que sum ar las fracciones del m u n d o
rural q u e en cierto m o d o representan su lím ite, com o los trabajadores
d e los bosques, antítesis absoluta de los hab itan tes del burgo) parecen
destinados a esos co m bates de retaguardia c o n tra las revoluciones a las
cuales ciertas veces h an prestado servicio, p o rq u e la form a específica de
dom inación que su fren hace que tam bién estén desposeídos de los m e­
dios p ara apropiarse del sentido y de los beneficios de su rebelión: sin
pretensiones de ver en ello invariantes de una co n d ició n cam pesina cuya
inm ensa diversidad sólo la ceguera citadina ig n o ra, eso no obsta para
q u e la estrechez del cam p o de las relaciones sociales, favoreciendo la
falsa contextualización, suela orientar e rra d a m e n te la rebelión. La oclu­
sión del horizonte cu ltu ral, la ignorancia de todas las formas de o rg a n i­
zación y de disciplina colectiva, y las necesidades de la lucha individual
co n tra la naturaleza y d e la contienda por la posesión del suelo y tantos
otros rasgos de sus condiciones de existencia p re d isp o n e n a los cam p e­
sinos a esta suerte d e individualismo anarquista q u e les prohíbe pensarse
a sí mismos com o m iem bros de una clase capaz de movilizarse en pos
de una transform ación sistem ática de las relaciones sociales. Por esto,
incluso cuando cu m p len su rol de fuerza de revolución, como en tantas

9 P. Bots, Paysans de l'Ouest. Oes structumecono/ruques el sociales aux opinions potin­


ques depius Vépoque révolutionnaire, Parts - La Haya, Mouton, 1960.
U N A C L A S E O BJ E TO t Q5

revoluciones recientes, tienen todas las posibilidades de ap arecer, tar de


o tem p ra n o , com o reaccionarios, al no haber p o d id o im p o n erse c o m o
fu o n a revolucionaria .
P A R T E III

Elementos de definición
de las formas de capital
7* Capital simbólico y clases sociales

Ser noble es d errochar, es una o b lig ació n d e exhibirse, es


estar co n d en ad o , so pena de d ec ad en c ia , al lujo y al gasto.
Diría incluso q u e esta tendencia a la p ro d ig a lid a d se afianzó
a comienzos del siglo XIII, com o re acc ió n c o n tra el ascenso
social de los nuevos ricos. Para d istin g u irse d e los villanos, e s
necesario estar p o r encim a de ellos, m o strá n d o se más g e n e r o ­
sos. El testim onio de la literatura es a q u í form al. ¿Q ué o p o n e
al caballero y al advenedizo? El se g u n d o es avaro, el p rim e ro
es noble p o rq u e alegrem ente gasta to d o c u a n to tiene, y p o r­
que está re p le to .d e deudas.
Georges d u b y , Hommes et structures da Moyen Age

Toda iniciativa científica de clasificación d e b e ten er en c u e n ta


q u e los agentes sociales se m uestran como o b je tiv a m e n te ca rac te rizad o s
p o r dos tipos diferentes de propiedades: p o r u n a p a rte , propiedades m a ­
teriales, que, com en zan d o p o r el cuerpo, se d e ja n e n u m e ra r y m e d i r
com o cualquier otro o b jeto del m undo físico; p o r o tra parte, p r o p ie d a ­
des simbólicas que les sobrevienen en su relació n c o n sujetos capaces dLe
percibirlas y de apreciarlas, y que dem andan ser in te rp re ta d a s según s u
lógica específica. Esto significa que la realidad social autoriza dos lectci-
ras diferentes: por un lado, aquellas que re c u rre n a un uso ob jetiv ista
d e la estadística para establecer distribuciones (e n el sen tid o estadístico y
tam b ién económ ico), expresiones cuantificadas d e có m o , en tre un g r a n
n ú m e ro de individuos en com petencia, se re p a rte u n a cantidad f in ita
d e en erg ía social a p re h e n d id a m erced a los “in d ic a d o re s objetivos” ( e s
decir, las propiedades m ateriales); por otro lado, aq u ellas que se e n c a r ­
g an de descifrar significaciones y actualizar las o p e ra c io n e s co g n itiv as
p o r cuyo interm edio los agentes las producen y las descifran. La p r im e r a
o rien tació n apunta a asir u n a “realidad” objetiva p o r com pleto in a c c e si­
ble a la experiencia co m ú n y hacer surgir “leyes”, es decir, relaciones s i g ­
200 LA S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C IA L

nificativas - p e r o en el sentido d e no aleatorias- en tre distribuciones; la


seg u n d a to m a p o r objeto no la “re alid ad ”, sino las rep resentaciones que
de ella se fo rjan los agentes y q u e constituyen la “re alid ad ” e n te ra de un
m u n d o social concebido, a la m a n e ra de los filósofos idealistas, “como
re p re se n ta c ió n y voluntad”. U nos, q u e adm iten la existencia de una “rea­
lid a d ” social “in d ep en d ie n te de las conciencias y de las voluntades indivi­
d u a le s”, fu n d a n muy lógicam ente las construcciones de la ciencia sobre
u n a ru p tu ra con las rep resen tacio n es com unes del m u n d o social (“las
p re n o c io n e s ” d u rk h e im ian a s); los otros, que reducen la realidad social
a las re p resen ta cio n es que forjan a propósito de ella los agentes, se dan
p o r o b jeto , m uy lógicam ente, el conocim iento prim ordial del m undo
social:1 m e ro “inform e de los in fo rm es”, como dice G arfinkel, esta “cien­
cia” q u e tie n e por objeto u n a “cien c ia”, aquella que h acen funcionar
los ag en tes en su práctica, tan sólo puede registrar los registros de un
m u n d o social que, alcanzado el p u n to límite, apenas sería producto de
las e stru c tu ra s m entales, es decir, lingüísticas.
A d ife re n c ia de una física social, la ciencia social no p u ed e reducirse
a un re g istro d e distribuciones (casi siem pre continuas) de indicadores
m ateriales d e las diferentes especies de capital. Sin identificarse vez algu­
na con u n “inform e de los in fo rm e s”, debe integrar en el conocim iento
(cien tífico ) del objeto, el c o n o c im ien to (práctico) q u e los agentes (el
o b jeto ) tie n e n del objeto. D icho d e o tro modo, debe h a c e r e n tra r en el
c o n o c im ie n to (científico) de las distribuciones m ateriales y de la com pe­
ten cia p o r los bienes escasos el conocim iento práctico q u e a ese respecto
p o stu lan los agentes, p ro d u c ie n d o divisiones individuales o colectivas
q u e son tan objetivas com o las distribuciones establecidas p o r los balan­
ces c o n ta b le s de la física social.
El p ro b le m a de las clases sociales ofrece una ocasión particularm ente
favorable p a ra asir la oposición e n tre las dos perspectivas: el antagonis­

1 Al tom ar en consideración aquí sólo esa forma de la física social (representa­


rla por Durkheim, entre otros) que está de acuerdo con la cibernética social
para admitir que no se p u ed e conocer la “realidad” a m enos que se pongan
en funcionam iento instrum entos lógicos de clasificación, no se pretende
negar la peculiar afinidad entre la energética social y la inclinación positi­
vista a ver las clasificaciones ya sea como recortes arbitrarios y “operatorios"
(clases de edad o las franjas de ingreso), ya como cortes “objetivos” (discon­
tinuidades de las distribuciones o inflexiones de las curvas) que bastaría con
registrar. Se pretende observar solamente que la alternativa fundam ental se
establece no entre la “perspectiva cognitiva" y el behaviorismo (o cualquier
o tra forma de mecanicismo), sino entre una herm enéutica de las relaciones
de sentido y una mecánica de las correlaciones de fuerzas.
C A P I T A L S I M B Ó L I C O Y CL A S E S S O C I A L E S 201

m o visible entre aquellos que desean probar la existencia de las clases


y aquellos que d esean negarla, y con ello d e ja r concretam ente de m a­
nifiesto que las clasificaciones son objeto de lucha, disimula, en efecto,
u n a oposición más im p o rtan te, que concierne a la teoría misma del co­
nocim iento del m u n d o social. Unos, al a d o p tar en p ro de las necesidades
de la causa el p u n to de vista de la física social, no qu ieren ver en las cia­
ses sociales otra cosa q u e conceptos heurísticos o categorías estadísticas
arb itrariam en te im p u estas p o r el investigador q u e introduce así la dis­
co n tin u id ad en u n a realid ad continua. Los otros buscan fAndar sobre la
experiencia de los ag en tes la existencia de las clases sociales: se esfuerzan
p o r establecer q u e los agentes reconocen la existencia de clases d iferen ­
ciales según su prestigio, que pueden asignar individuos a esas clases en
función de criterios más o m enos explícitos y q u e ellos se piensan com o
m iem bros de clases.
La oposición e n tre la teo ría marxista, en la forma estrictamente objetivista
q u e suele revestir, y la teo ría weberiana que traza distinciones e n tre la
clase social y el g ru p o de estatus (Stand), d efin id o p o r propiedades sim ­
bólicas tales co m o aq uellas que configuran el estilo de vida, constituye
o tra form a ig u alm en te ficticia de la alternativa e n tre el objetivismo y el
subjetivismo: el estilo de vida no cum ple - p o r defin ició n - su función
de distinción, sino p a ra los sujetos dispuestos a reconocerla, y la teo ría
w eberiana del g ru p o de estatus es muy cercan a a todas las teorías subjeti-
vistas de las clases q u e , co m o la de W arner, h a c e n e n tra r el estilo de vida
y las rep resen ta cio n es subjetivas en la co nstitución de las divisiones socia­
les. Sin em bargo, el m érito de Max W eber reside en que, lejos de consi­
derarlas exclusivas, c o m o la m ayor parte de sus com entaristas y epígonos
n o rteam erican o s, reúne las dos concepciones opuestas, planteando así el
pro b lem a de la d o b le raíz de las divisiones sociales, en la objetividad de
las diferencias m a te ria le s y e n la subjetividad d e las representaciones. Sin
em bargo, a p o rta a esta cuestión, sim u ltán e am en te velada, una solución
de ingenuo re alism o , al d iferenciar dos “tipos” d e grupos allí d o n d e sólo
hay dos modos de existencia p ara todo grupo.
La teoría d e las clases sociales debe, pues, su p e ra r la oposición e n tre
las teorías objetivistas q u e identifican las clases (siquiera para dem ostrar
per absurdum su in ex isten cia) con grupos discretos, meras poblaciones
en um erables y se p a ra b le s p o r fronteras objetivam ente inscritas en la
realidad, y las te o ría s subjetivistas (o, si se prefiere, marginalistas) que
red u cen el “o rd e n so cial” a una suerte de clasificación colectiva o b ten id a
de la sum atoria d e clasificaciones individuales, enclasadas y enclasantes,
m erced a las c u a le s los agentes se clasifican y clasifican a los demás.
20 2 LAS E S TR A TE G IA S DE LA R E P R O D U C C I Ó N NOCIAI.

El desafío lanzado p o r q u ie n e s echan m ano de arg u m e n to s en la conti­


n u id a d de las distribuciones p ara negar la existencia de las clases sociales
se im p o n e a quienes in te n ta n restablecerlo com o apuesta estúpida y caza-
bobos: en efecto, no deja o tra elección que confronta!, indefinidam ente,
las en u m eracio n es co n trad icto rias de las clases sociales que constan en la
o b ra de Marx, o pedir a la estadística que resuelva estas nuevas formas de
p arad o ja que hace surgir, e n la operación misma p o r cuyo interm edio re­
vela las diferencias y p erm ite m ed ir rigurosam ente su am plitud, b o rran ­
do las fronteras entre los ricos y los pobres, los burgueses y los pequeños
burgueses, los hom bres de c iu d ad y los de cam po, los jóvenes y los viejos,
los d e los suburbios y los parisinos, y así sucesivam ente. La tram pa se
cierra, despiadadam ente, so b re aquellos que, en n o m b re del marxismo,
hoy en día nos anuncian, lu eg o de llevar la contabilidad com o alm acene­
ros positivistas, que los p eq u eñ o s burgueses “son, a lo sum o, 4 311 000”.
Los sociólogos de la c o n tin u id a d , en su m ayoría m eros “teóricos” -e n
el sen tid o , muy o rd in ario, de q u e sus afirm aciones no se apoyan sobre
evaluación em pírica a lg u n a - siem pre tienen la carta ganadora, m ientras
d e ja n a sus adversarios la p ru e b a experim ental; p o r eso bastaría contra­
p o n erle s la figura de P árete, cuya autoridad citan a m en u d o : “No se pue­
de traz ar una línea para se p a ra r de m odo absoluto los ricos y los pobres,
los p o seedores de capitales prediales (en tierras o inm uebles) y los tra­
bajadores. Varios autores p re te n d e n deducir p o r ello la consecuencia de
que e n nuestra sociedad no se estaría en condiciones de hablar de una
clase capitalista, ni de o p o n e r los burgueses a los trab ajad o res”. Daría
igual señalar, prosigue P areto, que no existen viejos p o rq u e no se sabe a
qué ed a d , en qué m o m en to de la vida, com ienza la vejez.
En cu anto a reducir el m u n d o social a la rep resen ta ció n que unos for­
ja n d e la representación q u e los dem ás les asignan o, más precisam ente,
a la su m ato ria de re p resen tacio n es (mentales) q u e cada agente se form a
de los dem ás agentes, es decir, de las representaciones (teatrales) que
les atrib u y en y las rep resen tacio n es (mentales) q u e de él se hacen, es
decir, de las representaciones (teatrales) que él les atribuye, es ignorar
que las clasificaciones subjetivas están fundadas sobre la objetividad de
un a clasificación que no se red u ce a la clasificación colectiva obtenida
p o r la sum a de las clasificaciones individuales: el “o rd e n social” no está
fo rm ad o , a la m anera del resultado de una votación o de un precio de
m ercad o , a partir de los ó rd e n es individuales.-2

2 Vemos ahora una expresión peculiannente característica, hasta en la me tafo-


C A P I T A L S I M B Ó L I C O V CLASES S O C I A L E S 203

I>a condición de clase que la estadística social ap reh en d e a p a rtir d e


diferentes índices m ateriales de la posición en las relaciones de p r o d u c ­
ción o, más p recisam ente, de las capacidades de apropiación m a te ria l
de los in stru m en to s de producción m aterial o cultural (capital e c o n ó m i­
co) y de las cap acid ad es de apropiación sim bólica de esos in s tru m e n to s
(capital cu ltu ra l), gobierna directa e in d irec ta m e n te, m erced a la p o ­
sición que la clasificación colectiva le o to rg a, las representaciones q u e
cada agente se forja acerca de su posición y, en palabras d e G o ffrn an ,
las estrategias d e “presentación de sí”, es decir, de la püesta en e s c e n a
de su posición q u e p one en fun cio n am ien to . Ello podría d e m o s tra rs e
incluso en los casos más desfavorables, ya se trate del universo de las c la ­
ses medias estad o u n id enses y de sus je ra rq u ía s m últiples y confusas, q u e
el interaccionism o describe, o del lím ite p u ro q u e representa el m u n d o
de los esnobs y d e los salones tal com o lo evoca Proust. Esos u n iv erso s
sociales librados a las estrategias de p re te n sió n y de distinción d a n u n a
imagen ap ro x im ad a de un universo en el q u e el “o rd en social”, p r o d u c to
de una creació n continua, sería en ca d a in stan te la resultante p ro v iso ­
ria y am enazada d e una lucha de clases re d u c id a a una lu ch a de c la sifi­
caciones, a un enfrentam iento de estrategias simbólicas q u e a p u n t a n a
modificar la posición, m anipulando las rep resentaciones q u e de e lla se
hacen, tales co m o aquellas que consisten, p o r ejem plo, en n e g a r las d is ­
tancias (m o strán d o se “simple”, “p o n ién d o se a su altura”) p a ra vo lv erlas
más reconocibles o, p o r el contrario, p ara reconocerlas o s te n to s a m e n te
en procura de negarlas mejor (en una varian te del ju eg o de S c h le n n e l
que describe Eric B erne). Este espacio berkeleyano, donde todas las d if e ­
rencias se re d u cirían al pensam iento de las diferencias, d o n d e las ú n ic a s
distancias serían las que uno “tom a” o “m a n tie n e ”, es el te rre n o d e es­
trategias que siem p re tienen por p rin cip io la búsqueda de la a sim ila c ió n
o disimilación: darse aires t n un in ten to p o r identificarse con los g r u p o s
identificados co m o superiores porque se los considera tales, o desdeñar,
esforzándose p o r distinguirse de los g ru p o s identificados c o m o i n f e r io ­
res (según la céleb re definición: “a snob is a person who despises e v e r-

ra, de ese marginalismo social: “Each individual is responsible for the dernea-
nour image of himself and deference image of oihers, so that for a com ple te
man to be expressed, individuáis musí hold hands in a chain of ceremony,
each giving deferentialiy with proper dem eanour to the one on the right
what will be received deferentialiy from the one on the left" (E. Goffman,
“The nature of deference and dem eanour”, American Anihropologist, 58, j u n io
de 1956, pp. 473-502).
-°4 L AS E S T R A T E G I A S Df, l a r e p r o d u c c i ó n s o c i a l

\o n e who does n o i despise h im "). Forzar las p u ertas de grupos situados


m ás a lo alto, más c e rra d o s”, más “selectos”, c e rra r sus puertas a cada
vez más personas; esa es la ley de la acum ulación del “crédito” m u n d an o
hí piestigio de un saló n d ep e n d e del rigor de sus exclusividades (no se
p u e d e adm itir en casa a u n a persona poco considerada, sin p e rd e r en
co n sideración) y de la “calid ad ” de las personas recibidas, que de p o r sí
se m ide con la “c a lid a d ” de los salones que las reciben; las alzas y bajas
d e la bolsa de valores m undanos, que registran los ecos m undanos, se
d eterm in a n co n fo rm e a esos dos criterios, es decir, en un universo de
m atices ínfimos, q u e d e m a n d a n un ojo avezado. En un universo d o n d e
to d o está clasificado - universo enclasante, p o r ta n to -, los lugares, por
ejem p lo , d o n d e hay q u e ser visto, restaurantes chic, certám enes hípicos,
conferencias, exposiciones, los espectáculos q u e es preciso hab er visto,
Venecia, Florencia, B ayreuth, los ballets rusos (e n fin, los sitios de acceso
restrin g id o ), salones y clubes chic, es indispensable un dom inio perfecto
d e las clasificaciones (que los árbitros de elegancia se apresuran a d ejar
fuera de m o d a” c u a n d o se divulgan d em asiad o ), para o b ten er el m e­
j o r re n d im ien to de las inversiones m undanas y para al m enos evitar ser
iden tificado con g ru p o s poco cotizados. U no m ism o es clasificado p o r
sus principios de clasificación; no solam ente O d e tte y Swann, que saben
reco n o cer, con la m era lectura de una lista de invitados, el “nivel de lo
chic" de una cena, sino q u e Charlus, M adam e V erdurin y el P rim er Pre­
sid en te, de vacaciones e n Balbec, tienen clasificaciones diferentes, que
ios clasifican en el m o m e n to mismo en que ellos creen clasificar; y ello
su ce d e in co n testab lem en te, ya que no hay n a d a q u e varíe en form a tan
p alm aria según las p osiciones en la clasificación com o las visiones de la
clasificación. Sin em b arg o , sería peligroso a c e p ta r la visión del “m u n d o ”
q u e p ro p o n e Pioust, la d el aspirante que ve ese “m u n d o ” com o un es­
p ac io que conquistar (e n la obra), a la m anera d e M adam e Swann, cuyas
salidas siem pie tom an la form a de expediciones azarosas, que en algún
sitio se com paran con la g u e rra colonial; el valor de los individuos y de
los gru p o s no está en p ro p o rc ió n tan directa con el trabajo m u n d an o de
lo esn o b com o Proust sugiere cuando escribe: “n u estra personalidad so­
cial es una creación del pensam iento de los o tro s”/ El capital sim bólico
d e q u ienes dom inan ese “m u n d o ” -C harlus, B ergotte o la duquesa de 3

3 M. Proust, A la recherche du temps perdu, París, Gallimard Pléiade, c 1, p. 19,


V Goffman, ob. cu.: “The individual musí relv on others to complete thc
picture of him"
C A P I T A L SIM BÓ LICO V CLASES S O C IA L E S 2O5

G u erm an tes- n o dep ende solam ente de los desdenes o de los rechazos,
de las frialdades o de las com placencias, de las señales de reconocim ien-
| to y de los testim onios de descrédito, de las marcas de resp eto o de des­
precio, en su m a, de todo el ju eg o d e juicios cruzados. Es la form a exalta-
I da que revisten realidades tan b an a lm e n te objetivas com o las q u e asienta
; en sus registros la física social (castillos o tierras, títulos d e propiedad,
j de nobleza o universitarios), cu a n d o están transfiguradas p o r la percep­
ción en c a n ta d a , mistificada y cóm plice, definitoria en sen tid o estricto
' del esnobism o (o, en otro nivel, de la p re te n sió n p eq u eñ o b u rg u esa). Las
operaciones d e clasificación se re fiere n no solam ente a los indicadores
del juicio colectivo sino tam bién a las posiciones en las distribuciones
que ese ju ic io colectivo ya tom a en cu e n ta . Las clasificaciones tien d en a
adaptarse a las distribuciones, y co n trib u y en por ello a rep ro d u cirlas. El
valor social -c ré d ito o descrédito, re p u ta ció n o prestigio, respetabilidad
u h o n o ra b ilid a d - n o es producto de las representaciones q u e b rin d a n o
foijan los ag en tes, y el ser social no es un ser percibido.
Los g ru p o s sociales, y especialm ente las clases sociales, existen, de al­
guna m an era, d o s veces, y ello incluso an tes de cualquier in terv e n ció n de
¡ la m irada e ru d ita : existen en la objetividad del prim er o rd e n , aquella que
| las distrib u cio n es de propiedades m ateriales registran; existen e n la obje-
! tividad del seg u n d o orden, la de las clasificaciones y las representaciones
| contrastadas q u e los agentes p ro d u c e n sobre la base de un co nocim iento
j práctico d e las distribuciones tales com o se manifiestan e n los estilos de
vida. Estos dos m odos de existencia no son independientes, a u n q u e las
rep resen tacio n es disponen de u n a cierta autonom ía con relación a las
distribuciones: la representación q u e los agentes se foijan d e su posición
en el espacio social (así com o la re p resen ta ció n -e n el sen tid o d el teatro,
com o en G o ffm a n - que por otra p a rte proporcionan de ella) es produc­
to de un sistem a d e esquemas de p ercep c ió n y de apreciación (habitus),
a su vez p ro d u c to incorporado de u n a condición definida p o r u n a po­
sición d e te rm in a d a en las distribuciones de las propiedades m ateriales
(objetividad 1) y del capital sim bólico (objetividad 2), y q u e tom a en
cuenta no so lam en te las representaciones (en observancia a esas mismas
leyes) q ue los d em ás acuñan a pro p ó sito de esta posición y cuya sumato-
ria define el cap ital simbólico (que usualm ente recibe la designación de
prestigio, a u to rid a d , etc.), sino tam b ién la posición en las distribuciones
retraducidas sim bólicam ente en estilo de vida.
Sin p re sta r acu erd o a la aserción de que las diferencias sólo existen
porque los ag e n te s creen o h acen c re e r que existen, d e b e adm itirse
que las d iferen cias objetivas, inscritas e n las propiedades m ateriales y
20Ó las e s t r a t e g ia s d e la r e p r o d u c c ió n so c ia l

en los beneficios diferenciales por ellas p ro cu rad o s, se convierten en


distinciones reconocidas d e n tro y por obra de las representaciones q u e los
agentes se b rin d an y crean con respecto a ellas. C ualquier d iferen cia
reconocida, acep tada corno legítima, fu n cio n a p o r eso mismo com o un
capital simbólico q u e re d u n d a en un beneficio de distinción. El capi­
tal simbólico, con las form as de beneficios y de p o d er que asegura, no
existe si no es en la relación entre p ro p ied a d es distintas y distintivas
-ta le s como cu erp o pulcro, lengua, vestim enta, m obiliario (cada u n a
de las cuales recibe su valor de su posición e n el sistem a de pro p ied ad es
correspondientes, q u e a su vez rem ite al sistem a de las posiciones en
las d istrib u cio n es)- e individuos y grupos d o tad o s de los esquem as de
percepción y de ap reciació n que los p re d isp o n e n a reconocer (en el do b le
sentido del térm in o) esas propiedades, es decir, a constituirlas en esti­
los expresivos, form as transform adas e irreconocibles de las posiciones
en las relaciones de fuerza. No hay práctica o pro p ied ad (en el sen tid o
de objeto ap ro p iad o ) característica de una m an era específica de vivir,
que no pueda verse afectada por un valor distintivo en función d e un
principio de p ertin e n c ia socialm ente d e te rm in a d o y expresar p o r ello
una posición social; el m ism o rasgo “físico” o “m oral”, por ejem plo un
cu erp o grueso o d elg ad o , una piel blanca o m orena, el consum o o el
rechazo del alcohol, p u ed e recibir valores (de posición) opuestos en la
m ism a sociedad en épocas diferentes, o en d iferen tes sociedades.4 Para
que u na práctica o u n a p ropiedad fun cio n en com o símbolo de distinción,
es necesario y su ficiente que se la sitúe en relación con tal o tal o tra
de las prácticas o p ro p ied a d es que le son p rácticam ente sustituibles en
d eterm in ad o universo social; por lo tanto, q u e se le dé nuevam ente ub i­
cación en el universo sim bólico de las prácticas y de las propiedades que,
al funcionar en la lógica específica de los sistem as simbólicos, la de las
distancias diferenciales, retraduce las diferencias económ icas en m arcas
distintivas, signos d e distinción o estigmas sociales. De carácter a rb itra ­
rio, el símbolo de distinción, com o el signo lingüístico, recibe sólo de
su perten en cia a las relaciones de oposición constitutivas del sistem a de

4 En un muy buen libro {Symbolic Crusade, Status Politics and the American Tempe-
ranee Movement, Urbane y Londres, University of Illinois Press, 1966), Joseph
Gusfield demuestra cómo la abstinencia, que durante el siglo XIX era en
los Estados Unidos el símbolo por excelencia de pertenencia a la burguesía,
se ha visto poco a poco repudiada, en esos mismos medios, en beneficio del
consumo moderado de alcohol que se ha vuelto un elemento de un nuevo
estilo de vida, más “desacartonado".
C A P I T A L SIMBÓLICO V C L A S E S S O C IA L E S 207

m arcas distintivas, a su vez característico de una fo rm a ció n social, las


d eterm in acio n es que lo m u estran corno necesario a n te la c o n c ie n c ia de
los agentes. Eso hace que, pese a ser esencialm ente relació n ales (b ie n lo
ex p resa el térm ino mismo, “d istin c ió n ”), dichos sím b o lo s -q u e p u e d e n
variar p o r com pletó según la co n tra p a rte social a la cu a l se o p o n e n -
sean percibidos com o los a trib u to s innatos de u n a “d istin c ió n n a tu ra l”.
Lo p ro p io d e los símbolos de distinción, se trate d el estilo de la ca sa y de
su d eco ració n , o de la retórica del discurso, de los “a c e n to s ” o d el corte
y d el co lo r de la ropa, de las m an eras en la m esa o d e las disposiciones
éticas, reside en el hecho de q u e, d ad a su fu n ció n expresiva, e stá n de
alg u n a m an era determ inados dos veces, por su p o sició n e n el sistem a de
los signos distintivos y p o r la relació n de c o rre sp o n d e n c ia b iu n ív o ca que
se establece entre ese sistem a y el sistem a de d isp o sicio n es en las distri­
bu cio n es d e los bienes. Así, c u a n d o se las a p re h e n d e c o m o so cialm en te
p e rtin e n te s y legítimas en fu n c ió n d e un sistem a d e clasificación, las
p ro p ied a d es dejan de ser so lam en te bienes m ateriales capaces d e e n tr a r
en in tercam bios y de p ro c u ra r beneficios m ateriales, p a ra volverse ex­
presiones, signos de reconocimiento q u e significan y q u e valen p o r to d o el
c o n ju n to de sus diferencias co n respecto a las d em ás p ro p ie d a d e s (o no
p ro p ie d a d e s). Las p ro p iedades incorporadas u o b jetivadas fu n c io n a n ,
pues, co m o una suerte de lenguaje prim ordial, y u n o es h ab lad o p o r él
más de lo que lo habla, pese a todas las estrategias d e p re s e n ta c ió n de
sí.:' C o n ello, toda distribución desigual de bienes o d e servicios tie n d e a
ser p ercib id a como sistem a sim bólico, vale decir, co m o sistem a d e m ar­
cas distintivas: distribuciones co m o las de los autom óviles, los lu g are s de
resid en cia, los deportes, los ju e g o s de sociedad son, p a ra la p e rc e p c ió n
c o m ú n , otros tantos sistemas sim bólicos en cuyo se n o ca d a p rá c tic a (o
no práctica) recibe un valor, y la sum a de esas d istrib u c io n e s so cia lm e n te
p ertin e n te s traza el sistem a de estilos de vida, sistem as d e d istan cias di­
feren ciales engendradas p o r el gusto y ap reh en d id as p o r el gusto c o m o
signos d e b u en o mal gusto, y sim ultáneam ente co m o títu lo s de n o b leza
capaces d e aportar un beneficio de distinción ta n to m ayor c u a n to más
elevada es su rareza distintiva, o com o marcas de in fam ia.
La teo ría objetivista de las clases sociales reduce la v e rd a d de la clasifi­
cación social a la verdad objetiva de esa clasificación, o m itie n d o in sc rib ir 5

5 El lenguaje mismo expresa siempre, además de lo que dice, la posición social


del que habla (incluso aunque no diga nada más), por la posición que ocupa
lo que Trubetzkoy llama su “estilo expresivo" en el sistema de esos estilos.
‘2 0 8 las e s t r a t e g ia s de la r e p r o d u c c ió n so c ia l

en la defin ició n c o m p le ta del m undo social esa verdad prim era e n c o n ­


tra de la cual se c o n stru y e (y recordada e n la práctica política o rie n ta d a
p o r ella bajo la fo rm a d e los obstáculos q u e le es necesario c o m b atir
c o n tin u a m e n te p a ra im p o n e r una visión del m u n d o social co n fo rm e a la
teo ría). La objetiv ación científica no es c o m p leta a menos que se ap liq u e
tam bién a la e x p e rie n c ia subjetiva que la obstaculiza. Y la teoría a d e c u a ­
d a es aquella q u e in te g ra la verdad parcial q u e capta el co n o c im ien to
objetivo y la v erd ad p ro p ia de la ex periencia prim era como d esc o n o ci­
m iento (más o m en o s p erm a n en te y co m p leto ) de esta verdad; es decir,
el co n o cim ien to d e se n c a n ta d o del m u n d o social y el conocim iento del
reco n o cim ien to c o m o conocim iento e n c a n ta d o o mistificado q u e co n s­
tituye el o b jeto d e la ex p erien cia prim era.
El d esc o n o cim ie n to d e los fundam entos reales de las diferencias y d e
los principios d e su p erp etu ació n hace q u e n o se perciba el m u n d o social
com o el lu g ar del co n flic to o de la co m p eten cia entre grupos d e in te re ­
ses antagonistas, sin o c o m o un “ord en social". Todo reconocim iento es
desco n o cim ien to : to d o tip o de autoridad, n o sólo la que se im p o n e m e­
d ian te ó rd en es, sino la q u e se ejerce sin q u e haya que ejercerla, la q u e se
da en llam ar n a tu ra l y se ve depositada en u n lenguaje, una p ostura, m a­
neras, un estilo d e vida, o incluso en objetos (cetros y coronas, arm iñ o s y
togas en épocas pasadas, cuadros y m uebles antiguos, vehículos s u n tu o ­
sos o salones su n tu o so s e n la actualidad), descansa sobre u na fo rm a d e
creen cia o rig in aria, m ás profunda y más in ex tirp ab le de lo q u e o rd in a ­
riam en te se e n tie n d e p o r ese nom bre. U n m u n d o social es un universo
d e presuposiciones: los ju e g o s y las apuestas q u e propone, las je ra rq u ía s y
las p referencias q u e im p o n e, en resum en, el conjunto de las c o n d ic io ­
nes tácitas de p e rte n e n c ia , aquello que d an p o r sentado quienes fo rm a n
p a rte de él, investido d e valor según lo ven q u ien es desean form ar p arte.
En últim a in stan cia, to d o ello reposa sobre el acuerdo inm ediato e n tre
las estructuras d el m u n d o social y las categorías d e percepción q u e co n s­
tituye la doxa o, co m o d e c ía Husserl, la protodoxa, percepción del m u n d o
social com o m u n d o n a tu ra l que se da p o r descontado. El objetivism o
q u e reduce las re la cio n es sociales a su v erdad objetiva de relaciones d e
fuerza olvida q u e esta v erd ad puede ser re p rim id a m erced a un efecto de
la m ala fe colectiva y d e la percepción “en can tad a" que las transfigura e n
relaciones de d o m in a c ió n legítima, au to rid ad o prestigio.
Todo capital, c u a lq u ie ra que sea la form a bajo la cual se presenta, eje r­
ce u n a violencia sim bólica desde que es reconocido, es decir, d e sc o n o ­
cid o en su v erd ad d e capital, y se im pone co m o autoridad al re clam ar
ese re co n o cim ien to . El capital sim bólico sería o tro modo de d esig n ar
C A P IT A L SIMBÓLICO Y C L A S E S SOCIALES €
¿O g

lo q u e Max W eber d e n o m in ó carism a si, apresado e n la lógica de la s


tipologías realistas, q u ien sin d u d a mejor co m p re n d ió q u e la sociología
d e la religión era un cap ítu lo -y no el m en o r- d e la sociología del p o ­
der, n o hub iera hecho d el carism a una form a p a rtic u la r del p oder e n
lugar de ver en él u n a d im en sió n propia de to d o p o d er, es decir, o tr o
n o m b re de la legitim idad, p ro d u c to del reco n o cim ien to , o del d esc o n o ­
cim ien to , o de la creen cia (otros tantos cuasi sin ó n im o s) “e n virtud d e
la cual las personas q u e ejercen autoridad se ven d o ta d a s de prestigio” .
La creen cia se define p o r el desconocim iento del c ré d ito que ella o to rg a
a su objeto y que contribuye p o r ello a los p o d eres q u e sobre ella tie n e
d ich o objeto, nobleza, c ré d ito , notoriedad, prestigio, re p u tació n , h o n o r,
re n o m b re, o incluso d o n , talen to , inteligencia, cu ltu ra, distinción, g u sto ,
proyecciones de la creen c ia colectiva que la creen cia c re e descubrir e n
la naturaleza de sus objetos. Esnobism o o pretensión son disposiciones d e
creyentes, incesantem ente asediados por el m iedo a la carencia, a la fa lta
de b u e n tono o al pecado c o n tra el gusto, e in ev itab lem en te d o m in ad o s
p o r los poderes trascen dentes a los cuales se e n tre g a n p o r el solo h e c h o
de reconocerlos (arte, cu ltu ra , literatura, alta c o stu ra u otros fetich es
m u n d an o s), y por los depositarios de esos p oderes, arbitrarios árb itro s..
d e elegancias (modistos, p in to res, escritores o c rític o s), simples creacio ­
nes d e la creencia social q u e ejercen un poder real so b re los creyentes, ya
se trate del poder de co n sag rar los objetos m ateriales transfiriendo so b re
ellos lo sagrado colectivo, o b ie n del poder de tran sfo rm ar las re p re se n ­
taciones de quienes les d eleg a n su poder. En su ca rác te r d e adhesión q u e
ig n o ra que hace existir aq u e llo a lo que adhiere, la creen cia no sabe o
n o q u iere saber que to d o s los factores del en c an to m ás intrínseco de su
o b jeto , su carisma, n o son o tra cosa que p ro d u c to de las innum erables
o p eracio n es de crédito o d e descrédito, todas en igual g rad o inconscien­
tes de su verdad, que se realizan en el m ercado de los bienes sim bólicos
y se m aterializan en sím bolos oficialm ente re co n o cid o s y garantizados,
signos de distinción, índices de consagración y certificados de carism a
tales com o los títulos de no b leza o los títulos escolares, m arcas de resp eto
objetivadas: invocan las m arcas de respeto, ap arato y p o m p a que tie n e n
p o r efecto no solam ente m anifestar la posición social sino tam bién el
reco n o cim ien to colectivo q u e se le otorga p o r el solo hecho de a u to ri­
zársela a hacer sem ejante exhibición de su im p o rtan cia. Por oposición a
la p reten sió n , desfase e n tre la im portancia que el su jeto reconoce p a ra sí
y la q u e el grupo le re co n o ce , en tre lo que él “se p e rm ite ” y lo que se le
p erm ite, en tre las p re te n sio n e s y las am biciones legítim as, la au to rid a d
leg ítim a se afirma y se im p o n e com o tal en el h e c h o de no tener otra co sa
2 10 L A S E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

que h acer salvo existir para im p o n erse.(>En tanto operación fu n d a m e n ­


tal de la alq u im ia social, la transform ación de una especie c u a lq u ie ra de
capital en capital simbólico, posesión legítim a fundada en la n aturaleza
de su poseedor, siem pre supone u n a form a de trabajo, un gasto visible
(sin ser n ecesariam ente ostentoso) d e tiem po, de d inero y de energía,
una redistribución que es necesaria para asegurar el reco n o cim ien to de la
distribución bajo la form a de reco n o cim ien to que quien recibe o to rg a a
quien, m ejor situado en la distribución, está en condiciones de dar, reco­
nocim iento de d eu d a que es tam bién reconocim iento de valor.67 El estilo
de vida es la p rim era -y quizás hoy en d ía la fundam ental- de estas ma­
nifestaciones sim bólicas: vestim enta, m obiliario o cualquier o tra p ro p ie­
dad que, al fu n c io n a r según la lógica de la pertenencia y de la exclusión,
dejan a la vista las diferencias de capital (entendido com o ca p acid ad de
apropiación de los bienes escasos y de los beneficios correlativos) bajo
una form a tal q u e eluden la b ru talid ad injustificable del h ec h o , datum
bruturn, sim ple n im iedad o pura violencia, para acceder a esta form a
de violencia d esconocida y d enegada, p o r en d e afirm ada y re co n o cid a
como legítim a, q u e es la violencia sim bólica.8 Es así com o el ‘‘estilo de

6 Todo agente debe, en cada ocasión, tener en cuenta el precio que se le


otorga en el mercado de los bienes simbólicos y que define lo que él puede
permitirse (es decir, entre otras cosas, aquello que puede pretender v aquello
de lo que puede apropiarse legítimamente en un universo donde de por sí
todos los bienes están jerarquizados). El sentido del valor fiduciario (que en
ciertos universos como el campo intelectual o el artístico puede formar todo
su valor) orienta las estrategias, que para ser reconocidas deben situarse a la
altura justa, ni demasiado alto (pretensión), ni demasiado bajo (vulgaridad,
carencia de ambición) y, en especial, las estrategias de disimilación y de
asimilación con otros grupos que dentro de ciertos márgenes pueden jugar
con las distancias reconocidas (en otra ocasión se ha demostrado cómo el
‘envejecimiento" del artista es en parte efecto del incremento del capital
simbólico y de la evolución correlativa de las ambiciones legítimas) .
7 En las sociedades precapitalistas, este trabajo de transmutación se impone
con un rigor particular, va que la acumulación de capital simbólico suele ser
allí la única forma de acumulación posible, de hecho y de derecho. Por lo ge­
neral, a mayor censura de las manifestaciones directas del poder del capital
(económico e incluso cultural), más debe acumularse el capital en forma de
capital simbólico.
8 Las operaciones ordinarias de clasificación deben apoyarse tanto más en el
simbolismo para inferir la posición social, cuanto más exiguo es el grado de
interconocimiento: en las aldeas o en las pequeñas ciudades el juicio social
puede apoyarse sobre un conocimiento casi exhaustivo de las características
económicas y sociales más determinantes; por el contrario, en los encuentros
ocasionales y anónimos de la vida urbana el estilo y el gusto contribuyen, indu­
dablemente de manera tanto más determinante, a orientar el juicio social y
las estrategias implementadas en las interacciones.
C A P I T A L S I M B Ó L I C O V CL A S E S S O C I A L E S 2 1I

vida" y la “estilización de la vida” transfiguran las relaciones de fu e rz a e n


relaciones de sentido, en sistemas de signo q u e , “definidos - c o m o d ice
Hjelmslev- no positivam ente por su c o n te n id o sino negativam ente po t
su relación con los d em ás térm inos del sistem a”, están predispuestos, poi
u n a suerte d e arm o n ía preestablecida, a e x p re sa r el rango en las d is tr ib u ­
ciones: aunque o b te n g a n de su posición en un sistem a de op o sicio n es su
valor, y aunque n o sean o tra cosa que aq u ello q u e los demás no s o n , los
estilos de vida -y los g ru p o s que estos d is tin g u e n - parecen no te n e r o tro
fundam ento que las disposiciones naturales de su portador, com o s u c e d e
con esa distinción q u e u n o llama natural a u n q u e (el térm ino m ism o lo
dice) no existe sino en y p o r la relación distintiva con disposiciones m as
“com unes”, es decir, estadísticam ente m ás frecu en tes. En la d istin c ió n
natural el privilegio incluye su propia ju stific ació n . La teatral,zac io n le­
gitim adora que ac o m p a ñ a siempre al ejercicio d el po d er se e x tie n d e a
todas las prácticas, en especial a los co n su m o s q u e no tienen n e c e s id a d
de estar inspirados e n la búsqueda d e la d istin c ió n para ser distin tiv o s,
tal como la ap ro p iació n material y sim bólica d e las obras de a r te , q u e
parece tener p o r ú n ico principio las disp o sicio n es de la persona e n su
singularidad irreem plazable. Tal com o los sím bolos religiosos e n o tro s
m odos de d o m in ació n , los símbolos del cap ital cultural, in c o rp o ra d o u
objetivado, co n trib u y en a legitimar la d o m in a c ió n , y aun el arte de i i i
de los poseedores del p o d er hace su a p o rte al p o d er que lo p o s ib i ita,
pues sus verdaderas condiciones de po sib ilid ad perm anecen ig n o ia d a s
y puede percibírselo no sólo como la m an ifestació n legitim a d el p o d er,
sino como el fu n d a m e n to de la legitim idad.9 Los “grupos de e sta tu s fu n ­
dados sobre u n “estilo de vida” no son, c o m o W eber cree, un tip o de
grupo diferente al de las clases, sino clases denegadas, o, si se p re fie re ,
sublimadas y, p o r ello, legitimadas.

9 Esto significa que el análisis del cam po del p o d e r como sistema de p


de poder, es inseparable del análisis de las propiedades (en el doble se n tid o
del térm ino) d e los agentes que ocupan esas posiciones y del aporte .que
hacen a la perpetuación del poder a p artir d e los efectos simbólicos q u e
ejercen.
8. Los tres estados del capital cultural

La no ción d e capital cultural se h a im puesto, en p rim er lugar,


com o una hipótesis indispensable para d a r c u e n ta de la desigualdad en
el ren dim iento escolar de niños originarios d e las diferentes clases so­
ciales, relacio n an do el “éxito escolar” (vale decir, los beneficios especí­
ficos que los niños d e las diferentes clases y fracciones de clase p u e d e n
o b ten er en el m ercad o escolar) con la distribución del capital cultural
en tre las clases y las fracciones de clase. Este p u n to de partida im plica
u n a ru p tu ra con los presupuestos in h e re n te s a la visión usual, que tom a
com o un efecto de las “aptitudes” naturales el éxito o el fracaso escolar,
tanto com o a las teorías del “capital h u m a n o ”.1

Los econom istas tien en el aparente m érito de plantear explí­


citam ente la cu estió n de la relación e n tre las tasas de b e n e ­
ficio aseguradas p o r la inversión educativa y por la inversión
económ ica (y tam bién su evolución). P ero, además de que su
m edición del ren d im ien to de la inversión escolar sólo tom a en
cuenta las inversiones y los beneficios monetarios o directamente
convertibles en dinero, com o los gastos ocasionados por los estu­
dios y el eq u ivalente en dinero del tiem p o dedicado a estudiar,
no p u e d e n re n d ir cuentas de la in cid en cia relativa que los d i­
ferentes ag entes o las diferentes clases otorgan a la inversión
económ ica y a la inversión cultural, al no conseguir tom ar en
consideración sistem áticam ente la estructura de las posibilida­
des diferenciales de beneficio que los diferentes m ercados les
p ro m eten en fu n c ió n del volum en y d e la estructura de su p atri­
m onio (cf. en especial G. S. Becker, H um an Capital, Nueva York,
C olom bia University Press, 1964). Más aún, om itiendo resituar

1 P Bois, Paysans de l'Ouest. Des structures économiques et sociales aux opinions politi-
ques depuis Vépoque réuohUionnaire, París - La Haya, Mouton, 1960,
214 L A S E S T R A T E G I A S DE L A R E P R O D U C C I Ó N SO CIAL

las estrategias de inversión escolar en el conjunto de las estra­


tegias educativas y en el sistem a de las estrategias de re p ro d u c­
ció n , se condenan a dejar escapar, por una paradoja necesaria,
lo m as oculto y lo más d eterm in a n te , en térm inos sociales, de
las inversiones educativas: la transmisión doméstica del capital cul­
tural Sus interrogantes so b re la relación en tre “a p titu d ” (abi-
hty) para los estudios e inversión en los estudios testim onian
q u e ellos ignoran que la “a p titu d ” o el “d o n ” tam bién es pro­
d u c to d e una inversión en tiem po y en capital cultural (ob. cit.,
pp, 63-66). Así se co m p ren d e que, al evaluar los beneficios de
la inveisión escolar, ú n icam e n te puedan in terro g arse sobre la
le n ta b ilid a d de los gastos en educación para la “so cied a d ” en
c o n ju n to (social rate of return; ob. cit., p. 121) o sobre la co n tri­
b u ció n que la educación hace a la “productividad n ac io n a l” (the
social gain of education as measured by its effects orí national produc-
tivity; ob. cit., p. 155). Esta definición típicam ente funcionalista
de las funciones de la ed u cació n , que ignora el a p o rte que el
sistem a de enseñanza realiza a la reproducción de la estru ctu ra
social al sancionar la transm isión hereditaria del capital cu ltu ­
ral, está de hecho im plicada, ya desde el origen, e n u n a defini­
ción del capital h u m an o ” que, a pesar de sus co n n o tacio n es
hum an istas , no escapa al econom icism o e ignora, e n tre otras
cosas, que el rendim iento escolar de la acción escolar d e p e n d e
del capital cultural previam ente invertido por la fam ilia, y que
el re n d im ie n to económ ico y social del título escolar d e p e n d e
del capital social, tam bién h e red ad o , que puede ser puesto a
su servicio.

El capital cu ltu ral puede existir bajo tres formas: en estado incorporado,,
es decir, co m o disposiciones d u rab les del organismo; en estado objetiva­
do, com o bien es culturales, cuadros, libros, diccionarios, instrum entos,
m áquinas, q u e son la huella o la realización de teorías o de críticas de
esas teorías, de problem áticas, etc.; y p o r último en estado institucionaliza­
do, fo rm a d e objetivación que d eb e considerarse p o r sep a rad o porque,
según p u e d e notarse a propósito del título escolar, confiere propiedades
to talm en te originales al capital cu ltu ral que garantiza.
LOS T R E S E S T A D O S D E L C A P I T A L C U L T U R A L 2 15

EL ESTADO INCORPORADO

La m ayor p a rte d e las propiedades d e l capital cultural p u e d e n d e d u c ir­


se del h e c h o d e que, en su estado fu n d am en tal, está ligado a l cuerpo y
supone la incorporación. La acu m u lació n de capital cu ltu ral r e q u ie r e una
incorporación q u e, por cuanto su p o n e u n trabajo de in cu lcació n y de asi­
m ilación, tie n e u n costo de tiempo, y d e tiem po que d e b e ser in v e rtid o
personalmente p o r el inversor (en e fecto , sem ejante en ello al b ro n c e a d o ,
no p u ed e efectu arse por procuración2)3: trabajo personal, el tra b a jo de ad­
quisición es u n trabajo del “sujeto” so b re sí mismo (se h ab la de “ cultivar­
se"). El ca p ita l cultural es un te n e r dev en id o ser, u n a p r o p ie d a d hecha
cuerpo, d e v e n id a parte integrante d e la “persona", un habitus.» Q u ie n lo
posee “h a p a g a d o personalm ente", y c o n lo más personal q u e tie n e : su
tiem po. A d iferen cia de la m oneda, d e l título de p ro p ied ad o in c lu so del
título de n o b leza, ese capital “p e rso n a l” no puede tran sm itirse instantá­
neamente p o r d o n ació n o transm isión h ered itaria, co m p ra o in te rc a m b io ;
en lo sustancial, puede adquirirse d e m an era totalm ente d isim u la d a e
in co n scien te y perm anece m arcado p o r sus condiciones p rim itiv a s de
adquisición; n o se lo puede a c u m u la r más allá de las c a p a c id a d e s de
ap ro p ia ció n d e u n agente singular; d ec ae y m uere co n su p o r ta d o r (a
la p ar de sus capacidades biológicas, su m em oria, e tc e te ra ). V isto que
así está lig ad o d e múltiples m aneras a la persona en su s in g u la rid a d bio­
lógica, y q u e es objeto de una tran sm isió n h ered itaria sie m p re en gran
m edida disim ulada, y hasta invisible, constituye un desafío p a r a todos

2 H ablando de los conceptos en sí mismos -com o a q u í- en lugar d e hacerlos


funcionar, uno siempre se exp o n e a ser simultáneam ente esq u e m á tic o y
formal, es decir, “teórico", en el sentido mis ordinario y mas o rd in a ria m e n te
aceptado del término.
3 De ello deriva que, de todas las m ediciones del capital cultural, las m enos
inexactas son las que tom an p o r p atró n el tiempo de adquisición - d e s d e luego,
a condición de no reducirlo al tiempo de escotariiación y de tom ar en cuenta la
prim igenia educación familiar, d án d o le un valor positivo (el de u n tiempo
ganado, un avance) o negativo (el de un tiempo perdido, y doblem ente, ya que
será necesario gastar tiempo p ara corregir sus efectos) según la d ista n c ia con
respecto a las exigencias del m ercado escolar, (d lace falta decir, p a r a evitar
cualquier malentendido, que esta proposición no implica re co n o cim ien to
alguno del valor de los veredictos escolares y que tan solo registra l a relación
que en la práctica se establece e n tre cierto capital cultural y las ley es del mer­
cado escolar? Con todo, quizá n o resulte inútil recordar qu e disposiciones
sobre las cuales recae un valor negativo en el mercado escolar p u e d e n tener
un valor altamente positivo en otros mercados y ante todo, ev id en tem en te,
en las relaciones internas de la c lase).
2 lt ) L A S E S T R A T E G I A S DE L A R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

aq u e llo s q u e le aplican la an tig u a e inamovible d istin ció n de los juristas


griegos e n tre p ropiedades h ered ad a s (la patróa) y p ro p ied ad es adquiri­
das {epiktéta) , es decir; su m ad as p o r el individuo m ism o a su patrim onio
h e re d ita rio ; de m odo q u e llega a acum ular los prestigios de la propie­
d ad in n a ta y los méritos d e la adquisición. De ello resulta que presenta
un m avoi grado de disimulación q u e el capital eco n ó m ico y está por ello
p re d isp u e sto a funcionar c o m o capital simbólico, es decir, desconocido
y re c o n o c id o , q ue ejerce un efecto de (des)conocim iento, p o r ejemplo,
en el m e rc a d o m atrim onial o en el m ercado de bien es culturales donde
el cap ital eco nóm ico no está p len am en te reconocido. La econom ía de
las g ra n d e s colecciones d e p in tu ra o de las grandes fundaciones cultura­
les -ta l co m o la econom ía d e la asistencia, de la g en e ro sid ad y del d o n -
re p o san so b re p ropiedades del capital cultural q u e los econom istas no
saben explicar; al respecto, el econom ícism o deja esc ap ar p o r definición
la alq u im ia cabalm ente social p o r cuyo interm edio el capital económ ico
se tra n sfo rm a en capital sim bólico, capital denegado o, m ás exactam en­
te, d esc o n o cid o ; y p arad ó jicam en te, esa econom ía ig n o ra incluso la ló­
gica c a b a lm e n te sim bólica de la distinción que asegura, p o r añadidura,
b en e ficio s m ateriales y sim bólicos a los poseedores de un sólido capital
c u ltu ra l q u e recibe un valor de rareza debido a su posición en la estructura
d e la d istrib u c ió n del capital cu ltu ral (en última instancia, este valor de
rareza tie n e p o r precepto el h ec h o de que no todos los agentes cuentan
co n los recu rso s económ icos y culturales para p ro lo n g a r los estudios de
sus hijos m ás allá del m ínim o necesario para re p ro d u c ir la fuerza de tra­
bajo m en o s valorizada en u n m o m e n to dado).
Sin em b a rg o , el p rin cip io más poderoso de la eficacia ideológica de
esta v arie d ad d e capital in d u d a b le m e n te reside en la lógica misma de la
tra n sm isió n del capital cu ltu ral. P o r una parte, sabem os q u e la apropia­
ció n d el cap ital cultural objetivado -y, con ello, el tiem p o necesario para
te a liz a rla - d e p e n d e p rin c ip a lm e n te del capital cu ltu ral incorporado en
el c o n ju n to de la familia —e n tre otras cosas, p o r in te rm e d ia r el efecto
A rrow g e n e ra liz a d o 4 y todas las form as de transm isión im plícita-; por

4 De ello se deriva que la utilización o la explotación del capital cultural plan­


tea problemas específicos a los poseedores del capital económico o político,
ya sean los mecenas privados o, en el otro extremo, los empresarios que em­
plean ejecutivos dotados de una competencia cultural específica (por no
hacer referencia a los nuevos mecenas de Estado) : ¿cómo comprar ese capital
estrechamente ligado a la persona sin comprar a la persona (lo que equival-
cli 1a a privarse del efecto mismo de legitimación que supone la disimulación
LO S T R E S E STA DO S DEL C A P I T A L C U L T U R A L 2 17

o tra p arte , sabemos que la acum ulación inicial del capital cultural, requi­
sito d e la acum ulación rápida y fácil de todo tipo de capital cultural útil,
sólo co m ien za desde el ongen, sin atraso, sin pérdida de tiem po, para los
m iem b ro s de las familias m unidas de un sólido capital cultural, ya que
en ese caso el tiempo de acum ulación engloba la totalidad d el tiem po de
socialización. De ello resulta q u e la transmisión del capital cultural sea
sin d u d a la forma m ejor disim ulada de transmisión h e re d ita ria de capital
v se le o to rg u e una incidencia m ayor en el sistema de las estrategias de
re p ro d u c c ió n en la m edida en que las formas direptas y visibles de trans­
m isión tien d en a estar más fu e rtem en te censuradas y controladas.
N otam os de inm ediato que el lazo entre el capital eco n ó m ico y el capi­
tal cu ltu ral se establece p o r interm ediación del tiem p o necesario para la
adquisición. De hecho, las diferencias en el capital c u ltu ra l poseído por
la fam ilia implican diferencias: prim ero, en la p reco cid ad del comienzo
de la em p resa de transm isión y de acum ulación, q u e tien e por límite
la p len a utilización de la to talid a d del tiem po biológicam ente disponi­
ble, p u es el tiem po libre m áxim o quedó al servicio del capital cultural
m áxim o; luego, en la capacidad así definida de satisfacer las exigencias
estrictam en te culturales de u n a em presa de adquisición prolongada. Por
lo d em ás, y correlativam ente, el tiem po durante el cual cierto individuó
p u ed e p ro lo n g ar su em presa de adquisición d e p e n d e d el tiem po duran­
te el cual su familia puede asegurarle tiem po libre, es decir, liberado
de la necesidad económ ica, q u e es la condición de acum ulación inicial
(tiem p o que puede ser evaluado com o lucro cesante).

EL ESTADO OBJETIVADO

El capital cultural en estado objetivado posee cierta c a n tid a d de propie­


dades q u e únicam ente se d efin e n en su relación c o n el capital cultural
en su fo rm a incorporada. El capital cultural objetivado en soportes ma­
teriales tales como escritos, pinturas, m onum entos, etc., es transmisible
en su m aterialidad. Una colección de cuadros, por ejem plo, se transmite
ig u alm en te bien que el capital económ ico (si no m ejor, porque tiene

de la dependencia)? ¿Cómo concentrar el capital (lo que es indispensable


para ciertas empresas) sin concentrar a los portadores de ese capital (lo que
puede tener todo tipo de consecuencias objetadas) ?
2 18 LA S E S T R A T E G I A S DE L A R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

u n grad o de eufem ización superior). Sin em bargo, lo transm isible es


la p ro p ied ad ju ríd ica y n o (o no necesariam ente) lo que constituye la
co n d ició n de la ap ro p ia ció n específica, es decir, la posesión de los ins-
tiu m e n to s que p erm iten consum ir un cuadro o utilizar una m áquina y
q u e, no siendo otra cosa q u e capital incorporado, están som etidos a las
mismas leyes de transm isión.
Así, los bienes culturales p u ed e n ser objeto de u n a apropiación m ate­
rial, que supone el capital económ ico, y de una apropiación sim bólica,
q u e su p o n e el capital cultural. De ello se deriva q u e el propietario de los
in strum entos de p ro d u cció n debe en c o n trar el m edio de apropiarse ora
del capital incorporado q u e es el requisito de la ap ro p iació n específica,
o ra los servicios de los poseedores de ese capital: para uno poseer las
m áquinas, basta con te n e r capital económ ico; para apropiárselas y utili-
zailas conform e a su d estin o específico (definido p o r el capital científi­
co y técnico incorporado e n ellas) basta disponer, personalm ente o p o r
p ro cu ració n , de capital in co rp o rad o . Tal es sin d u d a el fundam ento del
estatus am biguo de los cu adros e je c u tiv o s s i se p o n e el acento sobre el
h ec h o de que no son p o seed o res (en el sentido estrictam ente económ i­
co) de los instrum entos de p roducción que utilizan y de que no o b tien en
u n beneficio de su capital cultural si no es v en d ien d o los servicios y los
p ro d u cto s que aquel posibilita, se los sitúa del lado de los dom inados;
si se insiste en que ellos o b tie n e n sus beneficios de la puesta en funcio­
n am ien to de una form a p artic u la r de capital, se los sitúa del lado de los
do m in an tes. Todo p arece indicar que, a m edida q u e se increm enta el
capital cultural in co rp o rad o en los instrum entos de producción (y, a la
par, el tiem po de in co rp o ració n necesario para a d q u irir los m edios de
apropiárselo, es decir, p ara o b edecer a su in ten ció n objetiva, su desti­
no, su función), la fuerza colectiva de los poseedores del capital cultural
te n d e l ía a increm entarse si los poseedores de la form a dom inante de
capital no estuvieran en condiciones de co m p etir co n los poseedores
d e capital cultural (p o r o tra parte, proclives a la com petencia, dadas las
condiciones mismas d e su selección y su form ación -y en especial la lógi­
ca d e la com petencia escolar y del concurso-).
El capital cultural en estado objetivado se p re sen ta con todas las ap a­
riencias de un universo a u tó n o m o y co h eren te que, si bien es p roducto
d e la acción histórica, tien e sus leyes propias, que trascienden las volun­
tades individuales y que, p o r ello, com o bien d em u estra el ejem plo de
la lengua, perm anece irred u ctib le a aquello de lo q u e cada agente, o
incluso el conjunto de los agentes, puede apropiarse (es decir, al capital
cultu ral incorporado). Sin em bargo, no hay que olvidar que no existe
L O S T R E S E S TA D O S D E L C A P I T A L C U L T U R A L 2 L9

y no subsiste como capital m aterial y sim bólicam ente activo y actuante


si n o es objeto de ap ro p iació n p o r parte de los agentes, e involucrado
co m o arm a y como apuesta en las luchas que se p ro d u c e n en los campos
de producción cultural (cam po artístico, cam po científico, e tc.) y, más
allá, en el campo de las clases sociales, ocasiones en q u e los agentes ob­
tie n e n beneficios pro porcionales al dom inio q u e tie n e n de e se capital
objetivado, y por lo tanto acordes a la m edida de su capital in c o rp o ra d o .1

EL ESTADO INSTITUCIONALIZADO

La objetivación del capital cultural bajo la fo rm a de títulos es u n a de las


m an eras de neutralizar ciertas propiedades q u e d e b e al h e c h o de que,
al estar incorporado, tiene los mismos límites biológicos que su soporte.
C on el título escolar, esa acta de com petencia c u ltu ra l q u e co n fie re a su
p o rta d o r un valor convencional constante, y ju ríd ic a m e n te g aran tizad o
resp ecto de la cultura, la alquim ia social p ro d u c e u n a form a d e capital
cu ltu ral que tiene u na a u to n o m ía relativa co n re la ció n a su p o rta d o r e
incluso con relación al capital cultural que efectivam ente p o see en un
m o m en to dado del tiem po: instituye el capital c u ltu ra l p o r o b ra de la
m agia colectiva, tal com o, según M erleau-Ponty, los vivos instituyen a sus
m u erto s m ediante los ritos de duelo.
Basta con pensar en el concurso que, a p a rtir del c o n tin u u m d e difeten-
cias infinitesimales en los desem peños, produce discontinuidades durables
y brutales , del todo o nada, com o la que sep ara al ú ltim o ac ep tad o del
p rim e r rechazado, e instaura una diferencia d e esen cia e n tre la competen­
cia estatutariam ente re co n o cid a y garantizada y el m e ro capital cultural,

5 Lo que denomino “efecto Arrow generalizado vale decir, el hecho de que


el conjunto de bienes culturales, cuadros, monumentos, máquinas, objetos
ornamentados, y en especial todos los que forman parte del ento rn o natal,
ejercen un efecto educativo por su mera existencia- es indudablemente
uno de los factores estructurales del boom escolar, en el sentido de que el
incremento de la cantidad de capital cultural acumulado en estado objetiva­
do incrementa la acción educativa automáticamente ejercida por e l entorno.
Si a ello se agrega que el capital cultural incorporado crece constantemente,
se evidencia que en cada generación se incrementa aquello que el sistema es­
colar puede considerar como adquirido. Que de por sí la inversión educativa
llegue a tener un rendimiento creciente es uno de los factores estructurales
de inflación de los títulos escolares (junto a factores coyamturales ligados a
efectos de reconversión de capital).
220 LAS E S T R A T E G I A S L>E L A R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

incesantemente in tim a d o a dar prueba de sus aptitudes. C laram ente se ve


en ese caso la m agia peifonnativa del poder de instituir, poder de h acer ver y
de hacei creer o, en u n a palabra, de hacer reconocer No hay fro n tera que
no sea mágica, es decir, im puesta y sostenida (a veces con peligro p ara
la vida) por la creencia colectiva. “Verdad más acá de los Pirineos; e r ro r
más allá." Esa m ism a diacrisis originaria instituye al grupo com o realid ad
a la vez constante (es decir, trascendente a los individuos), h o m o g én ea
y diferente, m erced a la institución (arb itraria y desconocida com o tal)
de una frontera ju ríd ic a , que instituye los valores últimos del grupo, q u e
tienen por principio la creencia del g ru p o en su propio valor y q u e se
definen al oponerse a los dem ás grupos.
Otorgando un re co n o cim ien to institucional al capital cultural po seíd o
por cierto agente, el d ip lo m a escolar p erm ite adem ás com parar a sus
titulares e incluso “intercam biarlos” (sustituyendo los unos por los otro s
en la sucesión); p erm ite tam bién establecer tasas de convertibilidad e n tre
el capital cultural y el capital económ ico, g aran tizan d o el valor en d in e ro
de un determ inado capital cultural. P roducto d e la conversión de capital
económico en capital cultural, fija el valor, con relación al capital c u ltu ­
ral, del poseedor de un títu lo determ inado resp ecto a los. otros p o see d o ­
res de títulos e, in sep arab lem en te, el valor en d in e ro por el cual p u e d e
intercambiarse en el m erc ad o de trabajo, pues la inversión escolar no
tiene sentido si no está objetivam ente g arantizado un mínimo de reversi­
bilidad de la conversión q u e implica. Visto q u e los beneficios m ateriales
y simbólicos que el títu lo escolar garantiza d e p e n d e n también de su ra re ­
za, puede concluirse q u e las inversiones (en tiem po y en esfuerzo) serían
menos rentables de lo q u e uno hubiera p o d id o prever en el m o m en to
en que se las efectuó (al m odificarse de fado la tasa de convertibilidad d el
capital escolar y del capital económ ico). Las estrategias de reconversión
del capital económ ico en capital cultural q u e form an parte de los facto­
res coyunturales de la explosión escolar y de la inflación de ios títulos
escolares están dirigidas p o r las transform aciones de la estructura de p o ­
sibilidades de ganancia aseguradas por las diferen tes especies de capital.
g. £1 capital social

NOTAS PROVISORIAS

La noción d e capital social se ha im p u esto como único m edio


p ara designar el p rin cip io de efectos sociales que, aunque pueden a p re­
h en d e rse claram ente a escala de los agentes singulares -e n tre quienes
inevitablem ente se sitúa la encuesta estadística-, n o se dejan red u cir al
co n ju n to de p ro p ied ad es individuales poseídas p o r cierto agente, esos
efectos, en los que la sociología espontánea re c o n o c e de buena gana la
acción de las “relaciones”, resultan especialm ente visibles en todos los ca­
sos en que diferentes individuos obtienen un re n d im ien to muy desigual
d e u n capital (económ ico o cultural) casi eq uivalente, según el grado en
el cual pueden m ovilizar p o r procuración el capital de un grupo (fam i­
lia, antiguos alum nos d e escuelas de elite , club exclusivo, nobleza, etc.)
más o menos constituido com o tal y más o m enos provisto de capital.
El capital social es el conjunto de recursos actuales o potenciales liga­
dos a la posesión de u n a red durable de relaciones m ás o menos instituciona­
lizadas de in terconocim iento y de in terreco n o cim ien to ; o, en otros tér­
m inos, a la pertenencia a un grupo, com o c o n ju n to d e agentes que no sólo
están dotados de p ro p ied a d es com unes (susceptibles de ser percibidas
p o r el observador, p o r los otros o por ellos m ism os), sino que tam bién
están unidos por vínculos perm anentes y útiles. Estos vínculos son irre­
ductibles a las relaciones objetivas de cercan ía en el espacio físico (geo­
gráfico) o incluso en el espacio económ ico y social porque se fu n d a n
sobre intercam bios indisolublem ente m ateriales y simbólicos cuya ins­
tau ració n y p erp etu ació n suponen el re co n o cim ien to de esa cercanía. El
volum en de capital social que posee un agente particular d epende, pues,
de la extensión de la re d de los vínculos que p u e d e efectivamente movi­
lizar y del volumen del capital (económ ico, c u ltu ra l o simbólico) que po­
see cada uno de aquellos con quienes está vinculado. Esto significa que
- p o r relativamente irreductible que sea al capital económ ico o cultural
poseído por un agente determ inado, o au n p o r el conjunto de los agen­
2 2 2 LAS E S T R A T E G I A S DE LA R E P R O D U C C I Ó N S O C I A L

tes con los cuales está vinculado (com o b ien puede verse en el caso del
advenedizo)- el capital social nunca es com pletam ente in d e p e n d ie n te
del hecho de q ue los intercam bios que instituyen el in terreco n o cim ien to
suponen el reco n o cim iento de un m ín im o d e hom ogeneidad “objetiva”
y ejercen un efecto m ultiplicador sobre el capital poseído en p ro p ied a d .
Los beneficios q ue p rocura la p e rte n e n c ia a un grupo son cim ien to de
la solidaridad q ue los vuelve posibles. Esto n o significa que co n sc ie n te­
m ente se los persiga com o tales, aun en el caso de los grupos que, co m o
los clubes exclusivos, están expresam ente dispuestos a concentrar el capital
social y de esta m an era obtener el beneficio pleno del efecto m u ltip lica­
d o r im plicado en la concentración y ase g u rar los beneficios p ro c u rad o s
p o r la p ertenencia, beneficios m ateriales, com o todas las variedades de
“servicios’1asegurados p o r relaciones útiles, y beneficios simbólicos, tales
com o los asociados a la participación en un grupo selecto y prestigioso.
La existencia de u n a red de vínculos no es u n dato natural, ni siq u iera
un “dato social” , co n stituido de una vez y p a ra siem pre por un acto social
de institución (rep resen tad o , en el caso d el grupo familiar, por la d e fin i­
ción genealógica de las relaciones de p aren tesco que es característica d e
u n a form ación social), sino producto del trabajo de instauración y d e
m antenim iento necesario para producir y re p ro d u cir vínculos d u ra b le s
y útiles, adecuados p ara procurar beneficios m ateriales o simbólicos. En
otros térm inos, la red d e vínculos es p ro d u c to de estrategias de inversión
social consciente o inconscientem ente o rien tad as hacia la institución o
la reproducción de relaciones sociales de utilidad directa, a co rto o a
largo plazo; es decir, hacia la transform ación de relaciones co n tin g en tes,
com o las relaciones e n tre vecinos, laborales o incluso de parentesco, en
relaciones sim u ltán eam ente necesarias y electivas, que im plican obliga­
ciones durables subjetivam ente percibidas (sentim ientos de gratitud, d e
respeto, de am istad, etc.) como com unicación que supone y p ro d u c e
el conocim iento y el reconocim iento m utuos. El intercam bio tran sfo r­
m a las cosas intercam biadas en signos de reconocim iento y, p o r m ed io
del reconocim iento m u tuo y del reco n o cim ien to de la p erte n en cia al
g ru p o que aquel im plica, produce el grupo y d eterm ina a la vez los lím i­
tes del grupo, es decir, los límites más allá d e los cuales el in tercam b io
constitutivo -e n el com ercio, entre com ensales, en el m atrin io n io - no
puede producirse. Así, cada m iem bro del g ru p o se ve instituido com o
guardián de los lím ites del grupo: y dad o q u e la definición de los cri­
terios de ingreso está e n ju e g o en cada nuevo ingreso, puede p ro d u c ir
cambios en el g ru p o al m odificar los lím ites del intercam bio legítim o
m ediante cualquier fo rm a de unión no conveniente. Eso motiva q u e la
EL C A P IT A L S O C IA L 2 2 9,

rep ro d u cció n del capital social sea trib u taria, p o r u n a parte, e Lo as


las instituciones que a p u n ta n a favorecer los in terc am b io s legítim os y
a exclu ir los in tercam bios ilegítimos, g e n e ra n d o ocasiones {ra y, c r u c
ros, cacerías, veladas, recepciones, etc ), lu g ares (barrios chic, e sc u e as
exclusivas, clubes, etc.) o prácticas (d e p o rtes ch ic, ju eg o s de so c ie d a d
cerem onias culturales, etc.) que reúnen en fo rm a a p a te n te m e n e
tu ita a individuos tan hom ogéneos com o sea p o sib le en cuanto a to as
las relaciones p ertin e n te s desde el punto d e vista de la existencia > d e
la persistencia del g ru p o ; y, por otra p arte, del trab ajo de so ciab ilid ad
serie continua de intercam bios con que se afirm a e m cesan tem en
reafirm a el reco n o cim ien to y que supone, a d e m á s de una ^o n ip e t^
específica (conocim iento de las relaciones g en ealó g icas y d e os
los reales y el arte d e utilizarlos, etc.) y u n a d isp o sició n , adquirida, p a ra
alcanzar y m an ten er esta com petencia, u n gasto co n stan te e >
d e esfuerzo (que tien e su equivalente en cap ital eco n ó m ico ) > -
m uy a m enudo, de capital económ ico. FA re n d im ie n to de este tra J
acum ulación v de m an ten im ien to del capital social es tanto mayo
to m ás im portante es dicho capital, y su lím ite está rep resen tad o p o r los
poseedores de un capital social heredado, sim b o lizad o p o r m
ilustre, que no están obligados a “conocer" a to d o s sus ' « n o c .d o s qu
son conocidos por u n a cantidad de gente m ayor d e la que ellos.conoce: .
q ue, siendo buscados p o r su capital social y q u e , p o r el h echo de se .
nocidos”, bien m ere cen ser conocidos (cf.: “yo lo co n o cí m ucho ) e s tá n
e n condiciones d e tran sform ar todas las re la c io n e s circu n stan ciales
vínculos duraderos.
M ientras se carezca d e instituciones q u e p e rm ita n co n cen tr
nos de un solo ag en te la totalidad del capital social q u e funda la exi
ten cia del grupo (fam ilia, nación, pero ta m b ié n asociación o p a itic o ^
conferirle el m an d ato p ara ejercer, gracias a ese capital poseído en f o r m a
colectiva, un p o der sin relación con su a p o rte p erso n al, cada a g e n te pa
ticipa en el capital colectivo, simbolizado p o r el apellid o de a a n u ia
del linaje, pero en p ro p o rció n directa a su a p o rte , es decii, en a
en que sus acciones, sus palabras, su p erso n a m a n tie n e en a o
del «ropo. (A la inversa, m ientras la d elegación institucionalizada, q u c
acom pañada por u n a definición explícita de las responsabilidades, tien-
r . L e a r t e consecuencias de Los escoces in d iv id ú a te , la d eleg a cco n
difusa, correlativa al h ec h o de pertenecer, a se g u ra a todos los m icr
del grupo, sin distingos, la caución del capital colectivam ente p o s e íd o
p ero sin resguardarlos co n tra el descrédito q u e la co n d u c ta de a § u a 0
ellos puede traer aparejado: esto explica q u e en d ic h o caso los grasados
2 24 1 AS E S T R A T E G I A S h e l a r e p r o d u c c i ó n s o c i a l

d eb a n u n irse para d efen d er el h o n o r colectivo en el h o n o r de los miem­


bros más desprovistos de en tre su g ru p o ). De hecho, es el m ism o princi­
pio el q u e p ro d u c e el grupo instituido en busca de la c o n c en trac ió n del
capital y la c o n tie n d a en el in te rio r de ese grupo p o r la ap ro p iació n del
capital social p ro d u c id o por esa m ism a concentración. P ara circunscribir
la c o m p e te n c ia interna a los lím ites más allá de los cuales com prom ete­
ría la ac u m u la ció n del capital fundacional del grupo, los g ru p o s deben
estipular la d istrib u ció n en tre sus m iem bros del derech o a instituirse en
deleg ad o (m an d a tario , p len ip o ten ciario , representante, portavoz) del
gru p o , a c o m p ro m e te r el capital social de todo el grupo: así, los grupos
instituidos d ele g a n el capital social a todos sus m iem bros p ero en grados
muy d esig u ales (del simple laico ai P apa o del m ilitante de base al secre­
tario g e n e ra l), y con ello pu ed e individualizarse el capital colectivo com­
pleto en un a g e n te singular q u e lo co n cen tra y que, a u n q u e o b ten g a del
gru p o to d o su poder, puede ejercer sobre el grupo (y en u n a cierta m edi­
da c o n tra el g ru p o ) el p o d er q u e el g ru p o le perm ite co n cen trar. Así, los
m ecanism os d e delegación y de representación (en su doble sen tid o , ligado
al teatro y al d e re c h o ) que se im p o n e n - p o r supuesto, más rigurosam en­
te cu an to m ás n u m ero so es el g ru p o - com o una de las co ndiciones de la
c o n c e n tra c ió n del capital social (e n tre otras razones, p o rq u e perm ite a
n u m erosos ag en tes, diversos y dispersos, actuar “com o u n solo h o m b re”
)• su p erar los efectos de la fm itud q u e vincula a los agentes, a través de
su cu e rp o , co n un lugar y con un tiem po) entrañan el p rin cip io de una
m alversación d el capital que ellos m ism os producen.
Nota sobre los textos

1 Estrategias de reproducción y modos de dominación [ Stra


' tégies de reproducción et modes de dominación”, Acto de la
Recherche en Sciences Sociales, n° 105, 1994, pp. 3-12].

2. Los modos de dominación [“Les modes de dominación’ ,


Actes de la Recherche en Sciences Sociales, n° 2-3, 1976,
pp. 122-132],
3 Porvenir de dase y causalidad de lo probable [“Avenir de
classe ec causalité du probable”, Revue Fran(aise de Socwlogie,
XV, 1974, pp. 3-42].
4 E n clasam ien to , d esd a sa m ien to , reenclasam iento [“Classe-
m ent, déclassemenC, reclassem en t", Arto de la Recherche en
Sciences Sociales, n° 24, n o viem b re d e 1978, pp. 2-22].

5 La representación de la posición social [‘ La representa­


ción de la posición sociale”, Actes de la Recherche en Sciences
Sociales, 52-53, junio de 1984, pp. 14-15],

6 . Una clase objeto [“Une classe objet”, Actes de la Recherche en


Sacíales. 17-18, noviem bre de 1977, pp. 2-5 J.

7. Capital simbólico y ciases sociales [“Capital symbolique et


classes sociales”, L'Arc, n° 72, 1978, pp. 13 19].

8 . Los tres estados del capital cultural [“Les trois états du


capital culture!”, Actes de la Recherche en Sciences Sociales,
n° 30, 1979, pp. 3-6].

9 . El capital social. Notas provisorias [“Le capital social.


Notes provisoires”, Actes de la Recherche en Sciences Sociales,
n° 31, 1980, pp. 2-3].
pierre bourdieu

Una efe fres preguntas fundamentales respecto del mundo social


es por que ese mundo dura, cóm o se perpetúa el orden social,
vale decir, el conjunto de relaciones que lo constituyen. E! m undo
social está dotado de una tendencia a perseverar en el ser, y esa
suerte ele principio interno está inscripto tanto en las estructuras
"objetivas" -lo s modos en que se distribuyen los distintos tipos
de capital: económico, cultural, social y simbólico- com o en las
"subjetivas” -las disposiciones de los agentes o grupos-.

En este libro, Pierre Bourdieu disecciona las estrategias,


conscientes o no, que en diferentes cam pos procuran la
reproducción de una clase o de una fracción de clase, es decir,
la conservación o la mejora ele sus condiciones de vida y de su
po.sición respecto de otros grupos. Esas estrategias, que tienden
a garantizar tas diferencias de clase y por tanto los modos de
dom inación, dependen siempre del volum en y de la estructura del
capital que se posea, y se juegan en distintos espacios: el ám bito
familiar, allí donde se deciden los casamientos y el número de hijos;
el ám bito educativo, donde se eligen las carreras y las orientaciones
más convenientes, y donde la inflación y la devaluación de títulos
obliga a redefinir las apuestas; el ám bito profesional, donde incide
no sólo la acreditación formal que habilita a ocupar un determ inado
puesto sino los habitus de clase y los valores adicionales de
prestigio o reconocimiento,

A partir de una sólida combinación de reflexiones teóricas y


análisis empíricos, que contem plan las prácticas de los grupos
pero también las representaciones y las percepciones que cada
uno de ellos tiene de sí y de los oíros, Bourdieu ofrece una
explicación tan rigurosa com o fascinante de! espacio social, ai
que entiende como un campo dinám ico de luchas y de apuestas
que varían con el tiempo. Y ofrece tam bién una lección de análisis
sociológico, en ia medida en que la contundencia de las hipótesis
nunca se traduce en simplificación.

ISBN 9 7 8 - 9 8 7 - 6 2 9 - 187-3

siglo veintiuno
editores 9"789876 291873

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