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Vivía en un parque enorme, rodeada de muchas cosas hermosas.

Los
visitantes venían de todas partes para conocer y apreciar ese
hermoso lugar. Cada mañana, cuando salía el sol y se abrían las
puertas del parque, Mariana se bañaba en las gotas de rocío. Lavaba
su carita, sus pétalos, y, se colocaba en la posición más elegante
posible, esperando ansiosa que mucha gente viniera a admirarla.

Pero... ¡Qué triste! Los pies de los visitantes pasaron tan cerca que
casi la aplastan y, sin darse cuenta, se dirigieron hacia el hermoso y
amplio jardín que estaba justo detrás de ella. ¡Ah!... Si ella hubiese
podido estar en ese hermoso jardín, entre esas flores grandes,
coloridas y orgullosas...
Ahí sí, ella seria admirada. Pero, ¿se resaltaría realmente? ¡Esas
flores eran mucho más grandes, mucho más bonitas que ella! Bueno,
al menos si ella estaba allí, tal vez por un descuido, alguien se fijará
en ella. Pero, ¡no había manera! Ella estaba allí, lejos del jardín, y
parece. No había nada en ella que pudiera llamar la atención de la
gente.

Una mañana, Mariana se despertó muy desanimada. Incluso deseó


que uno de esos hombres muy pesados que visitaban el parque la
aplastara con un gran pisotón. Esta vez, cuando la gente empezó a
entrar por el portón, en vez de querer aparecer, Mariana quiso
esconderse. Esconderse de todos. ¡Sentía que no valía nada! Se
sintió muy fea. Y creía que ni siquiera merecía llamarse flor. ¡Flores
para ella, eran las del jardín! Esos sí fueron admirados por todos. De
hecho, sería muy bueno para ella si crecieran muchos arbustos a su
alrededor. ¡Entonces ella desaparecería de una vez! Mariana estaba
tan absorta en sus pensamientos que ni siquiera se dio cuenta
cuando una niña pequeña se le acercó.
Después de tocar con su naricita la flor, la niña corrió hacia sus
padres gritando: - ¡Mamá, mamá, la encontré! ¡Ese perfume tan
agradable que olemos, viene de esa florecita de allá! ¡Ven a sentir
mamá! ¡De cerca el perfume es aún más delicioso! Mariana estaba
feliz. Ahora estaba hasta avergonzada y trató de ponerse de la
manera más elegante posible cuando los padres de la niña se
acercaron. ¡Qué felicidad para Mariana! Ahora finalmente se sentía
realizada.

Muchas otras personas, atraídas por los gritos de la niña, también se


acercaron a oler la especial fragancia de la florecita. Este fue sin
duda el día más feliz en la vida de Mariana. Olvidó toda la tristeza
que hasta hace poco tiempo la agobiaba. Y todo por su perfume, que
fue notado por el pequeño visitante. Si solo fuera su belleza... ¡Oh,
las flores del jardín eran mucho más bonitas que ella! ¡Pero su
PERFUME superó en belleza a todas las demás!
A partir de ese día, MARIANA entendió su valor y su propósito. No
importa en donde uno pueda estar siempre puede das el mejor de sí.
Como ser agradecido por como es, sin menospreciar la apariencia
O retraerse por la misma, sino que conservar la esencia y ser como
un buen perfume dejando buenos aromas de ejemplo.

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