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Mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra” (Salmo

121:2).

En este pasaje, el salmista dice dos verdades principales: Primero,


Dios es todopoderoso y puede socorrer. Segundo, Dios es Creador; Él
hizo los cielos y la tierra. Aquí sobresale una confianza profunda en que
si Dios es el autor de todo lo que existe, también es suficiente para
proteger a sus criaturas. Nótese que el escritor exalta la grandeza y el
poder de Dios en todo sentido. Además, reconoce su condición
indefensa y se somete bajo el cuidado de Dios. No se gloría de su
capacidad humana. Bien dijo Dios: “No se alabe el sabio en su
sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus
riquezas. Más alábese en esto el que se hubiere de alabar: en
entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia,
juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová”
(Jeremías 9:23-26).

De manera que, en cada momento de nuestra vida podemos confiar


en la protección de Dios, aunque las cosas estén fuera de nuestro
control. Hay que recordar que Él es soberano y tiene dominio de todo.
De este pasaje se aprenden varias enseñanzas importantes:

Dios tiene poder para socorrernos.

Dios es creador de los cielos y de la tierra. Es maravilloso pensar en


todas estas cosas. Por ejemplo, cuando elevamos los ojos al cielo,
vemos un gran espacio poblado de estrellas, a lo que llamamos galaxia.
Los astrónomos dicen que hay quinientos millones de galaxias, y que en
cada galaxia hay más de cien mil millones de estrellas, soles, planetas y
lunas. ¡Esto es motivo de glorificar a Dios!

Dios es sustentador de todas las cosas (Colosenses 1:17). En el


universo no se mueve nada sin el control de Dios. Imaginémonos esos
millones de astros que se mueven en el espacio a una gran velocidad de
600 kilómetros por segundo, o sea, más de dos millones de kilómetros
por hora. El único que puede controlar todos los movimientos de los
astros es Dios. De lo contrario el universo sería un desastre.
Dios es el que gobierna todo. Daniel 4:25 dice que los reinos son parte
del plan de Dios, y Él los controla. Ellos no pueden hacer más de lo que
Él les permite.

Él conduce todas las cosas a su destino señalado.

“No dará tu pie al resbaladero” (Salmo 121:3a).


El sentido de este versículo es que Dios nos mantendrá
perseverantes en nuestro camino. Nos guarda para que no
suframos ninguna tipo de caída (Salmo 40:2; Proverbios 16:9;
Judas 24). Los cristianos, que muchas veces desfallecen en la
vida espiritual, no tienen ningún pretexto para justificar sus
debilidades, ya que Dios nos ha dado promesas para mantenernos
firmes.
“No se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel” Salmo 121:3-4).

En los países se espera que los gobiernos humanos velen por el


bienestar y seguridad de todos los ciudadanos. Sin embargo, ellos
han fracasado en velar por la seguridad de la gente. En cambio,
nuestro Dios no nos falla ni nos fallará jamás.

Entre el versículo 3 y el 4 hay una diferencia. En el versículo 3,


la promesa de protección es para una persona individual: “No dará
tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda”. Mientras
que en el versículo 4, la protección es para un pueblo: “He aquí,
no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel”. Esto indica
que Dios nos protege a nosotros en forma individual y también a
nuestra familia y a nuestros pueblos.

Es la forma figurada en que David dice

que no descansará contento hasta que estableciera un lugar


permanente para el arca de Dios.

Cuando se hace obra para el Señor, bueno es atarnos a un tiempo.


Bueno es fijar el trabajo para un día en la mañana, sometidos a la
Providencia, porque no sabemos qué pueda acarrear el día.
Primero y sin tardar, debemos procurar que nuestros corazones sean
hechos habitación de Dios por medio del Espíritu. —Ora que Dios ponga
su morada en la habitación que Él ha edificado.

No tenemos méritos propios que alegar, sólo que por amor a Él, en
quien hay mérito pleno, encontremos favor. Y todo verdadero creyente
en Cristo es un ungido y ha recibido el óleo de la gracia verdadera de
parte del Santo. El pedido es que Dios no se aleje, sino oiga y responda
sus peticiones por amor de su Hijo

La importancia de la autoestima no es debatible. El famoso psicólogo, el


Dr. Abraham Maslow, sitúa la autoestima dentro de las principales
necesidades del hombre – de hecho, en su escala de necesidades
humanas la autoestima sólo viene por detrás de la comida, la vivienda y
las relaciones interpersonales.

Cómo lograr ese respeto es otra cuestión.

El hombre occidental busca logros externos para alcanzar el auto-


respeto, impulsado por la necesidad de lograr lo que otros reconocerán
como símbolos de estatus. El se identificara fácilmente por su profesión
o carrera: "Soy corredor de bolsa, o vicepresidente de marketing, un
graduado en Harvard". Si otros están impresionados, nos asegura que
somos importantes.

Pero este enfoque en la realización externa implanta un intenso miedo al


fracaso. Tenemos miedo que nadie se sienta impresionado, y entonces
¿qué le sucederá a nuestra autoestima? La casa de naipes que hemos
construido se derrumba.

Cada vez que Gastón estaciona su "Lexus" (que tiene hasta los
suplementos de cuero en el interior), en el estacionamiento de su casa,
el siente que "lo ha logrado".

Un año más tarde, el modelo de Gastón es anticuado y los vecinos ya no


están impresionados. Su fachada se derrumba, su autoestima es
aplastada. ¿Y ahora qué?

La Evolución y la Batalla por la Autoestima


La evolución enseña que un ser humano no es más que una sofisticada
forma de animal, con no más ni menos valor intrínseco que cualquier
otra criatura, sea un gato o un gusano.

El mensaje subyacente es que un ser humano no tiene fuente inherente


de autoestima. Más bien necesita logros tangibles para sentirse
"exitoso". ¡Que tremenda presión!

Si el "éxito" es nuestro único pasaje hacia el respeto por uno mismo,


entonces muchos de nosotros nunca llegaremos allí. Y los que tienen la
buena suerte de lograr ese "éxito" siempre vivirán con temor de
perderlo a través de circunstancias que escapan a su control. Podemos
tener todo el talento del mundo, pero podemos terminar tropezando en
el pavimento y ¡perder la entrevista!

El judaísmo comienza con la premisa de que cada ser humano es creado


a imagen de Dios. Con tal magnánimo punto de partida, el respeto por
uno mismo es entonces un derecho de nacimiento de cada ser humano.

Muchas mitzvot en el judaísmo nos guían respecto a cómo tratar a otras


personas. Estas se basan en el reconocimiento de que el hombre tiene
dignidad inherente y autoestima – independientemente de que haya o
no "logrado" cualquier cosa de importancia.

Esfuerzo Versus Resultados

"De acuerdo al esfuerzo es la recompensa". (PirkeiAvot 5:27)

En el judaísmo, es la lucha, y no el logro de un objetivo, lo que importa.


Debido a que el resultado final, de todos modos, esta en manos de Dios.

Una persona puede de esta manera tener éxito ganando una lucha
moral, incluso si no hay resultados tangibles.

Pero el esfuerzo es difícil de cuantificar, por lo que en nuestro mundo


materialista tendemos a despreciar su valor.

Estás viendo a dos personas competir en una carrera de 100 metros.


Uno consigue un record mundial de 9.3 segundos. El otro cruza la línea
de meta en 30 segundos.

¿Quién alcanzó el éxito? ¡El que rompió el record por supuesto!


Salvo que el que ha tardado 30 segundos tuvo poliomielitis cuando era
niño, no pudo caminar hasta que cumplió los 14 años de edad, y ha
invertido años de doloroso y agotador esfuerzo hasta que finalmente fue
capaz de correr esa distancia.

Nunca podremos medir el valor de ninguna persona basándonos en el


éxito externo, porque nunca podremos saber las circunstancias que ha
tenido que afrontar.

Nacemos dentro de un conjunto particular de circunstancias, según lo


determinado por Dios. Solo tenemos control sobre el esfuerzo que
estamos ejerciendo.Como nos enfrentamos a nuestra situación
particular, determina si somos exitosos. Donde nos encontramos en
la escalera es menos importante que cuantos escalones hemos subido.

La autoestima resulta del saber que estas haciendo el esfuerzo de


crecer. Si estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo, podemos
vivir con un profundo y permanente sentido de la satisfacción.

Un Cuento Talmúdico

Eliézer era el hijo de Hurkanas, un gran rabino de su generación y un


hombre muy rico.

Eliézer estaba cultivando en la montaña, y empezó a llorar. Su padre


dijo: "¿Por qué estas llorando? Si hace calor arriba en la montaña, te
llevaré a la llanura." Así que comenzó Eliézer a cultivar en la llanura, y
lloró allí también.

"¿Por qué estas llorando?" Pregunto Hurkanas.

"Quiero aprender Torá", dijo Eliézer. Lloró hasta que llegó el profeta
Elías y le dijo que vaya a Jerusalem y busque a RabYojanan Ben Zakai,
el mayor sabio de la generación.

Eliézer fue a Jerusalem – y adivinaste – comenzó a llorar: "Quiero


aprender Torá".

RabYojanan Ben Zakai pregunto: "¿Acaso no te han enseñado ni siquiera


a decir el Shemá?"

"No".
Por lo que el gran sabio, RabYojanan Ben Zakai, enseñó a Eliézer el ABC
del judaísmo. Entonces el dijo: "Muy bien, Eliézer. Tuvimos éxito. Ahora
es el momento de que te vayas."

Eliézer empezó a llorar: "¡Quiero aprender Torá!"

Entonces RabYojanan Ben Zakai le enseñó a Eliézer los Cinco Libros de


Moisés y la Ley Oral. Luego RabYojanan dijo:"Eliézer es el momento de
que te vayas".

Eliézer nuevamente lloró:"¡Quiero aprender Torá!".

Y así fue. Entonces un día, Eliézer estaba sentado, aprendiendo Torá, en


la parte trasera de la sala de estudios. Inesperadamente, su padre
Hurkanas entró, justo en el momento en que RabYojanan Ben Zakai le
pidió a Eliézer que se sitúe al frente y recite la Torá en voz alta.

Después de que Eliézer terminó, Hurkanas se puso de pie, y sonriendo


con orgullo, dijo: "Eliézer, al principio quería dar mis propiedades a
todos mis hijos excepto a ti. ¡Pero ahora te voy a dar todo lo que tengo
a ti y solo a ti!"

Eliézer respondió: "Padre mío, si yo hubiese querido el oro y la plata,


me hubiera quedado trabajando en la granja. Todo lo que quiero es
Torá". Y así continuó RabEliézer Ben Hurkanas, hasta que se convirtió en
el líder de la generación, y el maestro del gran Rabí Akiva.

Profundizando la Lección

Hay muchas dificultades con esta historia.

1. ¿Cómo es posible que Hurkanas, un gran rabino y un hombre rico,


no enseñó a su hijo Torá?

2. ¿Por qué Hurkanas puso a su hijo a hacer una labor de poca


importancia como cultivar? Podría haber contratado a otros
trabajadores para realizar el arado, y dar a su hijo un puesto de
supervisor.

3. ¿Por qué el profeta Elías le dijo a Eliézer que vaya a aprender el


judaísmo básico de un sabio tan estimado como lo era RabYojanan
Ben Zakai? ¡Cualquier estudiante intermedio de la Ieshivá podría
haber hecho eso!
Solo hay una respuesta para explicar todas estas dificultades. Eliézer
tenía una cabeza extremadamente lenta.

Por supuesto, Hurkanas contrato profesores para su hijo. ¡Pero incluso


el mejor maestro no pudo meter el Shemá en la cabeza dura de Eliézer!
Así que, ¿qué es lo que se supone que un padre debe hacer con un hijo
así? ¿Lo convierte en un capataz? ¡De ninguna manera! Le da un arado.
Por lo menos así será productivo.

Pero Eliézer grito: "¡Quiero aprender Torá!" El único que quedaba, que
tenía la posibilidad de obtener algo de Eliézer, era el líder de la
generación RabYojanan Ben Zakai.

RabYojanan luchó por la educación de Eliézer, y consiguió un logro aun


mayor: El enseñarle los fundamentos del judaísmo. Y cuando Eliézer
lloró por más, RabYojanan se dio cuenta de que si funcionó una vez, tal
vez le podía enseñar más. Y así fue, hasta que Eliézer se convirtió en
uno de los más grandes estudiosos de su generación.

De todo esto vemos que incluso los más lentos de los lentos pueden
alcanzar la grandeza. ¿El secreto? Tienes que quererlo tanto, pero
tanto que llorarías por eso. Ese fue el mérito de RabEliézer Ben
Hurkanas.

El Éxito es un Regalo de Dios

"Todos y cada uno de los judíos deben esforzarse por llegar a ser tan
grandes como Moisés". (Maimónides, Leyes de Teshuvá 5:2)

Obviamente, no todos nosotros nacimos con la inteligencia, el carácter y


las cualidades de liderazgo de Moisés. Así que ¿cómo se puede esperar
de nosotros el llegar a ser tan grandes como Moisés?

Si haces el esfuerzo, encontraras resultados. (Talmud – Meguila 6b)

¿Qué queremos decir con "encontrar resultados"? ¿Por qué no decir


simplemente: "Si lo intentas, verás los resultados"?

La respuesta es que el esfuerzo y los resultados no son causa y efecto.


Llegar a grandes alturas no depende de nuestras capacidades y talentos
naturales. El esfuerzo es nuestra responsabilidad, pero los resultados
son un "encontrar" –- son un regalo de Dios. Y Dios nos dará lo que sea
que necesitemos para tener éxito.

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El pueblo judío es llamado "los hijos de Dios" (Deuteronomio 14:1,


Talmud – PirkeiAvot 3:18). Así como un padre naturalmente quiere dar
todo lo bueno a sus hijos, así también Dios quiere que tengamos todo lo
que es bueno.

Aquí esta el verdadero secreto del éxito: Independientemente de


nuestras limitaciones mortales, nuestro potencial de grandeza es
ilimitado cuando tenemos el poder de Dios detrás de nosotros.

Todo lo que Dios nos pide es que intentemos. No lo hagamos esperar.

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