Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Estas son preguntas que han intrigado a los hombres por siglos. Pero la Biblia
puede contestarlas de forma precisa y satisfactoria.
Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; que todo vuestro ser - tanto
espíritu, como alma y cuerpo - sea guardado sin mancha en la venida de nuestro
Señor Jesucristo. Notemos que estamos hechos de tres elementos esenciales:
La Biblia con frecuencia habla de cómo fue tomado de la tierra. Por lo tanto,
nuestro cuerpo está formados de materiales que encontramos en la tierra:
oxígeno, hidrógeno, calcio, hierro, fósforo, etc.
Salmo 10:18
Porque polvo eres y al polvo volverás. «Polvo» y «ceniza» son otros de los términos
empleados en la Biblia para describir el cuerpo, recordándonos, desde el
principio, que fuimos tomados de la tierra.
Salmo 103:14
Génesis 18:27
He aquí, ya que he comenzado a hablar con mi Señor, a pesar de que soy polvo y
ceniza (...).
Dios, Dios de los espíritus de toda carne (...). El segundo elemento de nuestro ser
es el espíritu, también llamado «aliento» o «hálito» o «soplo» (de hecho, el término
griego para espíritu es «pneuma», raíz que significa «soplo», como en la palabra
«neumático», por ejemplo).
El espíritu es el aliento de vida dado por Dios. Cuando el cuerpo inerte recibe este
aliento, comienza la vida; por el contrario, al momento de la muerte, el espíritu
abandona el cuerpo y regresa a Dios.
Entraron, pues, con Noé en el arca, de dos en dos, de todo ser en que había
espíritu de vida. El espíritu, es decir, el aliento de vida es lo que da vida a todas las
criaturas vivas. Proceden de la misma fuente de vida tanto para los hombres como
para los animales.
Podemos comparar al espíritu con una corriente eléctrica que distribuye energía a
toda una ciudad.
Eclesiastés 3:19
Porque lo que ocurre con los hijos del hombre y lo que ocurre con los animales es
lo mismo: como es la muerte de éstos, así es la muerte de aquéllos. Todos tienen
un mismo aliento.
Apocalípsis 11:11
Después de los tres días y medio el aliento de vida enviado por Dios entró en ellos
[los dos testigos], y se levantaron sobre sus pies.
Ezequiel 37:5
Entonces Jehovah Dios formó al hombre del polvo de la tierra. Sopló en su nariz
aliento de vida, y el hombre llegó a ser un ser viviente. La unión del cuerpo y el
espíritu constituyen un alma viviente.
Por lo tanto, el alma no es una entidad separada del cuerpo. El alma es el ser
viviente en sí mismo.
1 Corintios 15:45
Estos versículos nos demuestran que la palabra «yo» puede ser remplazada por
«mi alma», y la palabra «nosotros» puede ser remplazada por «nuestra alma».
Salmo 124:7
Es que el polvo vuelve a la tierra, como era; y el espíritu vuelve a Dios, quien lo dio.
En el momento de la muerte, el espíritu, el aliento, simplemente vuelve a Dios
quien lo ha dado para que exista la vida.
Eclesiastés 8:8
No hay hombre que tenga poder sobre el hálito de vida, como para retenerlo, ni
hay poder sobre el día de la muerte.
Lucas 23:46
Entonces Jesús, gritando a gran voz, dijo: «¡Padre, en Tus manos encomiendo Mi
espíritu!»
Salmo 146:4
Aquí los hombres que mueren reciben los diezmos. En el momento de la muerte,
el alma viviente deja de ser. El cuerpo regresa al polvo, y el espíritu, la energía de
vida, regresa a Dios.
Pero, ¿es inmortal alguna parte del cuerpo humano?
Por largo tiempo se ha enseñado que el alma es inmortal; que continua después
de la muerte, yendo al cielo, al infierno, o a algún otro lugar...
Isaías 51:12
El alma que peca, ésa morirá. La Biblia está clara en este punto: el alma es mortal.
Mateo 10:28
Más bien, temed a aquel que puede destruir tanto el alma como el cuerpo.
El que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma.
[Dios] no eximió sus almas de la muerte. Notemos en este último versículo, que la
mortalidad del alma se aplica a todos los hombres, buenos o malos.
Entonces, ¿de dónde procede esta gran mentira que enseña que el alma es
inmortal?
¿Habéis de profanarme (...) matando las almas que no deben morir, y dando vida a
las almas que no deben vivir?
[La serpiente] dijo a la mujer: «¿De veras Dios os ha dicho: “No comáis de ningún
árbol del jardín”?»
La mujer respondió a la serpiente: «Podemos comer del fruto de los árboles del
jardín. Pero del fruto del árbol que está en medio del jardín ha dicho Dios: “No
comáis de él, ni lo toquéis, no sea que muráis.”»
Pero me temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, de alguna
manera vuestros pensamientos se hayan extraviado de la sencillez y la pureza que
debéis a Cristo. Desde el principio hasta hoy, Satanás se las ha ingeniado para
engañar a los hombres, haciéndoles creer que son inmortales.
Apocalípsis 12:9
(...) la serpiente antigua que se llama diablo y Satanás, el cual engaña a todo el
mundo.
Pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que
comas de él, ciertamente morirás. Dios creó al hombre como candidato a la
inmortalidad.
Romanos 5:12
Por esta razón, así como el pecado entró en el mundo por medio de un solo
hombre y la muerte por medio del pecado, así también la muerte pasó a todos los
hombres, por cuanto todos pecaron.
Porque la paga del pecado es muerte; pero el don de Dios es vida eterna en Cristo
Jesús, Señor nuestro. Al dar Su vida por nosotros, Jesucristo nos ofreció la
posibilidad de asirnos de la inmortalidad por fe.
Juan 3:16
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para
que todo aquel que en Él cree no se pierda, más tenga vida eterna.
Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en Su
Hijo.
El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para
que sepáis que tenéis vida eterna. La inmortalidad es, entonces, el regalo de Dios
a aquellos que se arrepienten de sus pecados y aceptan a Jesucristo como su
Salvador personal y Señor de su vida.
Nuestro Salvador Cristo Jesús (...) anuló la muerte y sacó a la luz la vida y la
inmortalidad por medio del evangelio. Recordemos: la inmortalidad existe sólo en
Jesucristo.
Sin Él, permanecemos sujetos para la mortalidad, y así para la extinción eterna.
[Dios] pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que,
perseverando en hacer el bien, buscan gloria, honra e inmortalidad.