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Soy Cristiano Evangélico I

Fundamentos de la fe para el
Discipulado y la Preparación para el
Bautismo

Dr. Antonio J. Cordero T.


Copyright © 2015 Dr. Antonio J. Cordero T.
All rights reserved.
ISBN: 1517241618
ISBN-13: 978-1517241612
DEDICATORIA

A mi Señor y Rey
A mi Pastor José Inciarte quién me enseñó el amor por la
Palabra
A mis Padre Antonio Cordero quién me enseñó integridad
A mi Madre Marta de Cordero que me enseñó disciplina
A mi Esposa Gianela de Cordero quien se mantiene a mi lado
A mi hijo Gabriel quien me motiva a seguir luchando
A mis discípulos, para quienes escribí este libro
Contenido
Contenido
Introducción a las Clases Preparatorias para el Bautismo
El Discipulado
La Iglesia Universal y la Iglesia Local
¿Quiénes son los evangélicos y porqué hay tantos tipos
diferentes de ellos?
Fundamentos de la Salvación
El Concepto de Pecado
Las Leyes de Dios
Los Diez Mandamientos
La Condición Humana Caída
Consecuencias de la Caída
El Plan de Salvación
El Plan de Salvación ejecutado
Introducción a las Clases Preparatorias
para el Bautismo
Comprender las Buenas Nuevas de Salvación constituye lo
fundamental del mensaje evangélico, por lo tanto creemos que
debe ser el inicio del discipulado y de la preparación para el
Bautismo, sin embargo, existen algunas interrogantes comunes,
inherentes a las propias clases, que es imprescindible tratar de
forma preliminar; a continuación mencionamos tres de las más
importantes:
1. ¿Cuál es la razón por la que tomamos las clases de
bautismo? La respuesta está íntimamente relacionada con la
necesidad de cumplir con el discipulado ordenado en la Gran
Comisión.
2. ¿Por qué tenemos que ser miembros de una iglesia local
si ya somos salvos? Acá debemos aprender a diferenciar entre
Iglesia Local e Iglesia Universal y entender que debemos ser
miembros de ambas.
3. ¿Qué es la Iglesia Evangélica y por qué se divide en
tantas denominaciones? Para responder a esto revisamos
sucintamente un poco de historia eclesiástica y privilegiamos el
contenido de la fe por encima del título o la adscripción nominal.
Empecemos...
El Discipulado
La Biblia no ordena tomar clases para ser bautizado, sin
embargo creemos que la Gran Comisión (Mateo 28:19) nos
ordena explícitamente: “Haced discípulos”, luego dice:
“Bautizándolos, en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo”. Por ello, el discipulado es el propósito
fundamental de la gran comisión, no la evangelización. Lograr
que alguien confiese a Cristo como Salvador es solo el primer
paso. Pero el Señor nos ordenó hacer discípulos no
confesiones. Veamos las implicaciones del Discipulado a partir
de varios pasajes que describen la postura del Mesías acerca
este tema:
1. Mateo 10:25 “Bástale al discípulo ser como su
maestro, y al siervo como su señor.” Lucas 6:40 “El
discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que
fuere perfeccionado, será como su maestro.”
Los dos pasajes anteriores denotan la importancia de vivir la
enseñanza como responsabilidad del maestro, quien por medio
de su ejemplo y palabra consigue discípulos que lo imiten y se
hagan semejantes a Jesús (1 Corintios 11:1)
2. Mateo 11:1 “Cuando Jesús terminó de dar
instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a
enseñar y a predicar en las ciudades de ellos.”
En este pasaje Jesús ofrece enseñanza práctica y didáctica,
paso a paso de qué cosas debían hacer, luego muestra un
interés especial no solo por ellos sino por su circunstancia. Fue a
sus ciudades, porque allí requerían la atención del Salvador en
sus problemas familiares, sociales, laborales, etc. El discipulado
busca ministrar a la vida del nuevo creyente de manera integral
no solo individual, como garantía de un testimonio al mundo de lo
que verdaderamente somos, cosa que debe ser constatada por
el maestro (2 Corintios 3:2 “Nuestras cartas sois vosotros,
escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por
todos los hombres.”)
3. Mateo 21:6 “Y los discípulos fueron, e hicieron como
Jesús les mandó”
Aprobar como discípulo requiere obediencia, esta revisión la
realiza el maestro en todo lo concerniente a lo que ya se les ha
enseñado (Tito 1:13 “Este testimonio es verdadero; por
tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la
fe”), involucrando una evaluación amorosa pero firme de la
sinceridad de los discípulos.
4. Marcos 4:34 “aunque a sus discípulos en particular
les declaraba todo.”
El maestro enseña todo lo que sabe, todo lo que ha recibido
de Dios. No esconde nada de la vista de sus discípulos,
procurando dar respuesta bíblica y honesta a todas sus
interrogantes, y aplicando las enseñanzas a su cotidianidad para
garantizar la pertinencia y significancia de lo aprendido en
términos de su aplicabilidad a cada realidad personal.
En resumen, en estos pasajes podemos notar que el propósito
del discipulado es desarrollar personas cuyo carácter refleje al
de su discipulador. Jesús le declaraba todo a sus discípulos
como refiere Isaías 8:16 “Ata el testimonio, sella la ley entre
mis discípulos.” Es decir, el fin del discipulado es transmitir todo
lo fundamental que hemos recibido de Dios, formando un
cristiano capaz de imitar la conducta de Cristo a través de la
enseñanza de un maestro transmisor de las realidades
espirituales.
En conclusión, si bien reconocemos que el discipulado no
termina con unas clases preparatorias para el bautismo;
creemos que dichas clases permiten al alumno iniciar un camino
de fe claro y fundamentado tras su nuevo nacimiento. Por otro
lado, es cierto que existen ejemplos de creyentes judíos de la
iglesia primitiva que recibían el bautismo con celeridad. Sin
embargo, esta práctica obedece a que los judíos, gracias al
arduo trabajo de los fariseos y a la construcción de sinagogas en
todos las comunidades donde había creyentes de religión de
Israel, ya habían recibido en su mayoría un importante
discipulado desde la niñez, en consecuencia conocían las
escrituras y las promesas sobre el Mesías.
Prácticamente, lo único que restaba enseñar era la identidad
del Mesías como la persona de Jesús y su ministerio terrenal, lo
cual podía reducir notablemente el tiempo en que se podía
garantizar el arrepentimiento y la conversión de un nuevo
creyente. Los gentiles en contraste, provenientes de tradiciones
paganas, suelen no tener conocimiento suficiente como para
comprender como es debido, la decisión que toman al aceptar a
Cristo y hacerse miembros de una iglesia, en cuyo caso sin la
instrucción pertinente no podemos decir que hemos cumplido con
la Gran Comisión.
En consecuencia de lo dicho, consideramos sabio enseñar lo
fundamental de la fe a todo aquel que aspira ser bautizado para
formar parte de una iglesia local, aunque creemos que habiendo
sido sincero en su profesión de fe, en el espíritu ya es miembro
de la Iglesia universal de Cristo.
La Iglesia Universal y la Iglesia Local
2 Corintios 8:24 “Mostrad, pues, para con ellos ante las
iglesias la prueba de vuestro amor, y de nuestro gloriarnos
respecto de vosotros.”
En el Nuevo Testamento abundan las referencias acerca de
“las iglesias” en plural, en contraste con “la Iglesia” en singular.
Esta última, muchas veces se refiere a la Iglesia Universal, como
la unidad de todos los nacidos de nuevo por la fe en la obra del
Salvador. En contraste, al decir “las iglesias” siempre se señala
cada congregación ubicada en un sitio específico, y ambos
casos no deben confundirse. Otra manera como bíblicamente se
señala una iglesia local es mencionándola en singular pero
especificando su ubicación geográfica por el nombre de la ciudad
o región.
En tal sentido, consideramos prudente aplicar un orden en el
proceso de la membresía del creyente dentro de la iglesia local,
basado en la preponderancia del Discipulado como elemento
fundamental de la Gran Comisión. Es decir, para los fines
descritos debemos diferenciar la inclusión en la Iglesia Universal
como cuerpo de Cristo, pues tiene lugar inmediatamente tras una
conversión operada exclusivamente por el Espíritu Santo
(Efesios 1:13), eso no es obra del presbiterio eclesiástico sino
de Dios.
Lo que sí es obra del liderazgo de la Iglesia Local, definida
como ese cuerpo que representa a la Iglesia Universal en un
espacio físico/geográfico especificado, es el Discipulado. La
membresía en la Iglesia Universal no incluye de forma automática
el formar parte de la Iglesia Local, son dos hechos diferentes,
ambos necesarios. El primero implica poder recibir el Nuevo
Nacimiento y acceder a los beneficios de la Cruz, y el segundo
sirve para cuidar la Salvación y crecer en la gracia y el
conocimiento de Dios (Colosenses 2:1-3). El primero es
esfuerzo exclusivo del Señor, el segundo requiere la participación
de otros creyentes maduros en la fe.
1 Pedro 5:1-2 “Ruego a los ancianos que están entre
vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los
padecimientos de Cristo, que soy también participante de
la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que
está entre vosotros”
Como se ha dicho, es posible ser parte de la Iglesia Universal
sin ser miembro de una Iglesia Local solo por el hecho de haber
nacido de nuevo, pero la salvación en dichas condiciones corre
un riesgo enorme, pues el creyente carece del cuidado, la
orientación y el ejemplo adecuados para mantener una vida
espiritual saludable. Todo nuevo creyente requiere de un Pastor
terrenal y visible que le apaciente, de quien pueda aprender y de
maestros humanos que le discipulen y le ayuden concretamente
a servir al Señor en equipos ministeriales. Por ello, se nos
ordena someternos en obediencia a los mismos (Hebreos
13:17).

En conclusión, no se puede enfatizar lo suficiente cuán


importante es para todo cristiano pertenecer a una iglesia local,
una comunidad de fe liderada por un presbiterio enfocado en
traer gloria al Nombre del Señor y sano crecimiento al cuerpo de
Cristo; por cuanto es imposible cumplir con el Discipulado (La
Gran Comisión) sin ser miembro y participar activamente en una
congregación estando sometido a un pastorado (1 Timoteo 4:14).
Sin embargo, debemos recordar que solo es eterna la Iglesia
Universal de Cristo y seremos miembros de ella en tanto
mantengamos una relación personal y directa con nuestro
Salvador por medio la Gracia.
¿Quiénes son los evangélicos y porqué
hay tantos tipos diferentes de ellos?
Primero que nada debemos recordar que lo comúnmente
denominado “Iglesia Evangélica”, no posee una estructura
organizativa que aglutine a todos los adherentes a sus
enseñanzas, no es una religión organizada en el sentido más
estricto, en comparación con la Iglesia Católica por dar un
ejemplo, con su Estado Vaticano y su Papa que gobiernan toda
su estructura eclesiástica, o como los Testigos de Jehová con su
“Watchtower Bible and Tract Society” que constituye una
verdadera empresa religiosa.
En contraste, los Evangélicos escogemos ese nombre por
identificarnos de alguna manera (Bíblica y respetable por demás,
en razón de nuestra vocación de anunciar las “Buenas nuevas”
de Salvación, Mateo 11:5), pero más que una religión organizada
somos un movimiento cristiano conformado por innumerables
comunidades de fe, que no siempre se organizan
estructuralmente en torno a una cabeza u organización visible,
pero que comparten ciertas doctrinas medulares que las hace
estar de acuerdo en los elementos fundamentales, cuya
adhesión, delimita si puede aplicárseles o no el título de
Evangélico.
Todas estas denominaciones son evangélicas por creer
doctrinas fundamentales como la infalibilidad bíblica, la vocación
exclusiva del Espíritu Santo como Parachletos (representante o
vicario) de Cristo en la tierra, el nacimiento virginal de Jesús, la
resurrección literal de Cristo, la Segunda Venida literal de Cristo,
la salvación por la gracia mediante la fe en la expiación de
Jesucristo y la centralidad de la conversión o "el nuevo
nacimiento " como experiencia ineludible en la recepción de la
salvación.
Dicha realidad, obedece a los fenómenos históricos con los
que se relaciona su origen, pues no es cierto el mito de una
religión fundada por un monje alemán llamado Martín Lutero para
oponerse al Papa de entonces y poderse casar (Como anuncian
nuestros detractores). Por el contrario, con el advenimiento del
Renacimiento en Europa durante los siglos XV y XVI, y en los
más diversos entornos del saber, llámese filosófico, político o
religioso; sucedió que los pensadores renacentistas fueron de
vuelta a los autores de la Antigüedad clásica, cosa que en el
campo cristiano se reflejó en un retorno a la lectura directa de la
Biblia, de ser posible en sus idiomas originales (hebreo, arameo
y griego).
La Iglesia Católica había impuesto el dogma de “Tradición
Apostólica”; como ese cúmulo de ideas, opiniones,
interpretaciones y disposiciones papales y del clero, con el fin de
otorgarles autoridad canónica o igualdad en términos de
importancia y sujeción para todos los creyentes, a la par de la
Biblia. Muchos pensadores católicos de la época consideraron
necesario, influidos probablemente por el renacimiento, pero en
definitiva dirigidos por el Espíritu Santo; volver a revisar todas
estas tradiciones y contrastarlas con la Biblia, en
correspondencia con la advertencia del Mesías, quién en Marcos
7:9 nos dice “Bien invalidáis el mandamiento de Dios para
guardar vuestra tradición”.
Es decir, en este punto los grandes reformadores, sin ánimo
de causar cismas en la iglesia sino de restaurarla en su carácter
verdadero original, comenzaron a supeditar las doctrinas de la
iglesia bajo la autoridad de la Santa Escritura, quedando al
descubierto muchos elementos de error en las enseñanzas
popularizadas por el clero romano de la época. En consecuencia,
la contrarreforma católica romana inició una purga en la iglesia
para expulsar a quienes osaron defender a la Biblia como la
Palabra de Dios por encima de toda opinión humana, lo que
incluyó la “santa” inquisición y la excomunión y martirio de
muchos hombres de piadosos.
Como se ha dicho, tras restaurarse el estudio de la Biblia
desprovisto de la imposición dogmática del clero romano, en
numerosas ciudades de Europa diversos pensadores
comenzaron independientemente, a poner en duda muchas de
las doctrinas enseñadas en la época por considerarlas
contrarias a la Palabra de Dios; entre ellos podemos mencionar
a: Juan Hus (Universidad Charles de Praga), Pedro Valdo
(Comunidad de Lyon), John Wycliffe (Oxford University),
Girolamo Savonarola (Monasterio de Florencia), Huldrych Zwingli
(Grossmünster, Zurich), Martin Lutero (Universidad de
Wittenberg) y John Calvin o Juan Calvino (Collège Royal de
Francia), entre muchos otros.
Debido a la obstinación de las autoridades del Catolicismo
Romano y la expulsión de los reformadores, casi todos estos
grandes pensadores se vieron obligados a iniciar movimientos de
enseñanza independientes en sus respectivos entornos
religiosos y académicos. Los diversos grupos funcionaron de
forma más bien autónoma, con algunas alianzas eventuales, pero
en la práctica ningún movimiento pudo alzarse con la autoridad
de gobernar sobre el resto. El movimiento Luterano fue tal vez el
de influencia más espectacular por haber llegado a transformar el
panorama de Alemania y, dada su extraordinaria importancia, se
ha difundido la noción de ser el fundador de la Reforma
Protestante. Pero, ello es injusto a la luz de tantos otros
movimientos independientes, anteriores y algunas veces
simultáneos, más o menos exitosos o duraderos, pero que
definieron como conjunto lo que habría de ser la Iglesia
Evangélica.
A grandes rasgos podemos afirmar que, debido a este origen
plural, cada movimiento evolucionó por separado creando
distintas denominaciones que se diferencian notablemente entre
sí, pero llegando a compartir los principios fundamentales
mencionados anteriormente, en especial el de las Buenas
Nuevas de Salvación por la Gracia, con lo que adquirieron el
título de Evangélicos (del griego evangelión ó buenas noticias).
Igualmente, la contrastación constante de los dogmas enseñados
anteriormente en relación con la Escritura, ha hecho que la
reforma siga como un proceso continuo hasta nuestros días. En
consecuencia, muchas de las denominaciones de hoy son
producto de reformas, dentro de reformas de la reforma original.
Por eso, ocurre en nuestro seno una discusión constante, que
considero altamente beneficiosa para hacer que nuestra
enseñanza esté lo más apegada posible a la Biblia, restaurando
así el diseño Divino original entregado a los apóstoles y profetas
de la iglesia primitiva. Además, esta pluralidad de voces y
autoridades, hace que sea prácticamente imposible en la
actualidad, que el error de un solo líder vuelva a causar que la
mayor parte de la iglesia vuelva a ser arrastrada por la falsa
doctrina, como ocurrió con la Iglesia Católica hasta nuestros
días. Creo que el día que un solo líder humano (que no sea
Jesucristo) gobierne de nuevo la totalidad de la Iglesia Cristiana,
estaremos en presencia del falso profeta y de su contraparte
político “el anticristo”, pero esa será una iglesia apóstata ó falsa
y eso ya es tema para otro estudio.
Fundamentos de la Salvación
La Salvación es el mayor regalo que Dios ha hecho a la
humanidad, posee resultados enormes para todos sus
beneficiarios, capaces de transformar nuestras vidas en el
tiempo presente y en la era por venir. Sin embargo, si
desconocemos la razón por la cual necesitamos ser salvados,
nuestra desvalida condición caída, careceremos de comprensión
sobre la dimensión de la dádiva que hemos recibido y no
podremos valorar, agradecer y en consecuencia cuidar de una
“Salvación tan grande” (Hebreos 2:3).
El Concepto de Pecado
En tal sentido tenemos que comenzar por definir la palabra
“Pecado”. En el hebreo la palabra pecado es “kjattáh” que
significa “Ofensa”; tiene que ver con que estamos faltando el
respeto a alguien. En el griego también está la palabra
“hamartia”, que significa errar al blanco o no alcanzar la meta, en
este caso implica que no hemos hecho lo que se suponía
debíamos hacer. Así que, en términos divinos y espirituales el
Pecado es cualquier acto u omisión de actuar por el cual
hacemos lo que no debemos o dejamos de hacer lo que sí
debemos y en consecuencia ofendemos a Dios.
Levítico 4:13 lo definiría así “En caso de que toda la
congregación de Israel peque contra alguno de los
mandamientos del Señor e incurra en actos que no se
deben cometer”. De este pasaje obtenemos ahora el principal
indicio de cómo identificar el pecado, es decir ¿Cómo
distinguimos qué cosas debemos y qué cosas no debemos
hacer?
La respuesta nos la ofrece con mayor claridad el Apóstol
Pablo en Romanos 3:20 donde dice que: “por medio de la ley
es el conocimiento del pecado”. Es decir, Dios puso por
escrito en su Ley una serie de Mandamientos que definen cuales
cosas Él considera pecado. Si bien, nuestra conciencia innata
debería advertirnos de las conductas pecaminosas, la propia
condición caída termina por dificultar que esta funcione
correctamente; por lo tanto para saber en qué hemos pecado
debemos comenzar por conocer las Leyes de Dios.
Las leyes de Dios
Existen dos mandamientos fundamentales los cuales fueron
delineados como tales por el mismo Señor Jesús, quien también
fue un gran conocedor y maestro de la Ley, cuando alguien le
preguntó:
“maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús
le dijo: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y
grande mandamiento y el segundo es semejante: amarás a
tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos
depende toda la ley y los profetas.” Mateo 22:36-40
En cuanto, al primer mandamiento en importancia de toda la
Biblia (No es el primero de los Diez Mandamientos) Jesús
simplemente estaba citando Deuteronomio 6:5 y debemos
resaltar que cuando dice “Todo” significa el 100% de nuestro
corazón, alma y mente, es decir; que si amamos a Dios con solo
el 99% y dejamos un 1% para nuestro egoísmo, ya estamos
incumpliendo este mandamiento. Reflexiona ahora: ¿Será que tú
amas a Dios con el 100% de todo tu ser? Siendo que la
respuesta es obviamente negativa ¿Conoces a alguien que sí lo
haga? ¿Verdad que no?
Ahora, el segundo mandamiento cita a Levítico 19:18 y nos
coloca un estándar de amor por otros basado en el amor propio.
Pero recordemos que bíblicamente el amor no es un sentimiento
sino un comportamiento, es la manera como pensamos y
tratamos a los demás y cuando hablamos a los demás nos
referimos a cualquiera y a todo ser humano. En otras palabras, el
mandamiento Divino nos obliga a hacer por otros todo lo bueno
que haríamos por nosotros mismos, a dar a otros todo lo bueno
que nos daríamos a nosotros mismos y a sentir por otros todo lo
bueno que sentiríamos por nosotros mismos. ¿Será que tú amas
a otros de esta manera? Y nuevamente ¿Conoces a alguien que
sí lo haga? Creo que la respuesta también será un rotundo: No.
Los Diez Mandamientos
De los dos mandamientos más importantes de la Ley
enumerados por Jesucristo se derivan 10 mandamientos, cinco
tienen que ver con el primer mandamiento y cinco se relacionan
con el segundo. Veamos cuales son tal y como se enumeran en
Éxodo 20.
Del primer Mandamiento que habla sobre nuestra relación con
Dios se derivan los siguientes cinco:
1. Yo soy Jehová tu Dios: este es el primero de los diez,
debes reconocer quién es el verdadero Dios y ocuparte en
relacionarte con Él. Cuando dice “Tu Dios” nos habla de la
relación personal que Él desea tener con cada ser humano.
Cualquiera que no tenga al Señor como su único Dios y/o no
posea una relación personal con Él, ya ha incumplido este
mandamiento.
2. No tendrás dioses ajenos delante de mí: nadie puede
reemplazar al Dios verdadero, ninguna relación, amistad,
conyugue, trabajo, estudios o pasatiempo, por bueno o
productivo que parezca puede tomar el lugar de Dios en nuestras
vidas en términos de tiempo o esfuerzo. Por supuesto, esto
incluye en primer lugar el Politeísmo pagano (Dioses falsos como
baal ó las deidades africanas de la santería) y en segundo la
Idolatría pseudo-cristiana por la veneración de los “santos” ó
“vírgenes” en cualquiera de sus manifestaciones con las que se
les construyen imágenes, se les reza, celebra, ora o inclina el
cuerpo. Lo cual todo implica adoración (La palabra “Adoración”
viene del hebreo “Shakjá” que significa postrarse, humillarse,
arrodillarse o rendir cualquier clase de culto, por lo tanto es falso
que quien le reza a un santo no lo esté adorando) En tal sentido,
solo Dios, el Dios verdadero puede ser adorado (Deuteronomio
10:20 = Mateo 4:10 “A Jehová tu Dios temerás, a Él servirás,
a Él seguirás, y por su nombre jurarás.”)
3. No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano: vano
viene del hebreo “shav” que significa destruir o inutilizar. En otras
palabras implica que pecamos cuando ofendemos a Dios, o
utilizamos su nombre fútilmente, sin sentido y sin propósito que
no sea traerle gloria. El nombre del Señor es una cosa muy seria,
originalmente conocido por sus cuatro letras “YHWH” denota la
esencia de “Aquel que Es” para siempre y tiene existencia en Sí
mismo. Su pronunciación estaba reservada al Sumo Sacerdote
para su uso exclusivo dentro del Templo; de resto, los judíos se
conforman con decir “Hashem” (El Nombre), precisamente para
evitar cualquier forma de irrespeto. Cuando nos llamamos
cristianos sin serlo y hablamos de Dios como si le sirviéramos
pero no lo hacemos, estamos tomando su Nombre en vano.
Igualmente, cuando manipulamos la verdad ó escondemos un
hecho y colocamos a Dios por testigo, pecamos no solo por
mentir, sino por irrespetar el Nombre del Señor, es mejor ser
gente de palabra en quien otros puedan creer y no necesitar
mención alguna de Dios para afirmar enfáticamente algo.
“Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No
perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo
os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo,
porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el
estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad
del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes
hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro
hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal
procede.” Mateo 5:33-37
4. Acuérdate del día de reposo para santificarlo: Un día a
la semana debe ser dedicado a nuestra relación con Dios, nunca
debemos dejar pasar este día para congregarnos con nuestros
hermanos, descansar, orar y leer la palabra; tampoco debemos
dedicarlo a realizar las tareas laborales comunes a una semana
de trabajo o asistencia a clase. Sobre la fecha exacta de este
día, si es sábado o domingo creemos que ambos pueden
dedicarse con este propósito. Los creyentes originales por ser
judíos guardaban ambos, el sábado por ser el día observado en
el judaísmo y el domingo por referirse al día cuando resucitó el
Señor. El primer día asistían a la sinagoga con los demás judíos y
el segundo (el domingo) se reunían aparte para orar con los “del
Camino”, es decir con los otros Judíos creyentes en Jesús.
Cuando la sinagoga dejó de ser el lugar de reunión para los
creyentes en Jesús (porque la mayoría ya no eran Judíos sino
gentiles), los creyentes comenzaron a dedicar solo el domingo y
ya que la Ley solo prescribe descansar un día, quedó el Domingo
como el día de reposo de los cristianos.
Existen algunas denominaciones cristianas que guardan solo
el sábado, ello también es válido, pero nosotros confiamos en lo
dicho por Pablo en Colosenses 2:16: “Por tanto, nadie os
juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta,
luna nueva o días de reposo”. Por lo cual, para el caso de los
creyentes gentiles, consideramos este mandamiento cumplido si
dedicamos un día a la semana para adorar a Dios, sea sábado o
sea domingo.
5. Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se
alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da. Algunos dirán
que este mandamiento no tiene que ver con honrar a Dios sino al
prójimo, pero creemos que Dios se toma como una ofensa
personal la deshonra a los Padres. Ya que ellos son sus primeros
representantes en la tierra, por ser a través de los cuales Dios
nos ha dado la vida. Recordemos que honrar tiene que ver con el
trato, no solo sentimental, sino conductual y concreto que le
damos a nuestros padres. El respeto y la honra implican
necesariamente la atención de sus necesidades físicas,
espirituales, emocionales y materiales. Jesús le otorgó mucho
peso a este mandamiento en Mateo 7:10-12:
“Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El
que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.
Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o
a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios)
todo aquello con que pudiera ayudarte, y no le dejáis
hacer más por su padre o por su madre”.
En otras palabras, Jesús está colocando la ofrenda a Dios al
mismo nivel de la honra a los Padres, por cuanto lo primero no
puede reemplazar nunca lo segundo y porque ambos forman
parte de la honra debida al mismísimo Dios. Un ejemplo útil para
entenderlo es el siguiente: Imaginemos un restaurante, la comida
viene de la Cocina donde un Chef la preparó (este representa a
Dios) pero es un mesonero el que nos la sirve (este representa a
nuestro padres), cuando le pagamos al mesonero también le
pagamos al chef, al mesonero lo vemos pero al chef casi nunca
lo vemos, así, el que honra a sus Padres de alguna forma
también está honrando a Dios, porque a nuestros padres los
vemos pero a Dios nunca, solo en la persona de Jesús.
Del segundo Mandamiento que habla sobre nuestra relación
con el Prójimo se derivan los siguientes cinco:

1. No matarás: Aunque en nuestras biblias castellanas


tradicionalmente se traduce así, la traducción más apropiada del
hebreo “ratzákj” sería “No asesinarás” o “No cometerás
Homicidio”. En cuyo caso se excluye la defensa propia por dar un
ejemplo, o las acciones policiales cuando están apegadas a la
Ley humana y Divina y a la defensa de los desvalidos cuando son
atacados por un maleante. Sin embargo, Jesús va mucho más
allá, implicando que los pecados siempre surgen de un corazón
sucio y que Dios observa dichos pecados aun cuando solo sean
cometidos con el corazón. Es decir, el odio y el deseo de
asesinar a otro, denigrándolo moralmente, matando su estima
personal y pública, Jesús lo considera una desobediencia de
este mandamiento según Mateo 5:21-22:
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y
cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os
digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será
culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su
hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que
le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.”
2. No cometerás adulterio: La palabra hebrea utilizada aquí
es “Naáf”, que hace referencia a una variedad de pecados en el
área de la sexualidad y las relaciones conyugales. Básicamente
este mandamiento implica la prohibición de darle un trato como el
de nuestro conyugue a cualquier otro ser en la tierra que no lo es.
Ello involucra que solo debemos tener una relación de tipo
conyugal (sexual y no sexual) con nuestra legítima esposa o
esposo, dentro de una relación entre hombre y mujer tal y como
Dios la diseñó en su plan original desde el Edén. Lo dicho deja
por fuera de lo permitido por Dios a la homosexualidad, las
relaciones prematrimoniales, la poligamia y la lujuria.
Manteniendo la línea anterior, también son pecados en el área
conyugal aquellos que se cometen con el corazón, tal y como lo
explica el Señor Jesús en Mateo 5:28 “Pero yo os digo que
cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya
adulteró con ella en su corazón.” Incluso, tiene que ver con el
trato que le damos a nuestro conyugue, considerando que nadie
puede tampoco tomar su lugar y recibir un trato que le
corresponda a ella ó a él; aún fuera del área de la sexualidad,
porque solo se pertenecen el uno al otro, como lo expresa Pablo
en 1 Corintios 7:4 “La mujer no tiene potestad sobre su
propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido
potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer.”
Igualmente, este mandamiento conlleva el deber de cuidar en
el área física, emocional, espiritual y material y no permitir que
nada nos haga descuidar a nuestro conyugue, descuidar al
conyugue es ya un tipo de adulterio Efesios 5:28 “Así también
los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos
cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.”
3. No hurtarás: O también no robarás, tiene que ver con
apropiarse de cualquier cosa que no nos pertenezca realmente.
Robarse cosas, dinero, tiempo, derechos, méritos que
pertenecen a otros, todos son robos por igual. El mandamiento
no coloca atenuantes al robo ni tampoco cantidad, es decir que
no importa lo pequeño del hurto, tiene moralmente un gran peso.
En ese mismo orden de ideas, tiene que ver con el pago de
nuestras deudas, como Pablo nos dice en Romanos 13:7-8
“Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que
impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra,
honra. No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a
otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.” No
pagar estas cosas al que se las debemos es también una forma
de robo.
4. No hablarás contra tu prójimo falso testimonio. Es
decir, no atestiguarás en falso contra cualquier persona: A veces
nos convertimos ligeramente en jueces de nuestros congéneres.
Asiduamente, miramos la gente a nuestro alrededor, y es fácil
condenarlos por las cosas que hacen o dicen. Criticarlos
negativamente podría tender a hacernos sentir mejor con
nosotros mismos, porque al hacerlo nos auto-convencemos de
que somos mejores que los demás. Debemos concientizar esta
triste realidad de la naturaleza caída y más bien evaluarnos
constantemente a nosotros mismos, el Apóstol pablo nos dice al
respecto: “Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos,
no seríamos juzgados” 1 Corintios 11:31.
En tal sentido debemos cuidar mucho nuestras palabras como
lo expresa Jesús en Mateo 12:36 “Mas yo os digo que de toda
palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán
cuenta en el día del juicio.” Y “Sacar la viga en nuestro
propio ojo” Mateo 7:5.
5. No codiciarás cosa alguna de tu prójimo: el Señor nos
enseña que debemos más bien alegrarnos cuando a otros les va
bien y entristecernos cuando les va mal. Como dice Pablo en
Romanos 11:15 “Gozaos con los que se gozan”. En otras
palabras, si cuando ves lo bueno que otro tiene, su ascenso o
promoción en el trabajo, sus buenas calificaciones en sus
estudios, la novia o esposa que consiguió ó el carro que
conduce; sientes algo diferente de la Felicidad por él o ella,
entonces estas desobedeciendo este mandamiento.
La Condición Humana Caída
Una revisión sincera de los mandamientos antes señalados
en comparación con nuestra propia manera de vivir nos dejará
ver sin ninguna dificultad que no solo no los hemos obedecido
correctamente, sino que simplemente en nuestras propias
fuerzas no podemos, por cuanto estamos cautivos por el pecado.
“pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la
ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado
que está en mis miembros” Romanos 7:23. Dicha naturaleza
caída forma parte de nuestro ser como herencia espiritual de
nuestro antepasado Adán y es común a todos los seres
humanos: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por
un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a
todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” Romanos
5:12
Por otra parte, considerando que el estándar de la perfección
Divina exige que sus preceptos sean obedecidos plenamente en
todo momento y circunstancia, podemos determinar que una sola
falta al respecto es suficiente para perder nuestra relación con
Dios (A menos que participemos del nuevo Pacto). Es decir,
aunque teóricamente es posible ser salvo por la pura obediencia
de la ley, dicha obediencia tendría que ser absolutamente
perfecta, un solo pecado, en uno solo de los mandamientos de
Dios, una vez en la vida echa por tierra nuestra relación con Dios
“Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere
en un punto, se hace culpable de todos” Santiago 2:10.
En consecuencia, dicha falta basta para ser considerados
incapaces de alcanzar la salvación y nos deja expuestos a la
terribles consecuencias del pecado, como lo explica el apóstol
Pablo: “Porque todos los que dependen de las obras de la
ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo
aquel que no permaneciere en TODAS las cosas escritas
en el libro de la ley, para hacerlas” Gálatas 3:10
Desde el punto de vista de la capacidad humana para vencer
el pecado, la naturaleza caída del hombre es tan lamentable
como irremediable, tal y como lo expresa Romanos 7:24
“!Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de
muerte?” en otras palabras el hombre en su condición natural,
no puede por más que se esfuerce, obedecer a Dios
plenamente, aunque sí pueda realizar muchas buenas obras,
pero no puede agradar a Dios alejándose por completo del
pecado, sino que tiende a imitar naturalmente el comportamiento
heredado por el padre carnal de la humanidad.
Como consecuencia, Dios no puede relacionarse con el
hombre, con ningún hombre, y este queda irremediablemente
separado de Dios como lo enseña el profeta en Isaías 59:2
“vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y
vuestro Dios” y lo confirma el Apóstol Pablo en Romanos 3:23
“por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de
Dios”.
Consecuencias de la Caída
1. La primera consecuencia ya evidente del texto anterior
(Romanos 3:23) es una separación que impide definitivamente la
relación entre Dios y el hombre quien por sus propios medios no
puede acercarse a Dios. Romanos 8:6-7 “Por cuanto los
designios de la carne son enemistad contra Dios; porque
no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los
que viven según la carne NO PUEDEN agradar a Dios.”
2. La naturaleza humana alejada de Dios se reconfiguró
para encontrarse emparentada filialmente con la naturaleza de
satanás, de quien la humanidad ha aprendido a ser pecadora. Al
respecto Jesús dice: “Vosotros sois de vuestro padre el
diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha
sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en
la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla
mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de
mentira.” Juan 8:44
3. La conducta de las personas debido a su nueva filiación
se tornó hacia la maldad constante. “Y vio Jehová que la
maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo
designio de los pensamientos del corazón de ellos era de
continuo solamente el mal.” Génesis 6:5
4. Comenzó la enfermedad (Isaías 38:12: “Mi morada ha
sido movida y traspasada de mí, como tienda de pastor.
Como tejedor corté mi vida; me cortará con la enfermedad;
me consumirás entre el día y la noche”). Igualmente, comenzó
el proceso de envejecimiento del cuerpo, por el cual el hombre va
muriendo lentamente, lo cual se refleja en Génesis 2:17 “mas del
árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el
día que de él comieres, ciertamente morirás.” Según la
traducción literal de Young el verbo morirás debería traducirse
“muriendo morirás”, es decir, se introduce un proceso de
muerte lenta que se conoce como envejecimiento, el cual nos
acerca progresivamente a la muerte. En última instancia, el
hombre que había sido creado originalmente para vivir para
siempre (“Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto
eternidad en el corazón de ellos” Eclesiastés 3:11), quedó
condenado a la muerte paulatina en toda su vida y definitiva en
algún momento futuro.
5. Entró la condenación y la muerte eterna que sigue a la
muerte física como destino final de todo ser humano
a.Juan 5:29: “y los que hicieron lo bueno, saldrán a
resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a
resurrección de condenación.”
b. Apocalipsis 20:15: “Y el que no se halló inscrito en el
libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.”
6. La creación misma quedó sometida al pecado del
hombre, a quién se le había entregado el poder de gobernarla, y
este al quedar bajo control satánico traspasó su autoridad a su
nuevo amo (Romanos 8:22).
El Plan de Salvación
El plan de Salvación para la humanidad y en consecuencia
para la creación, fue desarrollado por etapas; alumbrando desde
un comienzo la eficacia de la Gracia como único principio capaz
de aplicarse al proyecto salvífico. En segundo lugar, el sacrificio
de alguien inocente en favor del culpable estuvo claramente
explícito en el edén; cuando tras la caída, Dios cubrió la
desnudez del hombre con la piel de un animal, el cual fue
obviamente sacrificado y no había cometido falta alguna. “Y
Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles,
y los vistió” Génesis 3:21.
Dicha provisión, tenía como propósito facilitar el acercamiento
de Dios al hombre, cuya primera reacción había sido alejarse
avergonzado de su presencia. Cuando Dios ve al hombre
revestido con la piel de una animal que no ha pecado, que es
inocente; puede acercarse al hombre cuyo pecado queda
cubierto por la inocencia de quien le viste.
La intención divina es re-encontrarse con el hombre; en
contraste, la intención humana caída es permanecer
testarudamente separada de la Gracia salvadora. Recordemos
que este proyecto no solo implica “llevarnos al cielo” sino
restaurar a la perfección el plan original de Dios con toda la
creación, para ello el ser humano debía ser regenerado (Nacer
de Nuevo), a fin de poder cortar su afiliación espiritual con la
naturaleza satánica.
Entendemos que reconocer el pecado que hemos cometido es
un primer paso para la Salvación, por ello hemos desarrollado un
entendimiento preliminar acerca de la Ley de Dios, que nos haga
entrar en conciencia de nuestra profunda necesidad de ser
salvados. Sin embargo, la Ley realmente no antecede a la
Gracia. De hecho, la bendición de recibir el favor Divino de forma
inmerecida estuvo presente desde el principio como
consecuencia de haber actuado en Fe ante la palabra revelada
por el Espíritu Santo, aún antes que la Ley fuese otorgada en el
Sinaí. Esto fue evidenciado por Saulo (Pablo) en su carta a los
Romanos cuando coloca el ejemplo de la relación del Patriarca
Abraham con Dios (Gen. 15:6):
“¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de
la circuncisión, o también para los de la incircuncisión?
Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por
justicia” Romanos 4:9
“Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la
justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para
que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados,
a fin de que también a ellos la fe les sea contada por
justicia” Romanos 4:11
Así, es sobre la base de la Gracia que Dios revela su ley
como primer paso en el proceso de Salvación de la humanidad.
Por cuanto, reconociendo nuestra incapacidad para satisfacer el
estándar celestial podemos aceptar humildemente el regalo que
Dios había preparado desde antes de la fundación del mundo.
Esto se explica más claramente en el siguiente pasaje:
“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de
Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”
Romanos 6:23
La paga, es aquello que como consecuencia de haber
realizado una actividad específica, hemos recibido justamente ó
por méritos personales. En contraste, el regalo corresponde a un
bien que se nos otorga sin haber hecho nada meritorio o digno de
tal recompensa. Debido a nuestra desobediencia nos hemos
ganado plenamente la muerte, con todas las implicaciones
físicas, psicológicas, sociales y espirituales que esta conlleva,
pero Dios, ha decidido regalarnos la vida gratuitamente.
Dicha gratuidad inherente a la Gracia no significa que la
Salvación no tenga un costo, sino que este no tiene que ser
pagado por el hombre porque simplemente no posee la solvencia
moral para lograrlo. A los fines descritos, Dios proveyó el
mecanismo de pago, incluyendo todo el proceso para satisfacer
legalmente las demandas de la justicia en su palabra, que sirve
de cimiento al universo. “Por la fe entendemos haber sido
constituido el universo por la palabra de Dios, de modo
que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” Hebreos
11:3
No se trata del capricho de un dios iracundo que demanda
castigos, sino del Dios amoroso y justo que salva al pecador sin
contradecir su palabra, lo cual sería el fin del universo, pues ella
es su fundamento. Así, el pago provisto, la víctima inocente
capaz de vestir al hombre de justicia a la manera de la piel que
vistió a Adán y Eva; es la persona de su hijo Jesús, quien es la
manifestación visible y encarnada del Ángel de Jehová (Gen
16:10 y 22:11, Ex 3:2, Jue 6:12, 6:22 y 13:21) , es decir una
persona en la que el mismo Dios se acerca al hombre. “Porque
en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”
Colosenses 2:9
De forma que Dios no nos amó tanto que envió a un tercero,
su amor se demuestra en que Él mismo vino a darlo todo por
nosotros.
El Plan de Salvación ejecutado
El Evangelio es las “Buenas Noticias”, el mensaje inherente al
Plan de Salvación una vez consumado, es el anuncio de los
ángeles en Belén: “!Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra
paz, buena voluntad para con los hombres!” Lucas 2:14, no
hay buena voluntad en los hombres, sino que Dios muestra su
buena voluntad para con ellos al enviar una manifestación
humana de su propia naturaleza, a fin de facilitar amorosamente
nuestro acceso a su mensaje, siendo Él mismo el mensajero.
“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:
Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu,
Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el
mundo, Recibido arriba en gloria.” 1 Timoteo 3:16
El enunciado paulino anterior corresponde a uno de los más
antiguos credos de la cristiandad, es una fórmula doctrinal que
resume espléndidamente todo lo que Dios tuvo que hacer a fin de
acercarse a la humanidad e implementar su Plan de Salvación.
Otra fórmula resume ya no el plan de Salvación sino más
específicamente la obra de Jesucristo:
“Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo
recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a
las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer
día, conforme a las Escrituras” 1 Corintios 15:3-4
Este es el mensaje fundamental que debe ser creído por el
hombre a fin de tener acceso a la Salvación, cada paso
enumerado en este último pasaje describe el cumplimiento del
proyecto divino y demanda nuestra fe y certeza. Todo esto
ocurrió textual y físicamente. Jesús murió corporalmente y
resucitó corporalmente, solo que al hacerlo recibió el nuevo
cuerpo glorificado que también ha sido prometido a los creyentes
cuando ellos resuciten.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a
su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no
se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3:16
Sobre la base de su amor, Dios pagó el precio más alto
posible: la vida de Jesús; porque era el único que podía cumplir
con las demandas de la salvación de la humanidad. En este acto
de amor, Dios abrió las puertas a su reino para todo ser humano
que así lo desee. Dios sabe quiénes serán salvos en su
Omniciencia pero permite que sea la decisión individual la que
prive, según la cual cada persona elige creer y recibir el regalo
comprado por la sangre de Jesús. “Mas a todos los que le
recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad
de ser hechos hijos de Dios” Juan 1:12
“que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y
creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo” Romanos 10:9
Usar la boca para confesar la muerte y resurrección de Jesús
mientras lo creemos en el corazón, abre la puerta para la
ejecución de todo el proyecto salvífico en la persona que lo
acepta. Y será a través de estas personas que den el paso de
aceptar a Jesús, que Dios restaure la creación para cumplir el
propósito del diseño Divino original. Algunos llaman a esto
“Repetir la oración de Fe” o “Aceptar a Cristo”, la manera como
lo llamemos no es lo relevante, sino cumplir con la instrucción de
confesar con la boca a Jesús como nuestro Señor creyendo que
Él venció la muerte.
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi
voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él
conmigo” Apocalipsis 3:20
A través de su muerte y resurrección, Jesús restauró la
posibilidad de tener una relación íntima con Dios, llenándonos del
Espíritu Santo – “entraré a él” – este acto constituye el sello del
Espíritu descrito en Efesios 1:13: “En él también vosotros,
habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de
vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis
sellados con el Espíritu Santo de la promesa”. Por dicha
obra milagrosa, la persona es inmediatamente impactada en su
ser interior recibiendo el Nuevo Nacimiento.
La Obra de Cristo para la Salvación de
la Creación
¿Cómo logró Dios resolver el problema del pecado a través de
Jesús? Veamos los alcances de la obra salvadora en términos
de su efecto en el creyente en relación con la muerte y
resurrección del Salvador.
a. Propiciación:
Según la Real Academia Española: (Del lat. propitiatĭo, -ōnis).
1. Acción agradable a Dios, con que se le mueve a piedad y
misericordia.
2. Sacrificio que se ofrecía en la ley antigua para aplacar la
justicia divina y tener a Dios propicio.
Del griego hilasterion implica la posibilidad de acercamiento
entre dos partes anteriormente en conflicto ó distanciadas. Es
encontrar el punto de encuentro entre Dios y el Hombre, dicho
encuentro está presente en la persona del único ser que ha
combinado ambas naturalezas (Jesús) “a quien Dios puso
como propiciación por medio de la fe en su sangre, para
manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto,
en su paciencia, los pecados pasados” Romanos 3:25
La misma palabra hilasterion se emplea en la septuaginta
(traducción bíblica al griego utilizada por los primeros creyentes)
para referirse a la cubierta del arca del pacto donde se rociaba la
sangre del sacrificio “Y pondrás el propiciatorio encima del
arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré”
Éxodo 25:21. Esta arca es también un símbolo de Jesús, hecha
de madera y recubierta de oro; representa la fusión inmaculada
de las dos naturalezas: humana y divina.
En todo caso, aquí propiciar se relaciona con: facilitar,
acercar y proveer. Indica la posibilidad de encontrarse con Dios
sin ser impedidos por el pecado. Esto es sumamente importante,
porque solo Dios puede rescatarnos del pecado, pero al mismo
tiempo el pecado impide que Él se nos acerque, por eso la
Propiciación es la primera cosa que se logra en la sangre de
Cristo (1 Juan 2:2 y 1 Juan 4:10)
b. Redención:
i. Según la Real Academia Española: (Del lat. redemptĭo,
-ōnis).
1. Acción y efecto de redimir.
2. Redención que Jesucristo hizo del género humano por
medio de su pasión y muerte.
3. Remedio, recurso, refugio.
La Redención está referida al acto de recuperar algo que se
había perdido, como lo expresa Salmos 107:2: “Díganlo los
redimidos de Jehová, Los que ha redimido del poder del
enemigo”. Satanás había tomado control de la humanidad por
medio del miedo a la muerte, haciéndola esclava de sus propias
motivaciones egoístas, la Redención implica que Jesús logró
terminar con el derecho diabólico de subyugar a las personas
sobre la base del pecado. Habiendo este sido borrado, ya no
queda justificación legal para ser utilizado como excusa por parte
del diablo.
Lo dicho se explica claramente en Hebreos 2:14-15: “Así
que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él
también participó de lo mismo, para destruir por medio de
la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al
diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte
estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”
La Redención significa que ya no estamos sujetos en servicio
al falso amo sino al verdadero Rey nuestro Señor, cuya
jurisdicción es la que ahora determina nuestro destino. “el cual
nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado
al reino de su amado Hijo” Colosenses 1:13. Dicha
pertenencia es eterna y sellada en el nuevo pacto con la sangre
de Cristo presentada ante el trono celestial. “y no por sangre de
machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró
una sola vez en el lugar santísimo, habiendo obtenido eterna
redención” Hebreos 9:12
c. Justificación
Según la Real Academia Española: (Del lat. iustificatĭo, -ōnis).
1. Acción y efecto de justificar.
2. Causa, motivo o razón que justifica.
3. Conformidad con lo justo.
4. Probanza que se hace de la inocencia o bondad de una
persona, de un acto o de una cosa.
5. Prueba convincente de algo.
6. Impr. Justa medida del largo que han de tener los
renglones que se ponen en el componedor.
7. Rel. Santificación del hombre por la gracia y la fe con la
cual se hace justo.
Este es un término eminentemente jurídico y al mismo tiempo
bíblico. En su sentido legal se refiere a la defensa que se hace
de un sujeto ya sea por sí mismo ó por parte de una autoridad, a
fin de presentar de sus acciones como correctas frente a las
exigencias de una ley. En el contexto bíblico se relaciona con el
término Tzadik, (hbr: ‫צדי ק‬, pl.hbr: ‫ צדיקי ם‬tzadikim), palabra
hebrea proveniente de la raíz Tzedek, que significa justicia,
aplicado con respecto a un tipo especial de persona, cuya
santidad se basa en la encarnación de la generosidad y la
justicia.
Evidentemente, para el Cristianismo Evangélico, la única
persona que encarna la justicia a la perfección es el Mesías
(Jesucristo). Siendo que el estándar divino demanda nada menos
que la perfección, requerimos ser presentados ante Dios como si
fuésemos justos al igual que Él. Por eso nos revestimos de
Jesús quien por su obra nos justifica ante Dios “porque todos
los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis
revestidos” Gálatas 3:27. En este sentido se cumple
plenamente la figura tipológica representada por la vestimenta de
pieles, proporcionada tras la caída al primer matrimonio. Dios ya
no nos ve a nosotros en nuestra injusticia, sino que observa a su
hijo, el Mesías, en su justicia, lo cual nos hace aceptos ante su
presencia. “siendo justificados gratuitamente por su gracia,
mediante la redención que es en Cristo Jesús” Romanos
3:24
d. Regeneración
“ nos salvó, no por obras de justicia que nosotros
hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el
lavamiento de la regeneración y por la renovación en el
Espíritu Santo” Tito 3:5
La Regeneración es un término teológico empleado para
describir el Nuevo Nacimiento (Del griego Palingenesia: Nuevo
Comienzo o Nuevo Nacimiento). Implica que nuestro ser interior
es transformado haciendo que formemos parte de una Nueva
Creación “De modo que si alguno está en Cristo, nueva
criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son
hechas nuevas” 2 Corintios 5:17. El origen de esta creación es
espiritual pero llegado el momento correcto se manifestará
también en el plano físico, cuando no solo los creyentes serán
regenerados sino todo lo que existe “De cierto os digo, que
vosotros que me habéis seguido, en la regeneración,
cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su
gloria, vosotros también os sentaréis sobre doce tronos,
para juzgar a las doce tribus de Israel” Mateo 19:28.
Gracias a que Jesús logró resolver la imposibilidad humana
para acercarse al Padre celestial, el Espíritu Santo puede hacer
morada en el creyente, lo cual inmediatamente produce la
resurrección del espíritu humano y comienza la reconstrucción
de la imagen divina correspondiente al proyecto original
predestinado al hombre “En Él también vosotros, después de
escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra
salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en El con el
Espíritu Santo de la promesa” Efesios 1:13
Esta experiencia es imprescindible para poder entrar y
permanecer en la esfera de gobierno Divino “Jesús le
contestó: En verdad te digo que el que no nace de nuevo
no puede ver el reino de Dios” Juan 3:3
No debe ser confundido con la Investidura de Poder descrita
en Hechos 1:8 “pero recibiréis poder, cuando haya venido
sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de
la tierra”.
Dos clases de Bautismo
Debemos recordar que existen además del bautismo en
aguas dos clases de Bautismo, ambos operados por el Espíritu
Santo pero con propósitos muy diferentes. Suelen confundirse ya
que a ambos se les aplica la palabra “bautismo”, pero
corresponden a dos experiencias distintas en la vida de todo
creyente, una a la cual señalamos como la Investidura o la
Recepción de Poder y otra que llamamos El Sello del Espíritu.
Con el siguiente gráfico pretendemos explicar en qué consiste
cada uno:
El Sello del Espíritu ocurre inmediatamente cuando la persona
acepta a Jesús como Salvador (Efesios 1:13) y es el que
posibilita el Nuevo Nacimiento, ello implica que todo creyente ya
tiene el Espíritu Santo morando en su ser, de lo contrario no
podría “nacer de nuevo” ni sería “hijo de Dios”. “Pero si
alguien no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de El”
Romanos 8:9.
Sin embargo, aparte de la presencia salvífica del Espíritu
Santo en cada creyente, existe una capacitación especial para
operar en la esfera sobrenatural como herramienta para efectuar
la obra de Dios con mayor efectividad, que es la Investidura de
Poder. Estas manifestaciones de poder divino sirven como
testimonio de la veracidad de evangelio e incrementan la eficacia
del trabajo realizado por la Iglesia para alcanzar a quienes aún no
han creído y para edificar a los ya creyentes con un mayor
fervor.
Es decir, los dones del Espíritu aunque no son requisito para
Salvación, son herramientas actuales, vigentes hasta “cuando
venga lo perfecto” lo cual no ha venido aún ( 1 Corintios 13:10)
y concordantes con la voluntad divina para facilitar nuestros
ministerios en servicio de la difusión del evangelio.
Por tanto, no son un fin en sí mismos, sino herramientas que
deben ser empleadas para instrumentar la Salvación y anunciar
el mensaje del Mesías muerto y resucitado a toda criatura, así
como para el crecimiento espiritual de los hermanos. En
consecuencia, deben ser procurados por todos los creyentes
tras recibir la Salvación a fin de garantizar un mejor crecimiento y
desarrollo en la fe. “Seguid el amor; y procurad los dones
espirituales, pero sobre todo que profeticéis” 1 Corintios
14:1.

Si aún no has aceptado a Jesús como Mesías y Salvador


Personal, te invito a que realices una oración como esta:

“Señor Jesús, te doy las gracias por venir


a la tierra y morir por mí. Te doy las gracias por
haberme creado, hoy yo recibo la Salvación
que gratuitamente me ofreces. Yo creo que
Jesús es el hijo de Dios, que vivió una vida
santa, murió en una cruz, resucitó al tercer día,
predicó por cuarenta días, ascendió al cielo y
pronto volverá. Yo te confieso como mi único y
suficiente Salvador y te pido que escribas mi
nombre en el libro de la vida. Límpiame con tu
sangre, quiero vivir a partir de hoy cerca de ti
para que cuando tu vuelvas nos podamos
encontrar y así estar juntos para siempre. En
Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amen.”
En el próximo tomo SOY CRISTIANO
EVANGÉLICO Parte II, trataremos
sistemáticamente algunas de las doctrinas
fundamentales de la Iglesia Cristiana
Evangélica.

BENDICIONES…

Nota Importante: Este material puede ser utilizado para la


edificación de los creyentes de manera gratuita y sin fines de
lucro. Prohibida su reproducción para la venta, edición y
publicación sin autorización del Autor.
Citas Bíblicas de: Reina-Valera 1960 (RVR1960) Copyright ©
1960 by American Bible Society.
SOBRE EL AUTOR

Antonio José Cordero Troconis, es psicólogo egresado de la


Universidad Rafael Urdaneta, cursó la maestría en Orientación
de la Universidad del Zulia y posee un Doctorado en Ciencias,
mención: Gerencia de la Universidad Rafael Belloso Chacín.
También cursó estudios de teología en el Seminario “José
Sacramento Cobos”. Desde niño se destacó como predicador
infantil de la Iglesia de “La Cruz” en Maracaibo. Ha sido
misionero a nivel internacional y nacional, Pastor, director de
Aodración, Consultor Organizacional en el área del Talento
Humano y Desarrollo Personal, Psicólogo Educativo y Profesor
Universitario. Ha compuesto muchos temas musicales, y los
libros “Sentido: poesía reflexiva”, “Gestión del Desempeño” y
“Ten el Valor de amar”.

Contactos:
Estamos disponibles para conferencias, predicación y talleres.
Facebook: https://www.facebook.com/antoniojcordero
Twitter: https://twitter.com/ANTONIOJCORDERO
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