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“Amor”

Primavera
en gracia de olor.
Primavera
en gracia de amor.

Sueño desvelado,
rara sensación.
¿Qué abeja se ha entrado
en mi corazón?

Inquieta,
no como ni duermo tranquila.
Ansiedad secreta,
llama en la pupila.

Yo estoy embrujada
¡antes no era así!
Yo estoy hechizada
desde que lo vi.

Lengua que no canta


es mala señal.
Boca que no canta
va gritando el mal.

Y sigo la vía
sin saber si es que
encontré alegría
o si angustia hallé.
Yo estoy embrujada
¡Antes no era así!
¡Yo estoy hechizada
desde que lo vi!

“Camino de álamos”

¡Verde camino de álamos!


¿Qué es lo que hablan las copas?
Todo el día cuchichean
unas con otras las hojas.

Cuando yo, todas las tardes


paso, a esperarlo en el puente,
segura estoy que me miran
y al verme dicen: -Ya viene.

-Hoy lleva un vestido nuevo.


-Hoy va pálida. ¿Está enferma?
-Hoy trae prendido en el moño
un gajo de madreselva
................................................
-Él no ha venido. ¡Qué triste
para su casa retorna!
-Hermano álamo: dale
un huevecillo de tórtola.

Y conversan con los pájaros,


Con el polvo, con la lluvia,
Mientras mantienen a un pueblo
De escarabajos y orugas.

¡Cuánto tendré que extrañarlos


cuando de aquí nos mudemos!
¡Álamos junto al camino!
¡Fila de muchachos buenos!

El cisne

Fue en una hora divina para el género humano.


El cisne antes cantaba sólo para morir.
Cuando se oyó el acento del cisne vagneriano
fue en medio de una aurora, fue para revivir.

Sobre las tempestades del humano océano


se oye el canto del cisne; no cesa de oír,
dominando el martillo del viejo Thor germano
o las trompas que cantan la espada de Argantir.

¡Oh, cisne! ¡Oh, sacro pájaro! Si antes la blanca Helena


del huevo azul de leda brotó de gracia llena,
siendo de la Hermosura la princesa inmortal,

bajo tus blancas alas la nueva Poesía


concibe en una gloria de luz y de armonía
la Helena eterna y pura que encarna el ideal.

Marina

Mar armonioso,
mar maravilloso:
tu salada fragancia,
tus colores y músicas sonoras
me dan la sensación divina de mi infancia,
en que suaves las horas
venían en un paso de danza reposada
a dejarme un ensueño o regalo de hada.
Mar armonioso,
mar maravilloso,
de arcadas de diamante que se rompen en vuelos
rítmicos que denuncian algún ímpetu oculto,
espejo de mis vagas ciudades de los cielos,
blanco y azul tumulto
de donde brota un canto
inextinguible;
mar paternal, mar santo:
mi alma siente la influencia de tu alma invisible.

Velas de los Colones


y velas de los Vascos,
hostigadas por odios de ciclones
ante la hostilidad de los peñascos;
o galeras de oro,
velas purpúreas de bajeles
que saludaron el mugir del toro
celeste, con Europa sobre el lomo
que salpicaba la revuelta espuma.
Magnífico y sonoro
se oye en las aguas como
un tropel de tropeles,
¡tropel de los tropeles de tritones!
Brazos salen de la onda, suenan vagas canciones,
brillan piedras preciosas,
mientras en las revueltas extensiones
Venus y el Sol hacen nacer mil rosas.

Versos de otoño

Cuando mi pensamiento va hacia ti, se perfuma;


tu mirar es tan dulce, que se torna profundo.
Bajo tus pies desnudos aún hay blancos de espuma,
y en tus labios compendias la alegría del mundo.

El amor pasajero tiene el encanto breve,


y ofrece un igual término para el gozo y la pena.
Hace una hora que un nombre grabé sobre la nieve;
hace un minuto dije mi amor sobre la arena.

Las hojas amarillas caen en la alameda,


en donde vagan tantas parejas amorosas.
Y en la copa de otoño un vago vino queda
en que han de deshojarse, Primavera, tus rosas.

El león

Un gran león llegó de lejos:


era grande como el silencio,
tenía sed, buscaba sangre,
y detrás de su investidura
tenía fuego como casa,
ardía como un monte de Osorno.

No encontró más que soledad.


Rugió de huraño, de hambriento;
sólo podía comer aire,
espuma impune de la costa,
heladas lechugas del mar,
aire de color de pájaro,
inaceptables alimentos.

Triste león de otro planeta


traído por la marea alta
a los islotes de Isla Negra,
al archipiélago de sal,
sin más que un hocico vacío,
unas garras desocupadas
y una cola como un plumero.

Fue sintiendo todo el ridículo


de su contextura marcial
y con los años que pasaban
se fue llenando de vergüenza.
La timidez lo llevó entonces
a las arrogancias peores
y fue envejeciendo como uno
de los leones de la Plaza,
se fue convirtiendo en adorno
de escalinata, de jardín,
hasta enterrar la triste frente,
clavar los ojos en la lluvia,
y quedarse quieto esperando
la justicia gris de la piedra,
la hora de la geología.
El hermoso día

Tan jovial está el prado,


Y el azul tan sereno
Que me he sentido bueno
Con todo lo creado.

El sol, desde su asomo,


Derramó por mi estancia
El oro y la fragancia
Del polen del aromo.

Sentimental, el asno,
Rebuzna su morriña,
Y ayer, como una niña,
Floreció ya el durazno.

Pálida luna

Pálida luna de la dicha,


Pálida luna del dolor,
Pálida luna de la muerte,
Pálida luna del amor.

Íntima luna en la glorieta


Mística luna en el altar,
Pálida luna de los montes,
Pálida luna de la mar.

Luna del plácido silencia,


Luna del cántico glorioso.
Pálida luna del camino,
Pálida luna del reposo.

Luna feliz del bien amado,


Luna fatal del bien perdido
Pálida luna del recuerdo,
Pálida luna del olvido.

Poema en cuatro flores

Abre la noche el ángel de la fuente,


Corazón de azucena misteriosa.
Pintan en el capullo de la rosa
Las mejillas del alba adolescente.

Férvido colibrí, su sed inquieta


El día sus labios de clavel devora.
Y la tarde sus ojos enamora
En los párpados de la violeta.

Mi amapola

¡Amapola, sangre de la tierra,


amapola, herida del sol.
Boca de la primavera azul!

¡Amapola de mi corazón!

¡Cómo ríes por la viña verde,


por el trigo, por la jara, por
la pradera del arroyo vivo!

¡Amapola de mi corazón!

¡Novia alegre del corazón grana,


mariposa de carmín en flor,
amapola, grito de la vida!

¡Amapola de mi corazón!

Preludio

¡El niño, tan dormido!

Mientras, cantan los pájaro


y las ramas se mecen
y el sol grande sonríe.

En la sombra dorada
(¿un siglo o un instante?)
el niño, tan dormido
(fuera aún de la idea
de lo breve o lo eterno).

Mientras, cantan los aires


y las aguas se mecen
y el sol grande sonríe.

Pastoral

Tristeza dulce del campo.


La tarde viene cayendo.
De las praderas segadas,
Llega un suave olor a heno.

Los pinares se han dormido.


Sobre la colina, el cielo
es tiernamente violeta.
Canta un ruiseñor despierto.

Vengo detrás de una copla


que había por el sendero,
copla de llanto, aromada
con el olor de este tiempo;
copla que iba llorando
no sé qué cariño muerto,
de otras tardes de septiembre
que olieron también a heno.

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