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1.

EL CONCEPTO DE “PADRE DE LA IGLESIA"

No es fácil precisar. Tradicionalmente está subordinado al


cumplimiento de ciertas condiciones o “notas” cuyo contenido y número no
son uniformes entre los especialistas, por tanto también es muy fluctuante
el número mismo de Padres.

Su importancia es enorme. Daniel Rops (1954) la destaca así: “Había


concluido el tiempo de la Escritura inspirada y empezaba ahora una
literatura propiamente dicha, hecha por hombres” (en el libro de “La Iglesia
de los Apóstoles y de los Mártires”. Barcelona, pp. 272-273) ¿Quiénes son
estos Padres? Las notas exigibles de un Padre de la Iglesia son todavía
motivo de precisión, ya que, la era de los Padres está cerrada, el tema
(cuando se debate) no es sólo de teología retrospectiva, pues en el fondo el
interés moderno por los Padres se debe a la autoridad de que gozan dentro
de la Tradición de la Iglesia.

La nota de antigüedad es fija. De entre las demás hay tres básicas


que deseamos señalar aquí: nos referimos a los Padres de la Iglesia como a
Teólogos originales de la tercera generación de la Iglesia a quienes el
Magisterio pueda reconocer conjuntamente las características de
ortodoxia, santidad y liderazgo.

La primera generación es la de los Padres Apostólicos y la segunda la


de los Apologetas. La tercera generación, no comienza, pues, hasta
mediados del siglo III y bien podría extenderse sólo hasta mediados del
siglo V (de este parecer es, entre otros, H.I. Marrou. 1964. “Nueva Historia
de la Iglesia”. Madrid, p. 338; obra escrita en colaboración con J. Danielou).
Ya que, esta precisión técnica no ha sido todavía universalmente aceptada,
obras de divulgación como la de A. Hammann y J. Quasten coleccionan
también a los Padres Apostólicos y Apologetas; pasado el siglo V, también a
los doctores más eximios de los siglos inmediatamente posteriores. Una
cosa es clara; cuando en el octavo centenario de la muerte de San Bernardo
de Claraval (1153 – 1953) el Papa Pio XII llamó a este Santo “el último de los
Padres de la Iglesia” (Encíclica “Doctor melifluus” del 24 de mayo), el título
ha sido meramente honorífico.

2. LISTA REPRESENTATIVA DE LOS PADRES

Para una iniciación en Patrología (conocimiento histórico literario de


los Padres) y en Patrística (conocimiento teológico del contenido de sus
obras) recomendamos la obra de A. Hammann que cita los siguientes:
Orígenes de Alejandría (+253)

Cipriano de Cartago (+258)

Hilario de Poitiers (+367)

Atansio de Alejandría (+373)

Efrén de Siria (+373)

Basilio de Cesarea (+379)

Cirilo de Jerusalén (+386)

Gregorio de Nacianzo (+390)

Gregorio de Nisa (+394)

Ambrosio de Milán (+397)

Juan Crisóstomo (+407)

Jerónimo de Estridón (+419)

Agustín de Hipona (+430)

Cirilo de Alejandría (+444)

León Magno (+461)

El apelativo de Padre debió de ser bastante común en la antigüedad


cristiana, al menos desde el siglo IV donde se sitúa el primer documento
oficial sobre el tema (Decreto del Papa Gelasio. Dz 164). Vicente de Lerins
ha sido el primero en estudiar críticamente ese título (“Commitorium” que
puede leerse en la edición latina de la Patrología de J. P. Migne, Tomo 50,
641 y 676A) a cuenta de si lo merecían, o no, Orígenes y Tertuliano. En ese
tiempo aparecieron ya las “notas” o condiciones como especulación teológica
y como juicio sobre los personajes que se lo merecían.

3. LA PATERNIDAD ECLESIAL

Algunos escritores de la antigüedad cristiana recibieron el título de


Padres en homenaje análogo al que se rindió a los conciliares de Nicea, por
sus servicios meritorios a la Iglesia. La oportunidad de haber llamado
Padres a Obispos Conciliares para distinguirlos de sus acompañantes es, si
se quiere, una observación de escaso valor, pero revela la importancia del
nombre. Este nombre es bíblico y neotestamentario con un sentido peculiar
en San Pablo; padre es el que ha engendrado en Cristo Jesús por el
Evangelio (1 Co. 4, 15). En la primitiva historia de la Iglesia el título
completo era el de Padre en la Fe.

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