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​Coronavirus en Navidad.

Ya es Navidad, la época de la esperanza y de estar en familia. Este año es más


difícil estar con la gente que queremos debido al coronavirus, pero aún así podemos
estar en nuestra casa viviendo una experiencia familiar.

En la avenida Real de Pinto, una de las numerosas avenidas de Madrid, vivían en


un pequeño piso cinco personas: la madre Silvia, la hija pequeña de tres años
María, el hijo mediano de once años Javier, la hija mayor de quince años Victoria y
el padre Sergio.

Silvia es médico, que trabaja en la UCI, por otra parte Sergio era un trabajador de
una importante empresa, lo que le obliga a estar en la oficina durante la mayoría del
tiempo.

Silvia sale por fin de la UCI a las ocho de la mañana, dónde ha tenido que estar
trabajando toda la noche. Cansada se sube al coche y comienza a conducir con
mucha precaución hasta casa, aparca el coche cerca de la puerta y sube a casa.
Nada más entrar por la puerta escucha el silencio que reina en el piso, Silvia va
hacia su habitación, pues por seguridad había decidió mantenerse en su habitación
( que tiene incluido el baño) alejada del resto de la familia desde el comienzo de la
pandemia.

Sergio tenía que dormir en el sofá del salón como consecuencia, Javier y Victoria
vivían en una misma habitación y María en otra, el resto de la casa era una pequeña
habitación para estudiar, la cocina, el lavadero otro baño y una pequeña terraza.

Silvia va a su habitación y cierra la puerta con llave, no quiere que nadie entre por
precaución.

El despertador suena anunciando las ocho de la mañana esperando a ambos


hermanos.

— Victoria, ¡Apaga la maldita alarma de una vez! — dice Javier medio dormido
echándose las sábanas sobre la cabeza.

Su hermana sigue profundamente dormida, por lo que no escucha el escandaloso


objeto. Javier suelta una palabrota y se levanta a apagar la alarma, luego come su
almohada y le da con ella a la cabeza de su hermana. Victoria se despierta y quita
la almohada de su cabeza.
— ¡Idiota! ¿ Eres tonto o te pasa algo en la cabeza? — le susurra Victoria
levantándose. — Mamá acaba de venir del trabajo y papá seguro que ya se ha ido,
no quiero tener que atender a María.

Javier resopla y comienza a hacer la cama y Victoria lo imita. El móvil de Victoria


vibra encima de la mesa y Victoria lo coge enseguida.

— ¿ Qué ocurre? — pregunta Javier con curiosidad en voz baja.

— Nada — responde automáticamente Victoria dándole la espalda a su hermano.

Javier le quita el móvil a su hermana de un rápido movimiento y lo mira.

— ¿ Quién es este tal Francisco? — pregunta Javier mirando la pantalla con el ceño
fruncido — ¿ Y por qué lo tienes con el nombre de " mi amor" y con muchos
corazones?

Victoria se pone nerviosa al ver que su hermano ha visto un poco de la


conversación y le quita el móvil de las manos.

— No te importa renacuajo — dice


Victoria mientras se tumba de nuevo en la cama y sigue chateando.

— ¿ No vas a conectarte a las clases online?— pregunta Javier.

—¿ Para qué? Es un asco y no se hace nada. — responde Victoria sin despegar la


vista de la pantalla de su teléfono.

Javier se encoge de hombros y se enfada…

— Si María se levanta procura que no me moleste, estaré jugando con mis amigos
al Fortnite. — dice Javier antes de salir por la puerta e ir al salón.

Unos pasitos resuenan en el pasillo y sale Victoria a decirle a Javier si ya había


acabado de terminar de jugar con sus amigos al Fortnite.

Los hechos siguen sucediéndose. Cada día la situación de encierro ponía los
ánimos bastante acelerados, sin embargo algo fantástico y como mágico ocurría
cuando el reloj del salón con su tic - tac,daba las 20 horas.

Algunos ya duchados, otros en espera, se unían al millón de aplausos que


buscaban enaltecer la labor de todos los sanitarios y de toda la gente que luchaba
por detener el monstruoso “bicho” que entró a nuestras vidas sin pedir permiso y sin
avisar.
Y un día tras otro esa rutina se volvió un lazo que nos hacía reencontrarnos con lo
bueno, animarnos a mantenernos unidos, a entender que las clases online eran una
nueva estrategia que nos impulsaba a crecer aún en la adversidad.

Y el día menos pensado todo pasará, y volveremos a ver nuestros rostros, a respirar
sin una mascarilla que nos agobie, y todo esto quedará en nuestros recuerdos para
que juntos podamos decir que somos tan grandes como los compromisos que se
nos presentan y que España entera ha demostrado al mundo que en la adversidad
nos hacemos grandes.

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