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Seis meses de pasión

Katherine Garbera
2º Serie Amantes

Seis meses de Pasión (2008)


Título Original: Six–month mistress (2007)
Serie: 2º Amantes
Editorial: Harlequin Ibérica
Sello / Colección: Deseo 1590
Género: Contemporáneo
Protagonistas: Jeremy Harper y Bella McNamara

Argumento:

Podría hacerla suya... pero el precio era el amor

Años atrás, la desesperación había llevado a Bella McNamara a aceptar ser la


amante del millonario Jeremy Harper durante seis meses. Ahora había llegado el
momento de que Jeremy reclamara que cumpliera su parte del trato.
Lo que él no sabía era que Bella ya era toda suya, incluyendo su corazón. Se
había enamorado de aquel poderoso hombre incluso antes de comprometerse a
hacer aquella locura. Y ahora disponía de seis meses muy íntimos para poner en
práctica su plan: convertirse en la esposa de Jeremy.
Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

Capítulo 1
—Jeremy Harper está aquí.
—Que pase —dijo Isabella McNamara, aunque aquella visita no había sido
previamente concertada.
Colgó el teléfono y se apoyó contra el respaldo de su elegante silla a la vez que
respiraba profundamente. Tan sólo se trataba de una reunión más. Se reunía
constantemente con los encargados de la empresa Fortune 500. Reunirse con Jeremy
no sería distinto.
Sí, claro.
Frotó las sudorosas palmas de sus manos sobre la tela de su falda de seda y se
arrepintió de inmediato. Quería hacer gala de su mejor aspecto, mostrar el encanto y
la seguridad en sí misma de una Angelina Jolie. Volvió a respirar profundamente y
repitió mentalmente algunas palabras: «tranquilidad, indiferencia, ingenio…»
Pero con Jeremy todo era siempre distinto. En los últimos doce años lo había
visto exactamente doce veces. Y cada uno de aquellos encuentros la había dejado
temblorosa y anhelante de más. Ya que prácticamente le había cedido su cuerpo, en
lo único que lograba pensar cada vez que se veían era en cómo le afectaría sentir su
piel desnuda rozándola…
¡Cielo santo! Aquel hombre la había convertido en una maníaca sexual. Sabía
que ser la querida de un hombre no tenía que ver sólo con el sexo, sino también con
el dinero. Pero jamás había sido capaz de pensar en Jeremy desde un punto de vista
exclusivo de los negocios.
No necesitaba adivinar por qué estaba allí. Había hecho un trato con él tres años
atrás y Jeremy había acudido a verla para cobrarse su deuda. No podía engañarse
pensando que estaba allí por algún otro motivo.
La puerta de su despacho se abrió y se levantó para recibirlo. Vestía un traje
Dolce & Gabbana con la misma soltura que los adolescentes vestían vaqueros y
camisetas. Entró en el despacho como si fuera el dueño.
Bella contuvo el aliento y lamentó encontrarlo tan atractivo. Pero aquello era
algo que le había sucedido siempre. Y probablemente por eso se encontraba en
aquella situación: estaba en deuda con aquel hombre y no sabía si sobreviviría a su
pago.
Jeremy cerró la puerta con firmeza, pero Isabella apenas se fijó. En lugar de ello
trató de ignorar el aroma de su loción para después del afeitado y el azul de sus ojos
mientras la miraba.
Aquél era su diablo. El hombre al que había vendido su alma… y había acudido
a cobrar su deuda. Retorció los dedos mientras trataba de convencerse que aquel
hombre de un metro ochenta y cinco no la asustaba. Pero no era cierto.
—Hola, Bella.

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Su voz era grave y profunda. Bella había hablado con él por teléfono en
numerosas ocasiones, pero su voz seguía causándole los mismos estremecimientos.
—Jeremy —respondió mientras recordaba una importante lección que le había
dado su madre. «Nunca permitas que te vean sudar». Por supuesto, su madre se
refería a la jet de Palm Beach, de la que en otra época formaron parte, pero supuso
que aquella misma regla podía aplicarse a los multimillonarios sexys—. Siéntate, por
favor.
Jeremy ocupó una silla frente al escritorio mientras Bella abría el cajón central
de éste para tocar un momento la pluma Montblanc que perteneció a su madre y que
se había convertido en su amuleto de la suerte.
—¿Qué puedo hacer por ti? —preguntó con cautela. Era posible que Jeremy
hubiera acudido a verla por otro motivo. Tal vez quería que se ocupara de organizar
algo para su empresa, o para la celebración anual de su familia del Cuatro de Julio.
—Creo que ya lo sabes.
Bella suspiró.
—Se acabó el tiempo.
Jeremy rió y, por un momento, Bella olvidó su miedo, olvidó que él tenía todas
las cartas en aquella situación por su culpa.
—Esperaba que el paso del tiempo hubiera servido para aliviar tus temores.
—No te tengo miedo —mintió Bella.
Tampoco le importaba que Jeremy lo supiera. Desde que su padre había muerto
cuando ella tenía catorce años y se habían enterado de que toda su fortuna había
desaparecido, se había pasado la vida tratando con personas a las que temía. Había
aprendido a vivir con el miedo a que las mismas personas a las que antes había
llamado amigos se burlaran de ella.
Se enfrentó de nuevo al miedo cuando su madre murió cuatro años después y
toda la responsabilidad de criar a su hermano Daré, de catorce años, recayó sobre sus
hombros. Había conocido el auténtico miedo de la supervivencia y jamás lo había
admitido en alto.
Jeremy arqueó una ceja con expresión arrogante.
Bella se obligó a sonreír.
—Daré aún está en la universidad.
—Se gradúa al final del verano y empieza a trabajar con Fidelity en otoño.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Bella, sorprendida. Daré la había llamado
aquella misma tarde para darle la noticia de su trabajo. Entonces había sabido que
tenía que llamar a Jeremy para decirle que estaba lista para cumplir con su parte del
trato.
—Te dije que me ocuparía de asegurar el futuro de tu hermano.
—Pensé que te referías a la beca —pero Bella sospechaba que había hecho más.
Daré le había mencionado en algunas ocasiones que Jeremy había ido a visitarlo.

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Jeremy negó con la cabeza.


—No estoy aquí para hablar de tu hermano.
No, claro que no. Estaba allí para hablar de ella y del contrato que firmaron tres
años atrás. Un contrato en el que había aceptado ser su querida durante seis meses a
cambio de la ayuda que Jeremy les había prestado a ella y a su hermano.
—Entonces, ¿empezamos esta noche? —preguntó Bella finalmente.
Jeremy llevaba tres años esperando a que Bella se viera libre de
responsabilidades respecto a su hermano. A lo largo de esos tres años lo había visto
una vez cada tres meses para confirmar que su trato seguía en pie. Ella había soñado
a lo largo de esos tres meses en sus apasionados abrazos… y había alimentado la
esperanza de que, una vez que empezara su relación, Jeremy se convenciera de que
estaba hecha para ser algo más que su querida. Porque ella quería convertirse en su
esposa.
—Creo que estás libre —dijo Jeremy.
Bella lo estaba. El nuevo director que había contratado había demostrado ser
capaz de ocuparse de todo y ella había decidido tomarse la noche libre, algo nada
habitual. ¿Pero cómo lo había averiguado Jeremy?
—¿Te lo ha dicho Daré?
—No ha hecho falta. Se lo he preguntado a tu secretaria.
Isabella asintió mientras pensaba que iba a tener que aclararle algunas cosas a
Shelley.
—Eres un hombre muy concienzudo.
—Cuando veo algo que deseo…
—¿Y me deseas a mí?
—Después de los besos que hemos compartido, sé que no lo dudas.
Bella no supo cómo responder a aquello.
—Um… yo…
Jeremy se levantó y se acercó a ella. Bella alzó la cabeza para mirarlo.
—¿Has cambiado de opinión?
Bella no lograba percibir ninguna emoción en su mirada. Parecía que le daba
igual su respuesta. Y por eso tenía miedo. Cuando aceptó el contrato estaba
desesperada por dejar de sentirse tan sola en el mundo.
Jeremy hizo más de lo que dijo que haría y recomendó sus servicios de catering
y organización de fiestas a sus socios antes de que tuviera ninguna referencia real. La
ayudó a hacer que su negocio despegara y a asegurar su éxito.
Y ella lo deseaba. Claro que lo deseaba. Pero le asustaba que el enamoramiento
secreto que siempre había sentido por él le hiciera llegar a creer que había algo más
entre ellos que un mero contrato.

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Se sentía atraída por Jeremy desde que lo conoció, cuando tenía dieciséis años.
Estaba trabajando de camarera en el club náutico de Palm Beach y Jeremy acudió a
cenar con unos amigos de la universidad. Estaba moreno, en plena forma y resultaba
increíblemente atractivo. Y fue muy amable con ella.
Cuando por fin la abordó unos años después, Isabella se sintió muy
ilusionada… hasta que comprendió que lo que le estaba ofreciendo era un acuerdo
de negocios. Un acuerdo que nunca había lamentado haber aceptado.
—No he cambiado de opinión. Te di mi palabra —no se sentía culpable por el
contrato que firmó. Muchas mujeres se casaban por dinero y luego se divorciaban
para casarse de nuevo. En esencia, ella estaba haciendo lo mismo.
—¿Y tu palabra te ata?
—Así tiene que ser. Cuando me hiciste la oferta no tenía otra cosa —no le
gustaba recordar aquella época, la desesperación y el sentimiento de fracaso a que se
vio avocada.
—Tenías tu orgullo —dijo Jeremy con suavidad a la vez que la tomaba con
delicadeza por la barbilla.
Isabella se humedeció los labios instintivamente.
—Aún lo tengo.
—Bien.
Isabella se apartó de él.
—Me sentiría más cómoda si todo lo que dijeras no sonara tan arrogante.
—No puedo evitarlo.
—Claro que puedes. Pero no quieres.
—He tenido treinta y cuatro años para llegar a ser como soy.
—¿Y nadie se ha quejado nunca?
—Nunca delante de mí.
—Temo que yo no voy a ser capaz de contener mis comentarios.
—No me gustaría que lo hicieras. No tengo intención de pedirte que simules ser
alguien que no eres.
Pero lo estaba haciendo. Isabella no era la misma mujer de hacía tres años. Ya
los veintiséis años no estaba segura de poder simular que estaban saliendo cuando
sabía la verdad. Y la verdad era que ella era su querida, que la relación tenía una
fecha de expiración y que Jeremy planeaba dejarla sin volverse a mirarla y sin dejar
atrás ninguna de sus emociones.

Jeremy contempló los grandes ojos marrones de Bella y se sintió como si


acabaran de darle un puñetazo en el estómago que lo hubiera dejado sin aliento.
Sentía que había esperado siglos a que llegara aquella noche. En realidad sólo habían
pasado tres años, pero parecían muchos más. Si Bella no dejaba de parecer tan
nerviosa, no sabía qué iba a hacer.

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Era suya. Nunca había olvidado ese hecho a lo largo de aquellos tres años. Su
vida había seguido como de costumbre, pero en el fondo de su mente siempre había
sabido que Bella McNamara era suya. Y por fin podía reclamarla.
Tenía un contrato con su firma. Un documento legal que proclamaba que sería
su querida durante seis meses. Pero ni siquiera él podía ser tan miserable; no pensaba
obligar a Bella a meterse en su cama si no quería hacerlo.
Pero no tenía el más mínimo reparo en tratar de seducirla, en utilizar la pasión
que siempre había existido entre ellos para conseguir llevarla donde quería.
—¿Cómo van a funcionar las cosas? ¿Vamos a ir directamente a tu casa? —
preguntó Bella.
Tenía una boca carnosa y tentadora. Aquello fue lo segundo que llamó la
atención de Jeremy cuando la conoció. Y la había saboreado aquellos labios. Pero lo
que sentía por ella era… en realidad no sabía definir lo que sentía por ella. Quiso
gruñir en alto.
—No, directamente no. Esta noche vamos a asistir a la gala benéfica del Tristan
Andrew Cáncer Institute. Tengo intención de mantener nuestro acuerdo en privado.
En público haremos ver que estamos saliendo.
—Gracias —dijo Isabella.
—¿Por qué?
—Por mantener nuestro acuerdo en privado. No querría que se enterara todo el
mundo.
Jeremy no pretendía entender a las mujeres, pero sabía que, socialmente, una
novia y una querida no eran lo mismo. Lo había visto de primera mano con las
mujeres de su padre. Bella tenía suficientes marcas sociales en su contra. Pero aquél
era el único acuerdo que aceptaría de él. Y él entendía a las queridas.
Le habría gustado poder organizar otra clase de tarde… una cena íntima para
dos en su yate, seguida de algunos bailes bajo las estrellas.
Los tres años anteriores habían sido los más largos de su vida. No había
permanecido célibe, pero cada mujer con la que se había acostado se había
transformado en su mente en Bella. Era a ella a la que deseaba. Cuando despertaba
por las mañanas imaginaba que la tenía a su lado, mirándolo con sus suaves ojos
marrones. Se había convertido en una obsesión… y un hombre con éxito en los
negocios no podía permitirse más obsesión que los negocios.
Bella volvió a humedecerse los labios y el cuerpo de Jeremy reaccionó al
instante. Quería saborear su boca de nuevo. Había pasado demasiado tiempo desde
el último beso. Pero iba a tener que conformarse con esperar hasta que pasara la gala
benéfica organizada por su madre, que, para variar, no había perdido la oportunidad
para llamarlo y recordarle que asistirían muchas jóvenes solteras susceptibles de
convertirse en la señora de Jeremy Harper III.
Lo que hacía que aquella noche fuera ideal para hacerse ver con Bella en
público.
—¿Estabas al tanto de la celebración de la gala?

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—Perdimos la puja para ocuparnos del catering —contestó Isabella


distraídamente mientras ordenaba algunos papeles de su escritorio. Sólo entonces
notó Jeremy el ligero temblor de su mano.
—Olvídate de tu negocio por una noche —dijo mientras trataba de procesar su
reacción. Sus propias manos temblaban ante la idea de estar a solas con ella.
—No creo que eso sea buena idea.
—¿Por qué no?
—Porque lo único que hay entre nosotros es un acuerdo de negocios —contestó
Bella, mirándolo.
Jeremy no supo interpretar con exactitud sus palabras y su expresión. Si lo
único que había entre ellos era un negocio, entonces no podía tenerla.
—Nuestro negocio es muy personal —dijo finalmente.
—Sí, lo es. Y lo cierto es que no estoy segura de…
Jeremy cubrió la boca de Isabella con sus dedos.
—Puedes cambiar de opinión.
Ella negó con la cabeza.
—No quiero hacerlo.
Jeremy sonrió con la esperanza de que su alivio no fuera demasiado evidente.
Era inquietante sentirse tan atraído por una mujer.
—En ese caso, vayamos a la gala y esperemos a comprobar a qué nos lleva la
noche.
—¿Y el contrato? —preguntó Bella, claramente incómoda.
Jeremy quería tranquilizarla y sabía que tenía encanto de sobra para hacerlo…
pero con Bella no era el de siempre. Se descontroló con ella desde el momento en que
le sugirió que fuera su querida.
Entonces ella sólo tenía veintitrés años, y parecía tan frágil…
—Podemos hablar de eso mientras cenamos, después de la gala —contestó. No
estaba preparado para liberarla de su contrato. Sabía que un hombre mejor que él lo
habría roto hacía tiempo, pero era el único as que guardaba en la manga con Bella y
no quería perderlo.
—De acuerdo. Voy a decirle a mi secretaria que nos haga una reserva —dijo
Bella, en un esfuerzo por hacerse con el control de la situación.
—Yo me ocuparé de eso. Tú limítate a tomar tu bolso y tu cartera para que
podamos irnos.
—¿Irnos? —Bella se ruborizó y lo miró como si quisiera protestar. Jeremy sintió
que por fin llegaban a algo. En aquel instante volvió a ver a la auténtica Bella, la
mujer por la que se sintió atraído por primera vez, una mujer orgullosa, apasionada,
decidida, no dócil y temerosa.
—Sí. Mi chófer nos espera abajo. Isabella sonrió con exagerada dulzura.

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—Gracias por la oferta, pero antes tengo que ir a casa a cambiarme.


—Yo ya tengo un vestido para ti.
—También te lo agradezco, pero preferiría ponerme mi propia ropa.
—Y yo preferiría que llevaras el vestido que he elegido.
—Me temo que nos encontramos en un punto muerto.
—No.
—¿No?
—No.
Bella permaneció un momento en silencio.
—Sé que piensas que vas a salirte con la tuya, pero…
—No lo pienso. Lo sé.
—¿Por qué?
—Porque, como mi querida, tendrás que anteponer mis preferencias a las tuyas.

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Capítulo 2
Bella enlazó los dedos bajo el escritorio para contenerse de hacer algo que
podría lamentar. Le habría gustado tener una asesora que le informara del papel que
debía interpretar una querida, pero no la tenía. Intuyó que lo mejor sería dejar a un
lado su orgullo. «Una vez que aceptas ser la querida de un hombre, tu orgullo no
significa nada».
De pronto no era sexo lo que le preocupaba, sino la actitud que debía simular
adoptar. Trató de sonreír, pero no lo logró. Si su deuda fuera meramente económica,
podría ir al banco y pedir un crédito, pero Jeremy le había dado mucho más que
dinero. Le había dado contactos, asesoramiento financiero, y había sido un modelo
masculino para Daré. Aquella clase de cosas no podían pagarse con dólares.
—Esto no va a funcionar. Siento no haberme dado cuenta antes, pero no soy la
clase de mujer que…
Jeremy volvió a cubrirle los labios con los dedos. El sensual contacto hizo que la
resolución de Bella se diluyera al instante. Jeremy parecía casi indeciso. Era como si
no estuviera seguro de tener derecho a tocarla pero no pudiera evitarlo. Aquello dio
cierta seguridad a Bella. A pesar de lo que hubiera dicho Jeremy, era evidente que
aquello también era algo más que un contrato para él.
Debía saber que la estaba presionando. ¿Querría que se echara atrás? ¿Lo
tendría planeado así desde el principio? Le habría gustado poder bajarle los humos…
No sabía cómo comportarse con él. Jeremy tenía algo que ella quería. Algo que
él sabía que quería. Aquel escurridizo sello de aprobación de la multitud que la había
apartado sin contemplaciones. Y la única forma de recuperarlo era volver a casarse
con la multitud. Y ella estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para lograrlo.
Si tenía que tragarse su orgullo y su genio, lo haría. Ser una querida no tenía
por qué resultar tan complicado. No tenía más que dedicarse a sonreír y dar placer a
su hombre, hacerle sentir que era el más sexy, el más listo y el más rico de quienes lo
rodeaban.
Y sabía que con Jeremy apenas tendría que simular para conseguirlo.
Aquel pensamiento le hizo ladear la cabeza y sonreír.
—Por supuesto. Llevaré el vestido que has elegido.
—En ese caso, vámonos.
—Antes necesitaré unos minutos para prepararme. Enseguida me reúno
contigo en la sala de espera.
Jeremy asintió y salió del despacho.
Bella se dejó caer en su asiento en cuanto se fue.
Un instante hubo una breve llamada antes de que la puerta se abriera.
—¿Bella?
—¿Sí, Shelley?

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—Me ha pedido que te dé esto —dijo Shelley mientras le entregaba una


pequeña caja envuelta en papel dorado—. No sabía que estabas saliendo.
La actuación ya se había puesto en marcha.
—Hace años que nos conocemos.
—Lo sé. ¿Vas a abrirlo?
Bella no quería saber qué había dentro. Un regalo para una querida podía ser
distinto a un regalo para una novia. Pensó que tal vez debería abrirlo en privado,
pero Shelley no parecía tener intención de marcharse. Su secretaria era lo más
parecido que tenía a una amiga.
—Sí, voy a abrirlo —contestó mientras empezaba a abrir cuidadosamente el
regalo.
—Oh, estoy deseando verlo —dijo Shelly—. No entiendo cómo puedes ir tan
despacio.
—No estoy acostumbrada a recibir regalos.
—Yo tampoco. Al menos, no de los hombres.
Finalmente, Bella terminó de desenvolver la caja. Enseguida vio que tenía el
distintivo azul de Tiffany. Joyas.
Shelley apoyó una cadera en la mesa y se inclinó a mirar mientras Bella abría la
caja. Dentro había una gargantilla de platino con diamantes incrustados.
—Es maravillosa —dijo Shelley, extasiada.
—Sí que lo es.
Bella comprendió que Jeremy le había hecho un favor al insistir en que llevara
el vestido que le había comprado. De lo contrario, se habría puesto uno de los
antiguos vestidos de alta costura de su madre y bisutería, y no habría dejado de
sentirse todo el rato como un fraude.
¿Habría sido Jeremy consciente de ello, o sólo la estaba preparando para ser
suya?
Cerró la caja y la guardó en su bolso.
Seguía sintiendo el estómago atenazado por los nervios, pero se negó a pensar
en ello.
—Recuerda a Randall que me llame cuando acabe el acontecimiento de esta
noche. Quiero saber cómo ha ido todo.
—¿Estás segura?
—Claro que lo estoy.
—Si yo fuera a salir con alguien como Jeremy Harper no querría que sonara mi
teléfono.
—Shelley…
—Ya lo sé. No es asunto mío. Que te diviertas esta noche, jefa.

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Bella no estaba muy segura de que fuera precisamente a divertirse. Pero estaba
excitada y nerviosa y otro millón de cosas que nunca habría esperado. Y no era sólo
por Jeremy. Era por su regreso a la alta sociedad de Palm Beach y por los diez largos
años que le había costado lograrlo.

***

Jeremy logró escapar de la mujer de su socio, que estaba empeñada en buscarle


una esposa. A pesar de que aquella noche había ido acompañado de Bella, Lucinda
no desistía. Tenía una amiga con la que quería que saliera y nada le haría echarse
atrás. En cuanto Bella había dicho que iba al tocador, Lucinda y su amiga Marianne
habían atacado. Jeremy permaneció discretamente oculto mientras esperaba a que
Bella volviera. Le sorprendió lo mucho que estaba disfrutando de la gala.
Normalmente, aquellos acontecimientos le aburrían bastante. Pero aquella noche, con
Bella a su lado, había disfrutado de verdad… al menos hasta que habían aparecido
Lucinda y su amiga.
—¿Escondiéndote de Marianne?
Jeremy se volvió hacia Kell Ottenberg. Su primo y él eran grandes amigos desde
pequeños. Sus madres eran hermanas y ellos se habían criado prácticamente juntos.
Kell le alcanzó un vaso de vino.
—Estoy esperando a Bella.
—Ah, la dama misteriosa. Corre el rumor de que la has contratado para la gala.
Jeremy sabía que su primo trataba de sacarle información.
—Eres tú el que acostumbra a pagar para tener compañía.
—No tengo que pagar, pero lo cierto es que eso facilita la vida. No quiero saber
nada de los líos que surgen de una relación comprometida.
Jeremy se encogió de hombros. Kell no tenía una buena predisposición hacia las
mujeres, lo que era comprensible. Había quedado escaldado por una rubia teñida.
—¿Quién es? —preguntó Kell.
—Isabella McNamara.
—¿Dónde la encontraste?
—Escondida —Bella estaba viviendo en un pequeño Dúplex en Fort Pierce. No
muy lejos de Palm Beach, pero en otro mundo.
—Ah, de manera que eso es lo que ambos tenéis en común.
Jeremy dio un codazo a su primo.
—Yo no estoy escondido. Estoy esperando.
Kell miró a su alrededor.
—¿En este rincón?
Jeremy se encogió de hombros.

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—¿Por qué no le dices a Daniel que hable con Lucinda?


—Ya lo he hecho. No quiere disgustarla.
—Tras siete años de matrimonio no tendría que preocuparse por eso.
Jeremy sabía que Daniel amaba a su esposa y que haría cualquier cosa por verla
feliz, pero lo cierto era que no entendía aquella relación. Sus propios padres habían
sido más felices separados. Su padre siempre tuvo una querida y todo el mundo
parecía satisfecho con el arreglo.
—Es preciosa —dijo Kell.
—¿Marianne? Le diré a Lucinda que te lo parece.
—No, gracias. Me refería a tu dama —dijo Kell a la vez que señalaba con un
movimiento de la cabeza a Bella, que se encaminaba hacia ellos. Ella notó que la
estaba mirando y sonrió.
—Después.
—¿Después? ¿No me la vas a presentar?
—Voy a bailar con ella. Tres seríamos multitud.
—Os interrumpiré.
—¿Por qué?
—Quiero conocerla.
Por el tono de su primo, Jeremy supo que quería evaluarla.
—No es como…
—Estoy seguro de que no. Te prometo que seré bueno.
—No sé por qué lo dudo —murmuró Jeremy mientras se encaminaba hacia
Bella seguido de Kell.
Tomó a Bella del codo y entró con ella en el salón en que estaba la pista de baile.
—Siento haberte hecho esperar —dijo Bella.
—No importa —Jeremy oyó que Kell reía a sus espaldas y supuso que se debía
a que había sonado como un idiota. ¿Qué tenía aquella mujer que hacía que su
cerebro entrara en corto circuito?
El vestido que había elegido para ella era perfecto. Era un vestido de verano con
una falda ceñida y un cuello escotado.
—Hola, Isabella —dijo Kell a la vez que le ofrecía su mano—. Soy Kell.
Cuando Kell le besó la mano, Bella sonrió y Jeremy sintió que su estómago se
encogía. Sabía que era suya, y ella también lo sabía, pero no pudo evitar una
punzada de celos.
—Bailemos —dijo a la vez que la apartaba de Kell…
La suave risa de su primo los siguió mientras se alejaban. Jeremy lo ignoró.
—¿A qué ha venido eso? —preguntó Bella, ligeramente sorprendida. Al
mirarla, Jeremy captó una sonrisa semiburlona en sus labios.

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—Kell es un memo. No le prestes atención.


—¿Tienes un amigo que es un memo?
—Desafortunadamente, estamos emparentados.
—¿Cómo?
—Somos primos. Nuestras madres son hermanas.
—Ah, de manera que el gen de la memez…
Jeremy tomó a Bella entre sus brazos a la vez que empezaba a sonar un tema
lento.
—Esquivó a mi rama de la familia.
—Lo que tú digas.
Jeremy no dijo nada más mientras la estrechaba entre sus brazos. Bella se relajó
contra él y se dejó llevar. Encajaban a la perfección.

Jeremy no dejaba de acariciar la espalda de Bella, que cada vez tenía más
dificultades para pensar con claridad. Le gustaba la fuerza se sus brazos, sentirse
rodeada por ellos…
Cerró los ojos y aspiró con fruición el aroma de su loción para después el
afeitado. Olvidó por unos momentos sus preocupaciones y temores.
Imaginó que aquélla era su fantasía de adolescente hecha realidad. Creía
saberlo todo sobre Jeremy desde que se encaprichó de él cuando era una adolescente,
pero empezaba a darse cuenta de que era más complejo de lo que imaginaba.
Recordaba haber visto a Kell en aquella época. Él y Jeremy eran como el
negativo uno del otro, ambos altos, uno rubio y extrovertido, el otro moreno y
peligroso.
Se había preguntado en muchas ocasiones por qué le hizo Jeremy su oferta a
ella. ¿Qué vio en ella que lo impulsó a ofrecerle su ayuda?
¿Fue sólo por sexo, por el deseo de convertirla en su querida?
Alzó la vista y se sorprendió al ver que Jeremy la estaba mirando. Si estaba
simulando, era mejor actor que ella. La sostenía entre sus brazos y la contemplaba
como si fuera suya. Suya durante seis meses y por algo más que un contrato. Sabía
que era una ilusión, pero esperaba lograr que aquella ilusión se volviera realidad.
—¿Qué? —preguntó Jeremy con un matiz de ternura en la voz.
—Oh… —Bella no logró recordar lo que estaba a punto de decir. Rodeó con sus
brazos los hombros de Jeremy y le acarició la parte trasera del cuello. Aquello era lo
que había soñado durante los pasados tres años.
Comprendió que entregándose a Jeremy simplemente estaría siendo ella
misma.
Él siguió mirándola y Bella empezó a preguntarse si sucedería algo con su
aspecto. Contuvo el impulso de retocarse el pelo. Esperaba no tener algún trozo de

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comida entre los dientes, o algo parecido. Algo que la marcara claramente como una
intrusa en aquella gala. Aquél era la clase de acontecimiento que más echó de menos
su madre cuando tuvieron que trasladarse de la mansión al apartamento.
Resultaba extraño estar asistiendo a la gala como invitada, no como camarera.
Sintió un estremecimiento de vergüenza al recordar el momento en que había llegado
aquella noche a la gala y Lucinda y sus amigas la habían visto fuera.
—¿Por qué yo? —preguntó al recordar lo que quería decir.
Jeremy le acarició la mejilla antes de tomarla por la barbilla. Bella no logró
descifrar lo que vio en su mirada.
—No te pareces a ninguna de las otras mujeres que conozco.
No era aquello lo que Bella quería escuchar. No quería ser tan distinta que todo
el mundo pudiera captarlo de una mirada. Quería fundirse con la acaudalada clase
social en la que había crecido. Quería olvidar que había sido excluida de aquel
círculo y utilizar a Jeremy para volver a recuperar su puesto en él.
Pero, en lugar de eso, lo que estaba haciendo era disfrutar de que la tuviera
entre sus brazos y desear estar a solas con él. Quería que cada minuto de aquella
noche fuera real, que Jeremy la hubiera elegido a ella porque la quería, no porque
fuera a ser su querida…
—De eso estoy segura —contestó. Ella era distinta a las demás mujeres que se
encontraban allí. Había tenido que luchar y esforzarse mucho para regresar a aquel
mundo.
—Lo he dicho como un cumplido —dijo Jeremy antes de rozarle los labios con
los suyos.
No había dejado de tocarla toda la noche, de acostumbrarla a sus caricias y a su
sabor. No introdujo la lengua en su boca, sino que se limitó a presionar suavemente
sus labios. Alguien carraspeó junto a ellos, pero Jeremy hizo caso omiso. Al cabo de
unos segundos alzó lentamente la cabeza y se volvió a la vez que la música
terminaba.
—Ahora comprendo por qué estás evitando a Marianne.
—¿Quién es Marianne? —preguntó Bella mientras trataba de controlar el ardor
de su sangre. No le gustó que Jeremy hubiera sido capaz de afectarla de aquel modo
con una sola caricia de sus labios.
—Una de las amigas de mi esposa. Soy Daniel Posner —dijo el hombre que
estaba junto a ellos mientras se apartaban de la pista.
—Isabella McNamara.
—¿Qué quieres, Daniel? —preguntó Jeremy.
—Invitaros a tu acompañante y a ti a sentaros en nuestra mesa —dijo Daniel a
la vez que señalaba una mesa cercana a la pista.
Bella sonrió hasta que reconoció a Lucinda Cannon, que se levantó para
acercarse a ellos. Su corazón latió con más fuerza y se puso pálida. Esperaba ver a

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Lucinda de nuevo, tener la oportunidad de encontrarse con la que fue su amiga en


otra época. Pero aún no estaba lista. Era demasiado pronto.
Daniel pasó un brazo por la cintura de Lucinda.
—Ésta es mi esposa, Lucinda. Cariño, te presento a Isabella McNamara.
—Ya nos conocemos —dijo Lucinda.
Bella se limitó a asentir, sin saber qué decir. Se apartó instintivamente de
Jeremy y enseguida se dio cuenta de lo cobarde que había sido aquel gesto. No
estaba en aquella gala como parte del servicio. Jeremy la miró un momento y ella
negó levemente con la cabeza, temiendo abrir la boca.
—Nos encantaría reunimos con vosotros —dijo él—, pero tenemos una reserva
para cenar y debemos irnos. Ya surgirá otra ocasión.
—Desde luego. Que disfrutéis de la cena.
La mirada que Lucinda dedicó a Bella antes de que ésta y Jeremy se alejaran fue
altiva y reveladora. Y todas las buenas sensaciones que Bella estaba experimentando
por su regreso al mundo de la alta sociedad se esfumaron de repente.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

Capítulo 3
Nadie lo habría considerado nunca un hombre especialmente sensible, pero
incluso Jeremy intuyó que sucedía algo cuando vio que Bella se ponía intensamente
pálida. Mientras esperaban fuera a que les llevaran el Jaguar a la puerta, notó que se
iba encerrando más y más en sí misma.
—¿Te encuentras bien?
—Sí —contestó ella, pero Jeremy supo que no era cierto.
—Estás pálida como un fantasma.
—¿Te importaría ignorarlo? Enseguida volveré a estar bien.
—No, no puedo ignorarlo. No sabía que conocieras a Lucinda.
—Pues la conozco, y hace años que no la veía… pensaba que me sentiría
distinta cuando me reencontrara con ella.
—¿Cómo te has sentido?
—¿Ahora eres mi psiquiatra?
—Me gustaría pensar que soy tu amigo —«amigo», pensó Jeremy. ¿Era
realmente aquello lo que quería?
—Sólo esperaba que fuera distinto…
El mozo del hotel indicó a Jeremy que su coche había llegado, pero éste le hizo
una seña para que aguardara.
—¿Distinto en qué sentido?
—Estar de vuelta en ese salón ha sido distinto —murmuró Isabella.
Jeremy tuvo la sensación de que estaba hablando más para sí misma que para
él. Por primera vez se dio cuenta de que quería algo más que el cuerpo de Bella.
También quería conocer sus secretos.
—¿Distinto en el sentido de mejor?
—No necesariamente. Puede que me sintiera un poco vengativa cuando
imaginé la situación.
Jeremy rió por el modo en que Bella dijo aquello. Ya sabía que no era todo
dulzura y luz. Había sido testigo de su carácter y de su fuerza de voluntad,
cualidades que había utilizado para mantener a su hermano y a sí misma.
La tomó por el codo y la condujo hacia el coche. Acababa de sentarse tras el
volante cuando vio que Kell salía del salón. Su expresión no era precisamente risueña
y se preguntó qué habría sucedido. Le hizo una seña y lo miró con expresión
interrogante por si quería que se quedara. Kell negó con la cabeza e hizo un gesto
indicando que luego lo llamaría por teléfono.
Bella se retocó con el pintalabios mirándose en el espejo del coche. Luego se
volvió hacia Jeremy y apoyó una mano en su muslo.

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Él la miró. Era la primera vez que ella iniciaba el contacto. El calor de su mano
lo afectó de inmediato.
—Gracias —dijo Bella.
Jeremy no sabía por qué le estaba dando las gracias, pero si movía la mano un
poco más arriba iba a comprobar de forma palpable cuánto apreciaba su caricia.
Agitó un poco la cabeza para tratar de despejarse.
—¿Por?
—Por simular que te preocupas por mí —tras acariciar una vez más el muslo de
Jeremy, Bella retiró la mano.
A él no le gustó cómo sonó lo que había dicho.
—No estoy simulando, Bella —dijo a la vez que la tomaba de la mano para
volver a apoyarla sobre su muslo—. Siempre me he preocupado por ti.
Ella lo miró de reojo.
—La mayoría de la gente no considera que desear a una mujer sea preocuparse
por ella.
Jeremy rió al percibir la ironía con que dijo aquello. Aquél era uno de los
muchos motivos por los que le gustaba estar con Bella. Sabía que le asustaba la idea
de cualquier intimidad entre ellos, pero se enfrentaba a su temor con una franqueza
que resultaba refrescantemente sincera.
—Siempre he sentido algo más que deseo por ti —dijo mientras ponía el coche
en marcha, consciente de que la verdad de lo que acababa de contestar lo inquietaba
más de lo que había imaginado. Por eso le había pedido a Bella que fuera su querida.
Su padre solía decir que las mujeres que más profundamente afectaban a los
hombres era con las que más cuidado había que tener.
Bella permaneció en silencio mientras se alejaban. Al cabo de un rato se volvió
hacia Jeremy y apoyó una mano en su brazo.
—Disculpa. Cuando no me siento segura de mí misma puedo ser bastante
mezquina.
—No has sido mezquina.
—Sí lo he sido. Sólo tratabas de ser amable conmigo.
—En ese caso, ¿por qué has sufrido ese ataque de inseguridad en el salón de
baile?
—Lucinda Cannon —contestó Isabella a la vez que volvía a retirar la mano.
Sabía que estaba arruinando su imagen, pero no podía hacer nada por evitarlo.
Estaba perdiendo el control sobre los acontecimientos. La perfecta burbuja en que
había logrado encerrarse durante la gala benéfica había estallado.
Simular que era otra persona, una misteriosa desconocida, había ayudado. Pero
una mirada a Lucinda Cannon había bastado para que volviera a ser la chica a la que
expulsaron del internado suizo por falta de pago, la chica cuya madre había

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recurrido a sus amigos de la alta sociedad en busca de ayuda y que se había prestado
a limpiar las casas de gente que en otra época consideró sus amigos.
Las palabras de conmiseración que Lucinda pronunció entonces aún resonaban
en su mente.
Pero sabía que aquella noche no tenía que ver con el pasado. Aquella noche era
para establecerse como querida de Jeremy y asegurar su futuro para no tener que
volver a soportar nunca más miradas y comentarios de conmiseración.
Aquél era uno de los motivos por el que había firmado el contrato de querida.
No podía soportar la idea de aceptar caridad de otra persona. Movió la cabeza para
despejarse mientras Jeremy tomaba un desvío que llevaba a la zona de aparcamiento
de una playa.
—¿Qué hacemos aquí?
Jeremy no dijo nada mientras pulsaba los botones necesarios para bajar las
ventanillas y descapotar el coche.
La luna brillaba en el cielo y el sonido de las olas rompiendo en la playa alcanzó
el coche. Bella reposó la cabeza en el respaldo del asiento, cerró los ojos y aspiró la
brisa nocturna.
—Creo que necesitas sosegarte —dijo Jeremy mientras se quitaba la chaqueta y
aflojaba el nudo de su corbata.
—¿Sosegarme? —preguntó Bella. La idea del sosiego no parecía encajar con
Jeremy. Personificaba el empuje y el trabajo duro. Incluso durante la gala se había
excusado un par de ocasiones para atender llamadas de su despacho.
—Significa relajarse —a la vez que se volvía a mirarla, Jeremy deslizó una mano
por el respaldo del asiento hasta apoyarla en su hombro.
Bella trató de concentrarse en lo que estaba diciendo.
—Ya sé lo que significa. Pero no sabía que tú lo supieras —dijo con ironía,
consciente de que se estaba aferrando a aquella conversación como excusa para que
Jeremy no volviera a sacar el tema de Lucinda.
—Te aseguro que sé muy bien cómo relajarme.
Estaba siendo cariñoso y Bella sabía que lo negaría si se lo hiciera ver. Ver aquel
lado de Jeremy le hizo creer que podía querer tenerla a su lado más de seis meses.
Aquél era el hombre del que se podía enamorar, no del tipo arrogante que había
acudido a su despacho aquella tarde para decirle que su querida vestía lo que el
decidía.
Jugueteó con la gargantilla que llevaba en el cuello. Ella también era algo que
Jeremy había comprado, como su elegante coche, y no debía olvidar que la veía de
ese modo.
—Ya estamos de nuevo con las sugerencias eróticas.
Los círculos que Jeremy estaba trazando en su hombro fueron creciendo hasta
que introdujo la punta del índice bajo el tirante del vestido para deslizaría sobre su
clavícula.

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—Estás obsesionada con convertir en sexual cualquier conversación que


tenemos.
No era así. Pero Bella había aprendido que los hombres olvidaban fácilmente
cualquier otro tema cuando se sacaba el sexo a colación. Y también debía admitir que
le resultaría más fácil resistirse a él bajo la luz de la luna si pensaba que sólo iba tras
una cosa.
—¿No se supone que eso es lo que hace una querida?
—No lo sé. Supongo que cada mujer tiene un motivo diferente.
Por alguna razón, aquel comentario hizo que Bella se sintiera un poco mejor.
—¿Y tú? ¿Por qué quieres tener una querida?
—Mi padre siempre fue más feliz con sus queridas que con mi madre. Supongo
que quiero ser feliz. ¿Eso tiene sentido para ti?
—Sí —contestó Bella. Aquello tenía más sentido del que le habría gustado que
tuviera.
Lograr que Jeremy quisiera pasar con ella más de los seis meses estipulados en
su contrato iba a ser más difícil de lo que había imaginado.
Jeremy deslizó el dedo hasta su cuello y trazó con él el contorno de la
gargantilla.
Bella sintió que los latidos de su corazón arreciaban y olvidó todo lo
relacionado con reivindicaciones y contratos. Olvidó todo excepto al hombre que
estaba sentado a su lado.
El hombre que llenaba su cabeza de pensamientos que nunca había tenido
antes. Pensamientos de paseos nocturnos por la playa, pensamientos de
continuidad…
Pero, sintiera lo que sintiese en aquellos momentos por Jeremy, debía recordar
que sus perspectivas de futuro no eran precisamente halagüeñas. Su futuro, aunque
fuera junto a Jeremy, estaría lleno de momentos terribles, como el que acababa de
pasar al ver a Lucinda…
—No pienses tanto, cariño.
—No puedo evitarlo.
—Sí puedes —dijo Jeremy antes de rodearla con sus brazos para besarla.
Fue un beso dulce, delicado, que hizo soñar a Bella con un futuro menos áspero
y frío del que temía.

Las buenas intenciones de tranquilizar a Bella se esfumaron en cuanto sintió


que se derretía entre sus brazos.
Trató de recordar por qué había pensado que detenerse en aquel lugar tan
público sería buena idea. Había tenido intención de tomárselo con calma, de no
precipitarse en su afán por seducir a Bella. Pero en aquellos instantes, mientras
saboreaba la dulzura de sus labios, no lograba recordarlo.

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Su móvil volvió a sonar. Reacio, se apartó de ella y miró la pantalla para


comprobar quién llamaba. Kell. De nuevo.
—Tengo que contestar.
Bella asintió y abrió la puerta del coche.
—Voy a salir para que hables con tranquilidad.
Jeremy la sujetó por la muñeca para que se detuviera.
—Quédate.
Ella permaneció sentada mientras él aceptaba la llamada.
—Ya sabes que estoy ocupado, Kell.
—Quería asegurarme de que tenías toda la información necesaria.
—¿Sobre qué?
—Sobre Isabella.
Jeremy intuyó que Kell no lo llamaba precisamente para recomendarle la
empresa de Bella.
—¿Y qué información es ésa?
—Es una cazafortunas. Lucinda se acuerda de ella. No te dejes engañar por su
vestido ni por sus joyas. No tiene un centavo. Y deberías estar al tanto de algunos
detalles sobre su padre.
Jeremy sintió una punzada de culpabilidad al pensar que sus amigos habían
estado cotilleando sobre ellos cuando se habían ido. A fin de cuentas, él había
insistido en que se pusiera aquel vestido y le había regalado la gargantilla.
—Gracias, lo tendré en cuenta —ya que su relación era contractual, no le
preocupaban los planes que Bella pudiera tener respecto a su dinero.
—¿Piensas seguir adelante a pesar de lo que te he dicho?
—Desde luego.
—Allá tú. Pero me temo que estás preparando tu propio funeral.
—Gracias por los ánimos.
—No quiero que cometas el mismo error que cometí yo, Jeremy.
Jeremy sabía que Kell no se entrometería en su vida a menos que tuviera un
buen motivo para hacerlo, y agradecía que se preocupara por él. Tal vez debería
aclararle el asunto de Bella… en cuanto no estuviera sentado junto a ella.
—Gracias, Kell. No lo haré. ¿Sigue en pie nuestra cita para jugar al golf
mañana?
—Sí —contestó su primo antes de colgar.
Jeremy dejó el teléfono en la consola central del coche y se volvió hacia Bella.
—¿Va todo bien? —dijo ella.

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Su tono de sincera preocupación hizo preguntarse una vez más a Jeremy por
qué se había conformado con mantener con él una relación contractual en lugar de
otra más personal.
—Sí, todo va bien.
—Y ahora, ¿qué vamos a hacer? Siento mi actitud de esta tarde. Normalmente
no soy así, pero me has desconcertado presentándote en el despacho por sorpresa.
Jeremy arqueó una ceja.
—Me alegra saber que mi plan funcionó.
Bella sonrió.
—Tienes una mente muy tortuosa.
—Soy un planificados.
—¿En serio? Yo soy más dada a reaccionar.
—A mí no me gusta tener que reaccionar. Cuando tienes un plan, controlas la
situación —al ver que Bella negaba con la cabeza, Jeremy añadió—: ¿No estás de
acuerdo?
—Lo siento, pero no. Cuando tienes un plan, lo único que tienes realmente es la
ilusión de que controlas la situación. No cuentas con lo inesperado.
—Como el hecho de que me haya presentado en tu despacho esta tarde, ¿no?
—Exacto. Yo sabía que había llegado el momento de pagar, pero esperaba
tomar la iniciativa.
Jeremy había querido tomarla por sorpresa. Cuando Bella estaba prevenida era
difícil de interpretar. Sólo la había tomado por sorpresa en dos ocasiones. Aquella
tarde al presentarse en su despacho y la primera vez que la besó y le ofreció con-
vertirla en su querida.
—Tenemos dos opciones —dijo.
—¿Y cuáles son?
—Podemos ir a cenar al restaurante en que tenemos las reservas, o podemos dar
un paseo por la playa y luego ir a casa, donde cocinaré para ti.
—Aún no me siento preparada para estar con más personas.
—¿Quieres hablar de ello?
—No. Ya lo resolveré.
—Como siempre has hecho —murmuró Jeremy.
—¿Qué significa eso?
—Que estás demasiado acostumbrada a estar por tu cuenta. Pero ahora yo
formo parte de tu vida.
—Durante seis meses, Jeremy. Cuando te vayas volveré a estar por mi cuenta.
—Aún no me he ido.
—Pero te irás, y no quiero olvidarlo.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

—Hasta entonces podemos pasarlo en grande, Bella.


Al ver que no decía nada, Jeremy se preguntó si habría llegado el momento de
la verdad; si ya habría decidido que estaba cansada de él y de su contrato y que
quería irse.
Bella suspiró y volvió a apoyar una mano en su muslo.
—Creo que prefiero que me prepares la cena.

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Capítulo 4
La casa de Jeremy era lujosa y sofisticada. Los símbolos de la riqueza de su
familia estaban en todas partes. Bella no pudo evitar recordar la casa de su infancia y
sintió una punzada en el corazón mientras caminaban junto a la piscina por la parte
trasera de la casa.
La cena que Jeremy había preparado había sido sencilla y deliciosa, y disfrutó
de la novedad de tener a un hombre cocinando para ella.
Aunque había rechazado la bebida que le había ofrecido después, el vino que
había tomado durante la cena se le había subido ligeramente a la cabeza.
Estaba un poco adormecida, pero aún no estaba lista para que la noche acabara.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Jeremy tras ella.
Bella se mordió el labio. La sinceridad era su política desde que había
comprobado que mentir le hacía más daño que la verdad.
—En ti.
—Um, eso suena bien.
—Tal vez.
—¿Tal vez? ¿Eso es todo?
—Sí. Eres demasiado arrogante —dijo Bella, pero sus palabras carecieron de
convicción. Aquella noche había visto una faceta distinta de Jeremy. Una faceta que
no era totalmente inesperada. Pero no sabía cómo reaccionar.
Se había entablado una batalla en su interior entre sus respuestas físicas a él
como mujer y lo que le decía su mente. Debía encontrar un modo de equilibrar la
sinceridad con su instinto de conservación. Porque si reaccionaba con él como de
verdad se sentía, temía perder una parte muy importante de sí misma: su corazón.
Sería muy fácil dejarse llevar. Olvidarse del futuro dejar que aquellos seis meses
transcurrieran según los planes de Jeremy. ¿Pero qué le quedaría cuando pasaran
aquellos seis meses? Lo mismo que tenía en aquellos momentos… a menos que
plantara las semillas de un futuro con él.
—Estás volviendo a pensar.
Isabella sonrió, con la esperanza de que no se notara su tristeza.
—Lo siento —se limitó a decir.
—No lo sientas. Tengo unos documentos para ti que debes repasar. Te he
alquilado un apartamento de lujo y he abierto algunas cuentas a tu nombre.
—No necesito nada de eso —Jeremy ya había mencionado que se ocuparía de
su alojamiento y de sus cuentas, pero Bella no quería aceptar nada más de él. Y
necesitaba su vida real. Su pequeña casa y sus amigos.
—Tengo ciertas exigencias de nivel.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

—El hecho de que no me mueva en tu círculo social no significa que viva en un


cuchitril —gracias a que los negocios no le habían ido mal, Bella podía permitirse
vivir en una buena zona de la ciudad, un barrio de clase media en el que los vecinos
se preocupaban realmente de los demás, y no por su nivel social o por sus contactos.
—No pretendía sugerir que vives en un cuchitril.
Bella se preguntó si se habría excedido en su reacción. De pronto deseó que
aquella noche acabara cuanto antes. Quería volver a su casa y cubrirse con la colcha
que solía adornar la cama de sus padres.
—No puedo dejar mi vida en suspenso durante seis meses —dijo mientras se
pasaba una mano por la parte trasera del cuello.
—No te estoy pidiendo que lo hagas —Jeremy apartó la mano del cuello de
Bella y empezó a masajearle los hombros.
Un cálido estremecimiento recorrió el cuello y los brazos de Bella. Sintió que sus
pechos se volvían más firmes. Aunque las caricias de Jeremy no eran sexuales, deseó
que lo fueran.
—Relájate —dijo él—. Esto va a salir tal y como ambos lo hemos imaginado.
Deslizó las manos por sus brazos y la atrajo hacia su cuerpo. Su aliento agitó el
vello de la nuca de Bella, que se apoyó contra él.
¿Por qué sonaba tan razonable? Le hacía sentir que estaba siendo difícil, y ésa
no era su intención. Debía ser franca respecto a las limitaciones que quería en aquella
relación.
Pero no podía serlo mientras estaba entre los brazos de Jeremy.
Respiró profundamente, se apartó y se volvió hacia él.
—Necesito vivir en mi casa. Estaré disponible para ti por las tardes y durante
los fines de semana. Algunas noches tendré que trabajar, pero puedo venir aquí, o ir
a ese apartamento de lujo si quieres que todos nuestros encuentros sexuales tengan
lugar allí.
—Encuentros sexuales.
—¿No fueron esas las palabras que utilizaste en el contrato que firmamos?
Al ver que Jeremy daba un paso hacia ella, se echó instintivamente atrás. El
amante tierno y delicado había desaparecido. No podía saber con exactitud qué
sentía en aquellos momentos, pero sospechaba que estaba enfadado.

En su afán por conseguir que Bella se relajara tras su encuentro con Lucinda,
Jeremy había dejado que la situación se le fuera de las manos. Pero haber permitido
que redujera lo que había entre ellos a meros encuentros sexuales le había dejado un
mal sabor de boca… aunque fuera cierto.
Desde el principio, la atracción mutua entre ellos fue eléctrica. No podía
explicarlo de otro modo. Sabía que la química sexual auténtica era difícil de
encontrar. La había experimentado en menor grado con otras mujeres, pero su
cuerpo se puso en completa alerta en el instante en que la vio por primera vez.

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Bella estaba demasiado delgada y demasiado cansada como para interesarse en


sus insinuaciones, pero había reaccionado de todos modos. Reaccionó y lo rechazó
con pesar porque era responsable de un hermano adolescente que la aguardaba en
casa.
Aquello fue parte de la atracción, reconoció Jeremy. Su completa falta de
egoísmo en lo referente a su hermano. Jeremy no conocía a nadie capaz de hacer lo
mismo, excepto a Kell. Kell se habría sacrificado por él, y él habría hecho lo mismo
por su primo.
Pero nunca por las mujeres con las que se había relacionado. Tal vez había sido
la novedad de la situación lo que había acentuado su atracción.
Cuando veía algo que le gustaba, iba a por ello hasta que lo conseguía. Y
pensaba hacer suya a Bella. Completamente suya, por mucho que tratara de
manipular el tiempo con que contaban. El término «encuentros sexuales» era
demasiado insulso para describir lo que pretendía que hubiera entre ellos.
Al ver que Bella se mordía el labio inferior, dejó escapar un gruñido. Su boca
era carnosa y sensual y lo atraía cono un imán…
Apoyó las manos en sus caderas y la atrajo hacia sí. Bella contuvo el aliento,
pero no se resistió.
—Vamos a tener algo más que encuentros sexuales, Bella.
—¿En serio?
—Sí —dijo Jeremy mientras inclinaba la cabeza hacia ella. La besó en la frente y
luego descendió poco a poco hacia sus labios. Llevaba muchas horas deseando
devorar su boca. Ya conocía su sabor y siempre pensaba que no podía ser tan sensual
como lo recordaba. Pero siempre volvía a descubrir que lo era.
Bella apoyó las manos en sus hombros mientras él trazaba el contorno de sus
labios con la lengua.
Sus palabras habían sido algo parecido a un reto. Y Jeremy no sabía si iba a
poder demostrarle que tenía razón o no. Su parte más dura, más hambrienta, quería
sexo, anhelaba sentir los suaves miembros de Bella contra los suyos.
Inclinó la cabeza y sumergió la lengua en su boca.
Si aquello era lo que quería Bella, la complacería. La seduciría y la utilizaría
hasta que la pasión entre ellos se consumiera. Entonces cada uno seguiría su camino.
Ella habría cumplido su promesa y él… él la habría poseído durante un breve
periodo de tiempo.
Deslizó las manos hacia la parte trasera de sus caderas y la estrechó con firmeza
contra su cuerpo. Cuando frotó su creciente erección contra ella, Bella dejó escapar
un suave gemido y onduló sensualmente su cuerpo a la vez que le clavaba
ligeramente las uñas en los hombros.
Jeremy alzó la cabeza. Bella tenía los ojos cerrados y el rostro ruborizado de
deseo. Sabía que le costaría muy poco convencerla para que tuviera sexo con él, pero
quería que se retractara de sus palabras y admitiera que había algo más que sexo
entre ellos.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

Por otro lado, quería tomar lo que su cuerpo necesitaba y demostrarle cómo
serían las cosas si la utilizaba sólo para el sexo.
Pero entonces Bella abrió los ojos, lo miró, e hizo algo que ninguna mujer había
hecho antes con él. Se puso de puntillas, tomó su rostro entre ambas manos y lo besó
en los labios con delicadeza a la vez que la susurraba su nombre.
El corazón latió con más fuerza en el pecho de Jeremy y el deseo que se había
adueñado de su cuerpo se esfumó para ser sustituido por un sentimiento de miedo.
Quería a Isabella más de lo que debería.
Dejó caer las manos, giró sobre sus talones y se encaminó hacia la casa. Una vez
en el interior fue al bar y se preparó una bebida.

***

¿Cómo se había descontrolado la tarde de aquella manera? Bella permaneció en


el patio unos minutos mientras trataba de recuperar el control de sus sentidos y
pensaba en un plan para salir de allí sin arrojarse en brazos de Jeremy.
Era tan agradable que la abrazara, tan excitante… Pero debían llegar a un
acuerdo sobre cómo iban a organizar las cosas durante los seis meses siguientes.
Sabía que lo había irritado diciendo que su relación era meramente sexual, y no
podía culparlo.
Cuando entró en la casa encontró a Jeremy apoyado contra el bar, con un vaso
alto en la mano. Era tan viril, tan masculino, que la dejaba sin aliento.
Podía resistirlo todo el día cuando se mostraba arrogante, pero cuanto la
rodeaba con sus brazos se sentía totalmente perdida… ¿o encontrada? Llevaba tanto
tiempo perdida que casi lo había aceptado como la norma.
—¿En qué estás pensando ahora? —preguntó Jeremy.
Bella suspiró.
—Siento lo que he dicho antes —contestó con un encogimiento de hombros—.
Debería esforzarme por recordar el consejo de Shelley.
—¿Tu secretaria?
—Es más que una empleada. Es una amiga.
—¿Qué te ha aconsejado?
—Que disfrute de ti.
—Cuéntame más.
Bella negó con la cabeza.
—No quiero hablar de mis amigos —dijo, reacia a revelar más de lo que ya
había revelado.
—Yo tampoco.
Bella avanzó hacia Jeremy. Debían llegar a alguna clase de acuerdo.

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—Me temo que quiero que todo se haga a mi modo.


—Eso puedo entenderlo. Llevo mucho tiempo negociando con gente y he
aprendido que la única forma de conseguir que ninguna de las partes se disguste es
dejándolo todo muy claro en el contrato.
Resultaba muy frío escuchar a Jeremy hablar de acostarse con ella como si
estuviera cerrando un trato. «Protege tu corazón» se dijo Bella. «Este hombre podría
hacerte daño».
—Hasta ahora nunca había sido la querida de nadie. Y no he experimentado las
relaciones como lo has hecho tú. La mayoría de las personas con las que trato son
fieles a su palabra.
—¿Y si no lo son?
—Entonces me decepcionan.
—Un contrato no deja lugar a las decepciones.
—¿Te das cuenta de lo frío que suena eso? —dijo Bella sin poder contenerse.
Jeremy se encogió de hombros.
—¿Quieres que te prepare algo de beber?
Bella negó con la cabeza.
—¿Dónde están los papeles que querías que mirara?
—En la mesa —Jeremy señaló con el vaso en dirección al comedor.
Bella encontró una carpeta con su nombre sobre la mesa. Apartó una silla, se
sentó y abrió la carpeta. Dentro había un apéndice al contrato que ya había firmado.
Incluía las fechas de comienzo y terminación de su relación.
Jeremy había sido concienzudo y muy generoso. Las cuentas que había abierto
para ella durarían el tiempo que durara su relación, pero la renta que le daría
durante aquellos seis meses se prolongaría. La cantidad no aumentaría, pero Bella
comprendió que le estaba dando un colchón para asegurarse de que nunca tuviera
que volver a dejar su casa en medio de la noche para huir de los acreedores.
Tachó la cláusula del apartamento, pero dejó las cuentas con la estipulación de
que se pagaran con la renta. No quería aceptar más de lo estrictamente necesario.
También retrasó un día la fecha de inicio y final del contrato porque no se sentía
capaz de empezar aquella noche. Añadió un apéndice, y firmó. Finalmente alzó la
mirada hacia Jeremy, que aguardaba en el umbral, y empujó los papeles hacia él
sobre la mesa.
—He hecho algunos cambios.
Jeremy se acercó, tomó los papeles, leyó los cambios introducidos por Bella y la
cláusula que había añadido. No hizo ningún comentario al respecto.
—Mi chófer te llevará a casa —dijo—. Yo iré a recogerte mañana por la noche,
alrededor de las ocho.
—Estaré trabajando en una celebración. Enviaré las señas a tu secretaria por la
mañana.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

Jeremy asintió. Su expresión, carente de emoción, hizo que Bella sintiera un


escalofrío. Se levantó y se frotó instintivamente los brazos con las manos.
Jeremy masculló una maldición y se acercó a ella en dos zancadas. La tomó en
sus brazos y la besó. Fue un beso áspero, desnudo, que alcanzó de lleno sus solitarias
almas. Bella sintió en aquel beso el reflejo de su propia desesperación. Lo rodeó con
los brazos por la cintura y lo retuvo contra sí como si nunca fuera a soltarlo.

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Capítulo 5
Jeremy miró su reloj por segunda vez y comprobó que Bella se estaba
retrasando. Salió del coche, entregó las llaves al portero y entró en el Museo Norton.
—Lo siento —dijo Bella mientras avanzaba hacia él en el vestíbulo. Llevaba un
vestido azul que terminaba justo por encima de sus rodillas y el pelo sujeto en un
moño trasero que le daba un aire muy eficiente y profesional. Sonrió, pero Jeremy
notó que estaba agobiada.
—¿Sucede algo?
—Me he quedado corta de servicio. Voy a tener que quedarme al menos otros
cuarenta y cinco minutos. Si quieres irte ya al restaurante, me reuniré contigo en el
bar.
A Jeremy no le atraía la idea de beber solo. Sobre todo si Bella estaba esperando
en otro sitio.
—No.
Bella apoyó la mano en su muñeca, justo por encima del reloj suizo que le había
regalado su padre.
—No puedo irme ahora, Jeremy.
Él la tomó de la mano.
—Prefiero quedarme contigo. Mi especialidad es apagar fuegos.
Bella no retiró la mano mientras se encaminaban hacia un pasillo.
—¿En serio? No tienes aspecto de bombero.
—Hay más de una clase de fuego.
—Ya lo sé —murmuró Bella.
—¿Sientes las llamas?
—En dos ocasiones he…
Al ver que Bella no continuaba, Jeremy le hizo detenerse en medio del pasillo.
—¿Qué ibas a decir?
Ella negó con la cabeza.
—Tengo que volver al salón de baile.
—No pienso dejar que te vayas hasta que sigas con lo que ibas a decir.
Bella se mordió el labio inferior, un gesto que siempre hacía que Jeremy sintiera
la tentación de besarla.
—Hoy he llamado en dos ocasiones a uno de mis empleados por tu nombre.
—¿Se parece a mí?

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—En absoluto. Pero yo estaba… —Bella se apartó de Jeremy para mirarlo—.


Que no se te suba a la cabeza, pero lo cierto es que estaba pensando en ti.
—Resolvamos tu problema cuanto antes para que podamos ir a algún lugar
más privado —dijo él mientras seguían caminando—. Así podrás contarme los
detalles.
—No necesito que resuelvas mis problemas.
—Ya lo sé. Pero lo cierto es que soy bastante efectivo.
—¿En serio? —Bella ladeó coquetamente la cabeza—. Nunca he recibido consejo
de un hombre de negocios multimillonario sobre cómo manejar mi mano de obra.
—Sigue mostrándote descarada y no lo recibirás.
—¿Descarada?
—Descarada.
—Ummm… nadie me había llamado nunca eso. ¿Es ésa la clave para tener
controlados a tus empleados?
—La clave está en la intimidación. Si los asustas trabajan más eficientemente.
Bella rió, como Jeremy esperaba que hiciera.
—Yo no resulto muy intimidante.
—¿Has tratado de serlo alguna vez? —preguntó Jeremy, aunque dudaba que lo
hubiera hecho. Sabía que Bella era una buena persona que se preocupaba más por los
que la rodeaban que por sí misma.
—No. Lo cierto es que ése no es mi estilo. Incluso cuando Daré empezó a
rebelarse y supe que debía ponerme dura con él fui incapaz da hacerlo.
Jeremy le soltó la mano para pasarla por su cintura y atraerla hacia sí.
—Daré te respeta —añadió ella.
—Y a ti te admira —dijo Jeremy.
No sabía cómo había llegado a convertirse en una especie de padre confesor
para Daré McNamara, pero de algún modo era así. El joven le enviaba correos un par
de veces por semana y lo llamaba por teléfono cada pocos días.
Jeremy sabía que en parte se debía a que Daré esperaba que vigilara a Isabella.
Quería asegurarse de que alguien la cuidara. Y, como él mismo reconocía, él aún no
era lo suficientemente mayor para hacerlo.
Ya que cuidar de Bella formaba parte de los planes de Jeremy, no tuvo
dificultades para prometer a Daré que lo haría. A veces se preguntaba qué pensaría
Daré si se enterara de la naturaleza de su relación con Bella, pero aquello era sólo
asunto suyo.
—En realidad no tengo tiempo de hablar sobre mi hermano ni de aprender de
ti.
—¿Qué tenemos que hacer?

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

—La florista ha dejado los arreglos en la cocina y necesito que alguien los
coloque en cada mesa.
—Um…
—Vamos, Jeremy. Te sentará bien. Esa tarea fortalecerá tu carácter y hará que te
ganes mi gratitud.
—Quiero algo más que gratitud.
—Ayúdame y te daré lo que me pidas.
—Trato hecho —dijo Jeremy mientras abría la puerta que daba a la sala de
convenciones para entrar en el mundo de Bella. Observó cómo dirigía a sus
empleados y comprendió que respetaba su forma de trabajar. No presionaba a nadie;
simplemente esperaba que cumplieran su trabajo. Y notó que todos se esforzaban
más cuando ella andaba por allí. Y sospechaba que no porque tuvieran miedo de ella
sino para disfrutar del resplandor de su sonrisa y de los elogios que la acompañaban.
Se dijo que a él no le sucedía lo mismo que a los empleados de Bella. Había
acudido allí a recoger a una mujer que era contractualmente suya. Pero cuando Bella
miró las mesas terminadas y le sonrió, sintió una extraña emoción en su interior.
Algo que no tenía que ver con el deseo. Algo que no tenía nada que ver con su
contrato. Algo que esperaba que desapareciera cuando transcurrieran aquellos seis
meses.
—Me alegra mucho que estés aquí —dijo Bella.
Jeremy se alejó sin decir nada porque él no estaba muy seguro de alegrarse de
estar allí. Deseaba a Bella y había ido tras ella como iba tras cualquier cosa que
deseaba… aunque empezaba a sospechar que aquélla no había sido precisamente su
decisión de negocios más acertada.

Bella había esperado que Jeremy se la llevara del museo a algún lugar privado
en que pudieran estar a solas. Pero cuando empezaron a llegar los miembros de la
asociación de abogados para cuya convención estaba trabajando, resultó que había
varios conocidos de Jeremy entre ellos. Cuando éste le hizo una seña para que se
reuniera con él, negó con la cabeza e hizo un gesto indicando que esperara.
Sacó su móvil del bolsillo para mirar la hora y simuló estar ocupada. No se
sentía preparada para acudir a su lado. Necesitaba un baño de realidad que en
aquellos momentos sólo podía conseguir centrándose en los detalles de su trabajo.
—Ahí estás —dijo alguien tras ella.
Bella se volvió y vio que era Shelley.
Llevaba una tablilla portapapeles en una mano y un transmisor—receptor
portátil en la otra. Tenía aspecto de empleada, a diferencia de Bella, que se había
vestido para su cita con Jeremy. Comprendió que estaba justo donde no quería estar:
en el vértice de dos mundos. Sus dos mundos.
—¿Hay algún problema? —preguntó.
Shelley sonrió.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

—No. De momento todo marcha sobre ruedas. Sólo vengo de mensajera —dijo
a la vez que le entregaba un pequeño sobre—. Jeremy Harper me ha dado esto para
ti.
Bella vio su nombre escrito en el sobre.
—Gracias, Shelley. Ahora tenemos que inspeccionar las chaquetas del personal.
No quiero que nadie salga con manchas.
—Yo me ocupo de eso. Tú tienes que irte.
—¿Estás segura? —preguntó Bella, indecisa.
—Totalmente.
—Tienes mi móvil, ¿no?
Shelley suspiró.
—Hace tiempo que lo tengo. Vete y no te preocupes por nada. ¿O acaso dudas
de mi eficacia? —añadió con el ceño fruncido.
Bella rió.
—No, claro que no. Lo siento. Nos vemos mañana por la mañana.
—Que te diviertas esta noche —dijo Shelley mientras se alejaba.
Bella salió de la sala y fue a por su bolso. Luego abrió el sobre que le había
entregado Shelley. En la tarjeta que había dentro sólo aparecía un número de
teléfono.
No pudo evitar sentirse decepcionada al comprobar que Jeremy no había
añadido ninguna nota personal, algo más romántico. ¿Pero qué esperaba? A fin de
cuentas, sólo era su querida, no una mujer a la que estaba seduciendo. No debía
olvidar que su relación era meramente contractual, se dijo mientras marcaba el
teléfono.
—Hola —saludó cuando Jeremy respondió.
—¿Ya estás libre?
—Sí. Soy toda tuya.
—¿Mía? No del todo,
—¿Qué quieres decir?
—¿Por qué no te has reunido conmigo antes?
—Tenía cosas que hacer.
—Eso suena a excusa. Eres mi querida, Bella. Eso significa que cuando estamos
juntos…
—Esta noche estoy trabajando, Jeremy. Ésa es mi prioridad fundamental.
—¿Por qué?
—¿Por qué, qué? —replicó Bella, y se arrepintió de inmediato. Debía controlar
aquella clase de respuestas.
—¿Vamos a jugar a esa clase de juego?

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

—Tu has empezado —Bella suspiró—. Lo siento. Estaba siendo sarcástica y no


venía a cuento.
—¿Qué voy a hacer contigo, Bella?
—Cualquier cosa a la que te dé derecho tu contrato.
Jeremy permaneció un momento en silencio.
—Reúnete conmigo en el atrio Tsai y podemos empezar esta noche.
—De acuerdo.
Bella colgó sin dar oportunidad a Jeremy de decir nada más. Volvía a sentirse
nerviosa y no podía ser. Quería algo más de Jeremy que seis meses y no iba a
conseguirlo ocultándose.

Después de haberla visto aquella tarde con sus empleados, y por el modo en
que lo trataba cuando estaban con otras personas, Jeremy comprendió que Bella aún
estaba nerviosa respecto a la perspectiva de cualquier intimidad entre ellos.
Pero él conocía el camino más rápido para superar aquel obstáculo: la
seducción.
Bella lo aguardaba en el centro del atrio vacío. Su vestido azul era casi del
mismo tono que las baldosas del suelo, de manera que parecía formar parte de la
decoración. Una mujer etérea a la que sólo podía mirar. Eso no le gustaba.
Bella se volvió hacia él al escuchar sus pasos. Jeremy dudó un instante al sentir
de nuevo aquella extraña emoción. Era la mujer más bella que había conocido.
Se detuvo ante ella y tuvo que hacer esfuerzos para no abrazarla. Era su
querida. Su querida. Suya.
Aquella palabra resonó en su interior. Sabía que no era políticamente correcta,
pero le sentaba bien repetirla en su interior. Había algo relajante en saber
exactamente qué esperar de otra persona.
—Me encanta esta parte del museo —dijo Bella mientras miraba a su alrededor
—. Es muy tranquila por la noche.
—En ese caso te va a encantar la sorpresa que tengo preparada para ti.
—¿Me va a encantar?
El tono escéptico de Bella no amilanó a Jeremy. Ahora que tenía un plan, estaba
en su terreno. La seducción era la clave para conquistarla.
—Espera y verás.
La tomó de la mano y la llevó hasta una habitación en forma de cuña que se
hallaba junto al atrio. El pabellón familiar J. Ira y Nick Harris. En el centro había una
pequeña mesa preparada para cenar frente a los ventanales acristalados que daban a
los jardines italianos del exterior.
Pero lo importante de la habitación era el techo. El cristal Chihuly era
espectacular y Jeremy supo que había tomado la decisión correcta cuando oyó que
Bella contenía el aliento.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

Le soltó la mano mientras avanzaba al interior de la habitación. La iluminación


que había tras el techo Chihuly teñía la habitación de tonos verdes y azules acuáticos.
—Jeremy… es una maravilla. ¿Vamos a cenar aquí?
—Sí —dijo él mientras se acercaba a la mesa para tomar la botella de champán
que había en un cubo con hielo.
—Es… Me encanta.
—¿Qué te había dicho?
—Ya estás volviendo a ser arrogante.
—Creo que en esta ocasión me he ganado el derecho a serlo.
—De acuerdo. En esta ocasión lo reconozco.
Jeremy alcanzó a Bella una copa de champán y luego brindó con ella.
—Por los próximos seis meses.
Ella asintió y tomó un trago sin apartar la mirada de él. Pero Jeremy notó que le
temblaba la mano.
Bella dejó la copa en la mesa y caminó lentamente en torno a la habitación,
observando el techo desde cada ángulo. Cuando volvió a la mesa, Jeremy hizo una
seña al camarero para que empezara a servir la comida.
Apartó una de las sillas para que se sentara Bella. Cuando apartó la suya vio la
pequeña caja de regalo que había pedido que pusieran allí.
La tomó y la colocó sobre la mesa.
Bella miró la caja y luego a él.
—No hace falta que me seduzcas —dijo con cautela.
—Ése es mi privilegio.
—Oh.
—Sí, oh —dijo Jeremy a la vez que le entregaba la cajita.
—Preferiría que donaras dinero a alguna buena causa a que me hicieras regalos.
Jeremy negó con la cabeza.
—Las queridas deben aceptar tantos regalos de sus amantes como sean
posibles.
Jeremy notó que su comentario había dolido a Bella, que dejó de nuevo la cajita
sobre la mesa.
Se había comportado como un idiota. Unos instantes antes estaba interpretando
su papel de seductor como era debido. ¿Por qué había tenido que decir aquello? No
debería importarle que Bella no quisiera sus regalos… pero le importaba.
—Abre el regalo, Bella.
Ella hizo lo que le decía. Dentro de la caja había un pequeño cartel que
mostraba una escultura Chihuly que Jeremy había encargado expresamente para ella.
Se la entregarían en tres semanas.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

—Gracias, Jeremy.
Jeremy se encogió de hombros como si le diera igual, pero ya era demasiado
tarde para simular ante sí mismo. Saber que Bella era suya hacía que eso fuera
imposible. Sólo podía esperar que le bastara con seis meses.
Después de cenar la llevó a dar un paseo por el jardín bajo la luz de la luna y
luego se encaminaron a su coche.
Bella se relajó durante el paseo, pero la tensión de Jeremy aumentó. La deseaba.
Y eso parecía más peligroso en aquellos momentos que al comienzo de la tarde,
cuando se sentía seguro y protegido por su contrato. Podía obtener de ella todo lo
que quisiera. Pero ahora sabía que su acuerdo no iba a protegerlo de las emociones
que Bella despertaba en él.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

Capítulo 6
Bella no sabía adonde se dirigían. Jeremy había descapotado el coche y la brisa
hacía imposible hablar, lo que en parte suponía un alivio.
Esperaba que no se dirigieran a la casa que le había alquilado. De pronto pensó
que aquello era una prueba para Jeremy. Si la llevaba a la casa, sabría que no había
avanzado nada en su propósito de que la considerara como algo más que su querida.
Pero tampoco la ayudaría a recordar que aquello era un acuerdo y no una auténtica
relación amorosa.
Aunque lo cierto era que empezaba a parecerlo. Jeremy debería haberla llevado
a algún restaurante en lugar de haberse tomado la molestia de encargar que les
sirvieran la cena en el Norton, algo en lo que debía haber gastado una fortuna.
Pero el dinero no era problema para él. No debía olvidar ese detalle. Tal vez
aquella tarde no había sido más que una más para él. Probablemente, lo que ella
había interpretado como un gesto romántico no había sido más que algo habitual
para Jeremy.
Pero no lo creía. La escultura Chihuly era una maravilla, incluso en foto. Quería
sacar la tarjeta del bolso para volver a mirarla, pero no lo hizo.
Unos minutos después Jeremy detenía el coche en el aparcamiento del hotel de
Palm Beach, un hotel antiguo y refinado, conocido por su lujo y calidad.
«Que no sea aquí donde me trae», rogó Bella en silencio. No quería hacer el
amor con el por primera vez en un hotel. Quería que fuera en un lugar que
significara algo para uno de ellos.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó a la vez que apoyaba una mano en el muslo
de Jeremy.
—Vamos a reunimos con algunos de mis socios para tomar una bebida.
Más tiempo de espera. La tensión acumulada durante aquellos dos días se
centró dolorosamente en la boca del estómago de Bella. Sabía que Daniel Posner era
socio de Jeremy. Y Lucinda Cannon era la esposa de Daniel.
Pero ella aún no estaba lista para otro encuentro con ellos. Aquello no iba a
servirle precisamente para relajarse, aunque no pensaba decírselo a Jeremy. Ya se
había gastado una fuerte suma con ella aquella tarde y lo único que había recibido a
cambio había sido un beso.
—¿Tienes algo que objetar? —preguntó Jeremy a la vez que miraba
significativamente su muslo.
Bella retiró rápidamente la mano.
—No, claro que no —mintió—. ¿Con quién vamos a reunimos?
—Con mi socio y su esposa y con un importante cliente y la suya.
—¿Daniel?

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—Sí. ¿Algún problema?


Bella se encogió de hombros, decidida a mostrarse relajada aquella tarde. Se
negaba a dar a Lucinda el poder de ponerla nerviosa, aunque lo cierto era que sus
sudorosas palmas eran indicio de lo contrario.
—En absoluto. ¿Quién es el cliente?
Aquélla podía ser la oportunidad perfecta para demostrarle a Jeremy que podía
ser mejor esposa que querida. La clase de mujer que querría tener a su lado tanto
para los asuntos de negocios como para el placer.
—Frederick Merriweather. Estamos tratando de convencerlo para que fusione
su empresa con la nuestra.
—¿Y esta noche es otro intento?
Jeremy apagó el motor del coche.
—Sí, lo es. Y me alegra ver que estás tan interesada en el encuentro.
—¿Por qué?
Jeremy se encogió de hombros.
Bella esperó. Él no dijo nada más. Bella empezó a sentirse cada vez más
pequeña e insignificante. Y como una auténtica querida.
Apartó la mirada. No quería entrar en aquella clase de juegos, juegos que
implicaban mentiras. Ya había jugado lo suficiente a ellos cuando su madre aún
vivía.
«Simulemos no haber visto a los Cannon, o los Murray, o a cualquiera de los
que solíamos conocer».
—¿Por qué, Jeremy?
Jeremy alzó una mano y la apoyó en su mejilla.
—Porque es la primera muestra de interés que manifiestas por algo relacionado
conmigo.
¿No había notado que prestaba atención a cada detalle de lo que era su vida?
Probablemente era mejor así, se dijo Bella. Al menos de momento. Pero era una
buena señal que le complaciera su atención.
—En ese caso, dime lo que quieres que haga. Se me da bastante bien conseguir
que la gente se sienta cómoda.
—Limítate a ser tú misma.
Jeremy deslizó la mano tras el cuello de Bella y la atrajo hacia sí. Ella percibió en
sus ojos el brillo de algo más que deseo. En cuanto se inclinó hacia ella sintió que la
sangre corría ardiente por sus venas y que sus pechos se volvían más tensos, más
pesados. Estuvo a punto de cerrar los ojos, pero los mantuvo abiertos.
Quería saber qué sentía él cuando la besaba. Notó que sus pupilas se dilataron y
que las ventanas de su nariz se ensancharon justo antes de que sus labios se
encontraran.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

Entonces cerró los ojos. Era imposible pensar en otra cosa cuando Jeremy la
besaba. Los detalles de su trato se esfumaron mientras creaba nuevos recuerdos de
aquel hombre.
Del modo en que la acariciaba mientras la besaba, del modo en que conquistó
con la lengua su boca, con lánguidos empujones, como si tuviera toda la noche por
delante para conocer su sabor. Del modo en que la tomó después de la mano
mientras avanzaban hacia la entrada del hotel.
Cuando apoyó la mano en su espalda para acompañarla al interior, ya no se
sentía como una extraña.

El bar estaba abarrotado, pero Jeremy encontró a Daniel y a Frederick sin


dificultad. Quería que el encuentro transcurriera con rapidez y sin complicaciones
para poder llevar después a Bella a casa. Y entonces llevarla a la cama. Había
organizado aquel encuentro para que Bella se sintiera más cómoda en su mundo,
como parte del acuerdo que había alcanzado con ella.
Pero su cuerpo estaba tenso y tenía la mente centrada en la mujer que estaba a
su lado, no en la reunión. Se había sentido un poco desconcertado cuando Bella le
había preguntado que qué quería que hiciese. No quería analizarlo, pero la pregunta
no dejaba de rondar su cabeza. La necesitaba allí porque los otros dos hombres
estarían con sus esposas y así se equilibraría el encuentro.
Tener a Bella a su lado también le producía una sensación de equilibrio
personal. Pero sabía que era un error sentirse posesivo. No era un hombre que
retuviera las cosas. Se enorgullecía de mirar siempre hacia el futuro, de pasar por la
vida ligero de equipaje, sin cargas.
Bella era un placer más del que disfrutar mientras avanzaba. Una vez que
hubiera conquistado su maravilloso cuerpo podría seguir adelante.
Frederick era un hombre cercano a los cincuenta con una melena rubia leonina
que le daba aspecto de antiguo hippie. Llevaba un traje Brooks Brother y un aro en la
oreja. Era un hombre hecho a sí mismo al que le daba lo mismo lo que pensaran
sobre el modo en que vestían él y su esposa.
—Buenas tardes, Frederick. ¿Dónde está Mary?
—Ha visto algo que le ha gustado en la boutique del hotel. ¿Quién es tu
acompañante?
—Bella McNamara. Bella, te presento a Frederick Merriweather.
—Es un placer conocerte, Frederick.
Jeremy señaló a Daniel.
—Y estoy seguro de que recuerdas a mi socio, Daniel Posner.
—Sí. Me alegro de volver a verte, Daniel.
Jeremy apartó una silla para que Bella se sentara.
—Si queréis beber algo tendréis que ir a la barra —dijo Daniel.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

—¿Qué quieres, Bella? —preguntó Jeremy.


—Drambuie, por favor.
Jeremy se acercó a la barra a pedir las bebidas.
—Bella no tiene el mismo aspecto de antes.
Jeremy se volvió y vio que Lucinda estaba a su lado. Lucinda era una de las
mujeres más guapas que había conocido. Su clase se notaba en cada uno de sus
movimientos.
—¿Qué aspecto tenía?
—¿A los catorce?
Jeremy asintió.
—Se parecía más a mí. Se hacía la manicura, la pedicura e iba a la peluquería.
Jeremy sonrió ante el tono ligeramente burlón de Lucinda.
—Las circunstancias cambian.
—Desde luego.
—¿Qué tratas de decirme?
—No sé. En otra época, su familia y la mía se relacionaban bastante…
Jeremy estaba al tanto de la repentina ruina del padre de Bella y de su posterior
suicidio. Pero había detalles que desconocía.
—¿Cuándo dejasteis de estar en contacto?
Lucinda se encogió de hombros.
—Cuando dejó de moverse en nuestro círculo. Ya no es como nosotros, Jeremy.
Jeremy no sabía adonde pretendía llegar Lucinda con aquella conversación,
pero empezaba a intuir por qué se había alterado tanto Bella cuando la había visto la
noche anterior.
—Suéltalo ya de una vez. No se me dan bien las adivinanzas.
—Ya lo sé. Por eso necesitas a Daniel.
—Lo necesito en los negocios para matizar mis asperezas, pero eso no me dice
nada sobre Bella y tú.
—Cuando lo perdió todo se volvió una persona diferente. Lo cierto es que no
me extrañaría que estuviera saliendo contigo por un afán de venganza.
—No comprendo.
—Quiere decir que ya no resultaba adecuado hablar conmigo.
Jeremy no había visto que Bella se había acercado a ellos. Lucinda se encogió de
hombros y se apartó de ellos. Se detuvo a unos pasos para volverse a mirar a Bella
con los ojos entrecerrados. La tensión se hizo palpable.
—Ya sabes que no tenemos por costumbre relacionarnos con los empleados.

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Bella se quedó paralizada. Jeremy pasó un brazo por sus hombros y la atrajo
hacia sí.
—Bella ya no es una empleada, Lucinda.
—Claro que no. Es tu… ¿qué es exactamente, Jeremy?
Bella carraspeó y Jeremy percibió un destello de su temperamento. El mismo
temperamento que siempre había tratado de ocultar.
—Eso no es asunto tuyo, Lucinda. Ya no somos amigas.
—¿Y de quién es la culpa?
—Buscar culpables es algo muy infantil —dijo Bella.
Jeremy tuvo la sensación de que entre las dos mujeres había bastante más que el
cambio de situación financiera de Bella. Pero, aunque sentía curiosidad, sabía que
había llegado el momento de terminar con aquello.
—Tenemos que volver a la mesa. Hemos venido para una reunión de negocios.
—Por supuesto —dijo Lucinda, que fue a sentarse junto a Daniel.
Jeremy entregó a Bella su Drambuie.
—¿Quieres hablar de ello?
Bella negó con la cabeza.
Jeremy no podía soportar el dolor que vio en su mirada. Quería hacer algo para
aliviarlo.
—Bella…
—Déjalo, Jeremy. No soy tu novia. Soy tu querida.
Aquellas palabras fueron como un latigazo para Jeremy. Y sabía que,
precisamente por eso, no debía permitir que Bella se acercara a él más de lo
necesario.
—Tienes razón. Lo eres.

Apenas hablaron en el trayecto de regreso a casa de Jeremy, y Bella se alegró de


ello. No sabía cómo enmendar sus estúpidos comentarios. Había permitido una vez
más que Lucinda la afectara y amenazara una relación que empezaba a significar
mucho para ella.
Tenía que disculparse con Jeremy. Quería eliminar la tensión que había entre
ellos antes de que intimaran. Porque estaba segura de que Jeremy iba a llevarla a su
cama aquella noche. Si no por otro motivo, para dejar bien claro que ella no era más
que su querida.
Pero no se animó a hablar hasta que estuvieron en la casa, y para entonces ya se
sentía nerviosa por lo que sabía que le aguardaba… aunque era absurdo, porque
deseaba a Jeremy.
—¿Jeremy?

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—¿Sí? —dijo él sin volverse mientras dejaba las llaves en la mesa del recibidor.
—Yo… —Bella se interrumpió. No quería hablar de Lucinda y de la mala
relación que había entre ellas. Lucinda no había sido especialmente amable con ella,
pero aquello había sido recíproco.
Jeremy se volvió al ver que no continuaba.
—¿Ibas a decir algo?
Bella asintió y respiró profundamente.
—Cuando me siento insegura de mí misma, algo que sucede más a menudo de
lo que me gusta admitir, ataco. Es mi manera de protegerme.
Jeremy se apoyó contra la pared y se cruzó de brazos.
—¿Cuándo empezaste a reaccionar así?
—Creo que el verano que cumplí quince años y mí madre empezó a trabajar de
asistenta para los Cannon. Yo la ayudaba de vez en cuando. Era una situación
realmente incómoda. Lo cierto es que nunca he sido capaz de mantenerme en silencio
y simular que todo me da igual.
—Y en lugar de permanecer en silencio, atacas.
—Sí.
Jeremy asintió lentamente.
—¿Querías decirme algo más?
Bella negó con la cabeza.
—En ese caso, vamos a beber algo antes de subir.
—Jeremy.
—¿Qué?
—No me gusta la tensión que hay entre nosotros. A pesar de todo, nuestra
relación siempre ha sido amistosa.
Jeremy se frotó la parte trasera del cuello y Bella comprendió que aquella noche
podía darse realmente un encuentro sexual. E iba a tener que renegar de su palabra.
Ella no se entregaba fácilmente, y tan sólo había dormido con otro hombre. Un
acontecimiento especialmente poco memorable. Quería experimentar con Jeremy lo
que era la auténtica pasión, pero en realidad sospechaba que aquello sólo sucedía en
las novelas romántica, que en la vida real el sexo no era más que sudor y un ejercicio
placentero.
—Hablaremos mejor sentados —dijo Jeremy.
Bella lo siguió al cuarto de estar. Jeremy se quitó la chaqueta y la dejó sobre el
respaldo del sofá.
—Me ha gustado conocer a Frederick y a Mary —dijo Bella. En cuanto
volvieron con los demás comprendió que había metido la pata con Jeremy y había
tratado de enmendar las cosas mostrándose encantadora.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

Pero no sabía por qué estaba hablando de la reunión. Lo último que quería era
iniciar una conversación sobre Lucinda.
—Tú también les has caído bien. Voy a organizar una fiesta para ellos en mi
yate el próximo sábado.
Bella agradeció el cambio de tema.
—¿Quieres utilizar a la firma de servicio de comidas con la que trabajo? —
preguntó mientras trataba de ignorara que Jeremy se había quitado la corbata y había
desabrochado los dos botones superiores de su camisa.
—No. Lo que quiero es tenerte a mi lado y no pensar en los negocios.
—Oh —Bella no pudo evitar sentirse un poco dolida—. Te aseguro que soy la
mejor organizadora de fiestas y acontecimientos de la zona.
—Estoy seguro de ello.
—¿Entonces por qué no quieres que me ocupe de los detalles? Apenas hay
tiempo, pero…
—Bella…
—¿Sí?
—Tengo un chef personal que se ocupará de los detalles. Pero si de verdad te
importa tanto, puedes elegir el menú.
—De acuerdo. También puedo ocuparme de contratar a l servicio.
—Olvídate del trabajo. Ahora mismo sólo tienes que pensar en una cosa.
—¿En qué?
—En ser mi querida —dijo Jeremy, y la tomó en sus brazos.
Inclinó la cabeza y Bella lo miró a los ojos. Estaba serio. Comprendió que estaba
viendo al auténtico Jeremy. Las máscaras de las relaciones sociales habían
desaparecido mientras la miraba.
La deseaba. Se estremeció. Ningún hombre la había deseado nunca tanto. Se
hizo consciente de su feminidad y del primitivo poder que conllevaba.
Le acarició la espalda, sintió el poder de sus hombros. Él la rodeó con un brazo
por al cintura y con el otro por las caderas.
No dijo nada. No hacía falta. Las palabras habrían sido superfluas en aquellos
momentos y ninguno de los dos necesitaba hablar sobre nada.
Sintió la suavidad de su pelo bajo los dedos. Tomó su cabeza entre ambas
manos, se puso de puntillas y la atrajo hacia sí.
Apoyó los labios en los suyos y deslizó la lengua de un lado a otro entre ellos.
Sabía ligeramente al whisky que había bebido en el hotel y a algo que sólo asociaba
con él.
Un suave ronquido escapó de la garganta de Jeremy cuando la tomó en brazos.
No apartó su boca de la de ella mientras la subía hasta su dormitorio.

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Capítulo 7
Jeremy dejó a Bella en pie junto a la cama. El dormitorio tenía una pared
completamente acristalada y Bella contempló un instante el cielo cuajado de estrellas.
Le asustaba mucho pensar que Jeremy creyera que estaba allí sólo por el
contrato. Sin embargo, las cosas serían más fáciles si eso fuera lo que creyera.
«Mentirosa».
Hizo una mueca. Por mucho que repitiera las palabras, no eran ciertas. Estaba
allí con Jeremy porque lo deseaba… y porque él se había tomado muchas molestias
por ella. Estaba conmovida de un modo que no quería estarlo.
Jeremy la miró con los ojos entrecerrados, haciéndole muy consciente de él y a
la vez de su propio cuerpo. Casi sintió su mirada como una caricia cuando la deslizó
de arriba abajo.
Dejó caer los brazos a los lados. No necesitaba protegerse del pasado. Estaba allí
con Jeremy. El hombre en que había estado pensando tanto tiempo. Y pensaba
disfrutar de él.
—¿Sigues queriendo hablar de la fiesta del sábado?
Bella se mordió el labio para contener la risa. Estaba demasiado seguro de sí
mismo… y con motivo de sobra. Cuando la tomó entre sus brazos, contuvo el aliento.
Jeremy le rozó la mejilla con los labios y la abrazó con una ternura que ningún
hombre le había demostrado antes. Luego le acarició delicadamente el cuello hasta
que se estremeció entre sus brazos. Necesitaba más de él. Apoyó las manos en sus
hombros, ladeó la cabeza y abrió la boca bajo la suya.
Él murmuró su nombre mientras ella introducía la lengua en su boca. La rodeó
con los brazos y la llevó hacia la cama. Al sentir ésta tras las piernas, Bella se sentó.
Jeremy la siguió sin romper el contacto.
Su lengua se movió sobre la de ella con dulzura, tentándola más, saboreándola
y haciendo que su anhelo creciera. Bella sentía la piel tensa, los pechos pesados. Notó
cómo se humedecía, lista para él…
Se movió hasta quedar sentada a horcajadas sobre él. Alzó la cabeza para
mirarla. Su piel parecía irradiar luz y tenía los labios húmedos debido a los besos.
Flexionó los dedos contra sus hombros.
—Quítate la camisa —murmuró. Llevaba deseando tocar su pecho desde aquel
día de verano en que lo sirvió en el club náutico.
Tras desabrocharse la camisa, Jeremy hizo lo mismo con el corpiño del vestido
de Bella. Deslizó un dedo por el centro de su cuerpo, por el esternón y entre sus
costillas. Se entretuvo un momento en su ombligo y se detuvo en la cintura de sus
braguitas.
Luego rehizo el camino, pero en aquella ocasión deslizó los dedos bajo el sostén
azul hielo, rozando apenas los pezones.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

Un intenso deseo recorrió el cuerpo de Bella, haciéndole estremecerse.


Necesitaba más. Quería más. El corazón le latía tan fuerte en el pecho que
estaba segura de que Jeremy podía escucharlo. Le araño delicadamente el pecho. El
gimió roncamente y se echó atrás hasta quedar apoyado sobre los codos.
Y dejó que Bella lo explorara. Aquello era tan distinto a los precipitados
encuentros que había tenido con aquel novio en el pasado… Encuentros que siempre
tuvieron lugar en la oscuridad y que acabaron casi antes de empezar.
Rodeó con un dedo uno de sus pezones, pero no lo tocó. Deslizó una uña por el
centro de su pecho, siguiendo la línea de pelo que se estrechaba hasta desaparecer
bajo la cintura de sus calzoncillos.
Jeremy la rodeó con los brazos para quitarle el sujetador, que acabó a un lado.
Luego la atrajo hacia sí hasta que los pezones de Bella rozaron su pecho.
—Bella… —susurró.
Bella notó la presión de su erección entre las piernas y se movió para sentirla
mejor, pero era imposible con toda aquella ropa entre medias. Tenía el vestido
levantado, pero no era suficiente. Se estremeció, aferrada a sus hombros y empezó a
frotarse contra él.
Jeremy le subió el vestido hasta la cintura y deslizó las manos debajo. Bella
sintió el calor de sus grandes manos cuando las apoyó en su trasero para hacerle
moverse más deprisa y guiar sus movimientos sobre él. Inclinó la cabeza y le acarició
un pezón con la lengua.
Todo se contrajo en el cuerpo de Bella. Se aferró a sus hombros mientras
alcanzaba el clímax. Luego se dejó caer sobre su pecho y él la retuvo entre sus brazos.
Jadeante, con los ojos cerrados, se recordó que para Jeremy aquello sólo era un
acuerdo, un contrato.
Pero aquello no hizo que dejara de sentir que acababa de encontrar al hombre
con el que había estado soñando secretamente.

Jeremy no había visto nunca nada más bello que la mujer que tenía entre sus
brazos. Era increíblemente receptiva a sus caricias, y él quería más. Alimentaba su
obsesión de un modo que no había esperado. Si no la tomaba pronto iba a arder
espontáneamente.
La palabra «mía» pasó por su cabeza.
Bella apartó la camisa de sus hombros y él terminó de quitársela. Ella se quitó el
vestido. Tenía un cuerpo exquisito, delicado y femenino. Sus pechos eran grandes y
perfectos y tenía la piel sonrojada debido al reciente orgasmo.
Deslizó las manos lentamente por su torso, casi temiendo creer que tras todos
aquellos años, tras todas las negociaciones, estuviera realmente allí, en su cama,
donde tanto había fantaseado tenerla.

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Sus pezones eran como pequeños capullos que reclamaban su boca. Apenas la
había explorado y necesitaba hacerlo. Necesitaba descubrir cómo reaccionaba a cada
una de sus caricias.
Acarició sus pezones con delicadeza y ella avanzó los hombros para
incrementar la presión de su contacto.
—Dime qué quieres.
—¿No lo sabes? —murmuró Bella con voz ronca.
Jeremy negó con la cabeza.
—Quiero escuchar las palabras.
—Quiero…
Jeremy comprendió en aquel momento que había algo muy frágil en el interior
de la competente y profesional Bella. La tomó entre sus brazos y la estrechó contra su
pecho. Ella cerró los ojos y enterró el rostro en su cuello. Cómo la deseaba…
Estaba tan excitado y ardiente que podría haber terminado antes de tiempo.
Pero iba a esperar. Sintió la caricia de la lengua de Bella en su cuello a la vez que
deslizaba la mano por su pecho para desabrocharle el botón de los pantalones y
luego bajarle la cremallera.
Deslizó la mano en el interior de sus calzoncillos y ascendió y descendió con
ella por la tensa y palpitante columna de su deseo. Jeremy bajó la mirada para
contemplar la delicadeza con que lo estaba acariciando y tuvo que apretar los dientes
para contenerse. Quería estar dentro de ella en la siguiente ocasión en que uno de
ellos alcanzara el clímax.
Bella sonrió sensualmente.
—Te deseo, Jeremy. Te deseo dentro de mí, entero…
—Vas a tenerme —dijo él, ronco.
Bella se quitó el resto de la ropa. Jeremy se quedó sin aliento. Era exactamente
como la había soñado. Cintura estrecha, piernas largas y esbeltas y pechos grandes.
Le hizo tumbarse de espaldas y se inclinó para besarla mientras se bajaba los
pantalones. Bella separó las piernas y él se situó entre sus muslos.
La húmeda calidez de su sexo abrasó su ya ardiente carne. Empujó sin
pensárselo dos veces.
Quería penetrarla totalmente desnudo. Al menos aquella primera vez… Pero
aquél era un riesgo que sabía que no debía correr.
Se apartó de ella, terminó de quitarse los calzoncillos y los pantalones y luego
sacó de éstos el preservativo que había guardado en el bolsillo.
Cuando miró a Bella vio que lo estaba observando. El mego de sus ojos hizo que
se le tensara el cuerpo entero de anticipación. Se puso el preservativo con una mano
antes de volverse hacia ella.
—Date prisa…
—Ni hablar. Pienso saborearte poco a poco.

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—Ven —dijo Bella a la vez que abría los brazos y las piernas, invitándola al
interior de su cuerpo.
Jeremy bajó sus caderas y deslizó su sexo de arriba abajo por el de Bella varias
veces.
Ella introdujo una mano entre sus piernas y lo tomó. Jeremy se estremeció.
—Ahora no —murmuró—. O no duraré.
Bella sonrió.
—¿En serio?
—En serio.
Necesitaba estar dentro de ella ya. Alzó sus muslos e hizo que lo rodeara por la
cintura con las piernas. La penetró muy despacio, hasta que estuvo totalmente
dentro. Bella se aferró a sus caderas cuando empezó a moverse.
Jeremy se inclinó, tomó uno de sus pezones entre los dientes y empezó a
mordisquearlo. Los músculos internos de Bella empezaron a tensarse en torno a su
miembro y empezó a mover las caderas más deprisa, exigiendo más. Pero Jeremy
mantuvo un ritmo firme, lento, para sentir su clímax antes de alcanzar el suyo.
Rotó las caderas para alcanzar el centro de su placer con cada empujón. Bella
enlazó las manos en su pelo y echó atrás la cabeza cuando empezó a alcanzar el
clímax. Jeremy la alzó de nuevo por las caderas para penetrarla más profundamente.
Aún se estaba contrayendo en torno a él cuando sintió que la base de su columna se
tensaba segundos antes de que su cuerpo estallara dentro de Bella. La penetró dos,
tres veces más y luego cayó sobre ella, cuidando de no aplastarla con su peso. Luego
giró sobre sí mismo y la atrajo consigo.
Deslizó la mano por su espalda mientras comprendía que acababa de cometer
un error colosal.
Haber mantenido relaciones sexuales con Bella no había hecho que disminuyera
su obsesión por ella. Muy al contrario, había hecho que aumentara.

Jeremy salió de la cama y fue al baño. Bella contempló el techo mientras sentía
que todo el cuerpo le cosquilleaba después de hacer el amor. Nunca había esperado
que fuera así. Aquello iba mucho más allá de cualquiera de sus experiencias
anteriores.
Jeremy regresó unos momentos después. Se metió en la cama y la tomó en sus
brazos sin decir nada.
Bella no sabía qué hacer.
—¿En qué estas estás pensando? —dijo finalmente Jeremy.
—En que eres increíble.
—Así que increíble. Me gusta cómo suena eso.
—Justo lo que necesitabas —Bella no pudo contener una sonrisa—. Otro motivo
para alentar tu arrogancia.

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Jeremy inclinó la cabeza y la besó. Ella pensó que deberían sentirse saciados y
haber perdido el interés en hacer el amor, pero cuando sus lenguas se encontraron,
sintió que su deseo volvía a despertar.
Trató de volverse pero él la sujetó. Sintió su intensa necesidad de dominarla, de
recordarle que era suya. La tumbó de espaldas sobre la cama y trazó lentamente el
contorno de su cuerpo con una mano. Se inclinó para besarla en el cuello y deslizó la
lengua por su piel, dejando en ella un rastro de fuego hasta alcanzar la cima de uno
de sus pechos. Mordisqueó delicadamente el excitado pezón y luego lo succionó
repetidas veces a la vez que lo acariciaba con la punta de la lengua.
Bella tembló de necesidad. No podía esperar. No quería esperar.
Alargó una mano entre sus cuerpos, pero él apartó las caderas lejos de su
alcance. Onduló su cuerpo contra él, buscándolo. Sin dejar de mordisquear su pezón,
Jeremy comenzó a acariciarla entre las piernas hasta que ella lo sujetó contra sus pe-
chos, frenética, tratando de alcanzar una liberación que parecía hallarse a su alcance
pero que no dejaba de rehuirla.
Jeremy contuvo el aliento cuando rodeó su sexo con una mano y comenzó a
subirla y a bajarla, cubriendo y dejando expuesta alternativamente su palpitante
carne.
—Hay un preservativo en la mesilla —logró mascullar.
—Hmm… —murmuró Bella, totalmente centrada en lo que estaba haciendo.
—Me estás matando…
A Bella le gustó cómo sonó aquello, y comprobar cómo aumentaba la excitación
de Jeremy cada vez que bajaba la mano.
Finalmente fue él quién sacó el preservativo del cajón de la mesilla y se lo
entregó.
—Pónmelo.
—Será un placer.
Bella abrió el envoltorio antes de recordar que nunca había hecho eso antes.
Pero no fue difícil deducir cómo funcionaba. Jeremy gimió cuando se lo puso, lo cuál
le hizo pensar que no lo había hecho mal del todo.
Cuando fue a tomarlo de nuevo, él le sujetó ambas manos y le hizo apoyarlas
sobre la cama, por encima de su cabeza. Luego le hizo alzar una pierna y apoyó su
miembro sobre el de ella. Bella sintió su calor, su dureza, dispuesta a entrar en ella.
Pero Jeremy permaneció quieto, sin penetrarla. Lo miró a los ojos.
—Eres mía.
—Yo…
—Mira cómo te tomo, Bella, y comprende que esto significa que me perteneces.
Entonces avanzó hacia su interior. La alzó por las caderas y la sujetó con sus
poderosas manos mientras la penetraba una y otra vez. La penetró aún más
profundamente que la vez anterior. Bella se sintió colmada, ensanchada, rodeada por
él.

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Cuando Jeremy le mordió cuidadosamente el cuello y luego succionó su piel,


todo se tensó en su interior hasta que sintió que un nuevo clímax recorría su cuerpo
como una poderosa marejada. Un momento después él alcanzó la cima de su placer a
la vez que repetía una y otra vez su nombre mientras la estrechaba contra su pecho.
Después, aún jadeante, con la cabeza apoyada sobre su hombro, Bella
comprendió que lo que le había dicho era cierto. Era suya.

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Capítulo 8
El teléfono sonó justo después del almuerzo y Bella dudó antes de contestar.
Shelley había estado en dos ocasiones en su despacho para tratar de obtener más
información sobre su cita con Jeremy, pero Bella no quería compartir aquellos
detalles con nadie. Quería preservarlos en su interior.
Además, al margen de lo bien que se entendieran en la cama, aún había una
tensión evidente entre ellos.
El teléfono dejó de sonar, pero un instante después empezó a sonar el
intercomunicador.
—¿Sí, Shelley?
—Daré está al teléfono. ¿Por qué no has contestado?
—Estoy trabajando en una propuesta —dijo Bella, lo que era parcialmente
cierto.
Había hablado con Andy Conti, el chef personal de Jeremy, y estaba
planificando los detalles de su fiesta en el yate para darle una sorpresa. Él le había
hecho muchos regalos y aquélla sería una manera de agradecérselo.
Quería que cada detalle de la fiesta fuera perfecto. Sabía que Lucinda estaría
allí, y aquélla podía ser su oportunidad de demostrar lo bien que encajaba en el
mundo de Jeremy.
—Hola, hermanita —dijo su hermano al otro lado de la línea.
Bella sonrió.
—Hola, Daré. ¿Cómo va todo?
—Voy a ir por ahí el fin de semana con unos amigos y pensaba alojarme en tu
casa. ¿Te parece bien?
—Ya sabes que también es tu casa, Daré —a Bella le agradaba que su hermano
lo preguntara, pero en realidad no hacía falta.
—Ya no —dijo Daré—. Voy a subarrendar un apartamento en Manhattan.
—¿Puedes permitírtelo? —preguntó Bella, aunque sabía que sí. Daré había
madurado mucho en los últimos años, pero no le gustaba que viviera tan lejos.
Siempre lo había tenido cerca. Y Nueva York no estaba precisamente cerca.
Estaba sola. Realmente sola, pensó.
—Sí, hermanita, puedo. Voy a ganar un buen dinero en mi nuevo trabajo.
—No te lo gastes antes de haberlo ganado —advirtió Bella.
—No pienso hacerlo. Ambos aprendimos esa lección por el camino más duro,
¿verdad?
Bella asintió lentamente.

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—Así es.
—Quiero que planees un viaje a Nueva York para este otoño, después de que
me haya instalado.
—Lo haré.
Bella sonrió de nuevo.
Afortunadamente, Daré parecía haberse encarrilado adecuadamente. Tres años
atrás, cuando aún se comportaba como un adolescente medio salvaje y problemático,
llegó a temer que acabara en la cárcel.
—El sábado estaré fuera —añadió—. ¿Sigues teniendo tu llave?
—Sí. ¿Adonde vas?
Por algún motivo, Bella no quería mencionar el nombre de Jeremy.
—A una fiesta en un yate.
—¿Otro de tus ricos clientes?
—No exactamente.
—¿Es una cita? ¿Con quién estás saliendo? —preguntó Daré.
Por su tono, Bella supo que estaba sonriendo con expresión picara.
—Con Jeremy.
—¿Con el señor Harper?
—¿Conocemos a otro Jeremy? —preguntó Bella en un tono ligeramente
sarcástico debido a los nervios.
—No. ¿Estás segura de que sabes lo que haces?
No. Bella no sabía lo que estaba haciendo. Pero a aquellas alturas no pensaba
echarse atrás. Y, tras la noche anterior, sabía que quería pasar con Jeremy mucho más
de seis meses.
—¿Hermanita?
—¿Qué?
—Ten cuidado.
—Hace mucho que cuido tanto de ti como de mí misma.
—Eso es cierto. Pero ahora que soy mayor ya es hora de que me ocupe yo de
cuidarte un poco.
—Jeremy no es un mal tipo.
—No estoy diciendo eso. Pero se le da muy bien conseguir lo que quiere y tú no
eres su tipo normal de mujer.
—¿Qué se supone que quiere decir eso?
—Sólo que has estado muy atareada ocupándote de mí y que no has salido
mucho. No olvides que él es un hombre con mucha experiencia.
—No lo olvidaré.

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—Me cae bien y nos ha ayudado, pero eso no lo convierte en miembro de la


familia.
—Ya lo sé, Daré. Pero creo que Jeremy no sabe cómo permitir que alguien se
acerque demasiado a él.
—Y tú no sabes cómo mantener a alguien alejado una vez que lo conoces.
Bella decidió que había llegado el momento de cambiar de tema.
—¿A qué hora llegarás el sábado? —preguntó.
—Después de comer. No olvides lo que te he dicho.
—No lo olvidaré.
Bella no podía creer que Daré le estuviera dando consejos. Pero le encantó que
así fuera. Habían tenido que esforzarse mucho, pero por fin empezaba a sentir que
iban a lograr salir adelante. Y era consciente de que había un hombre al que ambos
debían estar muy agradecidos:
Jeremy Harper.

Jeremy no estaba seguro de qué esperar cuando llegó a casa de Bella. Ésta le
había enviado un mensaje para comunicarle que tenía una comida que no podía
cancelar. Ya que habían pasado las dos noches anteriores haciendo el amor, supuso
que había llegado el momento de hacer un poco de vida social.
Y le sentaría bien estar con otras personas. Se estaba centrando demasiado en
Bella. Estaba empezando a pensar que no iba a cansarse nunca de ella, lo que no iba
ayudar precisamente a liberarlo de su obsesión.
Bella le había dicho que llevara una botella de vino y que podía vestir
informalmente. Cuando llegó escuchó sonido de voces y de música procedentes del
patio. En cuanto rodeó la esquina vio a un grupo de unas diez personas sentadas en
torno a la piscina.
Dudó un momento al recordar la reacción de Kell y de Lucinda hacia Bella. Sus
amigos no habían sido exactamente cordiales con ella. ¿Cómo reaccionarían los
amigos de Bella con él? ¿Y quería conocerla al margen de las relaciones que
implicaba su acuerdo?
Estaba a punto de darse la vuelta cuando Bella salió de la casa al patio con una
bandeja en las manos y lo vio.
En cuanto vio su radiante sonrisa, Jeremy decidió que no se iba y caminó como
un autómata hacia ella.
Todo el mundo dejó de hablar y Jeremy se sintió como si estuviera en un
escaparate, pero aquello no era nada nuevo para él.
—Me alegra que hayas podido venir —Bella le pasó un brazo por la cintura y se
inclinó para besarlo en la mejilla, pero él volvió la cabeza y capturó sus labios.
—¿Dónde quieres que deje el vino?

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—Allí. Charlie se ocupa del bar. Voy a dejar esto y enseguida te presento a los
demás.
Jeremy entregó la botella a Charlie, que estrechó su mano. Bella le presentó al
resto de sus amigos, un grupo ecléctico entre los que había desde profesionales de los
negocios, como un contable y un corredor de Bolsa, a una escritora de novelas
románticas casada con un animador y una pareja que tenía una agencia de turismo.
Jeremy se sintió cómodo con el grupo y ya había adoptado fácilmente el papel
de anfitrión para cuando terminó la tarde y todo el mundo se fue. Pero a pesar de
que lo estaba pasando bien, no le gustó el hecho de que Bella y él aparecieran como
una pareja.
Bella lo miró y sonrió cuando la última pareja se fue.

—Ha sido divertido. Se supone que la próxima semana nos veremos en casa de
Charlie. ¿Podrás venir?
—No lo sé. Tendré que consultar mi agenda.
—De acuerdo. Avísame si puedes venir.
—Parece un grupo muy variado de gente.
—Sí. Ya hace dos años que nos reunimos semanalmente alternando de casa. Al
principio nos veíamos en algún bar, pero decidimos que podíamos conversar mejor
en casa.
—No te gusta mucho salir por ahí, ¿no? —dijo Jeremy.
—No.
—¿Por qué?
Bella se encogió de hombros y se volvió para empezar a recoger unas copas de
vino.
—¿Por qué, Bella? —insistió Jeremy.
—La gente no dejó de mirarnos durante mucho tiempo. La noticia de la muerte
de papá apareció en la primera plana de muchos periódicos.
Jeremy asintió.
—Leí algunos artículos sobre él.
—No era como se decía en esos artículos. Amaba de verdad a su familia y era
un soñador. Pero no tenía cabeza para los negocios. Acabó perdiendo todo lo que
había heredado.
—¿Qué es lo que más recuerdas de él?
—Odiaba estar lejos de nosotros. Cuando volvía lo primero que hacía era
abrazarnos y luego nos sentábamos a hablar.
—¿Se ausentaba mucho de casa?
—Sí… sobre todo el último año.

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—Lo siento.
—Ya ha pasado mucho tiempo.
—Pero supongo que no se olvida.
—No, no se olvida. Hace tiempo que la gente dejó de mirar, pero supongo que
me he acostumbrado a estar en casa.
Jeremy miró a su alrededor. La casa era más pequeña que la suya, y no estaba
decorada con mobiliario de diseño, pero resultaba cálida y acogedora.
—Creo que esta noche juegan los Heat —dijo Bella—. Si quieres puedes ver el
final del partido.
—¿Tú quieres verlo?
—Cuando termine de recoger.
—Yo te ayudo,
—No hace falta que lo hagas. Eres mi invitado.
Jeremy no dijo nada y empezó a recoger los platos de la mesa.
—¿Has asistido a algún partido de los Heat?
—Sí, a algunos. Pero mi negocio es impredecible, así que no tengo entradas
para la temporada.
—Yo las tengo con Kell y Daniel. La próxima vez que jueguen aquí iremos.
—Muy bien.
Jeremy recogió los platos de la mesa y puso el lavavajillas. Bella no dijo nada
mientras trabajaban y no tardaron mucho en tenerlo todo recogido. Luego pusieron
la televisión para ver el partido mientras terminaban de beber la botella de vino.
Bella se quedó dormida antes de que terminara el partido y Jeremy la tomó en
brazos para llevarla al dormitorio. No quería pensar en la tarde que habían pasado ni
en los sentimientos que había despertado en él. En lugar de ello, la desnudó,
despertándola. Luego se metió en la cama con ella y le hizo el amor.
Bella se quedó dormida entre sus brazos mientras él permanecía gran parte de
la noche despierto, preguntándose cómo había podido torcerse tan pronto su
meticuloso plan.

Las siguientes semanas transcurrieron rápidamente y Bella sintió que cada paso
que avanzaba para lograr que Jeremy la viera como algo más que una querida
temporal era contrarrestado por algún obstáculo del pasado o por sus amigos.
Evitó cuidadosamente a Lucinda siempre que pudo, al igual que a Kell, que no
dejaba de hablarle de las ventajas de los acuerdos prematrimoniales. Aquello la
entristecía, porque era evidente que pensaba que sólo iba tras Jeremy por su dinero.
Si hubiera estado al tanto de lo bien que se había protegido Jeremy contra aquella
posibilidad, no habría insistido.

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Miró en torno al elegante salón de baile. Lucinda la había arrinconado en una


ocasión y Jeremy había acudido a rescatarla. Era una de las cosas más heroicas que
había hecho por ella. Pero en aquellos momentos volvía a estar sola, con un precioso
vestido Oscar de la Renta que le había regalado Jeremy.
—No esperaba encontrarte escondida en la terraza —dijo Kell mientras
avanzaba hacia ella.
Estaba muy elegante y atractivo con su esmoquin… pero no tanto como Jeremy.
—Jeremy me ha pedido que espere aquí.
—Ahora lo entiendo —dijo Kell—. Éste es uno de nuestros lugares favoritos.
—¿Favoritos para qué?
—Para escondernos —contestó Kell con una sonrisa. Podía ser encantador
cuando quería.
Bella abrió su bolso y sacó un artículo sobre acuerdos prematrimoniales que
había recortado del Wall Street Journal hacía unos días.
—Vi esto y pensé en ti.
Kell tomó el artículo y lo miró. Sonrió.
—No eres como esperaba.
Bella esperaba que su relación sobreviviera a los tres meses que le quedaban de
contrato con Jeremy. Y si quería que así fuera, sabía que tenía que esforzarse con sus
amigos. Jeremy no hacía muchas cosas con ellos, pero sabía que le importaban; sobre
todo Kell.
—Creo que todas nosotras, las cazafortunas, somos un poco diferentes.
Kell arqueó una ceja.
—Jeremy no te ve de ese modo.
—¿Y por qué tú sí?
—Digamos que ya he pasado por la experiencia.
Bella vio por fin algo más que un hombre de negocios guapo y exitoso en Kell y
resultó un poco descorazonador reconocer que había sido tan superficial.
—Lo siento. Pero yo siento auténtico cariño por Jeremy.
—Ya lo he notado.
—¿Por qué pensaste que era una cazafortunas?
—Jeremy me daría una patada en el trasero si supiera que te estoy hablando de
esto.
—Pero no está aquí.
Bella estaba segura de que Kell ya habría puesto al tanto a Jeremy de cualquier
cotilleo que hubiera escuchado.
—¿Tendrías secretos para él? —preguntó Kell, que perdió al instante todo su
encanto.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

Bella vio la expresión de barracuda de su mirada. Había oído comentar que era
un fiscal que nunca perdía un caso, y empezaba a comprender por qué.
Suspiró.
—No, no los tendría.
—Claro que no los tendría, Kell. ¿De qué estabais hablando?
Bella aceptó la copa de champán que le ofreció Jeremy y tomó un sorbo. Jeremy
pasó un brazo por su cintura y la atrajo con firmeza contra su costado.
—Um…
—De cazafortunas.
—Otra vez no —dijo Jeremy.
—Quería saber qué había escuchado Kell sobre mí que le ha hecho pensar que
voy tras tu dinero.
—Unas noticias antiguas sobre tu familia —explicó Jeremy.
Bella supuso que habría sido Lucinda. Era la única que conocía todos los
detalles sórdidos. Los periódicos habían informado de que, tras un negocio fallido,
su padre se había suicidado. Pero la verdad era un poco más oscura. De algún modo,
su padre se había visto envuelto con la mafia en un turbio trato cuyos detalles eran
desconocidos para Bella. Sólo podía imaginar lo desesperado que debía haber estado
su padre. El día después de su suicidio, la DEA se presentó en la casa para llevarse
todas las propiedades relacionadas con los asuntos de negocios de su padre.
Ni siquiera la prensa obtuvo todos los detalles, pero sí Lucinda, porque Bella se
los contó.
Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. No podía creer que aún se sintiera
traicionada por aquello. Pero lo cierto era que, en otra época, Lucinda fue como una
hermana para ella.
—Gracias por decírmelo. ¿Lo sabe alguien más?
—Sólo Daniel. Y no lo divulgará —dijo Kell—. Y yo tampoco. No es nada
personal…
—Ya lo sé —dijo Bella a la vez que apoyaba una mano en el brazo de Kell para
interrumpirlo—. Sólo estás protegiendo a Jeremy, y no puedo culparte por eso.
—Puedo cuidar de mí mismo —dijo Jeremy.
Kell miró un momento a Bella, asintió lentamente y a continuación se fue.
Jeremy estrechó de nuevo a Bella contra su costado sin decir nada. Ella dejó que
la fuerza de su cuerpo la rodeara y aplacara las heridas infligidas por Lucinda.

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Capítulo 9
Jeremy observó a Kell mientras se alejaba. Sabía que su primo no se fiaba de
Bella, pero no estaba al tanto de que pasaban tanto tiempo juntos charlando a solas.
Sabía que Bella podía cuidar de sí misma, pero él debería haber prestado más
atención a Kell.
—Siento que te haya estado dando la lata.
Bella tomó otro sorbo de su champán y apartó la mirada.
—Kell no me estaba dando la lata. Resulta muy dulce la forma en que trata de
cuidar de ti.
Jeremy rió.
—¿Dulce? Creo que nadie describiría a Kell como dulce.
—Es cierto que puede sonreír como una barracuda a punto de comerte, pero en
el fondo… cuida de ti. ¿Por qué?
La relación de Jeremy con Kell era compleja. Pero Jeremy dudaba que alguno de
los dos pudiera explicarla. Durante su niñez pasaron mucho tiempo solos con la
misma niñera perezosa, dedicando su tiempo a escapar de ella.
—Tiene seis meses más que yo y su madre solía hacerle prometer que me
cuidaría.
—Recuerdo que mencionaste que su rama de la familia era bastante… mema.
Jeremy hizo una mueca al recordar la ocasión. No debería haber tratado con
frivolidad aquel tema. Casi nadie sabía que la madre de Kell vivía como una reclusa
y era propensa a la depresión. Sus felices recuerdos de la infancia también estaban
teñidos por el de la «tristeza» de tía Mary, como su madre solía llamarla. Solían ir a
menudo a su casa para tratar de animarla.
Jeremy sospechaba que su madre utilizaba la enfermedad de tía Mary para
ignorar el hecho de que su padre pasaba más tiempo con su querida que con ellos.
Pero no siempre funcionaba. Los recuerdos de su infancia estaban
ensombrecidos por los secretos de la depresión de su tía. En ocasiones, Kell tenía que
ir a vivir con ellos durante meses. Pero no pensaba compartir aquello con Bella. No
podía revelar secretos que implicaban a otras personas.
Por el mismo motivo, Lucinda no debería haber revelado los secretos de la
familia de Bella. Y así se lo había hecho saber a Daniel.
—Eso se debe a que mi rama de la familia no está loca —dijo finalmente,
tratando de bromear.
Bella lo miró con expresión seria.
—Creo que hay más de lo que acabas de decir.

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Jeremy se encogió de hombros. Se sentía incómodo hablando de Kell y de su


relación con el. Pero había algunas cosas que quería compartir con Bella. Ella lo
aceptaba todo de él, incluso sus defectos.
Siempre que estaba con ella se sentía… completo. Lo que no tenía sentido,
porque estaba encantado con su vida antes de que se hicieran amantes. Pero ya no le
gustaba pensar en cómo sería volver a vivir sin ella.
—Cuéntame —insistió Bella a la vez que pasaba una mano por su cintura.
—En una ocasión me salvó la vida.
—¿En serio?
—Sí.
Jeremy sufrió un accidente navegando. Siempre se había sentido como en casa
en el mar, pero en un repentino cambio de dirección sufrió un golpe de la botavara
que lo arrojó por la borda. Perdió el conocimiento y se habría ahogado si Kell no se
hubiera lanzado a por él.
Cuando Jeremy terminó de narrar lo sucedido, Bella se puso de puntillas y lo
besó. Fue un beso suave y dulce. La clase de beso que hizo que Jeremy se alegrara de
estar vivo y de tener a aquella mujer entre sus brazos.
—Me alegra mucho que te salvara.
—A mí también me alegra —dijo Jeremy. Especialmente en aquellos momentos.
Desde el día que conoció a Bella sintió que era diferente a las demás mujeres. Al
principio pensó que era porque ya no pertenecía al grupo social en que se movía él.
Pero cuanto más tiempo pasaba con ella más se daba cuenta de que era la innata
inocencia que poseía lo que lo atraía.
Sabía que no era inocente, que su vida no había carecido de acontecimientos
emocionalmente duros. Pero había conservado cierta dulzura que esparcía sobre los
que la rodeaban. Y él agradecía haberla conocido cuando lo hizo.
Pero sólo les quedaban tres meses de contrato. Su corazón se encogió ante la
idea de tener que dejarla. Necesitaba empezar a planear la siguiente fase de su
relación, pero no sabía adonde le llevaría.
—¿Estás lista para irte?
—Me habías prometido un baile.
Mientras dejaban sus bebidas para ir a la pista de baile, Jeremy comprendió que
nunca habría querido romper una promesa que le hubiera hecho a Bella.

Permanecieron en la fiesta media hora más. Lucinda hizo señas en dos


ocasiones a Bella para indicarle que quería hablar con ella. Pero la tarde de Bella
había sido completa y no tenía intención de arruinarla, de manera que ignoró a la
que en otra época fue su amiga.
Después fueron a la playa en el coche de Jeremy. Era sábado por la noche y,
afortunadamente, no tenían que trabajar al día siguiente.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

Jeremy la tomó de la mano y la apoyó en su muslo.


Bella sentía que todo era perfecto, cosa que hizo que se preocupara. Porque
siempre que se sentía demasiado cómoda sucedía algo. Y estaba dependiendo mucho
de Jeremy… más de lo que habría querido.
Cuando firmó el contrato con él no estaba segura de qué esperar. Tal vez la
oportunidad de recuperar algo que le fue robado en su adolescencia. Pero había
encontrado mucho más.
¿Sentiría lo mismo Jeremy? A veces sentía que sí, aunque era cierto que no se
abría a ella por completo. No hablaba nunca de emociones, ni de larga duración…
pero ella tampoco lo hacía.
En parte temía estropearlo todo si lo hacía. Estaba acostumbrada a que su vida
estuviera en continuo movimiento, a no dar nada por sentado, pero había algo muy
sólido y reconfortante en contar con la presencia de Jeremy en su vida. Y quería creer
que iba a ser una presencia permanente en ella.
Nunca había estado enamorada, pero empezaba a enamorarse de Jeremy.
—¿En qué piensas? —preguntó Jeremy.
Bella negó con la cabeza mientras pensaba rápidamente en algo que decir.
—Sólo estaba disfrutando de la noche y de la brisa en mi pelo.
Jeremy alzó la mano de Bella para besarla. Ella agradeció que no la presionara,
que aceptara los límites que ponía. Pero las cosas eran distintas cuando estaban en la
cama, por supuesto. Allí, Jeremy no aceptaba barreras entre ellos. La había llevado
más allá de lo que jamás habría esperado que la llevara ningún hombre. Había hecho
que le entregara todo lo que tenía, sin permitirle ocultarse tras sus inhibiciones.
—En ese caso te va a encantar lo que tengo planeado.
—¿Qué es? —aquello era otra cosa que le daba esperanza. Jeremy estaba siendo
muy romántico y nada profesional en su relación. Cuando le ofreció la casa, Bella
temió que fuera a centrarse exclusivamente en el aspecto sexual de la relación. En
lugar de ello, siempre estaba planeando tardes que colmaban sueños secretos que ella
apenas sabía que tenía.
—Una sorpresa —dijo Jeremy mientras reducía la marcha para entrar en el club
náutico.
—No me gustan las sorpresas —contestó Bella. Pero sí le gustaba salir en el yate
de Jeremy. Ya sabía hacía tiempo que éste se sentía especialmente relajado en el mar.
Le gustaba dar fiestas en su barco, dormir en su barco, abrazarla en su barco… Casi
nunca decía nada al respecto, pero ella notaba cómo cambiaba en cuanto
embarcaban.
—Ni los regalos.
—Me gustan tus regalos. Pero son tan extravagantes…
Jeremy la había abrumado con sus regalos a lo largo de aquellos meses.
Algunos eran joyas, como era de esperar, pero otros eran sentimentales. Por ejemplo,
le había regalado el Mustang del sesenta y nueve que perteneció a su madre y que

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fue vendido años antes para pagar una deuda. El coleccionista lo había conservado
intacto y la última persona que lo había conducido había sido la madre de Bella.
Jeremy alzó una mano y acarició el brazalete de diamantes que le había
regalado aquella tarde.
—Me gustas con diamantes.
—¿Por eso has insistido en que llevara la gargantilla esta tarde?
—Sí —dijo Jeremy mientras aparcaba el coche—. Y ahora dime en qué estabas
pensando.
Bella suspiró. Se estaban acercando demasiado el uno al otro. Jeremy veía
partes de ella que normalmente mantenía ocultas.
—Lo sabes muy bien.
—Aún no. Pero pronto estaré al tanto de todos tus secretos.
—No sé si me gusta esa idea.
—¿Por qué no? ¿No confías en mí?
Bella confiaba en él en ciertos aspectos. Sabía que, a diferencia de Lucinda,
Jeremy jamás revelaría a los demás nada personal sobre ella. Pero aquello no
significaba que planeara seguir adelante con su relación una vez transcurridos los
tres meses de contrato que quedaban.
—Ah, ése es un silencio muy revelador —dijo Jeremy.
Era imposible deducir por su tono lo que estaba pensando. Se le daba muy bien
ocultar sus emociones. A Bella le habría gustado tener la misma habilidad.
—No es que no confíe en ti.
—Entonces, ¿qué es?
Bella bajó la mirada. ¿Cómo podía expresar que cada día que pasaban juntos le
hacía desear que el tiempo permaneciera en suspenso?
—Temo lo que pueda suceder cuando te vayas.
—Tus secretos siempre estarán a salvo conmigo.
—Sí, pero no siempre estaré contigo y no sé si estoy preparada para pensar en
eso.
Jeremy la miró un momento y luego salió del coche sin decir nada. Bella vio
cómo se alejaba de ella. Su forma de caminar revelaba su enfado, y no podía culparlo
por ello, pero ambos debían ser conscientes de que, al menos en lo referente a su
relación, el tiempo no dejaba de correr.
Hasta el momento, y a pesar de su creciente cercanía, Jeremy no había dado
indicios de querer prolongar su relación, y ella no iba a simular que su vida era una
cosa cuando sabía con certeza que era otra.

Jeremy escuchó los pasos de Bella a sus espaldas y se volvió para asegurarse de
que los tacones no se le engancharan entre los tablones del muelle. No debería

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haberla dejado sola en el coche. Le había sorprendido su propio arrebato de rabia.


Tenía un carácter muy templado desde niño, pero con Bella tenía muchas reacciones
inesperadas. Incluso hacer el amor con ella, aunque le encantaba, siempre lo dejaba
con la sensación de seguir anhelándola.
—Jeremy…
Había una tristeza en su tono que no soportaba escuchar. Sabía que Bella sólo le
había ofrecido la verdad que él le había pedido. Él tenía los mismos temores.
Compartir tantas cosas con ella sólo podía servir para que ambos sufrieran cuando la
relación terminara.
—Basta de conversaciones por esta noche.
—No pretendía estropear la tarde.
Jeremy estaba comportándose como un asno y lo sabía.
—No lo has hecho. Pero aún no me siento listo para hablar del final de nuestra
relación.
—Yo tampoco.
—Espérame aquí.
Jeremy volvió al coche para recoger sus bolsas del maletero. Bella permaneció
en el muelle, contemplando el mar. Se le daba muy bien ocultar sus verdaderos
pensamientos y sentimientos. Demasiado bien.
Sólo bajaba la guardia cuando le hacía el amor.
Jeremy no dijo nada mientras soltaba las amarras que sujetaban el yate al
muelle. Bella llevó las bolsas al camarote mientras él se preparaba para salir del
puerto deportivo.
—¿Quieres algo de beber? —preguntó Bella.
—No, gracias —Jeremy dudaba que alguna vez pudiera tener lo que quería.
Quería todo lo que Bella tenía que ofrecer. Lo quería desde la seguridad de la
relación que mantenían.
Sabía que eso no era justo, pero había planeado aquella relación para contar con
todas las ventajas que implicaba. Pero empezaba a darse cuenta de que no había
tenido en cuenta algunas cosas.
—¿Vas a seguir enfadado conmigo toda la noche? —preguntó Bella tras él.
La brisa agitaba su pelo en torno a su rostro y sobre sus hombros. La falda que
llevaba se arremolinó en torno a sus piernas.
—No lo sé —dijo Jeremy con sinceridad, porque verla allí, tan cerca, le hacía
comprender lo lejos de su alcance que en realidad estaba. Podía abrazarla y hacerle el
amor, pero sólo temporalmente.
—Prefiero volver a casa que pasar la noche contigo de ese humor.
Ni hablar. Jeremy no pensaba malgastar una sola noche de los tres meses que
les quedaban. Quería estar a su lado cada una de ellas.
—No quiero que te vayas a casa.

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Bella sonrió y se acercó a él.


—No quiero que estés enfurruñado.
—Si los expresas así, tengo la sensación de ser un anciano de ochenta años.
—Bueno… —Bella se detuvo ante él, lo rodeó con sus brazos y se apoyó contra
su pecho—. Pero no pareces un anciano de ochenta años.
Jeremy la abrazó y apoyó la mejilla en su cabeza.
—¿Pero me comporto como si lo fuera? —preguntó a la vez que inclinaba la
cabeza para rozarle el cuello con los labios. Si alguna vez llegara a saber lo que sentía
por ella…
De pronto sintió un intenso miedo. No quería que Bella se fuera. Ni aquella
noche. Ni dentro de tres meses. Nunca.
—Supongo que yo también estaba siendo bastante infantil guardando secretos
—dijo Bella. Echó atrás la cabeza para mirarlo a los ojos.
Pero su comportamiento no había sido infantil. Jeremy sabía que, a pesar de
tener muchos amigos, le costaba mucho permitir que alguien se acercara realmente a
ella. Pocos la conocían de verdad.
Y él quería ser uno de aquellos pocos afortunados.
Bella deslizó un dedo por su mandíbula y luego por su pecho. Luego apoyó la
cabeza allí, justo sobre su corazón. Jeremy la estrechó con fuerza entre sus brazos sin
decir nada.
No quería hablar más. ¿Por qué había iniciado una conversación que sólo
llevaba adonde no quería ir?
—En el coche estaba pensando en esto —murmuró Bella.
—¿En hacer el amor? —preguntó Jeremy.
Se inclinó para besarla.
Pensaba en el sexo casi todo el rato cuando estaban juntos. Incluso cuando
estaban separados pensaba en el placer que le producía tenerla entre sus brazos, en
los delicados y sensuales gemidos que dejaba escapar cuando la penetraba y en cómo
se aferraba a él cuando terminaban.
Alzó la cabeza y deslizó los labios por la curva de su mejilla hasta su cuello.
Succionó su piel con el afán de dejar su huella en ella, de marcarla como suya para
que todos supieran que no estaba disponible.
Que era suya. Y no sólo para unos meses.
Bella sonrió.
—En cierto modo.
Se apartó de él y se abrazó a sí misma mientras contemplaba el mar. Jeremy
odiaba el modo en que podía aislarse de él en un solo movimiento. Se colocó tras ella
y volvió a abrazarla.
—¿En qué modo?

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—Estaba pensando en lo rápido que han pasado estos tres meses, y en que me
gustaría que los tres siguientes no terminaran nunca.
Jeremy sonrió, pero no dijo nada. ¿Podía arriesgarse a expresar sinceramente
cuánto la quería?

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Capítulo 10
Cuando despertó a la mañana siguiente, Jeremy contempló largo rato a Bella,
que dormía acurrucada a su lado. Su confesión de la noche anterior había iniciado un
fuego en él que no había logrado aplacar. Algo había empezado a florecer
inesperadamente en su interior.
Bella había organizado un par de fiestas para él y había hecho de anfitriona.
Sabía que hacía negocios durante las fiestas, que buscaba nueva clientela, pero
esencialmente se había comportado como solía hacerlo su madre durante las fiestas
de negocios de su padre. Yeso resultaba inquietante.
No se sentía preparado para que su relación terminara, pero, al mismo tiempo,
aquellos tres meses no podían pasar lo suficientemente deprisa. Sentía que su
relación estaba creciendo demasiado, y no tenía idea de cómo volver a encauzarla
como inicialmente tenía planeado.
Salió de la cama con intención de abandonar el camarote.
—¿Jeremy?
—Estoy aquí mismo —dijo él a la vez que volvía a sentarse junto a Bella. Si no
tenía cuidado, pasarían el resto del fin de semana en el barco, en la cama.
—¿Ya ha amanecido? —preguntó ella mientras se inclinaba para besarlo en el
pecho.
Jeremy se tumbó a su lado, de manera que su excitación matutina se evidenció
contra la cadera de Bella. No debería desearla otra vez tan pronto. Ya la había
tomado tres veces aquella noche.
—Sí —la besó a la vez que le acariciaba el cuerpo.
Rió cuando el estómago de Bella gruñó.
—¿Tienes hambre?
Ella ocultó el rostro en su pecho, ruborizada.
—Sí. Anoche no comí en la fiesta.
—Tal vez se debió a que no paraste de evitar a Lucinda —Jeremy apartó la
sábana de la cama y tomó una de los lazos de seda que había utilizado para atarla a
la cama la noche anterior. Lo deslizó por su torso y sus pechos.
Bella se estremeció y sus pezones se excitaron visiblemente.
—Habría preferido que no lo hubieras notado.
Jeremy se inclinó para lamer sus pezones. Luego sopló delicadamente sobre
ellos. Ella deslizó las uñas por su espalda.
—¿Me estás escuchando?
—Escucho tu cuerpo.

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Jeremy se arrodilló entre los muslos de Bella y la miró.


—Ábrete para mí.
Bella hizo lo que le decía. Luego él la tomó de las manos y le hizo apoyarlas
sobre su pubis.
—Alza tus caderas, cariño.
Jeremy se inclinó y sopló delicadamente sobre el sexo de Bella, que alzó las
caderas hacia su boca.
Jeremy la tomó en su boca y succionó delicadamente. Luego la penetró
lentamente con un dedo mientras contemplaba su rostro.
Bella tenía los ojos cerrados y la cabeza echada atrás. Arqueó los hombros y sus
pechos se alzaron con los pezones totalmente excitados. Todo su cuerpo pareció
transformarse en una cremosa delicia.
Jeremy volvió a bajar la cabeza, hambriento de ella. Utilizó, la legua, los dientes
y los dedos para llevarla al borde del clímax, pero la retuvo allí, retrasando el
momento de la culminación hasta que ella le rogara que la llevara a la cima.
—Jeremy, por favor…
Dispuesto a complacerla, Jeremy se irguió sobre ella y la penetró lenta y
profundamente. Bella arqueó la espalda. Jeremy empujó con más fuerza y sintió un
delicioso cosquilleo por toda la piel. Deslizó una mano entre sus cuerpos y acarició a
Bella entre las piernas hasta que sintió cómo se tensaba en torno a él.
Alcanzó la cima del placer rápidamente y siguió empujando hasta que su
cuerpo se vació por completo. Luego se derrumbó sobre ella, jadeante.
Apartó el rostro, temiendo admitir que algo había cambiado entre ellos de la
noche a la mañana, pero consciente de que no iba a dejar que Bella se fuera. Tenía
que encontrar el modo de retenerla a su lado.

Los siguientes meses pasaron volando. Jeremy llegó a formar parte de la vida
de Bella de un modo que ésta no había pronosticado. Tras aquella intensa noche,
ninguno de los dos había mencionado el contrato ni el hecho de que ninguno de los
dos quería que su relación terminara al cabo de seis meses.
Pero aquello no le preocupaba. Jeremy era todo lo que siempre había deseado
en un hombre, y más. No sabía cuándo habían vuelto a renacer sus sueños de cara al
futuro. Pero solía encontrarse a menudo haciendo planes a largo plazo en lugar de
pensando en lo que la vida le había quitado.
Aquella tarde era un ejemplo perfecto. Era el cumpleaños de Jeremy y había
planeado una fiesta sorpresa para él. A pesar de su recelo inicial, Kell parecía haberla
aceptado finalmente y le había echado una mano con la lista de invitados. La fiesta
iba a celebrarse en su casa. Jeremy parecía sentirse a gusto en ella y Bella quería que
fuese un día especial para él. Sus padres iban a volar desde Europa para acudir a la
fiesta. Se quedaron muy sorprendidos cuando los llamó. Al parecer, Jeremy no se la
había mencionado en ningún momento.

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Bella se sentía un poco nerviosa. No conocía a los padres de Jeremy y era


consciente de que su relación con éste no era precisamente formal.
—Esto tiene un aspecto magnífico.
Bella miró a Daré. Aún le sorprendía comprobar que ya era un hombre hecho y
derecho, y no el complicado adolescente con el que se había acostumbrado a tratar.
—Sí, ¿verdad? ¿Has conseguido esas bolsas de hielo?
—Sí. También he comprado algunas bebidas más. Deja de preocuparte,
hermanita. Ya has organizado cientos de fiestas —Daré pasó un reconfortante brazo
por los hombros de su hermana.
—Pero ésta es distinta —dijo Bella, sin ocultar sus nervios.
Daré la miró como si se hubiera vuelto loca.
—¿De verdad te gusta el señor Harper?
—Sí.
Daré la estrechó un momento contra su costado y luego fue hasta la repisa de la
chimenea para ajustar una foto enmarcada del verano anterior en la que aparecían
ambos.
—Me alegra oír eso, Bella. Me alegra mucho.
—¿Por qué?
—Porque así no me costará tanto aceptar ese trabajo en Nueva York.
—¿Y por qué no?
—Porque sabré que no estás sola.
Bella negó con la cabeza.
—Nunca estoy sola. Llevo una vida muy ajetreada.
—Pero no has tenido a nadie de quien ocuparte mientras yo he estado fuera, y
ahora sí lo tienes.
Aquellas palabras dieron que pensar a Bella. ¿Sería aquello lo que le hacía
sentirse atraída por Jeremy? ¿El hecho de que permitiera que lo cuidara?
—Él también me cuida a mí.
—Me alegra oír eso.
En aquel momento sonó el timbre de la puerta y los invitados empezaron a
llegar. Daniel y Lucinda llegaron a la vez que los amigos de Bella, de manera que no
tuvo que saludarlos individualmente. Pero ya estaba cansada de evitar a su amiga de
la infancia. Estaba cansada de huir de las mentiras y de las cosas odiosas que dijeron
ambas.
Lucinda se hallaba en medio de un grupo de amigos. Cuando Bella avanzó
hacia ella, Lucinda la miró, se excusó con el grupo y se reunió con ella a medio
camino.
—Gracias por haberme invitado a la fiesta, Bella.

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—De nada. Yo… —Bella bajó la mirada—. Estoy segura de que habrás notado
que te he estado evitando.
Lucinda rió cálidamente. Aquel sonido hizo recordar a Bella a su infancia y lo
mucho que se divirtieron juntas.
—Sí lo he notado, y me temo que yo he tenido algo que ver con ello. Siento
haber contado a Kell y a Daniel los detalles sobre lo de tu padre.
—Ojalá no lo hubieras hecho —dijo Bella, pero se sorprendió al comprobar que
ya no sentía el nudo en el estómago que solía sentir cada vez que pensaba en la
posibilidad de que alguien se enterara de su pasado.
—Pero lo hice. Fue algo de mal gusto y mi única excusa es que me sorprendió
mucho verte. Lo última vez que nos habíamos visto, tu madre y tú estabais
limpiando mi casa.
Bella captó algo que no había percibido antes en el tono de voz de Lucinda. Casi
habría podido definirlo como rabia.
—¿Y por qué te molesta eso?
Lucinda se encogió de hombros.
—No podía perdonar a tu padre por lo que hizo. Me robó a mi mejor amiga. Y
aún no me he perdonado a mí misma por no haber sabido ser mejor amiga para ti.
—Creo que en aquellos momentos no habría podido soportarlo. Me sentía
destruida y totalmente insegura de mí misma.
—Lo siento. Siento mucho cómo me comporté entonces y haber vuelto a sacar a
relucir el tema en nuestro reencuentro.
Bella perdonó a su amiga, consciente de que ella también tenía parte de culpa.
—No te preocupes por habérselo contado a Kell. Ya se ocupó personalmente de
investigarme a través de Internet.
Lucinda rió y Bella notó que Daniel las estaba observando.
—Hizo lo mismo cuando Daniel y yo empezamos a salir.
—Supongo que no podemos culparlo por cuidar de los hombres que nos
gustan.
Lucinda tomó a Bella de la mano y la llevó hasta un rincón alejado de los
demás.
—Me alegra que estés con Jeremy, pero…
—¿Pero qué? —preguntó Bella, temiendo escuchar lo que pudiera decir
Lucinda.
—Protege tu corazón, Bella. Jeremy siempre está en movimiento.
—Lo sé. Pero tal vez logre cambiar su forma de pensar.
—Eso espero. Estoy deseando recuperar a mi vieja amiga en mi vida… aunque
las cosas no funcionen con Jeremy —dijo Lucinda.

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Bella deseaba lo mismo. Durante aquellos meses había recuperado su relación


con varios conocidos del pasado, y le había agradado volver a sentirse aceptada en
aquel círculo. Con algunos no tenía nada que ver, pero otros se estaban convirtiendo
en buenos amigos. Aquello le había hecho comprender cuánto había echado de
menos la parte social de su antigua vida.
La puerta de abrió antes de que pudiera responder y Jeremy entró en la casa.
Bella vio su expresión de sorpresa cuando todos los reunidos rompieron a cantar al
unísono el cumpleaños feliz. Jeremy no fue a saludar a sus padres o a sus amigos en
primer lugar, sino que acudió junto a ella para estrecharla entre sus brazos y besarla.
Todo el mundo rompió a aplaudir y Bella se sintió como si acabara de encontrar
algo que llevaba toda la vida buscando.

La fiesta duró hasta la medianoche. Las madres de Kell y Jeremy fueron las
últimas en irse. El padre de éste se fue antes, y Jeremy supo que eso signifi caba que
iba a ver a su querida. A su madre le había gustado mucho Bella y así se lo había
hecho saber en tres ocasiones distintas. Finalmente se fue el último invitado y Bella y
él se quedaron a solas.
—Gracias —dijo cuando, tras terminar de recoger, se sentaron juntos en la
mecedora del patio a compartir un vaso de vino.
—¿Te has llevado una sorpresa? —preguntó Bella, ilusionada.
—Sí —contestó Jeremy a la vez que pasaba una mano por sus hombros.
—Me alegra. Sé cuánto te gustan las sorpresas.
—También me gusta sorprenderte a ti,
—Creo que entiendo por qué. Ha sido muy divertido planear esto y esperar a
ver cómo reaccionabas.
Jeremy no dijo nada más. No quería hablar. Inclinó la cabeza para besarla. Bella
sabía al vino que estaban bebiendo y a algo único en ella. Adoraba su sabor. No se
cansaba de él.
Nunca había permitido que nadie formara parte de su vida como lo había hecho
con Bella, algo que había quedado claro aquella tarde dé muchos modos. A su madre
le había encantado, e incluso Kell, que recelaba de todas las mujeres y trataba a la
mayoría de ellas con desdén, había empezado a suavizarse con ella.
Jeremy alzó la cabeza y acarició con el pulgar el labio inferior de Bella. Estaba
húmedo y ligeramente inflamado por sus besos.
—¿De qué estabais hablando Lucinda y tú?
Bella suspiró y apoyó la cabeza en su hombro.
—De nada, en realidad. Sólo estábamos haciendo las paces.
—¿Va todo bien entre vosotras ahora? —preguntó Jeremy. Durante la fiesta
había estado a punto de ir a apartarla de Lucinda.

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—Sí. Esto va a sonar un poco tonto, pero creo que gran parte de la culpa fue
mía. Me sentí tan… desnuda cuando sucedió todo que en realidad no di oportunidad
a Lucinda y a mis amigos de rechazarme. Me encerré por completo en mí misma. Y
cuando mi madre terminó trabajando para algunos de ellos, todo resultó muy
incómodo.
Jeremy deslizó una mano por los hombros de Bella y la estrechó contra su
costado. Le gustaba lo frágil que la sentía entre sus brazos. Le hacía sentir que podía
protegerla. Y en aquel momento comprendió que era precisamente eso lo que quería
hacer, no sólo físicamente, sino también emocionalmente. No quería que nadie la
desdeñara o le hiciera sentir que valía menos de lo que valía.
—Eso puedo entenderlo. ¿Pero qué es lo que ha cambiado ahora?
—Tu me has cambiado —Bella alzó la mano hasta los botones de la camisa de
Jeremy. Desabrochó los dos superiores y deslizó la mano en el interior para
acariciarle el pecho.
Él arqueó la ceja.
—¿Y cómo lo he hecho?
—Creo que fue tu forma de aceptarnos a Daré y a mí, el hecho de que nunca
fueras condescendiente con nosotros —Bella deslizó un dedo en torno a uno de los
pezones de Jeremy, que dejó escapar un ronco gruñido.
—El dinero no lo es todo —dijo él sin demasiada, convicción, consciente de que
su relación con Bella estaba esencialmente basada en las finanzas. Él le había ofrecido
sus contactos y el regreso al mundo al que quería pertenecer.
—Para algunas personas sí.
Jeremy no quería seguir hablando. Quería desnudar a Bella allí mismo, quería
abrir el regalo que llevaba todo el día deseando saborear.
Empezó a desabrocharle la blusa, pero ella lo sujetó por las muñecas.
—Aún no.
Bella se puso en pie y, cuando él fue a hacer lo mismo, lo empujó de vuelta a la
mecedora.
—Espera aquí. Tengo un regalo para ti.
—No hace falta que me des nada más. Poder desnudarte será el mejor regalo
que he recibido.
Bella sonrió.
—Eso podrás hacerlo después de abrir mi regalo.
Entró en la casa y, unos momentos después, oyó el sonido de la balada Stars Fell
on Alabama, de Jimmy Buffet. Bella reapareció a continuación con una cajita en las
manos.
—Ábrela —dijo tras entregársela.
Jeremy hizo lo que le decía. Dentro de la caja había un par de gemelos de plata
en forma de pez. Masculinos, sobrios. Miró a Bella. Perfecto.

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—Sé cuánto te gusta el mar y salir a navegar en tu yate —dijo Bella.


Jeremy comprendió en aquel momento que estaba enamorado de ella. Y no le
gustó reconocerlo. No le gustaba el poder que aquello le daba sobre él, la intensa
vulnerabilidad que despertaba en él aquel sentimiento.
De pronto sintió que no la merecía. Todo lo que él poseía en la vida le había
sido dado debido a las circunstancias de su nacimiento. Bella lo había perdido todo y
luego se había labrado una posición en la vida a base de esfuerzo y voluntad.
Si había aprendido algo aquella noche era que no podía permitir que se fuera. Y
ver a sus padres había reforzado su determinación de no arruinar su relación con
Bella casándose con ella.

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Capítulo 11
La mañana no estaba transcurriendo tal como había planeado Bella. Al día
siguiente acababa su contrato oficial con Jeremy y quería dar los toques finales a la
fiesta privada en la que había estado trabajando.
Pero en lugar de centrarse en Jeremy, tenía que prestar atención a su trabajo. Y
por primera vez lo lamentó de verdad.
Su negocio había sido siempre el centro de su vida, lo que le permitía mantener
el equilibrio.
Pero ahora Jeremy había colmado aquella necesidad.
Habían almorzado con su madre y su tía Mary el domingo, haciendo que sus
lazos se estrecharan aún más, algo que le había gustado. Aquella mañana había
llegado al trabajo sintiéndose esperanzada.
Pero Shelley se había dado un pequeño golpe con el coche y no iba a llegar a
tiempo al trabajo. Uno de sus clientes se había presentado temprano mientras que el
cliente con el que ella tenía que reunirse había llegado tarde.
Sonrió a Huntley Donovan, encargada del departamento de arte del
Ayuntamiento, y, tras indicarle que ocupara una de las sillas de la sala de reuniones,
salió para llevarle algo de beber.
Iba a entrar en el despacho de Shelley cuando se topó con Randall, uno de sus
directores técnicos.
—Menos mal que estás aquí. Shelley ha tenido un accidente. Está bien, pero no
ha podido venir y esta mañana tenía que hacer un precontrato con el departamento
de arte del Ayuntamiento.
—Lo sé. Por eso he venido. Me ha llamado hace un rato.
Randall era uno de sus mejores empleados. Sólo llevaba tres meses trabajando
con ella, pero ya había demostrado su valía. Era un afroamericano alto y muy afable
que lograba tranquilizar incluso a los clientes más temperamentales.
Bella sonrió, satisfecha.
—Creo que va siendo hora de que ofrezca un aumento a Shelley.
—¿Dónde está la señora Donovan?
—En la sala de reuniones. Quiere un té, y el archivo del precontrato está en
algún lugar del escritorio de Shelley.
Randall se acercó al escritorio y empezó a rebuscar entre los papeles.
—Ya lo tengo.
—Gracias, Randall. Menos mal que has venido, porque estoy esperando a otro
cliente.
Cuando Bella entró en su despacho el teléfono estaba sonando. Casi temió
contestar por temor a que hubiera surgido algún otro contratiempo.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

—¿Diga?
—Hola, cariño. ¿Tienes unos minutos?
El pulso de Bella se aceleró al escuchar el sonido de la voz de Jeremy. ¡No había
duda de que estaba colada por él! Apoyo la cadera en el borde de la mesa para no
perder de vista la puerta principal por si llegaba su cliente.
—Sí. Mi cliente se está retrasando —dijo, y trató de alcanzar su taza de café
mientras hablaban. Estaba demasiado lejos. Con cualquier otro habría dejado un
momento el teléfono para alcanzarla, pero no quería perderse nada de lo que tuviera
que decirle Jeremy.
—Quiero que liberes tu agenda para esta noche y mañana.
Su arrogancia iba a traerle problemas algún día, pero no aquél, decidió Bella. Le
gustaba que se sintiera tan seguro respecto a todo lo que decía y hacía con ella.
—Lo intentaré —contestó.
—No lo intentes. Necesito que lo hagas.
—¿Se trata de algo más que de meros negocios?
—Sí —contestó Jeremy, y Bella captó en su tono un matiz que no había
percibido nunca antes.
—¿Qué sucede? ¿Va todo bien en tu familia?
—Tengo algo especial planeado para esta noche y creo que mañana querremos
pasar el día juntos.
—¿Qué tienes planeado? —preguntó Bella. Debería haber previsto que Jeremy
sería tan consciente como ella de que se acercaba el final de su contrato.
—Algo especial que es sólo para ti.
—¿Otra sorpresa? Creo que empiezan a gustarme.
—Y esta te gustará.
—¿Lo prometes?
—Te lo garantizo, cariño.
Bella sonrió.
—Te tomo la palabra.
—Hazlo. Pasaré a recogerte a las seis.
—¿Adonde planeas ir?
—Vamos a salir en el yate.
No habían vuelto al yate desde la noche en que discutieron y Jeremy dijo que
no quería que su relación acabara cuando terminaran sus seis meses de contrato.
Bella trató de reprimir sus esperanzas, pero no pudo evitar un cosquilleo de
excitación.
—¿Qué vamos a hacer?
—Cenar y hablar del futuro.

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Bella se emocionó tanto que apenas pudo hablar para despedirse. Colgó el
teléfono con la mente llena de posibilidades respecto a lo que pudiera aguardarle
aquella noche.

***

Jeremy repasó cada detalle en el yate antes de salir para recoger a Bella. Andy
había preparado la comida favorita de Bella y le había dado instrucciones muy
específicas sobre cómo calentarla.
La cama estaba hecha con las nuevas sábanas de algodón egipcias que había
encargado y que iban a juego con los ojos color marrón miel de Bella.
Su vino blanco favorito estaba enfriándose en la nevera y los CDs con la música
favorita de Bella estaban listos en el equipo.
Tras echar un último vistazo a su alrededor, bajó al muelle y fue hasta su coche.
Casi nunca se ponía nervioso por nada, pero aquella noche sí lo estaba. Había
repasado la escena en su mente un millón de veces durante los últimos días. Había
pensado en todas las respuestas posibles de Bella y tenía un plan de emergencia para
cada una.
Hizo un esfuerzo por controlar sus nervios. Aquello era lo mismo que cerrar un
trato en su despacho… aunque cerrar un trato nunca lo afectaba de aquel modo.
Había invertido mucho en el posible resultado de aquella noche. Había hecho todo lo
posible para obtener el resultado que se proponía.
Entonces, ¿por qué estaba nervioso?
Movió la cabeza para apartar aquellos pensamientos mientras ponía el coche en
marcha. En cuanto Bella estuviera en el yate todo encajaría en su lugar.
Sabía que Bella quería estar con él. Se lo dijo la última vez que estuvieron allí. Y
también sabía que necesitaba alguna clase de estabilidad, de manera que su plan era
absolutamente perfecto.
Condujo hasta su casa, aparcó delante y esperó unos minutos antes de salir. Se
negaba a la urgencia que sentía de verla cuanto antes. Debía controlar su respuesta
emocional y, de momento, lo estaba haciendo muy mal.
Llamó al timbre en lugar de utilizar la llave que le había dado Bella.
La puerta se abrió un instante después y Jeremy se quedó sin palabras al ver a
Bella. Estaba deslumbrante con el sencillo vestido de seda que llevaba, cuyo escote se
hundía ligeramente entre sus pechos.
—¿No vas a decir nada? —preguntó ella, dedicándole una mirada de mujer
fatal.
—Um… —empezó Jeremy, pero no lograba hacer funcionar a su cerebro.
Bella llevaba el pelo sujeto en lo alto de la cabeza y algunos mechones sueltos
enmarcaban su rostro.

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Llevaba una clase de brillo de labios que hizo que Jeremy deseara saborearlos
de inmediato. Cuando alzó la mirada y vio su expresión divertida, supo que estaba
perdido.
Pasó una mano tras su cabeza, la atrajo hacia sí y lamió delicadamente sus
labios. Sabían dulces, pero cuando introdujo la lengua en su boca comprendió que
aquello le gustaba aún más.
Su cuerpo reaccionó al instante. Apartó a Bella de su lado y le dio la espalda
antes de cometer alguna locura como hacerle el amor en la mesa del vestíbulo.
—¿Jeremy?
—Bella… Tengo planes para esta tarde.
—¿Y?
Jeremy agitó la cabeza, carraspeó y se volvió de nuevo hacia ella.
—Hola. Estás muy guapa esta noche.
—Gracias. Tú tampoco estás mal. Espero que te parezca bien.
—No sé a qué te refieres —dijo Jeremy, perplejo.
—A mi ropa. Esta mañana has dicho que iba a ser una noche especial, así que he
decidido vestirme con esmero.
—Me gusta cómo te has vestido —dijo Jeremy. Sólo le gustaba más desnuda.
Pero el vestido que había elegido era perfecto para lo que había planeado para
aquella noche.
Cuando le pidió a Bella que fuera su querida no tenía idea de lo importante que
iba a llegar a ser en su vida.
—Eso era lo que pretendía. ¿Tenemos tiempo de tomar algo antes de irnos?
—Vamos a salir en el yate, así que tenemos todo el tiempo que queramos.
—¿Te apetece beber algo?
—Quiero que esta tarde sea perfecta para ti, Bella.
—Creo que va a serlo —dijo ella a la vez que se apartaba de la puerta para dejar
pasar a Jeremy—. Adelante.
Una vez en el cuarto de estar, Jeremy comprobó que todos los ingredientes de
su cóctel favorito estaban dispuestos en el bar. Bella mezcló para él un martini Grey
Goose, lo sirvió en un vaso y luego lo adornó con una cebolla de cóctel en lugar de
con una aceituna. Luego se sirvió otro para ella.
—Por el futuro —brindó con una sonrisa.
—Por el futuro.
Jeremy vio que Bella tomaba un sorbo de su bebida y luego ladeaba la cabeza
para mirarlo. Sabía que no había nada seguro en el mundo, pero se sentía muy
seguro de Bella.
Seguro de que, en lo referente a aquella noche, había tomado la decisión
correcta.

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El sol se estaba poniendo cuando dejaron atrás el puerto deportivo. Bella se


relajó en el banco de la parte trasera mientras Jeremy pilotaba el yate.
Habían charlado de camino al club, pero sobre nada importante. Tan sólo sobre
los acontecimientos del día. Y era agradable poder compartir aquello con alguien.
Antes de estar con Jeremy nunca había podido hacerlo con nadie. Daré solía pre-
guntarle que qué tal estaba, pero en realidad no escuchaba de verdad a menos que
hubiera algún problema.
Pero todo era tan diferente con Jeremy… Ya había renunciado a mostrarse cauta
respecto a esperar demasiado de él. Estaba tan enamorada que se estremecía de
emoción al pensarlo.
Lo deseaba. Lo necesitaba. Necesitaba estar a su lado.
Se quitó las sandalias de tacón alto y avanzó por la cubierta hacia él. La brisa
agitó su pelo y algunos mechones más escaparon de su sujeción. Cuando llegó hasta
donde estaba Jeremy, lo rodeó con los brazos por detrás y apoyó la cabeza en su es-
palda.
Él se volvió e inclinó la cabeza. Bella alzó el rostro para encontrarlo a medio
camino. El beso fue maravilloso, pero le hizo desear más.
Enmarcó el rostro de Jeremy entre sus manos y él deslizó la lengua por sus
labios antes de penetrar con ella en su boca. Sabía a algo salvaje e indómito, como el
mar que los rodeaba. Jeremy gruñó y le hizo echar atrás la cabeza para penetrarla
más profundamente.
Mientras la estrechaba apasionadamente entre sus brazos, Bella se sintió
completamente a su merced.
Exactamente donde quería estar.
Jeremy deslizó una mano por su costado y la llevó hasta sus pechos. Bella sintió
la presión de sus pezones contra la tela de la blusa y, unos instantes después, las
caricias del sabio pulgar de Jeremy sobre ellos.
—Estás mandando al traste mis planes para esta noche, nena…
—¿Quieres que vuelva a sentarme?
—Ni hablar —murmuró Jeremy sin dejar de acariciarla.
Bella intuyó que iba a recordar aquella noche durante el resto de su vida.

Jeremy echó el ancla cuando se hallaban en medio de ninguna parte, alejados de


las rutas de navegación y de otros barcos. La luna había salido y el cielo parecía
extenderse hasta el infinito, envolviéndolos en su manto.
Su cuerpo aún palpitaba después de haber hecho el amor con Bella, y volvía a
desearla. Quería bajarla al camarote y tomarla una y otra vez, hasta que olvidara
cualquier nombre que no fuera el suyo.
Pero antes quería pedirle que se quedara con él.

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Bella había bajado hacía unos minutos para retocarse el maquillaje, y Jeremy
esperaba que volviera a aplicarse aquel brillo de labios. Estaba deseando volver a
quitárselo a base de besos.
Fue al comedor a disponer la cena. Luego sacó los regalos que había comprado
para Bella y los dejó en diversas zonas.
Respiró profundamente. Estaba un poco nervioso respecto a la reacción que
pudiera tener Bella, por muy bien que lo hubiera planeado todo. La quería en su vida
durante mucho tiempo. Aquello era lo que necesitaba. Lo que ambos necesitaban.
Abrió la botella de vino para dejarla respirar y luego abrió un momento el cajón
en que había dejado los papeles que necesitaría más tarde si Bella aceptaba su
proposición.
—¿Qué es eso?
Jeremy cerró el cajón y se volvió hacia ella. Bella se había soltado el pelo y había
vuelto a maquillarse. En el centro de la uve de su escote había una marca que Jeremy
había dejado en su piel.
Tomó una caja de la repisa.
—Esto es para ti.
Bella volvió a mirar el cajón cerrado, pero pareció olvidarlo cuando tomó el
regalo. Jeremy le sirvió un vaso de vino. Luego apoyó una cadera contra el borde de
la mesa y se limitó a mirarla.
—Me estás poniendo nerviosa.
Jeremy se encogió de hombros y tomó un sorbo de vino.
—Me gusta mirarte.
—Y a mí me gusta que me mires —dijo ella con un matiz de timidez en la voz.
—¿Cómo puedes sentirte tímida conmigo después de todo lo que hemos hecho?
—No sé… Es distinto cuando estamos juntos. Me olvido de todo lo demás.
—Bien. Ahora abre tu regalo para que podamos comer.
Bella abrió la caja. Su expresión de sorpresa complació a Jeremy, que tomó el
collar de diamantes y zafiros de la caja.
—Sujétate el pelo en alto.
Bella hizo lo que le decía y él le puso el collar. Luego se inclinó para besarla en
el cuello. Quería encontrar una forma de decirle todo lo que sentía en su interior,
aunque sabía que no podía.
La tomó de la mano y la llevó hasta la mesa. Tomó una caja envuelta en papel
de regalo que había junto a su asiento.
—Abre éste mientras saco la comida.
—Me mimas demasiado, Jeremy.
—Ya era hora de que lo hiciera alguien —contestó él.

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Le dolía pensar en el pasado y la infancia de Bella. Quería asegurarse de que


estuviera a salvo el resto de su vida, que nunca tuviera que enfrentarse a la falta de
dinero o preocuparse por quedarse sola.
Y por eso estaba convencido de que su plan funcionaría para ambos. Era una
forma segura de que siguieran juntos y de no tener que preocuparse por los
acontecimientos inesperados que a veces surgían en la vida.
Sirvió la comida en los platos y los llevó a la mesa. Bella había abierto el
segundo regalo, una pulsera que iba a juego con el collar.
Se la puso en la muñeca y lo miró. Había tal esperanza en su mirada que Jeremy
sintió que se le contraía el pecho.
Sabía que tenía que hacer bien aquello. No podía estropearlo. La confianza de
Bella era un don precioso y no quería maltratarlo.
—Gracias por los regalos, Jeremy. Ojalá tuviera yo algo que darte.
—Ya lo has hecho.
—¿Sexo?
—No, Bella. Mucho más que eso. Ralph Waldo Emerson dijo en una ocasión
que «el único regalo verdadero es una porción de uno mismo». Tú me has hecho un
regalo por el que nunca podré corresponderte. Me has dado la bienvenida en el
círculo de tus amigos, en tu vida y en tu cama.
Al ver que los ojos de Bella brillaban a causa de las lágrimas, Jeremy pensó que
las cosas iban como debían. Por una vez estaba haciendo lo que necesitaba hacer. No
estaba apoyándose en su encanto para conseguir lo que quería, sino que estaba sien-
do sincero.
—Eso es lo más dulce que me han dicho en la vida.
—Tan sólo es la verdad.
Charlaron sobre diversos temas durante la cena y, después de recoger los
platos, Jeremy llevó a la mesa una bandeja con fruta y queso en la que también había
otra cajita de regalo.
Tras volver a sentarse se la entregó a Bella.
—Tengo algo que preguntarte, Bella. Pero antes abre este último regalo.

***

Bella contuvo el aliento mientras abría la cajita. Debido a la intriga que sentía,
apenas podía concentrarse en el regalo. ¿Querría Jeremy pedirle que se casara con él?
Sospechaba que estaba pensando en algo permanente para ellos, algo que ella
también deseaba. De hecho, ya había pensado en pedirle que se fuera a vivir con ella
cuando su contrato terminara.
—Abre la caja —insistió Jeremy.

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Bella hizo lo que le decía. Dentro había unos pendientes que iban a juego con el
collar y la pulsera. No había duda de que Jeremy estaba de lo más romántico aquella
noche, y no pudo evitar sentirse aún más enamorada de él.
Jeremy era todo lo que siempre había deseado en un hombre. Era cariñoso,
atento, solidario cuando tenía que serlo… y la clase de amante que toda mujer
soñaba en tener. Alzó la mirada y vio que la estaba observando. Se quitó los
pendientes de plata que llevaba y se puso los nuevos.
¿Le aguardaría también la sorpresa de un anillo a juego?
—Gracias.
—De nada, cariño.
Al ver que Jeremy no decía nada más, Bella fue incapaz de contenerse.
—Has dicho que tenías algo que preguntarme.
—Así es. Pero no estoy seguro de cómo preguntarlo.
—Sea lo que sea, hazlo.
Jeremy se inclinó hacia delante en la mesa.
—¿Recuerdas cuándo nos conocimos?
—Por supuesto —contestó Bella.
—Desde aquel momento te convertiste en una obsesión para mí. No he dejado
de pensar en ti durante los últimos tres años.
—Oh, Jeremy —murmuró Bella, incapaz de contener la emoción—. A mí me ha
sucedido lo mismo.
Jeremy sonrió. Fue una sonrisa dulce, toda una novedad en su expresión
habitualmente seria.
—Las obsesiones no son saludables porque implican todo o nada. Nuestra
relación no era nada al principio, tan sólo un trozo de papel guardado en un
archivador. Pero empezó a convertirse en… bueno, supongo que estarás de acuerdo
en que ha llegado a convertirse en algo más de lo que ninguno de los dos habíamos
anticipado.
Bella nunca había sido la obsesión de ningún hombre y le halagó saber que
Jeremy pensaba tanto en ella. Le hizo sentirse mucho menos vulnerable.
—Estoy de acuerdo —dijo. No había esperado enamorarse tan completamente
de Jeremy. Al principio incluso pretendió utilizarlo para volver a situarse en el
entorno social al que perteneció en otra época, pero no tardó en olvidar aquella idea.
Quería a Jeremy y le daba igual que formara o no formara parte de ese entorno social
—. Y esperaba que te sintieras así —añadió sinceramente—. Llevo semanas temiendo
este día, la llegada del final de nuestro contrato.
Jeremy tomó las manos de Bella en las suyas.
—Yo también, y he estado pensando en nuestra situación para buscar un
arreglo que nos convenga a ambos. Con que estemos juntos me basta. No creo que

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pueda soportar vivir separado de ti. Te has convertido en una parte muy importante
de mi vida.
—No sabes cuánto he esperado oírte decir eso —dijo Bella, emocionada.
Jeremy le hizo ponerse en pie y subieron a cubierta tomados de la mano.
Bella se fijó en que había un montón de almohadones en el banco en que habían
hecho el amor hacía un rato.
—¿Qué hacemos aquí arriba? —preguntó.
—Quería abrazarte —dijo Jeremy, que la tomó entre sus brazos después de
pulsar un botón que hizo que empezara a sonar la voz de una romántica cantante por
los altavoces incorporados del yate.
Bella apoyó la cabeza en su hombro mientras bailaban.
En aquellos momentos todo parecía perfecto. La anticipación de la pregunta
que iba a hacerle Jeremy parecía suspendida entre ellos, dulcificando el momento.
Cuando la canción terminó, Jeremy condujo a Bella hasta la barandilla del barco
y la estrechó contra su costado mientras contemplaban el vasto horizonte.
Respiró profundamente.
Esto está resultando mucho más difícil de lo que había imaginado.
Bella sintió un repentino miedo. Pero hizo un esfuerzo por calmarse y se volvió
entre sus brazos.
—Sea lo que sea, Jeremy, si implica que vamos a seguir juntos, mi respuesta va
a ser sí.
El la abrazó como si jamás fuera a permitir que se fuera de su lado.
—No sabes lo feliz que me hace escuchar eso. He redactado un nuevo contrato
que es bastante más generoso que el anterior.
Bella se apartó un poco de él para mirarlo a los ojos.
—¿Qué clase de contrato? Pensaba que ya habíamos superado la necesidad de
los papeles legales entre nosotros.
—Quiero asegurarme de que quedes protegida, cariño. De que tengas todo lo
que siempre has querido.
Aquellas palabras aplacaron la inminente decepción y enfado de Bella. Tal vez
se trataba de algún acuerdo prenupcial. La clase de acuerdo que Kell no había dejado
de mencionar durante aquellos meses.
—¿Tienes ese contrato aquí?
—Sí.
—Déjame verlo.

***

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Bella oyó hablar a Jeremy y supo que estaba diciendo algo importante, pero no
logró comprender de qué se trataba. Lo siguió por las escalerillas hasta el comedor,
donde los restos del postre seguían en la mesa.
Los últimos cinco minutos habían sido tan extraños que estaba segura de haber
entrado en una zona paranormal. Jeremy parecía el de siempre, pero tal vez se había
producido una ruptura en el continuo espacio—tiempo que la había situado a ella en
un universo paralelo en el que el hombre que la amaba iba a ofrecerle un contrato
para que se quedara con él.
—Aquí está el contrato —dijo Jeremy a la vez que le entregaba una carpeta.
Bella tomó la carpeta y fue a sentarse a la mesa. La abrió y enseguida comprobó
que el nuevo contrato tenía el mismo formato que el que había firmado tres años
antes con Jeremy.
Utilizó la rabia que empezó a sentir para reprimir las lágrimas que amenazaban
con empezar a caer. ¿Cómo podía estar tan confundido Jeremy?
—Creo que estarás de acuerdo en que el nuevo contrato es más generoso que el
primero. He empezado a trabajar con una empresa internacional que creo que podrá
ofrecerte muchos contactos nuevos. Te ofrezco eso además de un acuerdo con mi
empresa para que seas nuestra única organizadora de…
—No digas nada más, por favor —interrumpió Bella en el tono más razonable
que pudo. Pero por dentro estaba gritando y temía que no iba a poder contenerse
mucho tiempo. Aquella perfecta velada acababa de estallar en mil pedazos, y temía
no volver a recuperarse del dolor y la decepción que estaba sintiendo.
Pero se enfrentaría a ello más tarde. Tan sólo quería mantener el control el
tiempo suficiente para poder irse a lamer sus heridas en privado.
Había vuelto a dejarse engañar por una ilusión, por algo que en el fondo sabía
que no podía ser para ella. No era una de esas afortunadas mujeres a las que les
aguardaba un futuro estable y feliz.
—¿Bella? ¿Qué sucede, cariño?
Bella miró a Jeremy y comprendió que sólo buscaba lo mejor para ambos.
Respiró profundamente y se esforzó por encontrar las palabras adecuadas.
—¿Por qué sigues queriendo que haya un contrato entre nosotros?
—Es la única forma de asegurarnos de que ambos estemos protegidos. Sé que
tú necesitas seguridad financiera, y yo…
—¿Qué necesitas tú?
Jeremy se encogió de hombros y apartó la mirada.
—No quiero seguir siendo tu querida, Jeremy.
—¿Acaso dudas de que pueda ofrecerte los contactos y el trabajo que te he
dicho? Si quieres puedo añadir una cláusula que te garantice al menos un millón de
dólares de beneficios al año durante la duración del contrato.
Bella movió la cabeza y se puso en pie.

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—Creo que deberías llevarme a casa.


—Todavía no. Háblame, Bella. Estoy dispuesto a mejorar el trato.
¿Sería cierto? ¿O tendría miedo de admitir que la quería sin saber qué sentía
ella? Bella permaneció unos momentos indecisa, temiendo correr el riesgo. Pero
entonces recordó que la vida era algo muy precario y que podía cambiar en un
instante. Y tal vez aquélla era su única oportunidad de encontrar el amor.
—No te quiero por tus contactos, Jeremy, ni por la cantidad de trabajo que
puedas proporcionarme. Te quiero por ti mismo.
Jeremy frunció el ceño y se frotó el cuello. A continuación fue al bar, se sirvió
un whisky y lo bebió de un trago.
—¿No sientes nada por mí, Jeremy?
—Obsesión —contestó él mientras volvía a llenarse el vaso.
Bella recordó lo que le había dicho hacía un rato y comprendió que la veía como
algo malsano para él y para su vida. Por lo visto seguía sin ser digna para alguien de
su círculo social.
—Eres una obsesión para mí Bella, y ésta es la única forma que conozco de
controlar nuestra relación. Necesito controlar todos los parámetros.
—¿Por qué? Podríamos tener una relación real mente buena. La clase de
relación con la que la mayoría de la gente sólo puede soñar. ¿Cómo es posible que no
te des cuenta?
—Estos últimos seis meses no han sido reales —dijo Jeremy—. Sólo tenemos la
ilusión de una relación, porque ambos sabemos que no puede terminar hasta que
expire el contrato.
Bella no podía creer lo que estaba escuchando.
—¿De verdad crees que lo que siento por ti es una consecuencia del contrato?
Jeremy se encogió de hombros.
—No quiero analizarlo en exceso. Sea lo que sea lo que sientes por mí… sea lo
que sea lo que te digas a ti misma, es irrelevante para el contrato. Creo que ambos
hemos demostrado que somos fidedignos desde un punto de vista contractual.
Bella sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas. Trató de decir algo, pero su
boca tembló y no logró hablar.
Creía que ya le habían hecho daño de todas las formas posibles, que ya le
habían roto el corazón. Pero hasta aquel momento no había sabido de verdad el
profundo dolor que podía infligir el amor. El hombre al que había entregado su
corazón acababa de describirla como «fidedigna desde un punto de vista
contractual».
—No puedo entender cómo he podido enamorarme de ti.
—No estás enamorada de mí, cariño —dijo Jeremy—. Es sólo obsesión.
—Creo conocer la diferencia entre el amor y la obsesión.

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Jeremy no dijo nada y Bella no pudo soportar el tenso silencio que se produjo
entre ellos.
—Llévame de vuelta a la costa. Quiero volver a casa.

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Capítulo 12
Bella ignoró las llamadas de teléfono y a sus amigos y se concentró sólo en el
trabajo. Pero, tras dos semanas, y a pesar de que acababa agotada, apenas lograba
dormir. Se había acostumbrado a la presencia de Jeremy en su cama y en su vida y lo
echaba de menos.
A pesar de que había demostrado ser un zopenco con algunas ideas estúpidas
sobre ella y su relación, aún lo echaba de menos. Y aquello la irritaba porque le hacía
sentirse como una idiota. Pero en medio de la noche, cuando contemplaba la luna por
la ventana, no podía evitar recordar la última noche que pasaron juntos y lo perfecta
que había sido. Hasta que Jeremy había sacado el contrato.
La falta de sueño le hacía estar irritable en la oficina. El día anterior, Randall y
Shelley habían insistido en que se fuera temprano a casa. De manera que allí estaba, a
media tarde, sentada en el balancín del porche, escuchando música y con una taza de
té a su lado.
Estaba preparando un presupuesto para una celebración que debía organizar en
el Norton y quería revisar las fotos del último acontecimiento.
Acababa de descargar las fotos de su cámara digital y no recordó que la había
utilizado la noche del treinta y cinco cumpleaños de Jeremy hasta que las imágenes
empezaron a aparecer en la pantalla del ordenador.
Se quedó mirándolas. En una de ellas aparecían Kell y Jeremy juntos, ambos
con expresión seria e intensa mientras charlaban en un rincón.
—Jeremy… —susurró, apenada. Amplió y recortó la foto hasta que sólo quedó
su rostro en la pantalla. Deslizó el dedo por sus cejas, por sus mejillas…
Tal vez debería volver con él. Tragarse su orgullo y decir sí al contrato. Pero
sabía que nunca sería feliz siendo simplemente su querida. Quería ser su esposa. Ésa
era la verdad.
Ojalá hubiera tenido una amiga que le hubiera aconsejado al comienzo del
contrato que no se enamorara de él…
Pero ya era demasiado tarde. Lucinda la había llamado en dos ocasiones. En
ambas el mensaje había sido conciso y directo. Estaba allí y podía contar con ella.
Al oír el sonido del timbre de la puerta cerró la pantalla del ordenador y se
levantó para ir a abrir. Comprobó por la mirilla quién era y frunció el ceño al
reconocer a Kell. Cuando abrió, él también se quedó mirándola con el ceño fruncido.
—Tienes muy mal aspecto.
—Vaya, gracias —murmuró Bella con expresión irónica a la vez que se cruzaba
de brazos. Randall y Shelley le habían dicho un piropo parecido cuando la habían
enviado a casa aquella tarde.
—Creía que lo tenía todo calculado, pero me temo que falta algo —dijo Kell a la
vez que se pasaba una mano por el pelo con expresión pensativa.

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—¿De qué estás hablando? Es demasiado temprano para que estés borracho.
—No bebo. ¿Puedo pasar? —preguntó Kell, que dio un paso hacia Bella sin
darle tiempo a moverse.
—Por supuesto.
A Bella le habría gustado poder simular que Kell era la última persona con la
que quería hablar en aquellos momentos, pero lo cierto era que estaba deseando
saber qué tal estaba Jeremy.
Fueron al cuarto de estar.
—¿Qué sucede? —preguntó Bella, sin sentarse.
Kell empezó a caminar de un lado a otro como un tigre enjaulado.
—Eso es lo que me gustaría saber.
—¿Qué te ha contado Jeremy?
—Nada. Lleva dos semanas sin mencionarte. Lo único que hace es trabajar.
Bella movió la cabeza. Le habría gustado escuchar que seguía adelante con su
vida como siempre, pero en parte se alegró de saber que ella no era la única que
estaba sufriendo.
—Siento oír eso. Pero no creo que tenga nada que ver conmigo.
—Claro que tiene que ver contigo. Está claro que os habéis peleado. Fuera cual
fuese el motivo, tienes que arreglar las cosas con él.
—No es tan fácil.
—Sí lo es. No hay ningún problema insuperable.
—Algunos sí lo son. No se trata de una mera pelea o de una diferencia de
opinión. Jeremy y yo queremos cosas distintas de la vida.
Kell suspiró.
—Yo lo presioné para que te ofreciera un acuerdo prenupcial. No me lo tengas
en cuenta.
—No peleamos por eso. Yo habría firmado un acuerdo prenupcial si me lo
hubiera pedido.
—Entonces, ¿qué ha pasado? Jeremy está tan colado por ti…
—No está colado por mí. Al menos no en el sentido que lo dices. Soy una
obsesión que está tratando de exorcizar de su alma…
—¿Te dijo él eso?
—Sí. Y no sé cómo convencerlo de lo contrario. No sé lo que quieres de mí, pero
no puedo volver con Jeremy y simular ser lo que quiere que sea hasta que se canse de
mí.
Kell miró a Bella en silencio.
—Porque estás enamorada de él —dijo finalmente.
Ella asintió.

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Kell fue hasta la puerta principal y la abrió. Se volvió para mirar de nuevo a
Bella.
—Tengo que hablar con él.
Bella asintió mientras Kell salía, consciente de que apenas podría pensar en otra
cosa que en Jeremy.

Jeremy contemplaba la puesta de sol desde el salón de su multimillonaria casa.


Deslizó la mirada por el lujoso mobiliario, reflejo de una vida llena de las mejores
cosas que podía comprar el dinero. Pero era una vida vacía. Tan vacía como lo era
antes de conocer a Isabella McNamara.
Las obsesiones producían ese efecto.
Pero lo cierto era que ya no creía que fuera una obsesión. Las últimas palabras
de Bella aún lo perseguían. No dejaba de escucharle decir en su mente que lo amaba
y luego pedirle que la llevara de vuelta a casa.
Le había roto el corazón y no sabía cómo repararlo.
Durante aquella semana había comprendido cuántas cosas había aportado Bella
a su vida, no sólo desde el punto de vista sexual, sino en muchos otros aspectos… y
él le había ofrecido un contrato para que permaneciera en ella.
El instinto le decía que acudiera a ella para hacerle otra oferta. Dejaría que ella
pusiera las condiciones y haría lo que ella quisiera. Sería su esclavo de amor, lo que le
pidiera…
Pero otra parte de sí mismo estaba realmente asustada por lo que Bella le hacía
sentir. Aquella semana había sufrido como nunca en su vida. Había llevado una vida
de privilegiado, en la que nadie le había negado… hasta que había llegado Isabella.
Su Bella. Quería recuperarla. Quería que fuera feliz.
Llamaron a la puerta del estudio un instante después se abrió. Jeremy miró por
encima del hombro y vio a su mayordomo en el umbral.
—Tiene una visita, señor.
—¿Quién es, Thomas? —preguntó Jeremy, con la vana esperanza de que fuera
Bella. Si acudía a él, la recibiría con los brazos abiertos y se olvidaría del contrato.
—Kell, señor.
Lo último que quería Jeremy en aquellos momentos era hablar con Kell, que no
dejaba de asumir la culpa alegando que algunas mujeres consideraban ofensivo que
les pidiera firmar un acuerdo prenupcial. Pero Jeremy sospechaba que si lo que le
hubiera ofrecido a Bella hubiera sido un acuerdo prenupcial lo habría firmado sin
parpadear. Había sido un completo cretino.
Y Bella no iba a volver. Se merecía un hombre capaz de corresponder a su amor.
Porque lo amaba. Eso había dicho. Pero… ¿y si se había equivocado?
—¿Señor?
Jeremy se frotó la parte trasera del cuello, pensativo.

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—Dígale que pase, gracias.


Jeremy abrió su correo electrónico mientras esperaba y vio que había un
mensaje de Bella. Antes de que pudiera abrirlo, Kell entró en el estudio y fue directo
al bar, donde tomó una botella de Perrier.
—¿Qué diablos le dijiste a Bella?
—¿Por qué? —preguntó Jeremy, momentáneamente distraído del correo.
—Porque he ido a verla para disculparme por haberte metido en la cabeza que
le hicieras firmar un acuerdo prenupcial y…
—¿Y qué? —Jeremy debería haberse sorprendido por las acciones de su primo,
pero no fue así. Kell se había pasado la semana diciéndole que sólo porque él hubiera
metido la pata al confiar en la mujer equivocada él no debía meterla desconfiando de
la mujer adecuada.
—No tenía buen aspecto. Debe llevar sin dormir al menos una semana.
Jeremy masculló una maldición. Había querido ser su héroe y protegerla y en
lugar de eso había conseguido que estuviera peor.
—Déjalo, Kell. Te dije que lo dejaras estar.
Kell no respondió y se limitó a servirse su Perrier en un vaso.
—Tú tampoco tienes buen aspecto —dijo finalmente.
—¿Y? —preguntó Jeremy, que se esforzó por no mirar la pantalla de su
ordenador sin conseguirlo. ¿Por qué le habría enviado un mensaje Bella?
—Tú nunca has cometido estupideces. Ni con los negocios ni con nada. No
dejes que ésta sea la primera.
—¿Ya ti qué más te da?
—Quiero creer que tú y yo podemos ser felices.
—Lo tendré en cuenta —dijo Jeremy mientras volvía a mirar el ordenador.
—¿Qué es lo que te distrae tanto en tu ordenador?
—Bella me ha enviado un mensaje.
—¿Lo has abierto?
—No. Estoy esperando a que te vayas.
—¿Estás seguro de que no me necesitas?
Jeremy asintió. Kell se encaminó hacia la puerta.
—Te llamo mañana.
Jeremy esperó a que saliera para abrir el correo de Bella. Era directo e iba al
grano. Tan sólo se trataba de una lista de archivos JPEG.
Fotos de su fiesta de cumpleaños. Las fue abriendo una a una y se sintió como si
le hubieran dado un puñetazo en el estómago. Ante él, a todo color, estaba la vida
que había temido imaginar para Bella y para sí mismo. Una vida llena de amigos, de
familia. Una vida que habían compartido.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

Y entonces comprendió que existía una pequeña posibilidad de que Bella aún lo
amara. Una mujer que había hecho todos aquellos esfuerzos por su amante no era
alguien que pudiera irse así como así. Y recordó otras cosas que le había dicho la
última noche. Recordó que ella también quería una vida compartida… que no quería
ser tan sólo su querida.
Finalmente lo entendió.
Se levantó, tomó sus llaves y salió de su casa. No se dio cuenta de que estaba
corriendo hasta que llegó al coche.

Bella se sorprendió al oír que llamaban a la puerta a aquella hora. Pero lo cierto
era que, desde que le había enviado el correo con las fotos, esperaba la visita de
Jeremy. Casi temió mirar por la mirilla y comprobar que era otra persona.
Pero allí estaba. Llevaba unos vaqueros gastados, una camiseta y el pelo
revuelto. Apenas parecía el hombre elegante y a la moda que solía ser.
Abrió la puerta y se quedó mirándolo sin decir nada. Él también permaneció
unos segundos en silencio.
—He recibido tu correo.
—Oh. ¿Te han gustado las fotos?
—Sí. Salieron muy bien.
¿De verdad habría ido sólo para darle las gracias por las fotos?
—No tengo más.
—No importa. Gracias por haberlas enviado.
—De nada —Bella esperó a que Jeremy dijera algo más, pero los segundos
fueron pasando sin que lo hiciera. Finalmente comprendió que no iba a decir nada
más y estuvo a punto de rogarle que la aceptara de nuevo. Pero entonces recordó
cuánto le había costado reconstruir su vida y supo que no podía hacerlo. En todo
caso, debían encontrarse a medio camino.
—Adiós, Jeremy —dijo a la vez que empezaba a cerrar la puerta.
Él alargó la mano para evitar que lo hiciera.
—¿Puedo pasar?
—¿Por qué? ¿Para hablar más de las fotos?
—No —Jeremy bajó la mirada y se pasó una mano por el pelo—. No he venido
por las fotos. He venido porque soy un idiota.
—No, no lo eres.
—Sí lo soy —Jeremy entró en la casa y cerró la puerta a sus espaldas—. Te
quiero en mi vida. No puedo vivir sin ti.
—Yo siento lo mismo, pero no quiero ser tu querida.

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Katherine Garbera – Seis meses de pasión – 2º Amantes

—Tampoco es eso lo que quiero yo. Temía admitir cuánto te necesito, pero eso
no cambia el hecho de que te necesito, Bella. Quiero que me aceptes de nuevo según
tus condiciones. No tengo contratos ni regalos. No tengo nada excepto a mí mismo.
Bella casi temió esperar que lo que estaba escuchando fuera cierto.
—¿Y si te dijera que mis condiciones son el matrimonio y una familia?
—Sería una oferta aún mejor de la que merezco —dijo Jeremy a la vez que
estrechaba a Bella como si nunca fuera a soltarla—. Pero me gustaría decir sí antes de
que cambies de opinión.
—No voy a cambiar de opinión.
Jeremy la besó en el cuello.
—Te quiero, Bella.
—Yo también te quiero, mi amor.
Jeremy la tomó en brazos y la llevó al dormitorio. Le hizo el amor y luego la
acunó contra su pecho. Hablaron del futuro e hicieron planes. Planes permanentes.
Planes para su vida compartida.

Fin

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