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una imagen de la Inmaculada con las manos extendidas significando el río de

gracias que nos llegan por medio de Ella. La mirada baja hacia Jesús y también
hacia sus hijos, los fieles. Y en gesto acogedor hacia su Hijo, al que nos
presenta. Delante de esta imagen, otra, la de Cristo niño, señalando con la
mano izquierda su propio corazón, y con la derecha a su Madre, como
diciendo: "Por medio de mi Madre se derramarán sobre la tierra los tesoros de
mi corazón". El Niño a la edad aproximada de doce años como diciendo: “si
queréis las gracias de las que mi Corazón es la fuente, venid a mi Madre. Ella
tiene la llave, como tesorera, y puede repartir como quiera los tesoros que
contiene”.

Primero en 1861 encargó al señor Leopard Lobin, artista sobre vidrio, construir
una vidriera en la capilla. Luego, cuando pudo ampliar el templo-santuario al
Sagrado Corazón, encargó para el altar a Nuestra Señora con la misma
representación, una bella y gran Imagen en mármol blanco de Carrara a un
escultor de reconocido prestigio Jules Blanchard. Mide 1,70m y se terminó en
1868. Se la coronó el 8 de septiembre de 1869 por Breve Pontificio del Papa
Pio IX con la asistencia de veinte mil peregrinos, treinta obispos y seiscientos
sacerdotes.

Segunda imagen
María, de pie, tiene en sus brazos a su pequeño Hijo, sosteniendo su Corazón. Jesús
señala con una de sus manos su Corazón, y con la otra nos refiere a su Madre. La
representación de la íntima relación entre ambos no puede ser más perfecta: “Venid a
Mí por medio de Ella, que es la dueña de mi Corazón”.
Segunda imagen

Representa a la Virgen María con el Niño en brazos y ella mostrándonos el


corazón del Hijo, a su vez, el Niño abre los suyos como queriendo abarcar a
todo el mundo.

Acuérdate
Nuestra Señora del Sagrado Corazón, de las Maravillas que hizo en Ti el
Señor. Él te escogió por Madre y te quiso junto a su cruz. Ahora, te hace
partícipe de su gloria y escucha tu plegaria. Ofrécele nuestra alabanza y
nuestra acción de gracias. Preséntale nuestras peticiones...(Se pide la gracia
que se desea alcanzar)

Haznos vivir como Tú, en el Amor de tu Hijo, para que venga a nosotros su
Reino. Conduce a todos los hombres, a la Fuente de Agua Viva que brota de
su Corazón, extendiendo, sobre el mundo, la esperanza y la paz, la
misericordia y la salvación. Mira nuestra confianza, responde a nuestra súplica
y muéstrate siempre nuestra Madre. Amén.

Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Ruega por nosotros. (Se dice tres
veces).
DE

NUESTRA SEÑORA DEL


SAGRADO CORAZON
Fue en el siglo XIX donde el Padre Chevalier desarrolló su vida espiritual
e hizo su trabajo. Era aquella una época de devoción mariana. «A Jesús
por María» rezaba un adagio cristiano que había penetrado en la vida del
pueblo, llamándolo a las devociones marianas con una mayor eficacia
que lo hubieran hecho doctrinas que hoy se consideran más «teológicas
y litúrgicas». Jesús y María aparecían mucho más unidos que ahora en
cualquier oración o práctica de piedad.

El Padre Chevalier ha dejado escrito:


«Poco después de que me bautizaran, mi madre me llevó a la iglesia y
me consagro a la Virgen Santísima y al Corazón de Jesús. Muchas veces,
sobre todo en sus últimos años, a ella le encantaba contarme una y otra
vez aquella entrañable escena, que su mente y su corazón revestían de
un colorido realmente poético».

Cuando, siendo estudiante, al padre Chevalier se le ocurrió constituir


una asociación de seminaristas, le puso el nombre de Caballeros del
Sagrado Corazón y de María. Al convencerse más tarde de que Dios le
pedía la fundación de un grupo de misioneros, comenzó por rezar una
novena a Nuestra Señora, en colaboración con uno de sus primeros
compañeros, el P. Maugenest. En tal ocasión, ambos hicieron una
promesa en el caso de que su oración fuera oída: propagarían la
devoción al Corazón de Cristo y harían «por todos los medios posibles
que María fuera conocida y amada de una manera especial».

Por dos ocasiones, al terminar su novena a la Virgen, obtuvieron otras


tantas generosas promesas (económicas) que hicieron posible su obra.
Es natural que años más tarde se pudiera decir: «Nuestra Señora lo ha
hecho todo en nuestra congregación».

También resultaba lógico que, al proponerse anunciar a los hombres el


amor del Corazón de Cristo e intentar que ellos creyeran y respondieran
a ese amor, el Padre Chevalier recurriera a María. Como consecuencia,
tanto él como sus compañeros comenzaron a pensar en María y a hablar
de María llamándola Nuestra Señora del Sagrado Corazón.

En aquellos tiempos las nuevas advocaciones y las devociones especiales


tenían un relieve peculiar y mayor que ahora en la práctica religiosa del
pueblo. Por lo mismo no resulta extraño que en los relatos sobre el
descubrimiento del nuevo titulo y el establecimiento de la nueva
devoción se deje ver un cierto aire de excitación o ambiente emotivo.
Toda nueva devoción necesitaba ser aprobada por la Santa Sede, y a
causa de lo mismo, no eran escasos los observadores suspicaces, alerta
a posibles desviaciones tanto en lo referente a la doctrina como a la
práctica.
El Padre Chevalier se lo sabia de memoria, por experiencia. Así que,
antes de lanzar la idea, se lo pensó mucho y rezó mucho.
Durante el verano de 1857, el Padre Chevalier y sus compañeros, a la
hora de un descanso comunitario, discutían planes e ideas sobre la
nueva iglesia que estaban construyendo. El fundador preguntó a los
demás qué pensaban acerca del título con que debiera venerarse a la
Virgen en el futuro santuario. Hubo propuestas varias.

Claro es que él ya estaba decidido o casi decidido, al cabo de sus largas


reflexiones. Habló, pues, de honrar a la Virgen con el título de Nuestra
Señora del Sagrado Corazón, explicándolo. Para él aquel título indicaba
que María había sido preferida entre todas las mujeres por el Corazón
amante de Dios; que había sido destinada a ser madre de los hombres,
para llevarlos al Corazón de su Hijo; que, en fin, era Ella: nuestra
poderosa abogada ante el Co-razón de su divino Hijo. La idea estaba
clara y era sencilla de comprender. Se entusiasmaron todos.

A principios de 1861, cuando se hacían los preparativos para inaugurar


la primera parte de las obras, el Padre Chevalier dispuso que se colocara
una vidriera policromada con la imagen de Nuestra Señora del Sagrado
Corazón. Nuestra Señora del Sagrado CorazónEsta primera imagen
(igual que la idea misma) fue el resultado de una simple figuración de
María y de Cristo. Primero, una imagen de la Inmaculada con las manos
extendidas hacia la tierra, significando el río de gracias que nos llegan
por medio de Ella. Delante de esta imagen, otra, la de Cristo niño,
señalando con la mano izquierda su propio corazón, y con la derecha a
su Madre, como diciendo: «Por medio de mi madre se derramarán sobre
la tierra los tesoros de mi corazón»-
La devoción arraigó inmediatamente. Seguro que no todos apreciaron
todo el contenido teológico que le daba el Padre Chevalier A muchos les
interesó, más que nada, el «poder de intercesión» de la Virgen que se
proclamaba al explicar el nuevo título. Bien. Podría ser el comienzo para
entender menos «egoístamente» la devoción e ir descubriendo las
insondables riquezas del Corazón de Jesús.
Lo que preocupaba al fundador era remediar la indiferencia religiosa, con
cuyo objetivo no había cesado un momento de idear diferentes caminos.
La «archicofradía» era un medio viejo, pero eficaz sobre todo entonces,
si se conseguía que los seglares se hicieran socios. Tales asociaciones
espirituales tenían una historia muy antigua y de excelentes resultados.

Los Misioneros del Sagrado Corazón estaban convencidos de que


extender o propagar la devoción a Nuestra Señora del Sagrado Corazón
era un medio efectivo para cumplir su misión de acercar a los hombres
al Corazón de Jesús.

Y la difusión de la nueva devoción fue realmente extraordinaria. Adonde


quiera que llegarán los Misioneros del Sagrado Corazón durante los años
siguientes, encontraban que la devoción los había precedido.

El fenómeno fue debido, en parte, al jesuita P. Ramière con sus


publicaciones y a que la Compañía de Jesús daba a conocer la devoción
en sus actividades apostólicas.

Otra persona que se interesó profundamente fue el arzobispo de


Bourges, mostrándose ansioso de que el Padre Chevalier fundara la
asociación y redactara sus estatutos.Nuestra Señora del Sagrado
Corazón Cuando esto fue un hecho, el arzobispo inscribió su nombre
como primer asociado.

Hubo miles de inscripciones, ya desde las primeras semanas. Fue tal el


aluvión de las solicitudes, que resultó necesario recurrir a Roma para
reunir a todas las asociaciones locales en una archicofradía de ámbito
universal.

La popularidad de la devoción a Nuestra Señora del Sagrado Corazón fue


uno de los motivos que impulsaron a un cierto número de jóvenes
extranjeros a pedir su admisión en la congregación de los Misioneros del
Sagrado Corazón.

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