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Nataly Sandoya

Disciplinas Espirituales — Reporte de Lectura #3

Para Su gloria

Reflexiones sobre la adoración y la evangelización

Afirmo haber leído el 100% de la lectura asignada delante del Dios omnipresente

Durante la segunda lección de la serie de enseñanzas titulada “Del polvo a la gloria”,


R. C. Sproul comentó cómo una de sus nietas empezó a aprender el Catecismo infantil de
Westminster desde temprana edad: su papá formulaba preguntas sencillas a las que ella
aprendía a responder con oraciones cortas, basadas en las Escrituras. De este diálogo padre-
hija, Sproul destaca una parte en particular:

— Hija, ¿por qué Dios te creó y creó todas las cosas?


— Para Su gloria

Como seres creados para Su gloria, ¿cómo podemos glorificar a Dios?

Basado en los capítulos 5 y 6 del libro “Disciplinas Espirituales para la vida


cristiana”1, este escrito busca reflexionar sobre la adoración y la evangelización como
expresiones del propósito de la existencia misma del ser humano (y de todo lo creado): la
gloria de Dios.

Desarrollo

1. Adoración

Desde el principio de la Historia, el Señor ha dejado patente Su poder, Su carácter, e


incluso Su corazón, en todo lo que ha creado; sin embargo, “antes del ser humano, nada
llevaba la imagen y semejanza de Dios”2. Cuando Dios creó al ser humano, le dio la
capacidad de pensar, decidir, conocer; le dio voluntad y emociones, le dio personalidad.
Fuimos hechos a Su imagen y semejanza, y todas aquellas características responden a un
propósito: conocer a Dios, decidir confiar en Él, amarle, y obedecerle.

1 Whitney, Donald S. Disciplinas Espirituales para la vida cristiana. Tyndale House Publishers, 2016.
2 Sproul, R. C. (2022). La imagen de Dios en el hombre: Del polvo a la gloria - Antiguo Testamento.
Ministerios Ligonier. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=ZfPtkBiVZys
“Como personas hechas a la imagen de Dios, hemos sido creados para lo sagrado,
para lo santo… para reflejar la gloria de Dios”3, no solo en nuestra humanidad, sino en cómo
respondemos como humanos a esa conciencia o sentido de lo sagrado impregnado en nuestro
ser interior.

Desde Göbekli Tepe4, hasta las grandes proezas arquitectónicas, artísticas y


tecnológicas de nuestra civilización, la historia humana siempre ha estado marcada por la
necesidad de adorar. Sin embargo, esta marca esencial también fue distorsionada por el
pecado: desde la caída del hombre en Edén, nuestra atención y deleite se han volcado a
sujetos y objetos equivocados, delatando también el rechazo y la resistencia de nuestro
corazón (esclavo y avergonzado por el pecado) hacia Dios.

En Su misericordia, Dios se ha revelado a nosotros de distintas formas: a través de Su


Creación (Romanos 1:20), a través de las Escrituras (1 Timoteo 3:16, 2 Pedro 1:20-21), y a
través de Su Palabra encarnada: Jesucristo (Juan 1:18)5. Aquella comunión con Dios para la
que fuimos creados, pero que fue rota por nuestro pecado, se restaura en Jesús: a través de Su
sacrificio y Su resurrección, podemos acercarnos a Dios6 y conocer (experimentar) la esencia
de Su persona. Así, “en la medida de lo que entendemos y apreciamos (de Él)”,
comprendemos la gracia derramada sobre nosotros, y “no podemos evitar responderle”7.

Dado que el Señor mismo se ha revelado a nosotros de forma fundamental en Su


Palabra, esta debe ser la base de nuestra adoración pública y privada: así como en el Cielo se
adora a Dios por quién es Él (Apocalipsis 4), y a Jesucristo por Su sacrificio (Apocalipsis 5),
en la Tierra también podemos ser conducidos a ello gracias a la Palabra que apunta a esta
realidad sublime.

Gracias al poder de la Palabra de Dios para convencernos de nuestro pecado y


llevarnos al arrepentimiento sincero, podemos reconocer y confiar en el sacrificio de Cristo, y
recibir Su Espíritu en nosotros —el Espíritu de verdad. Él es quien hace posible que
adoremos a Dios en espíritu y en verdad: cubre con ropas de justicia nuestra vergüenza, nos

3 Ibidem
4 “Se lo considera el templo o santuario más antiguo del mundo”, y fue construido hace 11.000 años, cerca de la
frontera entre Turquía y Siria. Arqueólogos y otros estudiosos piensan que es aquí “donde pudo nacer la
conciencia de lo sagrado que dio paso a la chispa de la civilización”. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/G
%C3%B6bekli_Tepe
5 Whitney, 2016, p. 115
6 Santo, más allá de lo que podamos comprender.
7 Whitney, 2016, p. 114
adopta como hijos y nos permite clamar ¡Abba Padre! (Romanos 8:14-15). Esta es, a todas
luces, una de las verdades más profundas de nuestra nueva condición espiritual —y por ello
podemos entender y sentir el regocijo de los niños pequeños cuando su padre está cerca. Por
supuesto, esto es totalmente opuesto a lo que hacemos instintivamente desde que Adán y Eva
pecaron (escondernos de Dios: Génesis 3:6-118).

Ser salvos y entender que estamos de regreso en casa —perdonados y no condenados,


cubiertos por la gracia divina— provoca en nosotros, de forma espontánea, una respuesta
profunda y rebosante, llena de admiración reverente y alegría: ¡estamos en paz con Dios, y
ahora somos parte de Su familia!

“La adoración estimulada por la verdad” es sincera, e implica “nuestro corazón y


nuestra cabeza, nuestra emoción y pensamiento…”9 Debido a la belleza y la profundidad de
la Historia de la Redención de la cual fuimos llamados a participar, la adoración por
obligación y la adoración inconstante no deben (y no pueden) tener cabida en el hogar.

2. Evangelización

¿Cómo responder a la gracia que ha sido derramada sobre nosotros? ¿Cómo expresar
gratitud sobre el hecho de que no he sido destruida, sino acogida en la presencia del Dios
santo del que estuve huyendo?

Al leer sobre Isaías y la visión del trono de Dios (Isaías 6), nos encontramos ante un
relato dramático y singular del encuentro de un ser humano sucio de pecado con la santidad
de Dios. Isaías se vuelve consciente de su realidad y entiende que no hay forma de sobrevivir
a esto; pero Dios, en Su misericordia, envía a un serafín a tomar un carbón encendido del
altar para purificar los labios de Isaías, y comunicarle luego el mejor mensaje de su vida:

…Tu maldad ha sido borrada y tu pecado, perdonado (v. 7).

8 R. C. Sproul lo plantea de esta manera: “Lo que queremos cubrir más que cualquier otra cosa es nuestra culpa.
Y la primera experiencia de la humanidad con el pecado fue huir cuando Dios estuvo cerca. Y Adán y Eva
huyeron al bosque para cubrirse a sí mismos de su desnudez. Lo que ellos estaban cubriendo o tratando de cubrir
no eran sus cuerpos, sino su culpa”.
Fuente: R. C. Sproul (2018). Cubriendo la vergüenza. Renovando tu mente.
Disponible en: https://es.ligonier.org/RTM/cubriendo-la-verguenza/
9 Whitney, 2016, p. 119
Dios pregunta: ¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros?, e Isaías —impuro e
impotente hace unos instantes— responde ahora sin temor: Aquí estoy. ¡Envíame a mí! (v. 8).
“Él era el menos indicado para ser el portavoz de Dios (...) hasta que fue perdonado”10.

“Parte de la belleza del evangelio (...) es que Dios salva a los pecadores, pecadores
como nosotros”, y es en ese acto de misericordia, manifiesto en una vida arrepentida y
transformada, que “el poder de Cristo puede ser visible y fuerte”11. La iniciativa salvífica de
Dios no solo implica hacernos conscientes de nuestra bancarrota moral, sino darnos una
nueva vida —no sólo para nuestra salvación, sino también para el bien de los demás.

En términos sencillos, en el evangelismo se cumple el propósito de Dios al crearnos, a


través de la comunicación fiel de Su mensaje de salvación a otros —no solo en palabras, sino
en una nueva forma de vivir que refleje a Cristo. Al observar la vida de Jesús, podemos notar
inmediatamente que Su obra incluía el servicio como parte fundamental:

Él se acercó a los desamparados y rechazados, Él tuvo misericordia, Él estuvo atento


a las necesidades más profundas de los demás, y no escatimó esfuerzos para ayudar. Aquellos
dones que por Su Espíritu recibimos para servir (1 Pedro 4:10-11) están relacionados con
estos aspectos de Su ministerio en la Tierra. Acercarnos, escuchar, estar presentes, puede ser
sin duda el punto de partida para un cambio radical que glorifique a Dios en nuestro hogar,
nuestro trabajo, nuestro barrio…

El proclamar las obras maravillosas de Dios forma parte de nuestro propósito, y


también es parte de las responsabilidades de nuestro llamamiento santo (1 Pedro 2:9). Sin
embargo, no existen personas perfectas —por tanto, no existen testigos perfectos12: dado que
vivimos todavía en un mundo caído y luchamos con nuestra carne, requerimos disciplina para
superar los obstáculos que estos factores podrían representar: sentimientos de insuficiencia,
falta de devoción, falta de disposición, miedo, apatía…

La buena noticia para nosotros es que el evangelio es tan poderoso que no solo afecta
a quien lo escucha, sino también a quien se dispone13 a proclamarlo, generando así un círculo
virtuoso que glorifica a Aquel que dio a Su propio Hijo para hacer posible este mensaje

10 R. C. Sproul (2018). Heme aquí, envíame a mí. Renovando tu mente. Disponible en:
https://es.ligonier.org/RTM/heme-aqui-enviame-a-mi/
11 Whitney, 2016, p. 149
12 Ibidem
13 Y este es el elemento principal de la disciplina requerida para evangelizar: intencionalidad.
redentor. Por ello, debemos anunciar el evangelio de Jesús sin demora: el efecto dominó de
esa sola decisión nos acercará a una experiencia completa del evangelio, y sanará una porción
más de nuestro mundo roto.

Conclusión

En un mundo inmerso en una crisis ontológica14 y de propósito, la adoración y la


evangelización son disciplinas realmente necesarias para la vida de todo cristiano: no sólo
porque nuestra alma las requiere y son nuestra responsabilidad, sino porque tienen el
potencial de propiciar la obra salvífica y redentora de Dios donde quiera que las ejerzamos —
es decir, expresamos y manifestamos la gloria de Dios al mundo a través de estas disciplinas.

A causa del carácter especial de la misión que se nos ha encomendado, transitar estos
caminos de gracia requiere de todo nuestro corazón y mente: solo así hallaremos al Señor, y
solo así podrán verle quienes están a nuestro alrededor.

14 Sobre el ser y sus propiedades trascendentales.

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