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HISTORIA DEL DERECHO

TEMA X. EL GOBIERNO DE LA RESTAURACION

La mayoría del pueblo dominicano rechazó la anexión a España llevada a cabo


por Santana y sus partidarios, y tan pronto apareció la ocasión propicia se empezó
el movimiento restaurador de la Independencia Nacional. Los primeros
pronunciamientos habían fracasado, pero el de Capotillo del 16 de agosto de 1963
inició en todo el Cibao un movimiento que fue capaz de conducir la guerra
restauradora y crear un gobierno “en armas” que empezó a administrar las
regiones que se iban sumando a la revolución.

El grupo de patriotas que organizó el gobierno provisional establecido en Santiago,


lanzó una proclama “ante Dios, el Mundo y el Trono de España”, fechado el 14 de
septiembre de 1863 en el cual justificaba la acción tomada. Esta proclama,
difundida en todo el país y enviada al extranjero por los agentes y simpatizantes
dominicanos, explicaba que “la anexión no fue obra de nuestra espontánea
voluntad, sino el querer fementido del General Pedro Santana y sus secuaces” lo
cual sólo había traído a los dominicanos “opresión de todo género, restricciones y
la exacción de contribuciones desconocidas e inmerecidas”.

Luego de un recuento de las vicisitudes del pueblo dominicano por alcanzar y


mantener su independencia, la proclama explicaba que “un pueblo que por algún
tiempo ha gustado y gozado de su libertad no es posible sojuzgarlo sin el
exterminio del último de los hombres” y que un hecho de “origen vicioso”, como lo
fue la anexión a España, no puede ser válido por el transcurrir del tiempo”. La
proclama terminaba pidiendo que España comprendiera las razones de la lucha
que iniciaban los dominicanos y los dejara reanudar su vida independiente.

Pocos días después de lanzada esta proclama, se hizo público un largo mensaje
que el Gobierno Provisional dirigía a la Reina Isabel II de España, dándole
explicaciones sobre las causas de su lucha. En ambos documentos de términos
claros y precisos, se explicaba y justificaba la lucha restauradora de 1863 con
argumentos parecidos a los de la guerra separatista de 1844: Opresión,
desconocimiento por parte de los nuevos gobernantes del modo de vivir de los
dominicanos, excesivos impuestos, imposición de leyes y funcionarios extraños,
amor a la libertad y disposición de lucha.

En esos mismos días se organizó un gobierno para dirigir la guerra. Por varios
decretos suscritos en Santiago el 25 de diciembre de 1863, el gobierno provisional
que se formó al inicio de la lucha quedó confirmado como “gobierno legítimo de la
República Dominicana”, se proclamó la guerra total contra España y se declaró a
Pedro Santana fuera de la ley. En seguida se empezaron a dictar las medidas
necesarias para organizar la lucha contra los españoles, siendo la mayoría de sus
disposiciones de carácter militar, como por ejemplo:

-El Decreto del 8 de febrero de 1864 imponiendo la pena capital a los espías y
delatores al enemigo.
-Otro el 12 de mayo, declarando que “todos los dominicanos son soldados de la
Patria” y disponiendo la conscripción al ejercito de todos los hombres desde los 15
hasta los 60 años.

-Otro decreto, del 13 de agosto, expulsando del país a los “miembros de las casas
de comercio que hallándose en el exterior mantienen relaciones con el enemigo”.

Otras medidas de carácter económico fueron las siguientes:

-La libre comercialización y exportación del tabaco, único renglón de alguna


importancia de nuestro comercio exterior y fuente casi exclusiva de ingresos del
Cibao, levantándose el monopolio establecido por Santana y mantenido por las
autoridades españolas.

-Se autorizó a ciertos funcionarios a emitir vales por requisiciones hechas por el
gobierno para sus necesidades militares.

-Se autorizó la emisión de 150,000 pesos en bono del tesoro, los que serían
entregados a los acreedores del Estado, y que se podían usar para pagar
impuestos aduanales.

Mediante decreto del 19 de octubre de 1864, quedó prohibido “el uso de todo
tratamiento, no pudiendo atribuirse a ninguna autoridad dominicana los títulos de
Excelentísimo Señor, Vuestra Excelencia, Su Señoría, etc., u otros semejantes,
así como prohibiendo que las comunicaciones oficiales terminaran con la fórmula
“Dios guarde a usted muchos años”, utilizada por las autoridades peninsulares,
sustituyéndola por la frase “Dios y Libertad”.

El primer gobierno provisional de la Restauración, por Decreto del 30 de


septiembre de 1864, convocó a una Convención Nacional para dos meses
después, cuya misión sería establecer la forma de gobierno definitiva que regiría la
República y la cual una vez en sesión, asumiría el Gobierno de la República como
representante único de la soberanía nacional. Esa convención no pudo reunirse en
la fecha prevista, pues poco tiempo después de su convocatoria un golpe de
Estado de Gaspar Polanco destituyó el Gobierno Provisional presidido por
Salcedo y aplazó la convención para otra fecha.

El golpe de Polanco desplazó el grupo de dirigentes liberales integrado por


Benigno Filomeno de Rojas, Ulises Espaillat y otros e impuso una dictadura militar,
la que fue a su vez derrocada por un contragolpe de generales el 24 de enero de
1865, encabezado por un triunvirato compuesto por Benito Monción, Pedro
Pimentel y Federico De Jesús García, quienes a los pocos días cedieron el
poder a una “Junta Superior Gubernativa” que restituyó el poder al grupo liberal y
que enseguida puso en vigor la Constitución de Moca de 1858 y las leyes y
decretos anteriores a la anexión.
Poco después se convocó a una Convención Nacional y se empezó a reorganizar
las provincias del país que habían retornado a poder de los dominicanos, las que
ya para esa época eran la mayoría.

Unas elecciones se celebraron para los componentes de la citada convención,


escogiéndose también a representantes de las regiones aún en poder de los
españoles, y el 27 de febrero de 1865 se reunió en Santiago la Convención
Nacional, la cual sustituyó a la Junta Superior Gubernativa en la dirección del país
y se dieron los primeros pasos para negociar la evacuación de las tropas
españolas, pues ya para entonces el elevado costo que en vidas y dinero causaba
a España la guerra en Santo Domingo, había creado una fuerte corriente entre las
autoridades de Madrid para poner fin a la anexión.

La Convención Nacional duró un mes, y mientras estuvo en sesiones aglutinó al


Poder Legislativo y al Ejecutivo, caso único en la historia dominicana.

La Convención, que fue presidida por Benigno Filomeno de Rojas, mantuvo en


vigor la Constitución de Moca, excepto que quedó derogado el artículo 140 de la
misma que había prohibido la emisión de papel moneda. Fueron mantenidas en
vigor todas las leyes y decretos anteriores a la anexión. Una importante
disposición de la Convención fue la que restableció la libertad de cultos,
autorizando la reapertura de los templos y escuelas protestantes que habían sido
clausurados por las autoridades españolas. También se dispuso que se reabrieran
las escuelas primarias en todas las comunes y secundarias en las capitales de
Provincias.

Las distintas comisiones de la Convención hicieron propuestas para la


reorganización del país al concluir la guerra, entre las cuales uno se refería a la
mejoría del sistema judicial.

La Convención Nacional se auto-disolvió el 25 de marzo de 1865, habiendo


designado para sustituirla un gobierno encabezado por el General Pedro Antonio
Pimentel.

La guerra restauradora había tenido cada vez más éxito para las armas
dominicanas, y a principios de 1865 únicamente Santo Domingo, Azua, Baní y
parte de la península de Samaná quedaban en poder de las autoridades
españolas.

Un nuevo ministerio en Madrid no vio otra manera de poner fin a la guerra que dar
por terminada la ocupación y el Gobierno Español, por un Real Decreto del 3 de
marzo de 1865 derogó el del 19 de mayo de 1861, y puso así fin oficial a los 4
años de este período de la historia dominicana.

Para negociar la evacuación de las tropas españolas, una comisión del Gobierno
Provisional de Pimentel se reunió con otra designada por el Gobernador La
Gándara en El Carmelo, en las afueras de la capital, donde suscribieron un
acuerdo en el que los dominicanos reconocían que la anexión había sido
espontánea y que su terminación se debía a un acto de “magnanimidad” de la
Reina de España, y además se obligaba el país a pagar una indemnización al
gobierno español por las mejoras introducidas por el gobierno de Pimentel, bajo el
argumento de que los comisionados dominicanos se habían excedido en sus
poderes, lo que era cierto, pues en ningún momento los delegados dominicanos
fueron autorizados a aceptar el pago de indemnizaciones y los términos del
Convenio de El Carmelo eran demasiado bochornosos para el honor de los
restauradores.

Al no ratificarse el convenio, las tropas españolas abandonaron pura y


simplemente el territorio nacional, tras un canje de prisioneros garantizado por la
retención de rehenes civiles dominicanos.

El 11 de julio de 1865 salieron del puerto de Santo Domingo las últimas


autoridades y tropas españolas, recuperando toda la República su pérdida de
soberanía.

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