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CARTA ENCICLICA “RITE EXPIATIS” (*>


(30-IV-1926)

A LOS VENERABLES HERMANOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS,


OBISPOS Y DEMAS ORDINARIOS EN PAZ Y COMUNION CON
LA SEDE APOSTOLICA

SOBRE SAN FRANCISCO DE ASIS , AL CUMPLIRSE EL SEPTIMO


CENTENARIO DE SU MUERTE

PIO PP. XI
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

AAS 1. C elebración del séptim o centena- Nos presentó, conform ada con la p u -
18 rio de la m uerte del Santo. Después reza y sim plicidad de la doctrina evan-
153 de haberse purificado debidam ente las gélica. Y a esto deseamos que tiendan
alm as de m uchos fieles y excitado a todas las cerem onias sagradas, públicas
una m anera más perfecta de vida en es- manifestaciones, conferencias y serm o-
ta Alma Urbe, por medio del Jubileo nes en el curso del año secular: a que
Magno — el cual hemos prorrogado p a- el Seráfico P atriarca sea celebrado con
ra todo el orbe al finalizar el anterior— auténticas m anifestaciones de piedad
parece que se Nos agrega u n gran cú- tal como fue, y no diferente, a fin de
m ulo de beneficios buscados y espera- que aparezca con aquellos dones de la
dos del mismo por la conm em oración n aturaleza y de la gracia, empleados
solemne que en todas partes se p repara m aravillosam ente para la m ayor p er-
de F r a n c i s c o d e As í s , al cum plirse el fección propia y de los prójim os.
séptimo siglo desde que cambió feliz-
m ente el destierro terrestre por la p a - 2. El H eraldo del G ran Rey y Re-
tria celestial. Fue un hom bre dado no form ador. Y si es tem erario com parar
sólo a la edad turbulenta en que vivió, entre sí a los Santos del Cielo, de los
sino a la sociedad cristiana de todos los cuales el E spíritu Santo eligió unos
tiempos, por designios divinos, p ara su p ara una m isión y otros p ara otra en
reform a; al designarlo Nuestro inm e- este m undo, — la cual com paración,
diato Predecesor como patrono celestial nacida m uchas veces de los m ovim ien-
de la llam ada Acción Católica, es con- tos desordenados del alm a, está vacía
veniente que aquellos de nuestros hijos, de toda utilidad y es injuriosa p ara el
que según Nuestros m andatos trab ajan mismo Dios autor de la santidad— p a-
en la Acción Católica, de tal m anera, rece sin em bargo que ningún otro San-
juntam ente con la num erosa fam ilia to hubo en el cual la imagen de Cristo
de F r a n c i s c o , recuerden y ensalcen sus N uestro Señor y la form a de vida del
hechos, sus virtudes y espíritu, que Evangelio haya brillado m ás exacta y
desechada aquella falsa imagen del Se- m ás expresiva que en F r a n c i s c o . Por
ráfico Varón que gusta a los que favo- lo cual el que se llamó a sí mismo
154 recen los m odernos errores, o a los Pregonero del Gran Rey, él mismo ha
hom bres y m ujeres seculares y fastuo- sido con acierto llam ado otro Cristo,
sos, todos los fieles im iten y se revistan porque apareció a sus contem poráneos
de aquella form a de santidad que él y a los venideros como Cristo vuelto
(*) A. A. S.5 18 (1926) págs. 153-175. Traducción especial para la 1? edición.
— 1077 —
1078 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1 9 2 6 ) 1 3 7 , 3 -4

a la vida: de donde se siguió que viva nes, que se encendió el am or del pue
hoy ante los ojos de los hom bres y que blo en todas partes hacia F r anci sco y
vivirá p ara toda la posteridad. Lo cual a su Institución por la Encíclica “Auspi-
¿a quién puede m aravillar, cuando ya cato”, publicada por L eón X III (D hace
los prim eros de sus contem poráneos cuarenta y cuatro años, cuando se cum
que escribieron sobre la vida y obra de plía el séptimo centenario del nacim ien
su Padre Legislador, pensaron que éste to de F rancis co de Asís; y puesto que
tenía una naturaleza casi m ayor y su- aquel fervor produjo m últiples m ani
perior que la hum ana; cuando Nuestros festaciones de piedad y la deseada re
predecesores, que trataro n a F r a n c i s c o novación de los espíritus, creemos que
fam iliarm ente, no dudaron en recono- el próxim o acontecim iento tendrá por
cer que él había sido enviado provi- su im portancia un fruto igual. Más aún,
dencialm ente p ara la salvación del pue- esperan m ayor fruto en los tiempos
blo y defensa de la Iglesia? Y ¿por qué, actuales de la sociedad cristiana. Pues
después de tan gran intervalo desde la ¿quién ignora que se h a iniciado en
m uerte de F r a n c i s c o , la piedad de los general un m ayor aprecio de los bienes
católicos y la m ism a adm iración de los del espíritu, y que los pueblos, por la
no católicos se renueva con ardor, sino experiencia de los tiempos pasados, h an
porque su vida resplandece no menos aprendido que sin la vuelta hacia Dios
hoy que ayer y su fuerza y su virtud no puede haber paz y seguridad, y m i
p ara cu rar a los pueblos, por ser hoy ran por ello a la Iglesia católica como
todavía tan eficaz y es p ara ello invoca- el único medio de Salvación? Y adem ás
da? Su acción reform adora de tal m a- ¿no concurren acaso, con el m ejor
nera alcanzó a todo el género hum ano auspicio, juntam ente con estas celebra
que, adem ás de haber restituido am plia- ciones centenarias, inseparables del es
155 m ente la integridad de la fe y de las p íritu de penitencia y de caridad, el
costum bres y el concepto com ún y so- perm iso del Jubileo Rom ano extendido
cial, como dicen, de la caridad y ju s- a todo el orbe?
ticia evangélicas, m oderaron la vida
penetrándole m uy interiorm ente. 3 1 4. Los tiem pos del Santo: Cruzad y
H erejías. Es evidente, V enerables
3. Im po rtan cia y fruto de la celebra- H ermanos, que los tiem pos de F ran
ción. Es conveniente, de acuerdo con ci s co fueron difíciles y duros. Conce
la am plitud e im portancia del aconte- damos que la fe cristiana estaba enton
cimiento que se acerca, que excitemos ces firm em ente arraigada en el pueblo:
en el pueblo cristiano por medio de lo cual dem uestra el hecho de que no
Nuestra alocución, el espíritu de S a n ya soldados asalariados, sino toda clase
F r a n c i s c o , que en nada se ap arta del de ciudadanos m archaron a Palestina,
sentido y de la m anera de ser del E van- con sagrado fervor, a liberar el sepul
gelio, trayendo a la m em oria saluda- cro de Cristo. Sin embargo se in tro d u
blem ente en esta oportunidad las ense- jeron invisiblemente en el cam po del
ñanzas y los ejemplos del P atriarca de Señor herejías y se extendieron p ro
Asís. Pues tenemos placer en com petir pagadas por autores conocidos u ocul
con Nuestros próxim os antecesores en tos propagandistas; los cuales ap aren
aquella piedad por la que no dejaron tando austeridad de vida y disim ulada
pasar la m em oria de algún aconteci- m anera de virtud y perfección, enga
m iento secular durante su vida sin que ñaron fácilm ente a los hom bres senci
por medio de la autoridad de su m agis- llos y débiles; de donde brotaron cier
terio apostólico la ilustraran y anim a- tas llam as de rebelión en el mismo pu e
ran a celebrarla. Y en esta parte recor- blo. Puesto que, después de haber fus
dam os con gran placer de N uestra al- tigado las faltas de los particulares en
ma, y no pueden menos de recordarlo la Iglesia de Dios, se creyeron en su
con Nosotros los que ya no son jóve- soberbia llam ados por Dios a reform ar
(1) León XIII, Auspícato Concessum, 17-IX-1882; ASS. 15 (1882-83) pág. 145; en esta Colecció
Encíclica 39, pág. 281-290.
137, 5 E n c íc l ic a “R it e e x pia t is ” 1079

la Iglesia; pero poco después al recha- didades; a la pobreza y a los pobres


zar la doctrina y la autoridad de la despreciaban, a los leprosos, que en-
Sede Apostólica, apareció claram ente tonces abundaban, los aborrecían y los
cuáles eran las intenciones que los abandonaban en absoluta separación;
guiaba; pues es m anifiesto que vinieron y de ésta tan desm edida voluptuosi-
a p arar en el desenfreno y lujuria, en dad, no estaban libres los que debían
la perturbación del mismo orden públi- vivir como religiosos, aun cuando m u -
co, conculcando los fundam entos de la chos del clero brillaban por la auste-
religión, de la autoridad, de la fam ilia ridad de sus costum bres. De donde n a -
y de la sociedad. Sucedió, pues, lo que ció la costum bre de que cada cual se
en m uchas partes a través de los siglos, procurase grandes ganancias de todas
que las sediciones movidas contra la partes de donde pudiera; no sólo con*
Iglesia y la sociedad civil se ayudasen siguiendo dinero por la fuerza o exi-
una a otra creciendo sim ultáneam ente. giendo un injusto interés, sino ven-
diendo los cargos públicos, los honores,
L uchas políticas. Pero, aunque la fe la adm inistración de la justicia, y la
católica perm aneció incólum e en los m ism a im punidad de los reos. De esta
ánimos, o al menos no del todo obscu- m anera aum entaban enorm em ente m u -
recida, al faltar el espíritu evangélico, chos su patrim onio fam iliar.
la caridad de Cristo había dism inuido
de tal m anera entre los hom bres, que L uchas con la Iglesia. La Iglesia no
parecía como extinguida. Pues p ara no calló ni dejó de castigar los excesos;
h ablar de las luchas movidas unas pero ¿qué provecho se podía seguir,
veces con el im perio y otras con la cuando los mismos em peradores con
Iglesia, las ciudades italianas se desga- público m al ejem plo provocaban los
rrab an con luchas intestinas, ya sea anatem as de la Sede Apostólica, y los
que unas querían obtener la libertad despreciaban continuam ente? Las ins-
civil sacudiendo el dominio de otras, tituciones m onásticas, que habían dado
ya sea que las m ás fuertes quisieran frutos tan consoladores y m aduros, no
subyugar a las m ás débiles, ya sea podían resistir y luchar porque el pol-
que las facciones de u na m ism a ciudad vo m undano tam bién las había afecta-
luchasen entre sí por el poder; de don- do; y si por medio de nuevas órdenes
de por am bas partes se producían las religiosas de varones recibió la disci-
m atanzas trem endas, incendios, devas- plina eclesiástica alguna ayuda y fir-
taciones y despojo de ciudades, destie- meza, sin em bargo, era necesario re-
rro y confiscaciones de bienes. p a ra r a la sociedad enferm a con una
m ayor abundancia de luz y de caridad.
L uchas sociales. E ra in ju sta la si-
tuación de muchos, porque entre los 5. Juv en tu d de Francisco. Así, pues,
señores y los siervos los que llam aban p ara ilum inar a esta sociedad que he-
m ayores y los m enores, los dueños y mos descrito, y p ara volverla a la n o r-
los colonos, existía u na condición de m a incorrupta de la sabiduría evangé-
m ayor desigualdad de lo que sufre la lica, apareció F r a n c i s c o d e As ís por
naturaleza hum ana, y los m ás débiles divina providencia, y brilló a m anera
del pueblo eran saqueados y oprim idos de sol como canta el D a n t e <la) ; y es la
im punem ente por los m ás fuertes. Los m ism a la frase de T o má s d e Ge l a n o ,
que no pertenecían a la plebe, que vivía quien escribe: “Brillaba como fúlgida
en la pobreza, llevados de u n excesivo estrella en la obscuridad de la noche y
am or de sí mismos y de sus cosas, como la mañana que se extiende sobre
ardían en insaciables deseos de riqueza; las tinieblas”
según las costum bres suntuosas de al- Cuando joven, dotado de grande y
gunas partes ostentaban u n desmedido vehem ente ingenio, acostum braba a lle-
aparato y jactancia en los vestidos, en var vestidos preciosos, delicados y ale-
la com ida y en toda clase de com o- gres, a d ar a sus com pañeros opíparas
(Ia) Paraíso 11. (2) Lcg. 1, n. 37.
1080 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1926) 1 3 7 , 6 -7

comidas y a recorrer la ciudad entre virtudes se preparó F r a n c i s c o para


58 cantos alegres, aun cuando era reco- servir a los designios de la divina pro-
m endado por la integridad de sus cos- videncia, y cóm o se hizo idóneo y m i-
tum bres, la pureza de sus palabras, y nistro de la reforma de la sociedad.
el desprecio de las riquezas. Como des-
pués de la cautividad, de penurias y 7. Su pobreza. E n qué fuego ard ía
de las m olestias de cierta enferm edad de am or hacia la pobreza evangélica,
se sintiese interiorm ente cam biado en si lo concebimos fácilm ente, lo creemos
medio de su adm iración, sin embargo sin em bargo difícil de describir. Nadie
para h uir de las m anos de Dios m a r- ignora que él fue naturalm ente incli-
chó a Apulia a fin de afro n tar heroicas nado a ayudar a los pobres, y, según
em presas. Pero en el cam ino fue avi- el testim onio de S a n B u e n a v e n t u r a ,
sado m anifiestam ente por Dios quien le lleno de tanta dignidad, que “no siendo
m andó volver a Asís, donde se le ense- ya oyente sordo del Evangelio” hizo el
ñaría lo que tenía que hacer; después propósito de no negar lim osna a n in -
de m uchas dudas lo entendió por divina gún pobre, principalm ente al que al
inspiración y al escuchar durante la pedírsela “alegrase el amor divino
misa solemne aquel pasaje del E van- pero la gracia perfecionó con creces a
gelio que se refiere a la misión de los la naturaleza. Así, pues, con im pulso
apóstoles y su género de vida, que él interior de Dios, a un pobre a quien
debía vivir “según la manera del Santo antes había rechazado, movido luego de
Evangelio” y servir a Cristo. penitencia lo buscó y le ayudó lleno
de piedad y generosidad a aliviar su
6. Su vocación, el Evangelio y la pobreza; estando rodeado de jóvenes en
Regla. Ya entonces, pues, comenzó a cierta ocasión en que después de un
unirse mu}' estrecham ente con Cristo alegre convite recorría cantando la ciu-
y hacerse del todo sem ejante a él; y dad, se detuvo repentinam ente quedan-
“todo el empeño del siervo de Dios, do enajenado su espíritu por u n a dul-
tanto público como privado, miraba ha- zura especial; y al preguntarle los com -
cia la cruz del Señor; desde los prime- pañeros, cuando volvió en sí, si estaba
ros tiempos en que comenzó a militar pensando en su esposa, les respondió
para Cristo crucificado, brillaron a su en seguida con gran ard o r que ellos
alrededor los diversos misterios de la hablaban m uy acertadam ente, puesto
Cruz”W. Verdaderam ente fue éste un que se proponía tom ar u na esposa, n o -
buen soldado y caballero de Cristo por ble, rica y herm osa como ninguna: con
la nobleza y generosidad de su ánim o; aquellas palabras entendía él la po-
quien p ara no discrepar en cosa alguna breza y la religión fundada principal-
de su Señor, tanto él como sus discí- m ente en el culto de la pobreza. Pues
pulos, adem ás de que solía leer y con- aprendió de Cristo Nuestro Señor, quien
sultar en sus deliberaciones como un se hizo pobre por nosotros siendo rico,
oráculo el texto evangélico, conform ó para que con su pobreza fuéram os r i-
totalm ente la ley de las Ordenes que cos nosotros(6), aquella sabiduría divina
fundó con el mismo Evangelio, y la vi- que ningún sofisma de hum ana sabi-
da religiosa de los suyos con la vida duría podrá b orrar, que ella sola puede
apostólica. P or lo cual al comienzo de restau rar con u na santa novedad todas
la regla escribió acertadam ente: “la las cosas. H abía enseñado Jesús: Bien-
regla y vida de los Hermanos Menores aventurados los pobres de espíritu^ ;
es ésta, guardar el Santo Evangelio de si quieres ser perfecto anda, vende lo
nuestro Señor Jesucristo...”^ . Pero p a - que tienes y dalo a los pobres y tendrás
ra en trar m ás adentro en el asunto un tesoro en el cielo; ven y sígueme(8);
veamos, Venerables H erm anos, con qué esa pobreza, que, como consistente en
preclaro ejercicio de las m ás perfectas 3
5
4 aquella voluntaria y decidida renuncia
(3) Th. a Cel., Tract. de miraé., n. 2. (6) II Cor. 8, 9.
(4) Reg. Fr. Minorum, initio. (7) Mat. 5, 3.
(5) Leg. mai., c. 1, n. 1. (8) Mat. 19, 21.
137, 8 E n c íc l ic a “R it e e x pia t is ” 1081

de todas las cosas, que se hace por ins- F r a n c i s c o y la pobreza, donde no sabe
piración del E spíritu Santo, es del todo uno qué admirar más, si la grandiosi-
contraria a aquella obligada y llena dad y elevación del pensam iento o la
de tentación de ciertos antiguos filóso- suavidad y herm osura del verso.
fos. De tal m anera la abrazó nuestro
F r a n c i s c o , que con toda reverencia y 8. Su pobreza de Espíritu y la Hu-
am or la llam aba Señora, Madre y E s- mildad. A hora bien, el ansia generosa
posa. Dice a Nuestro propósito S a n y la noción altísim a que F r a n c i s c o
B u e n a v e n t u r a : “Nadie estaba tan de- tenía en su m ente y en su ánim o de la
seoso de oro como él de la pobreza; ni pobreza, no podía lim itarse y circuns-
nadie cuida un tesoro con mayor so- cribirse solamente al desprecio soberano
licitud que éste el de esa margarita de los bienes exteriores. Porque ¿quién
evangélica”W . Pero el mismo F r a n - puede alcanzar y profesar la verdadera
c i s c o , al recom endar y ordenar en la pobreza a ejem plo de Cristo Nuestro
ley propia de la Orden a los suyos un Señor, si no se hace pobre de espíritu y
especial ejercicio de esta virtud, m ues- pequeño por la virtud de la hum ildad?
tra ciertam ente con palabras claras en Lo cual, como conocía m uy bien nues-
cuanto la tenía y cuánto la am aba: tro F r a n c i s c o , sin separar nunca una
“ésta es aquella cumbre altísima de la virtud de la otra, las saluda a am bas
pobreza, que a Vosotros, carísimos Her- juntam ente y m anda saludarlas: Señora
manos míos, os constituyó herederos y santa pobreza, Dios te salve en tu santa
reyes del reino de los cielos, os hizo hermana la humildad... La santa pobre-
pobres de las cosas, pero os sublimó za confunde toda avidez, avaricia y cui-
por las virtudes. Esta sea vuestra par- dados de este mundo. La santa humil-
te; uniéndoos totalmente a ella, no que- dad confunde la soberbia y todos los
ráis tener ninguna otra cosa bajo el honores de este mundo y todas las co-
cielo perpetuamente por el nombre de sas que están en el mundo”í12*; p ara
Nuestro Señor Jesucristo” ; y por p in tar a F r a n c i s c o con u na sola p ala-
eso F r a n c i s c o am ó principalm ente la bra el autor del libro La Imitación de
pobreza, porque la consideró pariente Cristo lo llam a h unrlde. “Cuanto es
de la Madre de Dios, y no tanto pariente cada uno en tus ojos (oh Dios) tanto es
de Cristo cuanto su esposa unida en la y no más, dice el humilde San Fran-
cruz, y después despreciada por los cisco” El tuvo ciertam ente como
hom bres y m uy am arga e infortunada principal cuidado conducirse hum ilde-
para el m undo. Cuando él pensaba es- m ente como el m ás pequeño y el ú lti-
tas cosas, solía llorar y dar grandes m o de todos. Así, pues, desde el co-
gemidos de u na m anera que causaba mienzo de su conversión deseó vehe-
adm iración. ¿Quién no se conmueve m entem ente servir de escarnio y de
con el espectáculo de este hom bre in - risa a los hom bres; aunque era F u n d a-
signe, que por su am or a la pobreza dor, P adre y Legislador de los Menores,
pareció a los ojos de sus antiguos com - eligióse uno de los suyos como su su-
pañeros de diversiones y de no pocos perior y señor, de cuya voluntad de-
otros, haber perdido el juicio? ¿Quién pendiera; apenas pudo, sin dejarse ven-
no se conmueve al ver que después, aun cer por los ruegos y lágrim as de los
a aquellos que viven enteram ente aje- suyos, dejó el suprem o gobierno de la
nos de la inteligencia y la práctica de Orden “para guardar mejor la virtud
la perfección evangélica, los ha llenado de la santa humildad” y perm anecer
de adm iración creciente un tan grande “desde entonces súbdito hasta la muer-
am ador de la pobreza, y que adm ira a te, portándose más humildemente que
los hom bres de nuestro tiem po? A to - ningún o#ro(14L renunció y rechazó un
dos ellos precedió D a n t e (11) en su can- hospedaje generoso y m agnífico que le
to de los desposorios realizados entre 9 0
1 ofrecieron frecuentem ente los cárde-
(9) Leg. mai., c. 7. t e ) Opuse. Salutatio virtutum (Ed. 1904), pág.
(10) Reg. Fr. Min., c. 6. 20 et seq.
(11) Paraíso 11. (13) L. III, c. 50.
1082 E n c íc l ic a s d e l PP. Pío XI (1926) 137, 9

nales y los principales de la ciudad; a a las escuelas del humilde Cristo para
los demás hom bres los estim aba sobre- aprender la humildad”(16>.
m anera y los honraba totalm ente, he-
cho “entre los pecadores como uno 9. Su Obediencia. Hemos visto al
de e l l o s El se tenía por el m ás grande V arón Seráfico, por la m ism a noción
pecador y solía decir que si Dios h u - que en su m ente tenía de la pobreza
biera tenido con cualquier hom bre cri- m ás absoluta, tenerse por tan pequeño
m inal la m ism a m isericordia que con y hum ilde que, aún cuando gobernaba
él, hubiera sido diez veces m ás perfec- la Orden, a no pocos, m ás aún, por así
to éste crue él, y que por lo demás h a - decirlo, a casi todos, con cándida sim -
bía que atribuirlo a Dios todo porque plicidad obedecía; pues, el que no se
de El sólo había salido, cuanto en sí niega a sí mismo ni abandona su p ro -
hubiera de bueno y de honesto. P or pia voluntad, este tal no puede decirse
este motivo tuvo el m ayor em peño en que se halla despojado de todas las co-
ocultar los privilegios y carism as que sas o que siente hum ildad de espíritu.
podían atraerle la estim a y alabanza Así, pues, nuestro F r a n c i s c o , consagró
de los hom bres, y principalm ente las voluntariam ente toda su libertad, al
llagas de Jesucristo im presas por Dios don m ás eximio que Dios ha conce-
en su cuerpo; y si alguna vez era ala- dido a la naturaleza hum ana, al P on-
bado en público o en privado, se creía tificado del Vicario de Jesucristo, por
tan digno de desprecio y de injurias medio del voto de obediencia. ¡Oh!
que se angustiaba con increíble triste- qué m al proceden, cuán lejos están
za, no sin gemidos y lam entos. Y ¿qué de conocer a F r a n c i s c o d e A s í s , los
direm os al ver que se tuvo por tan que, dejándose llevar de sus ficciones
indigno, que no quiso recibir el sacer- y errores, fabrican e inventan un
docio? Quiso pues que en éste como F r a n c is c o que — lo que parece in -
fundam ento de la hum ildad se apoyara creíble— no se ajusta a la disciplina
la Orden de los Menores. Y si con eclesiástica, nada se cuida de las doc-
exhortaciones llenas de adm irable sa- trinas m ismas de la fe, y es un precu r-
biduría enseñaba repetidas veces a los sor y anticipo de aquella m últiple y
suyos por qué no era lícito gloriarse m entida libertad que comenzó a divul-
de cosa alguna, ni aun de las virtudes garse en los comienzos de la edad m o-
y otras gracias celestiales, principal- derna, de donde tan grandes p ertu rb a-
mente, sin embargo, avisaba y o portu- ciones se originaron p ara la Iglesia y
nam ente reprendía a aquellos H erm a- para la Sociedad. Y con cuán preclaros
nos que por sus oficios tenían peligro ejemplos estuviera estrecham ente unido
de vanagloria y soberbia, como los p re- a la jerarquía eclesiástica, a esta Santa
dicadores de la palabra de Dios, los sa- Sede y a la doctrina de Cristo, enseñólo
bios en letras y artes superiores, los el predicador del gran Rey a todos los
guardianes de los conventos y de las católicos y no católicos. Pues como
provincias. Será largo decirlo todo, pe- consta por los testimonios literarios de
ro baste recordar ésto sólo: La hum il- aquel tiempo, dignos de toda fe, “ve-
dad de F r a n c i s c o nacida de los ejem - neraba a los sacerdotes y a todos los
plos y de las palabras de Cristo*1 15) pasó
4 grados eclesiásticos los abrazaba en un
a los suyos como una nota peculiar de gran afecto” *17); “Esto enseñó aquel
la Orden; pues quiso que sus herm anos varón católico y totalmente apostólico
“se llamaran Menores, y que los prela- en su predicación principalmente, que
dos de su Orden se llamaran Ministros, se guardase inviolablemente la fideli-
ya para usar las palabras del Evange- dad a la Iglesia Romana y que por la
lio, aue había prometido cumplir, ya dignidad del Sacramento del Señor, que
para que por el mismo nombre apren- se obra por el misterio de los Sacerdo-
diesen sus discípulos que habían venido tes, se tuviesen en gran reverencia el
(14) Th. a Cel. Leg. 2, n. 143. (16) S. Bonav. Leg. mai., c. 6, n. 5.
(15) Mat. 20, 26-28; Luc. 22, 26. (17) Th. a Cel., Leg. 1, n. 62.
137, 10 E n c íc l ic a “R it e e x pia t is ” 1083

ministerio sacerdotal. También enseña- H erm anos en general, que no prediquen


ba que debían ser reverenciados los en el territorio de algún Obispo sin
doctores de la Ley Divina y todos los permiso, y que no entren en los con-
Ordenes Eclesiásticos”(181
K Y lo que
9 ventos de religiosas por causa de su
enseñaba al pueblo desde el púlpito lo m inisterio, sin especial perm iso de la
inculcaba a sus H erm anos con m ucha Santa Sede. Y no respira menos reve-
m ayor vehem encia; a los cuales avisa- rencia y obediencia a la Sede Apostó-
ba con frecuencia, — y en aquel su Tes- lica lo que dice F r a n c i s c o sobre el pe-
tam ento y al m orir se lo recom endó— dir un Cardenal protector: “mando por
una y otra vez que obedecieran con obediencia a los Ministros, que pidan
m odestia a los prelados y clérigos en el al Papa, Nuestro Señor uno de los Car-
ejercicio del sagrado m inisterio, y que denales de la Santa Iglesia Romana,
se com portasen con ellos como hijos de que sea el rector, protector y corrector
la paz. Y, lo que en esto es principal, de esta Fraternidad; a fin de que siem-
apenas el Seráfico P atriarca fundó y pre observemos el Santo Evangelio de
escribió la ley de su propia Orden, no Nuestro Señor Jesucristo, que firme-
dejó pasar tiem po alguno sin som eterla mente hemos prometido, como súbditos
a la aprobación de I n o c e n c i o I I I , p re- y sujetos a los pies de la Santa Ro-
sentándose él, con sus prim eros once mana Iglesia, estables en la fe ca-
discípulos. Y el Pontífice de inm ortal tólica”
m em oria, gratam ente im presionado por
las palabras y la presencia del pobrísi- 10. Sil Castidad. No podem os olvi-
mo y hum ildísim o varón, e inspirado darnos de aquella virtud que el Seráfico
por el divino espíritu, habiendo a b ra- V arón “amaba principalmente como la
zado con todo am or a F r a n c i s c o , san- hermosura y limpieza de la honesti-
cionó después con su autoridad apostó- dad”, es decir, de aquella castidad del
lica la ley que se le había presentado, espíritu y del cuerpo, que con una
y dio permiso a los nuevos operarios acerbísim a aflicción de sí mismo cus-
para predicar la penitencia; a esta re - todiaba y guardaba. Ya hemos visto
gla, algo cam biada, H o n o r i o I I I le cómo en su juventud, aún cuando se
añadió la fuerza de su confirm ación a portaba con alegría y elegancia, siem-
pedido de F r a n c i s c o , como lo dice la pre estuvo lejos de cualquier torpeza,
historia. La regla y la vida de los H er- aún en las palabras. Pero en cuanto
m anos Menores quiere el Seráfico P a - desechó los vanos deleites del siglo, ya
dre que sea tal, que ellos observen entonces comenzó a vigilar sus sentidos
“el santo Evangelio de Nuestro Señor estrictam ente, y si alguna vez le acae-
Jesucristo”, “viviendo en obediencia, en ció ser agitado o im pulsado por m o-
pobreza y castidad”, no según su arb i- vimientos voluptuosos, o bien se echó a
trio y su interpretación, sino según la dar vueltas entre espinos, o bien en
voluntad de los Pontífices Romanos pleno invierno no dudó en sum ergirse
que fueran canónicam ente elegidos. Y en frígidísim as aguas. Es ñor lo demás
todos los que deseen “recibir esta vida bien sabido que F r a n c i s c o , que tenía
sean examinados por los Ministros sobre empeño en hacer volver a los hom bres
la fe católica y los sacramentos ecle- a la vida evangélica, solía exhortar a
siásticos, y si creen todas estas cosas y todos “para que amasen y temiesen a
quieren confesarlas fielmente, y guar- Dios e hiciesen penitencia de los peca-
darlas firmemente hasta el fin”; los dos”(20\ y con su ejem plo fue p ara
que han sido recibidos en la Orden no todos un incitam ento y ejem plo de pe-
deben separarse de ella, “según el man- nitencia. Pues solía llevar un cilicio,
dato del Papa, Nuestro Señor”. A los vestirse con una túnica áspera y pobre,
clérigos se les prescribe que cum plan cam inar con los pies desnudos, dorm ir
con los divinos oficios “según el Orden teniendo como alm ohada u na piedra o
de la Santa Iglesia Romana”. A los una m adera, alim entarse solam ente lo
(18) Julián, a Spira, Vita S. F i\, n. 28 (20) Leg. Trium Sociorum, n. 33 et seqq.
(19) Reg. Fr. Minor., passim
1084 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1926) 137, 11-12

suficiente p ara m antener la vida, y cana surgió con la estructura noble de


mezclando en la com ida agua con ce- la caridad, en la cual las piedras reu-
niza p ara que tuviera m al sabor; m ás nidas de todas las partes del mundo
aún, la m ayor parte del año la pasaba han sido puestas formando la habita-
casi en ayunas. T rataba su cuerpo, al ción del Espíritu Santo^25\
que com paraba a un jum ento de carga, Hemos querido, Venerables H erm a-
con aspereza y dureza, tanto si tenía nos, detenernos un tanto en esta como
buena como m ala salud, y doblem ente contem plación de las altísim as v irtu -
165 lo castigaba si la naturaleza se resistía. des, porque, en estos tiempos, muchos,
En los últim os años de su vida, cuan- a los que ha alcanzado la peste del
do del todo sem ejante a Cristo estaba laicismo, acostum bran a despojar a
como clavado en la Cruz por las llagas nuestro héroe de la auténtica luz y glo-
y lo atorm entaban m ultitud de enfer- ria de la santidad, para presentarlo so-
medades, no quiso tam poco conceder a lam ente y enaltecerlo como lleno de
su cuerpo nada de solaz y descanso. m éritos respecto del progreso de las
Y no tuvo menos cuidado de que los ciencias y artes superiores, de las insti-
suyos se acostum brasen a la austeridad tuciones de beneficencia, de su patria,
y penitencia, aun cuando — y esto es y de la hum anidad en general, reb aján -
lo único en que “la mano no fue a la dolo a una cierta excelencia n atu ral y
par con la lengua en el Padre Santísi- a cierta profesión de una vacía reli-
/no” (21)— ai ordenarlas les avisó que se giosidad.
guardaran de una exagerada abstinen- Y no dejam os de adm irarnos por qué
cia y castigos corporales. había de ser la adm iración de sus m o-
dernos devotos aquello que justam ente
11. L a C aridad, fuente de sus v irtu - de S a n F r a n c i s c o —a quien se ha lla-
des. Todas estas cosas procedían de m ado defectuoso y hasta fingido— , des-
una y la m ism a fuente de caridad di- deñan cuantos buscan la riqueza y
vina y de un mismo origen, lo que m agnificencia, cuantos celebran los p a -
todos tienen por m anifiesto. Puesto seos de las ciudades, el baile, los es-
que, como escribe T o má s d e Ce l a - pectáculos de la gente del m undo, cuan-
n o *22), encendido en el amor divino tos se revuelcan en el fango de las p a -
tenía siempre el empeño de acometer siones, o ignoran la disciplina de Cristo
las fuertes empresas, y caminando con y de la Iglesia.
anchura de corazón por el camino de Aquí cuadra a m aravillas aquello de
los mandamientos de Dios, deseaba lle- que: a quien es grato el mérito de algún
gar a la suma de la perfección, y, se- santo, debe serle asimismo grato el se-
gún B u e n a v e n t u r a *23*, todo parecía ab- guirle en el culto de Dios. Porque o
sorbido como un carbón encendido por bien debe imitarle si le alaba, o bien
la llama del amor divino; no faltaban no alabarle si rehúsa imitarle; y quien
los que derramasen lágrimas cuando lo admira los méritos de los santos, se
veían haber venido tan presto a tanta vuelve admirable él mismo por la san-
embriaguez del amor divino*24). Pero tidad de su vida^2Q\
esta caridad de tal m anera redundó en
los prójim os, que a los hom bres po- 12. El Santo y la reform a de las
bres y entre ellos los desgraciados le- costum bres. Sus frutos. Así, fo rtaleci-
prosos, de los que antes siendo joven do por las virtudes, p ara enm endación
había sentido natural repugnancia, ven- y salud de sus herm anos, F r a n c i s c o
ciéndose a sí mismo los abrazó con es- con feliz auspicio es llam ado defensor
pecial benignidad y se consagró to tal- de la Iglesia.
m ente a su servicio y curación. Quiso Junto al tem plo de D am ián donde
que sus hijos se am asen con no m enor acostum braba o rar entre suspiros y ge-
caridad; por lo cual la fam ilia francis- midos, había oído por tres veces una
co Th. a Cel., Leg., 2, n. 129. (25) Th. a Cel., Leg. 1, n. 38 et seqq.
(22) Leg. 1, n. 55. (26) Brev. Rom. d. 7 Nov.: lect. IV.
(23) Leg. mai., c. 9, n. 1. (27) S. Bonav., Leg. mai., c. 2.
(24) Leg. Trium Sociorum, n. 21.
137, 13-14 E n c íc l ic a “R it e e x pia t is ’ 1085

voz celestial que le decía: Francisco, vé Mientras tanto habíase considerado


y repara mi derruida morada(27). por estos nuevos predicadores de la pe-
Gomo no hubiese entendido el ocul- nitencia principalm ente el restableci-
to significado de la visión, puesto que m iento de la paz entre los particulares,
era de ánim o hum ilde y se juzgaba las familias, los pueblos y regiones afli-
poco capaz p ara cualquier gran em - gidas y ensangrentadas por las conti-
presa, I n o c e n c i o III en su in terp reta- nuas discordias. Y si se ha servido con
ción vio más claram ente la recom enda- eficacia a la plena concordia de los
ción tan conm ovedora del Señor a tr a - ánim os en Asís, en Arezo, en Bolonia
vés de la celestial visión de F r a n c i s c o , y en otros m uchos pueblos y ciudades,
que sostendría con sus espaldas el tam - llegándose a la concertación de solem-
baleante tem plo de Letrán. El Seráfico nes pactos, eso hay que atribuirlo a la
Varón, u na vez fundadas las Ordenes, elocuencia sobrehum ana de aquellos
una p ara hom bres y o tra p ara m uje- rudos hom bres.
res, p ara llevarlos por el cam ino de la
perfección evangélica, recorre con r a - 14. La Tercera Orden. A la p acifi-
pidez las ciudades de Italia, y con p ala- cación y reform a general, em pero, con-
b ra breve pero fervidísim a comienza, tribuye en alto grado la Orden Tercera,
por sí mismo y por los discípulos que la prim era Orden religiosa que no obli-
antes había elegido, a anunciar y p re- gaba a los votos, cuyo objeto era d ar
dicar penitencia a los pueblos: en este oportunidad a todos los hom bres y m u -
m inisterio obtuvo increíbles resultados, jeres del m undo de cum plir la ley divina
ya por la palabra, ya por el ejemplo. y de alcanzar la perfección cristiana.
F r a n c i s c o consentía que, por cu al- Estos fueron los principales puntos del
quier parte en que con m otivo de su Reglamento que se estableció para la
apostólica m isión peregrinaba, el clero nueva com unidad: Que no fuesen ad -
y el pueblo le saliera al encuentro, m itidos sino aquellos que estuvieran
agitando ramos de olivo — pompa que dentro de la fe católica y con sum a
se realizaba entre el repiquetear de las reverencia obedecieran a la Iglesia. Se
cam panas y entre cantos populares; establecía el modo como los socios de
que fueran, le acompañaran, le rodea- am bos sexos ingresarían en la Orden,
ran de día y noche; se dejaba mirar, y, después del año de noviciado, prom e-
tocar, hablar y escuchar com o si estu- terían fidelidad a la Regla, el hom bre
viera por alejarse de ellos. y la m ujer, previo consentim iento del
Nadie resistía a su palabra, ni aque- esposo. Se reglam entaban los hábitos
llos que estaban arraigados en el vicio concordantes con la honestidad y la po-
y la m aldad.1 3 breza, y la m oderación de los adornos
femeninos.
13. El Santo, las vocaciones y la paz Se prohibía a los Terciarios la asis-
entre los individuos. Y así sucedió que tencia a banquetes y fiestas m undanas,
muchos, de edad m adura, en m ultitu- o a bailes. Se establecía el ayuno y la
des, renunciaran a todos sus bienes te- abstinencia; la expiación de las culpas
rrenos por seguir la vida evangélica, y tres veces al año, y otras tantas, recibir
que los pueblos de Italia com enzaran a la sagrada Comunión, habiéndose re -
llevar una vida virtuosa y se entrega- conciliado entre sí y devuelto a su d u e -
ran a F r a n c i s c o p ara seguirle en la ño lo que hubiere sido m al adquirido.
disciplina; y aum entada así inm ensa- Los Terciarios no llevarían arm as a
m ente su fam ilia, tanto se excitó por no ser p ara defender la Iglesia rom ana,
todas partes el ardor de los ánimos por la fe cristiana y la patria de cada uno,
seguirle, que el mismo Seráfico P a tria r- o bien con el consentim iento de los
ca se vio obligado m uchas veces a re - superiores. Reglam entaba el rezo de las
chazar y hacer desistir a hom bres y horas canónicas y de otras preces.
m ujeres que estaban por alejarse del El testam ento debía estar hecho y
m atrim onio y de la vida fam iliar, con legitimado a los tres meses de haber
el propósito de renunciar al mundo. ingresado en la Orden. T urbada la paz,
1086 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1926) ,
137 15-16

debía restablecerse prontam ente entre Terciarios ni prestaron el solemne ju -


los m iem bros de la Orden y con los ram ento del llam ado vasallaje; ni al ser
extraños. Establecía lo que debía hacer- convocados a integrar la m ilicia de la
se cuando se presentaba la contigencia guerra tom aron las arm as, oponiendo
de ser com batidos o violados sus dere- en su provecho la ley de la Orden T er-
chos y privilegios. No les era lícito cera a la anterior ley llam ada feudal,
prestar solemne juram ento, a no ser la deseada libertad a la antedicha con-
que obligara una inm inente necesidad, dición servil. Molestados em pero por
que la Apostólica Sede h abría recono- aquellos a quienes convenía que éstos
cido. fuesen revocados y restituidos a su a n ti-
A éstos añadíanse otros preceptos gua condición, recurrieron a sus patro-
de m enor im portancia: la obligación nos y defensores, H o n o r i o III y Gr e -
de escuchar la Santa Misa; las perió- g o r io IX, quienes usando de graves
dicas reuniones en los tiempos fijados; penas term inaron con estos inam istosos
contribuir cada uno con el óbolo, según intentos.
sus recursos, p ara el m antenim iento de Con lo cual se acrecentó en la socie-
los pobres y de los enferm os en espe- dad hum ana la tan saludable reform a
cial, y p ara las exequias de los socios. de costum bres, se propagó y extendió
Se establecía cómo debía visitarse a los por las naciones cristianas la nueva
enfermos, o corregirse y enm endar a institución de F r a n c i s c o , el P adre fu n -
los pecadores y contumaces. No se po- dador, excitándose a la pureza de cos-
día rehusar las obligaciones y oficios tum bres con la práctica de la peni-
encomendados, ni bien ser negligente tencia.
en su cum plim iento. Se tratab a el modo Y no sólo los Pontífices, Cardenales
de resolver los conflictos. y Obispos, sino tam bién los mismos r e -
yes y príncipes, algunos de los cuales
15. F undam ento de u n a nueva so- florecieron en santidad de vida, tom a-
ciedad. Nos hem os detenido en d eta- ron con el espíritu inflam ado las insig-
llar cada cosa p ara que se vea cómo nias de la Orden Tercera, y bebieron la
F r a n c i s c o con su vigoroso apostolado evangélica sabiduría con espíritu fra n -
y el de los suyos y con su Orden T er- ciscano; el honor y la alabanza de las
cera, echó los fundam entos de una so- santas virtudes revivió en la ciudad, en
ciedad nueva, o sea, enteram ente con- una palabra, se renovó la faz de la
form ada según la vida evangélica. tierra(28).
Dejemos, aunque sea im portante, lo
16. El Santo y las Misiones. Así como
que en este Reglamento se refiere a la
F r a n c i s c o , varón católico e integra-
liturgia y al cuidado espiritual del al-
ma. P or las demás prescripciones a p a-
mente apostólico, cuidó adm irablem en-
te de la enm endación de los fieles, así
rece a la vista de todos que echó las
tam bién cuidó de los paganos p ara lle-
raíces p ara la organización de la vida
varlos a la fe y ley de Cristo, ocupán
privada y com ún que no sólo h aría de
dose él mismo en ello y ordenando a
la vida en sociedad una especie de
los suyos sum a diligencia en esta labor.
alianza paternal, fundada en el cum -
No tenemos en realidad por qué reco r-
plim iento fiel de los cargos, sino que
dar cosas tan conocidas, como es su
tam bién defendería el derecho de los
travesía con algunos discípulos hasta
pobres y débiles contra los ricos y po-
Egipto, donde con valor y audacia se
derosos, sin ofender em pero en lo m ás
presentó ante el Sultán, tanto era su
m ínim o el orden y la justicia.
deseo de propagar el Evangelio y sufrir
Después que los Terciarios fueron el m artirio.
asociados al Clero, se auspició y obtuvo
que los nuevos socios alcanzasen los Cuantos m isioneros se hayan inm o-
mismos privilegios e inm unidades de lado desde el nacim iento de esta Orden
que éste gozaba. Y así ya entonces los de Menores, ya en Siria o en M aurita-
(28) Ps. 103, 30.
137. 17-19 E n c íc l ic a “R it e e x pia t is ” 1087

nia ¿no están inscritos acaso con le- cia, D a n t e Al i g h i e r i ; y no faltaron


tras de oro en los fastos de la Iglesia? después quienes ensalzaron al Santo,
Este apostolado de la floreciente fa - honrando las letras italianas o extran-
m ilia de F r a n c i s c o creció en tal form a jeras.
con el correr de los años y con el d erra- Pero en nuestros tiempos, al investi-
m am iento de sangre, que con la aquies- garse m ás detenidam ente por los eru -
cencia de los Pontífices de Roma tienen ditos los docum entos franciscanos, al
a su cargo el cuidado de las alm as en publicarse num erosísim os escritos en
num erosas tierras de paganos. distintos idiom as y al excitarse el inge-
nio de los entendidos que se han inte-
17. Su vida y ejem plo aú n p erm a- resado en sus obras y en su alto valor,
necen. Nadie se adm ire pues de que, una enorm e, si bien no siem pre recta
transcurrido este lapso de 700 años, adm iración por F r a n c i s c o , se apoderó
no se haya podido destruir o b o rrar de nuestros contem poráneos.
en ningún lugar o tiem po el recuerdo Unos exam inaron ai hom bre que, por
de tantos beneficios hechos por un una inn ata claridad m ental, es m aestro
hom bre. Y más, su vida y obra, que en expresar poéticam ente las emociones
—como escribió D a n t e Al i g h i e r i — m e- del espíritu; y que, con aquel su Cán-
rece ser cantada con elogio divino m ás tico, antiquísim o modelo de la naciente
bien que hum ano, parece que una edad lengua nacional, recrea a nuestros estu-
las propone y encom ienda a la adm i- diosos.
ración y veneración de otra edad, de Otros adm iran al am ante de la n a tu -
modo que no sólo por su insigne san- raleza, que no sólo se conmueve ante
tidad es puesto a la luz del orbe cató- la m ajestad de las cosas inanim adas,
lico, sino que tam bién resplandece por ante el fulgor de los astros, la belleza
su culto y gloria popular, al recorrer de los m ontes y valles de Um bría, y la
en boca de todas las gentes el nom bre herm osura de los anim ales, sino que,
de Asís. como el inocente A d á n en medio del
Y así, al poco tiem po de su m uerte, P araíso terrenal, les habla a los an i-
en diversas partes por obra de los pue- males y los tiene sujetos a sus m anda-
blos se erigieron, en honor del Seráfico una íntim a herm andad,
Padre, tem plos sagrados, adm irables tos, como si estuviera unido a ellos por
por las líneas y adornos de su construc- Otros han ensalzado su am or poi
ción. Los m ás eminentes artistas riva- la patria, porque enriqueció m ás que
lizaban quién de ellos h aría la m ás a otra nación alguna a nuestra Italia,
herm osa y expresiva im agen de F r a n - honrada por su nacim iento, con toda
c i s c o o de sus hechos, tanto en pintura suerte de beneficios.
y escultura, como en las obras de ta - Otros, en fin, lo han m ostrado unido
llado y de taracea. a todos los hom bres en la adm irable
A la Iglesia de Santa M aría de los com unión de su gran am or.
Angeles, en la planicie aquella desde
donde F r a n c i s c o pobre y humilde, 19. E l Santo integral: U niversalidad
aunque rico en tesoros celestiales subió de heroicas virtudes. Todo esto es ver-
a los cielos; lo mismo que al glorioso dadero, pero secundario y que debe
Sepulcro, en la colina de Asís, acuden ser bien entendido: cuando alguien po-
y se reúnen peregrinos de todas partes, ne con un interés especial ante los ojos
ya solitarios, ya en grupos, con el p ro - una cosa, o la deform a p ara excusa
pósito ya sea de rendir honor a la m e- de su molicie o p ara ocultar sus opi-
m oria de tan gran varón y recibir bene- niones o justificar sus inclinaciones, al
ficios espirituales, ya de adm irar las hacer esto deform a la verdadera perso-
im perecederas obras de arte. 1 8 nalidad de F r a n c i s c o .
Pues el F r a n c i s c o integral, que el
18. Los escritos de San Francisco. pueblo cristiano m ás debe im itar que
Al Santo de Asís cantó además, como adm irar, está en acruella universalidad
ya hemos dicho, el poeta por excelen- de heroicas virtudes que hem os tocado
1088 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1926) 1 3 7 , 2 0 -2 2

y de que volverem os a ocuparnos, está mo son dignos de reconocimiento, así 17¿


en aquella austeridad de vida y en su con m otivo de este fausto suceso h a -
predicación a penitencia; en aquella llen en él un gran estím ulo p ara obser-
acción m últiple y sacrificada en la re - var m ás diligentem ente la im agen ver-
form a de la sociedad. dadera de este im itador m áxim o de
El que fue Pregonero de tan Gran Cristo, y p ara em ular con él en sus
Rey, quiere a los hom bres conform es m ayores gracias.
con la vida evangélica y con el am or a
la Cruz, pero no sólo am antes y ena- 21. Las solemnidades a celebrarse.
m orados de las flores, las aves, los cor- He aquí, Venerables Herm anos, la cau-
deros, los peces, y las liebres. sa de N uestra alegría, que reside en el
Y si él mismo pareció dejarse llevar hecho de que con el consentim iento
por un más tierno am or hacia las crea- unánim e de todos los buenos se están
turas y si bien pequeñas las llam aba preparando solemnidades sagradas y
con el nombre de hermano y hermana, profanas p ara recordar a este Santo
— este am or siempre que no exceda los P atriarca en el séptimo centenario de
límites, por ninguna ley es reprobado—■ su m uerte; solemnidades que se prep a-
era movido a am arlas tan sólo por el ran en todo el m undo, v de un modo
am or de Dios, porque sabía... que un especial en estas regiones, que en vida
solo principio encierra todas las co- hon rara con su presencia, con la luz de
sas('2d), y porque veía en ellas la bon- su santidad y la gloria de sus milagros.
dad de Dios. Puesto que por los vesti- Y observamos con m ayor alegría que
gios impresos en las cosas se llega al en esto vosotros precedéis a vuestro
amado, y de todas las cosas se hace la clero y a vuestra grey.
escala por donde se asciende al trono Sabemos, lo vemos puede decirse con
del Rey(2 30K
9 Nuestros ojos, que ya ahora grandes
m ultitudes de peregrinos p ara honrarle
20. San Francisco, luz de su Patria. se llegan hasta Asís y hasta los S antua-
P or lo demás ¿qué puede prohibir a los rios próxim os, a través de los verdes
Italianos que se gloríen de este santo paisajes de U m bría, o de los escarpados
italiano, llam ado en la m ism a liturgia m ontes de Alvernia, o por las sagradas
eclesiástica con el nom bre de luz de la colinas que llevan a Rieti. Después de
Patria?(31\ ¿qué im pide a los varones la visita a estos lugares, en que toda-
estudiosos que hablen del am or de vía parece respirarse el espíritu de
F r a n c i s c o por los hom bres todos, pero F r a n c i s c o y sus virtudes p ara que las
por los pobres de un modo especial? imitemos, es imposible que regresen a
Los unos, em pero, eviten presentarlo sus hogares sin estar m ás com penetra-
como signo e índice de esta pasión, a dos del espíritu franciscano.
través de la cual m iran a su patria, Pues — p ara usar las palabras de
dejándose arreb atar por el am or in - L e ó n X III— acerca de los honores que
m oderado a sus pueblos; con lo cual en San Francisco se acumulan, hay que
am enguarían su condición de varón establecer que serán gratos a aquel a
católico. quien van ofrecidos siempre que sean
Los otros, cuiden de levantarlo como fructuosos a aquellos que los ofrecen.
precursor y patrono de errores, de los En esto está el fruto sólido y duradero:
cuales estuvo tan lejos como el que en que los hombres admiren la exce-
más. lencia de su virtud, y saquen además
Todos los que, no sin piedad algu- algún ejemplo y se preocupen con su
na, se placen en estas alabanzas acci- imitación por hacerse mejores(32K
dentales en el Santo de Asís, y tra b a -
jan por p rep arar en su honor el solem- 22. San Francisco, modelo para la
ne centenario, quiera Dios que, así co- reforma de los hombres y de la socie-
(29) S. Bonav., Leg. mai., c. 8, n. 6. (32) León XIII, Encícl. Auspicato, 17-IX-1882.
(30) Th. a Cel., Leg. 2, n. 165. ASS. 15 (1882-83) 145. En esta Colección: Encíclica
(31) Brev. Fr. Minorum. 39, 1-2, pág. 284.
137, 23-26 E n c íc l ic a “R it e e x pia t is ” 1089

dad. Quizás diga alguien que hoy n e- ñera que hechos todos un solo corazón
cesitamos en este m undo otro F r a n c i s - y una sola alma^3Q\ se apliquen con
c o p ara reform ar la sociedad cristiana. diligencia a la renovación de la fam ilia
Sin embargo, tom en los hom bres, re- de Cristo.
novados interiorm ente, a aquel F r a n -
c i s c o como m aestro de piedad y santi- 24. Exhortación a la Segunda Orden.
dad; im iten esos hom bres los ejemplos Y las vírgenes sagradas de la O rden
que el Santo ha dejado, como espejo de Segunda, partícipes de la vida angelical
virtudes, camino de rectitud, y regla de esclarecida por Clara, como lirios p lan-
costumbres<33) que ha sido; y atraigan tados en el huerto del Señor, continúen
hacia sí a todos; todo esto ¿no sería agradando a Dios con el perfum e y el
fuerza suficiente y eficaz p ara sanar y niveo candor de sus almas, por cu-
cortar la corrupción de estos tiempos? yas oraciones sucede que m uchos se
acogen a la clemencia de Cristo Señor,
23. Exhortación a la Orden Primera. y se acrecientan las alegrías de la Ma-
Es necesario pues que en prim er lugar dre Iglesia por los hijos restituidos a la
lleven ante sí la insigne imagen del divina gracia y a la esperanza de eterna
Padre F undador sus num erosísim os h i- salvación.
jos de las tres Ordenes: Ordenes, insti-
tuidas... por todo el orbe — como escri- 25. Exhortación a la Tercera Orden.
bía Gr e g o r i o IX a S a n t a I n é s , hija del Y finalm ente apelam os a los Terciarios,
Rey de Bohemia— por las cuales cada que conviven agrupados o dispersos en
día se hace más poderoso y más glo- el m undo, a fin de que se afanen en
rioso(3á\ ap resu rar el acrecentam iento de la vida
espiritual del pueblo cristiano. Este
Y al felicitar vivam ente a los religio-
apostolado, si u na vez hizo que Gr e -
sos de la Orden P rim era, que denom i-
g o r i o IX los llam ara dignam ente sol-
nam os con el nom bre de Franciscanos,
dados de Cristo y nuevos Macabeos,
porque a través de indignas vejaciones
puede hoy m uy bien ser de igual im -
y contratiem pos, como el oro sólido
portancia p ara la salvación de todos,
del crisol, renacen cada día más a su
siem pre que los mismos, así como cre-
antiguo esplendor, deseamos en el alm a
cieron en núm ero por todo el globo
que con el ejemplo de su penitencia y
terrestre, tam bién, revestidos con el es-
hum ildad reclam en con m ás vehem en-
píritu de su P adre F r a n c i s c o , pongan
cia contra la tan difundida concupis-
por sobre todo la inocencia e integri-
cencia de la carne y contra la soberbia dad de costum bres.
de la vida.
Atraigan siempre al prójim o hacia los 26. Los Obispos y la difusión de la
preceptos evangélicos, lo cual lo obten- Tercera Orden. Lo que N uestros P re -
drán menos difícilm ente si guardaren decesores í37> L e ó n X III por su Carta
hasta la perfección aquella Santa Re- “Auspicato”, y B e n e d i c t o XV en su
gla, que su F undador llam aba libro de “Sacra propediem” han m anifestado a
vida, esperanza de salud, médula del todos los Obispos del m undo católico
Evangelio, camino de perfección, llave serles sum am ente grato, esto mismo
del Paraíso, pacto de eterna alianza^3^ . Nos prom etem os del pastoral cuidado
No deja nunca el Seráfico P atriarca de todos vosotros, Venerables H erm a-
de cuidar y favorecer desde el cielo la nos; que favoreceréis de cualquier m o-
m ística viña, que él mismo p lantara do que sea a la Orden T ercera de S a n
con sus m anos. Que con la savia y F r a n c i s c o , enseñando a vuestra grey
jugo de la caridad fratern a n u tra y fo r- — ya por vosotros mismos, ya por m e-
talezca sus tupidos sarm ientos, de ma- 3 6 dio de sacerdotes cultos y dignos en el
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4
(33) Brev. Fr. Minorum. (37) León XIII, Encíclica Auspicato, 17-IX-1882;
(34) Ep. De conditorio omnium, 9 Maii 1238. ASS. 15 (1882-83) 145; en esta Colecc. Ene. 39, pág.
(35) Th. a Cel., Leg. 2, 208. 284-290 y Benedicto XV, Ene. Sacra propediem
(36) Act. 4, 32. 6-1-1921; AAS. 13 (1921) 33-41; en esta Colección:
Encíclica 123, págs. 972-977.
E n cíclicas P on tificias 35
1090 E n c íc l ic a s de l PP. P ío XI (1926) 137, 27

m inisterio de la palabra— , cuál es el do este solemne centenario de F r a n -


objeto de esta Orden de hom bres y m u- c i s c o , que en su vida sostuvo la casa, y
jeres seglares, cuánto debe ser estima en sus días fortaleció el templo ^ 8) ; y
da, y cuán abierto está el cam ino para lo vemos con tanta m ayor alegría,
el ingreso a esta Orden, y cuán fácil es cuanto que desde la flor de la edad le
la observancia de sus santas leyes, de hemos venerado en religión como a
qué gran abundancia de privilegios go- Patrono, y porque desde hace tiempo
zan estos Terciarios, de cuán gran u tili-hemos recibido piadosam ente las in -
dad es en fin p ara cada uno de los signias de la Orden T ercera y somos
m iem bros de la com unidad de la Orden contados en el núm ero de sus hijos.
Tercera. En este año pues, en el séptimo cen-
Los que no hayan dado aún sus nom - tenario de su m uerte, por su interce-
bres a esta preclara milicia, persuadid- sión fluyan sobre el orbe católico y
los vosotros a que este año los den. sobre nuestra gente beneficios tales, que
Aquellos, a quienes por su edad aún no éste sea un año p ara siem pre m em o-
les es lícito, incríbanse como futuros rable en la historia de la Iglesia.
candidatos, o bien váyanse acostum - E n tanto con la gracia de Dios, os
brando desde niños a esta santa disci- im partim os, Venerables H erm anos,
plina.2
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3
7 N uestra Bendición Apostólica, a vos-
otros y a vuestro clero y pueblo, como
27. Salutación final. Puesto que con augurio de celestiales dones y como
estos acontecim ientos tan frecuente- testim onio de N uestra paternal bene-
mente provechosos, que se preparan volencia.
para su celebración, Dios parece querer Dada en San Pedro de Roma, el día
que N uestro Pontificado no pase sin 30 del mes de Abril, en el año 1926, el
haber otorgado al catolicismo frutos quinto de N uestro Pontificado.
gratísimos, vemos ante Nuestros ojos
con gran alegría que se está p rep aran - PIO PAPA XI.
(38) Eccli. 50, 1.

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