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PIO PP. XI
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
AAS 1. C elebración del séptim o centena- Nos presentó, conform ada con la p u -
18 rio de la m uerte del Santo. Después reza y sim plicidad de la doctrina evan-
153 de haberse purificado debidam ente las gélica. Y a esto deseamos que tiendan
alm as de m uchos fieles y excitado a todas las cerem onias sagradas, públicas
una m anera más perfecta de vida en es- manifestaciones, conferencias y serm o-
ta Alma Urbe, por medio del Jubileo nes en el curso del año secular: a que
Magno — el cual hemos prorrogado p a- el Seráfico P atriarca sea celebrado con
ra todo el orbe al finalizar el anterior— auténticas m anifestaciones de piedad
parece que se Nos agrega u n gran cú- tal como fue, y no diferente, a fin de
m ulo de beneficios buscados y espera- que aparezca con aquellos dones de la
dos del mismo por la conm em oración n aturaleza y de la gracia, empleados
solemne que en todas partes se p repara m aravillosam ente para la m ayor p er-
de F r a n c i s c o d e As í s , al cum plirse el fección propia y de los prójim os.
séptimo siglo desde que cambió feliz-
m ente el destierro terrestre por la p a - 2. El H eraldo del G ran Rey y Re-
tria celestial. Fue un hom bre dado no form ador. Y si es tem erario com parar
sólo a la edad turbulenta en que vivió, entre sí a los Santos del Cielo, de los
sino a la sociedad cristiana de todos los cuales el E spíritu Santo eligió unos
tiempos, por designios divinos, p ara su p ara una m isión y otros p ara otra en
reform a; al designarlo Nuestro inm e- este m undo, — la cual com paración,
diato Predecesor como patrono celestial nacida m uchas veces de los m ovim ien-
de la llam ada Acción Católica, es con- tos desordenados del alm a, está vacía
veniente que aquellos de nuestros hijos, de toda utilidad y es injuriosa p ara el
que según Nuestros m andatos trab ajan mismo Dios autor de la santidad— p a-
en la Acción Católica, de tal m anera, rece sin em bargo que ningún otro San-
juntam ente con la num erosa fam ilia to hubo en el cual la imagen de Cristo
de F r a n c i s c o , recuerden y ensalcen sus N uestro Señor y la form a de vida del
hechos, sus virtudes y espíritu, que Evangelio haya brillado m ás exacta y
desechada aquella falsa imagen del Se- m ás expresiva que en F r a n c i s c o . Por
ráfico Varón que gusta a los que favo- lo cual el que se llamó a sí mismo
154 recen los m odernos errores, o a los Pregonero del Gran Rey, él mismo ha
hom bres y m ujeres seculares y fastuo- sido con acierto llam ado otro Cristo,
sos, todos los fieles im iten y se revistan porque apareció a sus contem poráneos
de aquella form a de santidad que él y a los venideros como Cristo vuelto
(*) A. A. S.5 18 (1926) págs. 153-175. Traducción especial para la 1? edición.
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1078 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1 9 2 6 ) 1 3 7 , 3 -4
a la vida: de donde se siguió que viva nes, que se encendió el am or del pue
hoy ante los ojos de los hom bres y que blo en todas partes hacia F r anci sco y
vivirá p ara toda la posteridad. Lo cual a su Institución por la Encíclica “Auspi-
¿a quién puede m aravillar, cuando ya cato”, publicada por L eón X III (D hace
los prim eros de sus contem poráneos cuarenta y cuatro años, cuando se cum
que escribieron sobre la vida y obra de plía el séptimo centenario del nacim ien
su Padre Legislador, pensaron que éste to de F rancis co de Asís; y puesto que
tenía una naturaleza casi m ayor y su- aquel fervor produjo m últiples m ani
perior que la hum ana; cuando Nuestros festaciones de piedad y la deseada re
predecesores, que trataro n a F r a n c i s c o novación de los espíritus, creemos que
fam iliarm ente, no dudaron en recono- el próxim o acontecim iento tendrá por
cer que él había sido enviado provi- su im portancia un fruto igual. Más aún,
dencialm ente p ara la salvación del pue- esperan m ayor fruto en los tiempos
blo y defensa de la Iglesia? Y ¿por qué, actuales de la sociedad cristiana. Pues
después de tan gran intervalo desde la ¿quién ignora que se h a iniciado en
m uerte de F r a n c i s c o , la piedad de los general un m ayor aprecio de los bienes
católicos y la m ism a adm iración de los del espíritu, y que los pueblos, por la
no católicos se renueva con ardor, sino experiencia de los tiempos pasados, h an
porque su vida resplandece no menos aprendido que sin la vuelta hacia Dios
hoy que ayer y su fuerza y su virtud no puede haber paz y seguridad, y m i
p ara cu rar a los pueblos, por ser hoy ran por ello a la Iglesia católica como
todavía tan eficaz y es p ara ello invoca- el único medio de Salvación? Y adem ás
da? Su acción reform adora de tal m a- ¿no concurren acaso, con el m ejor
nera alcanzó a todo el género hum ano auspicio, juntam ente con estas celebra
que, adem ás de haber restituido am plia- ciones centenarias, inseparables del es
155 m ente la integridad de la fe y de las p íritu de penitencia y de caridad, el
costum bres y el concepto com ún y so- perm iso del Jubileo Rom ano extendido
cial, como dicen, de la caridad y ju s- a todo el orbe?
ticia evangélicas, m oderaron la vida
penetrándole m uy interiorm ente. 3 1 4. Los tiem pos del Santo: Cruzad y
H erejías. Es evidente, V enerables
3. Im po rtan cia y fruto de la celebra- H ermanos, que los tiem pos de F ran
ción. Es conveniente, de acuerdo con ci s co fueron difíciles y duros. Conce
la am plitud e im portancia del aconte- damos que la fe cristiana estaba enton
cimiento que se acerca, que excitemos ces firm em ente arraigada en el pueblo:
en el pueblo cristiano por medio de lo cual dem uestra el hecho de que no
Nuestra alocución, el espíritu de S a n ya soldados asalariados, sino toda clase
F r a n c i s c o , que en nada se ap arta del de ciudadanos m archaron a Palestina,
sentido y de la m anera de ser del E van- con sagrado fervor, a liberar el sepul
gelio, trayendo a la m em oria saluda- cro de Cristo. Sin embargo se in tro d u
blem ente en esta oportunidad las ense- jeron invisiblemente en el cam po del
ñanzas y los ejemplos del P atriarca de Señor herejías y se extendieron p ro
Asís. Pues tenemos placer en com petir pagadas por autores conocidos u ocul
con Nuestros próxim os antecesores en tos propagandistas; los cuales ap aren
aquella piedad por la que no dejaron tando austeridad de vida y disim ulada
pasar la m em oria de algún aconteci- m anera de virtud y perfección, enga
m iento secular durante su vida sin que ñaron fácilm ente a los hom bres senci
por medio de la autoridad de su m agis- llos y débiles; de donde brotaron cier
terio apostólico la ilustraran y anim a- tas llam as de rebelión en el mismo pu e
ran a celebrarla. Y en esta parte recor- blo. Puesto que, después de haber fus
dam os con gran placer de N uestra al- tigado las faltas de los particulares en
ma, y no pueden menos de recordarlo la Iglesia de Dios, se creyeron en su
con Nosotros los que ya no son jóve- soberbia llam ados por Dios a reform ar
(1) León XIII, Auspícato Concessum, 17-IX-1882; ASS. 15 (1882-83) pág. 145; en esta Colecció
Encíclica 39, pág. 281-290.
137, 5 E n c íc l ic a “R it e e x pia t is ” 1079
de todas las cosas, que se hace por ins- F r a n c i s c o y la pobreza, donde no sabe
piración del E spíritu Santo, es del todo uno qué admirar más, si la grandiosi-
contraria a aquella obligada y llena dad y elevación del pensam iento o la
de tentación de ciertos antiguos filóso- suavidad y herm osura del verso.
fos. De tal m anera la abrazó nuestro
F r a n c i s c o , que con toda reverencia y 8. Su pobreza de Espíritu y la Hu-
am or la llam aba Señora, Madre y E s- mildad. A hora bien, el ansia generosa
posa. Dice a Nuestro propósito S a n y la noción altísim a que F r a n c i s c o
B u e n a v e n t u r a : “Nadie estaba tan de- tenía en su m ente y en su ánim o de la
seoso de oro como él de la pobreza; ni pobreza, no podía lim itarse y circuns-
nadie cuida un tesoro con mayor so- cribirse solamente al desprecio soberano
licitud que éste el de esa margarita de los bienes exteriores. Porque ¿quién
evangélica”W . Pero el mismo F r a n - puede alcanzar y profesar la verdadera
c i s c o , al recom endar y ordenar en la pobreza a ejem plo de Cristo Nuestro
ley propia de la Orden a los suyos un Señor, si no se hace pobre de espíritu y
especial ejercicio de esta virtud, m ues- pequeño por la virtud de la hum ildad?
tra ciertam ente con palabras claras en Lo cual, como conocía m uy bien nues-
cuanto la tenía y cuánto la am aba: tro F r a n c i s c o , sin separar nunca una
“ésta es aquella cumbre altísima de la virtud de la otra, las saluda a am bas
pobreza, que a Vosotros, carísimos Her- juntam ente y m anda saludarlas: Señora
manos míos, os constituyó herederos y santa pobreza, Dios te salve en tu santa
reyes del reino de los cielos, os hizo hermana la humildad... La santa pobre-
pobres de las cosas, pero os sublimó za confunde toda avidez, avaricia y cui-
por las virtudes. Esta sea vuestra par- dados de este mundo. La santa humil-
te; uniéndoos totalmente a ella, no que- dad confunde la soberbia y todos los
ráis tener ninguna otra cosa bajo el honores de este mundo y todas las co-
cielo perpetuamente por el nombre de sas que están en el mundo”í12*; p ara
Nuestro Señor Jesucristo” ; y por p in tar a F r a n c i s c o con u na sola p ala-
eso F r a n c i s c o am ó principalm ente la bra el autor del libro La Imitación de
pobreza, porque la consideró pariente Cristo lo llam a h unrlde. “Cuanto es
de la Madre de Dios, y no tanto pariente cada uno en tus ojos (oh Dios) tanto es
de Cristo cuanto su esposa unida en la y no más, dice el humilde San Fran-
cruz, y después despreciada por los cisco” El tuvo ciertam ente como
hom bres y m uy am arga e infortunada principal cuidado conducirse hum ilde-
para el m undo. Cuando él pensaba es- m ente como el m ás pequeño y el ú lti-
tas cosas, solía llorar y dar grandes m o de todos. Así, pues, desde el co-
gemidos de u na m anera que causaba mienzo de su conversión deseó vehe-
adm iración. ¿Quién no se conmueve m entem ente servir de escarnio y de
con el espectáculo de este hom bre in - risa a los hom bres; aunque era F u n d a-
signe, que por su am or a la pobreza dor, P adre y Legislador de los Menores,
pareció a los ojos de sus antiguos com - eligióse uno de los suyos como su su-
pañeros de diversiones y de no pocos perior y señor, de cuya voluntad de-
otros, haber perdido el juicio? ¿Quién pendiera; apenas pudo, sin dejarse ven-
no se conmueve al ver que después, aun cer por los ruegos y lágrim as de los
a aquellos que viven enteram ente aje- suyos, dejó el suprem o gobierno de la
nos de la inteligencia y la práctica de Orden “para guardar mejor la virtud
la perfección evangélica, los ha llenado de la santa humildad” y perm anecer
de adm iración creciente un tan grande “desde entonces súbdito hasta la muer-
am ador de la pobreza, y que adm ira a te, portándose más humildemente que
los hom bres de nuestro tiem po? A to - ningún o#ro(14L renunció y rechazó un
dos ellos precedió D a n t e (11) en su can- hospedaje generoso y m agnífico que le
to de los desposorios realizados entre 9 0
1 ofrecieron frecuentem ente los cárde-
(9) Leg. mai., c. 7. t e ) Opuse. Salutatio virtutum (Ed. 1904), pág.
(10) Reg. Fr. Min., c. 6. 20 et seq.
(11) Paraíso 11. (13) L. III, c. 50.
1082 E n c íc l ic a s d e l PP. Pío XI (1926) 137, 9
nales y los principales de la ciudad; a a las escuelas del humilde Cristo para
los demás hom bres los estim aba sobre- aprender la humildad”(16>.
m anera y los honraba totalm ente, he-
cho “entre los pecadores como uno 9. Su Obediencia. Hemos visto al
de e l l o s El se tenía por el m ás grande V arón Seráfico, por la m ism a noción
pecador y solía decir que si Dios h u - que en su m ente tenía de la pobreza
biera tenido con cualquier hom bre cri- m ás absoluta, tenerse por tan pequeño
m inal la m ism a m isericordia que con y hum ilde que, aún cuando gobernaba
él, hubiera sido diez veces m ás perfec- la Orden, a no pocos, m ás aún, por así
to éste crue él, y que por lo demás h a - decirlo, a casi todos, con cándida sim -
bía que atribuirlo a Dios todo porque plicidad obedecía; pues, el que no se
de El sólo había salido, cuanto en sí niega a sí mismo ni abandona su p ro -
hubiera de bueno y de honesto. P or pia voluntad, este tal no puede decirse
este motivo tuvo el m ayor em peño en que se halla despojado de todas las co-
ocultar los privilegios y carism as que sas o que siente hum ildad de espíritu.
podían atraerle la estim a y alabanza Así, pues, nuestro F r a n c i s c o , consagró
de los hom bres, y principalm ente las voluntariam ente toda su libertad, al
llagas de Jesucristo im presas por Dios don m ás eximio que Dios ha conce-
en su cuerpo; y si alguna vez era ala- dido a la naturaleza hum ana, al P on-
bado en público o en privado, se creía tificado del Vicario de Jesucristo, por
tan digno de desprecio y de injurias medio del voto de obediencia. ¡Oh!
que se angustiaba con increíble triste- qué m al proceden, cuán lejos están
za, no sin gemidos y lam entos. Y ¿qué de conocer a F r a n c i s c o d e A s í s , los
direm os al ver que se tuvo por tan que, dejándose llevar de sus ficciones
indigno, que no quiso recibir el sacer- y errores, fabrican e inventan un
docio? Quiso pues que en éste como F r a n c is c o que — lo que parece in -
fundam ento de la hum ildad se apoyara creíble— no se ajusta a la disciplina
la Orden de los Menores. Y si con eclesiástica, nada se cuida de las doc-
exhortaciones llenas de adm irable sa- trinas m ismas de la fe, y es un precu r-
biduría enseñaba repetidas veces a los sor y anticipo de aquella m últiple y
suyos por qué no era lícito gloriarse m entida libertad que comenzó a divul-
de cosa alguna, ni aun de las virtudes garse en los comienzos de la edad m o-
y otras gracias celestiales, principal- derna, de donde tan grandes p ertu rb a-
mente, sin embargo, avisaba y o portu- ciones se originaron p ara la Iglesia y
nam ente reprendía a aquellos H erm a- para la Sociedad. Y con cuán preclaros
nos que por sus oficios tenían peligro ejemplos estuviera estrecham ente unido
de vanagloria y soberbia, como los p re- a la jerarquía eclesiástica, a esta Santa
dicadores de la palabra de Dios, los sa- Sede y a la doctrina de Cristo, enseñólo
bios en letras y artes superiores, los el predicador del gran Rey a todos los
guardianes de los conventos y de las católicos y no católicos. Pues como
provincias. Será largo decirlo todo, pe- consta por los testimonios literarios de
ro baste recordar ésto sólo: La hum il- aquel tiempo, dignos de toda fe, “ve-
dad de F r a n c i s c o nacida de los ejem - neraba a los sacerdotes y a todos los
plos y de las palabras de Cristo*1 15) pasó
4 grados eclesiásticos los abrazaba en un
a los suyos como una nota peculiar de gran afecto” *17); “Esto enseñó aquel
la Orden; pues quiso que sus herm anos varón católico y totalmente apostólico
“se llamaran Menores, y que los prela- en su predicación principalmente, que
dos de su Orden se llamaran Ministros, se guardase inviolablemente la fideli-
ya para usar las palabras del Evange- dad a la Iglesia Romana y que por la
lio, aue había prometido cumplir, ya dignidad del Sacramento del Señor, que
para que por el mismo nombre apren- se obra por el misterio de los Sacerdo-
diesen sus discípulos que habían venido tes, se tuviesen en gran reverencia el
(14) Th. a Cel. Leg. 2, n. 143. (16) S. Bonav. Leg. mai., c. 6, n. 5.
(15) Mat. 20, 26-28; Luc. 22, 26. (17) Th. a Cel., Leg. 1, n. 62.
137, 10 E n c íc l ic a “R it e e x pia t is ” 1083
dad. Quizás diga alguien que hoy n e- ñera que hechos todos un solo corazón
cesitamos en este m undo otro F r a n c i s - y una sola alma^3Q\ se apliquen con
c o p ara reform ar la sociedad cristiana. diligencia a la renovación de la fam ilia
Sin embargo, tom en los hom bres, re- de Cristo.
novados interiorm ente, a aquel F r a n -
c i s c o como m aestro de piedad y santi- 24. Exhortación a la Segunda Orden.
dad; im iten esos hom bres los ejemplos Y las vírgenes sagradas de la O rden
que el Santo ha dejado, como espejo de Segunda, partícipes de la vida angelical
virtudes, camino de rectitud, y regla de esclarecida por Clara, como lirios p lan-
costumbres<33) que ha sido; y atraigan tados en el huerto del Señor, continúen
hacia sí a todos; todo esto ¿no sería agradando a Dios con el perfum e y el
fuerza suficiente y eficaz p ara sanar y niveo candor de sus almas, por cu-
cortar la corrupción de estos tiempos? yas oraciones sucede que m uchos se
acogen a la clemencia de Cristo Señor,
23. Exhortación a la Orden Primera. y se acrecientan las alegrías de la Ma-
Es necesario pues que en prim er lugar dre Iglesia por los hijos restituidos a la
lleven ante sí la insigne imagen del divina gracia y a la esperanza de eterna
Padre F undador sus num erosísim os h i- salvación.
jos de las tres Ordenes: Ordenes, insti-
tuidas... por todo el orbe — como escri- 25. Exhortación a la Tercera Orden.
bía Gr e g o r i o IX a S a n t a I n é s , hija del Y finalm ente apelam os a los Terciarios,
Rey de Bohemia— por las cuales cada que conviven agrupados o dispersos en
día se hace más poderoso y más glo- el m undo, a fin de que se afanen en
rioso(3á\ ap resu rar el acrecentam iento de la vida
espiritual del pueblo cristiano. Este
Y al felicitar vivam ente a los religio-
apostolado, si u na vez hizo que Gr e -
sos de la Orden P rim era, que denom i-
g o r i o IX los llam ara dignam ente sol-
nam os con el nom bre de Franciscanos,
dados de Cristo y nuevos Macabeos,
porque a través de indignas vejaciones
puede hoy m uy bien ser de igual im -
y contratiem pos, como el oro sólido
portancia p ara la salvación de todos,
del crisol, renacen cada día más a su
siem pre que los mismos, así como cre-
antiguo esplendor, deseamos en el alm a
cieron en núm ero por todo el globo
que con el ejemplo de su penitencia y
terrestre, tam bién, revestidos con el es-
hum ildad reclam en con m ás vehem en-
píritu de su P adre F r a n c i s c o , pongan
cia contra la tan difundida concupis-
por sobre todo la inocencia e integri-
cencia de la carne y contra la soberbia dad de costum bres.
de la vida.
Atraigan siempre al prójim o hacia los 26. Los Obispos y la difusión de la
preceptos evangélicos, lo cual lo obten- Tercera Orden. Lo que N uestros P re -
drán menos difícilm ente si guardaren decesores í37> L e ó n X III por su Carta
hasta la perfección aquella Santa Re- “Auspicato”, y B e n e d i c t o XV en su
gla, que su F undador llam aba libro de “Sacra propediem” han m anifestado a
vida, esperanza de salud, médula del todos los Obispos del m undo católico
Evangelio, camino de perfección, llave serles sum am ente grato, esto mismo
del Paraíso, pacto de eterna alianza^3^ . Nos prom etem os del pastoral cuidado
No deja nunca el Seráfico P atriarca de todos vosotros, Venerables H erm a-
de cuidar y favorecer desde el cielo la nos; que favoreceréis de cualquier m o-
m ística viña, que él mismo p lantara do que sea a la Orden T ercera de S a n
con sus m anos. Que con la savia y F r a n c i s c o , enseñando a vuestra grey
jugo de la caridad fratern a n u tra y fo r- — ya por vosotros mismos, ya por m e-
talezca sus tupidos sarm ientos, de ma- 3 6 dio de sacerdotes cultos y dignos en el
5
4
(33) Brev. Fr. Minorum. (37) León XIII, Encíclica Auspicato, 17-IX-1882;
(34) Ep. De conditorio omnium, 9 Maii 1238. ASS. 15 (1882-83) 145; en esta Colecc. Ene. 39, pág.
(35) Th. a Cel., Leg. 2, 208. 284-290 y Benedicto XV, Ene. Sacra propediem
(36) Act. 4, 32. 6-1-1921; AAS. 13 (1921) 33-41; en esta Colección:
Encíclica 123, págs. 972-977.
E n cíclicas P on tificias 35
1090 E n c íc l ic a s de l PP. P ío XI (1926) 137, 27