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El acto creativo por Marcel Duchamp

Consideremos dos factores importantes, los dos polos de toda creación de orden
artístico: el artista por un lado, y por el otro el espectador que, con el tiempo, se
convertirá en la posteridad.

Según todas las apariencias, el artista actúa como un ente mediumístico, que, del
laberinto más allá del tiempo y del espacio, busca su camino de salida a la claridad.

Si damos los atributos de un médium al artista, debemos, entonces, negarle la facultad


de ser plenamente consciente, en el plano estético, de qué es lo que está haciendo o por
qué lo hace. Todas sus decisiones en la ejecución artística de la obra se basan en el
dominio de la pura intuición, y no pueden ser traducidas en un auto-análisis, habladas o
escritas, o incluso, pensadas.

T. S. Eliot, en su ensayo sobre Tradición y talento individual, escribe: «Mientras más


perfecto el artista, más completamente separados en él estarán el hombre que sufre y la
mente que crea; más perfectamente digerirá y traducirá las pasiones que son sus
materiales».

Millones de artistas crean; sólo unos pocos miles son discutidos o aceptados por el
espectador, y todavía muchos menos son consagrados en la posteridad.

En el último análisis, el artista puede gritar de todos los tejados que él es un genio;
tendrá que esperar el veredicto del espectador para que sus declaraciones tomen un
valor social y para que, finalmente, la posteridad le incluya entre los principales de la
Historia del Arte.

Sé que este enunciado no contará con la aprobación de muchos artistas que rehúsan este
rol mediumístico y que insisten en la validez de su plena conciencia en el acto creativo
—sin embargo la historia del arte consistentemente ha decidido sobre las virtudes de
una obra de arte a través de consideraciones completamente divorciadas de las
racionalizadas explicaciones del artista.

Si el artista, como ser humano, pleno de las mejores intenciones hacia sí mismo y hacia
el mundo completo, no juega ningún rol en la apreciación de su propia obra, ¿cómo
puede uno describir el fenómeno que impulsa al espectador a reaccionar críticamente
sobre la obra de arte? En otras palabras, ¿cómo se produce esta reacción?

Este fenómeno es comparable a una transferencia, del artista al espectador, en la forma


de una osmosis estética que tiene lugar por medio de la materia inerte: pigmento, piano
o mármol.

Pero, antes de ir más lejos, quisiera clarificar nuestro entendimiento de la palabra «arte»
—para estar seguros, sin intentar una definición.

Lo que tengo en mente es que el arte puede ser malo, bueno o indiferente, pero,
cualquiera sea el adjetivo que se use, debemos llamarlo arte, y el mal arte es aún arte,
del mismo modo que una mala emoción sigue siendo una emoción.
Por ello, cuando me refiera a «coeficiente de arte», deberá entenderse que me refiero no
sólo al gran arte, sino que estoy tratando de describir el mecanismo subjetivo que
produce arte en un estado bruto —à l’état brut— malo, bueno o indiferente.

En el acto creativo, el artista va de la intención a la realización, a través de una cadena


de reacciones totalmente subjetivas. Su lucha hacia la realización es una serie de
esfuerzos, penurias, satisfacciones, renuncias, decisiones, que tampoco son, y no deben
serlo, completamente auto-conscientes, por lo menos, en el plano estético.

El resultado de esta lucha es una diferencia entre la intención y su realización, una


diferencia de la que el artista no se da cuenta.

Consecuentemente, en la cadena de reacciones que acompañan el acto creativo, un


eslabón está faltante. Esta separación que representa la inhabilidad del artista para
expresar totalmente su intención; esta diferencia entre lo que se ha intentado realizar y
lo efectivamente realizado, es el «coeficiente de arte» personal contenido en la obra.

En otras palabras, el «coeficiente de arte» personal es como una relación aritmética


entre lo inexpresado pero intentado, y lo expresado no intencionalmente.

Para evitar un malentendido, debemos recordar que este «coeficiente de arte» es una
expresión personal de arte «à l’état brut», que sigue estando en estado bruto, y que debe
ser «refinado», como el azúcar pura de la melaza, por el espectador; el valor de este
coeficiente no altera su veredicto. El acto creativo toma otro aspecto cuando el
espectador experimenta el fenómeno de transmutación; por el cambio de materia inerte
a obra de arte, es una transubstanciación la que ha tomado lugar, y el rol del espectador
será determinar el peso de la obra en la escala estética.

En suma, el acto creativo no es desempañado por el artista solamente; el espectador


lleva la obra al contacto con el mundo exterior por medio del desciframiento y la
interpretación de sus cualidades internas y así agrega su contribución al acto creativo.
Esto se hace aún más obvio cuando la posteridad da su veredicto final y algunas veces
rehabilita a artistas olvidados.

Este texto proviene de una presentación de Marcel Duchamp en Houston (Texas) en


1957, ante la Conferencia de la Federación Americana de Artes. Fue publicada en Art
News, vol. 56 N° 4, 1957. Esta traducción se ha realizado del original en inglés y de la
traducción al francés hecha por el propio Duchamp.

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