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Algo que ha cambiado definitivamente las reglas del cortejo en el

siglo XXI, es que, la igualdad de género trajo aparejados otros


asuntos en los que en el siglo anterior no pensábamos. Es más,
son asuntos que no se nos ocurría discutir ni siquiera diez años
atrás.

Cosas que daban por sentadas en generaciones anteriores, ahora


se diseccionan y de-construyen todo el tiempo para ver que tan
justo o no son.

Uno de los tópicos más debatidos en cuanto a citas y seducción, es


algo tan simple y sencillo que parece increíble que traiga
respuestas tan dispares.

Es que, no importa el género al que se le pregunte, todos tienen


opiniones diferentes, y lo peor es que, tienen argumentos
completamente válidos para defender sus posiciones.

Este será un artículo extenso, porque no hay una respuesta única.


Es que, esto no es para nada un manual de comportamiento.

Como mujer libre e independiente, debes tener en cuenta que


nadie debe dictar la manera en que vives. Ni tu historia familiar, ni
la sociedad, ni siquiera yo en un libro de consejos para damas
cabronas ;)

Esto es más bien una charla entre amigas, donde te comento las
posibilidades que hay.
Quizás algunas ya las hayas pensado o incluso ya estés aplicando.
Pero como en toda charla entre amigas, verás cosas que no se te
podrían haber ocurrido sola, simplemente por el hecho de que
venimos de lugares diferentes y en muchos casos, experiencias
completamente distintas.

Así que ten en cuenta que no soy la clase de chica que aboga por
seguir alguna clase de regla pre establecida en nada, y menos en
cuanto a citas.

Pero tal vez necesites, como yo, algún que otro tip para la primera
cita.

Este encuentro en donde al fin pasan a conocerse de una forma


más personal. Dónde implícitamente están viendo si algo entre
ustedes hace “click”.

Es que, primero está el asunto de elegir el lugar. Ni muy caro como


para vender un órgano para pagarlo, pero que tampoco sea
asquerosamente barato como para sentirte en un bar de
camioneros.

A su vez, debe ser un lugar donde ambos puedan estar cómodos


para estar más cerca (tu entiendes a lo que me refiero), pero
además también poder alejarte y mantener distancia si eso es lo
que quieres.

Luego de la primera impresión, llega el momento en el que tendrás


que adaptarte a la vibra “colectiva” que se genera entre ustedes
dos. También podrías tratar de generar esa vibra tu misma, siendo
más proactiva en la charla.

Pero en esta etapa de la interacción, siempre es mejor ser un poco


misteriosa y administrar bien los silencios para que sea él quien
invierte en la conversación. Recuerda que tu deber es seleccionar
si el es el hombre que te conviene, por lo que deberás ser aguda
en tus preguntas y mucho más al analizar la respuestas.

En esta etapa, debes tener en cuenta que estás seleccionando si lo


dejas entrar al partido. Ni siquiera están jugando todavía. Ya
tendrás tiempo para ser tonta y sentir mariposas en el estómago
dentro de unas cuantas salidas. Ahora, deberás regir con mano de
hierro pero guante de seda.

Si bien, no estamos hablando aquí de estrategias para seducirlo, si


quiero recordarte esto, porque es muy importante. Muchas veces
nos dejamos cegar por emociones (e instintos animales), y no
pensamos bien.

Para que los hombres no te pasen por encima, deberás ser más
fría y analizar las cosas antes de que pasen, mientras tanto y
luego.

De esa forma podrás ver cuáles son los hombres por los que
realmente sí vale la pena dejarse seducir y quiénes no nos
conviene volver a hablar otra vez.
Si la cita sale bien, o por lo menos asumámoslo. Llega la hora de la
verdad. El momento en que el mesero aparece con la cuenta en
una bandejita plateada.

Por mucha igualdad de género que haya en estos días, hay algo
que se mantiene en casi todas las grandes ciudades del mundo. La
cuenta la traen, y no importa quién la pide, se la dan al hombre.

Siempre.

En mis años saliendo con hombres, aunque yo haya pedido la


cuenta, jamás me la han dado. Siempre se la acercan a mi cita.

En este momento, por lo general, el hombre mira la cuenta, abre su


billetera y paga. Pero hay algunos, que ofrecen dividir la cuenta.

No son tantos, pero pasa. Cuando esto sucede, yo acepto, y te


contaré por qué.

Por más feminista rabiosa que sea, creo que cuando el hombre
paga, hay un desbalance de poder e inconscientemente siento que
“le debo algo” y esto no es algo que quiero sentir la primera vez
que veo a alguien y mucho menos si el tipo no me gusta.

Pero, algo que suele suceder, es que la estoy pasando muy bien, y
lo que comenzó como un encuentro informal luego de trabajar, para
beber una copa, se convierte en una cita, tan solo al cambiar e ir a
un restaurante o al cine.
Cuando eso sucede, lo que me gusta hacer es ser mas asertiva y
pagar yo. Simplemente me acerco a la boletería y pido y pago todo
yo, sin consultar.

Y aquí viene el “pero“.

Verás que hay tipos que se “ofenden”, porque su frágil ego


masculino les obliga a ser los proveedores y a pagar todo, porque
sino se sienten “poco hombres”. Si llegado el caso el te hace
alguna clase de escena por eso, no reacciones mal.

Pero ten en cuenta que esa clase de sujetos te traerá problemas


más temprano que tarde. Si trata de validar su propia masculinidad
con estas formas de micro control, créeme que no lo querrás cerca.

Ahora bien, algunos otros hombres, van a encontrar el hecho de


que vayas y pagues por lo que quieres, o incluso que lo invites,
muy sexy. Y cuando digo muy, lo digo en serio.

La razón es simple, si un hombre quiere una mujer independiente,


es porque quiere estar con alguien que se valga por si misma y
haga las cosas en sus propios términos. Tu misma puedes pagar
por tus cosas y estás ahí con el, compartiéndolo. Eso lo hará sentir
más atractivo y con algo tan simple, vas a poder tenerlo embobado.

Y tu, ¿quién crees que debería pagar en una cita?

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