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EL MIEDO A LA Reducción de la
VIOLENCIA DELICTIVA violencia y combate al
crimen organizado.
Fortalecimiento de cuerpos
policiales civiles.
La clave de ese comportamiento social está en la participación de los Alcaldes o de las autoridades
que han trabajado de la mano con la población en la prevención de hechos violentos. Es decir, pese
a lo dañado por la guerra, siguen existiendo y siendo muy funcionales los vínculos comunitarios, las
redes sociales de base que ofician como gran contenedor de los problemas del día a día. En otros
términos: los mecanismos preventivos juegan un papel clave.
Estos últimos años se habló de transformar la cultura de violencia hacia una cultura de paz. Eso, en
sí mismo, está muy bien, es loable. Pero es irrealizable si no cambian al mismo tiempo las
estructuras sociales en que se apoya la violencia: la pobreza, la exclusión social, la ignorancia. Tal
como lo expresara una dirigente maya hablando de la actual democracia guatemalteca: "Nunca
tuvimos tantos derechos como ahora, pero tampoco nunca tuvimos tanta hambre como ahora" . El
Estado es un instrumento clave en esa empresa. Luego de años de prédica neoliberal y achicamiento
de los aparatos de Estado vía privatizaciones, se ve la importancia decisiva de contar con políticas
públicas sostenidas para enfrentar los grandes problemas sociales. Para muestra, un botón: en
Guatemala hay alrededor de 22,000 agentes de la Policía Nacional Civil contra más de 150,000 de
las agencias privadas de seguridad (ODHAG, 2012). Más allá de constituir un buen negocio para
los propietarios de esas empresas y fomentar un paranoico clima de militarización, lejos está de
garantizar la seguridad ciudadana. La paz y la convivencia democrática no se consiguen a base de
armas y casas amuralladas. Todo lo contrario: se consigue con mejores condiciones de vida, con el
involucramiento de las poblaciones en sus problemas cotidianos, con democracia genuina. En eso el
Estado debe jugar un papel determinante y efectivo.
Mientras siga existiendo gente excluida y con hambre, seguirá la violencia y será imposible hablar
con seriedad de resolución pacífica de conflictos porque –como dijo alguien mordazmente– es muy
probable que, hambrientos, nos terminemos comiendo la palomita de la paz.
Viendo las anteriores experiencias de estos municipios del Altiplano, puede deducirse que
efectivamente hay mucho por hacer, que "no todo está perdido" sino que la auténtica organización
comunitaria puede servir como elemento de prevención de la violencia. La violencia no se puede
abordar con más violencia. En ese sentido, el Estado debe nutrirse de estas experiencias ya vigentes
para generar planes de prevención comunitaria de la misma, las cuales se han demostrado efectivas.
Tomando el ejemplo de esas iniciativas locales, debe promover la prevención a nivel nacional,
porque tal como dice el Artículo 2° de la Constitución Política de la República de Guatemala: "Es
deber del Estado garantizarle a los habitantes de la República la vida, la libertad, la justicia, la
seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona" .