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Argumento
O SCURIDAD EN LLAMAS
SERIE PALADINES DE LA OSCURIDAD LIBRO 9
ALEXIS MORGAN
(DARKNESS ON FIRE− PALADINS OF DARKNESS 09)

Un guerrero en la necesidad de una batalla que él


pueda luchar. . .

Penn ha luchado durante años para superar una lesión devastadora en


su brazo de la espada. Él se ha visto obligado a sentarse en el banquillo y
observar como sus amigos pelean y mueren mientras lo único que él puede
hacer es observar.
Entonces Devlin le ofrece una misión: una mujer misteriosa llama para
advertirles que alguien está amenazando la estabilidad de la barrera cerca
de la caldera de Yellowstone, que podría destruir ambos mundos.
Penn empaca sus armas y su espada y se dirige a Wyoming para
evaluar la situación.
Traída a nuestro mundo cuendo era un bebé, Jora b'Larth ha pasado
toda su vida viviendo el temor de ser descubierta por los enemigos de su
pueblo, los Paladines. Pero ahora los riesgos son demasiado altos para
preocuparse por su propia seguridad.
Penn y Jora unen sus fuerzas para hacer frente a un enemigo común.
Para guardar sus mundos, van a arriesgar sus vidas y sus corazones.

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Indice
Argumento ................................... 2
Capítulo 1 .................................. 4
Capítulo 2 ................................. 11
Capítulo 3 ................................. 18
Capítulo 4 ................................. 27
Capítulo 5 ................................. 34
Capítulo 6 ................................. 44
Capítulo 7 ................................. 54
Capítulo 8 ................................. 62
Capítulo 9 ................................. 68
Capítulo 10 ................................ 75
Capítulo 11 ................................ 83
Capítulo 12 ................................ 91
Capítulo 13 ................................ 98
Capítulo 14 ............................... 107
Capítulo 15 ............................... 113
Serie Paladines ........................... 117
Agradecimientos ........................... 119

3
Capítulo 1

P
enn Sebastian cambió de postura en su pila de mantas raídas,
las cuales hicieron poco para proteger a su culo, ya sea del duro
hormigón o del frío húmedo de un día lluvioso de Seattle. La
necesidad de tener buenos pensamientos le estaba machacando duro, y
repasó los ejercicios que su controlador, la Dra. Laurel Young, le había
prescrito para devolver más flexibilidad a la mano derecha.
Probablemente estaba engañándose a sí mismo acerca de ver alguna
mejoría. Nadie esperaba que recuperara el pleno uso de su mano
dominante, ni siquiera él. Con aquel pensamiento poco feliz, repitió los
estiramientos con la mano izquierda, alternando el trabajo con cada mano
como preparación para el entrenamiento de armas que Barak q'Young, su
cuñado, había programado para después que el turno de Penn terminara.
Casi todos los días Penn estaba de acuerdo con que su hermana
saliera con el tipo, aunque Barak no era exactamente humano, ni siquiera
de este mundo. Pero desde que el hombre había derrumbado una montaña
sobre su cabeza para salvar a Lacey de unos asesinos humanos, haría
falta un hombre más duro que Penn para mantener la naturaleza
extraterrestre de Barak en su contra. No había nada que ellos dos no
hicieran para mantener a Lacey a salvo, lo que les proporcionó un terreno
en común sobre el cual construir su relación.
Penn resistió el impulso de comprobar el reloj caro que guardaba en el
bolsillo, viendo pasar los minutos sólo hacía que el tiempo se arrastra más
lentamente. Deseó poder por lo menos leer un libro, pero eso estaba fuera
de personaje para su muy logrado disfraz. La mayoría de la gente evitaba
mirarle a los ojos cuando pasaban por delante, no deseando siquiera hacer
un simple contacto visual con alguien tan abandonado por la suerte.
Unos pocos arrojaban algunas monedas o incluso un par de dólares
en sus mantas y luego se alejaban a toda prisa, como si la pobreza se
contagiase. Él solía comprarse una taza ocasional de café con su recolecta
de limosnas, pero su conciencia había puesto fin a eso. Ahora pasaba el
dinero al banco local de alimentos.

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Otra ráfaga de viento cortante como una navaja de afeitar atravesó
su fina chaqueta y le arrojó un remolino de hojas y tierra. Él se subió el
cuello y se caló su gorra de vigilancia hasta las orejas. Como si sintiera su
determinación de hacer caso omiso de sus esfuerzos para hostigarlo, la
madre naturaleza sacó todos sus efectivos. Las nubes sobre él se
partieron ampliamente y vaciaron lluvia fría directamente sobre su cabeza.
Maldiciendo, Penn volvió a pensar en el modo en que solían ser las
cosas antes de que su vida se fuera al infierno con el golpe de una espada.
A veces, si se esforzaba lo suficiente, casi podía recordar lo que se sentía al
ser feliz.
Dios, esta fiesta de compasión sin fin tenía que acabar.
El sonido de una puerta cercana abriéndose disparó su total atención.
Metió su mano bajo las mantas, agarró su arma, aunque sabía que
quienquiera que se acercaba era un amigo, o por lo menos no un enemigo.
Los pasos se detuvieron a unos metros de distancia. — ¿Penn?
Penn no se molestó en mirar hacia arriba. — ¿Y ahora qué, Cullen?
—Pensé que podría apetecerte una taza de café.
Penn tendió la mano y esperó a que el Paladín hiciese su
aproximación final. Sabía que sus amigos sentían pena por él, pero él no
quería su compasión. Eso no quería decir que fuera tan estúpido como
para rechazar una bebida caliente.
— ¿Qué más quieres? — Porque traer a Penn una taza de café no era
causa suficiente para la tensión que manaba en oleadas de su amigo.
Cullen frunció el ceño hacia él. —Yo no quiero nada, pero Devlin dijo
que le informases después de tu turno.
—No puedo. — Penn tomó, cauteloso, un sorbo de café. —Tengo un
entrenamiento programado con Barak. Lo que sea que quiera Devlin
tendrá que esperar.
—Dijo que no hay excusas, así que haznos un favor a todos y dirígete
a su oficina tan pronto como seas relevado aquí. — Cullen se puso en
cuclillas para mirar a Penn directamente a los ojos, su preocupación obvia.
—Ha estado haciendo juegos malabares con los horarios durante todo el
día, tratando de mantener todo cubierto y poder dar a unos pocos de
nosotros un tiempo de descanso. Yo no tiraría de su cadena.
—Está bien. Dile que estaré allí. Ahora sal de mi cara. Estoy ocupado
sentado sobre mi culo y contando las gotas de lluvia.
—Necesitas romper con esa fiesta de autocompasión. Dios, a veces no
sé por qué nos molestamos. — Cullen se puso de pie con aspecto de estar
completamente molesto.

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Cullen era normalmente el más tranquilo del grupo, y su
temperamento era una prueba de cómo de sobrecargados de trabajo
habían estado los Paladines últimamente. Cualquiera que pudiera blandir
una espada había estado invirtiendo cantidades récord de tiempo
luchando en la barrera. Gracias a su brazo lisiado, Penn se quedó fuera de
ese partido.
Cullen lo intentó una vez más. —Cuando hayas terminado con Devlin,
dame un grito e iremos a tomar una cerveza y una hamburguesa.
Penn suspiró. —Una cerveza suena bien, siempre y cuando no entre
en conflicto con los planes que tú y Lusahn tengáis para esta noche.
—No hay problema, le dije que llegaría tarde. Ella va a llevar a los
niños a comer pizza.
Penn asintió con la cabeza, no queriendo oír lo que Devlin tenía que
decir, pero no tenía elección. —Está bien, voy a ver qué pasa con Devlin.
De un modo u otro, te haré saber cómo va.
Cullen fingió dar un golpe a la cabeza de Penn. —Es bueno ver que
ese cerebro tuyo realmente funciona, a veces, al menos.
Mientras su amigo desaparecía por el callejón, en la mente de Penn se
arremolinaban todas las posibilidades de por qué Devlin quería verlo. Echó
la cabeza hacia atrás y dejó que el chapoteo fresco de las gotas de lluvia
lavara su piel. De un modo u otro, tenía la más extraña sensación que las
cosas iban a cambiar. Vería lo que Devlin tenía que decir y luego jugaría
con las cartas que le habían repartido.
Una hora más tarde, Penn permanecía de pie frente a la puerta de
Devlin con la jodida sensación de cargar con una roca de gran tamaño
sobre sus hombros. No podía pensar en una sola cosa que había hecho
mal últimamente. Hacía un tiempo, él y Devlin habían llegado a un
acuerdo. Penn se esforzaría más para no meter la pata y Bane no echaría a
patadas su culo sin valor fuera de los Paladines de forma permanente.
Hasta el momento, habían mantenido ambos su parte del acuerdo.
— ¿Vas a entrar, Sebastian, o vas a estar de pie en el pasillo toda la
noche? — La gruesa puerta apenas amortiguó el rugido de Devlin.
Preparándose para lo peor, Penn entró en el despacho y se dejó caer
en la silla frente al escritorio de Devlin. — ¿Querías verme?
Devlin olfateó el aire y le puso mala cara. — ¿Tuviste que aparecer
oliendo a perro mojado? Tenemos duchas y ropa limpia justo al fondo del
pasillo.
Penn había pensado en utilizarlos, pero había decidido no hacerlo
para lograr que aquella reunión durara lo menos posible. Dependiendo de

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qué tipo de mierda tenía Devlin para su trasero, Penn podría tener el resto
de su vida para asearse.
Él se encogió de hombros. —Cullen dijo que me querías en cuanto
acabase mi turno. Estoy aquí. ¿Qué es lo que quieres?
Devlin se echó hacia atrás en su silla y dio a Penn una dura mirada.
— ¿Cómo está la mano?
Penn apretó los dientes. Siempre se reducía a eso, ¿no es así? Al
menos Devlin no se andaba con rodeos como hacían los otros,
comprobando la gruesa cicatriz que seccionaba la mano derecha de Penn
y la muñeca cada vez que pensaban que él no se daría cuenta. Él no podía,
no mentiría a Devlin. Ellos habían servido juntos demasiado tiempo para
eso.
—Más o menos igual. Laurel ve cierta mejoría en mi mano derecha, y
Barak cree que estoy haciéndolo mejor luchando con la izquierda. — Penn
obligó a sus manos a relajarse. —No estoy convencido de que ninguno de
los dos tengan razón.
Devlin asintió con la cabeza como si Penn acabara de confirmar algo
que él había sospechado desde el principio. —Está bien, entonces. El
hecho de que estemos faltos de personal no será ninguna sorpresa para ti.
Te he perdido para el servicio normal. Hunter está mejorando, pero él
tiene su propia parcela del infierno que proteger en el norte. Incluso si lo
necesito, él está a una hora de camino como mínimo. Cullen ha vuelto a la
lucha, pero no le gusta mucho.
—Aquí está la cuestión. Recibí una llamada telefónica de una mujer
esta mañana. Ni idea de quién es ni cómo ha conseguido mi número. He
puesto a D.J. y Cullen rastreando la llamada para ver si pueden identificar
a la persona que llamó, pero no han descubierto nada excepto que ella es
buena ocultando sus huellas.
Penn estaba impresionado. Muy pocos podían burlar
ciberneticamente a los dos Paladines. Pero, ¿qué tenía que ver eso con él?
—Me gustaría dar por cancelado este asunto como si se tratara de
una llamada de un chiflado, pero no puedo. Ahí es donde entras tú. —
Devlin cogió una tablet y leyó sus notas.
—De acuerdo con esta mujer misteriosa, la caldera bajo Yellowstone
es cada vez más inestable. Normalmente, eso no sería de nuestra
incumbencia. Los pocos tramos de barrera en esa área son demasiado
pequeños para ser de mucha utilidad para aquellos en el otro lado. Y todos
sabemos que no hay nada que se pueda hacer si esa olla a presión decide
volar su tapa.

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Penn se removió inquieto. — ¿Me has llamado aquí para una lección
de geología?
Devlin le lanzó una mirada dura. —Te digo todo esto porque esta
mujer piensa que la inestabilidad no es natural. Ella aparentemente ha
encontrado evidencia de que alguien está jodiendo alrededor con la
caldera, tratando de desviar la energía geotérmica.
Un escalofrío repentino llenó la habitación. — ¿Desviándola hacia
dónde?
Devlin parecía sombrío. —Al otro lado de la barrera. Sus palabras, por
cierto, no las mías.
— ¿Quién demonios es esta mujer?
—Buena pregunta, y es por eso que estás aquí. Tú eres el único
hombre del que puedo prescindir para averiguar qué diablos está pasando.
Vete a casa, haz la maleta con lo que necesites para unos pocos días,
agarra unas pocas horas de sueño, y luego lleva tu culo a Wyoming.
Sacó un fajo de dinero en efectivo de un cajón y lo empujó sobre la
mesa hacia Penn. —Me gustaría mantener esto fuera de los libros, lo que
significa que nada de reservas en líneas aéreas, ni tarjetas de débito.
Ahora mismo no me fío de nadie en los Regentes lo suficiente para querer
que se involucren.
La mano de Penn temblaba mientras recogía el dinero. ¡Santo cielo!
Una misión, una verdadera misión que requería las habilidades de un
guerrero. Aparte de proporcionar apoyo cuando Hunter Fitzsimon había
necesitado algo de ayuda, Penn no había hecho nada durante meses,
excepto aparcar su culo afuera en el callejón mientras sus amigos
luchaban y morían, y luego volvían a morir.
Ser necesario le hacía sentirse jodidamente bien. Que confiaran en él
para hacer bien el trabajo le hacía sentarse más derecho y desear que él se
hubiera detenido a asearse antes de informar.
Devlin le tiró el bloc de notas. —Tienes que conducir a un pueblo
llamado Wolf Cave, registrarte en el único motel, y esperar.
— ¿A qué, — preguntó Penn mientras leía por encima los garabatos
apenas legibles de Devlin.
Devlin parecía puramente disgustado. —Me gustaría saberlo, Penn.
Por el bien de ambos, me gustaría saberlo.
Dos días más tarde, Penn se quedó mirando el espejo del pequeño
baño y estudió el rostro reflejado allí. Antes de salir a Wyoming, había
conseguido un corte de pelo y la barba recortada. Su aspecto desaliñado
había sido algo más que su disfraz de personaje que vive en la calle, sino

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que le había proporcionado una máscara para ocultarse detrás mientras él
curaba sus heridas.
Inclinándose más cerca del espejo, volvió la cara de un lado a otro,
estudió las líneas alrededor de los ojos y los que ponían entre corchetes su
boca. ¿De dónde habían salido? Ya no era capaz de hacer el trabajo para el
que él había sido entrenado durante toda su vida, no quedaba mucho del
hombre que solía ser. Casi no se reconocía en absoluto.
Toda esta espera no estaba ayudando a su estado de ánimo para
nada. Salió del baño y cruzó la sorprendentemente cómoda habitación del
motel para dejarse caer en la silla tapizada encajada entre la cama y la
pared exterior. El lugar ofrecía cable, así que por lo menos podría ver los
deportes hasta que llegara la llamada. Si llegaba. Si esto terminaba siendo
un engaño gigante, Devlin no sería el único que iba a estar soberanamente
enojado.
Como si su frustración lo conjurara, el teléfono de la pequeña mesilla
de noche comenzó a sonar. ¡Por fin, algo de acción! Se lanzó al otro lado de
la cama para coger el auricular del aparato.
— ¿Sí?
— ¿Le envió Devlin Bane?, — la voz de la mujer sonaba vacilante,
como si ella estuviera teniendo serias dudas acerca de hablar con él.
—Sí, — repitió. — ¿Es usted quien lo llamó?
Ella no contestó la pregunta. —Al otro lado de la calle desde el hotel
se encuentra un establecimiento donde sirven comidas. Nos vemos allí en
quince minutos. Entre y siéntese en el reservado en la esquina de atrás.
— ¿Y si está ocupado?
—Si se da prisa, no lo estará.
La comunicación se cortó, dejando a Penn mirando por la ventana
viendo como un coche solitario pasaba por la puerta, saliendo del
estacionamiento. ¿Coincidencia? No había manera de saberlo, no
dejándole otra opción que caminar a la cafetería y esperar. Por si acaso,
sin embargo, anotó el número de la matrícula. Si fuera necesario, pondría
a D.J. o Cullen en ello más tarde.
Se puso la chaqueta, más para ocultar la pistolera que colgaba de su
hombro que por el frío que hacia. Aunque podría estar caminando hacia
una trampa, él lo dudaba. Si alguien quisiera atrapar a un Paladín, Seattle
o Missouri habrían tenido mucho más sentido que un remoto pueblo en
Wyoming.
Dio un paso hacia la oscuridad, haciendo una pausa para mirar hacia
el cielo nocturno. Había muchas más estrellas esparcidas sobre su cabeza

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de las que podrían verse normalmente en Seattle. Por alguna razón, los
pequeños puntitos de luz iluminaron su estado de ánimo. Recordándose a
sí mismo que el reloj seguía corriendo, cerró la puerta y se dirigió hacia las
luces de neón al otro lado de la carretera.

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Capítulo 2

J ora lentamente cruzó el estacionamiento del motel, situado a las


afueras de la ciudad, justo como lo había hecho a esta misma
hora las últimas tres noches. Revisó cada vehículo a su paso, en
busca de aquellos con matrículas del estado de Washington. Durante las
dos noches anteriores había encontrado un par, pero ninguno de los
propietarios encajaba con la descripción que Devlin Bane le había dado,
un hombre que viajaba solo. Un nombre habría sido útil, pero no podía
culpar a Bane por proteger la identidad de su hombre. Ella tampoco había
mostrado realmente mucha predisposición.
Ella rodeó la mitad trasera del aparcamiento, pensar en el líder de los
Paladines le producía en su estómago un nudo enorme. Después de hacer
aquella llamada de teléfono a Devlin Bane, le había preocupado lo que
podía haber desatado. El único consuelo era que el hombre, con su
reputación de un asesino a sangre fría, no vendría en persona.
¿Qué habrían pensado sus padres de su decisión de recurrir a los
paladines en busca de ayuda? Ojalá todavía estuvieran vivos para
aconsejarla. Pero no era así, lo cual dejaba todo este lío de lleno en su
patio. Había hecho la mejor elección que podía dadas las limitadas
opciones disponibles para ella.
Vio una camioneta negra estacionada en las sombras al final de la fila
y ella supo con certeza que el guerrero Paladín había llegado. Sin saber si
sentirse aliviada o aterrorizada, retrocedió en su pequeño SUV para
situarse junto a la enorme camioneta y dejó el motor en marcha.
Sólo había una habitación con las luces encendidas, no dejando
ninguna duda acerca de dónde el guerrero esperaba su llamada.
Desde la seguridad de su coche, sacó su teléfono móvil y marcó el
número de la oficina del motel y preguntó por la habitación quince. Una
voz masculina respondió finalmente. Después de un breve intercambio,
puso su coche en marcha y se alejó, dando vueltas a la manzana antes de
ir al establecimiento de comidas, ante la posibilidad de que él hubiera visto
su camioneta a través de la ventana de su motel.

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Diez minutos más tarde, aparcó bajo una farola parpadeante y cogió
su maletín del asiento trasero. Un caso grave de nervios la tuvo agarrando
la manilla con tanta fuerza que le dolía la mano, pero ella seguiría adelante
con esta reunión.
Ella había tenido la tentación de dejar los archivos en el suelo ante su
puerta y luego salir de inmediato de todo este lío. Los Paladines serían
capaces de manejar el problema. Después de todo, era su trabajo. Pero ¿y
si no podían? ¿Y si era necesario alguien con su talento especial? No,
mejor enfrentarse al enemigo en persona y juzgar su capacidad para
luchar contra su adversario en común.
Al acercarse al establecimiento, ella captó su reflejo en la ventana. Tal
vez ella habría parecido más impresionante si se hubiera puesto su
uniforme en lugar de una camiseta y pantalones vaqueros. Pero con sus,
tan solo, uno cincuenta y ocho de altura, no podía contar con su
apariencia para intimidar a nadie. Tal vez sería beneficioso para ella si el
Paladín la subestimaba.
En el interior, hizo contacto visual con Betsy, que inclinó la cabeza en
dirección a la esquina trasera para indicar que el invitado de Jora había
llegado. Con antelación, le había pedido a la camarera que reservara el
cubículo más privado del local para ella durante varias noches. Como no
era la primera vez que se encontraba con alguien allí para cenar y hablar
de negocios, Betsy no había hecho ninguna pregunta.
Jora cruzó serpenteando el local lleno de gente, sonriendo y
saludando con la cabeza a los conocidos ocasionales mientras caminaba.
Para cuando llegó al otro extremo de la habitación, ella tenía un ataque de
nervios del tamaño de un jumbo.
El Paladín estaba ocupado estudiando el menú. Ella esperó con
impaciencia a que él tuviera constancia de su presencia, sin saber cómo
iba él a reaccionar una vez que le echara una buena mirada. Por último, se
aclaró la garganta.
Sin levantar la vista, dijo: — ¿Me puede dar otro par de minutos?
Estoy esperando a alguien.
—Lo sé. Yo soy ese alguien.
Feroces ojos azules miraron hacia ella, abriéndose cada vez más en
estado de shock a medida que tenía una imagen más detallada de ella. —
¡Mierda! — Espetó él.
Al menos no había ido inmediatamente al ataque. Teniendo en cuenta
que el mataba a los de su clase para ganarse la vida, ella supuso que
debería estar agradecida por ello. Ahora que estaba allí, no estaba segura
de qué decir.

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— ¿El Sr. Bane le dijo que me esperara?
Él asintió con la cabeza, sin dejar de mirarla como si le hubiera
crecido una segunda cabeza. ¿Iba sólo a sentarse allí y mirar hacia ella
toda la noche?
Por último, el Paladín parpadeó un par de veces y sacudió la cabeza
como para aclararla. —Lo siento, es sólo que eres un Kalith.
Se detuvo y volvió a intentarlo. —No quiero decir que lamente que
seas un Kalith. Es sólo que yo no esperaba eso, aunque tal vez debería
haberlo hecho.
Al menos no la había llamado un "Otro", el epíteto usual que los de su
tipo usaban para los de su clase. —Yo no estaba segura de que vendrías si
supieras.
Miró más allá de ella. — ¿Estás aquí tú sola?
¿Por qué quería saber eso? Había optado por este local como lugar de
reunión porque no estaba ansiosa por estar a solas con este hombre. Ella
retrocedió un par de pasos. —Sí, lo estoy. ¿Es que va a ser un problema
para ti?
—No por el momento. — Él hizo un gesto hacia el otro lado del
reservado. — ¿Por qué no te sientas? La gente está empezando a mirar.
Vamos a comer y entonces podrás decirme qué está pasando.
Ella se sentó en el banco de enfrente y cogió el menú, no es que lo
necesitara. Betsy sabía sin preguntar qué pediría Jora. Ser conocido por
todos en el pueblo era uno de los beneficios de vivir en un pueblo pequeño,
pero una de las desventajas, también. Por la mañana, todo el mundo
habría oído hablar de la cena de Jora con un hombre extraño.
Ella luchó contra el impulso de sonreír. Sus amigos y vecinos no
tenían ni idea de lo realmente extraño que era este tipo. Ella, también,
para el caso, por lo que ella tendría que guardar el secreto de él para
proteger así su propio secreto.
La camarera apareció con su bloc de notas en la mano. — ¿Qué le
sirvo, señor?
El Paladín miró a Jora esperando su consejo. — ¿Qué me
recomendarías?
Su amiga se rió. —Yo no dependería de ella para pedir
recomendaciones, porque todo lo que ella come es ensalada. Ella es uno
de esos vegetarianos.
Por primera vez hubo un destello de humor en aquellos ojos azules. —
Debí haberlo adivinado.

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Betsy se abalanzó sobre ese comentario. — ¿En serio? Nunca dijo de
qué conoce a nuestra Jora.
—Se podría decir que tenemos algunos conocidos mutuos. — Volvió a
mirar hacia abajo a su menú. —Tomaré el pastel de carne. ¿Está ese
pastel de mora que vi tan bueno como parece?
Esa era una recomendación que Jora podía hacer. –Mejor, Betsy, que
sean dos pedazos de la tarta con helado en la mía.
—En el mío también, — agregó el paladín mientras le entregaba el
menú de nuevo a Betsy.
Jora esperó hasta que ella estuviese lejos para poder escuchar antes
de hablar de nuevo. — ¿Tú conoces a otros de mi especie?
—A varios.
¿Cómo podía ser eso? ¿Quiénes eran? Los Paladines perseguían y
asesinaban a cualquier Kalith que lograra cruzar a través de la barrera.
Las manos de este hombre tenían callos de usar una espada, marcándolo
como un guerrero Paladín. La mano de su padre con la que manejaba la
espada, había tenido el mismo aspecto, y ella tenía su propio juego que
encajaba con ellos también.
Su compañero rasgó tres sobres de azúcar y los vació en el café. —
¿Cuál es tu nombre?
—Nací como Jora b'Larth, aunque la gente de aquí me conoce
simplemente como Jora Larth. ¿Y tú eres?
—Penn Sebastián. ¿Hay otros Kalith viviendo en esta área?
A pesar de su tono casual, su interés era todo menos eso. —No hay
una buena respuesta a esa pregunta.
Él arqueó una ceja. —Me conformaría con la verdad.
—Si digo que no, no me creerías. Si digo que sí, querrías más detalles.
Ya es bastante malo que tú y Bane sepáis que yo estoy aquí. Yo no pondría
a nadie más en peligro.
Sus cejas se unieron en su ceño, mientras consideraba su respuesta.
Por último, hizo un gesto con la cabeza en un rápido asentimiento. —Me
parece bien. Un Paladín y una Kalith A mi me sirve, al menos por ahora. —
Betsy eligió ese momento para servir sus comidas. En lugar de
continuar con la conversación, Jora jugueteó con su ensalada mientras
Penn Sebastián se sumergió en su cena.
Está bien, así que quizás deberían haber adivinado que la misteriosa
mujer resultara ser Kalith. A partir de los registros que Hunter y su mujer
habían desenterrado del antiguo servicio de alojamiento con desayuno de

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su familia al norte de Seattle, sabían que la gente de Kalithia había estado
comprando su entrada en este mundo desde hacía tiempo. Jora podría ser
parte de esta migración.
¿Cómo había llegado hasta allí, y hacía cuánto tiempo? No había nada
malo en preguntar, aunque no se sorprendería si ella se negaba a
responder. —Así que, ¿has estado viviendo aquí desde hace mucho
tiempo?
Ella clavó otro trozo de lechuga antes de contestar. —He vivido aquí la
mayor parte de mi vida. Mis padres cruzaron la barrera cuando yo era un
bebé.
— ¿Dónde están ahora?
Sus pálidos ojos se volvieron sombríos. —Muertos. Ambos murieron
en un accidente de coche hace unos cuantos años.
Por extraño que parezca, Penn se encontró simpatizando con ella. —
Mis padres se han ido, también, así que estamos sólo yo y mi hermana
ahora.
Jora abruptamente empujó su cena a un lado y puso su maletín en el
espacio que había despejado en la mesa. Sacó un par de archivos y los
empujó al otro lado de la mesa hacia él.
—He traído esto para que tú puedas echarle un ojo. Son copias, por lo
que puedes llevarlos de vuelta a tu habitación del hotel para leerlos. Mi
número de teléfono está en la carpeta superior. Llámame cuando hayas
terminado, y decidiremos a dónde ir a partir de ahí.
—Voy a leerlos esta noche. — La camarera se acercó. —Parece que
nuestro pastel está en camino.
Él estudió a su cautelosa compañera entre bocado y bocado de pastel
cuando ella no estaba mirando. No había duda de su herencia genética
Kalith. Su pelo oscuro le caía más abajo de los hombros con dos rayas
estrechas de plata que enmarcaban su rostro. Deberían hacerla parecer
más vieja, pero en lugar de eso acentuaban su suave piel pálida y sus ojos
grises claros. Era bonita, sobre todo si te gustaban las mujeres pequeñas y
tenía un montón de curvas en todos los lugares correctos.
Él solía preferir piernas largas y rubias, pero tal vez eso había
cambiado durante su largo período de sequía. Se encontró pensando qué
apetecible sería abrazar a Jora, el tipo de mujer que acurrucaría
delicadamente junto a él en la cama entre sesiones de sexo alucinante.
Esa imagen le hizo atragantarse con su pastel. ¿De dónde había
salido aquel pensamiento? Hermosa o no, ella se parecía a todos esos locos
contra los que él había estado luchando toda su vida adulta. Sólo la idea

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de que ella era un Kalith tenía a su mano derecha doliendo, su cicatriz
quemando.
Se puso de pie y recogió la cuenta que la camarera había traído con el
pastel, luego cogió las carpetas que Jora le había dado. —Estaré en
contacto.
Esos ojos solemnes de ella siguieron todos sus movimientos, fijándose
en el pastel que no se comió y la factura apretada en su mano. —Voy a ir
contigo así Betsy puede dividir los gastos.
Él tenía que poner en serio un poco de espacio entre ellos. —Yo me
encargo de ella. Tú puede invitar la próxima vez.
Se alejó, sabiendo que los ojos de ella le siguieron en cada paso de su
camino.
Tres horas más tarde, había leído los informes de Jora dos veces, la
primera vez directamente sin parar. La segunda vez, se había tomado su
tiempo, tomando notas en los márgenes. Maldita sea, deseaba que su
hermana estuviera allí. Como geóloga de los Regentes, Lacey tenía mucha
más pericia técnica sobre lo que hacía a los volcanes hacer tic y explotar.
Ella sabría mejor si era posible robar energía y enviarla a través de la
barrera a Kalithia.
Él flexionó sus manos, repasando sus ejercicios de estiramiento
mientras consideraba sus opciones. En la parte superior de la lista estaba
dormir un poco. A primera hora de la mañana llamaría a Devlin para ver si
él le daba permiso a Penn para traer a Lacey y tal vez a Barak y meterlos
de lleno en el problema. Luego contactaría con Jora y seguirían a partir de
allí.
Cansado increíblemente, arrojó los archivos en la mesita de noche y
se metió bajo las sábanas. Si tan sólo pudiera cerrar su mente tan
fácilmente como lo había hecho con la luz. Por alguna razón, él seguía
viendo la cara bonita de Jora b'Larth y deseando que él pudiera haber
hecho algo para aliviar su mente.
La misión claramente lo tenía totalmente excitado. Sí, claro. ¿Cuántas
misiones le habían hecho pensar en lo suaves que parecían los labios de
una hembra Kalith, o lo mucho que quería probar cómo encajaría su
pecho en su mano?
Lusahn, la única otra mujer Kalith que Penn había conocido en su
vida que no fuera al final de una espada, era lo suficientemente bonita,
pero no era su tipo. Por una parte, ella pertenecía a su buen amigo Cullen,
y los Paladines no cazaban furtivamente. Pero sobre todo, ella era un
guerrero. Penn había imaginado siempre a alguien un poco más suave en
su vida, no es que él pensara que había muchas posibilidades de que eso

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ocurriera; Los Paladines no eran la mejor apuesta como material para
marido.
Basta ya. Si continuaba con esto, él no dormiría nada en absoluto. No
podía arriesgarse a meter la pata en esta misión sólo porque había estado
demasiado tiempo sin una mujer con la que compartir su cama. Bueno, y
por otra razón.
Él apartó las mantas y se dirigió a la bolsa de las armas que había
guardado en el armario. Una vez que tuvo abierta la cremallera, se quedó
mirando el contenido con disgusto. Después de todo este tiempo, no
debería tener que hacer esto. Para darse crédito a si mismo, últimamente
había habido muchas noches que él no había tenido la necesidad de
hacerlo. Tal vez era todo lo que estaba en juego en esta misión, o tal vez
era saber que había Otros ahí fuera en la oscuridad. Pero las razones no
importaban, no si quería dormir un poco.
Él sacó su Glock y su espada y se dirigió de nuevo a la cama. Con la
pistola escondida debajo de la otra almohada y la espada yaciendo en el
suelo al alcance de la mano, cerró los ojos y se durmió.

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Capítulo 3

D
emasiado inquieta para relajarse, Jora se quedó fuera en el
porche y miró hacia la noche. Había pensado en ir a dar un
paseo antes, pero había cosas que acechaban en la oscuridad
que era mejor que no fueran molestadas. Se frotó las manos arriba y
abajo por sus brazos, tratando de calmar la piel de gallina que ondulaba
por su cuerpo.
El aire de la noche sabía a maldad.
¿Quién estaba allí fuera? Usando sus sentidos especiales, siguió todos
sus movimientos mientras los paseantes molestaban a los ocupantes
legítimos del parque. Incluso desde esta distancia, sus pies enviaban
pequeñas vibraciones a través del suelo mientras pisoteaban
indiferentemente entre los árboles, lo que le permitía a ella seguir sus
movimientos. En la oscuridad, los seres humanos y Kaliths sonaban igual.
Ninguno tenía ninguna razón para andar rondando sus bosques por la
noche. Mañana tendría más información que dar al Paladín.
Ella se echó hacia atrás, demasiado cansada para mantener una
vigilia constante ella sola. ¿Estaba Penn Sebastián tenido mejor suerte que
ella en cuanto a dormir? Probablemente no, si la información en sus
informes lo asustaban tanto como la habían asustado a ella. Al menos el
amanecer estaba a sólo unas cuantas horas de distancia. Una vez que el
sol coronara el horizonte, ella estaría tocando a su puerta para ver lo que
los Paladines tenían que ofrecer en forma de ayuda.
Ella levantó el cuello de la bata protegiendo su garganta mientras sus
escalofríos empeoraban, pensando en su preocupante situación actual.
Según los relatos que sus padres le habían contado, los Kalith
consideraban a los Paladines unos salvajes sedientos de sangre. Dios sabe
cuánta de su gente había muerto en la punta de una espada de un Paladin
a lo largo de los siglos.
Sin embargo, aquí estaba ella, teniendo que confiar en uno para
proteger sus secretos y vigilar su espalda, mientras los dos trataban con
una amenaza mucho mayor para sus dos mundos. Ella cerró los ojos,

18
haciendo una última comprobación con sus otros sentidos, buscando a
aquellos que se escabullían en la oscuridad.
Un pequeño grupo de ciervos estaba cruzando el arroyo cercano,
paciendo de noche. Podía sentir su cansancio mientras se abrían camino
hacia la espesura donde ellos se acostarían. Un búho se abalanzó fuera de
los árboles con alas silenciosas, solo faltaba la pequeña marmota que
había estado persiguiendo. Los crujidos normales de los residentes del
parque se fueron atenuando.
Espera, ¿qué era eso? El estómago le dio un vuelco al darse cuenta
que las criaturas de cuatro patas y las aladas de repente se habían puesto
a cubierto, ocultándose en las sombras más profundas. El pulso de Jora
se aceleró al mismo ritmo asustado que el de aquellas criaturas, y todo
porque los predadores de dos patas que acechaban en la noche se dirigían
ahora hacia ella. No uno, sino dos. Desde esta distancia no podía decir
mucho acerca de ellos excepto que eran ambos machos, y ambos con la
intención de ser violentos, y ella era su objetivo. Era evidente que no había
ocultado su rastro tan bien como ella había pensado.
Jora fue a toda prisa dentro de la cabaña, quitándose la bata para
ponerse su suéter, y luego agarrar la mochila que guardaba preparada en
todo momento en caso de que ella fuera llamada al campo sin previo aviso.
Se apresuró a añadir la espada de su padre, un revólver, y un par de
cuchillas arrojadizas al montón de cosas que necesitaba llevarse.
Ella dejó su lámpara de la mesilla de noche encendida y echó un
último vistazo a la pequeña cabaña que llamó su hogar durante el verano.
Ahora, ¿cómo hacer mejor su huida? Aunque conocía estos bosques tan
bien como cualquiera, tenía la sensación que la oscuridad haría poco para
refrenar a sus enemigos. No tendría demasiadas oportunidades si huía a
pie en contra de dos hombres adultos.
Eso dejaba a su camioneta y otra opción, la pequeña moto de campo a
través que utilizaba a veces en los caminos remotos. Si ella se llevaba el
coche, sabrían que se había escapado tan pronto como se dieran cuenta de
que la cochera estaba vacía. La moto era lo suficientemente ligera para
rodarla una cierta distancia antes de encender su motor. Si eso le
compraba aunque solo fuera unos minutos de ventaja, ella podría
sobrevivir a esta noche.
Metió su ordenador portátil en la mochila y cerró con llave la puerta
al salir. No tenía sentido facilitarles la entrada a los bastardos. Después de
atar con correas su mochila a la parte trasera de la moto, la sacó de la
cochera y comenzó a rodar por la carretera hacia la ciudad. Tan pronto
como sintió que la cabaña había sido allanada, ella se sentó a horcajadas
en el asiento y arrancó con el pie la moto.

19
El rugido del motor haciendo eco en los árboles sonaba excesivamente
fuerte, y ella sabía que sus enemigos utilizarían el ruido para rastrearla.
Ella se dirigió derecho a la ciudad. No había ninguna razón para tratar de
despistar a sus perseguidores, era el único destino lógico.
¿Dónde debería detenerse una vez que llegara a la ciudad? El local de
comidas estaba abierto toda la noche, pero estaría poniendo en peligro a
personas inocentes si el enemigo estaba decidido a encontrarla. Betsy
podría hacerse cargo de Jora para esta noche, pero ella se resistía a traer
problemas a la casa de su amiga. Y el departamento de policía local no
sabría cómo luchar contra dos asesinos de otro mundo.
Sólo había una posibilidad que tenía algún sentido, Penn Sebastián.
¿Cómo iba él a reaccionar si ella aparecía en su puerta diciendo que la
muerte estaba pisándole los talones? Todo dependería de si él había leído
sus informes, y si creía lo que ella había dicho en ellos.
Sólo había una manera de averiguarlo. Aceleró el motor y siguió la
estrecha carretera, con la esperanza de encontrar refugio antes que sus
enemigos la encontraran a ella.

** *
Penn se enterró bajo el montón de almohadas, deseando que
quienquiera que estaba en el estacionamiento dando golpes en una puerta
simplemente se detuviera. Ahora, antes de que él cogiera su espada y
enseñara al bastardo una lección de modales. ¿Quién estaría levantando
tal alboroto en esta hora tan intempestiva de todos modos? No era como si
estuviera en el cuartel en Seattle con Devlin o Trahern despertando a todo
el mundo porque la barrera estaba fallando.
Había pasado mucho tiempo desde que había estado en esa posición.
Él lo echaba de menos. La única cosa peor que morir en la batalla era
tener que hacerse a un lado y ver como sus amigos sangraban y morían
sin él. Con aquel pensamiento alegre, se dio la vuelta y trató de ordenarse
a sí mismo volver a dormirse. Pero tan pronto como cerró los ojos, el
teléfono empezó a sonar.
Aquello fue suficiente para derrotar la última esperanza de una noche
de descanso. Nadie que él conociera estaría llamándole al teléfono del
motel. Era hora de enseñarle a alguien una lección sobre la marcación

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descuidada. Les mostraría cuan erróneo era este número en realidad.
Lanzó su mano para agarrar el receptor y gruñó: —Más vale que sea
condenadamente importante. Si no lo es, te daré caza como a un perro
rabioso.
Para su sorpresa, reconoció a la persona que llamaba de inmediato a
pesar de que su voz estaba llena de miedo.
— ¿Penn? Soy Jora. ¿Me dejas entrar? ¿Por favor?
—Por supuesto.
Él colgó el teléfono y salió de la cama, cogiendo su arma mientras lo
hacía. Sacó la cadena de la puerta y la abrió. La hembra Kalith estaba en
el umbral, sosteniendo una moto.
—Sé que pensarás que estoy loca, pero tengo que llevar esto dentro.
Penn se apartó a un lado para dejarle espacio para maniobrar. Tenía
que ser una de las peticiones más extrañas que jamás había recibido, pero
ella no parecía del tipo que entraba en pánico con facilidad. Una vez que
ella estuvo dentro, él salió afuera brevemente para inspeccionar el
estacionamiento. No había nadie a la vista, pero el peligro estaba allí en
alguna parte. Haría falta mucho para que una mujer Kalith se arriesgase a
estar a solas con un paladín al que apenas conocía.
Mientras cerraba con llave la puerta, Jora apoyó la moto contra la
pared más alejada de la cama. Ella se mantuvo ocupada desatando el
paquete que había tenido atado a la parte trasera de la moto,
probablemente necesitando aquel rato para serenarse.
Cuando levantó su bolso y lo dejó sobre la cama, no había lugar a
dudas de la forma demasiado familiar de una espada Kalith sobresaliendo
de la parte superior. Interesante, pero no estaba demasiado preocupado
por ello. Incluso si ella lo atacaba, ninguna espada podría ser más rápida
que sus balas.
Por último, ella preguntó: — ¿Puedo sentarme?
Habría sido necesario un corazón mucho más duro que el suyo para
mantener a una mujer de pie, sobre todo una que parecía tan totalmente
asustada. Él hizo un gesto hacia la única silla de la habitación, pensando
que ella no le agradecería que le dijera que se pusiera cómoda en su
cama…no es que la idea no le hubiera pasado por la cabeza.
Él llenó la jarra de la cafetera con agua, pensando que a Jora podría
sentarle bien una taza de té caliente. Todos los Kalith que él conocía lo
preferían antes que el café. —Está bien, ¿quién te persigue?
Sus ojos se alzaron para encontrarse con los de él. —No sé sus
nombres, pero sé lo que son.

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Llenó las dos tazas que el motel le había proporcionado con la
habitación y añadió una bolsita de té y azúcar a cada una. — ¿Y eso sería?
— Soltó él mientras le entregaba el té.
—El mal, — susurró ella, sus pálidos ojos grises dilatados por el
miedo. —Sé que suena demencial, pero es la verdad. Eran dos. Yo estaba
todavía nerviosa tras reunirme contigo y no podía dormir. Esa es la única
razón por la que sigo viva. Venían a por mí a través del bosque cercano a
mi cabaña.
— ¿Cuál es su aspecto? — Él dejó su té a un lado y cogió su pistola.
—Yo no lo sé con certeza, pero supongo que eran Kalith. Yo nunca los
vi, pero les sentí venir y sabía que tenían la intención de hacerme mucho
daño. — Ella sonaba a la defensiva, como si esperara que él le lanzara sus
afirmaciones de vuelta en su cara.
Él le dirigió una mirada dura. —He leído tus informes. No hay
manera, de que incluso un geólogo entrenado pudiera saber todo eso con
certeza. Lo sé, porque mi hermana lo es. Eso me dice que tú tienes el don
de leer los estados de ánimo, a falta de una palabra mejor, de las
formaciones rocosas. Tal vez incluso más que eso.
Jora inmediatamente se enderezó. — ¿Cómo supiste de este don?
Nunca me habían dicho que los Paladines lo tuvieran.
—Nosotros no lo tenemos, pero yo conozco a otras personas de tu
mundo. Dos de ellos tienen una variación de ese mismo don. ¿Puedes
controlar la barrera, también?
Ella frunció el ceño. —Nunca lo he intentado, pero probablemente. Yo
puedo aliviar la presión en las formaciones profundas cuando se acumula
demasiado. Pero si me concentro lo suficiente, puedo sentir las
vibraciones, incluso los más pequeños pasos, siempre y cuando las
personas que caminan estén dentro de mi radio de alcance. No funciona
en la ciudad o con las multitudes, porque hay demasiados para distinguir.
Estos dos estaban viniendo directamente a través del bosque, sin seguir
ningún sendero. Mi cabaña es la única vivienda en esa área.
El resplandor de unos faros barrió por la ventana que daba al
estacionamiento. Penn empujó la cortina cerrada a un lado el tiempo
suficiente para mirar. Fuera quien fuera, estaba fuera del aparcamiento,
en dirección hacia el parque, ya demasiado lejos para que pudiera ver la
matrícula.
— ¿Qué hiciste cuando les sentiste?
—Guardo una bolsa preparada en caso que el parque me necesite a
toda prisa. Cogí algunas otras cosas y salí corriendo. No cogí mi coche, ya
que se habrían dado cuenta de que ya me había ido tan pronto como se

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acercaran a la cabaña. Al coger mi motocicleta, ellos tuvieron que
comprobar la cabaña primero. Eso me compró unos minutos.
—Inteligente forma de pensar.
No había indicio que el coche regresara. Él retrocedió, poniendo cierta
distancia entre él y Jora. Tan asustada como Jora estaba, él quería ofrecer
el consuelo de sus brazos. Había acudido a él en busca de ayuda, pero ella
se mostraba demasiado intimidada por él como para correr el riesgo de
acercársele demasiado.
—Está demasiado oscuro, si nosotros vamos a tu casa no veremos
mucho, pero voy a querer hacer eso con las primeras luces de la mañana.
Yo no funciono sin al menos algunas horas de sueño, así que puedes
quedarte la cama. Yo dormiré en el suelo.
Jora protestó inmediatamente. —Pero esta es tu habitación. Yo soy el
intruso aquí.
Mi madre me crió para tener mejores modales que eso, así que voy a
dormir en el suelo. — Luego sonrió y meneó las cejas. —O podríamos
compartir la cama.
¡Santo cielo!, parecía como si ella estuviera realmente considerándolo.
Jora podría no tener ningún interés más allá de un lugar seguro para
agarrar un poco de sueño, pero él no estaba seguro de poder confiar en sí
mismo. Como todos los paladines, tenía una fuerte necesidad de proteger.
La idea de envolver a Jora en sus brazos, para mantenerla cerca y a salvo,
contenía un gran atractivo. Pero también sabía que él querría hacer mucho
más que acurrucarse.
Era hora de tomar la decisión por los dos. —Sírvete cualquier cosa
que necesites del baño. Apaga las luces cuando hayas terminado.
Cuando ella desapareció en el otro cuarto, él tomó dos de las
almohadas y las manta extra de la cama. Después de poner la pistola y
espada a poca distancia, se puso tan cómodo como pudo sobre la delgada
alfombra. Su instinto le decía que Jora era honesta pero se había
equivocado acerca de la gente antes. Si ella iba a por su espada, él estaría
preparado para ella.
Cuando Jora regresó él deliberadamente ralentizó su respiración,
esperando que ella pensara que estaba dormido. Ella caminó de puntillas
más allá de donde estaba él, entonces todo lo que oyó fue el susurro de las
mantas mientras se acomodaba en la cama.
—Buenas noches, Penn, — susurró ella mientras apagaba la luz.

23
No la había engañado en absoluto. Sonriendo en la oscuridad, le
susurró en respuesta: —Buenas noches. Que duermas bien. Estás a salvo
conmigo.
—Lo sé.
Él no sabía cuál de ellos parecía más sorprendido por este hecho.

** *
Tarl dio un puñetazo contra la pared. Al menos esta cabaña primitiva
que había alquilado fuera de la ciudad estaba lo suficientemente alejada
de sus vecinos para asegurarse de que éstos no le oyeran gritar. La perra
había logrado escapar de la trampa que él había preparado. Eso le dijo que
dos cosas eran ciertas. Los hombres que él había enviado tras ella eran
idiotas incompetentes, y las habilidades de ella eran incluso más
poderosas de lo que le habían informado.
Se volvió hacia sus asociados. —Dime otra vez cómo sucedió esto.
Berod arrastró sus pies un poco. —Esperamos hasta después de
medianoche, justo como nos dijo que hiciéramos. El estacionamiento
estaba vacío cuando dejamos el coche allí. Cortamos directamente a través
del campo hacia su cabaña para evitar los senderos. De esta manera sería
menos probable que nos encontráramos con algunos campistas
ocasionales.
Por lo menos habían pensado tanto como eso. Él asintió con la cabeza
con aprobación. — ¿Habéis visto a alguien que podría haber llamado a la
mujer para advertirla?
—No, señor. Tengo un talento para la detección de los latidos del
corazón en un radio de media milla más o menos, y el bosque estaba vacío.
Al llegar al claro, había una luz en la parte posterior de la cabaña. — Se
limpió el sudor que había perlado su frente.
—Revisamos el lugar por un par de minutos, ya sabe, asegurándonos
de que ella no estuviera fuera. Entonces me di cuenta de que sus latidos
se estaban alejando de nosotros. Cargamos a través de la puerta de la
cabaña para asegurarnos, y fue entonces cuando escuchamos una
motocicleta arrancando su motor. Nos llevó unos minutos volver al coche
para seguirla.

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Tarl dejó que su desaprobación se filtrarse en su voz. —Y la
perdisteis, a pesar de haber sólo un camino a la ciudad? ¿Cómo es eso
posible?
—No puedo seguir un solo latido de corazón en una multitud. Nadie
del que yo haya oído hablar podría hacer algo así. — Berod y su hermano
Jarner intercambiaron miradas tristes. —Recorrimos de arriba a abajo
todas las calles de toda la ciudad, pero no había señales de una
motocicleta en ninguna parte. O ella siguió su camino recto a través de la
ciudad o alguien la está escondiendo. Buscamos motocicletas, también,
pero ella podría haberla escondido en algún lugar. En un garage tal vez. —
— ¿Eso crees? — Matar a estos dos idiotas en este momento no
serviría a su causa en absoluto, pero él lo haría más tarde. No tenía
sentido diluir la calidad genética con necios. —Reveló nuestra
investigación sobre Jora Larth algunos amigos cercanos dentro de los
límites de la ciudad?
Berod negó con la cabeza. —Ella está en buenas relaciones con la
mayoría de la gente, pero nadie en particular destacó. El local de comidas
es el lugar de reunión local. Pensamos que ella pararía allí por la mañana
en caso de que ella saliese a la luz para desayunar.
Así que no eran completamente estúpidos. —Buena idea. Si es
necesario, que uno de vosotros haga el turno del desayuno y el otro el del
almuerzo. No queremos levantar sospechas por pasar demasiadas horas
en un lugar tan pequeño.
Berod empezó a caminar sigilosamente hacia la puerta. —Vamos a ir
ahora, a menos que usted nos necesite para algo más.
Como si fueran buenos para alguna otra cosa con sus músculos y sus
cerebros muy pequeños. Aún así, no dolía lanzarles un hueso o dos.
—Sé que hicisteis lo mejor que pudisteis esta noche. — Tal y como
estaba. —Echad un vistazo a la cafetería. Si ella está allí, no hagáis
contacto. Sólo informadme, y yo me encargaré desde ahí. Tanto si la veis
como si no, descansad un poco después. Parece que nos espera otra noche
más en vela por delante.
—Sí, señor.
Los dos salieron corriendo por la puerta, casi llegando a las manos
entre ellos para escapar el primero. Esperó hasta que se habían ido antes
de marcar un número familiar. Si ellos pensaban que él era terrorífico,
deberían conocer al hombre al que él tenía que informar.
—Lamento llamarle tan tarde, señor, pero usted dijo que quería que le
informara sin importar la hora que fuera. Era tal y como usted
sospechaba. Jora b'Larth es sin duda la que ha estado interfiriendo con el

25
flujo de energía. Lamento decirle que ella sintió a mis hombres
aproximarse a su cabaña y se las arregló para escapar. Los he instruido
para notificarme tan pronto como ellos la localicen. Voy a incluirla en
nuestros planes.
El frío en el otro extremo de la línea hizo que su intestino se retorciera
de pavor. Aunque podía matar a sus subordinados por meter la pata, él lo
haría rápido y limpio. Tenía la horrible sospecha que su superior no le
ofrecería la misma cortesía.
—Buenas noches, señor. Estaré en contacto tan pronto como tenga
alguna noticia. — O él correría hacia el tramo de la barrera más próximo y
desapareceria de regreso en su propio mundo.

26
Capítulo 4

P
enn usó la toalla delgada para secarse el pelo. —Es mejor
probablemente que te mantengas fuera del alcance de la vista
por ahora. Voy a ir al otro lado de la calle y comprar el desayuno
mientras te duchas.
Jora odiaba sentirse tan dependiente de la buena voluntad de este
paladín, pero ¿qué otra opción tenía? Metió la mano en su mochila para
extraer su billetera. —Te daré algo de dinero.
—No te preocupe. Ya lo arreglaremos más tarde.
Penn desapareció por la puerta antes que ella pudiera protestar. Él ya
la había invitado dos veces y ni una más, no es que Penn Sebastián
pareciera llevar la cuenta. Además, su efectivo era limitado hasta que
pudiera llegar a un cajero automático, y eso la preocupaba. Si los hombres
que la habían perseguido la pasada noche estaban tan bien conectados
como se temía, podrían ser capaces de rastrear sus movimientos si ella
usaba sus tarjetas de crédito o un cajero automático.
Entró en el cuarto de baño para ducharse mientras él se encontraba
en la cafetería. Todavía estaba lleno de vapor de su ducha, y su mente
díscola de nuevo imaginó el duro cuerpo de su guerrero bajo el chorro de
agua caliente.
A pesar que era su enemigo, algo en él la atraía. Una vez que había
superado su shock inicial al descubrir que ella era Kalith, él la había
tratado con cautelosa cortesía, e incluso renunciado a su cómoda cama
por ella.
Era difícil conciliar la descripción de sus padres de lo que significaba
ser un paladín con este hombre. Tal vez Penn era una excepción a la
norma, pero no tenía manera de saberlo. El problema era que necesitaba
tanto a alguien en su vida en quien pudiera confiar, alguien que pudiera
ayudar a compartir esta carga de preocupación que había estado
soportando durante semanas. En este momento, Penn Sebastián era el
mejor candidato para cubrir esa necesidad. El único candidato.

27
Ella se duchó rápidamente y se vistió. Después de que sus ropas
habían sido metidas en su mochila durante meses, lo mejor que podía
decir de ellas era que estaban limpias. Puesto que su espeso cabello
tardaría una eternidad en secarse con el pequeño secador de pelo
proporcionado por el motel, se decidió por trenzarlo.
Oyó a Penn moverse en la otra habitación. Recogiendo sus cosas y su
coraje, salió del baño para hacer frente a su cómplice Paladín.
Le tendió un recipiente de espuma de poliestireno. —Espero que los
huevos revueltos y croquetas de patata estén bien. No pensé en preguntar.
—Eso va a estar bien. Yo soy vegetariana, no estrictamente
vegetariana.
Ella aceptó la comida y un cartón de zumo de naranja, y luego se
sentó en el suelo a comer. Para su sorpresa, Penn se reunió con ella en
lugar de sentarse en la cama. Él estiró sus largas piernas, abrió su propia
comida. Los siguientes minutos pasaron en silencio.
Finalmente dijo: —Eso dio en el clavo. ¿Has tenido suficiente comida?.
Ella asintió con la cabeza mientras terminaba su último bocado de
pan tostado. Estoy llena.
—Bien. Yo no quería levantar sospechas al pedir mucho más de lo que
un tipo de mi tamaño normalmente comería.
Jora metió su recipiente vacío en la bolsa que él le tendió. — ¿Por
qué? ¿Había alguien actuando sospechosamente?
—Nadie llamó la atención, pero no había manera de saber quién
pertenecía a ese lugar y quién no. Mientras esperaba por la comida, me
tomé una taza de café. Yo no detecté a nadie prestando especial atención a
quién iba o venía.
Él hizo una pausa para beber su zumo antes de continuar. —Aún así,
siendo el único lugar para comer en la ciudad, sería un lugar lógico para
que ellos estuvieran esperando a que aparecieras. — Penn frunció el ceño.
—También podrían estar vigilando desde fuera del local.
El desayuno de Jora se convirtió en un sólido nudo de tensión en el
estómago. —Nunca te pregunté. ¿Has tenido la oportunidad de leer los
informes que te di?
Penn asintió. —Sí, un par de veces. Voy a llamar a Devlin a ver si me
puede enviar algo de ayuda.
— ¿Quieres que salga afuera para que puedas hablar con él en
privado? — Ella cruzó los dedos para que él le dijera que no. De pie allí
fuera expuesta al mundo se sentiría como si tuviera una diana fijada en el
pecho.

28
—No, si Devlin tiene algo que decirme que él no quiera que tú
escuches, yo saldré afuera o iré a sentarme en mi camioneta. Yo no quiero
que estés en el exterior cuando no sabemos quién está mirando. — Recogió
el resto de la basura y la tiró a la papelera, y luego tomó su teléfono
celular.
Para darle un poco de privacidad, Jora fue al baño a lavarse los
dientes. Luego lavó un par de cosas y las colgó a secar, dejando correr el
agua todo el tiempo. Podía oír el profundo murmullo de la voz de Penn,
pero eso era todo.
Ella tiró de la cortina para ocultar la ropa interior que había colgado a
secar, luego sacudió la manija de la puerta un poco para advertir a Penn
que ella estaba saliendo.
La habitación del motel estaba vacía y oyó la voz de Penn procedente
de la zona del aparcamiento. Su voz enojada. Al tirar de la cortina a un
lado, ella se asomó para ver qué estaba pasando. Whoa, por la forma en
que estaba agitando un brazo alrededor y por su aspecto, Penn Sebastián
estaba gravemente alterado. Pateó una piedra, enviándola volando alto en
el aire.
Cuando él empezó a girar en dirección a ella se apresuró a cerrar la
cortina, porque no quería que pensara que estaba espiándolo. ¿Qué le
había molestado tanto? ¿Es que Devlin Bane no la creía? Si ese fuera el
caso, Penn Sebastián, sin duda, desaparecería de su vida tan rápidamente
como había entrado en ella.
A pesar de que debería preocuparla, extrañamente lo único que sentía
era decepción.
—Maldita sea, Devlin, ¿por qué no?

** *
Plenamente consciente de Jora en el baño, Penn decidió llevar su
discusión afuera. —Mira, sé que estás corto de personal, pero yo no estoy
pidiendo que nos envíes a ningún paladín como apoyo. Pídele a Barak que
venga y que traiga a Lacey. Demonios, yo me conformaría sólo con Larem.
Él mantuvo el teléfono tan lejos como el alcance de su brazo le
permitía y todavía podía oír la respuesta frustrada de Bane. —Maldita sea,

29
Penn, no puedo sacar a Lacey de sus funciones sin el permiso de los
Regentes. Ya te dije que yo quería volar bajo el radar con esto.
—Lo entiendo. — Penn acarició la barba corta, tratando de mantener
algo de control. —Pero no puedo proteger a Jora e investigar esta anomalía
de la que ella está hablando al mismo tiempo. Y para hacer este trabajo,
voy a tener que ir bajo la superficie para comprobar el desgarrón en la
barrera que Jora encontró. Eso significa nada de pistolas, sólo espadas
para luchar. ¿Cómo diablos se supone que voy a hacer eso?
Devlin no era sólo su superior, él era su amigo también. —Está bien,
tienes razón. Veré que puedo hacer para conseguir que Barak y Larem
vayan en esa dirección al final de la jornada. Te enviaré un mensaje con la
información de su vuelo.
Mierda, había olvidado que ninguno de los guerreros Kalith podían
conducir. —Está bien, estaré allí cuando llegue su avión. Y lamento ser un
exigente dolor en el culo, Dev.
—Tú eres eso, pero está bien. — Un pesado silencio llegó desde el otro
extremo de la línea. —Tengo una pregunta más para ti, Penn. ¿Cuándo
ibas a decirme que Jora es una Kalith, también?
Mierda, ¿cómo se suponía que iba a responder a eso? Pero Devlin era
como un viejo perro con un hueso, él no se rendiría hasta que tuviera la
verdad. Bien podría dársela.
—Sabes que yo te lo iba a decir, Devlin. Es solo que ella es... — Él se
volvió para hacer frente a las cortinas cerradas de la habitación del motel.
— ¿Ella es qué? — La voz de Devlin adoptó aquel tono tranquilo que
significaba que estaba a punto de lanzarse a por la presa.
—Ella no es como Barak y Larem, o incluso Lusahn. Ella es tan
pequeña, no un guerrero como ellos. ¿Qué crees que va a pasar si los
regentes descubren que ella está aquí? Ellos podrían no ordenarte que la
atraparas, pero no somos los únicos paladines del planeta.
Finalmente Devlin suspiró, sonando mucho mejor. —Está bien, pero
esa es la última información que tú me ocultas. Si me entero de que estás
censurando los informes por cualquier razón, vas a estar llevando la huella
de mi bota en un lugar poderosamente incómodo.
Penn tuvo que reírse.
—Lo digo en serio, Penn. Yo no puedo hacer mi trabajo si vosotros
comenzáis a ocultarme cosas, sobre todo por una mujer a la que conociste
hace menos de veinticuatro horas. ¿Cuándo vas a verla otra vez?
Penn estaba bastante seguro de que a Devlin no le iba a gustar
enterarse de que Penn la había trasladado a su habitación del motel para

30
su custodia. —Ella está conmigo ahora. Jora tiene algo de ese mojo Kalith
que Barak tiene, sólo que un poco diferentes, y ella dijo que dos hombres
la estaban acechando desde el bosque anoche. No tenía otro lugar a donde
ir, así que se presentó en la puerta de mi habitación del motel después de
medianoche.
Sintió una mayor tormenta formándose en el lado del teléfono de
Devlin, así que siguió hablando, con la esperanza de evitar las centellas de
los relámpagos que su amigo estaba a punto de lanzar en su dirección.
—He decidido mantenerla bajo cubierta hasta que pueda investigar la
situación. ¿Por qué no haces los arreglos para nuestros dos amigos
mientras Jora me muestra los alrededores? Debería tener más información
para ti cuando te llame esta tarde. Digamos ¿en torno a las cuatro en
punto?
Él contó hacia atrás desde diez, con la esperanza de que Devlin sólo
estuviera de acuerdo.
—Hijo de puta, Sebastian, ¿estás tratando de hacer que te maten?
Esa es la única razón que explicaría por qué permitirías que una Kalith de
la que tú no sabe absolutamente una mierda se acercase lo suficiente para
cortar tu garganta mientras duermes?
Penn apretó los dientes, enfrentar el temperamento de Devlin con el
suyo sólo alimentaría las llamas. —No tengo ganas de morir. — Por lo
menos ya no. —Todo lo que puedo decir es que Jora no es así, no hay un
tufillo a Otro chiflado en ella. No sé por qué creo que no está por la labor
de matarme, pero lo creo.
—Más vale que sea verdad, porque estás solo en este lío hasta que
pueda enviar a tus dos amigos ahí para ayudarte. Mantén tus ojos abiertos
y piensa con la cabeza sobre los hombros, no con la otra.
—Sí, tú has conocido bien todo eso, ¿no es cierto, Devlin? Si no
recuerdo mal, es por eso que tenemos a Barak dando vueltas por ahí hoy
en día.
El guerrero Kalith había arriesgado su vida dos veces para salvar a
Laurel Young. Contra todos los protocolos e incluso contra las demandas
de sus amigos, Devlin le había perdonado la vida a Barak porque la mujer
que amaba se lo había pedido. A veces, un hombre tenía que romper las
reglas para poder vivir consigo mismo.
—Cierra la jodida boca, Sebastian. Como he dicho, sólo ten cuidado.
—Yo también te quiero, grandulón. Ahora déjame hacer mi trabajo. —
Su voz se volvió fría. —Y una cosa más. Si alguien viene a por Jora, van a
tener que pasar sobre mí primero.

31
Él desconectó la llamada. Cuando se volvió hacia la puerta de su
habitación del motel vio a Jora allí de pie, pareciendo confundida.
— ¿Qué?, — Preguntó él.
—Tú me has defendido ante Devlin Bane a pesar de que casi no me
conoces, y luego amenazaste a cualquiera que pueda tratar de hacerme
daño. ¿Por qué harías eso? Yo soy tu enemigo.
Así que Penn no era el único que encontraba toda esta situación, en
su conjunto, confusa. —Técnicamente, ese camino corre en ambas
direcciones. Eso no parece haberte impedido aparecer en mi puerta anoche
cuando necesitabas un lugar para esconderte.
—Eso fue diferente.
No lo fue, y ambos lo sabían. En lugar de discutir ese punto, intentó
una táctica diferente. —En este momento tenemos un enemigo común.
Hay un viejo refrán que puedes haber escuchado, el enemigo de mi
enemigo es mi amigo. Eso me vale.
Ella vaciló un instante antes de que finalmente asintiera. —¿Cuando
quieres ver la grieta?
—Voy a recoger algunas cosas y estaré listo para ir.
Él pasó junto a ella, rozándola, demasiado consciente de su esencia
femenina. Tal vez fue sólo la proximidad, pero cuanto más tiempo pasaba
en compañía de Jora, más quería cerrar de golpe la puerta del motel y
encerrarlos con llave a ambos durante una semana.
Las imágenes de los dos enredados entre las sábanas, desnudos y
saciados, envió una poderosa oleada de calor a través de sus venas. Se
arriesgó a echar una mirada en dirección a Jora. Tenía la sensación que
ella le destriparía por tales pensamientos.
Rápidamente él contuvo ese particular fuego y revisó sus armas. Su
espada y munición extra fueron al petate. Aunque su capacidad para
utilizar eficazmente la hoja era limitada, se sentiría desnudo cerca de la
barrera sin ella.
— ¿Quieres poner tu espada con la mía? Es un poco menos obvio que
llevarla sobresaliendo de la parte superior de tu mochila.
Ella tiró de la hoja. Después de un segundo de vacilación, ella se la
ofreció a él.
Penn estudió el grabado en la hoja y luego dio a la espada un par de
lances de prueba. —Esta es un arma muy bien hecha.
—Era de mi padre, — dijo con una sonrisa nostálgica. —Era un
maestro con ella.

32
—Supongo que te enseñó a usarla. — Pasó un dedo cuidadosamente a
lo largo de la curva de la cuchilla.
—Sí, lo hizo. Yo incluso competí en esgrima en la universidad. No es
exactamente lo mismo que la lucha real, pero ayudó a mantener mis
habilidades a punto. — Ella le dirigió una sonrisa tímida. —Ha pasado
bastante tiempo desde que he tenido un compañero de entrenamiento. Tal
vez si tenemos la oportunidad….
Sí, como si él quisiera a una persona ajena para ver lo torpe que era
en estos días. Su destreza en la lucha siempre lo había definido como
paladín y como hombre.
—Estoy aquí para trabajar. No para jugar.
Caminó hacia el estacionamiento, dejando que Jora lo siguiera.

33
Capítulo 5

J ora contemplaba el paisaje que pasaba, permaneciendo en


silencio a menos que fuera necesario dar instrucciones a Penn. Él
respondía con monosílabos en todo caso.
Ella miró en su dirección, percatándose de los músculos tensos de su
mandíbula. En un momento él había sido lo suficientemente amigable,
incluso defendiéndola, entonces se había vuelto frío e inaccesible. ¿Sugerir
una sesión de ejercicios de entrenamiento era cruzar alguna misteriosa
frontera?
Hombres, pensó con disgusto. ¿Quién puede entender lo que pasa en
esas duras cabezas suyas?
Ella no, eso, era seguro. Su experiencia con el sexo opuesto era muy
limitada. Ella había salido con algunos chicos, pero nunca nada serio. Era
muy difícil mantener una relación y guardar secretos. Con los años, había
encontrado más fácil mantener las cosas ligeras y romper con alguien que
quería algo más que una amistad casual.
Ahora ella estaba con una de las pocas personas en el mundo con la
que no tenía que cuidar cada palabra, y él ni siquiera estaba hablando con
ella.
—Gira a la izquierda en el establecimiento que sirve comidas sin bajar
del coche que hay más adelante. A poca distancia en esa dirección, habrá
una señal de advertencia de que el camino está fuera de servicio en
adelante. Lo coloqué yo misma, con la esperanza de mantener al personal
del parque y a los turistas alejados de la zona.
Penn asintió con la cabeza a modo de acuse de recibo y dirigió su
gigante camioneta hacia la carretera de grava. Finalmente, el camino se
estrechó hasta que la maleza circundante rozaba contra los lados del
vehículo.
Cuando una rama particularmente gruesa golpeó su puerta, ella pegó
un brinco. —Espero que no te quede la pintura toda rayada. Tal vez
deberíamos haber cogido mi SUV. Ya está roto.

34
Justo mientras ella hablaba, se toparon con un surco que los tuvo a
ambos estrujados contra sus cinturones de seguridad.
Penn al final se echó a reír cuando la camioneta se estabilizó justo a
tiempo para golpear otro. —No te preocupes, Jora. Tú deberías haber visto
mi último coche. No había ni un solo panel recto en él.
—Me alegro que pienses así, porque esto va a empeorar cuanto más
nos acerquemos.
Volvieron a sumirse en el silencio mientras Penn se concentraba en
evitar a su camioneta las peores partes del camino, pero al menos la
tensión había desaparecido. Finalmente, llegaron al tronco caído que
marcaba el final de la carretera.
—A partir de aquí caminaremos. Es una caminata corta.
Mientras Penn apagaba el motor, se volvió hacia ella con el ceño
fruncido. —Creo que debería haber preguntado si necesitábamos
empaquetar algo de almuerzo y un poco de agua.
—No deberíamos estar aquí tanto tiempo. Tengo agua embotellada en
mi mochila y unas cuantas barras de cereales. No vamos a morir de
hambre antes de volver a la civilización.
—Me alegro de que pensaras en eso. — Él echó el petate al hombro.
—Ha pasado un tiempo desde que he estado en el campo. Devlin me tenía
haciendo otras cosas.
Por la forma en que lo dijo, ella sabía que tenía que haber una
historia allí, pero ella estaba reacia a entrometerse. Se acomodó la mochila
en la espalda y abrió el camino a través de los árboles.
Como geóloga, estaba acostumbrada a gastar grandes cantidades de
tiempo en el campo ella sola. Normalmente hacía sus chequeos con
conocimiento de los guardas forestales del parque para hacerles saber
dónde estaría y cuando esperaba regresar. Últimamente, sin embargo, ella
había estado haciendo sus movimientos tan en secreto como le fuera
posible. No tenía ninguna razón concreta para desconfiar de cualquiera de
sus compañeros de trabajo, pero tampoco quería despertar las sospechas
de nadie.
Alrededor de la primera curva, se agachó para estudiar el terreno.
Penn se arrodilló a su lado. — ¿Qué estás viendo?
Ella señaló donde la hierba había sido pisoteada. —Alguien ha estado
por aquí desde la última vez que he comprobado la barrera. La huella es
demasiado grande para ser mía. Puede que no signifique nada, pero esto
está bastante lejos de la ruta establecida para que los turistas anden
merodeando.

35
Penn estudió a ambos lados de la huella. —Mis habilidades de rastreo
nunca fueron geniales, pero parece como si hubiera por lo menos dos
tipos.
Jora asintió. —Estoy de acuerdo. Las huellas no son de hoy, por lo
que deberíamos estar a salvo si procedemos con cuidado. —
Penn sacó su pistola y la comprobó. Su fría eficiencia con el arma le
produjo a ella un escalofrío, aunque no debería haberlo hecho. Ella había
crecido alrededor de espadas y armas de fuego porque sus padres habían
sentido la necesidad de portar armas de algún tipo donde quiera que
fueran. El miedo a ser descubiertos por los paladines nunca había estado
lejos de sus mentes.
Y sin embargo allí estaba ella, a kilómetros de la civilización y a solas
con un asesino entrenado. Ya era demasiado tarde para pensarlo dos
veces, sin embargo. Si Penn se volviera hacia ella ahora, no había mucho
que pudiera hacer para detenerlo. Era mejor seguir adelante que
preocuparse por las cosas que estaban fuera de su control.
Ella comenzó a caminar de nuevo. —La entrada está justo tras esa
elevación del terreno. — Justo antes de llegar a la cima de la pequeña
colina, se arrodilló otra vez, sin querer proporcionar un objetivo claro para
cualquier persona que pudiera estar en el otro lado. Penn se unió a ella en
el suelo.
— ¿Has localizado algo o simplemente estás siendo cuidadosa, — le
preguntó en voz baja.
—Siendo cuidadosa, por ahora. — Ella miró a Penn. —Dame unos
segundos de silencio para ver si estamos solos.
Ella cerró los ojos, volviendo su visión hacia el interior. Normalmente
su don le salía de inmediato, diciéndole lo que tenía que saber sobre las
fuerzas de la vida en el área circundante. Esta vez tuvo problemas para
empujar más allá de la poderosa presencia que se sentaba a su lado. El
pulso de Penn era fuerte, su energía corriendo a un nivel alto, claramente
un depredador al acecho.
Le tomó un esfuerzo considerable extender su don más allá de él para
reconocer el correr precipitado de los pequeños roedores y la presión de
alas emplumadas contra el aire del verano. Un alce y sus crías gemelas
estaban pastando a una corta distancia. Mientras ella y Penn les dieran un
amplio rodeo, a la vaca no le importaría compartir su territorio.
Ahora a por la propia barrera. La roca circundante se agitaba con la
tensión creciente. Sólo habían pasado unos días desde la última vez que
había aliviado su carga, la presión debía estar construyéndose a un ritmo
más rápido para estar tan mal otra vez. Ella hizo lo que pudo a esta

36
distancia para aliviarla un poco, tendría que hacer más, una vez que se
metieran dentro.
Finalmente, abrió los ojos, el esfuerzo que acababa de invertir le
estaba cobrando un gran tributo a su propio nivel de energía. Penn
montaba guardia sobre ella y le extendió la mano para estabilizarla cuando
ella se tambaleó un poco después de ponerse en pie. La guió hasta una
roca que estaba a mano y la empujó para sentarla.
—Quédate ahí y descansa un poco. — El hurgó en su mochila y sacó
una botella de agua y un par de barras de cereales. Después de sacar el
tapón de la botella, se la entregó.
—Bebe, y luego come una barra de cereales. Deberías sentirte mejor
en unos pocos minutos. A mi amigo generalmente así se le pasa. —
El agua estaba caliente, pero me sentí bien al bajar por la garganta.
Ella hizo un trabajo rápido con una de las barras de cereal. Curiosa acerca
de ese amigo suyo, le preguntó: — ¿Tú y él hacéis este tipo de cosas a
menudo?
Penn se encogió de hombros. —Barak y yo ayudamos a mi hermana a
cargar con su equipo por las laderas de los volcanes de nuestra área. De
vez en cuando, ayuda a la montaña a asentarse un poco. —
— ¿Qué piensa tu hermana acerca de que tú salgas con
extraterrestres? — Ella mantuvo su tono ligero.
Penn dejó de otear el horizonte para mirar hacia ella. —Puesto que se
casó con el tipo, yo no creo que a ella le importe.
Bien, eso fue una sorpresa. — ¿En serio? ¿Y tú estás conforme con
eso?
—Estoy trabajando en ello, pero sospecho que los hermanos se
sienten de esa manera no importa quién o qué sea el tipo.
Penn sacó un par de prismáticos para explorar más lejos. —Barak
nació y se crió en Kalithia. Cruzó la barrera, armado y listo para luchar
hasta la muerte, con la esperanza de llevarse con él a tantos de nosotros
como pudiera. En cambio, salvó a la mujer de mi jefe. No mucho después
de eso, casi se hizo matar para salvar la vida de mi hermana. Ni siquiera
yo soy tan bastardo como para odiar a un tipo después de eso.
—Me gustaría saber más de esa historia. — Ella tomó un bocado de la
segunda barra de cereales.
Penn negó con la cabeza. —No hay tiempo para eso ahora, pero
recuérdamelo en otro momento. O puedes pedirle a él que te lo cuente.
Devlin está preparando todo para que Barak y nuestro otro residente

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Kalith, un tipo totalmente legal, se dirijan aquí. Deberían estar aquí esta
noche, mañana a más tardar.
La noticia de que iba a estar frente a dos guerreros de su mundo
natal ponía todos sus nervios de punta. Sus padres habían cruzado la
barrera hacía tantos años solos y asustados. Le había llevado años reunir
el precio del pasaje. Ellos habían sido advertidos por aquellos al mando de
que debían perderse entre la población humana. Contactar con otros de su
especie había sido estrictamente prohibido.
Tal vez porque ella había sido tan joven cuando dejaron su mundo
atrás, Jora se había adaptado rápidamente a vivir entre los humanos. No
así sus padres. A pesar de que les habían proporcionado eficaces nuevas
identidades, su madre y su padre se habían convertido en poco más que
reclusos, sólo aventurándose a salir para trabajar o para comprar artículos
de primera necesidad. Ella había hecho todo lo posible para convencerles
para vivir de verdad, pero justo hasta el día de su muerte, el temor de ser
descubiertos había sido demasiado fuerte.
Y ahora ella iba a conocer a dos machos Kalith. Uno de ellos estaba
obviamente comprometido con la hermana de Penn, pero, ¿y el otro? ¿Qué
pensaría de ella? ¿Actuaría ella de forma demasiado humana para ellos?
Siempre se había preguntado cómo encajaría ella con los de su propia
especie.
—Si te sientes mejor, deberíamos empezar a movernos. — Penn le
ofreció una mano para ayudarla a levantarse de la roca.
Mientras ella aceptaba su ayuda, miró su brazo y se quedó sin
aliento. Una cicatriz horrible, gruesa e irregular, seccionaba la mano
derecha y la muñeca. Sin pensarlo, se acercó con la mano libre para
rastrear lo que tenía que haber sido una herida horrible.
— ¡Penn, oh Dios tu brazo.
De inmediato él retiró bruscamente su mano liberándola de su toque.
Furia mezclada con lo que ella supuso era vergüenza, se reflejaban en sus
ojos. —Movámonos. No tenemos todo el día.
Suponiendo que él preferiría su silencio a una disculpa, ella guardó
su botella de agua y echó a andar por el sendero. Mientras caminaban, ella
no pudo sacarse la imagen de aquella cicatriz de la cabeza. A juzgar por su
tamaño y ubicación, Penn había estado a punto de perder la mano ante la
hoja de una espada. Ella no tenía que preguntar cómo había ocurrido o
con quién había sido la lucha. Tenía que haber sido uno de los Otros, locos
fuera de si ansiosos por la luz de este mundo.

38
El corazón le dolía por Penn, aunque dudaba que él quisiera su
simpatía. ¿Era esta la razón por la que no había estado en el campo
excepto para arrastrar equipos para su hermana? Tenía tantas preguntas.
Ella dijo en voz baja: —La entrada está justo detrás de ese grupo de
arbustos y rocas que sobresalen de la ladera.
Penn sabía que estaba siendo un idiota, pero el horror de Jora cuando
vio su cicatriz le había cabreado en grande. Debería estar acostumbrado a
eso a estas alturas, todavía de vez en cuando pillaba a sus amigos
mirándolo con esa maldita lástima cuando ellos pensaban que él no se
daría cuenta. Al menos Jora tenía la excusa de que ella no lo sabía. Los
otros Paladines habían estado allí cuando todo había ocurrido.
Cuando ella empezó a avanzar, Penn le bloqueó el camino. —Sólo un
minuto.
Dejó su petate y sacó la espada de ella y se la entregó. —Espero que
no necesitemos esto, pero he estado cerca de la barrera el tiempo
suficiente para saber que no queremos ser cogidos desprevenidos.
Incluso después de todo el ejercicio que había hecho, levantar su
espada con la mano izquierda todavía se sentía extraño. Respirando
hondo, se preparó para decirle a ella la verdad.
—Mira, yo soy diestro, pero mi muñeca y mi mano no han sanado lo
suficiente para poder sostener una espada por largo tiempo. He estado
entrenando con la izquierda, pero ha sido una batalla cuesta arriba.
— ¿Qué tal con las armas de fuego? — Su tono impersonal y sincero
le hizo más fácil para él responder.
—Soy un tirador de primera con ambas manos. — Él mantuvo la
mirada clavada en su espada. —Estoy recuperando la movilidad en la
mano, pero yo todavía estoy trabajando en la recuperación de la fuerza.
—Me alegro por ti. — Jora le dirigió una breve sonrisa antes de volver
su atención hacia sus propias armas. — ¿Listo?
—Tanto como pueda llegar a estarlo.
Trabajar con una mujer, aunque sea de tanta confianza y competente
como Jora, le parecía extraño. Por lo general, él y sus compañeros
automáticamente se intercambiaban unas veces yendo en cabeza y otras
vigilando la espalda de los demás. Pero él no quería que Jora fuese la
primera en pasar a través de la entrada de la cueva, y él era igual de reacio
a tenerla permaneciendo detrás de él todo el camino.
Ella se detuvo al llegar a las rocas. —Hay un rincón justo tras la
entrada donde suelo esconder mi mochila. Algunos de los pasajes son
bastante estrechos, y será más fácil maniobrar sin ellas.

39
—Tiene sentido.
Él la siguió al interior y tiró su bolsa en el suelo al lado de la de ella
mientras esperaban a que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad. La
familiar oleada de adrenalina se vertió a través de él, aumentando
gradualmente sus sentidos.
Inclinándose más cerca, susurró al oído de la Jora, — ¿Seguimos
siendo los únicos en la zona?
Después de unos pocos segundos, ella respondió. —Hasta el
momento, pero cuanto más nos acerquemos a la barrera, más interferirá
con mi habilidad para obtener lecturas claras.
Eso no le sorprendió. La barrera fastidiaba a un montón de cosas.
Ella echó a andar hacia adelante de nuevo, navegando a través de las
aberturas que él tuvo que despejar agachando la cabeza. Ella impuso un
ritmo que les permitió a ambos hacer el camino sin tener que recurrir a las
linternas, lo cual anunciaría su presencia si alguien estuviera esperando
más adelante.
—Ya casi llegamos. La caverna se abre más allá del siguiente giro, y la
barrera se encuentra en el extremo más alejado.
No había manera de que fuera a permitir que ella fuese en cabeza del
grupo más allá de este punto. —Déjame pasar para que pueda ir por
delante.
Jora bajó la espada y dio un paso a un lado, presionándose contra la
pared para dar a Penn espacio para pasar apretujado. Era un espacio
demasiado ajustado, dejando apenas un soplo de distancia entre ellos. La
extrema proximidad le dejó hiperconsciente del calor de Jora y llenó su
cabeza con la esencia femenina de su piel y su cabello. El efecto sobre su
propio cuerpo fue inmediato e intenso hasta el punto de ser doloroso.
Él quiso maldecir y al mismo tiempo aullar con el alivio de que su
mano no era la única parte de su cuerpo que estaba volviendo a la vida.
Era irónico que un Kalith hubiera sido el responsable de sus problemas
físicos, y otro estaba ayudando con la cura.
Ahora no era el momento para esto. Él estaba en una misión y no
podía permitirse el lujo de meter la pata por sus hormonas embravecidas.
Tiempo de hacer que su cabeza regresara al juego correcto.
Tras ponerse por delante de Jora, él se detuvo para empaparse en el
zumbido y el murmullo de la barrera. Cada vez que un Paladín se
encontraba con una parte diferente de la ondulante corriente, le tomaba
un poco de tiempo adaptarse a la nueva frecuencia. Esta no sólo se sentía
diferente, sino que también se sentía defectuosa. Preparándose para la

40
estacada habitual en sus entrañas, Penn levantó su espada, quitó el
seguro de su pistola y caminó alrededor de la curva.
Una mirada a los tonos verdes y amarillentos enfermizos
arremolinándose, le tuvo alcanzando la pared de la cueva para mantener el
equilibrio.
—Hijo de puta, ¡mira eso!
Jora se movió para posarse a su lado, mientras ambos se quedaron
mirando la cortina pulsante de energía. Después de tantos años de lucha
en la barrera, pensó que había visto todo. Pero esto parecía extraño a un
nivel completamente nuevo.
— ¿Siempre ha tenido este aspecto?
Jora negó con la cabeza. —Mis padres me han estado trayendo aquí
durante tanto tiempo como puedo recordar. Creo que les recordaba a su
hogar. — Ella se movía inquieta. —Siempre me he preguntado si ellos
podrían haber tratado de regresar, y si yo era su impedimento. La
enfermedad de la luz corre con bastante fuerza en la familia de mi padre, y
tenía miedo de los efectos que la creciente oscuridad tendría sobre mí.
Ella hizo una mueca. —Ellos siempre parecían un poco tristes
después de haber visitado esta cueva. Yo no, sin embargo. Los colores
cambiantes, cada cual más bello, siempre me han fascinado. Fue
frustrante no tener a nadie con quien compartirlo.
No había nada bonito en lo que estaba viendo. La disonancia de la
frecuencia era suficiente para hacerle sentir nauseas. — ¿Crees que es
bonita?
Ella se estremeció. — ¡Claro que no! Eso es lo que me alertó de que
algo andaba mal. Apenas puedo mirar ese pútrido revoltijo sin querer
vomitar.
Ella señaló hacia el extremo más alejado de la barrera. —Ese color
enfermizo comenzó en ese lado y se ha extendido a través de todo el tramo
en las últimas semanas. Es casi como la gangrena.
Penn comenzó a moverse hacia adelante, odiando las vibraciones
enfermizas que estaba recibiendo, pero alguien tenía que comprobarlo. En
lugar de fijar la vista en los colores pulsantes, estudió el suelo de la
caverna. Había arañazos frescos en la roca, como si algo pesado hubiera
sido arrastrado por allí recientemente. La única manera de entrar en la
caverna era el camino que él y Jora habían utilizado, pero no había signos
de los rasguños más allá del centro de la cámara.
No le gustaba el salto de pura lógica que su mente acababa de dar:
quienquiera que estaba enredando aquí había venido definitivamente del

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otro lado de la barrera. Sacó su cámara digital y tomó primeros planos del
suelo, la caverna y la propia barrera. Enviaría por e—mail las fotos a
Devlin tan pronto como regresaran al motel, tal vez alguien en la sede
había visto algo parecido antes y podría encontrarle sentido de esto.
Jora se quedó fuera de su camino, dividiendo su atención entre la
entrada detrás de ellos y esa cortina de energía enferma retorciéndose en
el otro lado de la caverna. Después de un rato, ella le preguntó: —
Entonces, ¿qué te parece?
—Que tienes razón. — Él lanzó otra fotografía, esta vez incluyendo a
Jora en el encuadre. —Alguien del otro lado está jodiendo por aquí. La
única pregunta es qué están haciendo y por qué.
Se paseó por la planta, tomando notas de las mediciones. El tamaño
de la caverna probablemente no significaba una mierda en el gran
esquema de las cosas, pero quería que Devlin tuviera toda la información
que él pudiera darle.
Mientras trabajaba, él era consciente de Jora dejando a un lado su
espada y poco a poco acercándose a la barrera, con las manos extendidas.
Anotó las últimas mediciones antes de coger su arma y posicionarse donde
él pudiera guardar la espalda de Jora. Ella estaría indefensa hasta que no
rompiera el contacto con las energías que ella estaba tratando de
manipular.
Ya había bandas de colores de aspecto más saludable lentamente
esparciéndose a través de la barrera de unos diez metros. A pesar del aire
fresco de la cueva, la frente de Jora estaba salpicada de gotas de sudor y
tenía temblores leves en las manos.
Él esperaba que ella no se excediera demasiado, porque sacarla de
este maldito lugar sería complicado, por no decir peligroso. Tendría que
sacarla a ella primero y luego regresar a por sus armas. No importaba
cómo lo mirases, la situación sería un asco en grande.
Si ella no rompía la conexión pronto, tendría que arriesgarse a tirar de
ella fuera de su estado de trance. Contaba los segundos. Su tez pálida
tenía ahora un color blanco como la tiza y su temblor era mucho peor.
Cruzó el suelo de la caverna y cautelosamente se acercó hasta tocarle el
hombro.
— ¿Jora?
No hubo respuesta.
Él puso su espada en el suelo y puso ambas manos sobre los
hombros de ella y les dio un suave apretón.

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—Jora, déjalo. Por favor. — Cuando eso no funcionó, él le dio una
sacudida y ladró, — ¡Jora! ¡Despierta, maldita sea!
Ella parpadeó dos veces y luego se dio la vuelta para mirarlo con
confusión. — ¿Penn?
Cuando un gemido agudo comenzó, su mirada se lanzó de nuevo a la
barrera. — ¡Oh, Dios, se está volviendo salvaje!
La cueva entera se estremeció y tembló. Penn agarró a Jora en sus
brazos y corrió hacia la entrada, rezando como el infierno para que él no
hubiera conseguido que los mataran a ambos.

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Capítulo 6

- ¡B
ájame, Penn!
Jora pateó sus pies, tratando de liberarse de sus brazos
antes de que fuera demasiado tarde. —Tengo que parar
esto.
Debió haber llegado hasta él, porque él dejó de moverse lo suficiente
para dejarla en el suelo sobre sus pies. —Tenemos que seguir avanzando
antes de que todo esto se venga abajo sobre nuestras cabezas.
Él la cogió de la mano, probablemente con la intención de arrastrarla
de vuelta por el pasaje hacia la entrada. Ellos no llegarían muy lejos, no a
menos que ella hiciera algo condenadamente rápido para estabilizar la
roca que se movía debajo de sus pies.
Ella se agarró a la roca sobresaliente más cercana y se mantuvo allí
como si su vida dependiera de ello. — ¡Déjame hacer esto antes de que sea
demasiado tarde! Por favor, tengo que intentarlo por lo menos. Tú sigue
adelante, y te alcanzaré cuanto pueda.
—De ninguna manera te voy a dejar aquí para enfrentarte a esto sola.
— Cruzó los brazos sobre su pecho y le bloqueó el paso hacia la barrera.
— ¡Terco idiota! —Está bien, pero no interfieras en esta ocasión. Te
dejaré saber cuándo es seguro para mí dejarlo.
Ella se apoyó en la roca, poniendo todo su peso corporal contra ella, y
se concentró en extraer la presión que se acumulaba debajo de la
superficie. La energía sangró de la roca hacia sus manos, un chorrito al
principio, luego con creciente impulso. Cuando ella había absorbido tanto
como podía sin causar daños permanentes, ella se abrió como un
conducto para permitir que el estrés se vertiera a través de ella y regresar
a la roca, difundiéndola sobre un área mayor.
Lo único que importaba era aliviar la peor de las fallas en la roca y
reparar las distorsiones en la propia barrera. Ella estabilizó su entorno
inmediato, ganando tiempo para que Penn y sus amigos descubrieran qué
estaba pasando entre Kalithia y este mundo. Por último, cuando el último

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pedacito de energía pasó a través de ella, fue liberando lentamente el
agarre moral que mantenía sobre la roca.
Ella se hundió mientras lo último de la presión se disipó, enviándola
sobre sus rodillas. Penn la atrapó antes de que cayera al suelo. Por
segunda vez, ella estaba en sus brazos, acurrucada firmemente contra su
pecho. Y a ella le gustaba. Mucho.
Todavía aturdida, se frotó la mejilla contra su suave camisa de
algodón. —Wow, me podría acostumbrar a esto. Me gustan los hombres
con músculos como los tuyos.
La risa de Penn retumbó en su pecho bajo su oreja. A ella le gustó eso
también. ¿Cómo se sentiría su barba sobre su piel? Ella lo probó con sus
dedos. Wow, era suave y espinosa al mismo tiempo.
Jora ahuecó el lado de su cara con la palma. —Penn, ¿les gusta a las
mujeres besar a hombres con barba? Yo nunca lo he hecho, pero siempre
me lo he preguntado.
—Salgamos de aquí. — Su voz sonaba un poco tensa mientras él
caminaba esquivando los salientes del pasaje, a veces luchando para evitar
golpear la cabeza de ella contra la pared de la cueva.
Finalmente, llegaron a la entrada. Penn la posó en el suelo sobre sus
pies porque no había manera de que pudieran maniobrar los dos a la vez
para salir por la estrecha abertura. Sus piernas se sentían más sólidas,
pero él aún tuvo que sostenerla hasta que estuvieron fuera.
Ella levantó la mirada hacia el cielo, parpadeando ante el brillo
repentino. El sol ya había pasado su cénit y se dirigía hacia el oeste.
¿Cuánto tiempo habían estado dentro de la cueva?
Antes de que pudiera preguntar, ella se dio cuenta de que Penn
seguía sosteniendo sus brazos con las manos, con los ojos fijos en su
rostro. No, en su boca. ¿Qué estaba él…? Su boca se acercó hasta chocar
con la de ella y el mundo una vez más se movió bajo sus pies.
Sus labios eran suaves pero, oh, tan exigentes. Ella suspiró con la
dulzura de su beso, invitándolo a saquear su boca con un movimiento de
su lengua. Oh, sí. Él sabía tan bien como parecía, y su barba suavemente
abrasaba su piel, dejando todas sus terminaciones nerviosas en llamas.
Ella clavó sus dedos en los poderosos músculos de la parte superior
de sus brazos y se apoyó en él. La diferencia de sus estaturas hizo el
ajuste un poco incómodo, pero él lo arregló levantándola contra su pecho.
Ella envolvió sus piernas alrededor de sus caderas, colocando su dolorido
centro en contacto directo con lo mucho que Penn la quería justo en ese
momento. ¡Whoa, madre mía!

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La respiración de ella se volvió entrecortada mientras las manos de él
la exploraban, dejando sólo calor y necesidad en su camino. Si no se
detenían pronto, ella iba a rogarle que la tendiera sobre el suelo y
realmente se pusieran serios acerca de esto.
Él finalmente Interrumpió el beso, su respiración sonaba como si
hubiera estado corriendo sprints. Por un horrible segundo, ella sintió los
primeros asomos de vergüenza. ¿Cómo podía haber perdido el control de
este modo con un hombre que era un total desconocido?
Entonces sus brillantes ojos azules se derritieron mientras pequeñas
arrugas aparecieron en los bordes. —He estado atrapado bajo tierra con
temblores de tierra antes y me he alegrado de salir con vida. Tengo que
decirte, no obstante, que besarte es mucho mejor que chocar las cinco con
mis compañeros.
Penn tiró de ella más cerca para otro abrazo, este amistoso más que
caliente. — ¿Estás bien? Fue todo un espectáculo lo que hiciste allí.
Ella hizo una evaluación rápida. —Nunca he canalizado tanta energía
antes, pero me siento mejor ahora.
—Me estaba preocupando por lo mucho que duró. ¿Por qué no
descansas unos minutos? Todavía tenemos que caminar de regreso a mi
camioneta.
Antes de que ella pudiera protestar, él le puso una botella de agua y
otra barra de cereales en sus manos. —Siéntate aquí mientras yo regreso a
por nuestras cosas. No tardaré mucho.
Desapareció de nuevo en la caverna, dejándola preguntándose si ellos
lo retomarían donde lo habían dejado, una vez que regresaran al motel.
Mientras ella dio un bocado a la barra correosa, decidió que sería una
lamentable pena si no lo hacían.

** *
Sentado en el borde de su litera, Tarl se puso las pesadas botas de
montaña y se apretó los cordones. No era un fan de los grandes espacios
abiertos, pero esta cabaña rústica estaba apenas un peldaño más arriba
de dormir en la cueva. Al menos tenía el mejor equipo que el mundo
humano podría proporcionar.

46
Sus hombres no habían informado de nuevo, lo que probablemente
significaba que no había habido progresos en la búsqueda de Jora b'Larth.
Hasta donde había podido averiguar, ella nunca había estado más
allá de un par de cientos de kilómetros de aquí, así que era poco probable
que ella hubiera ido a visitar a algún amigo o familiar. Eso redujo la
búsqueda, pero había cientos de kilómetros cuadrados donde podría estar
escondiéndose en el propio parque. Añade el resto de los alrededores, y era
como buscar la proverbial aguja en el pajar. A pesar de su aspecto
distintivo, todavía podía mezclarse con las masas a tropel que visitaban el
parque todos los días.
Bueno, si él no la podía encontrar, tal vez podría encontrar una
manera de hacer que ella viniese buscándole a él. Él sopesaba esa idea,
tratando de decidir si estaba realmente sobre algo o si simplemente estaba
desesperándose más.
Llamaron a la puerta y cruzó la habitación. Incluso a través del
espero metal, podía sentir el miedo sudoroso de sus dos ineptos
ayudantes.
Él abrió la puerta y les indicó que entraran con un gesto. No importa
lo malas que fueran las noticias, él no quería que se emitieran donde
cualquiera pudiera oírlos. Luego se volvió hacia ellos.
— ¿Y bien?
—Nos sentamos en la cafetería hasta que el propietario preguntó si
debía instalar una placa con nuestros nombres allí, pero todavía no hay ni
rastro de la mujer Larth. Hablé con la camarera, pero ella no fue de mucha
ayuda.
Luego enderezó sus hombros. —Hubo una cosa, sin embargo.
Escuché a una de las limpiadoras del motel diciendo a su novio que había
tenido que hacer la limpieza de una habitación que tenía una motocicleta
estacionada en ella.
Bueno, podría dejar a estos dos vivir lo suficiente para ver sus
próximos cumpleaños. — ¿Fuisteis capaces de obtener el número de la
habitación?
—No, pero no hay muchas personas alojándose prolongadamente en
el motel. La mayoría de las habitaciones quedan libres cada día, así que
sólo hay un puñado que comprobar.
—Bien. Ve a hacer eso y me informas esta noche. Deja un mensaje de
voz si no contesto. — Su teléfono celular no conseguía cobertura cerca de
la barrera.

47
Sus cómplices de Kalithia se suponían que harían contacto en las
próximas noches, y él esperaba que fuera pronto. Odiaba caminar por el
bosque en la noche para empezar, y cuanto más tiempo alargaran esto,
mayor era el riesgo de ser descubierto.
Por suerte, no había ningún Paladín estacionado en la zona. Si esos
bastardos se enteraban de lo que estaba pasando, habría un infierno que
pagar. Desviar la energía geotérmica de debajo de Yellowstone era muy
arriesgado. Lento y constante era el único plan viable. Pero si alguien se
ponía nervioso y trataba de acelerar el proceso, la reacción podría ser
catastrófica a escala planetaria. ¿Quién sabía lo que pasaría si el calor y la
luz de la caldera volcánica bajo el parque se abrían paso a través de la
barrera e inundaba su planeta natal?
— ¿Por qué no tomáis los dos un descanso. Después de que hayáis
tenido la oportunidad de cenar, plantaros cerca del motel a ver si podéis
decir dónde fue a cobijarse la mujer con su motocicleta. Os diría que
sobornarais al recepcionista, pero no hay ninguna posibilidad de que Jora
se hubiera registrado con su propio nombre.
Berod y Jarner, ambos asintieron, obviamente aliviados de que no
estuviera haciéndoles responsables de que la mujer Kalith continuase
todavía desaparecida.
Pero ellos la encontrarían pronto. Él sospechaba que ella era la
persona que había estado contrarrestando sus intentos de desestabilizar la
barrera, así que ella tenía que pasar tiempo por los alrededores. Con el
tiempo sus caminos se cruzarían y su interferencia terminaría.
Permanentemente.

** *
Penn desaceleró para eludir otro surco en el camino; Jora estaba
acurrucada contra la puerta del pasajero profundamente dormida. Dichosa
mujer. Había tenido que medio cargar con ella, medio arrastrarla, todo el
camino de vuelta a la camioneta. Es evidente que se había excedido para
lograr que ambos salieran de la caverna a salvo. Cuando ella hubiera
descansado y recuperado toda su fuerza, los dos iban a tener una larga
charla.

48
Si iban a trabajar juntos, tenía que ser como socios, y eso implicaba
compartir todos sus secretos. Él necesitaba saber lo que ella podía hacer y
lo que no podía, y el precio que pagaría por siquiera intentarlo. Demonios,
había sido él quien desencadenó que la barrera se volviera. . . ¿cómo lo
había llamado?..Salvaje. Eso era algo que tendría que hablar con Barak.
Tal vez fue sólo otra manera de decir que la barrera estaba fallando, pero
tal vez no.
De cualquier manera, tenía que haber una forma segura para traerla
de vuelta del trance en el que ella entraba mientras manipulaba la energía
de la barrera y de la roca circundante. Había estado a punto de rendirse y
tirar de sus manos lejos de la pared de la cueva cuando ella se le anticipó
finalmente y rompió el contacto por sí misma.
Él se estremeció. Si no la hubiera atrapado, habría terminado hecha
un bulto sobre el suelo de la cueva. ¿Cuánto tiempo se habría quedado allí
si hubiera estado sola? Peor aún, ¿y si los hijos de puta que estaban
jodiendo con la barrera hubieran aparecido mientras estaba inconsciente?
A medida que el camino finalmente se volvía más regular, él miró a la
mujer que dormía tan plácidamente a su lado. Algo tan pequeño, seguro
que manejó una gran cantidad de poder. Él sabía que esos dones eran
raros, sería interesante ver lo que Barak pensaba de lo que había hecho
Jora hoy.
Una vez que llegó a la carretera, se detuvo y sacó su teléfono. Seguro
que Devlin le había dejado una serie de mensajes de voz. Tal y como temía,
había sido demasiado tarde para conseguir que Barak y Larem cogieran el
vuelo de hoy. No sería antes de mañana por la tarde que aterrizarían en
Bozeman, a unas tres horas en coche del motel. Él consideró sus opciones.
Su instinto le decía que el motel no era la mejor elección. Wolf Cave tenía
apenas un kilómetro cuadrado de superficie, es decir, los extraños
destacaban, sobre todo si se quedaban por más de un día o dos. Él tenía
suficientes cosas en su petate para arreglárselas por esta noche, y Jora
tenía su mochila con ella, por lo que deberían estar bien. Si les faltaba
algo, bueno, para eso estaban las tiendas. Ellos conducirían a Bozeman,
conseguirían una habitación y dormirían un poco.
Miró a su compañera dormida, recordando ese beso que habían
compartido fuera de la cueva. Demonios, había sido lisa y llanamente
asombroso. Si Jora no hubiera estado actuando como si estuviera
borracha, él podría haber visto cuán lejos estaba dispuesta a llegar. Sexo
al aire libre nunca había estado en la parte superior de su lista de
fantasía, pero estaba dispuesto a ser flexible. Ella podría venir tras él, con
la espada de su padre por pensar así, pero la vida estaba llena de riesgos.
Así que, adelante a Bozeman. Su decisión estaba tomada, encendió la
radio y se acomodó para disfrutar de la conducción.

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Jora apenas se había movido en las tres horas que habían estado
conduciendo. Penn no sabía si ella siempre estaba tan pálida, o si era un
efecto secundario de la vinculación con la montaña, o lo que fuera que
había estado haciendo en la caverna.
De acuerdo con la señal que acababa de pasar, estarían llegando a las
afueras de Bozeman en los próximos minutos. Una vez que localizara un
motel probable la intentaría despertar.
Al cruzar los límites de la ciudad, Jora se agitó y se enderezó,
pasando de estar atontada a estar en situación de alertar en un abrir y
cerrar de ojos.
Ella miró por la ventana con el ceño fruncido. — ¿Dónde estamos
exactamente?
—Bozeman. Mis amigos llegarán mañana, así que pensé que sería
mejor esperarlos aquí mejor que en Wolf Cave. Puesto que alguien te está
buscando, pensé que sería mejor no volver a esa misma habitación de
motel esta noche.
Jora lo estudió por un momento antes de asentir. —Siento ser una
molestia.
—No es tu culpa. Además, si no hubieras llamado a Devlin, no
habríamos sabido que había un problema hasta que fuera demasiado
tarde. — Penn le sonrió. —Ahora tenemos la oportunidad de luchar para
detener a los hijos de puta.
—Sólo nos queda tener esperanza. — Se frotó las manos hacia arriba
y hacia abajo por sus brazos, como si el potencial para el desastre hubiera
enviado un escalofrío a través de ella.
—Pensé en conseguir una habitación en un motel primero y luego
buscar algo de cenar. Estoy a punto de comer mi petate. — Se obligó a
añadir: —Si lo prefieres, podemos coger dos habitaciones, pero yo
preferiría quedarme cerca de ti en caso de que aquellos tipos lograran
encontrarnos.
— ¿Cuáles son las probabilidades de que eso ocurra?
Pensó en ello. —Parece bastante improbable, pero todo depende de
cómo se les dé el seguimiento.
Las razones que él le había dado eran ciertas, pero la verdadera razón
por la que quería dormir en la misma habitación tenía que ver con el beso
que habían compartido.
Ella se estiró para coger su mano entre las suyas. —Dormiré mejor
sabiendo que estás conmigo.

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De repente, la noche se llenó de posibilidades. Él vio un motel con un
restaurante más adelante a mano derecha. Condujo rodeando la manzana,
asegurándose de que nadie los seguía. Decidiendo que estaba despejado,
entró en el estacionamiento y dio una vuelta para estacionar al fondo.
— ¿Te importaría esperar en la camioneta? Hasta donde sé, nadie
está buscando a un hombre que viaja solo.
—Estaré bien.
Odiaba dejar a Jora sola, aunque fuera por unos minutos, sin
embargo. Se inclinó para recoger sus armas de fuego de la guantera,
donde los había escondido antes. Después de entregar una a Jora, metió la
otra en la cintura de sus vaqueros y sacó su camisa por fuera para
cubrirla.
—Yo espero que no necesites eso, pero me sentiré mejor sabiendo que
la tienes.
Jora comprobó el arma con rápida eficacia y volvió a colocarla en la
guantera, a fácil alcance. —Gracias, Penn. No sólo por el arma, sino por
todo.
—No te preocupes.
Luego él los sorprendió a ambos al inclinarse para darle un beso
rápido. Cuando él empezó a retirarse, ella capturó su cara con ambas
manos y lo besó con intereses. No había manera que él quisiera ser quien
lo interrumpiera, pero si no salía de la camioneta en ese momento, no
estaba seguro de que fuera capaz de hacerlo.
Él apartó el pelo de la cara mientras de mala gana agarró la manija de
la puerta. —Espera un momento. Me daré prisa.
Su sonrisa era una promesa de calor y tentación. –Miraré que lo
hagas.
Penn salió disparado a medio galope, toda fuerza masculina y gracia,
y le dirigió una sonrisa mientras doblaba la esquina para caminar hacia la
oficina. Ella inhaló profundamente e inclinó hacia atrás la cabeza. ¿En qué
estaba pensando?
Ella nunca había sido el tipo de mujer que se acostaba con un
hombre de inmediato, aún así, ella estaba considerando seriamente
desnudarse con uno que apenas había conocido durante veinticuatro
horas. No cualquier hombre, tampoco, sino un Paladín, ¡por el amor de
Dios!
Tal vez ella había frito seriamente su cerebro al unirse a la barrera
durante tanto tiempo, pero había algo en Penn Sebastián que la atraía

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como ningún otro hombre lo había hecho. En parte era porque ella no
tenía que fingir a su alrededor, pero era mucho más profundo que eso.
Había pasado tanto tiempo de su vida sola. Había crecido con el
miedo constante de sus padres a ser descubiertos, lo que les dejó a los
tres aislados del resto de la ciudad. Ella había ido a la universidad aquí en
Bozeman, apenas lo suficientemente lejos de sus padres para estar
realmente sola. Por mucho que ella quiso explorar el mundo, no habría
podido abandonar a sus padres.
Nunca se había sentido cómoda trayendo amigos a casa, lo que le
había hecho sentirse culpable por aceptar invitaciones de amigos ya que
no podía corresponderles. Y la necesidad de cuidar cada palabra que decía
hizo difícil mantener amistades, así que no era de extrañar que ella se
hubiera ganado la reputación de ser reservada y solitaria.
Con Penn, ella podía simplemente ser ella misma. Él no sólo sabía
que ella era diferente, él vivió con la misma carga de secretos que ella.
Juntos ellos podían bajar la guardia, y simplemente ser un hombre y una
mujer, con todas las implicaciones que podrían generarse.
Ella se percató de que estaba trazando sus labios con la punta del
dedo, recordando el tacto y el gusto del beso de Penn Sebastián.
Implicaciones, verdaderamente. A pesar del poder que sus marcados
músculos prometían, él la había tratado con tanto cuidado, con un control
impresionante. ¿Qué haría falta para hacerle perder todo ese control con
una amante? Esperaba averiguarlo.
El sonido de las pisadas reventó la fantasía de Jora, y su mano
automáticamente cogió la pistola. Cuando vio a Penn dirigirse a la
camioneta, ella devolvió el arma a su sitio y esperó a que él se uniera a
ella.
— ¿Y bien?, — preguntó ella mientras él se subía a la cabina del
vehículo.
—Tenemos una habitación con una pequeña cocina en la planta
superior. El recepcionista dijo que era la puerta menos expuesta, — dijo
Penn, señalando hacia el otro extremo del parking. —También reservé la
habitación contigua para Barak y Larem para mañana por la noche. —
—Suena bien.
Penn condujo la camioneta hasta la puerta y cogieron sus escasos
equipajes y se dirigieron al motel. Cuanto más se acercaban a su
habitación, más nerviosa se ponía Jora. ¿Qué pasaría una vez que
estuvieran dentro?
Penn le entregó una llave de tarjeta magnética. —Metamos nuestras
cosas y luego probaremos con el restaurante.

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—Buena idea, — admitió ella mientras él abría la puerta con su
propia llave y se apartaba para dejarla pasar delante de él.
La habitación estaba impecable y era más grande de lo que ella había
esperado, principalmente porque sólo había una cama tamaño extra
grande.
Penn inmediatamente se dio cuenta de su tensión mientras dejaba
caer su bolsa en la esquina. —No te preocupes, Jora, no estoy asumiendo
nada. El recepcionista habría pensado que era extraño que yo pidiera dos
camas cuando le dije que estaba solo. El suelo estará bien para mí.
Eso fue todo lo que necesitó. Se dirigió directamente hacia él, con un
suspiro de placer mientras sus brazos la envolvieron. —Te tomo la palabra
respecto a la promesa de llevarme a comer. Ya se nos ocurrirá todo lo
demás después de haber comido.
Él apoyó la barbilla en la parte superior de su cabeza, manteniendo el
abrazo amistoso. —Eso es un trato. También podemos pasar por el centro
comercial para coger cualquier cosa que necesitemos en el camino de
regreso.
—Perfecto. — De mala gana, ella se apartó. —Vayamos a poner a
prueba ese restaurante.

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Capítulo 7

U
na hora más tarde, Penn había cumplido una de las
necesidades más apremiantes de su cuerpo. Había pedido el
más grande y raro filete que el restaurante tenía en su menú.
Jora había puesto sus ojos en blanco simplemente y se conformó con un
sandwich vegetal a la plancha y una ensalada grande. Él la había acusado
de pastar en vez de comer, pero ella había tomado su broma con buen
humor.
Ahora estaban cruzando la tienda local de rebajas para abastecerse
de unas cuantas cosas. Mientras ella se dirigía hacia el departamento de
ropa, él había ido en línea recta hacia el departamento de productos
farmacéuticos a por una caja de condones. No quería dar nada por
sentado, pero tampoco quería arriesgarse a no estar preparado.
Él también cogió algunos comestibles, ya que su habitación tenía una
nevera pequeña y una cocina. Cuanto menos tiempo pasaran en público,
mejor. Además, el desayuno en la cama sonaba bastante mejor para él. Se
puso en la cola para pagar sus compras, con intención de mantener aquel
pequeño artículo en secreto hasta saber con certeza que había hecho lo
correcto al comprarlo.
Una vez que salió de la fila, miró a su alrededor en busca de Jora.
¿Dónde estaba? Le había dicho que sólo necesita un par de artículos de
tocador y un par de prendas de vestir. Si ella no aparecía pronto, él saldría
en su busca.
Estaba a punto de hacer precisamente eso, cuando por fin la vio
dirigiéndose hacia la caja. Él le hizo señales con la mano para llamar su
atención. Ella le lanzó un rápido asentimiento con la cabeza mientras
aligeraba su cesta de la compra. Qué extraño ¿Qué había cogido que la
hacía ruborizarse?
En lugar de atosigarla, la esperó junto a la puerta, pensando que iba
a descubrirlo una vez que estuviera de vuelta en la habitación. Aún así, las
posibilidades tuvieron su mente aventurándose en territorio que era mejor
dejar sin explorar. La idea de desnudarse con Jora estaba teniendo un

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efecto predecible sobre su cuerpo, uno que haría que concentrarse en otra
cosa, como la conducción, fuese difícil.
El sol se había puesto mientras habían cenado y era bastante tarde
ya para que el aparcamiento estuviera bastante vacío. Automáticamente él
escaneó el área en busca de cualquier persona que pudiera estar
prestándoles atención indebida a ellos dos.
— ¿Encontraste todo lo que necesitabas? — Él frunció el ceño. — Yo
tenía intención de preguntarte si necesitabas dinero.
Ella negó con la cabeza. —Gracias por preguntar, pero tenía suficiente
para todo esto. Además, ya has pagado demasiado.
—No te preocupes. — La honestidad lo obligó a añadir: —En verdad,
mi jefe está pagando la factura mayoritariamente. Y él preferiría que
usemos dinero en efectivo así no pueden rastrearnos.
Jora guardó sus bolsas en el suelo a sus pies. —Es por eso que he
sido reacia a utilizar la tarjeta. Hasta que no sepamos quién está detrás de
todo esto, es más seguro asumir que puede seguir cualquier transacción.
Mientras recorrían en coche la corta distancia hasta el motel, él pudo
sentir la tensión que venía del otro lado de la cabina. ¿Estaba dudando
sobre cómo compartir la habitación o cómo compartir la cama? No podía
culparla si ese era el caso. Esta situación les había empujado a estar
juntos con pocas posibilidades de realmente llegar a conocerse el uno al
otro.
Tal vez bajo diferentes circunstancias, podrían tener su tiempo para
conocerse y dejar que la naturaleza siga su curso. En cambio, en menos de
dos días ella había sido expulsada de su casa y obligada a refugiarse con
un total desconocido. Luego hubo todo aquel lío en la cueva. Sin su
intervención, ambos podrían haber muerto bajo toneladas de roca.
No era de extrañar que ella pareciera un poco cansada. No tenía
sentido el pensar en meterla en la cama para nada más que dormir.
¡Maldita sea!
Él estacionó la camioneta y luego dijo: —Me siento un poco inquieto,
así que después de meter mis cosas dentro, me voy a dar un paseo. No me
esperes levantada.
—Pero yo pensaba... — Su voz se desvaneció, entonces ella dijo: —Ten
cuidado ahí fuera. Voy a dejar una luz encendida para ti.
—No te molestes. Veo muy bien en la oscuridad.
—Vale. Pásalo bien.

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¿Era eso decepción en su voz? Probablemente sólo una ilusión por su
parte. Ella lo siguió al interior, y una vez dentro de la habitación ella sacó
sus cosas. — ¿Cuánto tiempo crees que vas a estar fuera?
Una vez más, había una nota en su voz que él no podía reconocer. Él
esperó a que ella lo mirara para poder evaluar lo que estaba pasando en
esa bonita cabeza suya. —Jora, ¿preferirías que no salga?
Sus ojos se apartaron a un lado. —No, está bien. Los dos podríamos
tener un poco de tiempo para nosotros mismos.
Ella no sonaba muy convincente. A menos que llamara su atención
sobre ello, él no tenía más remedio que salir a dar su paseo no deseado.
Tan pronto como estuvo fuera en el pasillo, sabía que estaba
cometiendo un error. Recorrió una y otra vez el corredor, teniendo mucho
tiempo para pensar en ello. Jora b'Larth era Kalith, a pesar de haber
crecido en su mundo. No confiaba en los paladines, ni siquiera en él, lo
cual era un pensamiento inteligente por su parte. Él sólo tenía su palabra
de que ella no era la que estaba jodiendo en los alrededores de la barrera y
de la caldera que hervía debajo de Yellowstone. Tal vez había estado
tratando de manipular la energía, poco más que su mojo personal podía
manejarla.
Ella tenía poco en común con las mujeres con las que había salido en
el pasado. Todos habían sabido que con aquello sólo compartirían unas
pocas risas, se rascarían su mutua picazón, y luego seguirían por caminos
separados. Había demasiada inocencia en los hermosos ojos grises de Jora
para que él tomase a la ligera el siguiente paso con ella. Si ellos cruzaban
esa línea, tenía que ser porque él pensara que tenían un futuro juntos.
Él se quedó mirando su mano derecha mientras la flexionaba,
sintiendo el tirón apretado de los tendones. Hasta que supo que si alguna
vez se curaba, no podría hacer planes más allá del día siguiente.
El peso de un futuro incierto lo presionó, extendiéndose ante él, vacío
de propósitos, apenas existiendo mientras sus amigos vivían y morían por
la causa.
Dios, a veces deseaba haber muerto a causa de la herida aquella
noche o en el extremo de una aguja llena de toxinas porque quedaba
demasiado poco de él que salvar. Era algo cojonudo para pensar, pero era
la verdad.
Permaneció de pie ante la puerta de su habitación. Gracias a su
mejorado ADN Paladín, él podía sentir a Jora moverse dentro, escuchar los
latidos de su corazón, e incluso sentir su dolor. O tal vez era el suyo propio
el que él estaba sintiendo. De repente, el aire de la noche parecía mucho
mejor que hacer girar sus ruedas en tierra de nadie.

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Aporreó la barra que abría la puerta del estacionamiento. Abusar de
una pieza de metal era mejor que golpear a alguien o llevar a Jora a la
cama porque él tan desesperadamente necesitaba sentir de nuevo algo
más que dolor.
Entró en el estacionamiento sin destino en mente, ya respirando tan
fuerte como si hubiera estado corriendo por kilómetros. A la derecha había
barrios tranquilos, solo iluminados por las luces de las farolas. Abajo a la
izquierda se podía ver el destello de las luces de neón, tal vez de un bar.
Bueno, si él no podía sostener una mujer dispuesta en sus brazos,
por lo menos podría ahogar sus penas. Pero la voz de su conciencia le
recordó que su deber era montar guardia sobre Jora b'Larth, y él siguió su
camino más allá de la taberna de barrio, contando los minutos hasta que
pensara que era seguro regresar. Seguramente Jora estaría profundamente
dormida ya. Con suerte, sería capaz de deslizarse en su habitación sin que
le oyera agarrar una almohada de la cama y acurrucarse en el suelo, con
la manta extra.
Por la mañana, le conseguiría a Jora su propia habitación o al menos
una con dos camas. Sus líneas de sangre alienígenas deberían haber sido
suficientes para marcarla como fuera de los límites, pero lo que su mente
le estaba diciendo y lo que su cuerpo le exigía eran dos cosas diferentes.
Caminó a lo largo del último bloque de regreso al motel, teniendo la
satisfacción de saber que los kilómetros que había caminado lo habían
dejado aturdido y listo para dormir. Una vez que Barak y Larem estuvieran
allí para actuar como un amortiguador, sería más fácil controlar esta
ardiente necesidad de dormir con Jora.
Jora se sentó para estirar las sábanas y las mantas revueltas. A pesar
del largo baño caliente y de una taza de té de hierbas, ella no podía
relajarse lo suficiente para dormir.
¿Dónde estaba Penn? Ella quería que él, no sólo estuviera de vuelta
en la habitación, sino en su cama. Lo cual era una estupidez, ya que
obviamente él había perdido interés en ella. No podía esperar a alejarse de
ella lo bastante rápido.
Era increíble lo mucho que aquel rechazo le había hecho daño, a
pesar de que ella había estado teniendo dudas, también. Pero ahora sabía
exactamente cómo se sentía al estar envuelta por aquellos brazos
poderosos, al sostenerla contra su pecho, y su cuerpo quería más. Eso era
malo.
Trató de concentrarse en lo que estaba haciendo, y se levantó de la
cama para recoger las almohadas que habían caído al suelo.

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La puerta se abrió sin previo aviso, y al sorprenderla ella soltó un
pequeño grito. Se dio la vuelta, agarrando la almohada frente a ella como
si fuera a protegerla de un ataque. La luz junto a la puerta se encendió,
haciéndola parpadear a causa del repentino brillo.
— ¿Penn?
—Sí. Lo siento si te he despertado. — Su voz sonaba áspera. Cansado,
tal vez.
—No lo hiciste. Tuve problemas para relajarme, y me las arreglé para
descomponer la cama.
Sus ojos azul oscuro miraron más allá de ella, a la cama, y luego de
nuevo a su cara. — ¿Por qué no pudiste dormir?
¿Cómo debería responder? Bueno, ella había sido honesta con él
hasta ahora y no veía ninguna razón para cambiar eso. —Yo estaba
esperándote.
—Lo siento por haberte mantenido desvelada. — Él se adentró más en
la habitación.
Ella dio unos pasos hacia adelante también. — ¿Por qué has estado
fuera tanto tiempo?
—Pensé que tú podrías desear la oportunidad de... Yo quería... Yo
tenía miedo de….
Ella no iba a dejarle escapar fácilmente. — ¿De qué tenías miedo,
Penn? ¿De que yo fuera a saltar sobre ti a la primera oportunidad que
tuviera? Un simple "no estoy interesado" habría sido suficiente.
—No es eso. — Él estaba a unos metros de distancia, con los puños
apretados.
Ella arrojó la almohada contra él en señal de frustración, dejándola
allí de pie con su nueva camiseta de dormir de gran tamaño. —Entonces,
¿por qué?
Penn enganchó la almohada en el aire y la arrojó a un lado, mirando
fijamente sus piernas desnudas. —Porque quiero ser justo contigo, Jora.
Sí, yo quería meterme en la cama contigo y ver a dónde nos llevaba. Aún lo
deseo, pero no puedo ofrecerte nada más que unas pocas horas de sexo
sin sentido. Una mujer como tú no debería tener que conformarse con eso.
Ella cruzó los brazos sobre su pecho. — ¿Una mujer como yo? ¿Qué
se supone que significa eso? ¿Es porque soy alienígena, un Otro? ¿O
porque soy poca cosa?

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Él la fulminó con la mirada. —No seas ridícula. Eso no es lo que quise
decir. Tú no eres como mis citas habituales...eres una mujer muy
agradable.
Eso lo hizo. — ¿No vas a dormir conmigo porque soy demasiado
buena? ¿Es ese el código para decir que piensas que no puedo
satisfacerte?
Plantando sus manos en las caderas, Jora se dirigió hacia él. —
Bueno, escúchame Paladín: Yo haría tambalear tu mundo. Y ya que eres
demasiado malditamente estúpido para darte cuenta de eso tú mismo, voy
a tener que demostrártelo.
Ella parecía un enfurecido Paladín a los ojos de él. — ¿Por dónde
quieres que empiece?
Con el corazón latiéndole al doble de su velocidad normal, ella
descaradamente le examinó de la cabeza a los pies. Al darse cuenta de que
estaba realmente lamiéndose los labios, decidió que tal vez se había
excedido, ¿Y si realmente no estaba interesado?
—Uh, Penn, yo...
Ella no estaba segura de lo que había estado a punto de decir, pero él
nunca le dio la oportunidad de terminar. Usando aquellos reflejos rápidos
como el rayo por los que los Paladines eran conocidos, las manos de Penn
la agarraron por los brazos y le apretó contra su pecho. Luego, con una
sonrisa sexy, la tomó en sus brazos y se dirigió a la cama. La bajó a la
cama con tierno cuidado, y luego su cuerpo, mucho más grande, estaba
presionándola encima del de ella. Separó sus piernas, colocando la
impresionante protuberancia detrás de su cremallera justo donde ella lo
necesitaba, y Penn se meció contra ella con un delicioso movimiento de
sus caderas.
Ella clavó los talones en la parte posterior de sus muslos mientras
enredaba los dedos en su pelo y le empujó hacia abajo hasta que su boca
se encontró con la de ella. Sus lenguas se enredaron y se importunaron
mientras las manos callosas de él trazaban la curva de sus caderas,
levantándola aún más firmemente contra él.
— ¡Demasiada ropa! — logró decir ella entre besos. — ¡Deshazte de
ella!
Una risa humeante llenó la voz de Penn cuando preguntó: ¿La mía o
la tuya?
— ¡Ambas!
Él rodó hacia un lado para ayudarla a quitarse la camiseta para
dormir y la arrojó a un lado. Penn inmediatamente bajó su boca a sus

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pechos, haciendo que sus pezones se endurecieran. La sensación de tirón
de sus labios y su lengua tenía una conexión directa con su núcleo
femenino. Ella gimió y apretó los muslos juntos, tratando de aliviar el
dolor.
Penn sonrió contra su pecho. —Deja que te ayude con eso. — Él
facilitó su mano debajo del tanga de encaje que había comprado para él e
importunó sus resbaladizos pliegues con sus dedos perversamente
inteligentes.
— ¡Oh, sí! — Gimió ella.
Necesitando su piel contra la de ella, tiró de su camisa, así podría
sentir todos esos maravillosos músculos con sus manos.
Cuando arrastró sus uñas por su espalda, Penn se estremeció y luego
le sujetó las manos por encima de su cabeza. Si no iban más despacio,
todo habría terminado antes de llegar al evento principal.
—Espera un momento.
Él salió de la cama y hurgó a través de las bolsas de la compra, sacó
la caja de condones que había comprado, y maldito mientras el envoltorio
de celofán desafiaba sus dedos excesivamente ansiosos.
Cuando por fin logró arrancarlo, derramó el contenido por el suelo. No
había duda de que estaba realmente impresionando a Jora con sus
movimientos suaves. Cogió un puñado de paquetes y los tiró todos menos
uno en la mesita de noche antes de arriesgar una mirada en dirección a
Jora.
— ¿Por qué no me das eso mientras prescindes de tu ropa?, —
preguntó ella. Cuando él lo hizo así, ella se sentó para mirarlo.
Ninguna mujer había mostrado tanto placer viéndolo dejar caer su
camisa y sus vaqueros. Cuando él tiró hacia abajo de sus boxers, sus ojos
se dilataron cuando ella dejó escapar su aliento larga y lentamente. ¿Era
eso aprobación? Él pensaba que sí. Él esperaba que sí.
Él se arrodilló en la cama y ella rápidamente rasgó el paquete de
aluminio y cubrió su polla, no confiando en su control ni un segundo más.
Esto iba a ser bueno. Mejor que bueno. Él lo sabía.
Aun así, tenía que asegurarse de que esto era realmente lo que ella
quería. — ¿Estás preparada para esto?
La sonrisa en respuesta de Jora fue todo lo que había deseado. —Creo
que he estado preparada para este momento toda mi vida.
Él tragó saliva, sin saber qué decir a eso. Se decidió por mostrarle lo
especial que era esto para él haciendo que fuera tan perfecto para ella
como él pudiera alcanzar. Empezó por besarla larga, lenta y

60
profundamente, mostrándole con toques ligeros y suaves apretones lo
mucho que su cuerpo le gustaba.
Finalmente, cuando ambos estaban jadeando frenéticamente por la
necesidad, se instaló entre las piernas de ella y se posicionó.
Tan pequeña como era Jora, iba a ser un ajuste apretado. Él se
incorporó sobre ella, apoyándose en sus codos. —Trataré de ir despacio. Si
es demasiado, házmelo saber.
Ella se mordió el labio inferior mientras él se empujaba hacia delante,
deteniéndose varias veces para dejar que el cuerpo de ella se adaptase. Su
dominio sobre su cordura era muy muy frágil en el momento en que él
estaba asentado completamente dentro de su cálida bienvenida. La
conexión entre ellos era asombrosa, como si el mundo se hubiera
desplazado de su eje y finalmente estuviese en posición correcta.
Ahuecando el rostro de Penn entre sus manos, Jora lentamente movió
sus caderas, recibiendo sus embestidas con las suyas. Oh, sí, esto era
bueno. Poco a poco él aumentó el ritmo, manteniendo las riendas de cerca
sobre la fuerza detrás de sus movimientos.
Pronto Jora estaba arqueando su espalda, con sus manos clavándose
en los hombros de él. — ¡No te contengas, Penn! ¡Por favor!,
Su súplica sincera destrozó su control, y sus caderas se movían como
un martinete a máxima velocidad. La bofetada de su carne contra la de
ella, los ahogados sonidos sensuales de su garganta mientras él la hacía
suya, la presión que se acumula en su cerebro y en sus pelotas. . . . No
quedaba nada del universo más allá de esta cama, mientras ellos
aumentaban su tensión hasta su culminación. Cuando ese puro gozo se
apoderó de los dos, él no tenía ni idea de donde acababa él y donde
comenzaba Jora. Él sólo sabía que esto era lo mejor, el momento más
perfecto que jamás había tenido.
Y eso lo asustaba más que enfrentarse a una docena de Otros
dementes con espadas en sus manos y la muerte en sus ojos.

61
Capítulo 8

T
arl pateó una piedra y la envió volando a través de la caverna
para rebotar en la barrera. Se quedó mirando los colores
brillantes que se arremolinaba a través del campo de energía y
maldijo largo y fuerte. La maldita cosa estaba saludable de nuevo, todo su
duro trabajo estaba deshecho. Ahora tenía que volver a empezar desde los
arañazos y esperar que su gente en el otro lado estuviera preparándose
para hacer lo mismo.
Esa estúpida perra entrometida debía haber estado aquí de nuevo.
Era la única explicación posible. Mientras sus hombres habían estado
fuera persiguiendo sus colas buscándola, ella había estado aquí
arruinando su mejor trabajo. ¿Tenía ella alguna idea de lo difícil que era
equilibrar el daño que él le hacía a la barrera de manera que estuviera a
punto de fallar con sólo el más ligero toque, pero manteniéndose intacta
hasta que ese momento llegase?
Cada vez que intentaba esa maniobra, toda la zona se volvía más y
más inestable. Todo lo que quería hacer era crear una abertura
permanente entre este mundo y el suyo para desviar parte de la energía
abundante de la Tierra a su mundo hambriento de luz. Él no tenía ningún
deseo de hacer estallar la caldera subyacente en Yellowstone, lo cual
acabaría con la mayor parte de este mundo en cuestión de días. Y nadie se
hace rico cuando todo el mundo se muere.
Él y sus amigos no estaban locos, sólo eran codiciosos. Así que hasta
que encontraran a Jora b'Larth, él tendría que poner guardias. El costo no
salía de su participación, no obstante. Después de todo, él era el que
asumía todos los riesgos. Había sólo tres Kalith a este lado de la barrera, él
y sus dos asociados. El resto de ellos se acurrucaban en la oscuridad del
otro lado, cruzando a la carrera para manejar sus equipos cada vez que él
se las arreglaba para bajar la barrera.
Inhalando profundamente, se colocó directamente en frente de la
barrera con las palmas hacia fuera. Su magia funcionaba mejor con los
ojos cerrados, dejándolo más vulnerable a los ataques, así que escuchó en
primer el silencio, sopesándolo contra las posibles visitas anteriores. Él
estaba sin duda solo, al menos en este lado de la barrera.

62
Era hora de empezar. Canturreando en voz baja, se concentró en
sacar los colores brillantes y sustituirlos por feas sombras de verde y
negro. Trabajar con la energía era costoso, robándole su vitalidad habitual
y dejándolo temblando de agotamiento tras el tiempo que había empleado
para dañar menos de una cuarta parte de la barrera.
Tendría que conformarse con eso por ahora. Mañana por la mañana
regresaría trayendo a sus hombres de apoyo. Ninguno de ellos estaba
acostumbrado a vivir al raso, pero tendrían que aguantar por la causa.
Él se sentó en el suelo de la caverna a descansar. Le llevaba más y
más tiempo recuperarse de sus esfuerzos. Una vez que pudo controlar el
temblor de sus manos, arrastró su mochila cerca y sacó su comida
improvisada de cecina de ternera y queso. Su familia se horrorizaría al
descubrir que se había convertido en un carnívoro a este lado de la
barrera, pero la proteína animal restauraba su energía más rápidamente
que las frutas y verduras.
Él había desarrollado un gusto por las carnes raras, encontrando
atractiva la idea de que estaba absorbiendo la energía vital directamente
de la fuente. Todo lo cual lo llevó de vuelta al punto de partida: Jora
b'Larth. No era más que otra vaca en el rebaño, dispuesta a ser sacrificada
para su beneficio.
Sintiéndose mucho mejor de lo que lo había estado hacía unos
minutos, recogió su basura, pues no quería dejar ningún rastro en la
caverna antes de hacer la larga caminata de vuelta a su cabaña. Una vez
que tuviera la oportunidad de largarse y comer una buena comida,
contactaría con sus hombres por última vez antes de retirarse por esa
noche.
El tiempo se agotaba, y cada minuto que Jora evitaba ser capturada
hacía mucho más difícil completar su misión. Si él no lo conseguía pronto,
aquellos a los que él rendía cuentas se volverían gradualmente más
disgustados con sus esfuerzos. Y si eso ocurriera, el cazador se convertiría
rápidamente en la presa.

** *
Jora estaba a medio camino entre dormida y consciente, arropada por
el calor de las mantas y los brazos de Penn. La realidad se cernía fuera de

63
su habitación de motel y ella no tenía ninguna prisa para hacerle frente.
Pero al menos pronto tendrían más ayuda para cazar a quien estaba
atacando la barrera.
—Estás pensando demasiado, — las palabras de Penn susurradas
contra la parte posterior de su cuello, haciéndola estremecerse. Su brazo
se deslizó alrededor de su cintura y él colocó su cálida fuerza más
firmemente contra la espalda de ella.
Le encantaba ser acunada tan gentilmente, la fuerza de Penn le
producía un bienestar para el que no tenía palabras. Las últimas horas
habían sido increíbles, aunque Penn se había retirado poco después de la
primera vez. La expresión de su rostro había sido inquietante.
Pero entonces él la había besado, poco a poco reavivando el fuego.
Ellos se habían tomado su tiempo, cortejando en lugar de tomar,
persuadiendo en lugar de exigir. El deslizamiento de su cuerpo sobre el de
ella, dentro de ella, había sido lento y perfecto. Y, oh, ¡su amante guerrero
sabía cómo besar!
Penn se apartó para tirar de ella y volverla sobre su espalda, luego se
apoyó en un codo y la miró a la cara. — ¿Qué tiene tu corazón latiendo tan
aprisa a esta hora tan intempestiva?
Ella sonrió mientras se estiró para trazar los labios de él con la punta
de sus dedos. —Estaba pensando en lo increiblemente bien que besas.
Él mordisqueó su dedo. — ¿En serio?
—En serio.
Una gran cantidad de satisfacción masculina brilló en sus ojos
mientras su mano recorría el cuerpo de ella, dejando sus terminaciones
nerviosas hormigueando. — ¿Hay algo más que yo haga realmente bien?
—No estoy segura de si debo encender tu ego más de lo que ya lo he
hecho, — bromeó ella.
Esa sonrisa sexy de pirata estaba de vuelta. —Me parece muy bien.
Tengo algo más que yo preferiría que tú encendieras, de todos modos....
Le cogió la mano y se la arrastró por debajo de las sábanas. Ella se
dio la vuelta hacia él, probando unas cuantas técnicas diferentes de agarre
para ver cuál le gustaba más. Era difícil de decir, porque sus ojos parecían
rodarse hacia atrás en su cabeza y su boca se curvó en una sonrisa de
satisfacción.
Cuando ella se detuvo, él en realidad gimió. Ella lo empujó sobre su
espalda y de inmediato se sentó a horcajadas sobre sus caderas, y luego se
quedó mirando su atractivo rostro.

64
—Así que dime, ¿de quién es el corazón que se está desbocando
ahora?
—El mío. — Penn levantó las manos en señal de rendición. —Tú
ganas.
— ¿Y cuál es mi premio?
Con un movimiento rápido y una risa malvada, los alzó a ambos,
sujetándola debajo de él. —Yo.

** *
Penn se sentó en el borde de la cama totalmente deshecha y se quedó
mirando la puerta del baño. Podía oír a Jora moverse allí, abriendo el agua
de la ducha, cepillándose los dientes. Todas las cosas que la gente hacía
por rutina para comenzar el día, aunque el comienzo de su día estaba en
realidad más cerca del mediodía.
Esta mañana había sido cualquier cosa menos rutina para él. La
maraña de sábanas medio sobre la cama, medio echados sobre el suelo,
mostraban cómo habían comenzado su mañana, y como habían pasado
una buena parte de la noche.
¡Santo cielo!, esta mujer realmente había sacudido su mundo. Pero la
sombra del miedo que le había golpeado ayer por la noche estaba
asomando de nuevo dentro de él. Si fuera sólo sexo abrasador, él podía
marcharse sin mirar atrás. Pero había sido mucho más que eso: había
habido una conexión real. ¿Cómo podía ser tan jodidamente bueno
conocer el cuerpo de Jora, saber lo que la hacía arder, y lo que la hacía
derretirse aún más caliente? Como si todo su pasado hubiera sido como
jugar en las ligas menores y él hubiese sido llamado a las Grandes Ligas?
Si su hermana estuviera allí podría haber hablado de eso con ella,
pero esto no era algo que él quería tratar por teléfono. Lacey había
arriesgado todo para reclamar a un guerrero Kalith como su amante, por
lo que ella comprendería la mezcla de emociones que rompían a través de
él.
Penn se sorprendió a sí mismo frotando el cordón de la cicatriz que se
abría paso alrededor de su muñeca derecha. Sosteniendo su mano delante

65
de su cara, la flexionó varias veces. En este caso, la herida que le había
paralizado no importaba tanto.
¿Era eso lo que estaba sucediendo? Por primera vez desde aquella
batalla de pesadilla, ¿el se sentía entero? Jora fue la primera mujer que
había conocido que lo miraba y no veía sólo lo que él solía ser. Ella lo
necesitaba de un modo que nadie lo había necesitado desde hacía mucho
tiempo, confiando en él para protegerla y mantenerla a salvo.
¿Estaba su poderosa atracción basada en algo más que eso? ¿Cómo
diablos se supone que iba a saberlo? Él no había estado mintiendo a Jora
cuando él la había advertido que ella no era como las mujeres con las que
él salía generalmente. Ella estaba sola en este mundo. Lo último que
debería permitir es dejar que ella estableciera una conexión con él a
cualquier nivel, ya que él tendría que regresar a su media vida en Seattle,
después.
¿Qué clase de bastardo le haría eso a una mujer como ella? La
respuesta era obvia: él era esa clase de bastardo. Cerró su mano en un
puño y lo dejó caer a su lado mientras la puerta del baño se abrió.
Jora salió rodeada por una nube de vapor. —Tu turno.
—Gracias. — Él reunió sus cosas y pasó a su lado, esperando que su
sonrisa pareciera más real de lo que la sentía.
Él subió la temperatura del agua para que escaldara y se metió en la
ducha. Una barra de jabón perfumado estaba en la repisa, y extendió la
mano para levantarla hasta su nariz. Penn respiró profundamente,
arrastrando el aroma de hierbas hasta sus pulmones. Olía como Jora.
Él podría haber usado la pequeña barra de jabón que el motel
proporcionaba, pero no lo hizo. Después de anoche, no había ni un
centímetro cuadrado de su piel que no llevaba el perfume de Jora. Con un
incrementado sentido del olfato, tanto Larem como Barak inmediatamente
se darían cuenta de eso. De esta manera podría echarle la culpa al jabón.
Esta noche habría litera con Barak y Larem, durmiendo en su suelo si
era necesario. Las dos habitaciones eran anexas, así que Jora debería
estar lo suficientemente a salvo.
Ahora sólo tenía que encontrar una manera de explicarle eso a ella
sin que sonara como un rechazo. Lo último que él quería era herirla, pero
¿cómo podría evitarlo? Tal vez él debería ofrecerse para mudarse de
habitación y dejar que ella decidiera.
Terminó de ducharse y estaba tirando de sus boxers cuando Jora
llamó a la puerta. — ¿Penn?, alguien está en la puerta.
—No te asomes, ya voy.

66
Él tiró de sus pantalones vaqueros y salió precipitadamente del cuarto
de baño. Después de agarrar su pistola, comprobó la mirilla e
inmediatamente comenzó a maldecir. ¿Cómo hicieron esos dos para llegar
tan temprano?
Antes de abrir la puerta, miró a Jora. —Son mis dos amigos.
Ella se veía aún más asustada, lo que le preocupó a él, pero ahora no
era el momento para preguntarle qué le pasaba. Quitó el cerrojo y abrió la
puerta.
Barak puso cara de disculpa. —Supongo, por tu expresión, que Devlin
no recordó decirte que cogimos el autobús en lugar de volar.
Larem cambiaba su peso de un pie al otro. —Me temo que esto es
culpa mía. Aunque Barak se las ha arreglado para volar sin contratiempos,
yo no estoy preparado para compartir esa experiencia en particular.
Ninguno de los dos hombres hizo ademán de entrar en la habitación,
pero ambos alzaban la cabeza tratando de ver a su alrededor. Ellos no
eran de la clase de perderse los detalles, así que salió al pasillo con ellos,
cerrando la puerta detrás de él.
—Mirad, acabo de salir de la ducha. ¿Por qué no os dirigís los dos al
restaurante y conseguís una mesa? Yo iré en un minuto. — Él miró las
bolsas que ellos habían dejado en el suelo. —Podéis dejar eso. Tengo la
habitación de al lado reservada para vosotros. Podemos recoger las llaves
después de comer.
Después de intercambiar una rápida mirada con su compañero,
Barak asintió. — ¿Deberíamos pedir una mesa para tres o para cuatro?
—Cuatro. Nos vemos en unos minutos.
Luego caminó de regreso al interior de la habitación, cerrando
firmemente la puerta en la cara de sus amigos.

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Capítulo 9

J ora hizo un intento a medias para enderezar la habitación


mientras esperaba que Penn saliera del cuarto de baño y le dijera
lo que estaba pasando. Es evidente que la pronta llegada de los
dos guerreros Kalith le había hecho perder su equilibrio. ¿Por qué? ¿Qué
diferencia podría significar un par de horas? Ella habría pensado que él
estaría encantado por su presencia, eso significaba que podían volver a la
barrera antes.
Finalmente salió, sin dejar de parecer sombrío. Ella se sentó en el
borde de la cama y esperó a que le dijera cuál era el plan. Cuando él no
dijo nada, ella le preguntó: — ¿Quieres que me quede aquí mientras tú
hablas con tus amigos?
Él realmente consideró la sugerencia, y a ella le sorprendió lo mucho
que eso dolía. —Bien, entonces, ya veo. Comeré un poco de los cereales
que compramos. ¿Crees que vas a tardar mucho?
Ella de inmediato regresó a recoger sus escasas pertenencias y a
ponerlas en un cajón. Cuando se enderezó, Penn se había movido
silenciosamente hasta estar detrás de ella. Con la sorpresa ella soltó un
jadeo.
—No hagas eso, — le espetó ella, y le dio un puñetazo en el brazo,
dando salida a un poco de su ira dañina. Para ocultar la posibilidad muy
real de que asomaran algunas lágrimas, se volvió de espaldas a él.
—Lo siento, no era mi intención asustarte. — Él dio un paso más
cerca y envolvió sus brazos alrededor de ella, una vez más, consolándola
con la cálida fuerza de su cuerpo. —Y yo no quise herir tus sentimientos.
Estaba tratando de decidir si un lugar público era el mejor lugar de
reunión para que tú conozcas a dos machos de tu mundo por primera vez.
Puedo responder por ambos, si eso ayuda.
Estaba dispuesta a apostar que no era la única razón detrás de su
vacilación. —Tengo que conocerles algún día.
—Si estás segura de que eso es lo que quieres.

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¿Por qué sonaba su voz tan razonable, cuando la tensión de su
cuerpo telegrafiaba un mensaje completamente diferente? ¿Es que no
quería que ella los conociera? Eso no tenía sentido, ya que tenían que
trabajar juntos. ¿Estaba él preocupado por cómo iban a reaccionar al verse
enfrentados a una mujer de su mundo natal? ¿O estaba preocupado de
que ellos hubieran adivinado cómo los dos habían pasado la noche?
Dios, ella no tenía ninguna experiencia en cuestiones relativas a la
etiqueta de la mañana siguiente.
Bueno, ellos nunca llegarían a ninguna parte si ambos seguían con
evasivas. —Penn, dime lo que quieres que haga. Si quieres que te espere
aquí, dilo. Si quieres que vaya, lo haré. Si quieres que finja que nunca
sucedió lo de anoche…
Antes de que ella pudiera terminar, Penn le dio la vuelta y aplastó su
boca contra la de ella. Luego se retiró para descansar su barbilla en la
parte superior de su cabeza. —Mierda.
Ella se obligó a preguntar, — ¿Remordimientos?
—Algunos, pero no por esto. Tengo que conseguir que mi cabeza
vuelva al juego, y eso es difícil de hacer cuando cada vez que me acerco a
ti, todo lo que puedo pensar es en tocarte.
Él se apartó. —Mejor nos vamos antes de que vengan a buscarnos.
Jora lo vio recoger su cartera y las llaves. ¿Por qué esto se sentía
como un adiós? Ella deseó que pudieran permanecer atrincherados en la
habitación, aislada del resto del mundo, e inmunes a sus peligros.
Pero eso no iba a suceder. Penn y sus amigos eran los únicos que
podían ayudarla a detener el desastre que ella sintió que acechaba en el
horizonte. Un paso en falso de su parte y el resto del mundo sufriría. La
gente moriría a ambos lados de la barrera.
— ¿Preparada?
Ella reunió la mejor sonrisa que pudo. —Vamos a conocer a tus
amigos.
Caminaron hacia el ascensor, y cuando las puertas se abrieron en el
vestíbulo, se puso delante de ella, comprobando si había peligro.
—Todo despejado.
Ella lo siguió. — ¿Crees que habrán sido capaces de rastrearnos hasta
aquí?
—En realidad no, pero es mejor jugar sobre seguro.
Cruzaron el aparcamiento en silencio. En el momento en que llegaron
al restaurante, su corazón estaba siguiendo un ritmo irregular. Conocer

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machos de su propia raza era un asunto importante. Había sido criada
para encajar entre la población humana, lo cual implicaba ocultar las
habilidades especiales que eran su verdadera herencia. Con estos
hombres, eso no sería posible.
Tan pronto como ella y Penn entraron por la puerta, los sintió. Sin
que nadie se lo advirtiera, ella se volvió hacia la derecha, inmediatamente
localizando a dos hombres que la observaban con ojos de color gris pálido
que eran un reflejo de los suyos. Incluso su pelo era del mismo tono que el
de ella, atrapado entre el negro y el gris acerado y con mechas color plata.
La única diferencia era que el de ellos estaba más uniformemente
salpicado con el color más claro, el cual en el caso de ella se concentraba
en torno a su rostro.
Mientras ella se acercaba a la mesa, los dos hombres de inmediato se
pusieron de pie e inclinaron la cabeza en señal de saludo. Su gesto trajo
imágenes de sus padres y sus maneras extrañas.
Penn se colocó detrás de ella y ligeramente hacia un lado. —Chicos,
esta es Jora b'Larth.
El mayor de los dos habló primero. —Yo soy Barak q'Young, y mi
compañero es Larem q'Jones. Es un placer conocerla, señorita b'Larth.
—Es un placer conocerlos a ambos.
Barak indicó al otro lado de la mesa. — ¿Nos sentamos? Ya hemos
pedido a la camarera que nos traiga té para nosotros tres. Traerá una taza
de café para Penn también.
Jora a regañadientes se sentó en el banco, sintiéndose abrumada por
tres hombres tan grandes. —Soy conocida por Jora Larth. Quitamos la 'b'
cuando nos mudamos aquí porque era más fácil que explicar la b y el
apóstrofe.
Larem habló por vez primera. —Cada uno de nosotros adoptó el
apellido de uno de nuestros amigos humanos. Lonzo Jones, uno de los
compañeros Paladines de Penn, también me permitió vivir con él cuando
circunstancias inesperadas me trajeron a este mundo.
Había algo subyacente en su declaración que le hizo preguntarse
exactamente cuáles habían sido esas circunstancias. Pero ella tenía sus
propios secretos que ella no estaba ansiosa por compartir.
La camarera llegó con el té y el café. Después de que hubieran hecho
sus pedidos para desayunar, y los cuatro se quedaron en silencio.
Finalmente, Penn habló. —Después de que comamos, nos dirigiremos
de nuevo al motel. Una vez que os registréis, os daré los informes de Jora
para que los leáis, y luego haremos algunos planes. Puesto que su cabaña

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está a unas tres horas de distancia, estoy pensando que sería mejor que
nos quedemos aquí esta noche. Si tomamos un desayuno temprano,
podemos llegar a donde necesitamos estar a media mañana.
Bajó la voz. —Voy a tener que recoger el resto de mis cosas del motel
donde pasé la primera noche. Estoy pensando que esa ciudad es
demasiado pequeña para que nosotros permanezcamos ocultos. Luego le
lanzó a ella una rápida mirada. —Jora tuvo que dejar su cabaña
inesperadamente, por lo que tendremos que pasar por allí, también. No va
a ser seguro para ella volver sola.
La sensación de malestar en su estómago empeoró. —Estás pensando
que no podré nunca vivir allí de nuevo, ¿verdad?
Una vez más la contundente honestidad de Penn no le falló. —Todo
dependerá de cómo funcione esto. De cualquier manera, me sentiría mejor
si metieras en las maletas las cosas importantes y salieras de allí hasta
que no lo sepamos con seguridad.
Jora envolvió sus manos alrededor de su taza de té, absorbiendo su
calor. —Yo realmente, odio mucho todo este lío.
Larem dijo: —Si tú tienes que dejar tu casa permanentemente, al
menos deberías poder llevar tus pertenencias contigo y los recuerdos que
contienen. —Su sonrisa estaba enmarcada por tanta tristeza.
¿Qué había dejado él atrás que aún tenía el poder para atormentarlo?
Una vez más, una pregunta que no le plantearía. En cambio, ella escuchó
a los tres hombres que charlaban entre sí, tomando nota de los nombres
que mencionaban. Devlin Bane había enviado más dinero en efectivo en
caso de que Penn estuviera quedándose corto. Lacey, la esposa de Barak,
no sólo les había metido en sus bolsas de viaje alimentos para Barak y
Larem para comer en su largo viaje en autobús, sino que también incluyó
una caja de galletas hechas en casa para Penn.
—Por supuesto, habrá un cargo por portes implícito. — Los ojos de
oscuras pestañas de Barak brillaban mientras dejaba el paquete sobre la
mesa fuera del alcance de Penn. —Estoy pensando en por lo menos media
docena de galletas con trocitos de chocolate y de las galletas de azúcar y
canela.
—Eso para cada uno, por cierto, — agregó Larem.
—De ninguna manera. Apuesto a que Lacey os dio vuestra propia
porción de galletas. No es mi culpa si os las zampasteis por en el camino.
— Luego, en un movimiento veloz como el rayo, Penn le arrebató la caja a
Barak.

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Él le lanzó una mirada triunfante a Jora mientras sus amigos se
reían. —Nunca, nunca te interpongas entre un paladín y una caja de
galletas. — Él abrió la caja y contó su botín. Luego lo volvió a contar.
—Está bien, Lacey siempre, siempre empaqueta las galletas por
docenas. Me falta una. — Él miró sus dos amigos con mucho recelo. —
¿Explicaciones, señores?
Jora observó a los dos guerreros Kalith mantener con éxito sus
expresiones estoicas, pero a no ser que se equivocara, Larem se reía por
dentro. Su padre había tenido con frecuencia ese mismo brillo en sus ojos
cuando descubría algo divertido, pero quería ocultarlo.
Ella decidió llamar la atención del apuesto Kalith. — ¿A Penn no le
falta sólo una galleta, verdad, señores? Estoy pensando que el número real
se acerca a trece.
Los tres hombres la miraron fijamente, dos pareciendo sorprendidos y
el tercero con aspecto indignado. —Yo tengo razón, ¿no?
Los dos Kalith se miraron el uno al otro, entonces Barak dejó caer
una bolsa de plástico con las galletas sobre la mesa. Penn la metió en la
caja antes de colocarla en el asiento al lado de ella. —Idiotas. Yo las habría
compartido, pero no ahora.
Barak golpeó a su compañero en el brazo. —Te dije que le dejaras un
número par.
—Sí, pero ¿dónde está la diversión en eso?
La camarera apareció con una bandeja llena de platos, y los cuatro se
concentraron en comer sus comidas. Cuando Penn terminó, extendió el
brazo sobre el respaldo del banco detrás de ella. Larem no pareció darse
cuenta, pero Barak definitivamente lo hizo. Jora se movió un poco más
lejos, sin saber si Penn estaba simplemente poniéndose cómodo o
sutílmente proclamando su pertenencia.
Jora se sintió aliviada cuando finalmente pagaron la cuenta y salieron
a la calle. Ella normalmente pasaba la mayor parte de su tiempo a solas, y
en este momento ella necesitaba un descanso.
—Penn, he estado encerrada durante las últimas veinticuatro horas.
Si no me necesitas, voy a dar un paseo. No tardaré mucho.
Antes de que ella hubiera recorrido un metro y medio, su camino
estaba bloqueado por tres cuerpos masculinos. — ¿Qué? — preguntó ella.
Penn cruzó los brazos sobre el pecho. —Pienso que no es una buena
idea. Quiero que vuelvas adentro con nosotros. —

72
—Estoy en desacuerdo. Ya he dicho que no tardaré mucho, treinta
minutos como mucho. Tengo mi teléfono celular. Te llamaré si voy a estar
fuera por más tiempo.
— ¿Has olvidado a esos hombres que están intentando darte caza?
—No, pero no hay indicios de que nos hayan seguido hasta aquí. —
Ella trató de dar un paso alrededor de él. —Ahora, si me disculpáis, tú y
tus amigos tenéis cosas de que hablar. Asuntos secretos de los Paladines,
estoy segura. — Ella le dio un poco de gas al fuego. —Así que ¿por qué no
sigues adelante y lo hacéis?
Los dos Kalith inmediatamente retrocedieron. —Vamos a registrarnos
y nos vemos arriba, Penn.
—Vosotros haced eso. Parece que yo voy a dar un paseo.
Jora era perfectamente capaz de cuidar de sí misma, pero la verdad
era que no le importaría su compañía. —Bien.
Él la dejó elegir la dirección, ajustando su paso al de ella. Después de
unos pocos segundos la cogió de la mano, entrelazando sus dedos con los
de ella.
—Buena jugada la de las galletas. — Le tendió la caja. — ¿Quieres
una?
Como una ofrenda de paz, fue un buen comienzo. —Dos.
—Está bien, pero no se lo digas a ellos. Estarán esperando un trato
igual. —
Mientras ella comía una galleta de chocolate, decidió hacer algunas
preguntas difíciles. —Tú me dijiste como Barak terminó en este mundo.
Supongo que la historia de Larem es muy diferente.
Los pasos de Penn se volvieron más lentos. —Así es. No estoy seguro
de que me corresponda a mí contarlo, pero se lo puedes preguntar a él.
Todo lo que puedo decir es que no fue su elección, pero se ha construido
una nueva vida en Seattle.
Jora miró a sus manos unidas. —Todo esto es un poco abrumador.
Mis padres vivieron toda su vida aterrorizados de que los Paladines
descubrieran nuestra existencia.
— ¿Qué pensaban que sucedería? — preguntó Penn, pero ella
sospechaba que él ya sabía la respuesta a esa pregunta.
Ella mantuvo los ojos fijos al frente. —En el mejor de los casos, los
Paladines nos empujarían al otro lado de la barrera. En el peor, mis padres
sabían muy bien lo que les pasaba a la mayoría de los de nuestra clase
que lograban cruzar la barrera.

73
Un destello de ira cruzó la cara de Penn. —Los locos que cruzan la
barrera no son como tú, o como Barak o Larem. Supongo que nunca has
visto a un Kalith descerebrado y demente, y espero como el infierno que
nunca lo hagas.
Jora suspiró. —Es una enfermedad, ya lo sabes. No lo pueden evitar.
Mi padre perdió a sus padres cuando él era apenas un niño. — Él nunca lo
superó, tampoco.
Lo sabemos, pero eso no cambia nada. Si nosotros no los detenemos
en la barrera, ellos seguirían adelante matando.
Esta era una discusión que ninguno de los dos iba a ganar. La
verdadera pregunta era si se trataba de una brecha que ninguno de ellos
podría traspasar. Siguieron caminando hasta que su inquietud disminuyó.
—Deberíamos volver. Barak y Larem estarán esperando por mí para
que les de toda la información, — dijo ella.
Mientras ellos regresaban, Penn se aclaró la garganta. —Mientras,
tenemos el asunto de las habitaciones, ¿dónde quieres que duerma yo esta
noche? Si lo prefieres, puedo dormir en el suelo de la habitación de los
chicos.
Su primer instinto fue sentirse herida por su predisposición a dejarla
sola, pero inmediatamente se dio cuenta de que estaba tratando de no dar
nada por sentado. —Si te dejo dormir conmigo, ¿compartirás tus galletas?
—Sólo las de trocitos de chocolate. Las de azúcar con canela son
todas mías.
Ella sonrió. —Trato hecho. Ahora, vayamos a ver a tus amigos.

74
Capítulo 10

T
enían un montón de terreno que cubrir, planes que idear y
decisiones que tomar. Pero mientras Penn tomaba a sorbos su
café, lo único en que podía pensar era en cuándo él y Jora
podrían regresar a su habitación y echar la llave. Ël la miraba mientras
ella desplegaba un mapa topográfico del parque, mostrando a Barak y a
Larem donde estaba el problema y cómo lo había descubierto.
No le sorprendió que los dos hombres estuvieran impresionados por lo
que ella tenía que decir; Jora conocía su parque de dentro a fuera. Ellos
escucharon con atención mientras ella explicaba la geología normal de la
zona, y parecían horrorizados por el desastre potencial si no encontraban a
los bastardos rápidamente.
Barak señaló el mapa. — ¿Me estás diciendo que esta caldera, como
tú la llamas, tiene más de setenta y dos kilómetros de longitud? —
Jora asintió. —Algunos lo llaman un súper volcán. Si alguna vez
estallara, esto haría que el daño causado por el monte St. Helens en 1980
pareciera un inconveniente menor. Durante los últimos años ha habido un
incremento definido en la elevación, lo que podría significar que se está
volviendo más inestable.
Larem habló. —Conjeturando tan razonablemente como sea posible,
¿qué crees que estos tipos están tratando de hacer?
Ella se encogió de hombros. —Penn y yo vimos señales de que han
estado arrastrando algo pesado a través de la barrera. La única explicación
lógica es que están tratando de desviar energía de este mundo al de ellos.
Por cierto, alguien está deliberadamente dañando la barrera.
Penn dejó su café y se paseó por la habitación. —En todos mis años,
nunca he visto ningún tramo de la barrera con tan mal aspecto como éste
y que permaneciera en pie. Incluso la frecuencia estaba mal, me hacía
sentir enfermo al estar cerca de ella. Jora lo describió diciendo que se
estaba volviendo salvaje.
El normalmente tranquilo Barak dio un puñetazo sobre la mesa. —
¿Qué clase de idiota deliberadamente haría una cosa tan estúpida? Si Jora

75
está en lo cierto, la barrera no sólo habría fallado, habría desgarrado los
dos mundos. No se sabe cuánto de ambos mundos sobreviviría.
Eso es lo que Penn había temido: que todo este lío era más que unas
pocas piedras preciosas azules que eran arrancadas de Kalithia. —Yo
llamaría a Devlin y le diría que enviase más de los chicos, pero yo no creo
que fuese de ayuda. Además, si todo el infierno se desata, él necesitará
mantener a sus hombres allí donde se encuentren. Hay tramos de barrera
dispersos a lo largo de todo el anillo de fuego a lo largo del Pacífico. Los
Paladines se diseminan ya en número bastante reducido tal y como están.
Los tres hombres sopesaron las posibilidades. Finalmente, Penn tuvo
una idea. —Larem, ¿sigue Hunter recibiendo mensajes de Berk a través de
la barrera?
Jora miró a Penn, luego a Larem, y de nuevo a Penn. — ¿Quiénes son
Hunter y Berk?
Penn respondió. —Hunter es un paladín que protege un pequeño
tramo de la barrera al norte de Seattle. Él se mantiene en contacto con
Berk, que es uno de los guerreros Kalith con los que hemos estado
trabajando en un problema común.
Larem se quedó mirando el mapa. —Voy a llamar a Hunter cuando
hayamos terminado de hablar. No estoy seguro de lo que Berk puede
hacer, pero deberían ser advertidos, mejor pronto que tarde.
—Suena bien. — Penn recogió los papeles. — ¿Hay algo más?
—Tengo un par de preguntas para Jora. — Larem se volvió hacia ella.
—Lo siento, pero no estoy familiarizado con tu clan.
— ¿Por qué no? — Preguntó Penn.
Larem explicó: —La letra que precede a nuestros apellidos designa la
parte de Kalithia de la que proviene un clan. La familia de Jora se habría
originado a cierta distancia de donde vive mi familia.
Penn hizo una mueca ante el dolor evidente en la voz de Larem. El
guerrero nunca se quejaba, por lo que hacía fácil olvidarse de que había
sido arrancado de su mundo sin haberlo él decidido así. Si trataba de
volver a casa, él se enfrentaría posiblemente a una ejecución a manos de
aquellos a los que había jurado proteger.
El rostro de Larem era inexpresivo de nuevo mientras le preguntó a
Jora, — ¿Cuáles son los dones concedidos a tus líneas de sangre?
Jora frunció el ceño mientras pensaba en ello. —Con tiempo
suficiente, puedo curar la barrera. Si ese fuera el único problema, hubiera
manejado la situación yo sola, pero los repetidos ataques contra ella han

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desestabilizado la roca circundante. Una vez más, a menudo puedo revertir
el daño, pero no puedo hacer ambas cosas sin quedarme sin existencias.
Barak se unió, ¿por qué nadie se dio cuenta de que hay un problema?
Tú no puedes ser el único geólogo que trabaja en la zona.
—No, no lo soy. No obstante, los terremotos de bajo nivel son
comunes en el parque y, a menudo vienen en enjambres. Sólo alguien con
nuestra sensibilidad a la barrera y las tensiones en la roca se habría dado
cuenta de que éstos no eran de origen natural.
Larem asintió con la cabeza como si ella le hubiera confirmado sus
sospechas. —Los talentos de Barak son similares a los tuyos, pero los míos
están justamente empezando a manifestarse y se encuentran en una
dirección completamente diferente. Podría ser que yo pueda resultar útil y
ayudaros con mi energía, pero es dudoso que pueda hacer mucho más que
eso. Yo, sin embargo, haré guardia mientras tú y Barak trabajáis en
conjunto.
Penn escuchaba mientras los tres Kalith siguieron hablando de sus
diferentes habilidades espeluznantes. A pesar de la extrema situación, era
evidente que Jora estaba fascinada al compartir secretos del gremio con
los dos machos.
Él miró su reloj y se sorprendió al ver que habían pasado cinco horas.
Era el momento de hacerse cargo. —Vamos a tomar una cena temprana y
luego nos iremos a dormir. Queremos marcharnos antes de la primera luz
de la mañana, los que nos debería poner en casa de Jora antes de la
media mañana. ¿Alguna pregunta?
Jora ya estaba doblando el mapa y metiéndolo en su mochila. —No
estoy muy hambrienta. ¿Por qué no vais los tres sin mí?
En lugar de estar decepcionado, Penn se sorprendió al darse cuenta
de que se sentía aliviado. A él no le gustaba especialmente el tener que
compartir a Jora con los dos machos Kalith.
Él no tenía derecho a pensar de esa manera, pero era una maldita
lástima. Dado su futuro incierto, lo que él y Jora estaban compartiendo
podría no sobrevivir más allá de los próximos días. Infierno, él no sabía si
el mundo iba a sobrevivir tanto tiempo, pero mientras él estuviera
respirando, la quería toda para él.
Hasta que ella le indicase lo contrario, ella era suya. Lo cual hacía
que él le pertenecía a ella también, supuso. Pensamiento extraño. Él
nunca había pertenecido a nadie que no fuera un pariente de sangre. Pero
mientras él atizaba ese concepto, decidió que para él estaba bien así.
—Te traeré algo de cena, si te apetece.

77
Ante las palabras de Larem, las manos de Penn se cerraron en puños.
Él se puso justo delante de la cara del otro. —Marcha atrás, Larem. Yo
cuidaré de cualquier necesidad que Jora pueda tener.
La cara de Jora se puso roja, luego blanca mientras su propio
temperamento se hizo cargo. — ¡Penn Sebastian! ¿Cómo has podido? No
soy un hueso por el que vosotros dos debáis disputar.
Dios, odiaba tener que arrastrarse delante de su cuñado, sin
mencionar a su sonriente compañero. Ya era bastante malo que Barak le
dijera a Lacey que estaba haciendo el ridículo total por una mujer, y una
mujer Kalith además. Ella nunca le permitiría olvidar aquello considerando
el gran pesar que le había causado por enamorarse de su enemigo.
Pero Larem se lo diría a Lonzo, lo que significaba que se extendería
como la pólvora entre los Paladines de Seattle. Bien podría alquilar una
cartelera y publicar las noticias para que todo el mundo las leyera.
—Lo siento, Jora. Yo no quería decirlo de la forma en que sonó.
Luego miró a Barak y a Larem. —Esperad en el pasillo. Estaré con
vosotros de inmediato.
Larem se plantó en una silla, estirando las piernas para demostrar
que no iba a ninguna parte. —Prefiero ver como te arrastras.
Por suerte, Barak intercedió. —Larem, es posible que desees recordar
que los paladines tienen una gran memoria y la venganza es su
pasatiempo favorito. Vayamos.
—Tú no eres divertido, — se quejó Larem.
Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, Penn se acercó
cautelosamente a Jora. —Realmente lo siento. Yo no pretendía
avergonzarte.
Ella levantó su mano para detenerlo. —Está bien, pero no lo hagas de
nuevo. Ya estoy un poco incómoda con ellos sabiendo acerca de nuestra
relación. Lanzárselo a Larem a la cara no era necesario.
Relación. A él le gustaba el sonido de esa palabra, aunque no sabía
muy bien cómo manejar la situación. Quería besarla o al menos abrazarla,
pero su lenguaje corporal era una mezcla de mensajes contradictorios. En
lugar de forzar la situación, él retrocedió.
— ¿Estás segura de que estarás bien sola?
—Soy una adulta, Penn. Todo lo que voy a hacer es darme un baño
caliente y relajarme.
Las imágenes que evocó hicieron que marcharse fuera aún más difícil.
Ella lo sabía, también, la muy caprichosa...

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Él le dirigió una sonrisa de esperanza. —Sabes, yo podría encargar mi
cena para llevar. Esa bañera es realmente grande.
—Vete, Penn. Quiero por lo menos una hora para mí misma. Necesito
un poco de tiempo de inactividad.
Él sabía cuándo retirarse. —Está bien, pero una hora es el máximo.
Más que eso sería cruel.
Penn salió de su habitación y buscó a sus amigos. Barak y Larem
estaban lo bastante lejos en el pasillo para evitar oír la conversación de
Penn con Jora. Eso era bueno, esta no era la sede de los Paladines, donde
las peleas de puñetazos explotaban sobre una base regular. Si Larem lo
empujaba demasiado lejos, ambos podrían terminar calmándose en la
cárcel local.
—Entonces, ¿dónde vamos a comer?, — le preguntó a los otros.
—La comida italiana siempre funciona para mí, — dijo Barak
mientras salían del motel. —O una crepería, si hay una cerca.
Penn los condujo hasta a su camioneta. —Daremos una vuelta por los
alrededores y vemos qué podemos encontrar.
Veinte minutos más tarde, los tres estaban sentados en un pequeño
restaurante, el aire enriquecido con el aroma de la salsa marinara y pan
caliente esponjoso. Penn miró su reloj, marcando el tiempo antes de que
pudiera regresar con seguridad al motel.
— ¿Tienes una cita de la que no sabemos nada?— Barak rompió un
palito de pan por la mitad y le dio un saludable bocado.
No había una buena respuesta a esa cuestión, por lo que Penn les
planteó su propia pregunta. —Entonces, ¿qué pensáis de toda esta
situación?
Larem se reclinó en su silla, con sus brazos cruzados sobre el pecho.
—Creo que Jora es hermosa e inteligente. Ella también es de nuestro
mundo, no del tuyo.
—Eso no es lo que yo estaba preguntando.
—Sí, lo era, y te respondí. Ella no tiene a ningún familiar varón para
representar sus intereses. Si fuera mi hermana, nosotros estaríamos
teniendo una larga discusión sobre lo inadecuado que tú serías para su
felicidad futura.
Penn cerró los ojos y rezó por paciencia. —El que sea o no bueno para
Jora no es de tu maldita incumbencia. No estamos teniendo esta discusión
sólo porque ella te hace sentir tan fraternal, Larem. Ella no es tu hermana.

79
Barak intercedió. —Eso puede ser cierto, Penn, pero eso no cambia
nada. Ella es obviamente una mujer agradable que se está viendo
superada por todo lo que está pasando por aquí. Y no estoy hablando sólo
de la barrera y los terremotos.
—Guardaros todo eso, los dos, — espetó él. —Larem, ¿me estás
diciendo que el padre de Sasha estaba muy emocionado cuando supo
acerca de ti y de ella juntos?
A continuación, Penn señaló con el dedo a Barak. —En cuanto a ti, no
es que hayas escuchado nada de lo que yo tenía que decir cuando
decidiste involucrarte con mi hermana.
En aquel momento, Penn quería matarlo por haberse atrevido a tocar
a Lacey. Había necesitado secuestradores y una montaña amenazando con
matarlos a los tres para aceptar que Barak amaba a Lacey más que a su
propia vida. Penn había tenido tantas posibilidades de detener un volcán
en erupción como de impedir que su hermana y Barak construyeran una
vida, juntos.
Es evidente que el amor era ciego a cosas como las líneas fronterizas y
los prejuicios de un hermano. Pensó en Jora mientras miraba la cicatriz
que se había convertido en el centro de su existencia. Su vida se había
salido radicalmente fuera de la pista cuando la espada de ese Otro había
cortado a través de su carne y su hueso, y él todavía estaba esperando a
ver dónde su nuevo destino lo llevaría.
Él nunca había esperado terminar aquí con una mujer como Jora
b'Larth esperándolo por él en su habitación. Por primera vez en demasiado
tiempo, tenía algo que esperaba con interés.
¿Cuáles eran las esperanzas y los sueños de Jora para su futuro? ¿Se
veía a sí misma viviendo su vida explorando la inmensidad ella sola? ¿Hay
lugar para el hombre adecuado a su lado, alguien que conocía su verdad y
que la amaría con cada aliento de su vida? Trató de imaginar cómo sería el
tipo, pero lo único que podía ver era a él mismo. Existían pocas
posibilidades de que eso ocurriera.
—Esto se ve delicioso.
El comentario de Barak arrastró a Penn de vuelta al presente. No se
había dado cuenta de que la camarera había traído sus cenas. Si iba a la
deriva así en el campo, la gente podría morir. Jora podía morir…, pero eso
no iba a suceder. No a su cuidado. Nunca.
Cogió el tenedor y empezó a comer, en realidad sin darse cuenta de su
sabor. Cuanto antes terminara, antes podría volver con Jora, a donde él
pertenecía.

80
** *
Jora añadió más agua caliente a la bañera, aunque sus dedos ya
estaban como ciruelas pasas. No había esperado realmente que Penn
estuviera fuera toda una hora. En aquel momento, la presencia de los tres
grandes hombres en una misma habitación tenía sus sentidos saturados,
pero ahora se sentía abandonada. Ella le había pedido a Penn que le diera
un poco de espacio, pero ahora estaba enojada porque él lo había hecho.
¿Eso era demencia o qué?
Desde que había hecho esa llamada a Devlin Bane, todo había estado
descolocado. No podía volver a como las cosas habían sido antes, así que
tenía que seguir este camino dondequiera que la llevara. Penn y sus
amigos eran la única esperanza de asegurar la barrera, pero tenía serias
dudas sobre la posibilidad de éxito. ¿Estaba loca por depender de tres
hombres a los que apenas conocía?
Bueno, a dos apenas los conocía, y al otro ella lo conocía mucho
mejor de lo que debería. Su cuerpo conocía cada impresionante centímetro
del suyo, pero su conexión con Penn Sebastián corría mucho más
profunda que eso.
Jora siempre había dudado de la proclamación de su madre de haber
echado un vistazo a su futuro marido y saber que él era el indicado para
ella. Evidentemente a su padre le había llevado un poco más convencerse,
pero no mucho. Su historia había sido dulce y romántica, pero Jora no se
la había creído. Tal vez le debía a la memoria de sus padres, una disculpa.
No estaba preparada para etiquetar lo que estaba sintiendo como amor,
pero era fuerte.
El sonido de una puerta abriéndose en la otra habitación la hizo
sentarse incorporada en la bañera y contener la respiración. Los pasos se
detuvieron justo delante de la puerta del baño.
— ¿Jora? ¿Puedo pasar?
Ella ya estaba saliendo de la bañera y alcanzando una toalla. —No
está cerrada con llave.
Penn abrió la puerta, y su sonrisa aumentó considerablemente su
temperatura cuando la vio sosteniendo un extremo de la toalla para

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mantenerla en su lugar. La cubría desde la parte más prominente de la
curva de sus pechos y dejaba asomar un poco de la parte inferior de su
trasero. Se puso de pie detrás de ella, sus miradas atrapadas a través del
espejo. Penn se inclinó para lamer una gota de agua de su hombro,
enviando escalofríos directo al centro de ella.
— ¿Disfrutaste de tu baño?
Su calor casi la quemaba. —Sí, lo hice. ¿Estuvo bien tu cena?
—Estuvo bien, pero lo que estoy deseando que llegue es el postre.
Él sacó la pinza de su cabello y la arrojó sobre la encimera del
aparador, y luego trabajó suavemente su trenza para soltarla, dejando que
su pelo cayera en cascada sobre sus hombros. Jora se recostó contra el
pecho de Penn mientras él envolvía sus brazos alrededor de su cintura. —
Esto va a irse de nuestras manos muy rápido si no me detienes.
— ¿Por qué habría de hacerlo?
Ella cogió sus manos y las colocó sobre sus pechos, respirando
profundamente cuando él los apretó suavemente. Cuando la toalla se soltó
y cayó, ella se volvió y hundió su cara en su pecho.
Él curvó su dedo y le levantó la barbilla, sonriendo. — ¿Quieres que
llevemos esto a la otra habitación?
—Sí.
Penn había apagado ya las luces a excepción de la que estaba cerca
de la puerta. Ésta le proporcionaba a la habitación una suave e íntima
iluminación.
Se deslizaron bajo las sábanas, uno frente al otro, sólo a un aliento de
distancia. —Yo no quiero apurar esto, Jora. No se sabe lo que va a pasar
mañana. Esta noche podría ser:...
Ella lo detuvo, sin querer oír aquellas palabras. —Deja el mañana y
sus problemas fuera, Penn.
Él tragó saliva y asintió. —Yo quiero amarte esta noche…, toda la
noche.
—Bien. Eso es lo que quiero, lo que necesito. —Ella se acercó y colocó
su pierna sobre la de él. —Tómame, Penn. Haz tambalear mi mundo.
Y él lo hizo.

82
Capítulo 11

L
a camioneta dio un bandazo al toparse con un bache profundo y
se paró. Penn maldijo mientras trataba de convencer al vehículo
para ponerse en marcha de nuevo, esperemos que sin dejar su
suspensión atrás. Él estaba en funcionamiento sin dormir y con gran
tensión, nunca una buena combinación.
Miró en dirección a Jora para ver cómo lo estaba llevando. No mucho
mejor que él, y sospechaba que se debía más a la proximidad de la caverna
y la barrera.
Barak estaba definitivamente blanco como el papel, también. No era
sorprendente, ya que compartía con Jora la sensibilidad hacia la barrera y
hacia las capas circundantes de roca. Si ambos lo estaban sintiendo desde
tan lejos, era una apuesta segura que alguien había estado jodiendo con la
estabilidad de la barrera de nuevo.
Él cambió de marcha, soltando el embrague mientras presionaba el
acelerador. La camioneta gimió y se esforzó, finalmente escalando y
saliendo del surco. Casi de inmediato, Penn tuvo que dar un fuerte
volantazo a la izquierda para evitar otro mal tramo en el camino.
Echó un vistazo a Jora de nuevo. — ¿Por qué este camino está mucho
peor de lo que estaba hace sólo un par de días? —
—Es deliberado, — dijo con los dientes apretados. —No sé cómo lo
hicieron, pero el tiempo ha sido demasiado bueno para causar este tipo de
daño.
Genial. Los bastardos no sólo estaban tratando de destruir la barrera,
sino que también les quedaba suficiente mojo de sobra para joder los
caminos del parque. Por suerte estaban solo a una corta distancia del
final, desde donde tendrían que caminar.
No habían visto ninguna señal del enemigo, y él no estaba seguro qué
pensar de eso. ¿Se limitaban los hijos de puta a trabajar por la noche por
alguna razón? Pues bien, de un modo u otro, él y su equipo iban a tener
que poner fin a este desastre.

83
Marcha atrás, sacó la camioneta fuera del camino, con cuidado
maniobrando entre un grupo de árboles. Con el vehículo de frente a la
carretera, ellos podían largarse con mayor rapidez si era necesario.
Tan pronto como los cuatro se bajaron, se estiraron, antes de colgar
sus mochilas al hombro y comprobar sus armas. Barak y Larem, cada uno
llevaba una espada similar a la de Jora. Aunque Penn tenía la suya
también, había cargado también munición extra para los dos revólveres
atados a su cintura.
Jora sostuvo su espada con ambas manos, moviéndose a través de un
conjunto de ejercicios. Los tres hombres dejaron lo que estaban haciendo
para mirar. ¡Demonios, seguro que sabía cómo moverse!
Cuando se dio cuenta de que todos estaban mirando, ella se tambaleó
hasta detenerse. Penn miró a los otros dos hombres, que rápidamente se
pusieron a trabajar con sus propios preparativos.
Jora les frunció el ceño a ellos dos y luego a Penn. —Una vez que
lleguemos a la caverna, ¿cuál es el plan?
—Eso va a ser trabajo tuyo y de Barak. Larem os apoyará si puede. Yo
soy el guarda espaldas. — Mientras él pudiera usar un arma.
—Yo iré en cabeza, mientras vosotros dos os encargaréis de la
retaguardia. Jora, tú quédate en medio entre nosotros, y si digo “abajo”, te
pones a cubierto y permanecer allí.
—Puedo pelear, — protestó.
—Sí, pero también eres la única con experiencia reparando este
particular tramo de la barrera. Si tú caes, todos estamos jodidos.
Tan pronto como Penn comenzó a caminar por el camino, una ola de
temor se apoderó de él. Durante unos segundos, necesitó toda su fuerza
para seguir adelante. A continuación, la sensación se desvaneció con la
misma rapidez.
— ¿Alguien más sintió eso?, — preguntó.
Los ojos de Jora tenían un aspecto salvaje, sus pupilas dilatadas y
asustadas. —Es la barrera. Alguien la abrió, pero se está cerrando.
—Él lo va a intentar de nuevo tan pronto como sea capaz. — Barak
parecía aún peor, claramente sintiendo los efectos más que nadie.
Penn se adelantó a la carrera. —Tenemos que llegar allí antes de que
eso ocurra, pero mantened los ojos bien abiertos. Dudo que él esté solo.
Corrieron casi en total silencio. Ninguno de ellos tenía aliento que
desperdiciar hablando, y poco más que un susurro podría alertar al
enemigo. Penn pronto localizó las grandes piedras que marcaban la

84
apertura de la cueva y levantó su mano, indicando a los demás que
permanecieran ligeramente atrás mientras exploraba la zona.
Si alguien estaba vigilando la boca de la cueva, lo hacía desde lo
suficientemente lejos para evitar ser visto. Penn cerró los ojos y extendió
sus otros sentidos. Nada. A pesar de que su camino a la entrada parecía
estar claro, sus instintos gritaban peligro a cada paso que daba.
Pero seguro o no, no tenían más remedio que seguir adelante. Hizo
señales con la mano a los otros tres para que se unieran a él, admiraba la
manera que Jora se movía con la misma gracia letal que sus compañeros
Kalith.
— ¿Todo el mundo preparado?
Jora asintió con la cabeza, con expresión solemne. Barak hizo lo
mismo, pero Larem sonrió. Normalmente Penn habría estado sintiendo el
mismo subidón de fiebre de batalla, pero él estaba demasiado preocupado
por Jora para tener la satisfacción una vez más de hacer aquello para lo
que él, había sido entrenado durante toda su vida.
Entró en la cueva, sus ojos de inmediato adaptándose a la oscuridad
repentina. Apartó su atención de los suaves pasos detrás de él,
concentrándose en el pasaje por delante. A pesar del silencio, no estaban
solos.
Su estómago se revolvió y el ácido quemó la parte posterior de su
garganta. La barrera estaba enferma. Podía sentirlo en su sangre y en sus
huesos. Después de toda una vida de combates cerca de la maldita cosa,
había pensado que conocía cada uno de sus estado de ánimo: sano, fuerte,
débil, abajo, y todo lo demás. Pero esto era diferente, de alguna manera
este tramo de energía resplandeciente estaba siendo torturado. No había
otra palabra para ello.
Volvió a mirar a Jora y a los dos machos Kalith, brevemente encendió
su linterna. Los tres parecían horrorizados, pero decididos. Apagó la luz y
continuó adelante.
En el momento en que el pasaje se ensanchó de nuevo, era todo lo
que Penn podía hacer para no ir cargando hacia adelante, gritando su
furia. Con la espada en una mano y la pistola en la otra, en silencio
caminó hacia delante. La cueva estaba vacía.
Jora le siguió adentro de la caverna, Larem y Barak se abrieron en
abanico a ambos lados de ellos. Los cuatro estaban paralizados mientras
miraban a lo que quedaba de la barrera. A lo largo de los bordes, todavía
parecía normal, enferma, pero normal. Pero no había palabras para
describir aquello que había donde el centro de la barrera solía estar. No

85
estaban mirando el mundo de los Kalith, lo cual habría sido ya bastante
malo.
Era como si estuvieran mirando al corazón de la creación, aquel
simple segundo en que el universo pasó de la nada al todo tras una
explosión de luz brillante.
— ¿Qué demonios es eso?, — Se preguntó, esperando que uno de los
otros tuviera una respuesta.
Barak negaba con la cabeza, pero no estaba claro si era porque él no
tenía ninguna respuesta o si estaba negando lo que sus ojos le estaban
diciendo que era verdad. La cara de Larem estaba congelada en una mueca
de dolor, y su espada cayó al suelo con un ruido metálico fuerte mientras
lentamente se vino abajo sobre el suelo de la cueva.
La propia mirada de Penn se arrastró de vuelta al agujero rasgado en
su realidad. Los patrones siempre cambiantes pulsaban y bailaban,
haciéndole desear alzar la mano para tocarlos. Su belleza fría era la de una
cobra, hipnotizante pero mortal. Él retrocedió un paso y se agachó para
ayudar a Larem a ponerse de nuevo sobre sus pies. Tenían que salir
pitando de allí mientras aún podían.
Entonces Jora puso su espada a sus pies y llevó sus manos a la
misma posición que la última vez que había intentado traer de vuelta bajo
control la energía caprichosa.
— ¡Jora, no!, — Gritó.
Pero bucles de energía se habían extendido ya enredándola en su
abrazo. Poco a poco, daban vueltas a su alrededor, tirando de ella paso a
paso hacia el infinito de la brecha. Dejó caer el brazo de Larem y se lanzó
hacia adelante para cogerla, para luchar por ella, para mantenerla en este
mundo.
Ella le lanzó una mirada de terror. —No me toques, Penn. Por favor.
Tengo que hacer esto.
Ella se movió hacia adelante mientras Barak y Larem se lanzaron
sobre Penn, arrastrándolo hasta el suelo.
— ¡Jora! — Ella tocó la grieta, y la cueva explotó en una cacofonía de
sonido y luz. Lo último que él recordaba era a Jora mirándolo mientras la
oscuridad la reclamaba. Él podría haber jurado que escuchó las palabras
"Te amo", pero él estaba demasiado ocupado gritando para estar seguro.
— ¡Por los dioses, hombre, déjalo!
Las palabras se acentuaron con un golpe fuerte, seguido por una
punzada de dolor. En algún nivel, el trato brusco enojó a Penn, pero todo
estaba ocurriendo en la distancia, apagado como si el dolor perteneciera a

86
otra persona. Después un chorrito de agua golpeó su cara, dejándolo
escupiendo para poder respirar.
Penn finalmente salió de su letargo y volvió a la lucha. Su puño
conectó con la mandíbula de alguien con un crujido satisfactorio antes de
que un par de brazos bruscamente lo rodearan como bandas de acero. Su
protesta salió como un simple gemido, su garganta sintiéndose en carne
viva, como si hubiera tragado cristales rotos.
¿Qué demonios le había pasado? ¿Y a los otros? Entonces todo volvió
a él precipitadamente. ¡Oh, Dios, Jora!
Sus ojos se abrieron de golpe y se esforzó por enfocar. Barak se cernía
sobre él, frotándose la mandíbula. Eso significaba que era Larem quien lo
mantenía atado como a un pavo de Acción de Gracias.
— ¿Jora?, — Logró decir con voz rasposa. — ¿Dónde?
Larem aflojó su abrazo y retrocedió. —No lo sabemos. Esa última
oleada nos dejó inconscientes a los tres.
Penn luchó para ponerse de pie, tambaleándose un par de pasos para
apoyarse contra la pared de la cueva. Pasaron varios segundos antes de
que su cabeza dejara de flotar lo suficiente para que él pudiera tomar nota
de sus alrededores. La barrera estaba de vuelta en su lugar. Algunas pocas
vetas enfermas estaban dispersas a través de su estrecha extensión, pero
por lo demás estaba intacta.
Apartó su mirada de ella para mirar a Barak. — ¿Cómo de estable es
este lugar?
—Mejor de lo que lo era hace un rato, pero no demasiado.
— ¿Crees que ella está atrapada en el otro lado? — Si es así, podría
estar a merced de locos armados con espadas y conducidos por su sed de
sangre. Tan aterradora como era esa posibilidad, era menos aterradora
que pensar que podía estar…, que simplemente se había ido.
Recuperó su espada y su pistola. —Tenemos que comprobarlo. Ella
podría estar herida, o algo peor.
Barak relajó sus hombros y respiró profundamente. —Dame un
minuto para que mi cabeza se aclare un poco más, y veré qué puedo hacer
para traer abajo la barrera.
Penn se paseó a lo largo de la caverna, una y otra vez. El último lugar
en el que nunca querría estar era en el otro lado de la barrera, pero por
Jora, él marcharía a través de ella y se encargaría de cada maldito Otro
que se encontrara.
—Está bien, estoy listo.

87
Barak asumió una posición similar a la que había utilizado Jora.
Larem llegó a su lado por la derecha. Barak canturreó suavemente en voz
baja, con los ojos cerrados para concentrarse.
Casi de inmediato, la barrera comenzó lentamente a palpitar. Penn se
concentró en el suelo de la cueva para evitar que la mareante formación de
colores le hiciese sentir nauseas. Finalmente reanudó su caminar,
sabiendo que meter prisa a Barak podría ser fatal para todos ellos.
Mientras los dos Kalith se concentraban en la barrera, él exploró el
pasaje que les había llevado a la caverna, con la esperanza de encontrar
alguna señal de Jora. Cualquier cosa era mejor que la idea de que de
alguna manera ella había cruzado a otra realidad, una que no lo incluía a
él.
—Penn.
Se dio la vuelta para ver lo que quería Larem, pero un vistazo a la
barrera respondió a su pregunta no formulada. La energía estaba ahora
estirada hasta el punto de ser tan fina que era como mirar a través del
cristal translúcido. Podía vislumbrar los suficientes detalles como para
saber que estaba viendo Kalithia.
Un puñado de figuras aparecieron a la vista mientras la barrera
seguía diluyéndose. Penn agarró su espada con fuerza, pero mantuvo su
pistola en la otra mano, a pesar de que las balas podían rasgar la barrera
a pedazos, haciéndola más difícil de restaurar. Estaba también el
problema de los muros de piedra que aumentaban el peligro de rebotes. Lo
último que necesitaba era una lluvia de balas rebotando alrededor de la
cueva.
A medida que el resplandor final de energía se disipada, la oscuridad
cubrió la caverna. Las antorchas parpadearon a la vida desde el otro lado,
acorralando las sombras de nuevo en las esquinas. Penn se preparó para
hacer frente a la carga de los Otros locos, por primera vez desde su lesión.
En cambio, los guerreros Kalith se mantuvieron firmes, armas en ristre,
pero sin hacer ningún movimiento hostil.
Barak se acercó a la barrera, las figuras grabadas en la hoja de su
espada brillando en la oscuridad. Su voz resonó en las paredes toscamente
talladas de la cueva mientras hablaba. —Soy Barak q'Young, y este es
Larem, mi Blademate. — Luego señaló hacia Penn. —Él es nuestro amigo y
líder, el Paladin Penn Sebastián.
Penn inyectó tanta formalidad y fuerza como pudo en sus palabras. —
Identificaros a decid qué asuntos tenéis en la barrera.
Uno de los guerreros se adelantó. —Perseguimos a los que podrían
ponernos en peligro a todos. No tenemos ningún motivo para cruzar

88
espadas contigo, Paladín. — Su voz era profunda y gutural, por lo que le
fue difícil entenderlo. Luego hizo un gesto con la cabeza en dirección a
Barak: — O con ellos, aunque ambos sean traidores.
Larem gruñó y dio un paso adelante. —No soy un traidor, Guardián.
Si quieres sobrevivir al día de hoy, te sugiero que guardes tu lengua mejor
de lo que has guardado tu mundo.
Esto iba a írsele de las manos si no tenían cuidado.
—Basta, los dos. Tenemos problemas mucho mayores con los que
tratar en estos momentos. ¿Alguno de vosotros vio a una mujer joven
Kalith en vuestro lado de la barrera? Ella estaría vestida con ropa
humana.
Los hombres murmuraron entre ellos, meneando la cabeza. Por
último, su líder dijo: —Estábamos patrullando esta zona a cierta distancia
de la barrera cuando una onda de energía nos tiró al suelo. Tan pronto
fuimos capaces de movernos, vinimos directamente aquí a investigar. Hay
muchas huellas en las proximidades de esta parte de la barrera, pero no
vimos a nadie.
Penn consideró sus opciones, no le gustaba ninguna de ellas. —
¿Tendrías objeción si echo un vistazo yo mismo? Yo podría ser capaz de
identificar sus huellas.
El Guardián le dirigió una mirada sospechosa. — ¿Por qué una mujer
Kalith vestiría como un ser humano?
—Su nombre es Jora b'Larth. Sus padres compraron su camino a mi
mundo cuando ella era un bebé. Jora ha vivido aquí toda su vida.
Es evidente que eso satisfizo al hombre, porque él asintió con la
cabeza. —Ven si te atreves, Paladín. No garantizaremos tu seguridad si la
barrera te atrapa en este lado.
— ¿Barak?
—Puedo mantenerla durante un corto período de tiempo, siempre y
cuando lo que nos derribó no nos haga otra visita.
—Hazlo lo mejor que puedas.
—Lo haré. No quiero tener que decirle al jefe que te dejé varado allí. —
La sonrisa de Barak era malvada.
Penn asintió. —Sí, Devlin se lo tomaría a mal.
—Barak no estaba hablando de Devlin, idiota, — dijo Larem mientras
golpeaba a Penn en el hombro. —Se refería a Lacey.
Penn les sonrió a sus dos amigos. —Tienes razón. Mi hermana es
mucho más aterradora que Devlin incluso en uno de sus días malos.

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Agradeció los esfuerzos de los dos guerreros Kalith para aligerar la
tensión del momento. Durante todo este tiempo, había pensado que Cullen
estaba loco por ir a la carga a través de la barrera para rescatar a la mujer
que amaba. Ahora Penn sabía exactamente cómo se había sentido él.
Mientras él cruzaba, el Guardián Jurado Kalith y sus Blademates de
inmediato lo rodearon, sus espadas desenvainadas.

90
Capítulo 12

E
l aire era pesado con el calor, el polvo y la tensión. Penn
lentamente miró a los ojos de cada hombre, de guerrero a
guerrero. Estos hombres no eran los locos con los que se había
pasado toda su vida luchando. Aun así, su proximidad hacía que su
cicatriz doliera. Recordándose a sí mismo que ellos estaban aquí para
hacer un trabajo, igual que él, se puso manos a la obra.
—Muéstrame lo que tienes.
El líder utilizó su antorcha para señalar el piso de la cueva. —La
tierra aquí está demasiado dura para mostrar el tránsito de pies, pero esos
profundos surcos en tu lado continúan hasta nuestro lado de la cueva. En
el exterior, desaparecen, pero el polvo muestra el paso de varias personas
y sus animales de carga. Tal vez tú veas algo que nosotros hayamos
pasado por alto.
El Guardián parecía escéptico, pero al menos estaba dispuesto a darle
una oportunidad a Penn. Caminaron varios minutos en silencio, hasta que
salieron al tenuemente iluminado mundo de Kalithia.
Los soles gemelos eran pálidas imitaciones del que iluminaba su
mundo. Como resultado, la vida vegetal era pobre y escasa. Un pequeño
arroyo balbuceaba por la ladera, pero era la única nota alegre en aquel
lúgubre entorno.
Él avanzó lentamente, estudiando el terreno. Tal y como el Guardián y
sus hombres habían indicado, había un montón de huellas en el polvo. Por
lo que él sabía, todas fueron hechas por las suelas lisas de las botas
Kalith.
Mirando a través del terreno, estaba perplejo. — ¿Es esta área
patrullada regularmente? Parece que hay un montón de huellas, teniendo
en cuenta lo remoto que es este lugar.
Él Guardián estudió a Penn durante varios segundos antes de
responder. —Estábamos pensando lo mismo. Pienso informar a nuestro
Jefe de Gremio acerca de lo que hemos observado y pedir que aumente las
patrullas hasta que nos enteremos de lo que está pasando aquí.

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¿Cuánto debería Penn compartir? — ¿Conoces a un Guardián Jurado
llamado Berk?
El Guardián se sorprendió visiblemente ante su uso casual del
nombre de un Guardián, pero asintió. —Él sirve a un área diferente, pero
nuestros caminos se han cruzado. ¿Por qué?
—Mi nombre es Penn. Si contactas con él, él responderá por mí y mis
amigos de allí atrás.
— ¿Y por qué iba a hacer eso?
—Hemos trabajado con él para detener a hombres codiciosos a ambos
lados de la barrera. — Él hizo un gesto hacia la cueva. — ¿Sabes lo qué es
un volcán?
El cambio abrupto de tema tuvo al hombre con el ceño fruncido. —Sí,
es la montaña que explota con roca fundida y cenizas.
Penn asintió. —La tierra de mi lado de la barrera es conocida por un
inmenso volcán que permanece oculto a la vista. Si fuera a estallar, mi
mundo moriría. Con la conexión que tu mundo tiene con el mío, podría
abrirse camino hasta aquí también.
Señaló los surcos en el terreno. —Creemos que alguien está tratando
de encontrar una manera de robar la energía producida por el lago de roca
fundida y traerla a vuestro mundo. Esa ola de energía que os derribó a ti y
a tus hombres fue causada por el daño que ellos ya habían hecho a la
barrera. Cuando Jora intentó estabilizar la ruptura en el tejido de la
energía, se volvió salvaje. La onda de choque resultante nos derribó a
todos nosotros. Cuando nos despertamos, ella se había ido. — Él no trató
de disimular el dolor en su voz.
—Esta mujer Kalith, Jora b'Larth, ella significa algo para ti. — No era
una pregunta.
La verdad era que la amaba, pero ella debería ser el primera en
escucharlo decir esas palabras. —Sí, protegería a Jora con mi espada y
cambiaría mi vida por la de ella.
El Guardián inmediatamente se alejó para hablar con sus hombres.
Entonces uno de sus Blademates salió corriendo en una dirección,
mientras que los otros dos lo hicieron en otra.
El Guardián volvió con Penn. —Deberíamos volver a la barrera. Yo no
tengo el don que tus amigos tienen para trabajar con la energía, pero la
siento luchando por volver.
—Le envié un mensaje a Berk. Él querrá saber que el enemigo está
activo en esta área. El resto de mis Blademates fueron a buscar nuestro

92
equipo. Vamos a establecer un campamento cercano hasta que los
refuerzos puedan llegar.
A la entrada de la cueva, el guerrero recobró su antorcha para
iluminar el camino antes de continuar su explicación de sus planes. —Una
vez que nos acomodemos, vamos a buscar más señales de tu mujer.
Penn no podría haber pedido más. —Si necesitas ponerte en contacto
conmigo, echa una nota a través de la barrera cuando puedas. Vamos a
estar monitoreando la cueva hasta que atrapemos a los traidores que
trabajan a nuestro lado.
—Nosotros haremos lo mismo.
Penn metió su revólver en la cintura, luego tendió la mano al
Guardián.
El Guardián se quedó mirando la cicatriz en la muñeca de Penn por
un segundo antes de agarrar la mano. — ¿Uno de mi gente te hizo eso?
No tenía sentido negarlo. —Sí, uno de los que buscan la luz tuvo
suerte, o de lo contrario me descuidé. — Se sentía extraño estar
bromeando acerca de la lesión con este hombre, pero también se sentía
bien al repetir lo mismo que le había dicho a Jora cuando ellos se
conocieron. —Mi gente tiene un dicho, el enemigo de mi enemigo es mi
amigo. Para mí, eso es cierto.
Una lenta sonrisa se extendió a través de rasgos severos del
Guardián. —Mi nombre es Arik, y por hoy, Paladín, vamos a ser amigos.
Mañana eso podría cambiar, pero yo espero que no.
—Yo también Guardián Jurado Arik. Brindemos por la paz entre
nuestros pueblos.
Penn dio un paso atrás al otro lado de la barrera.

** *
¿Dónde estaba ella? La cabeza de Jora latía con fuerza, lo que hacía
imposible concentrarse en nada más que el dolor. En lugar de forzar el
asunto, ella mantuvo los ojos cerrados y extendió sus otros sentidos. A
juzgar por el leve zumbido en el fondo de su mente, ella todavía estaba

93
cerca de la barrera. La frecuencia estaba equivocada, sin embargo. ¿No
estaba ella en la misma caverna?
Lo último que recordaba era llegar a curar ese daño extraño en la
barrera. ¿Alguien había gritado? Tal vez, pero el grito provenía de algún
lugar detrás de ella. Todo era demasiado nebuloso para tener sentido.
Luchando contra el pánico que amenazaba con dominarla, se
concentró en el resto de la información que pudiera recoger.
El aire era húmedo y frío, pero olía a roca en lugar de a bosque. Eso
verificaba que estaba en el interior de una cueva, pero ¿en qué mundo? El
goteo constante de agua significaba que no iba a morir de sed, por lo
menos. Esas eran buenas noticias, ¿no?
Abrió un ojo y luego el otro. Sí, ella estaba en una cueva. Las sombras
parpadeaban a lo largo de las paredes. Poco a poco volvió la cabeza, vio a
una pequeña y desatendida fogata a corta distancia, equipo de acampada
esparcido alrededor. El humo de la madera estaba siendo atraída hacia
arriba hacia una estrecha fisura en el techo, lo que significaba que no
estaba muy profundo bajo tierra.
Ella se puso de lado y luego se empujó a sí misma en una posición
sentada. Hasta ahora, todo bien. Lo que fuera que había sucedido en la
barrera la había dejado sintiéndose magullada y maltratada, pero nada
parecía estar roto.
Esas eran las buenas noticias. El sonido de unos pasos que se
dirigían en su dirección, no tanto. No tenía a donde huir, pero estaba
demasiado cerca para que ella pudiera haber ido muy lejos, de todos
modos. Mirando a su alrededor buscando un arma, cogió una piedra del
tamaño de un puño.
Cuando un guerrero Kalith dobló la esquina con una carga de leña,
estaba lista para ver si sus habilidades de softball se habían oxidado desde
la universidad. Le daría dos segundos para convencerla de que no era el
enemigo antes de que la dejara volar.
Tan pronto como la vio, dejó caer la madera, luego gritó en desafío
mientras él desenvainó su espada y cargó directamente hacia ella.
La piedra hizo un golpe sordo satisfactorio cuando rebotó en su
cabeza, derribándolo de rodillas. Ella se negó a sentirse culpable por la
herida sangrante en la frente, puesto que él había tenido intenciones
mucho peores para ella. Ella se echó a correr. Si estaba en cualquier lugar
del parque, ella sería capaz de encontrar su camino de vuelta a Penn y los
demás.

94
Pero no hubo ni tiempo para que su pulso se calmara antes de que su
perseguidor la encontrara. Él intentó agarrarla, pero ella se agachó y logró
esquivarlo. Entonces él le lanzó un placaje que la golpeó contra el suelo.
La refriega resultante finalizó rápido, pero al menos consiguió unos
cuantos buenos golpes antes de que él la obligara a ponerse en pie y
regresar de nuevo al lugar donde había empezado.
Él la empujó hacia el lado opuesto de la cueva, luego cogió un trozo
de tela para limpiar la sangre de la cara. Ella estaba decepcionada al ver
que compartía la capacidad de los paladines "de curación rápida”, el corte
ya se había cerrado.
— ¿Dónde estoy?, — Preguntó en Inglés.
Su captor la ignoró mientras él arrojó otro leño al fuego, lanzando una
lluvia de chispas. Él se sentó, colocándose justo en medio de la única vía
de escape posible. Luchó contra la oleada de pánico. —Te he hecho una
pregunta. ¿Dónde estoy?
—En una cueva. — Su pronunciación gutural lo marcó como un
Kalith nativo.
—Eso ya lo sé, — replicó ella. — ¿Dónde está esta cueva? ¿En qué
lado de la barrera?
—En ninguno de los dos lados. Estamos atrapados en el medio, —
gruñó él mientras ponía una olla con agua a calentar. —Lo has hecho con
tu torpe don.
Su respuesta no tenía sentido. — ¿En el medio de dónde?
Él añadió algunas hojas secas en la olla de agua. —Entre los dos
mundos:. Kalithia y el que tú llama tu hogar— Él revolvió la olla antes de
mirar hacia ella. —Hemos estado trabajando en la barrera, buscando una
manera de traer la luz y el calor de la caldera a mi mundo.
Ella lo miró con incredulidad. —¡Eso es una locura! ¿Tienes alguna
idea de lo que pasará si te las arreglas para provocar una erupción de esa
caldera?
La idea de jugar con un súper volcán de esa magnitud estaba más
allá de su comprensión. Eran demasiado codiciosos para importarle o
demasiado estúpidos para entender lo que estaba en juego. Probablemente
ambas cosas. Ella estaba bastante segura de que él no iba a escucharla,
sin embargo.
—Quiero volver al lugar de donde vengo.
Él la ignoró. En su lugar, se sirvió una taza de lo que se había estado
preparando y tomó un sorbo cauteloso.

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— ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
—Ya te lo dije. Tú te transportaste aquí y me arrastraste junto contigo
cuando traté de evitar que cerraras el agujero.
Él sirvió una segunda taza y se la ofreció a ella. Cuando ella no lo
aceptó, él dijo: —Yo no tengo prisa por matar a la única persona que
podría ser capaz de llevarme de vuelta. Bebe. Te calentará y te dará
energía.
Eso no quería decir que él no la mataría..., pero no todavía. Ella
avanzó lo suficientemente cerca para aceptar la bebida. Cerrando los ojos,
respiró hondo inhalando el vapor. Olía como el té que su madre solía
hacer. La pequeña sensación de hogar calmó sus temores lo suficiente
para que ella comenzara a pensar en las posibilidades.
Tal vez ofreciéndole un poco de información le alentaría a compartir lo
que él sabía. —La ruptura en la barrera no se parecía a nada que haya
visto antes. Era como mirar al centro de una galaxia de estrellas.
Él la miró por encima del borde de su taza. —Continúa.
—Yo heredé el don de mi familia para trabajar con la barrera y la
piedra, y traté de utilizarlo para curar la brecha. Aparentemente, eso fue
un error.
—Obviamente. — Él flexionó sus dedos, mientras agarraba su taza. —
Además, no era la primera vez que has metido tus manos en ese tramo de
la barrera.
—No, he estado tratando de contrarrestar lo que sea que había
provocado que enfermara. Cuando lo intenté el otro día, se puso salvaje.
Mi compañero y yo apenas logramos salir con vida.
Claramente despreocupado por su experiencia cercana a la muerte, él
agarró una manta y la envolvió alrededor de sus hombros. —Yo me he
cansado de que tú deshagas lo que he podido llevar a cabo. Al ir poco a
poco, había mantenido la transferencia estable.
—No, no lo habías hecho. ¿Cómo crees que he encontrado la cueva en
el primer lugar?, — preguntó ella. —He seguido los enjambres de sismos
hasta su origen.
—Y sin embargo te das cuenta de que si lo hubieras dejado pasar,
ninguno de nosotros estaría aquí ahora. — Terminó su bebida y arrojó el
vaso al fuego. —Como sea, los dos estamos atrapados hasta la próxima vez
que la grieta se abra. Con suerte, podremos volver a casa. Si no...
Sus ojos brillaban en la penumbra, enviando un nuevo escalofrío de
miedo gélido a través de su pecho. Si no, entonces ella estaba atrapada en
cualquier mundo al azar al que la grieta les había arrojado. Tan asustada

96
como estaba con respecto a su compañero, ella temía lo desconocido que
existía fuera de la cueva aún más.
— ¿Has explorado algo de este mundo?
—Yo sólo fui a una corta distancia a recoger ramas caídas. Vi árboles,
un cielo nocturno, y no mucho más. Voy a mirar de nuevo en unas pocas
horas, a menos que la grieta regrese. Entonces me llevarás de vuelta.
— ¿Cómo puedo hacer eso, cuando yo no sé cómo nos transporté a
ambos hasta aquí en primer lugar?
—Ese es tu problema. De un modo u otro, tu vida depende de
averiguarlo.
Sus amenazas no estaban ayudando. —No, “como te llames”. Ese es
nuestro problema.
Discutir con él no iba a llevarla a ninguna parte, así que se sentó y se
apoyó contra la pared para descansar. Ella tenía que encontrar la manera
de volver al punto de partida, donde Penn estaba esperando por ella.
Cerró los ojos y sacó consuelo de recordar la noche que había pasado
en los brazos de Penn. Sin duda, el destino no podía ser tan cruel como
para darles tanta alegría, sólo para separarlos tan pronto. El recuerdo de
los ojos azules de Penn y su sonrisa pícara le calentaba por dentro. De
algún modo ella encontraría el camino de vuelta a él. Al menos él tenía a
Barak y a Larem con él. Entre los tres, removería cielo y tierra para llevarla
a casa y poner fin a la locura de su misterioso compañero.
Con ese pensamiento feliz, por fin se quedó dormida.

97
Capítulo 13

-S
iéntate, Penn, y come algo. No le vas a hacer ningún bien a
Jora si tu cerebro está frito por el exceso de cafeína y la falta
de alimentos.
Poco antes, Larem había arrastrado físicamente a Penn fuera de la
cueva para hacer una carrera a la ciudad mientras que Barak mantenía
vigilancia sobre la barrera. Sólo lo habían convencido para ir ya que
ninguno de ellos podía conducir, y necesitarían suministros si iban a
acampar allí.
Ahora que Penn estaba de vuelta en el campamento, Barak empujó
un cuenco en sus manos. —Vamos, Penn, come el guiso mientras está
caliente.
Él gruñó con disgusto porque le estaban dando órdenes, pero tenían
razón. Dondequiera que Jora estuviera iba a necesitarlo a pleno
rendimiento. Los dos guerreros Kalith estaban convencidos de que ella
había sido absorbida por aquella grieta cuando desapareció. Él no estaba
completamente convencido de ello, pero había buscado en la zona exterior
de la cueva durante horas y no había encontrado ninguna señal que se
hubiera marchado por allí.
Cuando comenzó a palear estofado en su boca, Larem y Barak se
relajaron y tomaron su propia cena. Durante los siguientes minutos el
único sonido era el crepitar del pequeño fuego que habían construido para
protegerse del frío húmedo de la cueva. Penn había comprado también un
par de linternas, pero estaban ahorrándolas para explorar otras cuevas si
Jora no regresaba pronto.
¿Dónde diablos estaba ella? Su ausencia había arrancado un trozo
enorme en su corazón. Había perdido amigos antes, pero Jora significaba
mucho más para él. En sus brazos, él se había sentido fuerte, entero una
vez más. Sin ella, todos sus temores de insuficiencia habían regresado a
toda velocidad.
—Jora es fuerte, Penn. Dondequiera que esté en este momento, tú
sabes que va a luchar para volver a tu lado.

98
La expresión de simpatía en los ojos claros de Barak, tan similares a
los de Jora, casi resultó ser la perdición de Penn, pero el guerrero Kalith
tenía razón. Jora estaría sopesando sus opciones para escoger la que le
ofreciera la mayor posibilidad de regresar a esta cueva.
—Ambos visteis ese desgarro en la barrera. Si alguien más en este
mundo ha visto jamás una cosa así, nunca he oído hablar de ello. Los
regentes y los Paladines no mantendrían algo tan peligroso en secreto.
¿Qué hay de los dichos y leyendas de vuestro mundo?
Larem ya estaba negando con la cabeza. —No hay nada de que yo
haya escuchado, pero los talentos de mi familia eran diferentes a los de la
familia de Barak, o de Jora.
Barak se quedó mirando el fuego, perdido en sus pensamientos. —Si
hay historias, no estoy familiarizado con ellas. Berk podría ser capaz de
encontrar algo en los archivos si pudiéramos contactar con él. Pero incluso
si lo hiciera, haría falta tiempo para hacer una búsqueda exhaustiva.
Penn limpió hasta la última gota de salsa con un pedazo de pan y
reflexionó sobre las posibilidades mientras masticaba. —Está bien, eso
elimina esa opción. Así que si no conocemos las reglas del juego, vamos a
tener que conformarnos con un CCCI.
Los dos Kaliths se miraron el uno al otro con gran confusión. Por
último, Larem preguntó: —Muy bien, voy a picar. ¿Qué es un CCCI?
—Una Conjetura Científica Cojonuda Indemostrable. — Por primera
vez desde la desaparición de Jora, Penn sonrió. —Esto significa que
podemos tomar lo que sabemos y lo que podemos adivinar, lo juntamos
todo, y luego le dedicamos nuestro mejor esfuerzo.
—Un CCCI, me gusta. — Barak le ofreció a Penn una de sus raras
sonrisas. —Primero debemos establecer turnos para poder descansar un
poco. Mientras tú y Larem dormís, voy a hacer una lista de todo lo que se
me ocurre que podría ayudar.
Coge una de mis pistolas, y mantén tu espada a mano en caso de que
recibamos visitantes inesperados. — Penn revisó su revólver antes de
pasárselo a su amigo. —Despierta a uno de nosotros en un par de horas
para que puedas cerrar los ojos un poco, también. Os voy a necesitar a
ambos corriendo a toda máquina cuando llegue el momento.
Él se tumbó en uno de los sacos de dormir y cerró los ojos. Después
de tantos años de estar de guardia en la barrera, había perfeccionado la
capacidad para quedarse dormido en cualquier momento. Esperaba que le
funcionara esta vez. Él desesperadamente necesitaba soñar con tener a
Jora en sus brazos.
—Penn, despierta. Alguien se acerca.

99
La formación de Paladín de Penn se activó a marcha forzada, pasando
a estar en máxima alerta en un latido del corazón. Él tenía su espada en
una mano y una pistola en la otra tan pronto como se puso en pie.
Barak estaba apagando los últimos rescoldos del fuego, sumiendo la
cueva en una sombra profunda. Sólo el tenue resplandor de la barrera
mantenía la absoluta oscuridad a raya. Mientras Penn se colocaba cerca
de la entrada, escuchó intensamente en busca de lo que había provocado
la alarma de Larem.
Allí, un murmullo lejano de voces. Dos, por lo menos. Haciendo
señales con la mano, Penn indicó a Barak y Larem para que se
posicionaran en el lado opuesto de la entrada. Quienquiera que fueran los
hombres, estaban siendo cauteloso en su aproximación.
Deteniéndose a una corta distancia, uno de ellos gritó: —Tarl, ¿qué
está pasando?
Al no obtener respuesta, le susurró a su compañero: —O Tarl ha
vuelto a la ciudad, o tal vez se quedó dormido esperando por nosotros.
Se desplazaron unos metros más cerca. —Espero que haya vuelto a la
ciudad. Él todavía estará enojado, pero al menos no sabrá cuanto nos
hemos retrasado en volver aquí.
—No es culpa nuestra que no pudiéramos cruzar de nuevo por aquí y
tuviéramos que usar la otra entrada a este mundo. Incluso él tendría que
admitir eso.
El segundo hombre soltó un bufido. — ¿Desde cuándo ha sido él
razonable por algo? Él es el que tiene la barrera hecha un lío, pero él
nunca admitiría eso.
Evidentemente los dos idiotas malentendieron silencio por seguridad
y entraron caminando en la cueva. Penn sonrió con anticipación. Ellos
deberían haber recordado que su líder no era el único depredador en el
parque. Antes de que hubieran dado dos pasos en la cueva, Penn sometió
a uno de ellos, mientras que sus amigos cogieron al segundo.
Teniendo en cuenta su estado de ánimo, Penn pensó que mostró
moderación considerable al no golpearles hasta arrancarles el pellejo. Él
los necesitaba conscientes y hablando más de lo que él los necesitaba
magullados y sangrando.
—Coged sus armas.
Penn los retuvo a punta de pistola mientras Barak y Larem
cacheaban a los hombres, obteniendo un impresionante alijo de cuchillos,
cuchillas arrojadizas y dos espadas Kalith. Era sorprendente que los dos
no hubieran presentado una mejor pelea.

1 00
Penn se cernía sobre los dos, haciéndoles ver su personal furia
asesina de cerca. —Está bien, voy a hacer las preguntas, vosotros
respondéis. Decir cualquier cosa que no me guste, y mi amigo aquí pondrá
a prueba lo bien afiladas que habéis mantenido esas elegantes cuchillas
que estabais portando.
Lanzó una sonrisa lobuna a Barak. — ¿Crees que duele más ser
cortado con un cuchillo afilado o con uno desafilado?
Su amigo no le falló. —Yo no estoy seguro. Podemos experimentar
para averiguarlo.
Larem pasó el dedo por el borde de su propia espada. —Esta está muy
afilada. Penn, como Paladín, estoy seguro que tú mantienes tu espada en
las mejores condiciones.
Los cautivos había estado observando a Larem acariciar su espada,
pero ante la mención de Paladines, sus ojos temerosos volvieron a mirar en
dirección de Penn. Olían a miedo. Bien. Él quería que se mearan en sus
pantalones del miedo.
Tendió la muñeca dañada hacia ellos. —He estado buscando
venganza desde que uno de vosotros, locos bastardos, casi me arrancó mi
brazo. Mis compañeros mataron al que lo hizo, ya que yo estaba
demasiado ocupado desangrándome como para unirme a la fiesta. Tal vez
hoy voy a recuperar mi parte de la fiesta.
Barak puso una mano en el brazo de Penn para frenarle. —Un
momento. Estos machos parecen inteligentes. Estoy seguro de que van a
cooperar si les das la oportunidad.
Para ser un alienígena, Barak entendía las reglas del juego del policía
bueno y del policía malo bastante bien. Les ofreció a los cautivos una
sonrisa alentadora. —Vais a cooperar, ¿no es así?
Dos pares de ojos observaron las hojas que Larem estaba acariciando
y luego se volvieron hacia Penn. —Sí. Haz tus preguntas.
— ¿Dónde está vuestro jefe?
El más alto de los dos respondió: —No lo sabemos. Él nos envió de
regreso a nuestro mundo para obtener más equipos, pero esta parte de la
barrera se negó a bajar. Fuimos golpeados por una oleada de energía
diferente a cualquier cosa que hayamos visto antes.
—Nos llevamos nuestro equipo de allí, — continuó el segundo
hombre, que apuntaba hacia la barrera, —y lo llevamos a otro pequeño
lugar de cruce que hemos usado antes.
— ¿Cómo de lejos está ese otro punto de cruce?

1 01
Hasta el momento se habían estado comunicando en inglés, aunque
ambos tenían acentos tan rudos que Penn tuvo que esforzarse para seguir
sus explicaciones. Luego cambiaron a su lengua materna, hablando
directamente a Barak ahora. Evidentemente las unidades de tiempo y la
distancia eran más difíciles de traducir.
Cuando terminaron, dijo Barak. —Es difícil de decir exactamente,
pero no más de un kilómetro y medio, me imagino. Podrías enviarme a mí
o a Larem con uno de ellos para comprobarlo, pero aquí está el problema.
Si Larem cruza de nuevo a Kalithia, no puede volver por su propia cuenta
y correría el riesgo de ser capturado. Eso no es un problema si voy yo, pero
entonces yo no estaría aquí si vuelve a aparecer la grieta.
—Hijo de puta. — La frustración hervía en el interior de Penn,
haciéndole querer destruir algo o a alguien.
—Vais los dos, pero dejad a uno de ellos aquí. Averiguad cuál de los
dos trabaja mejor con la barrera. Decidle que si él me ayuda, voy a dejarlo
regresar a casa si promete quedarse allí. También voy a querer su nombre
para dárselo a un Guardián Jurado, ya sea Berk o Arik.
El alto volvió a hablar. —Me quedaré con el Paladín. Mi hermano
Jarner puede mostrarte dónde está el lugar de cruce. Una vez que él cruce,
se quedará allí. Voy a honrar tu petición de ayuda a cambio de su libertad.
El prisionero más joven protestó. A pesar de que Penn no entendía ni
una palabra de lo que dijo, era fácil adivinar la esencia de lo que estaba
diciendo.
Finalmente, se volvió hacia Barak. —No. Es mi deber estar con mi
hermano Berod.
Barak claramente no estaba contento con la situación. —Penn, no
podemos confiar en estos dos, juntos o separados.
—No tenemos otra opción. Llevadlo de todos modos. El tiempo se
acaba para todos nosotros. Además, si uno de ellos trata de traicionarnos,
ambos mueren. — Él flexionó la mano en el pomo de su espada, sonriendo.
—Regresaremos tan pronto como podamos.
—Sólo encontrad a Jora, si podéis. Eso es todo lo que importa. — Él
clavó al mayor de los dos cautivos con una dura mirada. —Una cosa que
tú deberías saber. Si algo le ha pasado a mi mujer, todos los que estén
vestidos de negro Kalith mueren. ¿Entendido?
—Sí. Yo no esperaría menos.
Barak y Larem rápidamente escoltaron a su guía fuera de la cueva,
dejando a Penn a solas con el otro prisionero y su temor por Jora. ¿Dónde
demonios podría estar? Se quedó mirando la barrera y rezó para que la

1 02
aberración regresara pronto, aunque amenazara con destruir el mundo
que él había jurado proteger.
—Esta mujer que buscas debe significar mucho para ti.
Penn miró a su cautivo. Puesto que la existencia del hombre dependía
del regreso de ella, se merecía la verdad.
—Jora b'Larth lo es todo para mí.

** *
El silencio la estaba volviendo loca. Habían pasado horas sin ningún
cambio en la barrera y sin hablar ni una palabra. Desesperada por hacer
algo, cualquier cosa, ella le preguntó: — ¿Cómo te llamas?
— ¿Por qué te importa? — Él parecía tan aburrido como ella lo estaba,
pero al menos había hablado.
—No me importa, en particular. — Ella se puso de pie. —Voy a salir.
Él cogió su espada. — ¿Por qué?
—Por dos razones. Una es que quiero ver un poco más de los
alrededores. El otro es personal.
Su cara ardió caliente, pero ¿por qué debería estar avergonzada? Él
había hecho un viaje similar poco tiempo antes. Además, si él estaba en lo
cierto acerca de que estaban atrapados en un mundo extraño, ¿dónde
pensaba que podría ir?
—No tardes mucho. Si la barrera pasa a estado de fusión de nuevo, yo
no quiero perder mi oportunidad de volver a casa.
¿Pensaba que era una tonta? Ella quería ir a casa exactamente tanto
como él.
En el exterior, ella se hizo cargo de una prioridad rápidamente, sin
confiar en que su captor sin nombre le permitiera mucha privacidad por
mucho tiempo. El cielo se había aclarado un poco, desde su última
incursión fuera de la cueva, pero no mucho. No sabía qué pensar de eso.
¿Eran los días y las noches más largos aquí que en la Tierra, o no había
diferencia entre los dos?
Ella se estremeció. ¿Y si ella nunca volvía?

1 03
No, ella no iba a pensar de esa manera. Ella tenía una maldita buena
razón para querer volver a casa: Penn Sebastián.
— ¡Mujer, vuelve aquí ahora mismo!
Jora echó a correr. Cuando entró a la carga de regreso a la cueva vio
que la grieta había vuelto, y ella pudo ver la débil silueta de dos hombres
en el otro lado. ¿Penn? Pero cuando levantó sus manos, la grieta se
encogió y desapareció de la vista.
Con un grito de frustración, el macho Kalith dio la vuelta y golpeó el
lado de su rostro lo suficiente fuerte para enviarla hacia atrás
tambaleándose. Al principio sólo sintió consternación por la violencia
repentina, pero luego su rostro ardía de dolor y sus oídos le pitaban.
Negándose a acobardarse, ella se mantuvo firme. —Me golpeas de
nuevo, y yo te atravieso mientras duermes. ¿Entendido?
—Inténtalo y mueres.
—Y entonces, ¿quién te va a sacar de este lugar?, — se burló ella. —
—Si me matas, podrías estar atrapado aquí por el resto de tu miserable
vida.
Se acercó, tratando de usar su tamaño para intimidarla. —Puede que
no te mate todavía, pero puedo hacerte la vida muy desagradable, y lo
haré. Hasta ahora he mantenido mis manos para mí mismo. Eso podría
cambiar.
—Hay guerreros buscándome. Si me haces daño, tienen amigos en los
dos mundos que te darán caza. Imagínate cuánto tiempo te llevaría morir a
manos de mi amante Paladin.
Una vez más, su mano se acercó, pero luego la dejó caer a su lado. —
Como he dicho, no te alejes. Si perdemos otra oportunidad, no voy a estar
contento.
Cuando se dio la vuelta, Jora le sacó la lengua. Era infantil, pero a
ella no le importaba. Penn y sus amigos nunca dejarían que este bastardo
viviera, pero ahora lo necesitaba tanto como él la necesitaba a ella. Ambos
se sentaron en silencio hosco a esperar.
A pesar de sus esfuerzos por mantenerse despierta, debió haberse
quedado dormida, porque se despertó sobresaltada cuando su barbilla
cayó hasta golpear su pecho. Así nunca lo lograría.
Manteniendo sus ojos en la barrera, dijo, —Tenemos que tomar
turnos para dormir, así no la perderemos de nuevo. ¿Quién debe ir
primero?
El gran idiota no le hizo caso. Bien. Tal vez él no tenía necesidad de
descansar, pero ella sí. Había perdido la cuenta de las horas desde que

1 04
había sido arrastrada a este infierno. Era imposible saber si era de día o de
noche, o incluso el mismo año que cuando ella había llegado. ¿Quién sabía
lo mucho que la barrera salvaje había torcido todo? Ella podría estar en el
otro lado del universo o sólo separada de su hogar por el grosor de la
barrera. De cualquier manera, no tenía ningún control sobre la situación y
su preocupación sólo consumía sus escasos recursos. En este momento
ella necesitaba un respiro de la tensión y la nube de desesperación que
amenazaba con apoderarse de ella.
Por lo menos en sueños, ella podría encontrar su camino de vuelta a
Penn. Apoyó la cabeza en sus rodillas y cerró los ojos, ignorando el escozor
de las lágrimas. Poco a poco, se las arregló para perderse en los dulces
recuerdos de estar en los brazos de Penn, recordando el sabor de su beso
caliente y la fuerza de su alma guerrera.
Él pensaba que aquella cicatriz de batalla le había hecho menos
hombre, pero estaba equivocado acerca de eso. Le había hecho sólo más
fuerte. Un hombre más débil se hubiera retirado del campo de batalla para
siempre, pero Penn continuó luchando. Su corazón Paladín requería no
menos de él. Deseaba habérselo dicho.
— ¿Está regresando?
Una mano ruda enganchó su trenza y tiró de Jora hasta ponerla en
pie. La combinación de dolor y un nuevo flujo de adrenalina surgieron a
través de sus venas, quemando su fatiga. En alerta máxima, ella se soltó
del agarre del Kalith y puso algo de distancia entre ellos. Si ella se las
arreglaba para regresarlos a ambos a su debido tiempo y lugar, ella
necesitaría espacio para maniobrar. Su captor la necesitaba ahora, pero
eso no iba a durar más allá del segundo en que llegaran a un lugar seguro.
Levantando sus manos, con las palmas hacia fuera, ella estudió el
desgarre que se estaba formando en el centro de la barrera. La ruptura
palpitaba con un pulso salvaje, mientras continuaba rasgándose formando
agujeros en la manta de energía que mantenía a raya a otros mundos.
Jora situó sus pies más separados para contrarrestar el mareante efecto
del remolino enfermizo.
—Asegúrate de que haces exactamente lo que hiciste antes.
Ella no necesitaba sus sugerencias inútiles. —Cállate y mantente
fuera de mi camino.
Cantando redujo su concentración al establecimiento de una conexión
con la energía turbulenta, abriendo su cuerpo para convertirse en un
canal para la fuerza poderosa que ella obtenía de su entorno. La rasgadura
se ralentizó brevemente mientras la energía saludable que ella estaba
canalizando se enredaba con la grieta giratoria.

1 05
Un fuego arrasó con ella, lo que hacía más difícil concentrarse. Ella se
mordió el labio inferior y se obligó a acercarse más y más a la fuente de su
agonía. Trabajando a través de ella, atravesándola, era la única esperanza
de salvación.
Ella contó los latidos de la energía parpadeante. —Uno, dos, tres...
La voz del Kalith se unió a la de ella. Cuando estaban en sintonía, ella
se arriesgó a mirar en su dirección. Él tenía su espada en la mano,
evidentemente preparándose para la batalla una vez que hiciera su salto.
Deseó poder advertir a Penn. —Prepárate.
— ¿Estás segura? — Preguntó el Kalith, incluso mientras él se echaba
a correr.
Ella cargó tras él y se zambulló de cabeza en lo que parecía ser el
crisol de la creación y rezó para que eso no fuese su destrucción.

1 06
Capítulo 14

-¿Q
Qué diablos...?
Penn miró fijamente horrorizado a la barrera.
Segundos antes, había sido una masa arremolinada
de colores saludables, vibrante y fuerte, entonces su
zumbido habitual se había convertido en un chillido agudo. Él y su
prisionero se taparon los oídos para proteger sus tímpanos de daños.
Cuando el ruido cesó, un desgarro irregular se formó en el centro,
apareciendo y desapareciendo una y otra vez. Su corazón se alojó en su
garganta cuando él alcanzó a ver un breve vislumbre de Jora al otro lado
del agujero que se había cerrado de nuevo.
—Jora— Sólo años de experiencia sirviendo en la barrera le impidió
salir a la carga tras ella. Incluso el más mínimo contacto con la barrera
freiría unas pocas células cerebrales, arrojarse a si mismo a ella sería un
suicidio.
Se volvió hacia su cautivo. —Saca tu culo de ahí. Necesito saber qué
hacer.
El Kalith se incorporó para estar al lado de Penn. —Nunca he visto
nada como esto.
— ¿Quién diablos lo ha hecho? — espetó Penn.
Cuando el agujero se desvaneció de nuevo, agarró al tipo por la
pechera de la camisa, empujando el cañón de su revólver bajo su barbilla.
—Esto es lo que tú y tu jefe habéis hecho, tratando de hacer pedazos mi
mundo. Será mejor que reces para que yo tenga a Jora de regreso y
encontremos una manera de sanar esta brecha. Si no, todo el mundo
muere.
Amartilló el gatillo. —Y adivina quién va a ser el primero en la fila.
A pesar del frío de la cueva, el sudor perlaba el rostro de su cautivo.
Penn empujó hacia atrás al idiota mientras el zumbido comenzó a
construirse de nuevo. Lo único que importaba ahora era ayudar a Jora a
encontrar su camino de regreso.

1 07
Si la brecha se abría lo suficiente, haría el más jodido intento de tirar
de Jora de nuevo a través de ella hacia este lado o bien bucear hacia ella.
No podía creer que estuviera ni tan siquiera pensando en hacer algo tan
estúpido, pero ella necesitaba su ayuda. Esa era razón suficiente.
La brecha se rasgó y un macho Kalith buceó a través de ella, gritando
de dolor al golpear el suelo de la cueva. Penn no le hizo caso pues Jora
venía corriendo hacia el agujero que ya se estaba reduciendo, gritando el
nombre de Penn mientras daba un salto en el aire.
¡Santo Dios, si la barrera se cerraba ahora, la rebanaría por la mitad!
Él agarró sus manos y tiró con todas sus fuerzas. Ella se deslizó a través
justo en el momento en que la grieta desapareció con un chasquido fuerte.
Así, rápidamente, la barrera se estabilizó.
Penn aferró a Jora a su pecho, horrorizado ante el hecho de que podía
haber muerto allí mismo, en ese mismo momento. Mientras él trataba de
respirar, un destello de movimiento le advirtió de que estaban siendo
atacados. Penn empujó a Jora detrás de él mientras su compañero Kalith
cargaba contra ellos, su espada dirigida a la altura del pecho. Penn
bloqueó el ataque con su brazo izquierdo, recibiendo un corte profundo.
Ignorando el dolor, luchó para mantenerse entre Jora y el renegado
asesino.
Los tres continuaron en una danza mortal dibujando un amplio
círculo mientras Penn se abrió camino hacia donde él había dejado caer su
espada para agarrar las manos de Jora. Al mismo tiempo, maniobró a Jora
con seguridad hacia el pasaje para que pudiera escapar. Pero éste estaba
bloqueado por el segundo Kalith, que se había unido ahora a la batalla.
Hijo de puta, estaban jodidos.
—Penn— Jora hizo una finta hacia la izquierda y luego se lanzó hacia
la derecha. Ella rodó y se incorporó con la espada de Penn en una mano y
la suya en la otra. Le arrojó a él su espada y permanecieron espalda con
espalda, dispuestos a enfrentarse a todos los que vinieran.
Dios, esta era su peor pesadilla hecha realidad. No podía arriesgarse a
usar su revólver cerca de la barrera, y gracias a su oponente, su brazo
izquierdo era inútil. El tajo había alcanzado el hueso, dejando su mano
entumecida e incapaz de agarrar su espada.
Cambió la hoja a su mano derecha, tan asustado como nunca había
estado en toda su vida. No por él, sino por Jora. Si no podía matar al
bastardo que venía hacia ellos con mirada de asesino, Jora podría morir.
Eso era simplemente inaceptable.
Cargando hacia delante, gritando su rabia, Penn se lanzó al ataque,
poniendo a su enemigo a la defensiva y extrayendo sangre. Él gritó en
señal de triunfo mientras sus meses y meses de entrenamiento con Barak

1 08
dieron sus frutos, luchando contra el Kalith en sus propios términos y en
el propio estilo del bastardo.
Ahora que ambos estaban heridos, todo se redujo a ver quién podía
aguantar por más tiempo. Penn oyó el sonido metálico de las espadas
mientras Jora luchaba por su vida contra su propio oponente.
—Paladin, vas a morir. ¿Por qué no haces que sea más temprano que
tarde? Los dos sabemos que no vas a seguir así.
Penn se burló. — ¿Qué te pasa? ¿Tienes miedo de que seas tú el que
se desangre en mi lugar?
El acompañó sus palabras con otro ataque furioso, una vez más,
extrayendo sangre. Su fuerza estaba menguando más rápido ahora,
haciendo que fuera imperativo que pusiera fin a esto de una vez por todas.
Poco a poco, obligó al Kalith a retirarse ya que la barrera se volvió
otra vez salvaje, el zumbido de energía rápidamente elevándose a niveles
agudísimos. Penn continuó luchando, ignorando el ruido chirriante
mientras iba a matar. El ruido puede haber distraído la Kalith, porque
tropezó, dando a Penn la oportunidad que había estado esperando. Los
ojos del Kalith se dilataron con horror, sabiendo que su vida estaba a
punto de terminar.
En el último segundo, Penn detuvo su estocada, manteniendo la
punta de su espada en la garganta del macho. Una pulgada más y la
muerte vendría llamando, y ambos lo sabían.
—Ríndete o muere.
Penn amplió su postura mientras esperaba, luchando contra las olas
de mareo por la pérdida de sangre y el agotamiento, decidido a proteger la
espalda de Jora. Después de una breve vacilación, el Kalith arrojó su
espada a un lado justo cuando la barrera una vez más se estabilizó.
—Ahora llama a tu perro. — Penn hizo un gesto con la cabeza hacia el
otro Kalith. —O te mato y voy tras él.
El Kalith ladró una orden.
Su subordinado parecía aliviado de retirarse del campo de batalla.
Jora respiraba con dificultad, pero salió ilesa. Eso fue lo único que
permitió que los dos Kaliths vivieran.
—Vosotros dos, boca abajo en el suelo. ¡Ahora!, — ladró. —Jora, coge
sus armas.
— ¡Penn! ¿Es seguro entrar? — La voz de Barak se escuchó desde el
pasaje.
—Podéis pasar.

1 09
Barak entró el primero, con la espada desenvainada. Larem empujó a
su compañero Kalith después, con su arma en la espalda del macho.
Barak inspeccionó la caverna. —Parece que hemos perdido toda la
diversión.
Jora le lanzó una mirada asesina. —Penn está herido.
—Lo voy a ayudar. — Larem envainó su espada y sacó su cuchillo.
Jora siseó con horror mientras él se dirigía hacia Penn, y de
inmediato ella se plantó entre ellos. — ¿Qué crees que vas a hacer con
eso?
Penn deslizó su brazo derecho sobre sus hombros y tiró de ella contra
él. —Todo está bien. Él tiene algún tipo de habilidad extraña Kalith para
sanar.
Los tres prisioneros observaban con los ojos muy abiertos mientras
Larem canturreaba en voz baja y pasaba la punta de su cuchillo a lo largo
del corte irregular. Penn siseó cuando la hoja se calentó, sintiéndolo como
ácido caliente en su piel. Poco a poco el dolor se desvaneció, y el sangrado
disminuyó, entonces se detuvo por completo.
Cuando Larem terminó con Penn, utilizó su mojo en el Kalith herido.
Jora estaba en casa, y ella estaba a salvo. Penn no tenía palabras
para decirle lo que significaba para él, así que se limitó a besarla.
El beso de Penn le hizo curvar los dedos de los pies. Cuando él por fin
lo rompió, metió la cabeza de ella bajo su barbilla y la sostuvo cerca de su
corazón. Las lágrimas corrían por las mejillas de Jora. Este desastre no
había terminado todavía, pero ellos estaban juntos, y eso era todo lo que
importaba. En este momento lo único que ella podía hacer era respirar la
esencia de Penn, y a juzgar por lo fuerte que la estaba abrazando, él
obtenía consuelo del estrecho contacto también.
Barak habló por fin. —Penn, odio molestarte, pero tenemos que sellar
este tramo de barrera y luego sacar esta basura.
Penn suspiró y cambió su postura para mirarlo de frente,
manteniendo a Jora a su lado. Barak y Larem permanecían vigilando a los
prisioneros, con las espadas listas para la acción.
—Jora, ¿qué sugieres que hagamos?
—Barak y yo tenemos que cerrar la fisura para siempre. — Ella miró
hacia el Kalith esperando su confirmación. — ¿Estás de acuerdo?
La tez de Barak era aún más pálida de lo normal. —Sí, pero he
quemado gran parte de mi energía en intentar reparar la otra barrera que
estos tontos han hecho inestable. Tendremos que dividirnos en equipos

1 10
para cerrarla definitivamente. Penn, yo le pediría al Guardián del otro lado
un poco de ayuda. Puedo extraer su energía para trabajar la piedra, y
supongo que Jora también puede hacerlo. También vamos a necesitar a
alguien para montar guardia sobre estos tres. Quizás los compañeros del
Blade del Guardián pueden ayudar con eso.
Penn sonrió con aprobación. —Me parece bien. Barak, ¿puedes hacer
los honores esta vez?
—Sí, puedo.
Esperó hasta que Penn se hizo cargo de custodiar a los prisioneros, a
continuación, comenzó el proceso de bajar la barrera. Ésta parpadeó para
revelar a un Guardián Jurado y a sus Blademates en posición, listos para
la batalla.
Penn se hizo cargo de la situación. —Arik, hemos capturado a los
responsables de los daños a la barrera. Necesitamos tu ayuda, si estás
dispuesto.
Jora vio como el macho rápidamente evaluó la situación y asintió con
la cabeza. Luego, él y sus hombres dejaron a un lado sus armas y
caminaron a través de la frontera hacia este mundo. Extraño, ella había
pasado toda su vida deseando poder conocer a un hombre Kalith
adecuado. En este momento ella estaba mirando varios candidatos de
primera, pero ellos desmerecían en comparación con Penn.
Mientras Penn explicaba la situación a los recién llegados, Barak
habló brevemente con Jora para asegurarse de que estaban de acuerdo
sobre la mejor manera de resolver la inestabilidad de la barrera. Estaban
asumiendo un riesgo enorme, no sólo para sus propias vidas, sino también
para las de los hombres que les estaban apoyando. Si todo se iba al
infierno, no se sabía qué tipo de destrucción llovería sobre ambos mundos.
Barak le dio un rápido abrazo, guiñándole un ojo cuando Penn lo
fulminó con la mirada, luego esbozaron el plan. Él llevaría la mitad de los
hombres al segundo sitio que los renegados Kalith había estado usando.
Puesto que los teléfonos celulares no funcionaban cerca de la barrera,
Larem esperaría fuera del pasaje hasta que Barak llamara para decir que
habían llegado a su destino. Era un poco intimidante cuando los hombres
restantes se volvían hacia ella en busca de orientación, pero ella sacaba
coraje del apoyo tácito de Penn.
—Cuando llegue el momento, tendréis que alinearos en un
semicírculo detrás de mí. No tenéis que hacer nada más que estaros
quietos, aunque es posible que os sintáis un poco extraños cuando
empiece a extraer energía de vosotros.

1 11
El Guardián Jurado se acercó a ella. —Soy Arik, un Guardián Jurado
de Kalithia. Jora b'Larth, será un placer servirle.
—Tú y tu Blade me concedéis un gran honor.
Mientas ella saludaba con una inclinación de cabeza a cada hombre,
de uno en uno, se dio cuenta del ceño fruncido de Penn. Hizo un gesto
para que ella le siguiera al pasaje. Una vez fuera, se dirigió a Larem.
—Nosotros esperaremos la llamada. Puedes volver a entrar.
Su amigo le entregó el teléfono celular sin preguntas y desapareció en
el interior. Jora esperó hasta que él estuviera fuera de la vista para hablar.
—Penn, ¿qué pasa?
Él ahuecó su cara entre sus manos callosas. —No sabemos cómo va a
resultar esto. Sé que vas a darlo todo, y eso me asusta. Utilízanos a
nosotros si tienes que hacerlo, Jora, pero no te sacrifiques a ti misma.
La brillante luna los bañaba con su luz de plata. Penn le sonrió, sus
ojos cálidos y amorosos. —Todos vamos a hacer lo que tenemos que hacer,
pero yo no quería que esto continuase sin decirte que te amo. Creo que te
he amado desde el mismo segundo que miré hacia arriba y te vi allí de pie
en la cafetería. — Él rozó sus labios con los de ella.
Su corazón casi estalló de felicidad. —Yo también te amo, Penn
Sebastián. Ahora y para el resto de mi vida, ya se mida en minutos o en
décadas.
Su beso se llenó de calor y de amor y de desesperación. Entonces el
teléfono sonó, y el resto del mundo regresó precipitadamente a ellos.

1 12
Capítulo 15

P
enn nunca había experimentado un terror como este. Jora se
situaba en la primera línea de su ataque a la barrera inestable.
Si el desastre les golpeaba, ella se llevaría la peor parte de la
reacción. Odiaba, y mucho, saber que no había nada que pudiera hacer al
respecto.
Pero ella era una guerrera por derecho propio, aunque su arma era
una magia que él no podía ver y no entendía. Cuando ella lo miró por
última vez él sonrió con total confianza, esperando que eso fuera
suficiente.
Jora empezó a canturrear. Él permanecía de pie hombro con hombro
con Arik por un lado y Larem por el otro, el vello de sus brazos y el cuello
se erizaron mientras su voz aumentaba de volumen. Podía sentir su
demanda de más energía golpeando en su cabeza y presionando en su
pecho, lo que hacía que fuera casi imposible respirar. Si era así de duro en
un hombre de su tamaño, ¿que le estaba haciendo a ella?
Pero ahí estaba ella, con los hombros hacia atrás, con la cabeza bien
alta, mientras llamaba a sus habilidades especiales para salvar al mundo.
La barrera presentaba rayas de colores enfermizos y desgarros pequeños.
Uno de los compañeros del Blade de Arik se derrumbó por el esfuerzo, pero
el resto de ellos se mantuvo firme.
La grieta atravesó la barrera, ardiendo lo suficientemente brillante
como para iluminar las cuevas de ambos mundos. Arik cayó al suelo sin
hacer ruido, seguido rápidamente por Larem. Eso dejaba solo a Penn para
mantener a Jora en su sitio mientras ella empezaba a flaquear. Con toda
la fuerza que él pudo reunir, dio un paso hacia adelante, alcanzando a
poner sus manos sobre los hombros de ella.
La energía crepitó a través de sus pies desde la roca bajo él,
abriéndose paso a través de su cuerpo y a través de las palmas de sus
manos hacia Jora. Su canto aumentó en volumen y fuerza. Pequeños
destellos de relámpagos crepitaban a lo largo de la línea fronteriza, dejando
la quemadura limpia del ozono en su estela.

1 13
Con un fuerte crujido, la grieta estalló en una explosión de luz y
sonido. La cabeza de Jora dio una sacudida brusca hacia atrás, y cayó de
rodillas. Penn logró interrumpir su caída antes de que él se uniera a ella
formando un montículo en el suelo.
Alguien gemía, y había una roca de cien kilos asentada sobre el pecho
de Penn. No, no era una roca. Una mujer. Su mujer. Jora. ¿Estaba ella...?
Interrumpió ese pensamiento de inmediato. En cambio, se concentró en
recordar cómo hacer que sus manos trabajaran. Un dedo tembló, luego un
segundo dedo. Finalmente, levantó la mano lo suficiente como para tocar
la cara dulce de Jora.
Su piel estaba caliente. Bien. Apoyó los dedos en su garganta,
sintiendo el pulso. Pum, pum, pum. Muy bien. Su mano cayó a su
posición original, su energía se había agotado.
Jora gimió de nuevo, luego levantó la cabeza. — ¿Lo hemos hecho?
Los dos miraron hacia la barrera, que zumbaba a buen ritmo, feliz y
saludable.
Penn estaba demasiado cansado para sonreír. —Se ve bien para mí.
No estamos muertos, y el mundo no ha sido destruido.
Ella apoyó la palma en el suelo de la cueva. —La presión se ha ido.
Les llevó un tiempo recuperarse lo suficiente como para levantarse del
suelo de la cueva.
Penn le ofreció a Larem una mano, y luego a Arik. Ambos estaban
cansados, pero sanos y salvos. Sus tres prisioneros no tuvieron tanta
suerte. Aquel con quien Jora había peleado estaba inconsciente y no
reaccionaba, mientras que su compañero estaba claramente muerto. Al
igual que el tercero.
Larem se arrodilló para ver lo que podía hacer por el único
superviviente. —Él no lo logrará.
Jora parecía enferma. —Yo no tenía intención de matarles. —
Larem se puso de pie. —Yo no creo que fuera por algo que tú hicieras,
Jora. Sospecho que sus firmas energéticas estaban ligadas a la grieta. La
reacción les mató cuando la brecha desapareció.
Penn no sabía si Larem estaba en lo cierto, pero estaba agradecido
por su intento de aliviar la mente de Jora.
—Arik, cuando Barak regrese del otro punto de cruce con tus
hombres, os enviaremos a casa.
El Guardián Jurado asintió con la cabeza. —Eso sería bueno. Creo
que podría dormir una semana. — Él le tendió su mano a Jora. —Tú has

1 14
hecho a nuestra gente un gran servicio. Si necesitas alguna vez mi espada,
sólo tienes que pedirlo.
—Gracias, Guardián Jurado.
—Llámame Arik. — La sonrisa del macho era demasiado cálida para
la comodidad de Penn. —Si alguna vez te apetece visitar el lugar del que
procedes, sería un honor servirte de escolta.
Jora negó con la cabeza. —He visto lo suficiente de otros mundos
para que me dure el resto de mi vida. Además estoy planeando construir
mi hogar dondequiera que esté Penn.
—Es un hombre afortunado. — Arik tendió su mano a Penn. —La
oferta de mi espada se extiende a ti también, Paladín.
—Y la mía también está a tu servicio, Guardián Jurado.
Barak vino cojeando, sosteniendo al compañero del Blade de Arik. —
Él está bien, solo cansado. Déjame descansar un rato y los enviaré a casa.
Jora dijo, —con ayuda de Penn, yo sería capaz de hacerlo.
Ella alcanzó la mano de él y empezó a canturrear. Así de
tranquilamente ella creó un camino para Arik y sus hombres. Ellos se
deslizaron al otro lado, llevándose los tres cuerpos sin vida también.
—Sus muertes servirán de advertencia para otros que buscan hacer el
mal como ellos lo hicieron. — Arik les saludó con su espada mientras la
barrera regresaba a su lugar.

** *
Muchas horas después de regreso en su habitación del motel, Penn
dijo —Jora, tengo que regresar a Seattle.
Ella levantó su cabeza del pecho de él y miró el reloj. Ellos habían
dormido por más de doce horas. — ¿Cuándo?
Él jugó con un mechón del pelo de ella. —Cuanto antes mejor. Por
una parte, tengo que llevar a Barak y a Larem de regreso a Seattle.
El pulso de Jora se aceleró. ¿Dónde les dejaba a ambos?
Penn sostuvo en alto su mano derecha y la flexionó. —Mi muñeca
está más fuerte de lo que yo pensaba, pero creo que está tan bien como

1 15
pueda llegar a estarlo alguna vez. Yo he tenido miedo de admitirlo antes,
porque no creía que hubiera ninguna clase de vida para mí más allá de
blandir una espada.

Él le sonrió. —Pero gracias a ti, todo eso ha cambiado ahora. Y yo les


debo a mis amigos en Seattle decirles en persona que voy a mudarme aquí,
si tú me aceptas. — Su mano acarició la espalda de Jora, arriba y abajo, —
¿Te casarás conmigo y construirás una nueva vida a mi lado, Jora
b´Larth?
Ella escuchó los latidos de su corazón, fuertes y firmes, mientras ella
posaba su cabeza sobre su pecho de nuevo, y supo que el amor de Penn
era simplemente igual de firme y verdadero.
—Yo no puedo pensar en nada que desee más, Penn Sebastian. Para
siempre.

Fin

1 16
De la Autora

Alexis Morgan

Seudónimo usado por: Pat Pritchard

Nací y crecí en St. Louis, donde asistí a la


universidad de Missouri, St. Louis, graduándome
en filología inglesa. Después de casarme con mi
propio héroe, nos fuimos al noroeste del Pacífico y
allí hemos ido creando nuestro hogar en una
pequeña ciudad al norte de Seattle durante los
últimos veinticinco años.
Los amigos me preguntan de dónde saqué la idea para los Paladines
y su mundo. Lo único que puedo decir es que crecí leyendo novelas
románticas góticas y del oeste. Tal vez es por eso que tengo tanto cariño a
los héroes imperfectos que tienen su propio código del honor, tanto si
luchan contra los cuatreros a punta de pistola como si lo hacen hombro
con hombro con sus compañeros guerreros, con las espadas preparadas.
− Dark Protector− ha sido una verdadera obra de amor para mí.
Aunque me encantan mis héroes del oeste, escritos bajo el nombre de Pat
Pritchard, debo admitir que Devlin Bane y sus amigos han puesto mi
mundo patas arriba. Espero que os parezcan tan irresistibles como a mí.

1 17
Serie Paladines
SERIE PALADINES DE LA OSCURIDAD 01 − DARK PROTECTOR
SERIE PALADINES DE LA OSCURIDAD 02 − DARK DEFENDER
SERIE PALADINES DE LA OSCURIDAD 03 − IN DARKNESS REBORN
SERIE PALADINES DE LA OSCURIDAD 04 − REDEEMED IN DARKNESS
SERIE PALADINES DE LA OSCURIDAD 05 − DARKNESS UNKNOWN
SERIE PALADINES DE LA OSCURIDAD 06 − DEFEAT THE DARKNESS
SERIE PALADINES DE LA OSCURIDAD 07 − BOUND BY DARKNESS
SERIE PALADINES DE LA OSCURIDAD 08 − THE DARKNESS BEYOND
SERIE PALADINES DE LA OSCURIDAD 09 − THE DARKNESS ON FIRE

Con este Librito llegamos al ultimo publicado de la serie de


Paladines gracias a todas por Acompañarnos con esta historia…
Nos vemos en el ciberespacio.

1 18
Agradecimientos

Quiero agracecer de manera muy especialmente a Malli , por esta


traducción, gracias amiga te pasaste, es una gran fanatica de los
paladines que ha traducido ella solita este libro.
Agradesco tu dedicación y ayuda.

Traduc tora
Malli
Correc toras
Ariel y Tabitha
Dise ño

1 19

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