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EL IMPACTO DE LA PANDEMIA DE COVID - 19 SOBRE LA SALUD Y EL

SISTEMA DE SALUD

INTRODUCCION
El primer caso de COVID-19 en la región se reportó el 25 de febrero de 2020
en Brasil. Los países de América Latina y el Caribe tomaron acciones
tempranas para intentar controlar la propagación de la enfermedad, y hacia
fines de marzo casi todos habían implementado alguna medida de aislamiento,
ya sea geográficamente localizada o a nivel nacional, incluyendo en algunos
casos el cierre de fronteras tanto internacionales como internas. Estas medidas
de confinamiento para frenar la pandemia se dictaron originalmente con la
intención de durar uno a dos meses, a fin de evitar la propagación comunitaria
del virus y contribuir a “aplanar la curva” mientras se trabajaba en apuntalar los
sistemas de salud.
Como era de esperarse, las medidas de confinamiento resultaron en una fuerte
limitación a la movilidad de la gente, provocaron el cierre de actividades
económicas consideradas no esenciales, así como una reorganización de la
prestación de servicios sociales (como los educativos), que debieron
rápidamente adecuarse a ser ofrecidos de manera remota. Estas restricciones
han tenido costos económicos muy altos que han afectado de manera
desproporcionada a los más vulnerables. Por ejemplo, entre marzo y
noviembre se perdieron al menos 25 millones de empleos. Además, se espera
que la economía de la región se contraiga aproximadamente en un 8% en 2020
y, en países como Argentina y Perú, se prevé que el crecimiento negativo sea
de dos dígitos.
A comienzos de mayo, en la publicación Del confinamiento a la reapertura se
planteaba que la flexibilización de los confinamientos iba a ser la decisión
política más difícil que los países de la región debían tomar durante 2020.
Estaba en juego el difícil equilibrio entre preservar vidas o medios de vida. Pero
dicha decisión no tuvo un carácter puramente técnico. Las características
socioeconómicas de la región (el elevado nivel de informalidad, la altísima
densidad poblacional y las pobres condiciones de habitabilidad en las zonas
más vulnerables, así como la falta de capacidad fiscal para transferir recursos
suficientes a la población afectada) hicieron que las medidas estrictas de
confinamiento, más allá de su relativa efectividad, no fueran sostenibles en el
tiempo. Aun en países con medidas de confinamiento generalizado, con gran
parte de las actividades económicas no esenciales cerradas y fuertes multas
para quienes violaban las ordenes de permanecer en casa, se observaba una
flexibilización informal como consecuencia de la necesidad imperante de traer
ingresos al hogar.
Por lo tanto, la región comenzó una reapertura paulatina a pesar de que la
epidemia no estaba aún bajo control, lo que provocó rebrotes de casos en
muchos países. Es así como la realidad latinoamericana superó a las mejores
intenciones y, con el transcurso de los meses, la región pasó de ser un ejemplo
mundial de respuesta rápida a convertirse en el epicentro de la crisis sanitaria,
liderando a nivel mundial las estadísticas de casos confirmados y de muertes
por cada millón de habitantes
EN LA SALUD

El 30 de diciembre de 2021 China comunicó oficialmente una nueva


enfermedad de etiología desconocida que 72 días más tarde sería
caracterizada como pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS), declaró el brote


de este nuevo problema de salud mundial, al que llamo como enfermedad
COVID-19. Desde ese entonces fue identificada como una emergencia en todo
el universo, esto debido al alto nivel de riesgo de propagación entre los países
del mundo. La pandemia COVID-19 es por definición una amenaza significativa
para el universo, esta pandemia está presionando al sistema de salud y
económico, representando una profunda amenaza, ocasiona impactos en la
salud mental de las personas. Esta actual enfermedad es procedente por una
cepa mutante de coronavirus el SARS-CoV-2. Este virus resulta ser muy
contagioso y se propaga velozmente de en las personas mediante la tos,
secreciones y por contactos cercanos. Los coronavirus expresan
glucoproteínas transmembrana que permiten que el virus se adhiera y entre en
la célula objetivo

La pandemia de la COVID-19 ha causado estragos de distinta naturaleza en las


personas y en particular en las poblaciones menos favorecidas y con más
problemas de infraestructura y servicios. La salud mental ha sido una de las
áreas más afectadas, por lo que se hace necesario un diagnóstico de la
situación actual.

En términos de salud mental pública, los principales impactos psicológicos


hasta la actualidad son las altas tasas de estrés y ansiedad, así como también
se espera que aumenten los niveles de soledad, depresión, uso de alcohol y
drogas y comportamiento suicida o autolesivo. En poblaciones ya gravemente
afectadas, como Lombardía en Italia, los problemas de acceso y continuidad a
los servicios para las personas con problemas de salud mental en desarrollo o
existentes también son ahora una preocupación importante, junto con la salud
mental y el bienestar de las personas.

El miedo, la preocupación y el estrés son respuestas normales en las


amenazas reales, por ende, es sumamente normal que las personas perciban
un temor al enfrentarse a una nueva enfermedad, la cual puede originar la
muerte.

Los efectos de la pandemia y sus medidas para enfrentarla son múltiples, no


solo sobre la salud en sí, sino sobre la economía en general; ocasionando
pérdidas masivas de empleos, afectación del comercio, el transporte, la
educación.

La situación actual de pandemia por la que atravesamos tiene un impacto


significativo afectando a toda la población mundial, viéndose comprometidos
aspectos como la salud mental de la población en general. Las afecciones más
comunes son los trastornos psicológicos asociados, que van desde síntomas
aislados hasta trastornos complejos con un marcado deterioro de la
funcionalidad, como insomnio, ansiedad, depresión y trastorno de estrés
postraumático. Por lo tanto, es necesario y fundamental que los servicios de
salud mental desarrollen estrategias que les permitan reaccionar con habilidad
y lograr el apoyo al personal de salud y la población afectada, con el fin de
reducir el desarrollo de impactos psicológicos y síntomas psiquiátricos.

En la pandemia, el miedo incrementa los niveles de estrés y ansiedad en


individuos sanos, aquellos con trastornos mentales preexistentes, en pacientes
diagnosticados con COVID-19 o en pacientes con sospecha de estar
infectados, esto puede experimentar emociones intensas y reacciones
comportamentales, además de miedo, aburrimiento, soledad, ansiedad,
insomnio y rabia, esto se ha encontrado en niños, adolescentes y adultos.

La tasa de trastornos mentales es más alta aún en personas contagiadas y en


los trabajadores de salud que se enfrentan día a día a tratar personas con
COVID-19.

Los siguientes problemas de salud mental:

Ansiedad por la salud

Ocurre cuando algunos cambios o sensaciones corporales son interpretados


como síntomas de alguna enfermedad. Se caracteriza por interpretaciones
catastróficas de sensaciones y cambios corporales, creencias disfuncionales
acerca de la salud y la enfermedad, y malos mecanismos adaptativos. En el
contexto de la pandemia de COVID-19, las personas con altos niveles de
ansiedad por la salud son susceptibles de interpretar sensaciones corporales
inofensivas como evidencia de que se encuentran infectados, lo que
incrementa su ansiedad, influye en su capacidad para tomar decisiones
racionales y en su comportamiento. Esto ocasiona conductas desadaptativas,
como acudir frecuentemente a los centros de salud para descartar la
enfermedad, excesivo lavado de manos, retraimiento social, la salud las llevan
al extremo, lo que genera consecuencias deletéreas para el individuo y su
comunidad (p. ej. comprar en exceso materiales de protección personal, como
mascarillas, guantes y jabones puede generar desabastecimiento en la
comunidad).

Depresión

Los síntomas como fatiga, trastornos del sueño, trastornos del apetito,
disminución de la interacción social y pérdida de interés en las actividades
habituales se observan tanto en la depresión clínica como en las infecciones
virales. Clínicamente, sin embargo, los síntomas psicológicos centrales de la
depresión (desesperanza, inutilidad, pesimismo y culpa) serían más típicos de
la depresión.

Reacciones al estrés

Durante la fase inicial de la pandemia se descubrió que el 35% de los


participantes experimentaron estrés psicológico, con niveles más altos en las
mujeres. Además, las personas entre 18 y 30 años, y los mayores de 60 años,
tuvieron niveles más altos de estrés psicológico. Las puntuaciones más altas
en el grupo de 18 a 30 años podrían deberse a que usan las redes sociales
como medio principal de información, lo cual puede desencadenar fácilmente el
estrés. Por otro lado, dado que la tasa de mortalidad más alta por la COVID-19
se produce en los adultos mayores, no es sorprendente que ellos tengan más
posibilidades de sufrir de estrés. A esto debemos agregar que los adultos
mayores tienen un acceso limitado al Internet y al uso de teléfonos inteligentes.
Para prevenir la propagación de la enfermedad, se deben desarrollar
programas para detectar y tratar problemas de salud mental

Creación de equipos multidisciplinarios de salud mental

Tanto a nivel regional como nacional, se deben crear equipos que incluyan la
participación de psiquiatras, psicólogos, enfermeras psiquiátricas y otros
trabajadores de salud mental. Estos deben ser los encargados de educar sobre
las consecuencias psicológicas más comunes, fomentar conductas
mentalmente saludables y empoderar a los pacientes, familiares y prestadores
de salud. Se deben generar guías e instrucciones de manejo de estos
pacientes, en los servicios de salud mental.

Mejorar el tamizaje de comorbilidades psiquiátricas

Debido al limitado número de profesionales de la salud mental en el Perú, es


esencial que todos los médicos, especialmente los que laboran en áreas de
emergencia, mejoren sus habilidades para buscar y reconocer síntomas
mentales en los pacientes.

Intervención psicoterapéutica

Estratégicamente se utilizan programas de intervención remota. Durante las


pandemias pasadas, los servicios de internet y el uso de teléfonos inteligentes
no eran masivos, debido a eso, los servicios de salud mental en línea eran
escasos. Sin embargo, en los últimos años ocurrió una masificación del acceso
a Internet y del uso de teléfonos inteligentes, lo que permite a los profesionales
de la salud a proveer mejores servicios durante esta pandemia. En estos
programas se incluyen intervenciones como la terapia cognitivo-conductual
para tratar la depresión, ansiedad e insomnio.

La pandemia ha alterado profundamente la salud de la población mundial y ha


impactado en los determinantes de la salud, aumentando las desigualdades
sanitarias y generando situaciones de riesgo que tendrán que abordarse en un
futuro inmediato. La información sobre la incidencia procede de sistemas de
vigilancia que requieren un diagnóstico de laboratorio para confirmar la
infección, estando limitada por el acceso y la extensión de estos recursos. Por
este motivo, los países con más recursos sanitarios y una mayor cobertura de
su población son los que presentan las cifras de carga de infección más altas,
pero a su vez son los que tienen una menor tasa de letalidad entre los casos
notificados. El impacto de la COVID-19 va estrechamente ligado al de las
medidas de control puestas en marcha y que han supuesto el confinamiento de
gran parte de la población durante largos periodos de tiempo. La utilización de
los servicios sanitarios ha disminuido de forma dramática durante la pandemia,
afectando incluso a procesos considerados urgentes. La medición del impacto
de todas estas consecuencias no deseadas sobre la salud global es una
materia pendiente para investigaciones futuras.

El COVID-19 fue declarada pandemia por la OMS el 30 de enero de 2020, debido a que la
misma se ha extendido por varios países afectando rápidamente a las personas. De igual
modo, luego de que las Autoridades de salud de Wuhan (Hubei); China, reportaron
formalmente altos índices de personas contagiadas por el virus el 11/03/2020, la OMS informó
más de 118.332 casos confirmados de la enfermedad en 114 países y 4.291 muertes. 1.2 En
este sentido, los primeros casos de la pandemia por coronavirus en la República Bolivariana de
Venezuela fueron reportados el 13 de marzo de 2020, siendo el 21 de marzo dada a conocer la
primera muerte como consecuencia de la enfermedad. Ante la rápida expansión del virus a
nivel Global el Estado venezolano decretó una cuarentena social colectiva por 30 días en todo
el país, a partir del 17 de marzo de 2020

En el sistema de salud

La pandemia del COVID-19 ha puesto a prueba a todos los sistemas de salud


latinoamericanos, así como de otras regiones, como Europa y África. La
cuarentena obligatoria dictada por el gobierno peruano en marzo del 2020, no
fue capaz de evitar la transmisión del virus y controlar las cifras crecientes de
hospitalización y muertes. En Perú, el número de contagios por COVID-19 fue
30,387 por cada millón de habitantes y se registraron 1,131 muertes por
COVID-19 por cada millón de habitantes hasta diciembre de 2020. Esto lo
convirtió en el país con la tasa de mortalidad más alta en el continente
americano y tercera más alta en el mundo.
En el Perú se ha intentado reformar el sistema de salud con el fin de expandir
el acceso a los servicios de salud, pero este intento ha fallado. La pandemia
hizo evidente la importancia de comprender los factores que conducen al
fracaso de una reforma de salud. En momentos de crisis, las reformas
fracasadas cuestan la vida de muchas personas. Reformar el sistema de salud
no es tarea fácil. Los indicadores cruciales del éxito de una reforma son la
financiación sostenible y el desarrollo de infraestructura. Sin estos, las reformas
fracasan. El sistema de salud ha respondido deficientemente a los desafíos de
la pandemia, de allí que el Perú sea uno de los países con más muertes por
número de contagiados: por cada 30 personas contagiadas, una falleció, al 31
de marzo de 2021. Esta situación actual no se puede entender sin considerar el
fracaso de la reforma de salud implementada en nuestro país desde el 2009.
Las medidas llevadas a cabo en los últimos años no han logrado mejorar la
capacidad de nuestro sistema de salud de manera sustancial.
El sistema de salud público peruano previo a la pandemia del COVID-19 se
caracterizaba por la falta de financiamiento sostenible y la carencia de
infraestructura y recursos humanos. La pandemia encontró un sistema de salud
en el Perú fragmentado y desigual en el acceso a los servicios de salud.
Cabe resaltar que, en el Perú, el gasto de bolsillo en salud de acuerdo a datos
del Banco Mundial, es decir, el dinero que las personas gastan en atender su
salud (medicamentos, citas, exámenes, etc.) de manera directa, es aún alto
(29% en el 2018). No solo las clínicas privadas han aumentado en número y
usuarios, sino que también las farmacias se han convertido en un medio común
para acceder a servicios de salud. Resulta preocupante que muchos peruanos
que prescinden de acudir a un centro de salud cuando lo necesitan, prefieran
auto medicarse o utilizar remedios caseros (52% en el 2020).
La precariedad del sistema de salud está lejos de ser la única explicación de la
agudeza de la pandemia en el Perú. Entre otros importantes factores que
explican las distintas respuestas a la pandemia y sus resultados en la región,
debemos prestar atención al nivel de informalidad, a la desigualdad en acceso
a otros servicios básicos, así como al liderazgo político, o la ausencia de este.
Los trágicos efectos causados por el COVID-19 en el Perú pueden abrir una
ventana de oportunidad para posicionar el tema de una reforma de salud
integral en la agenda política. Esta experiencia debería iniciar un nuevo
proceso de reforma del sistema de salud, en el cual los principales actores
políticos, así como de la sociedad civil del país participen de manera constante.

CONCLUSIONES

La COVID-19 repercute negativamente sobre la salud mental de las personas de la


población en general, y en particular, sobre los grupos poblacionales más
vulnerables. La incertidumbre asociada con esta enfermedad, más el efecto del
distanciamiento social, el aislamiento y la cuarentena, pueden agravar la salud
mental de la población; dicha situación también puede afectar al personal de la
salud.

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