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Garantizar este líquido es vital para todas las poblaciones, tanto así que su
abastecimiento es uno más de los derechos humanos y lograr el acceso universal
y equitativo es una de las metas de desarrollo sostenible.
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El día mundial del agua sirve de excusa para mostrar cifras dramáticas. La
Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que 800.000 personas
mueren cada año por causas relacionadas con la falta de agua limpia, más
que las víctimas sumadas de conflictos, sismos y epidemias, según un
informe. Y 2.000 millones de seres humanos más (la cuarta parte de la
humanidad) carece de este insumo en condiciones seguras.
Esto sin contar que, de manera directa, el agua sucia causó 1.209 muertes en el
2016, lo que representa cerca del 10 por ciento de todos los
fallecimientos relacionados con factores ambientales.
No es el único mal que viene del agua contaminada y que mata: parásitos, en
muchas de sus formas, como las amibiasis y la esquistosomiasis, una enfermedad
grave y crónica generada por lombrices contraídas por exposición a aguas
infestadas, afectan a 240 millones de personas en el mundo
Aunque las afectaciones por el agua impotable son para todos, la evidencia
demuestra que se ensaña con los niños, principalmente los menores de 5
años. Tanto que, según Clemencia Mayorga, médica pediatra, miembro de la
Asociación Colombiana de Pediatría, ocho de cada 10 muertes de menores de
un año tienen su origen en enfermedades relacionadas con el agua. Y agrega
que algunos estudios mencionan que el acceso al agua segura puede disminuir
hasta en un 34 por ciento el riesgo de morir en el primer año de vida.
Eso sin contar que la carencia de agua óptima para el consumo es uno de los
primeros pasos hacia la desnutrición crónica en aquellos pequeños que logran
sobrevivir, con el agravante de que estas carencias impiden un desarrollo
cerebral óptimo y la capacidad para enfrentarse de manera autónoma a la
vida adulta.