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Unidad Didáctica Nº 5
C) El proceso de positivado
El revelado realizado por uno mismo ofrece innumerables ventajas, pero la más
importante, es que podemos seguir manipulando la exposición y contraste de nuestras
imágenes, hasta mucho más allá de la mera toma.
Recordaremos que la película, antes de ser expuesta tiene un color claro, lechoso, y al
ponerse en contacto con la luz, los átomos expuestos se convierten en plata metálica negra.
Este es el proceso fotoquímico, en el que la luz transforma los haluros de plata en plata
metálica.
Pero también recordaremos que tras esto, los átomos modificados son tan
insignificantes que a simple vista no se producían cambios en la superficie del negativo, sin
embargo ya esta ahí lo que llamábamos imagen latente. A estos átomos inicialmente
modificados se les llama núcleos de revelado.
Para que la imagen sea perceptible, dijimos que había que llevar a cabo un proceso
mediante el cual transformáramos en plata metálica todo cristal de haluro de plata que
contuviese algún átomo ya modificado. Este sería un proceso químico, en el cual, por la
acción del líquido revelador, las sales de plata con algún núcleo de revelado, pierden su átomo
de bromo, yodo y cromo, y se convierten en plata metálica.
Estos iones de bromo, yodo, o cromo que van quedando en el líquido revelador, son los
que hacen que este vaya perdiendo poco a poco sus propiedades, pues el líquido revelador
tiene un pH muy básico, que se va acidificando conforme recibe estos deshechos.
Seguramente recordaremos también que tras este paso todavía quedan cristales de
haluros de plata que no están impresionados, pero que se impresionarían si les diera la luz, así
que hay que hacerlos desaparecer para no echar a perder la película.
Lo que se hace es dar un baño a la película con un líquido ácido que va a hacer de
amortiguador del pH, es lo que se conoce como baño de paro.
Una vez concluido el fijado tenemos la película en un medio ácido, y además estará
impregnada de residuos de todos los procesos a los que se ha sometido, así que lo que resta
por hacer es lavarla.
Una vez visto el proceso desde el punto de vista químico, veamos los pasos prácticos a
seguir.
En primer lugar necesitaremos una serie de útiles para llevar a cabo el proceso. Todos
son fáciles de encontrar en cualquier tienda de fotografía medianamente especializada, y
además no son caros en absoluto.
Pasemos a enumerarlos:
Dentro de este se encuentran varios espirales. Estos son una especie de carrete,
parecidos a los de hilo, o a aquellos que se utilizan para enrollar cables. Estos espirales se
abren a la mitad y sirven para enrollar la película sobre sí misma sin que sus caras se toquen,
pudiendo así llegar los líquidos a estas de forma completa y uniforme.
Estos espirales están insertadas en un eje que se puede accionar desde fuera para
hacer girar las espirales.
Normalmente, para un uso personal se utilizan tanques pequeños, con capacidad para
dos espirales.
3.- Abridor de chasis.- Sirve, como su propio nombre indica, para abrir el chasis de la
película. Puede servir igual un abrebotellas.
4.- Termómetros.- Tanto para medir la temperatura de los líquidos como para medir la
temperatura de ambiente de nuestro laboratorio.
5.- Pinzas para negativos.- Se utilizan para colgar los negativos una vez concluido el
proceso, a fin de que se sequen. Cada pinza de negativos se compone de dos pinzas, una con
un gancho tipo percha, que se coloca en un extremo del negativo para colgarlo, y otra con un
pequeño peso, que se coloca en el otro extremo para que cuelgue recto.
7.- Un reloj con segundero.- La exacta medición del tiempo de cada fase es de suma
importancia, si queremos obtener unos buenos resultados.
Una vez extraído el carrete (el chasis) de la cámara, lo primero que se debe hacer es
sacar la película del chasis para meterla en los espirales.
Esto se debe hacer sin luz, así que tenemos dos opciones: o bien apagamos la luz, que
es lo que se suele hacer en la mayoría de los casos, o bien utilizamos bolsas especiales que
existen en el mercado en las que metemos todo el material y trabajamos con él. Si optamos por
apagar la luz, debemos asegurarnos deque en el cuarto no entra luz por ningún sitio, y más
cuidado debemos poner, cuanto más rápida sea la película que nos disponemos a revelar.
En ambos casos siempre trabajaremos sin ver lo que tenemos entre manos, así que
puede ser buena idea practicar primero todo lo que vamos a contar, con una película vieja, a la
luz, para acostumbrarnos más rápidamente.
Pues bien, una vez con el material a salvo de la luz, abrimos el chasis y extraemos la
película. Utilizaremos las tijeras para cortar la parte del final de la película (la lengüeta). Si
tenemos una película que nos permita dejar la lengüeta fuera tras rebobinar, podemos cortarla
a la luz.
Una vez hecho esto, nos disponemos a meter la película en el espiral, para ello
meteremos primero unos2 cm de película, y el resto lo meteremos moviendo a un lado y a otro,
de forma inversa, los dos lados del espiral. De esta forma, la película irá metiéndose sola en
este.
Cuando se llegue al extremo unido al eje del chasis, cortamos lo más cerca posible de
este y continuamos accionando las espirales hasta que la película esté totalmente dentro.
Ya podemos meter el espiral en el tanque, y una vez cerrada bien la tapa, podemos ya
encender la luz, o sacar el tanque de la bolsa, si es que la hemos utilizado.
Este consiste en llenar el tanque con agua durante un par de minutos. Se debe intentar
que este agua esté a la misma temperatura que el revelador que se vaya a usar después. De
esta forma, adaptamos el tanque y la película a la temperatura de revelado, de manera que
también evitamos que estos varíen la temperatura del revelador.
El remojado es beneficioso por varias razones, así, por ejemplo, con él hacemos que la
gelatina de la película se empape y se hinche, de forma que se facilita la absorción del
revelador, haciendo que el revelado sea más uniforme.
Por otro lado hace que el revelador dure más, pues con el remojado se elimina la capa
antihalo de la película. De no remojar, esta terminaría en el revelador, acortando su vida útil.
Además, se consigue que, al echar el revelador, se formen menos burbujas de aire, las
cuales evitarían que se revelasen partes de la película, dejando como puntos en esta.
Nada más llenarlo, golpearemos el tanque dos o tres veces contra la mesa, o la
superficie sobre la que estemos trabajando, para eliminar las posibles burbujas que se hayan
pegado a la película.
Una vez hecho esto, comenzamos a agitar el tanque de forma suave. La agitación,
normalmente, se hace invirtiendo el tanque cada cierto tiempo, aunque hay algunos tanques
que vienen con un eje accionable desde fuera, que hace que los espirales que hay en su
interior, giren.
Esta agitación, es algo que se debe hacer en todas las fases del revelado, a fin de que
se renueve el reactivo que está en contacto con la película.
La agitación intensa, así como la alta temperatura y concentración del revelado, hacen
que el revelado sea más intenso, lo que a su vez aumenta el contraste y el efecto de grano de
la imagen.
Cuando queden unos 5 segundos para que se cumpla el tiempo de revelado, vaciamos
el tanque y comenzamos la fase del baño de paro, introduciendo el líquido de paro en este.
La función del baño de paro es, en principio, detener el revelado de forma rápida, a
través del cambio de pH, pero además, con este se consigue que el líquido fijador dure más
tiempo, pues este es también ácido, como el de paro.
La sustancia más utilizada como líquido de paro es una disolución de ácido acético en
agua al 3%, aunque se puede usar cualquier otro ácido débil. Este se puede sustituir por agua
sin más, cuando el tiempo de revelado haya sido de más de 10 minutos, pues en estos casos,
no es tan necesario parar el proceso de revelado de forma tan rápida.
El líquido de paro es efectivo tan solo unos 5 ó 10 segundos, por lo que bastarán unos
15 ó 30 segundos para completar esta fase.
Esto lo vamos a hacer con la fase de fijado, así pues, después de vaciar el tanque de
líquido de paro, lo llenaremos con el líquido fijador, agitando el tanque como se ha indicado
anteriormente.
El tiempo de fijado variará entre los 3 y los 5 minutos, según el tipo de líquido fijador,
temperatura, etc., de forma que, una vez más, lo mejor, al menos para empezar, será
atenernos a las recomendaciones del fabricante que se indican en la etiqueta. En cualquier
caso, no debemos exponer la película al fijador durante más de 20 minutos, pues se atenuarían
las imágenes.
El líquido fijador más utilizado es el tiosulfato sódico, del que ya hablamos al comienzo
del curso, y al que se conoce más coloquialmente como hiposulfito, o “hipo”.
El tiempo necesario para llevar a cabo un buen lavado es de unos 30 minutos a unos
20 ºC. Cuanto menor sea la temperatura, mayor será el tiempo necesario para que se lave bien
la película.
Será suficiente con hacer el último aclarado del negativo con este líquido humectante.
Una vez bien lavada la película, ya solo resta llevar a cabo la fase de secado. Para
secar el negativo, debemos sacarlo primero de la espiral, separando ambos lados de esta.
Una vez extraída, le colocamos las pinzas, y la colgamos a secar. No conviene ponerla
a más de 50 ºC, por lo que no es recomendable utilizar secadores ni nada por el estilo.
Existen pinzas de goma especiales para escurrir la película, pero si hemos hecho un
humectado, no valen más que para arriesgarnos a rallar el negativo.
Eso sin mencionar las posibilidades de control sobre la imagen que el hacer nosotros el
positivado nos va a ofrecer.
A) Equipo necesario
Si para revelar el negativo nos podíamos apañar con una bolsa para manipular la
película, no haciendo falta el tener un laboratorio o cuarto oscuro, para obtener las copias a
papel nos encontramos con que sí es fundamental un cuarto oscuro, aunque sea provisional.
Un cuarto de baño interior, o en el que se puedan sellar las puertas y ventanas para
que no entre la luz, nos puede servir perfectamente.
1.- Una ampliadora.- La ampliadora no es más que un proyector que va sujeto a una
columna, por la que se puede mover arriba y abajo, para elegir el tamaño de la imagen
proyectada.
La ampliadora tiene una fuente de luz, la cual posee un sistema por el que la luz se
distribuye uniformemente. Esta fuente de luz se enciende y apaga con un interruptor.
De estas, el sistema de difusión por vidrio necesita una fuente de iluminación más
potente, y dan lugar a copias con menos contrastes, mientras que el sistema por condensador,
dan mayor nitidez y contraste, pero van a verse más los pequeños defectos que pudiese tener
el negativo u el objetivo de la ampliadora, como arañazos, o suciedad.
Bajo el sistema de difusión de luz, nos encontramos con el portanegativos, que es una
placa en la que colocamos la película.
Será este último, el objetivo el que marque la calidad de nuestra ampliadora, pues
ocurre como con las cámaras. Podemos tener la mejor cámara o ampliadora del mundo, pero si
el objetivo que incorporan tiene lentes malas, jamás obtendremos unos resultados perfectos.
2.- Una luz de seguridad.- El papel típico utilizado para la fotografía en blanco y negro,
es casi insensible a la longitud de onda producida por los colores del amarillo al rojo. Por ello,
utilizando una fuente de luz que emita estas longitudes de onda, nos podemos permitir no
trabajar a oscuras.
Estas luces suelen consistir en una bombilla normal de 25 W, cubierta por un filtro
plástico de color rojo o anaranjado, aunque también existen bombillas que incorporan el filtro
en el propio vidrio.
Esto último no significa que podamos usar una bombilla normal, y pintarla de rojo.
En estas cubetas repetiremos los mismos pasos que en el revelado del negativo, es
decir, el revelado, paro, fijado y lavado, observando el efecto del proceso en la imagen que
vamos obteniendo.
Es conveniente también que por cada cubeta tengamos unas pinzas, o al menos tener
una pinza para los líquidos ácidos (paro y fijador), y otra los alcalinos (revelador). Así
evitaremos ensuciar unos líquidos con otros, con lo que prolongaremos su vida útil.
El primero de ellos es el papel clásico o baritado. Se llama así porque la primera capa
que se encuentra sobre el papel es una capa de sulfato de bario que hace que la imagen sea
más estable y le da más blancura. Sobre esta capa encontramos ya la emulsión de haluros de
plata, y sobre esta una capa protectora de gelatina. El papel no tiene ningún tipo de
recubrimiento en su parte posterior.
Este tipo de papel es el que más se utiliza en la fotografía artística, pues con este se
obtiene una gran variedad de grises, y si se hace un lavado correcto (de cerca de una hora), la
imagen se conservará durante largo tiempo.
El otro tipo es el papel plastificado. Lo que diferencia a este del anterior es que, por
un lado, el papel está recubierto por ambas caras de una capa de resina que lo hace
impermeable, y por otro, no tiene la capa de sulfato de bario.
Con este papel, como la capa de resina evita que los reactivos alcancen la celulosa, el
tiempo de revelado es menor, y de la misma forma, el lavado es también mucho más corto.
Por otro lado encontramos papeles ortocromáticos, que son los que tienen las
emulsiones más rápidas, a base de bromuro de plata, y que son sensibles a las radiaciones
azules y verdes, por lo que la luz de seguridad a utilizar es la roja o la naranja.
Por último encontramos los papeles no cromatizados, que son los papeles clásicos, a
base de cloruro de plata. Estos son los que mayor gama de luces de seguridad admiten, pues
son sensibles solo hasta la luz azul, de forma que se pueden usar luces de seguridad rojas,
naranjas, e incluso amarillas.
Los de contraste fijo suelen indicar su dureza o suavidad de contraste mediante una
escala, en la que los números más bajos, indican menor contraste.
Los de contraste variable incorporan una capa de alto contraste sensible al violeta y al
azul, y otra de bajo contraste sensible al verde y en menor medida al amarillo. De esta forma,
utilizando el filtro apropiado en la ampliadora, podemos tener un papel duro o uno blando,
según nos convenga.
Los papeles suaves (de poco contraste), son útiles para rectificar negativos muy
contrastados, y los duros (de mucho contraste), harán lo propio con los negativos poco
contrastados.
Una vez que tenemos todo el material necesario, podemos empezar a obtener nuestras
copias.
Antes de nada, debemos decidir qué imágenes pasar a papel de todas las que tenemos
en el negativo. Pero a veces,decidir sobre el negativo entre unas imágenes y otras puede ser
difícil, sobre todo entre varias muy parecidas, de manera que para positivarlas todas de una
vez, lo que nos ayudará a decidir, se hace lo que se llama una hoja de contacto.
Hacer una hoja de contacto no es más que poner el negativo sobre el papel y
exponerlo a la luz. Para hacerlo, se puede usar una prensa especial de las que venden en los
comercios especializados, o bien se puede colocar un cristal sobre las tiras del negativo y el
papel, para prensarlo todo. Esta última opción es mucho más barata, e igualmente efectiva.
Tras exponer el papel, este se revela de la misma manera que se revelan las copias,
como explicaremos más adelante. Así obtendremos todas las imágenes del negativo,
positivadas en pequeño tamaño.
La hoja de contacto es muy útil, no sólo para la elección de la imagen, sino para otras
muchas cosas, como elegir encuadres, y localizar los fotogramas rápidamente, si la guardamos
junto a los negativos.
Con la práctica y un uso continuado del mismo papel, a veces terminaremos atinando
con la exposición adecuada sin necesidad de la tira de prueba, aunque para los casos en que
queramos sacar una copia de calidad impecable, es más que recomendable el llevarla a cabo.
Otra ventaja de hacer una tira de prueba de una hoja de contacto es que sabremos la
exposición correcta para cualquier fotograma de ese negativo.
C) El proceso de positivado
Una vez elegido el tamaño, apagaremos la luz de la habitación y dejaremos solo la luz
de seguridad. Esto nos facilitará la visión de la imagen proyectada, a la vez que protegerá el
papel cuando lo saquemos.
Cuando una copia está bien revelada, a fondo, esta para de ennegrecerse casi de
golpe en un momento determinado, que variará ligeramente en función de la exposición a la
que haya sido sometida y del tipo de papel.
Si usamos papeles plásticos, el tiempo vendrá a ser de unos dos minutos. Si es papel
clásico el que usamos, tardará unos cinco minutos, debido a que la difusión del reactivo entre
las fibras del papel es más lenta, tardándose más también en eliminarlo, por lo que la fase de
lavado también se prolongará.
Mientras el papel está en la cubeta conviene moverlo con las pinzas, o bien mover la
cubeta, para que se regenere el reactivo que esta en contacto con la superficie que se está
revelando.
En esta fase, sea cual sea el papel que utilicemos, lo mantendremos en la cubeta
durante unos 15 segundos.
Tras ello, se pasa el papel a la cubeta con fijador, que es también el mismo que se
utiliza para los negativos.
En esta cubeta, debemos mantener el papel durante cinco minutos si se trata de papel
plástico, y durante 20 minutos si es papel baritado.
Por último, se pasa a la fase de lavado, preferiblemente con agua corriente, aunque
vale lavarla a ratos en un recipiente profundo, terminando con agua corriente.
El lavado debe durar unos 5 minutos con papel plástico y no menos de 30 minutos con
papel clásico, aunque se obtendrán mejores resultados y más durabilidad si nos acercamos a
la hora.