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INTRODUCCIÓN A LA EPISTEMOLOGÍA

UNIDAD N° 1. FILOSOFÍA Y EPISTEMOLOGÍA


CONTENIDOS PRÁCTICOS.
PRIMERA SEMANA
CÁTEDRA: Prof. Dr. Esperón, Juan Pablo.
a. La conciencia de la ignorancia como condición del saber1

El discurso trascripto a continuación es la defensa desarrollada por Sócrates ante el


tribunal judicial que lo procesó, según la recreación que de él hizo Platón

Algunos de ustedes podría tal vez replicar: «Pero Sócrates, ¿cuál es tu ocupación?
¿Cómo se han originado estas ideas falsas2 acerca de ti? Pues, sin duda, si no te hubieras
ocupado en algo más llamativo que lo que hacen los demás, no se habría generado tal
fama ni se dirían tales cosas si no obrases de manera distinta que la mayoría. Dinos, pues,
de qué se trata, para que no opinemos de ti con ligereza».
Me parece que el que dijera tales cosas hablaría con justicia, y precisamente
intentaré explicarles qué es lo que me ha creado tal reputación y tal falsa imagen.
Escúchenme entonces. Quizá parezca a algunos de ustedes que bromeo; sepan, sin
embargo, que les diré toda la verdad. En efecto, señores atenienses, por ninguna otra cosa
que por una cierta sabiduría es que he adquirido esta reputación. Pero, ¿qué clase de
sabiduría es ésta? Precisamente la que es de alguna manera sabiduría humana3. En ella sí
me atrevo a decir que soy realmente sabio; probablemente, en cambio, aquellos que acabo
de mencionar serían sabios en alguna sabiduría sobrehumana, o no sé qué decir [de ella];
yo, en efecto, no la poseo, y el que lo afirme miente y habla con una idea errónea. Por
favor, no me interrumpan aunque les parezca que hablo con pedantería; pues no hablaré
por mí mismo, sino que remitiré lo que digo a alguien digno de fe. Como testigo de mi
sabiduría -si es que es sabiduría- y de cómo es ella, pongo al dios de Delfos4.
Seguramente han conocido ustedes a Querefonte, cuánta pasión ponía en lo que
emprendía. Pues bien, en cierta ocasión que fue a Delfos, se atrevió a preguntar al
oráculo5 si había alguien más sabio que yo. La pitonisa le respondió que no había nadie
más sabio. Y acerca de estas cosas puede testimoniar su hermano, aquí presente, ya que
Querefonte ha muerto. Dense cuenta ustedes por qué digo estas cosas: les voy a mostrar,
en efecto, de dónde se ha originado la falsa imagen de mí. En efecto, al enterarme de
aquello reflexionaba así: «¿Qué quiere decir el dios y qué enigma hace? Porque lo que es
yo, no tengo ni mucha ni poca conciencia de ser sabio. ¿Qué quiere decir, entonces, al
afirmar que soy el más sabio? No es posible, sin embargo, que mienta, puesto que no le
está permitido». Y durante mucho tiempo dudé acerca de lo que quería decir6, hasta que

1
Platón: Apología de Sócrates, Buenos Aires, Eudeba, 1986, pp. 126-33.
2
Las “ideas falsas” a las que se refiere son las acusaciones que le hacían.
3
“Humana” significa aquí “propia de los hombres”, en contraposición con cualquier sabiduría divina o
propia de los dioses, tal como era la inspiración del poeta, del profeta o del adivino.
4
El dios de Delfos es Apolo. El juramento o poner al dios por testigo era un procedimiento jurídico
normal en la época. Cf. Foucault, M.: La verdad y las formas jurídicas, México, Editorial Gedisa, 2da.
edición, 1986, pp. 40-42.
5
Los oráculos eran lugares sagrados donde el dios se manifestaba a los hombres, contestando las
preguntas que se le formulasen mediante signos que eran interpretados por las pitonisas, que ejercían la
función de medios.
6
Si lo que dice el dios es verdad, entonces, Sócrates es el más sabio. Pero Sócrates sabe que no se ajusta a
lo que se entiende por ser sabio. Por eso se pregunta qué quiere decir el dios.
con grandes escrúpulos7 me volqué a su investigación, de la manera siguiente. Fui al
encuentro de los que eran considerados sabios, en el pensamiento de que allí -si era
posible en algún lado- refutaría la sentencia del oráculo, demostrándole que «éste es más
sabio que yo, aunque has dicho que lo era yo». Ahora bien, al examinar a aquel con quien
tuve tal experiencia -no necesito dar el nombre: era un político-, señores atenienses, y al
dialogar con él, experimenté lo siguiente: me pareció que muchos otros creían que este
hombre era sabio, y sobre todo lo creía él mismo, pero que en realidad no lo era.
Enseguida, intenté demostrarle que aunque él creía ser sabio, no lo era8. La consecuencia
fue que me atraje el odio de él y de muchos de los presentes. En cuanto a mí, al alejarme
hice esta reflexión: «yo soy más sabio que este hombre; en efecto, probablemente ninguno
de los dos sabe nada valioso, pero éste cree saber algo, aunque no sabe, mientras que yo
no sé ni creo saber. Me parece, entonces, que soy un poco más sabio que él: porque no sé
ni creo saber»9. Después fui hasta otro de los que pasaban por ser sabios, y me pasó lo
mismo: también allí me atraje el odio de aquél y de muchos otros.
De este modo fui a uno tras otro, bien que sintiendo -con pena y con temor- que
me atraía odios; no obstante, juzgué que era necesario poner al dios por encima de todo10.
Debía dirigirme entonces, para darme cuenta de qué quería decir el oráculo, a todos
aquellos que pasaban por saber algo. Y ¡por el perro!11, varones atenienses, esto es lo que
experimenté: al indagar de acuerdo con el dios, me pareció que los de mayor reputación
eran los más deficientes o poco menos, mientras que los otros, que eran tenidos por
inferiores, eran hombres más próximos a la posesión del entendimiento. Ustedes ven que
es necesario que muestre las vueltas que di en mi penoso trabajo, para que la sentencia del
oráculo se me tornara irrefutable. En efecto, después de los políticos acudí a los poetas,
tanto a los autores de tragedias como a los de ditirambos y a todos los demás, en la idea
de que allí me descubriría en el error, por ser más ignorante que aquellos. Llevé así
conmigo los poemas de ellos que me parecieron más elaborados, y les pregunté qué
querían decir, a fin de que al mismo tiempo me instruyeran. Pues bien, me da vergüenza
decirles la verdad, señores; no obstante, debo decirla. Prácticamente todos o casi todos los
presentes hablarían mejor acerca de aquellos poemas que los que los habían compuesto.
En poco tiempo me di cuenta, con respecto a los poetas, que no hacían lo que hacían por
sabiduría, sino por algún don natural o por estar inspirados, tal como los profetas y adivi-
nos12; éstos también, en efecto, dicen muchas cosas hermosas, pero no entienden nada de
lo que dicen. Algo análogo me pareció que acontecía a los poetas; y a la vez advertí que,
por el hecho de ser poetas, también en las demás cosas creían ser los más sabios de los
hombres, pero que no lo eran. Me alejé, entonces, pensando que allí tenía la misma
ventaja que sobre los políticos.
Para terminar, acudí a los artesanos. Yo estaba consciente de que no sabía
prácticamente nada, y que me encontraría con que éstos sabían muchas cosas hermosas. Y

7
Los escrúpulos se deben a que esa investigación supone cierta sospecha sobre lo dicho por el oráculo.
8
Sócrates desarrolla aquí un tema recurrente en la historia de la filosofía: la diferencia entre realidad y
apariencia -y asociada con ella-, la diferencia entre la conciencia y la creencia. Es bien distinto lo que
parece y lo que es, la episteme (ciencia) y la doxa (opinión).
9
No saber no implica conocimiento o verdad, pero tampoco error. En cambio, creer saber lo que en
realidad no se sabe, implica error. El error está más lejos de la verdad que el no saber.
10
Aparece aquí otro tema común a la filosofía de Sócrates y de Platón: la subordinación de los sentidos y
de los sentimientos al juicio o entendimiento.
11
Esta frase era de utilización corriente en la época y tenía la función de evitar jurar en vano.
12
Poetas, inspirados, profetas y adivinos se contraponen al sabio en tanto éste desarrolla un saber
humano, propio del hombre, y no algo que le es dado desde el fuera por el dios. Sócrates se esfuerza por
entender lo que él no dijo (lo que dijo el dios), mientras los poetas dicen (prestan su boca para que el dios
hable, hablan por inspiración divina) lo que no entienden.
en eso no me engañé, ya que sabían cosas que yo no sabía, y en ese sentido eran más
sabios que yo. Pero, señores atenienses, me pareció que nuestros buenos [amigos] los
artesanos tenían el mismo defecto que los poetas: a causa de ejecutar bien su oficio, cada
uno se creía que también era el más sabio en las demás cosas, incluso en las más
difíciles13; y esta confusión oscurecía aquella sabiduría. De este modo me pregunté, sobre
la base del oráculo, si no era mejor ser como soy: no siendo sabio en cuanto a la sabiduría
de ellos ni ignorante en cuanto a su ignorancia, en lugar de poseer ambas cosas, como
aquellos. Respondí tanto al oráculo como a mí mismo que es mejor ser como soy.
De esta manera, señores atenienses, se generaron muchos odios hacia mí, algunos
muy acres y muy violentos, de los cuales surgieron muchos juicios falsos acerca de mí.
En efecto, en cada ocasión los presentes creen que yo soy sabio en aquellas cosas en que
refuto a otro; pero en realidad el dios es el sabio14, y con aquella sentencia quiere decir
esto: que la sabiduría humana vale poco y nada. Y cuando dice «Sócrates» parece servirse
de mi nombre como para poner un ejemplo. Algo así como [si] dijera: «El más sabio entre
ustedes, seres humanos, es aquel que, como Sócrates, se ha dado cuenta de que en punto a
sabiduría no vale en verdad nada». Todavía hoy sigo buscando e indagando, de acuerdo
con el dios, a los conciudadanos y extranjeros que creo que son sabios, y cuando juzgo
que no lo son, es para servir al dios15 que les demuestro que no son sabios. Y por causa de
esta tarea no me ha quedado tiempo libre para ocuparme de política en forma digna de
mención, ni tampoco de mis propias cosas. Antes bien, vivo en extrema pobreza a causa
de estar al servicio del dios.

Guía de preguntas

1. ¿Cómo caracteriza Sócrates la misión que le asignó el dios Apolo? 2. ¿Por qué la
sentencia del oráculo es para Sócrates un problema? ¿Cuál es el problema que se le
plantea? 3. ¿Por qué Sócrates se considera más sabio que aquellos a los que interroga? 4.
¿Por qué juzgó necesario poner al dios por encima de todo? 5. ¿Por qué afirma Sócrates
que es mejor ser como es y no ser como los que son considerados sabios? 6. ¿Qué
significa la frase socrática «sólo sé que no sé nada»? 7. ¿Qué relaciones encuentra entre la
actividad socrática de investigación haciendo preguntas y la carrera, disciplina o profesión
que ha elegido? 8. ¿Cree Ud. que también en su actividad hacer preguntas le podría
acarrear odios? ¿Qué piensa hacer en esas circunstancias?

b. La esencia y la apariencia16

-Tomemos [como objeto de análisis], pues, una de las tantas multitudes de cosas. Hay,
por ejemplo, una multitud de camas y otra de mesas. ¿Estamos?
-¿Cómo no habría de haberlas?

13
El saber artesanal es un saber de especialistas en contraposición al cual la filosofía se presenta como un
saber global y difícil.
14
La sabiduría es propia de los dioses: sólo dios es sabio. Lo propio de los hombres es el deseo o la
aspiración a la sabiduría (filosofía) que se origina en la conciencia de la ignorancia.
15
Esta imagen de la filosofía al servicio del dios ha sido retomada por los filósofos cristianos como una
prefiguración del saber -para ellos- más alto: la teología. Nietzsche, por su parte, interpreta este servicio
divino de la filosofía socrático-platónica como un disfraz: “Al principio el espíritu filosófico tuvo siempre
que disfrazarse y enmascararse en los tipos antes señalados del hombre contemplativo, disfrazarse de
sacerdote...” (Nietzsche, F.: Genealogía de la moral, Madrid, Alianza Editorial, 5ta. edición, 1980, p.
134).
16
Platón: República, Libro X, 596 c – 597 d.
-Pero las ideas correspondientes a esos muebles son dos: una idea de cama y otra de
mesa.
-Sí.
-Ahora bien, ¿no acostumbramos a decir que los artesanos que fabrican las camas y las
mesas de que nos servimos, e igualmente las demás cosas, las construyen de acuerdo
con la Idea17 que tienen de ellas? Porque ningún artesano, desde luego, construye la
Idea en sí18. ¿Cómo habría de hacerlo?
-De ninguna manera.
-Veamos ahora qué nombre darías al siguiente artesano.
-¿A cuál?
-Al que hace todo lo que hacen separadamente cada uno de los trabajadores
manuales.
-¡Hablas de un hombre muy hábil y extraordinario!
-Espera un momento: habrás de admirarle más todavía. Este artesano no sólo es capaz
de fabricar toda clase de objetos artificiales, sino que hace también todo cuanto nace de
la tierra y todos los seres vivos, inclusive su propia persona y, además de la tierra, hace
el cielo, los dioses y todo lo que hay en el cielo y en el Hades19 bajo la tierra.
-¡Qué talento! –exclamó-. Es un artista maravilloso.
-¿Lo pones en duda? -pregunté-. Dime, ¿te parece que no existe un artesano semejante,
o que pueda haber en cierta forma un creador de todo eso, y en cierta forma no? ¿No ves
que tú mismo, al menos en cierta forma, serías capaz de crear todas esas cosas?
-¿Y qué forma es ésa? –preguntó.
-No es difícil –contesté-, y puede llevarse a la práctica rápidamente, en un momento si
quieres; te basta tomar un espejo20 y dirigirlo hacia todos lados; en seguida harás el sol
y lo que hay en el cielo, la tierra, a ti mismo, a los demás seres vivos, los objetos
fabricados, las plantas y cuanto acabamos de mencionar.
-Sí –replicó- creaciones aparentes, pero sin ninguna realidad21.
-Muy bien -dije-, comprendes perfectamente el sentido de mis palabras, y entre esa
clase de artesanos está, creo yo, el pintor. ¿No es así?
-Sin duda.
Y dirás, supongo, que lo que hace no es verdadero. Sin embargo, el pintor hace una
cama en cierta forma, ¿no?
-Sí –dijo-, al menos, una cama aparente.
-¿Y qué hace el fabricante de camas? ¿No acabas de decir que no hace la idea,
que afirmamos que es la esencia de la cama, sino una cama determinada?
-En efecto, lo acabo de decir.
-Pues bien, si no hace la esencia22, no hace lo que es real. Por lo tanto, ¿no crees
tú que probablemente se engañase quien sostuviera que la obra del fabricante de camas
o de cualquier otro artesano es completamente real?
-Al menos -contestó-, tal es la opinión de quienes se ocupan de estas cuestiones.

17
La Idea es la cosa en sí misma. La Idea es el modelo que las cosas visibles tratan de imitar. En este
sentido, las Ideas no son creaciones humanas, sino que son en sí mismas.
18
Si la Idea es la cosa en sí misma, no ha podido ser creada por hombre alguno. A lo sumo, habrá sido
creada por algún dios.
19
El Hades es el reino subterráneo donde yacen los muertos.
20
El espejo puede reflejar cualquier cosa, pero el reflejo es sólo una copia o imitación de lo reflejado. Los
sentidos del hombre tienen una capacidad semejante a la del espejo: pueden reflejar los objetos
percibidos.
21
Aquí se diferencia la realidad de la apariencia. Lo que aparece, lo aparente, no es real, es sólo una
imitación o copia de lo real.
22
La esencia y la realidad se identifican. Sólo las esencias son reales. Las apariencias no son reales.
-Por lo tanto, no debe extrañarnos que su obra resulte un tanto oscura23 en
comparación con la verdad.
-No, por cierto.
-¿Quieres, pues, que esos artesanos mismos nos sirvan para examinar cuál puede
ser la naturaleza de nuestro imitador?
-Si tal es tu deseo –dijo.
-Pues bien, hay tres clases de camas: una la esencial, está en la naturaleza, cuyo
autor a mi juicio, podríamos decir que es la divinidad. ¿A quién otro podríamos
atribuirla?
-A ningún otro, creo yo.
-La segunda es la que hace el carpintero.
-Sí –dijo.
-Y la tercera, que es la obra del pintor24. ¿No es así?
-Sea.
-Por tanto, el pintor, el carpintero y la divinidad son los tres maestros que han
fabricado estas tres especies de camas.
-Sí, los tres.
-En lo que respecta a la divinidad, ya porque no quiso, ya porque tuvo la necesidad
de no hacer más que una sola cama en la naturaleza25, el hecho es que no hizo más que
una: la cama esencial. Dos o más camas de esta especie, no las ha producido la
divinidad. Ni hay medio de que las produzca.
-¿Por qué? –preguntó.
-Porque conque hiciera solamente dos –contesté-, aparecería una tercera cuya idea
sería común26 a las otras dos, y ésta sería la cama esencial, y no las otras dos.
-Es cierto.
-La divinidad, sabiéndolo sin duda, y queriendo realmente ser creadora de una
cama esencial y no, como cualquier fabricante de camas, de una cama determinada, ha
creado sin duda esta cama en esencia natural.
-Es razonable.
-¿Te parece, pues, que llamemos a la divinidad creadora natural de la cama, o algo
semejante?
-Es lo justo –dijo-, pues ha creado por naturaleza la cama y todas las demás cosas.
-¿Y como llamaremos al carpintero? ¿Artesano de la cama?
-Sí.
-¿Y al pintor? ¿Artesano y creador de la cama?
-De ningún modo.
-¿Cómo lo llamarías, entonces, en relación con la cama?
-A mi juicio -contestó-, el nombre que más le conviene es el de imitador de
aquello que los otros dos producen.

Guía de preguntas

1. ¿Qué es la Idea? 2. Diferencie apariencia de realidad. 3. ¿Cuáles son los tres grados
de realidad? 4. ¿Por qué las Ideas son únicas?

23
Es decir, no totalmente verdadera.
24
Se establecen aquí tres grados de realidad: 1) lo más real es la Idea, 2) un poco menos real son las cosas
que se captan con los sentidos, 3) lo menos real son las imitaciones de las cosas captadas con los sentidos:
las imágenes o representaciones de las cosas.
25
Hay una sola esencia de cada cosa, aunque las cosas percibidas son múltiples y diversas.
26
La Idea o esencia es lo común a todas las cosas del mismo tipo.

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