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“Entre engranes y pasiones’’

En un mundo donde la tecnología avanza a pasos gigantescos y la industrialización parece


no tener fin, nos adentramos a un mundo extraño y lleno de fantasía, donde las aventuras
llenas de momentos alegres y momentos de peligro suelen ser el día a día.

Es una historia de amor prohibido, en la que un ingeniero y una diseñadora de producto son
los protagonistas. En un mundo donde las líneas entre la creatividad y la lógica se
entrelazan, surge una historia de amor inusual. Gabriel, el ingeniero quien, heredo la fábrica
de su padre y apasionado por los números y las estructuras, se encuentra con Sara, la
diseñadora de productos que ve el mundo a través de colores y formas. Sus caminos se
cruzan en una fábrica que está llena de misterios.

Gabriel y Sara se encontraron en un torbellino de emociones en los oscuros pasillos de la


antigua fábrica “Molino de Acero”. La maquinaria rugía a su alrededor y el aire estaba
cargado con el olor a aceite y sudor. Pero en este mundo industrial sus corazones laten al
ritmo de una melodía secreta.

Érase una vez un joven llamado Gabriel, un ingeniero, un hombre fuerte. Sus ojos
penetrantes y su mente aguda eran tan rígidas como las prensas hidráulicas que manejaba.
Había entregado su vida a la fábrica, su amor por las máquinas superaba cualquier otro
sentimiento. Pero debajo de esa fachada intimidante ardía un fuego que no podía apagarse,
su amor prohibido por Sara de la cual él se había enamorado perdidamente.

Sara, atrevida diseñadora de productos, proporcionó a Gabriel el contraste perfecto. Su


cabello rojo fuego y su sonrisa desafiante eran como un rayo de sol en la oscuridad. Pero
ella también llevaba su propia carga: el odio hacia una fábrica que le robó la vida a su
padre. Cada rueda dentada, cada tornillo, cada engranaje giraba con precisión, como un
reloj que marcaba el tiempo implacable. Pero para ella, no era solo una máquina; era un
recordatorio constante de la tragedia que había marcado su vida y le había robado lo más
preciado para ella “su padre”.

Los encuentros entre Gabriel y Sara fueron secretos. Se encontraron dentro de la sala de
calderas, donde el calor abrasador se mezclaba con la carga eléctrica de su pasión. Allí,
entre las tuberías retorcidas y las válvulas oxidadas donde nadie se acercaba, sus labios
estaban sedientos de aquel amor prohibido. Pero luego, cuando la realidad los arrancó de
su refugio, el odio volvió a surgir.

En una noche mientras ella encontraba inspeccionando una nueva línea de producción, se
encontró con un secreto escondido en los planos. La fábrica estaba construyendo una
máquina monstruosa que amenazaría la vida de todos los trabajadores, sorprendida por
este hallazgo que, sin querer encontró, dudo de lo que sentía por Gabriel si era amor o el
odio hacía él, por otro lado, Gabriel quien luchaba con un dilema imposible atrapado entre el
amor por Sara y su lealtad a la empresa, la cual por tantos años había vivido y que tanto
trabajo le había costado construir junto a su padre, Gabriel tomaría decisiones que le
darían graves consecuencias en perder la empresa o perder su amor por Sara ya que el
sabia el dolor que esa empresa le causo a ella y a su familia.

El odio de Sara hacia la fábrica creció aún más fuerte. Ella sabía que tenía que detener la
máquina, pero también sabía que eso significaría la ruina para Gabriel. Una noche
tormentosa ella subió al techo con el viento rugiendo a su alrededor pensando en que podía
hacer para que Gabriel no tomara esas decisiones sus palabras eran cuchillos afilados y
sus corazones campos de batalla.

Sara en su angustia y enojo grito “No puedes amar este lugar”, Es un monstruo devorador
de almas, me robo lo más preciado de mi vida y aun así no lo entiendes”.

Gabriel miró desesperadamente sobre ella. “Por qué aquí es dónde te encontré. Porque tú
eres mi razón para seguir adelante, para mí no es una simple fabrica, esto significa todo por
lo que ha luchado mi padre y donde yo crecí, además es donde te conocí”.

El amor y el odio se entremezclaron en un abrazo mortal. Sara tomó una decisión:


sabotearía la máquina, no importaría lo que sucediera. Pero cuando llegó ese momento, su
corazón dudó.

Gabriel la agarró, sus ojos llenos de lágrimas. “Te quiero”, le susurró. “Pero también amo
esta fábrica. ¿Es posible amar y odiar al mismo tiempo?”

Sara no tenía respuesta. El amor y el odio se sumaron juntos en un torbellino dentro de ella.
Pero en ese instante, supo que debía elegir: salvar a Gabriel o salvar a la fábrica.

Y así, en la oscuridad de la fábrica, entre engranajes y pasiones, decidió Sara. La elección


que tomó fue que el amor prevalecería incluso si eso significara que todo lo demás se
perdería.

Así, la antigua fábrica pasó a ser nada más que el escenario de una tragedia moderna
donde los corazones arden más que cualquier alto horno de fundición; Gabriel y Sara
atrapados en sus propios conflictos se convirtieron en leyendas en los pasillos de las
acerías.

Fin.

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