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EJERCICIO Nro. 1
AUTOR
DESARROLLO
I) El lugar sagrado.
En la Iglesia romana se acostumbra designar a “la Iglesia” como el lugar sagrado por
excelencia en donde se celebra el culto de la Eucaristía. Tal distinción no obedece a la verdad,
pues el término “Ekklessia” de donde proviene la palabra “Iglesia” señala más bien la asamblea
de los creyentes, no el lugar físico en concreto. El templo sí refleja con certeza el lugar sagrado
para orar a Dios, oración que debería ser hecha más con el corazón que con el intelecto. En tal
sentido, los templos ortodoxos pretenden llegar al corazón del creyente por medio de la belleza
y profundidad de otros signos que serán tratados a continuación. Ciertamente que esa belleza
no es perfecta del todo, la perfección sólo es de Dios, pero en los templos ortodoxos se intenta
dar un reflejo de la belleza Divina.
En los templos ortodoxos se muestran los iconos, hermosas pinturas que son signos de esa
belleza que ya se señaló. Los templos son en forma de cruz, para recordarnos a través de su
estructura el gran Templo que es el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo (“destruyan este templo
y en 3 días lo levantaré”. Jn 2,19). Tres áreas bien diferenciadas hay en estos templos: el
vestíbulo, que viene siendo la entrada donde los creyentes toman sus velas y ofrecen sus dones;
la nave, que es el sitio donde se congregan para la celebración del culto Divino; y el santuario,
que es el sitio más sagrado, separado del resto por el iconostasio. Es interesante notar que hay
un profundo sentido teológico en lo que se refiere a la separación del iconastasio de las otras
partes del templo: por el pecado hay separación de Dios, pero en la Divina Liturgia mediante
Cristo el cielo y la tierra se unen. Al igual que cuando Cristo por medio de su muerte en la cruz
rompió el velo del templo (Cf. Mt. 27,51), en la Divina Liturgia Cristo rompe de una manera
misteriosa esa separación y nos nutre y colma de su presencia. Por consiguiente, el
comportamiento en el templo y, sobre todo, durante la celebración de la Divina Liturgia, debiera
ser de gran humildad, sobriedad y recogimiento, con plena consciencia de lo que se está
celebrando. Pero los momentos de mayor solemnidad y respeto son durante la lectura del
Evangelio (es Cristo mismo quien habla), en el canto del himno querúbico y durante el canon
Eucarístico (Desde el Credo hasta el Padrenuestro).
Ellas muestran sensiblemente la fe del pueblo, su veneración hacia el templo y a los santos
iconos. Es relevante notar que por medio de ellas se representan todas las humanas pasiones,
dolores y esperanzas que se derriten y se funden en la arena. La llama de las velas señala el calor
del amor humano hacia Dios, la fuerza de sus oraciones y plegarias. Con las velas se ha de
mostrar un corazón piadoso, recitando las plegarias más con el corazón que con los labios o el
entendimiento.
V) Antimensión.